Huyendo de La Razon

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

Resumen de

HUYENDO
DE LA RAZÓN
Francis A. Schaeffer

El presente trabajo es un resumen desarrollado por Cristhian Aguilar Loayza


Lima – Perú
2020
NATURALEZA Y GRACIA

El origen del hombre moderno comienza con la enseñanza de Tomas de Aquino (1225-1274). Éste abrió el camino para la
discusión de lo que se denomina “naturaleza” y “gracia”. Se entiende por “naturaleza” a todo lo relacionado con lo visible,
lo palpable, que se encuentra en la creación, tanto la Tierra, la naturaleza y el cuerpo del hombre, y de lo que éstos últimos
hacen sobre la Tierra, se llama “diversidad”. En contraparte, se entiende por “gracia” a lo relacionado con lo invisible, lo
que no se puede palpar, representado en el Creador, los cielos y las cosas celestiales, y su influencia sobre la Tierra y el
alma del hombre, se denomina “unidad”.

Antes de Tomas de Aquino las formas de pensamiento del hombre habían sido “bizantinas”, se daba importancia a las
cosas ligadas a la gracia en el aspecto celestial y muy poco interés por la naturaleza en el aspecto del disfrute de lo terrenal.

Con el advenimiento de Tomas de Aquino nace verdaderamente el Renacimiento humanista. Los conceptos de Aquino
tocantes a la naturaleza y a la gracia no implicaban una completa discontinuidad entre ambas; sin embargo, desde los días
de Aquino hubo un esfuerzo de hallar alguna unidad entre la naturaleza y gracia desde la racionalidad. Asimismo, el
pensamiento renacentista trajo consigo algunas cosas muy valiosas. Particularmente, en el desarrollo de la naturaleza. La
Biblia nos dice que la naturaleza ha sido creada por Dios y no debe ser despreciada; por lo cual todo lo creado y visible es
bueno, negar esto es despreciar a Dios, pues la naturaleza es creación suya.

Tomas de Aquino y el pensamiento autónomo


En el concepto incompleto de la caída bíblica de Aquino, la voluntad del hombre estaba caída, pero no lo estaba el
intelecto. El intelecto del hombre quiso ser autónomo, se declaró independiente.
Lo autónomo toma en Aquino varias formas. Una de sus consecuencias fue el desarrollo de la teología natural, que es una
reflexión teológica independiente de las Escrituras. Aquino buscaba la unidad entre la teología natural y las Escrituras.

En el principio de esa autonomía, la filosofía se declaró libre y se separó de la Revelación. Con el tiempo dicha autonomía
invadió otros campos, por ejemplo: las artes. El mayor fallo que se presenta en el proceso educativo desde Aquino a
nuestros días es estudiar cada disciplina independiente de las demás.

Pintores y escritores
Los pintores y escritores fueron influenciados por el pensamiento autónomo, tanto así que para ellos la naturaleza empezó
a ser más importante; era una importancia alejada del pensamiento bíblico que abrió el camino a un humanismo
autónomo, a una filosofía autónoma.

Naturaleza versus Gracia


A través del Renacimiento la “naturaleza” se convirtió gradualmente en autónomo, en menoscabo de la “gracia”; por
consiguiente, ya no era importante Dios, mientras los filósofos humanistas cada vez eran más libres en su pensamiento
de las cosas.

Este alejamiento de la “gracia” se evidencia en las obras de los artistas del continente europeo. En las pinturas de esto
artistas las cosas de Dios ya no es importante sino el hombre se ha convertido en el igual de Él, perdiéndose el equilibrio
entre la naturaleza y la gracia en el aspecto que cada uno ocupa en el universo según la Biblia.

Leonardo Da Vinci y Rafael


En la época de Leonardo Da Vinci (1452-159) el neoplatonismo era una fuerza dominante en Florencia. Se convirtió
importante. Introdujeron el neoplatonismo en un intento de reinstaurar “las Ideas” y “los Ideales”, es decir: “los
Universales”. Leonardo Da Vinci era un pintor neoplatónico considerado el primer matemático moderno. Trató de hallar
una unidad entre los universales y los particulares; en ese sentido trató de pintar el alma, pero un alma que no era
cristiano, pues es el Universal: el alma, por ejemplo, del mar o árbol. Jamás lo consiguió. Nunca pudo hallar en el
neoplatonismo el campo unificado del conocimiento (universales y particulares).
UNA UNIDAD DE NATURALEZA Y GRACIA
Es importante observar la interacción de orden histórico entre el Renacimiento y la Reforma, reflejado en la interacción
de los padres de la reforma con algunos representantes del Renacimiento. Al problema de la Unidad, la Reforma dio una
respuesta diferente y opuesta a la del Renacimiento: repudió el concepto aristotélico y neoplatónico. Afirmó que la raíz
del problema se hallaba en el humanismo antiguo. Humanismo cada vez más influyentes en la Iglesia Católica Romana.
Consideró insuficiente e incompleto el concepto de la caída original que presentaba la teología de Tomas de Aquino,
teología que lanzó al hombre autónomo.
En contraste con Aquino, la Reforma proclamó que sólo Dios era autónomo de manera absoluta. Llegó a esa conclusión
luego de aceptar (o interpretar) el relato bíblico que describe una caída total: es el hombre total, el que en su totalidad
había sido creado por Dios, el que cayó totalmente, incluidos su intelecto y su voluntad.

