P4. TEORIA Hipnosis

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Tratamiento Psicológico

La hipnosis
2017

Manuel Herrero
LA HIPNOSIS

1. CONCEPTO
La APA (2004) afirma que la hipnosis implica habitualmente una introducción al
procedimiento durante la que se dice a un sujeto que se le presentarán sugestiones de
experiencias imaginativas. Considera que una inducción hipnótica es una sugestión
extensa para usar la imaginación que se presenta al comienzo, y puede incluir más
detalles que la mera introducción. Señala que al usar la hipnosis, una persona (el sujeto)
es guiada por otra (el hipnotizador) para que responda a las sugestiones de cambios en
la experiencia subjetiva, alteraciones en la percepción, sensación, emoción, pensamiento
o conducta.
Por su parte la Sociedad Británica de Psicología (2001/2002) señala que el
término “hipnosis” designa la interacción que se da entre una persona, el
“hipnotizador”, y otra persona o personas, el “sujeto” o “sujetos”. En esta interacción, el
hipnotizador intenta influir en la percepción, sentimientos, pensamientos y conductas de
los sujetos, pidiéndoles que se concentren en una idea o imagen capaces de evocar los
efectos que se pretenden conseguir.
Las comunicaciones verbales que el hipnotizador emplea para alcanzar esos
efectos se denominan sugestiones. La diferencia entre las sugestiones y cualquier otra
clase de instrucciones, radica en que la sugestión implica que las respuestas
experimentadas por los sujetos tendrán un carácter involuntario o se experimentarán sin
esfuerzo.
Finalmente, autores muy relevantes en el campo de la hipnosis como Kilshtrom
y Kirsch han definido la hipnosis como el procedimiento en el que una persona
denominada “hipnotizador” sugiere cambios en las sensaciones, percepciones,
sentimientos, pensamientos y/o acciones en una persona denominada “sujeto” o
“participante” (Kilshtrom, 1985; Kirsch, 1994).

2. LA HIPNOSIS COMO CATALIZADOR TERAPÉUTICO


Como señalan Lynn, Kirsch, Neufeld y Rhue (1996) la hipnosis está disfrutando
de una nueva ola de popularidad, que es superior a la ocurrida en otros finales de siglo
(Pérez, 1996). En efecto, hoy en día la utilización de la hipnosis en la investigación y en
la práctica terapéutica ha recobrado una gran importancia, como lo prueba la cantidad
de artículos de revistas y libros que se publican sobre este área de la psicología. Esa
relevancia también se observa en las diversas asociaciones y sociedades de hipnosis que
se van constituyendo por todo el mundo (A. Capafons, 1991; Lynn y Rhue, 1991).
Evidentemente, con estos datos se puede afirmar que estamos ante otro resurgimiento
del empleo de la hipnosis, que pudiera ser el último y definitivo de ese perpetuo
movimiento pendular entre la aceptación y el total rechazo que ha experimentado la
hipnosis a lo largo de su ya dilatada historia (Capafons y Amigó, 1993b; Tortosa,
González Ordi, y Miguel-Tobal, 1993).
Una de las diferencias más importantes de la utilización de la hipnosis en este
nuevo resurgimiento respecto al de otras épocas es que, en los períodos anteriores, se
contemplaba la hipnosis como un modo diferenciado de tratamiento con sugestiones
directas para la eliminación de los síntomas (Kirsch, Montgomery, y Sapirstein, 1995),
y ahora se suele emplear dentro del marco de un acercamiento terapéutico más amplio

