Poetica Al Pie Del Volcan

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POETICA AL PIE DEL VOLCAN

Los textos aquí ofrecidos  corresponden a un sitio que hice en abril del 2005, cuya dirección
era http://www.geocities.com/poesia_aqp/index.htm.    Buscó cubrir un penoso vacío, pero de
entonces a hoy han surgido  nuevos sitios y blogs  que ofrecen buena información, algunos de
los cuales  se enlazan aquí.

En esta  Presentación  he corregido y actualizado varios detalles.  Es  sólo un rasgo general al
que le falta mucho; por ejemplo,  el proceso  de 1980 hasta hoy (lo post-moderno, en que se
visibilizan cada vez más el sujeto migrante y los nuevos mestizajes... sus formas de sentir,
pensar y encarar sus nuevas realidades -si, Arequipa ya no es conjunto armónico sino mosaico
desbordado, aún por entender y resolver-), el del sujeto del espacio chacarero
o loncco   (precisamente en crisis por la migración y el  crecimiento de la ciudad), un enfoque
más completo y coherente  de la creación poética femenina, por mencionar lo principal.    

La Antología es incompleta, indiciaria, no pretende más.  Varios poemas largos son


transcritos sólo parcialmente, con riesgo de mutilar su intención expresiva, además muchos 
autores que llegaron directa o indirectamente a publicar su obras no están  por una razón de
fortuita brevedad.   Para poder tener una cabal comprensión del proceso literario arequipeño
será necesario siempre, 
lidiar con los manuscritos y la bibliografía producida por
los mismos escritores y con las publicaciones de crítica  especializada,  sin
descuidar tampoco la enorme cantera de la tradición popular, que suele
mantenerse en el plano oral.  

En la parte   Estudios críticos se encuentran algunos textos digitalizados de


fuentes impresas que deben ser debidamente citadas al usarse (los datos de
autor y pie de imprenta van al principio, en azul).   Esta Presentación  y El yaraví,
son de mi autoría.  

Este es sólo un breve esbozo del hacer poético  a nivel provincial, no departamental, y acusa
por sí mismo un endémico centralismo regional que debe ser superado.  La literatura
arequipeña entendida como literatura del departamento de Arequipa, tanto en poesía como en
narrativa, constituye un universo mucho más vasto y variado.

M.C.D.
blog

(última actualización: 1° mar. 2015)   


Presentación

"El gran poeta es, entre otras cosas, aquel que no solamente restaura una tradición olvidada sino que entreteje en su poesía,
cuantos cabos sueltos de tradición sea posible"
T.S. Elliot 
[Función de la poesía y función de la crítica.  Barcelona : Seix Barral, 1968, p. 98]

Arequipa, soleada lejanía del alma, aldea de la ternura;


tu nombre lo escribe un vuelo tendido de golondrinas
Tus árboles envejecidos lejanos se mecen en mi cariño
y toda mi pena callada se va alegre a repartirse
en las alas de tus pájaros
(...)

Arequipa, te recuerdo callado, triste como tus tardes;


pero así me quedo con los ojos abrazados a tus crepúsculos
y mascando una rama de tu cielo

"Ausencia de Arequipa" -  Guillermo Mercado


Bien se dice que  la creación literaria de un pueblo refleja su fuerza vital, su capacidad creativa,
su pasión. Poco difundida y conocida a excepción de Melgar (1790-1815), y en el mejor de los
casos, Gibson (1885-1960), Atahualpa Rodríguez (1889-1972),  Mercado (1904-1983) e Hidalgo
(1897-1967),  la poesía arequipeña es intensa, profunda, de alto vuelo, y guarda con seguridad,
profundas vetas  aún no visibilizadas y valoradas en plenitud.  
 

Breve reseña histórica

No hay mayor investigación sobre el desarrollo de la literatura y en particular de la poesía en


Arequipa hasta el siglo XVIII, en que surge la figura de Mariano Melgar; sin embargo está
comprobada su presencia vital desde el inicio de la Colonia. De este período hay la certeza de
la existencia de tres autores que tuvieron fama: Diego Martínez de Rivera, Alonso Picado y 
Pedro Montes de Oca (los tres del S. XVI) , elogiados por Miguel de Cervantes Saavedra en El
Canto de Caliope    (1585) (1).  Probablemente
peninsulares, o criollos notables
afincados en Arequipa, es de lamentar que no se conozca más sobre sus vidas
y que no hayan sobrevivido sus obras escritas.  

