La Luz Es Como El Agua
La Luz Es Como El Agua
La Luz Es Como El Agua
Lee el cuento “La Luz es como el agua” y respondes los siguientes puntos
1. Cuales premios se ganaron los niños en el colegio y que querían obtener al ganarlos.
2. Cuanto tiempo duran los acontecimientos contados en la historia, entre qué meses ocurren,
explica.
3. ¿Cuál es el lugar de origen de los niños?
4. ¿Cuál fue el segundo regalo que pidieron los niños?
5. ¿En qué lugar ocurre el desenlace del cuento?
6. ¿De dónde sacaron los niños que “la luz es como el agua”?
7. Cuente con sus palabras 3 hechos reales y 3 de realismo mágico.
Totó, de nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres creían.
-Para empezar -dijo la madre-, aquí no hay más aguas navegables que la que sale de la
ducha.
Tanto ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un patio
con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En cambio, aquí en
Madrid vivían apretados en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. Pero al
final ni él ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos con su
sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo habían
ganado. Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a
pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de
flotación.
-El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-. El problema es que no hay cómo
subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible.
Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para subir
el bote por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.
-Ahora nada -dijeron los niños-. Lo único que queríamos era tener el bote en el cuarto, y ya
está.
La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños,
dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida
de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de
la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces
cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un
seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó me preguntó cómo era que la luz
se encendía con sólo apretar un botón, y yo no tuve el valor de pensarlo dos veces.
-La luz es como el agua -le contesté: uno abre el grifo, y sale.
De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche, aprendiendo el manejo del
sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban del cine y los encontraban dormidos
como ángeles de tierra firme. Meses después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de
pesca submarina. Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
-Está mal que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada
-dijo el padre-. Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
-Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su deber -dijo ella-, pero por un
capricho son capaces de ganarse hasta la silla del maestro.
Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que habían sido los últimos
en los dos años anteriores, se ganaron en julio las dos gardenias de oro y el reconocimiento
público del rector. Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el
dormitorio los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles siguiente,
mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de
dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y
rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.
En la premiación final los hermanos fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les
dieron diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir nada, porque los padres les
preguntaron qué querían. Ellos fueron tan razonables, que sólo quisieron una fiesta en casa
para agasajar a los compañeros de curso.
El miércoles siguiente, mientras los padres veían La Batalla de Argel, la gente que pasó por la
Castellana vio una cascada de luz que caía de un viejo edificio escondido entre los árboles.
Salía por los balcones, se derramaba a raudales por la fachada, y se encauzó por la gran
avenida en un torrente dorado que iluminó la ciudad hasta el Guadarrama.
Llamados de urgencia, los bomberos forzaron la puerta del quinto piso, y encontraron la casa
rebosada de luz hasta el techo. El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en
la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila
que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la
plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los
instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre
los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos
y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes
de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de
mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último
episodio de la película de media noche prohibida para niños.
Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote,
aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le
alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la
estrella polar con el sextante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de
clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno
de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a
escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al
mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de
San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la
Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados,
sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de
navegar en la luz.
FIN
Solució n
1. Se ganaron el laurel del tercer añ o de primaria, también se ganaron las dos
gardenias de oro y el reconocimiento pú blico del rector y en la premiació n final
fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les dieron diplomas de excelencia
2. La historia es transcurrida alrededor de un añ o, pues pidieron el bote en navidad
(diciembre), a mitad de añ o se ganaron las gardenias de oro (julio) y al final del añ o
fueron premiados supongo que en diciembre o noviembre.
3. El lugar de origen de los niñ os es Cartagena de indias
4. El segundo regalo que los niñ os pidieron fue un equipo de buceo que incluyera
má scaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
5. El desenlace ocurre en Madrid-Españ a ahogado en el piso quinto del nú mero 47
del Paseo de la Castellana
6. Ellos sacaron que la luz es como el agua porque en un seminario de poesía sobre
los utensilios domésticos, Totó pregunto có mo era que la luz se encendía con un
solo botó n y Joel respondió , la luz es como el agua uno abre el grifo y sale