La anterior verdad bíblica, influyó en dos áreas concretas. En primer lugar, no podría hablarse de ninguna autonomía por
lo que respecta a la autoridad final. Para la Reforma el conocimiento final y suficiente se hallaba en la Biblia, sola Escritura;
en oposición otros propugnaban la autoridad de la Escritura más la de algunas cosas paralelas al mismo tiempo, bien fuera
la autoridad de una iglesia o de una teología natural. En segundo lugar, se descartó la idea de un hombre autónomo en el
área de la salvación; ningún esfuerzo autónomo, humanístico, religioso o moral es capaz de servirle de ayuda. Nos
salvamos sobre la obra acabada de Cristo al morir en un lugar y un momento concreto, en el tiempo y el espacio, por lo
cual la salvación consiste en suplicarle y aceptar el don de Dios: la sola fe.

Por lo tanto, no hay división en el conocimiento normativo final. Es decir: entre lo que una iglesia, o la teología natural,
pudiera decir y lo que afirma la Biblia; ni tampoco entre las aseveraciones de la Escritura y los postulados de los
pensadores racionalistas. Se trataba de la sola Escritura y la sola fe.

Los reformadores no dijeron: “la revelación de Dios en Cristo solamente”, sino “sola Escritura”. Era necesario tener el
concepto de los reformadores respecto a la Escritura para que el vocablo de “Cristo” no quede vacío de contenido: la
teología moderna va la deriva por haberlo olvidado. Estos desvinculan a Cristo de la Escritura. En cambio, la Reforma sigue
la enseñanza de Cristo al unir la revelación que él daba con la revelación de la Biblia.

En las Escrituras tenemos dos clases de conocimiento: la de Dios y la del hombre y de la naturaleza. Se recalca en las
Confesiones de Fe de la Reforma: Dios reveló sus atributos al hombre en las Escrituras, y que, consiguiente, lo conocemos
porque Dios mismo lo ha revelado al hombre.

La Reforma y el hombre
Conocemos que el hombre es un ser hecho semejante de Dios. No es solamente maravilloso cuando se convierte en
cristiano, sino también por ser criatura hecho conforme a la semejanza Divina. Su valor radica en lo que era antes de la
caída. Pero, en relación con el hombre, Dios nos narra la caída. Debemos conocer esta verdad para comprender al hombre.
La Biblia explica esta caída. El hombre cayó porque se había revelado contra Dios. Sí bien el hombre es moralmente
culpable delante de Dios, pero no debe ser considerado como nada. El hombre moderno tiene la tendencia a pensar que
no es nada. Para los reformados el hombre eran criaturas creadas a la imagen y semejanza de Dios.

Las Escrituras, nos habla de lo que está “arriba” (la gracia) como en relación a lo de “abajo” (naturaleza). En esa revelación
se encuentra una auténtica unidad de conocimiento. La Reforma se ahorró el problema del Renacimiento: el problema
de la naturaleza y la gracia. No hubo para la Reforma ninguna porción autónoma. No significa esto que no hubiera libertad
para el arte o la ciencia; estas ramas no son actividades autónomas, sino el artista y el científico se sujetan a las Escrituras,
pero sí intentan ser realizaciones autónomas entonces se manifiesta el principio: la naturaleza “se come” a la gracia y el
arte y la ciencia comienzan a ser cosas sin sentidos.

La Reforma nos confronta con un Adán como un hombre no programado, pues pese a sus pecados, es un ser humano con
significado inmerso en una historia con significado que puede cambiar la historia. En el pensamiento Reformado, Adán es
alguien y al mismo tiempo es un hombre que se ha rebelado por lo cual tiene responsabilidad moral. Es éticamente
culpable. Los Reformados entendieron que Jesucristo murió como sustituto y como propiciación para salvar al hombre de
su culpa verdadera.
LA PRIMITIVA CIENCIA MODERNA
La primitiva ciencia moderna fue comenzada por quienes vivieron en el consenso y la mentalidad propias del cristianismo.
Para J. Robert Oppenheimer (no cristiano) afirmó que fue necesario el cristianismo para dar nacimiento a la ciencia
moderna porque este creó el clima de pensamiento que capacitó a los hombres para darse a la investigación del universo.
Para Paul Sartre el gran problema de la filosofía radica en el hecho de que algo existe, más bien que en el punto de vista
opuesto de que nada existe. El cristianismo ofrece una explicación del por qué, objetivamente, hay algo. En contraste con
el pensamiento oriental, la tradición hebreo-cristiana afirman que Dios creó un verdadero universo fuera de él mismo.
Con la expresión “fuera de él mismo” no significa en ello en un sentido espacial, sino que el universo no es una extensión
de la esencia de Dios. Existe algo ahí, para que pensemos, investiguemos, enfrentemos en ello respectivamente porque
tiene una realidad objetiva. Así el objeto, la historia, la causa, el efecto existen realmente.

Además, muchos de los primitivos científicos tenían la misma visión que Francis Bacon (1561-1626). Bacon no consideraba
la ciencia como autónoma, sino que la colocaba en el marco de la revelación de las Escrituras y a partir del punto original
de la caída. Por consiguiente, la ciencia y el arte fueron entendidos como actividades religiosas en el mejor sentido de la
palabra. Asimismo, los primitivos científicos compartieron la visión del cristianismo al creer en un Dios razonable, creador
de un universo razonable, por lo cual el hombre con la ayuda de su razón puede investigar y descubrir las formas de este
universo.

La ciencia primitiva fue una ciencia natural por cuanto se ocupó de las cosas naturales, pero no fue naturalista porque no
concebía ni a Dios ni al hombre como prisioneros de la maquinaria del universo. Esto científicos tenían dos convicciones:
Dios había dado el conocimiento al hombre y Dios y el hombre no formaban parte de la maquinaria de las causas y los
efectos.

