Perls, Fritz Yo, Hambre y Agresion

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F. S.

PERLS

YO, HAMBRE
Y AGRESIÓN
Los comienzos de la terapia gestaltista

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO
Primera edición en inglés, 1947
Segunda edición en inglés, 1969
Primera edición en español, 1975

Traducción de
ÁNGEL SAIZ SÁEZ

Titulo original:
Ego, Hunger and Aggression:
The Begginning of Gestalt Therapy
© 1969, 1947 F. S. Perls

D. R. © 1975 FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


Av. de la Universidad, 975; México 12, D. F.

Impreso en México
A la memoria de
MAX WERTHEIWER
INTRODUCCIÓN

PARA el lector actual, Yo, hambre y agresión representa el


paso del psicoanálisis ortodoxo a la visión gestaltista. Encierra
muchas ideas que, aún ahora, 20 años después, no han pe-
netrado en la psiquiatría moderna.
Los conceptos de la realidad-aquí-y - ahora, del organismo-
como-un-todo y el predominio de la necesidad más urgente
han sido aceptados. Sin embargo, aún no han sido compren-
didos el significado de la agresión como fuerza biológica, la
relación de la agresión con la asimilación, la naturaleza simbó-
lica del Yo, la actitud fóbica en la neurosis y la unidad orga-
nismo-ambiente.
En el último decenio ha sido ampliamente aceptada la teo-
ría de la consciencia, que se practica con los nombres de en-
trenamiento de la sensibilidad y grupos T. Se ha reconocido
la importancia de la expresión no verbal espontánea (como
movimientos de manos y ojos, postura, voz, etc.). En el medio
terapéutico, comienza a darse preferencia al encuentro de un
terapeuta humano no con un caso, sino con otro ser humano,
sobre la situación de diván (llamada objetiva), que produce
fobias.
Son buenos inicios, pero aún queda mucho por hacer. La
probabilidad de que la terapia individual y la terapia a largo
plazo puedan ser, ambas, obsoletas no ha sido aceptada aún
por la gran mayoría de los terapeutas y pacientes. Es cierto
que cada vez son más aceptados los grupos y los talleres, pero
esto se debe más a su viabilidad económica que a su eficacia.
Y sin embargo, la sesión individual debería ser la excepción y
no la regla. Tal vez esto parezca tan herético como otra afir-
mación que hace cierto tiempo hice: tratar de la conducta
fuera del aquí y el ahora es una pérdida de tiempo.
Se ha avanzado mucho desde el tiempo de los enormes des-
cubrimientos de Freud para señalar algo de lo más importan-
te: la acentuación de la autoestima por Sullivan; el concepto
de Berne del juego; el de Roger de la retroalimentación; y
especialmente, el hecho de que Reich trajera a la tierra la

9
10 INTRODUCCIÓN

psicología de las resistencias. Muy prometedor es el desarrollo


desde el síntoma, el carácter y la terapia existencial hasta
llegar a la psicología humanista.
Desde que escribí el manuscrito de Gestalt Therapy, he
desarrollado muchas ideas nuevas. Más importante aún, he lo-
grado por fin salir del atolladero, el punto de statu quo en
que parece quedar detenido el terapeuta medio. Sin una pers-
pectiva adecuada, el terapeuta está perdido desde el princi-
pio. El empleo de la mejor técnica o del concepto más inge-
nioso no impedirá al paciente contrarrestar los esfuerzos del
terapeuta. Esto congela la terapia e impide una auténtica ma-
duración.
Yo, hambre y agresión facilitará la adquisición de esta pers-
pectiva. Como la perspectiva se basa en polaridades y enfo-
camiento, el primer capítulo, aunque no de fácil lectura, es
importante. En cuanto al resto, gran parte de su material his-
tórico es ya anticuado, pero el significado de la agresión mal
enfocada es hoy tan válido como cuando escribí este libro.
Algo que debe desearse con ansia es una vuelta del poder de
la agresión, de la destrucción de ciudades y pueblos, a la asi-
milación y el crecimiento... algo terriblemente improbable.

FREDERICK S. PERLS
PROPÓSITO

El psicoanálisis tiene su firme base en la obser-


vación de los hechos de la vida mental; y por esa
razón su superestructura aún es incompleta y está
sujeta a alteración constante.
FREUD

EL OBJETIVO de este libro consiste en examinar algunas reac-


ciones psicológicas y psicopatológicas del organismo humano
dentro de su medio. El concepto central es la teoría de que el
organismo lucha por mantener un equilibrio que continua-
mente se ve perturbado por sus necesidades y que se recupera
por medio de su satisfacción o eliminación. Las dificultades
que surgen entre el individuo y la sociedad tendían como re-
sultado la producción de delincuencia y neurosis. La neuro-
sis se caracteriza por muchas formas de evasión, especialmente
la evasión de contacto.
Las relaciones existentes entre el individuo y la sociedad
y entre los grupos sociales no pueden entenderse sin conside-
rar el problema de la agresión.
En la guerra actual no existe otra palabra más empleada o
más despreciada que la de "agresión". Se ha publicado un
gran número de libros que no sólo condenan la agresión, sino
que tratan de encontrarle un remedio; sin embargo, no se ha
aclarado suficientemente ni el análisis ni el sentido de la agre-
sión. Ni aun Rauschning llega a la fundamentación biológica
de la agresión. Por otro lado, los remedios prescritos para cu-
rar la agresión son siempre los mismos viejos agentes repre-
sivos sin eficacia: idealismo y religión.
Nada hemos aprendido sobre la dinámica de la agresión a
pesar de que Freud nos advirtió que las energías reprimidas
no sólo no desaparecen, sino que pueden llegar a ser más pe-
ligrosas y efectivas cuando se las mantiene ocultas.
Cuando me decidí a examinar la naturaleza de la agresión,
me convencí cada vez más de que no existía esa energía lla-
mada agresión, sino que la agresión era una función bioló-
11
12 PROPÓSITO

gica que en nuestra época se ha convertido en un instru-


mento de locura colectiva.
Aunque por el empleo de los nuevos instrumentos intelec-
tuales holismo (concepción de campo) y semántica (el sig-
nificado del significado) nuestra visión teórica ahora puede
mejorar enormemente, respecto a la agresión colectiva, lamen-
to no estar en posición de ofrecer un remedio práctico.
En vez de dirigir la mirada hacia la neurosis y la agresión
desde un punto de vista puramente psicológico, el enfoque
holístico-semántico revela cierto número de deficiencias aun
en los métodos psicológicos mejor desarrollados: en concreto,
el psicoanálisis.
El psicoanálisis acentúa la importancia del inconsciente y
del instinto sexual, del pasado y de la causalidad, de las aso-
ciaciones, la transferencia y las represiones, pero subestima
o bien desprecia, las funciones del Yo y del instinto del ham-
bre, del presente y de la intencionalidad, de la concentración,
las reacciones espontáneas y la retroflexión.
Después de haber llenado las lagunas y examinado los tér-
minos psicoanalíticos dudosos tales como libido, instinto de
muerte y otros, el objetivo del nuevo concepto será demostra-
do en la segunda parte, que trata de la asimilación mental y
el carácter paranoico.
La tercera parte pretende ofrecer instrucción detallada re-
ferente a una técnica terapéutica producto de la perspectiva
teórica cambiada. Como se supone que la evasión es el sín-
toma central de los desórdenes nerviosos, he remplazado el
método de asociaciones libres o de flujo libre de ideas por
el antídoto de evasión o la concentración.
Primera Parte
Holismo y psicoanálisis
I. EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL

EL ANSIA de conocer todo acerca de uno mismo y de los de-


más hombres ha impulsado a los intelectuales jóvenes de
todos los tiempos a dirigirse hacia grandes filósofos buscando
información sobré la personalidad humana. Algunos lograron
una visión satisfactoria, pero muchos se quedaron insatisfe-
chos y desilusionados. Y es que encontraron muy poco realis-
mo en la filosofía y en la psicología académica o se sintieron
inferiores y estúpidos, aparentemente incapaces de captar con-
ceptos filosóficos y científicos tan complicados.
Durante un largo periodo de mi propia vida yo mismo per-
tenecí a aquellos que, aunque interesados, no pudieron obte-
ner beneficio alguno del estudio de la filosofía y psicología
académicas, hasta que me encontré con las obras de Sigmund
Freud, que todavía estaba entonces completamente fuera de
la ciencia académica, y con la filosofía de la "indiferencia
creativa" de S. Friedlaender.
Freud demostró que el hombre ha creado la Filosofía, la
Cultura y la Religión y que, para resolver los enigmas de
nuestra existencia, debemos tomar nuestra orientación del hom-
bre y no de ningún otro agente exterior, como han sostenido
todas las religiones y muchos filósofos. La interdependencia
del observador y de los hechos observados, según la postula
la ciencia actual, ha sido plenamente confirmada por los des-
cubrimientos de Freud. En consecuencia, no se debe conside-
rar su sistema sin incluirlo a él mismo como el creador.
Apenas hay esfera alguna de la actividad humana en que
la investigación de Freud no haya sido creadora o al menos
estimulante. Para poner orden en las relaciones de los mu-
chos hechos observados, desarrolló cierto número de teorías
que, conjuntadas, formaron el primer sistema de una psicolo-
gía genuinamente estructural. Desde la época en que Freud
edificó su sistema sobre la base, por una parte, de material
inadecuado y, por otra, de ciertos complejos personales, he-
mos logrado tanta comprensión científica nueva que podemos
intentar reforzar la estructura del sistema psicoanalítico en

15
16 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

los puntos en que resulten más obvios su falta de compleción


y hasta sus defectos:
a) En el tratamiento de los hechos psicológicos como si
existieran aislados del organismo.
b) En el empleo de la psicología linear de asociación como
la base para un sistema de 4 dimensiones.
c) En el descuido del fenómeno de diferenciación.
En esta revisión del psicoanálisis pretendo:
a) Remplazar el concepto psicológico por un concepto or-
ganicista (I.8).
b) Remplazar la psicología de asociación por la psicología
de gestalt (I.2).
c) Aplicar el pensamiento diferencial, basado en la "indi-
ferencia creativa" de S. Friedlaender.
El pensamiento diferencial muestra cierto parecido con la
teoría dialéctica, pero sin sus implicaciones metafísicas. Por
ello tiene la ventaja de ahorrar discusiones acaloradas sobre
el tema (ya que muchos lectores habrán adquirido o bien un
entusiasmo o una idisiosincrasia contra el método y la filo-
sofía dialécticos) sin sacrificar el valioso núcleo contenido en
el modo dialéctico de pensar.
Se puede emplear mal el método dialéctico y así se ha he-
cho con frecuencia: a veces hasta puede uno sentirse incli-
nado a aceptar las observaciones de Kant respecto a que la
dialéctica es un ars sophistica disputatoria, una charla inútil
(Geschwaetzigkeit), actitud que, sin embargo, no le impidió
aplicar en su caso el pensamiento dialéctico.
Mucho puede objetarse al idealismo dialéctico de Hegel
como intento filosófico para remplazar a Dios con otros con-
ceptos metafísicos. La transposición de Marx del método dia-
léctico del materialismo es un progreso, pero no una solución.
Su mezcla de la investigación científica con el pensar según
el deseo tampoco ha logrado el realismo dialéctico.
Mi intención es trazar una distinción clara entre la dialéc-
tica como un concepto filosófico y la utilidad de ciertas reglas
según fueron encontradas y aplicadas en la filosofía de Hegel
y Marx. Estas reglas coinciden aproximadamente con lo que
17 EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL

podríamos llamar "pensamiento diferencial". Personalmente


soy de la opinión de que, en muchos casos, este método es un
medio apropiado para llegar a una nueva comprensión cientí-
fica que lleve a resultados cuando otros métodos intelectua-
les, por ejemplo el pensar en términos de causa y efecto, fra-
casan.
Muchos lectores se resistirán a seguir una discusión más
bien teórica como introducción a un libro que trata de psico-
logía práctica. Pero necesitan entrar en contacto con ciertos
conceptos básicos que penetran la totalidad de este libro. Aun-
que el valor práctico de estas ideas aparecerá tan sólo a tra-
vés de su aplicación repetida, se debería, al menos desde el
principio, conocer su estructura global. Este método tiene ade-
más otra ventaja: anteriormente se aceptaba que el científico
observa cierto número de hechos y deduce de ellos conclu-
siones. Sin embargo, hemos llegado a considerar que las ob-
servaciones de cualquier persona están dirigidas por intereses
específicos, por ideas preconcebidas y por una actitud —con
frecuencia inconsciente— que reúne y selecciona consecuente-
mente los hechos. Dicho de otra forma, no existe la ciencia
objetiva, y como todo escritor tiene algún punto de vista sub-
jetivo, cada libro debe depender de la mentalidad del escri-
tor. En psicología, más que en otra ciencia, el observador y
los hechos observados son inseparables. Se obtendría la más
definitiva orientación si pudiéramos encontrar un punto des-
de el cual el observador pudiera obtener la visión más com-
prehensiva y menos distorsionada. Creo que este punto de vis-
ta fue descubierto por S. Friedlaender.
Friedlaender, en su libro Indiferencia creativa, ofrece la teo-
ría de que todo evento se relaciona con un punto cero a par-
tir del cual se realiza una diferenciación en opuestos. Estos
opuestos manifiestan, en su concepto específico, una gran afi-
nidad entre sí. Al permanecer atentos al centro, podemos ad-
quirir una capacidad creativa para ver ambas partes de un
suceso y completar una mitad incompleta. Al evitar una visión
unilateral logramos una comprensión mucho más profunda de
la estructura y función del organismo.
Nos servirá de orientación preliminar el siguiente ejemplo:
al observar un grupo de seis seres vivientes: un imbécil (i),
18 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

un ciudadano "normal" (n), un estadista sobresaliente (e),


una tortuga (t), un gato (g) y un caballo de carreras (c), se
nos ocurre inmediatamente que se dividen en dos grupos:
seres humanos y animales, y que entre el número infinito de
características de seres vivos, cada grupo tiene una cualidad
específica: (i), (n) y (e) manifiestan diversos grados de
inteligencia; (t), (g) y (c) diversos grados de velocidad; "di-
fieren" entre sí en inteligencia o velocidad. Si los dividimos
aún más, podemos con facilidad establecer un orden: el IQ
(coeficiente intelectual) de n, será mayor que el de i y
el de e mayor que el de n, lo mismo que la velocidad de g
es mayor que la de t y la de c mayor que la de g (e > n > i;
c > g > t).
Ahora podemos elegir más animales y seres humanos, cada
uno un poco diferente del inmediato según las características
elegidas, y podemos medir las diferencias; podemos, con la
ayuda del cálculo diferencial, hasta llenar las lagunas, pero
al final llegamos a un punto en que los caminos de las mate-
máticas y la psicología parecen separarse.
El lenguaje matemático no conoce "lento" y "rápido", sino
tan sólo "más lento" y "más rápido, pero en psicología tra-
bajamos con términos 'lento", "rápido", "estúpido" o "inteli-
gente". Estos términos están concebidos desde un punto de
vista "normal", que es "in"-diferente a todos aquellos aconte-
cimientos que no nos impresionan por estar fuera de lo ordi-
nario. Somos indiferentes a todo lo que es "no diferenciado"
desde nuestro punto de vista subjetivo. El interés suscitado
en nosotros es "cero".
Este "cero" tiene un significado doble, el de un comienzo y
el de un centro. En el conteo de las tribus primitivas y de los
niños la cifra cero es el comienzo de la hilera 0, 1,2,3, etc.; en
aritmética es la mitad de un sistema más-menos. Es un punto
cero con dos ramas que se extienden en la dirección de más
y menos. Si aplicamos las dos funciones de la cifra cero a
nuestros ejemplos, podemos formar dos hileras o dos sistemas.
Si suponemos que (i) tiene un IQ (coeficiente intelectual)
de 50, (n) de 100 y (e) de 150 podemos construir una hi-
lera: 0, 50, 100, 150. Es éste un orden de inteligencia cre-
ciente, pero si aceptamos un IQ (coeficiente intelectual) de
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 19

100 como normal, entonces tenemos un sistema de más-menos:


—50, 0, +50, en el cual los números indican el grado de dife-
renciación desde el punto cero (centro).
En nuestro organismo realmente hay muchos sistemas cen-
trados alrededor de un punto cero de normalidad, salud, in-
diferencia, etc. Cada uno de estos sistemas se diversifica en
dos opuestos como más-menos, listo-estúpido, rápido-lento.
Tal vez el ejemplo más claro de la esfera biológica es el sis-
tema de placer-dolor. Su punto cero —como se demostrará
más tarde— es el equilibrio del organismo. Cualquier pertur-
bación de este equilibrio es experimentado como doloroso, la
vuelta a él como placentera.
El médico conoce bien el punto cero metabólico (propor-
ción metabolica básica) la cual, aunque se llegue a ella por
medio de una fórmula complicada, tiene el aspecto práctico
de normal = 0. Las desviaciones (metabolismo acrecentado o
disminuido) se expresan en relación al punto cero.
El pensamiento diferencial —la penetración en la manera de
actuar de esos sistemas— nos proporciona un instrumento men-
tal de precisión que no es muy difícil de captar ni de manejar.
Circunscribiré la discusión a estos tres puntos indispensables
para la comprensión de este libro: opuestos, pre-diferencia
(punto cero) y grado de diferenciación.
Las tres figuras Ia, Ib e Ic pueden ayudar para clarificar
mi concepción del pensamiento diferencial en lo que concier-
ne a mis actuales propósitos.
20 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

Figura Ia
Supongamos que A-B representa la superficie de un trozo
de terreno. Tomamos cualquier punto como el punto cero, el
punto a partir del cual comienza la diferenciación.
Figura Ib
Tenemos partes diferenciadas del terreno en un hoyo (H)
y su correspondiente montículo (M). La diferenciación es
gradual y procede simultáneamente (en el tiempo) y exacta-
mente en el mismo grado al otro lado (en el espacio). Cada
palada de tierra produce un déficit en el terreno, que es amon-
tonado como excedente sobre el montículo (polarización).
Figura Ic
Ha terminado la diferenciación. Ha cambiado todo el ni-
vel en dos opuestos, hoyo y montículo.
Pensar en opuestos es la quintaesencia de la dialéctica. Los
opuestos dentro del mismo contexto están más íntimamente
relacionados entre sí que con cualquier otra concepción. En
el campo del color se piensa en el blanco en conexión con el
negro más que con el verde o el rosa. El día y la noche, el
calor y el frío, de hecho miles de esos opuestos están empa-
rejados en el lenguaje diario. Hasta podemos decir que ni el
"día" ni el "calor" existirían ya sea de hecho o de palabra sin
el contraste de sus opuestos la "noche" y el "frío". En vez de
la consciencia, prevalecería una estéril indiferencia. En la ter-
minología del psicoanálisis encontramos cumplimiento del de-
seo-frustración del deseo; sadismo-masoquismo; consciente-in-
consciente; principio de realidad-principio de placer, etcétera.1
Freud vio y señaló como "uno de nuestros descubrimientos
más sorprendentes" que un elemento en el sueño manifiesto
1
Roget, en su Thesaurus, estimó en qué medida el mundo de las pala-
bras existe en opuestos;
"Con el fin de exponer en forma más clara las relaciones entre palabras
que expresan ideas opuestas y correlativas, siempre que el tema admitía un
arreglo de este tipo, las he colocado en dos columnas paralelas dentro de
la misma página, para que pueda contrastarse rápidamente cada grupo de
expresión con los que ocupan la columna adyacente y constituyen su antí-
tesis."
Y más adelante, al señalar que no las palabras sino su contexto dicta los
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 21

o recordado que admite un opuesto, puede representarse a sí


mismo, a su opuesto o a ambos a la vez.
Atrae también nuestra atención al hecho de que en los len-
guajes más antiguos que conocemos los opuestos tales como
luz-oscuridad, grande-pequeño se expresaban con palabras de
la misma raíz (el llamado sentido antitético de las palabras
primarias). En el lenguaje hablado se diferenciaban sus dos
sentidos diversos por la entonación y gestos acompañantes y
en la escritura se diferenciaban por la adición de un termi-
nativo, es decir, un dibujo o signo que no se expresaba oral-
mente por medio de sonidos.
El latín, para nuestras dos palabras "elevado" y "profundo",
solamente tiene una: altus, que significa solamente extensión
en el plano vertical; la situación o el contexo determina si he-
mos de traducir esta palabra por "elevado" o "profundo". Del
mismo modo el sacer latino significa "tabú", lo cual en la traduc-
ción ordinariamente se transcribe como "sagrado" o "execrado".
Pensar según opuestos tiene hondas raíces en el organismo
humano. La diferenciación según opuestos es una cualidad
esencial de nuestra mentalidad y de la vida misma. No es di-
fícil adquirir el arte de la polarización, con tal de que se con-
serve en la mente el punto de pre-diferencia. De otra forma
se cometerán errores que llevarán a un dualismo arbitrario y
equivocado. Para la persona religiosa "cielo" e "infierno" son
antípodas correctos, pero no "Dios y el mundo". En psicoaná-
lisis encontramos el amor y el odio como opuestos correctos,
pero el instinto sexual y el de la muerte como polos inco-
rrectos.
Los opuestos existen por diferenciación de "algo no dife-
renciado", para lo cual sugiero el término "pre-diferente". El

opuestos: "Sucede con frecuencia que la misma palabra tiene varios términos
correlativos, según las diversas relaciones en las que se la considera. De
esta forma la palabra dar se opone lo mismo a recibir que a tomar: la
primera correlación se refiere a las personas implicadas en la transferencia,
mientras que la última está relacionada con el modo de transferir. Viejo
tiene como opuestos lo mismo nuevo que joven según su aplicación a cosas
o a seres vivos. Ataque y defensa son términos correlativos, como lo son
también ataque y resistencia. Resistencia tiene además como correlativo su-
misión. Verdad en abstracto se opone a error, pero lo opuesto de la verdad
comunicada es la falsedad, etcétera.
22 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

punto en el que comienza la diferenciación se llama ordina-


riamente punto cero.2
El punto cero o bien es dado por los dos opuestos (como
en el caso de un imán) o es determinado más o menos arbi-
trariamente. En la medida de las temperaturas, por ejemplo,
la ciencia ha aceptado la temperatura en que se derrite el
hielo como punto 0: el termómetro Fahrenheit, usado ordina-
riamente aún en muchas partes del mundo, elige como punto 0
una temperatura que corresponde a 17.8 de la escala de Cel-
sio. Con fines médicos podría introducirse un termómetro con
la temperatura normal del cuerpo como punto 0. De ordinario
establecemos diferencia entre caliente y frío según la percep-
ción de nuestro organismo. Al abandonar un baño caliente per-
cibimos fría la temperatura de una habitación que describi-
ríamos como agradablemente caliente después de un baño frío.
La situación, el "campo", es un factor decisivo en la elec-
ción del punto 0. Si a Chamberlain, a su vuelta de Munich,
se le hubiera recibido con el coro de "muera el golfo de Hit-
ler", probablemente hubiera habido una protesta por haber
insultado así al jefe de un estado amigo; aunque dos años más
tarde esta frase llegó a ser el slogan de Inglaterra. Hitler era
tan golfo en 1938 como en 1940, pero el punto cero emocional
de los ingleses había cambiado considerablemente.
S. Friedlaender establece una diferencia entre el desapego
sin interés —la actitud de "no me importa"— y la "indiferencia
2
La mayoría de los mitos y filosofías cosmogónicos tratan de explicar
el comenzar a existir del universo suponiendo un estadio primitivo de no-
diferenciación completa. Este estado pre-diferente es el Wu Gi chino, sim-
bolizado por un sencillo círculo O, y denota el no-principio, una concepción
similar al tahu wawohu bíblico (el caos antes de la creación).
El Tai Gi expresa con un símbolo la diferenciación progresiva en opues-
tos y corresponde en su significado a la narración bíblica de la creación.
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 23

creadora". La indiferencia creadora está llena de interés, y se


extiende hacia los dos lados de la diferenciación. No es de nin-
gún modo idéntica a un punto cero absoluto, pero siempre
tendrá un aspecto de equilibrio. Se puede citar como ejemplo
en el campo médico la cantidad de tiroxina en el organismo
humano o el cociente pH: los opuestos (las desviaciones del
punto cero) son la enfermedad de Grave o mixoedema y la
acidosis o alcalinosis respectivamente.3
Debe recalcarse que las dos (o más) ramas de una diferen-
ciación se desarrollan simultáneamente y que, en general, la
extensión es igual en ambos lados. En un imán la intensidad
de la energía tractora de ambos polos aumenta y disminuye
en igual proporción que la distancia de los polos del punto
cero. La cantidad de diferenciación, aunque con frecuencia
no se le preste atención por ser "sólo cuestión de grado", tiene
una gran importancia. La droga benéfica y el veneno mortal,
aunque opuestos en su efecto, sólo se distinguen en grado. La
cantidad se transforma en cualidad. Al descender la tensión el
dolor se convierte en placer y viceversa, por un simple cambio
de grado.
3
Las observaciones de Roget respecto a este tema son: "En muchos ca-
sos, dos ideas totalmente opuestas entre sí admiten una idea intermedia o
neutral, equidistante de las dos: se las puede expresar a todas con términos -
definidos correspondientes. En los siguientes ejemplos, las palabras de la pri-
mera y tercera columna, que expresan ideas opuestas, admiten el sentido
intermedio con referencia al primero:
Identidad Diferencia Contrariedad
Principio Medio Fin
Pasado Presente Futuro
En otros casos la palabra intermedia es simplemente la negación de cada
una de las dos posiciones opuestas, como por ejemplo:
Convexo Plano Cóncavo
Deseo Indiferencia Aversión
A veces la palabra intermedia es el modelo adecuado con el que se com-
para cada uno de los extremos, como en el caso de:
Insuficiencia Suficiencia Redundancia
Aquí el término medio, suficiencia, se opone por igual, por un lado, a in-
suficiencia, y por el otro, a redundancia."
24 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

He aquí un ejemplo de "pensar según opuestos", que puede


servir para demostrar las ventajas de esta forma de pensamien-
to. Supongamos que usted ha sufrido una desilusión. Proba-
blemente se sentirá inclinado a echar la culpa a las personas
o a las circunstancias. Al polarizar la "desilusión" encontrará
como su opuesto: "expectación realizada". De esta forma se
obtiene un nuevo aspecto: el conocimiento de que existe una
relación funcional entre sus desilusiones y sus esperanzas: gran
expectación-gran desilusión; expectación pequeña-desilusión
pequeña; ninguna exceptación-ninguna desilusión.4
Las palabras "diferenciación" y "progreso" se emplean con
frecuencia casi como sinónimos. Los miembros muy diferen-
ciados de una sociedad bien organizada reciben el nombre de
especialistas. En caso de ser eliminados, el funcionamiento co-
rrecto de toda la organización se vería seriamente dificultado.
El desarrollo de un embrión es diferenciación en diversas cla-
ses de células y tejidos con funciones correspondientemente
diversas. Cuando se destruyen células muy complicadas en el
organismo ya completo, se da una regresión hacia la produc-
ción de células menos diferenciadas (por ejemplo cicatrices).
Cuando una persona, con funciones del ego insuficientemente
desarrolladas se enfrenta a problemas de la vida demasiado
difíciles de solucionar, evita estos problemas y no se da un
progreso hacia nuevas diferenciaciones y desarrollos, sino, a
veces, una retrogresión que implica partes de desarrollo previo.
Sin embargo esta regresión raras veces revierte a un nivel de
verdad infantil.
K. Goldstein ha demostrado la existencia de esta regresión
en soldados con lesiones en el cerebro. En estos casos no sólo
dejan de funcionar en forma apropiada aquellas partes de la
personalidad que corresponden a la parte lesionada del cere-
bro, sino que la personalidad completa sufre un retroceso ha-
cia un estado más primitivo. Si bien somos nosotros capaces de
realizar ejercicios intelectuales muy complicados, como aislar
palabras de su significado, haciendo afirmaciones tales como
4
A. S. Eddington ha realizado relativamente hace poco un intento por
polarizar opuestos para formar una nueva teoría del universo, Aquí se llama
a la diferenciación bifurcación y los polos son los campos simétricos (espa-
cio, tiempo y gravitación) y antisimétricos (electromagnéticos).
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 25

"la nieve es negra", esta aseveración es imposible para perso-


nas con ciertas lesiones en el cerebro; como niños se opondrán:
"pero eso no es cierto, la nieve es blanca".
Pretendo en este libro hacer uso total del pensamiento di-
ferencial demostrado más arriba. Por otra parte, pretendo ser
lo más cuidadoso posible en la aplicación de la ley de causa
y efecto. Los descubrimientos científicos recientes5 no sólo
han arrojado dudas sobre el valor universal de esta ley, como
la única capaz de explicar los acontecimientos, sino que tam-
bién la búsqueda indiscriminada, casi obsesiva de "causas",
ha llegado a ser un obstáculo, más que una ayuda en la cien-
cia, lo mismo que en la vida diaria. La mayor parte de la
gente acepta como respuestas satisfactorias a sus "¿por qué?";
La racionalización (lo mató porque lo exigía su honor);
La justificación (lo mató porque lo había ofendido);
La anuencia (fue ejecutado porque la ley estipulaba la pena
de muerte para su crimen);
La excusa (lo mató por casualidad porque se disparó el ga-
tillo);
La identidad (llegó tarde a la oficina porque perdió el au-
tobús);
El propósito (fue a la ciudad porque quería hacer algunas
compras).
Es preferible y produce excelentes resultados abandonar las
explicaciones causales de los acontecimientos y limitarse a una
descripción de ellos: preguntar "¿cómo?" en vez de "¿por qué?"
La ciencia moderna se ha dado cuenta cada vez más de que
todas las preguntas importantes pueden ser respondidas por
medio de una descripción exacta y detallada.
Además, la explicación causal se aplica tan sólo a líneas ais-
ladas de acontecimientos. En la realidad encontramos sobre-
determinación (Freud) o coincidencia —muchas causas de im-
portancia mayor o menor que convergen en un acontecimiento
específico.
5
La teoría de los quanta de Planck y el "principio de incertidumbre" de
Heisenberg y S. Nordinger que brota del comportamiento desordenado de
las energías cuánticas.
26 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

Un hombre ha muerto debido a una teja que cayó del te-


jado de una casa: ¿cuál es la causa de su muerte?
Hay causas innumerables. La hora en que pasó por el lugar
peligroso; la tormenta que aflojó la teja; el descuido del que
edificó; la altura de la casa; el material de que estaba hecha
la teja; el grosor del cráneo de la víctima; el hecho de no
haber visto que la teja caía; etc., ad infinitum.
En el psicoanálisis (mi propio campo de observación), uno
se ve inclinado con frecuencia a decir "eureka" en cuanto uno
cree que ha encontrado la "causa"; a continuación uno ha de
sentirse desilusionado al no realizarse el cambio esperado en
la situación del paciente.
D'Alembert, Mach, Avenarius y otros han remplazado con
la concepción de función (si "a" cambia, "b" cambia) la de
causalidad. Mach llegó tan lejos que llamó a la causalidad
una concepción difícil: "una dosis de causa produce una dosis
de efecto: es un tipo de weltanschauung farmacéutica".
La concepción de función abarca las coincidencias tanto de
un hecho como de su primer motor —su dinámica. Cuando en
este libro empleo la palabra "energía" quiero decir un aspecto
de una función. La energía es inmanente en el acontecimiento.
Es, empleando una definición de F. Mauthner, "la relación
entre causa y efecto", pero no debe considerarse en absoluto
como una fuerza inseparable del acontecimiento que, sin em-
bargo, de alguna forma mágica lo cause.
La filosofía griega empleó la expresión  ( ) sim-
plemente indicando acción, actividad, casi como un sinónimo
de . Sin embargo, más adelante, asumió cada vez más el
significado de una fuerza por la cual eran creados los aconte-
cimientos. El físico J. P. Joule (1818-1889) habla de energías
que Dios confirió a la materia.
Esta concepción teológica de la energía como algo que actúa
detrás de los acontecimientos, que los causa de alguna forma
inexplicable es puramente mágica. La vida y la muerte, las
guerras y las epidemias, el relámpago y la lluvia, los terremotos
y las inundaciones hicieron suponer al hombre que estos fe-
nómenos eran producidos por "energías", "causas", por ejemplo
por "dioses". Se concibió estas energías-dioses según el modelo
humano. En la religión mosaica llegaron a estar simplificadas
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 27

en un dios único, Jehová, que teóricamente debía representar


una energía sin una imagen.
Sin embargo, esta energía era demasiado indiferenciada. Se
trataba de una energía de pantalla que, al explicarlo todo,
nada explicaba. Por eso se crearon nuevos dioses y, para dis-
tinguirlos de las energías-dioses sobrenaturales de los tiempos
antiguos, se les llamó poderes de la naturaleza (por ejemplo
gravitación, electricidad).
Se puede encontrar un ejemplo interesante del "retorno de
lo reprimido" en la obra de Freud. Aquí, la negación de Dios
se ve seguida por el poder dominador de la Libido y más tar-
de se concibe a la "vida" como un conflicto entre Eros y Tha-
natos, entre los dioses del amor y de la muerte.
Si aceptamos que el pensamiento causal es demasiado arbi-
trario y nos orientamos más bien según el pensamiento dife-
rencial y funcional, podremos tratar de conseguir cierta orien-
tación en las múltiples funciones y energías que constituyen
nuestra existencia.
La ciencia ha revelado que dos energías, el magnetismo y
la electricidad (que previamente fueron consideradas dos fuer-
zas distintas), tienen cierto número de funciones en común.
Por ello fueron puestas bajo un único título: electro-magne-
tismo. Por otra parte, contra esta simplificación, han surgido
nuevas complicaciones. Así se supone que la materia muerta,
inorgánica, contiene cantidades impresionantes de energía den-
tro de sus átomos: que fuerzas conjuntadoras gigantescas man-
tienen unidas las partículas del átomo. Se aplican millones de
voltios para desunir estas partículas y para dejar en libertad
las funciones conjuntadoras y en estos procesos de conjuntar
y desconjantar nos hemos encontrado con una ley que, estoy
convencido, puede aplicarse en general.
Todo cambio en la substancia del mundo se realiza en el
espacio y el tiempo. Cada cambio significa que las partículas
del mundo se están acercando entre sí o separando entre sí.
 : todo se encuentra en un estado de flujo —aun la
densidad de la misma substancia cambia con diferencias de
presión, gravitación y temperatura.
Nos proporciona un simple y claro ejemplo la función del
28 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

hierro magnético. Un lado del imán atrae, el otro lado repele


las partículas magnetizadas de hierro y cuanto mayor es la dis-
tancia del punto cero (el punto de indiferencia) mayores son
estas fuerzas. Sin embargo, como regla, las funciones conjun-
tadoras y desconjuntadoras actúan simultáneamente y con fre-
cuencia resulta difícil aislar los opuestos.
En química se llama a esas fuerzas conjuntadoras afinidad.
En la electrólisis la función desconjuntadora de la corriente
eléctrica es obvia. Las tendencias destructoras del rayo o de
los rayos X son tan conocidas como la atracción que caracte-
riza a la gravitación.
El calor es esencialmente una función disgregadora. La pre-
sión atmosférica, por ser una función de la gravitación de la
Tierra, mantiene unida al agua en una forma líquida. Si dismi-
nuimos esta presión (por ejemplo, en el vacío o a una altitud
elevada) o aplicamos calor, superamos la fuerza conjuntadora
de la presión.6
En este libro emplearé el símbolo ¶ para la función o ener-
gía conjuntadora, y  para su opuesto.
Quisiera ofrecer un esquema que, aunque vago, puede pro-
porcionar una idea aproximada de la distribución de las dos
funciones opuestas en las relaciones humanas.

AFECTO ¶¶¶¶
ACTIVIDAD SEXUAL ¶¶¶
SADISMO ¶¶
AGRESIÓN ¶
DEFENSA (destrucción) 

El afecto es la tendencia a establecer un contacto amistoso,


a unirse con la persona por la que se siente, o de la que se
desea, ternura. Existe un deseo permanente de estar en con-
tacto con el amado o con cualquier cosa que pertenezca a
aquel o aquella cuya presencia ininterrumpida se desea.
6
Se explica fácilmente el empleo del calor, en apariencia paradójico, para
soldar a martillo y soldadura —con el fin de unir metales. El calor derrite,
separa las moléculas; la unión se realiza después del enfriamiento.
EL PENSAMIENTO DIFERENCIAL 29

Lo opuesto al afecto es la defensa, la cual (como una ten-


dencia a destruir) se dirige contra cualquier factor perturba-
dor, cualquiera que sea.
Debe recalcarse que destrucción y aniquilación no son en
absoluto idénticos. La aniquilación significa hacer desaparecer
una cosa, hacer "nada" de "algo", mientras que la destrucción,
como lo señala la palabra, significa hacer desaparecer tan sólo
la "estructura". En una cosa destruida permanece el mismo
material, aunque cambie su condición física o hasta química.
El perturbador puede ser un mosquito zumbando a nuestro
alrededor, o un impulso dentro de nosotros que condenamos,
o la agitación de un niño que nos disgusta y consideramos una
maldad. Cualquier cosa de este tipo nos hace irritables y en
todos estos casos queremos aniquilar el factor perturbador, pero
nos contentamos con aplicar la destrucción, ya que la aniqui-
lación real nunca es posible.
Se realiza una seudoaniquilación —como veremos más ade-
lante— con ayuda de ciertos trucos psicológicos conjuradores,
tal y como olvidar, proyectar, escotomizar o por medio de re-
presión o huida del tema.
Entre estos dos extremos he colocado el sadismo como una
mezcla de ¶ y . El sádico ama su objeto y al mismo tiempo
quiere herirlo. Una forma más suave del sadismo es la broma;
su hostilidad velada es fácilmente reconocida por el sujeto
de ella.
La presencia del ¶ en la actividad sexual es obvia. El , por
ejemplo la superación de la resistencia, se reconoce con menos
facilidad. Pero esto puede ser tan predominante que muchas
personas pierden interés en toda actividad sexual cuando el
compañero se entrega demasiado fácilmente. Es aún más di-
fícil darse cuenta de que, en la actividad sexual, el calor actúa
como el factor . Del mismo modo que el calor disminuye el
contacto entre las moléculas, en la vida sexual debe darse un
calentamiento antes de que ¶ entre en juego. Una persona in-
capaz de derretirse, que permanece fría (frígida) y no irradia
calor alguno (que constituye el medio natural para inducir una
respuesta en el compañero), probablemente sustituirá esta ra-
diación esencial con alcohol o soborno (por ejemplo, halagos
o regalos).
30 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

Tan sólo nos queda por considerar la agresión. En la agre-


sión los intentos por entrar en contacto con el objeto hostil son
una expresión del ¶. En la literatura encontramos muchos ejem-
plos de cómo las personas superan grandes dificultades para
descubrir y descargar la venganza sobre el "villano de la obra";
y viceversa: el Gran Lobo Malo sufre mucho para apoderarse
de la pequeña Caperucita Roja.
II. ACERCAMIENTO PSICOLÓGICO

Paciente: "Sí, doctor, he sufrido antes de esto."


Doctor: "¿Le han dado algún tratamiento?"
Paciente: "Sí, fui a ver al doctor X."
Doctor: "¿Y qué le prescribió?"
Paciente: ''Me dio pequeñas pastillas blancas..."

ME PREGUNTO si existe algún médico que nunca haya recibi-


do una respuesta con parecida vaguedad al solicitar detalles
sobre un tratamiento previo. Las "pequeñas pastillas blancas"
en realidad nada indican; pueden referirse a cientos de medi-
cinas completamente diferentes; constituyen una expresión
pantalla.
Con frecuencia nos encontramos con esas expresiones pan-
talla que no tienen un referente preciso y que ocultan, en vez
de revelar. La gente que habla de nerviosismo puede signifi-
car ansiedad, irritabilidad, fastidio, tensión sexual, turbación,
etcétera...
"Pensar" es una de las palabras pantalla más comunes, que
abarca procesos mentales tan heterogéneos como planear, re-
cordar, imaginar, hablar subvocalmente, etcétera.
En un empeño por aclarar nuestras mentes deberíamos evi-
tar las expresiones pantalla y emplear, en su lugar, palabras
que expresen el significado preciso que deseamos comunicar.
En lugar de "pensaba en mi infancia", "pensaba que estaba
usted malhumorado", "pensaba sobre este accidente", debería-
mos decir explícitamente: "recordaba mi infancia", "temía
(imaginaba) que estaba usted malhumorado", "repasaba este
accidente". Ese lenguaje está más cerca de la realidad, expre-
sa con mucha mayor precisión el tipo de acción mental al que
se refiere.
En la acción mental de pensar, el empleo de palabras está
implicado en tal grado que nos sentimos tentados a definir el
pensamiento como subvocal, o hablar silencioso.
Esto implicaría que el pensar se realiza siempre con pala-
bras; pero, por ejemplo, un jugador de ajedrez, al pensar, em-

31
32 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

plea palabras en una extensión mucho menor que su visuali-


zación de las combinaciones de las piezas.
Dicho en otra forma, el habla subvocal es simplemente una
forma, aunque muy frecuente, de pensar.
Podemos discernir los opuestos: habla vocal y subvocal. Pue-
de observarse su estadio prediferencial en los niños y en los
aborígenes como murmullo, rezongo y susurro, y puede darse
una regresión a ese estadio en las personas excitadas, de edad
o dementes.
Se pueden encontrar otros aspectos del pensamiento como
opuestos a creer y adivinar. Pensar es el "medio por el cual"
no sólo anticipamos el futuro, sino que también volvemos fic-
ticiamente al pasado (recordar), construimos imágenes de nos-
otros mismos (fantasear) y jugamos todo tipo de juegos inte-
lectuales sobre el tablero de la lógica (filosofar).
Pensar es una acción en dosis homeopáticas; es un instru-
mento que ahorra "tiempo" y energía. Cuando necesitamos un
par de zapatos se ahorrará mucho tiempo planeando, imagi-
nando o visualizando con anterioridad qué tipo de zapatos nos
gustan y dónde los encontraremos. Dicho con brevedad: anti-
cipamos la acción.
La energía ahorrada de esta forma se desarrolla aún más.
Fundimos diversas experiencias sensorias en "objetos", los eti-
quetamos y operamos con estos símbolos-"mundo" como si
ellos fueran los objetos mismos. No podemos entrar aquí en
detalles acerca de las formas más elevadas de pensamiento: el
pensamiento categórico (a veces llamado abstracto). El pen-
samiento categórico es un cajón de diferentes objetos y abs-
tracciones relacionados que facilitan la orientación humana
dentro del ambiente y su manejo. La pérdida del pensamiento
categórico significa la limitación de la acción y la orientación
(K. Goldstein).
Encontramos aquí otra aplicación de la ley de que la can-
tidad se transforma en cualidad. Al disminuir la intensidad de
la acción, pero manteniendo el incentivo original, la acción se
transforma en pensamiento. De ser éste el caso, deberíamos de
ser capaces de encontrar el punto cero, el estadio de predife-
rencia del pensamiento y de la acción. Los experimentos de
Kohler con monos demuestran que existe ese punto cero. (In-
ACERCAMIENTO PSICOLÓGICO 33

telligenz-prüfungen an Anthropoiden, 1917.) En particular un


experimento muestra una situación en la que el pensamiento
y la acción aún no están diferenciados en la forma apropiada.
Sirve además como introducción a la discusión siguiente de la
psicología de "campo".
Uno de los animales trata de coger una fruta que yace en
el suelo fuera de su alcance. Tiene acceso a cierto número de
cañas de bambú que están huecas y pueden ensamblarse en-
tre sí. Al principio, el animal trata de alcanzar la fruta con
una de las cañas. Después prueba las otras pero descubre que
no tienen suficiente longitud. Al fin parece visualizar una caña
más larga; experimentando logra ensamblar dos cañas y final-
mente logra alcanzar la fruta.
No es difícil darse cuenta de que el mono ha creado un ins-
trumento. La combinación de dos cañas en sí misma no es un
instrumento: tan sólo se convierte en un instrumento en esta
situación específica, al ser usada por este animal específico.
No es un instrumento (una cosa con "funciones adecuadas")
para un perro, y ni siquiera es un instrumento para el mono
si la fruta está en una caja. Es un instrumento tan sólo en un
"campo" específico, tan sólo cuando está determinado por el
holismo de la situación descrita.
La concepción de "campo" se opone directamente a la de
la ciencia tradicional, que ha visto siempre a la realidad como
un conglomerado de partes aisladas —como un mundo consti-
tuido por innumerables pedazos y piezas.
Según este concepto, hasta nuestra mente está constituida
por un gran número de elementos singulares. Se llama a esta
teoría psicología de la asociación y se basa en la suposición de
que, en nuestras mentes, una idea está ligada a otra como con
una cuerda, y que una idea tras otra saldrán a la superficie,
si se tira de la cuerda y cuando se tire de ella.
En realidad, las asociaciones son partículas mentales aisla-
das artificialmente de ítems más comprehensivos, a los que po-
demos llamar esferas, situaciones, contextos, categorías y nom-
bres parecidos. Las asociaciones en absoluto están simplemente
enganchadas entre sí. Por el contrario, entran en juego opera-
ciones mentales más bien complicadas. Cuando, por ejemplo,
asocio "plato" con "taza", evoco la imagen o categoría de loza.
34 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

De ésta selecciono un plato. El asociar "té" con "taza" signi-


fica completar una situación incompleta: en este caso, llenar
la taza y probablemente indicar que tengo sed. Con "negro"
asociaría "blanco" si tuviera interés por los colores y "muerte
si interpretara el negro como una parte del contexto de luto.
Nadie puede escapar a la impresión de que las asociaciones
tienen, en su carácter, algo de extraño y de artificial. El juego
de palabras, por ejemplo, se basa en una similaridad acústica
superficial muy lejana del contenido fáctico: es el empleo de
palabras aisladas de sus referentes.
Freud empleó la psicología de la asociación y, a pesar de
esta desventaja, logró descubrimientos admirables, captando
instintivamente cierto número de gestalten detrás de las aso-
ciaciones. El valor de las asociaciones no está en las asociacio-
nes mismas, sino en la existencia de esferas específicas de las
que forman parte. El esquema de asociación de Jung sirve
como instrumento para remover un contexto que emocional-
mente está cargado, por ejemplo, de embarazo o confusión. Los
descubrimientos de Freud incluyen "totalidades", tales como
el Super-ego y el Inconsciente, lo mismo que "holoides": com-
plejos, patrones de repetición, sueños; pero, aunque él rompió
con la pura visión aislacionista, descuidó la omnipresencia de
esferas y reconoció especialmente las que tenían significación
patológica. A no ser por Freud, la psicología de la asociación
hubiera permanecido en su lugar: en el departamento de fósi-
les de algún museo de la ciencia.
Ha ocupado su lugar la psicología Gestalt, desarrollada es-
pecialmente por W. Kóhler y M. Wertheimer, quienes sostienen
que, primariamente, existe una formación comprehensiva a la
cual llaman gestalt —formación de figura— y que los trozos
y piezas aislados son formaciones secundarias. Wertheimer
formula de esta manera la teoría gestalt: "Existen totalidades
cuyo comportamiento no está determinado por el de sus ele-
mentos individuales, sino que en ellas los procesos parciales
están ellos mismos determinados por la naturaleza intrínseca
de la totalidad. La teoría gestalt espera determinar la natura-
leza de esas totalidades." Como la palabra gestalt tiene un
significado científico específico, sin correspondencia en inglés
(ni en castellano), casi todos han conservado la expresión ale-
ACERCAMIENTO PSICOLÓCICO 35

mana. R. H. Thouless (en G. F. Stout, Un manual de psico-


logía, Londres, 1938) sugiere sustituir la expresión ya acostum-
brada psicología gestalt por el término más apropiado teoría
de campo de la psicología, basado en la "teoría de la relati-
vidad".
Mostraré en mi máquina de escribir dos ejemplos sencillos
de cómo ''cosas" idénticas tienen un significado distinto según
la gestalt en que aparecen:

A B
3 2
2 1
soldado Orden
2 1
3 2

Las columnas verticales están constituidas por los números


tres, dos, uno, dos, tres; y dos, uno, cero, uno, dos; pero nadie
leería las líneas horizontales como "so-uno-dado" ni "cero-rden".
Que los signos 1 y 0 indiquen letras o numerales está deter-
minado por su contexto, por la gestalt de que forman parte.
La categoría de las letras y la de los numerales se sobreponen
entre sí incidentalmente, y aunque los signos tengan idéntica
forma, su significado es diferente.
Puede entenderse fácilmente que una palabra hablada es
una gestalt, una unidad de sonidos. Sólo cuando esta gestalt
no está clara —cuando, por ejemplo, no captamos el nombre
de una persona en el teléfono—, pedimos que se deletree la
palabra: que se divida en letras singulares. Ésta regla se apli-
ca también a la palabra impresa. Los errores en la lectura
demostrarán una relación distinta entre la gestalt leída e im-
presa.
Al ver un objeto blanco contra un fondo oscuro (gris o ne-
gro) parece blanco, mientras que el mismo objeto contra un
fondo verde puede parecer rojo y contra un fondo rojo, ver-
de, etc.
Otro ejemplo instructivo es el de un tema musical. Cuando
se transpone una melodía a otra clave, cada nota particular
cambia, y sin embargo la "totalidad" permanece la misma.
36 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

Un conjunto de piezas de ajedrez en su caja no pueden pro-


vocar interés durante mucho tiempo, ya que está constituido
por 32 piezas independientes; pero las piezas en el juego, su
interdependencia y la situación permanentemente en cambio
mantiene fascinados a los jugadores. En la caja las piezas de
ajedrez representan la visión aislacionista; en el "campo" de
ajedrez, la concepción "holistica".
Holismo (s-totalidad) es el término acuñado por el Ma-
riscal de campo Smuts (Holism and Evolution, 1926) para la
actitud que se da cuenta de que el mundo consta per se no
sólo de átomos, sino de estructuras que tienen un significado
distinto de la suma de sus partes. El simple cambio de la po-
sición de una sola pieza en el juego de ajedrez podría signifi-
car la diferencia entre ganar y perder.
La diferencia entre la visión aislacionista y la holística es
más o menos la misma que entre la piel pecosa y la bronceada
por el sol.
Mientas que el estudio de la psicología gestalt requiere un
trabajo científico extenso y experimental detallado, la lectura
cuidadosa del libro de Smuts es muy recomendable por estar
al alcance de muchas personas. Ofrece un examen muy com-
prehensivo de la importancia de las totalidades en biología y
en muchas otras ramas de la ciencia. Personalmente estoy de
acuerdo con lo que podría llamarse "el holismo estructural"
como una expresión específica del ¶; y acepto también la dis-
tinción entre totalidades y holoides: si un ejército es una to-
talidad agresiva-defensiva, los batallones, escuadrones, etc., son
holoides; si la personalidad humana es una totalidad, podemos
llamar a los complejos y patrones de repetición holoides. Sin
embargo, en el concepto de Smuts está presente el peligro de
deificación, y no me siento inclinado a seguirlo en lo que yo
llamaría holismo idealista o hasta teológico.
Al estar atentos al contexto, o campo, o totalidad en que un
fenómeno está encajado, evitamos muchos errores que, como
resultado de la visión aislacionista, pueden producirse en la
ciencia aún con más frecuencia que en la vida diaria. Así, se
considera suficiente, de ordinario, definir una palabra para ha-
cer que el lector o el que escucha comprenda su significado.
No obstante, la misma palabra puede pertenecer a esferas o
ACERCAMIENTO PSICOLÓGICO 37

contextos diferentes y puede tener distinto sentido en cada


contexto.
Ya hemos visto esto con los signos 1 y 0 y con palabras pan-
talla como "pensar". Una frase, un discurso o una letra fuera
de su contexto puede ofrecer un significado completamente
distorsionado.
Debemos también tener en cuenta que el pensar según opues-
tos conserva su valor sólo en su esfera o contexto específico,
del mismo modo que las definiciones dependen de situaciones
específicas. El esquema que se ofrece a continuación sirve para
ilustrar esto y, al mismo tiempo, puede hacernos comprender
mejor el problema de la diferenciación. Proporciona unos cuan-
tos usos de la palabra "actor" en contraste con sus opuestos.

Un actor es un En contrapo- Pertenece a la Ejemplos de


sición a esfera de pre-diferencia
1. Empleado
del teatro su director Orden Social Charlie Cha-

2. Ejecutor un espectador ejecución Hamlet, 3.2


3. Varón una actriz sexo actor en el
teatro griego
4. Personifica- el autor literatura Shakespeare
dor
5. Profesional una persona status perso- aficionado
privada nal
6. Persona una persona expresión un niño que
que repre- que se com- juega
senta un porta natural-
drama mente

Las primeras tres columnas no necesitan explicación, pero


como podría ser más difícil entender los ejemplos de pre-di-
ferencia podemos añadir unas observaciones explicativas.
1) Que Charlie Chaplin es al mismo tiempo el actor prin-
cipal y el director de sus películas, todos lo saben. En un tea-
tro de mala muerte es posible que la diferencia entre el di-
38 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

rector y sus empleados no sea muy clara, pero en un teatro


de Broadway es posible que el director ni siquiera conozca a
algunos de los actores.
2) Me refiero a la escena del teatro dentro del teatro, en
la que el actor que representa el papel de Hamlet observa
una actuación.
En todo diálogo se da una oscilación de función: la misma
persona que en un momento es el ejecutante o el que habla
puede, en el momento siguiente, ser el espectador o el que
escucha. Más diferenciada es aún (y demuestra cierta escisión
de la personalidad) la situación de una persona que ensaya
frente a un espejo antes de aparecer en público o antes de
ir al encuentro de alguien a quien desea impresionar. El fenó-
meno patológico del egocentrismo pertenece a esta esfera. Se
ha realizado una diferenciación entre ejecutante y espectador:
existe un conflicto entre estar en las candilejas y observar a
los espectadores.
3) En muchos teatros (el griego, japonés, shakespeareano),
los actores eran exclusivamente varones.
4) Es bien conocido el caso de Shakespeare. Si no hubiera
tenido éxito como autor, probablemente hubiera seguido sien-
do exclusivamente actor.
5) El actor profesional es el resultado de un desarrollo más
bien avanzado del arte escénico. Encontramos un ejemplo con-
vincente del estado de pre-diferencia en los payasos de A Mid-
summer-Night's Dream (Sueño de una noche de verano).
6) Un niño, al representar el papel de un león es un león
y puede estar tan absorto en su dramatización, que se enoja
cuando se le hace volver a la vida ordinaria.
De esta forma, si tenemos "el campo", el contexto, podemos
determinar los opuestos y al tener los opuestos, podemos de-
terminar el campo específico. Este conocimiento nos servirá
de mucho al acercarnos a la estructura y comportamiento del
organismo dentro de su medio ambiente.
III. EL ORGANISMO Y SU EQUILIBRIO

EL ESTUDIANTE de medicina, desde el comienzo mismo de sus


estudios, se enfrenta a miles de hechos aislados. Pensemos sólo
en el estudio de la anatomía: aquí la educación del estudiante,
en vez de seguir, procede exactamente en contra del desarro-
llo de la ciencia médica que progresó por medio de la dife-
renciación: de lo general a lo particular; de lo comprehensivo
al detalle; de las totalidades a los procesos parciales.
Sugiero que una inversión completa de los métodos educa-
tivos en estas materias podría constituir una gran ventaja para
el estudiante de medicina. Su curiosidad aún fresca lo capa-
citaría, en la observación de situaciones completas (casos sim-
ples), para construir islas de conocimiento estudiando detalles
anatómicos, fisiológicos y patológicos relacionados con el or-
ganismo vivo. En vez de la enseñanza acostumbrada de hechos
aislados por maestros individuales, un equipo de profesores
debería elaborar un enfoque más holístico del organismo
humano.
Al tratar directamente con su paciente, el estudiante se en-
frentaría a la personalidad humana, mientras que en el siste-
ma actual estudia primero el cuerpo muerto, después las fun-
ciones mecánicas del organismo vivo y al final absorbe una
gota de conocimiento sobre el "alma".
Tratar en forma aislada los diferentes aspectos de la per-
sonalidad humana ayuda tan sólo a pensar en términos de
magia y refuerza la creencia de que el cuerpo y el alma son
ítems aislados, conjuntados de una forma misteriosa.
El hombre es un organismo vivo y a algunos de sus aspectos
se les llama cuerpo, mente y alma. Cuando definimos al cuer-
po como la suma de células, la mente como la suma de percep-
ciones y pensamientos y al alma como la suma de emociones,
y aunque añadamos una "integración estructural" (o la exis-
tencia de estas sumas totales como totalidades) a cada uno
de estos tres términos, nos damos aún cuenta de cuan artifi-
cial y en desacuerdo con la realidad están esas definiciones y
divisiones. La superstición de que son partes diferentes que

39
40 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

pueden conjuntarse o separarse, es una herencia de las épocas


en que el hombre (aterrado y reluctante a aceptar la muerte
como tal) creó la fantasía de los espíritus y fantasmas que
viven para siempre y se introducen o salen del cuerpo.
Según esa forma de fantasear Dios puede soplar en un trozo
de arcilla y hacerlo vivir. En la reencarnación india la supues-
ta alma puede trasladarse de un organismo a otro, de un ele-
fante a un tigre, de un tigre a una cucaracha y en la siguiente
vida a un ser humano, hasta que lleguen por fin a realizarse
todas las condiciones de una inalcanzable norma ética y el
alma pueda encontrar su descanso en el nirvana. También en
nuestra civilización europea hay muchos que creen en fantas-
mas y en espíritus y que proporcionan a los ocultistas, a los
que leen el café y similares una buena oportunidad de ganarse
ía vida. ¿No creen millones de personas en una vida más allá,
porque resulta confortable pensar que los muertos no están
muertos?
Aplicar esta concepción cuerpo-alma a las cosas mecánicas
puede ayudar a demostrar lo absurda que es. Si usted ama
su automóvil, le encanta su suave movimiento, la belleza de
sus líneas, podría sospechar que tiene un alma. Pero ¿quién
llegaría a creer que su alma podría de repente abandonar
su cuerpo para gozarse en un cielo para automóviles (o su-
frir tormentos en un infierno para vehículos que se portan
mal) mientras el cadáver del automóvil se pudre y enmohece
en un cementerio para automóviles?
Se podría objetar: el automóvil es algo hecho por el hom-
bre, algo artificial. Pero ¿quién se preocupa por hablar sobre
el alma inmortal de un pulpo o de un perro —cosas que el
hombre ciertamente no ha podido producir? Ha habido per-
sonas como el ya difunto Conan Doyle, sin embargo, que es-
taban convencidas de que existía un cielo para perros lo mismo
que para el hombre. Todo esto puede sonar cínico y blasfemo,
pero todo lo que hice fue llevar hasta su última conclusión
la concepción de una división tan artificial del organismo en
cuerpo y alma.
La teoría del paralelismo psicofísico*, al sostener que las
funciones físicas y psicológicas actúan separadas, aunque pa-
ralelas entre sí, constituye un compromiso entre esta concep-

**
psicopsíquico en el original (Nota del corrector)
EL ORGANISMO Y SU EQUILIBRIO 41

ción aislacionista del organismo1 y la holística. La falla mayor


de esta teoría es que nada revela acerca de la relación, entre
los dos estratos. ¿Será que el cuerpo, como un espejo, imita
al alma (y viceversa) realizando los dos de esta forma y si-
multáneamente las mismas funciones? ¿Las funciones del cuer-
po y del alma son meramente coincidencias, o son identi-
dades?
Tengo la impresión de que los paralelistas intentan combi-
nar dos weltanschauungen opuestas: la materialista y la idea-
lista. La visión materialista de la vida proclama la substancia
concreta como la base del ser. Esta "causa" produce el alma
y la mente. Los pensamientos son algo así como una excreción
de la materia cerebral, el amor un producto de las hormonas
sexuales. La concepción opuesta, la idealista (o espiritual)
dice: la idea crea las cosas. El ejemplo más conocido de esta
weltanschauung es la creación del mundo por los dioses. El
paralelista une estas dos concepciones sin conseguir una inte-
gración productiva de estructura.
Todas estas hipótesis son más o menos dualistas —en reali-
dad son intentos de encontrar relaciones entre cuerpo y alma.
Pero todas estas teorías, aun la "armonía preestablecida" de
Leibniz, inducen a error, porque se basan en una división ar-
tificial que no se da en la realidad. Pretenden restablecer una
unidad que nunca ha dejado de existir. El cuerpo y el alma
son idénticos "in re", aunque no "in verbo"; las palabras "cuer-
po" y "alma" denotan dos aspectos de la misma cosa.
La melancolía, por ejemplo, manifiesta (entre otros) dos
síntomas: un espesamiento de los jugos de la bilis ("melanco-
lía" quiere decir bilis negra) y una tristeza profunda. La per-
sona que cree en la fundamentación orgánica dirá: "Como la
bilis de esa persona fluye espesa, se siente triste." El psicólogo
sostiene: "Las experiencias depresivas y el humor del paciente
espesan el flujo de su bilis." Sin embargo, los dos síntomas no
están unidos como causa y efecto —son dos manifestaciones
de un acontecimiento.
Cuando la arteria coronaria del corazón se endurece, la ex-
citación conduce, entre otros síntomas prominentes, a ataques

1
Isoliert stückhafte Betrachtungsweise, Ternus.
42 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

de ansiedad. Por otro lado, un ataque de ansiedad en una


persona con un corazón sano es idéntico, con algunos cambios
fisiológicos en la función del corazón y del aparato respirato-
rio. Un ataque de ansiedad sin dificultades respiratorias, ace-
leración del pulso y síntomas similares, no existe.
No se da emoción, como rabia, tristeza, vergüenza o disgus-
to sin que entren en juego sus componenes, tanto fisiológicos
como psicológicos.
La facilidad con que se cometen errores fundamentales se
puede medir con una ley formulada por el psicoanalista W. Ste-
kel, el cual sostiene que una persona neurótica experimenta
sensaciones en vez de emociones; por ejemplo, ardor en la
cara en vez de vergüenza, latidos fuertes del corazón en vez
de ansiedad. Pero estas sensaciones son partes integrantes de
las emociones correspondientes. El neurótico no experimenta
sensaciones en lugar de emociones si no es a expensas o hasta
con exclusión de la consciencia del componente emocional;
por haber perdido en parte el "sentido de sí mismo" (la cons-
ciencia senso-motora) experimenta una situación incompleta:
un escotoma (punto ciego) por la manifestación psicológica
de la emoción.
Como en este libro no nos interesamos tanto por una con-
cepción holística universal, cuanto por una organicista espe-
cífica, nuestro enfoque difiere del de Smuts. En vez de sus
aspectos de materia, vida y mente, elegimos los aspectos de
cuerpo, alma y mente. Percibir —al menos teóricamente— la
identidad de cuerpo y alma no es muy difícil. El asunto se
hace un poco más complicado si nos centramos en la mente.
Se ha dado aquí una diferenciación según opuestos. Cuando
se tiembla, ocurren ciertos fenómenos en la piel, los múscu-
los, etcétera.
Simultáneamente con estas sensaciones la mente registra:
"estoy temblando"; o piensa lo contrario: "quiero sentir ca-
lor, no quiero temblar". (Esta protesta, esta resistencia es
un fenómeno biológico, y no debería confundirse con la con-
cepción psicoanalítica de resistencia.) Si la mente aceptara
siempre la situación no habría necesidad de que en realidad
existiera la mente. La frase "estoy temblando" podría tener
interés exhibicionista o científico, pero no tendría valor bio-
EL ORGANISMO Y SU EQUILIBRIO 43

lógico. Pero si esta frase no fuera una simple afirmación, sino


una expresión emocional, una demanda de ayuda: "¡estoy tem-
blando-dénme calor!", entonces expresaría el impulso hacia su
opuesto.
Experimentos con animales de orden inferior demuestran
que los animales reaccionan principalmente del mismo modo
con o sin cerebro. La única diferencia es que el animal sin
cerebro reacciona más lentamente que el animal con cerebro.
Podemos interpretarlo así: "el cerebro proporciona al organis-
mo señales mejoradas para sus necesidades". Estas señales tie-
nen un signo opuesto a los requerimientos orgánicos, como
demostrará el ejemplo siguiente: el Sr. Pérez va a dar un
paseo en un día muy caluroso. Suda y pierde cierta cantidad
de agua. Si llamamos a la cantidad total del líquido requerido
por el organismo equilibrado W y a la parte perdida X, en-
tonces le queda la cantidad de W —X, un estado que él expe-
rimenta como sed, como un deseo de restablecer el equilibrio
orgánico de agua, como un impulso a incorporar a su sistema
la cantidad X. Esta X aparece en su mente (que, al protestar
contra el —X, piensa en su opuesto) como la visión de una
corriente burbujeante, una jarra de agua o un bar. El —X en
el sistema cuerpo-alma aparece en su mente como X.
Visto de otra forma: W —X existe en el "cuerpo" como una
deficiencia (deshidratación), en el "alma" como una sensa- »
ción (sed) y en la "mente" como la imagen complementaria.
Cuando se añade al organismo la cantidad X de agua real,
se nulifica la sed, se apaga y se restablece el equilibrio W;
la imagen de X en la mente desaparece al mismo tiempo que
llega la X real al sistema cuerpo-alma. La sed, o a este res-
pecto cualquier tipo de hambre, representa una deficiencia o
algo negativo en el equilibrio del organismo. El reverso de
esta situación es: más en el cuerpo-alma y menos en la mente.
El ejemplo más simple de ese más (o demasía, como se le
podría llamar) es la cuestión de desperdicio. Las heces y la
orina representan una demasía de asimilación de alimento. Este
más de material crea en el ser humano la imagen de su menos:
el lugar donde liberarse de esa demasía. En el primer ejemplo
la desaparición del menos restablece el equilibrio orgánico de
agua. La defecación, la micción o le descarga de secreción
44 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

(por ejemplo de las glándulas sexuales) y de emociones logra


igualmente el equilibrio orgánico.
Así, las funciones del más y menos del metabolismo repre-
sentan la actuación de la tendencia básica de cada organismo
por lograr el equilibrio. En la actuación del organismo, algún
suceso tiende a perturbar su equilibrio a cada momento, y
simultáneamente una tendencia contraria surge para volver a
conseguirlo. Según la intensidad de esta tendencia la llamamos
deseo, impulso, necesidad, carencia, pasión y si su realización
efectiva se repite regularmente, la llamamos hábito. De estos
impulsos abstraemos la existencia de instintos. Es esta una
conclusión intelectual de observaciones de conducta, impulsos
y síntomas fisiológicos. Mientras estemos conscientes del he-
cho de que el término "instinto" es sólo un símbolo verbal
apropiado para ciertos sucesos complejos del organismo, po-
demos emplearlo. Pero si vemos al instinto como una realidad,
cometemos el peligroso error de concebirlo como "prima cau-
sa" y de caer en una nueva trampa de deificación, una trampa
de la que ni Freud escapó.
Con frecuencia se han realizado esfuerzos para enumerar y
clasificar los instintos. Sin embargo, toda clasificación que no
tiene en cuenta el equilibrio orgánico, ha de ser arbitraria, un
producto de los intereses específicos del científico que cla-
sifica.
Para ser por completo exactos, hay que admitir cientos de
instintos y darse cuenta de que los instintos no son absolutos,
sino relativos, dependiendo de los requerimientos del organis-
mo respectivo. Consideremos el caso de una mujer embara-
zada: el hijo que crece en ella requiere calcio y ella experi-
menta una necesidad de calcio. Si su carencia de calcio llega
a ser suficientemente intensa, la verificación de la tendencia
contraria puede desarrollarse hasta tal avidez "instintiva" por
este mineral, que se conocen casos en los cuales una mujer
lame el yeso de las paredes. No obstante, en circunstancias
ordinarias, no habrá conciencia de este "instinto" de calcio,
ya que de ordinario habrá suficiente calcio en la comida dia-
ria como para impedir el desarrollo de una carencia de calcio.
La misma situación puede aplicarse a los instintos de vita-
minas o de sal común. De ordinario no se perciben estas nece-
EL ORGANISMO Y SU EQUILIBRIO 45

sidades, ya que las substancias en cuestión están presentes en


la comida ordinaria. La ciencia sólo puede hablar de una dieta
balanceada cuando se satisfacen todos los diferentes tipos de
instintos de hambre.2
Las deficiencias del organismo humano no son exclusiva-
mente de naturaleza biológica. La civilización en particular
ha creado en el hombre cierto número de necesidades adicio-
nales —algunas imaginarias, y otras, necesidades reales de im-
portancia secundaria.
Un ejemplo de necesidades secundarias es el uso de ciertas
drogas que crean hábito (por ejemplo, morfina), que produce
una necesidad real en el organismo humano. Según la teoría
de las cadenas laterales de Ehrlich, el sistema de un morfinó-
mano está rebosante de moléculas incompletas que producen
una auténtica necesidad por su compleción. El hambre de mor-
fina ha llegado a constituir un instinto auténtico, aunque pa-
tológico. Que la adicción a la morfina ha llegado realmente a
constituir un instinto, lo sugiere también el hecho de que el
"poder de la voluntad" nunca logra curar este hábito.
La morbidez de este instinto es obvia, porque lo observa-
mos especialmente en individuos que parecen ser claramente
diferentes de la mayoría, mientras que en los hábitos colecti-
vos resulta menos visible. El organismo de un corredor de
bolsa obeso que tiene su oficina en el piso 40, ha cambiado
a tal grado que ha desarrollado en la persona un "instinto de
elevador" —en realidad es incapaz de llegar a su oficina a no
ser que lo suba el ascensor.
Como necesidades imaginarias podemos señalar aficiones,
modas, el juego, y otras cosas no vitales para el organismo pero
que, sin embargo, consumen un intenso interés. De aquí no
hay más que un paso a las obsesiones y fobias (patológicas)
2
Una expresión interesante del instinto de sal es el signo para NaCl que
simboliza en el escrito de una tribu africana la importancia y la avidez
de ella:

Desde todas las direcciones se alargan manos hacia el mineral tan necesitado.
46 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

tales como contar sin darse cuenta, asegurarse varias veces de


que una puerta está cerrada, ser incapaz de cruzar una calle
o de permanecer en una habitación cerrada.
No podemos enumerar todos los diferentes instintos del or-
ganismo, pero podemos colocarlos bajo dos encabezados de
acuerdo con las funciones principales de autopreservación y
conservación de la especie. La autopreservación se ve asegu-
rada por medio de la satisfacción de las necesidades alimen-
ticias y por medio de la autodefensa, mientras que los "ins-
tintos" sexuales se cuidan de la conservación de la especie.
La clasificación de Freud de los instintos requiere una re-
orientación desde el punto de vista organicista. Trataré más
adelante la teoría Eros/Thanatos. En este momento sólo tengo
que contradecir su clasificación original (que él mismo no es-
timaba en mucho considerándola tan sólo una hipótesis pro-
visional). Su distinción entre instintos del ego e instintos se-
xuales es obviamente una concepción dualista que pretende
proporcionar un fondo teórico conveniente para sus observa-
ciones del conflicto neurótico; pero la relación entre los instin-
tos del ego y del sexo no difiere intrínsecamente de la rela-
ción entre el instinto del ego y el del hambre. El ego ni es ins-
tinto ni tiene instintos; es una función del organismo, como
demostraré en un capítulo posterior.
El siguiente sueño de un soldado de la guerra de 1914-18
nos proporciona una ilustración sencilla de la experiencia de
carencias y demasías en el organismo. A continuación ofrece-
mos un resumen de su narración:
"Fue a principios de 1918, en Francia. Nuestra compañía se
alojó en una vieja fábrica. Para llegar al "servicio público",
teníamos que atravesar un gran patio cubierto de nieve y hie-
lo y había soldados de otra unidad de guardia para impedir-
nos que echásemos a perder la bella nieve del patio empleán-
dola como un sanitario. El alimento que nos proporcionaban
en 1918 era, bajo todos los aspectos, inadecuado. Yo dormía
en la parte superior de unas camas superpuestas. Soñé que
acababa de llegar a mi ciudad con permiso. Iba caminando de
la estación hacia el suburbio en que viven mis padres. Mi ma-
dre me había escrito que tendría pastel de ciruela -mi platillo
favorito— cuando volviera a casa con permiso y yo estaba an-
EL ORGANISMO Y SU EQUILIBRIO 47

sioso de tener varias porciones de este plato exquisito. Sentí


una necesidad urgente de orinar y entré en un servicio público
donde comencé a liberarme. Avancé... Así concluyó mi sue-
ño, y de repente, mi camarada en el lecho de abajo se desper-
tó y gritó en un lenguaje muy florido su resentimiento por
haber orinado yo sobre él."
IV. LA REALIDAD

NINGÚN organismo es autosuficiente. Requiere del mundo


para la satisfacción de sus necesidades. Considerar a un orga-
nismo por sí mismo equivale a verlo como una unidad artifi-
cialmente aislada, mientras que siempre hay una interdepen-
dencia del organismo y su medio ambiente. El organismo es
una parte del mundo pero puede también experimentar al
mundo como algo separado de sí mismo —como algo tan real
como él mismo.
A lo largo de los siglos pocos problemas han mantenido más
ocupados a los filósofos que el de la realidad. Hay dos escue-
las principales de pensamiento: una sostiene que el mundo
existe solamente a través de la percepción, la otra supone que
el mundo existe independientemente de la percepción. Todos
recuerdan la historia de la persona que golpeó la espinilla del
filósofo e intentó aclararle que el dolor sólo existía en su per-
cepción, en la del filósofo.
Pero el problema no es tan sencillo. Su solución es más sen-
cilla y más complicada al mismo tiempo. No estoy dispuesto,
en este libro, a tratar problemas filosóficos más allá de lo ab-
solutamente necesario para la solución de nuestros problemas,
y ciertamente no quiero tomar parte en una disputa meramente
verbal. Lo que debo señalar es esto: si la persona no hubiera
tenido el impulso de golpear, el filósofo no habría llegado a
ser consciente de la existencia de su espinilla. Hasta podemos
dar un paso más y decir: los instrumentos de la percepción
evolucionan al servicio de nuestros intereses; por ello el pro-
blema debería ser: ¿existe el mundo per se o existe tan sólo
en cuanto están implicados nuestros intereses?
Para nuestros fines suponemos que existe un mundo obje-
tivo partiendo del cual el individuo crea su mundo subjetivo:
de acuerdo con nuestros intereses se eligen partes del mundo
absoluto, pero esta selección se ve limitada por el alcance de
nuestros instrumentos de percepción y por las inhibiciones so-
ciales y neuróticas. Más adelante entraremos en contacto con
otro, un seudomundo, que representa un papel enorme en

48
LA REALIDAD 49

nuestra vida y civilización y que ha llegado a constituir una


realidad por sí mismo: el mundo de las proyecciones.
Todo el problema de la existencia del mundo se ha redu-
cido a la pregunta: ¿Cuánto de este mundo existe para el in-
dividuo?
El círculo exterior representa el mundo per se.
Inmediatamente viene un círculo que indica nuestro conoci-
miento indirecto del mundo, un conocimiento que adquirimos
con los instrumentos de nuestro intelecto (libros, enseñanza)
y de medios refinados de percepción (por ejemplo, el telesco-
pio y el microscopio). Percibimos mejor la existencia de esta
parte del mundo a través de la misteriosa experiencia con el
silbato de Galton que lanza un sonido por encima del alcance
del oído humano. Cuando se sopla este silbato, el perro entre-
nado se detendrá a la mitad de su carrera aunque uno mismo
no oiga sonido alguno. Este silbato se encuentra precisamente
más allá del círculo próximo que incluye nuestro —más bien
estable— medio de percepción. A la estabilidad de los sentidos
se opone la inestabilidad de nuestros intereses (círculo si-
guiente), que influye en la gran variación de nuestras obser-
vaciones y contactos. El mundo subjetivo se ve restringido aún
más por la pérdida de los sentidos (ceguera, anestesia, etc.)
y por las inhibiciones sociales y neuróticas.

