Poemas de Vallejo

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LOS DADOS ETERNOS PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA Son pocos; pero son… Abren zanjas

BLANCA oscuras
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; Se le acercaron dos y repitiéronle:
Me moriré en París con aguacero, en el rostro más fiero y en el lomo más
me pesa haber tomádote tu pan; fuerte. «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la
un día del cual tengo ya el recuerdo. vida!»
pero este pobre barro pensativo Serán tal vez los potros de bárbaros
Me moriré en París -y no me corro- Atilas; Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
no es costra fermentada en tu costado:
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. o los heraldos negros que nos manda la
¡tú no tienes Marías que se van!
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso Muerte. Acudieron a él veinte, cien, mil,
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
Son las caídas hondas de los Cristos del quinientos mil,
estos versos, los húmeros me he puesto
hoy supieras ser Dios; alma
clamando «¡Tanto amor y no poder
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
pero tú, que estuviste siempre bien, de alguna fe adorable que el Destino nada contra la muerte!»
con todo mi camino, a verme solo. blasfema.
no sientes nada de tu creación. Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Esos golpes sangrientos son las
Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él! crepitaciones
César Vallejo ha muerto, le pegaban
Hoy que en mis ojos brujos hay Le rodearon millones de individuos,
de algún pan que en la puerta del horno
candelas, todos sin que él les haga nada; se nos quema. con un ruego común: «¡Quédate
como en un condenado, le daban duro con un palo y duro Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve
hermano!»

Dios mío, prenderás todas tus velas, los ojos, como Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

y jugaremos con el viejo dado... también con una soga; son testigos cuando por sobre el hombro nos llama
una palmada;
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte los días jueves y los huesos húmeros, Entonces todos los hombres de la
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido tierra
del universo todo, la soledad, la lluvia, los caminos…
se empoza, como charco de culpa, en la le rodearon; les vio el cadáver triste,
surgirán las ojeras de la Muerte, mirada. emocionado;
como dos ases fúnebres de lodo. LOS HERALDOS NEGROS Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo incorporóse lentamente,
no sé!
Dios mío, y esta noche sorda, oscura, Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo abrazó al primer hombre; echóse a
no sé! MASA andar...
ya no podrás jugar, porque la Tierra
Golpes como del odio de Dios; como si Al fin de la batalla,
es un dado roído y ya redondo ante ellos,
y muerto el combatiente, vino hacia él
a fuerza de rodar a la aventura, la resaca de todo lo sufrido un hombre
que no puede parar sino en un hueco, se empozara en el alma… ¡Yo no sé! y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
en el hueco de inmensa sepultura. Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

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