Kant y Rousseau
Después del periodo del Renacimiento y la Reforma, la próxima etapa crucial fue alcanzada con Kant (1724-1804) y
Rousseau (1712-1778). Al llegar al tiempo de Kant y Rousseau, el sentido de la autonomía, derivado de Tomás de Aquino,
se halla ya completamente desarrollado. Antes el hombre había hablado de la naturaleza y la gracia, pero ahora, en este
periodo, no quedaba huellas siquiera de la idea gracia. El racionalismo se había desarrollado. No había ningún concepto
de revelación en ninguna esfera. Consecuencia: el problema no era definido en los términos de “naturaleza y gracia”, sino
de “naturaleza y libertad”. La Naturaleza ha devorado por completo a la gracia y lo que ha dejado en su lugar es la palabra
libertad. El sistema de Kant se estrelló contra las rocas que se levantan ante su intento de hallar un camino, cualquier
camino, que estableciera alguna relación entre el mundo fenomenal de la naturaleza y el mundo nominal de los
universales.

La naturaleza llega a ser tan totalmente autónoma que comienza a surgir el determinismo. Previamente, el determinismo
había estado confinado al campo de la física; había quedado limitado a la porción mecánica del universo. Se hallaba un
cierto determinismo en el departamento inferior, quedaba un intenso anhelo por la libertad humana. Llego un punto que
esta libertad humana fue considerada como cosa autónoma. En este periodo, la libertad y la naturaleza son autónomas.
La libertad individual es apreciada no sólo como libertad sin necesidad de redención, sino como libertad absoluta.

La lucha por retener la libertad la lleva Rousseau a un alto grado. Tanto Él como los que le siguieron en la literatura y el
arte, quieren prescindir de la civilización, como si ésta fuera la causante de todas las restricciones que sufre la libertad del
hombre. Se siente la presión que ejerce lo de “abajo”, la máquina del universo, la naturaleza. Anhelan la libertad, incluso
cuando esta libertad autónoma y la máquina autónoma se enfrenta una contra la otra. ¿Qué es la libertad autónoma?
Significa una libertad en la cual el individuo es el centro del universo. Es una libertad sin restricciones. Cuando el hombre
siente el peso de la maquina se levanta Rousseau, y otros con él, y blasfeman y maldicen a la ciencia que restringe su
libertad humana. Es una libertad que no encaja en el mundo racional. Anhelan y luchan por conseguir que el ser humano
alcance su libertad. Todo lo que queda no es más que autoexpresión individual.

La ciencia moderna
Los primeros científicos creían en la uniformidad de las causas naturales. Pero en lo que no creían era en la uniformidad
de las causas naturales dentro de un sistema cerrado. Caracteriza la diferencia entre la ciencia natural y cualquier ciencia
que se funda en la filosofía naturalista. Marca la distinción entre los comienzos de la ciencia moderna y el desarrollo
posterior de la misma. No equivale a un fracaso de la ciencia, en tanto ciencia; significa, más bien, que la uniformidad de
las causas naturales, dentro de un sistema cerrado, se ha convertido en la filosofía dominante entre los científicos.

Bajo la influencia de las premisas de la uniformidad de las causas naturales, la máquina no abraza meramente la esfera
de la física, ahora lo abarca todo. La mayoría de los científicos modernos, al insistir en una unidad total entre lo de arriba
y lo de abajo, lo que consiguen es hacer desaparecer totalmente lo de “arriba”. Ya no hay Dios ni libertad: todo está en la
máquina.

Los hombres que tomaron este camino y aún hoy en día estos hombres insisten en la unidad del conocimiento. Su deseo
de disponer de un campo unificado del conocimiento, incluyen en su naturalismo no ya la física solamente, sino otras
ciencias como la sicología y la sociología, se hallan incluidas en el mismo mecanicismo. Afirman que debe haber unidad y
no división, consecuencia: acaban con la libertad. Eso es determinismo. La naturaleza, al quedar autónoma, ha liquidado
tanto a la gracia como la libertad, esto por darle autonomía a los elementos de “abajo”.

La moderna moralidad
Todo lo dicho tiene repercusiones en la esfera de la moralidad. Los escritores de pornografía del siglo XX trazan todos
ellos su origen en el marqués de Sade (1740-1814). Ya no es más el simple escritor sucio y obsceno. Los escritores
modernos miran hacia atrás a Sade. ¿Por qué? porque Sade era un determinista. Comprendió el sesgo que tomarían las
cosas cuando el hombre fuera incluido en la máquina. Las conclusiones que saco son: si el hombre se halla determinado,
entonces lo que es -sea lo que sea- es correcto. Si toda la vida no es más que mecanismo, entonces la moral no cuenta;
no es más que una palabra para un marco sociológico. La ética se convierte en un medio de manipulación para la sociedad
en medio de la máquina.

Hegel
Hemos dicho que había tres puntos en la base de la filosofía y el pensamiento clásico: racionalismo, racionabilidad y la
esperanza de encontrar un campo unificado de conocimiento. Kant y Hegel (1770-1831) constituyen la puerta de entrada
al hombre moderno.

¿Qué dijo Hegel? Durante miles de años se habían hecho intentos para hallar una respuesta sobre la base de la antítesis,
pero estos esfuerzos no habían conducido a nada. El pensamiento filosófico humanista había tratado de aferrarse al
racionalismo, a la racionalidad y al campo unificado, mas no lo había conseguido. Hemos, pues, de encontrar algo nuevo,
se dijo. Hegel cambió las reglas del juego en dos esferas: la epistemología, la teoría del conocimiento y los límites y la
validez del conocimiento; y la metodología, el método mediante el cual nos enfrentamos con el problema de la verdad y
el conocimiento. Hegel afirmó que no debíamos pensar más en términos de antítesis. Más bien, pensemos en términos
de tesis-antítesis abocado siempre a las síntesis.