Los principales estudiosos de la literatura nacional coincidieron en señalar hasta hace poco,


que la literatura y la poesía indianas fueron ecos sin mayores méritos de las escuelas y estilos
hispanos, hasta adentrado el siglo XVIII, en que las  ideas de la Ilustración comenzaron a
germinar en  las élites, reflexiones americanistas que con el tiempo se manifestaron en formas
literarias más propias.  Sin
embargo,  esa premisa está siendo revisada en estudios
recientes  con ayuda de herramientas analíticas  interdisciplinares, que
demuestran que en las literaturas coloniales  es posible identificar casos en
que, aún en el rígido marco del canon colonial, se dan adecuaciones y
estrategias discursivas conscientes y afirmativas de lo  americano.  En  el caso
de Arequipa colonial, en contraste con el auspicioso inicio celebrado por
Cervantes, la crítica sostiene que las musas no se manifestaron como en otras
ciudades del virreinato (empezando por Lima), y que eso se debería a la fuerza
del poder eclesiástico y el consecuente fidelismo y burocratismo que
implicaba.  De ser así, el contraste con el florecimiento poético republicano
llama por decir lo menos  la atención; es muy grande como para no incidir en
la idea de que lo que falta, es simplemente mayor investigación.   En  los largos
siglos de régimen virreinal, ¿no hubo religiosos o religiosas que dieran
expansión a las inquietudes del espíritu a través del texto escrito u otras artes
como  la música o la pintura?  Una sociedad de gentes de derecho y de letras,
y de un fuerte espíritu religioso que invita a la contemplación y la meditación
-más aún ante lo que ha sido siempre un paisaje inspirador- no puede sino
convocar el arduo reto de indagar por fuentes hasta hoy ignoradas (2).  
Se puede afirmar mientras tanto, que entre al ámbito culto y popular se practicó desde la
llegada de la lengua castellana al valle del río Chili,  la tradición oral del romancero y de los
cantos de amor fino o cortés, tanto más en una sociedad colonial que fue bastante castiza.  En
el caso del romancero, tenemos referencias tardo coloniales referidas a la Rebelión de los
Pasquines (fines de  1779 a inicios de 1780), expresada en revueltas populares por el aumento
de los impuestos reales al comercio, que se daban en el marco de las reformas borbónicas. 
Este exceso despótico  generó una espontánea manifestación de  coplas  cargadas de sátira e
indignación colectiva que se escribían y pegaban en las paredes y puertas de edificios
públicos,  iglesias de la ciudad, e incluso en la fuente del  Tuturutu  de la Plaza de Armas.  Si bien
fueron intereses económicos y no ideológicos los que motivaron estas coplas, es claro que ya
iban anunciando una voluntad de auto-afirmación localista, por tanto, una  proto-literatura
regional.  En el caso de los cantos de amor fino o cortés, tenemos una antigua tradición oral
que circuló entre lo culto y lo popular y que devino en mestiza (hispano-indígena), culminada
estilísticamente en los yaravíes melgarianos, los cuales han sido sólo muy parcialmente
textualizados, remitidos básicamente al legado canónico de Melgar.  En un plano más
enteramente popular-oral,  el instinto recitativo de la tradición oral loncca (rural), muestra un
nutrido léxico de vocablos indígenas (quechuas, aymaras y puquinas principalmente) junto a
muchos otros de arcaico castellano,  que denota un complejo proceso de evolución de larga
duración inscrito en líneas generales, en el ámbito del romancero y  la décima.

