El Bautismo Del Señor

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El Bautismo del Señor  

10 de enero de 2016

La homilía de Betania

1.- VIVAMOS COMO PERSONAS BAUTIZADAS EN EL ESPÍRITU DE JESÚS

Por Gabriel González del Estal

2.- SABER ESCUCHAR EL SILENCIO

Por Antonio García-Moreno

3.- LA MISIÓN DE JESÚS ES TAMBIEN LA NUESTRA

Por José María Martín OSA

4.- ¿DÓNDE VAS? ¡A NINGUNA PARTE!

Por Javier Leoz

5.- Y QUE PASÓ HACIENDO EL BIEN…

Por Ángel Gómez Escorial

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

EN EL JORDÁN: LOS DOS SON HUMILDES, LOS DOS COHERENTES…

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- VIVAMOS COMO PERSONAS BAUTIZADAS EN EL ESPÍRITU DE JESÚS

Por Gabriel González del Estal

1. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán y, si nos atenemos a los que nos
dicen los evangelios, podemos deducir que los discípulos de Jesús realmente fueron bautizados en el Espíritu de Jesús el
día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo incendió sus corazones con lenguas de fuego. Es probable que el

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evangelista, Lucas, cuando escribió esto, estuviera pensando en la fiesta de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo
incendió el corazón de los discípulos con lenguas de fuego. Aquello fue un auténtico bautismo, que convirtió a unos
discípulos huidizos y miedosos en predicadores y evangelizadores intrépidos del evangelio de Jesús. Refiriéndonos
ahora a nosotros, los cristianos, que hemos sido bautizados en el nombre de Jesús, debemos vivir como personas llenas
de Dios que, en medio de nuestras debilidades, actuamos movidos siempre por el Espíritu de Jesús. Los bautizados en el
Espíritu de Jesús seguimos siendo unas personas inclinadas al pecado, pero con el deseo sincero y auténtico de vencer
el pecado. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir movidas y dirigidas por el Espíritu de Dios,
personas incendiadas por la pasión evangelizadora de Jesús, personas empeñadas en construir en este planeta tierra el
reino de Dios. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir como personas llenas de Dios que, en
medio de sus debilidades, actúan movidas siempre por el Espíritu. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de
Jesús es vivir movidas y dirigidas por el Espíritu de Dios. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir
predicando el amor a Dios y al prójimo, vivir en la fraternidad universal, en la justicia misericordiosa, sembrando paz y
esperanza en este mundo lleno de egoísmos y ambiciones, de guerras y discordias. Vivir como personas bautizadas en
el Espíritu de Jesús es vivir como discípulos del que quiso nacer y vivir como pobre, del que vivió luchando contra unos
poderes políticos y religiosos que querían hacer de la religión un mercado y un negocio al servicio de los más ricos y
poderosos. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es seguir al Cristo que prefirió morir en una cruz,
antes que callarse y claudicar ante jefes y autoridades ambiciosas y corruptas. Vivir, en fin, como personas bautizadas,
es intentar vivir como vivió nuestro Maestro, Jesús de Nazaret.

2.- Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Para nosotros, los cristianos, el siervo de Yahvé es
Jesús de Nazaret, el que fue bautizado en el Jordán por Juan el Bautista. Él vino a implantar el derecho en la tierra, pero
no quiso hacerlo con las armas, ni con una doctrina intolerante y opresora; no quiso quebrar la caña cascada, ni apagar
el pábilo vacilante. Vino a abrir los ojos a los ciegos y la prisión a los cautivos; quiso ser alianza de los pueblos y luz de
las naciones. A este siervo de Yahveh, a este Jesús de Nazaret, es al que debemos convertirnos, del que debemos
revestirnos, cuando intentamos vivir como personas bautizadas en su Espíritu. El siervo de Yahveh, en este siglo XXI, el
actual discípulo de Jesús, bautizado en su Espíritu, debe ser una persona mansa y humilde, luchadora contra las
injusticias de este mundo y anunciadora de un reino de justicia, de amor y de paz.

3.- Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el diablo. Este es el mejor propósito que podemos hacer todos los que deseamos vivir
como personas bautizadas: pasar por la vida haciendo el bien. Haciendo el bien sin distinción de personas, sean estas de
la nación que sean. Se trata de curar a todos los que se ven obligados a vivir oprimidos por el diablo, bien sea por el
diablo del pecado, del hambre, o de la enfermedad, o de la tiranía, o del materialismo consumista. Vivir como personas
bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir haciendo el bien, como lo hizo durante toda su vida, aquí en la tierra, Jesús de
Nazaret.