Es verdad que Hegel suele ser clasificado como un idealista. El ansiaba una síntesis que hubiese tenido alguna relación
con lo razonable. Sin embargo, abrió la puerta a lo que es más característico del hombre moderno. La verdad, en tanto
que verdad, ha desaparecido, y la síntesis con su relativismo reina.

Kierkegaard y la línea de la desesperación


El hombre que sigue a Hegel, Kierkegaard (1813-1855), es el hombre verdaderamente moderno ya que aceptó lo que
Leonardo y todos los demás habían rechazado. Abandonó la esperanza de un campo unificado de conocimiento.

La fórmula había sido primero: Gracia y naturaleza; luego, libertad y naturaleza; Ahora, con Kierkegaard, se iba a convertir
en fe y racionalidad.

Esta nueva forma de pensar se difundió de tres maneras: geográficamente, desde Alemania a otros países; luego, se
esparció por clases, las clases sociales y culturales; y la pluralidad de disciplinas, que la aceptaron en la filosofía, el arte, la
música, la cultura general, y hasta llegar a un variado y numeroso grupo de especialidades. La teología es la última en ser
afectada y el hombre que abrió la puerta de la teología a las nuevas formas del pensamiento fue Karl Barth.

¿En qué consiste esta desesperación? Emerge del abandono de toda esperanza de hallar una respuesta unificada para el
conocimiento y para la vida. El hombre moderno sigue aferrado a su racionalismo y a su rebelión, a pesar de que esta
autonomía le cuesta la renuncia a cualquier esperanza racional de una respuesta unificada. El hombre moderno ha
abandonado esta esperanza de unidad y vive en la desesperación: la desesperación de no poder compartir la aspiración
que todos los hombres consideraban posible antiguamente.
EL SALTO
El salto de Kierkegaard fue alejar la esperanza de cualquier unidad. Después de él, somos abandonados: a) “el optimismo
no debe ser racional” y b) “toda racionalidad igual pesimismo”. El vínculo entre las dos anteriores esferas ha desaparecido.
No hay interpenetración, o intercambio: sólo una completa dicotomía entre las dos.

Y lo que se nos deja es: en el punto b), el piso de abajo, está la racionalidad y la lógica. Mientras el punto a), piso de arriba,
se convierte en lo ilógico y lo irracional. No hay relación entre ambos. En otras palabras, sobre la base de la razón
descubrimos en el piso de abajo que el hombre, en tanto que hombre, está muerto. No nos queda más que las
matemáticas, los particulares, la mecánica. El hombre carece de significado, de propósito, de sentido. El hombre, en tanto
que hombre, sólo despierta pesimismo. Más, allá arriba, piso de arriba, sobre la base de un salto irracional, e irrazonable,
se ofrece una fe irrazonable que otorga optimismo. Esta es la dicotomía total del hombre moderno.

El problema es que los cristianos de ahora pensamos que hay un intercambio entre las dos esferas anteriores; sin
embargo, no es así, porque para el hombre del siglo XX “nunca lo ha habido ni nunca lo habrá”. Se enseña que toda
posibilidad de comunicación entre las dos esferas no es más que una ilusión. Para la razón el hombre carece de significado;
y para la racionalidad y la lógica, el hombre siempre ha estado muerto. El hombre está muerto no significa que alguna vez
a estado vivo y ahora ha muerto, sino que siempre estuvo muerto, y eso nunca lo supo comprender.

El existencialismo secular
Dos corrientes existenciales manan del sistema de Kierkegaard: el secular y el religioso. El existencialismo secular se divide
en tres formas: Jean Paul Sartre (1905-) y Camus (1913-1960) en Francia, Jaspers (1883-1969) en Suiza, Heidegger (1989)
en Alemania.

Primero, Sartre. Racionalmente el universo es absurdo, y uno debe buscarse para sí mismo su propia autenticidad
mediante un acto de la voluntad. Esta autenticidad no tiene contenido racional o lógico: todas las direcciones que pueda
tomar un acto de la voluntad son iguales. Esto es “experiencia existencial”.

Segundo, Jaspers. Nos habla de la “experiencia final”: una experiencia tan grande que le da a uno la certeza de encontrarse
ahí, con alguna esperanza de significado, aunque, racionalmente, no se pueda abrigar dicha esperanza. El problema que
plantea esta “experiencia final” desvinculada de lo racional es que no hay manera de comunicar su contenido bien sea a
otra persona o a uno mismo. Esto es “experiencia final”.

Tercero, Heidegger. Angst, no se trata de simple temor, porque el temor tiene un objeto. Angst es un vago, pero profundo,
sentimiento de angustia. Heidegger parte de esta ansiedad o angustia radical. La base de este sistema radica en el salto.
A la esperanza se le ha separado de lo racional, del piso de abajo. Esto es la “angustia” de Heidegger.

En el existencialismo secular, el hombre ya no cree que podrá hallar respuestas racionales a las grandes cuestiones. Los
filósofos lingüistas anglosajones limitan la filosofía a la definición de las palabras y han encerrado sus operaciones en el
piso inferior, aferrándose al concepto clásico de la filosofía en las grandes cuestiones, pero aceptando la dicotomía entre
la racionalidad y la esperanza.

El existencialismo religioso
El mismo cuadro general del existencialismo secular se halla presente en el sistema de Karl Barth y las nuevas teologías
que ha difundido su sistema. No hay intercambio racional entre los mundos de arriba y debajo de la línea. Barth aceptaba
las teorías de la alta crítica según las cuales la Biblia contiene errores; no obstante, tenemos que creer en ella. La “verdad
religiosa” está desvinculada de la verdad histórica de las Escrituras. No hay lugar para la razón y no hay oportunidad para
la comprobación. Con Tomas de Aquino lo de abajo se declaró independiente de lo de arriba, abrió la puerta a una teología
natural y a una filosofía autónomas y desvinculadas de la Escritura. En la teología neo-ortodoxa, el hombre es menos que
el hombre caído de la Biblia. En cambio, para la Reforma, y las Escrituras, el hombre no puede hacer nada para salvarse,
pero puede escudriñar las Escrituras con su razón. Tiene la responsabilidad de hacerlo.

