Libro Mitos Origen Hombre
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ISBN: 978-84-87619-82-3
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Mitos sobre el origen del hombre
prólogo
Elisa A. Nieto
Como seres humanos, todos nos hemos interrogado alguna
vez acerca de nuestra procedencia en tanto que especie. El
acercamiento que se hace hoy a esta cuestión parte de un
punto de vista científico y ha suscitado enormes contro-
versias desde que Darwin formuló su teoría de la evolución.
Durante el último siglo las divergencias se han acentuado,
ya que el creacionismo no ha perdido adeptos frente a la te-
sis darwiniana.
Sin embargo, hemos podido constatar que esto no siem-
pre ha sido así, y buen ejemplo lo tenemos en la antigua Gre-
cia, donde el interrogante sobre el génesis de la raza humana
apenas suscitó interés y quedó remitido al contexto mítico.
Al ser nosotros herederos espirituales de los griegos en mu-
chos aspectos, mantenemos la curiosidad que los caracterizó,
y nos ha extrañado que unos individuos capaces de conseguir
tantos logros en tantos campos, no indagaran de manera sis-
temática en lo relativo a su naturaleza. Este desinterés es el
que nos ha llevado a elegir este tema de investigación.
14 Elisa A. Nieto
en el principio.
los orígenes de los seres humanos
en la mitología griega
y en algunas otras mitologías
Richard Buxton
7 Aecio 5.19.5 (31 A 72 D.-K.) = Kirk, Raven y Schofield 1983, fr. 375.
8 Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles 381.31 = Kirk, Raven y
Schofield 1983, fr. 381.
en el principio 43
29 Levy 1998.
en el principio 57
2. mesopotamia
1 Además de los trabajos citados más adelante, cf. Labat 1935, 1970, Van
Dijk 1953, 1973, Lambert-Walcot 1965, Lambert-Parker 1966, Lam-
bert-Millard 1969, Jacobsen 1981, Bottéro 1982, 1985, 1987, O’Brien-
Major 1982, Cramer 1985, 1989, Marco Simón 1988, Galy 1998, Lara
Peinado 1988, 1994.
los orígenes del hombre en el próximo oriente 63
2.2. Textos
a) Enki y Ninmah. Es el nombre que damos a un fragmento
en lengua acadia, probablemente paleobabilónico, apa-
recido en Nippur, que relata la rebelión de los dioses por
el exceso de trabajo y la idea de la diosa Madre de crear al
hombre para sustituirlos en sus faenas. Enki y su hermana y
esposa Ninmah compiten en un «duelo de prestigio» en la
formación del hombre. Bottéro y Kramer (2004, 211) sitúan
este fragmento en la I dinastía de Babilonia y piensan que su
los orígenes del hombre en el próximo oriente 65
Y aún añade:
En esta versión del poema se nos relata que fue al dios We,
«que tenía alma», al que se inmoló ante la asamblea divina.
Con su carne y con su sangre la diosa Nintu mezcló la arcilla y
así el hombre tuvo «alma». Los Anunnaku y los Igigu escu-
pieron sobre la arcilla. Cuando la diosa Mammi, la experta,
hubo terminado, se dirigió a los dioses en estos términos:
5 Cf. caps. 6 y 7.
6 Bottéro-Kramer 2004, 511.
los orígenes del hombre en el próximo oriente 85
3. la biblia
7 Además de los trabajos citados más adelante, cf. Gunkel 1921, 1962,
Eissfeldt 1958, Cassuto 1961, Rad 1988, Whybray 1995, Cantera-Iglesias
20033.
los orígenes del hombre en el próximo oriente 91
las aves del cielo y en los ganados y en todas las bestias salva-
jes y en todos los reptiles que reptan sobre la tierra» (1.26).
Y continúa el relato: «Hizo, pues, Elohim al hombre a
imagen suya, a imagen de Elohim lo hizo, macho y hembra los
hizo» (27). Luego Elohim los bendijo diciendo: «Procread y
multiplicaos y henchid la tierra y sojuzgadla y dominad en los
peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que pu-
lule sobre la tierra» (28), y les dio todas las plantas y árboles
de la faz de la tierra para que se alimentaran. En Gen. 2.1-4, se
recapitula la historia de la creación y se nos informa de que
en el séptimo día descansó de toda la obra y bendijo ese día
«porque en él había descansado». El hombre y la mujer fue-
ron hechos, pues, como colofón de toda la creación y se les
concedió el don de la fertilidad y el dominio sobre todo cuan-
to brota de la tierra y sobre los animales que viven en ella, en
el cielo y en el mar.