4.- El Señor bendice a su pueblo con la paz. Pues recemos hoy todos con el salmo 28 y pidamos fervientemente al
Señor que Él nos bendiga a todos con su paz, especialmente a los más la necesiten.

2.- SABER ESCUCHAR EL SILENCIO

Por Antonio García-Moreno

1.- MIRAD A MI SIERVO.- "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi
espíritu, para que traiga el derecho a las naciones" (Is 42, 1). Miradle. Dios nos invita a fijar nuestros ojos en su elegido,
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en el amado, en el Mesías. Por fin se ha corrido el velo, se nos ha revelado hasta el límite máximo que se podía Dios
revelar. Estamos en el tiempo de la Epifanía, de la manifestación, de la revelación. Miradle. Cristo, el predilecto, el
bienamado. Sobre él ha descendido el Espíritu Santo. Se ha posado en el Hijo de Dios hecho hombre. Se han abierto los
cielos. El Padre eterno ha hablado: He aquí mi hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias. Es el enviado
que trae la luz, la paz, la libertad, la justicia, el amor.

"Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz
de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que
habitan en las tinieblas". Tú, Jesús, eres la más perfecta teofanía, la mejor revelación de Dios, la expresión perfecta del
infinito amor del Padre. Abre nuestros ciegos ojos para que podamos ver el resplandor de la luz de Dios, libéranos de
nuestra torpe esclavitud, sácanos de la profunda mazmorra de nuestro egoísmo y de nuestra mezquindad. "No gritará,
no clamará, no voceará por las calles”, sigue diciendo Isaías (Is 42, 2). Gran contrate con los poderosos del mundo que
gritan, se encuentran con derecho para dar voces, hablan con malos modos a los que están por debajo de ellos. Se
valen de mil resortes para hacerse oír. Y a través de la tierra, del mar y del aire llegan sus voces estentóreas, sus
noticias, sus vanos discursos, sus ideas sucias.

Tanto gritan, que tan sólo ellos se oyen, dando la impresión de que sólo ellos existen. Y hacen creer a la muchedumbre,
a la pobre gente de siempre, que todo es del color oscuro e irritante con que ellos ven las cosas... Pero no es así. Hay
mucho silencio en los mil rincones de la tierra. Silencio de los que trabajan honradamente, de los oprimidos que no
pueden hablar, silencio de los humildes, de los sencillos, de los simplemente buenos, de los que no han recibido nunca
el aplauso de los hombres.

Danos oídos, Señor, para saber escuchar el silencio, para saber captar el mensaje de los que callan, intuir esas vidas
heroicas y escondidas que se desgranan, minuto a minuto, en el cumplimiento del deber de cada día. Y haznos también
amantes de ese silencio, de ese camino sin brillo de lo ordinario, de la perseverante entrega con desinterés y
generosidad al servicio de los demás.

2.- ALMA SACERDOTAL.- Según las creencias judías, cuando llegase el Mesías, el pueblo sería purificado con un
bautismo peculiar. Ya Ezequiel había hablado en nombre de Yahvé para prometer un agua limpia y un Espíritu nuevo,
que vendría sobre los hombres cuando llegase el que tenía que venir. Entonces una época distinta iniciaría los tiempos
gozosos de la salvación mesiánica. Os cambiaré el corazón, dice también el libro de Ezequiel. En lugar del que tenéis,
duro como la piedra, os daré un corazón de carne. Así será posible para el hombre cumplir con la ley divina, que se
resume en la caridad, en un limpio y encendido amor.

Por esa creencia acerca del bautismo mesiánico, la gente de Israel pensaba que Juan podría ser el Esperado. Pero el
Bautista confiesa abiertamente que él no es el Mesías, y que su bautismo es sólo un anticipo y una figura de ese otro
bautismo que Cristo instituiría para la salvación del hombre. El bautismo de Juan era sólo en agua, servía para preparar
el alma al encuentro del Señor, despertando en ella su conciencia de pecado, pero no borrándolo. Era una preparación
más bien externa, sin limpiar radicalmente la culpa y la mancha que todo pecado, también el original, graba sobre el
hombre.