En este sistema se aprecia el énfasis que Kierkegaard puso en la necesidad del salto. La fe -en términos seculares o
religiosos- se convierte en un salto sin ninguna comprobación posible porque se encuentra separada de lo lógico y lo
razonable.

La nueva teología
En la “Nueva Teología” las palabras se hallan definidas debajo de la línea: “no racional – connotación de palabras” y
“racional – palabras definidas”. Los nuevos teólogos tienen vocablos vagos, indefinidos para la parte superior de la línea,
centrándose ahí. Las palabras definidas en el área de la ciencia y la historia se encuentran debajo de la línea; arriba sólo
hay una connotación de palabras.

Parece tener una ventaja sobre el existencialismo secular, emplean palabras que tienen fuertes connotaciones ya que se
hallan enraizadas en la memoria de la raza, palabras que ofrecen una ilusión de comunicación (“resurrección”,
“crucifixión”, “Cristo”, “Jesús”, etc.). La importancia estriba en su ilusión de comunicación, junto de la reacción altamente
emotiva que producen sobra la base de la connotación de las palabras.

Experiencia en el piso de arriba


El hombre, hecho a imagen de Dios, no puede vivir como si no fuera nada, y, por consiguiente, coloca en el piso de arriba
toda clase de realidades desesperadas. Trataré de demostrar la variedad de cosas que puedan colocarse:

Aldous Huxley, empleó el término “una experiencia de primer orden”, para lo cual abogó por el uso de las drogas. En este
caso, el piso de abajo -la naturaleza- la vida no tiene ningún sentido; carece de significado. El uso de droga es para tener
una experiencia mística directa que no guarda relación con el mundo de lo racional. Se aferró a la esperanza de que es
dable prepararse por medio del uso de drogas.

Julián Huxley, ha propagado la idea del optimista humanismo evolucionista que ofrece otra ilustración del hecho de que
una vez acepta la dicotomía de los pisos superior e inferior, lo que se instale arriba no tiene ninguna importancia, ni
establece ninguna diferencia. Esta idea no tiene ningún fundamente racional. Su esperanza se alimenta siempre del salto
de “mañana”. Los humanistas son tan irracionales como los demás. No hay dios, según Huxley, pero diremos que lo hay.
Va tras el salto religioso, aunque sea para él una mentira.

Para el nuevo místico lo importante es la fe, es decir: la fe en la fe, tanto si se expresa en términos religiosos como si lo
hace en términos seculares. El salto es lo que vale, no los términos en los que el salto halla expresión.

El análisis lingüístico y el salto


El análisis lingüístico es una anti filosofía en el sentido de que estos hombres se han limitado ellos mismos en su concepto
de la filosofía. Ya no se hacen las grandes preguntas que la filosofía se ha hecho siempre.

EL ARTE COMO SALTO A LA ESPERA SUPERIOR


Desde la época de Rousseau se ha trazado una dicotomía entre la naturaleza y la libertad. La naturaleza ha venido a
representar el determinismo, la máquina. Hallamos al hombre en el piso de arriba luchando por la libertad, una libertad
absoluta, sin límites. No hay Dios, ni siquiera hay universales, que limiten al ser humano; de manera que el individuo busca
realizarse a sí mismo con libertad total, pero, al mismo tiempo, siente la condenación de hallarse en la máquina. Esta es
la tendencia del hombre moderno.

El mundo del arte ofrece una gran variedad de ilustraciones de esta tensión. No lo sabe, pero en realidad está dando
expresión a la naturaleza del hombre caído, la cual como creada a imagen de Dios es maravillosa, pero es la naturaleza
del hombre caído ahora.

Poesía: el último Heidegger


Heidegger no pudo aceptar su existencialismo y cambió su postura después de los setenta años. Su posición es: una parte
del Ser es el ser, el hombre, quien verbaliza. Consiguientemente, toda vez que hay palabras en el universo, uno puede
albergar la esperanza de hallar alguna clase de significado en el Ser, es decir: en lo que es. Otro ejemplo, pues, de un subir
irracional, sin ningún contenido.

Arte: André Malraux


Hay un desgarro en Malraux: coloca en el piso de arriba algo de arte que no tiene ninguna base racional. Es la aspiración
del hombre que se halla separado de la racionalidad. Sobre la base de la racionalidad, el hombre no tiene ninguna
esperanza, pero se dirige al arte y espera que éste le dé alguna respuesta. El hombre está condenado, y se da cuenta de
ello, y busca en el arte por ver si halla alguna esperanza que, razonablemente, sabe no está ahí.

Picasso
Había intentado crear un universal por medio de la abstracción. Sus pinturas abstractas habían ido tan lejos que ya no era
cuestión de distinguir una rubia de una morena, un hombre de una mujer, ni siquiera un ser humano de una silla. En el
momento en que pintó un universal y no un particular, se precipitó en uno de los dilemas del hombre moderno: la pérdida
de comunicación. Sin embargo, es instructivo comprobar lo que sucedió cuando Picasso se enamoró. Repentinamente se
estableció una comunicación entre la gente que contemplaba el cuadro y Picasso. De nuevo estamos asistiendo a otro
salto. Es dable seguir la obra de Picasso y estudiar las curvas de su pintura a través de sus enamoramientos y sus
desengaños.