Una lectura detallada de este primer libro nos muestra
que no opera Elohim de la misma manera cuando crea los es-
pacios cósmicos como son la tierra, el cielo y las aguas, que
cuando crea a los animales o al hombre. Para la creación de
los espacios y elementos naturales, Elohim actúa sólo con el
poder de su voz. Por ejemplo, leemos en Gen. 1.3 que Elohim
dijo: «haya luz», y hubo luz. Luego separó la luz de la tinie-
bla y les dio nombre. «Elohim llamó a la luz ‘día’ y a las ti-
nieblas llamó ‘noche’» (1.4). Hay, en efecto, a partir del caos
inicial una creación mediante la palabra, una separación de
elementos y asignación de puesto y nombre, y un reconoci-
miento de la obra creada. El sujeto de estas operaciones es
92 Mercedes López Salvá
4. conclusiones
2 Como por ejemplo el origen de los helenos, los griegos, los paganos o los
eólidas. Cf. Eeas, Fr. 2-10.
los orígenes del hombre en hesíodo 115
a) La estirpe de oro
El origen de dioses y hombres es, si seguimos los primeros
versos del mito, el mismo (Trabajos 106-108):
como Crono, una deidad anterior al orden dado por Zeus. Sin
embargo, esta contradicción es sólo aparente: como divini-
dad perteneciente al periodo del caos, su reinado conllevaba
la ausencia de leyes y normas, de trabajo y de señores, lo que,
unido al noble linaje de los hombres de oro, hacía posible
compatibilizar la paz y la armonía propia de los dioses con la
ausencia de un control restrictivo y autoritario característica
de un periodo ordenado y acotado por normas cívicas. A esta
edad, por otro lado, parecería corresponder aquella descrita
en el mito de Prometeo antes de que Pandora abriera la tina-
ja (Trabajos 90-92):
b) La estirpe de plata
Los hombres de plata, inferiores en aspecto y en inteligen-
cia a los de oro, comparten con éstos el quién y el cómo,
pero difieren de ellos en la calidad de la estirpe y en sus ca-
racterísticas definitorias. De nuevo desconocemos el mate-
rial del que han sido hechos, pero sabemos por la mano de
quién han sido puestos sobre la tierra: por los dioses, sin
especificar la autoría (Trabajos 128). Su calidad moral, que
no la material, es la plata por ser inferior a la estirpe ante-
rior (ib. 127-129), aunque Hesíodo no justifica los motivos
de esta degradación:
… no comían
pan y en cambio tenían un aguerrido corazón de metal […]
De bronce eran sus armas, de bronce sus casas
y con bronce trabajaban; no existía el negro hierro.
c) La estirpe de hierro
Fabricada por Zeus, la estirpe de hierro es la más infame de
todas (Trabajos 176-179), gobernada por la injusticia, el dolor
y el sufrimiento. Por esa causa, como escribirá el pseudo Je-
los orígenes del hombre en hesíodo 125
El poeta afirma, por otro lado, que sólo a través del trabajo
puede eludirse la pobreza y el hambre y conseguir superar el
penoso estado al que está sometido el hombre. De esa forma,
el trabajo pasa de ser castigo a medio de dignificación (Tra-
bajos 311). Es por eso por lo que, para Hesíodo, sólo median-
te el trabajo puede tratar de evitarse la amenaza de destruc-
ción que se cierne sobre los hombres, vigilados bajo la atenta
mirada de los treinta mil guardianes enviados por Zeus (ib.
250-255). Con el fin de evitar la destrucción por mano de
Zeus, facilita Hesíodo una serie de indicaciones de índole
moral y cívica a través de normas que guíen la conducta so-
cial (ib. 317-367) y la familiar (ib. 368-380), así como de ín-
dole religiosa (ib. 317-367) y laboral. Adjunta de este modo
un calendario del labrador (ib. 383-617), otro de navegación
(ib. 618-694) y consejos para la administración familiar (ib.
695-705). Ahora bien, si esta estirpe está condenada a la
destrucción, como parecen afirmar los versos iniciales refe-
los orígenes del hombre en hesíodo 127
6 Algunos especialistas como Vernant (1960) han sostenido que esta edad
se dividiría en dos ciclos: 1) La época de Hesíodo en la que los males se
mezclan con los bienes y es posible remediar el mal; 2) Una posterior
etapa en la que triunfarán la vejez y las calamidades, sin esperanza posi-
ble para los hombres.
capítulo 5
el mito de pandora
Luc Brisson
2. hesíodo
2.1.Punto de partida
El punto de partida de toda investigación sobre el origen del
hombre en la Grecia antigua es Hesíodo: la Teogonía y Tra-
bajos y días.
Como deja entender el mito de las razas evocado en Tra-
bajos y días (109-201) y que continúa el mito de Pandora, an-
tes de la nuestra habrían existido distintas razas de hombres.