Para ilustrar con cierto detalle la interdependencia de los


mundos objetivo y subjetivo, proponemos el siguiente esque-
ma que estudia un único y mismo objeto en relación a varias
personas. Una milpa es elegida como objeto.
50 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

Intentamos acercarnos al mundo objetivo por medio de de-


finiciones y podemos, con aproximación, definir la "milpa"
como un terreno en el que se cultiva un cereal
¿Esta llamada realidad objetiva es necesariamente idéntica a
las realidades subjetivas de todas las personas del esquema?
Ciertamente no. Un comerciante, al contemplar la milpa, cal-
culará la ganancia que puede lograr al comerciar la venta de
la cosecha, mientras que una pareja de enamorados, al esco-
ger la milpa como lugar para apartarse del mundo en absoluto,
no se preocupa de su valor monetario. Un pintor tal vez se
entusiasme por sus armonías de luz y sombra en lento movi-
miento, pero al piloto, que va a realizar un aterrizaje forzoso,
el movimiento del maíz le sirve solamente como un indicador
del viento. Para el agrónomo, la dirección del viento o las ar-
monías de color no tienen importancia, ya que su considera-
ción se dirige a la composición química del suelo. Lo más cer-
cano a la realidad objetiva que definimos arriba, es la reali-
dad subjetiva del agricultor, que cultivó el campo y cuidó el
maíz.
Parece que las cosas han llegado a ser más complicadas que
antes. De una realidad emergen 6; pero hay algo común en
estas 6, y es el interés específico que caracteriza a las reali-
dades subjetivas.
Que la esfera de intereses es el factor decisivo en la crea-
ción de la realidad subjetiva puede demostrarse con facilidad
eligiendo alternativas en cada uno de los casos propuestos. Po-
demos remplazar la milpa con alguna otra cosa que esté den-
tro de la esfera específica de interés. La relación entre el pi-
loto y la milpa no es la asociación "dirección del viento", sino
la esfera correspondiente a las necesidades del piloto, es de-
cir, su situación de carencia que discutimos en el capítulo an-
terior. Por eso el piloto podría emplear el humo de una chi-
menea como indicador del viento. El comerciante podría elegir
LA REALIDAD 51

como alternativa la compra de aves de corral, el pintor un


arroyo, los enamorados un montón de heno, el agricultor la
cría de ganado y el agrónomo un campo de patatas.
Las 6 personas tienen 6 diferentes esferas de interés. Se
muestran interesados por los objetos del mundo exterior aptos
para satisfacer sus diferentes necesidades, y sólo por co-inci-
dencia la milpa es el objeto común a sus diferentes esferas de
interés.
Hasta podemos llegar a decir que la realidad que importa
es la realidad de intereses: la realidad interna y no la externa.
Lo percibimos mejor por el absurdo al que llegaríamos por un
intercambio de alternativas en caso de no tener en cuenta los
intereses específicos. Un piloto que tratara de obtener infor-
mación sobre la dirección del viento de un montón de heno,
un comerciante que comprara arroyos, enamorados que se ocul-
taran en el humo de una chimenea..,
Las necesidades específicas dictan intereses específicos
Insertando así las necesidades específicas en nuestro esque-
ma vemos que en cada caso la milpa representa el más, los
medios de satisfacción para las diferentes carencias:

La relación entre la necesidad del organismo y la realidad


corresponde a la relación cuerpo-alma y mente. La imagen
en la mente desaparece (como hemos visto) en cuanto se
satisface la necesidad del organismo. Exactamente lo mismo
52 IIOLISMO Y PSICOANÁLISIS

sucede con nuestras realidades subjetivas: desaparecen en cuan-


to ya no se requieren.
Después de aterrizar, el piloto ya no está vitalmente inte-
resado en la milpa, ni el pintor que ha concluido su cuadro.
La persona que tiene como hobby resolver crucigramas
puede estar atareada durante horas, pero en cuanto ha re-
suelto el problema, el crucigrama pierde su fascinación y se
convierte en un simple trozo de papel. Se ha completado la
situación. El interés por el crucigrama ha sido satisfecho y
por ello nulificado; se retira hacia el fondo dejando el primer
plano libre para otras actividades.
Al manejar por una ciudad en circunstancias ordinarias, una
persona no se da cuenta de la existencia de buzón alguno.
Pero la situación cambia cuando hay que enviar una carta.
Entonces, de un fondo observado con indiferencia, surgirá un
buzón al puesto prominente, convirtiéndose en una realidad
subjetiva —dicho de otra forma, una figura (gestalt) contra
un fondo indiferente.1
He aquí otro ejemplo: el señor Y ha comprado un automó-
vil, por ejemplo, un Chevrolet. Mientras persista su orgullo
por él, encontrará que esta forma particular sobresaldrá en-
tre la multitud de automóviles en la carretera.
Estos dos ejemplos deberían bastar para demostrar que no
percibimos al mismo tiempo la totalidad de lo que nos rodea.
No miramos al mundo como si nuestros ojos fueran las len-
tes de una cámara fotográfica. Seleccionamos objetos de acuer-
do con nuestros intereses y estos objetos se presentan como
figuras prominentes contra un fondo obscuro. Al tomar foto-
grafías nos empeñamos por superar las diferencias ópticas en-
tre el ojo humano y la cámara produciendo intenciónalmente
un efecto fondo-figura. Los acercamientos en la pantalla con
frecuencia muestran al héroe como una clara figura de primer
plano contra un fondo difuso.2
1
Cuando se olvida poner en el correo la carta, no necesariamente ha de
deberse a represión o a resistencia. Puede más bien deberse al hecho de
que el interés por llevar al correo la carta no es tan intenso como para
generar el fenómeno fondo-íigura.
2
En condiciones patológicas podemos observar la falta de formación de
fondo-figura, en el hombre. Se conoce este estado como "despersonalización",
y se da después de un choque y de tensión emocional extraordinaria, des-
LA REALIDAD 53

Freud estuvo cerca de la solución del problema fondo-figura


de la psicología gestalt. Trató de solucionar el problema su-
poniendo que los objetos (lo mismo los reales que las imáge-
nes) pueden cargarse con energías psicológicas y que cada
proceso psicológico está acompañado por un cambio de "ca-
texis".3 Esta teoría, aunque resulta útil como hipótesis de tra-
bajo, tiene bastantes desventajas:
Para Freud, la catexis significa ante todo catexis libidinal.
La idea de catexis se deriva de los seudópodos de la amiba
empleados para incorporar el alimento. Se ha transferido sin
justificación suficiente de la esfera del alimento a la sexual,
con el resultado de que las funciones alimenticias en la teoría
psicoanalítica se han mezclado con los procesos sexuales.
La relación entre organismo y "mente" corresponde a la re-
lación entre organismo y realidad en tres formas.
1) Tanto la mente como la realidad son complementos de
una necesidad orgánica.
2) Funcionan según el principio fondo-figura.
3) Una vez que se ha obtenido la satisfacción, tanto la
imagen como el objeto real desaparecen de nuestra consciencia.
Naturalmente existen diferencias entre realidad e imagen,
entre percepción y visualización, pues de otra forma debería-
4
mos tomar la imagen como la realidad (alucinación).
Originalmente las percepciones y visualizaciones no están
diferenciadas, sino que son idénticas. Podemos experimentarlo
en los sueños. En un sueño vivido, en realidad se está dentro
de la situación, que se experimenta como si fuera una realidad.
Una vez despiertas, pocas personas son capaces de recordar y
revivir un sueño con toda su intensidad original. Solamente

pues de la pérdida de alguien muy querido y en menor grado, durante un


estadio de la intoxicación. Entonces se percibe el mundo como algo rígido,
emocionalmente opaco y, al mismo tiempo, ópticamente definido. Es obvio
el parecido con la manera en que trabajan las lentes fotográficas inanimadas.
3
Catexis (Besetzung) que significa la adición de energía que, de alguna
forma mística, se proyecta o inyecta en un objeto de la realidad o de la
imaginación.
4
No sólo se dan alucinaciones en la locura, sino también en personas
normales en un estado de alta tensión, por ejemplo, hambre o miedo.
54 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

recuerdan el material y sólo alguna vez pueden suscitar alguna


emoción experimentada durante el sueño.
La identidad de percepción y visualización en el sueño —su
carácter alucinatorio— se manifiesta por la desilusión o alivio
experimentado cuando uno se da cuenta del hecho de que el
sueño era "simplemente un sueño".5
5
Jaentsch ha proporcionado la prueba del estado prediferencial de visua-
lización y percepción. Llamó a este estado "eidético" y ha demostrado que
de ordinario está presente en los niños y persiste en algunas personas du-
rante la vida adulta. Estas personas pueden emplear sus facultades eídéticas
con gran éxito, por ejemplo, en los exámenes. Simplemente leen en su mente
los pasajes exigidos del texto que han leído en la realidad —tal vez sin
siquiera entender su contenido. Esta buena "memoria" en sí misma no es
necesariamente un signo de inteligencia. Muchas personas con memoria eidé-
tica son estúpidas, aunque otras, como Goethe, encontraron que les era de
gran ayuda para proporcionar a su mente una enorme cantidad de recuerdos
cuando los necesitaban. Más tarde daré algunos consejos acerca de como
mejorar esta memoria biológica.
V. LA RESPUESTA DEL ORGANISMO

¿SI LA existencia del mundo subjetivo depende de nuestros


instintos, cómo, por otro lado, puede la psicología gestalt sos-
tener que el organismo "responde" a las situaciones? Parece
ser una reversión de lo que hasta ahora hemos descubierto.
¿Es el organismo el factor primario y el mundo es creado
por sus necesidades? ¿O existe primariamente un mundo al
que responde el organismo? Ambas maneras de ver son co-
rrectas in toto. En absoluto se dan contradicciones: las accio-
nes y las reacciones están entretejidas.
Antes de abordar este problema debemos ver qué se quiere
decir con la palabra "responderá". Estamos acostumbrados a
aplicar la palabra "responder" en el sentido de dar una réplica
verbal a una pregunta. Sin embargo, inclinar o sacudir la ca-
beza son aceptados como respuesta, aunque no sean verbales.
Ampliando esta noción, podemos llamar "respuesta" a toda re-
acción, a toda réplica a una acción. La re-acción, la réplica
es una secuencia, algo secundario a algo que ha acontecido
primariamente.
La secuencia realidad-respuesta se opone a la simultaneidad
de la situación instinto/realidad. La tensión-hambre interna
y la visión apetitosa de alimento aparecen y desaparecen si-
multáneamente, mientras que la reacción de un niño ante la
exigencia de la nodriza tiene lugar como una secuencia de
ella. Pero debemos tener cuidado de no suponer una causali-
dad y de no decir que una respuesta está determinada por una
pregunta. Las únicas excepciones serían aquellos casos en los
cuales exactamente la misma reacción sigue estereotipadamen-
te a una acción. En esos casos hablamos, por ejemplo, de un
"reflejo", indicando con ello que las decisiones no influyen en
la secuencia acción/reacción.
Como dije antes, la respuesta no se limita a las palabras.
Podemos responder a una situación con todo tipo de emociones
—con ansiedad, temor, entusiasmo, disgusto, con actividad, llo-
rando, huyendo, atacando o con muchas otras reacciones.
Una ilustración tomada de la vida diaria: cierto número de

55
56 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

personas son testigos de un accidente automovilístico. La ma-


yoría de ellas reaccionará o bien con interés (interesse = estar
entre), o huirán, o con genuina o pretendida indiferencia. Las
personas interesadas responderán a la situación con ¶. Se ve-
rán arrastradas al lugar del accidente y por ser sensiblemente
activas, llamarán a la ambulancia o prestarán auxilio; o se
quedarán por allí de curiosos o estorbando. Otros generarán
asociaciones, por ejemplo, cómo una tía tuvo un accidente si-
milar; o se pondrán a sermonear acerca del peligro de la velo-
cidad o de manejar bajo el influjo de licor. La actitud opuesta
a la de este grupo es la de evasión (¹). Una persona tal vez
se desmaye; otros escaparán sosteniendo que no pueden aguan-
tar la visión de sangre y de cuerpos mutilados. Otros podrán
decir que no deben ver el accidente ya que temen que podría
quedar grabado en su mente y provocar que ellos mismos tu-
vieran un accidente. La pretendida indiferencia es la respues-
ta de la persona que se siente vacilante, pero quiere demostrar
una apariencia de valor y tan sólo en la indiferencia genuina
no hay respuesta, ya que no se ha dado alteración alguna de
la personalidad.
Hemos de considerar el siguiente paso: no sólo selecciona-
mos nuestro mundo sino que también podemos ser selecciona-
dos por otras personas como objetos de sus intereses. Pueden
plantearnos exigencias; nuestras respuestas pueden ser afirmati-
vas (podemos estar de acuerdo con sus deseos) o negativas
(podemos estar a la defensiva o rechazar sus exigencias).
La civilización que hemos creado está llena de demandas.
Existen convenciones, leyes, compromisos, distancias que hay
que superar, dificultades económicas y una multitud de obli-
gaciones que tenemos que acatar. Éstos son una realidad co-
lectiva, una realidad muy poderosa, objetiva en su efecto aun-
que no en su sentido.
Y por si esto no fuera suficiente, el hombre ha creado un
mundo adicional, que para la mayoría de las personas es tam-
bién una realidad. Esta realidad (imaginaria) está construida
con proyecciones y su ejemplo principal es la religión.
Si volvemos a nuestro ejemplo de la milpa, podemos inser-
tar la "respuesta del organismo" a la situación y llegamos a
la siguiente amplificación:
LA RESPUESTA DEL ORGANISMO 57

Persona Situación milpa Respuesta


Piloto indicador del viento aterrizar
Agricultor forma de vida cosechar
Pintor paisaje pintar
Pareja de enamorados lugar secreto ocultarse
Agrónomo tierra recoger material
Comerciante mercancía ofrecer dinero

Hemos completado ahora el ciclo de la inter-dependencia


del organismo y del medio ambiente. Hemos descubierto:
1) El organismo en reposo.
2) El factor perturbador, que podría ser;
a) Un perturbador externo-una exigencia que se nos hace,
o cualquier interferencia que nos pone a la defensiva.
b) Una perturbación interna-una necesidad que ha re-
unido bastante ímpetu para luchar por la satisfacción y que
requiere:
3) La creación de una imagen o realidad (función más-
menos y fenómeno fondo-figura).
4) La respuesta a la situación dirigida hacia:
5) Una disminución de la tensión —logro de satisfacción
o sometimiento a las exigencias que producen:
6) La vuelta al equilibrio orgánico.
Podría servir como ejemplo del ciclo de perturbación in-
terna:
1) Estoy dormitando en un lecho.
2) El deseo de leer algo interesante penetra en mi cons-
ciencia.
3) Recuerdo una determinada librería.
4) Voy ahí y compro un libro.
5) Estoy leyendo.
6) Me he cansado. Dejo el libro a un lado.
Un ciclo de perturbación externa podría ser:
1) Estoy acostado.
2) Una mosca me recorre la cara.
58 HOLISMO Y PSICOANALISIS

3) Tomo consciencia del perturbador.


4) Me siento molesto y busco un matamoscas.
5) Mato la mosca.
6) Vuelvo a la cama.

Básicamente, el ciclo externo no es diferente del interno.


También aquí un instinto (por ejemplo, autoconservación) es
el primer motor. En algunas situaciones yo podría no advertir
en absoluto la mosca. Entonces, naturalmente, ésta no actua-
ría como perturbador y el círculo no tendría necesidad de
existir.
El círculo lleva a captar uno de los fenómenos más impor-
tantes, el hecho de la autorregulación orgánica que, como
W. Reich ha indicado, es muy diverso de la regulación de ins-
tintos por la moral o el autocontrol. La regulación moral debe
conducir a la acumulación de situaciones inconclusas en nues-
tro sistema y a la interrupción del círculo orgánico. Se logra
esta interrupción por medio de la contracción muscular y la
producción de anestesia. Una persona que ha perdido el "sen-
timiento" de sí mismo, que, por ejemplo, ha amortiguado su
paladar, no puede sentir si tiene hambre o no. Por ello no
puede esperar que su "autorregulación" (apetito) funcione
apropiadamente, y estimulará artificialmente su paladar.
Podemos establecer un contraste entre estas violaciones del
principio de sana autorregulación con las funciones normales.
Por ejemplo, en la vida sexual, la producción de hormonas de
las glándulas conduce a un sobrante orgánico, la tensión se-
xual acrecentada crea una imagen o elige en la realidad un
objeto apropiado para la satisfacción de sus necesidades con
vistas a que el equilibrio orgánico quede restaurado.
En cierto modo es más difícil percibir el principio de auto-
rregulación al fijamos en funciones menos manifiestas; pero,
por ser un principio general, tiene aplicación a cada sistema,
a cada órgano, tejido y a cada célula particular. Sin autorre-
gulación no habría ni atrofia ni hipertrofia (por ejemplo, de-
generación o cáncer). Es también difícil demostrar el momen-
to exacto de equilibrio en la respiración, ya que hay una ne-
cesidad permanente de oxígeno y la producción de bióxido de
carbono prosigue ininterrumpidamente. En este caso la auto-
LA RESPUESTA DEL ORGANISMO 59

rregulación es realizada por la concentración del pH. El bos-


tezo y el suspiro son síntomas de autorregulación. En la an-
siedad, la autorregulación no trabaja correctamente.
La restauración del equilibrio orgánico no siempre es tan
sencilla y simple como podría parecer después de lo dicho.
Con frecuencia han de superarse resistencias más o menos po-
derosas que pueden abarcar desde obstáculos geográficos hasta
dificultades monetarias y tabús sociales.
El principio que gobierna nuestras relaciones con el mundo
externo es el mismo que el principio intraorgánico de tratar
de conseguir el equilibrio. Llamamos ajuste al lograr estar en
armonía con el mundo exterior. Este ajuste puede abarcar des-
de funciones biológicas primitivas hasta cambios de largo al-
cance en el mundo por un individuo particular.
En general, la capacidad de ajuste es muy limitada. Podemos
ajustamos en unos pocos minutos a la temperatura del agua
cuando tomamos un baño de agua caliente o fría, pero la dife-
rencia entre la temperatura del cuerpo y la del agua no debe
ir más allá de ciertos límites, pues de otra forma el resultado
sería nocivo —produciría quemaduras o shock. Sin embargo,
algunas personas han ejercitado su capacidad de ajuste hasta
el punto de ser capaces de lanzarse al agua a punto de hielo
o hasta de caminar sobre ascuas al rojo vivo.
Si enfocamos nuestros ojos durante unos cuantos minutos en
un color brillante, la brillantez del color desaparecerá. El rojo
brillante por ejemplo, se convertirá en un rojo apagado cer-
cano al gris. Si entonces miramos sobre un fondo diferente,
percibiremos el color complementario, en este caso el verde,
delante de nuestros ojos. Este verde es la actividad comple-
mentaria del organismo hacia el ajuste; es el menos para el
rojo más.
Con frecuencia tal vez no necesitemos ajustarnos a nuestro
medio ambiente, pero somos capaces de ajustar el medio am-
biente a nuestras necesidades y deseos. El aire acondicionado
o la calefacción central son ejemplos que pueden contrastarse
con la aclimatación.
A este ajuste de nuestro medio ambiente a nuestras necesi-
dades lo llamamos conducta aloplástica (que modela al otro),
60 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

y al autoajuste, una conducta autoplástica. La actividad alo-


plástica de un ave cambia su medio ambiente construyendo
nidos o emigrando a un clima más cálido; el carácter aloplás-
tico en el hombre produce un impulso a organizar, a dominar,
o inventar y descubrir cosas. La contrapartida, el carácter auto-
plástico, está ejemplificada en el camaleón y en los seres hu-
manos, en el poder de adaptación y flexibilidad.
Las conductas aloplástica y autoplástica están trágicamente
entretejidas en la humanidad, especialmente en los países in-
dustrializados en los que el medio ambiente cambia tan rápi-
damente, que el organismo humano es incapaz de mantenerse
al paso.
El resultado de esto es un desgaste y desgarramiento enor-
mes del organismo humano, que difícilmente tiene tiempo para
restaurar en forma suficiente su equilibrio, un tema tratado
extensamente por F. M. Alexander en su libro Man's Supreme
Inheritance, y también por otros escritores.
VI. LA DEFENSA

Si NO existiera el instinto sexual para la propagación, el ins-


tinto de hambre —para cuya satisfacción se necesita comer
animales y plantas— podría verse satisfecho por cierto tiempo.
Pero al no haber un ulterior abastecimiento, la vida sobre la
Tierra cesaría pronto.
Por otro lado, si no existiera el instinto de autoconservación
ni el hambre, sino sólo el instinto sexual, en pocos años la
flora y la fauna atestarían este globo en tal medida que nin-
gún animal podría moverse y no habría lugar para que crecie-
ran nuevas plantas. De esta forma, parece que las condiciones
de la vida en esta tierra están bien equilibradas: la multipli-
cación de la flora y la fauna proporciona alimento suficiente
y su consumo impide el atestamiento. Este equilibrio no es
el producto de una Providencia mística, sino una ley natural.
En caso de que cualquiera de los dos aspectos rompiera el
equilibrio, cesaría de existir la vida en este planeta.
Sin embargo, los organismos se oponen a que se les coma
y desarrollan defensas mecánicas y dinámicas. Experimenta-
mos como peligro cualquier ataque, cualquier agresión diri-
gida a nuestra destrucción parcial o total. En la lucha por la
supervivencia los medios para el ataque y la defensa se des-
arrollan en líneas relacionadas pero diferentes. El que ataca
desarrolla todos sus medios para conseguir la víctima (¹¹¹¶),
el que se defiende, para hacer impotentes los ataques (¹¹¹¹).
El agresor no tiende a la aniquilación de su objeto. Quiere
apoderarse de algo, pero encuentra resistencia. Entonces pro-
cede a destruir la resistencia, haciendo que quede intacta la
mayor parte posible de la sustancia que le es valiosa. Esto
tiene aplicación a las naciones lo mismo que a los individuos
humanos y a los animales. Los nazis evitaron con cuidado la
destrucción de las "Fábricas Skoda" cuando disolvieron el es-
tado Checoslovaco. El hombre de negocios que elimina a un
competidor tiene mucho cuidado de que la clientela del com-
petidor permanezca intacta. El tigre no mata para aniquilar
sino para alimentarse.

61
62 HOI.ISMO Y PSICOANÁLISIS

El peligro, ya sea extemo (ataque) o interno1 es percibido


por los ojos, los oídos, la piel, en breve, por cualquier órgano
sensorial por medio del cual establecemos contacto con el ene-
migo. Originalmente el punto de contacto y observación era
la piel, esa frontera biológica entre el organismo y el mundo.
Más tarde las avanzadas de defensa, en su vigilancia ante el
acercamiento del enemigo, se fueron adelantando cada vez más.
En vez de esperar al contacto epidérmico, los oídos, los ojos
y la nariz y últimamente los instrumentos técnicos (perisco-
pio, localizador por radio, etc.) dan la señal de peligro y el
organismo se pone a la defensiva y aplica sus medios de re-
sistencia.
El organismo vive esencialmente activo, centrífugamente.
Cada defensa implica una enorme cantidad de actividad que
a veces incluye amplias preparaciones.
Los medios de defensa son de naturaleza mecánica o diná-
mica. Las defensas mecánicas son actividades congeladas, pe-
trificadas, acumuladas, como conchas o fortificaciones de hor-
migón: los medios dinámicos de defensa son de una naturaleza
motora (por ejemplo, el vuelo) y secretoria (la tinta del cala-
mar, el veneno de la serpiente) o sensorial (exploración). De
esta forma, el que se defiende es tan activo como el agresor y
se mantiene en forma centrífuga la tendencia orgánica a vi-
vir, como en casi cualquier otra función.
Los reflejos (en filogenética) y los reflejos condicionados
(en ontogenética) son el resultado de una actividad conscien-
te previa. Constituyen un instrumento para ahorrar tiempo y
concentración. Cuando la organización de una personalidad
funciona según el principio fondo-figura, la mente, al ser in-
capaz de realizar diversas tareas a la vez, está libre para pres-
tar atención a la más importante, mientras que los centros in-
feriores (el reflejo) —por estar bien entrenados— no necesitan
atención. Este automatismo conduce a la noción aún muy ex-

1 Además del peligro externo, experimentamos (imaginamos en la mayoría


de los casos) peligros dentro de nosotros mismos siempre que somos hostiles
a alguna parte de nosotros mismos. Una emoción intensa puede poner en
peligro el ideal de ser un "hombre" impasible; los impulsos sexuales signifi-
can peligro para la virgen piadosa, etc.; cada vez que surge uno de estos
peligros movilizamos recursos de protección.
LA DEFENSA 63

tendida de que los nervios receptores tienen una dirección dis-


tinta de la de los nervios motores y secretores. Considerar cen-
trífugos sólo los nervios motores y secretores es una herencia
de la edad mecánica que suponía, por ejemplo, que los rayos
de luz viajaban en forma activa por los alambres de los ner-
vios ópticos y estimulaban el organismo para alguna reacción.
Esta teoría es aún la base de la enseñanza neurológica. Ella
considera que una parte del sistema nervioso es aferente y la
otra eferente, y que ambas son partes de un "arco" reflejo
(figura I). Otra concepción ve en ellas dos dientes de una
horca (figura II).

FIG. I FIG. II

Goethe, el neurólogo Goldstein y el filósofo Marcuse acen-


túan la tendencia centrífuga del sistema senso-motor. Goldstein
sostiene que el sistema sensorial, lo mismo que el motor, tien-
den desde el cerebro hacia la periferia.
El Almirantazgo Británico no percibió en forma pasiva, en
el sentido del arco reflejo, el paradero del Bismarck. Hizo salir
los ojos de la flota, los aviones de reconocimiento.
Se instalan puestos sin hilos para captar mensajes sin hilos.
Compramos periódicos para conocer lo que sucede en el mun-
do y seleccionamos y leemos lo que nos interesa.
En cuanto consideramos el uso de los sentidos como una ac-
tividad similar al uso de las antenas por parte de un insecto
y no como algo pasivo, como algo que nos acontece, nos damos
cuenta de que la nueva concepción tiene una esfera más am-
plia que la antigua y prescinde de las teorías auxiliares. Si un
gusano se arrastrara porque sus nervios sensoriales fueran es-
timulados por el contacto con el suelo, no cesaría de arrastrarse
hasta que estuviera completamente exhausto, ya que tendría
que arrastrarse sin cesar, forzado por los impulsos automáticos
que los nervios motores reciben de los sensoriales. Para recon-
ciliar la teoría y la observación, el científico tiene que instalar
64 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

medios adicionales que inhiben el arco reflejo, proporcionando


al gusano una voluntad libre para inhibir. Al asumir que el or-
ganismo vive en forma centrífuga, eliminamos esta contradic-
ción. El gusano se arrastra por sus actividades sensoriales y
motoras en un "campo" biológico hacia las "ganancias finales"
de sus instintos.
Cuando caminamos durante la noche por un bosque, más
que oír, escuchamos; agudizamos nuestros ojos y los dirigimos
en todas direcciones como guardias de avanzada contra un
posible peligro. La actividad sensorial, al tratar de satisfacer
nuestras necesidades, es la misma que en el caso de defensa.
Un niño hambriento no simplemente ve una pieza de pan en
la panadería. La mira, clava la vista en ella. La visión del pan
no evoca como un reflejo el hambre del niño. Por el contrario,
el hambre produce el efecto tanto de buscar alimento como de
dirigirse hacia él. Una señora bien alimentada y vestida ni
siquiera ve la misma pieza de pan, no existe, no es para ella
una "figura".
El hecho de que el ego se concentre sólo en una cosa a la
vez muestra una gran desventaja: el organismo puede ser to-
mado por sorpresa —se le puede atrapar sin que se dé cuenta.2
Una compensación por esta desventaja es el empleo de una
armadura (caparazón, etc., en los animales inferiores, carácter-
armadura en los seres humanos, casas y fortalezas en la so-
ciedad). Sin embargo, aún el castillo más fortificado no puede
estar cerrado herméticamente: debe tener puertas y otros lu-
gares abiertos —comunicaciones elásticas con el mundo.
Para vigilar esas aperturas la mente humana ha desarrollado
un censor, un perro guardián moral. Este censor —dirigido ha-
cia adentro- desempeñó un gran papel en la primera teoría
de Freud. Pero no debemos olvidar que la tarea del censor se
2
Al decir un chíste usamos esta debilidad de nuestra organización man-
teniendo la atención fija en una dirección y saltando sobre el que escucha
en forma inesperada desde otra, produciendo así un ligero choque. Nos sen-
timos perdidos, estúpidos si no captamos el punto, pero una vez que se
percibe el significado del chiste, se restablece el equilibrio holístico. Este res-
tablecimiento se realiza de una forma similar con un "anti" choque. La solu-
ción brinca a la consciencia con una experiencia de sorpresa, acompañada
de exclamaciones como: "¡Oh si!" "Entendido", etc. Cuando se trata de un
trillado, o se anticipa la solución, no nos interesamos o nos aburrimos.
LA DEFENSA 65

dirige también hacia afuera. El censor en un país como en la


Alemania nazi prohibe la entrada de noticias no deseadas in-
terfiriendo las estaciones de radio y deteniendo la entrada de
periódicos contrarios. La instancia censora en nuestras mentes
tiende a impedir que el material no deseado llegue a ser cons-
ciente: pensamientos, sentimientos y sensaciones desde den-
tro; conocimiento desde fuera. El objeto del censor es admitir
tan sólo el material que considera bueno y excluir todos los
malos pensamientos, deseos, etc.
¿Qué significa este "bueno" y "malo"?
VII EL BIEN Y EL MAL

AUNQUE la psicología gestalt nos ha ayudado mucho a com-


prender nuestros mundos subjetivos individuales, hay un fac-
tor que necesita un examen ulterior: el factor de evaluación.
Si fuera correcto que el mundo existe sólo según nuestras ne-
cesidades, entonces los objetos existirían para nosotros o no
existirían. El maestro tipo medio, por ejemplo, se interesa más
por los alumnos que aprenden con facilidad y no causan pro-
blemas. Hay maestros que, al menos en algunas ocasiones, no
prestan atención a los alumnos difíciles, tratándolos a veces
como si no existieran. Como regla general, sin embargo, el
maestro distingue a sus alumnos como buenos o malos estu-
diantes.
Esta evaluación nos obliga a considerar un nuevo aspecto de
nuestras vidas. Pensar en términos de "bueno" y "malo", ava-
lúo, ética, moral, o como quiera que se llame a estas evalua-
ciones, desempeña un papel importante en la mente humana
y no se explica ni por el fenómeno fondo-figura ni por el ho-
lismo, aunque existe cierta relación entre "sentir lo bueno o lo
malo" y totalidades completas e incompletas.
En nombre del "bien" y del "mal" se lucha, la gente ha cas-
tigado o educado, se han formado o roto amistades. Las obras
dramáticas de ordinario contienen una persona —el héroe— al
que se pinta de blanco, con alas invisibles y su contrapartida,
el villano de negro, con cuernos. Cielo e infierno. Elevados ho-
nores y prisión. Premios y castigos. Alabanza y condenación.
Virtud y vicio. Bien y mal; bien y mal; bien y mal... este
"bien y mal", como el interminable traqueteo de un tren, nun-
ca cesa de permear los pensamientos y acciones humanas.
En mi opinión cuatro ingredientes se mezclan para formar
el coctel de la ética: diferenciación, frustración, el fenómeno
fondo-figura y la ley de que la cantidad se transforma en
cualidad.
Como ejemplo para demostrar la diferenciación elegimos el
agujero y el montículo que ha sido creado en un nivel. Exa-

66
EL BIEN Y EL MAL 67

minemos dos personas que han creado esa diferenciación, un


ingeniero civil y el propietario de una mina de carbón. El in-
geniero civil tiene que cavar zanjas a lo largo de una calle
para colocar un cable. Se interesará ante todo por lo apropiado
de sus zanjas y el montículo será para él una molestia y más
aún, una molestia para el tráfico.
Pero el propietario de una mina de carbón, por el contrario,
se interesa por el montículo de tierra —por la gran montaña
de carbón almacenada y que espera ser vendida. Para él, el
agujero en el terreno, el pozo del que se sacó el carbón es
una molestia ya que hay leyes que exigen tener cuidado y pre-
caución para que no sucedan accidentes.
Así, vemos que el montículo de tierra y el agujero tienen
un interés diferente y una valoración diferente para estas dos
personas. Sus gustos y aversiones van en direcciones opuestas,
por ser sus gustos idénticos con sus intereses y sus aversiones
idénticas con las exigencias que se les imponen. Su actitud mis-
ma es similar. Ambas personas sienten gustos y aversiones con
un tinte leve de bueno y malo. Pueden maldecir o bendecir,
pero el ingeniero no llamará al montón molesto de tierra —como
podría hacerlo un niño— "perverso". Ya ha aprendido a dife-
renciar su actitud hacia objetos y conducta, mientras que para
el niño pequeño todas las cosas están animadas y "se compor-
tan" en vez de tener cualidades. Hablamos de una manzana
buena o mala, aprobando o desaprobando su cualidad, pero
cuando aplicamos esta evaluación a la conducta comenzamos
a moralizar.
Este moralismo —la discriminación entre bien y mal— co-
mienza a existir en la primera infancia. El psicoanálisis sostie-
ne que se da un periodo en la vida del niño llamado el estadio
ambivalente —el periodo de doble evaluación— y un estadio
post-ambivalente, en el cual el jovencito logra una objetividad
que anteriormente no poseía y que lo capacita para sopesar las
buenas y malas cualidades de un carácter. Un desarrollo ulte-
rior (más allá del pensar en términos de "bien" y "mal") pue-
de producir una actitud de desapego "interesado".
¿Qué formaciones fondo-figura llevan a la ambivalencia?
Un niño no puede concebir a su madre como un individuo
o ni siquiera acercarse a cualquier tipo de conocimiento o com-
68 H0LISMO Y PSICOANÁLISIS

prensión completa de ella. Tan sólo aquellas partes del mundo


que necesitamos se convierten en "figura", y resaltan clara-
mente del caos que las rodean. En consecuencia, para el niño
tan sólo existen aquellos aspectos de la madre que él requiere.
Como Freud ha señalado, para el lactante el mundo existe tan
sólo como algo carnoso que produce leche. A este "algo" se
le llama más tarde el pecho de la madre. A medida que avanza
el desarrollo y al surgir nuevas exigencias del niño, éste va
percibiendo más y más aspectos de la madre, y así comienzan
a existir para el niño.
Pueden surgir ahora dos situaciones: o la madre satisface las
exigencias del niño, o no. En el primer caso (por ejemplo,
alimentarlo con su pecho) el niño queda satisfecho. Se siente
"bien" y la imagen de la madre (limitada al sentimiento, olor
y vista del pecho) desaparece en el fondo hasta que el ham-
bre que vuelve la renueva (autorregulación orgánica).
La segunda situación, opuesta a la primera en todo respecto,
surge cuando no están satisfechas las necesidades del niño. El
niño sufre una frustración, se acrecienta la tensión del impulso
y el organismo produce energías, los "medios" para lograr el
"fin": la satisfacción. El niño está muy agitado, comienza a
llorar o monta en cólera. Cuando esta actividad intensificada
lleva a la satisfacción última no se produce daño al niño: por
el contrario, habrá desarrollado ya cierta energía y medios de
expresión. Pero si la frustración persiste más allá de la ansiedad
que el niño es capaz de soportar se siente muy "mal". La ima-
gen de la madre, en cuanto el niño la concibe, no se retira
por completo hacia el fondo, sino que llega a estar aislada,
impregnada (no de libido, sino) de ira y sometida a recuerdo.
El niño ha sufrido un trauma, que volverá a aparecer cada
vez que se produzca una frustración real.
De esta forma el niño (y el organismo humano en general)
experimenta dos reacciones opuestas, según la gratificación o
la frustración de sus requerimientos. Se siente "bien" si está
satisfecho, "mal" si frustrado.
Sin embargo, de alguna forma nuestra teoría no se acomoda
plenamente a los hechos: cuando un instinto es satisfecho des-
cubrimos que el objeto deseado desaparece en el olvido. To-
mamos como normales las cosas buenas de la vida. El lujo ma-
EL BIEN Y EL MAL 69

yor, en cuanto ha llegado a ser algo normal (y mientras que


no se experimente como la gratificación de una necesidad real
no contribuye a nuestra felicidad. Por otro lado, el niño no
satisfecho experimenta un trauma: el objeto deseado se con-
vierte en "una cosa" sometida a recuerdo.
Frente a estos dos hechos, sin embargo, hay otro —el hecho
de que también recordamos cosas buenas.
Examinemos los detalles del siguiente esquema:

Para explicar este esquema consideremos el hambre de oxí-


geno.1 Ordinariamente damos por supuesta nuestra respiración.
No somos conscientes de ella y nos mostramos indiferentes. Su-
pongamos que estamos en una habitación con cierto numero
de personas y que el aire gradualmente se va haciendo sofo-
cante, pero de forma tan imperceptible, que la sofocación no
1
Intencíonalmente no he querido aplicar aquí el ejemplo del niño ali-
mentado al pecho. En primer lugar, es muy pronto para discutir aquí la
supuesta catexis libidinal; en segundo lugar, el niño de pecho satisfecho y
feliz tal como lo vemos es un producto de nuestra civilización. El animal
joven mama cuando quiere y en los pueblos primitivos es costumbre que
la madre lleve por todas partes al niño y le dé de mamar con la frecuencia
que él desea alimento, (Weinland observó un canguro hembra, con un ca-
chorro en la bolsa al que todavía daba su madre de mamar.) Sin embargo,
en nuestra civilización instituimos comidas, y si es posible, hasta comidas
a sus horas para alimentar al pecho. Por eso cuando el niño obtiene su
comida al pecho de la madre logra una satisfacción doble: vuelve a tener
contacto con la madre (la satisfacción consciente, es decir, el mordisco de
dependencia) y alcanza la propuesta satisfacción de su hambre (segunda co-
lumna). Por eso, es un problema que debe decidirse si la felicidad del niño
tiene origen natural o social (debido al fin de una frustración temporal).
70 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

traspasa el nivel de nuestra consciencia y nuestro organismo


no tiene dificultad para ajustarse. Cuando, un rato después, sa-
limos al aire abierto, inmediatamente advertimos la diferencia
y sentimos lo bueno que es el aire. Al volver a la habitación
nos damos cuenta de lo viciado que está. Después de esto se-
remos capaces de recordar y comparar las experiencias del aire
puro y viciado (principio de placer-dolor).
El efecto traumatizante de las represiones o frustraciones en
la infancia indujo en la gente la conclusión prematura de que
un niño no debería sufrir privaciones durante su crianza. No
obstante, los niños educados conforme a esta conclusión no son
menos nerviosos. Manifiestan signos típicos de un carácter neu-
rótico, son incapaces de soportar frustraciones y están tan mi-
mados que aún un leve retardo en la satisfacción produce un
trauma. Cuando no consiguen inmediatamente lo que quieren
emplean la técnica del llanto, que ya dominan a la perfección.
Esos niños con mucha facilidad se sienten mal y consideran a
su madre (como inmediatamente se demostrará) como la
"mala" madre —la bruja.
Por esto sabemos que un niño debería ser educado en la
línea de aquello que Freud llama el "principio de realidad",
el principio que dice "sí" a la gratificación, pero exige que el
niño sea capaz de soportar la incertidumbre del aplazamiento.2
Debería preparársele a hacer algo a cambio de la gratificación,
y esto debería ser algo más que un balbuceado "gracias".
La gratificación inmediata no produce recuerdo. La "buena"
madre no es experimentada como tal cuando sale al encuen-
tro inmediatamente de todas las exigencias del niño, sino tan
sólo cuando lo hace después de un retardo, después de incerti-
dumbre. La buena madre, representada en los cuentos de hadas
por el hada buena, siempre realiza deseos extraordinarios.
Si he puesto el principio del placer en la primera columna
lo he hecho porque teóricamente pertenece a ella; pero en el
2
A pesar de su teoría de la catexis, parece que Freud consideraba la
realidad como algo absoluto. No recalcó en forma suficiente su dependencia
de nuestros intereses individuales y de la estructura social. Esto no dismi-
nuye el valor de lo que significó con el principio de realidad, que podría
llamarse mejor principio "demorador" para acentuar el factor tiempo y opo-
nerlo así al atajo del comportamiento impaciente y voraz.
EL BIEN Y EL MAL 71

curso normal de la gratificación inmediata (sin tensión cons-


ciente) este placer será tan ligero que pasará casi inadver-
tido.
Respecto al aspecto social del principio placer-dolor puede
suceder que las personas de clases privilegiadas experimenten
menos dolor que las de las clases trabajadoras: pero como se
puede comparar su vida con la de un niño mimado (se con-
cede con mucha facilidad la satisfacción de sus necesidades
genuinas) y no experimentan tensión o incertidumbre (cuyo
alivio significa felicidad) con frecuencia crean esta tensión ar-
tificialmente, por ejemplo, con el juego o tomando drogas. Ga-
nar o perder dinero, la frustración y gratificación relacionada
con tomar drogas les crea las sensaciones de dolor y seudo-
placer. Esta ausencia de felicidad es muy real aunque su vida
parezca romántica y encantadora a los de las clases más po-
bres. Una cena que para un corredor de bolsa podría no ser
otra cosa sino un deber molesto que pone en peligro su híga-
do, podría simbolizar para su empleado una fiesta digna de
ser recordada durante años. Pero esta experiencia sólo sería
maravillosa como evento aislado. En caso de que el empleado
entrara en las clases privilegiadas, muy pronto daría estas co-
sas por supuestas y encontraría la vida tan aburrida como lo
hace su patrón (autorregulación biológica).
Espero haber aclarado un punto —es necesaria cierta canti-
dad de tensión para la gratificación real. Cuando esta tensión
crece demasiado, entonces (según una ley dialéctica) la can-
tidad se transforma en cualidad, el placer se cambia en dolor,
el abrazo en aplastamiento, el beso en mordisco, la caricia en
golpe. Cuando se invierte el proceso y desciende la alta ten-
sión, entonces lo desagradable se convierte en agradable. Este
es el estado al que llamamos felicidad.
Después de haber rectificado nuestra observación primera
respecto a sentirse "bien" y "mal" (según la gratificación y
frustración), debemos ver ahora cómo es que experimentamos
tan raramente el sentimiento de "bueno" o "malo" como reac-
ciones. ¿Qué es lo que obliga al niño a decir "mamá es mala"
en vez de "me siento mal"? Para poder comprender esto tene-
mos que considerar el proceso de proyección, que desempeña
72 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

un gran papel en nuestro modo de ser mental y cuya impor-


tancia no puede ser estimada en exceso.
En el cine tenemos frente a nosotros una pantalla blanca:
al fondo está una máquina llamada proyector por la cual corren
tiras de celuloide llamadas películas. Rara vez vemos estas
películas, y cuando gozamos una sesión, ciertamente no pensa-
mos en esas tiras de celuloide. Lo que vemos y gozamos es la
película proyectada —el cuadro proyectado en la pantalla. Lo
mismo sucede cuando un niño o un adulto se proyectan. El
niño, incapaz de distinguir entre sus reacciones y el originador
de ellas, no experimenta el sentimiento mismo de bueno o
malo: más bien experimenta a su madre como buena o mala.
Con esta proyección comienzan a existir dos fenómenos: la
ambivalencia y la ética.
Ya hemos visto que toda conducta extrema, buena o mala,
puede y será recordada. Siempre que la madre impresiona al
niño fuertemente con acciones "buenas" o "malas", el niño las
recuerda. No permanecen en la memoria del niño como enti-
dades aisladas sino que formarán totalidades comprehensivas,
según sus afinidades. En vez de una masa caótica de recuer-
dos, el niño adquiere dos "grupos" de recuerdos: por un lado,
cuadros de la buena madre y, por el otro, de la mala madre.
Estos dos grupos cristalizarán en imágenes: la madre buena
(el hada) y la madre mala (la bruja). Cuando la madre bue-
na emerge en el primer plano, la bruja se retirará completa-
mente hacia el fondo, y viceversa.
A veces ambas madres están presentes y el niño, por sus
sentimientos ambivalentes, se encuentra en un conflicto. Por
ser incapaz de soportar este conflicto y de aceptar a la madre
como es, se verá desgarrado entre amor y odio y se hundirá
en gran confusión (como el asno de Buridán o el perro doble-
mente condicionado de Pavlov).
Naturalmente, las actitudes ambivalentes no se restringen
tan sólo al caso del niño. Nadie puede ir más allá de ellas,
excepto en ciertas esferas y en algunas ocasiones, cuando los
aspectos racionales han remplazado a los emocionales. La idea
psicoanalítica de un estadio postambivalente es un ideal inal-
canzable que, aún en el mundo estrictamente objetivo de la
ciencia, sólo puede lograrse hasta cierto grado. Con mucha fre-
EL BIEN Y EL MAL 73

cuencia científicos de alta categoría han llegado a ser insul-


tantes cuando sus amadas teorías son puestas en duda. La ob-
jetividad es una abstracción que se puede adivinar débilmente
manejando gran número de opiniones, cálculos y deducciones,
pero usted y yo, como seres humanos, no estamos "más allá
del bien y del mal" (Nietzsche), aunque moralicemos o juz-
guemos desde puntos de vista utilitarios o estéticos.
Cualquiera puede recordar a una persona a la que se quería
mucho, pero, después de alguna desilusión, se le llegó a odiar
y nada de lo que hizo recibió una mirada favorable. Los nazis
llegaron a convertir esta actitud en un principio. La llaman la
teoría amigo-enemigo, sosteniendo que pueden declarar a cual-
quiera amigo o enemigo a voluntad, dependiendo simplemente
de las necesidades de una situación política.
Lo justo y lo injusto, el bien y el mal nos ponen frente a los
mismos problemas que la realidad. Del mismo modo que la
mayoría de la gente considera al mundo como algo absoluto,
así consideran a la moral. Aún la gente que se da cuenta de
que la concepción de la moralidad es relativa (que lo que es
"justo" en un país puede ser "injusto" en otro) manifiesta nor-
mas morales en cuanto se ven implicados sus propios intereses.
El chofer de automóvil, intolerante con los peatones, malde-
cirá a los que manejan cuando él mismo va a pie.
El juicio de un niño acerca de su madre —como hemos vis-
to— depende de la realización o la frustración de sus deseos.
Esta actitud ambivalente existe también en los padres. Cuando
un hijo realiza sus deseos (si es obediente) y ni protesta fren-
te a exigencias sin sentido, los padres están satisfechos y se
considera al niño "bueno". Cuando el niño frustra los deseos
de los padres (aún en casos en que evidentemente es inca-
paz de entender, mucho menos de realizar lo que se le pide, y
probablemente no puede ser considerado responsable de sus
acciones o reacciones) con frecuencia se le llama "perverso"
o malo .
Un maestro clasificará a sus alumnos como "buenos" o "ma-
los" según su capacidad para realizar sus deseos respecto al
aprendizaje, atención o buen comportamiento; o, si el profesor
tiene interés por el deporte, podrá preferir a los alumnos que
comparten este interés. Los estados con estructuras diferentes
74 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

imponen exigencias diferentes a sus ciudadanos y el "buen"


ciudadano será, naturalmente, el que obra de acuerdo con las
leyes, mientras que al "mal" ciudadano se le llama criminal.
El ciudadano satisfecho con su gobierno lo alabará como "bue-
no". Pero si le impone demasiadas restricciones y exigencias
se convierte en un "mal" gobierno.
El estado, el padre tipo medio o la institutriz —todos se com-
portan como niños malcriados. Sólo advierten a una persona
cuando entra al primer plano haciendo algo no usual —una ac-
ción heroica, un logro brillante en el deporte, un comporta-
miento correcto en una situación extremadamente difícil. En
el lado negativo, está el ciudadano que llega a ser un factor
perturbador en una sociedad que funciona suavemente —el gran
criminal. Tal vez se le conceda el mismo encabezado de pri-
mera página que al héroe. Un padre, por lo demás indiferente,
ciertamente se dará cuenta de su hijo cuando éste molesta su
sueño sagrado.
En toda sociedad, además de estas reacciones emocionales,
existe cierto número de exigencias tan inflexibles, tan profun-
damente enraizadas, que han llegado a convertirse en cánones
de conducta, dogmas y tabús, y han proporcionado a nuestro
sistema ético su aspecto fijo y rígido. Esta rigidez se ve refor-
zada porque existe en nosotros esa peculiar institución moral
llamada "conciencia". Esta conciencia tiene una moral estática.
Carece de una estimación elástica de las situaciones cambian-
tes. Se fija en los principios y no en los hechos, y puede sim-
bolizarse por medio de la vendada estatua de la Justicia.
¿Qué hemos encontrado hasta ahora? El bien y el mal, lo jus-
to o lo injusto, son juicios hechos por individuos o institucio-
nes colectivas según la realización o frustración de sus exigen-
cias. En la mayoría de los casos pierden su carácter personal
y, cualquiera que haya sido su origen social, han llegado a
convertirse en principios y normas de conducta.
"Un organismo responde a una situación." El hombre en ge-
neral ha olvidado que el bien y el mal originalmente eran re-
acciones emocionales y se inclina a aceptar el bien y el mal
como hechos. De ello resulta que, en cuanto se llama a una
persona o grupo bueno o malo, se suscitan respuestas emocio-
EL BIEN Y EL MAL 75

nales (amor y odio ¶ y , aplausos y condenación). Amor al


Führer y odio al enemigo: sumisión a los propios dioses y dis-
gusto ante los extraños. En cuanto nos encontramos "bueno"
o "malo" sentimos toda la escala de reacciones emocionales,
desde la indignación hasta la venganza, desde la estimación
silenciosa hasta la tributación de altos honores.
Llamar a las personas o cosas "buenas" o "malas" tiene algo
más que un significado descriptivo —contiene una interferen-
cia dinámica. "Eres un niño malo" la mayor parte de las veces
tiene una carga de ira y hasta de hostilidad. Exige un cambio
y amenaza con consecuencias desagradables, pero el contenido
emocional de "eres un niño bueno" es alabanza, orgullo y
promesa.
A medida que varía la intensidad de las reacciones, entran
en juego diferentes cantidades de ¶ y ¹. No es difícil darse
cuenta de que nuestras reacciones hacia las cosas y personas
buenas son ¶. A la reacción emocional de agrado o amor está
vinculada la tendencia a establecer contacto. La madre aca-
ricia al niño bueno; el niño demostrará su gratitud hacia su
institutriz abrazándola y besándola; el rey estrechará la mano
al héroe; el presidente de Francia, al otorgar la Legión de
Honor, abrazará al que la recibe. Con los niños frecuentemen-
te se hace contacto en forma indirecta, dándoles regalos, por
ejemplo, para el estómago (dulces); con los adultos ofrecién-
doles regalos para su vanidad (medallas y títulos).
Al otro extremo de la escala encontramos la aniquilación. Se
experimenta a la cosa o persona mala como una molestia o
factor perturbador hasta tal grado que se desea suprimirlo. El
niño quiere arrojar por la ventana a la "mala" madre, desea
que muera. (Debe recalcarse que el niño realmente lo dice de
veras durante un periodo de frustración. En cuanto la frustra-
ción ya no esté en primer plano, el deseo de muerte probable-
mente desaparecerá.) Por otro lado, la madre podría amenazar
con abandonar al niño malo y privarlo de su propia presencia,
sabiendo perfectamente lo mucho que la necesita. La Iglesia
Católica Romana excomulga a sus reos. En los cuentos orien-
tales el déspota mata a todo el que llega a molestarlo. En nues-
tra época este procedimiento na llegado a un climax en la
técnica nazi destruyendo a la oposición (campos de concen-
76 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

tración, "disparar mientras trata de escapar", exterminación de


razas completas).
AI revisar la contradicción que en apariencia existe en la
ética (las reacciones emocionales claras y no ambiguas por un
lado y la relatividad de las normas éticas por otro) hemos des-
cubierto que el bien y el mal son originalmente sentimientos
de bienestar y malestar. Se les proyecta sobre el objeto que
estimula estos sentimientos y, subsecuentemente, se le llama
bueno o malo. Más tarde, bien o mal llegaron a convertirse en
términos aislados de los hechos originales, pero conservaron el
sentido de señales, la capacidad de evocar —aunque en un
contexto distinto— todas las reacciones suaves o violentas de la
realización y de la frustración del deseo.
VIII. LA NEUROSIS

HE MENCIONADO repetidas veces que nuestro organismo no


está en situación de concentrarse en más de una cosa a la vez.
Esta deficiencia basada en el fenómeno fondo-figura, se ve
resarcida en parte por la tendencia holística de la mente hu-
mana, por el esfuerzo de simplificación y unificación. Toda ley
científica, todo sistema filosófico, toda generalización se basa
en la búsqueda del común denominador, de un hecho idéntico
a cierto número de cosas. Dicho con pocas palabras: por la
gestalt común a cierto número de fenómenos.
Se objetará que cierto número de personas pueden concen-
trarse en varias cosas a la vez. Esto no es verdad. Pueden osci-
lar rápidamente entre diferentes ítems, pero no he encontrado
a nadie que, por ejemplo, pueda en la siguiente figura ver
6 y 7 cubos al mismo tiempo.

6 cubos 7 cubos 8 cubos


La creación de nuevas totalidades no se realiza por fusión
sino por medio de luchas más o menos violentas. Aunque ha-
bremos de dejar gran parte de este tema para el capítulo so-
bre las funciones del Ego, podemos señalar aquí el hecho de
que, por ejemplo, las guerras condujeron con frecuencia a la
creación de formaciones más amplias o unificación de masas.
Esta unificación podría ser extensiva o intensiva. Aunque des-
pués de la primera Guerra Mundial, Rusia en conjunto no se
expandió, la estructura interna incoherente se hizo claramente
más integradora y fuerte, mientras que la expansión actual de
Alemania en 1942 es cualquier cosa menos integradora.
Las leyes de conflicto (¹) y de integración (¶) se eviden-

77
78 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

cían en la relación entre individuos, lo mismo que en la rela-


ción entre grupos, y se aplican igualmente a la interdependen-
cia entre individuo y comunidad.
El conflicto más importante que puede conducir o bien a
una personalidad integrada o a una neurótica es el conflicto
entre las necesidades sociales y biológicas del hombre. Lo que
es bueno y malo (se le llama con más frecuencia correcto y
erróneo) desde el punto de vista social, puede no ser bueno
y malo (sano o no sano) para el organismo. Frente a las leyes
biológicas de la autorregulación la humanidad ha creado la
regulación moral —la regla ética, el sistema de conducta con-
forme a normas.
Originalmente los jefes (reyes, sacerdotes, etc.) formularon
la ley para simplificar su gobierno y más tarde las clases "go-
bernantes" siguieron esa rutina: sin embargo, cuando se violaba
hasta un punto insoportable el principio de la autorregulación,
se producían revoluciones. Después de advertir este hecho, las
clases privilegiadas tuvieron cada vez más en consideración las
necesidades de las clases gobernadas, al menos hasta el punto
de prevenir las revoluciones. De ordinario se llama a ese sis-
tema democracia. Bajo el fascismo se frustran las necesidades
más vitales de amplios grupos en favor de un pequeño grupo
gobernante, mientras que en el socialismo (y en la Carta del
Atlántico) el máximo objetivo es la liberación general de la
necesidad. Deberían recordar esto los que colocan en la mis-
ma categoría al fascismo y al socialismo. La única esfera en
la que ambos son idénticos es su estimación del holismo (to-
talitarismo y economía planeada).
A pesar de la uniformidad relativa de los seres humanos
(si alguno tiene su corazón en el lado derecho, o tiene 6 dedos
en vez de 5, se le considera un monstruo, y un hombre con
dos bocas o un ojo se acerca a los límites de nuestra imagina-
ción), no es posible uniformar la conducta de cada miembro
de un grupo. Algunos individuos no pueden someterse a las
exigencias que se les imponen y se les llama criminales. Cuan-
do no encajan en el modelo general suscitan la ira de sus go-
bernantes. Sigue el castigo, ya sea, para "educar" a los crimi-
nales o para provocar terror y miedo en sus compañeros, para
que éstos no lleguen a ser desobedientes, "malos".
LA NEUROSIS 79

Sin embargo, con mucha frecuencia el autocontrol social-


mente exigido puede lograrse tan sólo a costa de desvitalizar
y deteriorar las funciones de grandes partes de la personalidad
humana —a costa de crear neurosis colectivas e individuales.1
El desarrollo religioso y capitalista de la sociedad es respon-
sable en la mayor parte de la creación de neurosis colectivas,
de las cuales las guerras suicidas que ahora recorren el mundo
son sintomáticas. "El mundo se ha vuelto loco -me dijo una
vez E. Jones-, pero gracias a Dios hay treguas". Por desgracia,
estas treguas son como la oscilación de un péndulo que reúne
fuerza para llevar a cabo un nuevo progreso —la oscilación del
siglo xx.
La naturaleza infecciosa de la neurosis se basa en un com-
plicado proceso psicológico en el que desempeñan un papel
el sentimiento de culpa y el miedo a ser un proscrito (¹), lo
mismo que el deseo de establecer contacto (¶) aunque sea un
seudocontacto. El adicto a los estupefacientes induce a otros
a entregarse al mismo hábito. Las sectas religiosas envían
misioneros para convertir paganos y el idealista político tra-
tará de convencer a todo mundo, por todos los medios posibles,
de que su manera de ver particular es la única "correcta". Und
willst Du nicht mein Bruder sein, dann schlag ich Dir den
Schaedel ein. [Si te niegas a ser mi hermano, me veré obligado
a romperte el cráneo.]
Un ejemplo sencillo de la difusión de la infección neurótica
lo proporcionó un semanario de Londres: los miembros de una
tribu pagana practicaban relaciones sexuales antes del matri-
1. En la época prepsicoanalítica se llamaba a las neurosis enfermedades
funcionales. La neurosis es una desorganización del funcionamiento adecuado
de la personalidad dentro de su medio ambiente. Aunque por lo general no
se pueden descubrir grandes cambios fisiológicos y sólo se pueden observar
diferencias menores como inestabilidad vaso-motora, perturbaciones de las
secreciones glandulares y mala coordinación muscular, debe considerarse a
la neurosis una enfermedad, del mismo modo que se llama enfermedad a la
debilidad del corazón.
El margen entre un funcionamiento adecuado e insuficiente del corazón
es más bien amplio. La tensión de competir en una carrera maratónica sería
demasiado para su corazón si no funciona al cien por ciento; por otro lado,
una persona con las válvulas del corazón dañadas, si lleva una vida confor-
table y tranquila puede vivir por años. Un margen igualmente amplio existe
en el funcionamiento nuestro dentro de la sociedad.
80 HOLISMO Y PSICOANAUSIS

monio.2 Intervinieron los misioneros declarando que esto era un


pecado. El observador describe cómo estas personas inocentes
y francas se hicieron tímidas, evitaron a los misioneros y llega-
ron a ser mentirosos e hipócritas. Podemos suponer que más tar-
de no sólo evitaron al misionero, sino también a la comunidad y
al final ocultaron sus necesidades sexuales hasta a sí mismos.
Cuando toda una ciudad se pone a cantar palabras mágicas,
a hacer gestos mágicos y a llevar ofrendas a seres sobrenatu-
rales, con la esperanza de que esto hará propicios a los dioses
y ayudará a terminar con la sequía y todos tienen fe en la
eficacia de este procedimiento, ninguno se dará cuenta de la
estupidez de esta conducta, de la locura de esta neurosis co-
lectiva. Pero si un individuo despierta y vuelve sobre sus sen-
tidos, entrará en conflicto con su medio ambiente y se encon-
trará aislado de la familia y amigos, como figura en contraste
con el fondo de la comunidad, un objeto de hostilidad y per-
secución. Posiblemente desarrolle una neurosis individual a
través de un proceso que no puede ser plenamente compren-
dido sin conocer el carácter paranoico. La comunidad será
agresiva con el hombre que duda de su ideología y hará todo
cuanto pueda para herirlo. Y él, a su vez, cuando es incapaz
de devolver el golpe, o reprimirá su agresión o la proyectará

2 La más importante de nuestras instituciones morales es tal vez el ma-


trimonio. Sin duda alguna hay muchas ventajas en esta institución, pero al
sopesar los aspectos benéficos y perjudiciales resulta discutible cuál platillo
de la balanza es el más pesado. Si la genuina atracción en la situación del
matrimonio fuera tan grande, sería incomprensible por qué la Iglesia Cató-
lica Romana considera necesario hacer imposible el divorcio. Cuando a al-
guien le gusta un lugar, no son necesarios altos muros para mantenerlo allí.
Encontramos que los matrimonios felices son excepcionales, ejemplos "lau-
dables ofrecidos a la humanidad. Hay después cierto número de matrimonios
tolerablemente "buenos", que son cosa de conveniencia y hábito. Pocos ma-
trimonios son abiertamente infelices, pero muchas parejas viven un matrimo-
nio lleno de infelicidad reprimida, que encuentra su salida en la irritabili-
dad, la tendencia a dominarse entre sí, etc.; brevemente, viven en la más
íntima hostilidad. La infidelidad, la separación, el divorcio son intentos (la
mayor parte de las veces sin éxito) por volver a la salud. El método primi-
tivo de tener relaciones antes del matrimonio hasta que se ha encontrado
un compañero satisfactorio por medio del contacto espontáneo (en oposición
a las obligaciones morales o las ventajas monetarias) proporciona una opor-
tunidad mucho mejor para continuar este contacto, eventualmente bajo el
nombre de matrimonio. En estas circunstancias están en primera línea las
personas y no la institución.
LA NEUROSIS 81

sobre sus adversarios, transformando así una persecución real


en manía de persecución y miedo.3
De esta forma, proscrito, se retira del mundo y pierde con-
tacto; y cuantas menos ocasiones tiene de satisfacer sus nece-
sidades sociales y más privados de satisfacción están sus ins-
tintos, más grande se hace la viciosidad del círculo neurótico.
Hay dos formas opuestas posibles de cura: la autoplástica y
la aloplástica. O renuncia a su herejía y vuelve como hijo pró-
digo al seno de la neurosis colectiva (esto es difícil después
de que ha logrado su comprensión), o logra convertir al resto
de la comunidad a su forma de pensar. Esta cura aloplástica
exitosa atrayendo a los demás a su lado no sólo significa una
justificación de su existencia, un restablecimiento del contacto,
sino también un paso en el desarrollo, regresión a la naturaleza
y salud y progreso hacia un conocimiento más amplio.
Este proceso correspondería al tratamiento de la neurosis in-
dividual. Se debe detener el progreso de la neurosis y estimu-
lar la regresión a los niveles de salud biológica.
No debe ofenderse el lector si a veces me refiero a él como
neurótico —si el saco no le queda no necesita ponérselo. Pero
como vivimos en una civilización neurótica, es probable que
nadie haya escapado a una u otra distorsión en su personali-
dad. Negar los hechos desagradables, aunque ahorra malestar,
crea la ilusión de su no existencia —mais ce ne les empêche
pas d’exister! La mayoría de la humanidad tan sólo puede ele-
gir entre neurosis individual o colectiva (por ejemplo, reli-
gión) o criminalidad individual o colectiva (gangsterismo, hit-
lerismo) o una mezcla de las dos (por ejemplo, la mayor
parte de los casos de delincuencia juvenil). El hombre está
aprisionado entre el diablo de la criminalidad y el hondo mar
de la neurosis. Es casi imposible evitar los peligros del dete-
rioro social o biológico. En esta situación desesperada el hom-
bre ha desarrollado innumerables instrumentos para protegerse
de ambos peligros.
Entre las salvaguardias contra "las malas acciones" encon-
tramos a la policía y a la conciencia, contra la neurosis el " gri-
3
Los niños judíos, por ejemplo, se hacen muy pronto neuróticos donde
están expuestos a persecución antisemítica.
82 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

to por la naturaleza" y salidas como los carnavales en los paí-


ses católicos romanos. Sin embargo, es posible una existencia
tolerable si aplicamos instrumentos de seguridad para evitar
los peligros reales. La apreciación de qué peligros son reales
y cuales imaginarios y la aplicación de este juicio es caracte-
rística del individuo sano. Todo el que ha experimentado al-
guna vez pesadillas o miedo al caminar por un bosque obscu-
ro, cuando cualquier chasquido de una rama, todo crujido de
las hojas parece anunciar a un enemigo que se aproxima, se
dará cuenta de los sufrimientos innecesarios que nos imponen
esos peligros-imaginarios-irreales.
La evitación biológica de contactos peligrosos, con frecuen-
cia es importante para la autopreservación, y también para la
preservación de cosas con las que nos identificamos, que están
dentro de nuestros límites del ego (Parte II) y son por ello
valiosas para nosotros. Cualquier cosa que amenaza deteriorar
el todo o partes de la personalidad es percibido como un pe-
ligro, como algo hostil que ha de ser aniquilado, ya sea por
medio de la destrucción o de la evasión.
Se puede observar una gran variedad de acciones dirigidas
a evitar contactos indeseables, siendo las principales la pro-
tección y la huida. Encontramos en la guerra: defensa activa
(resitencia personal) y huida activa (echar a correr); defen-
sa parcial (excavar, camuflaje) y huída parcial (retirada es-
tratégica de acuerdo con planes); resistencia mecánica (cascos
de acero, fortificaciones) y huida mecánica (vehículos). La
niebla artificial en la huída, lo mismo que en el ataque, se
produce para privar al enemigo de contacto visual. Dejar una
retaguardia de combate mientras se realiza una retirada es una
combinación de huida y defensa. En forma clara destacan fun-
damentalmente dos cursos de desarrollo en la guerra (y esto
tiene también aplicación a la competencia comercial, la intri-
ga política, la criminología, la formación del carácter y la
neurosis). La combinación de ataque y defensa (por ejemplo,
los cañones y coraza del tanque), y la respuesta a nuevas ar-
mas de ataque con defensas adecuadas.
Los animales evitan los peligros con ayuda de su piel y sus
derivados (caparazones, cuernos, sentidos, etc.); recurren a la
huida por medio del sistema muscular (corriendo y volando);
LA NEUROSIS 83

tienen a su disposición camuflaje (mimetismo) y otros medios


de engañar a los ojos del enemigo. Al aparentar estar muerto
(disimular) el animal inmovilizado pretende que no se le haga
caso. El pulpo aplica la técnica de la niebla para escapar, la
rata se desliza en su agujero, etc. Al ser más complicado el
desarrollo del organismo humano, los medios de evitación tam-
bién llegan a ser más diferenciados. En la esfera legal la tarea
de la defensa con frecuencia es más complicada que la del
agresor —el fiscal— el mismo defensor de la ley que a su vez
defiende a la sociedad contra los criminales, que podrían ha-
berse defendido a sí mismos de la inanición. En psicoanálisis
expresiones tales como neurosis defensiva y fobia demuestran
que Freud trató de clasificar las neurosis según los medios de
evitación. Pero no llevó a su conclusión este intento, como
puede verse por el uso de expresiones como "neurosis obsesi-
va" o "histeria".
Anna Freud ha demostrado la dinámica defensiva de la per-
sonalidad consciente — The Ego and its defence mechanism—
como una ley general. En realidad la defensa abarca una am-
plia proporción de evitación.
La desventaja de la "evitación", es el deterioro de la fun-
ción holística. Con la evitación, nuestras esferas de acción y
nuestra inteligencia se desintegran. Todo contacto, ya sea hos-
til o amistoso, acrecentará nuestras esferas, integrará nuestra
personalidad y, por asimilación, contribuirá a nuestras faculta-
des, mientras que no esté cargado de un peligro insuperable,
mientras que haya posibilidad de dominarlo.
Téngase en cuenta una contradicción aparente: la evitación
de aislamiento. Su mejor representante es la persona que no
puede decir "no" y que en apariencia no tiene miedo de esta-
blecer, sino más bien de perder contacto. A esto tengo que
decir que el contacto incluye su opuesto dialéctico: el aisla-
miento; esto sólo quedará en claro cuando se discutan las fun-
ciones del ego. Sin el componente del aislamiento el contacto
se convierte en confluencia. Hasta los aislacionistas americanos
de 1941 querían mantener contacto comercial, al mismo tiem-
po que evitaban el choque con el Eje. Exactamente lo mismo
puede aplicarse a la persona que no puede decir "no". Su ten-
dencia es evitar hostilidad.
84 HOLISMO Y PSICOANALISIS

Los medios de evitación son hasta tal grado múltiples que di-
fícilmente es posible reducirlos a algún tipo de orden; sin em-
bargo, podría merecer la pena abordar el problema dialéctica-
mente. Podemos registrar en un esquema (aunque incompleto):
a) Los medios que tienden hacia la aniquilación, que tienen
una función substractiva.
b) Lo opuesto, la función más -los crecimientos o adicio-
nes hipertróficos.
c) Cambios y distorsiones.
Las funciones conjuntivas o disyuntivas se dan siempre en
forma simultánea. Pero esto resulta evidente sólo en la cate-
goría c), mientras que en a) o b), ya sea la adición o la subs-
tracción está en primer plano de forma espectacular.
a) Substracción:
1) Escotoma.
2) Selectividad.
3) Inhibición.
4) Represión.
5) Huida.
b) Adición:
6) Sobrecompensación.
7) Armadura.
8) Obsesiones.
9) Proyección permanente.
10) Alucinaciones.
11) Quejas.
12) Intelectualismo.
13) Dis-co-ordinación.
c) Cambios:
14) Des-plazamiento.
15) Sublimación.
16) Muchos rasgos de carácter.
17) Síntomas.
18) Sentimientos de culpa y ansiedad.
19) Proyección.
20) Fijación.
LA NEUROSIS 85

21) Indecisión.
22) Retroflexión.
a) Substracción.
1) El medio más sencillo de aniquilación es el Escotoma
(punto ciego, apagamiento de las percepciones). Es ésta una
de las tretas de conjuro (ya mencionada) empleada en situa-
ciones en las que es imposible la aniquilación real. Al preten-
der no oír o no ver, la fuente de molestias parece desaparecer.
Los niños frecuentemente cubren sus ojos u oídos con sus ma-
nos, manifestando el origen de la política e hipocresía de la
ostra que puede caracterizar muchas de sus acciones futuras.
Se encuentra una compensación del escotoma en la enfermedad
de Korsakow, en la que se llena un vacío de la memoria con
sucesos imaginarios.
2) La Selectividad es un medio para evitar un punto de vis-
ta objetivo. Cuando es dictada por necesidades orgánicas, la
selectividad pertenece a la base biológica inalterable de nues-
tra existencia, pero su aplicación arbitraria conduce a medias
verdades que son más peligrosas que las mentiras. Se aplica
en la propaganda y en la cortesía, en las noticias y rumores
de guerra, el pensamiento anhelante y la hipocondría, y al-
canza su punto culminante en la mentalidad del carácter his-
térico y paranoico.
Se tiene la impresión de que Freud, del concepto bergso-
niano del Inconsciente, seleccionó el pasado, la causalidad,
mientras que Adler acentuó el futuro, la determinación.
3) En la Inhibición se retiene alguna expresión que debe-
ría salir del campo intraorgánico —se inhibe pero no se exhibe.
Al evitar, por ejemplo, llorar, se obedece la exigencia social
de autocontrol. La desventaja es que esto con frecuencia lleva
a síntomas histéricos. La expresión inhibida puede parecer ego-
centrismo.
4) El psicoanálisis ha demostrado una y otra vez que las
Represiones significan evitar la consciencia inmediata. A la
larga, nada se logra trasladando un impulso del campo cons-
ciente al inconsciente.
5) La Huida es una de las evitaciones más conocidas -pero
nadie puede huir de sí mismo. El escapista nada gana y lleva
80 HOL1SMO Y PSICOANÁLISIS

consigo sus problemas no resueltos. La huida hacia la enfer-


medad y hacia el futuro —al menos por lo que respecta al soñar
despierto— ha sido desenmascarada por el psicoanálisis, pero su
opuesto -la huida del presente hacia el pasado y hacia "cau-
sas"— en realidad ha sido apoyado por el freudismo.
b) Adición.
6) La Adición más ampliamente conocida es la sobre-com-
pensación (Adler). Se debe evitar el desagradable sentimiento
de inferioridad. Se edifica alrededor del punto vulnerable un
muro de opuestos a inferioridades específicas y el resultado es
una multitud de medidas protectoras, aunque sean por com-
pleto superfluas. La protesta masculina —el deseo de un pene-
tiene que salvaguardar esas actitudes que muchas mujeres in-
necesariamente consideran debilidades (S. Rado).
7) La Armadura (Reich) manifiesta una estructura similar.
Cierto número de contracciones musculares, que da como re-
sultado dis-co-ordinación y torpeza, se producen para evitar la
expresión de "energías vegetativas" indeseadas (con esto Reich
quiere decir en apariencia todas las funciones excepto las mo-
toras).
8) En la Neurosis Obsesiva la evitación de contacto con ob-
jetos prohibidos (por ejemplo, la suciedad) y la evitación de
algunos deseos (por ejemplo, las tendencias agresivas) crea
un neoplasma mental de ceremonias y acciones "aseguradoras".
Se detiene el desarrollo de grandes partes de la personalidad.
9) Que las Proyecciones Permanentes, como la creación de
dioses, son una adición es algo obvio para todo el que no da
la vuelta a este hecho —que cree que estos dioses han creado
al hombre. Pero aún en el caso del creyente, la religión sigue
siendo una ficción "como si", algo que puede percibirse com-
parando a una persona piadosa con un psicótico que sufre ilu-
siones religiosas, que experimenta a Dios como una realidad
personal. La religión tiende a obstaculizar el crecimiento de
la humanidad, tiende a mantener a los creyentes en un estado
infantil. "Somos todos hijos de un padre, Dios."
10) Las Alucinaciones son actividades de adición que encu-
bren y por ello evitan la percepción de la realidad. La mujer
que lleva un trozo de madera y se dirige a él como su hijo,
evita darse cuenta de la muerte de su niño.
LA NEUROSIS 87

11) El quejoso ha añadido un muro de lamentaciones a su


existencia. Prefiere entregarse a sus quejas que actuar.
12) El Intectualismo es una hipertrofia mental y de ningún
modo idéntica a la inteligencia, cosa que muchas personas no
quieren admitir. Es una actitud destinada a evitar conmoverse
profundamente.
13) Según F. M. Alexander, muchas de nuestras acciones
están acompañadas de una enorme cantidad de actividades
superfluas, y este exceso es el resultado de evitar "la aprecia-
ción sensorial" y se presenta como dis-co-ordinación.
c) En este grupo las funciones de más y menos están mez-
cladas o se realizan cambios simples.
14) En el Desplazamiento evitamos el contacto con el objeto
original dirigiendo nuestra atención hacia otro menos objeta-
ble. No se trata de que al señor X se le viene encima un des-
plazamiento de una figura paterna por un tío, sino que el
señor X intencionalmente desvía su interés del padre hacia
el tío.
15) La Sublimación se parece al desplazamiento en cuanto
que substituye una acción por otra—por una más objetable.
En este caso se ha de evitar la acción directa original. Parece
problemático saber si está justificado llamar al desplazamiento
una función patológica y a la sublimación una función sana.4
16) Dos ejemplos pertenecientes al grupo de carácter y sus
funciones más-menos:
Una persona excesivamente limpia quiere evitar el contacto
con la suciedad, pero al mismo tiempo sigue muy intensamen-
te interesada en todas las ocupaciones relacionadas con la su-
ciedad (lavado, afán hipertrofiado por descubrir las manchas
más pequeñas, etcétera).
Al fanfarrón fácilmente se le desenmascara como un cobar-
de. En cuanto se encuentra con alguien que se niega a inti-
midarse, este rasgo de carácter sufrirá inmediatamente un co-
lapso. La conciencia más austera, en cuanto se le ataca apro-
piadamente, igualmente pierde su arrastre sobre sus víctimas.

4 Se dice que Dante y Schubert debieron sus logros artísticos a la frus-


tración sexual y la sublimación. Sin embargo, Goethe era muy creativo, no
obstante ser mucho más versátil que los dos, a pesar de sus muchos y con
frecuencia satisfactorios amoríos (o tal vez debido a ellos).
88 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

17) La función más-menos de los síntomas puede captarse


en el siguiente ejemplo: una mujer manifiesta una parálisis fun-
cional en su brazo derecho. Esta parálisis, aunque en sí es una
deficiencia, ella la experimenta como un factor adicional. El
análisis revela que es irritable y todavía inclinada a abofetear
a su hija ya mayor. AI paralizar su brazo evita la expresión de
su temperamento —aniquila la tentación de abofetear a su hija
en la cara.
18) Estar libre de Sentimientos de Culpa y Ansiedad es,
según una concepción psicoanalítica muy primitiva, todo cuan-
to se requiere para curar una neurosis. Ciertamente son fenó-
menos muy desagradables. Los sentimientos de culpa (basados
en la agresión proyectada) impulsan al "pecador" hacia la evi-
tación: "no lo haré otra vez". Pero con mucha frecuencia, lo
mismo que en el caso del alcoholismo crónico, estos sentimien-
tos de culpa, aunque se sienten con gran intensidad de mo-
mento, no poseen consecuencias duraderas. Sobornan a la con-
ciencia o al medio ambiente de momento, pero muy pronto
pasan a segundo plano en cuanto ha cambiado la situación
—una vez que ha pasado la resaca.
Trataremos de la ansiedad en el próximo capítulo.
19) La Proyección (por ejemplo, de la agresión) substrae a
la personalidad cierta cantidad de agresión, pero añade esa
misma cantidad al medio ambiente. Se evita la consciencia de
ser agresivo, pero se añade miedo a la propia vida.
20) El fenómeno de Fijación ofrece al observador casual
tan sólo su carácter hipertrófico, el tremendo apego (amor ex-
cesivo, odio reprimido, o sentimientos de culpa) a una per-
sona o situación (por ejemplo, la familia). Con esta fijación
siempre se presenta el opuesto —evitar contacto con cualquier
cosa fuera de las fronteras de la fijación. No resulta fácil de-
terminar qué es lo primero, la gallina o el huevo —el miedo
al contacto exterior o el agarrarse a situaciones familiares.
21) El ejemplo perfecto de la tensión entre más y menos lo
proporciona la Indecisión. Según las observaciones de Karl
Landauer, los niños muy pequeños manifiestan poca inclina-
ción a evitar peligros: los peligros son fascinantes y el niño
corre hacia ellos. Sin embargo, pronto aprende a invertir su
actitud, a huir. En un estado de indecisión nos desgarran el
LA NEUROSIS 89

deseo de acercarnos y el impulso a huir, el contacto y la evi-


tación, pero en cuanto un lado de la balanza sube por encima
del otro se soluciona el conflicto, desaparece la indecisión.
22) Trataremos de la Retroflexión extensamente más ade-
lante.
El objeto de todo tratamiento, ya sea psicoterapéutico u
otro, es facilitar el equilibrio orgánico, restablecer las funcio-
nes óptimas, retirar las adiciones y compensar las deficiencias.
El psicoanálisis se esfuerza por rellenar la personalidad cons-
ciente añadiendo aquellas partes que fueron rechazadas (re-
primidas o proyectadas). Volver a adquirir consciencia es
idéntico a la anulación de un gran número de evitaciones. Para
Freud la evitación o aceptación de la consciencia es más que
un cambio de una característica: es la coordinación de los sis-
temas de Consciencia e Inconsciencia; el material inconsciente
cambia de lugar bajo ciertas condiciones, especialmente du-
rante un psicoanálisis. Este aspecto llamado tópico puede apli-
carse también al "ciclo instintivo" y tiene un valor más prác-
tico que la enumeración anterior de evitaciones, que sirve
especialmente para llegar a conocer los diferentes medios de
evitación, demostrando la incidencia simultánea de ventaja y
desventaja, la imposibilidad de lograr cualquier resultado valio-
so a través de la evitación neurótica.
En el capítulo V demostramos que existe un ciclo para lo-
grar el equilibrio orgánico, al que hemos llamado metabolismo
del organismo del mundo y que está constituido por 6 esla-
bones.
Éstos eran:
1) El organismo en reposo.
2) El factor perturbador, que puede ser a) interno o b) ex-
terno.
3) La creación de una imagen o realidad (función más-
menos y fenómeno fondo-figura).
4) La respuesta a la situación dirigida hacia
5) Una disminución de tensión, que produce
6) El retorno del equilibrio orgánico.
Se perturba este metabolismo en cuanto se interrumpe su
ciclo en cualquier punto, del mismo modo que puede inte-
90 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

rrumpirse en cualquier parte una instalación eléctrica. Puede


romperse el contacto en los cables, en los encendedores o en
la misma bombilla.
Respecto al "ciclo instintivo" descubrimos la interrupción —la
evitación de contacto— en cualquier parte menos en:
1) El organismo en reposo. En este punto cero no surge el
problema de la evitación. Tomar el aburrimiento o la depre-
sión como puntos cero es un error, ya que ambos son eviden-
temente situaciones emocionales, factores perturbadores, resul-
tado de ciertas inhibiciones.
Si tomamos el instinto sexual como ejemplo, encontramos un
número notable de medios bien conocidos para evitar sus exi-
gencias. Descubrimos al seguir el ciclo instintivo:
2 a) El adiestramiento ascético, el deseo de ser castrado, la
evitación de alimento y bebida estimulantes, todo el arsenal
de opresiones ideológicas (especialmente religiosas), escotomi-
zación, confundir los impulsos sexuales con otra cosa.
2 b) ¿Qué medios tiene el esposo o la esposa al que se ha
dirigido una demanda sexual para evadir su "deber"? La ra-
cionalización (excusas); los síntomas (dolores de cabeza); la
defensa muscular (vaginismo); fingimientos (demasiado can-
sado); evitar situaciones (artificios múltiples, dormitorios se-
parados); evitar estimulación (descuidar el arreglo personal);
la defensa activa (irritabilidad, ridículo).
3) Supresión de la fantasía; tabús religiosos; ocupaciones
que distraen la atención de las formaciones de imágenes se-
xuales; evitar la realidad; no buscar al objeto del amor; des-
arrollar una actitud supercrítíca; desviar el impulso sexual ha-
cia canales inadecuados (masturbación, visitas a prostitutas,
perversiones).
4) Evitar los sentimientos sexuales o las actividades sexua-
les en las situaciones eróticas: desensibilización genital (frigi-
dez); armadura (tirantez muscular); distracción de la atención
(pensar en otra cosa); desplazamiento (hablar o hacer algo
no sexual); huida, escotomización y proyección.
5) La ausencia de orgasmo satisfactorio (W. Reich, Die
Function des Orgasmus) impide un descenso adecuado de la
tensión sexual. Esta actividad sexual insuficiente podría deber-
se a una incapacidad para sobrellevar las sensaciones unidas
LA NEUROSIS 91

a la alta tensión del orgasmo (atajo, eyeculación precoz).