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(González-Ordi y Miguel-Tobal, 1993; Kirsch, 1990; Lynn, Kirsch, y Rhue, 1996;
Rhue, Lynn, y Kirsch, 1993; Spinhoven, 1987). Desde esta perspectiva, la hipnosis no
es considerada como una terapia en sí misma, sino como un adjunto a las diferentes
terapias existentes o, expresado al modo de T.X. Barber, como un catalizador de las
psicoterapias (T.X. Barber, 1985). Así, a través de diversos estudios se ha comprobado
empíricamente que la hipnosis, como adjunto de las terapias conductuales, potencia
factores comunes tales como la expectativa de éxito y la credibilidad del tratamiento
(Spinhoven, 1987); fomenta la eficacia de diferentes tratamientos cognitivo-
comportamentales en un amplio abanico de problemas, tanto en medidas de cambio
conductuales como de autoinforme (Kirsch et al., 1995), de modo particular cuando a
los clientes se les enseña autohipnosis para practicar en casa (Kirsch, 1990). Estos
resultados concuerdan con lo ya señalado por Lazarus (1973), en el sentido de que la
hipnosis puede ser utilizada como un facilitador de las estrategias conductuales.
Aunque veremos más adelante que los diferentes clínicos e investigadores que
emplean la hipnosis en su quehacer distan de compartir unas mismas premisas teóricas y
metodológicas, la mayoría participa de una serie de aspectos que han sido confirmados
de forma empírica (Kirsch y Lynn, 1995; Lynn et al., 1996): la hipnosis no tiene nada
que ver con el sueño; depende más de los esfuerzos y habilidades del hipnotizado que
del hipnotizador; la capacidad para experimentar los fenómenos hipnóticos no implica
ni credulidad ni debilidad; el hipnotizado conserva la capacidad de control sobre su
conducta, así como su capacidad para negarse a las sugestiones e, incluso, para oponerse
a ellas; la mayoría de los hipnotizados no describen su experiencia como "trance" sino
como una focalización de la atención en los eventos sugeridos; la amnesia posthipnótica
espontánea es bastante rara y puede prevenirse; las sugestiones pueden responderse con
o sin hipnosis, y la inducción sólo incrementa la sugestionabilidad en un pequeño grado;
los procedimientos hipnóticos no son peligrosos cuando son aplicados por personal
cualificado; la mayoría de los hipnotizados ni fingen ni simplemente acatan las
sugestiones; la hipnosis no incrementa la precisión de la memoria ni fomenta una
reexperiencia literal de los sucesos de la infancia; no es un método fiable para recuperar
recuerdos reprimidos y, por contra, incrementa la probabilidad de crear falsos
recuerdos; y, para finalizar, podemos decir que hay una ligera diferencia en eficacia a
favor de las técnicas que utilizan sugestiones directas, tradicionales, frente a las que
emplean sugestiones más indirectas o “permisivas”. Para llegar a desarrollar todos estos
puntos de concordancia se ha tenido que recorrer un largo camino, jalonado casi
alternativamente de consideración mística o esotérica de la hipnosis, y de intentos de
investigarla con rigor metodológico.

3. MITOS O CREENCIAS ERRÓNEAS SOBRE LA HIPNOSIS


Por contraposición a estos puntos de concordancia existentes entre muchos
clínicos (sobre todo de la corriente cognitivo-conductual) e investigadores, existen una
serie de creencias erróneas o mitos acerca de la hipnosis entre las personas legas en la
materia (y algunas que supuestamente no lo debieran ser tanto). Los mitos sobre la
hipnosis se pueden clasificar de muchas maneras, de forma más o menos arbitraria.
Algunos se pueden encuadrar en otros más generales. Si algunas veces un mito se extrae
de otro más general, es debido al grado de extensión que el mito particular tiene entre la
población general o a la importancia que tiene el no olvidarlo a la hora de la
intervención psicológica (para una argumentación con cierto detalle de las creencias
erróneas acerca de la hipnosis ver, por ejemplo, Capafons, 1998). Aquí hemos
organizado los mitos en solo 12.