Bajo el imperio de Crono había, en primer lugar, una raza de
oro que vivía como los dioses, que no trabajaba y cuya muerte
se asemejaba al sueño (109-126). Inferiores a los preceden-
tes, aparecieron los hombres de la raza de plata que vivían,
aparentemente, también bajo el imperativo de Crono pero a
los que Zeus hizo desaparecer. Después, Zeus hizo aparecer
la raza de bronce, hombres violentos que no pensaban más
que en la guerra y que sucumbieron en combates fratricidas
(143-145). Así, Zeus hizo aparecer una cuarta raza, aquella a la
que pertenecieron los héroes que combatieron bajo los mu-
ros de Troya y de Tebas (156-173). Vino al fin nuestra raza, la
raza de hierro, que debía ser aniquilada por Zeus (174-201).
Probablemente, es de esta raza de la que se habla en el mito
de Prometeo narrado en la Teogonía (535-616) y en el mito de
Pandora referido en Trabajos y días (42-105)2.
Este último mito contado por Hesíodo tiene el propósito
de explicar cómo los hombres, a consecuencia de su derrota
2 Cf. cap. 4.
134 Luc Brisson
5 «En seguida fabricó, como contrapartida del fuego, un mal para los
hombres» (Teogonía 570).
el mito de pandora 139
3. el orfismo
7 Cf. caps. 6 y 7.
146 Luc Brisson
8 Éste es el parecer del autor, pero otros autores estiman que sí es un rasgo
característico de lo órfico, cf. por ejemplo, los cap. 6 y 7. Nota del editor.
el mito de pandora 147
4. aristófanes
5. conclusiones
2. el mito
segunda vez. Los órficos combinan esta versión, la más extendida, con un
nacimiento previo del dios: Zeus habría engendrado a Dioniso en su hija
Perséfone y, tras la muerte de Dioniso a manos de los Titanes, Sémele ha-
bría ingerido un bebedizo con restos del corazón del dios, quedando en-
cinta. A esto seguiría la versión habitual con lo que habría que aceptar tres
nacimientos para el dios: de Perséfone, de Sémele y del muslo de Zeus.
158 Sara Macías y Silvia Porres
las que sólo nos han llegado fragmentos, y que conviene que
sean conocidas por el lector, pues se hará referencia a ellas:
a) La primera sería la más antigua, la que reflejan funda-
mentalmente los textos de Platón y de los poetas helenísticos
Calímaco y Euforión.
b) Una segunda, que acusa un evidente influjo egipcio,
dado que en ella se identifica a Dioniso con Osiris, nos es
transmitida gracias a Diodoro y Filodemo.
c) La tercera, y mejor conocida, sería la transmitida por las
Rapsodias, una obra en 24 cantos atribuida a Orfeo que nos
ha llegado fundamentalmente gracias a las numerosas refe-
rencias de los filósofos neoplatónicos, entre los que destacan
Proclo, Damascio y Olimpiodoro. Esta obra, también conocida
como Relato sacro (Hieros logos) en 24 rapsodias o Teogonía en 24
rapsodias, se compuso a partir de poemas más breves de fechas
y orígenes diversos. Ni la datación ni la autoría están exentas
de discusión, aunque se baraja que su fecha sea ligeramente
anterior al 100 a. C. y su autor podría ser Teogneto de Tesalia.
A fin de hacer más cómoda la lectura, presentamos los
textos siguiendo el orden del mito que reconstruimos. No
obstante, trataremos de señalar la antigüedad del fragmento
y, cuando sea oportuno, porque entra en contradicción con
lo que se cuenta en otro u otros, indicaremos a cuál de las tres
versiones pertenece. La traducción y el número de fragmen-
to los tomamos siempre de la edición de Alberto Bernabé3.
3 Bernabé 2003. La abreviatura OF remite a los fragmentos tal y como es-
tán numerados en esta obra, en la que el lector podrá encontrar las refe-
rencias más precisas.
el origen del hombre en el mito central del orfismo 159
6 Puede que en este punto haya influido, como propone Detienne 1982,
la relación del nombre de los Titanes con la palabra griega para el yeso y la
cal viva, titanos.
162 Sara Macías y Silvia Porres
Mas tú, poseedor del poder sobre ellos, a los que quieras
librarás de sus terribles males y del eterno aguijón de la
pasión.
puesto que afirma que son los antiguos teúrgos (lo que pue-
de ser una forma para referirse a Orfeo) quienes transmiten
esta idea, parece tratarse de una referencia al origen titáni-
co del hombre.