Otros medios para impedir el orgasmo satisfactorio son: la su-
blimación, evitar las consecuencias (coitus interruptus), miedo
a perder energías (retener el semen).
Con frecuencia se evitan las emociones y el exceso de exci-
tación bajo el influjo inhibitorio de la vergüenza (falta de con-
centración, miedo a ser molestado). Entre otras distracciones,
"pensar" es otro medio de evitar tensión sexual.
En la mayoría de estos casos no se alcanza la satisfacción
y por ello la situación permanece incompleta. Esto, a su vez,
conduce a irritabilidad sexual permanente, un hecho que pro-
bablemente indujo a Freud a considerar la libido (entre otros
significados) como una energía libre flotante, que puede cau-
sar estragos fuera del ciclo de satisfacción del instinto sexual.
6) Cualquiera de estas actitudes de evitación impide el re-
torno del equilibrio orgánico.
Una vez más encontramos una enumeración desorientadora de
posibilidades que nos deja insatisfechos, incapaces de descu-
brir una ley simplificadora. Si comenzamos de nuevo, encon-
tramos originalmente exigencias sociales e instintivas (no cau-
sas, ya que las respuestas difieren para diferentes grupos). A
estas exigencias, por ejemplo los Diez Mandamientos, el canon
de conducta, los requerimientos de la conciencia o del medio
ambiente e igualmente los impulsos instintivos, responde el
organismo con emociones: miedo, vergüenza y similares, cuan-
do no se pueden aceptar inmediatamente las exigencias. La
exigente institución social impulsa la aceptación de sus de-
mandas con castigos y premios, con amenazas y promesas. Para
evitar el castigo y conseguir el premio se evitan las acciones
desaprobadas. Las exigencias del organismo (hambre, nece-
sidad de sueño, etc.) no son menos intensas y dolorosas que
las de la sociedad. De ahí la frecuencia de conflictos sociales
y neuróticos, externos e internos.
Hasta ahora el proceso es simple. Tan sólo llega a hacerse
confuso debido a la multitud de evitaciones que entran en es-
cena. La técnica de evitación varía mucho según la situación
y los medios de que se dispone.
Una mujer casada tiene un amante. El esposo, normalmente,
92 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

se opone con energía. Ella podría decidir evitar definitiva-


mente a su amante o evitar que se la vea con él, o en caso de
ser descubierta, podría desmayarse para evitar la explosión de
cólera de su esposo, pero, dado el caso, al recobrar el sentido,
podría inventar mentiras o reprocharle algo a él evitando con
ello sentimientos de culpa o el castigo. Pero si se somete a
sus exigencias —por ser su miedo mayor que su deseo— se
hará fría y hostil y evitará todo lo que podría proporcionarle
placer a él. En cualquiera de los dos casos, él será el que sufra
al final por haber basado su relación en exigencias y no en
comprensión.
De todo esto podemos sacar dos conclusiones: -
1) Que la "evitación" es un factor general que se encuen-
tra probablemente en todo mecanismo neurótico.
2) Que rara vez, y sólo en el caso de un peligro real, se
gana algo por medio de la evitación.
IX. REORGANIZACIÓN ORGÁNICA

EN LA historia del individuo, lo mismo que en la de genera-


ciones enteras, los altos y bajos, el ritmo de acción y reacción
son parecidos a los movimientos de un péndulo. Resulta difícil
permanecer cerca del punto cero —no verse elevado a las altu-
ras del entusiasmo ni deslizarse hasta las honduras de la deses-
peración. El pensamiento mecánico del siglo pasado provocó
en nuestra época su opuesto, el desarrollo de la psicología y
en particular del psicoanálisis.
En la esfera del psicoanálisis, el péndulo osciló desde el pen-
samiento histórico de Freud hasta el futurista de Adler. Des-
pués de la frase pesimista de Freud "No somos los dueños en
nuestra propia casa" encontramos la protesta de Adler, anhelo
de poder. La actitud puramente psicologista de muchos ana-
listas (que desprecian la fisiología como los ascetas de la Edad
Media) encontró sus repercusiones en el intento de Reich por
representar el carácter como una armadura consistente, ante
todo, en contracciones musculares.
Fuera de este desarrollo progresivo hay otros analistas que
(sobrevalorando problemas aislados y perdiendo el contacto
con la personalidad humana como un todo) fundamentalmen-
te se extravían, como O. Rank y en parte C. G. Jung. A pesar
de aportar algunas contribuciones valiosas al psicoanálisis (por
ejemplo, la introversión y extraversión de Jung) los dos se ex-
tienden sobre las partes dudosas de las teorías de Freud. Rank
llevó el punto de vista histórico ad absurdum —Jung la con-
cepción de la libido. El primero se quedó en los dolores del
trauma del nacimiento, el otro infló los términos libido e in-
consciente hasta tal grado que, como el concepto de Dios de
Spinoza, abarcaban casi todo y por ello no explicaban casi
nada.
Ninguno de los dos contribuye a la comprensión holística del
organismo. Sin embargo, las contribuciones de Adler y Reich
son de gran valor para el psicoanálisis, en cuanto que propor-
cionan aspectos complementarios a algunas teorías de Freud.
Por desgracia, freudianos y adlerianos se combaten entre sí o

93
94 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

encubren su mutuo desprecio con una actitud seudotolerante,


pero ciega y desatenta, actuando así según las mejores tradi-
ciones del sectarismo. Aunque los dos están acostumbrados a
pensar según opuestos -Freud generalmente, Adler en ocasio-
nes (cima/fondo; varón/hembra; superior/inferior—, se niegan
a verse unos a otros como opuestos, recíprocamente comple-
mentarios en muchos aspectos.
Además de examinar la dialéctica del movimiento psicoana-
lítico, podemos también tratar de la dialéctica del psicoanáli-
sis mismo. Para comenzar con la palabra psicoanálisis, propo-
nemos el siguiente esquema complementario:

Se ha tratado a los opuestos psique y cuerpo como diferen-


ciaciones del organismo. Respecto al análisis, Freud sostiene
que no es necesaria una síntesis —que la libido, al dejársele en
libertad, encontrará su propio camino de sublimación. No obs-
tante, los círculos psicoanalíticos hablan de reeducación y re-
condicionamiento. Al darse cuenta, por ejemplo, de que la ac-
titud fóbica (la tendencia a evitar enfrentarse a los conflictos,
instintos, sentimientos de culpa y similares) es una parte esen-
cial de toda neurosis, Freud prescribe como antídoto: el con-
tacto con las cosas temidas. Persuade a una persona que sufre
de agorafobia que intente —después de cierta cantidad de aná-
lisis— atravesar una calle. Aquí se da cuenta de que el simple
hablar es insuficiente. Pero dudo que Freud fuera plenamente
consciente del hecho de que las interpretaciones son también
parte del psicoanálisis activo, ya que se coloca al paciente cara
a cara con aquella parte de sí mismo que trata de evitar. Esta
conducta activa, colocar un espejo mental frente al paciente,
tiende a una síntesis, una integración —reanudar el contacto
con las partes aisladas de su personalidad.
REORGANIZACIÓN ORGÁNICA 95

Lo mismo el análisis que la síntesis tienden a ordenar la


personalidad del paciente, a hacer que su organismo funcione
con un mínimo de esfuerzo. Podemos llamar a este proceso
recondicionamiento o reorganización. Así, al polarizar la pala-
bra psicoanálisis, llegamos a un término un tanto confuso:
reorganización orgánica del individuo. Si aceptamos estas con-
clusiones tenemos que ampliar la regla básica del psicoanáli-
sis. En resumen esta regla es: "El paciente dirá todo lo que
penetra en su mente, aunque sienta embarazo u otras emocio-
nes refractarias y no suprimirá nada en absoluto." Al comple-
mentar esta regla tenemos que añadir, en primer lugar, que
se espera de él que comunique todo lo que siente en su cuerpo.
El paciente mencionará espontáneamente todo síntoma físico
fuerte, como dolores de cabeza, palpitaciones, etc., pero pasará
por alto cuanto es menos importuno, como una ligera picazón,
desasosiego, y todas las expresiones más sutiles del lenguaje
del cuerpo, cuya importancia ha sido señalada por W. Reich y
G. Groddeck. Un método simple para abarcar toda la situación
orgánica es pedir al paciente que comunique al analista todo
cuanto experimenta mental, emocional y físicamente.
El segundo cambio de la regla básica que propongo se re-
fiere a la supresión de la turbación. El paciente ansioso de
cumplir las exigencias del analista oscilará hasta el extremo
opuesto: en vez de refrenarse, se obligará a decir rodo. Lo
logra suprimiendo su turbación. Muy pronto el paciente ad-
quiere una técnica para verbalizar el material turbador de una
forma no comprometida, o para endurecerse y amortiguar sus
emociones. De esta forma llega a ser desvergonzado, pero no
libre de vergüenza; la capacidad para soportar turbación, el
resultado más valioso de una aplicación correcta a la regla
básica, sigue sin desarrollar. Trataremos el problema de la tur-
bación en un capítulo posterior referente al desarrollo del ego.
De esta forma, debemos realizar un segundo cambio en la
formulación de la regla básica: debemos grabar en el paciente
que no debe ni suprimir ni forzar nada, y que no debe olvidar
exponer al analista cualquier ápice de resistencia consciente
tal como turbación, vergüenza, etc.
En forma parecida, el analista no debería presionar al pa-
ciente y persuadirlo a hablar, sino prestar atención a sus re-
96 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

sistencias y evitaciones. Cuando se quiere sacar agua de una


espita, no se debería pensar en exprimir el agua de la espita;
simplemente se aflojaría la resistencia, la espita que detiene el
agua. Cuando Ferenczi sostiene que cerrar el músculo del ano es
el manómetro de la resistencia y Reich extiende esta obser-
vación a toda posible contracción, los dos tienen razón; pero
no debemos olvidar en ningún momento que estas contraccio-
nes musculares son tan sólo "medios con los que" —que son
funciones al servicio de emociones, que son puestos en juego
para evitar los sentimientos de disgusto, turbación, miedo, ver-
güenza y culpa.
Además de la resistencia anal hay muchas otras resisten-
cias, en especial la resistencia a la ingestión, la resistencia oral.
Se encuentra resistencia muscular en la ansiedad.
No puedo encontrar un ejemplo mejor que el fenómeno de la
ansiedad para demostrar la superioridad de la concepción or-
gánica sobre un enfoque puramente psicológico o físico. El mé-
dico general, con una visión fisiológica tradicional, al encon-
trarse con ataques de ansiedad vinculados con alguna enfer-
medad del corazón, ve en ellos el efecto del funcionamiento
defectuoso del sistema cardiaco. No obstante, si estos ataques
fuesen una parte integrante de la enfermedad, serían perma-
nentes, cosa que naturalmente no son. Por otro lado, en la mayor
parte de los casos, se da cuenta de que un factor adicional,
la excitación, está implicado e impone un peso adicional al
corazón, y avisa a su paciente de este peligro. Estos ataques
de ansiedad tienen lugar por la coincidencia de la enfermedad
del corazón y la excitación.
Al referirme al enfoque psicológico del problema de la an-
siedad, me limitaré a un resumen de las teorías psicoanalíticas.
Freud definió la neurosis de ansiedad como una enfermedad
distinta de las demás neurosis; como podría esperarse del crea-
dor de la teoría de la libido, la atribuyó a impulsos sexuales
reprimidos. Pero no pudo revelar cómo estos impulsos sexuales
se convierten en ansiedad. Lo explicó por un lado téleológica-
mente, como Adler (afirmando que la ansiedad mira hacia el
futuro —que es una señal de peligro o un signo de aviso pro-
ducido por el Inconsciente—), pero por el otro, históricamente,
REORGANIZACIÓN ORGÁNICA 97

tomando de Rank la idea del trauma del nacimiento como el


originador de la ansiedad. Cada vez que nos introducimos en
una situación peligrosa, sostiene, nuestra mente inconsciente,
para avisamos, evoca rápidamente la experiencia de nuestro
nacimiento.
Otros psicoanalistas proponen teorías diferentes acerca de la
ansiedad. Harnick sostiene que un niño de pecho, al bloquear-
se su nariz con el pecho de la madre, experimenta ansiedad,
y los ataques de ansiedad posteriores son repeticiones de estos
incidentes. Adler, Reich y Horney consideran a la agresión re-
primida responsable del desarrollo de la ansiedad, mientras que
Benedikt —siguiendo una teoría posterior de Freud— conside-
ra que la ansiedad es el resultado del instinto de "muerte"
reprimido.
Como estas teorías han sido propuestas por científicos promi-
nentes tenemos que aceptar que sus observaciones son correc-
tas, aunque sean válidas sólo para las situaciones en que fue-
ron hechas. Pero debemos desconfiar de todo tipo de especu-
lación que, en la ciencia o en otra parte, conduce a generali-
zaciones prematuras. O "ansiedad" es una palabra pantalla y
las diversas explicaciones se refieren a fenómenos diferentes,
o la palabra "ansiedad" se refiere a un fenómeno específico y
las diversas teorías son explicaciones incompletas, carentes con
toda probabilidad de un factor común a todas ellas —el factor
específico de la ansiedad. La observación parece señalar que
lo último es la verdad y que debemos buscar el factor común
de las hipótesis propuestas.
Tenemos tres grupos de teorías psicoanalfticas: una, que la
ansiedad tiene su origen en el nacimiento y en el trauma del
pecho; la otra, que la ansiedad se debe a instintos reprimidos.
Luego encontramos la teoría del peligro, que podemos omitir
por no ser específica de la ansiedad. La ansiedad es una
respuesta frecuente del organismo a un peligro real o a un
seudopeligro, pero también son posibles otras reacciones (pre-
sencia de ánimo, sospecha, miedo, pánico, etc.).
El primer grupo se refiere al abastecimiento de oxígeno, a
la respiración del individuo. El cambio de ser abastecido por
la placenta de la madre a la respiración pulmonar activa pue-
de realmente privar al niño recién nacido del alimento de oxí-
98 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

geno tan necesitado y esto creará una grave carencia de oxíge-


no y una correspondientemente intensa hambre de oxígeno. Lo
mismo puede decirse de la teoría de Harnick según la cual el
pecho de la madre puede obstaculizar la respiración del niño
y de esta forma crear una carencia similar de oxígeno.
Al fijarnos en el segundo grupo, descubrimos una clave para
solucionar nuestro problema en la prevención del médico ge-
neral a los casos cardíacos contra la excitación, lo mismo que
contra el ejercicio físico. En la expresión concentrada de ins-
tintos se descubren los mismos signos que en el síndrome de
esfuerzo (una acrecentada actividad cardíaca y respiratoria ya
ocurre durante un ejercicio suave). Tanto el orgasmo sexual
como las explosiones de ira son climax de excitación.
Al eliminar todos los factores incidentales nos damos cuenta
de que la excitación y la falta de oxígeno constituyen los nú-
cleos de las teorías mencíonadas, y cuando observamos un ata-
que de ansiedad, invariablemente descubrimos excitación y
dificultad para respirar. Sin embargo, esto no resuelve el pro-
blema de la forma en que se produce la ansiedad y de qué
relación existe entre excitación y respiración por un lado y
ansiedad y dificultad para respirar por el otro.1
El cuadro de la excitación, como hemos experimentado to-
dos, es metabolismo acrecentado, acrecentada actividad del
corazón, pulso acelerado, respiración acrecentada. Esto es exci-
tación, pero no ansiedad. Sin embargo, cuando el niño, durante
el nacimiento o al pecho de su madre, sufre de abastecimiento
insuficiente de oxígeno, la situación se convierte en una situa-
1
En el caso del síndrome de esfuerzo y otras debilidades cardiovasculares.
el corazón no compensa en forma adecuada el creciente metabolisn» que
se da en la excitación y la acrecentada actividad muscular. Esta inadecua-
ción se hace evidente en particular cuando está alterado el equilibrio de la
tiroides -como mencioné antes, está entre la excitabilidad de un tireotóxico
basedówico y la depresión de un tipo mixedematoso. Cualquier médico con-
firmará dos hechos: primero, la facilidad con que un basedówico sufre ata-
ques de ansiedad, y la relativa inmunidad del tipo mixedémico frente a
ellos; segundo, que el primero tiene una tasa de metabolismo básico acre-
centada y el segundo disminuida.
El metabolismo es un proceso químico que se realiza dentro de nuestro
organismo y produce condiciones vitales para nuestra existencia, por ejem-
plo, calor. A este respecto el organismo se comporta exactamente como una
máquina de combustión. Una estufa, para arder y generar calor, requiere
REORGANIZACIÓN ORGÁNICA 99

ción de ansiedad. Ahora bien, cuando un adulto tiene un acceso


de ansiedad, no está naciendo en ese momento ni lo está aho-
gando un pecho. Si pudiéramos descubrir la misma inadecua-
ción del abastecimiento de oxígeno en las situaciones de exci-
tación lo mismo que en las dos situaciones infantiles menciona-
das, podríamos darnos cuenta de cómo la excitación se convier-
te en ansiedad y resolver así un enigma de 1000 años de edad.
El lenguaje nos da una pista, porque la palabra ansioso
—como la palabra latina altus— tiene un sentido ambiguo (es-
tar en alta tensión); no está diferenciada en los sentidos de
encontrarse en un estado de ansiedad y encontrarse en un es-
tado de excitación. Se relaciona con la palabra latina angustus
(estrecho), indicando así un sentimiento de estrechez en el
pecho. En un estado de ansiedad "contraemos" "estrechamos"
nuestro pecho.
Hay muchas situaciones en las que la gente no se permite
exhibir la excitación y sus síntomas, especialmente la respira-
ción ruidosa e intensificada. Pongamos el caso del muchacho
que se masturba y que tiene miedo de que se oiga su jadeo y
lo delate. En el desarrollo del carácter "controlado" (frío, cal-
mado y reservado) con frecuencia se exagera la represión de
la excitación. Esta excitación evitada puede provocar un ca-
rácter frígido pero no ansiedad; y si, a pesar de todo el entre-
namiento, esa persona llega a excitarse, suprime su expre-
sión, por ejemplo, su respiración. Reduce su abstecimiento de

dos tipos de combustible: oxígeno y componentes de carbón. Por lo general


pensamos sólo en el segundo (el carbono o la madera) y olvidamos el otro com-
bustible (el aire) del que podemos disponer sin coste. Una estufa no puede
arder si no tiene suficiente combustible sólido o si carece de la cantidad nece-
saria de aire. Las substancias en el cuerpo humano se queman en los tejidos.
El combustible-carbón es nuestro alimento, que ha sido licuado por medio de
un complicado proceso de asimilación (lo examinaremos más adelante en
detalle). Los corpúsculos rojos de la sangre llevan el oxígeno a los tejidos.
La excitación es idéntica a metabolismo acrecentado, combustión acrecen-
tada, mayor necesidad de combustible líquido y oxígeno. Para satisfacer esta
demanda acrecentada, la sangre debe llevar más oxígeno a los tejidos. La
bomba —el corazón— debe acelerar y los vasos sanguíneos deben ensanchar-
se para hacer frente a la mayor corriente sanguínea, ya que fisiológicamente
resulta imposible a cada uno de los corpúsculos sanguíneos llevar más oxí-
geno. Los pulmones deben satisfacer la mayor exigencia de oxígeno intensi-
ficando la respiración (ya sea respirando más rápidamente o aumentando el
volumen de cada respiración o de ambas formas).
100 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

oxígeno poniendo rígido su sistema muscular (hasta donde se


relaciona con la respiración), comprimiendo su pecho en vez
de expandirlo, elevando el diafragma y deteniendo así la ex-
pansión de los pulmones. Se pone una armadura, como Reich
llama a eso. (Este término no es muy correcto, ya que una
"armadura" es algo mecánico.)
En el estado de ansiedad se da un conflicto agudo entre el
impulso de respirar (para superar el sentimiento de ahogarse)
y el autocontrol que se opone.
Cuando nos damos cuenta de que el abastecimiento restrin-
gido de oxígeno provoca la aceleración del bombeo del cora-
zón (en un intento de proporcionar suficiente oxígeno a los
tejidos), comprendemos las palpitaciones del ataque de ansie-
dad. Pueden darse cierto número de complicaciones, por ejem-
plo, contracción de los vasos sanguíneos que el médico aliviará
con frecuencia por medio de medicinas específicas. Pero en
cada caso puede solucionarse nuestro problema con la fórmula:
la ansiedad es igual a la excitación más el abastecimiento in-
adecuado de oxígeno.
Debemos encontrar un síntoma más en el ataque de ansie-
dad, a saber, la inquietud. Esta inquietud suele estar presente
en el estado de ansiedad que no encuentra su salida natural.
Nuestro organismo produce excitación en situaciones que re-
quieren una cantidad extraordinaria de actividad (en su mayor
parte motora). El estado de ira es idéntico al deseo de atacar
y a la movilización de todo poder muscular disponible. Se
conocen casos en los que, por desesperación o locura, las per-
sonas "hacen un esfuerzo supremo" y dan muestras de una
fuerza sobrehumana. Cuando se desvía la excitación de su ob-
jetivo real, la actividad motora se desintegra y es empleada en
parte para poner en juego los músculos contrarios, es decir,
aquellos músculos necesarios para restringir la acción motora,
para ejercer "autocontrol". Pero queda suficiente excitación
para causar todo tipo de movimientos no-coordinados como agi-
tación de los brazos, caminar de un lado a otro, moverse de
un lado a otro del lecho. Debido a esta demasía de excitación
no puede restablecerse el equilibrio orgánico. Al impedir la
descarga de esta excitación, el sistema, motor del organismo no
descansa, sino que permanece inquieto.
REORGANIZACIÓN ORGÁNICA 101

Para este estado Freud acuñó el término "ansiedad libre


flotante" (ansiedad a la deriva), una concepción típica de la
visión aislacionista. Una parte de ansiedad no puede ir flotan-
do independientemente en el organismo.
El estadio prediferente de la ansiedad se evidencia en la
fiebre de las candilejas y en la fiebre de examen. La fiebre de
las candilejas (excitación antes de una actuación) la experi-
mentan la mayoría de los actores; sin embargo, sus quejas no
están justificadas ya que sin esta excitación su actuación sería
fría y sin vida. El peligro está en que pueden tratar de supri-
mir su excitación sin comprender su significado y sin ser ca-
paces de resistir la impaciencia de estar esperando y estar
excitados. Con frecuencia esta impaciencia, a través del auto-
control, convertirá la excitación en ansiedad, a no ser que eli-
jan la salida de inquietud intensa o explosiones histéricas. No
es necesario que entremos en detalles respecto a la fiebre de
examen. Cuanto más decisivo considera una persona un exa-
men, más energías movilizará su organismo. Cuanto menos ca-
paz sea de soportar la tensión, más rápidamente su excitación
se convertirá en ansiedad.
Aunque seamos capaces de seguir este cambio en la histo-
ria de la persona, el ataque real de ansiedad no es una copia
mecánica de otro previo, sino que se produce nuevamente en
cada momento particular actual. Con frecuencia la ansiedad
puede disolverse y volverse a cambiar en excitación sin ahon-
dar necesariamente en el pasado. Puede ser que el pasado no
tenga otra significación que iluminar las circunstancias en las
cuales se formó el hábito de inhibir la respiración.
Se puede aprender a superar la ansiedad relajando los múscu-
los del pecho y proporcionando desahogo a la excitación. Con
frecuencia no se requiere un profundo análisis, pero cuando
los espasmos inconscientes del pecho y de los músculos del dia-
fragma han llegado a convertirse en hábitos fijos, podría acon-
sejarse una terapia de concentración.
Para no hacer confuso el cuadro de la ansiedad, he prescin-
dido de tratar algunas complicaciones, por ejemplo, el hecho
de que el contenido de bióxido de carbono de la sangre se
perturbará y que una hiperventilación forzada no puede curar
la ansiedad. El organismo no funcionará normalmente antes de
102 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

que se disipen los espasmos musculares o mientras el paciente


recalque la inhalación en su técnica respiratoria. En la última
parte del libro se proporcionarán los detalles de la cura y la
respiración correcta.
Las siguientes afirmaciones de un paciente evidencian defi-
nitivamente el intercambio entre ansiedad y excitación.
"Mi primer recuerdo de mi supresión de la emoción de exci-
tación o de anticipación es de hace unos 17 años, precisamen-
te antes de hacer mi examen de matrícula. Sentí la excitación
en mi pecho, pero al mismo tiempo sentí que estaba embo-
tellando este sentimiento y no permití ninguna expresión hasta
hace unos 9 años, cuando reapareció durante algunos juegos
de tenis. Descubrí, simplemente mientras los veía, que la exci-
tación o anticipación (llámese como se llame) era tan grande
que llegaba a convertirse en ansiedad, y entonces se hacía ab-
solutamente insoportable. Suprimí la emoción y no le permití
ninguna expresión. Siempre que el partido dependía de un
juego, encontraba que la excitación era insoportable y me po-
nía a caminar como un león enjaulado, incapaz de sentarme
o de estar quieto. Con frecuencia salía de los campos de tenis
y volvía cuando pensaba que el partido había terminado y los
resultados estaban decididos. Estaba muy tenso y contraía cada
músculo posible (muy especialmente los del pecho) con el
resultado de que estaba corto de aliento, aún antes de que sé
jugaran 5 o 6 puntos. Con el tiempo este sentimiento llegó a
ser tan agudo, debido a la supresión continua, que hice todo
lo que pude para obligar a mi pequeño club de tenis a que
desistiera de jugar en estos partidos, y hasta recurrí a todo tipo
de subterfugios para alcanzar ese objetivo. Por desgracia este
rasgo sigue en mí ahora en el campo de golf y no puedo, na-
turalmente, obtener alivio alguno caminando, con el resultado
de que contraigo los músculos del pecho con tanta energía que
a veces me resulta difícil golpear la pelota correctamente. En
algunas ocasiones contraje el pecho tanto que el pulso comenzó
a golpear en mi garganta y creció a tal grado que casi me
ahogó. En una ocasión tuve que pasar un pequeño examen
consistente en un trabajo escrito en la mañana y oral por la
tarde. El día antes del examen experimenté el ordinario senti-
miento de hundimiento en la boca de mi estómago acompaña-
REORGANIZACIÓN ORGÁNICA 103

do por un sentimiento de excitación, pero tratar de describir


la forma en que me sentí entre la mañana y la tarde es casi
imposible. Sentí tan oprimido mi pecho que apenas podía res-
pirar, no podía estar de pie o sentado y caminaba por el edi-
ficio como un lunático y cuando por fin me llamó el exami-
nador prácticamente había perdido la palabra y temblaba como
una hoja. Experimenté las mismas emociones y sensaciones en
una carrera de caballos: al haber ganado en el primer caballo
de una boleta doble descubrí que no podía soportar ver al
segundo caballo del doble y me marché para volver después
de la carrera. Podría relatar muchas experiencias más de una
naturaleza parecida; siempre que tengo un sentimiento de an-
ticipación, excitación o ansiedad siento esa horrible presión en
mi pecho, no puedo expresar la emoción y con el tiempo me
he deprimido, y descubro que he perdido todo valor para en-
frentarme a cualquier situación en la que esté presente una
de estas tres emociones."
Acerca del fenómeno de ansiedad, pretendo demostrar los
grandes cambios en la teoría y la práctica que fueron la con-
secuencia de alteraciones, en apariencia pequeñas, de la regla
básica de la teoría de Freud. Pero implican también un cam-
bio de la técnica de las "asociaciones libres" a una "terapia de
concentración", que ha sido iniciada por W. Reich y que yo
trato de desarrollar sistemáticamente. El fin último de esta nue-
va técnica es rebajar el tiempo del tratamiento de la neurosis
y construir una base para abordar ciertas psicosis.
X. EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO

NUESTRA actitud hacia las cosas buenas y malas de la vida


va de la mano —como hemos visto— con las reacciones según
opuestos. Hablando en forma estricta, estas reacciones no son
reacciones sino concurrencias, en las que lo "bueno" corres-
ponde al amor, al agrado, al orgullo y al placer, y lo "malo"
al odio, al disgusto, a la vergüenza y al dolor; hay variaciones
respectivamente del ¶ y del , y desempeñan su papel en la
realización o frustración de cada deseo, de cada instinto.
No cabe duda que las expresiones del instinto sexual son muy
poderosas, y que ¶, y en un menor grado , participan en su
función. Pero el amor, el agrado, el orgullo y el placer, ¿son
todos ellos expresiones del instinto sexual, como sostiene la
teoría de la libido de Freud?
A lo largo de mis observaciones he descubierto que el ins-
tinto del hambre y las funciones del ego juegan en casi todo
psicoanálisis un papel mucho mayor de lo que estaba incli-
nado a esperar. Cada vez que intentaba aprender algo acerca
del instinto de hambre en la literatura psicoanalítica descubría
que el análisis del hambre siempre se mezclaba con uno u otro
aspecto libidinal. Se habían realizado intentos serios para abor-
dar el problema de las funciones del ego, pero Freud había
asignado al ego el papel de segundo violín, poniendo en pri-
mer lugar al Inconsciente. No podía evitar la impresión de que
en el psicoanálisis el ego era un inconveniente, y por desgra-
cia, uno que persiste en hacerse sentir, científica y práctica-
mente, en cada existencia.1
Finalmente llegué a un punto en que la teoría de la libido
—a pesar de ser una valiosa ayuda para llegar a conocer carac-
teres patológicos de tipo oral, anal, narcisista y melancólico-
se convertía más en un obstáculo que en una ayuda. Decidí
entonces considerar al organismo sin las gafas libidinales y ex-
1
Hace unos días, un analista eminente comparó al Inconsciente con un
elefante y al ego con un niño pequeño que trata de conducir al elefante.
¡Qué concepción más aislacionista! ¡Qué desilusión para el que ambiciona
ser omnipotente! ¡Qué escisión de la personalidad!

104
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 105

perimenté uno de los periodos más estimulantes de mi vida,


recibiendo, por así decir, un shock y una sorpresa. La nueva
manera de ver superó todas mis expectativas. Descubrí que
había superado un estancamiento mental y había logrado un
nuevo discernimiento. Comencé a ver, en la visión de Freud,
contradicciones y limitaciones que habían estado ocultas para
mí durante 20 años debido a la magnificencia y atrevimiento
de sus conceptos.
Entonces me sentí confiado. Había estudiado con cierto nú-
mero de psicoanalistas durante muchos años. Con una excep-
ción —K. Landauer— todos aquellos de los que había sacado
algún provecho se habían apartado de la ortodoxia. Durante
las pocas décadas en que ha existido el psicoanálisis se ha des-
arrollado un gran número de escuelas. Esto prueba, por una
parte, la gigantesca estimulación que emanó de Freud pero,
por otra, probó lo incompleto o lo insuficiente de su sistema.
En otras ramas nuevas de la ciencia, como por ejemplo bac-
teriología y citología, el desarrollo de escuelas diferentes no
merecía tenerse en cuenta o brotaba la reconciliación en una
línea unificada de investigación.
Mientras viví por completo en la atmósfera psicoanalítica
no pude percibir que la gran oposición a las teorías de Freud
podría tener alguna justificación. Estábamos acostumbrados a
desalojar toda duda como "resistencia". Pero en sus últimos
años el mismo Freud llegó a ser escéptico respecto a si podría
concluirse alguna vez un psicoanálisis. Esta confesión me cho-
có como una contradicción obvia a la teoría de la represión.
Si el conflicto neurótico era una lucha entre el censor represor
y los instintos sexuales reprimidos, entonces o la liberación
adecuada del instinto sexual proporcionaría curación, o sería
suficiente silenciar al censor. Si el censor simplemente se to-
maba del medio ambiente (era introyectado), no podría ser
difícil mitigar sus exigencias y liberar los instintos reprimidos.
En la práctica, muy raramente se encuentra una neurosis que
corresponda por completo a esta teoría. De ordinario, ni el aná-
lisis del censor (conciencia) ni de la transferencia, ni del ins-
tinto sexual abarca el campo neurótico. Mis experiencias como
psiquiatra en el ejército sudafricano revelan que solamente un
15% de las neurosis manifiestan perturbaciones de satisfacción
106 HOI.ISMO Y PSICOANÁLISIS

sexual, mientras que sólo en el 2 a 3% podían seguirse sínto-


mas de histeria hasta la frustración sexual real.
De aquí surge otro problema. ¿Qué sucede cuando no hay
represión sexual? ¿Contribuye la concentración en el instinto
sexual en cada caso al ajuste y a la estabilización? Ciertamen-
te éste no era mi caso personal. Por lo contrario, sólo después
de haber abandonado la teoría de la libido y la importancia
sobrevalorada del sexo pude descubrir un fundamento sano
—una armonía entre mí mismo, mi trabajo y mi medio ambien-
te. En los últimos años he llegado a las siguientes conclu-
siones:
El enfoque principal de Freud en el caso de enfermedades
psicogénicas es correcto. Una neurosis tiene sentido; es una
perturbación del desarrollo y el ajuste; los instintos y el Incons-
ciente juegan en el hombre un papel mucho más inconmensu-
rable de lo que se había soñado. Las neurosis son el resultado
de un conflicto entre el organismo y el medio ambiente. Nues-
tra mentalidad está más determinada por los instintos y por
las emociones que por la razón.
Por otro lado, descubrimos que Freud sobreestimó la causa-
lidad, el pasado y los instintos sexuales y pasó por alto la im-
portancia de la intencionalidad, el presente y el instinto de
hambre. Además, su técnica tendía originalmente a concentrar-
se en el síntoma patológico. Al descender a los detalles del
síntoma (las llamadas asociaciones) subía a la superficie el ma-
terial que el paciente tenía dificultad en revelar. Esta concen-
tración en la esfera patológica se distorsionó en pensar en aso-
ciaciones "libres", dando como resultado una competencia en-
tre los ingenios del analista y del paciente. Así, la técnica psi-
coanalítica llegó a convertirse, de la concentración original en
el síntoma, en una des-centración dejando al azar y a la pre-
sión del Inconsciente lo que de él subiría a la superficie y
sería tratado.
Paralelo a este evitar enfrentarse al síntoma va el evitar en-
frentarse al analista: el paciente debe yacer en una posición
en que no puede verse al analista. La entrevista psicoanalítica
ha cambiado de una consulta a un ritual (casi obsesivo) en
que deben observarse cierto número de condiciones innatura-
les —casi religiosas.
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 107

Aunque el servicio que Freud ha prestado a la humanidad


al desencadenar el instinto sexual es grande, ya es tiempo —ci-
tando a Bertrand Russell— "de analizar otros instintos, y ante
todo, el instinto de hambre". Pero esto tan sólo será posible si
se confina al instinto sexual a su propia esfera, en concreto, al
sexo y nada más que al sexo.
El aspecto físico de este instinto se basa en la función de
las glándulas procreadoras. Para que el pensamiento orgánico
tenga algún sentido debemos restringir el término libido al as-
pecto psicoquímico del instinto sexual, y deberíamos concluir
que los animales castrados (bueyes, etc.) o los seres humanos
castrados (eunucos, etc.) no serían capaces de experimentar
amor, agrado o cualquier otra forma de libido "sublimada".
Comparemos dos situaciones. Un joven, muy alterado por su
tensión sexual, siente el impulso urgente de tener relación se-
xual y visita a una prostituta. Después de haber logrado una
satisfacción experimenta alivio, y tal vez también cierta grati-
tud por ello, pero con frecuencia se siente disgustado y expe-
rimenta un fuerte deseo de alejar a la muchacha —de liberarse
de ella lo más pronto posible. La situación es distinta cuando
un hombre tiene relación sexual con la joven que ama. No
siente disgusto sino felicidad al permanecer con ella.
¿Cuál es la diferencia decisiva? En el primer caso el hom-
bre no gusta o acepta la "personalidad" de la prostituta. Si
excluimos el impulso sexual, nada queda que le haga buscar
su presencia. Pero la amada es aceptada en situaciones libres
de urgencia sexual, por ser su presencia en sí misma satis-
factora.
En el primer caso no se reprime el disgusto. Tan sólo se ha
convertido en un "fondo" frente a la "figura" dominante del
deseo sexual. Cuando el disgusto no permanece en el fondo,
se entremezcla con el impulso sexual, altera la actividad sexual
y hasta puede llegar a convertirse en una figura de primer
plano, haciendo al hombre sexualmente impotente o tan con-
fundido por el "doble condicionamiento" que puede llegar a
abandonar definitivamente su objeto.
Freud dice que en nuestra sociedad muchos jóvenes no pue-
den desear donde aman y no pueden amar donde desean. Esto
parece una división de la libido entre amor animal y espiri-
108 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

tual. Si el amor fuera el resultado de la inundación de nuestro


organismo por hormonas sexuales, este amor espiritual subli-
mado desaparecería al desvanecerse el impulso físico. Sin em-
bargo no sucede así. El afecto permanece o aún se acrecienta,
en particular después de un orgasmo perfecto.
La proximidad de la emoción llamada amor al instinto sexual
hizo que Freud cometiera su error fundamental. El niño que
ama a su madre por toda la satisfacción que de ella consigue,
se volverá hacia ella -a la que proporciona alimento, cobijo
y calor-, para gratificar sus primeros deseos sexuales conscien-
tes (de ordinario entre el cuarto y sexto año).
Vemos ahora cuan importante es tomar el término "instinto
sexual" como una simple abstracción. Si un instinto no es una
realidad definida, Freud estaba en libertad para incluir en su
concepto del instinto sexual tantas funciones orgánicas como
requería para su teoría. Debemos examinar cuántas de estas
funciones orgánicas (llamadas instintos parciales) deben in-
cluirse en el haz de "instintos sexuales" y cuántos deben po-
nerse en un capítulo diferente. Freud interpreta erróneamente
que el amor durante el periodo que precede a este desarrollo
sexual (el llamado estadio pre-Edípico) tiene también natura-
leza sexual. Encuentra una forma para evitar las complicacio-
nes subsiguientes llamando pre-genital al amor pre-sexuol y
sosteniendo que las aberturas del cuerpo, las zonas orales y
anales, albergan los pre-estadios de energía genital.
Estas aberturas, las zonas orales y anales, tienen ciertamente
gran importancia, no en el desarrollo de la energía sexual, sino
en el desarrollo del ego. Se prestan fácilmente a la sexualiza-
ción, aunque originalmente no tienen "catexis libidinal".
En sus observaciones de un caso de histeria, Freud se dio
cuenta de que existía una relación entre esta enfermedad y
una inanición sexual, y sobre la base de este caso desarrolló
su método para el tratamiento de la histeria y, más tarde, de
otras neurosis. Todo analista sabe que en estos casos los re-
sultados con frecuencia son excelentes y duraderos, si el pa-
ciente comienza una vida sexual sana.
La opinión general entre los analistas es que la histeria ha
desaparecido en gran parte de su clientela, porque el Incons-
ciente ha sido advertido y ha regresado a una neurosis más
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 109

complicada. Como regla, no es este el caso. Más bien hemos


de buscar una explicación en el desarrollo social: los tabús
sexuales en nuestra época se han debilitado y las mujeres han
logrado una mayor libertad económica y a través de ella, se-
xual. Se ha propagado el conocimiento de los descubrimientos
de Freud y los médicos aconsejan con más facilidad el "ma-
trimonio" en casos obvios de inanición sexual. Por otro lado,
he tenido la experiencia, y también otros psicoterapeutas, de
casos de histeria muy refractarios. Estos casos, en particular de
jóvenes con la llamada "demencia moral", manifiestan, a pesar
de un buen desarrollo sexual y de potencia orgásmica, altera-
ciones definidas de su desarrollo del ego.
Cuatro factores determinaron la ulterior investigación de
Freud: el papel de la libido en la histeria; la existencia de par-
tes de nuestra personalidad reprimidas, inconscientes; el hecho
de que todos los procesos mentales tienen sentido y están de-
terminados, y el conocimiento de que los seres orgánicos se
desarrollan de niveles inferiores a superiores. Se enfrentó a la
pregunta: ¿de dónde procede la libido? En su opinión no podía
surgir de repente a la existencia, ya que sus observaciones de-
mostraban claramente que los niños manifiestan curiosidad e
impulsos sexuales mucho antes de la época de la pubertad.
Anteriormente se consideraba la pubertad, en los ritos de
todos los pueblos (con su desarrollo de la función procreadora
y las violentas alteraciones en el desarrollo de la personalidad),
como el comienzo de la vida sexual y era celebrada de acuer-
do con ello. Sin embargo, puede observarse aún en los bebés
cierta excitabilidad de los genitales. En Cuba las nodrizas cal-
man al bebé jugando con sus genitales del mismo modo que
nosotros le damos un muñeco.
Del "Wonneludeln" (lascivo chupeteo del pulgar) del niño,
Freud concluyó la existencia de un punto cero que se diferen-
cia en el instinto de hambre como una rama y la libido como
otra.
A esta teoría se oponen ciertas objeciones:
1) La diferenciación comienza ya en el feto con el desarro-
llo respectivamente del sistema de alimentación y uro-genital.
2) El psicoanálisis difícilmente toma en consideración el
análisis del instinto de hambre aislado de toda catexis libídi-
110 H0L1SM0 Y PSICOANÁLISIS

nal. Todas las concepciones vinculadas a las funciones del


canal de alimentación como introyección, canibalismo y defe-
cación están siempre teñidas de un regusto sexual.
3) Se descuida la asimilación normal y se llama normales a
concepciones pervertidas, como el placer de la retención, o la
inhibición del desarrollo oral (por ejemplo, canibalismo). En
realidad, la retención es dolorosa y el alivio agradable. La re-
tención puede proporcionar un placer de naturaleza secunda-
ria, como una prueba del propio poder de voluntad u obs-
tinación.
4) La teoría de la libido es una concepción biológica, pero
se mezclan con ella ciertos aspectos sociales. La zona anal de-
finitivamente ha recibido su importancia neurótica como re-
sultado de la civilización.
5) Freud hincha el término "libido" hasta tal punto, que
a veces equivale en cierta forma al élan vital de Bergson o al
exponente psicológico del impulso sexual —su uso en este libro
se restringe a esta connotación. A veces significa gratificación
o placer y también puede lanzarse sobre el objeto de amor
(catexis), pero sin las hormonas correspondientes.
Mientras más pretende uno llegar al fondo del significado de
la "libido" se ve más confundido. A veces la libido es un pri-
mer motor, un poder creador, y otras es una substancia a la
que se mueve. ¿Por qué medio? Me parece que la concepción
de la "libido" de Freud trató de abarcar la función universal ¶
discutida más arriba y la función sexual orgánica, y que tan
sólo empleando la palabra "libido" sin un referente definido
pudo construir su teoría de la libido.
6) En la lengua alemana "lujuria" denota un impulso ins-
tintivo, lo mismo que placer (cf. los derivados luestern "luju-
rioso" y lustig "alegre"). Del mismo modo, el término "libido",
entre otros significados, indica energía sexual y también gra-
tificación. Sin embargo, la satisfacción del hambre y la defe-
cación son en sí proporcionadoras de placer, como cualquiera
otra restauración del equilibrio orgánico, y no hay necesidad
de investirlas de una energía sexual adicional. La complica-
ción de hechos biológicos simples conduce a explicaciones in-
necesariamente complicadas.
Para demostrar que no exagero cito a una psicoanalista pro-
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 111

mínente, Marie Bonaparte: "La indicación de la satisfacción


de la necesidad de alimento es el placer, a cuyo servicio está
la libido oral, que provoca que los seres vivos encuentren pla-
cer en la ingestión oral. También el proceso de secreción pue-
de producir placer intenso, y la libido anal y uretral expresa,
a su modo, la satisfacción del organismo cuyas funciones di-
gestivas están en orden."
Este es un ejemplo instructivo que demuestra cómo el con-
cepto de la libido llevará necesariamente a confusiones:
1) La libido causa placer.
2) La libido expresa satisfacción.
Remplazar esto con otras dos palabras:
1) Yo causo dolor,
2) Yo expreso dolor,
revela que 1) y 2) son dos experiencias completamente dife-
rentes. Al atribuir placer a la gratificación de cada instinto,
podemos anular las complicaciones innecesarias que surgen
del monopolio de la libido.
K. Abraham, que aportó contribuciones muy valiosas para
nuestro conocimiento de la formación del carácter, se enfrenta
a dificultades similares cuando intenta encajar sus observacio-
nes en las hipótesis de Freud. Ofrecemos un ejemplo muy sim-
ple para demostrar qué saltos mortales de la mente se realizan
para dar apoyo a la teoría de la libido:
"El destete es la castración original."
1) La castración es un fenómeno patológico, el destete un
fenómeno biológico.
2) La castración significa quitar los genitales o parte de
ellos.
3) El destete significa privar al niño del pecho de la madre.
Llamar a esta privación una castración es como llamar a todos
los perros fox terriers.
4) El nacimiento —y no el destete— es la separación origi-
nal que el niño tiene que sufrir.
A pesar de todas estas complicaciones y contradicciones teóri-
cas, la teoría de la libido y la técnica psicoanalítica de Freud
tuvieron un valor enorme. Él fue el Livingstone del Incons-
ciente y creó la base para su exploración. El resultado de su
112 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

teoría fue una reorientación en el enfoque de la neurosis y la


psicosis. La investigación redituó algunas de las más valiosas
observaciones y hechos. Se creó no sólo una nueva ciencia, sino
una nueva visión de la vida.
Freud desvió la orientación de nuestra existencia personal
de la periferia de la consciencia al Inconsciente, lo mismo que
Galileo destronó a la Tierra del centro del Universo. Y del mis-
mo modo que la astronomía —al tener que reconocer aún más
"puntos fijos" y sistemas como en realidad relativamente "ab-
solutos"— se había declarado antes a favor de la concepción
del éter, así Freud creó su teoría de la libido. Pero  :
toda nueva teoría es remplazada por otra aún más nueva, y bajo
el efecto de nuevos hechos científicos se deben evacuar las
trincheras de la teoría del éter y de la concepción de la libido.
Una observación de Leverrier ofreció a Einstein la base para
hacer estallar la fantasía del éter. Dar cuenta de la teoría de
la libido es mucho más simple. Restringiéndonos a una de las
muchas contradicciones, a la ecuación: libido = gratificación
= energía sexual, descubrimos que la libido es considerada,
por un lado, como una experiencia general orgánica y, por el
otro, como una energía. Freud aplica esta energía en el sen-
tido del élan vital de Bergson. Se suele admitir que la fun-
damentación original de la concepción de la libido de Freud
es orgánica, pero el empleo de este término se ha convertido
cada vez más en el de una energía mística, aislada de su base
material.
En última instancia, la libido recibe un significado que se
acerca al de ¶. Mientras que la libido es el representante de
un instinto, es una función cósmica universal que pertenece
también al mundo inorgánico. Lo opuesto de ¶ es , para el
cual Freud ofrece correctamente el nombre de destrucción, pero
la destrucción es también un instinto para él.
Para demostrar la diferencia entre la concepción de Freud
y la mía, cito lo que Freud escribió en la Enciclopedia Britá-
nica sobre este tema:
"Un análisis empírico lleva a la formación de dos grupos de
instintos: los llamados 'instintos del ego', que se dirigen hacia
la autoconservación, y los 'instintos de objetos', que se refieren
a las relaciones con un objeto externo. No se considera a los
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 113

instintos sociales elementales o irreductibles. La especulación


teórica induce a sospechar que hay dos instintos fundamenta-
les que yacen escondidos tras los instintos del Ego y los ins-
tintos de objetos manifiestos: en concreto a) Eros, el instinto
que tiende a una unión cada vez más íntima y b) el instinto
de destrucción que lleva a la disolución de lo viviente. En el
psicoanálisis a la manifestación de la fuerza del Eros se le da
el nombre de 'libido"...
Intentemos ver algunas de las contradicciones implicadas en
esta teoría y en otros aspectos del psicoanálisis.
1) Según Freud el Ego es la parte más superficial del "Id",
pero los instintos pertenecen a los niveles más profundos del
organismo.
¿Cómo puede, en ese caso, tener instintos el Ego?
2) "Instintos del Ego que se dirigen hacia la autoconserva-
ción." El instinto de hambre y la defensa permiten la autocon-
servación. En ambos ítems la destrucción desempeña un gran
papel, pero no como un instinto —solamente al servicio del
hambre y de la defensa. En la teoría de Freud la destrucción
se opone a los instintos de objetos, pero la destrucción no pue-
de existir sin "un objeto que destruir".
3) El orden de la cita anterior señala que los instintos del
Ego corresponden al Eros y los instintos de objetos a la des-
trucción. Probablemente Freud quería decir lo contrario.
4) ¶ y ¹ son, como se mencionó antes, ocurrencias universa-
les. En la terminología de Freud se aplica el Eros como tér-
mino general, pero intencionalmente se restringe el instinto de
destrucción a los seres vivos. En otras partes se llama a éste
instinto de muerte. (En otra parte de este libro se encontrará
una refutación a esta teoría de Thanatos.)
5) Debo recalcar una vez más que ni siquiera se menciona
el importante instinto de hambre. Sin tomar en cuenta el ins-
tinto de hambre no se podrá solucionar ni la cuestión de la
destrucción y la agresión, ni nuestros problemas sociales y eco-
nómicos.
6) Confieso que soy tan anticuado como para ver los pro-
blemas de los instintos desde el punto de vista de superviven-
cia. Para mí el instinto sexual es el representante de la con-
114 IIOLISMO Y PSICOANÁLISIS

servación de la especie, mientras que el instinto de hambre y


el instinto de defensa sirven para la autoconservación.
El Ego y el Ser no son idénticos en absoluto. Las funciones
del Ego y los instintos de hambre se dan en los dos sexos. Rara
vez existen deseos conscientes de la conservación del ser o de
la raza; sólo tenemos consciencia de deseos y necesidades que
quieren ser satisfechos.
¿Cómo es posible que las debilidades arriba mencionadas del
sistema de Freud no hayan sido establecidas claramente? Mi
opinión es que la mayoría de la gente que entró en contacto
con el psicoanálisis quedó tan fascinada por el nuevo enfoque
que estaba tan por encima de la prescripción de bromuros, de
la hipnosis y de la terapia de persuasión, que llegó a conver-
tirse para ellos en una religión. La mayoría se tragó el anzue-
lo de las teorías de Freud, el hilo y el flotador, sin darse cuenta
de que esta aceptación ciega constituía la raíz de una menta-
lidad estrecha que paralizaba muchas de las posibilidades de
sus ingeniosos descubrimientos. Resultó de allí un sectarismo
caracterizado por una credulidad casi religiosa, por una bús-
queda apasionada de pruebas ulteriores y por un rechazo des-
deñoso de cualquier hecho capaz de perturbar esta forma sa-
crosanta de pensar. Teorías adicionales complicaron el sistema
original y, como siempre sucede con las sectas, cada una llegó
a ser intolerante con cualquier otra que se desviase de los prin-
cipios aceptados. Cuando alguno no creía en la "verdad abso-
luta", se tenía a la mano una teoría que colocaba la responsa-
bilidad en los complejos y resistencias del escéptico.
Hay otro punto en el psicoanálisis clásico que no puede re-
sistir el escrutinio del pensamiento dialéctico —el complejo "ar-
queológico" de Freud, su interés unilateral por el pasado. No
es posible ni objetividad ni comprensión real de la actuación
de la dinámica de la vida sin tomar en cuenta el polo opuesto,
esto es, el futuro y, sobre todo, el presente como punto cero de
pasado y futuro. Encontramos la condensación de la manera
de ver histórica de Freud en el concepto de transferencia.2
2
Según Freud, una neurosis se apoya en tres pilares: instinto sexual, re-
presión y transferencia.
EL PSICOANÁLISIS CLASICO 115

El otro día, mientras esperaba un tranvía, reflexioné sobre


la palabra transferencia, y me di cuenta de que no habría ha-
bido tranvía si no hubiera sido transferido de la fábrica u otras
líneas de tranvía a los rieles que estaban frente a mí. Pero esta
transferencia sola no explica el movimiento de una línea de
tranvía. Es una coincidencia de varios factores, por ejemplo,
el funcionamiento de la corriente eléctrica y la presencia de
una varilla de contacto. Sin embargo, estos factores son tan
sólo "medios con los que", mientras que el factor decisivo es
la necesidad de transporte. Sin las exigencias de los pasajeros
el servicio de los tranvías habría sido muy pronto abolido. Ni
siquiera habría sido creado.
Es lamentable que se deban mencionar tales trivialidades
para demostrar cómo la transferencia representa un papel esco-
gido y comparativamente sin importancia en todo el complejo.
Y sin embargo, todo lo que sucede en el psicoanálisis no se
interpreta como una reacción espontánea del paciente en res-
puesta a la situación analítica, sino que se supone dictado por
el pasado reprimido. Freud llega hasta sostener que se cura
una neurosis en cuanto se destruye la amnesia de la infancia,
en cuanto el paciente ha logrado un conocimiento continuo de
su pasado. Cuando un joven, que nunca encontró a alguien
que comprendiera sus dificultades, desarrolla un sentimiento de
gratitud hacia el analista, dudo que exista en su pasado una
persona de la que transfiera su agradecimiento al analista.
Por otra parte, se reconoce tácitamente que el pensamiento
futurista y teleológico tienen su papel en el psicoanálisis. Ana-
lizamos a un paciente con el fin de curarlo. El paciente dice
muchas cosas con el propósito de ocultar cosas esenciales. El
analista se propone estimular y completar desarrollos que se
han detenido.
Además de la transferencia, las reacciones espontáneas y el
pensamiento futurista, hay proyecciones que desempeñan un
gran papel en la situación analítica. El paciente visualiza par-
tes desagradables de su propia personalidad inconsciente en
el analista, que con frecuencia puede buscar hasta el agota-
miento el original del cual el paciente ha transferido su imagen.
Un error similar a la sobrestimación de causas y transferen-
cia se da en el concepto de "regresión". La regresión en el
116 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

sentido psicoanalítico es una regresión histórica, un retroceso


a la infancia. ¿No hay posibilidad de interpretarlo de forma
diferente? La regresión podría no significar más que volver a
caer en el verdadero Ser, una ruptura de fingimientos y de
todos aquellos rasgos de carácter que no han llegado a ser par-
te de la personalidad y que no han sido asimilados en el "todo"
del neurótico.
Para entender la diferencia decisiva entre regresión actual e
histórica y análisis actual e histórico debemos dirigir nuestra
atención ante todo al factor tiempo.
XI. EL TIEMPO

TODAS las cosas tienen extensión y duración. Medimos la ex-


tensión según lo alto, lo largo y lo ancho; la duración según
el tiempo. Todas estas cuatro dimensiones son medidas aplica-
das por el hombre. Esta silla frente a mí no es de un metro
de altura, pero yo la puedo medir así y, si arrojo al suelo la
silla, su altura será tan sólo de 50 centímetros convirtiendo su
altura anterior en su anchura. Se mide el tiempo según una di-
mensión: la longitud. Decimos hace largo y corto tiempo, pero
nunca hablamos de tiempo ancho o estrecho. La expresión "ya
es tiempo" (en inglés it is high time, literalmente: "es tiem-
po alto") probablemente tiene su origen en la marea alta o
en el reloj de agua. Mientras que para una medida objetiva
tomamos puntos fijos (a.c. y d.c, a.m. y p.m.), el punto cero
psicológico es el siempre presente, que se alarga, según nues-
tra organización, hacia adelante y hacia atrás como el gusa-
nillo que se abre camino comiendo el queso y dejando rastros
de su existencia tras de sí.
Omitir las dimensiones del tiempo conduce a falacias lógi-
cas, a engaños en los argumentos: la lógica sostiene que a = a,
que, por ejemplo, puede ponerse en otro contexto una manzana.
Esto es correcto mientras sólo se considere la extensión de la
fruta, como casi siempre se hace. Pero es incorrecto en cuanto
se toma en cuenta su duración. La manzana verde, el fruto sa-
broso y el podrido son tres fenómenos diferentes del aconte-
cimiento espacio-temporal "manzana". Pero por ser utilitaristas,
naturalmente tomamos la fruta comestible como referente cuan-
do empleamos la palabra "manzana".
En cuanto olvidamos que somos eventos espacio-temporales,
chocan las ideas y la realidad. Las demandas de emociones per-
durables (amor eterno, lealtad) podrían llevar a la desilusión,
la belleza efímera a la depresión. Las personas que han per-
dido el ritmo del tiempo pronto serán anticuadas.
¿Y qué es este ritmo del tiempo?
En apariencia nuestra organización posee un óptimo en la
experiencia del sentido del tiempo -de la duración. Se expre-
118 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

sa esto en el lenguaje como paso-pasar-el pasado (en francés,


le pas-passer-passé; en alemán, ver-gehen-Ver-gangenheit).
Así pues, para nosotros, el punto cero es la velocidad que
pasa. El tiempo avanza. El tiempo que vuela, o se arrastra o
hasta se detiene, todavía denota la desviación de más y menos.
Un juicio así contiene su opuesto psicológico; nos gustaría que
el tiempo que vuela redujera su marcha y que se apresurase
cuando se arrastra.
La concentración en las cosas como eventos espacio-tempo-
rales se experimenta como paciencia, la tensión entre un deseo
y su realización como impaciencia. Evidentemente, en este caso,
existe la imagen tan sólo en extensión, al desunirse el compo-
nente tiempo como impaciencia. De esta forma entra en la
vida y psicología humanas la consciencia del tiempo o el sen-
tido del tiempo.
Einstein opina que el sentido del tiempo es cuestión de ex-
periencia. El niño pequeño aún no lo ha desarrollado. El niño
de pecho despierta cuando la tensión del hambre ha llegado a
ser tan elevada que interrumpe el sueño. Esto no se debe a
sentido alguno del tiempo: por el contrario, el hambre ayuda
a crear ese sentido. Aunque no conocemos ningún equivalente
orgánico del sentido del tiempo, debe suponerse su existencia,
aunque sólo sea por la exactitud con que algunas personas
pueden dar la hora correcta.
Cuanto mayor es el retardo de la satisfacción del deseo,
más grande es la impaciencia, en caso de que la concentración
siga sobre el objeto de gratificación. La persona impaciente
quiere la conjunción inmediata, sin tiempo, de su visión con
la realidad. Cuando se espera el tranvía, la idea "tranvía" pue-
de deslizarse hacia el fondo y uno podría entretenerse pen-
sando, observando, leyendo o con cualquier pasatiempo que
haya a mano hasta que el tranvía llegue. Pero cuando el tran-
vía permanece como figura en la mente, entonces ¶ aparece
como impaciencia, y dan ganas de correr para salir al encuen-
tro del tranvía. "Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma
irá a la montaña." Cuando se suprime la tendencia a correr
hacia el tranvía (y este autocontrol ha llegado a ser en la ma-
yoría de nosotros, automático e inconsciente) se entra en un
estado de inquietud, de molestia; cuando uno es demasiado
EL TIEMPO 119

inhibido como para desahogarse renegando y poniéndose "ner-


vioso" y reprime esta impaciencia, probablemente la transfor-
mará en ansiedad, dolor de cabeza o en algún otro síntoma.
A cierta persona se le pidió que explicara la teoría de la re-
latividad de Einstein. Contestó: "Cuando pasas una hora con
tu chica, el tiempo vuela; una hora parece un minuto; pero si
estás sentado en una estufa caliente, el tiempo se arrastra, los
segundos parecen horas." Esto no se ajusta a la realidad psico-
lógica. En una hora de amor, cuando el contacto es perfecto,
el factor tiempo no entra en absoluto en el cuadro. Pero si la
chica llega a convertirse en un estorbo, se pierde el contacto
con ella y llega el aburrimiento, entonces se comenzará a con-
tar los minutos hasta que uno pueda liberarse de ella. También
se experimentará el factor tiempo, en caso de que el tiempo
sea limitado, cuando se pretende meter todo lo posible en los
minutos de que se dispone.
Sin embargo, la regla tiene sus excepciones. Los recuerdos
reprimidos en nuestro Inconsciente, según Freud, carecen de
tiempo. Esto significa que no están sujetos a cambió mientras
permanezcan en un sistema aislado del resto de la personali-
dad. Son como sardinas en una lata que, en apariencia, perma-
necen para siempre como si tuvieran 6 semanas o la edad de
cuando fueron pescadas. Mientras están aisladas del resto del
mundo hay muy poco cambio hasta que (al ser comidas u oxi-
darse), vuelven a entrar en el metabolismo del mundo.
El centro de nuestro tiempo como acontecimientos huma-
nos conscientes en tiempo y espacio es el presente. No hay otra
realidad más que el presente. Nuestro deseo de conservar más
del pasado o de anticipar el futuro podría cubrir por completo
este sentido de realidad. Aunque podemos aislar el presente
del pasado (causas) y del futuro (propósito), toda renuncia
al presente como centro de la balanza —como el fiel de nues-
tra vida— conducirá a una personalidad desequilibrada. No
importa que la inclinación sea hacia la derecha (excesiva rec-
titud) o hacia la izquierda (impulsividad), que se rompa el
equilibrio hacia adelante (futuro) o hacia atrás (pasado), se
puede perder el equilibrio en todas las direcciones.
Esto tiene aplicación a todo y naturalmente también al tra-
tamiento psicoanalítico. La única realidad aquí existente es la
120 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

entrevista analítica. Todo lo que experimentamos allí lo expe-


rimentamos en el presente. Ésta debe ser la base para cualquier
intento de "reorganización orgánica". Cuando recordamos, re-
cordamos en ese preciso segundo y con cierto propósito; cuan-
do pensamos en el futuro anticipamos cosas futuras, pero lo
hacemos en el momento presente y debido a diversas causas.
La predilección por el pensamiento ya sea histórico o futurista,
siempre destruye el contacto con la realidad.
La falta de contacto con el presente, la falta de "sentido"
actual de nosotros mismos lleva a huir, ya sea hacia el pasado
(pensamiento histórico) o hacia el futuro (pensamiento de
anticipación). Tanto "Epimeteo" Freud como "Prometeo" Ad-
ler, cooperando con el deseo del neurótico de cavar en el pa-
sado o salvaguardar el futuro, han perdido el punto arquime-
deo de reajuste. Al renunciar al presente como referente per-
manente, las ventajas de retroceder al pasado para sacar pro-
vecho de nuestras experiencias y errores se convierte en su
opuesto: llega a ser nocivo para el desarrollo. Nos hacemos sen-
timentales o adquirimos el hábito de culpar a los padres o a las
circunstancias (resentimiento); con frecuencia el pasado se
convierte en una "consumación que ha de desearse con devo-
ción". Brevemente, desarrollamos un carácter retrospectivo. El
carácter prospectivo, por el contrario, se pierde en el futuro.
Su impaciencia lo conduce a anticipaciones fantásticas que
—en contraste con la planeación— consumen su interés por el
presente, su contacto con la realidad.
Freud posee la intuición correcta al creer que el contacto
con el presente es esencial. Exige atención libremente movi-
ble, que significa darse cuenta de todas las experiencias; pero
lo que sucede es que lentamente, pero con seguridad, el pa-
ciente y el analista llegan a condicionarse por dos cosas; pri-
mero, por la técnica de asociaciones libres, de la fuga de ideas
y segundo, por un estado en que analista y paciente forman,
por así decir, una compañía para pescar recuerdos, con lo que
desaparece la atención libremente movible. En la práctica, la
apertura mental llega a estrecharse en un interés casi exclusivo
por el pasado y la libido.
Freud no es exacto en cuestión de tiempo. Cuando dice que
el tiempo tiene una pierna en el presente y la otra en el pa-
EL TIEMPO 121

sado, incluye los pocos días pasados en el presente. Pero lo


que sucedió, aunque sólo sea hace un minuto, es pasado, no
presente. La diferencia entre la concepción de Freud y la mía
puede parecer irrelevante y, sin embargo, no es sólo asunto
de pedantería, sino un principio que implica aplicaciones prác-
ticas. Una fracción de segundo puede significar la diferencia
entre vida y muerte, como vimos en el capítulo I, en la coin-
cidencia de la caída de una piedra que mata a un hombre.
El descuido del presente hizo necesaria la introducción de
la "transferencia". Cuando no dejamos lugar a la actitud es-
pontánea y creadora del paciente, entonces tenemos que bus-
car explicaciones en el pasado (suponer que transfiere cada
parte de su conducta de tiempos remotos a la situación ana-
lítica) o, siguiendo el pensamiento teleológico de Adler, debe-
mos limitarnos a descubrir qué propósitos, qué arreglos tiene
el paciente en mente, qué planes tiene en su manga.
No niego en absoluto que todo tiene su origen en el pasado
y tiende a un desarrollo ulterior, pero lo que yo quiero pre-
cisar es que el pasado y el futuro determinan su rumbo con-
tinuamente según el presente y tienen que relacionarse con él.
Sin la referencia al presente llegan a carecer de sentido. Exa-
minemos una cosa concreta, una casa edificada hace años que
se origina en el pasado y tiene un propósito, en concreto, que
se viva en ella. ¿Qué sucede a la casa cuando uno se satisface
con sólo el hecho histórico de que haya sido edificada? Si no
se la cuida, la casa se convertirá en ruinas, sujeta como está
al influjo del viento y del tiempo, a la sequía y al agua y a
otros influjos destructores que, aunque pequeños y a veces in-
visibles, tienen un efecto acumulativo.
Freud ha sacudido nuestros conceptos de causalidad, moral y
responsabilidad; pero se detuvo a medio camino: no condujo
el análisis a sus últimas conclusiones. Dijo que no somos tan
buenos o malos como creemos ser, pero que inconscientemen-
te, en la mayoría de los casos, somos peores, a veces mejores.
De acuerdo con ello transfirió la responsabilidad del Ego al Id.
Además desenmascaró las causas intelectuales como racionali-
zaciones y decidió que el Inconsciente proporciona las causas
para nuestras acciones.
122 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

¿Cómo podemos remplazar el pensamiento causal? ¿Cómo


superamos las dificultades de apoyarnos en el presente y lograr
una comprensión científica sin buscar razones? Ya he mencio-
nado antes las ventajas que brotan del pensamiento funcional.
Si tenemos el valor de intentar seguir a la ciencia moderna en
su decisión de que no hay respuestas últimas al "¿por qué?"
llegamos a un descubrimiento muy reconfortante: se puede res-
ponder a todas las preguntas relevantes preguntando: "Cómo?",
"¿Dónde?" y "¿Cuándo?" La descripción detallada es idéntica
a la concentración y al conocimiento acrecentado. La investi-
gación requiere descripciones detalladas sin descuidar el con-
texto. El resto es cuestión de opinión o teoría, fe o interpre-
tación.
Aplicando nuestras ideas del presente podemos mejorar nues-
tra memoria y nuestros poderes de observación. Decimos que
los recuerdos vienen a nuestra mente: nuestro Ego es más o
menos pasivo respecto a ellos. Pero si retrocedemos a una si-
tuación, e imaginamos que estamos realmente en el lugar y
entonces describimos con detalle lo que vemos o hacemos, em-
pleando el tiempo presente, mejoraremos mucho nuestra capa-
cidad de recordar. La última parte de este libro incluirá ejer-
cicios de este tipo.
Dentro de la concepción de Freud el pensamiento futurista,
que en la psicología de Adler ocupa el primer plano, está rele-
gado a una posición de importancia secundaria (por ejemplo,
ventajas secundarias de una enfermedad). Freud adhirió a las
causas, aunque en la Psicopatología de la vida cotidiana ex-
puso muchos ejemplos para demostrar que el olvido y el re-
cuerdo tienen tendencias y no solamente causas. Por un lado,
los recuerdos determinan la vida del neurótico y, por otro,
recuerda u olvida con ciertos propósitos. Un soldado anciano
quizá recuerde acciones de las que puede vanagloriarse —y has-
ta inventaría recuerdos con el propósito de vanagloriarse.
Nuestra forma de pensar está determinada por nuestra or-
ganización biológica. La boca está en nuestra parte delantera
y el ano en la posterior. Esto tiene algo que ver con lo que
vamos a comer o encontrar y también con lo que dejamos
atrás o lo que pasamos. El hambre tiene ciertamente cierta co-
nexión con el futuro, y la evacuación con el pasado.
XII. EL PASADO Y EL FUTURO

AUNQUE no sabemos acerca del tiempo mucho más de que


es una de las cuatro dimensiones de nuestra existencia, pode-
mos definir el presente. El presente es el punto cero, siempre
en movimiento, de los opuestos pasado y futuro. La persona-
lidad bien equilibrada toma en cuenta el pasado y el futuro
sin abandonar el punto cero del presente, sin considerar el pa-
sado y el futuro como realidades. Todos somos capaces de di-
rigir la mirada hacia atrás y hacia adelante, pero la persona
incapaz de enfrentarse a un presente desagradable y que vive
ante todo en el pasado o el futuro, envuelta en el pensamiento
histórico o futurista no está adaptada a la realidad. De esta
forma la realidad —además de la formación fondo-figura, como
se demostró anteriormente— asume un nuevo aspecto propor-
cionado por el sentido de actualidad.
Se reconoce que el soñar despierto es una de las pocas ocu-
paciones consideradas como huida del punto cero del presente
hacia el futuro, y en ese caso es común referirse a esto como
un escape de la realidad. Por otro lado, hay personas que acu-
den al analista sólo con el deseo de obrar de acuerdo con la
idea popular acerca del psicoanálisis —a saber, desenterrar to-
dos los recuerdos o traumas infantiles posibles. Con un carác-
ter retrospectivo, el analista puede malgastar años siguiendo
esta caza del pato salvaje. Por estar convencido de que ahon-
dar en el pasado es una panacea para la neurosis, sólo colabo-
ra con la resistencia del paciente a enfrentar el presente.
El constante ahondar en el pasado tiene además otras des-
ventajas, en cuanto que no toma en cuenta lo opuesto, el fu-
turo, y no comprende por ello todo un grupo de neurosis. Exa-
minemos un caso típico de neurosis de anticipación: Una per-
sona, al ir a acostarse, se preocupa acerca de cómo dormirá;
por la mañana tiene una gran resolución respecto al trabajo
que realizará en su oficina. Al llegar allí no cumplirá sus re-
soluciones, sino que preparará todo el material que pretende
comunicar al analista, aunque no ofrecerá este material en el
análisis. Cuando llega el momento de emplear los hechos ya

123
124 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

preparados, su mente se ocupa en que espera cenar con su


amiga, pero durante la cena hablará a la joven acerca de todo
el trabajo que tiene que realizar antes de ir a la cama, etc., etc.
Este ejemplo no es una exageración, porque hay muchas per-
sonas que siempre están unos pocos pasos o millas más allá
del presente. Jamás recogen los frutos de sus esfuerzos, ya que
sus planes nunca establecen contacto con el presente —con la
realidad.
¿De qué sirve hacer que una persona, perseguida por miedo
inconsciente de inanición, se dé cuenta de que su miedo se
originó en la pobreza experimentada durante su infancia? Es
mucho más importante demostrar que, al dirigir su mirada ha-
cia el futuro y tratar de conseguir seguridad, echa a perder
su vida presente; que su ideal de acumular riquezas superfluas
está separado y aislado del sentido de la vida. Es esencial
que esa persona aprenda el "sentido de sí mismo", que restaure
todos sus impulsos y necesidades, todos los placeres y dolores,
todas las emociones y sensaciones que hacen que la vida sea
digna de vivirse y que han llegado a convertirse en un fondo
o han sido reprimidas a favor de su ideal dorado. Debe apren-
der a realizar otros contactos en la vida además de sus rela-
ciones de negocios. Debe aprender a trabajar y a jugar.
Esta gente desarrolla una neurosis clara una vez que han
perdido su único contacto con el mundo —el contacto de ne-
gocios. Se conoce esto como la neurosis del hombre de nego-
cios retirado. ¿De qué le sirve un análisis histórico, a no ser
para proporcionarle un pasatiempo que llene unas pocas horas
de su vida vacía? A veces un juego de cartas podría servir al
mismo propósito. A la orilla del mar se encuentra con fre-
cuencia este tipo de persona (que no tiene contacto con la
naturaleza) que se negaba a dejar la cargada habitación de
juego para echar una mirada a la belleza de una puesta de sol.
Más bien seguía apegado a su ocupación sin sentido de inter-
cambiar cartas, de permanecer con su "naipe" en vez de entrar
en contacto con la naturaleza.
Otros tipos que miran hacia el futuro son los preocupados,
los astrólogos, los que ponen la seguridad ante todo y nunca
corren riesgos.
Los historiadores, los arqueólogos, los que buscan explica-
EL PASADO Y EL FUTURO 125

ciones y los quejosos miran en la dirección opuesta, y el más


apegado al pasado es la persona infeliz en la vida "porque"
sus padres no le proporcionaron una educación adecuada; o el
sexualmente impotente "porque" adquirió un complejo de cas-
tración cuando su madre lo amenazó con cortarle el pene como
castigo por masturbación.
El descubrimiento de una "causa" tal en el pasado rara vez
es factor decisivo en la curación. La mayoría de las personas
de nuestra sociedad no han tenido una educación "ideal , la
mayoría de las personas ha experimentado amenazas de cas-
tración en su niñez sin llegar a ser impotentes. Conozco un
caso en el que salieron a la superficie todos los detalles posi-
bles de ese complejo de castración sin que influyeran esencial-
mente en la impotencia. El analista había interpretado la re-
pulsión del paciente por el sexo femenino. El paciente había
aceptado la interpretación, pero nunca había logrado sentir,
experimentar náusea. Así, no pudo cambiar la repulsión en su
opuesto, el apetito.
La persona restrospectiva evita asumir la responsabilidad de
su vida y sus acciones; prefiere culpar a algo que sucedió en
el pasado en vez de dar .pasos para remediar la situación pre-
sente, para tareas manejables no se necesitan chivos expiatorios
o explicaciones.
En el análisis del carácter retrospectivo se encuentra siem-
pre un síntoma preciso: la supresión del llanto. La aflicción
es una parte del proceso de resignación, necesario para supe-
rar la dependencia del pasado. Este proceso, llamado "el sufri-
miento del luto", es uno de los descubrimientos más ingeniosos
de Freud. El hecho de que la resignación requiera la acción
de todo el organismo demuestra lo importante que es el "sen-
tido de uno mismo", cómo la experiencia y expresión de las
emociones más profundas son necesarias para ajustarse des-
pués de haber perdido un contacto valioso. Para volver a ob-
tener la posibilidad de hacer de nuevo contacto, debe con-
cluirse la tarea de la aflicción. Aunque ha pasado el triste
acontecimiento, el muerto no está muerto —aún está presente.
El sufrimiento del luto se hace en el presente: lo decisivo no
es lo que la persona muerta significaba para el afligido, sino
lo que todavía significa para él. La pérdida de una muleta
126 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

no tiene importancia cuando uno fue herido hace unos cinco


años y ya está curado; importa tan sólo si todavía está cojo
y necesita la muleta.
Aunque he tratado de desaprobar el pensamiento futurista
e histórico, no deseo producir una impresión equivocada. No
debemos despreciar por completo el futuro (por ejemplo, pla-
near) o el pasado (situaciones no concluidas), pero debemos
darnos cuenta de que el pasado se ha ido, dejándonos cierto
número de situaciones inconclusas y que el planear debe ser
una guía hacia la acción no una sublimación o un substituto
de ella.
La gente con frecuencia comete "errores históricos". Con
esta expresión no me refiero a confundir los datos históricos
siuo a tomar erróneamente el pasado por situaciones actuales.
En la esfera legal hay leyes todavía válidas que hace mucho
han perdido su raison d’être. Personas religiosas mantienen
también dogmáticamente ritos que tuvieron en otro tiempo
sentido, pero que están fuera de lugar en una civilización di-
ferente. Cuando al judío antiguo no se le permitía conducir
un vehículo en sábado, la cosa tenía sentido, ya que el animal
de carga debería tener un día de descanso; pero el judío pia-
doso de la actualidad se somete a molestias innecesarias al ne-
garse a utilizar un tranvía que en todo caso sigue caminando.
Transforma algo con sentido en un sin-sentido —al menos así
nos parece a nosotros. Él lo ve desde un ángulo diferente. El
dogma no podría retener su dinámica, ni siquiera podría exis-
tir si no estuviera sostenido por el pensamiento futurista. El
creyente cumple la ley religiosa con el fin de estar en "el libro
bueno de Dios", para lograr prestigio como persona religiosa o
para evitar desagradables remordimientos de conciencia. No
debe sentir el error histórico que comete, pues de otra forma
su gestalt vital, el sentido de su existencia, se resquebrajaría
y se vería hundido en una confusión mayor por la pérdida de
su sostén.
Los errores futuristas son parecidos a los históricos. Con-
tamos con algo, esperamos algo y nos sentimos desilusionados,
tal vez muy desgraciados, cuando no se realizan nuestras espe-
ranzas. En ese caso nos sentimos muy inclinados a culpar o
al destino, a otras personas o a nuestra propia falta de capaci-
EL PASADO Y EL FUTURO 127

dad, pero no estamos preparados para percibir el error funda-


mental de esperar que la realidad haya de coincidir con nues-
tros deseos. Evitamos ver que somos los responsables de la des-
ilusión que surge de nuestra expectativa, de nuestro pensa-
miento futurista, especialmente cuando pasamos por alto la
realidad de nuestras limitaciones. El psicoanálisis no ha tenido
en cuenta este factor esencial, aunque ha tratado en abundan-
cia las "reacciones" de desilusión.
El "error histórico" más importante del psicoanálisis clásico
es la aplicación indiscriminada del término "regresión". El pa-
ciente evidencia un desamparo, una confianza en su madre
impropios de un adulto, y se convierte en un niño de tres años.
Nada hay que decir en contra de un análisis de su infancia
(si es que se recalca en forma suficiente el error histórico del
paciente) pero, para darse cuenta de un error, debemos poner-
lo en contraste con su opuesto, la conducta correcta. Cuando
se deletrea en forma errónea una palabra no se puede elimi-
nar el error a no ser que se conozca el deletreo correcto. Esto
puede aplicarse de la misma forma a los errores históricos o
futuristas.
El paciente en cuestión tal vez nunca ha alcanzado la ma-
durez de un adulto y no sabe cómo se siente ser independiente
de su madre, cómo establecer contacto con otras personas; y
a no ser que se le haga sentir esta independencia, no puede
darse cuenta de su error histórico. Damos por descontado que
tiene este "sentimiento" y estamos muy dispuestos a suponer
que ha alcanzado la posición adulta y ha sufrido una regre-
sión a la infancia tan sólo temporalmente. Nos sentimos incli-
nados a pasar por alto la cuestión de las situaciones. Como su
conducta es normal en situaciones que no ofrecen dificultades
o en asuntos que requieren reacciones similares a las que se
espera de un niño, damos por sentado que esencialmente es un
adulto. Sin embargo, cuando surgen situaciones más difíciles,
demuestra que no ha desarrollado una actitud madura. ¿Cómo
podemos esperar que sepa cómo cambiar si no percibe la di-
ferencia entre conducta infantil y madura? No habría "regre-
sado" si su "yo" fuera ya maduro, si hubiera asimilado y no
tan sólo copiado (introyectado) la conducta adulta.
Podemos concluir, pues, que el futuro inmediato está con-
128 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

tenido en el presente, especialmente en sus situaciones no con-


cluidas (consumación del ciclo instintivo). Grandes partes de
nuestro organismo están construidas para "propósitos". Los
movimientos sin propósito, por ejemplo, sin sentido, pueden
variar desde peculiaridades ligeras hasta la conducta inexpli-
cable del demente.
Al concebir el presente como el resultado del pasado des-
cubrimos tantas escuelas de pensamiento como descubrimos
causas. La mayoría de la gente cree en una "causa primaria"
como un creador, otros se adhieren fatalísticamente a la cons-
titución heredada como el único factor reconocible y decisivo,
mientras que para otros el influjo ambiental es la única causa
de nuestra conducta. Algunas personas han descubierto que la
economía es la causa de todo mal, otros, la infancia reprimida.
En mi opinión el presente es la coincidencia de muchas "cau-
sas" que lleva al cuadro siempre cambiante, caleidoscópico,
de situaciones que nunca son idénticas.
XIII. EL PASADO Y EL PRESENTE

AUNQUE no es posible todavía dar plena cuenta de las rela-


ciones entre pasado y presente, se dispone de suficiente mate-
rial para intentar hacer una clasificación incompleta como la
que sigue:
1) El influjo de la constitución (herencia).
2) El entrenamiento del individuo (condicionamiento a tra-
vés del influjo ambiental).
3) Recuerdos futuristas.
4) La compulsión de repetición (lo incompleto de situa-
ciones).
5) Acumulación de experiencias no digeridas (traumas y
otros recuerdos neuróticos).
1) Respecto a la constitución, la relación entre pasado y
présente es más bien obvia. Tomemos como ejemplo el fun-
cionamiento de la glándula tiroides. El cretinismo (mixcede-
ma) se debe a algo que sucedió en el pasado. ¿El ahondar en
el pasado tiene valor alguno a no ser el de gratificar nuestra
curiosidad científica, o de instruirnos respecto al origen de la
enfermedad, de tal modo que este conocimiento pueda ayu-
darnos a curarla hoy? Añadimos continuamente hormonas ti-
roideas para solucionar una deficiencia actual de tiroxina.
2j Se puede comparar el entrenamiento del individuo con
la construcción de carreteras; el objetivo es dirigir el tráfico
de la manera más económica. Pero si el condicionamiento no
es muy profundo está sujeto a deterioro, del mismo modo que
se pueden destruir las carreteras mal construidas. El deterioro
tiende hacia la aniquilación. Las viejas carreteras desaparece-
rán; nuestras mentes olvidarán. Sin embargo, algunas carrete-
ras están construidas del mismo modo que las viejas calzadas
romanas. Una vez que hemos aprendido a leer, muchos años
de no lectura pueden dejar todavía intacta la capacidad de leer.
Pero si se realiza un recondicionamiento, si se dirige el trá-
fico hacia nuevas carreteras, la situación será diferente: si nos

129
130 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

vemos compelidos a hablar un lenguaje extranjero y utilizar


poco nuestra lengua materna, experimentamos un deterioro en
esta última y después de algunos años nos podrá resultar di-
fícil recordar palabras que con anterioridad teníamos automá-
ticamente a la mano. El recondicionamiento, por otra parte, el
volver a la lengua materna tomará menos tiempo del que tomó
aprenderla en la infancia.
Cuando intentamos detener el progreso de una neurosis tra-
tamos de recondicionar al paciente a las funciones biológicas,
llamadas de ordinario normales o naturales. Al mismo tiempo,
no debemos olvidar el entrenamiento, el condicionamiento, de
actitudes no desarrolladas. Podemos apreciar los métodos de
F. M. Alexander desde el punto de vista del recondicionamien-
to, si no olvidamos la necesidad de diluir al mismo tiempo el
influjo dinámico de la gestalt equivocada. Cuando simplemen-
te sobreponemos una gestalt a otra, enjaulamos, reprimimos,
pero sin embargo mantenemos viva la gestalt equivocada; al
anular esta última liberamos energías para que funcione toda
la personalidad.
3) La_expresión recuerdos teleológicos futuristas suena pa-
radójíca, pero con frecuencia recordamos experiencías pasadas
para propósitos futuros. Desde el punto de vista psicoanalítico
la categoría más interesante de este tipo es la señal de peligro.
Cuando han ocurrido varios accidentes automovilísticos en el
mismo lugar de una carretera es posible que las autoridades
pongan una señal de peligro. No se erige esta señal de peligro
en memoria de los que murieron; se crea con el "propósito" de
salvaguardar contra accidentes futuros.
Para un neurótico la señal de peligro no es, como dice Freud,
el ataque de ansiedad. La persona nerviosa coloca sus recuer-
dos como señales de alto por todas partes, donde quiera que
adivina la posibilidad de peligro. Este procedimiento le parece
razonable; parece actuar de acuerdo con el proverbio: "Una
vez mordido, dos veces cauteloso". Puede, por ejemplo, haber-
se enamorado y haber sufrido una desilusión. Por ello se cuida
mucho de que se repita ese "desastre". En cuanto siente el más
ligero signo de afecto pone en escena (consciente o incons-
cientemente) el recuerdo de su experiencia desagradable como
luz roja de alto. No tiene en cuenta en absoluto el hecho de
EL PASADO Y EL PRESENTE 131

que comete un error histórico, que la situación actual puede


diferir considerablemente de la anterior.
Desenterrar situaciones traumáticas del pasado podría pro-
porcionar aún mas material para señales de peligro, podría res-
tringir aún más las actividades y las esferas vitales del neuró-
tico, ya que no ha aprendido a diferenciar entre situaciones
anteriores y presentes.
4) Un punto muy delicado de tratar es la compulsión de
repetición, en sí un descubrimiento admirable de Freud al que
por desgracia éste llevó a conclusiones absurdas. Vio en la
monotonía de las repeticiones una tendencia hacia la osifica-
ción mental. Freud sostiene que estas repeticiones llegan a ser
rígidas y sin vida como materia inorgánica. Sus especulaciones
acerca de esta tendencia negadora de la vida lo llevaron a con-
jeturar que existe un impulso definido que actúa detrás del
telón: un instinto de muerte o de nirvana. Concluyó además
que, del mismo modo que la libido orgánica se manifiesta como
amor, el instinto de muerte se manifiesta como una tendencia
a destruir. Hasta llegó a explicar la vida como una lucha per-
manente entre el instinto de muerte y la libido inquietante.
Esta persona antirreligiosa reentroniza a Eros y Thanatos, el
científico y ateo regresa a los dioses que había luchado por
destruir toda la vida.
En mi opinión la construcción de Freud encierra varios erro-
res. No concuerdo con él en que la gestalt de la "compulsión
de repetición", tiene el carácter de rigidez, aunque en los há-
bitos existe una clara tendencia hacia la osificación. Sabemos
que cuanto mayor es la persona o menos elástica es su visión
de la vida, más difícil, más imposible se hace cualquier cam-
mbio de hábitos..Cuando condenamos algunos hábitos y los lla-
mamos vicios suponemos que es deseable un cambio. No obs-
tante, en la mayoría de los casos han llegado a convertirse en
parte de la personalidad hasta tal grado, que todos los esfuer-
zos conscientes no pueden cambiarlos y todos los esfuerzos se
reducen a resoluciones ridículas que engañan a la conciencia,
de momento, sin influir en realidad.
Tampoco los principios son menos obstinados. Son susbsti-
tutos de una visión independiente. El que los posee se encon-
traría perdido en el océano de los acontecimientos si no fuera
132 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

capaz de orientarse por medio de estos apoyos fijos. De ordi-


nario, hasta se siente orgulloso de ellos y no los considera de-
bilidades, sino una fuente de fuerza. Se apoya en ellos debido
a la insuficiencia de su propio juicio independiente.
La dinámica de los hábitos no es homogénea. Algunos están
dictados por la economía de energía y son reflejos "condicio-
nados". Con frecuencia los hábitos son fijaciones u original-
mente han sido fijaciones. Se les mantiene vivos por miedo,
pero podría cambiárseles en reflejos "condicionados". Esta ma-
nera de ver implica que un simple análisis de los hábitos es
tan insuficiente para "romperlos" como lo son las resoluciones.
La estructura de la apropiada "compulsión de repetición"
es bastante distinta de la de los hábitos y principios. Elegimos
con anterioridad el ejemplo de una persona que se siente una
y otra vez desilusionada por sus amigos. Difícilmente llama-
ríamos a esto un hábito o un principio. Pero ¿qué es entonces
esta repetición compulsiva? Para responder a esta pregunta
debemos dar un rodeo.
K. Lewin realizó los siguientes experimentos de memoria:
a cierto número de personas se les daba algunos problemas
para que los solucionaran. No se les decía que se trataba de
una prueba de memoria sino que tenían la impresión de que
se realizaba una prueba de inteligencia. Se les pedía al día si-
guiente que escribieran los problemas que recordaban y, cosa
bastante rara, recordaban bastante mejor los problemas no so-
lucionados que los que habían solucionado. La teoría de la
libido nos llevaría a esperar lo opuesto, es decir, que la grati-
ficación narcisista haría que la gente recordase sus éxitos. ¿O
todos tenían los complejos de inferioridad de Adler y recorda-
ban sólo las tareas no resueltas como aviso para hacerlo mejor
la próxima vez? Ambas explicaciones resultan insatisfactorías.
La palabra "solución" indica que desaparece una situación
confusa, se disuelve. Respecto a las acciones del neurótico ob-
sesivo, se ha advertido que las obsesiones han de ser repetidas
hasta que se ha terminado su tarea. Cuando se anula un deseo
de muerte psicoanalíticamente o de otra forma, el interés por
realizar los ritos obsesivos (la "anulación" del deseo de muer-
te) se retraerá hacia el fondo y más tarde desaparece de la
mente.
EL PASADO Y EL PRESENTE 133

Cuando un gatito trata de trepar a un árbol y fracasa, repite


sus intentos una y otra vez basta que lo logra. Cuando un
maestro descubre errores en la tarea de su alumno le hace re-
petirla, no para que repita los errores, sino para entrenarlo en
la solución apropiada. Entonces se completa la situación. Maes-
tro y discípulo pierden todo interés en ella del mismo modo
que perdemos el interés al haber resuelto un crucigrama.
Repetir una acción hasta dominarla es la esencia del des-
arrollo. Una repetición mecánica que no tenga como propó-
sito la perfección es contraria a la vida orgánica, contraria al
"holismo creador" (Smuts). Se mantiene el interés mientras la
tarea emprendida no está terminada. Una vez completa des-
aparece el interés hasta que una tarea nueva crea otra vez in-
terés. No hay caja de ahorro de la que el organismo (como
sugiere la teoría de la libido) pueda sacar la cantidad de in-
terés requerida.
Las repeticiones compulsivas tampoco son automáticas. Por
el contrario son intentos enérgicos de resolver problemas im-
portantes de la vida. La necesidad de amistad, en sí misma,
es una expresión muy sana del deseo de contacto humano. La
persona permanentemente desilusionada está equivocada sólo
en cuanto busca este amigo ideal una y otra vez. Podría negar
la desagradable realidad por medio del soñar despierto o has-
ta con alucinaciones; podría tratar de convertirse él mismo en
este ideal o moldear a su amigo según él, pero no puede lle-
gar a realizar sus deseos. No percibe que comete un error fun-
damental: busca la causa de su fracaso en la dirección equi-
vocada —fuera, en vez de dentro de sí mismo. Considera a sus
amigos la causa de su desilusión, sin darse cuenta de que sus
propias expectativas son las responsables. Cuanto más ideales
son sus expectativas, menos se conforman a la realidad, más
difícil será el problema del contacto. Este problema no encon-
trará solución y no cesará la compulsión de repetición hasta
que haya ajustado sus expectativas de lo imposible con las po-
sibilidades de la realidad.
Así pues, la compulsión de repetición no es mecánica ni está
muerta, sino muy viva.
No alcanzo a ver cómo puede deducirse de esto un místico
instinto de muerte. Este es el único caso en el que Freud aban-
134 HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

donó el terreno sólido de la ciencia y se adentró en el reino


del misticismo, como lo hizo Jung con su desarrollo especial de
la teoría de la libido y su concepción del Inconsciente Colec-
tivo.
No me compete a mí descubrir qué motivó a Freud a in-
ventar este instinto de muerte. Tal vez la enfermedad o la cer-
canía de la vejez le hizo desear la existencia de ese instinto
de muerte que podría descargarse bajo la forma de agresión.
Si esta teoría fuera correcta, cualquier persona suficientemen-
te agresiva tendría el secreto para prolongar la vida. Los dic-
tadores vivirían ad infinitum.
Freud emplea en forma intercambiable los términos "instin-
to de nirvana" e "instinto de muerte". Mientras que no hay
nada que pueda justificar la concepción del instinto de muerte,
el instinto de nirvana podría encontrar cierta justificación. Se
puede protestar contra la palabra instinto y aplicar en su lu-
gar la palabra tendencia. Toda necesidad altera el equilibrio
del organismo. El instinto da la dirección en que está alterado
el equilibrio —como Freud dijo respecto del instinto sexual.
Goethe tenía una teoría similar a la de Freud, pero para él
no la libido sino la destrucción, simbolizada por Mefistófeles,
se presentaba como el alterador del "amor por una paz sin con-
diciones" del hombre. Pero esta paz ni es incondicional ni eter-
na. La gratificación restablecerá la paz orgánica y el equilibrio
hasta que, muy pronto, otro instinto presente sus exigencias.
Tomar erróneamente el "instinto" por la tendencia hacia el
equilibrio es como confundir los objetos que se pesan en una
balanza con la balanza misma. Podríamos llamar a este im-
pulso inherente de llegar al descanso por medio de la gratifi-
cación de un instinto "la búsqueda del nirvana".
Postular un "instinto" de nirvana puede también haber sido
el resultado de un pensar según los deseos. Esos periodos cor-
tos en los que la balanza de nuestro organismo ha vuelto a
lograr el equilibrio son los momentos de paz y felicidad, que
muy pronto se verán alteradas por nuevas exigencias e im-
pulsos. Con frecuencia nos gustaría aislar este sentimiento de
descanso de su localización en el ciclo de gratificación de ins-
tintos y hacer que durara más tiempo. Comprendo que los hin-
dúes, al desaprobar el cuerpo y sus sufrimientos, al intentar
EL PASADO Y EL PRESENTE 135

matar todos los deseos, afirmen que el estado de nirvana es


el objetivo último de nuestra existencia. Si la búsqueda del
nirvana es un instinto, no puedo captar por qué han colocado
tal cantidad de energía y entrenamiento para alcanzar su ob-
jetivo, puesto que un instinto se cuida por sí mismo y no re-
quiere ningún esfuerzo consciente.
Podría decirse mucho más respecto al llamado instinto de
muerte.1 La comprensión de su auténtica naturaleza podría
haberse logrado hace mucho, si los discípulos de Freud, fas-
cinados por su grandeza, no hubieran aceptado todo lo que
dijo como una religión —del mismo modo que yo lo hice en
mis primeros años.
5) Aceptar a ciegas el material mental nos lleva a otra for-
ma de relaciones pasado-presente: la amplia clase de recuerdos
traumáticos e introyectados.
Un ejemplo sencillo es el discípulo estúpido con una me-
moria excelente, que aprende de memoria pasajes enteros y
puede repetirlos con facilidad en los exámenes, pero se encuen-
tra perdido cuando se trata de explicar el sentido de lo que
escribió. Ha tomado el material sin asimilarlo. Algo común a
este tipo de material de recuerdos, que ha atraído más que
ninguna otra cosa el interés de Freud, es el hecho de que todos
ellos yacen en una especie de estómago mental. Pueden suce-
der tres cosas: o se vomita este material (como un reportero),
o se defeca este material no digerido (proyección), o se sufre
una indigestión mental, un estado indicado por la observación
de Freud, "el neurótico sufre de recuerdos".
Para comprender esta indigestión mental plenamente y pro-
porcionar su cura tenemos que examinar los detalles del ins-
tinto de hambre y de la asimilación orgánica. Las alteraciones
de la asimilación —en el aspecto psicológico—promoveran el
desarrollo de la paranoia y del carácter paranoico. El examen
de este problema constituirá el punto fundamental de la se-
gunda parte de este libro.