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego, proclama el Precursor de Cristo. El Señor habló también de ese bautismo al
decir que era preciso renacer por el agua y el Espíritu para poder entrar en el Reino de los cielos. Por eso cuando envía a
los apóstoles a predicar el Evangelio a todo el mundo, les encarga además que bauticen a quienes crean en él. De ese
modo, el hombre queda limpio de todo pecado, también del pecado original. Es una purificación radical que permite de
nuevo la amistad con el Señor. Más aún, por el bautismo el hombre pasa a ser hijo de Dios, participa de la gracia, de la

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misma vida divina, se identifica en cierto modo con Cristo.

El bautismo nos hace agradables a los ojos del Señor. Nuestra existencia adquiere desde ese momento una dimensión
nueva, todo nuestro ser y nuestro actuar es para Dios algo meritorio y agradable. El que está en gracia hace de su vida,
hasta en los detalles más nimios, una ofrenda grata al Señor. El alma del cristiano se transforma por el bautismo en
alma sacerdotal. Gracias a eso, todo cuanto haga, el trabajo y el descanso, el sufrimiento y el gozo, se transforma en un
culto hecho a Dios en Espíritu y verdad.

3.- LA MISIÓN DE JESÚS ES TAMBIEN LA NUESTRA

Por José María Martín OSA

1.- La liturgia de hoy nos va a poner ante la presentación "oficial" de Jesús en público. Su aparición ante los hombres y
mujeres de su época para dar comienzo a los que tradicionalmente se ha llamado su "ministerio público". Un año más, y
casi sin darnos cuenta, ha llegado y se ha ido la Navidad. El salto que da la liturgia en este domingo es muy grande,
aunque se nos diga que todavía no se ha cerrado el ciclo navideño. Dejamos al Jesús-Niño y pasamos al Jesús-adulto. No
es fácil para nadie este cambio de niño a adulto. Supone dejar a un lado las seguridades y lanzarse a la aventura de la
confianza en el Padre y de la misión encomendada. Esto es lo que le ocurrió a Jesús cuando recibió el bautismo de
manos de Juan.

2.- ¿Quién es Jesús? El evangelio de hoy nos dará una respuesta clara, una respuesta de fe, a esta pregunta: es el Hijo
predilecto de Dios. ¿Damos también nosotros a Jesús en nuestra vida esa predilección?; quizá en nuestras teorías y en
nuestros esquemas mentales Jesús sea preferente. Pero ¿también en las obras? Ahí está la cuestión. El Padre le
manifestó su identidad: "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto". Pero, al mismo tiempo, asume su misión: pasar por el
mundo haciendo el bien, abriendo los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que
habitan en tinieblas. Es decir, se identifica con la misión del "Siervo de Yahvé" del profeta Isaías. Será luz de las naciones
e implantará la justicia en todas las islas -todas las naciones de la tierra- Qué bueno sería que de nosotros, sus
discípulos, se dijera al final del año "pasó por el mundo haciendo el bien, porque Dios estaba con él". Tenemos la
seguridad de que Dios está siempre con nosotros y también tenemos clara nuestra tarea: pasa haciendo el bien.

3.- Bautismo y misión. El bautismo de Juan era de penitencia, de preparación. Por eso dice San Agustín que "valía tanto
como valía Juan. Era un bautismo santo, porque era conferido por un santo, pero siempre hombre. El bautismo del
Señor, en cambio, valía tanto cuanto el Señor: era, por tanto, un bautismo divino, porque el Señor es Dios". Nosotros
hemos recibido el auténtico bautismo "en el Espíritu Santo". ¿Somos conscientes de la gracia recibida, de nuestra
consagración como sacerdotes, profetas y reyes? Nuestra misión es ser fieles al honor recibido, no traicionar el amor de
Dios Padre. Nuestra misión es aspirar a la santidad --somos sacerdotes todos--, luchar por un mundo donde reine la
justicia --nuestra misión profética-- y servir a los más necesitados con los dones recibidos --somos ungidos como reyes--.
Renovemos nuestro compromiso bautismal en este día porque en nuestra vida de fe no debe haber "rebajas".
Pensemos en aquello defectuoso que tendríamos que quitar de nosotros en este tiempo de rebajas, en lo que no
hemos actualizado, en lo que ocupa un lugar en nosotros y es poco importante. Coloquemos en el centro de nuestra
vida aquello que es esencial: la presencia de Dios y del hermano.