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Mito 1:
El hipnotizado queda bajo el control del hipnotizador, quien puede obligarle a
hacer lo que quiera (ej. revelación de secretos o cometer delitos).
Mito 2:
La persona hipnotizable es crédula y tiene una mente débil, es poco inteligente o
sufre algún tipo de psicopatología.
Mito 3:
Una vez la persona “entra” en hipnosis sólo puede “salir” con la persona que la
hipnotizó, si no se queda enganchada.
Mito 4:
La hipnosis supone un estado especial, es una forma de sueño y provoca una
pérdida de consciencia.
Mito 5:
El hipnotizador ha de ser una persona enérgica, con poderes misteriosos, no
comunes, mágicos.
Mito 6:
La hipnosis es peligrosa, puede causar dependencia y, lo que es peor,
psicopatología.
Mito 7:
La hipnosis es una forma de terapia en sí misma.
Mito 8:
Solo algunas personas pueden ser hipnotizadas y solo los muy hipnotizables
pueden beneficiarse de sus efectos.
Mito 9:
La hipnosis no es científica, ni es tarea para científicos, sólo para charlatanes de
feria, o de TV.
Mito 10:
La hipnosis exige del hipnotizado una actitud pasiva, que no puede hablar en
hipnosis ni recordar nada de lo sucedido durante ella cuando “sale”.
Mito 11:
La hipnosis dota al hipnotizado de poderes extraordinarios (p.ej., una memoria
increíble sobre el pasado y para el futuro).
Mito 12:
Para hipnotizar a una persona es imprescindible utilizar la relajación.

4. TEORÍAS DE LA HIPNOSIS, HOY


Hasta hace no hace tantas décadas existía un gran debate entre los teóricos de la
hipnosis como un estado alterado de conciencia (un trance) y aquellos que negaban la
existencia de tal estado tranceático (sobre todo la corriente cognitivo-conductual). El
panorama de controversia en su "versión fuerte" de las décadas anteriores se ha ido
suavizando, produciéndose una aproximación entre los dos campos (Tortosa et al.,
1993). Este acercamiento se ha debido a dos grupos de datos (Kirsch y Lynn, 1995): el

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primero, porque la inducción hipnótica produce poco aumento de la sugestionabilidad;
el segundo, porque no se ha encontrado ningún indicador fiable (conductual, fisiológico
o de autoinforme) de ese estado alterado hipotetizado. Además, estos últimos autores
señalan que, aunque no se ha llegado a un consenso acerca de la naturaleza de la
hipnosis, ya no es apropiado hablar de dos campos contrapuestos en la década de los
noventa, debido a que no existe ninguna cuestión que separe a todos los teóricos de un
lado de todos los autores del otro, describiéndose mejor las distintas posturas sobre
muchas cuestiones relevantes (estado alterado/no estado; rasgo/contexto), como puntos
en diferentes continuos, en distintas dimensiones ortogonales entre sí.
Siguiendo este planteamiento de continúo propuesto por estos investigadores,
vamos exponer las teorías sobre hipnosis más representativas en la actualidad, situando
en un extremo del continuo a los que consideran que la hipnosis es un estado alterado
distinto del estado normal de vigilia y de otros estados alterados como la ensoñación y
la relajación. Aquí encajarían muchos psicólogos aplicados (no cognitivo-conductuales),
los teóricos psicoanalistas y la mayoría de los fenomenológico-existenciales (entre ellos
algunos seguidores de Milton Erickson). A continuación, señalamos los autores más
relevantes.
De orientación psicoanalítica Nash (1991) defiende que la inducción hipnótica
provoca una regresión psicológica en el hipnotizado caracterizada por alteraciones en la
experiencia del yo y del ello: cambio del procesamiento secundario (pensamiento) al
primario (imágenes); mayor receptividad del ego; mayor espontaneidad e intensidad en
las emociones; sensaciones corporales inusuales; cambios en la experiencia de la
volición; y, finalmente, transferencia.
En su modelo ecléctico del "Cerrajero" J. Barber (1991) plantea que la
inducción hipnótica provoca un estado alterado en el hipnotizado, que en interacción
con el desarrollo de una terapéutica relación arcaica con él, consigue "abrir" sus
capacidades disociativas e imaginativas. Defiende que la hipnotizabilidad es
modificable variando los procedimientos de inducción y/o el tipo de relación
transferencial que se establezca con el paciente.
Bánjai es una autora que también defiende que la hipnosis provoca cambios en
el estado o condición del hipnotizado. Ha elaborado un modelo complejo
biopsicosociológico para explicar la experiencia y la conducta hipnótica (Bánjai, 1991),
en el que se da un peso similar a las dimensiones conductual, experiencial, de relación y
fisiológica. Ha diseñado métodos de inducción activos/alerta (Bánjai y Hilgard, 1976;
Bánjai, Zseni y Túri, 1993), no basados en la relajación.