1 En mi opinion las fuerzas ¶ lo mismo que las  son responsables de


la muerte, pero la muerte no es la responsable de la agresión. En el caso
del endurecimiento de las arterias, cierta cantidad de calcio se une a los
tejidos de las arterias y las hace rígidas, alterando asi la nutrición apro-
piada de los tejidos. Un ejemplo sencillo de la energía  es la úlcera del es-
tómago, en la que los jugos del estómago destruyen las paredes del órgano.
Segunda Parte
Metabolismo mental
Todo elemento con carácter extraño, ajeno u hostil introducido en la
Personalidad crea fricción interna, obstruye su acción y hasta puede
terminar por desorganizarla y desintegrarla completamente. La Perso-
nalidad, lo mismo que el organismo, depende para su persistencia de
que se le proporcione sostenimiento intelectual, social y similares en
su medio ambiente. Pero este material extraño, a no ser que la Perso-
nalidad lo metabolice y asimile en forma apropiada, puede hacerle daño
y hasta llegar a ser fatal para ella. Del mismo modo que la asimilación
orgánica es esencial para el crecimiento animal, la asimilación intelec-
tual, moral y social por parte de la Personalidad llega a ser el hecho
central en su desarrollo y autorealización. La capacidad para esta asi-
milación varía en forma notable en los casos individuales. Un Goethe
pudo absorber y asimilar toda la ciencia y el arte y la literatura.
Pudo asimilar esta gran masa de experiencia, pudo apropiársela y
hacer que contribuyera al esplendor y magnificencia de autorealización
que lo convirtió en uno de los hombres más grandes.
J. C. SMUTS
I. EL INSTINTO DE HAMBRE

CUANDO hacemos un corte a través de las tres dimensiones


en un cubo de una pulgada (figuras I y II), nos quedan ocho
cubos en vez de uno; el volumen sigue siendo el mismo, pero
se ha doblado la superficie (figura III). La figura I muestra

una superficie de seis pulgadas cuadradas; la figura III mues-


tra ocho cubos, cada uno con seis caras que miden media pul-
1 1
gada: 8 ¿ 6 ¿ 2 ¿ 2 = 12 pulgadas cuadradas.
Hemos

139
140 METABOLISMO MENTAL

duplicado de esta forma la superficie del cubo original y pode-


mos proseguir la subdivisión, acrecentando con ello la super-
ficie.
La ventaja de una superficie amplia es su reacción rápida y
completa a los influjos físicos y químicos. Una pastilla de aspi-
rina se disuelve más rápidamente cuando está hecha pedazos.
Cuando se pone un trozo de carne en un ácido suave, se re-
quiere largo tiempo para que se disuelva, ya que el ácido tan
sólo ataca la superficie sin tocar la parte interior. Pero cuando
se despedaza y extiende, toda la substancia se disolverá en el
mismo tiempo que fue necesario para penetrar la superficie
en el primer ejemplo.
Este  representa el papel más importante en el proceso del
consumo de alimento. Pero no se ha de ignorar el ¶, ya que
está presente en el acercamiento al alimento (apetito), en el
sabor y en algunas reacciones químicas sintéticas dentro de
nuestro organismo. Estas funciones son relativamente insigni-
ficantes en el feto, pero en el individuo postnatal desempeñan
un papel siempre creciente.
En el primer estadio encontramos el embrión, que es seme-
jante a cualquier otro tejido de la madre; obtiene todo el ali-
mento que requiere vía la placenta y el cordón umbilical —la
comida licuefacta y químicamente preparada, lo mismo que
la cantidad necesaria de oxígeno. En los primeros estadios es-
tos alimentos son proporcionados a los tejidos sin esfuerzo al-
guno por parte del feto, aunque más tarde el corazón del em-
brión toma parte en la distribución. Con el nacimiento el cor-
dón umbilical deja de funcionar, se corta la línea vital entre
madre e hijo y para mantenerse vivo, el recién nacido se en-
frenta a tareas que —sencillas para nosotros— pueden resultar
difíciles para el pequeño organismo. Tiene que proporcionarse
su propio oxígeno, es decir, comenzar a respirar, y tiene que
asimilar el alimento. Como se demuestra al principio de este
capítulo, no se requiere todavía desmenuzar estructuras sóli-
das, pero se deben reducir y diluir químicamente las moléculas
de proteínas de la leche en substancias más simples. Sin em-
bargo, el niño recién nacido debe desempeñar un papel activo
consciente: el mordisco de dependencia.
En la siguiente fase brotan los dientes anteriores del niño
EL INSTINTO DE HAMBRE 141

y con ello aparecen los primeros medios para atacar alimento


sólido. Estos dientes anteriores actúan como tijeras, implican-
do también el uso de los músculos de la mandíbula, aunque
en nuestra civilización su empleo se ve remplazado con fre-
cuencia por el del cuchillo, con el resultado del deterioro de
los dientes y su función. La tarea de los dientes es destruir la
estructura bruta del alimento, como se ve en las figuras I a III.
Los pezones de la madre se convierten en "algo" que mor-
der. Se inicia el "canibalismo" como equivocadamente se llama
a este estadio en psicoanálisis. Morder el pezón puede resultar
doloroso para la madre. Al no percibir la naturaleza biológica
del impulso de morder del niño, o tal vez por tener un pezón
dolorido, la madre puede llegar a alterarse y hasta golpear al
niño "malo". Los golpes repetidos condicionarán al niño a una
inhibición del morder. El morder se identifica con hacer daño
y recibir daño. Sin embargo, el trauma de retribución no se
encuentra con tanta frecuencia como la frustración traumá-
tica debida al retiro del pecho (destete prematuro o repen-
tino). Cuanto más se inhibe la actividad de morder, menos
desarrollará el niño la capacidad para manejar un objeto en
caso de que y cuando la situación lo exija.
En este caso se inicia un círculo vicioso. El niño pequeño
no puede reprimir1 sus impulsos ni puede resistir con facili-
dad un impulso tan poderoso como el de morder. En el niño
muy pequeño no están desarrolladas todavía las funciones del
Ego (y con ellas las fronteras del Ego). En mi opinión, tiene a
su disposición tan sólo medios de proyección. El niño, en este
estadio, no puede distinguir el mundo interior del exterior. La
expresión "proyección", por tanto, no es muy correcta por sig-
nificar que algo que debería sentirse en el mundo interior se
experimenta como perteneciente al campo exterior; no obs-
tante, para fines prácticos, podemos usar la palabra "proyec-
ción", en vez de "estado prediferencial de proyección" (véase
el capítulo X de esta parte).
Cuanto más se inhiba y proyecta la capacidad para herir,
más desarrollará el niño el miedo a ser herido; y este miedo
1
Ln represión tiene originalmente su base en el control de los músculos
orbiculares de la boca, el ano y la uretra.
142 METABOLISMO MENTAL

de represalias, a su vez, producirá una renuencia mayor a in-


fligir dolor. En todos estos casos se puede encontrar un em-
pleo insuficiente de los dientes anteriores, junto con una inca-
pacidad general para hacer presa en la vida, para clavar los
dientes en una tarea.
Otra salida de la agresión inhibida es la "retroflexión" a la
que he reservado un capítulo especial.
Si el desarrollo dental se detuviera después de la aparición
y empleo de los dientes anteriores, seríamos capaces de mor-
der un trozo bastante grande en pedazos pequeños, pero la
digestión de esos pedazos pondría a prueba nuestro aparato
químico y requeriría un tiempo considerable. Al reducirse una
substancia a partes más pequeñas, mayor es la superficie que
ofrece a la acción química. La tarea de los molares es destruir
los pedazos de alimento; la masticación es el último estadio
de la preparación mecánica para el siguiente ataque por medio
de los jugos químicos del cuerpo. La mejor preparación para
una digestión correcta es reducir el alimento a una pulpa casi
fluida mezclándolo completamente con saliva.
Pocas personas se dan cuenta de que el estómago es simple-
mente cierto tipo de piel incapaz de habérselas con pedazos.
El organismo, a veces, para compensar la falta de masticación,
produce una cantidad excesiva de ácido estomacal y pepsina.
No obstante, este ajuste entraña el peligro de desarrollar una
úlcera gástrica o duodenal.
Los diferentes estadios del desarrollo del instinto de hambre
pueden clasificarse como estadios prenatal (antes del naci-
miento) predental (mamar), incisivo (morder) y molar (mor-
der y masticar). Antes de entrar en detalles del aspecto psi-
cológico de estos diferentes estadios me gustaría detenerme
en un tema ya tocado antes: el tema de la impaciencia. Mu-
chos adultos tragan el alimento sólido "como si" fuera líquido,
algo que se debe pasar a tragos. A esta gente la caracteriza
siempre la impaciencia. Exigen la satisfacción inmediata de
su hambre —no han desarrollado interés por destruir el ali-
mento sólido. Su impaciencia se combina con voracidad e in-
capacidad para lograr satisfacción, un hecho que aclararemos
más tarde.
Para percibir la íntima relación entre voracidad e impacien-
EL INSTINTO DE HAMBRE 143

cia, tan sólo hay que observar la excitación, voracidad e im-


paciencia de un niño de pecho cuando bebe. La función de
contacto del niño de pecho se restringe al mordisco de depen-
dencia y el resto de la alimentación es confluencia (fluere =
= fluir). Cuando los adultos tienen mucha sed se comportan
en forma parecida sin ver nada malo en ello. Pero la gente
que engulle alimentos sólidos confunde lo sólido con lo líqui-
do, con el resultado de que ni desarrollan la capacidad para
masticar, para hacer un trabajo completo, ni la capacidad para
permanecer en suspenso.
Hagan una comparación entre el que come impacientemen-
te (que desde luego siempre encontrará una excusa para su
prisa, como "no tener tiempo") con la persona que espera el
tranvía. Para la mente del que come vorazmente, llenar la boca
es en cierto sentido una "figura", como lo es el tranvía para
el que impacientemente lo espera. En ambos casos se espera
la confluencia, aquí el flujo conjunto de imagen y realidad, y
sigue siendo el impulso primario. El llenar la boca no se retro-
trae hacia el fondo, como debiera ser, y el placer de saborear
y la destrucción del alimento no llega a ser el centro de inte-
rés —"la figura".
Sobre todo, permanece sin gratificación la tendencia destruc-
tora, que debería tener su salida biológica natural en el em-
pleo de los dientes. Encontramos aquí las mismas funciones de
más y menos que en las evitaciones. La función destructora,
aunque en sí no es un instinto, sino un instrumento muy po-
deroso del instinto de hambre, es "sublimada" —apartada del
objeto "alimento sólido". Se manifiesta en forma nociva: matar,
hacer guerra, crueldad, etc., o por medio de retroflexión, como
autotortura y hasta autodestrucción.
Se trata con frecuencia a experiencias puramente mentales
(deseos, fantasías, soñar despierto) "como si" fueran realida-
des objetivas. En las neurosis obsesivas y en otras se puede,
por ejemplo, advertir que un deseo de hacer algo prohibido
es tratado y castigado por la conciencia de una forma similar
a como las autoridades legales castigan la mala acción real.
De hecho, muchos neuróticos no pueden establecer diferencia
entre una mala acción imaginaria y una real.
En las psicosis la confluencia de imaginación y realidad con
144 METABOLISMO MENTAL

frecuencia conduce al paciente no sólo a esperar, sino a infli-


gir castigo real por acciones imaginarias.
El hambre de alimento mental y emocional se comporta como
el hambre física. K. Horney observa atinadamente que el neu-
rótico vive permanentemente ávido de afecto, pero que su
avidez nunca se ve satisfecha. Un factor decisivo en este com-
portamiento del neurótico es que no asimila el afecto que se
le ofrece. O se niega a aceptarlo o lo implora, de tal forma
que le resulta molesto o sin valor en cuanto lo ha obtenido.
Además esta actitud impaciente, voraz, mas que ninguna
otra cosa, es la responsable de la estupidez excesiva que en-
contramos en el mundo. Del mismo modo que, estas personas
no tienen paciencia para masticar el alimento real, así tampoco
se dan el tiempo suficiente para "masticar" el alimento mental.
Como la época moderna promueve el comer apresurada-
mente en gran medida, no es sorprendente oír al astrónomo que
dijo: "hay dos cosas infinitas, hasta donde sabemos, el uni-
verso y la estupidez humana". Hoy sabemos que esta afirma-
ción no es muy correcta. Einstein ha demostrado que el uni-
verso tiene límites.
II. LAS RESISTENCIAS

LA TEORÍA, de la libido, sostiene que la evolución del instinto


sexual atraviesa un estadio oral y uno anal y que las pertur-
baciones o fijaciones durante estas fases impiden el desarrollo
de una vida sexual totalmente sana. Tanto la observación como
las consideraciones teóricas me impelen a oponerme a esta
hipótesis.
Cuando el interés principal de una persona se centra en sus
funciones orales o anales, esta cantidad de interés podría dis-
minuir sus intereses sexuales; y cuando se aceptan los tabús
sexuales, el interés por comer y —al menos en nuestra civili-
zación— por la defecación podría acrecentarse. Los caracteres
orales y anales son con frecuencia los resultados de impulsar
y tirar, lejos de los genitales y hacia las aberturas de ali-
mentación.
Tomar el carácter genital como la forma más elevada de des-
arrollo es bastante arbitrario. Reich, por ejemplo, al glorificar
la potencia sexual, produce la impresión de elevar un ideal
que no existe en la realidad. Estoy de acuerdo con él en que
toda perturbación en la función del orgasmo, al mismo tiem-
po, alterará otras funciones de la personalidad, pero hará lo
mismo toda perturbación de las funciones del Ego, del instinto
del hambre y como F. M. Alexander y Reich mismo han de-
mostrado, del sistema motor. He tratado casos de histeria en
los que las dificultades sexuales fueron superadas muy rápida-
mente —y sin embargo su análisis demostró ser difícil por ha-
berse desarrollado mal sus funciones del Ego.
Dentro de nuestra civilización ciertamente encontramos ca-
racteres típicos orales y anales, pero no encontramos muchas
referencias al complejo anal en la Biblia o entre muchas razas
primitivas. La defecación ha llegado a convertirse en una mo-
lestia, y desde el descubrimiento de que las heces actúan como
portadoras de gérmenes en la tifoidea, el cólera, etc., se han
visto sometidas a un tabú higiénico y son hondamente des-
preciadas. Descubrimos una conducta anal opuesta entre los
chinos, donde no es vergonzoso defecar en el campo del hués-

145
146 METABOLISMO MENTAL

ped; por el contrario se considera un favor ya que el estiércol


es escaso y por ello muy estimado.
Aunque clasifica a los seres humanos en caracteres orales,
anales y genitales, el psicoanálisis nunca se ha interesado por
las diferentes formas de resistencia correlacionadas con estos
tres tipos. Se descuidan las resistencias orales y genitales, y se
considera toda resistencia como resistencia anal, como una no
disposición a desprenderse de, o como una tendencia a rete-
ner los contenidos mentales, emocionales y físicos. Freud trató
a sus pacientes como a niños sentados en el bacín, persuadién-
dolos, impulsándolos a que sacaran todo lo que tenían en sus
mentes sin ceder a la turbación.
Si percibimos dificultades en la conducta oral o genital de
una persona, ¿no buscaremos resistencias específicas de estos
tipos? No es necesario que una resistencia genital sea mez-
quindad, que es una resistencia anal típica. Una persona que
se masturba no siempre evita la relación por medio de perder
su precioso semen —su resistencia podría deberse a timidez,
o miedo al contagio u otras resistencias genitales cuyos resul-
tados típicos son la frigidez o la impotencia sexual.
En el tipo oral descubrimos casos de resistencias orales ob-
vias ensambladas con un desarrollo insuficiente de las funcio-
nes de morder. Una resistencia oral primitiva es la huelga de
hambre, ya sea consciente como en las prisiones (para apoyar
algunas exigencias), o inconsciente, en la forma de falta de
apetito. Cuando un esposo se disgusta con su esposa, puede
ser que su agresión no vaya a sus dientes, que su mal humor
no encuentre su forma de expresarse atacando, sino rehusando
su alimento —"simplemente no puede tragar nada". Acabo de
encontrar una referencia que muestra que W. Faulkner des-
cubrió contracciones locales (espasmos) del esófago en perso-
nas que recibían noticias desagradables, y es obvio que se re-
sistían a tragar una información de mal sabor.
La repugnancia es una resistencia oral de mucha importan-
cia. Es un síntoma prominente (especialmente como estar
harto) en la neurastenia. La repugnancia reprimida desempe-
ña un papel esencial en el carácter paranoico. He observado
un caso límite entre paranoia y carácter paranoico que sufría
de vómitos repetidos, pero sin la experiencia emocional de
LAS RESISTENCIAS 147

la repugnancia. No se pudieron descubrir bases "orgánicas". La


repugnancia es esencialmente un fenómeno humano. Aunque
hay algunas observaciones sobre animales (especialmente do-
mesticados) en esta dirección, se puede decir, como regla ge-
neral, que para el animal no existe la necesidad de devolver
el alimento que le disgusta. No come ningún alimento que no
desea. Según la teoría del instinto representada en este libro,
un trozo de carne tirado en un prado no existe para la vaca,
nunca llega a convertirse en "figura", no la come y por ello
no le produce repugnancia. Sin embargo, en el entrenamiento
del ser humano, la repugnancia desempeña un papel impor-
tante.
La repugnancia significa la no aceptación, el rechazo emo-
cional del alimento por el organismo propiamente dicho, ya
sea que el alimento esté realmente en el estómago o garganta
o tan sólo se imagine que está allí. Por decirlo de algún modo,
ha escapado a la censura del gusto y ha llegado hasta el estó-
mago. Cuando una persona, al ver algo podrido (o cualquier
cosa que suscita su aversión) siente asco, se comporta "como
si" lo que le asquea estuviera ya en su estómago. Experimenta
sensaciones que varían desde una molestia ligera hasta un es-
tado bilioso —hasta podría vomitar, aunque lo que le repugna
está en realidad fuera de él. Este tipo de resistencia pertenece
a la clase de aniquilación. La repugnancia significa la anula-
ción del contacto oral, separación de algo que ha llegado a
convertirse en parte de nosotros mismos —"y el Señor lo arrojó
de su boca".
La repugnancia ante las heces es el motivo emocional tras
el entrenamiento de limpieza del niño, y aunque originalmen-
te era una resistencia oral, constituye el núcleo del complejo
anal. El niño llega a sentirse ajeno a sus propíos productos
físicos y al proceso de producirlos.1
Hay una resistencia adicional de importancia especial, una
1
Su actitud desinteresada e insensible hacia su propio producto propor-
ciona una preparación perfecta para la vida del obrero industrial moderno,
cuyo rendimiento se trata de manera similar a las heces del niño. En cuanto
ha sido producido, se deja sin que suscite ningún interés. Es una situación
totalmente opuesta a la del artesano medieval. que tenía contacto personal
con su trabajo y que veía que sus productos eran valorados por los demás.
148 METABOLISMO MENTAL

resistencia contra la resistencia: la represión de la repugnancia.


Por ejemplo, un niño al que le disgusta por completo cierto
alimento puede sentirse asqueada y vomitarlo. Se castiga al
niño, porque se supone que ha de comer de todo, y se le obli-
ga una y otra vez a comer el alimento que le disgusta. De esta
forma, al buscar un modo de salir del conflicto, engulle el ali-
mento rápidamente (para evitar el sabor molesto) y trata, en
la mayoría de los casos con éxito, de no saborear cosa alguna.
De esta forma desarrolla una falta de gusto, una frigidez oral.
Uso con toda intención el término frigidez, ya que este pro-
ceso se parece mucho a aquel por el cual una mujer, temerosa
por diversas razones de sus sensaciones genitales, desarrolla
frigidez, capacitándose así, por un lado, a "sufrir" la aproxi-
mación sexual del hombre, y por otro, ahorrándose los con-
flictos que surgirían entre ellos si ella cediera a su repugnan-
cia y temor.
Tan sólo he tocado la cuestión de resistencias orales, anales
y genitales y diré más, especiaimente acerca de la resistencia
dental, porque sostengo que el empleo de los dientes es la re-
presentación biológica principal de la agresión. La proyección,
pero también la represión (o la resistencia) de sus funciones
agresivas, es en gran parte responsable del deplorable estado
de nuestra civilización.
Sin embargo, antes de comenzar la discusión de este fenó-
meno, debo recalcar una vez más que a la mayoría de la gente
le resulta difícil aceptar la similitud estructural de los pro-
cesos mentales y físicos. El que da por sentada la teoría, o
más bien la superstición, de que mente y cuerpo son dos cosas
diferentes, puestas juntas, no se convencerá con facilidad de
lo correcto del pensamiento holístico. Aceptar la indivisibili-
dad del organismo sólo respecto a situaciones que le convie-
nen a uno, no significa que se ha "captado". Mientras se acep-
te el holismo sólo con el propio cerebro y se crea en él de
manera abstracta, no comprometida, habrá sorpresa y retro-
ceso hacia el escepticismo cada vez que se entra en contacto
con hechos psicomentales.
Afirmar que una persona sin gusto apropiado para el ali-
mento manifestará también falta de gusto —o, como suele de-
cirse, "mal" gusto- en cosas referentes al arte, el vestido, etc.
LAS RESISTENCIAS 149

podría provocar gran oposición. Sin una considerable cantidad


de observaciones será difícil captar el hecho de que nuestra ac-
titud hacía el alimento tiene un tremendo influjo en la inteli-
gencia, en la capacidad para entender cosas, para entrar de lle-
no en la vida y clavar los propios dientes en la tarea propuesta.
El que no emplea sus dientes mutilará su habilidad para
emplear sus funciones destructivas en su propio provecho. De-
bilitará sus dientes y contribuirá a su deterioro. El hecho de
no preparar su alimento físico para la asimilación tendrá re-
percusiones en su estructura caractereológica y sus actividades
mentales. En los peores casos de pobre desarrollo dental las
gentes siguen, por así decir, siendo niños de pecho por toda
la vida. Aunque rara vez nos encontramos con alguien que
haya permanecido como niño de pecho completo, que nunca
haga uso de sus dientes, encontramos a muchas personas que
limitan sus actividades dentales a alimento suave, que se licúa
con facilidad, o a alimento quebradizo, que produce la impre-
sión de que se emplean los dientes, pero que no requiere rea-
lizar una cantidad substancial de esfuerzo.
El niño de pecho es un parásito de su madre, y las personas
que retienen esta actitud durante la vida siguen siendo pará-
sitos ilimitados (por ejemplo, chupadores de sangre, vampiros
o buscadores de oro). Esperan siempre algo a cambio de nada.
No han alcanzado el equilibrio necesario para la vida de adul-
to, el principio de dar y tomar.
Como no es probable que la gente llegue muy lejos con un
carácter así o lo ocultan o pagan por él indirectamente. Se
reconoce a esta gente por su modestia exagerada o por su fal-
ta de consistencia. En la mesa, este parásito inhibido se ve en
aprietos ante cada plato que se le ofrece, pero una observación
más de cerca revelará muy pronto la voracidad que existe de-
trás de la modestia. Arrebata los dulces cuando nadie observa,
y se presentará astutamente y con muchas disculpas con exi-
gencias cada vez mayores. Dale la mano y se tomará todo el
cuerpo. Convierte en sacrificio el menor favor que hace y es-
pera por él un premio de gratitud y alabanza. La mayor parte
de las veces sus dones son promesas vacías, halagos mezquinos
y comportamiento servil.
Su opuesto es el parásito sobrecompensado que no considera
150 METABOLISMO MENTAL

el alimento como algo entendido, sino que vive en un miedo


inconsciente y permanente de inanición. Se le encuentra con
frecuencia entre servidores públicos que sacrifican su indivi-
dualidad e independencia a cambio de seguridad. Yace en el
seno del Estado, confiando en una pensión de ancianidad y
asegurando con ello su alimento para el resto de sus días. Una
ansiedad semejante impulsa a muchos a acumular dinero y
cada vez más dinero, para que el interés (la leche) del capital
(la madre) fluya sin cesar.
Ya es suficiente en cuanto al aspecto caractereológico del
cuadro. El descubrimiento de los orígenes en el pasado no es
idéntico a una cura en el presente. El pensamiento histórico
simplemente ayuda a comprender el carácter del parásito. El
simple darse cuenta de su subdesarrollo (sentirlo, como yo le
llamo, o la transposición del Inconsciente al Consciente, como
Freud le llama) puede hacer que el paciente se sienta aver-
gonzado o acepte su carácter oral.
Tan sólo si aprende cómo aplicar sus instrumentos para mor-
der, los dientes, será capaz de superar su subdesarrollo. Así
pondrá a trabajar su agresión en su lugar biológico apropiado;
ni se sublima, ni se exagera, ni se suprime; por ello armoniza
con su personalidad.
No cabe duda que la humanidad sufre de agresión indivi-
dual suprimida y ha llegado a ser el ejecutor y la víctima de
tremendas cantidades de agresión colectiva puesta en libertad.
Anticipando una tesis que se probará más tarde podría decir:
La agresión biológica se ha convertido en agresión paranoica.
La agresión paranoica íntensificada es un intento por redí-
gerir proyecciones. Se siente como irritación, rabia o un deseo
de destruir o de conquistar. No se experimenta como agresión
dental, como perteneciente a la esfera de alimentación, sino
que se dirige como agresión personal contra otra persona, o
contra una colección de individuos que actúan como pantallas
para las proyecciones.
Las personas que condenan la agresión y, sin embargo, saben
que las represiones son nocivas, proponen la sublimación de
la agresión, como prescribe el psicoanálisis para la libido. Pero
¿se puede propugnar la sublimación de la agresión a cualquier
precio?
LAS RESISTENCIAS 151

Con libido sublimada no se puede engendrar un hijo —con


agresión sublimada no se asimila el alimento.
El restablecimiento de las funciones biológicas de la agre-
sión es, y sigue siendo, la solución al problema de la agresión.
Sin embargo, con mucha frecuencia debemos recurrir a la su-
blimación de la agresión, de ordinario en casos de emergen-
cia. Cuando una persona suprime la agresión (que de esta
forma no está a su disposición) como sucede en casos de neu-
rosis obsesivas, cuando embotella su rabia, tenemos que en-
contrar una salida. Tenemos que proporcionarle una oportu-
nidad de que se desahogue. El golpear una pelota de boxeo,
cortar leña o cualquier tipo de deporte agresivo, como el fút-
bol, a veces hará maravillas.2
La agresión tiene un objetivo en común con la mayoría de
las emociones: no una descarga sin sentido, sino más bien una
aplicación. Las emociones pueden ser excedentes del organis-
mo (es decir, el organismo puede verse en la necesidad de
liberarse de ellos), pero hay una diferencia clara entre emo-
ciones y simple desperdicio. El organismo debe liberarse de
ciertos desperdicios, tales como la orina, y no se preocupa de
dónde y cómo logra este fin —pero no hay contacto biológico
entre la orina y el mundo exterior.3 Por otro lado, la mayoría
de las emociones requieren como objeto al mundo. Se puede
elegir un substituto, como golpear a un perro en vez de a un
amigo, ya que el afecto necesita cierto tipo de contacto; pero
como otras emociones, no proporcionará satisfacción si se le
descarga sin sentido.
En el caso de la agresión sublimada es fácil procurar un ob-
2
Una mujer se quejaba una vez conmigo de que, aunque le gustaba su
esposo, se irritaba mucho con él cuando venía a casa y todas las noches
tenían escenas desagradables. La aconsejé que limpiara el piso por la tarde
y al día siguiente me dijo con orgullo que su piso nunca se había visto tan
hermoso y limpio. Le pregunté por su esposo y dijo: "Ah sí, casi me olvido
de decírselo -fue la primera tarde agradable que pasamos juntos en años."
Otra forma menos agradable de sublimar la agresión nos la muestra el
destino de los galeotes. Cuando el vigilante los golpeaba con el látigo, natu-
ralmente se llenaban de rabia contra el pero su única salida era desahogar
su cólera con los remos, y esta manera de aplicarla era exactamente lo que
el látigo pretendía lograr.
3
La relación entre orinar y extinguir el fuego, como lo advirtió Freud, no
es un fenómeno biológico sino cultural.
152 METABOLISMO MENTAL

jeto: el problema puede ser una nuez difícil de cascar, un


taladro que muerde el metal, los dientes de una sierra que
cortan la madera. Todas estas son salidas excelentes para la
agresión, pero nunca se equipararán a la agresión dental, cuya
aplicación servirá para diversos propósitos: uno se libra de la
irritabilidad y no se castiga poniéndose de mal humor o pa-
sando hambre —desarrolla inteligencia y tiene buena concien-
cia, porque ha hecho algo "bueno por la propia salud".
He asentado que la agresión es ante todo una función del
instinto de hambre. En principio, la agresión puede ser parte
de cualquier instinto —tómese, por ejemplo el papel que la
agresión juega en la persecución del objeto sexual. Los térmi-
nos destrucción, agresión, odio, rabia y sadismo se emplean en
la literatura psicoanalítica casi como sinónimos y uno nunca
sabe en definitiva si se hace referencia a una emoción, a una
función o a una perversión. Aunque nuestro conocimiento no
ha avanzado lo suficiente como para hacer distinciones claras,
sin embargo deberíamos intentar poner cierto orden en esta
terminología.
Cuando la tensión de hambre se hace alta, el organismo or-
dena las fuerzas a su disposición. Se experimenta el aspecto
emocional de este estado primero como irritabilidad no dife-
renciada, después como ira y finalmente como rabia. La rabia
no es idéntica a la agresión, pero encuentra su desahogo en
la agresión, en la inervación del sistema motor como el medio
para conquistar el objeto necesitado. Después del "matar", ha
de atacarse al alimento mismo; los instrumentos, los dientes,
siempre están listos, pero requieren las fuerzas motoras para
realizar la tarea. El sadismo pertenece a la esfera de la agre-
sión "sublimada" y casi siempre se encuentra mezclada con
impulsos sexuales.
La sublimación del instinto de hambre, en cierto modo, es
más fácil, y en cierto modo, más difícil que la del instinto
sexual: más fácil en cuanto que siempre encontramos objetos
para la agresión (todo trabajo, especialmente todo trabajo ma-
nual, sublima la agresión —un herrero o un leñador no agre-
sivo es una paradoja). La sublimación es más difícil en cuan-
to que la agresión dental requiere siempre un objeto. No puede
existir la autosuficiencia, que a veces se encuentra en relación
LAS RESISTENCIAS
153

con el instinto sexual. Hay gente que vive una vida sexual sin
ningún objeto en la realidad, contenta con fantasías, mastur-
bación y emisiones nocturnas, pero nadie puede gratificar el
instinto de hambre sin objetos reales, sin alimento. Freud pro-
porciona un ejemplo convincente de este hecho en la historia
del perro y la salchicha,4 pero una vez más lo toma como
prueba de la urgencia, no del hambre, sino del instinto sexual
y de la imposibilidad de su frustración.
No hay justificación alguna para llamar sólo al instinto se-
xual un instinto de objeto. La agresión está al menos tan ligada
al objeto como el sexo, y puede, del mismo modo que el amor
(en el narcisismo o en la masturbación) tener al "Ser" como
objeto. Ambos pueden llegar a ser "retroflexionados".
4
Durante un tiempo considerable se puede hacer que un perro tire de
un carrito simplemente colocando una salchicha delante de su nariz; pero a
veces realmente hay que dar algo de comer al perro.
III. RETROFLEXIÓN Y CIVILIZACIÓN

NUESTRAS dificultades comenzaron con Moisés. Ninguna reli-


gión contiene un número tan abrumador de normas que re-
gulen la consunción de alimentos como la mosaica. Algunas
de ellas, como el tabú de comer cerdo, parecen estar justifi-
cadas racionalmente por posteriores descubrimientos científi-
cos; sin embargo, es muy posible que Moisés haya impuesto
sus leyes del alimento porque él mismo era muy remilgoso con
él y, o generalizó lo que no le gustaba, o quería asegurarse
de que el diezmo (el 10% del alimento que recibían los sacer-
dotes) se acomodara a su gusto.
Se da además un factor irracional que complica el cuadro.
El jndío distingue dos clases de alimento: el "lechoso" y el
"carnoso". Esto corresponde a la distinción entre el alimento
del niño de pecho y el del "que muerde", cuyo deseo de comer
a su madre debe ser detenido. De esta forma la agresión den-
tal, aunque no prohibida por completo, se ve regulada y limi-
tada estrictamente y permanece en parte sin expresión. Esta
agresión no expresada debe haber estimulado la oposición de
los judíos contra su jefe.
Toda clase privilegiada ha de temer la agresión de la clase
oprimida, y Moisés consideró rectamente esa agresión (que
inconscientemente aumentó con sus reglas sobre alimentos)
como un peligro para él mismo. Cuando la tensión agresiva de
una clase oprimida llega a ser muy fuerte, los gobernantes or-
dinariamente la desvían hacia algún enemigo exterior. Susci-
tan una guerra o buscan un chivo expiatorio en alguna otra
clase, raza o credo. Sin embargo, Moisés empleó otro truco:
la retroflexión.
Las tríbus primitivas piden a sus fetiches ayuda en sus di-
ficultades, y en caso de que el fetiche resulte inefectivo, se
le descarta. Los griegos antiguos se comportaban de una for-
ma similar, pero sus dioses estaban demasiado bien estable-
cidos como para ser arrojados, y además, había muchos. Por
eso, cuando uno se sentía frustrado o engañado por un dios,
se dirigía a otro y se convertía en su parroquiano. Para no

154
RETROFLEXIÓN Y CIVILIZACIÓN 155

llegar a ser objeto de ese comportamiento desleal, el dictador


—Moisés— proyectándose a sí mismo en Jehová, lo declaró el
único Dios. Una vez se puso furioso cuando, durante su ausen-
cia, los judíos construyeron un dios rival, el Becerro de Oro,
un dios que podían ver y tocar —y que ha permanecido hasta
hoy, aunque no se le rinde culto abiertamente en cuanto tal.
Para asegurar su jefatura, Moisés aplicó el truco de retrofle-
xionar la agresión.
Retroflexionar significa que una función, originalmente di-
rigida desde el individuo hacia el mundo, cambia su dirección
y se tuerce hacia atrás en dirección a su originador. Un ejem-
plo es el narcisista, una persona que en vez de dirigir su amor
hacia afuera, a un objeto, se enamora de sí mismo.1
Siempre que se emplea un verbo unido a un pronombre re-
flexivo podemos buscar una retroflexión; cuando una persona
se habla "a sí misma" lo hace en vez de hablar a otro. Cuando
una joven, desilusionada por su amante, "se" mata, lo hace
porque sus deseos de matarlo a él se retroflexionan debido al
muro de su conciencia. El suicidio es un substituto del homi-
cidio o asesinato.2
Entendemos ahora lo que Moisés logró al retroflexionar la
agresión de sus seguidores. El judío religioso no culpa a Jehová
de ningún fracaso o desgracia. No arranca Su pelo, no golpea
Su pecho — retroflexiona su propio disgusto, se culpa a sí mis-
mo de cada desgracia, arranca su propio pelo, golpea su pro-
pio pecho.3
Esta agresión retroflexionada fue el primer paso en el des-
arrollo de nuestra civilización paranoica. Comenzaron a exis-
tir los "medios" para la "ganancia final" de la represión. Esta
1
El psicoanálisis reconoce dos clases de narcisismo: el primario y el se-
cundario. Debería reservarse el término narcisismo para lo que el psicoaná-
lisis llama narcisismo secundario. El "narcisismo primario" no tiene nada que
ver con el comportamiento del joven griego, que retroflexionó su amor por
su hermana gemela sobre sí mismo. En el "narcisismo primario" no hay retro-
flexión. Se identifica con lo que yo llamo percepción sensomotora.
2
La retroflexión manifiesta una complicación dialéctica, que podemos pa-
sar por alto en este contexto, pero que trataremos en la última parte del
libro.
3
Si los judíos pusieran un término a esta retroflexión y volvieran su agre-
sión en su dirección originaria, atacarían a Moisés-Jehová; con esto queda-
ría destruida su religión, pero también su melancolía.
156 METABOLISMO MENTAL

represión inicia un círculo vicioso. Con la ayuda de la agresión


retroflexionada se ahoga otra ola de agresión y de nuevo se
retroflexiona, y así sigue el proceso.
En apariencia, la intención de Moisés fue suprimir la agre-
sión tan sólo en cuanto amenazaba su autoridad. Sin embargo,
en la religión cristiana, el proceso se desarrolla más: se deben
reprimir todos los instintos, y se establece por primera vez una
separación entre cuerpo y alma; el cuerpo, como portador de
los instintos, es despreciado y condenado como pecador. A ve-
ces hasta se prescriben ejercicios para amortiguar el cuerpo y
sus funciones.
Al mismo tiempo, se comete otro error. El equivalente emo-
cional de la agresión es el odio. En vez de permitir escapes a
la agresión, se introduce el dogma de que el odio puede ser
compensado, o hasta remplazado, por el amor; pero a pesar,
o tal vez debido a un vigoroso entrenamiento en la caridad,
se produce una intolerancia y agresión acrecentadas. Estos
efectos no son neutralizados por el amor, sino dirigidos contra
el "cuerpo" y contra los que no creen en la verdad de esa rama
especial de la religión. Este error, esta creencia de que se
puede neutralizar la agresión por medio del amor y la religión,
adquiere un significado mayor en nuestra época. Dos escrito-
res muy distinguidos, A. Huxley y H. Rauschning no saben en
absoluto qué hacer con la agresión. Tampoco ellos ven otra
forma de manejarla que prescribir idealismo, amor y religión.
Después de suprimida la agresión, repudiado el cuerpo y
glorificada el "alma", la época del industrialismo aportó una
nueva dificultad: hoy en día al empresario no le interesa el
alma del obrero. Tan sólo necesita las funciones del "cuerpo",
y especialmente de aquellas partes del organismo requeridas
para el trabajo (manos de fábrica; Charlie Chaplin en Tiempos
Modernos). De esta forma la desvitalización progresa aún más:
se mata la individualidad. Este proceso afecta también a los
obreros altamente especializados, trastornando la armonía de
su personalidad.
Cada día se proyecta y se confiere más actividades a la má-
quina que, de esta forma, asume un poder y vida propios.4
4
La utilidad de las máquinas (como la de la religión y otras proyeccio-
nes) está más que compensada por sus desventajas.
RETROFLEXIÓN Y CIVILIZACIÓN 157

Une sus esfuerzos con la religión y el industrialismo, se une


en la destrucción de la humanidad: cada vez que usamos un
elevador o un automóvil los músculos de las piernas se atro-
fian un poquito más, o al menos, pierden la oportunidad de
hacerse más fuertes. Que las máquinas no hayan realizado aún
la destrucción total de la humanidad es en realidad un mila-
gro, pero ya se ha demostrado ad nauseam que los tanques y
los aeroplanos son más importantes que el simple poder del
hombre.
¡A esto es a lo que llamamos progreso!
IV. EL ALIMENTO MENTAL

ADEMÁS de los resultados caractereológicos y sociales de la


inhibición dental, se da una consecuencia ulterior: estupor. Sin
la comprensión de este hecho no podemos captar por qué la
mayoría de la humanidad no puede advertir la decadencia de
la civilización.
"Aunque los molinos de Dios muelen lentamente, muelen
muy fino." El hombre se ve aplastado entre las mandíbulas de
la guerra y la explotación, a despecho de todas las ventajas de
la civilización y a pesar de todos los engaños con los que nues-
tro orgullo en el "progreso" trata de ahogar el "descontento
dentro de nuestra civilización". Nuestra desesperanza de en-
contrar salvación permanece entera, el sueño de volver a lo-
grar el contacto perdido con la Naturaleza es todavía un sue-
ño, mientras que todo intento de recurrir a la religión, a un
credo, ya sea comunismo, fascismo, teosofía, psicoanálisis o
filosofía, caerá por tierra más pronto o más tarde. O llevará a
contradicciones dentro de los mismos sistemas, o chocará con
la realidad, con la destrucción colectiva.
Las religiones cristianas otorgan la máxima importancia a
la fe. Sostienen: la fe es poder, creer es virtud. Está prohibida
la crítica; el pensar independiente es herejía.
¿Qué tiene que ver todo esto con la inhibición dental? El
rito de la Última Cena proporciona una respuesta a esta pre-
gunta. Con la ayuda de la proyección el creyente experimenta
la alucinación de que una hostia es el cuerpo de Cristo —pro-
yecta su fantasía de Cristo en la hostia e incorpora (introyec-
ta) después esta imagen. En algunas iglesias tiene que tragar
la hostia sin tocarla con sus dientes. Si la mordiera y saboreara,
la hostia se convertiría en una hostia ordinaria, un trozo banal
de alimento y la ilusión simbólica del procedimiento quedaría
destruida. El sentido de esta ceremonia es esencialmente un
entrenamiento para engullir todo lo que predica la religión.
Se adopta esta actitud no sólo en la religión, sino también
en la educación de los niños, pidiéndoles que engullan todo
lo que no tiene sentido, tal como la leyenda de la cigüeña y

158
EL ALIMENTO MENTAL 159

los bebés. Con frecuencia se aplasta el interés genuino; "la


curiosidad mató al gato". En Alemania, donde el único ali-
mento mental para el pueblo lo proporciona el gobierno (sobre
todo a través de los periódicos y la radio), el alemán medio
"goebbelea" todo lo que se le sirve; consume y absorbe las
consignas e ideologías nazis en el mismo grado en que sus po-
deres masticadores, su actitud crítica están menoscabados. Aun
cuando la asimilación mental sea imperfecta, aliquid semper
haeret, algo debe entrar en el sistema, especialmente cuando
se ofrece a gente que ha sufrido experiencias traumáticas de
alimento durante y después de la última guerra.
La propaganda nazi pretende que el alimento mental sea tal,
que entre con facilidad. Sus promesas, halagos y "dulces" para
la vanidad, como la "teoría de la Herrenrasse", son engullidos
con avidez. Se "sublima" primero la agresión y la crueldad so-
bre judíos y bolcheviques, después sobre naciones pequeñas
y finalmente sobre grandes.
Mis experiencias en el psicoanálisis se vieron influidas por
mi propio subdesarrollo oral. Al creer, como anteriormente
hice, en la teoría de la libido (especialmente en el ideal de
Reich del carácter genital), y sin darme cuenta de sus impli-
caciones, la convertí en una especie de religión fálica, raciona-
lizada y justificada por lo que parecía ser un sano fundamento
científico. Sin embargo, al masticar las teorías psicoanalíticas
y al sobrepesar cada bocado no digerido, descubrí que era
cada vez más capaz de asimilar sus partes valiosas y de des-
cartar sus errores y construcciones artificiales. Como este pro-
ceso aún está en marcha, este libro, al menos en algunas par-
tes, necesariamente tendrá un carácter fragmentario. Tal vez
contenga contradicciones que hayan escapado a mi observa-
ción; pero como este nuevo punto de vista (aunque simple-
mente cubre una fracción de las funciones orgánicas) ha lo-
grado ya buenos resultados prácticos en casos refractarios y
entusiasmo de gente que ciertamente no manifestaba signos
de una "transferencia positiva", decidí que ya era hora de di-
rigir la atención hacia la necesidad de un "psicoanálisis" del
instinto del hambre y de las perturbaciones de la asimilación
mental.
El metabolismo mental debe ser bajo en aquellos casos ex-
160 METABOLISMO MENTAL

tremos de inhibición dental proporcionados por ese tipo que


es muy aficionado a los dulces, traga tan sólo el alimento men-
tal más fácil (como narraciones de revistas), y es incapaz de
digerir cualquier cosa que requiera reflexión o tenga un pa-
recido remoto con la ciencia o la literatura "intelectual". Sin
embargo, esas personas tienen al menos el sano instinto de no
tragar cosas que no están de acuerdo con ellos, en contraste
con los que engullen alimento mental y retienen bocados no
destruidos en sus intestinos mentales. Como no pueden tole-
rarlos de ordinario los vomitan y los repiten constantemente.
El sentido antiguo de la palabra "repetir" señala la indigesti-
bilidad de este material "educado".
Un ejemplo de este tipo es el reportero medio. Corre por
toda la ciudad ávido de noticias, pero no emplea el conoci-
miento que adquiere para sí mismo. No enriquece su propia
personalidad, sino que espeta lo que ha aprendido en las pá-
ginas del periódico matutino. Las personas que hacen com-
pendios pertenecen con frecuencia al mismo tipo. Manejan el
conocimiento de otras personas, pero su asimilación, su autén-
tica "posesión" sigue siendo muy pequeña. La chismografía es
otro ejemplo. Sin embargo aquí, la mujer que refiere el último
escándalo a su amiga, con frecuencia añade cierta dosis de
hiél a sus acidas observaciones.
Los últimos ejemplos no pertenecen al grupo de inhibición
dental completa. Se refieren a personas que emplean sus dien-
tes anteriores, pero no los molares. Tienen bocados en sus es-
tómagos, pero no grandes trozos.
La correlación de comportamiento mental y dental es tam-
bién de gran importancia para la situación psicoanalítica. Con
frecuencia una persona que se está analizando, después de la
entrevista refiere todas sus experiencias interesantes a su es-
posa o amigos. Puede pensar (y con ello engaña hasta al ana-
lista) que su conducta es un signo de interés por el trata-
miento, pero pronto descubre el analista que el paciente ha
aceptado muy poco de sus afirmaciones; al referir los detalles
de la entrevista a algún otro, el paciente se libera de todo lo
que ha recibido y no queda nada que asimilar. Por eso no hay
nada extraordinario en que la cura progrese muy poco.
Observaciones de esta naturaleza tal vez indujeron a Freud
EL ALIMENTO MENTAL 161

a advertir que las interpretaciones solas son insuficientes cuan-


do el paciente no las acepta realmente; pero excepto en cuanto
al slogan de la "transferencia", Freud omite demostrar "cómo"
se aceptan las interpretaciones y qué resistencias impiden al
paciente digerir el alimento mental. No he encontrado nin-
guna observación que manifieste interés por los detalles de los
que depende la capacidad y disposición del paciente para
aceptar las palabras del analista. Aunque bajo el influjo de la
"transferencia positiva" (entusiasmo) el paciente está más pre-
parado para aceptar interpretaciones, es también verdad que
reaccionará con hostilidad cuando el analista dice algo que
le disgusta. Esta reacción es un impulso espontáneo defensivo
y no la aparición repentina de una "transferencia negativa".
Nadie acepta con facilidad interpretaciones de su Incons-
ciente reprimido, es decir, de aquellas partes de la personali-
dad que por todos los medios se evita encarar. Si así se hiciera
no habría necesidad de represiones y proyecciones. Por eso,
pedir que el paciente acepte exactamente lo que quiere evitar
es paradójico. El método de Reich de tratar de hacer ver cla-
ramente la verdad por medio de concentración en la armadura
es ya un progreso, que, sin embargo, se ve anulado en gran
parte por empujar el alimento mental por la garganta del pa-
ciente con mofas o hasta intimidaciones. Al echar de lado las
resistencias orales y hacer que el paciente trague ideas que no
puede digerir, se induce a actitudes y acciones artificiales en
vez de lograr un desarrollo orgánico de la personalidad. Tuve
ocasión de observar esto en dos pacientes que antes habían
estado con Reich.
En contraste con Reich, el psicoanalista ortodoxo pretende
no exigir nada del paciente, pero en realidad exige lo impo-
sible —es decir, el sometimiento a la regla básica y la acepta-
ción de sus interpretaciones. Mi consejo es no ocuparse del
Inconsciente sino, en cuanto es posible, del Ego. Una vez que
se logra un mejor funcionamiento del Ego y se restablece la
capacidad para concentrarse, el paciente estará más dispuesto
para cooperar en la conquista del Inconsciente. La buena dis-
posición con que una persona considera las afirmaciones de
algún otro depende en gran medida de su desarrollo oral y de
que esté libre de resistencias orales.
162 METABOLISMO MENTAL

La forma más simple de resistencia oral es la evitación di-


recta. Los niños cierran su boca con energía cuando se les pide
que coman algo que les resulta desagradable, del mismo modo
que tapan sus orejas con sus manos cada vez que no quieren
escuchar. Como de ordinario los adultos son más versados en
la técnica de la cortesía e hipocresía, resulta con frecuencia
difícil distinguir si están genuinamente desinteresados (nin-
gún apetito mental —falta de formación fondo-figura—) o sim-
plemente reprimen un interés potencial. Esas inhibiciones de
contacto son: ignorar la presencia de los demás, vagabundeo
mental, escuchar cortés pero indiferentemente; pretender te-
ner interés; contradecir obsesivamente. En la vida diaria se
escucha con frecuencia la siguiente observación: "¿Qué dijo?
Estaba a miles de kilómetros, por favor dígalo de nuevo." Esto
no sucede cuando la persona está interesada —cuando el tema
se acomoda con su gusto.
Nadie envía mensajes sin estar razonablemente seguro de
que llegarán a su destino. ¿Cómo puede estar seguro el ana-
lista de que un paciente que dice "sí, sí", a cada momento ha
recibido el mensaje —por ejemplo, una interpretación? Con
el fin de crear un sano apetito y asimilación mental tenemos
que recondicionar a nuestro paciente; tenemos que corregir su
actitud "equivocada" frente al alimento físico y mental. Pero
no podemos corregir una actitud "equivocada" sin:
1) Proporcionar el contraste de la "correcta".
2) Darnos cuenta de que al sentimiento de familiaridad da-
mos el término "correcto" y al sentimiento de extrañeza el
nombre "equivocado" (F. M. Alexander). Nuestro sentimiento
consciente de ordinario no es correcto sino justo. La fase de la
llamada "transferencia negativa" coincide con la renuencia del
paciente o alumno a deshacerse de sus pensamientos y senti-
mientos familiares. Lo que el analista o maestro dice en este
estadio le suena "equivocado".
3) Drenar las "energías" y fijaciones de la conducta "equi-
vocada" y abrir el camino a la "correcta".
Rara vez se acepta una opinión contraria a la convicción
propia; puede observarse con facilidad en cualquier discusión.
EL ALIMENTO MENTAL 163

Por ello yo no doy por sentado que el paciente aceptará, lo


que digo, sino que mi tarea es no prestar menos atención a
sus resistencias orales de la que de ordinario se presta a las
anales. En muchos casos considero que es una técnica analí-
tica mala decir algunas frases tan sólo al final de la sesión,
dejando a la suerte si el resumen del analista o sus interpre-
taciones son aceptadas o no. Ciertamente, cuando se mantiene
mentalmente hambriento al paciente durante una hora, algu-
nos estarán hambrientos de oír lo que el analista va a decir;
pero son excepciones aquellos a los que se puede tratar de esta
forma sumaria. En la mayoría de los casos hay que observar
con cuidado las resistencias orales y se debe establecer dife-
rencia entre la situación sin esperanza de completa falta de
interés y la prometedora, en la que el interés del paciente sim-
plemente está inhibido. Si advierto vagabundeo mental pido
al paciente que repita lo que he dicho. Inmediatamente se
dará cuenta de su falta de contacto y atención; y con pacien-
cia se le puede inducir a recordar partes —a recordar frases
medio oídas y a recomponerlas. Con este método él recobra
mucho material que de otra forma habría perdido. Una vez
que el paciente advierte su falta de atención se inicia la cura
de su "mala memoria".
Por otro lado, cuando se da una resistencia contra la resis-
tencia —cuando, por ejemplo, el paciente se obliga a escuchar
como lo hace un estudiante en una clase tediosa— podría su-
frir una tortura, y como lo toma sin apetito, sacará poco pro-
vecho.
El analista debe tener una idea clara acerca de la toleran-
cia digestiva del paciente y dosificar su medicina y alimen-
to mental en conformidad. Los "dulces", por ejemplo, una
alabanza en el momento apropiado, serán útiles para manifes-
tar la estima de un esfuerzo genuino en una situación difícil
(el aliento de Adler). A veces se alimenta al paciente con tal
cantidad de sabiduría psicoanalítica, que se siente hastiado,
disgustado con el analista y abandona el análisis. Posteriormen-
te podría darse una mejora milagrosa que con frecuencia se
atribuye a circunstancias no analíticas. Lo que en realidad su-
cedió es que se asimiló después el material "almacenado" y el
conocimiento adquirido a través —pero lejos de— el tratamien-
164 METABOLISMO MENTAL

to analítico capacitó al antiguo paciente para resolver por sí


mismo sus conflictos.
Una resistencia bien conocida para el analista es la resisten-
cia intelectual. Todo lo que dice el analista es aceptado y el
paciente habla con mucha inteligencia y placentera disposi-
ción acerca de las teorías analíticas —acerca de sus deseos de
incesto, su complejo anal, etc. Saca a la luz tantos recuerdos
de infancia como el analista querría, pero lo "piensa" todo y
no lo "siente". Este tipo tiene un estómago intelectual pare-
cido al primer estómago de una vaca. La sabiduría, aunque
rumiada, no pasa a través de los muros intestinales y nunca
llega a los tejidos del organismo propiamente dicho. En reali-
dad nada se asimila, nada llega a la personalidad, sino que
todo permanece en el primer estómago mental —el cerebro.
Esta ansia de conocimiento es engañosa. Estos intelectuales
pueden tragar todo, pero no llegan a desarrollar un gusto pro-
pio, una opinión personal; están siempre dispuestos a apoyarse
en este o aquel "ismo", como su maniquí especifica (cf. ca-
pítulo VI). Cuando cambian de una función intelectual a otra,
no es porque han asimilado el contenido de este "ismo" y es-
tán listos para nuevo alimento mental. La antigua afición les
resulta ya desabrida, en la mayoría de los casos como resultado
de una desilusión, y echan mano de otro "ismo", con la espe-
ranza falaz de que el nuevo será más satisfactorio.
Cuando exponen sus vacías teorías, el analista debería hacer
que explicaran detalladamente lo que realmente quieren de-
cir. Hasta debería ponerlos en aprietos haciendo que percibie-
ran el contraste entre sus frases complicadas y el poco signi-
ficado. Tan sólo cuando aprendan a masticar y gustar cada
palabra que pronuncian y cuando, al mismo tiempo, sientan
los trozos no destruidos de alimento -de alimento real— que
bajan por su garganta, hay esperanza de que comprendan o
asimilen el sentido del "ismo".
Sólo los que trituran su alimento mental tan completamente
que captan todo su valor, serán capaces de asimilar y sacar
provecho de una situación o idea. Todos lograrán más para su
conocimiento e inteligencia leyendo un buen libro seis veces
que leyendo seis buenos libros una vez. La masticación se
aplica del mismo modo a la crítica: cuando uno es suscepti-
EL ALIMENTO MENTAL 165

ble y proyecta su agresión dental, experimenta toda opinión


crítica como un ataque, y esto con frecuencia se convierte en
incapacidad para soportar hasta una crítica benevolente. Sin
embargo, cuando la agresión dental funciona biológicamente,
uno no evita, sino que recibe con gusto la crítica. No se puede
aprender mucho de una alabanza descuidada, pero la crítica
puede tener algo constructivo, convirtiendo así aun el ataque
más malévolo en algo beneficioso. No se debería ni rechazar
ni tragar la crítica, sino que se debería mascar con cuidado y
en cada caso tomarse en consideración.
V. LA INTROYECCION

AQUELLOS a los que he demostrado la importancia del análisis


del instinto de hambre —la similitud estructural de las fases
de nuestra consunción de alimento con nuestra absorción men-
tal del mundo— se han sorprendido de que Freud hubiera
pasado por alto este punto. Comparado con el hecho de que
Freud descubrió las implicaciones y complicaciones de la re-
presión sexual esto tiene una importancia menor. Después del
análisis completo de un grupo de instintos, más pronto o más
tarde debía seguir el análisis de otros grupos. El material de
que disponía Freud para construir sus teorías fue pobre y de-
fectuoso (por ejemplo, la psicología de la asociación). Aun-
que yo pienso que la teoría de la libido es anticuada, no estoy
ciego ante el hecho de que fue el paso más importante en el
desarrollo de la psicopatología, y si Freud no se hubiera con-
centrado en ella, es posible que el psicoanálisis nunca hubiera
nacido.
Muchas personas, con la esperanza de una integración de su
Weltanschauung a partir del estudio de los mundos objetivo
y subjetivo del hombre, han tratado de hacer que el cuerpo
de su filosofía camine sobre dos piernas -el marxismo y el
freudismo. Han tratado de construir puentes entre los dos sis-
temas, pero su fracaso fue no ver que las complicaciones eco-
nómicas que le interesaban a Marx brotaban del instinto de
autoconservación. Aunque perfectamente consciente de la ne-
cesidad básica del hombre respecto al alimento, el vestido y
la habitación, Marx no siguió las implicaciones del instinto de
hambre del mismo modo que lo hizo Freud con los impulsos
sexuales —su esfera de investigación era ante todo la de las
relaciones sociales y sólo muy rara vez el individuo.
La literatura socialista y comunista ha dicho muy poco acer-
ca de las necesidades y problemas sexuales —acerca del ins-
tinto de conservación racial— en comparación con lo que se
ha escrito acerca del problema de alimentación -inanición,
autoconservación o reproducción del poder odrero, Freud se-
xualizó el instinto de hambre, mientras que el comunismo pasó

166
LA INTROYECCIÓN 167

por un periodo en el que los problemas sexuales eran conside-


rados "como si" pertenecieran a la esfera del hambre (teoría
del vaso de agua), del mismo modo que muchas personas en
nuestra civilización hablan de apetito sexual y de esta forma
confunden el instinto sexual con el instinto de hambre.
El psicoanálisis del marxismo tiene poco influjo sobre los as-
pectos económicos, ya que la denotación marxista del psico-
análisis como un producto del idealismo burgués disminuye
el valor de los descubrimientos de Freud. Declarar que el com-
plejo de castración es el mecanismo por medio del cual se
mantienen sumisas a las clases oprimidas —como lo hace Reich-
es tan arbitrario como suponer que las neurosis desaparecerán
automáticamente en una sociedad sin clases.
En cierto modo Marx fue un precursor de Freud: "Marx des-
cubrió el hecho sencillo (hasta ahora oculto bajo superestruc-
turas ideológicas) de que los seres humanos deben tener antes
que nada alimento, bebida, ropa y habitación, antes de que
puedan interesarse por la política, la ciencia, el arte, la reli-
gión y cosas parecidas- Esto implica que la producción del
material inmediatamente requerido significa subsistencia y por
ello la fase actual de desarrollo de una nación o de una época
constituye el fundamento sobre el cual se construyen las ins-
tituciones del estado, la visión legal, las ideas artísticas y hasta
religiosas. Esto supone que estas últimas deben explicarse se-
gún las primeras, mientras que las "primeras han sido explica-
das de ordinario como resultantes de las últimas" (F. Engels).
Esta es la base común de Freud y Marx: las necesidades del
hombre (para Freud los instintos de conservación de la raza
y para Marx los instintos de autoconservación) son primarias;
la superestructura intelectual está determinada por la estruc-
tura biológica y por la necesidad de gratificación de estos dos
grupos de instintos.
Aunque se sabe que algunas guerras se iniciaron por causas
libidinales, como la guerra de Troya, la mayoría se empren-
den como luchas por campos de caza y otros medios para ali-
mentar al pueblo, o en las épocas modernas, para alimentar las
industrias o la voracidad insaciable de conquistadores mor-
bosos.
La actitud de Freud ante el comunismo fue hostil, al menos
168 METABOLISMO MENTAL

durante un periodo de su vida. En la Revolución Rusa vio


ante todo la destrucción.Tenía una aversión emocional hacia
la destrucción, como lo demuestra su teoría peculiar acerca
de la muerte, lo mismo que sus intereses arqueológicos. Para
Freud el pasado no debe ser pasado, debe ser salvaguardado y
devuelto a la vida. Por encima de todo se manifestó esta aver-
sión hacía la destrucción en su actitud respecto a la intro-
yección.
Freud ciertamente realizó descubrimientos de enorme valor
respecto a la introyección, como en el caso de la melancolía,
a la que consideró un intento no logrado de destruir a un ob-
jeto de amor introyectado. Pero, lo mismo que Abraham, sos-
tuvo que la introyección en sí puede ser un proceso normal.
Pasaron por alto el hecho de que la introyección equivale a
conservar la estructura de cosas insumidas, mientras que el or-
ganismo requiere su destrucción. El psicoanálisis concibe la
introyección parcial como parte del metabolismo psicológico
normal, mientras que yo creo que esta teoría está fundamen-
talmente equivocada, al confundir un proceso patológico con
uno sano. La introyección —además de darse en la melancolía,
en la formación de conciencia, etc.— es parte de un seudo-
metabolismo paranoico, y en cada caso se opone a lo que re-
quiere la personalidad.
Tomemos el ejemplo del Ego. Según Freud el Ego normal
se constituye por cierto número de identificaciones. Helene
Deutsch, en clara oposición, considera la naturaleza patológica
de las identificaciones del Ego y hasta sostiene que las identi-
ficaciones pueden acumularse hasta un grado tan patológico,
que esas personalidades "como si" (que rápida pero superfi-
cialmente aceptan todo papel requerido por la situación) no
pueden ser psicoanalizadas con éxito. No obstante yo tengo
pruebas de que la personalidad "como si" puede analizarse, con
tal de que se ataque el problema no desde el punto de vista
de la teoría de la libido, sino desde el de la asimilación mental.
La insunción del mundo manifiesta tres fases diferentes:
introyección total, introyección parcial y asimilación, corres-
pondientes a las fases de "chupar", "morder" y "masticar" (los
estadios predental, incisivo y molar). Las relaciones del sujeto
LA INTROYECCIÓN 169

que ataca y el objeto atacado son simples en los ejemplos de


las figuras I a III.

En la figura I tenemos una agresión de frente, que se re-


troflexiona en la figura II (por ejemplo, autodestrucción). En
la figura III se proyecta la agresión: en apariencia el agresor
y la víctima han cambiado sus papeles; el agresor experimenta
miedo en lugar del deseo de atacar.
Surgen complicaciones cuando tomamos en cuenta la

INTROYECCIÓN TOTAL

Para todo el que está en el grupo predental —comportándose


"como si no tuviera dientes"—la persona o material introyec-
tado permanece intacto, aislado como un cuerpo extraño en
el sistema. El objeto ha sido tragado. Ha evadido el contacto
con los dientes agresivos, como lo demuestra el ejemplo de
la Última Cena. Se incorpora la imagen más o menos in toto.

a) En la melancolía (figura IV) el impulso a atacar se dirige


contra el objeto introyectado. Se retroflexiona del alimento real
(pereza para emplear los músculos de la mandíbula; con fre-
cuencia hipertonía de los músculos faciales).
b) En el caso de una conciencia estricta (figura V) se pro-
yecta la agresión hacia un sujeto introyectado que, como con-
ciencia, ataca luego aquellas partes de la personalidad que se
170 METABOLISMO MENTAL

enfrentan a su desaprobación; estos ataques varían desde re-


mordimientos ligeros hasta el castigo más cruel. El "Ego" res-
ponde con remordimientos y sentimientos de culpa. La pala-
bra alemana Gewissensbiss (ser mordido por la conciencia)
expresa el origen oral de la conciencia lo mismo que la pala-
bra remordimiento (morder).
c) En la personalidad "como si" (figura VI), se proyecta la
agresión o el amor hacia una persona que es después irdroyec-
tada. De esta forma la persona "como si" evita el miedo del
ataque y retiene la benevolencia de su medio ambiente. La
dinámica implicada en este proceso es demasiado complicada
como para tratarla en este contexto.
En las últimas tres instancias mencionadas no se disuelve
lo "introyectado". El resultado es una fijación temporal o per-
manente; como se evita la destrucción y no se realiza la asimi-
lación, necesariamente permanece incompleta la situación.
INTROYECCIÓN PARCIAL

Corresponde al estadio de morder y Freud lo considera nor-


mal. Aquí tan sólo se introyectan partes de una personalidad.
Por ejemplo, cuando una persona habla con un acento de Ox-
ford y su amigo lo envidia, el último puede imitar el acento
pero no toda la persona en cuestión. Considerar esto como un
desarrollo sano del Ego es paradójico. Puede ser que el acento
de Oxford no sea en absoluto una expresión del ser del amigo.
Un "Ego" construido con substancias, introyecciones, es un
conglomerado —un cuerpo extraño en la personalidad— como
lo es la conciencia o el objeto perdido en la melancolía. En
cada uno de los casos encontramos material extraño, no asimi-
lado dentro del sistema del paciente.
ASIMILACIÓN

El psicoanálisis no presta atención a la diferenciación del es-


tadio dental y por ello no se sigue el desarrollo de las fases
introyectivas totales y parciales hasta el estado de asimilación.
En vez de prestar atención a este rasgo tan importante de los
seres vivos (escotoma), en la teoría psicoanalítica se realiza
LA INTROYECC1ÓN 171

una desviación de la boca al ano. Van Ophuijsen fue el pri-


mero en percibir que la fase sadista-anal se origina en la agre-
sión oral, del mismo modo que Freud percibió que el ano apren-
de muchas de sus funciones de la boca. Sin embargo, la boca
ni cesa de funcionar ni de desarrollarse con el inicio de lo que
Freud llama el estadio anal. La fuente de la agresión no es
ni la zona anal ni ningún instinto de muerte. Suponer que la
agresión oral es una simple fase de transición en el desarrollo
del individuo equivaldría a sostener que la agresión dental no
existe en los adultos.
Toda introyección, total o parcial, debe pasar por el molino
de los molares trituradores para no convertirse en un cuerpo
extraño o seguir siéndolo —un factor aislado y alterador en
nuestro sistema. Por ejemplo el "Ego", como pretendo demos-
trar más tarde, no debería ser un conglomerado de introyec-
ciones, sino una función, y para lograr un funcionamiento apro-
piado de la personalidad se debe disolver, analizar ese Ego
substancial y reorganizar y asimilar sus energías, así como Reich
coloca las energías invertidas en la armadura muscular para
un uso mejor.
Las acciones de emergencia, como vomitar o la defecación
diarreica de trozos no usados, no adelantará el desarrollo de
la personalidad. El equivalente psicoanalítico de esto, la ca-
tarsis, ha sido abandonada, pues se percibió que el éxito ca-
tártico tenía tan poca duración como el tratamiento introyec-
tivo de la hipnosis.1 Uno de los casos más difíciles fue un hom-
bre anciano que sufría de neurosis estomacal y paranoia de
celos. Estaba bastante contento de reconocer con franqueza
todo lo que le había sucedido. Reunía siempre y sacaba a la
luz todo tipo de material patológico y se sentía muy aliviado
cuando podía confesar y expulsar todos sus problemas. Pero
cuando lo detuve y le hice masticar de nuevo el alimento se
obstinó. Su cura progresaba muy lentamente y dependía de
la cantidad de agresión que podíamos liberar e introducir en
su capacidad de masticación. Al mismo tiempo, como podía
1
No deben engañarnos los rasgos prometedores del narcoanalisls. Es un
tratamiento puramente sintomático y no puede realizar cambios permanentes
en la personalidad.
172 METABOLISMO MENTAL

esperarse, disminuyó su estupidez, que anteriormente había


sido inconmensurable.
Cuando se toma la frase de Freud —de que el neurótico
sufre de recuerdos— no como una explicación de la neurosis
sino como indicación de un síntoma, percibimos el gran valor
terapéutico (aunque limitado) del análisis clásico. Pero si se
aborda por partes, es una tarea hercúlea limpiar los establos
de Augias —la basura no digerida que traemos con nosotros
desde el pasado, todas las situaciones no completadas y los pro-
blemas no resueltos, todos los rencores y deudas y exigencias
no pagadas— los desquites no materializados (venganza y gra-
titud).
Pero esta tarea se simplifica mucho cuando, en vez de en-
frentarnos a cada una de ellas singularmente, restablecemos
toda la asimilación orgánica de una vez por todas. Esto puede
lograrse tan sólo cuando tomamos en cuenta el metabolismo
mental y miramos el material psicológico del mismo modo que
miramos el alimento físico. No debemos contentarnos con hacer
consciente el material inconsciente, con "traer a colación" el
material inconsciente. Debemos insistir en que debe refundir-
se y prepararse así para que sea asimilado.
Si esto se aplica ya a la introyección parcial, tienen mayor
aplicación a la introyección total, o a la inhibición total de la
agresión dental. El empleo destructor de los dientes en la me-
lancolía (y en otros ejemplos de introyección total) se inhibe
de tal forma, que la agresión no usada se vuelve hacia la auto-
destrucción del individuo. El contacto con cualquier material
introyectado es de ordinario impotentemente agresivo y se ma-
nifiesta como despecho, descontento, regañorería, preocupa-
ción, quejas, irritación, "transferencia negativa" u hostilidad.
Corresponde esto con exactitud al potencial no usado de la
destrucción física del alimento. Es la aplicación distorsionada
de  en el metabolismo psicológico.
La melancolía es, la mayor parte de las veces, una fase de
ciclotimia del ciclo maniaco-depresivo. En el periodo maniaco
la agresión no sublimada, pero dentalmente inhibida, no está
retroflexionada como en la melancolía, sino que se dirige en
toda su voracidad y con explosiones muy violentas contra el
mundo. Un síntoma frecuente de ciclotimia es la dipsomanía
LA INTROYECCIÓN 173
que, por un lado, es un apego a la "botella", y por otro, un
medio de autodestrucción.
A través del tratamiento, el material introyectado —al ser
desmenuzado— se diferencia en material asimilable, que con-
tribuye al desarrollo de la personalidad, y en un excedente
emocional que ha de ser descargado o aplicado. Con termino-
logía psicoanalítica: recordar tiene valor terapéutico sólo cuan-
do va acompañado de emociones.
Al metabolismo mental acrecentado le acompaña una hiper-
acidez, un movimiento acrecentado de los intestinos y una
excitación que puede transformarse en ansiedad cuando dis-
minuye el abastecimiento de oxígeno. Caracterizan al meta-
bolismo reducido la depresión, el flujo deficiente de jugos di-
gestivos, la resequedad en la boca, la hipoacidez y el estreñi-
miento seco aspástico.
El fenómeno de la introyección es un descubrimiento com-
parativamente reciente, pero el folklor demuestra que se co-
nocía bien hace mucho. Las figuras de los cuentos de hadas
con frecuencia tienen un significado simbólico más o menos
fijo. Las hadas representan a las madres buenas, la bruja o
madrastra, la mala. El león ocupa el lugar del poder y la zorra
el de la astucia. El lobo simboliza voracidad e introyección.
En la fábula de Caperucita Roja el lobo introyecta a la abuela,
la copia, se comporta "como si" fuera ella, pero la pequeña
heroína pronto desenmascara su ser real.
En un cuento de hadas de Grimm, menos conocido, el lobo
se traga siete cabritos. Se rescata a los cabritos y se los rem-
plaza por guijarros —muy buen símbolo en verdad de la indi-
gestibilidad de lo introyectado.
En las dos fábulas los objetos introyectados, aunque fueron
tragados, no fueron asimilados, sino que permanecieron vivos
e intactos. ¿O está en lo correcto la teoría de la libido; es que
el lobo no tenía hambre y estaba enamorado de la abuela?
VI. EL COMPLEJO DE MANIQUÍ

TAL VEZ la más interesante de todas las resistencias orales sea


la actitud "de maniquí". Aunque nuestro conocimiento acerca
de ella es aún escaso, disponemos de suficientes observacio-
nes como para garantizar su publicación. El descubrimiento
del complejo de maniquí ha arrojado luz sobre cierto número
de análisis obscuros y espero —una vez que lo hayan verifi-
cado otros analistas— que aportará mayores contribuciones,
ante todo, al problema de las fijaciones.
Para comprender la actitud de maniquí tengo que volver
una vez más al niño de pecho y a sus dificultades para alcan-
zar el estadio de morder. La actividad principal del niño de
pecho se limita al mordisco de dependencia, que no es un
"auténtico mordisco", ni un morder una parte del pecho, sino
que establece confluencia entre la madre y el hijo. De esta
forma, tan sólo el inicio del proceso de alimentación presenta
alguna dificultad consciente; una vez que el niño ha hecho de
su boca una bomba de vacío y comienza a fluir la leche, no se
requiere por su parte ningún otro esfuerzo. Los movimientos
de succión son subcorticales, automáticos y al irse realizando
la alimentación, el niño se va durmiendo gradualmente. Tan
sólo unas pocas semanas después del nacimiento puede obser-
varse otras actividades conscientes -como expulsar consciente-
mente el pezón de la boca, o hacer conscientemente movimien-
tos de succión— en relación con el proceso de alimentación.
Puede surgir un conflicto cuando comienzan a crecer los
dientes del niño. Si el flujo de leche es insuficiente, el niño
se verá provocado a movilizar todos los medios a su disposi-
ción para lograr su satisfacción, lo cual implica el empleo de
las encías endurecidas y el intento de morder. En este estadio,
cualquier frustración, cualquier retiro del pecho sin substitu-
ción inmediata de alimento más sólido conducirá a inhibición
dental. El niño tendrá la impresión de que no se restablecerá
el equilibrio por medio de sus intentos de morder, sino que
se verá aún más alterado y que, por ello, el objeto que pro-
porciona leche no debe ser abordado de una forma distinta

174
EL COMPLEJO DE MANIQUÍ 175

que antes. No se realiza la diferenciación entre el pecho, que


debe ser dejado intacto y el alimento, que debe ser mordido
masticado y destruido.
Esta temprana inhibición lleva al desarrollo de dos distintos
rasgos de carácter; una actitud de dependencia (fijación) por
un lado y, por otro, la actitud "de maniquí".
Las personas con estas características se apoyan en una per-
sona o cosa y esperan que esta actitud sea suficiente, por sí
misma, para "hacer que la leche fluya". Podrían hacer grandes
esfuerzos para apoderarse de algo o de alguien, pero suspen-
derán sus esfuerzos en cuanto lo hayan logrado. Tratan de es-
tabilizar cualquier relación en la primerísima fase de contac-
to; pueden así tener cientos de relaciones, pero ninguna llega
a ser una amistad real. En sus relaciones sexuales tan sólo im-
porta la conquista del compañero, pero la relación consiguien-
te muy pronto llega a carecer de interés y se hacen indife-
rentes.
Se da una discrepancia notable en la actitud de estas per-
sonas antes y después del matrimonio. Un proverbio dice "Las
mujeres pueden hacer redes, pero no jaulas".
La actitud de estos casos hacia el estudio y el trabajo padece
dificultades similares. Saben algo acerca de todo, pero no pue-
den apoderarse de algo que pueda lograrse sólo con un es-
fuerzo específico. Su trabajo es más bien sin creatividad, mecá-
nico (automático), limitado ante todo a una rutina. En breve,
su meta es todavía —como la de un niño— el exitoso mordisco
de dependencia que restablece el equilibrio y exime de la ne-
cesidad de un esfuerzo ulterior (morder).
Pero en la vida de las personas adultas la actitud de depen-
dencia tan sólo en pocas ocasiones puede tener un éxito com-
pleto. En la mayoría de las situaciones se debe hacer un con-
tacto apropiado —hay que salir al paso del problema, "clavarle
los dientes"; por ejemplo, hay que mantener el interés y acti-
vidad propios durante un periodo— para sacar cualquier be-
neficio de la propia personalidad.
¿Cómo actúa la gente frente al fracaso de la actitud de
dependencia? ¿Cómo pueden esquivar la necesidad de morder?
¿Cómo pueden utilizar el exceso de agresividad que debe sur-
gir de la insatisfacción con la relación de dependencia (resen-
176 METABOLISMO MENTAL

timiento), sin caer en el peligro {como lo sienten) de provo-


car cambio y destrucción?
Cuando se da una fijación en la actitud infantil de depen-
dencia, podemos esperar que los medios con los que se man-
tiene esta actitud son del mismo modo infantiles. El niño frus-
trado e insatisfecho busca —y a veces le es dado— un maniquí,
algo indestructible al que se puede aplicar el morder sin re-
percusiones. El maniquí permite la descarga de cierta canti-
dad de agresividad, pero, fuera de esto, no produce ningún
cambio en el niño, es decir, no lo alimenta. El maniquí repre-
senta un impedimento serio para el desarrollo de la persona-
lidad, porque en realidad no satisface la agresividad, sino que
la desvía de su fin biológico, a saber, la satisfacción del ham-
bre y el logro del restablecimiento de la totalidad del indi-
viduo.
Todo aquello de lo que apodera el niño puede ser empleado
como un maniquí: una almohada, un osito, la cola del gato
(como en Mrs. Minniver), o el propio pulgar del niño. Más
adelante en la vida, cualquier objeto puede llegar a ser "mani-
quificado", si es que se le aplica tan sólo el mordisco de de-
pendencia. En esos casos el individuo vive con un miedo mor-
tal de que el maniquí llegue a convertirse en la "cosa real"
(originalmente el pecho) y de que el mordisco de dependen-
cia pueda convertirse en un "primer mordisco". Tiene miedo
de que el objeto de fijación se destruya. Este objeto puede
ser una persona, un principio, una teoría científica o un feti-
che. Cuando yo estaba escribiendo, el pueblo inglés había su-
frido una gran inquietud al abandonar la idea de que el barco
de guerra era inestimable. El barco de guerra se había con-
vertido para ellos en un fetiche, pero en la práctica es una in-
utilidad muy cara, tan sólo "bueno para que se hunda", como
un prominente político lo caracterizó.
Las discusiones parlamentarias con frecuencia llegan a tra-
tar de maniquíes (y hasta de momias). En vez de hacer que
se llegue a la acción se habla de los asuntos hasta morir, o se
les lleva a un punto muerto mandándolos de una comisión a
una subcomisión y de ahí a otra sub-sub-comisión. El resul-
tado, en vez de progreso e integración, es un callejón sin sa-
lida, un estado de cosas justificado en la mayoría de las veces
EL COMPLEJO DE MANIQUÍ 177

por una tendencia conservadora, por el deseo de conservarlo


todo intacto y sin cambio. El sistema actual no debe ser des-
truido de ninguna manera; se debe salvar el maniquí o fetiche.
El maniquí, como objeto que permanece completo y sin des-
trucción, proporciona una pantalla perfecta para la proyección
de la tendencia holística del individuo. Cuanto más se pro-
yectan las funciones holísticas, más se pierden para la edifica-
ción de la personalidad, mayor será la desintegración y más
claro el peligro de desarrollar una esquizofrenia. Sin embargo,
mientras la realidad proporciona el maniquí, sirve para un pro-
pósito muy útil; impide que el individuo caiga en una verda-
dera paranoia (una proyección extensa de la agresión) man-
teniéndolo ocupado con una ocupación real aunque impro-
ductiva.
Pero todos los intentos de este tipo —como el carácter obse-
sivo— por mantener las cosas en su estado original están con-
denados al fracaso. La falta de cambio, es decir, la no aplica-
ción de agresividad al servicio del holismo individual, desin-
tegra la personalidad, destruyendo así sus propios fines. Tan
sólo por medio del restablecimiento de la tendencia destruc-
tora hacia el alimento, lo mismo que hacia cualquier cosa que
represente un obstáculo a la totalidad del individuo, por me-
dio de la reinstalación de una agresión exitosa, se realiza la
reintegración de una personalidad obsesiva y hasta de una pa-
ranoide.
Difícilmente hay cosa alguna que no pueda servir como ma-
niquí, con tal de que ayude a evitar cambios en la realidad.
Tómense por ejemplo los pensamientos obsesivos, que pueden
prolongarse por horas y horas, manteniendo ocupado al pa-
ciente sin llegar a una decisión o conclusión (duda crónica).
Tómese el fetichismo sexual, la fijación de un hombre, por
ejemplo, en pantaletas o zapatos de mujeres como salvaguar-
dia frente al contacto sexual real. Tómese al que sueña des-
pierto que prefiere sus fantasías a la "cosa real'. Más aún, tó-
mense a esos pacientes que durante años y años continúan
viendo al psicoanalista e imaginan que el simple asistir a las
sesiones es prueba suficiente de su intención de cambiar su
actitud hacia la vida. En realidad sólo han cambiado un ma-
niquí por otro y en cuanto el analista toca algún complejo
178 METABOLISMO MENTAL

esencial, el paciente por lo general se las arregla para evitar


sentirse impresionado a través de una maniquificación de sí
mismo.
Un caso extremo de este tipo lo proporcionó un paciente
que, cada vez que tenía que enfrentarse a una dificultad en
la vida, se convertía por completo en madera. Sentía como sí
fuera una muñeca y todas sus quejas, todos sus intereses se
centraban en su maniquí, en su propia personalidad momifi-
cada. Otro paciente, en cualquier situación difícil, generaba
la idea obsesiva de imaginar cuchillos que lo atravesaban sin
causarle dolor o sacar sangre. En esta fantasía se convertía en
el maniquí perfecto al cual ninguna agresividad podía des-
truir. Otros casos simplemente sentían sueño o modorra en
cuanto percibían el "peligro" de provocación en cualquier si-
tuación.
La situación psicoanalítica clásica, en la que el paciente
apenas es consciente de la presencia del analista, se presta
particularmente a esta maniquificación. En realidad, se alienta
aquí al paciente a considerar la situación analítica no como
una situación "real" y al analista no como a una persona
'"real"; de esta forma toda la relación entre paciente y analista
se hace "i-rreal", esto es, algo que en sí no tiene importancia
ni consecuencias. Toda emoción o reacción se interpreta como
un fenómeno de "transferencia", es decir, algo que no tiene
aplicación dilecta a la situación actual. De esta forma la situa-
ción analítica se presenta como el maniquí perfecto, cosa que
buscan todos los caracteres obsesivos y paranoides. Esto ex-
plica la fijación de estos pacientes en el análisis que podría
durar años sin fin, a pesar —o más bien debido a- la falta
de éxito.
VII. EL EGO COMO UNA FUNCIÓN
DEL ORGANISMO

a) Identificación/Alienación

CUANDO intentamos poner en práctica las conclusiones de las


partes anteriores nos enfrentamos a una contradicción aparen-
te: la afirmación de que el Ego sano es insubstancial parece
estar en desacuerdo con mi exigencia de que el analista debe-
ría tratar al Ego más que al Inconsciente. Desaparece esa
contradicción cuando formulamos la exigencia: el analista de-
bería hacer uso de las funciones del Ego más que apelar al
Inconsciente.
La función de los pulmones es ante todo un intercambio de
gases y vapor entre el organismo y el medio ambiente. Los pul-
mones, los gases y el vapor son concretos, pero la función es
abstracta —aunque real. El Ego, sostengo yo, es en forma si-
milar una función del organismo. No es una parte concreta de
él, sino que más bien es una función que cesa, por ejemplo,
durante el sueño y el coma, y cuyo equivalente físico no pue-
de encontrarse ni en el cerebro ni en ninguna otra parte del
organismo.
En la teoría psícoanalítica la concepción del Ego como una
substancia es aceptada en general. Para citar un ejemplo: Ster-
ba interpreta la cura psícoanalítica como una construcción de
islas aisladas de Ego que, en el curso del tiempo, se consoli-
darán en una unidad sólida, segura.
Otro analista, Federn, supone también la substancialidad
del Ego. Para él el Ego consiste en ese material misterioso
llamado libido. La libido, además de ser capaz de ocupar las
imágenes y zonas erógenas, de energetizar muchas actividades
y ser el representante de los instintos de objeto, recibe ahora
la capacidad de expanderse y contraerse. Al mismo tiempo se
olvida oportunamente el concepto dualista de los instintos li-
bidinales de objeto como opuestos a los instintos del Ego. A
pesar de la confusión teórica hay en la observación de Federn
un núcleo valioso: el hecho de que su Ego libidinal tiene

179
180 METABOLISMO MENTAL

fronteras cambiantes. Una vez que descartemos la teoría de la


libido veremos que el concepto de las fronteras del Ego nos
ayudará bastante para comprender al Ego.
Dos frases de Freud aumentan la confusión: a) el Ego se
diferencia del Inconsciente; b) el Inconsciente contiene deseos
reprimidos. Cuando un deseo ha sido reprimido, ha debido te-
ner suficiente fuerza como para poseer cualidad de Ego ("Yo"
deseo...). Sin embargo, la contradicción desaparece en cuan-
to nos damos cuenta de que tenemos dos tipos de Inconsciente;
el Inconsciente biológico (en el sentido del filósofo Hartmann),
y el Inconsciente psicoanalítico, que está constituido por ele-
mentos anteriormente conscientes. Podemos por ello concluir:
el Ego se diferencia del Inconsciente biológico, pero consi-
guientemente algunos aspectos del Ego han sido reprimidos y
constituyen ahora el "Inconsciente" psicoanalítico. Para el ob-
servador la cualidad de Ego de este último sigue siendo obvia,
pero no para el paciente. Cuando, por ejemplo, un neurótico
obsesivo dice: "Existe un vago sentimiento en el fondo de mi
mente de que podría experimentar un impulso a través del
cual podría caer cierto daño sobre mi padre, que me disgusta
mucho por sus hábitos desagradables" originalmente quiere
decir: "Me gustaría matar a ese cerdo."
Freud dice además, acerca del Ego, que tiene dominio so-
bre el sistema motor. Esta afirmación indica que el Ego no
se identifica con la personalidad total. Si "yo" ordeno al sis-
tema motor, "yo" debo ser diferente o estar aparte de él: un
general que manda un ejército es una parte de él, pero dis-
tinto del resto del ejército.
Sin embargo, cuando digo: "Yo viajo a la ciudad X" el Ego
está en lugar de la personalidad total. ¡Un número desorien-
tador de frases sin ninguna concepción central! Para demos-
trar mi propia concepción del Ego tengo que aumentar prime-
ro esta confusión, no amontonando más afirmaciones teóricas,
sino ofreciendo ulteriores aspectos prácticos del Ego. A con-
tinuación se enumeran ciertos aspectos del Ego de tal modo
que se ofrece cada aspecto teniendo su opuesto como fondo,
el mismo modo que lo hicimos anteriormente con el término
"actor".
EL EGO COMO FUNCIÓN DEL ORGANISMO 181

El Ego es En oposición a

una función una substancia


una función de contacto confluencia
una formación fondo/ figura despersonalización y dormir
sin sueños
elusivo estable
el que interfiere autorregulación orgánica
la consciencia del ser conciencia de otro objeto
una instancia de responsabi-
lidad el Id
el fenómeno frontera mismo un objeto que tiene frontera
espontáneo concienzudamente atento
el siervo y ejecutivo del orga-
nismo señor en su propia casa
el que aparece en el ectodermo mesodermo y endodermo
identificación/alienación el sentimiento de indiferencia .