4.- ¿DÓNDE VAS? ¡A NINGUNA PARTE!

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Por Javier Leoz

Se acercó un despistado hasta el vagón de un tren a punto de salir cuando, el responsable de la estación, le preguntó:
“¿Dónde vas? “Y, el supuesto viajero, respondió: “A ninguna parte”. Pero ante un descuido de aquel, subió al tren y
se escapó.

1. El Bautismo de Cristo es el recuerdo del nuestro. Desgraciadamente, hoy más que nunca, se impone una reflexión
muy seria (aunque todo fiel tenga derecho a la Gracia) sobre el Sacramento del Bautismo y su recepción.

¿Es viaje de “ir a ninguna parte”? No pero, a veces, así parece. Suben al tren de la “gracia” multitud de conocidos
nuestros, de feligreses de nuestras parroquias y, vemos con lástima y contradicción, que a duras penas aguantan unos
kilómetros de andadura cristiana. Tendrá que pasar un tiempo, incluso años, para que de nuevo –cuando les apetezca o
a su lado pase el vagón de la primera comunión, el de la confirmación o el del matrimonio- exijan de nuevo un puesto (y
si puede ser con toda comodidad mejor) para caminar otros kilómetros más hasta el siguiente vagón que, tal vez, sea el
de la propia muerte: cuando sobre hombros sean llevados delante del altar. ¿Eso, de verdad, es Bautismo?

2. Hoy, en el día del Bautismo de Cristo en el Jordán, renovamos y reafirmamos el de cada uno de nosotros. No puede
ser de otra manera: vivir como Jesús nos exige, de vez en cuando, contrastar nuestra vida, nuestra palabra, nuestros
caminos con la vida, la Palabra y el Camino de Jesús. Dicho de otra manera: bautizarse es sumergirse en la misma
suerte, proyección y mente de Jesús. El “sí pero no” (que afecta a muchos de nuestros sacramentos) nos lleva a
plantearnos si estamos llevando la gracia o, por el contrario, la estamos mancillando, desperdiciando, infravalorando
cuando presuponemos fe, acompañamiento, responsabilidad y no existe nada de eso.

3. Poco se nos narra de los momentos previos al Bautismo del Señor. Pero lo cierto es que, el Bautismo de Jesús, marcó
un antes y un después. Fue como el punto de salida, aquel instante en el que, sintiendo el beneplácito del cielo,
comenzaba su singladura para anunciar y marcar las pautas de todo cristiano.

Para nosotros, el Bautismo de Cristo, aporta muchos interrogantes:

-¿Lo sentimos como algo renovador y como un impulso evangelizador?

-¿Es un sacramento que nos compromete a dar razón de nuestra esperanza?

-¿Somos conscientes de que, ser bautizados, implica defender y vivir según los principios del Evangelio?

-¿Hasta qué punto hemos dejado de ser hombres viejos para convertirnos en personas nuevas?

-¿Vivimos nuestra condición de bautizados o nos conformamos con estar bautizados?

-¿Escuchamos en algún momento “tú eres mi hijo amado mi predilecto” o, el bautismo, es algo que quedó en el pasado
y que no dejó sello alguno?

Que la fiesta del Bautismo del Señor en este Año de la Misericordia sea puerta de entrada (miembros de la gran familia
de la Iglesia) y también puerta de salida (de testimonio) y no de desaparición ¡FELIZ BAUTISMO!

3.- ¿SOY DE LOS TUYOS, SEÑOR?

Me dicen que fui bautizado,

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pero no sé muy bien, Señor,

hasta qué punto soy de los tuyos,

de tu grupo, de tu familia, de tus ideas,

de los que defienden, sin fisuras,

tu Palabra sin riesgo de ser descafeinada.

Dicen que, el Espíritu, quema

y me siento un tanto frío

Me advierten que, el Bautismo,

es un punto de salida

y frecuentemente me instalo en mis intereses

Me recuerdan que, ser de los tuyos,

es optar por tu Palabra, por tu vida,

por tu mensaje, por tu cruz,

por tus caminos y por tus contradicciones.

Y, cuántas veces, Señor,

me dejo guiar exclusivamente

por el vocerío del mundo

amañar por las sensaciones del simple escaparate

seducir con fuegos artificiales

asustar por el sufrimiento

o añorar y buscar atajos

sin que me digan que soy de los tuyos.