TEORÍA NEODISOCIATIVA DE HILGARD


En el otro extremo del continuo estado alterado/no estado, tendríamos a teóricos
como Hilgard (Hilgard, 1977, 1991, 1992), que han ido evolucionando en su
concepción de la naturaleza de la hipnosis, y ahora utilizan el término estado sólo de
forma descriptiva y no para indicar que explique o cause la conducta y experiencia
hipnóticas. Su teoría neodisociativa está basada en un modelo cognitivo contemporáneo
de división de conciencia. Postula que existen estructuras cognitivas organizadas
jerárquicamente que, hasta cierto punto, están bajo el control de un "ego-ejecutivo" o
estructura de "control central". Durante la hipnosis, los subsistemas de control
relevantes se disocian de forma temporal del control ejecutivo consciente y son
activados de modo directo por las sugestiones del hipnotizador. Esta reducción del

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control ejecutivo es la causante de la experiencia subjetiva de involuntariedad que suele
acompañar a las respuestas hipnóticas.
Esta teoría se inició con la utilización de la metáfora del observador oculto por
Hilgard y sus colaboradores en estudios experimentales sobre el dolor. Así, las personas
altamente hipnotizables son capaces de informar sobre experiencias ocultas de dolor
durante las sugestiones hipnóticas de analgesia cuando se les indica que tienen una parte
oculta que experimenta dolor durante la analgesia, y que el hipnotizador puede contactar
con esta parte.
La idea y resultados de los estudios sobre el fenómeno del observador oculto
han sido muy criticados. Se ha demostrado que los informes del observador oculto
dependen de la naturaleza y de lo explicitas que sean las sugestiones que reciben los
hipnotizados sobre la naturaleza del observador oculto (Kirsch y Lynn, 1998). De
acuerdo con esta perspectiva, el observador oculto es sugerido implícita o
explícitamente por el hipnotizador por lo que no es diferente de cualquier otro
fenómeno hipnótico.

MODELO DE COMUNICACIONES
También se encuentran en este extremo del continuo autores clínicos como Zeig
y Renning (1991), que, aunque se basan en las aportaciones realizadas por Erickson,
han desarrollado un modelo de comunicaciones para explicar la naturaleza de la
hipnosis, en el que el concepto de trance es irrelevante y afirman que es mejor
eliminarlo para poder ver la hipnosis en su auténtica dimensión: como un proceso
interpersonal, centrado en el cliente.
Para completar los autores que se encuentran en este extremo del continuo
habría que señalar a aquellos que se encuentran en su punto final, que son los que
rechazan de forma explícita el constructo de estado por considerarlo engañoso. Aquí se
encuadrarían los autores cognitivo-conductuales o social-psicológicos, para los que la
conducta hipnótica es sobre todo una conducta social. Postulan que son los aspectos
sociales y situacionales del contexto hipnótico en interacción con elementos cognitivos
tales como las actitudes, las expectativas y las creencias los que dan cuenta de la
experiencia y la conducta hipnótica.

TEORÍA SOCIO-PSICOLÓGICA DEL ROL


Sarbin (1950) fue el primer autor que desafió el concepto tradicional de la
hipnosis como un estado alterado de conciencia. Desarrolló una "teoría del rol" de la
hipnosis que establecía un paralelismo entre la interacción hipnótica y un drama en
miniatura en el que tanto el hipnotizador y el hipnotizado representan roles para seguir
un guión no explícito (Sarbin, 1997). Junto con W.C. Coe llevó a cabo una labor
investigadora (Sarbin y Coe, 1972; Coe y Sarbin, 1991) en la que destacaron la
importancia de varios factores:
1. El conocimiento que los participantes tienen sobre lo que se requiere en la
situación hipnótica.
2. La capacidad imaginativa, las autopercepciones, las percepciones relacionadas con
el rol y las expectativas.
3. Las características y demandas de las situaciones hipnóticas que guían la forma en
que se representa el rol.