Podemos obtener cierta orientación provisional de la clasi-


ficación psicoanalitica del Id, el Ego y el Super Ego o Ego
Ideal que constituyen la personalidad humana.
Freud emplea los dos términos Super Ego y Ego Ideal casi -
como sinónimos; sin embargo, podemos diferenciarlos como
conciencia e ideales, y caracterizarlos de esta forma:
La conciencia es agresiva y se expresa ante todo con pala-
bras; la agresión se dirige de la conciencia al "Ego", y se ex-
perimenta la tensión entre conciencia y Ego como sentimiento
de culpa.
Los ideales existen sobre todo en figuras; la emoción impli-
cada es amor y su dirección va del Ego hacia el Ideal; se ex-
perimenta una tensión entre Ego e Ideal como inferioridad.
El Id representa los instintos, que se expresan a sí mismos
en las sensaciones; a la tensión entre Ego e Id se le llama im-
pulso, anhelo, deseo, etc. (Ver el diagrama de la pág. siguiente.)
Podemos ahora aplicar esta concepción con el siguiente ejem-
plo: un niño siente el deseo de "pellizcar" unos dulces. Como
muchos niños, está obsesionado también por el ideal de ser
adulto, pero la gente mayor, en su imaginación, no suspira
por dulces; por eso piensa que deberla combatir su apetito.
Además su conciencia le dice que robar es un pecado. Al sen-
182 METABOLISMO MENTAL

tir estas tres experiencias simultáneamente su pobre Ego se


verá atrapado entre tres fuegos. Sin embargo, él no experimenta
su Ego como una substancia. El niño sano no piensa "me ob-
sesiona un ideal; el hambre me tortura y mi conciencia me
prohibe robar dulces". Él experimenta: "Yo quiero ser una
persona mayor; Yo tengo hambre pero Yo no debo robar dulces."

Desde un punto de vista objetivo su experiencia consciente


está determinada por la conciencia, los ideales y el Id, pero
subjetivamente no es fácil que sea consciente de ello. Logra
esta integración subjetiva por medio del proceso de identifi-
cación —el sentimiento de que algo es parte de él o de que él
es parte de alguna otra cosa.
Así pues, estoy de acuerdo con Freud en que el Ego está
íntimamente relacionado con la identificación. Sin embargo
Freud pasa por alto la diferencia fundamental entre el Ego
sano y el patológico. En la personalidad sana la identificación
es una función del Ego, mientras que el "Ego" patológico está
construido con introyecciones (identificaciones sustanciales)
que determinan las acciones y sentimientos de la personalidad
y limitan su alcance. El Super Ego y los Ideales del Ego in-
variablemente contienen cierto número de identificaciones per-
manentes, en parte inconscientes; pero el Ego se hace patoló-
gico cuando sus identificaciones son permanentes en vez de
funcionar según los requerimientos de situaciones diferentes
EL EGO COMO FUNCIÓN DEL ORGANISMO 183

y de desaparecer con el restablecimiento del equilibrio or-


gánico1.
Surge una dificultad del término mismo, "identificación" que
tiene diferentes aspectos, por ejemplo, copiar a alguien, poner-
se del lado de alguien, concluir que dos cosas son lo mismo,
simpatía (Einfuehlung) o comprensión. Los aspectos diversos
de la misma palabra son responsables de dos teorías opuestas
en el psicoanálisis: la de Freud y la de Federn.
La opinión de Freud de que cada Ego está formado por
identificaciones o introyecciones (en el sentido de imitar a
alguien, de comportarse "como si" uno fuera otra persona) se
aplica tan sólo a tipos que han desarrollado una clase de con-
glomeración del Ego —una visión fija sobre la vida o un ca-
rácter rígido o artificial. En un carácter rígido vemos que las
funciones del Ego cesan casi por completo ya que la persona-
lidad ha llegado a estar condicionada a los hábitos y se com-
porta automáticamente. Freud percibió este hecho al decir que
el análisis puede tener buen resultado tan sólo si el carácter
no ha llegado a petrificarse. La identificación completa (por
ejemplo, con convenciones) ocasionará en esa persona conflic-
tos intensos en cuanto el Ego tenga que funcionar como el
ejecutor de (e identificarse con) un instinto que desaprueba
según sus principios. Podría encontrarse hambriento, pero
apropiarse de un pan sería para él un crimen tan horrible que
alienaría este impulso. Más bien moriría de inanición que co-
rrer el riesgo de ir a la cárcel unos cuantos días.
En la educación esa moral austera puede llevar a graves
equivocaciones. Cuando el hambre de carbohidratos hace que
un niño tome dulces dondequiera que pueda encontrarlos, los
padres (al proyectar su visión legalista sobre el hijo) pueden
preocuparse por el "criminal" que han dado a luz.

b) Frontera

Como el término "identificación" ha llegado a ser sinónimo


de introyección, Federn (posiblemente dándose cuenta de que
1
Un símil podría al menos sugerir esta diferencia. Una de las funciones
de los ríñones es la excreción de sales, Las sales simplemente pasan por el
184 METABOLISMO MENTAL
la introyección no es la única forma de identificación que
existe) creó la concepción del Ego y sus fronteras. Su teoría
nos ayuda mucho para comprender algunas funciones del Ego,
con tal de que eliminemos algunos de sus errores.
Un fenómeno físico puede servir para mostrar la dialéctica
de las fronteras del Ego:

Las dos placas de metal, A y B, están separadas por una


capa aislante. Si una placa condensadora se carga con electri-
cidad positiva, se reunirán en la placa opuesta electrones ne-
gativos; pero si existe un contacto directo, los electrones posi-
tivos y negativos se neutralizarán entre sí (Fig. I). Las fron-
teras del Ego se comportan exactamente de la misma forma.
Tan sólo debemos reemplazar + y — por ¶ y , que aparecen
en la terminología psicoanalítica como libido y hostilidad.
(Fig II) 2
Federn supone que el Ego es una substancia libidinal con
fronteras permanentemente cambiantes. Con esto nos quiere
decir que nos identificamos con todo lo que aceptamos como
familiar o como perteneciente a nosotros. Nuestro Ego, según
Federn, puede retirar sus fronteras dentro de nuestra persona-
lidad o extenderlas más allá.

sistema urogenital. En ciertas circunstancias patológicas las sales se preci-


pitan y forman un cuerpo sólido, ajeno al organismo y afectan el bienestar
y a veces la función del riñon.
2
Las fotografías de electrones muestran que los electrones (+) tienen
carácter ¶ y los electrones ( —), carácter .
EL ECO COMO FUNCIÓN DEL ORCANISMO 185

Especialmente en las neurosis obsesivas el Ego tiene fun-


ciones limitadas: como se mencionó antes, se reniega de un
deseo de muerte; no se reconoce como perteneciente al ser.
El carácter obsesivo se niega a identificarse con esos pensa-
mientos o a asumir la responsabilidad de ellos por resultarle
igual responsabilidad y culpa. Toda inhibición y represión re-
ducen las fronteras del Ego.
Ampliamos nuestras fronteras del Ego cuando nos identifi-
camos con nuestra familia, nuestra escuela (las tradiciones vin-
culadoras de la vieja escuela), nuestro club de fútbol, nues-
tra patria. Una madre puede defender a su hijo "como si" lu-
chara por ella misma; cuando un club de fútbol ha sido
menospreciado es posible que cualquiera de sus miembros tome
venganza "como si'' se le hubiera insultado a él mismo.
En todos estos casos el objeto de identificación permanece
fuera de la personalidad. No está introyectado y la identifica-
ción es ficticia ("como si"). La madre no fue atacada y nadie
insultó al miembro del club.
El señor X ve una casa y dice, "Yo veo una casa". No dice,
"el sistema óptico del organismo del señor X ve una casa".
Se identifica con este sistema suyo. Es posible que en el si-
guiente instante la casa se aleje hacia el fondo de su conscien-
cia y tal vez se encuentre concentrado en algunas voces. En-
tonces, inmediatamente se identifica con su aparato acústico
y con su curiosidad por estas voces. Podría decir, "oigo
voces" o también, "Yo oigo voces", recalcando con ello que
está en oposición con otros que tal vez no hayan oído sonido
alguno.
Supongamos ahora que oyó voces pero que no existían. Si
se identifica con el hecho de que está imaginando y dice, "yo
imaginé que oía voces" su Ego funciona correctamente. Pero
si se identifica con el contenido de su alucinación por no co-
nocer el hecho de que tiene una identificación ficticia, una
identificación "como si", se comporta "como si" escuchara
voces.
La identificación "como si" misma no es patológica; tan sólo
el equivocar una identificación ficticia con una real cae en
esta categoría. A veces las identificaciones ficticias pueden
acumularse hasta tal grado que hablamos de un carácter "como
186 METABOLISMO MENTAL

si" (H. Deutsch). Se encuentran identificaciones "como si" en


las introyecciones (el niño que juega a ser madre) lo mismo
que en la ampliación de la frontera del Ego.
La alienación "como si" correspondiente está presente en las
represiones, proyecciones y en un estrechamiento similar de
las fronteras del Ego. Aunque el paciente manifiesta que tales
y tales pensamientos y deseos no son suyos, de hecho pertene-
cen a su personalidad: la alienación por medio de represión
y proyección, a fin de cuentas, nunca tiene éxito. El psicoaná-
lisis califica este hecho como "vuelta de lo reprimido".
En la función de identificación/alienación vemos una vez
más la acción del holísmo. Vemos la formación de totalidades
—la unidad de madre e hijo, la integración de cierto número
de personas en un club; cuanto mayor es la identificación de
los miembros con el club, más sólida será su estructura, a veces
hasta un punto de petrificación. También se realiza el estre-
chamiento de las fronteras para conservar una totalidad. Aque-
llas partes de la personalidad que en apariencia ponen en pe-
ligro la totalidad aceptada, son sacrificadas. ("Y si tu ojo te
ofende arráncalo.") Se encuentra una idea similar en las pur-
gas políticas.
La teoría de Federn manifiesta un error definido y unilate-
ralidad. El error es que considera al Ego como una substancia
con fronteras, mientras que, en mi opinión, sólo las fronteras,
los lugares de contacto constituyen el Ego. Sólo donde y cuan-
do el ser se encuentra con lo "extraño" comienza a funcionar
el Ego, comienza a existir, determina la frontera entre el "cam-
po" personal y el impersonal. Federn es unilateral en cuanto
que considera sólo la energía integradora de la libido y pasa
por alto la aparición simultánea del .
Los miembros de un club de fútbol tienden a fundirse en
una unidad (¶). Los miembros de un clan están más apega-
dos entre sí (¶) que los de otro clan. Las ideologías unen a
los que creen en ellas (¶). En tiempos de peligro, cuando se
ve amenazada la seguridad de un país, la unidad de sus ciuda-
danos es de la máxima importancia para su defensa.
El holismo sano requiere identificación mutua. El club que
no se identifica con sus miembros —protegiendo sus intereses
y compensando su devoción— se desintegrará. El  que, en
EL EGO COMO FUNCIÓN DEL ORGANISMO 187

un grupo colectivo, se añade y se encuentra fuera de sus fron-


teras retorna a los individuos.
Federn no considera la frontera del Ego desde el exterior
donde se reúne el . Del mismo modo que la acumulación de
electricidad positiva en una placa condensadora se ve acom-
pañada por la de su opuesto en la otra placa, también las ener-
gías integradoras dentro de las fronteras del Ego están com-
plementadas por hostilidad en el exterior.
Siempre que se encuentran dos estructuras holísticas, se
mantienen juntas y separadas entre sí por una hostilidad más
o menos pronunciada. Dos clubes de fútbol manifiestan esto
en una forma moderada de rivalidad entre sí en general y en
sus encuentros en particular. Entre las escuelas vemos compe-
tencia; entre las naciones, guerras. La familia Smith se siente
superior a la familia Brown, que a su vez desprecia a los miem-
bros de la familia Smith. Los Montescos y Capuletos son ejem-
plos de clanes hostiles; pero Romeo y Julieta quebraron las
fronteras por ser su deseo de unirse mucho más fuerte que sus
vínculos familiares.
Cuanto mayor sea la hostilidad que amenaza desde el exte-
rior, mayor será la función integradora de los individuos y
grupos. En el momento de peligro el organismo conjuntará to-
das las facultades a su disposición; cuando un país es atacado,
esta agresión del exterior puede tener como resultado la unión
de sus ciudadanos. La madre que acaba de estar enfadada con
su hijo, en el siguiente instante lo protegerá contra un insulto
extraño.
El amor es identificación con un objeto ("mío"); el odio
alienación de él ("lejos de mí"). El deseo de ser amado es el
deseo de que el objeto se identifique con los deseos y exigen-
cias del sujeto. El intenso amor mutuo se expresa con térmi-
nos como "un corazón y un alma", "mano en el guante", etc.
En la relación sexual la identificación mutua es imperativa;
"ser una carne" dice un pasaje de la Biblia.
La frontera entre dos granjas está formada por una cerca.
Esta cerca señala el contacto entre las dos granjas, pero al mis-
mo tiempo las aisla entre sí. En las épocas nómadas no había
fronteras, se daba confluencia. Con la propiedad personal vino
la división de la tierra y la creación de vecinos amistosos u
133 METABOLISMO MENTAL

hostiles. Si hoy los granjeros se unieran en un grupo colectivo,


se restablecería la confluencia, pero seguirían existiendo las
fronteras entre las granjas colectivas (cf. la competencia so-
cialista en Rusia). También se daría confluencia cuando un
granjero codiciara la granja de su vecino y la incorporase a
su propiedad.
El aislamiento acentúa la separación, mientras que el con-
tacto recalca el acercamiento, tendiendo a destruir el aisla-
miento, ya sea retirando la hostilidad y remplazando el yo y
el tú por el nosotros, o haciendo todo el complejo mío o, por
rendición tuyo.
¿Crea el ¶ al  o viceversa? Ambas suposiciones son inco-
rrectas. No existe relación causal entre estas dos funciones.
Siempre y cuando una frontera comienza a existir, se siente
como contacto y como aislamiento. De ordinario no existe ni
contacto ni aislamiento, mientras que existe confluencia pero
no frontera. Esta confluencia es interferida por (¶) y (), li-
bido y agresión, amistad y hostilidad, sentido de familiaridad
o de extrañeza, o como quiera que se pretenda llamar a las
energías que forman la frontera.
Un buen ejemplo de la simultaneidad de ¶ y  es la turba-
ción. Aquí se encuentran simultáneamente las tendencias a es-
tablecer contacto (exhibición) y a ocultarse. Su estadio pre-
diferencial es la timidez. Al niño tímido le están abiertas ambas
posibilidades, apego lo mismo que separación. Por ello la ti-
midez es una fase normal en el desarrollo del niño; pero ha-
cerse amigo de todos o evadir todo contacto son extremos no
sanos cuando son actitudes permanentes en vez de respuestas
adecuadas.
Al identificarse exclusivamente con las exigencias del medio
ambiente, al introyectar ideologías y rasgos de carácter el Ego
pierde su poder elástico de identificación. De hecho, prácti-
camente deja de funcionar de otra forma que como ejecutor
de un conglomerado de principios y conducta fijada. El Super
Ego y el carácter han tomado su lugar del mismo modo que
los artículos hechos a máquina, en nuestra época, han rempla-
zado a la artesanía individual.
VIII. LA ESCISIÓN DE LA PERSONALIDAD

ExISTE un proverbio muy conocido que afirma que un ma-


nojo de varas es más fuerte que el mismo número de varas ais-
ladas. ¿Implica este proverbio simplemente un hecho cientí-
fico? Ciertamente no. Los proverbios tienen una moral. Este
implica: junta cierto número de varas y ellas tendrán más po-
der para resistir y para atacar. O viceversa: si necesitas una vara
fuerte, cierto número de ellas más delgadas servirán para el
mismo propósito.
Esta función integradora es otro aspecto del Ego. El Ego,
en una especie de función administradora, unirá las acciones
de todo el organismo con sus necesidades primeras; por así
decir, invoca aquellas funciones de todo el organismo que son
necesarias para la gratificación de la necesidad más urgente.
Una vez que el organismo se haya identificado con una exi-
gencia, se coloca de todo corazón detrás de ella del mismo
modo que es hostil a cualquier cosa ajena.
Una persona hace dos afirmaciones: "Tengo hambre" y más
tarde "No tengo hambre". Desde el punto de vista lógico esto
es una contradicción, pero sólo mientras consideramos a esta
persona como un objeto, y no como un acontecimiento en el
tiempo y el espacio. Entre las dos aseveraciones ha comido
algo. Por eso en ambas ocasiones está diciendo la verdad. Nos
encontramos con una situación más complicada cuando pone-
mos a una persona con hambre en una caja hermética. El que
acaba de decir "Tengo hambre", siente ahora "Me ahogo" y
ni siquiera "tengo hambre y me ahogo". Desde el punto de
vista de la supervivencia respirar es más importante que comer.
¿Cómo sucede que no experimentamos estas afirmaciones
contradictorias como hechos incompatibles? La identificación
(y lo que se dice acerca de la identificación se aplica también
en cada caso a la alienación, ya que ambas son contrafuncio-
nes mutuamente necesarias) sigue la formación fondo/figura.
Una sana función del Ego responde a la realidad subjetiva y
a las necesidades del organismo. Cuando, por ejemplo, un or-
ganismo desarrolla hambre, el alimento se convierte en ges-

189
190 METABOLISMO MENTAL

talt; el Ego se identifica con el hambre ("yo tengo hambre")


y responde a la gestalt ("quiero este alimento").
En el caso de la persona que preferiría morir a robar el pan,
el Ego aliena el tomar alimento. Sin embargo, sin la forma-
ción fondo/figura ni vería ni imaginaría el pan y no habría
posibilidad de que el Ego alienara el impulso de tomar el pan
y se identificara con la ley.
Si las funciones del Ego fueran idénticas a la formación
fondo/figura, serían superfluas, y sin embargo son indispensa-
bles para la tarea administrativa de dirigir todas las energías
disponibles al servicio de esa necesidad orgánica que ocupa el
primer plano. Con este hecho nos enfrentamos a un ulterior
aspecto bifuncional —el de amo y sirviente. La observación
de Freud "no somos los amos en nuestra casa", es correcta en
cuanto que el Ego acepta órdenes de los instintos dentro del
campo biológico y de la consciencia y del medio ambiente den-
tro del campo social. Sin embargo el Ego no es simplemente
un sirviente de los instintos e ideologías; es también un inter-
mediario con muchas responsabilidades. (Poner la responsabi-
lidad en las causas no ayuda al desarrollo del Ego.)
El deseo de ser dueños de nosotros mismos proviene de la
cooperación insuficiente entre el organismo y la función del
Ego. Cuando una persona, por ejemplo, decide que la defe-
cación es algo molesto y que sus intestinos deben sin más hacer
lo que él quiere, esta actitud de dominio es una aplicación
errada de las funciones del Ego. Sus funciones del Ego debe-
rían asegurar la gratificación adecuada del impulso de defe-
cación, con un mínimo de energía y un óptimo de funciona-
miento orgánico. Un Ego autocontrolador dictatorial e intimi-
dador (que, dicho en forma correcta, significa la función de
identificación con una conciencia intimidadora), en vez de
asumir la responsabilidad del organismo, lo empuja (la mayor
parte de las veces como culpa) hacia el Id o el "cuerpo", como
si fuera algo que no perteneciera al Ser.
El concepto del "Id" es tan sólo posible como contrapunto
al concepto del Super Ego. Así es una construcción artificial,
no biológica, creada por la función de alienación del Ego.
Una frontera aparece entre la parte aceptada y la rechazada
de la personalidad y se desarrolla una personalidad escindida.
LA ESCISIÓN DE LA PERSONALIDAD 191

Dicho de otra forma, al tomar al Ego como una substancia


debemos admitir su incompetencia. Debemos aceptar la de-
pendencia del Ego de las exigencias de los instintos, la con-
ciencia, y el medio ambiente y hemos de estar de acuerdo ple-
namente con la pobre visión de Freud sobre el poder del Ego.
Sin embargo, en cuanto captamos el poder de identificación
del Ego, nos damos cuenta de que a nuestra mente consciente
se le deja con una instancia de importancia muy considerable:
con la decisión de identificarse con todo cuanto considera "co-
rrecto".
Encontramos en esta función de identificación/alienación el
inicio de una "voluntad libre". Con frecuencia se aplica mal
esta función, pero esto no altera el hecho de que en ella hemos
hallado el principio del control consciente del Ser humano.
La sociedad debe determinar qué identificaciones del indivi-
duo son deseables para su función holística fluida, sin dañar
el desarrollo del individuo ni su salud física y mental. Aunque
este programa parece sencillo, está fuera del alcance de la
humanidad en el estadio actual de nuestra civilización. Entre
tanto, el individuo no puede hacer más que evitar identifica-
ciones múltiples que, sin falta, llevarán al menoscabo del ho-
lismo personal —lo cual sin duda producirá conflictos internos,
escisiones de la personalidad e infelicidad creciente. Estas es-
cisiones, conflictos e infelicidad del individuo son el equiva-
lente microcósmico de la actual situación mundial.
Clamores de disensión surgen en la ciudad;
Se oirá a cada uno y todos a la vez darán consejos.
Una parte lucha por la paz y otra por la guerra;
Algunos excluirían a sus enemigos y otros admitirían a sus amigos.
VIRGILIO

El conocimiento intuitivo de estas dos funciones ¶ y , que


forman las fronteras, es la gran ventaja de Hitler. Al no estar
invertida su agresión en su salida dental (dientes estropeados
—comedor de avena) encuentra su camino básicamente en el
llorar y el gritar. Cuando no consigue lo que quiere entra en
un estado de irritación, primero quejándose, después gritando
y chillando a la máxima potencia de su voz, hasta que todo su
192 METABOLISMO MENTAL

contorno entra en pánico y hace cualquier cosa para pacificar


al niño que llora (no se puede herir a un niño inocente y Hit-
ler siempre alega su inocencia). Más adelante descubre que
mientras más seguidores consigue, más agresión puede apli-
car; cuanto más agresión puede aplicar más fuertes se hacen
los vínculos internos de su grupo. Descubre el símbolo unitivo
de la cruz gamada, el lema "un pueblo, un país, un jefe", un
término ideológico que ha atraído a muchas clases del pueblo
alemán. Finalmente, proporciona el alimento emocional para
la vanidad alemana: la idea de la "raza dominadora".
En forma paralela a la aplicación del ¶ va su conocimiento
de la acción del . Al percibir la importancia de las totalida-
des, sabe que la unidad crea fuerza; por eso se dedica a des-
truir toda organización contraria poderosa, ya sea un consejo
industrial, un sindicato o la Iglesia. Parte la cascara y arroja
el material no digerible, absorbe a los miembros y asimila el
dinero de las organizaciones destruidas. "Una por una", ataca
primero a las organizaciones y estados internos, después a los
externos. Aplica en la estrategia también la técnica oral. Corta
los ejércitos enemigos con los incisivos de sus ataques relám-
pago y los tritura con los molares de sus tanques. Cuando sus
incisivos —las puntas de lanza— se embotan, cuando los mola-
res de sus bombardeos no logran reducir al enemigo a pulpa,
entonces está perdido. Lo mejor que puede hacer es agarrar
con sus dientes, tratando de que no se escapen.
Un objetivo esencial de su técnica es resquebrajar totalida-
des —por ejemplo naciones— con la ayuda de la quinta co-
lumna. Por un lado, la idea es juntar a todos los miembros
de la quinta columna en una unidad sólida, aguijoneando sus
rencores y odios comunes, recalcando su relación mutua y pre-
sentándose como el único salvador. Por el otro lado, alienta el
entrenamiento en la destrucción que, a su vez, acrecienta la
cohesión de la quinta columna. Cuanto mayor es el subdes-
arrollo oral (por ejemplo, la falta de poder razonador, o la de-
pendencia de la Iglesia y el Estado) con que se encuentra,
más fácil le resulta encontrar suficientes personas que "crean"
en él.
LA ESCISIÓN DE LA PERSONALIDAD 193
Sólo la explotación consciente del fenómeno de la frontera del
Ego es el privilegio de Hitler. Los límites, naturalmente, se
dan en todas partes y varían desde la división que, especial-
mente en tiempos de elecciones, atraviesa a los Estados Unidos
hasta la personalidad escindida.
Cuando un club de fútbol no mantiene su agresión en
las competencias y no existen otras atracciones que manten-
gan unidos a los miembros, el club se desintegrará o, al menos,
se descompondrá en fracciones. Las personas con ciertas afi-
nidades se juntarán y formarán camarillas. Comenzarán a mo-
lestarse unas a otras, peleándose por puntos pequeños y final-
mente, si no hay ocasión de restablecer la frontera exterior
común, lucharán unos contra otros. El resultado será una divi-
sión, o hasta una separación.
Si se da la separación cesará la hostilidad, pero sólo con una
condición -que no siga el contacto. Las fronteras, con sus fun-
ciones ¶/, comienzan a existir tan sólo cuando queda algún
contacto. Cuando existen división y contacto se verá siempre
la función de frontera, como hostilidad abierta o latente o
como tendencia inhibida a la reintegración por la identifica-
ción, como amistad o amor latente. El lugar de contacto en
estos casos es igual al lugar de conflicto. "Se necesitan dos
para una pelea."
Se da una división entre el individuo y el mundo en el caso
de un criminal en prisión, cuyo aislamiento está materializado
por las barras de la prisión. Una actitud amistosa por uno u
otro lado (misericordia y arrepentimiento respectivamente)
puede eliminar la separación y restablecer el contacto. Pero
el fenómeno de contacto no es permanente; está constituido
por la experiencia de reunión y será remplazado por la con-
fluencia, una vez que el antes "criminal" es aceptado de nuevo
por la sociedad.
En el caso del criminal la sociedad inicia la división, pero
el individuo puede crear también esas divisiones. El deseo de
soledad crea una frontera como una fase pasajera, mientras
que la misantropía o una idea de persecución generalizada lle-
va a un aislamiento más permanente. Una convicción política
diferente de la mayoría puede crear un nuevo partido, un
nuevo credo creará una nueva secta.
194 METABOLISMO MENTAL

Para evitar conflictos -para permanecer dentro de los lími-


tes de la sociedad o de otras unidades— el individuo aliena
aquellas partes de su personalidad que lo llevarían a entrar en
conflicto con el medio ambiente. Pero la evitación de conflic-
tos externos tiene como resultado la creación de internos. El
psicoanálisis ha recalcado correctamente este hecho una y
otra vez.
Un niño desea con intensidad un juguete. No lo consigue,
pero sabe que es posible comprarlo con el dinero que está en
la bolsa de papá. Tomar este dinero, lo sabe, lo llevaría a un
serio conflicto con su padre, que dice que robar es un pecado
y que hay un castigo para ello. Al identificarse con lo que dice
su padre debe alienar —suprimir— su deseo. Debe destruirlo
por medio de la resignación y el llanto, o arrojarlo fuera de
su frontera del Ego reprimiéndolo o proyectándolo. Se realiza
la represión retroflexionando su agresión, que originalmente
se dirigía contra el padre frustrador, y ahora se dirige contra
su deseo. La proyección —a través de un proceso diferente y
más complicado— restablece la armonía entre él y el padre,
pero al precio de destruirse a sí mismo.
El holismo exige paz interna. Un conflicto interno se opone
a la esencia misma del holismo. Freud dijo una vez que un
conflicto en la personalidad es como dos criados que se pelean
durante todo el día; ¿se puede esperar que realicen algún
trabajo? Cuando existe una escisión dentro de la personalidad
(por ejemplo entre conciencia e instintos), el Ego puede ser
hostil hacia el instinto y amistoso hacia la conciencia (inhibi-
ción), o viceversa (desafío).
Los siguientes ejemplos de asesinato pueden demostrar cómo
el mismo acto suscita reacciones, evaluaciones y hasta conflic-
tos diferentes y cómo las diversas reacciones dependen del
modo de identificación:
1) Una persona ha disparado un tiro a su vecino. La socie-
dad o su representante, el fisca que se identifica con la vícti-
ma, lo llama asesinato y exige castigo. 2) Una persona ha dado
un tiro a su adversario en la guerra. La sociedad se identifica
con el soldado, por estar esta vez la víctima fuera de las fron-
teras de la identificación. Podría ser que el soldado hasta reci-
biera un premio. 3) El mismo caso que 1) pero aquí el juez, al
LA ESCISIÓN DE LA PERSONALIDAD 195
saber que nuestro "asesino" ha sido profundamente ofendido
por el vecino, podría simpatizar con el acusado. Por medio
de la identificación con ambos, el matador y el cadáver, el juez
está en conflicto acerca de la culpa del acusado. 4) El mismo
caso que 2) pero el Super Ego del soldado ha retenido el dog-
ma de que matar es un pecado mortal. Estará también en con-
flicto por la identificación con su país y con las exigencias de
su conciencia.
En 3) el juez dice, "te condeno" y "no te condeno". En 4) el
soldado siente "debo matar" y "no debo matar". Esas identi-
ficaciones dobles son intolerables para el organismo. Se re-
quiere una decisión. Debe cesar una de las identificaciones.
De hecho, sólo comprendiendo la posibilidad de rechazar iden-
tificaciones como indeseables y peligrosas y de alienarlas, po-
demos captar el auténtico sentido del Ego y su desarrollo como
selector o censor.
La identificación con las necesidades orgánicas ordinaria-
mente está libre de esfuerzo, pero no la alienación. Cuanto
más cerca está un deseo de las necesidades orgánicas, más
difícil resulta la alienación cuando la situación social la exige.
La mayoría de nosotros hemos experimentado cuan difícil es
disociarse hasta de una curiosidad morbosa de fijar la mirada
en una persona deformada. A pesar de todos los esfuerzos para
dirigir hacia otra parte hs ojos, nos descubrimos mirando una
y otra vez en la dirección desaprobada. Si es ya casi imposible
alienar esa curiosidad morbosa o un hábito desagradable como
un tic o el tartamudeo, cuánto más difícil debe ser alienar un
impulso realmente poderoso. "¿Dejaría usted de hacerlo por
un dulce?"
Mencioné antes que en la función de identificación tenemos
el núcleo de una "voluntad libre", que comenzará a existir en
cuanto en el proceso de reacondicionamiento remplacemos
"correcto" e "incorrecto" por "identificación" y "alienación"
respectivamente. Por habernos identificado con algunos méto-
dos los llamamos "correctos" y alienamos otros, llamándolos
"incorrectos". Este "sentido" de corrección e incorrección en-
gaña a veces, ya que se percibe la familiaridad o los hábitos
como correctos y las actitudes extrañas o no acostumbradas
como incorrectas. F. M. Alexander ha realizado un estudio ex-
196 METABOLISMO MENTAL

celente sobre estas dificultades que salen al paso en el proceso


de recondicionamiento.
Esta confusión de la actitud familiar con lo "correcto" es
algo que se encuentra diariamente en el análisis. Muchos ana-
listas hablan de esto como de falta, por parte del paciente, de
comprensión de su enfermedad. Este reproche está por com-
pleto fuera de lugar. La actitud biológicamente correcta podía
haber sido alienada hasta tal punto que el paciente no puede
ya concebirla como natural. Su resistencia es una identifica-
ción con ciertas exigencias ideológicas que él no experimenta
como una identificación cambiable —sino como una visión "co-
rrecta" fija.
El análisis de un síntoma puede aclarar el sentido de lo an-
terior y demostrar cómo la movilización de las funciones del
Ego es necesaria para restablecer el funcionamiento sano de
toda la personalidad.
La señora A sufre dolor de cabeza después de que una ami-
ga la ha insultado. No tiene consciencia del hecho de que ella
misma produce el dolor de cabeza y no desea asumir la respon-
sabilidad de él —más bien echa la culpa a su constitución, a
su propensión a los dolores de cabeza o a su amiga desconsi-
derada. También el psicoanálisis la exonera de responsabilidad
al descubrir la causa en energía libidinal transformada. Si ella
se responsabilizara más por su dolor de cabeza (y tomara me-
nos aspirinas) y si conociera exactamente cómo lo produjo,
podría decidir no producirlo en absoluto.
Dice que después del insulto de su amiga sentía ganas de
llorar, pero no derramó una sola lágrima. Parece como si el
llanto se hubiera convertido en dolor de cabeza. Pero del mis-
mo modo que no puedo concebir cómo la libido puede trans-
formarse en un dolor de cabeza, tampoco puedo aceptar esa
transformación del llanto. Cada truco conjurador tiene su ex-
plicación racional. Identificada con la dignidad y el orgullo,
era incapaz de identificarse con la necesidad biológica de en-
contrar alivio en el llanto, y por esa razón contrajo los múscu-
los de los ojos y la garganta para detener el flujo de las lá-
grimas.
La contracción muscular intensa lleva al dolor; apretar los
músculos de la cabeza produce dolor de cabeza. Cualquiera
LA ESCISIÓN DE LA PERSONALIDAD 197

puede convencerse de esta "producción de dolor" apretando


un puño lo más fuerte que pueda.
Volviendo al paciente: sin disolver la conglomeración del
Ego (en este caso las contracciones permanentes) no puede
ceder al impulso de llorar y adquirir funciones adecuadas del
Ego, es decir, identificaciones con sus necesidades reales. Su
dolor de cabeza es el signo de una situación no concluida; es
incapaz de terminar, de liberarse de su resentimiento, porque
siente una renuencia tremenda a dejarse ir.
En esta renuencia la asiste su sistema sensomotor.
IX. RESISTENCIAS SENSOMOTORAS

CUANDO el analista indica al paciente que tiene una resis-


tencia o está en estado de resistencia, con frecuencia el pa-
ciente se siente culpable, "como si" no debiera tener esas ca-
racterísticas inaceptables. El psicoanálisis se concentra atina-
damente en gran medida sobre las resistencias, pero con fre-
cuencia con la idea de que son algo indeseable —algo que se
puede suprimir y que debería destruirse donde quiera que uno
se encuentre con ello para desarrollar un carácter sano. La
realidad parece ser algo distinta. No se pueden destruir las
resistencias; y en todo caso no es algo malo, sino más bien
energías valiosas de nuestra personalidad —nocivas tan sólo
cuando se aplican mal. No podemos ser justos con nuestros pa-
cientes mientras no percibimos la dialéctica de la resistencia. El
opuesto dialéctico de la resistencia es la asistencia. El mismo
fuerte que resiste al agresor asiste al defensor. En este libro
podemos retener el término "resistencia", ya que esencialmente
somos enemigos de la neurosis. En un libro de ética preferiría-
mos el término "asistencia" para aquellos mecanismos que nos
ayudan a reprimir los rasgos de carácter condenados. Sin em-
bargo, debe recordarse que sin tener en cuenta la visión del
paciente de sus resistencias como asistencias no podemos tra-
tarlas con éxito.
La rigidez de las energías de resistencia ofrecen la dificul-
tad cardinal. Cuando el freno de un automóvil o la llave de
agua están atascados, es imposible el funcionamiento adecua-
do del automóvil o el suministro de agua. La situación analí-
tica tiene como tarea recobrar la elasticidad de esas resisten-
cias rígidas. No es que desaparezca la resistencia interna y se
cree una transferencia negativa. Más bien es que comienza a
existir otra frontera (entre paciente y analista) además de la
frontera del Ego establecida entre el deseo interno perturba-
dor y la personalidad consciente. Se considera al analista como
un aliado del impulso prohibido y en consecuencia se le aliena.
A no ser que la identificación con las ideas "extrañas" del psi-
coanalista se realice, el censor, lleno de desconfianza y hosti-
198
RESISTENCIAS SENSOMOTORAS 199

lidad, está en guardia contra el perturbador. El organismo se


identifica con esta hostilidad y resiste o incluso ataca al ana-
lista.
La formación fondo-figura tiene un serio inconveniente. El
organismo se concentra en una cosa cada vez. De esta forma
consigue un máximo de acción en un lugar, pero un mínimo
de atención en cuanto al resto. De esta forma, todo ataque
imprevisto constituye un peligro. Lo inesperado -el ataque
por sorpresa— es desventajoso para el individuo lo mismo que
para un ejército o una nación. Del mismo modo que las for-
tificaciones y las defensas permanentes compensan la debili-
dad en potencial humano, encontramos en el organismo indi-
vidual piel y caparazones en el aspecto físico, formación de
carácter en el plano de la conducta. Pero, como mencionamos
antes, no se pueden cerrar herméticamente las fronteras. Debe
seguir funcionando cierto contacto con el mundo. Un castillo
debe tener comunicaciones, como puertas para recibir alimen-
to y enviar mensajes. Una gran brecha en el muro, en vez de
una puerta, constituiría una comunicación abierta, una con-
fluencia. Cuando, por ejemplo, se rompe la valla de una gran-
ja, el ganado se escaparía por esta confluencia con el mundo
exterior, y el granjero tendría que cambiar la guardia me-
cánica de la cerca a un vigilante vivo, un guardián o un perro.
Pero estos podrían dormirse y la abertura seguir sin vigilan-
cia, restableciéndose así la confluencia.
Esas comunicaciones vigiladas son las aperturas del cuerpo.
Requieren cierta cantidad de atención consciente (funciones
del Ego) pues de otro modo podrían convertirse en lugares de
confluencia. Siguiendo con el símil del castillo, las resistencias
patológicas pueden compararse con puertas cerradas con llave
(cuya llave se ha perdido), y la ausencia total de resistencias
corresponde a las brechas del muro producidas por la remoción
completa de las puertas. El carácter impulsivo y responsable,
tal como se encuentra en casos de "delincuencia juvenil", ma-
nifiesta claramente la ausencia de resistencias necesarias, la
falta de frenos que debería aplicar a salvaguardarse de la re-
presalia de la sociedad. Al analizar las resistencias con el su-
puesto de que no deberían existir, corremos grandes riesgos.
Sucederá con frecuencia que no abordamos a fondo las resis-
200 METABOLISMO MENTAL

tencías, sino que las reprimimos o sobrecompensamos —turba-


ción con seudovalor, vergüenza con descaro, repugnancia con
avaricia indiscriminada. En la "delincuencia juvenil" la repre-
sión de las resistencias se presenta con frecuencia como desafío
y heroismo según un ideal de "hombre duro".
La simple disolución de las energías de resistencia entraña
otro peligro. Muchas personas apenas han desarrollado otras
funciones del Ego más que las de resistencia, ya sea contra sus
propios impulsos o contra las exigencias que se le plantean.
Tienden a desarrollar un Ego fuerte, un carácter lleno de "fuer-
za de voluntad". Para ellos una personalidad eficiente equi-
vale a un carácter "fuerte" —capaz de suprimir el fumar, los
impulsos sexuales, el hambre, etc.
Si se les priva de estas funciones de resistencia y dominio,
no les queda nada que les interese. Nunca aprendieron cómo
divertirse, cómo ser agresivos o cómo amar, y cuando se ana-
lizan sus resistencias, caen en una confusión total, ya que su
identificación con estas funciones vitales no se ha estableci-
do aún.
Además, las energías de resistencia de estas personas son
muy valiosas, y cuando tienen buenas cualidades de dominio
y resistencia, encontrarán muchas oportunidades de emplear-
las en forma beneficiosa. Lo que debe lograrse es la anulación
de retroflexiones. El paciente debe aprender a dirigir las ener-
gías de resistencia hacia el mundo exterior, a aplicarlas de
acuerdo con las exigencias de la situación, a decir "no" cuan-
do se requiere un "no". Cuando se tiene que tratar a una per-
sona borracha, incapaz, es más importante controlar y aún li-
berarse de sus importunidades que controlarse a sí mismo. El
niño que siempre accede a las exigencias con frecuencia idio-
tas e irresponsables de sus padres y resiste a sus propios im-
pulsos, mutilará su propia personalidad y llegará a ser un
carácter manso y deshonesto. Si a veces se las arregla para re-
sistir a sus exigencias, si plantea un combate, más adelante
estará en mejor posición para sostener sus derechos. La situa-
ción actual es el criterio en cuanto a si la resistencia es útil
o no. La obstinación, una resistencia consciente concentrada,
ha de ser juzgada también desde el punto de vista de su uti-
lidad. La obstinación de tomar buen consejo es diferente de
RESISTENCIAS SENSOMOTORAS 201

la obstinación de una nación determinada frente a ataques no


provocados.
Cuando comprendemos perfectamente dos hechos, las fun-
ciones centrífugas, sensoras y motoras y el fenómeno de la re-
troflexión, concebimos claramente las resistencias somático-
neuróticas. De éstas, las resistencias motoras, que consisten
ante todo en tensión muscular acrecentada, han sido tratadas
muy extensamente por la teoría de la armadura de Reich. Lo
que debo añadir es que estos calambres son de hecho un es-
trujamiento retroftexionado. Son síntomas de la actitud depen-
diente (el morder dependiente; depender de una persona o
de las propias posesiones, heces, respiración, etc.; cf. el aná-
lisis del reflejo de aprehensión de Imre Hermann).
Entre las resistencias sensoriales, la más frecuente es la es-
cotomización, una función negativa o deficiente por medio de
la cual se evita la percepción de ciertas cosas. Menos conocido
es el hecho de que la actividad sensorial acrecentada es tam-
bién una resistencia. Todos conocemos personas que son sus-
ceptibles, muy sensitivas y que se sienten heridas con facili-
dad. Su susceptibilidad, muy desarrollada y cultivada, sirve
como medio para evitar situaciones a las que no quieren en-
frentarse, y su expresión favorita es "esto me ataca los ner-
vios". Esta hiperestesia asume la forma, por ejemplo, de mi-
graña con su supersensibilidad a la luz, etc., cuando la señora
quiere evitar una discusión desagradable con su marido. En
la situación sexual es tan sensitiva que cualquier acercamiento
la hiere, una defensa que desaparece cuando está en armonía
con su esposo. Otros desarrollan susceptibilidad (como asis-
tencia) no con propósitos defensivos, sino agresivos. Cuando
uno se niega a someterse a uno de sus deseos, parecen tan
heridos que hacen que uno se sienta como si hubiera come-
tido un crimen; y la siguiente vez, aunque uno se dé cuenta
del chantaje emocional, no se atreve a negarse a sus exigencias.
El cuadro de la hiperestesia —la disponibilidad a ser heri-
do- no estaría completo sin tomar en consideración la pro-
yección del herir. Toda persona que se ofende con facilidad,
que con facilidad se siente herida, tiene una inclinación igual-
mente fuerte pero inhibida a causar dolor. Esta a veces en-
202 METABOLISMO MENTAL

cuentra su escape y fin de una forma indirecta. Los caracteres


melancólicos, por ejemplo, gozan haciendo que otras personas
se sientan desgraciadas y con frecuencia admiten que la mayor
parte de las veces tienen éxito en hacer que los demás se
sientan torpes, embarazados e irritables.
La producción de la resistencia opuesta, desensibilización
(hipoestesia y anestesia) requiere aún más investigación. A
veces se produce la hipoestesia por medio de contracciones
musculares medio tensas prolongadas, a veces por medio de
la concentración en una "figura" diferente de la que la situa-
ción requiere (maniquí).
Un paciente se quejaba de falta de sensaciones durante las
relaciones sexuales. Al investigar detalladamente sus experien-
cias se reveló que, durante el acto, "pensaba" en vez de con-
centrarse en sus sentimientos. En su fantasía con frecuencia
estaba muy ocupado leyendo un periódico, una conducta que
el análisis reveló ser un entrenamiento contra excesiva sensi-
bilidad, contra su eyaculaeión precoz. Al apartar su atención
de sus sensaciones y dirigirla al periódico había superado su
dificultad, pero había cambiado su hiperestesia en anestesia,
sin que en ninguno de los dos casos fuera posible la satisfac-
ción sana.
La desensibiuzación se ve acompañada con frecuencia por
un sentimiento de estar envuelto en algodón, o por un apagón
mental. Sin embargo, cuando un paciente sostenia que nada
sentía o pensaba, descubrí que el apagón o la anestesia no era
completa, sino que simplemente se trataba de una hipoestesia,
una especie de mitigación. Los pensamientos estaban presen-
tes (pero más bien en el fondo), y también los sentimientos,
aunque se les describía como de naturaleza embotada o gas-
tada.
En un caso descrito por Freud el paciente se quejaba de
un velo permanente, que sólo se rasgaba durante la defeca-
ción. Supongo que esta "re-velación" era idéntica con su sen-
timiento del contacto de las heces con la pared del ano, esto
es, con el contacto de salida. La ausencia de este contacto cons-
tituye una confluencia no vigilada entre la personalidad y el
mundo. Esta confluencia, la ausencia de la frontera del Ego,
es esencial para el desarrollo de proyecciones.
RESISTENCIAS SENSOMOTORAS 203

Los niños pequeños cierran con energía sus ojos cuando no


quieren ver. Esta es una función positiva, una actividad. Es
un impulso adicional muscular que impide que su curiosidad
se haga efectiva. Parece que el velo del paciente de Freud es,
en forma similar, una cobertura, una función adicional, un
tipo de alucinación sensomotora. Cuando se describen y ana-
lizan con propiedad esas funciones de cobertura, se puede des-
enmascarar su objetivo: evitar cierta experiencia emocional En
casos de adormecimiento anal se me ofrecieron descripciones
tales como: "las heces pasan por un tubo de goma"; o "es
como si existiera un espacio de aire"; o las heces no tocan
la pared".
Descripciones similares se dan en casos de frigidez genital.
También aquí se encuentran niveles alucinados lado a lado
con las funciones negativas, como falta de concentración y de
adecuada formación fondo-figura.
La frigidez oral (embotamiento del gusto, falta de apetito)
desempeña un papel considerable en la alteración del desarro-
po del Ego. Impide la experiencia del goce lo mismo que de
la repugnancia, y promueve la introyección del alimento.
X. LA PROYECCIÓN

MIENTRAS que con ayuda de la literatura analítica disponible


pudimos formar un cuadro claro del origen de la introyección,
aún estamos en tinieblas acerca de la génesis de la proyección.
Existe allí un estadio prediferente para el cual, que yo sepa,
todavía no se ha acuñado un nombre. Con frecuencia se ob-
serva que el niño arroja su muñeca del cochecito. La muñeca
ocupa el lugar del niño mismo: "quiero estar donde está la
muñeca". Este estadio emocional (ex-movere) se diferencia
más tarde en expresión y proyección. Un metabolismo mental
sano requiere el desarrollo en dirección de la expresión y no
de la proyección. El carácter sano expresa sus emociones e
ideas, el carácter paranoide las proyecta.
Difícilmente puede sobrestimarse la importancia del tema
de la expresión si se tienen en cuenta dos hechos:
1) Es incorrecto hablar de la represión de los instintos. Nun-
ca se pueden reprimir los instintos —tan sólo sus expresiones.
2) Además de la expresión inhibida de los instintos (prin-
cipalmente en la acción) toda neurosis manifiesta dificultades
para expresar el "Ser" (principalmente con palabras). Se rem-
plaza la expresión con actuación, difusión, hipocresía, ego-
centrismo y proyección.
No se crea deliberadamente la expresión genuina; brota "del
corazón", pero se moldea conscientemente. Todo artista es un
inventor que encuentra medios y caminos —a veces caminos
nuevos— para expresarse.
La proyección esencialmente es un fenómeno inconsciente.
La persona que proyecta no puede distinguir en forma satis-
factoria entre el mundo interior y el exterior. Visualiza en el
mundo exterior aquellas partes de su propia personalidad con
las que se niega a identificarse. El organismo las experimenta
como si estuvieran fuera de las fronteras del Ego y reacciona
consecuentemente con agresión.1
1
Por simplificar dejamos aquí de lado algunas complicaciones. Dios, por
ejemplo, es una proyección de los deseos de omnipotencia del hombre, pero
por identificación parcial ("Mi" Dios) la agresión entra en juego sólo contra

204
LA PROYECCIÓN 205

Los sentimientos de culpa son desagradables de soportar


por ello los niños y los adultos con un sentido de responsabili-
dad insuficientemente desarrollado se inclinan a proyectar toda
culpa anticipada sobre alguna otra cosa. Un niño que se ha
golpeado en una silla, culpa a la "perversa" silla. La persona
que arruina sus negocios puede atribuir la responsabilidad a
"la mala época" o "al destino" —siempre habrá a mano un
chivo expiatorio.
Estas proyecciones de culpa tienen la ventaja de proporcio-
nar un alivio temporal, pero privan a la personalidad de las
funciones del Ego de contacto, identificación y responsabi-
lidad.
Al analizar pacientes que con anterioridad habían estado en
tratamiento con otros analistas me di cuenta de que algunos de
ellos manifestaban un número extraordinario de proyecciones.
Se habían hecho conscientes partes reprimidas de sus perso-
nalidades, pero los pacientes no habían aceptado los hechos y
funciones que habían brotado a la superficie. Eran malos "mas-
cadores" y nunca se las habían arreglado para asimilar el ma-
terial liberado. Este material había sido arrojado desde el In-
consciente directamente al mundo, sin pasar las fronteras del
Ego. Un caso, al proyectar sus impulsos sexuales sobre sus
amigos, había desarrollado casi una manía de persecución.
Otro manifestaba un acrecentamiento notable del miedo des-
arrollado a través de la proyección de su agresión sobre el
mundo. Al liberar el material reprimido, sin asimilarlo, ambos
casos habían ido de mal en peor.
Una madre me dijo que su hijo había experimentado una
pesadilla. Se despertó llorando porque un perro quería mor-
derlo. Descubrí que en su intento de jugar al "perrito" con su
madre y comerla se había encontrado con un rechazo severo
y se le había dicho que no fuera malo. No intenté explicar al

un dios extraño o en situaciones en las que no se acepta la "voluntad de


Dios", como después de decepciones.
Se dice que la gente sólo recuerda a Dios cuando lo necesita. Esto no
es un recuerdo, sino que se trata cada vez de una nueva proyección. Cuando
en una situación difícil se sienten impotentes y desean poder y recursos má-
gicos, proyectan esos deseos de omnipotencia y se recrea al Dios todopo-
deroso.
206 METABOLISMO MENTAL

niño el significado del perro como animal tótem y su papel


dentro del complejo de Edipo; simplemente di por entendido
que el niño había proyectado su agresión frustrada sobre el
perro del sueño. Por este medio su papel de mordedor activo
se había cambiado en miedo de ser mordido. Aconsejé a la
madre que alentara lo mismo el juego del perro que la agre-
sión del niño. La pesadilla no volvió a repetirse.
La persona que está inclinada a proyectar, se parece al que
está sentado en una casa con espejos en todas las paredes.
Dondequiera que mira piensa que ve el mundo a través del
cristal, mientras que en realidad sólo ve reflejos de las partes
no aceptadas de su propia personalidad.
Excepto en el caso de los sueños y de una psicosis en com-
pleto desarrollo, uno encuentra siempre la tendencia a emplear
un objeto adecuado como pantalla o receptor para la proyec-
ción. El niño con la pesadilla habría desarrollado una fobia
hacia los perros en caso de no haber reconquistado su agresi-
vidad. El horror de las naciones agresoras se acrecienta con la
misma cantidad de agresión que la víctima proyecta sobre ellas
y disminuye a su nivel real cuando la víctima se niega a ser
intimidada y hace uso de su propia agresividad.
Sin embargo, no es siempre el mundo exterior el que sirve
como pantalla para las proyecciones; pueden también darse
dentro de la personalidad. La conciencia severa de algunas per-
sonas no puede explicarse simplemente por medio de la in-
troyección. Los padres que, según la teoría de la introyección,
reaparecen dentro de la personalidad como conciencia, en rea-
lidad pueden ser cualquier cosa menos severos. En unos de
mis casos los padres habían sido extraordinariamente simpá-
ticos, pero habían matado la agresión del hijo por medio de la
bondad. Este paciente sufría serios sentimientos de culpa y
reproches intensos de su conciencia. Había proyectado su agre-
sión -su tendencia a reprochar— en su conciencia, a la que
en consecuencia experimentaba como su atacante. En cuanto
logró ser abiertamente agresivo su conciencia perdió sus fuer-
zas sobre él y desaparecieron sus sentimientos de culpa. Una
conciencia muy rígida puede curarse tan sólo cuando el auto-
reproche se transforma en acercamiento al objeto.
LA PROYECCIÓN 207

Los "santos" rusos de la literatura presoviética, al someter


su agresividad y renunciar al pecado, acrecentaban sus senti-
mientos de culpa. Por otro lado, un niño puede tener padres
muy intolerantes, pero si mantiene su espíritu de lucha y no
proyecta su propia agresión sobre los padres o su conciencia,
permanecerá sano.
Las proyecciones pueden unirse a los objetos y situaciones
más inesperados. Uno de mis pacientes gastaba la mayoría de
su tiempo preocupándose por sus genitales y cómo experimen-
tar sensaciones en ellos. Con frecuencia imaginaba que su pene
había desaparecido dentro de su estómago, que no era sufi-
cientemente viril o que era débil. Cualquiera que fuera el tema
que se tratara siempre volvía al tema de su pene. El análisis
de sus dificultades genitales y orales aportaron una mejora pero
no la solución. Me sorprendió entonces que sus funciones del
Ego se limitaran a quejarse y a raros periodos de llanto y dis-
gusto. ¿Dónde estaban los demás rasgos de su personalidad?
Estaban proyectados sobre su pene. No sentía que estaba hu-
yendo de ciertas situaciones, pero en esos casos tenía el sen-
timiento de que su pene había desaparecido dentro de su es-
tómago. Él no se sentía débil, sus genitales eran débiles. En
vez de tratar de superar lo aburrido de su vida, trataba siem-
pre de suscitar más sensaciones en su pene.
Ciertamente es este un caso excepcional. Lo que con más
frecuencia vemos es la proyección hacia el pasado. En vez de
expresar una emoción dentro de la situación actual, el pacien-
te produce un recuerdo. En vez de decir al analista "usted dice
tonterías", parece ser indiferente, pero de repente recuerda una
situación en que atacó a un amigo por decir "tonterías". Ese
pasar por alto la proyección hacia el pasado ayuda al psicoaná-
lisis, por un lado, a sostener el dogma del pasado omni-impor-
tante, y por otro, interfiere con la clarificación de los conflic-
tos actuales.
De ordinario se proyecta hacia el mundo exterior la mayor
parte del material no deseado. En realidad a veces es muy di-
fícil descubrir las proyecciones, por ejemplo, en el caso de la
necesidad neurótica de afecto, un fenómeno que siempre ha
constituido un tropiezo en la teoría y práctica analíticas. Ka-
208 METABOLISMO MENTAL

ren Horney se ha dado cuenta del papel importante que este


rasgo de carácter representa en el neurótico de nuestra época
y ya he explicado que esta necesidad no puede verse satisfecha
porque el amor, en caso de ofrecerse, no es aceptado ni asimi-
lado en realidad.
El psicoanálisis y la psicología individual (Adler) procla-
man el dogma de que el neurótico ha permanecido más o me-
nos infantil. Ciertamente la necesidad de afecto está presente
en cada niño y la incapacidad de amar es con frecuencia una
característica del neurótico; pero la capacidad de amar no
está restringida en absoluto a los adultos. El niño odia y ama
con una intensidad que los adultos sólo pueden envidiar. La
tragedia del neurótico no es que nunca ha desarrollado amor,
ni que ha sufrido una regresión al estado de niño -está en su
inhibición de amar, y más aún, en su incapacidad para expre-
sar su amor. Cuando al amor no aceptado le sigue una desilu-
sión, la dolorosa experiencia le hace huir de la entrega a sus
emociones. Es como si decidiera "que los demás amen; no
volveré a correr ese riesgo". Pero cada vez que suscita amor
la situación vuelve a hacerse precaria; se siente tentado a res-
ponder al amor con amor, pero siente vergüenza de ser ridícu-
lo y romántico. Tiene miedo de que se aprovechen de él o de
tener que sufrir repulsas. Cuando, además de esto, tiene un
carácter oral, la necesidad de afecto coincide con su voracidad
general
El neurótico proyecta el amor (inhibido) y consecuente-
mente (en sus expectativas y fantasías) suscita visiones en que
recibe precisamente los afectos que ha suprimido en sí mismo.
Dicho de otra forma, no padece una incapacidad para amar,
sino una inhibición —el miedo a amar demasiado.
Del mismo modo que "la necesidad de afecto" del neurótico
se ancla en la proyección, así otro síntoma al que el psicoaná-
lisis clásico considera el síntoma neurótico número uno. Me
refiero al complejo de castración que se basa en el miedo de
que los genitales puedan ser completa o parcialmente des-
truidos. Para demostrar la existencia de este complejo, los freu-
dianos interpretan cada parte del cuerpo como pene. Hasta la
exigencia por parte de la madre de que el niño evacúe se ex-
LA PROYECCIÓN 209

plica como una castración. Sin embargo, el psicoanálisis pasa


por alto el hecho decisivo de que en todos los llamados subs-
titutos de pene sólo un factor permanece constante —en con-
creto, el de daño: toda educación disciplinaria amenaza y a
veces inflige daño, ya sea al pene, a los ojos, a las nalgas, al
cerebro o al honor. El temor recurrente del neurótico a sufrir
daño no puede curarse metiendo todo posible símbolo de pene
dentro del complejo de castración, sino más bien anulando las
proyecciones de la agresión del neurótico —de su deseo inex-
presado de amenazar e infligir daño.
Un joven con una fijación materna fuerte, aunque infeliz,
admitió que huía de las relaciones sexuales por miedo a que
pudiera suceder algo a su pene dentro de la vagina. Sus sue-
ños revelaron que tenía miedo de una vagina dentada. El
genital femenino era para él una especie de tiburón que mor-
dería su pene. En apariencia era este un complejo de castra-
ción no ambiguo. Era artista y manifestaba un horror no usual
a cualquier revisión de sus obras debido a la crítica aguda-
mente mordaz que podría expresar. Evitaba las amenazas lo
mismo a su pene que a su narcisismo.
Otros síntomas trajeron la solución de su neurosis: rara vez
empleaba sus dientes anteriores y temía herir hasta a una mos-
ca —dos fenómenos que casi siempre se encuentran juntos. El
morder y el herir eran proyectados, pero no sólo en la vagina,
de tal forma que su miedo a ser herido no se limitaba al pene.
Considerar al pene como el único objeto o hasta como el ob-
jeto primario es, en mi opinión, una decisión arbitraria y con-
funde un síntoma con una causa. Aunque se convenza a un
neurótico de este tipo de que no hay peligro en la vagina, no
terminarían sus problemas, ya que su complejo de castración
no es el centro de su neurosis. Es sólo un resultado de su agre-
sividad proyectada. Puede llegar a ser sexualmente potente,
pero el miedo al daño (por ejemplo, a su prestigio) puede, sin
embargo, permanecer y simplemente buscar otra pantalla para
sus proyecciones. La actitud desconfiada de nuestro paciente
cambió una vez que aprendió a emplear su agresión, a clavar
sus dientes en las cosas y a tomar su parte de la vida. Durante
el tratamiento le oí expresar críticas muy duras.
210 METABOLISMO MENTAL

Las proyecciones, en el sentido más estricto, son alucina-


ciones. La pesadilla del niño pequeño es una alucinación pro-
yectiva de ese tipo, que constituye un síntoma central en la
paranoia genuina. Cuando sigue existiendo suficiente sentido
de la realidad, se racionalizan las alucinaciones; podemos en-
tonces hablar de un carácter paranoide. Es típico de él buscar
"puntos", realidades que puedan servir como pruebas al para-
noide de que no sufre alucinación. El marido morbosamente ce-
loso, por ejemplo, estará a la espera y tratará de poner trampas
a su esposa para descubrir si sonríe a alguna otra persona; y
si esto sucede, interpreta su sonrisa de acuerdo con sus ideas
preconcebidas de celos.2
Una persona era perseguida por el miedo de que algún día
la mataría una teja que cayera de un tejado. Evitaba ir cerca
de las casas y al caminar por la calle corría el peligro mayor de
ser atropellado. No se le pudo convencer, naturalmente, de que
la probabilidad de que lo matara una teja era de una entre
un millón. Un día me trajo un recorte de periódico y me lo
mostró triunfante: a una persona la había matado una teja.
"Como ve, tenía razón; esas cosas sí suceden." Buscaba puntos
y al fin había encontrado uno. Se eliminó su miedo anulando
la proyección de su impulso particular a sacar el cuerpo por
las ventanas y arrojar piedras a las personas que lo habían
tratado "injustamente".
Casos más ligeros de caracteres paranoides manifiestan cier-
ta selectividad que recalca algunas características en una per-
sona y escotomiza otras. Los rasgos atacados corresponden a
las proyecciones, a las partes alienadas de la personalidad pa-
ranoide. De esta forma, las proyecciones son medios muy apro-
piados para evitar la solución de la actitud ambivalente. Al
proyectar la actitud hostil propia es fácil ser tolerante. ¿No
merece uno una felicitación por ser tan bueno en medio de
un mundo tan malo?
Como una concepción orgánica no puede estar satisfecha
con la investigación de sólo los aspectos psicológicos, intenta-
remos descubrir qué es lo que corresponde, por el lado somá-
tico, al proceso de proyección.
2
Los celos se deben siempre a deseos no expresados, proyectados.
XI. EL SEUDOMETABOLISMO DEL CARÁCTER
PARANOICO

DOS FIGURAS pueden mostrar de una forma sencilla la activi-


dad del área alimenticia del organismo: la figura I ilustra el
metabolismo sano del alimento; la figura II, un fenómeno pa-
tológico que se parece al metabolismo, pero en realidad es una
frustración y se puede llamar seudometabolismo.

El tubo de alimentación es una piel que separa al organis-


mo propiamente dicho del mundo exterior (como lo hace la
epidermis). Mientras el alimento está dentro del tubo y no
ha penetrado por sus paredes, está aún aislado del organismo.
En cierto sentido sigue siendo parte del mundo exterior lo mis-
mo que el oxígeno en los pulmones antes de ser absorbido a
través de los alvéolos. Tanto el oxígeno como el alimento lle-
gan a ser parte del organismo tan sólo después de haber sido
absorbidos,
Sin una preparación apropiada (masticación, etc.) el ali-
mento no llega a ser absorbible. Las personas que no mastican
en forma apropiada, tal vez descubran trozos duros de comi-
da, bayas y objetos similares en su defecación. El material

211
212 METABOLISMO MENTAL

introyectado permanece fuera del organismo propiamente di-


cho y por ello se percibe correctamente como algo extraño al
Ser, algo que provoca agresión dental o el deseo de liberarse
de ello. Se defeca este material no como un desperdicio, sino
como proyección. No desaparece del mundo del proyector, sino
tan sólo de su personalidad.
Bajo el influjo de resistencias el sano estado de comer y de-
fecar se cambia con frecuencia en las condiciones patológicas
de introyección y proyección; con la ayuda de resistencias sen-
soriales (hipoestesia), la boca y el ano se convierten en luga-
res de confluencia en vez de lugares de comunicación re-
gulada.
La primera vez que descubrí casos en los que el paciente
no aceptaba, sino que proyectaba el material liberado por el
psicoanálisis del Inconsciente, traté de descifrar cómo este ma-
terial podía zafarse sin contacto del Ego —sin que el paciente
se diera cuenta de este proceso. Encontré la solución en la
identidad estructural de los procesos físicos y mentales. En
todos estos casos se da una anestesia, una frigidez del ano. De
esta forma el material analítico, lo mismo que las heces, no
se filtra (en la terminología de Federn) a través de las fron-
teras del Ego; o, de una forma que yo prefiero, el Ego no
existe, no funciona. Como se da confluencia entre organismo y
mundo, no se advierte qué partes de la personalidad abando-
nan el sistema.
Un resultado de la anestesia, que a veces se extiende mucho
más allá del recto, es que el sentimiento del impulso para
defecar se reduce considerablemente, inseguridad que se ma-
nifiesta la mayor parte de las veces en un estrechamiento per-
manente del músculo constrictor del ano y en estreñimiento
crónico. El control de la defecación no está funcionando bio-
lógicamente; por seguridad, el ano está cerrado rígidamente;
la defecación es forzada y con frecuencia se generan hemo-
rroides. No se siente el paso de las heces por el ano-, se realiza
sin sensaciones adecuadas. En vez de plena consciencia, acom-
paña a la defecación un vagabundeo mental -a veces hasta
cierto tipo de trance.
En el organismo sano el alimento mental y físico se asimila
EL SEUDOMETABOLISMO DEL CARÁCTER PARANOICO 213

y transforma en energías que se aplican a la actividad; se pre-


sentan como acción y emociones. El material indigerible es
descargado y descartado como desperdicio; es expresado, pero
no proyectado.
En el seudometabolismo el material insumido se asimila
insuficientemente y sale de la personalidad más o menos sin
usar, llevando consigo energías del sistema. Éstas se escapan
sin haber realizado su tarea en el organismo. Si el material
fuera tan sólo descartado y tratado como desperdicio, el daño
infligido al organismo podría repararse. En un grado conside-
rable podría compensarse la pérdida acrecentando la cantidad
de alimento. (Un "introyector" es voraz, y cierta cantidad del
alimento tragado siempre encontrará un camino para llegar a
los tejidos a pesar de la falta de destrucción oral.) Sin em-
bargo, parece que en el mismo grado en que el poderoso ins-
tinto digestivo permanece no gratificado, el organismo anhela
recuperar su propia sustancia. De una forma primitiva, nos
encontramos con esta tendencia en la perversión de la copro-
fagia y en un nivel más elevado, en la agresividad del para-
noico contra sus proyecciones.
Para comprender la patología del seudometabolismo (en es-
pecial la tendencia paradójica del carácter paranoico —ser hos-
til y al mismo tiempo estar fascinado por sus proyecciones)
hay que recalcar el papel que la repugnancia reprimida juega
en el proceso. La introyección es idéntica al alimento que
pasa demasiado apresuradamente por la zona oral. Si se pala-
deara cierto alimento, provocaría repugnancia y vómitos; para
evitar esto, se traga rápidamente y se reprime la repugnancia.
El resultado es una anestesia oral general y, exactamente como
en el ano, se crea un lugar de confluencia. (Durante largo
tiempo la medicina ha conocido esta anestesia oral como un
síntoma histérico.) Una vez que se silencia al censor —el gus-
to y la sensación de la comida— no queda mucho poder de dis-
criminación. Físicamente (el alimento) lo mismo que mental-
mente (el conocimiento) todo se traga en forma indiscrimi-
nada. Con esta falta de diferenciación va la falta de concentra-
ción —vagabundeo mental y otros síntomas neurasténicos.
214 METABOLISMO MENTAL

Si consideramos los recuerdos reprimidos como acumulación


de trozos no digeridos, vemos dos formas de liberarnos de
ellos: la asimilación o la eyección. Para que se asimile, el ma-
terial debe ser re-masticado y para ser re-masticado, hay que
hacerlo subir. La repugnancia es el componente emocional del
vómito. Si no se hace subir (repetir) el material no digerido,
va hacia la dirección opuesta, se expele.
No se siente la eyección como separación cuando la anes-
tesia anal ha creado una confluencia: la eyección se convierte
en proyección. El organismo prosigue en sus intentos de ata-
car y destruir el material recién proyectado que se vincula a
objetos apropiados del mundo exterior. Siempre que estos ob-
jetos se convierten en "figura", el organismo responde con
agresión —con hostilidad, vengatividad y persecución.
Esta persecución paranoica es un fenómeno muy notable.
Constituye un intento por establecer la frontera del Ego que
no existía en el momento de la proyección. Pero el intento está
condenado al fracaso, ya que el paranoico quiere atacar y tra-
tar como material exterior aquello que en realidad es parte de
él mismo. No puede dejar en paz lo "proyectado" porque su
agresión fundamentalmente es alimenticia. Sin embargo, como
no se aplica esta agresión como agresión dental, la destruc-
ción no tiene éxito y conduce tan sólo a la reintroyección. La
situación digestiva y re-digestiva sigue todavía sin terminar
—se incorpora al enemigo, pero no se le asimila y más tarde
se le proyecta de nuevo y es experimentado como el persegui-
dor.1 Y así una y otra vez. La anestesia, tanto de la boca como
del ano, produce una falta de consciencia: sentir el alimento
(percibir el sabor y su estructura) y sentir la defecación, han
dejado de ser funciones del Ego.
Como el material no asimilado no es simplemente arrojado
y descartado sino proyectado al mundo, cada vez contiene más
material anteriormente proyectado, que de nuevo permanece
digerido en forma incompleta. Se inicia y establece un círcu-
lo vicioso y el carácter paranoide, al perder gradualmente
contacto con el mundo real, llega a aislarse de sus contornos.
1
La persecución de las propias proyecciones se transforma, en la autén-
tica paranoia por proyección, en la idea de "ser perseguido".
EL SEUDOMETABOLISMO DEL CARÁCTER PARANOICO 215

Vive en un mundo "imaginario". De ordinario es inconsciente


de ello ya que, debido al fracaso de la boca y del ano para
regular la comunicación, permanece en confluencia con el mun-
do proyectado al que confunde con el real.2
El siguiente ejemplo puede aclarar el desarrollo del ciclo
proyección/introyección: un muchacho admira a un gran ju-
gador de fútbol. Se ridiculiza su entusiasmo; por eso lo supri-
me y proyecta su admiración sobre su hermana imaginando
que ella es la admiradora del héroe. Más tarde introyecta al
héroe y quiere ser él mismo admirado. Para conseguir esta ad-
miración "alardea" haciendo el payaso y poniendo en juego el
resto de su repertorio infantil. En vez de conseguir admira-
ción, su hermana lo reprende y se ríe de él. El niño se hace
tímido y tiene sueños diurnos secretos de ser un deportista
sobresaliente. Está ahora en camino de llegar a ser un neuró-
tico, pero todavía no es un paranoico. No obstante, esto puede
suceder si al mismo tiempo lamenta, envidia, los éxitos de su
héroe anterior que, en su imaginación, ha llegado a ser su
competidor. Si entonces proyecta la envidia y por ello experi-
menta la creencia de que el mundo envidia sus méritos (fan-
taseados), crea un muro entre él mismo y su medio ambiente;
se hace silencioso y reservado o a su vez irritable y explosivo.
Ya están puestos los fundamentos de un carácter paranoico,
tal vez hasta de una futura paranoia.
Intencionalmente he simplificado mucho el metabolismo pa-
ranoico. Hay muchos más ámbitos por medio de los cuales las
introyecciones y proyecciones penetran y abandonan el orga-
nismo, pero la frecuencia con que se descubren alteraciones de
alimentación vinculadas a síntomas paranoides es tan obvia
que uno se siente justificado al tomar el seudometabolismo
como un síntoma primario.
En la esfera sexual descubrimos, entre otros síntomas, los
celos y el voyerismo. Un joven era demasiado tímido para te-
ner relaciones sexuales con su prometida, pero proyectaba sus
ideas en un amigo y llegó a tener celos de él. Fue fácil demos-
2
Si al menos no se reprimiera la repugnancia su poderosa barrera impe-
diría que las proyecciones fueran reintroyectadas y podría romperse el círcu-
lo vicioso. La repugnancia es una frontera del Ego -aunque ciertamente no
agradable.
216 METABOLISMO MENTAL

trarle que visualizaba exactamente lo que no podía expresar


como su propio deseo. Una re-identificación aclaró rápidamen-
te la situación.
Esto no fue tan fácil con otro paciente. Aquí el proceso se
había desarrollado más. Este hombre estaba casado y después
de la proyección había introyectado a su imaginado competi-
dor. Se comportaba en el acto sexual "como si" él fuera el otro
hombre. Al no estar en acuerdo completo con sus necesidades
biológicas, sino por concentrarse más bien en realizar una imi-
tación de su amigo, el contacto con su esposa era insuficiente:
el acto era insatisfactorio y fundamentalmente no terminaba.
Esto acrecentó el círculo vicioso de introyecciones y proyec-
ciones.
En otro caso una sensación insuficiente del pene creó con-
fluencia. En este caso se había proyectado el pene en la mujer
y se inició una búsqueda de toda la vida de una mujer con
pene. Aquí tenemos un complejo de castración real, o más bien,
una castración alucinatoria correspondiente a la ausencia de
sensaciones adecuadas.
Ya hemos tratado antes otro aspecto del complejo de castra-
ción: exactamente, que la agresión proyectada genera el mie-
do de que alguna parte de uno mismo (por ejemplo, el pene)
pueda sufrir daño. Sin embargo, existe una queja que el psi-
coanálisis atribuye también al complejo de castración, pero
que no puede explicarse por medio de agresión proyectada.
Muchos hombres creen que la pérdida de semen los hace débi-
les o enfermos mentales; otros viven con un miedo constante
de perder su dinero y llegar a ser pobres. Cuando se proyecta
una actividad, el Ego se experimenta a sí mismo como pasivo;
en el caso de la agresión proyectada se experimenta a sí mis-
mo como atacado. Sin embargo, la pérdida de energía se sien-
te como una función del propio organismo y no como el re-
sultado de un ataque.
En realidad la persona que proyecta pierde energías, en vez
de aplicarlas y expresarlas. En el ejemplo anterior el mucha-
cho, en vez de experimentar su entusiasmo (y con él una in-
tensa alegría de vivir), se mete en un sinfín de problemas para
inducir a la gente a que se entusiasme por su propia persona.
EL SEUDOMETABOLISMO DEL CARÁCTER PARANOICO 217