Mariano Melgar (1790-1815)  significa el inicio clave de la poesía auroral no sólo arequipeña
sino peruana. Hizo prosa y poesía investida de un fuerte neoclasicismo, pero también, en el
caso de sus elegías y  canciones amorosas, de un profundo sentimiento romántico de origen
neoplatónico, tributario de fórmulas retóricas de amor cortés (3).  Después de su prematura y
trágica  muerte frente a un pelotón de fusilamiento realista, fueron más que sus versos
patrióticos, sus canciones  amorosas las que  remontaron  los linderos de su tierra para
popularizarse  en boca de trajinantes de caminos (arrieros, milicias, viajeros...)  bajo el nombre
de  yaravíes.   Estas canciones fusionaron la poesía melgariana (si ya no de autoría autógrafa de
Melgar, creada en su estilo por autores  anónimos) con una música que  conjugaba
el
cromatismo occidental con la  pentafonía indígena.  Se fue desarrollando de
manera espontánea, popular,  una forma expresiva a la medida del
temperamento y el sentimiento mestizo arequipeño: hondura,  simplicidad,
espíritu romántico y señorial a la vez.  Luis Alberto Sánchez, profundo conocedor del proceso
de la literatura peruana, identifica con sereno acierto los siguientes hitos que aporta Melgar:
...Analizándolo, aunque dejando para un ensayo especial otros aspectos, resulta que Melgar inicia
en la poesía peruana: (a) la tendencia erótica; (b) La fábula; (c) la incorporación oficial del elemento
indígena; (ch) el sentimentalismo  franco  (d) rinde culto directo a una mujer.   Notas adicionales son
(e) su clasicismo inicial como excelente traductor de Ovidio y (f) cierta facilidad para describir el
paisaje...  Sánchez pasa a argumentar cada punto, concluyendo en el caso de (d):   ... El
sacrificio de Melgar es la dignísima coronación de una vida fervorosa.   El friso romántico de un
friso también romántico.   Si consideradas estas realidades, se insiste en menospreciar al poeta por
imperfecto,   se comete craso error.   Cualquiera fuese su torpeza expresiva, le salva su valentía
temática.   El rompe las trabas coloniales.   Exalta a la mujer.   Se entrega a la Patria.   Reivindica el
canto indígena.   Intenta todos los rumbos con y tal de realizar el suyo,  fundamental  urgido por un
corazón insaciable, antes que por un cerebro cauteloso.   En otros términos el romanticismo
peruano se inicia en 1812.   No en Lima, ciudad de Corte, sino en Arequipa, ciudad rural.   El "poeta
de los yaravíes"   lega a la expresión  romántica  a costa de una tenaz depuración de su alma y de un
valeroso encaramiento de la realidad que le circunda.   Melgar es el primer poeta republicano
y  romántico  del Perú... (4).  

A lo largo del siglo XIX la poesía arequipeña se remite reiteradamente al tributo al legado
melgariano, dentro de los cauces del romanticismo liberal imperante, sin embargo las
exploraciones e innovaciones expresivas  asoman enérgicas  en las ultimas décadas del
siglo. Gracias a la Lira Arequipeña, compilada por Manuel Pío Chávez y Rafael Valdivia en 1889,
se rescata en un grueso volumen, la obra de variable logro, de numerosos intelectuales
arequipeños, muchos de ellos, notables personajes del quehacer político y cultural asentados
tanto en Arequipa como en la capital y el extranjero. Resaltemos sólo algunos nombres: 
Ángel Fernando Quiroz Nieto (1799-1862), Manuel Isidoro Castillo Vizcarra (1814-1871), Benito
Bonifaz Febres (1829-1858), Trinidad Fernández (1830-1873), José María Carpenter Aponte
(1830-1888), Armando De La Fuente y Errea (1830-1896), Ernesto Noboa Arredondo (1839-
1873), Abel de La Encarnación Delgado (1841-1914), Samuel Velarde Reynoso (1848-1902),  J.
Ignacio Gamio (1854-1928), Belisario Soto Salas (1860-1935).

Llama la atención el caso singular de Ángel Fernando Quiroz (1799-1862).  Como


Melgar fue también un poeta de transición,  trágico pero con otro perfil.  Tan apasionado y
rebelde como sensible y  vulnerable, fue víctima de un tiempo y un destino crueles para
espíritus como el suyo.  Las luchas  de independencia lo llevaron a defender el bando realista
en un primer momento,  pero al decidir  pasar al de los patriotas  sufrió duro escarmiento que
le costó tortura, cárcel y secuelas físicas.  Parece que nunca se repuso de eso.  Al volver a su
tierra, mermado físicamente y ya alterado en su psiquis sólo halló incomprensión familiar y
social.  En algún momento decide irse  a Lima, más bien escapando de la
desolación que con alguna ilusión, sin certeza de su destino.  Triste su exilio en
una ciudad ajena, que (a excepción de Ricardo Palma, que publicó algunas de
sus poesías) tampoco comprendió su delirio, su solitaria inmolación.  Este
poeta aún no es  reconocido en la historia de la literatura nacional por su
originalidad y atemporalidad,   trascendente a todo movimiento o corriente de
su época; por ello cito in extenso:    ....Quiroz es el primer poeta peruano que por su propio
camino se aproxima al misterio de la vida: quiere saber qué extraño principio anima al ser, porqué
se vive, porqué se sufre, por qué se camina [...] Quiroz, que cronológicamente sigue a Melgar, debía
haber sido el heredero del yaraví o el épico de la república, pero no, su  personalidad  poética es
demasiado original, su aventura lírica es de raigambre ontológica./       Desadaptado por su
carencia de realismo, se vio envuelto por la miseria más espantosa. Frecuentaba cementerios y
soledosos caminos próximos al mar, en la pálida ciudad que fue de los virreyes.   Su vestir era ya
extravagante, pero eso mismo le daba originalidad y una cierta grandeza que lo hacía
inconfundible dentro de la sarta de vulgares  mendicantes  de las calles limeñas.   La palomilla le
seguía los pasos para escuchar de sus labios encendidos por el delirio las extrañas palabras que
vertía en versos de los más perfectos sonetos.   Amigo de   la muerte   y de la locura, ya no las temía,
dormía dentro de una ataúd y exhibía públicamente los girones  [sic.]  de su traje sucio y pestilente.
Daba versos a cambio del pan de cada día porque la poesía era todo el bien de que era dueño, y
dueño absoluto  (5).   En aquellos años turbulentos y azarosos de la naciente república, vemos
surgir en Arequipa espíritus libres, llenos de pasión expurgadora de los misterios de la vida, a
costa incluso de la suya propia, como Melgar y Quiroz.  No fueron excepciones, sino acaso, los
que llegaron más lejos en ese afán.  Muchos otros los seguirían en esa entrega total a la
poesía, reflejada no sólo en lo artístico sino en lo político.