Por su parte, además, Juliano añade un dato importan-
te: dice que el surgimiento del hombre tiene lugar «cuan-
do Zeus organizó el cosmos»; por tanto, el nacimiento del
hombre se encontraría, de alguna forma, dentro del plan
divino de configuración del universo. Parece claro que el cri-
men titánico contraviene por completo los planes de Zeus, se
trataría de un acontecimiento inesperado, pero quizá tanto
este pasaje como el testimonio anterior de Proclo (OF 320
II) apunten a otra interpretación del mito en cuanto al sur-
gimiento del hombre: su nacimiento a partir de los restos ti-
tánicos no habría sido algo espontáneo, como a primera vista
pudiera parecer, no se trataría de un acontecimiento casi
accidental, en modo alguno sujeto al plan divino. En cierta
manera, el nacimiento del género humano habría obedecido
a la voluntad de Zeus (pues en el primer pasaje se dice que
él los «configuró» y en el segundo, que tuvo lugar «cuando
Zeus organizó el cosmos»). Podríamos aventurar una expli-
cación a esta interpretación de Juliano y Proclo. Puesto que
los Titanes habían ingerido la carne de Dioniso, se encuen-
tra en ellos parte de esa divinidad y, al fulminarlos, se han
mezclado ambas naturalezas; por ello Zeus, quizá, dado que
conoce la existencia de esa materia dionisíaca entre las ceni-
zas titánicas, habría decidido que surgiera de ellas un ser, el
hombre, que contaría con la posibilidad de expiar el crimen
el origen del hombre en el mito central del orfismo 171
10 Las Argonáuticas Órficas son uno de los últimos poemas atribuidos a Or-
feo (s. V d.C.), probablemente obra de un autor egipcio que quiso dar
una nueva perspectiva a la saga de los Argonautas narrando la historia
desde el punto de vista del prestigioso Orfeo, quien, según la leyenda,
formó parte de la extraordinaria tripulación de Jasón en la nave Argo.
Los versos 17-20 que aquí citamos forman parte de una especie de re-
sumen o catálogo de toda la literatura atribuida a Orfeo, entre las que se
incluye la teogonía de las Rapsodias.
172 Sara Macías y Silvia Porres
Pues bien, dice (Orfeo) que sólo el corazón ... quedó a salvo
por la acción de Atenea:
14 Esta expresión recoge la tradición antigua que hacía del corazón la sede
de los pensamientos porque está en el centro del cuerpo, creencia de la
que incluso Aristóteles se hace eco.
el origen del hombre en el mito central del orfismo 175
la naturaleza del hombre como ser dual, que hasta ese mo-
mento no se había dado en el mundo griego.
El hombre está concebido en el orfismo como un ser dual
en dos sentidos:
a) por un lado, está compuesto de cuerpo y alma; el pri-
mero es la parte corruptible y perecedera, mientras que la
segunda es la parte inmortal. Para apoyar esta afirmación
podemos destacar un fragmento órfico de transmisión di-
recta que dice (OF 425): «El alma de todos es inmortal: mas
los cuerpos, mortales».
Esta situación se debe a que el cuerpo procedería de la
tierra que se mezcló con las cenizas titánicas, mientras que
el alma procede de los restos de los dioses fulminados. En
realidad el hombre es su alma, mientras que el cuerpo es so-
lamente una «tumba» donde aquélla permanece enterrada
en esta vida. Esta doctrina es reelaborada por Platón en un
célebre pasaje, Crátilo 400c (OF 429 I):
3. conclusión
19 Pl. R. 363c = OF 431 (I). Para más detalle sobre los rituales órficos cf. Ji-
ménez San Cristóbal 2002, y sobre el destino de las almas tras la muerte
después de haber expiado la culpa cf. Bernabé-Jiménez San Cristóbal
2001 y Bernabé 2003, 207ss.
capítulo 7
4 Cf. cap. 4.
192 Giuliana Scalera McClintock
8 «Oídme ahora, Tierra [centro] y ancho Cielo, allá en lo alto [arriba] y vo-
sotros, Titanes, que habitáis bajo la tierra [abajo], en el gran Tártaro, de
los cuales proceden hombres y dioses» (Himnos homéricos 3.334-336).
Esta es la forma del Gran Juramento de los dioses, una fórmula que in-
voca como testigos, a través de las coordenadas fundamentales del espa-
cio, al universo entero y concede a los Titanes el rango de componentes
esenciales de la trilogía cósmica.
9 «Titanes, hijos espléndidos de Tierra y Cielo, progenitores de nuestros
padres, que bajo tierra en las moradas del Tártaro, en las profundidades
subterráneas vivís, principios y fuentes de todos los mortales de múlti-
ples afanes, de los animales marinos y de las aves que habitan la tierra,
de vosotros deriva toda estirpe en el mundo» (Himnos órficos 37.1-6).