Al proyectar su entusiasmo, lo pierde; este es el primer paso


para reducir la personalidad.
Un paciente paranoide se quejaba de que, a pesar de activi-
dades sexuales muy reducidas, sufría una pérdida continua de
energía. Tenía eyaculación precoz. Proyectaba su semen, ape-
nas sentía la descarga y no experimentaba nada que se acer-
cara siquiera a un orgasmo genuino. En vez de una confluen-
cia temporal de su personalidad con su esposa, en vez de la
unificación que caracteriza el acto sexual, había siempre sobre-
excitación sexual, pero no contacto personal.
Es cierto, en el momento del orgasmo se da una confluen-
cia, una unificación tal entre el hombre y la mujer que el
mundo y la individualidad dejan de existir. Pero esta confluen-
cia es el climax de la curva ascendente del contacto personal,
de piel y finalmente genital. La disolución del fenómeno de
aislamiento/contacto en una confluencia se experimenta como
satisfacción intensa.3
A las personas con eyaculación precoz les caracteriza una
zona de contacto subdesarrollada y funciones del Ego débiles.
Tienen tan pocas posibilidades de contacto genital como esté
menoscabado su contacto de alimento. Del mismo modo que
exigen el flujo inmediato, libre de esfuerzo, de la leche, dejan
fluir su semen, sin atravesar y crear la frontera de contacto,
por ejemplo, sin la experiencia de satisfacción. La eyaculación
precoz es característica de una persona incapaz de un esfuer-
zo concentrado. Se proyecta el esfuerzo y se espera que otra
persona lo haga. Esos casos se presentan como infantiles —de-
pendientes de un substituto materno— o como un jefe que
tiene empleados y criados que hacen el trabajo por él. Ambos
(a veces se encuentran las dos actitudes en la misma persona)
están perdidos sí tienen que depender de sí mismos.
Mientras que en el ejemplo de la eyaculación precoz se pro-
yecta el esfuerzo específico y tan sólo permanece una excita-
ción no específica (irritación) como expresión de la persona-
lidad, encontramos también lo contrario: la personalidad frí-
gida que proyecta su excitación, pero que ejerce un esfuerzo
3
Un ejemplo muy conocido es la dulce reconciliación después de una
pelea.
218 METABOLISMO MENTAL

extraordinariamente concentrado pero sin fruto (fingido). En


la situación sexual estos caracteres frígidos evitan la descarga
y expresión necesaria de excitación intensa, pero hacen cual-
quier cosa para excitar a su compañero. Ellos mismos siguen
vacíos, insatisfechos, desilusionados, o cuando más, gozan de
un pobre substituto, un placer sádico al haber logrado su ob-
jetivo de excitar al compañero mientras ellos mismos perma-
necían impasibles. Su frigidez es una fortificación que tratan
de romper, pero su gratificación sexual, lo mismo que la oral,
es casi tan insuficiente como en el caso de la eyaculación pre-
coz. Se cansan tanto, que después del acto sexual no están
felices sino simplemente agotados. Los dos tipos, la eyacula-
ción precoz y la retardada, nunca logran una situación con-
cluida —un equilibrio apropiado como requiere el organismo.
El neurótico que está en una necesidad permanente de afec-
to y aprecio vive una situación similar. Aun cuando obtenga
el amor deseado no logra la satisfacción que esperaba. Su seu-
dometabolismo de ordinario es más bien simple; está ávido de
aprecio, pero en cuanto lo consigue (alabanza o crítica) o lo
rechaza o lo introyecta -lo traga indiscriminadamente. No
deriva ningún beneficio del don, no asimila, sino que proyecta
la estima y prosigue el círculo vicioso. La pérdida de energías
por la proyección, es decir, por falta de asimilación, produce
la atrofia de la personalidad del carácter paranoico.
XII. EL COMPLEJO
DE MEGALOMANÍA-PROSCRITO

COMO LOS diversos ciclos de proyeceión/introyección en el ca-


rácter paranoide se dan simultáneamente, hay que aislarlos con
el fin de analizarlos. Uno de estos ciclos merece un interés
especial. Está presente en todo paranoide y, bajo una forma
más moderada, lo encontramos con frecuencia en la vida co-
tidiana. Un nombre apropiado para este ciclo sería complejo
de megalomanía-proscrito, o para emplear palabras más fami-
liares, complejo de superioridad-interioridad. Una mitad de él,
el complejo de inferioridad, ha llegado a ser el favorito públi-
co número 1.
Mientras A. Adler, el padre del "sentimiento de inferioridad",
sostiene que su origen es un trauma infantil basado en alguna
inferioridad somática, W. Reich ve en él un síntoma de impo-
tencia sexual. Sin embargo, los dos pasan por alto el hecho de
que los sentimientos de inferioridad se presentan en situacio-
nes en que las personas arrogantes, etc., no logran mantener
su pose de superioridad.
Pretendo en este capítulo describir una relación peculiar en-
tre el sentimiento de inferioridad y una evaluación especial
derivada de la evaluación de las heces. Aquellos casos que su-
fren más duramente sentimientos de inferioridad se experi-
mentan a sí mismos como proscritos, como no aceptados por el
resto del mundo. En otras ocasiones manifiestan arrogancia
-fantasías megalomaníacas (con frecuencia ocultas en sueños
diurnos) en los que son reyes, líderes, los mejores jugadores de
cricket, etc., y por ello con autorización para mirar por en-
cima del hombro a los demás. En la auténtica paranoia estas
fantasías se convierten en convicciones. Ya hemos tratado una
raíz de esas fantasías, las proyecciones que transforman la ad-
miración en un deseo obsesivo de ser admirado. Aunque no se
puedan satisfacer estos deseos, la realización imaginada del de-
seo manifiesta un fin y ganancia narcisista, en concreto, ser
mejor, más fuerte o más hermoso que los demás, o al menos,

219
220 METABOLISMO MENTAL

que el competidor. Por estar en la cumbre el soñador despier-


to puede despreciar y desaprobar al mundo; puede mirar por
encima del hombro a sus semejantes. Un muchacho soñó que
su padre (una personalidad muy impresionante) era un pe-
queño enano.
Prosigue el círculo vicioso: "cuanto más alto estés, más fuer-
te es la caída". El desprecio se proyecta en los demás y el
soñador despierto se siente despreciado, rechazado: un pros-
crito. Pronto introyecta al que desprecia y trata a los demás
como proscritos.
La retroflexión es una complicación de este círculo digna de
mencionarse .En algunos casos los periodos de megalomanía y
proscrito coinciden; el carácter del paranoico se ve entonces
dividido en dos; retroflexióna su desprecio y se desprecia a
sí mismo" por características o acciones —él es el que despre-
cia y es despreciado al mismo tiempo. Cuanto mayor es su
dificultad para aceptar su propio ser, mayor es el impulso a
justificarse exigiendo lo imposible de sí mismo y de su medio
ambiente. Durante el periodo de proyección imagina que se
le imponen continuamente exigencias. Una de mis pacientes
no podía soportar una hora vacía en su vida —tenía que relle-
nar su horario lo mismo que llenaba su estómago; pero en
cuanto hacía sus citas se convertían en una exigencia para
ella, un deber que la preocupaba mortalmente.
Con frecuencia encontramos dificultad en aceptar cumpli-
dos, afecto, regalos, etc. En sus periodos de proscripción la
incapacidad de esas personas para aceptar señales de amor es
proyectada, y se sienten inaceptables, indignos y nada puede
convencerlos de lo contrario. Cuando se retroflexiona esto, no
pueden aceptarse como en realidad son. No les gusta su pro-
pio olor, no pueden soportar verse, etc.
El complejo de megalomanía-proscrito difiere del fenómeno
más amplio de seudometabolismo por estar cargado de evalua-
ciones que son más o menos idénticas a la visión común referen-
te a las hecss. En la interpretación psicoanalítica las heces
constituyen la mayor parte de las veces un símbolo de algo va-
lioso, de un niño (parecido con la situación de nacimiento) o
de dinero (expresión por medio de su opuesto). Estas ínter-
EL COMPLEJO DE MEGALOMANÍA-PROSCRITO 221

pretaciones tal vez sean correctas para la situación del niño


pequeño. En esa época la madre y el hijo consideran con fre-
cuencia las heces como un regalo, pero pronto, durante el en-
trenamiento de limpieza, el niño aprende a despreciarlas y a
introyectar la repugnancia que el medio ambiente despliega
hacia ellas.
Para el adulto de nuestra época las heces tienen el sentido
no ambiguo, simbólico de algo asqueroso, repugnante, intole-
rable —algo que no debería existir en absoluto. "Eres una mier-
da" es un insulto muy grave. Este significado simbólico de
algo sucio, repugnante, intolerable es la base del sentimiento
de "proscrito" o de inferioridad. En el periodo de introyección
—de identificación de las heces— el carácter paranoide se sien-
te basura; en los momentos de proyección —de alienación—
se siente superior y considera al mundo basura.
Un recordatorio del origen fecal de las introyecciones es el
mal ("sucio") gusto que los caracteres paranoicos sienten con
frecuencia en su boca y están muy dispuestos a considerar mu-
chas cosas y acciones de "mal gusto". Podría presentarse real-
mente mal olor en la boca, ya que según mis observaciones
todo carácter paranoíde manifiesta alteraciones en las funcio-
nes de alimentación. En el caso de una neurosis de estómago
siempre se puede esperar la presencia de rasgos paranoides
concomitantes.
Cuando, durante el análisis, un carácter paranoide comien-
za a enfrentarse a las proyecciones como partes despreciadas
de su propia personalidad, experimenta repugnancia y un fuer-
te impulso a vomitar. Esto es una buena señal. Indica el resta-
blecimiento del censor y de las fronteras del Ego. Ya no se
introyectan ciegamente las proyecciones. Cuando se restablece
el gusto, la repugnancia (provocada por el origen fecal de las
proyecciones) subirá a la superficie. Sin la reaparición de la
repugnancia el análisis de cualquier neurosis de alimentación
o paranoide no tiene esperanza.
El psicoanálisis ha reconocido ya que la mayoría de las neuro-
sis tienen un núcleo psicótico. En las neurosis obsesivas el nú-
cleo paranoico ha sido considerado hasta ahora insensible al
222 METABOLISMO MENTAL

tratamiento. Sin embargo, puede diluirse este núcleo si pres-


tamos suficiente atención a su componente alimenticio.
Encontramos todo tipo de formas intermedias entre el ca-
rácter paranoico y el obsesivo, pero hay algunas diferencias
decisivas. Las funciones paranoicas son en su mayor parte in-
conscientes y las funciones del Ego están profundamente al-
teradas; en el proceso obsesivo las funciones del Ego están
cualitativamente exageradas (casi solidificadas) aunque cuan-
titativamente disminuidas. Además, en la neurosis obsesiva el
entumecimiento desempeña un papel mucho menor, y el fac-
tor dominante es la consciente evitación real de contacto. La
anulación del "sentimiento" de estar sucio se intenta la mayor
parte de las veces con continuos lavados y evitando el con-
tacto con la suciedad. De esta forma el sentimiento de estar
sucio se proyecta en un grado mucho menor que en el caso
del paranoide. En la actitud oral del neurótico obsesivo encon-
tramos una introyeccíón menos completa (que en el caso del
paranoide), pero una evitación más real de morder y hacer
daño. Encontramos también rigidez en los músculos (especial-
mente de las mandíbulas). Parece como si el neurótico obsesi-
vo intentara, al morder, evitar el contacto de los dientes ante-
riores superiores e inferiores, estableciendo con ello una con-
fluencia oral. En contraposición con el paranoide, emplea con
frecuencia sus molares, pero es incapaz de realizar un "corte
claro"; tiene miedo de herir directamente y acumula una can-
tidad tremenda de agresión (resentimiento). Por eso el herir
y el matar juegan un papel predominante en sus pensamien-
tos obsesivos.
El peligro de que estas fantasías de matar puedan transfor-
marse en acción no existen al final obsesivo, pero se acrecienta
hacia el fin paranoico de la escala de estadios intermedios
(cf. los excelentes estudios de paranoicos en la película Rage
in Heaven y en la novela de Cronin Hatter’s Castle).
Tanto a la neurosis obsesiva como a la paranoia las carac-
teriza una fuerte propensión hacia la confluencia. El paranoi-
co no es consciente de ello, pero el carácter obsesivo vive en
un miedo permanente de perder su individualidad y su auto-
control. Sale al paso del peligro de deslizarse hacia una con-
EL COMPLEJO DE MEGALOMANÍA-PROSCRITO 223

fluencia paranoica estableciendo fronteras rígidas. Su defensa


(como la línea Maginot) padece de falta de movilidad. Persis-
tir en estas fronteras rígidas le proporciona un falso sentido
de seguridad, similar al que experimentó el pueblo francés; no
tenían suficiente consciencia de la confluencia que existía a
través de los Países Bajos (ya que las fronteras convencionales
no existen para Hitler) y de la necesidad de fronteras de
defensa elásticas. La línea Maginot llegó a ser un testaferro
—un objeto indestructible, pero rígido y por ello inadaptable.
Investigaciones ulteriores arrojarán más luz sobre la relación
entre neurosis obsesiva y paranoia. Una cosa parece cierta: las
dos enfermedades, a diferencia de la histeria y la neurastenia,
muestran muy poca inclinación a remisiones o a curarse es-
pontáneamente, sino más bien una tendencia a empeorar. Esto
no resulta sorprendente si se recuerda el círculo vicioso del
scudometabolismo paranoico y la evitación creciente del ca-
rácter obsesivo, cosas que, las dos, desintegran progresivamen-
te la personalidad. En sus estadios avanzados los dos tipos han
perdido la capacidad de sonreír —de apreciar el humor. Siem-
pre son mortalmente serios.
El descubrimiento del núcleo paranoico en las neurosis ob-
sesivas entraña un peligro. Podría darse la tentación de reali-
zar un corte y tratar sólo el núcleo. Esto sería un grave error
y solamente acrecentaría las actividades fingidas y el sufri-
miento del carácter obsesivo. Por ello se ha de afilar la agre-
sividad embotada. Con este fin se puede emplear un síntoma
que siempre he encontrado en este tipo y que tiene la ventaja
de ser un fenómeno de contacto, aunque con frecuencia dis-
torsionado por la proyección. Al carácter obsesivo le gusta he-
rir y poner en situaciones embarazosas a las personas burlán-
dose de ellas, una actitud que a veces se oculta inteligente-
mente (por ejemplo, haciendo que las personas se sientan
estúpidas, impotentes, o confundidas) pero que en el primer es-
tadio se expresa de una forma muy primitiva. Un joven bas-
tante inteligente preguntaba a su padre, que tenía título uni-
versitario, preguntas tontas como: "Papá, tú eres muy listo, y
estoy seguro de que me puedes decir cuánto es tres por cua-
tro." Sin embargo, cuando los caracteres obsesivos proyectan
224 METABOLISMO MENTAL

su burla, ni siquiera sacan placer de ello, sino que viven en


un miedo permanente y bajo la ilusión de ser burlados.
El tratamiento de la neurosis obsesiva debe impedir la ex-
tensión ulterior de la evitación de agresividad y provocar su
expresión directa. Una vez que se logra esto, el tratamiento
coincide con el del carácter paranoico, en el que tenemos que
detener el progreso vicioso del círculo introyección/ proyec-
ción y revertir el desarrollo restableciendo el funcionamiento
sano del. Ego.
No importa dónde se interrumpa por primera vez el círculo
vicioso, con tal de que se actúe holísticamente, se conserve su
estructura en la mente y se preste completa y total atención
a los tres puntos esenciales:
1) La completa destrucción y paladeo del alimento físico
y mental como preparación para su asimilación; ha de darse
atención especial a desenterrar la repugnancia reprimida y la
masticación de las introyecciones.
2) La sensación de la función de la defecación y el des-
arrollo de la capacidad para soportar turbación y vergüenza.
Aprender a reconocer y a asimilar las proyecciones.
3) La anulación de retroflexiones.
Ya hemos tratado todos los puntos de la prescripción pro-
puesta, excepto en cuanto a la "capacidad para soportar tur-
bación y vergüenza" (en el punto 2), que requiere un poco
más de atención.
XIII. RESISTENCIAS EMOCIONALES

CORRESPONDIENDO a cuerpo, mente y alma, como tres aspec-


tos del organismo humano, existe una diferenciación entre re-
sistencias somáticas, intelectuales y emocionales. Desde luego
esta clasificación de las resistencias es artificial. En todos los
casos estarán presentes los tres aspectos, pero según diversos
grados y composición. Sin embargo, en la mayoría de los casos
un aspecto será el predominante y ofrecerá más posibilidad de
acercamiento que los demás.
Los capítulos anteriores se han referido a las resistencias
sensomotoras (somáticas). Las resistencias intelectuales son las
justificaciones, racionalizaciones, exigencias verbales de la cons-
ciencia y el censor; Freud ha demostrado la importancia de
todos ellos. Pero a pesar de recalcar en la regla psicoanalítica
básica la importancia de la turbación, sus intereses teóricos
tienden más a los detalles de las resistencias intelectuales que
a los de las emocionales. Aún hoy en día, el psicoanálisis no
se ha acercado a las resistencias emocionales —excepto a la
hostilidad— con el grado de interés que merecen.
Podemos clasificar superficialmente las emociones como com-
pletas e incompletas, ¶ y , positivas y negativas.
Entre las emociones incompletas encontramos, como ejem-
plos representativos, la inquietud y la tristeza. La tristeza, por
ejemplo, puede durar horas y días cuando no reúne el impulso
suficiente para descargarse en una explosión de llanto que res-
tablecerá el equilibrio orgánico.
La inquietud se relaciona con el rezongo y el regañar y co-
rresponde a mordisquear el alimento. La persona inquieta no
actúa plenamente, su agresión está reprimida en parte y re-
torna como regaño y preocupación. Padece el destino común
de la agresión reprimida —o se proyecta y de esta forma se
transforma en pasividad ("me inquieta esto o aquello", "tener
que ir al baile me inquieta constantemente") o se retroflexio-
na ("estoy mortalmente inquieto").
El disgusto de una madre con su hija por estar fuera hasta

225
226 METABOLISMO MENTAL

tarde, cuando no se expresa, se convierte en preocupación y en


fantasías de accidentes. Si estalla cuando la hija está en casa,
concluirá la situación, pero si no so atreve a hacerlo, o si tiene
que mantener una máscara amistosa y de amor, tendrá que
pagar esta hipocresía con insomnio o, al menos, con pesadillas.
Un muchacho deja de inquietar a su madre en cuanto ha
conseguido sus dulces, en cuanto la acción se ha realizado. En-
tre los "inquietadores" adultos hay siempre personas que no
actúan ellas mismas, sino que esperan que otros lo hagan por
ellas. La incapacidad del carácter obsesivo para actuar lo so-
mete a inquietud constante; la irritabilidad permanente del
paranoide se debe a intentos no captados e inconclusos de re-
componer sus proyecciones. Un paciente mío, un tipo paranoi-
de-obsesivo, con rasgos obsesivos predominantes, se preocupó
durante semanas por una pequeña mancha en su abrigo. No
quitaba esta manchita, ya que no quería tocar la suciedad.
Quería reñir a su mujer para que le quitara la manchita, pero
suprimió también ese impulso y siguió atormentándose y ator-
mentando a su mujer subvocalmente. Una situación en verdad
imperfecta, mientras que terminar la situación, quitar la man-
cha, le hubiera tomado sólo unos minutos.
La emoción que corresponde a las situaciones inconclusas es
el resentimiento, cuya comprensión no es posible antes de que
se haya captado la significación de la actitud de dependen-
cia. El dependiente no puede soltar, ceder y volverse hacia
una ocupación o persona más prometedora. Al mismo tiempo,
no puede manejar en forma positiva aquello en lo que sufre
fijación: al intensificar el "mordisco de dependencia" trata de
sacar más y más de una relación ya agotada, sin conseguir de
esta forma ulterior satisfacción, sino agotándose y acrecentan-
do su resentimiento. Esto, a su vez, promueve una actitud de
dependencia más fuerte y así ad infinitum en un círculo vicio-
so cada vez mayor.
No quiere darse cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos,
como, por otro lado, no puede captar su potencialidad para
volverse hacia nuevos campos de ocupación (impotencia den-
tal). "El que siente resentimiento" proyecta su potencia dental
en el objeto de fijación y de esta forma lo dota con un poder
RESISTENCIAS EMOCIONALES 227

indomable al que "el que siente resentimiento" mismo debe


someterse. Por medio de la proyección ha perdido su propio
poder de enfrentarse a él adecuadamente. No puede rehusar
ni aceptar lo que el objeto de fijación hace o dice. Aunque no
puede aceptar, se encontrará repitiendo lo que se dijo; "mor-
disqueándolo", pero no masticando y digiriéndolo. Si "el que
siente resentimiento" asimilase la situación, tendría que soltar,
abandonar el objeto de fijación, concluir la situación pasando
por el trastorno emocional de los dolores del luto para alcan-
zar el punto cero emocional de la resignación y libertad.
Se demuestra mejor la necesidad del organismo de concluir
situaciones emocionales comparándola con el proceso de ex-
creción. Se puede retener la orina por unas cuantas horas, pero
no se puede orinar por más tiempo de un minuto. La reten-
ción de emociones lleva a un envenenamiento emocional, del
mismo modo que la retención de orina provoca uremia. La
gente está envenenada con amargura hacia todo el mundo si
no logra descargar su furia contra un objeto particular.
Una vez más debo prevenir contra la idea de que las emo-
ciones son energías misteriosas. Están siempre vinculadas a su-
cesos somáticos en tal medida, que con frecuencia difícilmen-
te puede diferenciarse entre la emoción no concluida y la
acción no terminada. Así, el término "catarsis" o "descarga emo-
cional" es una expresión que usaremos temporalmente hasta
que conozcamos más acerca de las funciones implicadas en este
proceso.
Las emociones ¶ y  son autoplásticas o aloplásticas. El  alo-
plástico asume la forma de destrucción de objeto (el placer
del alimento quebradizo, corretear frenéticamente, etc.); la
destrucción autoplástica es resignación, tristeza, acompañada
cuando tiene éxito por el llanto. La supresión del llanto es no-
civa ya que impide al organismo ajustarse a la pérdida o frus-
tración. Cuando alguien hiere, el llorar —no necesariamente en
público— es un proceso de curación. El principio educativo
"un muchacho no llora" promueve agresión paranoica. Aún los
sargentos dicen a veces "no devuelvas el golpe, llora".
A los griegos antiguos en absoluto les avergonzaba llorar y
228 METABOLISMO MENTAL

sin embargo, Aquiles era un "tipo duro". En la literatura mo-


derna, especialmente en la rusa y en la china, se encuentran
muchas referencias al hombre que llora. En forma paralela con
esta mayor independencia emocional va la capacidad de ac-
ción independiente (guerra de guerrillas).
Me parece que se ha realizado una diferenciación de : pa-
rece ser que la destrucción aloplástica es de naturaleza más
física, la autoplástica de naturaleza más química. La destruc-
ción autoplástica, cuando se vuelve hacia afuera, se presenta
como rabia impotente o vengatividad verbal. Se parece más
al escupir que al morder y tiene poco valor para el organismo.
Para comprender las emociones "positivas" y "negativas" tene-
mos que recordar la ley dialéctica de que la cantidad se trans-
forma en cualidad.
Toda emoción, toda sensación se transforma de agradable
en desagradable cuando su tensión o intensidad se acrecienta
más allá de cierto límite. Un baño caliente, al principio, puede
ser agradable, pero cuanto más se eleva la temperatura, más
desagradable se hace, hasta que se llega a un punto en que
nos quemamos y se pone en peligro la vida. Para la mayoría
de la gente el té tiene un sabor amargo desagradable, pero
añadiendo una o dos cucharadas de azúcar, el sabor se hace
agradable; añadiendo más y más azúcar se hace asquerosa-
mente dulce, imbebible para la mayoría de la gente. A los
niños les gusta que los abracen, pero no les gustará si les "sa-
can el aire". En condiciones patológicas el orgullo puede trans-
formarse en vergüenza, el apetito en repugnancia, el amor en
odio. Los niños pasan muy rápidamente de la risa al llanto.
Entusiasmo y apatía, exaltación y depresión son unos cuantos
ejemplos más de opuestos emocionales.
El carácter desagradable de las emociones negativas impli-
ca el deseo de evitar esas mismas emociones que, sin embargo,
no pueden transformarse en sus opuestos agradables cuando
no permitimos —por medio de la descarga— su cambio de una
excesiva tensión a una tensión soportable y ulteriormente has-
ta el punto cero orgánico.
Se pueden controlar las emociones, pero es muy dudoso que
RESISTENCIAS EMOCIONALES 229
ise puedan reprimir y empujar hacia el Inconsciente. En cir-
cunstancias favorables se descargan en cantidades pequeñas
(el aburrimiento por ejemplo, como mal humor); en circuns-
tancias menos favorables o se proyectan o su control requiere
una vigilancia permanente.
La incapacidad para enfrentarse a situaciones desagrada-
bles, moviliza las quintas columnas del organismo: turbación
y vergüenza.
La timidez es un estadio prediferente de la vergüenza, cuyo
contrapolo es el orgullo. En estas emociones —como en el ego-
centrismo— la personalidad tiende a convertirse en la figura
frente al fondo de su contorno. Cuando el intento del niño de
expresar sus logros recibe interés, alabanza y aliento, se pro-
moverá su desarrollo; pero cuando se retiene la estimación ra-
zonable, la alabanza y las candilejas se hacen más importantes
que el real hacer cosas. El niño, en vez de centrarse en el
objeto, se centra en sí mismo. Si se priva a un niño de la ala-
banza sensible, adquirirá una voracidad permanente —con fre-
cuencia insaciable— de ella. La expresión se transforma en exhi-
bición, pero la mayor parte de las veces se desalientan sus in-
tentos de exhibirse. Se pasa por encima el logro mismo a la
vez que se condena y suprime su exhibicionismo. De esta for-
ma la supresión transforma entonces a la exhibición en su ne-
gativo, en inhibición; en vez de "sacarlo a la luz" el niño "lo
mantiene oculto" ex-habere e in-habere).
Cuando se desaprueban las expresiones genuinas del niño,
el orgullo se transforma en vergüenza. Aunque en la vergüen-
za se siente la inclinación a convertirse en fondo, a desapare-
cer, no se tiene éxito; se realiza el aislamiento del medio am-
biente simbólicamente; se cubre el rostro y otras partes (con
sonrojo o con las manos), el niño mira hacia otra parte, pero
en una especie de hechizo permanece enraizado en el lugar.
El aspecto fisiológico es muy interesante. En correspondencia
con el sentimiento intenso de exposición la sangre fluye rápi-
damente hacia las partes en realidad expuestas (mejillas, cue-
llo, etc.) en vez de ir hacia aquellas partes por cuya actividad
surgió el sentimiento de vergüenza (el cerebro: entorpecimien-
to, incapacidad para pensar, aturdimiento; músculos: torpeza,
230 METABOLISMO MENTAL

incapacidad para moverse; genitales: entumecimiento, frigidez


en lugar de sensaciones y erección).
Como nuestras expresiones son múltiples, podemos sentirnos
avergonzados por casi todo. Imaginemos la turbación de una
muchacha campesina típica, vestida de domingo, que sufre el
despectivo escrutinio de una señora a la moda. Con naivete
genuina y sin el deseo de ser figura-fondo ni siquiera experi-
mentaría timidez.
Para un niño que ha edificado un castillo en el jardín es muy
importante que su madre se interese y lo estime o que le grite
"¡Mira que eres sucio. Deberías avergonzarte de ti mismo!"
Este último reproche, que se oye a menudo, tiene consecuen-
cias muy particulares en la educación, en cuanto no limita la
censura a una actividad o situación particular, sino que con-
dena y estigmatiza toda la personalidad.
He llamado a la vergüenza y a la turbación las quintas co-
lumnas del organismo. En vez de colaborar al funcionamiento
sano del organismo, lo obstaculizan y lo detienen. La vergüen-
za y la turbación (y la repugnancia) son emociones tan des-
agradables que tratamos de evitar experimentarlas. Son los ins-
trumentos primarios de las represiones, los "medios con los
que" se produce la neurosis.1 Del mismo modo que la quinta
columna se identifica con el enemigo y no con su propio pue-
blo, así la vergüenza, la turbación, la timidez y el miedo limi-
tan las expresiones del individuo. Las expresiones se transfor-
man en represiones.
Se hace evidente ahora el valor de aceptar la regla analítica
básica. Soportar la turbación hace salir a la superficie el ma-
terial reprimido, induce a confianza y contacto y ayuda al pa-
ciente a aceptar un material previamente rechazado al descu-
brir, con gran alivio, que los hechos que están detrás de la tur-
bación pueden, después de todo, no ser tan incriminatorios
y hasta pueden ser aceptados con interés por el analista. Pero
cuando el paciente suprime su turbación en vez de expresarla,
desarrollará una actitud descarada, impúdica y "se exhibirá"
(sin confianza genuina). El descaro genera pérdida de contac-
1
Ellos, a su vez, tienen a su disposición el sistema muscular.
RESISTENCIAS EMOCIONALES 231

to. El retroceder ante la turbación (represión) conduce a hi-


pocresía y sentimientos de culpa. Por ello el analista ha de
dejar bien claro en el paciente que en ningún caso debe for-
zarse a decir algo a costa de suprimir la turbación, la ver-
güenza, el miedo o la repugnancia. Se debe tener siempre en
cuenta el peligro de reprimir las emociones o las acciones que
se resisten, lo cual produciría la emoción desagradable, y tam-
bién la exigencia de que para un análisis necesitamos la situa-
ción completa; emociones que resisten más acciones resistidas.
Si tomamos la agorafobia como ejemplo, vemos que nues-
tros pacientes o evitan cruzar una calle y permiten que su mie-
do dicte su acción o, más bien, su no acción; o, cuando el me-
dio ambiente o la conciencia insiste en autocontrol, suprimi-
rán su miedo. Sólo pueden lograrlo poniéndose tensos y entu-
mecidos, complicando así más aún su actitud neurótica.
Un buen tratamiento de la fobia requiere soportar ambas
cosas: el miedo y los intentos de acción. He desarrollado un
método curativo comparable al "acercamiento" en aviación. El
alumno piloto realiza varios acercamientos hasta que la situa-
ción es favorable para el aterrizaje. Del mismo modo, cada in-
tento que realiza el paciente para cruzar la calle hará salir a
la superficie una parte de resistencia, una parte que debe ana-
lizarse y transformarse en una función adecuada del Ego, has-
ta que el balance sea favorable a cruzar la calle. Supongamos
que la agorafobia es el resultado de un deseo suicida incons-
ciente. La consciencia disminuida en razón del entumecimiento
únicamente puede acrecentar las posibilidades de que el pa-
ciente sea atropellado, si se obliga a cruzar. Cuando dejamos
a su miedo principalmente intacto y le hacemos darse cuenta
primero de que no teme a la calle en sí, sino a los vehículos, y
cuando le permitimos su miedo exagerado a los vehículos, ya
hemos construido un puente hacia la normalidad. Más tarde
probablemente encontraremos detrás de su miedo a que lo ma-
ten el deseo de matar a otro y tal vez encontremos que este
deseo es tan fuerte, que su miedo en apariencia tiene justi-
ficación.
Una de las neurosis más interesantes es aquella a la que se
podría llamar "neurosis paradójica", el resultado de una resis-
232 METABOLISMO MENTAL

tencia contra la resistencia. En este caso, con una vergüenza


reprimida encontramos un carácter impúdico (pudere = estar
avergonzado) descarado (la cara no se enrojece). La repre-
sión de la repugnancia no lleva al restablecimiento del apetito
sino a la voracidad y el hartazgo.
Algunas perversiones deben su aspecto paradójico a un es-
fuerzo por dominar resistencias emocionales. El masoquista,
aunque busca el dolor conscientemente, es una persona que
teme al dolor, y a pesar de todo su entrenamiento, nunca será
capaz de soportar más que cierta cantidad de él. El exhibicio-
nista está siempre ocupado en suprimir su vergüenza. El voye-
rista tiene una aversión inconsciente a ver aquello hacia lo que
siente un impulso de mirar.
Una de las definiciones de Freud de la neurosis es: una per-
versión reprimida. La verdad es lo opuesto. Una perversión es
una neurosis porque y mientras su contenido sigue siendo una
situación inconclusa. El voyerista no acepta lo que ve y tiene
que repetir su fisgoneo una y otra vez. Una vez que se con-
vence de que lo que ve es correcto, su curiosidad está gratifi-
cada y con ello nulificada.
Algo común a todos estos casos es el hecho de que la supre-
sión de las resistencias emocionales absorbe la mayor parte de
la energía e interés del sujeto por la vida. Sus esfuerzos a la
larga son tan agotadores e inútiles como el intento de mante-
ner una pelota debajo del agua contrarrestando permanente-
mente su tendencia a salir fuera. Se debe permitir que la ver-
güenza, la repugnancia, la turbación y el miedo, rompan la su-
perficie, se hagan conscientes.
La conciencia y la capacidad para soportar emociones no de-
seadas son la conditio sine que non para una curación con éxi-
to; se descargarán estas emociones cuando hayan llegado a ser
funciones del Ego. Este proceso, y no el proceso de recordar,
constituye la vía regia a la salud.
La capacidad para soportar emociones desagradables se re-
quiere no sólo en el paciente sino más aún en el terapeuta. El
método psicoanalítico padece aún las dificultades personales
de su fundador: la incapacidad de Freud de soportar sus pro-
pios sentimientos de turbación. En el contacto personal -como
RESISTENCIAS EMOCIONALES 238

yo mismo he experimentado y he oído de otros— suprimía su-


turbación con falta de educación y hasta con rudeza. En el
análisis —como admitía él mismo— estar bajo los ojos del pa~
cíente lo hacía sentirse molesto y turbado; evitaba la tensión
molesta arreglando la situación analítica de tal forma que no
estuviera expuesto a la mirada del paciente.
Que esta forma de arreglar las cosas llegase a ser un dogma
al que se adhiere estrictamente el psicoanálisis no causa ma-
ravilla; ¿a quién no le gusta que se le evite la turbación? Sin
embargo, al margen de las consecuencias para el analista, cons-
tituye una desventaja definitiva para el tratamiento analítico,
ya que facilita al paciente, que no puede ver que el analista
lo mira, escotomizar el hecho de que él mismo está bajo obser-
vación, evitar la consciencia de turbación y vergüenza y con
ello un desarrollo más sano del Ego.
Más importante que todas estas resistencias emocionales es la
resistencia no emocional a la que llamamos "fuerza del hábi-
to". Ni la catexis libidinal, ni el instinto de muerte, ni la teoría
del condicionamiento o del engrama revelan algo de sus ver-
daderas condiciones. La actitud de maniquí y el miedo a lo
desconocido explican un poco la reluctancia a cambiar, pero
la inercia y la auténtica naturaleza del hábito siguen siendo el
enigma más obscuro. Con fines prácticos podríamos quedar sa-
tisfechos con este conocimiento: los hábitos son instrumentos
económicos que aligeran las tareas de las funciones del Ego,
ya que la concentración es tan sólo posible en un punto a la
vez. En el organismo sano los hábitos son cooperadores, orien-
tados al mantenimiento del holismo. En ciertas circunstancias,
por ejemplo, al avanzar la edad o al cambiar el contorno, los
hábitos llegan a ser inadecuados. En vez de ayudar al holismo,
lo alteran, y conducen a falta de armonía y conflicto. En estos
casos se requiere la desautomatización —un choque entre los
hábitos indeseables y el entrenamiento en actitudes deseables.
El enfoque de F. M. Alexander a este problema es muy in-
teresante. Es partidario de la "inhibición" antes de actuar. (La
experiencia de esta inhibición es idéntica al "punto cero crea-
tivo" de Friedlaender.) No es este el lugar de examinar su
234 METABOLISMO MENTAL

descuido del impulso orgánico y los factores que determinan


el "olvidar recordar" (por ejemplo, sabotaje inconsciente, mie-
do al cambio). Lo que quiero señalar es que su "inhibición"
realiza la desautomatización de los hábitos, la oportunidad de
sentir el impulso detrás del hábito.
Tomemos como ejemplo una persona que manifiesta el há-
bito de levantarse y caminar mientras conversa. Al acordarse
de inhibir este hábito puede superarlo, pero no se afecta en
absoluto su impulso esencial a levantarse. Habitualmente po-
dría estar confundido o en pánico, pero sólo es consciente de
un ligero nerviosismo. Ese levantarse y alejarse de la gente con
la que trata, su retirarse dentro de un caparazón, es su única
forma de ordenar sus ideas. Otra posibilidad es que durante
la conversación se haya aburrido. En vez de expresarlo trata de
escapar. Una vez más, nada sabe de este impulso, excepto que
se siente intranquilo.
Pero al inhibir su impulso, al mantenerlo en suspenso, se
hace consciente del impulso, "desnudo".2 Sostengo que se lo-
gra muy poco pasando por alto el significado de ese impulso
y recondicionándolo, si al mismo tiempo no tratamos su pode-
roso impulso interno. Alentar su expresión es y será siempre,
la mejor y más simple manera de hacerlo. Si pidiera a sus com-
pañeros que esperasen un momento porque está confundido o
ventilara su aburrimiento, cambiaría un hábito desagradable en
un dominio adecuado de la situación.
Sin embargo, todo esto son detalles. Nada restan al valor de
lo que pretende Alexander: que uno debería hacer un alto
antes de lanzarse a actuar o a pensar. Con el simple recondi-
cionamiento minimiza (pero sin evitar por completo) el peli-
gro de acrecentar una actitud paranoica. Las personas que rom-
pen hábitos y no tienen la facultad de "sublimar", de liberar
el poder de expresión, proyectarán invariablemente los impul-
sos que en el origen llevaron a la formación de sus hábitos y
quedarán no más felices, sino más vacíos.
Alexander se interesa y trata ante todo a personas con so-
2
En este aspecto la técnica de Freud se parece a la de Alexander en
cuanto que realiza el tratamiento bajo frustración -una técnica muy "activa"
que interfiere en forma enérgica los impulsos espontáneos del paciente.
RESISTENCIAS EMOCIONALES 235

bretensión; su "inhibición" coincide con el abandono del mor-


disco de dependencia (Verbissenheit) y si logra substituir esta
actitud infantil por un planeamiento consciente, ciertamente
consigue un cambio fundamental. Recalca con toda corrección
la dificultad que sus alumnos tienen para lograr cambios. Por
fortuna no toda la humanidad está fijada en la actitud de
dependencia. Por fortuna quedan aún unos cuantos mastica-
dores, gente que quiere y es capaz de realizar cambios dentro
y fuera de sí misma.
El método de Alexander de "inhibir la actitud equivocada" y
de concentrarse en la correcta es tan insuficiente y unilateral
como el acercamiento de Freud, que se centra ante todo en
el análisis de actitudes indeseables. Se requiere una combina-
ción, una sincronización de análisis y recondicionamiento. La
destrucción y la construcción son simplemente aspectos del
proceso básicamente indivisible de la reorganización orgánica.
Tercera Parte

Terapia de concentración
I. LA TÉCNICA

LA APLICACIÓN práctica de los descubrimientos científicos exi-


ge el desarrollo de una técnica nueva. El hecho de que el
pueblo francés descuidara estar al día en la nueva técnica de
la guerra moderna, inaugurada con el invento de tanques y
aeroplanos, fue un factor importante que contribuyó a su de-
rrota.
La invención de una nueva droga como "M y B 693" sim-
plificó el tratamiento de muchas enfermedades. Por otra par-
te, el descubrimiento de los microbios condujo al desarrollo
de una técnica antiséptica especial que hizo más y más com-
plicadas las operaciones.
La amplia aplicación de "M y B" fue posible sólo con la cla-
sificación de enfermedades según su origen bacteriológico. Esta
reclasificación aportó una simplificación que hubiera sido im-
posible hace un siglo. ¿Quién hubiera pensado en esa época
que enfermedades tan heterogéneas como la gonorrea y la pul-
monía podrían relacionarse entre sí (por pertenecer los gér-
menes de ambas a la familia de los cocos)?
Las teorías son totalidades, unificaciones de numerosos he-
chos. A veces hay que corregir una teoría simple cuando se
descubren nuevos factores que no entran en la concepción ori-
ginal. A veces hay que hacer tantas añadiduras que llegamos
a una complejidad generadora de confusión en vez de a una
hipótesis de trabajo. Cuando surge una situación así tenemos
que detenernos y buscar una reorientación, buscar nuevos fac-
tores comunes que puedan simplificar la visión científica.
Encontramos un ejemplo en la teoría de la "transferencia".
Mientras que la concepción de la "libido" ocupaba un puesto
del todo preeminente en el psicoanálisis la transferencia era
idéntica a tener afecto al analista. Cuando se admitió la agre-
sión en la actitud hostil del paciente hacia el analista, se habló
de "transferencia negativa". Después de que se percibió que
ningún paciente podía ser tan franco como hasta entonces se
había esperado y recibió más atención el análisis de la resis-

239
240 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tencia, comenzó a existir la "transferencia negativa latente". "Y


un ulterior desarrollo del psicoanálisis, si sigue apegándose a
la "transferencia", podría hacer necesario añadir más "asideros"
a la transferencia negativa latente.
La nueva técnica desarrollada en este libro es teóricamente
simple: su objetivo es volver a lograr el "sentimiento de nos-
otros mismos", pero el logro de este fin es a veces muy difícil.
Si se está "equivocadamente" condicionado, si se tienen hábi-
tos "equivocados", será mucho más difícil rectificar este estado
de cosas que adquirir nuevos hábitos. Puedo recomendar los
libros de F. M. Alexander para aquellos que quieran darse
cuenta de lo fuerte que puede llegar a ser un hábito adquirido
o, como lo podríamos llamar nosotros, una gestalt fijada. La
adquisición de una nueva técnica, aún sin tomar en cuenta la
anulación de actitudes erróneas, no es fácil en absoluto. Tan
sólo hay que recordar cuánto tiempo, por ejemplo, tomó ad-
quirir la técnica de la escritura, con cuánto dolor hubo que
crear cada letra y reproducirla una y otra vez, cuánto tiempo
pasó antes de lograr combinar esas letras en palabras, hasta que
se tuvo capacidad para escribir con fluidez. Sólo cuando usted
dirija la mirada hacia la adquisición de la nueva técnica que
yo pretendo demostrar, con plena consciencia de las dificulta-
des en perspectiva, será capaz de ayudarle a adquirir el alfa-
beto del "sentirse" a sí mismo.
Uso intencionalmente el término "alfabeto" ya que no es ne-
cesario adherirse a la secuencia que se propone en los capí-
tulos siguientes. Se puede tomar y elegir según la propia in-
clinación y gusto —al menos al principio. Sin embargo, una
vez que usted comience a percibir algún beneficio y empiece
a tener confianza en este método, emprenda el proceso de re-
condicionamiento según el orden presentado en cuanto sea po-
sible.
Nuestra técnica no es un procedimiento intelectual, aunque
no podemos descuidar por completo al intelecto. Se parece a
la técnica yoga, aunque su fin es completamente diferente. En
yoga el amortiguamiento del organismo para desarrollar otras
facultades desempeña un papel prominente, mientras que nues-
tro fin es despertar el organismo a una vida más completa.
LA TÉCNICA 241

Al asumir que somos "eventos espacio-temporales" dentro


de los campos cambiantes de nuestra existencia, estoy en línea
con la tendencia actual de la ciencia. Del mismo modo que
Einstein alanzó una nueva comprensión científica tomando en
cuenta al ser humano, podemos lograr una nueva comprensión
psicológica al darnos cuenta de la relatividad de la conducta
humana, de lo "correcto" e "incorrecto", de lo "bueno" y "malo";
remplazando estos términos por "familiar" y "extraño"; y fi-
nalmente, operando con las funciones del Ego "identificación"
y "alienación". Cada pedacito de la consciencia del Ego, en vez
de hacernos más egoístas (como supone la concepción popu-
lar) nos hará más comprensivos y más objetivos.
II. CONCENTRACIÓN Y NEURASTENIA

ANTES de comenzar con nuestro ABC técnico debemos intro-


ducir otro aspecto teórico. Está demostrado que el elemento
esencial en todo progreso, en todo éxito, es la concentración.
Se pueden tener todos los talentos, todas las facilidades del
mundo, pero sin concentración carecen de valor. (Schiller: el
genio es concentración. Genie ist Fleiss.)
Se ha demostrado además que la concentración tiene algo
que ver con el interés y la atención y con frecuencia se em-
plean los tres conceptos como sinónimos. ¿Revelan algo estas
expresiones? Interés significa estar en una situación; concen-
tración significa penetrar exactamente en el centro (núcleo,
esencia) de una situación; y atención significa que se dirige
una tensión hacia un objeto. No hay en estas expresiones raí-
ces mágicas. Son descripciones sencillas de un estado, una ac-
ción y una dirección. Los tres términos tienen en común el
hecho de que son expresiones diferentes del fenómeno fondo-
figura. La figura sana debería ser fuerte y relativamente esta-
cionaria, ni inestable, como en el caso de la mentalidad de aso-
ciación (neurastenia, muchas psicosis, ligereza de cascos), ni
rígida (obsesiones, perversiones, ideas fijas). "La psicología ex-
perimental ha estudiado con buenos resultados últimamente es-
tas desviaciones del punto cero sano. Se ha descubierto que
existe un índice normal de persistencia y que figuras de per-
sistencia demasiado altas o demasiado bajas son índice de per-
i
turbaciones mentales.
Para casi todos la concentración pesee aún una referencia
mágica, muy bien expresada por la idea freudiana de catexis
libidinal. La concentración no es una substancia móvil, sino
una función. Es una simple función del Ego en el caso de la
concentración artificial negativa. Es una función del Incons-
ciente en fijaciones o en la concentración de "Imago". La fun-
ción armoniosa del Ego y del Inconsciente es la base para la
concentración "positiva", biológicamente correcta.
Mientras que no tenemos necesidad de tratar en este capí-

242
CONCENTRACIÓN Y NEURASTENIA 243

tulo la concentración inconsciente, el dominio del psicoanálisis


clásico, debemos dirigir nuestra atención critica a la visión
"popular", unilateral de la concentración. La mayoría de la
gente entiende por concentración un esfuerzo deliberado. En
realidad este es el tipo de concentración "negativo" no acon-
sejable.
La concentración perfecta es un proceso armónico de coope-
ración consciente e inconsciente. La concentración en el sen-
tido popular es sólo una función del Ego, no sustentada por
interés espontáneo. Es identificación con el deber, la concíen-
cía o los ideales y está caracterizada por contracciones muscu-
lares intensas, por irritabilidad y por tal cantidad de tensión
que provoca fatiga y fomenta la neurastenia o hasta derrumba-
mientos nerviosos. Es artificial y negativa, ya que carece de
sostén natural (orgánico). Se construye un muro artificial para
alejar todo lo que pudiera provocar interés, lo que tiende a
convertirse en figura en vez de permanecer como fondo.
Encontramos dos tipos de concentración errónea: la que aca-
bamos de describir y la concentración consciente obsesiva. En
la concentración obsesiva se proyecta lo constrictivol y la per-
sona en cuestión vive como si se le forzara, se le empujara a
hacer cosas contra las que protesta y que le gustaría rechazar
como extrañas y sin sentido. Sin embargo, en la concentración
negativa no se proyecta lo constrictivo sino que se retroflexio-
na y la persona se obliga a sí misma a prestar atención a temas
por los que no tiene suficiente interés. Se concentra, más que
en su tarea, en la defensa contra toda perturbación (ruidos, et-
cétera). Contrae sus músculos, frunce sus cejas, aprieta su boca,
comprime sus mandíbulas y retiene la respiración para domi-
nar su temperamento (inconscientemente dirigido contra el
mismo trabajo que está realizando) —un temperamento que
está listo para estallar en cualquier momento frente a cual-
quier interferencia. Cuanta mayor atracción inconsciente ex-
perimenta hacia el alterador, mas dispuesto está a "morderle
el cuello", lo cual indica el apetito, la naturaleza dental de su
agresión.
Cuando se han entendido las actitudes de dependencia y de
l
El carácter obsesivo es un capataz de esclavos inhibido.
244 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

maniquí se les descubrirá en estos dos tipos de concentración.


En la concentración negativa usted está pendiente de su tra-
bajo con las mandíbulas apretadas; en la concentración obse-
siva persiste en una actitud de maniquí sin beneficio o cambio.
En la pista de hielo me encontré a una persona que practicaba
los mismos movimientos durante dos años. Estaba dispuesto a
recibir consejos, pero nunca ponía en práctica los consejos, nun-
ca cambiaba. No podía soportar desviación alguna de aquello
que sentía correcto y que le era familiar. El miedo a lo desco-
nocido lo hacía apegarse a su modelo petrificado.
Se describe mejor la concentración correcta con la palabra
fascinación; aquí el objeto ocupa el primer plano sin esfuerzo
alguno, desaparece el resto del mundo, dejan de existir el tiem-
po y el contorno; no brotan conflictos internos o protesta
contra la concentración. Se encuentra con facilidad esta con-
centración en los niños y con frecuencia en adultos entregados
a un trabajo interesante o a un hobby. Como cada parte de la
personalidad está coordinada y subordinada temporalmente a
un solo propósito, no es difícil darse cuenta de que esa actitud
es la base de todo desarrollo. Si, para citar a Freud, la com-
pulsión se cambia en volición ya se ha puesto la pasarela más
importante para una vida sana y con éxito.
Hemos señalado la evitación como característica principal de
la neurosis y es obvio que su opuesto correcto es la concentra-
ción. Pero, naturalmente, lo es la concentración sobre el objeto
que, según la estructura de la situación, exige convertirse en
figura. Claramente: debemos enfrentarnos a los hechos. La psi-
coterapia significa: ayudar al paciente a enfrentarse a aquellos
hechos que se oculta a sí mismo.
El psicoanálisis describe de esta forma el proceso: las aso-
ciaciones libres conducirán automáticamente a los problemas
inconscientes debido a su atracción magnética; o, la presión
de los instintos tiene suficiente fuerza como para llegar a la
superficie, aunque con frecuencia en forma distorsionada y por
caminos desviados.
La psicología gestalt probablemente formularía esto así: la
gestalt oculta es tan fuerte que debe manifestarse en el primer
CONCENTRACIÓN Y NEURASTENIA 245

plano, la mayor parte de las veces bajo la forma de un síntoma


u otra expresión disfrazada.
No debemos perder el hilo que conduce desde el síntoma a
la gestalt escondida. El método de asociaciones libres no me-
rece confianza y se presta con facilidad a todo tipo de evita-
ciones. Por medio de la concentración en el síntoma permane-
cemos en el campo (aunque en la periferia) de la gestalt re-
primida, Perseverando en esa concentración avanzamos hacia
el centro del campo o "complejo"; durante este proceso encon-
tramos y reorganizamos las evitaciones específicas, por ejem-
plo, las resistencias.
El evitar la gestalt biológicamente requerida va siempre de
la mano con la concentración en objetos de esferas heterogé-
neas (detracción mental, fingimiento). Al evitar la formación
natural fondo-figura, la concentración negativa, forzada, lleva
a la neurosis o, en una situación álgida, a la neurastenia, en
la que siempre se ha percibido como síntoma prominente la
falta de poder de concentración. Proponemos dos ejemplos de
cómo —al descuidar el principio de autoregulación orgánica—
la concentración unilateral ha de convertirse en su opuesto, la
inestabilidad mental.
Un oficial extremadamente responsable estaba muy preocu-
pado por el hecho que había padecido desfallecimientos repe-
tidos, por los que adquirió la reputación de rehuir sus deberes.
Me impresionó como persona sincera y le creí cuando me dijo
que simplemente no podía continuar desde hacía tres o cuatro
meses, con su trabajo. Lo que había sucedido era esto: cada
día tenía que tratar cierto número de problemas, a muchos de
los cuales no podía encontrar soluciones ese mismo día. Repre-
sentaban cierto número de situaciones no concluidas. Antes
de acostarse leía una historia fantástica y dormía mal, ya que
las situaciones inconclusas alteraban su sueño e iniciaba, a la
mañana siguiente, el trabajo con una fatiga mayor. Esto redu-
cía su capacidad y más tareas permanecían inconclusas. Pre-
ocupaciones nocturnas mayores, mayor fatiga y un menor po-
der de trabajo iniciaron y continuaron el círculo vicioso hasta
que su falta de capacidad para concentrarse lo obligaron a de-
tenerse definitivamente. Cuando me encontré con él, vivía en
246 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

un estado de agotamiento; su trabajo, que era ya una montaña,


lo dejaba con un sentimiento de impotencia absoluta; estaba
en el colmo de la desesperación. Se encontró la solución de esta
dificultad en la disminución del número de problemas que
tenía que resolver, en terminar los más posibles durante el día
y en ordenar todos los problemas no concluidos antes de ir a
la cama. Después de haber comprendido que el núcleo de su
perturbación se debía simplemente a situaciones inconclusas,
aprendió a restringir sus problemas de trabajo a las horas de
oficina, a no iniciar una nueva tarea antes de haber terminado
lo que tenía entre manos y a jugar en sus horas de descanso.
Al realizar este balance no sólo trabajó mejor, sino que recon-
quistó su goce de la vida.
El segundo caso es aún más simple. Un muchacho, al tra-
bajar para sus exámenes, se quejaba de que no podía concen-
trarse en sus estudios. Todo tipo de sueños diurnos interferían
y distraían su atención. Aceptó mi consejo de separar estos
sueños diurnos de sus estudios. En cuanto aparecía un sueño
de estos se permitía durante 10 minutos más o menos soñar y
después volvía a su trabajo. Esto no era muy fácil al princi-
pio. Estaba tan acostumbrado al conflicto interno que en cuan-
to comenzaba a soñar despierto, se mezclaban frases e imá-
genes de sus libros de texto. Seguía entonces este material hasta
que reaparecía el sueño diurno. Al no resistir la llamada de
ninguno de los dos pudo aprender a separar las dos esferas y
muy pronto estuvo en posición de realizar sus estudios sin es-
fuerzo. ;
La concentración positiva obedece a las leyes del holismo
en todos los aspectos. No sólo se dirigen todas las funciones
hacia un propósito —en la concentración negativa sólo una par-
te está dirigida a su propósito— sino que sólo somos capaces
de concentrarnos por completo en aquellos objetos que signifi-
can la compleción de un todo incompleto.
Además de la falta de concentración hay otros dos síntomas
importantes de la neurastenia que debemos mencionar. Uno
es dolores de cabeza, dolores de espalda y toda la escala de
síntomas de fatiga, basados todos en una mala coordinación
CONCENTRACIÓN Y NEURASTENIA 247

del sistema motor. Trataremos de esto en el capítulo referente


a la Concentración Corporal. El otro síntoma es el hastío de
la vida, falta de interés e insatisfacción creciente con todos.
Este síntoma es la expresión del disgusto hacia la vida. Admito
que, con frecuencia, no se siente como tal este disgusto, sino
que se presenta con frecuencia como dispepsia neurasténica
y falta de apetito.
Al concentrarnos en nuestra comida logramos varios fines a
la vez. Aprendemos el arte de la concentración; curamos la
dispepsia nerviosa; desarrollamos un gusto propio; desarrolla-
mos inteligencia e individualidad. Aunque haya pocas proba-
bilidades de que pueda curarse una neurosis más grave siguien-
do el consejo proporcionado en este libro (por ser probable-
mente muy grandes las resistencias a perseverar en los ejerci-
cios), todo el que tenga una tendencia hacia la neurastenia
puede quedar convencido de la efectividad del método.
Pero ¿cómo podemos salir del dilema si no tenemos poder
de concentración y si, al mismo tiempo, no debemos forzarnos
a concentrarnos? La solución está en el método de ensayo y
error. El niño, sin forzarse, trata una y otra vez de dominar
el mecanismo difícil del caminar hasta que ha logrado la co-
ordinación apropiada de su sistema motor. En la vida adulta
encontramos un buen ejemplo en el alumno piloto. Gran parte
de su entrenamiento para volar se toma por medio de acerca-
mientos. A veces pasa por encima de su campo de aterrizaje
y a veces se desliza hacia él demasiado pronto. Forzarse para
realizar un aterrizaje sería en ambos casos tonto, si no peli-
groso. El acercamiento de ensayo y error es lo que aconsejo
al lector que siga, ya que es el único que le puede dar buenos
resultados. No se preocupe de los fracasos, ya que cada acer-
camiento hará surgir a la superficie una parte de resistencia
que se puede elaborar y hará surgir una mejor comprensión
y asimilación. La perseverancia en los acercamientos, a pesar
de muchos fracasos, será en sí misma una gran contribución
al desarrollo de una personalidad sana y comprensiva. Si ade-
más puede usted aprender a analizar, a comprender el sentido
de sus actitudes "equivocadas", en vez de condenarlas, sin duda
triunfará al final.
III. LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA

Los EJERCICIOS de este capítulo son la quintaesencia de este


libro. Dé preferencia a este capítulo por encima de todo otro
ejercicio, especialmente si usted siente que debería despreciar-
me por insistir tanto en el tema de comer correctamente. Lo
hago porque tiene una importancia vital para lograr una per-
sonalidad armoniosa inteligente. Constituye los "medios con los
que" se elimina el cuello de botella de las inhibiciones men-
tales. Si usted descubre que resta importancia a los capítulos
sobre el instinto de hambre y especialmente si siente deseos
de pasarlos por alto, puede tomar esto como una indicación
de que tiene inhibiciones dentales y actitudes neuróticas muy
arraigadas.
Permítaseme explicar una vez más, con brevedad, la diferen-
cia fundamental entre los estadios predental y dental. El niño
de pecho se concentra activamente en una sola acción —el mor-
disco de dependencia. Este mordisco de dependencia significa
la creación de un vacío que es similar al de un casquete de
goma cuando se presiona contra una ventana. No hay necesi-
dad de sostenerlo mientras prosigue la acción de succionar.
Después del mordisco de dependencia preliminar cesa la acti-
vidad consciente del niño. El niño de pecho, para mantener el
vacío, prosigue realizando movimientos inconscientes subcor-
ticales. Durante este periodo al niño le va entrando cada vez
más sueño hasta que, finalmente, queda dormido. Interpreta-
mos la "sonrisa" del niño ya alimentado como expresión de
felicidad, pero simplemente es relajación completa, el colapso
del mordisco de dependencia motor.
De este cuadro debemos sacar dos conclusiones. En primer
lugar, el ritmo de alimentación del niño de pecho, con su ten-
sión decreciente, muestra una curva por completo distinta de
la curva de la gratificación sexual con su tensión creciente y
una declinación drástica —un hecho que proporciona una prue-
ba ulterior contra la teoría de la libido.
La segunda conclusión, que a este respecto nos interesa más,

248
LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA 249

es el hecho de que el niño de pecho necesita tan sólo un ins-


tante de concentración, mientras que el adulto, en su necesidad
de enfrentarse a alimentos sólidos, tiene que concentrarse du-
rante todo el proceso de comer. La asimilación apropiada del
alimento sólido requiere la concentración continua y conscien-
te en la destrucción, el gusto y la "sensación" del material in-
gerido continuamente cambiante.
Carece de utilidad tratar de corregir el propio comer en
tanto que no se comprenda perfectamente esta diferencia fun-
damental. No debería ser difícil, ya que en cierto momento
uno debe haber visto a algún voraz, impaciente devorador que
comportándose como un niño de pecho, manifestando interés
real por el alimento sólo antes de la comida; en cuanto se sien-
ta a la mesa, su comportamiento manifiesta las características
del mordisco de dependencia; se concentra sólo en el primer
gusto y mordisco; luego, como el niño de pecho, cae en un
estado de trance, al menos por lo que se refiere al proceso de
comer, invirtíendo su interés en pensar, sueños diurnos, la con-
versación o la lectura. El alimento sólido desciende por su gar-
ganta "como si" fuera una bebida y su incapacidad para pro-
ducir un cambio en la estructura y sabor de su alimento (exac-
tamente como no se realiza un cambio en la estructura o sabor
de la bebida) se refleja en su actitud básica hacia la vida.
Tiene miedo o es incapaz de producir cambios en sí mismo o
en su medio ambiente, aun cuando sería deseable. No puede
decir "no", ya que teme que la benevolencia podría transfor-
marse en antagonismo. Se apega a costumbres gastadas en vez
de remplazarías por instituciones mejores y teme al riesgo
que un cambio total, aún en una situación con buenas perspec-
tivas, podría implicar.
Nunca conseguirá independencia, por resultarle la confluen-
cia con su medio ambiente1 tan deseable como la confluencia
con su madre para el niño de pecho. No se ha logrado el sen-
timiento de individualidad que exige la percepción de fronte-
ras que separan. O también, se ha levantado un muro artifi-
cial, representado por el apretamiento de la boca, la negativa
a tener contacto alguno con el mundo, que lleva a soledad,
1
El llamado instinto de rebaño o de masa es un fenómeno de confluencia.
250 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN
falta de interés y contacto, misantropía y aburrimiento. Los
dos fenómenos, la confluencia completa (falta de individua-
lidad) y la resistencia completa contra la confluencia (simu-
lación de una individualidad) podemos encontrarlos como ex-
tremos en los síntomas de automatismo y negativismo en la
demencia precoz.2 En la primera fase, el paciente sigue en
forma automática cualquier orden que se le dé, y en la última,
hace exactamente lo opuesto de lo que se le ha dicho. En casos
menos extremos encontramos excesiva obediencia y desafío.
¿De qué medios disponemos para navegar entre la Escila de
la confluencia y la Caribdis del aislamiento? ¿Cómo podemos
lograr ese cambio que hace del mundo exterior una substan-
cia tal como la requerimos nosotros mismos, sin convertirnos
en destructores como los nazis? ¿Cómo logramos alcanzar la
transición del estudio predental al dental?
La respuesta parece sencilla: tenemos que emplear nuestros
dientes. Fletcher ha prescrito que mastiquemos cada bocado
30 o 40 veces. Pero el método de Fletcher es obsesivo y una
persona sin inclinaciones obsesivas no puede resistir ese con-
teo monótono y pronto lo abandonará, mientras que el carác-
ter obsesivo lo recibirá con gusto sin sacar de él mucho pro-
vecho. Le proporcionaría otro maniquí, otra excusa para con- ,
centrarse en una acción carente de sentido. Su interés se in-
vertiría en una continuación de su comportamiento excéntrico
y no en la función biológica requerida para realizar la liquefac-
ción y otros cambios del alimento sólido. ¿Podría imaginarse
a una vaca rumiante que contara cada uno de sus movimien-
tos de mandíbula y que decidiera que 30 masticaciones es el
número exacto requerido para terminar cada bocado?
No. Debemos arreglarlo de una forma distinta y el comien-
zo será muy difícil. Debemos pensar en la comida; debemos
estar plenamente conscientes del hecho de que estamos co-
miendo. Parece sencillo, tal vez hasta tonto. Usted piensa, na- ,
turalmente, que está consciente de que come. Pero ¿lo está?
2
La demencia precoz esencialmente es una perturbación de la función
de frontera del Ego y de la estructura holístíca de la personalidad. A veces
es posible restablecer la función holística con un tratamiento de choques
que hace que las partes desintegradas del paciente se conjunten al servicio
del instinto de autoconservación —con el fin de "sobrevivir". j
LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA 251

¿o lee, habla, sueña despierto o se preocupa mientras come?


¿Con cuánta frecuencia está su mente llena de ansiedad por-
que va a perder el autobús, o llegará tarde al trabajo o al
teatro? ¿Con cuánta frecuencia, mientras está comiendo, es-
pecula acerca del resultado de los negocios que tiene que aten-
der? ¿Con cuánta frecuencia se traga el periódico con sus co-
midas?
Una vez que se haya decidido a ser consciente de que come,
comenzará a realizar sorprendentes descubrimientos. Al prin-
cipio será extremadamente difícil atender plenamente al pro-
ceso de comer, aun durante un corto tiempo. En unos pocos
segundos probablemente descubrirá que su mente ha estado
errante y que usted está en cualquier otro sitio menos en la
mesa, tomando el alimento. No se fuerce a estar concentrado,
pero vuelva cada vez que advierta que se está apartando de
la concentración, y lentamente aprenderá a concentrarse du-
rante diez o veinte segundos y después hasta un minuto y
aún más.
Al mismo tiempo que usted alarga la duración de su capa-
cidad para concentrarse, comienza a desarrollar otra actitud
—la de estar satisfecho con la observación pura sin interferen-
cia prematura. Después de lo ya aprendido estoy seguro de que
sentirá impaciencia por mejorar su forma de morder y masti-
car, pero esa interferencia prematura alterará y echará a per-
der un desarrollo sano. No servirá para otra cosa más que para
ocultarle la reluctancia básica a masticar. Hasta que no haya
sentido plenamente la deglución de trozos y pedazos no des-
truidos, hasta que se dé cuenta de que está bebiendo alimentos
sólidos en vez de comerlos, deberá comenzar a remediarlo, pues
de otra forma equivaldría a obediencia ciega sin sentido y no
a comprensión de uno de los más importantes procesos bio-
lógicos.
Sin captar plenamente la actitud familiar pero "equivocada"
—en este caso voracidad e impaciencia— no puede impedir que
ella vuelva en cuanto su mente se distraiga. Tiene que hacer
consciente la impaciencia, cambiar después la impaciencia en
incomodidad, después de esto en agresión dental, y finalmen-
te, consolidarla como interés en la realización plena de cada
252 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tarea —en un masticar paciente pero enérgico de su alimento


físico y mental.
Si después de un tiempo todavía experimenta dificultad para
concentrarse, aplique la técnica de descripción. Analice (no
quiero decir psicoanalice) sus experiencias. Describa todos los
detalles de lo que siente y saborea: caliente y frío, amargo y
dulce, con sabor e insípido, suave y duro. Pero no agradable
y desagradable, apetitoso y repugnante, sabroso y desabrido.
Dicho de otra forma, desarrolle su apreciación de hechos en
contraste con su evaluación.
Por último en orden, pero no en importancia, concéntrese
en la estructura del alimento y censure cada trozo no destrui-
do, que trata de escapar al molino triturador de sus molares.
No descanse hasta que se haya recondicionado a sí mismo
como el perfecto "censor" que debe sentir en su garganta cada
trozo no licuado y que automáticamente debería hacerlo vol-
ver a la boca para una destrucción completa. En este momen-
to debe tener a su disposición los medios para dominar el arte
del comer. El conocimiento de los detalles y la plena conscien-
cia del proceso de comer colaborarán para producir el cambio
requerido en su alimento. Se desarrollará el buen gusto y ce-
sará de introyectar su alimento físico, y en forma similar, el
mental.
Unas observaciones podrían servir para inculcar aún más las
ventajas obtenidas al comer apropiadamente. El estómago y
los intestinos son simplemente piel y el alimento (por ejem-
plo, un trozo de carne sólida en su plato) ha de pasar a tra-
vés de esta piel interna. Esto no podrá realizarse jamás sin una
liquefacción completa. Los jugos que proveen las glándulas de
su boca, estómago, etc., no fluirán sin suficientes movimientos
de su mandíbula, y no pueden mezclarse con el alimento si
éste no se desmenuza en forma apropiada.
Sobre todo, evite usted el peligro de la introyección, evite
tragar trozos mentales y físicos destinados a seguir siendo cuer-
pos extraños en su sistema. Para comprender y asimilar el
mundo tiene que emplear plenamente sus dientes. Aprenda a
cortar de lado a lado hasta que choquen los dientes delante-
ros. Si tiene el hábito de rasgar y mordisquear, abandónelo.
LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA 253

Cuando usted desgarra su alimento en vez de morderlo por


completo, sigue en un estado de confluencia en vez de en un
estado de contacto; la apertura mental —la puerta entre el
mundo exterior y el interior— sigue abierta. Esto concierne en
especial a las personas que no pueden hacer un corte tajante,
que no pueden morder su parte. No pueden "parti"cipar ("teil"
nehmen) tomar su parte.
Si usted tiene miedo de herir a la gente, de atacarla, de
decir "no" cuando la situación lo exige, debe realizar el si-
guiente ejercicio: imagine que muerde un trozo de carne del
cuerpo de otra persona. ¿Puede imaginar que realiza un corte
claro al morder o sus dientes tan sólo dejan una marca, como
si mordiera goma? Sí, en su imaginación, es capaz de morder
perfectamente, ¿puede experimentar la "sensación" apropiada
de la carne en sus dientes? Usted podría condenar ese ejercicio
como vicioso y cruel, pero esta crueldad es parte de su orga-
nismo, como lo es del animal en su lucha por la vida. Su agre-
sividad biológica tiene que encontrar salida en algún lugar y
de alguna forma; aún detrás de la máscara de la persona más
suave, una persona con un carácter dulce, que perdona, ace-
cha una naturaleza agresiva latente que de una forma u otra
debe encontrar salida, como proyección o moralización o ase-
sinato con amabilidad.
Si llega usted a pensar en ello, ¿qué ha conseguido la hu-
manidad reprimiendo la agresividad biológica individual? Ob-
serve los medios ingeniosos de destrucción y la cantidad de
sufrimiento en la guerra actual. ¿No constituye esto una prue-
ba suficiente del hecho de que precisamente a través del círcu-
lo vicioso del seudometabolismo la agresividad se ha desarro-
llado hasta el estadio paranoico actual de destrucción al por
mayor?
Cuanto más nos permitamos emplear la crueldad y el ansia
de destrucción en el lugar biológicamente correcto —es decir,
los dientes— menor peligro habrá de que la agresión encuentre
su salida como un rasgo de carácter. También disminuirán
mucho esos miedos patológicos que podríamos tener dentro;
porque cuanto más se invierte la agresión en morder y masti-
car, menos agresión quedará para la proyección. El resultado
254 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

inevitablemente será una disminución del número de miedos


(fobias).
No se debe confundir a la persona que tiene agresividad a
su disposición con el hombre que permanentemente está irri-
tado, que se queja y murmura todo el día y que al mismo tiem-
po es incapaz de abordar y resolver sus problemas. La irrita-
bilidad permanente es un ejemplo más de una situación in-
completa, de una agresión sentida a medias y aplicada en forma
equivocada. Esa persona es un "regañón" y no un "morde-
dor". En relación con el último está el tipo de "confluencia".
En estos individuos se encuentra siempre la brecha entre los
dientes delanteros. Una persona así o camina con su boca me-
dio abierta o, como sobre compensación, cerrada enérgicamen-
te. Especialmente tiene miedo de ser un individuo o, alterna-
tivamente, se concentra en probarse a sí mismo y al mundo
que es un individuo, que tiene una opinión propia, aunque
sólo se trate de alguien que siempre se opone a todo. Conocí
a un hombre que, por oponerse a su familia burguesa, se hizo
comunista. Luego se afilió a un partido que, aunque comunista
en principio, se oponía a las doctrinas comunistas aceptadas.
Pronto encontró también defectos en este partido y se hizo
fascista.
Para los que descubren fallas en su individualidad, hay un
ejercicio que mejora la zona de contacto (la frontera del Ego
de Federn). Deje que los dientes de la mandíbula superior e
inferior se toquen entre sí ligeramente. No contraiga los múscu-
los de la mandíbula con energía, ni los relaje tanto que la
mandíbula inferior caiga; no debe haber ni hiper ni hipotono
en los músculos afectados. Al principio sentirá un temblor li-
gero o hasta importante (castañeteo de los dientes como en
temperatura fría o en caso de miedo) en ese caso transforme
el temblor inconsciente en movimientos conscientes de mor-
der pequeños, rápidos, e inténtelo entonces de nuevo.
Una vez que ha comenzado a recondicionar su forma de co-
mer, existe un pequeño ejercicio que tiene un valor especial
en la cura de la impaciencia y del pensamiento embrollado.
Ejercítese en interrumpir el flujo continuo de alimento. Mu-
chas personas introducen nuevo alimento en la boca antes de
LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA 255

que hayan licuado y pasado el bocado anterior. Esta actitud


es otro síntoma de que se trata al alimento sólido como si fue-
ra líquido. Si usted exagera la actitud sana, si aprende a man-
tener vacía su boca durante unos segundos entre un mordisco
y otro, descubrirá muy pronto que es capaz de dar conclu-
sión a todo lo grande y pequeño de su vida; su estómago men-
tal —su cerebro— estará en un orden mucho mejor. De esta
forma, gran parte de su pensamiento incoherente y revuelto
desaparecerá y no tendrá dificultad para aclarar sus ideas y
conceptos. Esto tiene aplicación no sólo a su forma de pensar,
sino también a sus actividades generales. Si pertenece a aque-
llos que inician una nueva tarea antes de concluir la que tie-
nen entre manos, si con frecuencia se ve envuelto en un re-
voltijo, entonces ese ejercicio es exactamente lo que usted ne-
cesita.
Si ha logrado poner en práctica los ejercicios anteriores, ha-
brá alcanzado mucho. Habrá descubierto que, con frecuencia,
se habrá topado con resistencias tales como excusas, descuido,
falta de tiempo, etc., pero con cierta determinación y perseve-
rancia, estos ejercicios están dentro de las posibilidades de
cualquiera. Mucha mayor resistencia habremos de encontrar
cuando nos acerquemos a los ejercicios referentes a la repug-
nancia. Sin embargo, no se deben intentar éstos antes de que
los ejercicios anteriores hayan llegado a ser más o menos auto-
máticos.
La ambivalencia de nuestra actitud hacia el alimento en par-
ticular y el mundo en general está tan enraizada, que la ma-
yoría de nosotros tiene aún las actitudes infantiles de pensar
que todo es o "fuchi" o "m-m-m". Me admira descubrir cuán-
tas personas emplean, como reacción inmediata ante una pie-
za de música que oyen, o la película que ven, ante cualquier
persona con la que se encuentran, las expresiones "horrible" o
"maravilloso". En la mayoría de los casos su esfuerzo avanza
en la dirección de refinar sus capacidades críticas en vez de
profundizar sus experiencias. Algunas personas admiten que
no son capaces de estar sentadas ante la pantalla sin murmu-
rar comentarios continuamente, sin decirse continuamente "qué
256 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

bueno" o "qué estúpido", etc., y todo su interés se centra en la


evaluación y no en conmoverse. En estos tipos de individuos
descubro siempre que el 90% de su pensamiento está constituido
por prejuicios. Se les puede caracterizar diciendo que tienen
una paranoia selectiva. Para superar esta actitud es necesario
remediar su frigidez oral haciendo que su repugnancia repri-
mida salga a la superficie y eliminándola. Comen con su jui-
cio y no con su paladar.
Usted se habrá dado cuenta en los ejercicios de saboreo que
es mucho más fácil concentrarse en los alimentos que le gus-
tan que en aquellos que le disgustan o que le resultan raros.
También habrá experimentado en cierta medida que el límite
de su gusto se ha ampliado una vez que ha superado el es-
fuerzo de concentración, que goza su alimento más que antes.
(Si se han realizado con corrección los ejercicios, ahora el pro-
ceso entero debería realizarse sin esfuerzo.) Muy pocas perso-
nas son conscientes de su frigidez oral. El verdadero gourmet,
que se detiene y goza cada plato de su comida, no sólo ha
llegado a ser muy escaso, sino que nuestra actitud general res-
pecto a la toma de alimentos ha llegado a ser cada vez más
bárbara. El entumecimiento del paladar está compensado por
toda clase de especias estimulantes, y por todo tipo de compor-
tamiento pervertido. Una paciente mía no podía disfrutar la
sopa a no ser que estuviera ardiendo, porque de otra forma
su sabor le parecía insípido.
Muchas personas han perdido por completo el sano sentido
del animal que no tocará alimento ni demasiado caliente ni
demasiado frío. Esta actitud se extiende no sólo al alimento
sino también a otras esferas de placer y lleva a la degeneración
en toda la línea. En la sala de baile la música debe ser caliente,
el compañero excitante; al jugar, las apuestas deben ser eleva-
das y en el mundo de los vestidos todo lo que no va a la úl-
tima moda carece por completo de valor. En estos círculos, en
los que el lenguaje empleado consiste en ristras de superlati-
vos, el estado de inteligencia es correspondientemente bajo.
Descubrimos todo tipo de estimulantes en diferentes clases de
sociedad, y estos estimulantes, para conservar su efecto, han
de ser administrados en dosis crecientes. Existe el hábito de
LA CONCENTRACIÓN EN LA COMIDA 257

beber, por ejemplo, común a todas las clases. El borracho nun-


ca emplea sus dientes ni paladea bien. Si lo hiciera —si fuera
un auténtico "mordedor"— no necesitaría la botella. Para curar
a un borracho es necesario anular la retroflexión de la auto-
destrucción y devolver el placer de destrucción a los dientes.
En casos graves de frigidez oral el alimento existe tan sólo
mientras está en el plato. Una vez que está en la boca ya no
se siente, mucho menos se paladea. Naturalmente esto es un
caso extremo de introyección. Este comportamiento se da la
mano con beber en exceso, el empleo intenso de especias y
llenarse de alimento sin jamás estar satisfecho; se alternan pe-
riodos de voracidad irresistible y otros de rígida disciplina ali-
menticia. El cuadro se completa del lado mental con voracidad
perpetua de afecto, poder, éxito y emociones .que, sin embar-
go, nunca proporcionan un placer o satisfacción genuinos.
Aunque es fácil hacer que la gente comprenda la importan-
cia de analizar la ansiedad, el miedo o la turbación, es una
tarea ardua hacer entender lo que significa el percibir y ana-
lizar la emoción poderosa (o sensación) de repugnancia. Para
obtener un cuadro claro debemos distinguir al menos cuatro
niveles implicados en su desarrollo. El nivel básico es el ape-
tito sano, natural, no distorsionado, con todas sus tensiones y
gratificaciones, con el que se puede interferir de dos formas:
un apetito original e intenso se puede condenar por dirigirse
hacia cosas "fuchi", o se pide que el niño ingiera cosas con-
tra las que su organismo protesta violentamente. Esta protes-
ta, la repugnancia, proporciona el segundo nivel. Una vez des-
arrollada la repugnancia muchos padres objetan contra ella. Se
considera la repugnancia y el vómito malos y el niño que se
atreve a devolver las espinacas o el aceite de ricino se ve ame-
nazado con castigos. De esta forma se establece el tercer nivel,
la frigidez oral, para evitar la repugnancia, los vómitos y el
castigo amenazado. Más tarde, para lograr un seudosabor del
alimento, se cubre el entumecimiento con un cuarto nivel, el
nivel de la estimulación artificial.
El punto crucial del análisis de la repugnancia es el mismo
que el de la turbación. En general o la repugnancia domina
la situación, y en ese caso uno se niega a acersarse al objeto
258 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

de la repugnancia, o la determinación de insumir algo que nor-


malmente produciría repugnancia es la norma: se reprime la
repugnancia y se adormecen el gusto y el olfato. Lo que debe
hacerse es resistir la repugnancia, no reprimirla, y al mismo
tiempo, no alejarse del objeto de repugnancia, no evitar el
contacto con personas, alimentos, olores y otras cosas que re-
pugnen. Para lograr analizar la frigidez oral, debe usted apren-
der a ser plenamente consciente de la experiencia de repug-
nancia, aunque signifique vomitar o pasar por una situación
muy desagradable. Pero no trate de desenterrar y curar la re-
pugnancia antes de que pueda concentrarse plenamente en sus
comidas ordinarias. Aun cuando tan sólo se descargue la re-
pugnancia a medias, si lo siente como un impulso repentino
a toser, o como una sensación biliosa, le ayudará mucho a su-
perar la indiferencia hacia el alimento y el mundo en general.
Cualesquiera que sean sus inclinaciones hacia su medio am-
biente, siempre descubrirá que son idénticas con el grado de
su apetito o repugnancia. Los que pueden disgustarse con la
gente y sus acciones están en una situación más viva que
aquellos que aceptan todo con un paladar mental aburrido y
embotado.
Como la ingestión física y mental obedecen a las mismas
leyes, su actitud hacia el alimento mental cambiará al progre-
sar en los ejercicios precedentes. Exámenes psicológicos de pa-
cientes con enfermedades estomacales, lo mismo que mis ob-
servaciones psicoanalíticas generales, han probado esto una y
otra vez. Aproxímese al alimento mental desde el punto de
vista de la asimilación. Distinga entre la literatura cenagosa,
dulzona y el material sólido que puede contribuir al crecimien-
to de su personalidad. Pero no pase por alto el peligro de que
la literatura "arrogante" no será otra cosa más que una carga
innecesaria si simplemente se introyecta —si sigue siendo un
cuerpo extraño en su sistema. Una frase bien masticada y asi-
milada tiene más valor que todo un libro simplemente intro-
yectado. Si usted quiere mejorar su mentalidad, dediqúese al
estudio de la semántica, el mejor antídoto contra la frigidez
del paladar mental. Aprenda a asimilar el núcleo de las pala-
bras -el sentido, el significado de su lengua.
IV. LA VISUALIZACIÓN

CUANDO los platillos de una balanza están desequilibrados,


para restablecer el equilibrio hay que añadir peso al platillo
más alto. Esto es lo que intento hacer con el presente libro.
Con frecuencia parecerá que soy tan unilateral como las teo-
rías que critico. Sin embargo he hecho un esfuerzo para tener
en cuenta la estructura orgánica completa y para añadir peso
en el platillo que se ha descuidado. Considero el análisis del
instinto de hambre como el hijastro de la psicología, sin sub-
estimar la importancia del análisis del instinto sexual. Recalco
la importancia del comportamiento activo de nuestra mente
sensorial como contrapeso del concepto mecanicista pasivo. En
realidad no existe jamás algo así como un individuo o un me-
dio ambiente. Los dos constituyen una unidad inseparable en
la que, por ejemplo, no se pueden separar el estímulo y la
disposición o capacidad para ser estimulado. Los rayos de luz
existen —pero debe haber una situación orgánica (interés) res-
pecto a la cual puedan existir.
Aunque todos estarán dispuestos a darse cuenta de que nues-
tro organismo es muy activo en la consunción y asimilación de
nuestro alimento, hay menos disposición a darse cuenta de la
actividad correspondiente de nuestros sentidos. Estamos tan
acostumbrados a pensar en los términos de la teoría del arco
reflejo, damos tan por sobreentendido que un estímulo exte-
rior hace que nuestro organismo reaccione de una forma casi
mecánica, que requiere un esfuerzo darse cuenta de que la
percepción es una actividad y no una simple actitud pasiva.
Ni el alimento ni las ondas acústicas de un concierto sinfónico
fluyen hacia nuestro sistema por sí mismos.
En el último caso tenemos que realizar bastantes activida-
des para llevar nuestro organismo al deseado campo acústico.
Tenemos que comprar boletos, trasladarnos a la sala de con-
ciertos y durante la ejecución misma nuestra actividad pro-
sigue sin cesar. No pensemos que los cientos de personas del
auditorio comprenden la misma música; ni siquiera perciben
los mismos sonidos. Un pasaje, que significa un caos para un