Bernstein
Nos enfrentamos con un concepto que es hoy, monolítico. Dicotomía y salto. Mas con la particularidad de que, una vez
se acepta el salto, lo que uno coloque arriba no hace ninguna diferencia, ni siquiera los términos o el sistema simbólico
con los que describimos lo de arriba. Leonard Bernstein, por ejemplo, en su sinfonía KADDISH indicó que la música es la
esperanza para el piso de arriba.

La pornografía
Siempre ha habido escritos de esta clase, pero los nuevos son diferentes. Muchas de las modernas obras pornográficas
constituyen afirmaciones filosóficas. Si, por ejemplo, tomamos las obras de alguien como Henry Miller, nos encontramos
con que son una afirmación de que la racionalidad y la lógica no cuentan para el sexo: racional y lógicamente incluso el
sexo está muerto. No obstante, en escritos posteriores, da un salto hacia el panteísmo con la esperanza de encontrar
algún posible significado.

Los cristianos evangélicos tenemos la tendencia desafortunada de no escribir acerca de esta gente, la tendencia a no
hacerles caso y así nos ahorramos el trabajo que cuesta comprender al hombre moderno porque, en realidad, estas
personas son los filósofos de nuestros días.

El teatro del absurdo


El hombre es intérprete de un trágico chiste en un contexto de absurdidad cósmica total. Ha sido lanzado arriba con
aspiraciones que, racionalmente, no tienen cumplimiento en el universo en el cual vivimos.

Sartre dice que el universo es absurdo, pero usa palabras y una sintaxis que son las normalmente empleadas. El Teatro
del Absurdo, sin embargo, deliberadamente, usa una sintaxis anormal y desvaloriza las palabras para gritar más alto que
todo es absurdo.

Hay tres etapas en el Teatro de lo Absurdo. Dos conducen al pesimismo mientras que la tercera es, nuevamente, un salto
místico sin raíces en las dos primeras etapas.

LA LOCURA
Foucault representa una importante tendencia en el pensamiento contemporáneo avanzado. Encarna una verdad
profunda de nuestros tiempos: el fracaso del siglo XIX en cumplir sus promesas. Los herederos de la época llamada
pomposamente de “las luces” habían prometido que facilitarían una respuesta unificada sobre la base de lo racional.
Foucault sostiene, correctamente, que no han cumplido su palabra.

En otras palabras, los racionalistas no han encontrado ninguna clase de unidad, ni ninguna otra esperanza de solución
racional. Foucault sigue el pensamiento de Rousseau y llega hasta su conclusión: lo último en la senda de la libertad
autónoma y absoluta conduce a la locura. Es algo interesante volverse loco, porque entonces uno se cree libre. Estas son
las consecuencias lógicas del proceso. Y la situación queda definida así: “Lo racional – lo real; la libertad es la locura” y “lo
racional – el hombre está muerto”.

Podría objetarse que se trata de una idea única que ha tenido Foucault y su crítico. Tampoco hay que pensar que se
encuentra demasiado aislado para considerarlo como representativo para la comprensión de nuestro tiempo; al contrario,
encarna la última comprensión de fin de la dualidad y la dicotomía. El lógico fin de la dicotomía, en la que la razón perdía
toda esperanza, es la claudicación de toda razón.

El mundo “de arriba” en el cine y en la televisión


Los productores de nuestro tiempo tienen básicamente el mismo mensaje. A veces, en el mundo anglosajón, la gente se
pregunta que televisión es mejor: la americana o la inglesa.

Resulta peligroso que nuestra gente está aprendiendo la mentalidad del siglo XX sin comprender lo que está pasando. El
productor Bergman dijo que sus primeros films tenían la intención de enseñar el existencialismo. Luego se dio cuenta que
tal cosa no era adecuada, sino en otra película hizo una declaración de la creencia de que el hombre está realmente
muerto. Incluso en la obra de Truman Capote “A Sangre Fría”, no tiene juicios morales que hacer, no dispone de elementos
humanos; tan sólo descripciones, como podría hacerlo una cámara fotográfica o un computador. Es un ejemplo de la
afirmación de que el hombre en el “piso de abajo” está muerto.

La más sorprendente afirmación cinematográfica es el intento de afirmar lo que el hombre es cuando salta por encima de
la línea y trata de situarse “arriba”, esto se ve en el films “The Last Year In Marienbad”. Si debajo de la línea el hombre
está muerto, encima de ella al hombre se le deja sin categorías. Toda vez que las categorías se relacionan con la lógica y
la racionalidad. Por consiguiente, no hay verdad y no verdad en antítesis; no existe ni el bien ni el mal: el hombre queda
a la deriva.

El misticismo “de arriba”


El misticismo sin nadie ahí, tal como lo hemos definido, es un misticismo sin categorías. Por lo que en la esfera “de arriba”
poco importa que usemos términos religiosos o no religiosos, sistemas simbólicos de arte, o pornografía.

El mismo principio caracteriza a la “Nueva Teología”: no solamente el hombre está muerto, debajo de la línea, sino que
por encima de ella Dios también está muerto. Los teólogos que postulan ese principio dicen: “¿De qué sirve hablar de
Dios en el piso de arriba, si nada sabemos acerca de él? Dios está muerto”. La teología liberal actual puede bosquejarse
de la siguiente manera: “Lo no tan racional: tan solo la Palabra de ‘Dios’ como connotación -pero sin contenido-; no hay
dios personal” (piso de arriba) y “Lo racional: Dios está muerto. El hombre está muerto” (piso de abajo).