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Lynn y Kirsch (2005) han advertido que, con frecuencia, esta teoría se interpreta
de modo inadecuado y se describe de forma incorrecta en términos de "desempeño de
roles", lo que implicaría que el sujeto hipnotizado está simplemente simulando. Estos
autores señalan que todos representamos muchos roles sociales en nuestras vidas (de
padre, hijo, estudiante, profesor, amigo, colega, supervisor, supervisado, etc.). Estos
roles moldean de modo profundo nuestra conducta. Añaden que decir que estamos
representando, por ejemplo, el rol de padre no implica que simplemente estemos
fingiendo ser padre. De la misma forma, cuando las personas toman el rol social de
persona hipnotizada, no están simplemente fingiendo estar hipnotizados. Esto es así ya
que, como afirmó Sarbin (1950), la persona hipnotizada cree en las imaginaciones que
constituyen la base de la experiencia hipnótica.

TEORÍA COGNITIVO-COMPORTAMENTAL
T.X. Barber (T.X. Barber, 1969, 1979), ha postulado que la conducta y la
experiencia hipnótica son el resultado interactivo de diferentes variables contextuales,
cognitivas y sociales. En concreto, serían las actitudes, las creencias y la motivación de
las personas para ser hipnotizadas, en conjunción con las características de los
procedimientos de inducción hipnóticos y de las sugestiones que recibieran, las que
consiguen que la persona piense "como si" estuviera protagonizando una escena de una
película: la de ser hipnotizado.

TEORÍA SOCIO-PSICOLÓGICA DE SPANOS


Spanos (Spanos, 1991; Spanos y Chaves, 1989), es el autor más prolífico de
todos los teóricos de la hipnosis, y ha ampliado la teoría del rol de Sarbin y la teoría
cognitivo-comportamental de Barber. Postula que la hipnosis es como cualquier otra
conducta social, una actividad dirigida a una meta en el que el agente es el hipnotizado,
que sintoniza con las demandas contextuales y guía su conducta y experiencia hipnótica
en función de las interpretaciones que haga de las contingencias situacionales y de los
objetivos que quiera alcanzar. Este autor ha subrayado la importancia de los procesos
socio-psicológicos (expectativas, atribución e interpretación de las comunicaciones
hipnóticas y de la propia conducta), y de las actividades dirigidas a un objetivo y
respuestas estratégicas (imaginación, fantasía, y a qué se presta atención). Observó que,
con frecuencia, las sugestiones contienen estrategias que ayudan a la persona a
responder de forma apropiada. De esta forma, el estilo de verbalización de las
sugestiones favorece la experiencia de que las respuestas a las sugestiones sean
consideradas "hechos" o "sucesos" involuntarios, y no acciones deliberadas. Por
ejemplo, para favorecer la respuesta de levitación de la mano, el terapeuta puede
sugerir: "Tu mano se vuelve cada vez más ligera, se eleva por sí misma". Aquí podemos
observar que la sugestión implica que la mano se levantará de forma involuntaria.
Además, la experiencia de involuntariedad se favorece cuando el hipnotizado utiliza las
por él llamadas "fantasías dirigidas a un objetivo" (FDO). Así, en el ejemplo anterior en
la que se aplica una sugestión de levitación de la mano, utilizarían una FDO si
imaginaran que un balón de helio levanta su mano.

TEORÍA DE LA EXPECTATIVA DE RESPUESTA

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Kirsch (1985, 1990, 1991, 1994), por su parte, defiende una postura de
aprendizaje social para la hipnosis que continua la labor de Rotter. Aunque no excluye
la posibilidad de que un factor cognitivo como la imaginación, la absorción o la
propensión a la fantasía puedan intervenir a la hora de producir la conducta y la
experiencia hipnótica, postula que son esencialmente las expectativas de respuesta las
que provocan la respuesta hipnótica. Las expectativas de respuesta son anticipaciones de
respuestas automáticas, conductuales y subjetivas que, ante claves situacionales
concretas, activan respuestas automáticas al modo de las profecías autocumplidas.
Señala que existen muchos métodos de inducción diferentes y que todos actúan como
placebos, ya que no contienen ningún ingrediente activo. El único componente esencial
de estos métodos es que el hipnotizado crea en el procedimiento. Kirsch afirma que las
conductas y experiencias de los hipnotizados están relacionadas con sus expectativas
(Wickless y Kirsch, 1989). Pone como ejemplos el que los participantes de Mesmer
convulsionaban mientras que los de los hipnotizadores posteriores se relajan.