También vale mencionar en la delineación auroral  del paisaje literario nacional el trabajo de
Miguel del Carpio y Melgar  (n.
en 1895, sobrino y alumno de Mariano Melgar),
Ministro de Estado de Castilla, quien descolló, más que por sus dotes literarias
por su labor de mecenazgo hacia los jóvenes poetas bohemios de mediados
del siglo XIX como Ricardo Palma, Luis Benjamín Cisneros, Arnaldo Márquez,
Luis Corpancho, Numa Pompilio Llona. Un interesante testimonio de esta
decisiva relación de mecenazgo, así como del ambiente ideológico en la
política y la literatura de la época en la capital, se relata en La bohemia de mi
tiempo de Ricardo Palma (1898).

Recalemos en el perfil de algunas mujeres que en el conservadurismo patriarcal de su época


se asomaron al arte de las letras:  Adriana Buendía  colaboró en importantes periódicos
literarios de Lima, como El Correo del Perú, La Bella Limeña, La Alborada, y algunos más; en este
último semanario reemplazó a Juana Manuela Gorriti en la redacción de  la
sección Mosaico; Isabel De La Fuente (de familia distinguida) cultivó la poesía bajo el
seudónimo  Julia, revelando vastos  conocimientos en historia; Felisa Moscoso de Chávez (n.
1847) laboró en varios periódicos de Lima y Arequipa,  en 1883 publicó la colección de
artículos Ligeros pensamientos consagrados a la mujer,  fue miembro del Club Literario  y
del Ateneo de Lima en 1889, y también dejó inédito un trabajo sobre la poetisa
ecuatoriana Dolores Veintemilla; Luisa Salazar de Rodríguez (n. 1847) fue una autodidacta de
innata vocación literaria pero marcó un perfil bajo; viuda en 1868, se dedicó al hogar y a la
caridad y no quiso figurar públicamente.

Entre fines del siglo XIX e inicios del XX Juan Manuel Polar, escritor, periodista y profesor,
marcó  profundamente la vida intelectual de la ciudad. Entre otras actividades suyas, destacan
las tertulias que convocó en su casa para debatir temas varios de política y cultura.    El hacer y
ser de este grupo fue conocido coloquialmente como pacpaquería,  y sus miembros,
como  Pacpacos.  Pacpaco (pakpaco, pajpaco) significa búho, y el apelativo acaso se debe a que
solían retirarse a sus casas a altas horas de la noche, al búho de yeso que el maestro Polar
tenía en su biblioteca (6),
o a ambas cosas.  Lo concreto es que en
él destacaron varios hombres de letras (no sólo poetas) como Juan Barclay,
Manuel Aguirre, Jorge Alberto Llosa, Benigno Ramírez del Villar, Manuel
Cereceda, Manuel Ugarteche, Francisco Mostajo.  