“Arriba”. Todo lo que tienen es una respuesta semántica sobre la base de una palabra con grandes posibilidades de
connotación. El nuevo teólogo ha perdido al Dios único, personal, infinito, de la revelación bíblica y de la Reforma. La
moderna teología ha aceptado la dicotomía y ha vaciado la fe. Difiere muy poco del agnosticismo o incluso del ateísmo
del año 1890. La esfera de la fe queda colocada en lo no racional y en lo ilógico, en oposición racional y lo lógico. Los
nuevos teólogos usan palabras con connotación más bien que palabras definidas.

Jesús como bandera indefinida


La escuela que sigue el slogan “Dios está muerto”, todavía usa el nombre de Jesús. Pero Jesús aquí se convierte en un
símbolo no definido. Usan la palabra que se halla profundamente enraizada en la memoria de la raza. En realidad, se trata
de simple Humanismo con una bandera religiosa a la que ponen por nombre Jesús, y a la que pueden dar el contenido
que deseen. Han trasladado la palabra Jesús, como simple connotación, al piso de arriba. El sistema aceptado gira en
torno: “Lo no racional: Jesús” (piso de arriba) y “racionalidad: Dios está muerto” (piso de abajo).

El cristiano evangélico tiene que ser cauteloso, porque recientemente algunos evangélicos han afirmado que lo que
importa no es probar o desautorizar tal o cual proposición; lo que importa es el encuentro con Jesús. El mismo plano del
salto del absurdo: “Lo no racional: un encuentro con Jesús” (piso de arriba) y “Lo racional: uno no se lanza a probar, o a
desaprobar, proposiciones” (piso de abajo).

¿Qué diferencia hay entre hacer esto y lo que hace el mundo secular con su misticismo semántico, o lo que ha venido
haciendo la “Nueva Teología”? Una necesidad urgente para nosotros hoy es que comprendamos el sistema moderno
como un todo, y sepamos apreciar el significado de la dualidad, dicotomía y el salto. Se emplea la palabra Jesús como
bandera sin contenido y se invita a nuestra generación para que siga esta bandera, pero sin contenido racional, bíblico, y
así este vocablo se usa para enseñar todo lo contrario de lo que Jesús enseñó.

Hemos llegado así a la situación dolorosa en que la palabra “Jesús” se ha convertido en el enemigo de la Persona histórica
llamada Jesús de Nazaret, así como en el enemigo de lo que Jesucristo enseñó. Que está siendo usada con propósitos de
hegemonía y control sociológico.

RACIONALIDAD Y FE
Algunas de las consecuencias de cavar un sima que separe la fe de la racionalidad, de manera antibíblica, son:
La primera, colocar el cristianismo en el “piso de arriba” tiene que ver con la moralidad. Se plantea el problema de saber
cómo podemos establecer alguna relación entre el cristianismo de arriba y la esfera de la moral en la vida de cada día. La
respuesta es que tal relación es imposible.

La segunda, es que dejamos de tener una adecuada base para la ley. El hombre moderno no sólo ha echado por la borda
a la teología cristiana, sino que ha arrojado al mismo tiempo la posibilidad de usar lo que nuestros abuelos consideraban
como la base de la moralidad y la ley.
La tercera, es que nos quedamos sin respuesta para el problema del mal. La caída, en tanto hecho histórico, constituye la
única respuesta al problema del mal. Y que el mal es el resultado de la revuelta de Satán y luego del hombre en una
rebelión histórica en el espacio y en el tiempo.

La cuarta, es situar el cristianismo arriba, en la religión de lo ilógico, es que perdemos nuestra oportunidad de evangelizar
al verdadero hombre del siglo XX. El hombre moderno suspira por una respuesta diferente, una respuesta que no sea la
que ya se conoce: que se halla condenado. No aceptó la línea de la desesperación, y la dicotomía, porque así lo quiso. Las
aceptó porque, sobre la base del desarrollo natural y de sus presupuestos racionalísticos, tenía que hacerlo.

El cristianismo tiene la oportunidad de hablar claramente del hecho de que su respuesta sea precisamente la que anhela
desesperadamente el hombre moderno: la unidad del pensamiento. Ofrece una respuesta unificada a la totalidad de la
vida. Es verdad que el hombre tiene que renunciar a su racionalismo -no a su racionalidad-, pero lo hace sobre la base de
lo que puede ser discutido. En cambio, el hombre moderno ha perdido su racionalidad.

Para hacer frente al hombre moderno, hemos de rehuir la dicotomía. Debemos abrir la Escritura y dejar que hable verdad
verdadera acerca de Dios mismo y acerca de aquellos puntos en que la Biblia se refiere a la historia y al cosmos. Del lado
infinito estamos separados completamente de Dios, pero desde el ángulo de la personalidad hemos sido hechos a imagen
de Dios. Así, Dios puede hablar con nosotros y revelarnos algo de él. Luego, nos ha contado acerca de las cosas del reino
creado, finito. Nos ha comunicado cosas verdaderas del cosmos y la historia.

Jesús mismo no hizo jamás ninguna distinción entre la autoridad suya y la autoridad de las Sagradas Escrituras. Obró
conforme a la unidad existente entre su autoridad y el contenido de la Biblia. Cristo es Señor de todo. También, Señor de
la totalidad de la vida intelectual unificada. Soy un hipócrita si canto la soberanía de Cristo y me esfuerzo en retener
algunas esferas de mi propia vida como entidades autónomas. Cualquier autonomía está mal. La ciencia autónoma, o arte
autónomo.

La Biblia se sostiene por si misma


Considerar la totalidad del sistema bíblico y su verdad sin apelar a la autoridad ciega. La autoridad ciega es creer
simplemente porque nuestras familias creen. La respuesta completa que la Biblia presenta era ella sola suficiente para los
problemas que yo entonces me planteaba.

El sistema de la Biblia es el único sistema en religión o en filosofía que nos dice por qué unas personas pueden hacer lo
que cada hombre debe hacer, es decir: comenzar consigo mismo.