MODELO INTEGRADOR DE LYNN


Lynn y sus colaboradores (Lynn y Rhue, 1991; Lynn y Sivec, 1992) han
elaborado un modelo teórico integrador, en el que se concibe al hipnotizado como a un
agente creativo de solución de problemas, como a un activo buscador e integrador de
toda la información que recibe de las distintas fuentes personales, situacionales e
interpersonales presentes en la situación hipnótica. Situación que tiene paralelismo con
conductas en contextos cooperativos caracterizados por relaciones asimétricas, con
guión preestablecido entre los participantes (psicoterapia).

TEORÍA DEL SET DE RESPUESTA


Kirsch y Lynn han unido esfuerzos (Kirsch y Lynn, 1997, 1998, 1999; Lynn,
1997) y han elaborado una teoría a partir de la observación de que la mayor parte de las
acciones del ser humano no está prevista y es automática y ponen como ejemplo la
forma de las letras mientras escribimos. Esta teoría propone que todas las acciones
(rutinarias o nuevas, planificadas o espontáneas, hipnóticas o cotidianas), se inician
cuando se activan (de una forma automática), y no tanto por una intención consciente.
Las acciones están dispuestas para ser activadas automáticamente por los sets de
respuesta, formados por esquemas o guiones de conductas, planes, intenciones y
expectativas.
Estos autores afirman que tanto lo que consideramos normalmente como
intenciones como lo que consideramos expectativas son, las dos, estados temporales de
disposición a responder de un modo determinado a un estímulo concreto en condiciones
particulares. La diferencia estaría únicamente en la atribución que la persona realiza
sobre el carácter volitivo del acto anticipado. Así, intentamos realizar conductas
voluntarias como acelerar ante el semáforo en verde, y esperamos emitir conductas de
forma automática como llorar en una boda o… responder a una sugestión hipnótica. Si
tanto las conductas intencionales como las que no lo son se inician de una forma
automática, no es la automaticidad experimentada de las respuestas ideomotoras lo que
es una ilusión, sino la experiencia de volición que acompaña a las conductas cotidianas.
Si interpretamos los actos como voluntarios es debido a factores culturales que nos
transmiten las creencias sobre la situación en la que emitimos la conducta y la
consistencia de ésta con motivaciones e intenciones.

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Desde esta teoría se subraya el importante papel que juega la experiencia
subjetiva. Aunque las respuestas hipnóticas pueden ser activadas de forma automática
no es suficiente con la sugestión por sí sola, y es necesario que medie la experiencia
subjetiva de lo sugerido para que se emita la respuesta. Estos autores ponen el ejemplo
de la levitación del brazo. La expectativa de respuesta es que éste se elevará por sí solo.
No obstante, para que el brazo se eleve, es imprescindible que se experimente
subjetivamente ligereza.
Finalmente, dentro de este extremo de rechazo al concepto de estado se sitúa
Fourie (1991) que, en su Teoría Ecosistémica postula, que la hipnosis no es una entidad
sino un concepto que comprende una situación en la que cierto tipo de conductas se ven
como "hipnóticas" y/o "involuntarias" por un proceso de calificación mutua continua, de
co-construcción de los participantes (observadores incluidos).
Entre los dos extremos anteriores respecto al estado, se encontraría un grupo de
autores que defienden la existencia de un trance o estado alterado, pero que no es único
ni exclusivo de la hipnosis. Así, Spiegel (Spiegel, 1994; Spiegel y Spiegel, 1978, 2004)
considera que la hipnosis es un estado intrapersonal, de trance, que tiene como
característica principal una intensa focalización de la atención, que también se da en
otras situaciones distintas al contexto hipnótico como son: el efecto placebo, el
enamoramiento, la concentración intensa y en los trastornos disociativos.
Finalmente, podemos hacer mención de Edmonston (1991). Autor que aunque
considera que en la hipnosis también se dan procesos disociativos y de regresión
psicológica, dedica su tarea investigadora a demostrar la validez de su identificación de
la hipnosis con otro estado alterado, la relajación, a la que llama "anesis" (del griego
aniesis: "relajarse, dejarse ir").