250
260 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

oyente, es una gestalt clara para otro. El fagot que un oyente


atento descubre además del contrabajo, ni siquiera llega a los
oídos de la persona sin entrenamiento. La parte que usted re-
ciba de las ondas acústicas depende de muchos factores: de
su acercamiento musical, su identificación emocional, su en-
trenamiento, y sobre todo, su poder de concentración.
Cuando usted está cansado, cuando escuchar implica dema-
siada tensión o cuando por otras razones la orquesta no puede
sostener su interés, su mente vaga, pierde contacto con la eje-
cución. Si usted se encuentra en ese estado, si advierte que la
música ha cesado por completo de ser figura y que no tiene la
menor idea de lo que se tocó, entonces se convencerá de dos
cosas: de la importancia del fenómeno fondo-figura y de su
relación con la concentración, y de la cantidad de actividad
implicada en el empleo de sus sentidos.
Nos ayuda en nuestras falsas concepciones acerca de la pa-
sividad de los sentidos nuestro conocimiento de la cámara fo-
tográfica y estamos demasiado inclinados a suponer que nues-
tro organismo simplemente toma fotografías y que los rayos
de luz se imprimen en la placa al mismo tiempo que las imá-
genes se almacenan en alguna parte del cerebro. Olvidamos
que todo fotógrafo debe realizar muchas actividades antes de
lograr tomar una foto. Olvidamos la cantidad de trabajo con-
densada en una sola placa fotográfica y que nuestro organis-
mo tiene que comportarse como una fábrica química en acti-
vidad continua y un fotógrafo continuo. Por otra parte, tam-
poco nos damos suficientemente cuenta de que el trabajo del
fotógrafo está determinado por su interés (hobby, forma de
vivir o aprendizaje).
En el hombre los sentidos se han desarrollado desde sim-
ples señaladores a órganos del "estómago mental" y de un
segundo y tercero mundo humano. En el plano segundo (el
mundo de la imaginación) desempeñan una parte de decisiva
importancia los planes y simplificaciones, la ingestión y la asi-
milación. Ya hemos tratado de los recuerdos como trozos no
digeridos y de las alucinaciones y de confundir el mundo ima-
ginario con el real. El tercer plano es el mundo de los valores
(M. Scheler). En este capítulo nos ocuparemos de cómo or-
LA VISUALIZACIÓN

ganizar el empleo de nuestros sentidos para el mayor benefi-


cio de todo el organismo.
La mejor forma de enfocar este problema es considerar nues-
tra capacidad de visualización. Gran parte de nuestra menta-
lidad consiste en imágenes y palabras. La mente inconsciente
tiene una afinidad mayor con las imágenes, la consciente con
las palabras. Para lograr una armonía buena entre el Ego y el
Inconsciente deberíamos poseer el mayor control posible de
nuestra visualización, un control que está claramente ausente
en los sueños diurnos. Los sueños diurnos con frecuencia están
tan lejos del influjo del control consciente que muchas perso-
nas, respecto a ellos, sólo saben que están soñando despiertos
y no les queda de ello ningún rastro, excepto el sentimiento
de que estaban en trance, de que estaban en alguna otra parte.
Por otro lado, todo esfuerzo consciente por visualizar las cosas
es algo imposible para muchas personas. Cada esfuerzo cons-
ciente por lograr una imagen en su mente o se frustra (la
mente está en blanco) o nos enfrentamos a una jungla de imá-
genes sin sentido, por ejemplo, antes de dormirnos.
Naturalmente se enfrentan a la mayor dificultad las perso-
nas que en apariencia no poseen visualización alguna. Esto es
un síntoma de una grave alteración neurótica y está fuera de
las posibilidades del autotratamiento. Aquí tan sólo podemos
hacer referencia al hábito inconsciente de excluir las imágenes
con la ayuda de contracciones intensas de los diversos múscu-
los oculares. AI relajar estas contracciones, reaparecerán las
imágenes. (Nos referiremos a esto más extensamente en el ca-
pítulo acerca de la Concentración Corporal.) Detrás de esta
deficiencia de visualización se descubre con frecuencia miedo
a mirar las cosas que se quiere evitar o que podrían evocar
emociones o recuerdos de cualquier tipo. A veces una nega-
tiva a gratificar las inclinaciones personales a "fisgar" puede
haberse extendido de tal forma, que todo mirar se llega a in-
cluir en este tabú. Las personas que miran las cosas sin ver-
las, descubrirán la misma deficiencia cuando vuelven su mi-
rada hacia dentro, cuando evocan imágenes mentales, mien-
tras que los que emplean su observación, que miran las cosas
de frente y las reconocen, tendrán un ojo interno igualmente
262 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

alerta, y su visualización será comparativamente fácil. Las per-


sonas con mentes llenas de palabras o resentimientos o sueños
diurnos generalmente no miran en absoluto al mundo, sino
que tienen simplemente abiertos los ojos o pasan su vista por
las cosas sin ningún interés real en su medio ambiente. Mien-
tras no creemos, o más bien re-creemos el mundo con nues-
tros ojos, no habrá creación dentro de la personalidad.
Supongamos que usted pertenece a la mayoría de las per-
sonas que pueden visualizar las cosas. Descubra cómo actúa
su visión interna. Cierre sus ojos y observe cualquier imagen
que pueda aparecer en la pantalla de su mente. Una vez más
podrá encontrar aquí una tendencia a huir, un deseo de resis-
tir a la imagen que se presenta. También puede haber un re-
voltijo de imágenes, o tal vez descubra que salta de una a
otra, incapaz de retener cualquiera de ellas por más de medio
segundo. Este saltar de una imagen a otra caracteriza a la
persona que, también en la vida, anda saltando, es inquieto,
incapaz de concentrarse.
El primer paso necesario para remediar esto es darse cuen-
ta de que las imágenes no brincan, sino que usted brinca de
una imagen a otra. Trate de hacerse plenamente consciente
de su brincar y muy pronto notará pequeños movimientos en
sus ojos cada vez que dirija su mirada de una imagen a otra.
Permita que prosiga esta inquietud de sus ojos y de su visión.
Trate de no interferir, de no resistir a su inestabilidad, hasta
que conciba claramente el nerviosismo de sus globos oculares.
No haga responsable a las imágenes y no avance hasta que se
dé cuenta perfectamente de que es usted el errabundo, no las
imágenes. Entonces descubra qué es lo que le hace brincar.
Es ¿timidez, impaciencia, falta de interés, miedo, etc.? (Este
análisis es importante para aumentar las funciones del Ego.)
Tan sólo después de que sea plenamente consciente de su ac-
titud emocional hacia sus imágenes internas, puede iniciar el
análisis de sus resistencias sensomotoras. Cuando una imagen,
después de persistir unos pocos segundos, se hace borrosa, o
cuando mentalmente usted brinca a otra imagen, debe descu-
brir qué cosa trata de evitar en relación con la imagen visua-
lizada. No se quede satisfecho con llamar a este brincar una
LA VISUAL1ZACIÓN 263
asociación. No queremos asociaciones, no queremos la próxima
cosa mejor, sino a la persona o cosa misma. Concéntrese una
y otra vez en la misma imagen hasta que la razón y objetivo
de la evitación "brinque" a su consciencia. Cuando, sin inter-
ferencia, ha descubierto lo que se interpone entre usted y su
imagen, recorra el camino inverso: sea valiente y perseverante
e interesado, de modo que usted deje de brincar de un lado
para otro y mire las imágenes directamente a la cara.
Cuando domine este ejercicio, o si usted no es de los que
brincan, sino que puede ver escenas y mantener una imagen
al menos durante unos cuantos segundos, entonces la tarea es
mucho más simple. Es suficiente si, de un revoltijo de imáge-
nes, puede descubrir una o dos a las que puede contemplar
durante unos segundos. Se obtiene el mayor beneficio de las
imágenes estáticas, parecidas a las proyectadas por una lin-
terna mágica, o del análisis de sueños que se repiten con fre-
cuencia. Estas son imágenes introyectadas, trozos no digeridos
en su estómago mental. Después de haber encontrado su ima-
gen haga dos cosas: primero determine su reacción emocional
ante ella. ¿Le gusta o le disgusta la persona o cosa vista, o se
siente indiferente? ¿Experimenta alguna resistencia hacia esta
imagen? Si es así, expréselo. Sea insultante si no le gusta y
si la visión es de algo o alguien que ama, no sea tímido y díga-
lo. Si está solo, exprese (y esto significa, descargue, libérese)
en alta voz su resistencia en la forma más realista posible.
Recuerde que un organismo responde a una situación. Su
reacción a esta situación-imagen artificial coincide más o me-
nos con su comportamiento real. Al traer imágenes a su labo-
ratorio psicoanalítico usted logra un buen substituto de la rea-
lidad externa. En muchos casos es la mejor preparación posi-
ble para la aproximación real. Las personas con dificultades
de contacto tienden invariablemente a visualizar cosas inani-
madas, pinturas o fotografías o bustos de personas, en vez de
las mismas personas vivas. Esto no es —como el freudismo sos-
tiene— necesariamente la expresión simbólica de deseos de
muerte inconscientes, sino una proyección que disimula el de-
fecto y el miedo a la reacción —la muerte emocional del pa-
ciente mismo. Por tanto, si descubre que selecciona objetos e
264 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

imágenes inanimados, dése cuenta de que quiere evitar los ob-


jetos vivos y con ello, sus reacciones emocionales.
Pruebe estos ejercicios de concentración al principio en los
sucesos cotidianos. Tal vez esté recibiendo lecciones de ma-
nejo. Si usted confía exclusivamente en estas lecciones, su pro-
greso será mucho más lento que si practica con la imaginación
lo que se le ha enseñado, fijándose en todos los detalles. En
su fantasía, vaya en un largo viaje, usted mismo al volante,
recordando y cumpliendo todas las reglas que le han enseña-
do: se admirará del acrecentamiento de su confianza y com-
petencia. Si está aprendiendo taquigrafía, ponga los pensamien-
tos que pueblan su mente en símbolos, especialmente antes de
dormirse; visualice en signos las palabras que dice y conseguirá
rapidez y precisión. Requiere al menos tanta concentración
hacer las cosas correctamente en su mente como con sus múscu-
los, con la ventaja ulterior de que, mientras que durante el
acto de manejar o la lección de taquigrafía reales puede estar
distraído con otras cosas sin darse cuenta de ellas, probable-
mente no pueda practicar nada en su fantasía sin dirigir hacia
allí todo su interés, comprobando con ello su poder de concen-
tración. Sin embargo, debe observar todo detalle posible; no
se puede manejar un automóvil o escribir taquigrafía en "bos-
quejo".
Una vez que haya logrado confianza en su poder de imagi-
nación consciente y después de que baya logrado sostener una
imagen durante cierto tiempo, amplíe la descripción de deta-
lle. Los sueños ofrecen con frecuencia muy buen material, que
siempre contiene gran cantidad de material no asimilado. (Por
ello la mayoría son tan incomprensibles.) Fíjese en un detalle
cada vez, pero vuelva una y otra vez al sueño completo. Según
Freud lo más esencial en el desenmarañamiento de un sueño
es prestar atención a cada aspecto individual, independiente-
mente del contexto como un todo. Yo llamo a esto: desgarra-
miento del sueño, empleando los dientes delanteros mentales ,
para reducirlo a trozos. La segunda parte, la masticación, la
destrucción de los trozos y la liberación de las resistencias, la
realiza Freud por medio de las asociaciones libres. He demos-
trado el peligro de estas asociaciones libres que llevan a diso-
ciaciones libres, y por ello prefiero el método de masticar, po-
LA VISUALIZACIÓN 265

niendo en contacto los trozos del sueño. Surge a la superficie


más claramente la resistencia, la evitación de contacto. Se rea-
liza esta masticación por medio de la descripción detallada.
Probablemente no pueda usted describir nada en detalle sin
concentrarse en ello.
Mientras la represión de un detalle crea los recuerdos pan-
talla y hace ininteligibles los sueños, la descripción detallada
de trozos de sueño y los detalles empañados harán que sean
asimilados y comprendidos. Lo mismo que en las novelas de
detectives el buen detective se distingue por observar detalles
que otros pasan por alto, así la revelación de detalles completa
el sueño o imagen y soluciona un problema que de otra forma
seguiría siendo desconcertante.
Sin embargo, la descripción detallada es tan sólo un "me-
dio". Se parece al andamio del albañil que se quita cuando se
ha terminado la casa. Al traducir nuestras observaciones en
palabras empleamos la descripción como un medio con el cual
mantenemos nuestra atención enfocada sobre los detalles que,
a lo largo del proceso de masticación, sufren un desarrollo.
Podría cambiar la imagen misma, podrían aparecer otras imá-
genes y recuerdos, pertenecientes a la misma esfera, pero es
esencial no abandonar la imagen central hasta que sea asimi-
lada, comprendida y disuelta por completo.
Debido a la similitud exterior, al principio será muy difícil
percibir la diferencia decisiva entre el material que propor-
ciona la concentración, por un lado, y las asociaciones por otro.
El psicoanalista presentará probablemente, como prueba de la
técnica de asociación, los experimentos de Freud para rescatar
nombres olvidados. Yo sostengo que los nombres vuelven a la
superficie no por asociación, sino por la concentración. Si us-
ted sigue asociando no encontrará el nombre olvidado, pero
hay una fascinación tal (la forma más elevada de concentra-
ción) en la existencia de un punto ciego, que volverá a él una
y otra vez. Pocas situaciones inconclusas ejercen tal presión
para que se concluyan como los nombres olvidados.
La terapia de concentración proporciona un camino más
corto y superior para el "renacimiento emocional" que la con-
versación ordinaria o la técnica de las asociaciones libres. Un
hombre, por ejemplo, que habla más bien con desprecio de su
266 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

padre, cuando se le pide que lo visualice y se concentre en los


detalles de su apariencia podría estallar en llanto de repente.
Quedará sorprendido de su repentina explosión emocional y
sorprendido de que todavía siente tanto por el viejo. El valor
catártico de concentrarse en la imagen de una persona o acon-
tecimiento, con el cual se tiene una relación emocional, es casi
el mismo del análisis hipnótico o del narcoanálisis, con la ven-
taja adicional de que fortalece la personalidad consciente.
Un paso más difícil, pero muy valioso para lograr una vida
mental cuatridimensional, una vida que recrea la realidad ex-
terior, es el entrenamiento de los demás sentidos: oído, olfato
y gusto. Para alcanzar esta plástica mentalidad cuatridimensio-
nal usted tiene que hacer que su contacto imaginario sea lo
más completo posible, y con esto quiero decir algo más que
simplemente visualizar imágenes. Si visualiza un paisaje, puede
describir todos los detalles: los árboles, los prados, las som-
bras, el ganado que pasta, las fragantes flores. Pero debe hacer
más. Debe caminar por él, subir a los árboles, cavar la rica
tierra parda, oler las flores, sentarse en el sombreado pasto, oír
el canto de los pájaros, lanzar piedras al río, observar las abe-
jas en su trabajo. Deje en plena libertad todo impulso posible,
especialmente aquellos que en realidad le causarían turbación
(como jugar acostado con una chica debajo de un matorral, o
robar fruta de una huerta de manzanas u orinar en una zan-
ja), pero que le ocurren en su fantasía.
Este acercamiento sensomotor, especialmente el de tocar, le
proporciona el sentido apropiado de las cosas e introduce la
experiencia de las cuatro dimensiones. Desarrollará sus senti-
dos de actualidad y ayudará a lograr la memoria eidética
(identidad de percepción y visualización) que siempre está
presente en los sueños mismos.
V. EL SENTIDO DE ACTUALIDAD

EL PENSAR en cuatro dimensiones de acuerdo con el mundo


exterior, unido a la capacidad para distinguir entre realidad
externa e interna, es una exigencia básica de la higiene men-
tal. Hasta ahora, en nuestro entrenamiento, sólo nos habíamos
interesado por los ejercicios aislados; comenzamos con imáge-
nes de dos dimensiones y añadimos la tercera (profundidad)
y hasta la cuarta dimensión (duración o extensión del tiem-
po). La experiencia de este factor temporal es necesaria si que-
remos vivir una vida más plena, por ejemplo, una experiencia
más comprehensiva. La autorrealizacíón es posible sólo cuando
"la conciencia espacio-tempora" penetra en cada rincón de
nuestra existencia; fundamentalmente se trata del sentido de
la actualidad, la percepción de la identidad de la realidad y
el presente.
No se debe confundir este sentido de actualidad con el "sen-
tido de realidad" de Freud. Freud oponía el comportamiento
biológico "impulsivo" a la necesidad de sublimación y aplaza-
miento de gratificación como lo exige la sociedad. Pero no es
correcto llamar a la capacidad para soportar la impaciencia
antes de lograr el placer el "principio de realidad". Los dolores
y placeres y cientos de otras experiencias son tan realidad como
lo son el medio ambiente y la capacidad para soportar impa-
ciencia. Hasta las alucinaciones del delirium tremens son rea-
lidades psicológicas, aunque la víctima sea incapaz de distin-
guir entre los campos interno y ambiental.
Puede compararse la realidad siempre en movimiento del
presente con una vía de tren, en la que los rieles representan
la duración y el tren que corre la actualidad. El panorama siem-
pre cambiante fuera y nuestras experiencias internas (pensa-
mientos, hambre, impaciencia, etc.) simbolizarían la "vida".
El sentido de actualidad no significa otra cosa sino conside-
rar que cada suceso tiene lugar en el "presente". He encon-
trado un gran número de personas, la mayoría caracteres "de-
pendientes", que tienen una enorme dificultad para captar que
este algo siempre cambiante, elusivo e insubstancial, es la úni-
287
268 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

ca realidad que existe. Quieren apoyarse en lo que tienen. Quie-


ren congelar el presente fluido, hacerlo permanente. Quedan
confundidos cuando la realidad de un momento ya no es una
realidad al segundo siguiente. Están inclinados, más que a
vivir el presente, a conservarlo tomando fotografías. Se apegan
a costumbres gastadas. Tienen gran dificultad para cambiar de
una situación a otra. Cuando están levantados, no pueden ir
a la cama; cuando están en la cama, no pueden levantarse.
Cuando consultan a un doctor, no pueden terminar la entre-
vista y encuentran docenas de razones y preguntas para pro-
longar su visita.
El carácter anticipatorio —descrito en la Primera Parte— en
cierto modo tiene menos dificultad para reconquistar el sen-
tido de actualidad. Aparentemente está más entrenado para
pensar en términos de tiempo.
La mayor parte del contacto humano se realiza por medio del
instrumento del lenguaje. Esta buena herramienta se emplea
por lo general tan mal, las palabras encierran tantos significa-
dos, que resulta difícil comprender los acontecimientos de cada
día. Cuando A emplea una palabra podría significar algo bas-
tante distinto de lo que B entiende. La ciencia revolucionaria
de la semántica —el significado del significado— proporciona-
rá, espero, un remedio a esta confusión babilónica. El lenguaje
no es un simple conglomerado sino una organización de signi-
ficados y su esqueleto es la gramática. El desorden mental y
emocional produce distorsión del significado y aplicación erró-
nea de la gramática. Captar el significado de algunas partes de
la gramática le ayudará bastante para anular evitaciones neu-
róticas.
Siguiendo a Russell, podemos distinguir tres posibilidades
en el lenguaje:
1) El habla expresiva por medio de la cual, como indica el
nombre, nos expresamos y —a través de una descarga emocio-
nal— realizamos un cambio dentro de nosotros mismos (acción
autoplástica).
2) Habla intencional o sugerente, que pretende realizar un
cambio en la mente de otro (acción aloplástica).
3) Habla descriptiva.
EL SENTIDO DE ACTUALIDAD 269

Las tres diversas clases de lenguaje tienen su relación espe-


cífica con el tiempo. La relación de expresión es, aunque cau-
sal, con el presente; el impulso que causa la expresión debe
estar todavía presente, pues de otro modo la expresión se trans-
forma en descripción o actuación.
El habla sugerente tiende hacia el futuro. La propaganda,
por ejemplo, va dirigida a realizar cambios deseados en otras
personas.1 Sin ese fin aloplástico toda la técnica de publicidad
y ventas resulta sin sentido.
La importancia de establecer una diferencia entre compor-
tamiento autoplástico y aloplástico puede demostrarse con dos
ejemplos de llanto. Cuando un niño llora genuinamente, su
llanto es causado por un daño y tiene más naturaleza de reac-
ción que de acción (comportamiento autoplástico). Sin em-
bargo, cuando una mujer mimada comienza a llorar para pro-
vocar piedad en su esposo porque "no tiene nada que ponerse",
entonces percibimos el objetivo de su llanto —la acción de su
comportamiento; en realidad, en este caso hablamos de "ac-
tuación". Su objetivo es provocar un cambio en el corazón de
él o en su cartera (acción aloplástica).
La descripción tiene muy fuerte conexión con el presente.
Una imagen, una situación, deben estar presentes objetivamen-
te o en la imaginación, pues de otra forma no es posible des-
cribirlos; y para la descripción necesitamos palabras en las que
podamos traducir cosas o imágenes y con las que recreemos
la imagen a la que nos referimos. Por eso la doble traducción
conducirá con facilidad a incomprensión en cuanto empleemos
palabras con significados ambiguos.
Mientras que los animales poseen la capacidad para impri-
mir y expresar, en el reino animal no hay nada que equivalga
a la descripción. La descripción es la recreación de sucesos.
Antes de la época de la fotografía, la descripción verbal pro-
porcionaba el medio principal por el cual las personas podían
referirse entre sí los hechos. La ciencia reconoce plenamente
la importancia de una descripción adecuada. Un suceso, para
que pueda ser descrito, debe llenar tres condiciones: debe exis-
tir, estar presente (en el medio ambiente o en la mente) y ser
1
La autosugestión (sugestión retroflexionada) es una excepción evidente.
270 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

real (material o mentalmente). Los tres términos "existente",


"presente", y "real" pueden condensarse en una palabra:
"actual".
Describir detalladamente las experiencias desarrolla capaci-
dad para observar y el sentido de actualidad al mismo tiempo.
A lo largo de la parte teórica de este libro he recalcado de la
forma más clara este sentido de actualidad —la importancia
de darse cuenta de que no hay otra realidad más que el pre-
sente.
¿Cómo puede desarrollarse este sentido de actualidad? Para
empezar debe usted darse cuenta en qué tiempo vive. ¿Está
en contacto con el presente? ¿Tiene los ojos abiertos ante la
realidad que le rodea, o vaga por el pasado o el futuro? Para
obtener el máximo beneficio del ejercicio de darse cuenta de
los tiempos, debe hacer un inventario de cuánto tiempo gasta
prestando atención a la realidad actual y cuánto en recuerdos
o anticipaciones. Al mismo tiempo dése cuenta de que el pro-
ceso actual de recordar o anticipar procede siempre del mo-
mento presente y que, aunque esté mirando hacia atrás o hacia
adelante, siempre lo hace apoyándose en el presente. Una vez
que haya encontrado plenamente su apoyo en el presente, muy
pronto aprenderá a percibirse como un "evento espacio-tem-
poral". Entrene su sentido de actualidad observando su incli-
nación a desviarse hacia el pasado o el futuro. Al mismo tiem-
po, descubra si altera su equilibrio evitando mirar hacia el
pasado o el futuro.
La huida hacia el pasado es casi siempre característica de
personas que necesitan chivos expiatorios. Estas personas no
logran darse cuenta de que, a pesar de lo que haya sucedido
en el pasado, su vida presente es su vida propia, y que ahora
tienen la responsabilidad propia de remediar sus deficiencias,
cualesquiera que sean. Siempre que estas personas, que se apo-
yan en el pasado, se enfrentan a dificultades, consumen toda
su energía en quejas o en descubrir "causas" fuera de sí mis-
mas. "Encontrar razones siempre es fácil." Como esta búsqueda
no puede tener buenos resultados, cada vez se deprimen y
quejan más y desarrollan todo tipo de enfermedades y trucos
para conseguir la simpatía de los demás. Pueden llegar hasta
a emplear el patrón del niño por completo indefenso. El psico-
EL SENTIDO DE ACTUALIDAD 271

análisis llama a esta actitud "regresión", pero esta regresión,


en la mayoría de los casos, es simplemente un truco y no un
acontecimiento inconsciente (cf. Burlap en Contrapunto de
Huxley).
El psicoanálisis, después de haber hecho una ley general de
la perogrullada tautológica de que todo fenómeno tiene su
origen en su historia, la ha aplicado en toda ocasión posible.
La concepción freudiana de regresión es un ejemplo típico.
Cuando el neurótico se enfrenta a dificultades en la vida, re-
gresa, así lo sostiene Freud, a ciertos estadios de la infancia,
regresión que casi puede medirse en años. Lo que en mi opi-
nión sucede es rara vez una regresión histórica; se trata sim-
plemente del hecho de que el auténtico ser del paciente, sus
"debilidades" se hacen más claramente visibles. Son arrojados
por la borda sus pretensiones, sobrecompensaciones y logros
parecidos que no han llegado a convertirse en partes integran-
tes de su personalidad. La persona ansiosa que por lo general
logra aparecer fría, calmada y reservada, en momento de ten-
sión se concentra más en sus problemas que en mantener las
apariencias. No regresa al estado de su ansiedad infantil. Su
núcleo, su auténtico ser no fue nunca otra cosa sino excitable;
nunca ha dejado de existir su subdesarrollo. Ha caído otra vez
en su auténtico ser, tal vez en su naturaleza constitutiva, pero
no en su infancia. Cuando un paciente supereducado, durante
el tratamiento psicoanalítico, llega a ser ofensivo y monta en
cólera, todo analista recibirá bien este comportamiento como
descarga de emoción suprimida. El paciente que se comporta
como un niño mal educado transforma su hostilidad latente en
abierta, revelando así por un momento su auténtico ser (como
Beckmesser en los Mastersingers: Maestros cantores). Pero el
hecho de que también los niños tengan explosiones tempera-
mentales y empleen "mal" lenguaje no puede tomarse como
prueba de que este comportamiento sea en sí infantil.
Basta esto en cuanto a entregarse al pasado. El aspecto del
pensamiento futurista nos puede proporcionar mayor conoci-
miento práctico acerca de nosotros mismos, una vez que adver-
timos el error fundamental de no distinguir entre planear y
soñar. Gran parte del pensamiento futurista está constituido
por sueños diurnos de todo tipo. En casos extremos las perso-
272 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

nas pueden manifestar síntomas de encontrarse en un estado


de trance, de vuelta de excursiones al Inconsciente con senti-
mientos de sorpresa o terror al descubrirse ante un espejo con
la brocha de afeitar levantada y darse cuenta de que, al menos
durante los últimos dos minutos, han estado por completo sin
percibir su contorno —que su Ego ha cesado de funcionar. El
que sueña despierto huye del presente tratando de compen-
sar sus frustraciones. No se da cuenta de que sus sueños nunca
lo llevarán a la restauración de su equilibrio orgánico. No se
da cuenta de que simplemente está encubriendo una frustra-
ción del mismo modo que una inyección de morfina encubre,
pero no cura, una enfermedad dolorosa.
Cuando usted está "quebrado", puede huir fácilmente de
esta verdad soñando ganar unas carreras de caballos, cuando
en realidad estaría satisfecho con un billete de cien pesos. El
hambre sexual podría hacer que soñara despierto en amores
con una famosa estrella de cine, cuando en realidad podría
estar satisfecho con su agradable vecina. La complacencia en
este soñar despierto, el esperar que puedan realizarse esos sue-
ños, lleva siempre a mayores desilusiones en la vida real. Estas
desilusiones harán aumentar el soñar despierto e iniciar así un
círculo vicioso.
He demostrado, en el capítulo referente al Equilibrio Orgá-
nico, que un menos orgánico produce un + mental, pero en el
caso de soñar despierto genera un +++ mental. ¿De qué le
sirve soñar despierto en un millón de dólares? Para pagar las
pequeñas deudas que le preocupan, necesitaría mucho menos.
Los caprichos de una estrella de cine probablemente lo harían
muy desgraciado si estuviera casado con ella.
Del soñar despierto puede usted aprender la dirección de
sus necesidades. Si quiere volar de Nueva York a Montreal
(esto significa más o menos hacia el norte) se apoya en una
aguja magnética que indica el polo norte. Pero no se identi-
fica usted mismo con este objetivo, no vuela al polo norte en
sí, del comportamiento de la aguja abstrae tan sólo la direc-
ción. Del mismo modo, de sus sueños diurnos tomen sólo la di-
rección, empleándolos como ayuda para comprender dónde
están sus necesidades —dinero, amor, o lo que sea. Los sueños
diurnos sirven muy bien para manifestar el fin, la dirección
EL SENTIDO DE ACTUALIDAD 273

de sus ambiciones, pero con esto se agota su utilidad. Si pone


demasiado tiempo y energía en un pensar según el deseo, logra
una seudofelicidad por la que tiene que pagar mucho con
desilusiones y debilitamiento de las funciones del Ego. Para
curar esta disfunción debe aprender a reorganizar sus ener-
gías, a enfrentarse a situaciones desagradables que cree no po-
der tolerar y que trata de superar soñando despierto. Sea des-
graciado con lo desagradable; y cuando lo experimente y lo
exprese con plenitud, la desgracia misma será beneficiosa. Des-
pués dé pasos en la dilección indicada por sus sueños diur-
nos; póngase a construir realmente esos "castillos en el aire"
que le intrigan tanto, pero edifíquelos en terreno sólido. No se
contente con dar saltos no existentes hacia un paraíso no exis-
tente, más bien haga algo para vincular esos sueños con la rea-
lidad. Traduzca lo "imposible" en "posible". Si sueña despier-
to acerca de llegar a ser un autor famoso, es probable que ten-
ga talentos latentes en esta dirección y que debería cultivar-
los. Si se imagina un gran galán, obviamente tiene capacidades
amorosas; desligúelas de la estrella de cine, donde nunca po-
drán realizarse, y pronto descubrirá a alguien digno de sus
atenciones. Si sus sueños diurnos se refieren a pintar, a ser
ingeniero o a hacerse rico, haga algo a este respecto; siga su
dirección, aunque tenga que abajar las pautas.
Sin embargo, hay que distinguir entre el sueño diurno que
pinta la situación ideal y el sueño diurno que glorifica un ideal.
Esta forma de idealismo constituye una parte del complejo
megalomanía-proscrito y es una señal muy importante de nues-
tra civilización paranoica. Acerca del influjo nocivo del idea-
lismo diré algunas palabras en el último capítulo de este libro.
Por ahora entienda un punto: el sentido de actualidad signi-
fica la experiencia de este mismo segundo —no la experiencia
de lo que sucedió aunque sólo sea hace un minuto.
VI. EL SILENCIO INTERIOR

Los EXPERJMENTOS han demostrado que un chimpancé y un


niño humano manifiestan poca diferencia en su inteligencia
desde el nacimiento hasta el momento en que el niño aprende a
comprender y emplear palabras. La unificación de diversos
acontecimientos concretos por medio de términos abstractos y
la simplificación aportada por el empleo de símbolos-palabra
proporcionaron al hombre su primera y decisiva superioridad
sobre los animales. Pero como muchos otros instrumentos, la pa-
labra se ha vuelto contra el hombre. Del mismo modo que la
pólvora de los juegos artificiales chinos se ha convertido en
pólvora para cañones, como el avión de transporte ha llegado
a ser el bombardero, también la palabra se ha transformado
de un medio de expresión y transmisión en un arma mortal
dirigida contra nuestros seres naturales y ha llegado a ser más
un instrumento de ocultación que de revelación.
Las palabras difícilmente pueden ponerse a la altura de nues-
tro sentimiento genuino, que nada tiene que ver con emocio-
nes confusas o misticismo. Bergson ha rehabilitado el término
"intuición" para ese conocimiento más profundo de nuestra
existencia que se extiende más allá de las imágenes y las pa-
labras. Las palabras han llegado a constituir parte de nuestra
rutina diaria del mismo modo que otros artículos de la vida:
el alimento, la habitación, el transporte o el dinero. Pero ima-
gínese trasplantado a una isla solitaria. Su visión cambiará por
completo; todo adoptará un significado diverso. Las cosas que
lo rodean asumirán una significación más profunda, mientras
que el lenguaje, y en especial el lenguaje abstracto, perderá su
importancia. Cada palabra que emplee necesitará tener su re-
ferente preciso. La existencia biológica eclipsará a la intelectual.
Ya en la guerra, aunque se proporciona, en cuanto posible,
al soldado la satisfacción de las necesidades vitales, el ser bio-
lógico se afirma y lanza por la borda al intelecto —al menos
esa parte que no está en contacto con las necesidades más im-
portantes del soldado. Toda vuelta a los niveles más profundos
de nuestra existencia provocará una re-orientación del inte-

274
EL SILENCIO INTERIOR 275

lecto1 y de su representante: el lenguaje. Hay un modo de


poder entrar en contacto con los niveles más profundos de
nuestra existencia, de rejuvenecer nuestro pensamiento y alcan-
zar la "intuición" (armonía de pensamiento y ser): el silencio
interior2 Sin embargo, antes de que usted pueda dominar el
arte del silencio interior, debe practicar el "escuchar" sus
pensamientos.
El pensamiento verbal y el habla tienen, como se demostró
antes, un estado prediferencial: el pensamiento verbal es un
tipo de habla imaginaria. En forma similar existe un estado
prediferencial que se diversifica en hablar y escuchar y que
corresponde, en el nivel acústico, a la actitud eidética en la
esfera visual. Cuando usted logre reconquistar esta unidad
hablar/escuchar, puede acrecentar en forma notable el cono-
cimiento y la consciencia de qué y cómo piensa.
Como ejercicio inicial lea en alta voz o recite lo que guste
y escuche su manera de hablar; pero no debe ni criticar ni
cambiar su forma de hablar. El secreto del éxito es el mismo
que en cualquier ejercicio de concentración: no realizar nin-
gún esfuerzo especial fuera de tomar consciencia de una acción
específica. Una vez que advierta en la situación de entrena-
miento que puede oírse a sí mismo, escuche ocasionalmente
su voz cuando esté en compañía.
Después de esto realice un esfuerzo serio para tomar cons-
ciencia de su así llamado pensamiento. Este ejercicio debe rea-
lizarse al principio en soledad. Cuando trate de escuchar su
pensamiento, al principio probablemente no lo logrará. Que-
dará confundido como el famoso ciempiés y su habla interna
1
El intelecto está siempre vinculado a las palabras, la inteligencia no.
2
Después de haber terminado este libro me encontré con Science and
Saníty de Korzybski. Aunque representa un análisis semántico mucho más
profundo del que yo he intentado, y aunque su diferencial estructural pro-
porciona un método en apariencia muy efectivo para experimentar el nivel
inexpresable, considero que el método propuesto en este capítulo es más
sencillo y practicable que el suyo.
Nadie puede leer su libro sin obtener grandes beneficios. Espero mas tarde
poder tratar extensamente su magnífico acercamiento al problema psico "ló-
gico". De momento sólo tengo que afirmar que mi actitud difiere mucho
de su condenación integral de la identificación (véase el capítulo acerca de
las funciones del Ego) y que considero que el concepto de fondo-figura es
preferible a la teoría de la abstracción.
276 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

se detendrá bajo el escrutinio. Pero en cuanto afloje su aten-


ción, su "balbuceo" interno (llamado "pensamiento") comen-
zará de nuevo. Repita este intento una y otra vez, especial-
mente cuando su pensar sea una auténtica habla subvocal
—cuando emplearía frases como: "yo me digo a mí mismo" o
cuando se prepara para encontrarse con alguien y ensaya en
su mente lo que va a decir. Insista hasta que logre "sentir" su
pensar, la identidad de escuchar y hablar. Cuando suceda esto
advertirá dos fenómenos más. Su pensamiento se hará mucho
más expresivo y, al mismo tiempo, esa parte de su pensamien-
to que no es una expresión genuina, comenzará a desintegrar-
se. Se quebrará su habla interna obsesiva y sentirá que casi
se vuelve loco cuando oiga partes y trozos de su lenguaje in-
coherente flotando, frases sin sentido que vienen a su mente
y esperan ser recompuestas. Pocas acciones desarrollarán el
sentido de actualidad tanto como el escuchar su pensamiento,
especialmente cuando experimente la reorganización de su
pensamiento y el redescubrimiento del lenguaje como un ins-
trumento de significado y expresión.
Esa reorganización del pensamiento es absolutamente nece-
saria para las personas que tienen dificultades para establecer
un contacto genuino. Esto tiene aplicación a las personas tí-
midas, torpes o que tartamudean, lo mismo que a las personas
de naturaleza contraria, personas que siempre deben tomar la
palabra, que no pueden dejar de hablar, que son un surtidor
siempre que se encuentran con alguien y que no pueden re-
cibir lo que otro dice, pues sólo ellas mismas pueden aportar
algo útil, interesante o agradable.
Al mejorar el "sentir" usted logrará un conocimiento más
profundo, un "psicoanálisis" de las características de su perso-
nalidad. Descubrirá su Ser en la monotonía, la lectura, la ra-
diodifusión, el lamento o la jactancia de su voz interna. Una
vez que haya percibido sus características específicas, tómelas
como expresión de toda su personalidad y trate de descubrir
la misma actitud en sus demás acciones y comportamiento.
Aprenda a valorar cada palabra, aprenda a masticar, a gus-
tar, a experimentar el poder que se oculta en el "logos" de cada
palabra. Se dice que Winston Churchill fue en una época un
orador torpe, desconfiado. Ahora paladea cada palabra, cada
EL SILENCÍO INTERIOR 277
frase que pronuncia. El resultado es un discurso poderoso, pe-
netrante, en el que cada palabra tiene su peso. Tiene el "sen-
tir" de sus pensamientos y esto lleva a la expresión llena de
fuerza. Sería blasfemo aplicar la misma palabra "habla" a las
efusiones verbales de una charlatana señora de sociedad, que
oculta tras un torrente de palabras el hecho de que nada tiene
que decir.
Una vez que domine el escuchar interno, puede avanzar al
ejercicio decisivo: entrenarse en el silencio interno. EI silencio
externo es ya una situación que muchas personas no pueden
tolerar. Cuando tienen compañía sienten que deben hablar y
cuando se da un silencio de unos pocos minutos, se sienten
turbados y buscan en su mente un tema que pueda romperlo.
En una situación que llama al silencio —la vista de una bella
montaña o el rugido del mar— deben seguir charlando. Han
perdido el contacto con la naturaleza de tal forma que tienen
que cogerse de la charla como su único medio para establecer
cierto tipo de contacto.
Es mucho más difícil, aun para las personas que no son char-
latanas, habérselas con el silencio interior. No se debe confun-
dir el silencio interior con la mente en blanco (trance, petit
mal, cese de todas las funciones mentales). En este ejercicio
nos interesamos exclusivamente por el dominio de una sola
función mental: el habla subvocal. Trate de mantenerse inte-
riormente silente, de suprimir su pensamiento verbal permane-
ciendo, sin embargo, despierto. Al principio descubrirá que es
muy difícil y descubrirá el carácter obsesivo de su habla in-
terior. Advertirá, a pesar de un intento serio de dominar este
ejercicio, que sólo durante los primeros instantes será capaz de
conservar su mente vacía de palabras. Sin advertirlo, su aten-
ción le relajará y producirá de nuevo pensamientos verbales.
Si usted es constante, aprenderá a prolongar el silencio y de
esta forma dejará lugar a un desarrollo más pleno de sus sen-
tidos. Visualizará cosas o percibirá más claramente las sensa-
ciones más sutiles de su "cuerpo". Una vez que logre mantener
este silencio interior durante un minuto más o menos, las ener-
gías o, más bien, las actividades que eran remplazadas por el
habla, brotarán de los niveles biológicos más profundos —su
Ser biológico se moverá bajo la costra cobertura de palabras.
278TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

Trate entonces de aplicar este recién logrado poder de con-


centración al mundo externo. Recomiendo escuchar música. En
ninguna otra cosa puede comprobar con tanta efectividad su
poder de concentración. En la plena concentración no cabe es-
cuchar la música y pensar o soñar.
Si usted escucha música logrará la ventaja de permanecer
en el campo acústico. Después que haya logrado dominio com-
pleto de la concentración acústica puede proceder al ejercicio
final, a llenar su mente con las experiencias de los demás sen-
tidos. Observe, por ejemplo, un cuadro que atraiga su inte-
rés, o una flor del jardín, o una puesta de sol o su misma habi-
tación. Trate de captar todos los detalles sin transmitir inter-
namente ni describir verbalmente. En silencio, sin verbosidad,
aprenda a identificar lo que le interesa o atrae.
Tal vez el resultado más valioso del entrenamiento en el
silencio interior es lograr un estado más allá de la evaluación
(más allá del bien y el mal), por ejemplo, una estimación
genuina de las reacciones y los hechos.
VII. LA PRIMERA PERSONA SINGULAR

A LO LARGO de nuestros ejercicios de visualización hemos des-


cubierto que, al desviar nuestra mentalidad de "las imágenes
que vienen a nuestra mente" hacia "nosotros mismos que mi-
ramos las imágenes", mejoramos nuestras funciones del Ego.
Cambiamos de una actitud pasiva a otra más activa. Esta ac-
tividad corresponde al carácter general activo, centrífugo del
comportamiento orgánico, que es mucho más pronunciado de
lo que la teoría del reflejo y la religión nos hacen creer. He
demostrado anteriormente que el Ego es un símbolo del hecho
de identificación; por eso, si no nos identificamos con nuestra
visualización externa o interna, nos privamos de una función
vital.
De ordinario sólo aparecerán en nuestra mente las imágenes
vinculadas con nuestros problemas, con situaciones no termi-
nadas y necesidades orgánicas. Además de estas imágenes que
señalan exigencias genuínas, nuestro bioscopio interno con-
tiene muchas imágenes que, originalmente, conjuramos como
ilustraciones de nuestros ideales, o como resistencias —como
un contrapeso de emociones condenadas. Cuando nos damos
plenamente cuenta de que ninguna de estas imágenes —aun
el sueño diurno— se presenta sin un propósito, deberíamos es-
tar dispuestos a asumir más responsabilidad por el "trabajo de
nuestra mente".
Como regla general podemos decir que estas imágenes, que
deliberadamente evocamos, son resistencias y no expresiones
de una necesidad primaria. Pero aún así es aconsejable que
nos identifiquemos con cada imagen y decir: "veo a tal y tal
persona en mi mente". Evitar la responsabilidad y evitar el
lenguaje del Ego están íntimamente relacionados. Como la
responsabilidad está vinculada con tanta frecuencia con la cul-
pa, la vergüenza y el castigo, no es maravilla que la gente
huya con frecuencia de la responsabilidad y renuncie a sus
acciones y pensamientos.
Cuando un oficial médico del ejército se enfrenta a una en-
fermedad dudosa, se mete en un conflicto debido, en amplia

279
2S0 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

medida, a su falta de seguridad y a su incapacidad para deci-


dir dónde buscar la responsabilidad. ¿Debe buscar causas u
objetivos? Por ejemplo, el remolón, produce la "causa" de su
enfermedad y el oficial médico del ejército corre detrás de la
causa. Se producen más o menos fácilmente dolores de cabeza,
dolores de espalda, amnesia y dispepsia, pero cuando éstas no
son pruebas suficientes el remolón acude a una enfermedad
anterior, no en una regresión mecánica, sino con el propósito
de sacar a colación una causa, un hecho histórico, que le pro-
porcionará doctores anteriores como testigos. Tan sólo cuan-
do el oficial médico es el vencedor en la batalla de inventiva
se atreve a decir que el "yo" del paciente y no su "ello" es
responsable de su enfermedad. Tan sólo entonces capta el pro-
pósito y no la causa.
En nuestra sociedad con frecuencia es muy difícil aplicar el
lenguaje del Ego. Supongamos que usted se ha acostado tarde
y no tiene ganas de levantarse. Llega tarde a la oficina. ¿Le
dirá al jefe, "no tenía ganas de levantarme", o se escudará de-
trás de un tranvía que no llegaba, un ascensor que no funcio-
naba, un dolor de cabeza que podría ser real o no? Imagínese
el trastorno en caso de que le dijera la verdad. Sin embargo,
la situación es distinta cuando puede ser sincero, ya sea con-
sigo mismo o con sus amigos. Pero aunque piense que en sen-
tido estricto es sincero consigo mismo, podría aún estar equi-
vocado. ¿Con cuánta frecuencia está molesto porque "el tran-
vía acababa de salir", en vez de admitir que por remolonear
lo perdió?
Resulta aún más difícil darse cuenta de que, usted mismo
genera todos los síntomas neuróticos y no un misterioso "ello"
" libido", que —como mencióné antes y demostraré más de-
talladamente después— usted contrae sus músculos y genera
con ello ansiedad, frigidez, dolores de cabeza, etc.
Difícilmente puede darse excesiva importancia a esta con-
cepción. Sin asumir responsabilidad plena, sin transformar los
síntomas neuróticos en funciones conscientes del Ego es im-
posible la curación. No deberíamos llegar a los extremos del
carácter obsesivo que sostiene que "había un pensamiento en
mi cerebro", en vez de decir, "pensaba esto y esto" —aunque
pocos de nosotros, en realidad, estamos libres por completo de
LA PRIMERA PERSONA SINGULAR 281

esta forma de hablar. La mayoría de las personas respecto a


un sueño admitirán "yo" soñé esto anoche; pero cuando en su
sueño mataron a alguien niegan que ellas mismas imaginaron
el asesinato, y niegan la responsabilidad de sus sueños.
Cada vez que usted emplea el lenguaje apropiado del Ego,
se expresa a sí mismo. Contribuye al desarrollo de su persona-
lidad. Por eso, primero debe darse cuenta de si escapa al em-
pleo del "yo" y cuándo. Después traduzca el lenguaje imper-
sonal en lenguaje del "yo", primero en silencio y posteriormen-
te en voz alta. Muy pronto percibirá la diferencia entre los
tíos tipos de lenguaje al oír a alguien decir: "se me escapó la
taza de la mano" en vez de decir: "yo dejé caer la taza"; "se me
fue la mano", en vez de "yo le di una bofetada", o "tengo tan
mala memoria" en vez de "yo olvidé" o aún con más verdad
"yo no quería recordar, yo no quería que me molestaran".
¿Tiene usted el hábito de culpar al Destino, a las Circunstan-
cias o a la Enfermedad por los errores que comete en la vida?
¿Se escuda detrás de un "ello" similar al de la observación bur-
lona de Freud: "La inseguridad y la oscuridad me robaron
mi reloj"?
Si usted coloca "llueve" y "me sucedió que..." en el mismo
plano, su capacidad para establecer diferencia entre el mundo
interior y el exterior no parece muy perfecta.
Muchos intelectuales miran con entusiasmo, la teoría de
Groddeck del Ello. Después de que destronaron a Dios y al
Destino, pero no eran lo suficientemente fuertes como para
hacerse responsables ellos mismos, se apoyaron en la concep-
ción del Ello. Necesitaban una prima causa y encontraron una
solución transfiriendo a Dios de su cielo a su propio sistema.
Su concepto del "Ello" manifestaba un notable parecido con
el misterioso Inconsciente Colectivo de Jung e impedía más
que desarrollaba sus funciones del Ego.
Del mismo modo que Freud introyectó el Trauma del Na-
cimiento de Rank para llenar un vacío en su explicación his-
tórica de la ansiedad, lo mismo hizo con la aceptación del
"ello" o "Id" de Groddeck (siendo los dos sinónimos). El "ello"
encajaba muy bien en el esquema del "Super ego", "Yo" y
"Ello" de Freud —pero así creó confusión: las necesidades or-
gánicas y las partes reprimidas de la personalidad están coló-
2S2 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

cadas en la misma casilla, una construcción heredada de la


hostilidad cristiana hacia el cuerpo.
Adler demuestra comprender bien el papel que la persona-
lidad consciente juega en el entrenamiento de la produccíón
de síntomas. Por otra parte, Freud ha demostrado lo hipócrita
que es nuestra mente consciente. El lenguaje del Ego no es
siempre expresión de necesidades orgánicas. Si usted no puede
dormir encontrará la máxima dificultad para darse cuenta de
que "usted", como representante del organismo, no quiere dor-
mir, que "usted" quiere dormir sólo como representante del
hábito y la hipocondría. Desde luego podría decir "yo quiero
dormir, pero mi 'Inconsciente' no quiere dormir". Pero ¿qué
diferencia existe entre esa expresión y afirmar que "la oscuri-
dad y la inseguridad roban relojes"?
El significado del Ego es el de un símbolo y no el de una
substancia. A medida que el Ego indica la aceptación e iden-
tificación con ciertas partes de la personalidad, podemos em-
plear el lenguaje del Ego con el propósito de asimilar partes
repudiadas de nosotros mismos. A esas partes repudiadas o se
les reprime o se les proyecta. El lenguaje impersonal es una
forma suave de proyección y tiene como resultado, como cual-
quier otra proyección, un cambio de actitud activa a pasiva,
de responsabilidad a fatalismo.
Por eso, aunque la expresión "yo pensé" ofrece a primera
vista un cambio sin importancia frente a "se me ocurrió un
pensamiento", debo claramente señalar en forma pedante que
no es así. Aunque la diferencia entre las dos formas de expre-
sarse parezca insignificante, su rectificación tendrá las reper-
cusiones más profundas en toda la personalidad. Fundamental-
mente es idéntica a la observación de Freud de que, con la
curación, la compulsión se transforma en volición.
Para crear un lenguaje apropiado del Ego tenemos que se-
guir la regla básica de la terapia de concentración: nunca in-
tentar un cambio antes de percibir plenamente todos los deta-
lles de la actiíud incorrecta. Observe primero el empleo del
lenguaje impersonal en otros y en usted mismo. Resista a un
cambio prematuro y realizará observaciones muy valiosas. Des-
cubrirá mucho acerca de los motivos de la evitación: senti-
mientos de culpa, vergüenza, timidez y turbación.
LA PRIMERA PERSONA SINGULAR 283

Como paso el más importante traduzca (en todo lo que sea


posible) el lenguaje impersonal al lenguaje del Ego. Una ayu-
da muy valiosa es la expresión "Yo produzco" —dejando de
momento en suspenso la forma en que usted produce, diga-
mos, un dolor de cabeza. Y por último en orden, pero no en
importancia, aplique el lenguaje del Ego. Aprenda a hablar y
no sólo a escribir "Yo" con letra mayúscula. Al intentar hacer
esto descubrirá, al principio, una gran dificultad, especialmen-
te en relación con las emociones desagradables que acabamos
de mencionar. Un lenguaje correcto del Ego, por ejemplo, una
identificación correcta, es la base de la autoexpresión y de la
confianza. Ya le debe resultar conocido importante el papel
que la autoexpresión desempeña en la prevención y curación
de la neurosis.
Sin embargo hay una excepción a la regla. Del mismo modo
que el metabolismo se diferencia fundamentalmente del seu-
dometabolismo, así el lenguaje del Ego genuino difiere de un
"seudo lenguaje del Ego". Me refiero a esas pequeñas insi-
nuaciones con que muchas personas bordan su habla: "yo pien-
so", "yo quiero decir", "yo siento". Estas insinuaciones no son
expresiones, sino evitación de emociones; la mayor parte de
las veces son inhibiciones al entrar en contacto –evitan el co-
rrecto empleo del "tú". "Pienso que estás enojado conmigo" es
emocionalmente mucho más débil que "¿estás enojado con-
migo?"
En estos casos no se evita el "yo" sino el "tú". Se censura
y rehace el habla del mismo modo que en el lenguaje imper-
sonal. En ambos casos se logra muy poca liberación de la ti-
midez. Y el pago es un deterioro de la personalidad.
VIII. LA ANULACIÓN DE RETROFLEXIONES

ESTOY escribiendo en una mesa. De acuerdo con las leyes actua-


les de la ciencia física, esta mesa está constituida abrumadora-
mente por un espacio lleno de billones de electrones en rápi-
do movimiento. Sin embargo yo me comporto "como si" la
mesa fuera sólida. Científicamente, la mesa tiene un significado
distinto del práctico. Para mí, en mi campo de ocupación, "es"
un mueble sólido. Existe una discrepancia parecida entre la
apariencia y el hecho en el caso del Ego. Hubiera podido co-
menzar este capítulo así: F. Perls, que se identifica con un
impulso a comunicar ciertos hechos... En vez de esta frase
complicada empleo el símbolo "yo" por saber bien que, si la
mayor parte de su personalidad no se hubiera identificado con
el impulso a escribir, él no habría producido este libro.
En su mayor parte la identificación es un proceso incons-
ciente. La identificación consciente se da en conflictos, por
ejemplo, entre el ideal y la necesidad orgánica. Cuando la iden-
tificación consciente ("yo") encuentra resistencias crea voli-
ción ("no haré"), la mayor parte de las veces bajo la forma de
interferencia contra el medio ambiente o la autorregulación or-
gánica (interferencia retroflexionada). Por eso la volición se
origina probablemente en la "negación".
Cuando un niño cierra "sus" ojos cuando le entra el jabón,
desde el punto de vista lingüístico parece ser una retroflexión.
Pero no lo es- Simplemente es una reacción —un reflejo, pero
no una retroflexión. Los ojos se cierran sin ninguna función
consciente del Ego. Sin embargo, ese niño podría identificarse
no con su organismo, sino con algún ideal romano, como Mu-
cio Escévola, y decidir no cerrar sus ojos a pesar del intenso
escozor. Negaciones de este tipo son la base del "poder de la
voluntad". En este caso una parte activa de la personalidad del
niño interfiere con otra que, de esta forma, se hace pasiva y
sufre.
Una retroflexión genuina se basa siempre en una escisión de
la personalidad como esa y está compuesta de una parte acti-
va (A) y una pasiva (P). Unas veces A y otras P estará en
284
LA ANULACIÓN DE RETROFLEX IONES 285

primera fila. "Me enfado conmigo mismo" tiene carácter más


activo; "me engaño a mí mismo" un carácter más pasivo. En
el último ejemplo el factor esencial no es el engañar, sino el
deseo de ser engañado —el no querer ver la verdad.
Estas son las principales características de las cuatro inhi-
biciones más importantes:
1) En la represión se distorsiona o desaparece el material,
lo mismo que las funciones del Ego. El análisis clásico ha tra-
tado tan extensamente este fenómeno que podemos pasarlo
por alto en este libro, con la salvedad de que podemos llamar
la atención sobre el gran papel que la retroflexión desempeña
en la producción y el mantenimiento de las represiones.
2) En la introyección el material permanece esencialmente
intacto, pero ha cambiado de campo, del ambiental al interno.
La pasividad se hace actividad. (La nodriza golpea al niño.
El niño introyecta, juega a la nodriza y golpea a otro niño.)
Las funciones del Ego se hacen hipertrofiadas y pretenciosas
(funciones "como si").
3) En la proyección el material, que no cambia en absoluto,
se desliza del campo interno hacia el ambiental. La actividad
se hace pasividad, (El niño quiere golpear a la nodriza. El
niño proyecta y espera que la nodriza lo golpee a él.) Las
funciones del Ego se hacen hipotrofiadas y alucinatorias.
4) En la retroflexión1 se pierde relativamente poco mate-
rial y las funciones del Ego permanecen en gran medida in-
tactas; pero un objeto sustituye al Ser con el fin de evitar con-
tactos aparentemente peligrosos.
Esta pérdida de contacto con el medio ambiente conduce
con frecuencia a resultados catastróficos. La descarga emocio-
nal es inadecuada, y si se retroflexiona la agresión, se menos-
1
Estuve tentado a emplear el término "introversión" para este fenómeno,
pero esto llevaría a confundirlo con la clasificación de carácter hecha por
Jung. Jung emplea los opuestos, "introversión" y "extraversión" para indicar
dos tipos más o menos normales. Introversión-extraversión no son opuestos
dialécticos correctos. La personalidad sana normalmente está dirigida hacia
el mundo -es extrovertida. Las desviaciones dialécticas de lo normal son el
tipo introvertido-melancólico y el paranoide superextravertido. No es sor-
prendente que el término "introvertido" haya penetrado en la medicina y
la literatura, mientras que la expresión "extrovertido se ha pasado por alto
como si no tuviera importancia y ni siquiera se menciona en la mayoría de
las enciclopedias.
286 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

caban las expresiones y funciones de las partes P sojuzgadas.


No obstante, la terapia de las retroflexiones es más sencilla que
la terapia de las represiones o proyecciones, ya que sólo se re-
quiere un sencillo cambio de dirección y que los conflictos que
llevan a la retroflexión en parte están en la superficie. Además,
el proceso de retroflexión es inteligible, mientras que en el
caso de la represión con frecuencia debemos contentarnos con
el simple hecho, sin saber exactamente cómo ocurren las re-
presiones.2 No obstante, en la retroflexión siempre podemos
tratar con una parte consciente (Ego o A) de la personalidad
que dirige sus actividades contra otra parte ("Ser" sobrante
o P), aun cuando el acento esté en P. Aun en el caso de que
usted pretenda enseñarse a sí mismo química, a veces prefe-
rirá que le enseñen.
En el siguiente ejemplo de flagelantismo —la tendencia a
golpearse a uno mismo— se puede percibir la importancia de
que el acento esté en A o en P.3
(A) A un muchacho le gustaba jugar a ser cochero. En sus
juegos con sus compañeros llevaba siempre las riendas y go-
zaba golpeando con el látigo a sus amigos, que siempre tenían
que ser los caballos. Cuando estaba solo continuaba con fre-
cuencia, el juego, pero tenía que golpearse con el látigo a sí
mismo por ser el que llevaba las riendas y el caballo al mismo
tiempo.
2
No sabemos cómo emprende la "libido" sus viajes a través del orga-
nismo, ni tenemos aún la más ligera idea de cómo, en el concepto topográ-
fico, se realiza la transferencia de un sistema a otro. Mientras no sean demos-
tradas estas suposiciones hemos de considerarlas como especulaciones y no
como '"hechos concretos".
3
Freud no es siempre claro en su valoración de la actividad y la pasivi-
dad. El psicoanálisis pide al paciente que se acueste en un sofá en un estado
"pasivo" y que permita que sus pensamientos afluyan a su mente consciente.
Sin embargo, el psicoanalista pretende que el paciente esté acostado en un
estado de indiferencia, en un estado inactivo —o impasible. Si admitimos que
Freud pide que se recuerde en vez de actuar, y se irrita mucho cuando el
paciente se hace activo, nos damos cuenta de que Freud inconscientemente
(a pesar de su irritada condenación de la terapia activa) distribuye los
papeles en la situación analítica de tal forma que el analista toma la parte
activa y el paciente la pasiva, otra reliquia de la situación hipnótica.
Dos ramas del psicoanálisis recalcan la expresión por medio de la activi-
dad y la actuación: el análisis de los niños y la técnica de Moreno, que
trata las psiconeurosis exigiendo a los pacientes que escriban, produzcan y
actúen sus propios dramas como medio de autoexpresión y autorrealización.
LA ANULACIÓN DE RETROFLEXIÓN ES 267

(P) Otro muchacho, al realizar las tareas en casa, golpeaba


muy fuerte sus nudillos cada vez que cometía un error. Hacía
esto anticipándose a los golpes que iba a recibir del maestro.
Reich y otros han interpretado el masoquismo moral como
la política del mal menor, del soborno. Se debe explicar gran
parte del sufrimiento autoimpuesto de esta forma: "Mira, Dios,
me estoy castigando a mí mismo (con ayunos y sacrificios);
por eso no puedes ser tan cruel como para castigarme más aún."
Como el organismo es primariamente activo, el último ejem-
plo demuestra que aún para la retroflexión más pasiva se ne-
cesita cierta cantidad de proyección. AI menos una parte de
la crueldad y el placer del creyente para castigar debe ha-
berse proyectado en Dios.4 En ciertos ejemplos A ha sido pro-
yectada tan por completo, que sólo queda visible un atisbo de
la actividad original. En la autocompasión, por ejemplo, ape-
nas puede descubrirse la compasión hacia las demás personas;
la retroflexión en este caso significa: si nadie tiene piedad de
mí, tengo que tenerla yo de mí mismo.
El ejemplo del deseo suicida es muy instructivo. También
aquí la mezcla de retroflexión y proyección demuestra la pre-
ponderancia de la parte P. Una joven ha sido abandonada por
su novio y piensa en el suicidio. La situación es simple por lo
que respecta a la parte A. Su primera reacción es: "lo mataré
porque me ha abandonado. Si no puede ser mío no será de
nadie". (Como es ordinario en estos casos, la agresión no se
dirige a masticar y digerir el suceso desagradable.) Pero en-
tonces su agresión se transforma en sufrimiento: "no puedo
vivir sin él, la vida es demasiado dolorosa. Quiero escapar, mo-
rir". El deseo de matar se ha transformado en deseo de morir.
"La vida es dolorosa, el destino es cruel." La agresión que
en el acto de suicidio se vuelve contra P es proyectada; no ella,
sino el destino (o el amado) es cruel. Además se proyecta su
condenación de él en su conciencia. "Si lo mato seré culpable
de asesinato." Como ya se mencionó, esta anticipación del cas-
tigo es la raíz del masoquismo moral. "Antes de que me cas-
4
Como paralelo al carácter mas suave de Cristo, su Dios es suave en
contraste con Moisés y lo vengativo de su Dios. Sin embargo la Iglesia
Cristiana compensa esta negligencia de la naturaleza humana proyectando la
crueldad en un demonio y un infierno.
288 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tiguen, lo hago yo misma." Finalmente el pánico, el peligro


de ser muerta, la priva del último vestigio de razón y surge el
suicidio como la solución triunfante que en apariencia grati-
fica todos sus deseos de venganza. "Si me mato él sufrirá el
resto de su vida. Él (y proyecta su propia desgracia) nunca
podrá volver a ser feliz; y se arrepentirá de lo que me ha he-
cho." Detrás de todas las ramificaciones se ratifica el deseo
de destruirlo a él —pero sólo en la fantasía de ella. ¿Venganza
a qué precio?
Comparado con este complicado proceso, el conocimiento
de una retroflexión no complicada es teóricamente simple y
suficiente con fines prácticos; pero si queremos aplicar este
conocimiento al tratamiento nos enfrentaremos con el muro
de las resistencias morales. Difícilmente he encontrado a al-
guien que no sintiera que la anulación de la retroflexión iba
contra sus principios. De seguro nos enfrentaremos a observa-
ciones tales como: "no es justo", o "preferiría hacerme esto a
mí mismo que a cualquier otro", "me sentiría culpable si hi-
ciera eso". Si simplificamos la retroflexión en la imagen de una
pelota que rebota de un muro, debemos darnos cuenta de que
sin el muro la pelota no rebotaría, sino que seguiría su vuelo
hacia adelante. Cuando un hombre orina demasiado cerca de
un árbol manchará su ropa. Sin el muro de la conciencia, la
turbación y los tabús morales y el miedo a las consecuencias
no existiría la retroflexión. Las actividades entrarían en con-
tacto con el mundo y no tendríamos que emprender la tarea
de enderezar la flecha doblada.
En forma similar a la curación de los insomnios, la curación
de las retroflexiones patológicas es esencialmente un procedi-
miento semántico. En cuanto se comprende con plenitud el
significado de "retroflexión" se ha realizado la tarea principal.
Los ejercicios sólo tienen importancia en cuanto ayudan a to-
mar conciencia de la estructura de las retroflexiones. A este
efecto proponemos tres ejercicios:
Adviértase primero que siempre que se emplea la palabra
"mí mismo" se puede estar retroflexionando alguna actividad.
Lo mismo tiene aplicación a un sustantivo en conexión con
"auto", por ejemplo, auto-reproche.
Como segundo paso, hay que descubrir si la retroflexión tie-
LA ANULACIÓN DE RETR0FLEX10NES 289

ne más naturaleza de A que de P, si el auto-reproche equivale


más a reprochar a alguien o a recibir reproches.
Tercero, medítese en qué razones pueden darse —"por qué"
no se debería retroflexionar. Descúbrase la racionalización que
probablemente encubre una resistencia.
Desde el punto de vista práctico las retroflexiones más im-
portantes son: odio dirigido contra uno mismo, narcisismo y
autocontrol. Naturalmente la autodestrucción es la más peli-
grosa de todas las retroflexiones. Su hermano menor es la ten-
dencia a reprimir (la represión es opresión retroflexionada)
A la capacidad para suprimir las propias emociones y otras ex-
presiones se le llama autocontrol. Por idealización, se separa
el autocontrol de su sentido social y con frecuencia llega a
constituir una virtud cultivada por sí misma. De esta forma el
autocontrol se transforma en control excesivo. La tendencia a
dominar a los demás, en esos casos, se retroflexiona y se apli-
ca, frecuentemente con gran brutalidad, a las propias necesi-
dades orgánicas. Las personas con excesiva autodisciplina son
disciplinarios y fanfarrones inhibidos. Todavía no he visto un
caso de desplome nervioso que no se deba a excesivo control
y a su agravación por los sermones de amigos para que "reco-
bre su equilibrio".
La mayoría de las personas entienden por autocontrol la
represión de necesidades espontáneas y la compulsión a hacer
cosas sin esa importante función del Ego: el interés.
Por su propio peso se nos presenta el ejemplo de un auto-
móvil. El automóvil tiene muchos controles. Los frenos son
sólo uno de ellos y el más tosco. Cuanto mejor comprenda el
conductor cómo manejar todos los controles, el automóvil fun-
cionará con más eficiencia. Pero si maneja con los frenos siem-
pre metidos, el desgaste del freno y el motor será enorme; se
estropeará el automóvil y más pronto o más tarde quedará
destruido. Cuanto mejor comprenda el conductor las posibili-
dades del automóvil, mejor podrá controlarlo y menos lo es-
tropeará. La persona con excesivo control se comporta exac-
tamente de la misma forma que el conductor ignorante. No co-
noce otro medio de control más que los frenos: las represiones.
La curación de un desplome nervioso (el resultado del exce-
290 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

sivo control) tiene que efectuar ante todo la anulación de la


retroflexión. La persona autocontrolada tiene siempre tenden-
cias dictatoriales. Al dejarse a sí mismo en paz y dar órdenes
a los demás, proporciona a su Ser un espacio de respiración y
permite que se expresen sus necesidades orgánicas. Debe
aprender a entender sus exigencias y a identificarse con ellas
y no sólo con las exigencias del medio ambiente y la concien-
cia. Tan solo cuando aprende a equilibrar entre egoísmo y al-
truismo -entre identificación con sus requerimientos propios
y los de los demás— alcanzará la paz mental. El funcionamien-
to armonioso del individuo y la sociedad depende de: "amarás
a tu prójimo como a ti mismo". No menos, pero tampoco más.
La retroflexión sigue siendo una función del Ego, mientras
que en las represiones y proyecciones se destruye la función
del Ego. Como se indicó antes, el Ego, al retroflexiónar, rem-
plaza simplemente un objeto exterior con el ser. La mujer que
controla su llanto e interfiere en el ajuste biológico de una
situación dolorosa, por lo general manifiesta una tendencia a
interferir en los demás y a condenar a los que "se dejan ir".
Supongamos que una joven, con puntos de vista puritanos
sobre la vida, reprime su deleite de bailar. Cada vez que es-
cucha música de baile sofoca movimientos rítmicos en sus pier-
nas y se coloca en una situación difícil. Para que se cure, ante
todo debe darse cuenta de que sus puntos de vista puritanos
son principalmente un "medio con el cual" suprime su propio
placer y el de otros. En cuanto se dé cuenta del placer que
logra interfiriendo con otras personas, se dejará en paz y más
bien se enfrentará a las personas que traten de impedirle a ella
que baile.
Karen Horney en The Neurotic Personality of Our Time,
proporciona un ejemplo muy interesante de retroflexión, que
arroja luz sobre el complejo de inferioridad. Una hermosa mu-
chacha, con sentimientos de inferioridad patológicos, al entrar
en la sala de baile, ve a su competidora, de aspecto común,
y renuncia a competir con ella, pensando, "¿cómo me atrevo
yo, patito feo, a venir aquí?" Personalmente no considero esto
un sentimiento de inferioridad, sino de arrogancia, escondido
detrás de la retroflexión. Vemos la situación en su perspectiva
apropiada si nos la imaginamos, en vez de hablándose a sí
Í.A ANULACIÓN DE RETROFLEXIONES 291

misma, dirigiéndose a la otra chica: "¿cómo te atreves, patito


feo, a venir aquí?" La chica en cuestión está inclinada a reba-
jar a los demás, pero retroflexiona el escarnio sobre sí misma.
Este último caso es un reproche retroflexionado. Si nuestra
beldad atacara a la chica común en lugar de a sí misma, ade-
lantaría mucho en la curación de su neurosis. Cambiaría su
complejo de inferioridad —su auto-repoche por un acercamien-
to al objeto.
Este acercamiento con frecuencia es difícil, ya que está car-
gado de timidez, turbación y miedo. Por ello, mi consejo es:
la anulación de esas retroflexiones turbadoras debería reali-
zarse al principio sólo en la fantasía. Aunque la descarga no
puede ser satisfactoria, podemos alcanzar varios fines con este
ejercicio: a) tal vez cambiemos la dirección y proporcionemos
a P una ocasión para salir a la superficie; b) tal vez reconoz-
camos en muchas señales de peligro simples engaños; c) tal
vez acrecentemos la cantidad de agresión libre, que, a su vez,
se puede aplicar para la asimilación. Esta liberación temporal
de agresión es un fenómeno al que el psicoanálisis aplica el
nombre de "síntoma transitorio".
Sus posibilidades de acercamiento y contacto manifestarán
una mejoría decisiva si usted destruye la retroflexión de su
"pensamiento". "Me dije a mí mismo", ¿para qué? Si lo puede
decir, debes conocerlo. ¿Qué sentido, pues, tiene darse un men-
saje a sí mismo? Este hablarse a sí mismo se encuentra en cada
niño; más tarde, cuando su habla se hace silenciosa, la llama-
mos "pensamiento". Si usted examina su pensamiento, se dará
cuenta de que se da a sí mismo explicaciones, emite lo que
experimenta, repite lo que pretende decir en una situación di-
fícil. En su imaginación quiere explicar, emitir, lamentarse con
otras personas. Mi consejo es realizar como ejercicio la re-dí-
rección de todo su pensamiento (primero en su fantasía y des-
pués, si es posible, en la realidad) a una persona real. Esta es
una forma sencilla y eficiente de realizar un buen contacto.
Suponiendo que usted está en compañía, y rebusca en su
cerebro algo que decir, pensando para sí mismo "tengo que
encontrar un tema para iniciar la conversación, entonces pue-
de sencillamente cambiar la dirección de su oración y orde-
nar a la compañía: "debes encontrar un tópico para iniciar la
292 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

conversación". Se ha establecido el contacto y se ha roto el


silencio torturador.
La introspección es otra retroflexión y se encuentra con mu-
cha frecuencia en las personas que se interesan por la psico-
logía. Es la tendencia a observarse a sí mismo, a estudiarse a
sí mismo en vez de observar y estudiar a los demás, un estado
de inactividad incubadora, que está en conflicto directo con
la consciencia sensomotora mencionada anteriormente en este
libro (y de cuyo cultivo hablaré más tarde). Que la anula-
ción de la autoobservación no es fácil se verá fácilmente en
este ejemplo. Un paciente me dijo: "Ayer tenía más ánimo.
Respondí a mi esposa con más energía que de costumbre y
cuando me observé no pude descubrir reacción desagradable
alguna." Lo que en realidad había observado no era a sí mis-
mo, sino a ella, porque él estaba aún atemorizado con su pro-
pio valor y en consecuencia se sintió aliviado al no ver en
ella reacciones desfavorables. La gente reprime su observación
del objeto y la transforma en autoobservación con el deseo de
evitar molestias, turbación y miedo, al no querer que los con-
sideren descorteses e inquisitivos.
La introspección difiere de la hipocondría en cuanto que en
la introspección el acento está en A, mientras que en la hipo-
condría en P. Así, la tendencia del hipocondriaco a establecer
contactos pasivos se revela en su disponibilidad para ver a un
doctor.
Hace muchos años Stekel se dio cuenta ya de que la mas-
turbación con frecuencia es un substituto de la homosexuali-
dad; aunque el problema del homosexual es mucho más com-
plicado, ciertamente está presente una gran cantidad de re-
troflexión. Una fijación de masturbación significa jugar con el
propio pene porque no se dispone de otro o es tabú. El acento
puede estar lo mismo en A que en B.
En una situación como la última se percibe fácilmente la
evitación de contacto, pero en ningún caso absorbe la retro-
flexión toda la actividad. Nunca estamos tan centrados en
nosotros mismos que no realicemos alguna interferencia con los
demás, aunque podamos realizar gran cantidad de autointer-
ferencia, autocorrección, autocontrol o autoeducación. A veces
hasta el auto-reproche está tan levemente velado que difícil-
LA ANULACIÓN DE RETROFLEXIONES 293

mente podemos descubrir otra cosa que un reproche directo.