Primero, la Biblia dice: en el principio todas las cosas fueron creadas por un Dios personal e infinito, Dios eterno que
siempre había existido. La realidad del ser, por consiguiente, es intrínsicamente personal más bien que impersonal.

Segundo, la Biblia dice que Dios creó todas las cosas fuera de él mismo. No pretendemos usar esta frase en un sentido
espacial, sino simplemente negar que la creación sea cualquier clase de extensión panteística de la esencia de Dios. Dado
que el universo tuvo un comienzo personal, el amor y la comunicación no son contrarios a lo que intrínsicamente es.
Porque la realidad del ser es eminentemente personal. Lo que Dios ha creado es objetivamente real, de manera que
existen verdaderas causas históricas y sus consiguientes efectos.

La Biblia afirma que Dios hizo al hombre a su propia imagen y semejanza. Hoy, el hombre moderno trata de relacionarse
con la máquina. La Biblia dice que mi línea de referencia no necesita ir hacia abajo, sino hacia arriba, por cuanto ha sido
hecho a imagen de Dios. El hombre no es una máquina. La Biblia dice que el hombre es creado en la imagen de un Dios
personal, nos da un punto de partida. Ningún sistema humanista ha dado al hombre una justificación para que comience
por si mismo. La respuesta de la Biblia es totalmente única.

Comenzando por mí mismo y, no obstante…


Existen dos conceptos que deben mantenerse separados.

El primero, es el racionalista o humanista. Afirma que el hombre, comenzando totalmente autónomo e independiente de
todo lo demás, puede construir un puente que le habrá de unir con la verdad última: como si intentara levantar un puente
de contrapeso a partir de él mismo y tendido hacia un barranco infinito. No es posible porque le hombre es finito.

El segundo, es el cristiano. Toda vez que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, puede comenzar por sí mismo -no
como ser infinito, sino como ser personal. Además, Dios ha dado al hombre caído conocimiento con pleno contenido, lo
cual es algo que necesita desesperadamente todo ser humano.
El hecho de que el hombre haya caído no significa que hay cesado de llevar la imagen de Dios. No ha dejado de ser hombre
pese a que es un ser caído. Para decirlo de otra manera: establecen su humanidad única en tanto que hombres.

La fuente del conocimiento que necesitamos


La Biblia se presenta como la comunicación de Dios de ciertas proposiciones verdaderas, escritas en forma inteligibles,
para quienes están hechos a la imagen de Dios.

La Biblia enseña que, aunque el hombre se halla perdido desesperadamente, no es un cero. El hombre está perdido
porque se encuentra separado de Dios, su verdadero punto de referencia, y esta separación implica culpa moral. Pero
nunca será un cero.

En oposición al sistema cristiano, el racionalista quien ha decidido ponerse en el centro del universo e insiste en comenzar
independientemente, con plena autonomía y con tan sólo el conocimiento que puede recoger.

La mentalidad del “Salto en las tinieblas”


El hombre moderno ha aceptado una nueva actitud en relación con la verdad. Aparece esto más claramente, y más
trágicamente, en la teología moderna. Con el objeto de ver esta nueva actitud hacia la verdad, consideramos otros dos
conceptos de la verdad:

Primero, el de los griegos, el concepto de la verdad era un sistema metafísico bellamente equilibrado en armonía consigo
mismo en todos sus puntos.

El moderno punto de vista sobre la verdad introduce una cuña entre los conceptos griego y hebreo, pero lo hace de
manera equivocada. Los que sostienen el moderno punto de vista nos describirían a los griegos como los abogados de la
verdad racional y a los judíos como los antiguos existencialistas. Es muy ingenioso este arreglo, pero totalmente erróneo.

Segundo, el de los judíos, el concepto judío, y bíblico, de la verdad se halla mucho más cerca del griego que de la
mentalidad moderna, en el sentido que no niega lo que constituye una parte fundamental de su humanidad, de su
condición de hombre, es decir: sus anhelos por la racionalidad, la posibilidad de pensar razonablemente y discutir en
términos de antítesis.

Lo inmutable en un mundo cambiante


Hay dos cosas que hemos de discernir con claridad y profundidad tanto si hablamos para nosotros mismos, como si nos
dirigimos a los que se hallan completamente fuera de nuestros círculos.

Lo primero, que hay ciertos hechos inmutables que son verdad. Estas cosas convierten al sistema cristiano en lo que es, y
si se alteran el cristianismo se convierte en otra cosa. Esto debe ser enfatizado porque hay algunos cristianos evangélicos
que se dan cuenta de su falta de comunicación pero que sienten la tentación de cambiar lo inmutable. Ahora bien, si
sucumbimos, dejamos de comunicar realmente el mensaje cristiano, y lo que nos queda no es diferente del consenso que
nos rodea.

Nos encontramos ante una situación histórica que cambia rápida e incesantemente, y si vamos a la gente para hablarles
del Evangelio necesitamos saber cuál sea la corriente actual y las formas de pensamiento que fluyen sin cesar.

Cada generación de la Iglesia, en su propio contexto, tiene la responsabilidad de comunicar el Evangelio en términos
comprensibles, considerando el lenguaje y las formas de pensamiento de cada contexto concreto.

La razón por la cual, no podemos entendernos con nuestros hijos es porque no nos hemos tomado la molestia de
comprender cuán diferentes son sus formas de pensamiento de las nuestras.

De manera que lo que hemos expuesto en este libro no es una cuestión para debate intelectual simplemente. No es algo
que interese únicamente a los estudiosos, o a los especialistas. Es algo crucial para cuantos de nosotros nos tomamos
seriamente la comunicación del Evangelio cristiano en nuestro siglo veinte.

También podría gustarte