La expresión «principios y fuentes» (archai kai pegai) es una cita de un
verso de Hesíodo «Allí de la tierra oscura, del tenebroso Tártaro, del
mar infecundo y del cielo estrellado, de todos están las fuentes y los tér-
minos» (Teogonía 807).
10 Hesíodo introduce el mito de las cinco razas inmediatamente después del
relato de la creación de la mujer para convencer a su hermano Perses –si
se acepta la autenticidad del v. 108– que «hombres y dioses tenían el mis-
194 Giuliana Scalera McClintock
16 Cf. cap. 6.
17 A diferencia de sus predecesores, Zeus reina de manera estable tras ha-
ber conseguido evitar el nacimiento del hijo más fuerte que habría po-
dido destronarlo, como él había hecho con Crono y como Crono había
hecho con Urano. Sin embargo, la mera posibilidad de un nuevo señor
del mundo creaba en el plano mítico una expectativa en suspenso. Sobre
ella juega el Prometeo de Esquilo 936 y 952. La poesía órfica reelabora el
tema del reino futuro, hipotetizando sobre una última sucesión divina
pacífica (como lo eran en la teogonía órfica la sucesión de Fanes a Noche
y de Noche a Cielo, OF 98, 165, 167 etc.) que no se realiza por culpa de la
intervención titánica. Para Dioniso como Zeus manqué, cf. Graf-Johns-
ton 2007, 84.
18 Cf. Graf-Johnston 2007, 76 y 80-85.
19 Cf. supra, nn. 8 y 9.
20 Una reseña actualizada de toda la documentación relativa al mito de
Dioniso desmembrado por los Titanes se encuentra en Bernabé 2002.
Tras el reinicio de los estudios de orfismo que se produjo a consecuencia
de los hallazgos de los años sesenta, niega aún la antigüedad de la antro-
el origen titánico de la raza humana 199
plata, que vivió en tiempos de Crono; y la titánica, que nació por obra de
Zeus de los despojos de los Titanes. En virtud de tales operaciones sobre
una narración mucho más articulada y compleja, en la síntesis de Olim-
piodoro, la caída de los hombres cierra el desarrollo cósmico. Entre otras
cosas, viene en el sexto reino divino, evocando, en contraste/analogía, la
creación del hombre en el sexto día.
29 La puesta de relieve del término aithale, que en la alquimia tardoan-
tigua significa «vapor sublimado», se encuentra en Kerényi 1992,
228-229. En el complejo procedimiento del nacimiento de los hu-
manos de la concreción de los vapores titánicos se escondería, según
Kerényi, la síntesis magistral de Onomácrito, que habría unido el mito
de los Titanes al dato cultual de una sustancia que quedaba como resi-
duo de un fuego: «en el hollín se escondía la sustancia dionisíaca que
se transmitía en los hombres de generación en generación». A con-
clusiones opuestas llega Brisson 1992, quien defiende la identidad del
Olimpodoro neoplatónico con el alquimista y lee el episodio como «la
interpretación mística de una operación alquímica». Lejos de denun-
ciar en el cuerpo el mal heredado de un crimen común, Olimpiodoro
estaría interesado en poner de relieve el elemento noble de la materia.
Adopta, con mínimas variantes, la tesis de Brisson, Edmonds 1999.
Critica la interpretación alquímica del pasaje Bernabé 2002, 405-
el origen titánico de la raza humana 205
43 Cf. supra, nn. 21 y 26. Creo que no es posible llegar a un mito pre-filo-
sófico. La historia completa no tiene sentido «antes» o «fuera de» una
elaboración parafilosófica.
44 «De acuerdo con estos principios, no tendremos dificultad en probar
que la custodia (phroura) no es ni el Bien, como piensa alguno, ni el pla-
cer, como sostiene Numenio, ni el Demiurgo según la opinión de Pate-
rio, sino que debemos convenir con Jenócrates que la phroura es titánica
y culmina en Dioniso» (Damascio, Comentario al Fedón 1.2). Según Ed-
monds (1999, 46), que sigue a Linforth (1941, 339), la frase críptica de
Damascio no sería suficiente para avalar la tesis de que Jenócrates cono-
cía el episodio del nacimiento de los hombres de los Titanes: 1) porque
para Jenócrates «los hombres existen desde siempre» (fr. 59 Heinze);
2) porque de la frase de Damascio sería posible deducir únicamente que
Jenócrates «hizo alguna conexión entre la phroura platónica y el mito de
Dioniso y los Titanes», y explicó este último, como Plutarco, «como una
alegoría del castigo de un alma humana que ha comido carne» (p. 46).