¿SOY DE LOS TUYOS, SEÑOR?

Ayúdame, Señor,

a convertirme, para estar cerca de Ti

a liberarme, para dedicarme a Ti

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a llenarme de tu Espíritu,

para ofrecerme al pregón de tu Reino

Que tu Bautismo, Señor,

sea para mí, causa de crecimiento

llamada a la sinceridad y a la valentía

a la generosidad y al testimonio

a la verdad y a la firme respuesta

Amén.

5.- Y QUE PASÓ HACIENDO EL BIEN…

Por Ángel Gómez Escorial

1. - Hemos llegado al final del Tiempo de Navidad, que sin duda ha pasado muy deprisa. Y ahora, aquí estamos ante esta
fiesta del Bautismo del Señor, puerta de su vida pública y que a nosotros, litúrgicamente, nos sitúa ya en el Tiempo
Ordinario. La celebración de hoy tiene unos textos de una gran belleza que es bueno que meditemos sobre ellos. Nos
afectan a todos porque somos bautizados en fuego y en Espíritu, como diría Juan al anunciar el bautismo de Jesús, que
es el que hemos recibido nosotros.

2. - "La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará". "Jesús de Nazaret, ungido por Dios con el
Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él"
Impresionantes textos de Isaías y del libro de los Hechos de los Apóstoles. No quebrar la caña cascada ni apagar el
rescoldo débil, curar a los oprimidos ello trae un mensaje de paz, con suavidad física y espiritual y mucho consuelo.
Estamos, sin duda, ante unas frases muy hermosas, de las más bellas de toda la Escritura y que reflejan el talante la
actividad del Señor Jesús. Luego, él acude al Jordán y humildemente se acerca a Juan el bautista. Al salir del agua el
Espíritu en forma de paloma y la voz del Padre van a mostrar, en forma evidente, la presencia de la Trinidad. Hay mucha
paz, suavidad, humildad y servicio a los demás en las lecturas y ello debería tener mejor reflejo en los cristianos y, sobre
todo en este tiempo de violencias.

3. - Pedro hace como un resumen biográfico de Jesús ante los nuevos conversos, ante aquellos que ahora quieren creer
y que, sin embargo, le dieron la espalda en los días malos de la Pasión y en dicho resumen va a decir lo más
fundamental de lo que fue la misión de Jesús: “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu
Santo, que paso haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él” Haciendo el bien y
curando a los oprimidos es también nuestra misión y no debemos de olvidarlo, hoy, ahora, cuando salgamos de la
Iglesia, todavía, tal vez, un poco aturdidos por las fiestas navideñas, que, desde luego, ya han pasado. La calle está
abierta, sola, esperándonos. Y muchos hermanos necesitan el bien que les podamos hacer y la curación de sus
enfermedades de cuerpo y Espíritu.

4.- El Papa Francisco nos urgía en Navidad que todos fuéramos Navidad. En este día nos pedirá que todos seamos
Bautismo… o nos acerquemos a la posibilidad de donar a nuestro hermanos, con la fe, la realidad física que el Bautismo

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ofrece a los recién bautizados. Paz y sosiego inconmensurables. Lo que ocurre es que a todos –a casi todos—nos
bautizaron de muy pequeñitos y no nos acordamos… Aunque, desde luego, no seré yo –aquí y ahora—quien desee
entrar en la polémica de la edad ideal para recibir las aguas redentoras, desde luego que no. Pero el Bautismo está tan
dentro de nosotros como antes lo estuvo el pecado original, la falta humana de origen…

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

EN EL JORDÁN: LOS DOS SON HUMILDES, LOS DOS COHERENTES…

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El ciclo del año litúrgico os lo describiré, como tantas veces se hace, como si fuera el relieve del horizonte que nos
circunda. En su origen se va elevando tímidamente en suave pendiente hasta la cima de la Navidad. Junto a ella, a corta
distancia, otra parcialmente menor, que es la Epifanía. Desciende en brusca pendiente, formando un estrecho valle,
que vuelve a elevarse formando un gracioso pico, es el Bautismo del Señor en el Jordán. No llega a desprenderse
apenas, ni forma cresta, es suave llanura. Se nos ofrecen las enseñanzas de Jesús principalmente, por tierras de la
Galilea. Se eleva a continuación el rango del paisaje en las pendientes de la Cuaresma. La Semana Santa es la cordillera
magna. Triduo Sacro los picos más elevados, sin necesidad de técnicas espirituales de escalada para llegar a ellos.
Vendrá descansada bajada hasta Pentecostés que iluminará las futuras rutas, hasta encontrase de nuevo con el inicio.
Os he contado esto, mis queridos jóvenes lectores, pese a que seguramente ya lo sabéis, para que comprendáis la
importancia de la fiesta que celebramos hoy.