El siglo XX  inició con la novedad del modernismo  y el vanguardismo.   En esa cota destacó  la
revista Anunciación  (1914), promovida por Alberto Hidalgo, Alberto Guillén, Miguel Angel
Urquieta y Luis De La Jara.  Poco después  germina “el momento embrujado de la poesía
arequipeña”  (7) que fue la revista Aquelarre (1916), dirigida por un grupo de  poetas jóvenes
como  Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Renato Morales de Rivera, Belisario Calle,
Nathal Llerena, Carlos Enrique Telaya y el pintor Carlos P. Martínez.  Este grupo se reunía en la
casa del "Chuzo" Gibson para compartir inquietudes sobre la necesaria renovación radical de
la literatura, una renovación que superara el estilo  romántico de expresar solo lamentos y
desgarramientos internos y que trascendiera el horizonte  localista, tanto a nivel espacial
como temporal.  Jorge Cornejo Polar sitúa esta particular sinergia, más que como un
movimiento, como una generación de poetas que aunque provincianos, eran innovadores, y
cuyas analogías pueden encontrarse en el Grupo Colónida de Valdelomar (Lima), el Grupo
Norte de Antenor Orrego (Trujillo), y el Grupo Orkopata de Arturo Peralta alias Gamaliel
Churata (Puno).   La editorial del número 3 de la revista Aquelarre a cargo de César Atahualpa
Rodríguez,  proclamaba:  "la literatura arequipeña se remoza quitándose las legañas que una
forzada senectud le había hecho filtrar sobre sus ojos campesinos... La poesía que hoy se labora ya
no se extrae de los libros: la sentimos bajo la carne como vibración espontánea... Hoy día no diré
que se ha alcanzado la máxima independencia, pero es evidente que nuevos cauces abiertos a
nuestra curiosidad han solicitado nuestros espíritus, conduciéndolos frente a un panorama
múltiple... Nuestra mente se tocó de cosmopolitismo, librándonos de la antigua tiranía
unilateral" (8). Para este poeta y sus amigos, Arequipa es una entidad más profunda que
trasciendía lo costumbrista, pintoresco o provinciano, y que se conecta teleológicamente con
el universo.
 
Algunos años después, ya en Buenos Aires, Alberto Hidalgo  publicó su poemario-manifiesto
titulado Simplismo  (1925), del cual fue único seguidor, y cuya trascendencia recién está siendo
valorada por la crítica de años recientes.   En el cauce vanguardista, fue de un individualismo
adanista, iconoclasta, anarquista, anti-hispano.  De acuerdo a C. A. Caballero, sus temas
centrales fueron su país, el amor y el auto-endiosamiento (9).  

En 1927 se formó un  grupo conocido como Los zurdos de Arequipa, que publicó la


revista Chirapu.  En Chirapu, dirigida por Antero
Peralta Vásquez, colaboraron entre
otros, Guillermo Mercado, César Atahualpa Rodríguez, Armando Rivera y el
puneño Carlos Oquendo de Amat.   Guillermo Mercado fue un poco más joven
que la generación de Aquelarre y Anunciación;  construyó su propio lenguaje
poético, en que de lo entrañadamente localista, supo proyectar su búsqueda
esencial de belleza y justicia, de forma serena, depurada, transparente, a una
dimensión universal.  Jorge Cornejo Polar lo acerca al cholismo del cusqueño Luis
Nieto e incluso a Mario Florián,  pero en realidad, como hace notar Enrique Azálgara Ballón,
Mercado fue un creador nato que "buriló
sus versos con mano y herramienta
propias", pues alumbró suChullo de poemas  el mismo año que García Lorca 
publicaba su Romancero gitano [1928] (10).  Mercado, profundamente cholo,
arequipeño, y humano, fue más allá del cholismo y el romancero en su poesía.
Otro poeta arequipeño aún poco conocido, Mario Chabes se acercó también a
ese cholismo con la publicación de su poemario Ccoca (1926).

Pedro Arenas i Aranda [1902-1995] fue otro poeta destacado de perfil más bien singular
(cercano a la épica chocanesca) y obra apreciable.  Sin embargo, no publicó sino un solo libro,
en 1990 [Obra poética, compendio de seis poemarios].  En 1923 ganó los  Juegos Florales de la
Universidad Mayor de San Marcos de Lima, con su Canto de bronce. Fue catedrático emérito de
la UNSA.

En mayo de 1933, en tiempos en que el descentralismo arequipeño bregaba por posicionar su


ideario en el Congreso de la República, se formó la agrupación literaria  Sur, en la que
participaron prosistas y poetas como Federico Segundo Agüero Bueno, Manuel  Alzamora,
Víctor Ballón A. Eleazar Bustamante, Belisario Calle, Manuel Gallegos Sanz, Alberto Guillén, Luis
de la Jara; Carlos Manchego Rendón, Guillermo Mercado, Alejandro, Antero Peralta, Enrique
Rodríguez Escobedo, José Medina, Eva y Lucila Morales.  Más allá de este empeño, hubo un
receso creativo de tres a cinco lustros hasta  los años cincuenta.