Sobre el primer punto, es bastante evidente que, fuera cual fuese la opi-
nión de Jenócrates sobre el origen del mundo, nada le impedía comen-
tar un relato distinto para explicar la naturaleza y la condición humanas;
para el segundo punto, me parece que la tesis reduccionista de Edmonds
toma en cuenta solo la vertiente titánica de la phroura y no la dionisíaca
(«la phroura… tiene su cumplimiento en Dioniso») que está presente
en la afirmación de Damascio expuesta en la tesis de Jenócrates.
214 Giuliana Scalera McClintock
la estirpe de la tierra:
fundadores y primeros pobladores
Rosa García-Gasco
1. introducción
3.1. Arcadia
A pesar de que la mayor parte de los mitos de autoctonía
están ligados exclusivamente a una determinada región de
Grecia, pues justifican, como veremos enseguida, la pose-
sión por parte de sus habitantes del país en cuestión, algu-
nos de estos relatos hacen gala de una notable pretensión de
universalidad. Es el caso del mito de Pelasgo, uno de los au-
tóctonos más ilustres de la mitología griega y antecesor epó-
nimo de los pelasgos, considerados por los griegos los más
antiguos habitantes de su tierra. Por tal razón, numerosas
regiones usarían su nombre para relacionarlo con sus res-
pectivos héroes fundadores locales, con intención de recla-
mar un origen común a partir de un intento de justificación
«historicista».
Pelasgo es, en principio, el nombre del primer habitante
de la Arcadia, nacido de Gea (otro de los nombres de Tierra
divinizada). Posee las características de otros héroes civi-
la estirpe de la tierra 221
3.2. Atenas
Por lo que respecta al Ática, las fuentes son confusas respec-
to a si los primeros reyes son autóctonos, y sólo está claro
con respecto a Erecteo y Cécrope5. El tercer nombre con el
que contamos es Erictonio. Cada uno de los tres es consi-
derado, por separado, el ancestro común de los atenienses.
No se trata de una genealogía, puesto que, si bien se suce-
den el uno al otro, no lo hacen como padres e hijos, sino que
se postula un nacimiento espontáneo de la tierra sin inter-
vención masculina. En cuanto a Erecteo, Homero alude a su
3.3. Egina
El mito del nacimiento de los mirmidones, los primeros ha-
bitantes de la isla de Egina, guarda ciertas similitudes con
las narraciones de los procesos míticos de autoctonía mixta.
Las hormigas viven muy cerca del suelo, lo que sin duda sirve
de justificación mítica para el surgimiento de toda una raza
primigenia, motivado por el ruego de Éaco a su padre Zeus
para que le dote de compañía y súbditos con los que habitar
la solitaria isla en la que reina. Apiadado, Zeus transforma en
personas a todas las hormigas (myrmekes) de la isla. Los mir-
midones, «hombres hormiga», acompañarán durante toda
su vida a Éaco, a su hijo Peleo y más tarde a su nieto Aqui-
tiene lugar sin que haya sido deseado o buscado por ningún
dios. De tal modo, este grupo de mitos se opone a aquéllos
en los que uno o más dioses crean al hombre voluntariamen-
te, modelándolo con barro o arcilla. El mejor conocido es el
de Prometeo, que en las versiones más antiguas aparece, no
como creador, sino como benefactor y civilizador de la raza
humana. Hesíodo y Esquilo, en sus respectivas enumeracio-
nes de los méritos de Prometeo, guardan silencio respecto
al particular10. Apolodoro 1.7.1, en cambio, sí refiere breve-
mente que fue él quien modeló a los hombres de agua y de
tierra; Platón, en Protágoras 320c-322d, atribuye la creación
del hombre a «los dioses» en general, y Prometeo sólo apa-
rece más tarde en el relato para proporcionarles las habili-
dades necesarias para la supervivencia11.
Los humanos autóctonos que nacen de forma colectiva,
como los mirmidones, se caracterizan porque generalmen-
te sólo se les menciona en referencia a su grupo. Así ocurre
también con los espartos, primigenia estirpe de Tebas, sur-
gidos de la tierra por obra de Cadmo. Mientras éste se halla
buscando a su hermana Europa, raptada por Zeus, un oráculo
le anuncia que su destino es fundar una ciudad allá donde
se detenga, agotada, una vaca que le hará de guía. El animal se
derrumba al lado de la fuente Dircea, donde habita una ser-
piente hija de Ares. Por consejo de Atenea, Cadmo mata a la
del fuego exhalado por los animales. Una vez arado el cam-
po, surgen los espartos, armados y hostiles, contra los que,
de nuevo, Medea ayuda a Jasón. La solución es la misma que
la propuesta por Atenea en el mito de Cadmo: los espartos se
matarán entre sí si se arroja una piedra en medio de ellos.