5. FASES DEL PROCESO HIPNÓTICO


1. Preparación: En la que se plantea al paciente la necesidad de utilizar la
hipnosis, se eliminan los miedos que sienta acerca de este procedimiento y se
evalúa su nivel de la sugestionabilidad.
2. Inducción: Administración de un procedimiento que incremente el nivel de
sugestionabilidad de la persona para que le puedan funcionar mejor las
sugestiones terapéuticas.
3. Sugestiones terapéuticas. Son aquellas sugestiones encaminadas a solucionar
los problemas del cliente.
4. Sugestiones posthipnóticas. Sugestiones que se dan al hipnotizado para que se
cumplan después de que deje de estar hipnotizado. Pueden ser de dos tipos:
1. Terapéuticas.
2. De conexión con:
• Sesión posterior. Para que en la siguiente sesión vuelva a estar
hipnotizado en un período de tiempo más corto utilizando una
clave acordada en la sesión previa.
• Autohipnosis. Aunque también se puede empezar de forma
directa enseñando al paciente un procedimiento de inducción
autodirigido (lo que fomenta la sensación de autocontrol).

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6. EFICACIA DE LA HIPNOSIS
La investigación de la hipnosis es muy activa y dinámica (Montgomery y
Schnur, 2005). De acuerdo con estos autores se utiliza como un adjunto a otros
tratamientos para el control de síntomas tanto físicos como psicológicos, demostrando
ser una herramienta eficaz para la mejora de la calidad de vida de muchos pacientes.
Así, se ha mostrado eficaz en el manejo del dolor y de la ansiedad ante ataques de asma;
y posiblemente eficaz en áreas como trastornos del sueño, dejar de fumar, asma,
reducción de peso, depresión, preparación para la cirugía y enuresis (Adachi,
Fujino, Nakae, Mashimo y Sasaki, 2014; Alladin y Alibhai, 2007; Calvert, Houghton,
Cooper, Morris y Whorwell, 2002; Cardeña, 2000; Flammer y Bongartz, 2003; Kirsch,
1996; Kirsch et al., 1995; Lloret, Montesinos y Capafons, 2014; Mendoza y Capafons,
2009; Montgomery et al., 2000; Redd, Montgomery y DuHamel, 2001; Patterson y
Jensen, 2003; Rhue et al., 1993; Simren, Ringstrom, Bjornsson y Abrahamsson, 2004;
Wark, 2008).
En definitiva, a juicio de algunos autores la utilización de la hipnosis es más que
una adición pasajera al bagaje clínico de las herramientas psicoterapéuticas (Lynn y
Kirsch, 2005). Según diversos estudios de metaanálisis se ha visto que adjuntar hipnosis
mejora la eficacia de los tratamientos cognitivo-conductuales (Kirsch, Montgomery y
Sapirstein, 1995; Montgomery, David Winkel, Silverstein y Bovbjerg, 2002;
Montgomery, Duhamel y Redd, 2000) y de los tratamientos psicodinámicos (Smith,
Glass y Miller, 1980). Además, se ha visto que potencia factores comunes como la
expectativa de éxito y la credibilidad del tratamiento (Spinhoven, 1987), sobre todo
cuando se emplea autohipnosis (Kirsch, 1990).
Para finalizar conviene señalar que, en el siglo XXI, no sólo se tiene que
demostrar que un procedimiento terapéutico es eficaz para el tratamiento de un trastorno
concreto. Además, se tiene que demostrar que es más efectivo y/o eficiente que las
estrategias terapéuticas alternativas, y eso todavía está por demostrar con investigación
rigurosa.

Referencias
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