La dinamización del desarrollo urbano y del quehacer cultural después de los


festejos por el cuarto centenario de la fundación española de la ciudad (1940),
desembocó en la segunda mitad del siglo XX, en el incremento de la migración
alto-andina (predominantemente indígena) hacia la ciudad, re-configurando el
espectro social, hasta entonces predominantemente conservador y castizo,
para irlo haciendo cada vez más indigenizado, diverso y complejo.   Estas
incontroladas transformaciones socio-económicas  a nivel local, sumadas al arribo
intempestivo al poder  del general Odría  -que derrocó al demócrata arequipeño Jose Luis
Bustamante y Rivero- en el ámbito nacional,  y  al clima crítico  de post-guerra en el
internacional, propició el surgimiento de una nueva generación,  descontenta con el  brusco
cambio hacia el sistema autoritario, e inquieta por buscar nuevos horizontes expresivos.  Eran
tiempos de transición entre la Arequipa aldeana,  austera y señorial, y la nueva urbe moderna,
más diversa, compleja y desafiante.   Evoquemos por ejemplo, los  heroicos movimientos
civiles de protesta, sangrientamente sofocados, como el de los estudiantes del Colegio
Independencia en 1950 o como el de 1955, el último levantamiento heroico del siglo XX en
Arequipa, que logró la destitución del oscuro ministro de gobierno de Odría, Alejandro Esparza
Zañartu  haciendo antesala al derrocamiento del dictador (hecho histórico recreado por Mario
Vargas Llosa en Conversación en la Catedral).

Las características de la Generación del Cincuenta se centran en el abandono más resuelto del
localismo vinculado al  paisaje,  y en el desarrollo de un discurso poético más universal. “Hay
sin duda una renuncia al color local pero no -y esto es importante subrayar- una renuncia a la
condición arequipeña muy clara en el pensar, en el sentir y en el actuar de estos escritores aunque
no figure explícitamente en sus textos” (11). Esta es la nómina que destaca Jorge Cornejo Polar
(1966 y 1990) (12):  Gustavo Valcárcel (1921), Efraín Miranda Luján (1927), Pedro Róger
Cateriano (1927), Edgardo Pérez Luna (1928-1984), Jorge Bacarorzo (1927 o 28), Xavier
Bacacorzo (1932), Luis Yáñez Pacheco (1930 o 31), Oswaldo Reynoso (1932), José Ruiz Rosas
(1928), José Gonzalo Morante (1929), Enrique Huaco (1930-1967), Aníbal Portocarrero (1931);
Alberto Vega Herrera (1932), Rosa del Carpio (1933), Edgar Guzmán (1935), César Vega Herrera
(1936), José Valdez Pallete (1934).   

Entre los grupos de esta generación destacan Abemur (Efraín


Miranda Luján, Aníbal
Portocarrero,  Oswaldo Reynoso,  Vinatea, Morales...)  y  Avanzada Sur (hermanos
Jorge y Xavier Bacacorzo, Oswaldo Reynoso, Luis Yáñez...), que buscaron  trascender  la
poesía localista y costumbrista basada en el paisaje chacarero y el loncco, y exploraron con
autores universales, en particular anglosajones; tuvieron asimismo una explícita opción
política de izquierda.  Alberto Vega que participó en ambos, señala:  "...En mi época, generación
del 50, existían dos grupos literarios que ostentosamente se decían de vanguardia: "Avanzada Sur",
liderado por Jorge Bacacorzo, y "Abemur", conducido por Efraín Miranda Luján. En ambos había
cierta atmósfera rilkeana. Sin embargo, predominaban Walt Whitman, T.S. Eliot y sobretodo, Ezra
Pound. Y como buenos ultras, renegamos de nuestros antecesores haciendo de cuenta que la lírica
comenzaba con nosotros" (13).   A la tendencia marxista de estos nuevos colectivos literarios
hicieron frente  escritores de orientación más bien conservadora, que se
expresaron principalmente a través de la revista Vencer  (Enrique
Chirinos Soto, Luis Rey
de Castro, Patricio Ricketts, Pedro Roger Cateriano...), que en buena cuenta
terminaron migrando a Lima (14).    Más allá de los colectivos, la década del 50
marcó también el desarrollo de fuertes individualidades, caracterizadas por
sus dotes poético-filosóficas, como las de José Ruiz Rosas y  Edgar Guzmán.
Ruiz Rosas, al tiempo de entregarse a la poesía animó la escena cultural local:  fundó la
recordada Librería Trilce (en la calle Palacio Viejo), trabajó en la Casa de la Cultura, fue director
del Instituto Nacional de Cultura filial Arequipa y de la Biblioteca Pública Municipal .
  Edgar
Guzmán, cuyas principales obras son Perfil de la materia  y Trilogía del mar, fue
un poeta que desarrolló su obra poético-filosófica  con perfil poco mediático;
es sin duda uno de los principales poetas que ha dado la ciudad;  según Gabriel
Ruiz Ortega:  ...Guzmán no es un buen poeta. Guzmán es Imponente y merece sí o
sí figurar entre lo más destacado de la mejor generación literaria peruana del siglo
pasado... (15).  