Apolonio los denomina gegeneis en 3.1346 y 1355.
Otros hijos de la tierra destacan en los relatos míticos por
ser especialmente intratables y violentos. Aunque no nos
centraremos en ellos, son autóctonos los Titanes del mito
órfico y los Gigantes, llamados gegeneis en numerosos testi-
monios (Guthrie 1957, 113, cita algunos). Aparecen conside-
rados como antecesores comunes de los seres humanos ac-
tuales, es decir, una raza primigenia de hombres violentos.
También los Titanes, como se ha visto en otro lugar12, son,
según algunos testimonios, antepasados de los hombres: el
orfismo convertiría a los Titanes en el centro de su relato
fundacional, según el que la raza humana habría nacido de
los restos de éstos, fulminados por Zeus, y habrían heredado
su condición violenta.
Según los mitos que hemos ido examinando hasta aquí, los
autóctonos desempeñan, entre otros, un papel civilizador
dentro de la comunidad que los reclama como el primer
14 Véase cap. 9.
la estirpe de la tierra 239
deucalión y pirra
Mercedes Aguirre
Una serie de tradiciones reflejan todas ellas la misma idea:
que existió una primera humanidad y que fue castigada por
los dioses con un gran Diluvio que la exterminó. Sólo sobre-
vivieron unos pocos elegidos de los que luego desciende una
nueva raza de hombres. No es, por lo tanto, un mito sobre
el origen del hombre, pues supone una primera humanidad
que es aniquilada.
El mito de Deucalión y Pirra es la versión griega de este
conocido motivo que aparece en las tradiciones de muchos
pueblos, desde el relato bíblico de Noé1 a historias de los in-
dios americanos o los aborígenes de Australia. En Grecia es
mencionado ya por Píndaro2, y conocemos que fue tratado
por Epicarmo (aunque de éste sólo tenemos algunos frag-
1 Génesis 6-9.
2 Píndaro, Olímpicas 9.42-53, cf. Gerber 2002.
244 Mercedes Aguirre
14 Bremmer 1999.
256 Mercedes Aguirre
15 En Plutarco, Sobre la prudencia de los animales 968 F, hay una versión del
mito de Deucalión que parece influida por el relato bíblico, ya que inclu-
ye este tema de las aves enviadas para comprobar el estado de las aguas.
16 Apolonio, Argonáuticas, 2, 550-573.
17 En Píndaro, fr. 54 Maeler, Estrabón 9.3.6, Epiménides, fr. 43 Bernabé.
deucalión y pirra 257
18 Rudhardt 1970.
19 Apolonio de Rodas, Argonáuticas 4.119.
258 Mercedes Aguirre
Así pues, todos los seres vivos son compuestos de los cuatro
elementos-raíces, subordinados a la acción de Amistad y de
Discordia (fr. 21.7-12 D.-K.)3:
Así pues, los seres en los que todo sucedió como si hubie-
ran nacido para un determinado fin se conservaron por ha-
llarse adecuadamente constituidos por azar; aquellos en los
que no ocurrió así murieron y siguen muriendo, al modo
como Empédocles dice respecto de las «criaturas vacunas
con humano rostro» (Aristóteles, Física 198b 29-32; cf.
también Simplicio, Comentario a la Física 371.33-372.9).
5 Cipris entonces, una vez que hubo empapado tierra en lluvia, / entregó al
raudo fuego, para fortalecerlas, las formas que con afán iba modelando.
el origen del hombre 283
6 Véanse capítulos 6 y 7.
284 Carlos Megino Rodríguez
Un sitio ingrato,
donde el crimen, la inquina y otros seres funestos en tropel,
enfermedades miserables, podres, a más de hidropesías,
por el prado de Ruina, andan en lo oscuro merodeando.
10 La traducción es mía.
294 Carlos Megino Rodríguez
6. conclusión
el mito de protágoras
sobre el origen del hombre
Alberto Bernabé
1. un mito sofístico
4 Véase cap. 5.
5 Véase cap. 10.
el mito de protágoras 305
las dos alforjas que Prometeo cuelga del hombro de los hom-
bres tras haberlos modelado, una delante y otra detrás. Tam-
bién hallamos esta versión en Pausanias 10.4.4, quien cuenta
que en Panopeo hay una estatua que dicen que es de Prome-
teo y unas piedras del color del barro y de olor parecido a la
piel de un hombre, por lo que aseguran los del lugar que es-
tas piedras eran restos del barro del que fue modelada toda la
raza de los hombres por Prometeo y que quedaron allí. Tam-
bién el mitógrafo Apolodoro 1.7.1 afirma que Prometeo mo-
deló a los hombres con agua y tierra, mientras que Ovidio en
las Metamorfosis 1.76 ss. habla de la necesidad de que surgiera
un ser viviente que dominara a los otros en el mundo que se
estaba configurando, y vacila entre dos interpretaciones, que
evidentemente son anteriores a él, sobre el origen del hom-
bre: que fuera creado por la divinidad que ordenó el mundo
o bien modelado por Prometeo, quien tomó tierra, mojada
por la lluvia y que conservaba gérmenes celestes del momen-
to en que aún no se había separado del cielo, y le dio la forma
de los dioses. También Juvenal 14.35 alude de pasada al tema.