2.- Primero os hablo del lugar. Lo he visitado varias veces. Está bastante bien precisado, se le llama la Betania del otro
lado del Jordán. Sinceramente os digo que no he visto ningún vestigio de lo que pudiera ser esta población, si de un
núcleo urbano se trataba, y que, si así fuera, se encontraba a unos 30km de la Betania que da nombre a nuestro
querido semanario informático. El Jordán aquí forma estrechos meandros, propios de un rio en su tramo final, a punto
de desembocar en el Mar Muerto. No tiene nada que ver con el evangelio lo que os voy a decir, pero os lo señalo. En la
actualidad, en este lugar las aguas pasean lentamente y extraordinariamente sucias. Resulta que el rio santo se ha
convertido en inmensa cloaca del curso medio, tanto por el lado israelí como por el jordano. Parece que no hace mucho
las dos naciones se han puesto de acuerdo para que antes de entrar en el río, las aguas sean depuradas.

3.- El bautismo es un baño litúrgico practicado por el fiel judío para su limpieza espiritual y para significar la
incorporación al grupo. Os lo digo porque tanto se practicaba para la admisión de prosélitos, como para el progreso
entre los “cofrades” de Qumram. Si no era en un río, al sitio se le llama miqvé y todavía se conservan algunos antiguos.
Dos en Cataluña.

4.- Juan, en su vocación de precursor, se sirvió de este método. Más que incorporación a un grupo, el gesto de bautizar,
tan típico de él, que hasta le dio nombre, significaba aceptación. Aceptación dura de la propia limitación, de la
indiferencia, de la maldad individual. Era la ceremonia final que realizaban los que le escuchaban y estaban de acuerdo
con su doctrina. Gesto, pues, de humillación, de modestia y de fidelidad a Dios.

5.- Y allí se acerca el ya maduro galileo, desconocido para la plebe pero no para el Bautista. Y allí solicita, con gran
asombro para Juan, que algo sabe respecto al Masías, sus funciones y su imagen simbólica. Se cargó por primera vez
histórica con nuestros pecados y los sepulto en las aguas del Jordán. Los dos son humildes, los dos coherentes, los dos
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aceptando o expresando el misterio. Hoy escribo más rápidamente que de costumbre y debo acabar ahora, una serie de
incidencias me lo exigen. Espero que lo que lo que os he dicho os ayude a celebrar esta fiesta.

Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad
para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más
determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de
nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es
la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos
por su Hijo Jesucristo.

Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte
del libro de Isaías (40), cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le
conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la
liberación del destierro de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros
cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción
profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a ese personaje misterioso del que habla
el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de una Alianza
nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que motivó este canto del profeta, y muchos
hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana
primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz
de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

IIª Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de la "gracia de Dios"

II.1. La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como
salvación de todos los hombres. Dios es nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los
pecadores. Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma práctica de entender qué es lo que
supone el bautismo cristiano: un modo de entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la
misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fundamenta en una vida
justa y religiosa y no en la impiedad mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo,
y no por nuestros méritos.

II.2. La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca
expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de
Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios,
estamos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo: ponerse en las manos de Dios

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III.1. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se
puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética
y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el
movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la
Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible
volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la
humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a
servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene
a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva.
Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que
dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.

III.2. Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el Espíritu de Dios se
promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no
es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. Lucas es el
evangelista que cuida con más esmero los detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán,
precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello que se refiere a la
Encarnación y a la Navidad.  No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero
también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.

III.3. Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús,
que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar
su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los que tensan su
vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el
bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la
verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de
Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua
del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología
cristiana que quiere Lucas.

III.4. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se
ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los
verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha
necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las
cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser
profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar
del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo
y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la
revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo,
necesita el Espíritu como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar.

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