Surge después en los años 60 una nueva generación marcada por los profundos cambios
socio-políticos producidos por la Revolución Cubana, la Revolución Cultural del año 68
(liderada por estudiantes norteamericanos y parisinos), el movimiento hippie, las nuevas
tecnologías en la comunicación de masas, el auge del boom literario latinoamericano, los
movimientos feministas, etc., que imprime un sello más cosmopolita y a la vez, de sentido
social a la creación poética. Jorge Cornejo Polar (1966 y 1990) (16) destaca en esta
generación a: Oscar Valdivia (1938), Peter O'Brien (1938), Abel Rubio (1938),  Raúl Bueno
Chávez (1944), Walther Márquez (1945), Omar Aramayo (1947, de origen puneño),  Ana María
Portugal (1939), Max Neira Gonzáles (1939),  José Rodriguez Guillén 81940),  Félix Benavente
(1942), Tommy Ramirez Rodriguez (1943) Shelma Guevara (1948, nacida en Cusco)  y Brunilda
Joyce (1948).   Raúl Bueno Chávez en particular,  destaca al presente no sólo como poeta sino
como docente,  teórico y crítico literario de importancia internacional, habiendo ganado  el
Premio Internacional de  Ensayo "Ezequiel Martínez Estrada" de la Casa de las Américas de
Cuba (2012)  con el trabajo Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y
culturales en América Latina.
    Otro poeta de esta etapa, que se inició a fines de la
década del 50, es Carlos Maldonado Valz, arquitecto de profesión.

Jorge Cornejo Polar define a partir de 1976 una nueva generación –nacida en los años 50 y
primeros años de los 60- que  propició una intensificación de la vida cultural de la Arequipa de
los años 70, y que en muchos aspectos, a pesar de las crisis y altibajos recientes, sigue estando
activa en nuestros días: Rosa Elena Maldonado  Valz (1952) Oswaldo Chanove (1953), Alonso
Ruiz Rosas (1959), Misael Ramos (1956), Leandro Medina, Nilton del Carpio, Pedro Escribano,
José Gabriel Valdivia (1959), Dino Jurado, Luzgardo Medina (1959),  Rolando Luque, Odi
Gonzáles, Rosario Muñoz, Porfirio Mamani (1963), Fátima Carrasco, Alfredo Herrerra, Walter
Velásquez. 

Por la tendencia a la  poligrafía en Arequipa (al menos hasta hace algunas décadas), tenemos
sin duda muchos casos meritorios y dispersos de creadores  de poesía, sea por su
inclasificabilidad disciplinaria, como por el simple hecho de  su voluntario anonimato.  De esta
vasta cantera  baste mencionar sólo  dos casos pendientes de estudio literario:  Francisco
Mostajo (1874-1953)  fue  un periodista y  jurista que se acercó también a la
historia, la literatura y el folclor (de ahí sus estudios de arequipeñismos); de su
faceta literaria destacan cuentos, ensayos,  y mucha poesía dispersa aún no
compendiada ni estudiada críticamente.  Lo que ha trascendido más al
presente es su  tesis precursora sobre el modernismo y el americanismo
literario, sustentada en 1896 en la Universidad Nacional de San Agustín.   El
otro caso es el de  Teodoro Núñez Ureta (1912-1988), que se dedicó y dio a valer más como
pintor, pero que hizo sin duda, apreciable obra poética aún no estudiada críticamente:  
"...Conocemos las altas calidades de la obra pictórica dejada por Teodoro Núñez Ureta, y su
representatividad en el arte peruano.   Conocemos la maestría de sus juicios críticos en torno a las
diversas corrientes de las artes plásticas contemporáneas y sobre las figuras de la pintura
republicana.   Ello bastaría para su consagración señera en los fastos de la cultura nacional.   Pero
además confiamos   que muy pronto se pueda apreciar el estilo ágil y la profundidad sicológica de
sus cuentos, los severos y reveladores perfiles de sus ensayos sobre sociología peruana, y la
tremenda belleza de sus poesías"  (17).