Es muy probable que haya influido en el mito del modela-
do de los hombres el hecho de que la manera más obvia con-
cebible de dar origen a figuras es modelándolas en barro. El
hecho del enterramiento es también otra muestra de la aso-
ciación del hombre con la tierra y une el final de la vida con
el principio. Por otra parte, la tierra, además de su capacidad
de ser modelada, manifiesta su capacidad de engendrar vida.
La intervención del fuego en esta manera de imaginarse
el origen del hombre puede haberse suscitado tanto por la
308 Alberto Bernabé
9 Véase cap. 8.
10 Coby 1987, 53.
11 Véanse caps. 4 y 5.
310 Alberto Bernabé
14 García Gual (1975, 61) señala que el logos no es un don de los Titanes,
sino algo que estaba en la naturaleza de los hombres, antes de la distri-
bución de recursos. Por el contrario, Coby (1987, 55) considera que alo-
ga es una calificación prematura, porque los hombres no tendrán logos
más que cuando adquieran la capacidad técnica que Prometeo les roba a
los dioses.
el mito de protágoras 315
8. conclusiones
Así pues, una vez que fue seccionada en dos la forma origi-
nal, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella y
rodeándose con las manos y entrelazándose unos con otros,
deseosos de unirse en una sola naturaleza, morían de ham-
el mito del origen del hombre en platón 339
Ese nuevo estado del hombre –el actual– tiene dos im-
portantes consecuencias: la primera es el reencuentro, ya
no frustrante sino satisfactorio, con su otra mitad, a la que
consigue unirse de manera plena, encajando la una en la otra
340 Alicia Esteban Santos
4.1. Comienzo
Esta parte (de reflexión y comentario) es bastante equilibra-
da en extensión con respecto a la primera (de narración de
los hechos).
342 Alicia Esteban Santos
Parece por sus palabras que éstos son en opinión del ha-
blante los más dignos de reproche, como si el sentir incli-
nación por el sexo contrario llevara preferentemente a una
actitud viciosa y censurable: a convertirse en adúlteros, que
es, indudablemente, un término peyorativo.
En segundo lugar, la evolución del antiguo sexo femenino
(191e):
4.8. Un inciso
El breve pasaje que sigue es un inciso, que interrumpe el re-
lato antropogónico, filosófico, poético e incluso mitológico,
para situarnos en el contexto actual y cotidiano del banquete.
El orador, Aristófanes, rompe «la ilusión escénica» y se di-
rige directamente a varios comensales: a Erixímaco, su an-
tecesor en el uso de la palabra, y a Pausanias y Agatón, intro-
duciendo una nueva nota de humor, que alude a la probable
homosexualidad de estos últimos10 (193b):
5. recapitulación y conclusiones
El amor lleva hacia la unidad del ser; en este caso, del ser
humano. Y en esa unidad consiste nuestra sola posible fe-
licidad. No todos lo conseguimos, ¡está claro! (sólo algunos
escogidos); pero todos lo anhelamos. Y es ese anhelo, esa
búsqueda constante de nuestra mitad perdida, esa esperan-
za, la que ilumina nuestras vidas y les da sentido.
capítulo 13
epílogo
Elisa A. Nieto
La lectura de los capítulos que integran este volumen habrá
dejado patente que la mitología griega revela el escaso afán
que los helenos manifestaron por indagar acerca de su pro-
cedencia como especie. La consecuencia inmediata de este
desinterés quedó reflejada en la escasez de mitos de crea-
ción transmitidos, en su variedad y en el celo inexistente
para unificar criterios acerca de esta cuestión, considerada
tan importante por otras culturas. Hemos tenido que contar,
además, con el hecho de que el significado de cada mito di-
fiere según el contexto, el autor y el tiempo.
Nuestra aproximación a las tradiciones orientales nos lle-
vó a los textos bíblicos, donde pudimos constatar que se ha-
bla de creación y se ofrecen dos variantes de ésta. En ambas
esta tarea es obra de un dios, que separa, ordena y da nombre
con el poder de su propia voz. En la primera de ellas no se
dice cómo fue creado el ser humano, mientras que en la se-
362 Elisa A. Nieto
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