Aunque falta revisar el trabajo de quienes nacieron entre mediados de los 60 y 70, y descubrir
obra meritoria aún no  difundida y analizada, puedo afirmar a la fecha,  de manera general, y
salvo otras opiniones, que Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Alberto Hidalgo,
Guillermo Mercado,  Edgar Guzmán, José Ruiz Rosas, Walter Márquez, Enrique Huaco y
Oswaldo Chanove, cada cual con estilos, derroteros y devenires específicos, han podido
alcanzar las cotas mayores del prisma poético arequipeño del siglo XX.

Marcela Cornejo Díaz

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Notas

1.- Para mayores detalles historiográficos acerca de estos autores, consultar: Escritores


americanos celebrados por Cervantes en el Canto de Caliope y Cervantes americanista.      Lorenzo
de las Llamosas suele ser incluido en esta breve nómina colonial, pero aparte del hecho aún
no bien dilucidado de que haya nacido en Camaná o Lima, desarrolló su formación y obra
literario-dramática en Lima y  de allí partió definitivamente a Madrid. 
2.-  Los conventos y monasterios de la ciudad han abierto sus puertas al
turismo hace pocas décadas, y sus archivos y bibliotecas aún reposan en
buena medida, en quieto silencio.  No podemos dejar de tomar en cuenta
tampoco el factor de los terribles terremotos que ha sufrido la ciudad a lo
largo de su historia. Zona de volcanes, tierra sísmica. Esto ha costado la
destrucción y reconstrucción  reiterativa no sólo de su heredad monumental,
sino de archivos y bibliotecas que quedaban a merced de los incendios, las
lluvias, o bien, del saqueo o dispersión en manos negligentes.  
3.- Juan Luis Dammert. El ‘Delirio’ de Melgar o el intercambio entre poesías y culturas bajo el
volcán de Arequipa.   En:   Influencia y legado español en las culturas tradicionales de los Andes
americanos (Bogotá : Dupligráficas, pp. 281-286).  Se puede revisar también mi reciente
trabajo: Música popular tradicional del Valle del Chili  (Lima, 2012)
4.- Luis Alberto Sánchez.   La literatura peruana.   Lima : Banco Central de Reserva del Perú,
1989, 6° ed., vol. III, p. 1017-1030
5.- Oscar Silva.    Apuntes para una historia literaria de Arequipa: desde 1800 hasta nuestros días.
Arequipa : Impresora Sil Ver, 1957, pp. 33-34
6.- Vladimiro Bermejo.  Arequipa.   Bio-bibliografía de arequipeños  contemporáneos  (Arequipa :
La Colmena, 1954, p. 111)
7.- Expresión de Vladimiro Bermejo en un artículo periodístico que se puede
consultar aquí (crítica N° 8)
8.- Citado por Jorge Cornejo Polar en La poesía en Arequipa en el siglo XX. Estudio y
antología (Lima-Arequipa : CONCYTEC : UNSA, 1990, p. 15)
9.-  Se puede leer el artículo de Carlos Arturo Caballero en  ¿Qué es el simplismo?.
10.-  Enrique Azálgara Ballón.   Sentido y motivación de la poesía de Guillermo Mercado.  
Introducción a:  Antología poética.  Guillermo Mercado (Arequipa : Editorial UNSA, 1997, pp.
XVIII-XIX)
11.- Enrique Azálgara Ballón, Op. Cit. (10), p. 28.
12.- JorgeCornejo Polar.  La nueva poesía   en Arequipa (HOMO.  Arequipa : Ed.
Miranda,  N° 1, feb. 1966, separata);  La poesía en Arequipa en el siglo XX. Estudio
y antología  (Lima-Arequipa : CONCYTEC : UNSA, 1990)
13.- Alberto Vega. Lo anglosajón en la poesía arequipeña (03 nov. 2010). Ponencia presentada en
la Muestra de literatura arequipeña (Casa de la literatura peruana.  Lima, 27 oct-17 dic. 2010)
14.- Algunos de ellos participaron en la formación del  partido Democracia Cristiana, antecesor
del actual PPC (Partido Popular Cristiano).
15.- El texto completo de Ruiz, aquí
16.- Jorge Cornejo Polar, Op. Cit. (12)
17.- Alberto Tauro del Pino. Prólogo a Homenaje a Teodoro Núñez Ureta / Museo de la
Nación 12 nov.-12 dic.  Lucy Núñez Rebaza.  Lima : Asociación Peruano Japonesa del
Perú, 1993 (p. 6)

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