La mujer que se lamenta "¿por qué me ha tocado a mí un niño
tan malo?' o "¿por qué llega mi marido siempre tan tarde?",
no intenta criticarse a sí misma, sino al niño malo o al esposo
impuntual.
La retroflexión más nociva es la de destrucción y de carác-
ter vengativo. La admisión de que uno se siente ansioso de
venganza está tan en conflicto con los propios ideales que rara
vez se encuentra la tendencia franca, sincera a vengarse. Has-
ta la época de la pubertad parece que se admite más o menos,
pero la mayoría de los adultos despliegan su placer en la ven-
gatividad vicariamente, leyendo historias de crímenes, o asis-
tiendo a juicios, dando rienda suelta a su sentido de la jus-
ticia, o atribuyendo la ejecución de su venganza a Dios o al
destino. Suele admitirse que el espíritu de venganza no es una
de las características agradables de la humanidad, pero ser ven-
gativo a propia costa no sólo desarrolla hipocresía bajo forma
de piedad, sino que produce inhibiciones que dejan situacio-
nes incompletas; mientras que la represalia, ya tome la forma
de gratitud o venganza, definitivamente cierra una cuenta.
IX. LA CONCENTRACIÓN CORPORAL

TENÍA en tratamiento a un joven que, se suponía, sufría de


una neurosis del corazón. Le dije que en realidad padecía
de una neurosis de ansiedad y se rió.
"Pero doctor, no soy una persona ansiosa; hasta puedo ver-
me en un avión en llamas sin sentir la más ligera ansiedad."
"¿De verdad?" repliqué. "¿Y puede usted sentirse también
en el avión? En ese caso descríbame con detalle lo que ex-
perimenta."
"Oh, no, doctor", murmuró, "posiblemente no podría".
Comenzó a respirar con dificultad, se le enrojeció el rostro
y manifestó todos los síntomas de un agudo ataque de ansie-
dad. Durante unos instantes había logrado hacer que se sin-
tiera a sí mismo, en vez de simplemente visualizarse como
quería ser.
¿Cómo lograba tener tan poca consciencia de su ansiedad?
Abstraía de la situación completa, que incluía la ansiedad, su
sola figura y lo hacía evitando sentirse a sí mismo. En el mo-
mento en que se sintió a sí mismo, su ansiedad brotó a la su-
perficie. Como observador, no me había manifestado su ser
real, sino al héroe que le hubiera gustado ser.
Yo podría haber sacado interpretaciones basadas en la teo-
ría de la libido. Podría haber interpretado al aeroplano como
un símbolo fálico, las llamas como el fuego del amor y la ima-
gen de sí mismo como un conquistador poderoso. Esta inter-
pretación hubiera sido correcta, pero yo me di cuenta de que
su dificultad primaria estaba en la" evitación"; evitaba las sen-
saciones físicas en muchas esferas, no sólo, ni primariamente,
en la sexual. Su ideal era la victoria sobre el cuerpo. Esta ac-
titud ascética tenía como resultado una hipertrofia intelectual
y una hipotrofia sensorial.
Al inmovilizar nuestro sistema motor, al mismo tiempo in-
movilizamos nuestras sensaciones; podemos removilizar a am-
bos con una concentración apropiada. AI restablecer los mo-
vimientos diferenciados de nuestro "cuerpo" eliminamos el en-
tumecimiento y torpeza de la personalidad rígida y reinstala-

294
LA CONCENTRACIÓN CORPORAL 295

mos las funciones motoras del Ego. Alimentar a una persona


que padece de excesivo intelecto y muy poco sentimiento con
más intelecto aún, por ejemplo, con interpretaciones, es un
error técnico. Para eliminar un síntoma neurótico en el propio
organismo se necesita tener consciencia del síntoma en toda su
complejidad, no introspección y explicaciones intelectuales; lo
mismo que para diluir un trozo de azúcar se necesita agua,
no filosofía.
Nuestro fin es restablecer —por medio de la concentración-
las funciones del Ego, diluir la rigidez del "cuerpo" y el Ego
petrificado, el "carácter". Este desarrollo debe moverse al prin-
cipio en la dirección de una regresión. Queremos detener el
progreso de una neurosis y de la osificación caracteriológica y,
al mismo tiempo, regresar a los niveles biológicos de nuestra
existencia. Cuanto más lejos estamos de nuestro ser biológico
durante las horas de trabajo, más urgentes resultan las vacacio-
nes. Todos necesitamos —al menos ocasionalmente— un res-
piro en la tensión que la profesión y la sociedad nos imponen,
una regresión hacia nuestro ser natural. Todas las noches vol-
vemos a ese estado animal y en los fines de semana volvemos
a la "naturaleza".
El síntoma neurótico es siempre una señal de que el ser bio-
lógico pide atención. Indica que se ha perdido la intuición
(en el sentido de Bergson) —el contacto entre el Ser deliberado
y el espontáneo. Para volver a lograr este contacto ante todo
se debe dejar de plantear preguntas irrelevantes como el eter-
no "¿por qué?" y remplazarlas por las importantes: "¿cómo?",
"¿cuándo? ", "¿dónde?" y "¿para qué?" En vez de ofrecer cau-
sas y explicaciones, que pueden ser o no ser correctas, usted
debe tender a establecer hechos. A través del contacto pleno
con un síntoma neurótico usted estará en posición de elimi-
narlo. Para adquirir la técnica correcta de concentración en
el "cuerpo" es útil en especial la técnica de descripción. Al
principio usted experimentará una fuerte repugnancia a entrar
en detalles, pero si se apega a los detalles sin vacilar, deberá
encontrar resistencias específicas, y en cierto momento, solu-
ciones autoexplicadoras, autoevidentes. Exprese las resistencias
pero siga con la descripción de detalles. Más adelante aplique
la técnica total, la concentración silenciosa; pero de momento
296 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

conserve la descripción verbal como excelente ayuda para man-


tener su atención en el sintoma.
La teoría de la concentración somática es muy simple. Re-
primimos funciones vitales (energía vegetativa, como Reich
llama a su conjunto) con contracciones musculares. La guerra
civil desencadenada en el organismo neurótico la llevan a cabo
ante todo el sistema motor y las energías orgánicas no acep-
tadas que buscan expresión y gratificación. El sistema motor
ha perdido en gran medida sus funciones como sistema ope-
rante, activo, vinculado al mundo y por medio de la retrofle-
xión, se ha convertido en el carcelero más que en el auxilia-
dor de importantes necesidades biológicas. Cada síntoma eli-
minado significa liberar tanto al policía como al prisionero
—energías motoras y "vegetativas"— para la común lucha por
la vida.
Si llamamos a las contracciones del sistema muscular "re-
presores" entonces el remedio de las represiones evidentemen-
te parece ser la relajación. Por desgracia la relajación delibe-
rada —aunque se realice con la plenitud que Jacobson pres-
cribe en You Must Relax— es insuficiente. Tiene las mismas
desventajas que las resoluciones superficiales; aunque usted
podría ser capaz de relajarse si se concentra en la relajación,
podría volver la "armadura muscular" en cualquier estado de
excitación. Además Jacobson, lo mismo que F. M. Alexander,
pasa por alto el significado de las contracciones como repre-
sores.
Con la simple concentración en la relajación muscular las
funciones biológicas reprimidas (temidas, despreciadas, no ad-
misibles para la consciencia) volverán a la superficie antes de
que el paciente haya sido avisado y antes de que esté bien
preparado para habérselas con ellas. Sin embargo, si una per-
sona está sometida a tratamiento psicoanalítico (aunque sea
del tipo antiguo), colaborará mucho si se entrena en el mé-
todo de Jacobson al mismo tiempo. Surgirá a la superficie más
material reprimido y se podrá tratar este material en la sesión
analítica.1
1
Puede lograrse una relajación perfecta en el narcoanálisis. Bajo el pen-
total sódico el sistema motor represor, el autocontrol, pierde tensión y se
libera la emoción reprimida. Sin embargo, no se analizan y reorganizan las
LA CONCENTRACIÓN CORPORAL 297

Cuando se entiende bien, la relajación puede ayudar en una


aguda emergencia. A veces, en la pantalla y en la literatura
barata, se oye la expresión, "Relájese, hermana" dirigida a al-
guien muy tenso y excitado. En este caso, relajarse es aban-
donar la actitud de dependencia (Verbissenheit), volver en
sí, cambiar del aspecto emocional ciego al racional, recobrar
los propios sentidos. En esos casos la relajación, aún como una
interrupción corta de la tensión, puede hacer maravillas.
Hay que mencionar dos deficiencias más del método de Ja-
cobson: la relajación se convierte en una tarea y mientras se
está realizando una tarea, "uno" (la personalidad) no puede
relajarse. En un estado de relajación completa, la formación
fondo-figura se encarga de sí misma; pero durante un ejerci-
cio se requiere un esfuerzo consciente (aunque pequeño en
condiciones favorables) para la formación fondo-figura. Tam-
poco debemos pasar por alto el hecho de que el tono de un
sistema motor sano no es ni hiper ni hipotónico; es elástico,
alerta. La relajación, cuando se realiza según las instrucciones
de Jacobson, podría conducir a un estado de parálisis flaccida:
a un hipotono. No obstante tiene sus méritos; acrecienta el
sentido de consciencia motora. Hace que se perciba la exis-
tencia de las contracciones.
Veamos ahora los ejercicios.
1) No intente ningún ejercicio de concentración analítico
especial antes de que tenga perfectamente clara la diferencia
entre concentración forzada (mordisco de dependencia) e in-
terés concentrado. Si usted puede mantener su interés, sin un
esfuerzo, en un fenómeno sensomotor (una imagen en su
mente, comezón en la piel, un dolor en el cuello, un problema
resistencias motoras. Un método mejorado emplea una pequeña mezcla de
oxígeno nitroso (por ejemplo, la máquina de Minet). Esta técnica tiene
varias ventajas: 1) El paciente mismo maneja el aparato. 2) Está consciente
todo el tiempo. 3) Se familiariza con el "sentir" la relajación. 4) Experimenta
intensas sensaciones "físicas". Ocupan el primer plano síntomas neuróticos
ocultos, tales como ansiedad, la sensación de reventar, vértigo, etc. 5) Es
capaz de describir sus experiencias al analista, ayudándole así a descortezar
la "armadura" nivel por nivel. 6) No se requiere un anestesista especial, El
método de inhalación es más simple que el de la inyección intravenosa y
no provoca implicaciones tóxicas. Desde el punto de vista médico hay muy
pocas contraindicaciones.
298 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

que hay que solucionar), entonces hay algo fundamentalmente


mal en su hechura mental.
Esto no tiene aplicación a la concentración en el mundo ex-
terno. Ahí usted no puede confiar en la selección orgánica; ahí
podría querer concentrarse en temas que no suscitan su inte-
rés natural, sino que son seleccionados por deber, convencio-
nes, snobismo, etc.
Si ha comprendido el equilibrio orgánico como se plantea
en la parte teórica de este libro, se dará cuenta de que la for-
mación externa fondo-figura, sigue ante todo a impulsos in-
ternos, y una vez que se ha logrado la concentración interna,
la externa se dará por sí misma. No hay objeción alguna a con-
centrarse en objetos externos que fascinan y a describir sus
detalles. Esto lo convencerá de la facilidad que caracteriza a
la concentración sana y que debe conocer si quiere evitar la
concentración patológica, la forzada. Siempre que se descu-
bra todo tenso en una concentración "equivocada", recuerde:
"relájate, hermana". Déjelo pasar y desconcéntrese hasta el
grado de dedicarse a asociaciones libres. Después de esto rea-
lice otro acercamiento.
2) No hay necesidad de crear condiciones especiales para
los ejercicios de concentración. Después de un corto tiempo
usted debería ser capaz de hacerlos en cualquier parte y siem-
pre que no haya necesidad de mantener contacto con su medio
ambiente. Con el tiempo debería haber una continua auto-
consciencia y consciencia del objeto durante todo el tiempo que
usted esté despierto. Sin embargo, al principio, es aconsejable
ayudar a la dirección del interés eligiendo un lugar tranquilo.
Una silla cómoda o un sofá le ayudarán en la iniciación. En
el psicoanálisis he renunciado a estos arreglos clásicos.2 Me
2
Aquí el paciente yace en un sofá y el psicoanalista se sienta detrás de
él como un Dios invisible sobre las nubes que no debe ser visto, precisa-
mente como el judío piadoso no debe crear una imagen de Dios o como e1
creyente católico romano no debe ver a su padre confesor.
¿Cómo puede un paciente establecer un contacto con la realidad si se
mantiene la situación analítica en un nivel tan místico? El paciente no tiene
nada a qué atenerse más que a la voz del analista y a veces ni siquiera
esto. Tuve una vez un analista que no abría la boca durante semanas; para
indicar que la sesión había terminado simplemente raspaba el piso con su
pie. Sus pocas observaciones durante los muchos meses que pasé con él fue-
ron algunas interpretaciones ingeniosas de mi Inconsciente, pero en aquella
LA CONCENTRACIÓN CORPORAL 299

siento frente al paciente, pero todavía le permito yacer en el


sofá para los ejercicios de concentración interna, proporcio-
nando así situaciones adecuadas tanto para la concentración
externa (superación de la timidez, enfrentarse al "enemigo")
como para la interna.
3) Todos los ejercicios de equilibrio son útiles. La gimna-
sia, mientras fomente la consciencia del cuerpo y no eso de
ser "todo un hombre"; el deporte, mientras no sea unilateral
y esclavo de la ambición, desarrolla ese sentimiento holístico.
Al caminar, sienta que está caminando e interrumpa el "pen-
samiento" lo más frecuente que sea posible. Ante todo, cuando
no tenga nada que hacer, conténtese con estar consciente de
su cuerpo como un todo.
4) Si no puede sentir la totalidad de su cuerpo, deje que
su atención viaje de una parte de su cuerpo a otra, eligiendo
especialmente aquellas partes que para usted sólo existen os-
curamente. Sin embargo todavía no intente concentrarse en
las partes escotomizadas —aquellas partes que en apariencia
no existen en absoluto en su consciencia. En algunas ocasio-
nes, durante su rutina diaria de trabajo, hágase consciente "cor-
poralmente"; abra una puerta conscientemente, pero del mis-
mo modo que lo hace siempre, sin un énfasis o cambio par-
ticular en su actitud ordinaria. No se ponga a abrir la puerta
(o cualquier movimiento consciente que quiera realizar) de
una forma especialmente graciosa o masculina. Esto sólo lo
haría egocéntrico, no consciente de su cuerpo. Hay una na-
rración de un ciempiés al que se le preguntó qué pata movía
época yo estaba muy lejos de ser capaz de aceptarlas. Otras veces eran sim-
ples proyecciones y yo tampoco era capaz de reconocerlas como tales. Tan
sólo cuando, muchos años después, escuché que padecía paranoia, comprendí
perfectamente la verdad. Dejé de culparme por mi incapacidad para com-
prender y valorar sus observaciones y eché la culpa a su ineptitud para
hacer que se le entendiera y para estimar mi situación.
Transforme al psicoanalista, de una imagen que inspira veneración, en un
ser humano al mismo nivel que el paciente. Deje de interpretar el miedo
y la protesta del paciente como "transferencia de Dios". Mientras el analista
siga comportándose como un sacerdote con todos los ritos de la posición
analítica fija y la obsesiva regulación del tiempo (una entrevista debe durar
a toda costa exactamente 55 min.), el paciente debe interpretar correcta-
mente al analista como un objeto religioso y ninguna sugerencia de que esto
es un fenómeno de transferencia silenciará sus reacciones como creyente o
disidente en la religión psicoanalitica.
300 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

primero y cómo lograba caminar con todas sus piernas al mis-


mo tiempo. Cuando intentó hacerlo deliberadamente quedó
tan confundido que no podía caminar. En vez de hacerse cons-
ciente de sus movimientos, creó una interferencia con ellos.
5) Al realizar estos ejercicios debe recordarse lo que se dijo
antes acerca del "brincar" al observar las imágenes mentales.
Brincar de una parte a otra no constituye un buen contacto,
aunque es mejor que forzar la atención en una única parte, ya
que con este proceso solamente se puede lograr que salga un
síntoma. Usted experimentará esta salida como la desaparición
del síntoma. Si siente un escozor desagradable y desaparece
al tiempo que usted se concentra en él, podrá sentirse muy
satisfecho, cuando en realidad sólo le ha obligado a permane-
cer en forma subterránea y no ha lanzado su voz en el len-
guaje de las necesidades orgánicas. Probablemente volverá en
cuanto usted haya relajado el apretón constringente.
Si usted es un "saltimbanqui", vaya de una sensación a otra
y conténtese en cada ocasión con alargar el contacto de una
fracción de segundo a varios segundos. Así, pronto será capaz
de seleccionar un síntoma a voluntad y de analizarlo. Muchos
síntomas —los de menor resistencia— le interesarán y hasta le
fascinarán. La revelación de su sentido vendrá como un autén-
tico "abrir los ojos". Pero si la sensación o síntoma desaparece
sin desarrollarse, sin haber revelado su sentido, debería evo-
carlo, ya sea trabajándolo con la memoria o, aún mejor, pres-
tando atención a los medios con los que es reprimido —las con-
tracciones musculares.
6) Cuando pueda mantener su mente durante cierto tiem-
po en un lugar, puede comenzar a intentar darse cuenta de
las concentraciones musculares implicadas en la concentración
"negativa". El "mordisco" de dependencia es el patrón según
el cual están formadas todas las contracciones de represión.
La "actitud" de dependencia es la concentración negativa ago-
tadora en una cascara de nuez. Es la base de la torpeza, la
mala coordinación y muchos desagradables síntomas neuróti-
cos. Usted no puede lograr ningún contacto natural obligán-
dose a concentrarse. Su aptitud para dirigir su atención debe
ser muy débil si tiene que representar el papel de cadáver, sin
atreverse apenas a mover un músculo, o si tiene que estar
LA CONCENTRACIÓN CORPORAL 301

constantemente alerta esperando saltar al cuello del que vo-


luntaria o involuntariamente podría perturbar su pretendida
concentración. Qué agotador debe ser para usted lograr algo
en la vida si la base del logro, la concentración, es tan artifi-
cial y costosa. En otra parte denominé "fascinación" a la forma
más elevada de concentración. Pero hasta ahora usted se ha
visto frente a tantas resistencias que difícilmente podrá espe-
rar estar fascinado. Esto vendrá después de que una repeti-
ción constante le haya hecho percibir cómo transformar sen-
saciones desagradables en sensaciones agradables. Por ello, una
vez que haya aprendido a sentir sus contracciones musculares,
trate de ponerlas bajo su control con el fin de liberar las fun-
ciones orgánicas reprimidas y acrecentar su agilidad motora.
Una vez que haya alcanzado ese punto tendrá más confianza
en estos ejercicios. Entonces comenzará a sentir la fascinación.
Mejorará constantemente su actividad y su memoria, lo mismo
que su aptitud para captar rápidamente las situaciones y esto
se irá acumulando hasta que haya logrado un buen "sentido
de sí mismo". Todos estos ejercicios se harán entonces obso-
letos.
7) Para tener bajo control los músculos hipertensos, usted
tiene que transformar los espasmos en funciones del Ego. Pue-
den presentarse estas contracciones en cualquier parte. Pue-
den presentarse como calambre del escritor en su brazo y mano
o como tartamudeo en su hablar. En los accesos de ansiedad
usted descubre que los músculos del pecho se ponen rígidos;
en las inhibiciones sexuales la parte inferior de la espalda se
pone rígida. Las alteraciones del contacto se presentarán como
tirantez en los músculos de la mandíbula y los brazos.
Comience con concentración en los músculos del ojo como
ya empezamos con ellos en el capítulo acerca de la visualiza-
ción. No hay necesidad de conocer los músculos implicados;
deje en paz sus nombres latinos. Cuando al principio estos
músculos se contrajeron y se hicieron vigorosos, usted lo hizo
sin conocer su anatomía ni su nombre. En un tiempo, antes
de que llegara a ser un hábito, "usted" contrajo cada uno de
los músculos ahora entumecidos intencionalmente; cuando que-
ría alejar una sensación, emoción o imagen de su consciencia,
retroflexionaba sus funciones motoras como medio para ex-
302 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

pulsar lo que no quería sentir. Lo hizo con un esfuerzo delibe-


rado que conoce bien, un esfuerzo similar a su actividad muscu-
lar cuando tiene que resistir, por ejemplo, un impulso a orinar.
Es difícil determinar hasta dónde llega el influjo del control
consciente del Ego. A lo largo de la evolución, muchos de los
centros inferiores del organismo han llegado a ser autónomos
y están más allá del alcance del control consciente.3 Sin em-
bargo, el sistema de los músculos estriados está dentro del al-
cance del control consciente. Se emplea, por ejemplo, para
reprimir. Para anular represiones usted tiene que restablecer
el imperio consciente de su sistema motor.
Cuando se enfrente a hipertensiones, calambres, espasmos,
contracciones en su sistema, actúe de la forma siguiente:
a) Logre el "sentir" adecuado. No intente eliminación al-
guna antes de que pueda mantener su mente en el lugar al
menos de 10 a 15 segundos.
b) Vigile el más ligero desarrollo, como un acrecentamien-
to o una disminución de la tensión, entumecimiento o escozor.
Es muy prometedora la aparición de una agitación ligera o un
temblor o una sensación "eléctrica". Todo cambio indica que
se ha establecido contacto entre las instancias conscientes o
inconscientes.
c) Conténtese al principio con describir la contracción en
el lenguaje del "Ello", como: "hay una tensión alrededor de
mi ojo derecho" o "los globos oculares están muy inquietos".
d) Trate de cambiar las contracciones en "funciones del
Ego", pero sin actividad adicional. Sienta que "usted" está
contrayendo los músculos de la frente o apretando los ojos, o
lo que sea que haga. Si no lo logra, pase al ejercicio e).
e) Si tiene que evitar la responsabilidad por "sus" contrac-
ciones de los músculos, el cambio del "Ello" a la función del
"Ego" será difícil. En este caso sirve de ayuda refugiarse en
la autosugestión. Repita una frase como esta: "aunque no sien-
to que estoy contrayendo los músculos sé que subconsciente-
3
Puede lograrse un influjo "indirecto", por ejemplo, con una imagina-
ción vivida. Un buen actor, al colocarse en el campo de acción imaginado
e identificarse con la persona en cuestión, puede generar emociones que no
se presentarían con un esfuerzo consciente directo. (Hamlet admira esta apti-
tud —y la contrasta con su propia cojera emocional.)
LA CONCENTRACIÓN' CORPORAL 303

mente lo hago. Por eso me imagino o creo que lo hago". Esta


autosugestión podría servir de ayuda ya que se está diciendo
a sí mismo —en contraste con el método de Coué 4— la verdad,
la realidad.
f) Hágase cargo del control: relaje y contraiga una fracción
(!) de pulgada, el músculo en cuestión.
g) Descubra el propósito de su contracción. Descubra qué
es lo que está resistiendo; exprese la resistencia: "no quiero
ver a mi abuela", o "maldita sea si lloro".
h) Al expresar la resistencia usted ha hecho todo lo reque-
rido. Pero persevere. Surgirán otras resistencias y harán cons-
ciente el conflicto entre represor y reprimido. Cada imagen
admitida, cada lágrima derramada, pone a la disposición de
su personalidad consciente un poco de energía.
Se ha estudiado muy poco lo opuesto a la contracción, la
parálisis flaccida como resistencia. Teóricamente el hipotono
no debería desempeñar papel alguno en una resistencia; y se-
gún yo lo veo no se da en la retroflexión, en la represión de
partes no aceptadas de la personalidad. Sin embargo, está pre-
sente de las proyecciones. Es un síntoma de confluencia y de-
presión. Está presente en lo que podría describirse como una
existencia de medusa: como una técnica de no resistencia. Esas
personas son suaves y resbalosas como una anguila. Frente a
ellos uno siente que golpea en un espacio vacío. Se inclinan
por expresiones como: "me puede hacer lo que quiera" o "no
importa en absoluto". En su forma extrema la parálisis flaccida
se presenta como fingimiento o desmayo. Es un comporta-
miento atávico, pero puede ser útil para el Homo sapiens de
hoy en día con el fin de evitar situaciones desagradables.
La técnica de concentración es sencilla en extremo respecto
a las resistencias sensoriales mientras estén presentes algunas
sensaciones. Tan sólo se requiere un esfuerzo intelectual para
concentrarse en la hiperestesia o en los dolores. Los dolores
exigen tanta atención que son la formación más impresionante
del fondo-figura. En palabras de W. Busch:
4
El método de Coué se basa en el autoengaño no en la autorrealización
304 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

Sólo en el agujero de la muela


está la mente y el alma del que sufre.

Hay que resistir y expresar el dolor, concentrarse con inte-


rés y sin gritar pidiendo alivio. Con frecuencia hay que pasar
por el infierno, pero no rodearlo. El dolor es la principal señal
del organismo que pide concentración. El órgano enfermo ori-
ginalmente pide atención, no morfina. Aunque en ciertas en-
fermedades orgánicas el llanto, la hiperemia (fruto de una
concentración correcta), etc., ayudarán a su curación, no es
aconsejable depender en forma alguna de ello. Muy al con-
trario. En cuanto se tiene la menor sospecha de una enferme-
dad orgánica, se debe consultar al médico. Muchos médicos
tienen en la actualidad suficiente conocimiento de la psicolo-
gía médica que los capacita para decidir si se debe atacar una
enfermedad desde la dirección física o mental o desde ambas.
De todas formas, la concentración es un enfoque mejor que
los métodos de Coué o de la Ciencia Cristiana, que tan sólo
niegan y escotomizan una realidad existente. Ciertamente la
concentración analítica es el método en cuestión para todos los
dolores "nerviosos" y aquellas enfermedades que son sintomá-
ticas de un deseo inconsciente de suicidio.
Una forma sencilla de convencerse de la efectividad de la
concentración es: la atención a la fatiga. Cuando usted se sien-
ta fatigado y no tenga tiempo de dormir, acuéstese y concén-
trese durante 10 minutos en los síntomas de sentirse fatigado.
Tal vez le escuezan los ojos, sienta pesados los miembros y
le duela la cabeza. Vigile el desarrollo de estos fenómenos en
una especie de estado de estupor y se sorprenderá, después
de un pequeño periodo de práctica, ante lo fresco que se sien-
te cuando se levanta. No debe dormirse, sino permanecer en
el estado intermedio entre consciencia y sueño.
Una tarea muy ardua, equivalente en dificultad sólo al en-
trenamiento en el Silencio Interior, es la atención a un esco-
toma mental. Probablemente usted habrá tenido la experien-
cia de buscar algo y que le digan que estaba delante de usted.
Estaba allí, pero para usted no estaba. Respecto a esa cosa
tenía un punto ciego. La recuperación es una atenuación de
tensión —un descubrimiento y sorpresa que quitó el velo men-
LA CONCENTRACIÓN CORPORAL 305

tal. En muchos síntomas neuróticos, y especialmente en los


histéricos, esa escotomización (la mayor parte de las veces
bajo la forma de anestesia) desempeña un papel predominan-
te. La mayoría de los casos de impotencia sexual nerviosa, por
ejemplo, no los causa la escotomización de las sensaciones ge-
nitales, sino que se identifican con ella.
Anteriormente le he prevenido contra un intento prematuro
de tratar un escotoma, pero ahora usted ya debe estar sufi-
cientemente adelantado como para atenderlo. Si al permitir
que su atención vague a través de su cuerpo descubre luga-
res que no puede sentir, descubra primero las fronteras entre
las partes sentidas y las no sentidas. Después de esto man-
tenga su atención en la región no sentida. Esto exige una
capacidad considerable de concentración. Con el tiempo des-
cubrirá que hay un sentimiento particular —una hipoestesia
parecida a entumecimiento o pesadez, un velo o una nube.
Sienta esta experiencia "como si" como una realidad, hasta
que un día pueda casi literalmente levantar el velo; en ese
momento las sensaciones e imágenes biológicas saldrán a la
luz, al principio sólo durante una fracción de segundo, pero
aumentarán más tarde su duración y finalmente tomarán su
lugar propio en el funcionamiento de la personalidad.
En la parte teórica señalé que el escotoma está, la mayoría
de las veces, unido a proyecciones. La imagen, sensación o
impulso desaparece del campo interior y reaparece en el cam-
po ambiental. Por eso, si al mismo tiempo que con el escotoma
nos enfrentamos al problema de la proyección, aumentamos el
impulso interno y ayudamos en forma considerable a la esta-
bilización de la personalidad.
X. LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES

SIEMPRE y cuando una persona -desde el individuo aparen-


temente sano hasta el paranoico avanzado- proyecta, estará
muy inclinada a racionalizar y justificar sus proyecciones. Para
muchas personas resulta imposible concebir que, por ejemplo,
hasta la idea de un Dios personal es una proyección, una sim-
ple alucinación.
El síntoma de aquel paciente que padecía una agonía de
miedo a que un día una teja cayera sobre él, fue anulado como
podía esperarse: iudicaba una situación no concluida cuya ter-
minación se mantenía en suspenso a través de la proyección
de la piedra que caía. Abrigaba el deseo de arrojar una piedra
a un enemigo y cambió su actividad persecutoria en la pasi-
vidad de estar angustiado por el miedo de una piedra que
cae. Este ejemplo demuestra que, aunque él proyectaba sus
deseos de muerte para ahorrarse sentimientos de culpa (en su
mente consciente dejó de ser un asesino en potencia) no logró
realizar su propósito, que era disminuir su sufrimiento. Por el
contrario, al reaccionar como si la proyección fuera una rea-
lidad, sufría más agonía de la que hubieran podido causar los
sentimientos de culpa.
Al proyectar cambiamos todo el "campo ambiental". Por
ejemplo, después de haber proyectado nuestros deseos de om-
nipotencia, actuamos "como si" el dios omnipotente fuera una
realidad que pudiera realizar todos los milagros que nosotros
quisiéramos ser capaces de realizar. Este dios puede llegar a
ser una realidad tal que cambiamos todo nuestro comporta-
miento y carácter para no ser castigados por esta creación de
nuestra imaginación.1 Este cambio reactivo coincide con otro
que se da dialéctica y simultáneamente. No sólo cambia el
"campo ambiental" sino también el "campo intraorgánico". En
el último la "omnipotencia" se transforma en "impotencia".
Pero esto no es muy correcto, ya que en esta descripción los
dos cambios están aislados, mientras que en la realidad tan
1
La creación misma es proyectada igualmente. Dios se convierte en un
creador.

306
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 307

sólo se realiza un cambio que implica los aspectos del "campo


ambiental-intraorgánico". Si de una jarra se vierte líquido en
un vaso, el vaciarse de la jarra y el llenarse del vaso se reali-
zan simultáneamente.
La reacción del paciente frente a sus proyecciones en la si-
tuación psicoanalítica es muy perturbadora, pues la interfe-
rencia proyectada genera un grave obstáculo para la compren-
sión entre analista y paciente. Lo que suele suceder la mayoría
de los casos en la situación analítica (y naturalmente en todas
las situaciones similares de la vida diaria) es esto: el psicoana-
lista descubre algo que quiere que el paciente se incorpore.
Señala cierto comportamiento, digamos, el morderse las uñas.
Supongamos que nuestro paciente condenaba este hábito, pero
que sus intentos para reprimirlo no han tenido éxito; tan sólo
lo escotomizó, se convirtió en un hábito inconsciente. El ob-
jetivo del analista es hacer de esta actitud específica una fi-
gura en la que se concentre y la maneje. Desea añadir cons-
ciencia para facilitar la eliminación de esa actitud específica.
Sin embargo, el paciente confunde la actitud analítica, cientí-
fica con una moralista, proyectando su propia inclinación a
moralizar, a condenar y a interferir en el analista. Como él
mismo desaprueba el morderse las uñas, se imagina que el
analista hace lo mismo. Entonces reacciona ante su proyección
"como si" el analista y no él mismo lo desaprobara. Está aver-
gonzado y de esta forma interfiere consigo mismo y pretende
reprimir u ocultar su comportamiento desagradable en vez de
discutirlo abiertamente. El resultado es que, en vez de expre-
sar y eliminar su rasgo indeseado, lo convierte de nuevo en
subterráneo. Es posible que pasen muchas semanas antes de
que vuelva a aparecer. Como contramedida para este peligro
de re-supresión W. Reich ha desarrollado la técnica de con-
centrarse continuamente en el rasgo de carácter central del
paciente —un enfoque excelente y ciertamente más fecundo
que la técnica de las interpretaciones indiscriminadas.
Aunque Freud descubrió el gran papel que las proyecciones
desempeñan en algunas psicosis, más bien las pasó por alto
en las neurosis. Por centrarse más el interés psicoanalítico en
la represión, se prestó atención insuficiente a la proyección y
a la retroflexión, con el resultado de que el núcleo psicótico
305 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

de la neurosis con frecuencia quedaba inafectado. Sólo más


tarde ha comenzado a ocupar un puesto central el mecanismo
de proyección, especialmente a través de Ana Freud, Annie
Reich, etc., aunque no en forma suficiente y eclipsado todavía
por el análisis de transferencia.
La concepción de la transferencia realizó en apariencia una
simplificación enorme del tratamiento psicoanalítico. Al seguir
la regla de interpretar todo lo que sucedía en la situación ana-
lítica como transferencia, el psicoanálisis esperaba, después de
descubrir el patrón original, que desapareciera la neurosis.
Desde la primera infancia se repiten cierto número de patro-
nes, pero el psicoanálisis suele considerarlos como repeticiones
mecánicas sin sentido y no como problemas inconclusos que
exigen ser terminados lo mismo en la situación analítica que
en cualquier otra parte. Además quedan suficientes problemas
de la vida ordinaria que tratar, que no surgen necesariamente
de los traumas de la infancia, sino de la constitución o de las
condiciones sociales. Debería prestarse atención especial al
proceso de proyección, que en sí mismo no es una transferen-
cia, sino un fenómeno de "pantalla". Las escenas de una pe-
lícula no se sacan del proyector y se transfieren a la pantalla,
sino que permanecen en la máquina y simplemente son pro-
yectadas.
El psicoanalista ortodoxo estará de acuerdo conmigo si in-
troduzco otra fórmula para la conclusión de la cura analítica
sosteniendo que no sólo el psicoanalista tiene que comprender
al paciente, sino que el paciente tiene que comprender al psi-
coanalista. Tiene que ver al ser humano y no una pantalla
sobre la que proyecta sus "transferencias" y las partes escondi-
das de sí mismo. Tan sólo cuando ha logrado penetrar el velo
formado por alucinaciones, evaluaciones, transferencias y fija-
ciones, ha llegado a ver las cosas como son: recobra sus senti-
dos aplicando su sentido. Logra un contacto genuino con la
realidad en vez de un pseudocontacto con sus proyecciones.
Los obstáculos que crea el analista ortodoxo son varios. Todo
contacto personal con el paciente es tabú, ya que podría alte-
rar la “transferencia”. No se trata a muchas a muchas proyecciones
como tales, sino como fenómenos de transferencia y no puede reali-
zarse el análisis del núcleo paranoico.
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 309

¿De dónde brota este error?


El paciente, con frecuencia, ve algo en el analista que tiene
un parecido con personas importantes de su infancia, pero rara
vez el cuadro-imagen del analista es idéntico a la imagen ori-
ginal, que desde entonces ha pasado por el procedimiento de
seudometabolismo y posiblemente ha sufrido otros cambios.
Todo analista ha experimentado que la imagen "transferida"
cambia a lo largo del análisis y que ahora este rasgo de la ima-
gen, después aquel otro, se coloca en primera línea. Se podría
comparar la llamada situación de transferencia con un río. La
historia de un río muestra su origen en uno o varios manantia-
les. Sin embargo, ¿el agua del río es todavía idéntica a la de
los manantiales? ¿No ha absorbido en su camino muchos ele-
mentos químicos y orgánicos? ¿No se ha realizado tal cambio
que beber de las dos aguas podría significar la diferencia entre
la salud y la enfermedad?
Lo que sigue es típico de la forma en que se elimina una
"transferencia" y de cómo, en la mayoría de los casos, la "trans-
ferencia" resulta no ser otra cosa más que un simple traspaso
de la imagen de la persona original al analista: digamos que
el paciente ve en el analista a una persona dura que carece
de comprensión, así como —lo sostiene— era su padre. Más
tarde se descubre que su padre no era tan duro después de
todo. De esta forma, tenemos que corregir el mecanismo de
transferencia. Debemos conceder que tal vez, no transfirió sim-
plemente la imagen del padre al analista. Lo que había visto
en el analista fue lo que imaginó que era su padre. De niño
había proyectado su propia intolerancia en el padre. Más tar-
de (tal vez con el fin de gobernar a hermanas menores) había
introyectado, copiado, esta su propia imagen de su padre y
finalmente, por no estar de acuerdo con "ser como el padre",
la había proyectado de nuevo. Como es común, reaccionará en
el análisis a sus proyecciones y atribuirá sus propios temores
y restricciones a la severidad del analista. Todo el complicado
proceso, los dos aspectos –el padre cruel y el analista cruel-
se reducen al simple hecho de la proyección de una crueldad
no admitida en la propia personalidad del paciente. Dicho de
otra forma, manejar la transferencia equivale a una complica-
ción innecesaria, equivale a una pérdida de tiempo. Si puedo
310 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tomar agua de la llave de mi habitación, no es necesario que


baje al pozo.
Como de ordinario, realizaremos nuestra tarea por pasos, y
el primero es la toma de consciencia de las proyecciones. Del
mismo modo que usted se sorprendió cuando mencioné que no
tiene consciencia del hecho de que no se concentra en sus co-
midas, así negará ahora el hecho de que es un "proyector". Pero
realice un esfuerzo serio e investigue si está libre de la proyec-
ción. Las proyecciones pueden darse en todas partes. Ya señalé
antes la proyección intraorgánica de la agresión sobre la cons-
ciencia. He mencionado también el caso en que se proyecta-
ban las funciones del Ego sobre los genitales.
Las proyecciones intraorgánicas junto con una actitud de
maniquí constituyen salvaguardas contra la proyección para-
noica, y con mucha frecuencia puede uno ver cómo el carác-
ter obsesivo lleva a cabo una lucha interminable entre el perse-
guidor y la víctima dentro de sí mismo. Se responde a una
exigencia, por parte de la consciencia, con un intento deter-
minado, por parte de la personalidad restante, de obedecer,
pero a esto sigue muy pronto la derrota de la consciencia. De
ahí proceden acrecentados sentimientos de culpa, superimpues-
tos por exigencias cada vez más pesadas de la consciencia y
así ad infinitum 2
Hay una esfera en la que no resulta difícil descubrir las pro-
yecciones: el mundo de los sueños. Hay al menos dos clases
de sueños, agradables y desagradables. Los sueños agradables
son consumaciones directas o indirectas de situaciones incom-
pletas: coinciden con la realización de los deseos en la ter-
minología de Freud. Los sueños desagradables contienen in-
variablemente proyecciones, su prototipo mejor conocido es la
pesadilla. La persona o animal que predomina en la pesadilla
es siempre una parte no deseada de uno mismo. Cuando usted
sueña que lo muerde una serpiente venenosa, podía ser co-
2
Una diferencia importante entre el carácter paranoico y el obsesivo es
ésta: mientras el carácter obsesivo manifiesta restricciones definidas en su
esfera de actividad y sus conflictos tienen lugar dentro delcampo orgánico,
el paranoico desarrolla una actividad excesiva, pero dirigida y realizada sólo
dentro de un seudomundo. Por ser incapaz de distinguir entre el mundo real y
el proyectivo, tratará de solucionar sus conflictos internos en el campo
ambiental. En ambos tipos hay restricciones del contacto de objeto.
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 311

rrecto interpretar la serpiente como un símbolo fálico agresivo,


pero resulta más útil buscar la serpiente venenosa escondida
en su propio carácter. Cuando no se expresa la agresión den-
tal, sino que se proyecta, usted se encontrará, en sus sueños,
perseguido por perros, leones y otros animales que simbolizan
el morder. Los deseos proyectados de ser un ladrón, un ase-
sino, un policía u otros ideales pueriles aparecerán en el sueño
como miedo de ser asaltado o arrestado.
La naturaleza proyectiva de partes del sueño es rnás fácil
de captar que la mayoría de las demás proyecciones; mientras
que en la proyección ordinaria se confunden partes del mundo
exterior con lo que en realidad es intraorgánico, en el sueño
encontramos un punto cero: el conocimiento de que el sueño
se realiza dentro de nuestro organismo, pero que al mismo
tiempo tiene la cualidad de realizarse en el mundo exterior.
Después del primer paso: percibir la existencia de proyeccio-
nes y el segundo: reconocer que pertenecen a la propia per-
sonalidad de usted, tiene que asimilarlas. Esta asimilación es
la curación misma de todas las tendencias paranoicas. Si usted
simplemente introyecta lo "proyectado", sólo aumenta el pe-
ligro de llegar a ser paranoico. Por ello debe entrar hasta el
núcleo: el sentido de toda proyección. Si usted se siente per-
seguido por un policía y simplemente lo introyecta, entonces
se imagina que es un policía o quiere llegar a serlo. Por otro
lado, una asimilación apropiada demostrará que usted quiere
vigilar o castigar a cierta persona. Si sostiene que es un oso
se le dará un certificado de loco, pero es algo muy distinto
cuando expresa el sentido de esta identificación y dice que
tiene tanta hambre como un oso. Una persona proyectó el de-
seo de amedrentar a su esposa y tuvo un sueño en que lo per-
seguía un toro.
El primer paso podría constituir un interesante pasatiempo
intelectual: aceptar que bajo ciertas condiciones le gustaría ser
un ladrón o un policía; pero la reidentificación real con el
perseguidor podría resultar difícil. La resistencia introducida
por la proyección se presentará en cuanto intente considerar
todas las consecuencias de ser usted mismo un espanto No
es fácíl admitir, cuando usted tiene sueños aterradores, que
312 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

encuentra un placer diabólico en aterrar a los demás, o que


es una serpiente venenosa o un antropófago.
Los dibujos de sueños de las siguientes páginas son muy ins-
tructivos. El que soñaba tenía una grave psiconeurosis. Tenía
ideales religiosos de ser humilde, generoso. Era incapaz de
devolver el golpe cuando se le atacaba. Proyectaba en amplia
medida su agresión. El resultado: una neurosis de ansiedad,
ejemplificada en la pesadilla del primer grabado. Ni siquiera
es visible el agresor, el tren. En el segundo cuadro encontra-
mos la solución: conscientemente se identifica con la víctima.
Sufre todas las torturas que la otra persona (que simboliza su
propia agresividad proyectada) le inflige. En realidad tenía
una vena sadista muy fuerte, aunque reprimida.
La dificultad para anular proyecciones religiosas está en la
turbación para confesar ciertas ideas de omnipotencia, como
por ejemplo, lo ha expresado Heine:

"Y si yo fuera el Dios Todopoderoso


y estuviera sentado en él cielo…"

No nos imaginamos con frecuencia que somos Dios, pero


muy pocos son los que en alguna ocasión no han dicho: "Si yo
fuera un dictador, entonces..."
En la gente, y sin duda en cada neurótico, hay una dificul-
tad de carácter en la que la anulación de proyecciones resul-
ta especialmente útil. Es esta la necesidad de afecto, admira-
ción y amor, y afecta ante todo al carácter narcisista -ese tipo
descrito con gran detalle por K. Horney. Este tipo no expresa
afecto, etc., sino que lo proyecta y lo desea una y otra vez.
Hay una diferencia decisiva entre agresión proyectada y amor
proyectado. Si usted teme expresar "te odio", muy pronto se
imaginará que el mundo lo odia y, en forma parecida, si es
demasiado tímido como para decir "te amo", se descubrirá a
sí mismo esperando amor del mundo. Naturalmente la diferen-
cia está en que preferiríamos ser perseguidos por el amor más
bien que por el odio. Cambiar la actitud narcisista por una de
relación con el objeto no es tan difícil como en el caso de la
agresión proyectada. Al menos se nos ahorra el trabajo de su-
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 313

perar resistencias ideológicas, ya que el amor es el favorito


religioso número uno.
Para poner en práctica lo que acabamos de aprender, es me-
jor que volvamos a nuestros sueños diurnos. Suponiendo que

usted se ve a sí mismo admirado por su habilidad en los de-


portes, o condecorado por una acción heroica o acariciado y
consentido por la mujer de su elección, haga un intento serio
de invertir la situación y buscar ejemplos en los que podría
permitirse admirar a un deportista, sentir entusiasmo por un
héroe, o acariciar y consentir a otra persona. No sólo desarro-
llará una actitud más activa y adulta al anular estas proyec-
ciones, sino que también alcanzará esa posición en la que pue-
den concluir situaciones y restablecer el equilibrio orgánico que
está y permanece alterado por el afecto que tiende a rebosar,
314 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

pero no puede encontrar una salida. El afecto proyectado, como


se indicó antes, genera una voracidad insaciable de afecto.
La mayor dificultad con que nos encontramos al manejar las
proyecciones es su afinidad con objetos del mundo exterior.
Cuanto más poder de razonamiento tiene uno, más teme "ima-

ginar" cosas. Por ello racionalizará las proyecciones, las justi-


ficará encontrando pruebas y correlaciones en el mundo ex-
terior. Como en este caso coinciden la actividad proyectiva y
la formación fondo-figura (intereses), desarrollará una aptitud
pavorosa para descubrir los objetos que corresponden a la pro-
yección.
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 315

Con frecuencia es suficiente una mera selectividad de algu-


nos aspectos y la escotomización de otros (actitud monova-
lente) para realizar una distorsión paranoica. En este caso po-
demos hablar de "paranoia selectiva", que es la peor solución
posible del conflicto de ambivalencia. Si usted busca razones,
siempre las puede encontrar. Puede malinterpretar las cosas,
puede valorar un aspecto del carácter de la persona y subesti-
mar otro de acuerdo con su propósito. Puede convertir una
topera en una montaña, y ver la paja en el ojo ajeno sin ver la
viga en el suyo propio.
Se debería sospechar de la persona que sospecha, ya que el
que se hace víctima victimiza su contorno. Si usted se siente
tratado injustamente, puede estar seguro de que es el me-
nos justo en el trato con los demás. Tome como ejemplo
un marido celoso. Cuando proyecta su propio deseo de ser in-
fiel, interpretará la sonrisa amistosa e inocente de su esposa
hacia otro hombre como un acercamiento amoroso. Sufre e in-
siste en que ella no debería hacer insinuaciones, se mete en
graves apuros para sorprender los signos más leves para jus-
tificar sus sospechas imaginadas, pero nunca mira dentro de
sí mismo. En general puede decirse que cuando usted se sien-
te celoso, con sospechas, tratado injustamente, victimizado o
quejoso, puede apostar con ventaja a que está proyectado, tal
vez hasta a que es usted un carácter paranoide.
Frente a todo lo desagradable del comportamiento paranoi-
de subsiste una gran ventaja. Una vez que usted ha recono-
cido el mecanismo proyectivo, le resulta sencillo obtener un
conocimiento enorme de sí mismo. En la represión partes im-
portantes de la personalidad se ocultan a la vista y tan sólo
pueden reconquistarse después de atravesar los grandes muros
de la resistencia, y aún entonces, como yo mismo he experi-
mentado al encargarme de análisis medio terminados, puede
ser que las partes liberadas no se incorporen todavía a la per-
sonalidad consciente, sino que con frecuencia se proyectan.
Una vez que usted puede leer el libro de las proyecciones,
una vez que comprende el significado de Tat twam asi (Tú
eres Yo), tiene la oportunidad de ampliar enormemente la es-
fera de su personalidad. Sin embargo, aunque sea valioso reco-
nocer y asimilar el mayor número posible de proyecciones,
316 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

constituiría una interminable tarea de Sísifo mientras persista


la tendencia a proyectar; para eliminar esta tendencia se re-
quieren dos pasos más.
Eí primero es suprimir la frigidez anal y oral con el fin de
establecer la frontera adecuada entre la personalidad y el mun-
do exterior. Esta tarca requiere un tratamiento más extenso.
Ya tratamos de ella en capítulos anteriores y en el próximo lo
elaboraremos aún más.
El segundo es aprender a expresarse uno mismo con pleni-
tud. Anteriormente he indicado que existe un estado predife-
rente sin nombre de proyección y expresión y el destino de
una personalidad depende en amplia medida de que el des-
arrollo tome el camino de proyección o expresión. Las perso-
nas capaces de expresarse no son paranoicas y los paranoicos
no se expresan adecuadamente.
Las excepciones aparentes a esta regla son las explosiones
de temperamento, las olas de agresión del carácter paranoico.
Estas olas no son una expresión genuina: son hostilidad mal
dirigida que puede ser muy peligrosa.3 Debido a la dirección
equivocada, no llevan a una conclusión el conflicto específico.
En la superficie, son defensas agresivas frente a la propias pro-
yecciones del paranoico, y en el nivel biológico, intentos de
reincorporación. Siempre que el carácter paranoico se siente
culpable y está demasiado turbado como para resistir y expre-
sar el sentimiento de estar equivocado, inmediatamente trata
de proyectar la culpa, de moralizar y de convertir en víctima
al contorno (cf. el ejemplo de Anna Freud acerca del mucha-
cho que llegó tarde a casa).
Una señal clara de expresión inhibida es el empleo del len-
guaje impersonal y también la aplicación de insinuaciones que
transforman las expresiones en afirmaciones que hacen nebu-
losa cualquier emoción definida. Estas insinuaciones son "creo",
"usted ve", "me pregunto", "me parece", etc. Trate de hablar
sin estos adornos e inmediatamente se enfrentará a resisten-
cías, turbación, intentos de cambiar la formulación o de per-
manecer del todo en silencio.
3
Matar a un millón de judíos no ayudó en lo más mínimo a los hitle-
rianos a deshacerse de sus propias características que proyectaban en la
raza judia.
LA ASIMILACIÓN DE PROYECCIONES 317

Si usted quiere aprender a autoexpresarse, exprésese prime-


ro en la fantasía en cuanto sienta una resistencia. En el capí-
tulo referente a la visualización recalqué la importancia de la
descripción detallada, pero al mismo tiempo recalqué el hecho
de que la descripción es tan sólo un estadio intermedio, un
andamio que debe eliminarse cuando la casa esté construida.
Visualice esta vez a una persona contra la cual sienta rencor.
Dígale exactamente lo que piensa de él. Déjese ir; sea todo lo
emocional que pueda; rómpale el cuello, dígale palabras grue-
sas como nunca lo había hecho antes. No tema que esto vaya
a convertirse en su carácter. Por lo contrario, esta actuación
imaginaria descargará mucha hostilidad, especialmente en ca-
sos de hostilidad latente, como por ejemplo, en un matrimonio
tenso o malquistado. Con frecuencia el resultado es maravi-
lloso. En vez de que usted se obligue a ser amable y a ocultar
su irritabilidad detrás de una máscara de cortesía, aclara la
atmósfera. No obstante, con frecuencia esta acción imaginaria
será insuficiente, especialmente si en su fantasía usted hace
a un lado el miedo que experimentaría a ponerse cara a cara
con su enemigo.
Después de que se haya calmado, dé el próximo paso, el
más importante: dése cuenta de que durante todo el tiempo
ha estado luchando con su propio yo tan sólo —recuerde la
paja y la viga. No le importe sentirse avergonzado de haber
sido tan "tonto". Si eso tuvo como resultado que usted asimi-
lara sus proyecciones, mereció la pena.
Unos ejemplos pueden servir para ilustrar el comportamien-
to proyectivo.
Hay dos películas excelentes que ofrecen dos temas diver-
sos de proyección. Una se refiere a la agresión proyectada de
un caso plenamente desarrollado de paranoia: Rage in Hea-
ven. En la otra, el Chocolate Soldier, el mecanismo proyectivo
es menos evidente; eu esta película se proyecta el amor. El
héroe no puede expresar el amor que siente hacia su esposa
y es irritable y gruñón. Proyecta sus actividades amorosas en
un competidor, el cantante ruso, al que crea y representa como
poseedor de todas las características que él es incapaz de ex-
presar. Tan sólo después de haber aprendido a expresarse a
través de este medio de su creación, se derrumba la necesidad
318 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

de proyectar y se convierte él mismo en el amante. "Ya no hay


más celos, sospechas e irritabilidad.
Una señora dejó en su testamento el siguiente deseo: que se
cuidase de su carpa dorada, pero tenía que llevar un vestido.
Vemos aquí una proyección doble. Ningún ser humano nor-
mal vería algo indecente en una carpa dorada. Ella proyecta-
ba su deseo de nadar desnuda sobre el pez, pero también su
defensa, su vergüenza. Por eso esta pobre criatura tenía que
soportar un vestido aún después de la muerte de ella.
Más complicada, pero bastante divertida, es la historia de
un chino como nos la narra Arthur Schmidt. Un chino visita
a un conocido suyo. Se le pide que espere en una habitación
que tiene una viga de un lado a otro del techo. Sobre Ía viga
hay una jarra de aceite. Una rata, alterada por la visita, corre
por la viga y derriba la jarra. La jarra golpea al huésped pro-
duciéndole dolor y el aceite mancha su precioso vestido, La
víctima está roja de rabia cuando entra el dueño de la casa.
Después de intercambiar los saludos formales de costumbre
el visitante dice: "Cuando entré en su honorable casa y me
senté debajo de su honorable viga, asusté a su honorable rata,
que huyó e hizo caer su honorable jarra de aceite sobre mis
despreciables ropas. Esta es la causa de mi repugnante aspecto
en su honorable presencia."
XI. LA ANULACIÓN DE UNA NEGACIÓN
(ESTREÑIMIENTO)

POCAS observaciones de Freud me han impresionado tan hon-


damente como su respuesta al reproche de que estaba ponien-
do todas las cosas de cabeza- Lo negó: "Si la gente está parada
sobre su cabeza, entonces es necesario darle la vuelta —poner-
la de nuevo sobre sus pies."
En este libro llamamos a esa inversión "anulación" ("re"-
ajuste). Aplicando la terminología dialéctica podemos descri-
bir la represión de un recuerdo (amnesia aislada) como la ne-
gación del recordar.1 El tratamiento de esos incidentes olvida-
dos requiere la anulación de la negación —su vuelta al meta-
bolismo mental. Sin embargo, sucederá con frecuencia que el
paciente, en vez de enfrentarse a esos recuerdos, prefiere for-
mar un síntoma neurótico (olvido general) con los hechos
olvidados. En vez de anular la negación, desarrollará una ne-
gación de la negación.
La persona que reprime cierto recuerdo —pretendiendo ori-
ginalmente negar tan sólo la existencia de un hecho especí-
fico— no reconoce la finalidad de su amnesia, sino que la in-
terpreta como signo de disfunción mental. Se quejará de su
mala memoria, desarrollará eí hábito de anotar las cosas, de-
bilitando así más aún su capacidad para recordar. Tal vez
tome un curso de psicología comercializada que le persuade
de que, aprendiendo versos sin sentido —hay tantos en la ac-
tualidad— mejorará su memoria. En realidad tan sólo genera-
rá un nivel neurótico que no influye en el problema original:
creará una negación de la negación.
Ya nos hemos encontrado con cierto número de esas nega-
ciones dobles. Por ejemplo, hemos tratado extensamente la
consunción de alimento con muchas especias como la negación
de una frigidez del paladar, que a su vez es la negación del
1
El olvido biológico, la absorción por parte del organismo de un incidente
difiere del olvido por represión. En el primer caso se diluye el "recuerdo",
en el segundo lo mismo el recuerdo que la actividad represiva siguen bien
vivos.

319
320 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

deseo de vomitar. Hemos llamado a este proceso (de acuerdo


con la terminología picoanalítica) resistencia contra una re-
sistencia.
A veces existe en el ano una doble negación similar a la
que hemos encontrado en la boca. El resultado es el estreñi-
miento —manifiesto o enmascarado.2
Para la defecación sana normal son esenciales sólo tres ac-
tividades: ir al sanitario, relajar el esfínter y sentir la defeca-
ción misma. Cualquier cosa más allá de estas funciones es in-
necesaria, patológica y crea gran cantidad de complicaciones
y dificultades. Tenga usted en cuenta estos tres puntos y apren-
da a ccrrnprenderlos y dominarlos. Contraste las tres funciones
sanas con el procedimiento patológico.
La condición principal para una defecación sana es que us-
ted debe limitarse a la mera tarea de ir al lugar de defecación,
pero sólo en servicio de un impulso de defecación y no para
superar su estreñimiento. No se requiere esfuerzo consciente
para ir al sanitario si usted padece diarrea. Por el contrario,
su esfuerzo se dirigirá entonces a retener la evacuación hasta
que esté sobre el excusado. El impulso lo lleva a usted al lugar
apropiado. La actitud del estreñido es muy diversa. No siente
ningún impulso, sino que va al sanitario empujado por órdenes.
Dése cuenta de que el estreñimiento es una renuencia in-
consciente a separarse de las heces y ya habrá ganado la mitad
de la batalla. En realidad a muchas personas les resulta difícil
aceptarlo. Pero si usted "padece" estreñimiento, es imposible
una curación auténtica si no asume la responsabilidad de que
usted retiene, de que usted no deja ir.
Para demostrar que estoy equivocado, usted me dirá que
hace todo lo posible para no estar estreñido, que ni siquiera
soñaría retener algo porque esto es nocivo para su salud. Pero
todo esto son justificaciones, compensaciones al servicio del
Superego, dictadas por el deber, la consciencia, o lo que se su-
pone es "bueno para su salud", como su abuela y los que fabri-
can laxantes le aseguran. Perturbaría su conciencia si cons-
cientemente se permitiera estar estreñido. A pesar de todas sus
2
Por estreñimiento enmascarado entiendo un estreñimiento que se supera
no por el impulso de defecación, sino por hábito; por ejemplo, yendo al sani-
tario todos los días exactamente a la misma hora.
LA ANULACIÓN DE UNA NEGACIÓN 321

aseveraciones queda en pie el hecho que en el estreñimiento


usted simplemente no siente, y por ello no obedece el impulso,
sino que sigue ideas introyectadas acerca del estreñimiento.
Cobre ánimo y espete a que venga el impulso. K, Landauer
me habló una vez de una persona que estuvo estreñida du-
rante 4 semanas. Esto, naturalmente, es un caso extremo, que
únicamente menciono para indicar que se exagera mucho en
nuestra época el peligro del estreñimiento. Lo que queremos
lograr es la autorregulación. Una de las cosas más inteligentes
que W. Reich dijo es exigir que la regulación de la vida sexual
por la moralidad sea remplazada por el ritmo de la autorregu-
lación. El impulso sexual debe desaparecer no por represión,
sino por gratificación, hasta que la tensión renovada exija otra
vez nuestra atención. Del mismo modo "usted" no debe, regu-
lar sus intestinos. Lo que indudablemente se requiere es su
autorregulación.
En el capítulo referente a la concentración corporal nos in-
teresaban ante todo las contracciones musculares. La contrac-
ción de los músculos es un factor represivo: oprimimos, rete-
nemos esas sensaciones, sentimientos o emociones que no que-
remos liberar. La base de toda "retención" es la detención de
las excreciones como el resultado del entrenamiento para la
limpieza. Esto hace pensar que el autocontrol se identifica con
la supresión. El psicoanálisis, de acuerdo con su interés pri-
mario por las represiones, ha decidido que el estreñimiento es
la resistencia básica. Ya he mencionado que Ferenczi percibió
tan plenamente la importancia de la función contractoia del
esfínter del ano, que llamó a la intensidad de sus contracciones
el manómetro de la resistencia. Una gran cantidad de estreñi-
miento, lo mismo mental que físico, coincide con una contrac-
ción rígida del esfínter, el músculo clausor anal. Los ejercicios
de concentración y el reconquistar un control consciente del
funcionamiento de este músculo nos ayudará en la curación
de las distinciones y represiones anales.
En caso de que usted nunca perciba un impulso, o padezca
uno de los resultados desagradables del estreñimiento crónico
—hemorroides— ¿qué pasos hay que dar?
Las hemorroides son un excelente ejemplo del resultado de
la negación (forzamiento) de una negación (estreñimiento).
322 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

En las figuras S representa el músculo que cierra, el esfínter,


M la piel interna, la membrana mucosa del recto.
En la figura I el esfínter está relajado y las heces pasan
sin ninguna resistencia indebida. En la figura siguiente el es-
fínter está permanentemente contraído (estreñimiento) y en
la figura III, se obliga a las heces a salir a pesar del esfínter

FIG. I FIG. II FlG. III


contraído. Se empuja a las membranas interiores con ellas. El
resultado será, hemorroides o incluso un prolapso del recto.
Ejercicios apropiados de concentración, que tienden a con-
trolar la contracción y la relajación, son el único medio de
hacer que mejoren las hemorroides "psicogenétícas".
Al realizar los ejercicios que siguen cierto número de casos
han mejorado mucho o al menos han impedido un empeora-
miento ulterior, pero los ejercicios están dirigidos a todo tipo
de estreñimiento, no sólo a aquellos que ya han desarrollado
hemorroides.
Lo primero que usted tiene que remediar, al sentarse en el
excusado, es evitar darse cuenta de la actividad de defecación,
por ejemplo, leyendo o pensando en cualquier cosa o en pen-
samientos futurísticos. Debe concentrarse en lo que está pa-
sando en ese preciso momento. Pensar "quiero terminar pron-
to", o "¿cuánto tiempo me llevará hoy?" o "¿qué cantidad voy
a expulsar?"... cualquier tipo de anticipación debe conside-
rarse como tal y usted debe retornar a lo que en este momento
experimenta en su sistema sensomotor. Perciba que está pre-
sionando u oprimiendo y trate de omitir las dos cosas. Mire a
ver qué sucede si no oprime. Probablemente nada —pero com-
prenderá muy claramente una cosa: el hecho de que está ha-
LA ANULACIÓN DE UNA NEGACIÓN 323

ciendo el tonto, que está intentando, que se sienta en el excu-


sado sin ningún impulso o intención real de defecar.
En este caso sería mejor que se levantara y esperara a que
sintiera un impulso real. Si no quiere hacer esto, concéntrese
en la resistencia: descubra cómo crea usted el estreñimiento,
cómo contrae el músculo esfintérico y cómo, por este medio,
retiene el contenido de sus intestinos. Aprenda a sentir el
músculo que se resiste y a contraerlo deliberadamente. Pronto
se sentirá cansado, relajará el músculo esfintérico y eliminará
el estreñimiento de una forma natural. Trate de aislar el múscu-
lo tenso de lo que lo rodea; una contracción deliberada al
acaso de toda la región trasera no establece un control anal
consciente. Una vez que haya aprendido a aislar y a controlar
el esfínter conscientemente, puede contraerlo o relajarlo a vo-
luntad.
Pero en caso de que usted ya haya desarrollado un escotoma
por las sensaciones de la defecación, el ejercicio anterior será
difícil. La anulación del escoloma y los ejercicios de relaja-
ción se sobrepondrán más o menos entre sí.
Al discutir sobre la concentración corporal, nos interesába-
mos ante todo por el sentido de la quinestesia, el sentir los
músculos, y pasamos más bien por alto la posibilidad de una
anestesia completa. Dirigíamos nuestra atención a lo que en
realidad había allí y no a la falta de ello. Por eso el siguiente
paso en nuestros ejercicios debe ser descubrir los puntos cie-
gos, las brechas, los lugares en los que evitamos sentirnos a
nosotros mismos. Pase revista una vez más a todo su cuerpo
y observe qué partes omite o no siente. ¿Puede, por ejemplo,
sentir la expresión en su rostro? ¿Qué sensaciones tiene en su
boca? ¿Siente mucho la región de la pelvis? ¿Tiene conscien-
cia de la existencia de sus genitales? ¿O de su ano?
Usted evita todo este "sentir" porque no quiere sentirlo.
Descubra qué es lo que quiere evitar y cómo logra evitar sen-
tirlo realmente. ¿Deja que su atención vague demasiado rápi-
damente? ¿Imagina sensaciones como si fuera estopa o estu-
viera helado? ¿Advierte, cuando trata de fijar su atención en
su lugar, que se escapa y se pone a pensar, soñar despierto,
dormir, o a desaprobar ("es una tontería"), o recuerda de
repente otro deber urgente? Desenmascare todos estos trucos
324 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

como medios para evitar el contacto de su "Ego" con las demás


partes de sí mismo.3
Las sensaciones anales son mucho menos intensas que las
genitales. Aunque su mal funcionamiento no crea síntomas muy
visibles, sin embargo son las responsables de bastantes alte-
raciones neuróticas. El entumecimiento anal es parte de un
círculo vicioso. El entrenamiento para la limpieza o la falta
de valor para ir al sanitario cuando uno tiene ganas, induce
a evitar la sensación del impulso. Al disminuir este sentir se
acrecienta el peligro de ser sorprendido por el impulso, espe-
cialmente en un estado de excitación, y por ello se cierran por
completo los intestinos con un control rígido. En algunos ca-
sos el entumecimiento es tan completo que las personas han
olvidado totalmente cómo se siente un impulso de defecar. In-
variablemente muestran la existencia de signos de un carácter
paranoide, aunque el vínculo anal del mecanismo paranoico
se centra más en el entumecimiento durante el proceso de
defecación que en la falta de impulso de defecación.
Una condición para la cura del núcleo paranoide es sentir
adecuadamente el proceso de defecación, el contacto entre las
heces y el ano. Al no darse el contacto adecuado, se producirá
una confluencia patológica: una ineptitud para distinguir en-
tre lo interior y lo exterior. Con la ayuda de esta nueva com-
prensión, casos que parecían sin remedio se recobraron muy
bien y lograron curar su personalidad desintegrada. Dudo que
esto haya podido lograrse de otra forma. En todo caso, su aná-
lisis tomó un tiempo considerablemente más corto. Por eso,
en nuestros ejercicios de concentración, recalco la máxima im-
portancia de la concentración anal, que no es fácil, ya que el
3
Este método de concentración, con o sin ayuda de un analista, es el
verdadero camino para curar la frigidez sexual. No hay caso alguno de di-
satisfacción sexual con consciencia suficiente de contacto genital. En cual-
quier caso se agota la atención en un tipo de miedo, de pensamiento o de
experimentación. En mi opinión, esta es la base real del complejo de cas-
tración. Los recuerdos de castración son puras racionalizaciones. Se puede
hacer que exista el sentir del pene sin ahondar en ninguna amenaza de cas-
tración. La base de esta frigidez sexual es una negación: la sensación orgas-
mica genital fue en una época tan fuerte que llegó a ser intolerable. Añádase
a esto la timidez para realizar los ruidos y movimientos correspondientes y
fácilmente se percíbirá el resultado; un impulso a evitar esos sentimientos
fuertes.
LA ANULACIÓN DE UNA NEGACIÓN 325

entumecimiento en muchas personas ha llegado hasta tal grado


que nada sienten en esa región.
Una vez que usted se ha dado cuenta de que nada siente,
intente una y otra vez romper el velo, el entumecimiento, el
sentimiento de bola de algodón, o cualquier resistencia que
haya creado entre su "mente" y su "cuerpo". Una vez que
logre establecer contacto mental, proceda como en los demás
ejercicios de concentración: busque un desarrollo y ante todo
sensaciones como escozor o calor, que quieren salir a la super-
ficie y frente a las cuales se descubrirá de nuevo realizando
contracciones.
En seguida viene el punto más importante, a saber, sentir
el funcionamiento de la defecación, sentir el paso de las heces
y su contacto con el lugar de paso. Una vez que se establezca
este sentir, se rompe el círculo vicioso del metabolismo para-
noide, se facilita el reconocimiento de las proyecciones y se
pone una cerca y se censura este lugar patológico de con-
fluencia.
Podría también servir de ayuda el siguiente razonamiento:
el entumecimiento anal se parece a la frigidez oral. Hablando
en general, el entumecimiento en la defecación corresponde a
la repugnancia. Por eso, cuando usted descubra que algo anda
mal en el proceso de defecación trate de captar el fenómeno
paralelo en la esfera oral. Mis investigaciones indican una fuer-
te relación entre las actitudes anales y orales.4 Aunque no
tengo aún material suficiente como para probarlo, no parece
improbable que la proyección sea originalmente un proceso
de vómito. Esto daría razón de la no-asimilación y la eyección
del material que no puede utilizarse. Está definitivamente cla-
ro que el intercambio de introyecciones y proyecciones actúa
como una avalancha que absorbe cada vez más posibilidades
de contacto, hasta que toda relación entre el individuo y el
mundo llega a ser vacía y paranoica.
4
Este aprender acerca de la boca por medio del ano confirma las obser-
vaciones de Freud, pero no veo la necesidad de implicar a la libido en este
proceso.
XII. ACERCA DE LA AUTOCONSCIENCIA

SE HABLA de una "mente subconsciente" pero ni el psicoaná-


lisis ni la psicología gestalt dan su reconocimiento a este tér-
mino. Sin embargo, podemos encontrar una situación en que
puede permitirse el término "subconsciente": cuando emocio-
nes e impulsos pugnan por salir a la luz, pero su expresión
adecuada se ve obstaculizada. En este caso no son ni repri-
midas ni expresadas; al mismo tiempo, hay demasiada autoper-
cepción como para permitir su proyección. La autopercepción
se transforma en autoconsciencia.
En estos casos la autoexpresión adecuada queda inhibida en
cuanto se percibe que podría provocar un cambio decisivo,
ya sea en sí mismo, ya sea en el propio ambiente. Por ejem-
plo, un conflicto no debe llegar a crisis: debe permanecer
hipócrita. El impulso retador, no expresado, pero sin que se
le pueda reprimir, no puede ni desaparecer en el fondo ni do-
minar en la primera línea. Debe encontrar un punto medio y
por eso, en estas circunstancias patológicas, tenemos que acep-
tar la existencia de una subconsciencia, un terreno intermedio.
Un terreno intermedio no existe en la mente sana. Tan sólo
puede haber figura en primera linea que surge y retrocede
hacia el fondo. Sin embargo, a veces dos figuras tienden a estar
presentes al mismo tiempo. Hablamos entonces de conflicto.
Sostener esa situación de conflicto, esa doble configuración, es
incompatible con la tendencia holística inherente a la mente
humana. Una figura tenderá siempre a hacer a un lado a la
otra, o si no una síntesis, como un compromiso o un síntoma
neurótico, realizará cierto tipo de unificación. Con frecuencia
las dos figuras estarán en un columpio, un estado mental al
que llamamos indecisión e inestabilidad.
No obstante, en algunas circunstancias, una emoción se es-
forzará con energía, pero sin éxito, por llegar a la primera
línea y en esos casos podríamos hablar de una tierra interme-
dia, pero hemos de recordar que el fenómeno de tierra inter-
media es algo patológico. La instancia que inhibe es en parte
el censor (según el significado de Freud), pero es también, y
326
ACERCA DE LA AUTOCONSCIENCIA 327

en una medida mucho mayor, el censor proyectado —el pre-


ocuparse por lo que dirá la gente. El censor es una actitud cri-
tica, que retroflexiona, que desacredita en nosotros mismos,
a la que en la proyección experimentamos "como si" fuéramos
analizados por los demás y a plena luz. Si, por ejemplo, ocul-
tamos la expresión de disgusto, amor, envidia u otra emoción
poderosa a la que tememos o de la que nos avergonzamos o
que nos turba demasiado como para revelarla, entonces expe-
rimentamos autoconsciencia y su equivalente motor: torpeza.*
Hace poco un hombre me consultó exclusivamente acerca
de su autoconsciencia (timidez). Le resultaba sorprendente
que, en contra de lo que esperaba, no era tímido con sus su-
periores, sino sólo con sus subordinados y particularmente con
su mecanógrafa. Por no ser capaz o no querer expresar las mo-
lestias que ella hacía surgir en él, se sentía torpe, incómodo y
tímido en su presencia. No reprimía su molestia, sino la ex-
presión de ella y se sintió inmediatamente aliviado después de
que lo impulsé a dirigirse a ella en su fantasía como tuviera
ganas de hacerlo en la realidad y a no reprimirse. Por tener
buen dominio de su imaginación, lanzó en pleno vuelo sus
vituperaciones, expresando libremente todo su enojo y disgus-
to acumulados, haciéndolos salir del terreno intermedio a la
primera línea, a la que pertenecían. No es que en este caso
la acción fantástica sola fuera suficiente; más tarde me dijo
que había cambiado de mecanógrafa. La explosión de fanta-
sía le había proporcionado confianza suficiente como para ca-
pacitarlo no sólo para someter sino para despedir a la emplea-
da altanera.
El término "autoconsciente" no es malo. Señala una retro-
flexión, el hecho de que la propia atención se dirige hacia uno
mismo y no hacia el objeto de irritación o de interés potencial.
Sugiere una emoción dirigida hacia adentro en vez de una di-
rigida hacia afuera. Es la consciencia de los propios rasgos y
comportamiento condenados o despreciados.
Con frecuencia la autoconsciencia forma un núcleo alrede-
dor del cual se desarrollan cierto número de rasgos de carác-
* En inglés autoconsciencia tiene también sentido de timidez. Sería con-
veniente tener ambos sentidos en mente. [T.]
328 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

ter. Bajo su influjo algunas personas se hacen descaradas, im-


púdicas, imprevisibles, cínicas, rudas o irreverentes. Otros se
desarrollan en dirección opuesta y se hacen serviles, untuosos
(Uriah Heep) o torpes en tal medida que derriban las cosas,
desahogando su agresión vertiendo o rompiendo cosas ("por
accidente", "no lo pude evitar"). La evitación del objeto del
propio desconcierto se manifiesta con frecuencia en la inca-
pacidad para ver a los ojos a la persona odiada o amada, y el
individuo autoconsciente (tímido), temiendo que su actitud lo
delate, se entrena para superarla desarrollando una mirada
rígida.
En cada acceso de autoconsciencia hay alguna acción o emo-
ción suprimida (no reprimida) —algo no dicho o no hecho. Con
mucha frecuencia la incapacidad de decir un claro "No" a exi-
gencias que a uno le gustaría rehusar es la base de la auto-
consciencia (timidez). El rencor contra la persona que plantea
estas exigencias nos deja un sentimiento de debilidad e im-
potencia que genera una atmósfera de tensión y autoconscien-
cia. La incapacidad para decir "no" representa el miedo ordi-
nario a realizar un cambio en el mundo, en este caso, el miedo
a perder la benevolencia de nuestro contorno. La diferencia
entre proyección y autoconsciencia en este caso es que en la
proyección el "no" se desvanece en el aire, en el momento en
que debiera convertirse en figura delantera, y reaparece como
un sentimiento de que se nos ha negado algo. En la autocons-
cieneia (timidez) el "no" se queda en el terreno intermedio,
quiere llegar a ser una obstrucción, pero usted quiere mante-
nerlo en la obscuridad.
Es importante no confundir la autoconsciencia con la per-
cepción de sí mismo. Por desgracia no hay palabra alguna que
proporcione el significado de autopercepcíón y que no sugiera
al mismo tiempo que en la autopercepcíón se realiza también
una retroflexión. Sin embargo, no es este el caso. La autoper-
cepcíón significa —al menos así lo entiendo yo— ese estado (
subjetivo del sentir primario de que uno existe, así como el
sentir cómo uno existe, estado al que el psicoanálisis llama
"narcisismo primario". El término "intuición", en el sentido de
Bergson, sería el adecuado, pero se emplea por lo general esta
palabra para indicar un acto mental. Siguiendo la costumbre
ACERCA DE LA AUTOCONSCIENCIA 329

tan extendida de componer términos de la lengua latina o grie-


ga, yo sugeriría "autoestética" para expresar "tener conocimien-
to de lo que uno es y hace", pero —fuera del peligro de que
se confunda con "autoconsciencia" -considero que la expre-
sión "autopercepción" puede indicar lo que yo quiero decir.
Cuando, por ejemplo, usted está tan absorto en el baile que
siente la unicidad de mente, cuerpo, alma, música y ritmo,
entonces capta el placer de la autopercepción, del sentirse a
sí mismo. Pero podría darse una perturbación que le impidie-
ra seguir el ritmo de la música, o su cuerpo y su mente podrían
no ir al paso, o su compañero podría no armonizar con usted.
Si en esos casos usted tiene ganas de desahogar su desilusión,
pero no lo hace, entonces pierde autopercepción y se hace
autoconsciente.
En la autopercepción, aún la mayor emoción no sólo aporta
satisfacción, sino también paz mental, que nunca existe en la
autoconsciencia porque en la autoconsciencia siempre hay algo
no expresado, algo incompleto que sólo puede superarse rom-
piendo la tensión a través de la expresión. Con frecuencia será
suficiente hacerlo en la imaginación, pero en otras sólo se pue-
de eliminar la autoconsciencia manifestando realmente los pro-
pios sentimientos a la persona interesada. En todo caso, la ac-
ción en la fantasía sólo tendrá éxito si usted puede imaginar a
su oponente en forma plástica, en cuatro dimensiones, de tal
forma que usted pueda sentir haber realizado un cambio en
él. En realidad el cambio se realizará en usted mismo; usted
perderá, por medio del poder de expresión, su autoconsciencia
y obtendrá —y esto es mucho más importante— confianza, una
nueva capacidad para tratar situaciones difíciles y el recono-
cimiento de su medio ambiente.
Las personas con ambiciones de altos vuelos, que quieren
ser admiradas, ser el centro de atención, padecen con frecuen-
cia una forma intensa de autoconsciencia. Se les debe poner
frente a personas que necesitan también admiración, pero que
están demasiado inclinadas a exhibir cualquier cosa que pue-
da gratificar sus necesidades narcisistas. Pueden exhibir joyas
de mucho valor, o a sus hijos bien vestidos, pueden hacer exhi-
bición de inteligencia o agudeza, narrar anécdotas obscenas o
no tan obscenas, pueden hacer cualquier cosa para impresionar
330 TERAPIA DE CONCENTIZACIÓN

a los demás, para exprimir admiración de sus amigos, Pero


cuando esta necesidad narcisista está presente con fuerza, sin
los "medios" a la mano, o cuando no haya seguridad de pro-
vocar la reacción deseada, entonces el resultado será de auto-
consciencia. Hay muy pocas jóvenes que no sueñen con ser la
reina de la fiesta, pero que, inseguras de lograrlo, serán "todas
brazos y piernas". Compárese su torpeza con la seguridad de
la mujer sofisticada que está segura de que puede coleccionar
todos los caballeros que quiera.
Hablando en general, las personas con deseos narcisistas no
satisfechos desarrollarán autoconsciencia siempre que exista
una oportunidad de que lleguen a convertirse en el centro de
atracción, la figura trente al fondo de su medio ambiente.
Siempre que destacan entre la masa, por ejemplo, cuando en-
tran en una habitación llena, cuando tienen que levantarse
para pronunciar un discurso, cuando tienen que dejar a sus
compañeros para ir al sanitario, se sienten autoconscientes,
creen que todos los ojos están sobre ellos. En el momento en
que olvidan sus deseos narcisistas o se concentran plenamente
en sus objetos en vez de en sí mismos, desaparece su autocons-
ciencia. Brevemente, una forma de curar la auto-conscíencia
es transformarla en consciencia del objeto.
Muchas personas experimentan una autoconsciencia pareci-
da cuando sienten que los observan mientras trabajan, por
ejemplo, al tocar el piano, al escribir a máquina o a mano. Se
dan perfectamente cuenta del cambio de su actitud, de su fal-
ta de concentración, su confusión y desconcierto general. Con
frecuencia sostienen —equivocadamente— que padecen un com-
plejo de inferioridad. El hecho de que desaparecen todos sus
sentimientos desagradables en cuanto su trabajo y no ellos
mismos, es la figura prominente, sería prueba suficiente de
que no padecen un complejo de inferioridad sino autocons-
ciencia. Cuando se concentran en la impresión que producen,
se pierde la concentración en su trabajo y el resultado será
errores e incoherencia.
El mejor conocimiento de la autoconsciencia puede obte-
nerse comprendiendo plenamente el fenómeno fondo-figura.
Hasta se puede sostener que la autoconsciencia es el alterador
del fenómeno fondo-figura de la "personalidad". La personali-
ACERCA DE LA AUTOCONSClENCIA 331

dad individual es la que quiere sobresalir del fondo del con-


torno; cuando por ejemplo, se le pide de repente a un alumno
que avance, gozará al exhibirse si no tiene inhibiciones. Hasta
podría irradiar orgullo y naturalmente ocupará el primer plano
del cuadro. No obstante, cuando su deseo no expresado de ad-
miración huye de esta publicidad obligada, se pondrá rojo de
vergüenza, querrá desaparecer y convertirse de nuevo en fon-
do. Al encontrarse de repente donde siempre quería estar, se
hará consciente de sí mismo y desplegará esta autoconscíencia
en la torpeza, Esta actitud puede hacerse permanente. El ca-
rácter tímido, la persona que representa siempre el violín se-
gundo, el empleado concienzudo que siempre hace las cosas
tan perfecta e imperceptiblemente que se hunde en el fondo,
el productor de una obra teatral, el psicoanalista que se sienta
detrás de un paciente para escapar a su observación —todos
ellos están inclinados a evitar la luz del día y todos condenan
toda salida al foro como exhibicionismo.
Sin embargo, el exhibicionismo es la forma autoconsciente
de expresión, lograda alejando sentimientos de vergüenza, mie-
do y turbación.
Los pasos curativos, que han de darse son obvios: no sólo
debe usted tomar plena consciencia de las emociones, intere-
ses e impulsos que está ocultando, sino que también debe ex-
presarlos con palabras, arte o acción.
La autoconscíencia y el soñar despierto van con frecuencia
de la mano, ya que el soñador diurno está lleno de material
no expresado. Cuanto más alto vuela su imaginación, mayor
es el choque que sufre cuando, en la realidad, se enfrenta a
una situación que contiene la ocasión de hacer reales sus de-
seos suprimidos. Debido a su pre-ocupación con la ficción fan-
tástica no puede aplicar su sistema motor-expresivo en la si-
tuación real, sino que sigue autoconsciente y paralizado entre
sus deseos e inhibiciones.
El valor de la concepción de campo resulta en particular
evidente en el ataque terapéutico de la autoconsciencia. Del
mismo modo que se puede inducir electricidad en una resis-
tencia de alambre colocándola en un campo electromagnético,
así se puede inducir autoconsciencia en su específico campo
de peligro, e intensificarla o disminuirla variando la distancia.
332 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

Los dos polos de este campo de peligro son la autopercepción


del que sufre y su crítica proyectada (inhibición).
Al eliminar uno de los dos polos desaparecerá la autocons-
ciencia. Para liberarse de este conflicto insoportable, con fre-
cuencia se bebe, se es temerario, se es impúdico o se utilizan
otros medios con los que se genera una frigidez emocional.1
Este método para superar la autoconsciencia es "erróneo". Si
la autoconsciencia es la negación de la espontaneidad, enton-
ces beber, ser descarado, etc., es la negación de la negación.
Pero el método "correcto" borra la negación anulando las re-
troflexiones y asimilando las proyecciones; en el caso de auto-
consciencia esto significa: usted tiene que transformar el deseo
de ser admirado, el miedo de que se fijen en usted y el sen-
timiento de ser el centro de interés, en actividades de entu-
siasmo, de observación y de concentración del propio interés
en un objeto.
1
La incapacidad para manejar la propia autoconsciencia induce con fre-
cuencia a convertirse en adicto de drogas o del alcohol. Conozco a dos pa-
cientes en deplorable estado de alcoholismo progresivo que cuando estaban
sobrios no podian aguantar compañía alguna y que dejaron de beber sólo
después de que se curó su autoconsciencia.
XIII. EL SIGNIFICADO DEL INSOMNIO

SE SABE ya hasta la saciedad que el muy desagradable fenó-


meno del "insomnio" no puede curarse con drogas, relajación,
silencio, cortinas pesadas o contando carneros. Se admite que
en la situación real, estos "remedios" provocan con frecuencia
una especie de inconsciencia que se parece al sueño y, sin em-
bargo, opuesta al propósito del sueño: proporcionar descanso
y frescura. No se debería considerar a las noches ocasional-
mente sin sueño como insomnio, y de ningún modo deben tra-
tarse como un síntoma neurótico. Me gustaría reservar el tér-
mino "insomnio" para el estado en que la mayoría de las
noches están muy perturbadas, e "insomnio crónico cuando
durante un período largo rara vez se duerme toda una noche.
Tan sólo debería ponerse remedio al insomnio real. Como
todo los remedios mencionados arriba son incapaces de curar
el insomnio, propongo abordar el problema del insomnio desde
un ángulo completamente distinto.
Cuando las bacterias invaden el organismo, usted descubri-
rá que sus enemigos, los leucocitos, aumentan en la sangre;
cuando alguien ha ingerido demasiado alcohol es posible que
vomite. ¿Usted consideraría este mayor número de leucocitos
o el vómito como fenómenos de enfermedad y trataría de su-
primirlos? Estoy seguro de que más bien trataría de buscar
su significado que, en ambos casos, es bien claro: la autode-
fensa del organismo. El insomnio, en la mayoría de los casos,
no es una enfermedad, sino un síntoma de una política sana
de largo alcance del organismo al servicio del holismo. Todos
los narcóticos, ya sean medicina o un gorro de dormir o leer
antes de dormirse, son medios de supresión opuestos a las ne-
cesidades del organismo.
Afirmar que la falta de sueño no es un síntoma patológico
sino curativo, suscita en la mayoría de las personas la misma
perplejidad que experimentamos cuando supimos que la Tierra
y no el Sol es la que se mueve. Pero antes de que pueda demos-
trar que mi frase aparentemente paradójica es correcta, tengo
que decir unas cuantas palabras acerca del resto. Se estará de
333
334 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

acuerdo conmigo en que el fin del sueño es descansar y que


las drogas producen más bien una parálisis que un descanso.
La búsqueda de una droga que deje al paciente sin dolor de
cabeza y aturdimiento lo indica claramente. El esfuerzo por
descansar no es más que una expresión de la tendencia general,
mencionada muchas veces, de nuestro organismo a restablecer
su equilibrio eliminando un influjo perturbador, o concluyen-
do una situación no terminada. ¿Cuánto tiempo permanece us-
ted interesado en un crucigrama? Exactamente hasta el mo-
mento en que ha resuelto el problema y el crucigrama termi-
nado se convierte en un trozo de papel sin interés que hay
que arrojar o, en el mejor de los casos, coleccionar con fines
benéficos.
Un agente viajero, un tipo alegre, visitó una pequeña ciu-
dad. El dueño del hotel le pidió que hiciera el menor ruido
posible porque su vecino era muy nervioso. Lo prometió, pero
volvió al hotel un poco bebido, feliz y cantando. Comenzó a
desvestirse y arrojó un zapato contra la pared. De repente se
asustó, recordó su promesa y se acostó sin ruido. Precisamente
cuando estaba a punto de dormirse oyó una voz irritada en la
habitación contigua: "¿Cuándo diablos va a venir el otro za-
pato?"
Con frecuencia vamos a la cama con situaciones incomple-
tas, no terminadas, y es muy posible que para el organismo
sea más importante terminar una situación que dormir. En la
mayoría de los casos no percibimos esta necesidad orgánica,
tan sólo sentimos que algo perturba nuestro sueño y nos enco-
lerizamos contra este perturbador. Desviamos nuestro fastidio
de esta situación no terminada al ladrido de un perro o al rui-
do del tráfico o a la almohada dura, a los que consideramos
responsables o a los que más bien tomamos como chivos expia-
torios. El ruido del tráfico en este momento no es en absoluto
peor que el de otras noches en las que estábamos listos para
dormir.
Como dije antes, hay innumerables posibilidades de situa-
ciones no terminadas. El perturbador podría ser un mosquito y
la situación no estaría terminada hasta que usted haya matado
al insecto y eliminado el miedo a ser picado; o tal vez sea que
alguien lo ha ofendido y su mente está llena de fantasías de
EL SIGNIFICADO DEL INSOMNIO 335

venganza. Un examen, una entrevista importante pueden es-


perarlo el día siguiente, y usted más bien anticipa situaciones
difíciles en vez de proporcionarse un descanso. Un impulso
sexual no satisfecho, la fascinación del hambre, un sentimien-
to de culpa, un deseo de reconciliación, un deseo de salir de
una situación molesta, todas estas situaciones sin terminar alte-
rarán el sueño.
Un viejo proverbio díce: "Una buena conciencia es una al-
mohada suave." Usted recuerda el clasico ejemplo de insom-
nio: Lady Macbeth. Trata de persuadirse de que la situación
de asesinato ha terminado: "Te lo digo de nuevo, Banquo está
enterrado, no puede salir de su tumba. Lo que se ha hecho
no puede deshacerse." Pero las autosugestiones de la señora
no tienen éxito: "¿No he de poder ver limpias estas manos?
Todas las esencias de la Arabia no desinfectarían esta peque-
ña mano mía?"
Hace algún tiempo traté a un oficial que poseía una concien-
cia muy estricta. Esta persona tenía que enfrentarse cada día
a cierto número de problemas y su ambición lo llevó a tener
que ver con detalles muy diferentes en el mismo día. Los pro-
blemas no resueltos iban con él a la cama, con el resultado de
que descansaba en forma insuficiente y comenzaba el día si-
guiente con fatiga. La fatiga disminuía su aptitud para resol-
ver los problemas del día siguiente y se inició un círculo vi-
cioso, con el resultado de que con intervalos de pocos meses
padecía un desfallecimiento nervioso que le impedía trabajar
en absoluto. Una vez que captó la importancia de limitar el
número de problemas y de concluir las situaciones antes de ir
a la cama mejoró rápidamente.
Las objeciones a esta forma de ver serán: en primer lugar,
el no poder dormir es muy desagradable y el organismo nece-
sita descanso; por eso no podemos permitirnos desperdiciar
nuestro precioso tiempo nocturno. En segundo lugar, que mi
teoría tiene aplicación sólo al aspecto psicológico.
Me referiré primero a la última objeción. Sostengo que la
causa física de la falta de sueño (enfermedad, dolor) entra
en la misma categoría que la psicología (por ejemplo, preocu-
pación). Una enfermedad es siempre una situación no termi-
nada; tan sólo termina con la curación o la muerte. No obs-
336 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tante, en casos de emergencia, cuando el perturbador es un


dolor relacionado con una enfermedad, puede eliminarse tem-
poralmente ese perturbador con una droga calmante. (Ningu-
na droga mata el dolor.) La primera objeción —lo desagrada-
ble del insomnio— se eliminará pronto con un ataque adecua-
do. En cuanto el paciente capta su significado será capaz de
recondicionarse para dirigir sus energías por los canales bio-
lógicos adecuados y para transformar lo desagradable del in-
somnio en una experiencia satisfactoria y productiva.
Si queremos curar el insomnio tenemos que enfrentarnos
a una situación paradójica: tenemos que abandonar la volun-
tad de dormir. Se da el sueño cuando el Ego se disuelve; la
volición es una función del Ego y mientras que usted diga:
"quiero dormir", su Ego está funcionando y es imposible dor-
mir. Es una tarea muy difícil dsrse cuenta, de que, aunque
conscientemente estamos convencidos a la perfección de que
deseamos dormir y nos sentimos desgraciados si no podemos
lograrlo, el organismo no quiere dormir, ya que se debe aten-
der a problemas que son más importantes que el sueño.
Si, además de su deseo de dormir, usted se siente molesto
por su incapacidad para dormir, ha de surgir entonces una si-
tuación muy nociva para la salud; la excitación sometida in-
terferirá aún más con su sueño; con ese disgusto no descar-
gado ha creado una situación adicional no terminada. Si al
menos agitándose violentamente en el lecho permitiera la des-
carga y expresión de esa excitación... pero no. Usted se obli-
ga a permanecer rígido en el lecho, vigilando intensamente
(otra actividad consciente) las primeras señales de somnolen-
cia, y entre tanto, la excitación sigue hirviente, con el resul-
tado de que usted consume más energía que si se levantara
y se pusiera a trabajar. Con frecuencia el esfuerzo por dormir
cansa más a la gente que la falta misma de sueño.
El segundo paso es, que en vez de sentirse molesto con el
perturbador (ya sea un perro que ladra, o pensamientos e imá-
genes que invariablemente serán parte de una situación no
terminada), usted se interese por algo. No lo resista; más bien
préstele toda su atención. Escuche los ruidos a su alrededor,
o mire las imágenes de su mente y pronto experimentará la
sensación de somnolencia que es el precursor del sueño.
EL SIGNIFICADO DEL INSOMNIO 337

Con frecuencia algo olvidado, o la solución de un problema,


vendrán a su mente y le dejarán el sentimiento de satisfac-
ción y el premio de un sueño restaurador.
No siempre se puede terminar toda situación, ya sea esa
misma noche o nunca; sin embargo, el darse cuenta de esto
ayuda mucho aun en el caso de problemas insolubles. Existe
siempre la posibilidad de que la situación termine resignán-
dose uno a lo inevitable —al hecho de que nada puede ha-
cerse.
El otro día leí la definición de que el insomnio es la falta
de sueño más las preocupaciones. Esto es correcto respecto
al carácter obsesivo, pero el insomnio afecta también a otros
tipos. Se da con frecuencia en la neurastenia. Todos sabemos
que las preocupaciones nos mantienen despiertos, y el que se
preocupa rara vez alcanza un sueño restaurador. No es sor-
prendente, ya que el que se preocupa está caracterizado por
su ineptitud general para terminar situaciones, para actuar.
Es una idea equivocada suponer que cerrar los ojos provoca
sueño. Sucede exactamente lo opuesto. Cerrar los ojos no pro-
voca sueño, sino que el sueño provoca cerrar los ojos. Esto es
algo tan intenso durante una lectura aburrida, especialmente
en un día caluroso o ya tarde por la noche, que es muy difícil
mantener los ojos abiertos. La gente que se queja de insom-
nio con frecuencia será entonces la primera en dormirse.
Soñar es un compromiso entre el dormir y la situación in-
completa. Encontramos, por ejemplo, que la persona que se
orina en la cama, completa siempre su impulso a orinar con
el sueño de estar en el cuarto de baño. En este caso, al menos,
estoy convencido de que usted no defenderá el dormir a toda
costa. Por el contrario, el obstáculo para curar al que se orina
en la cama es la oposición del niño a interrumpir su sueño.
Con un poco más de insomnio, se ahorraría muchos sufrimien-
tos de los padres y del niño.
XIV. EL TARTAMUDEO

TODAS las personas tartamudean. Naturalmente, pocas se da-


rán cuenta, y con mucha frecuencia el tartamudeo será tan
ligero que pasará inadvertido. Aún la efusiva señora de socie-
dad que derrama palabras y frases sin sentido durante toda la
exhibición, ahogando a uno en una poderosa corriente de tri-
vialidades —aún ella queda a veces aturdida, de una pieza, per-
dida, y podría comenzar entonces a tartamudear. Todos co-
nocemos a oradores que dudan, buscan una expresión y llenan
los intervalos con "este, este" o tartamudeando.
El tartamudeo es otra variación del tema: autoexpresión in-
adecuada. Nos encontramos con tarmudeos ocasionales en la
turbación y en la autoconsciencia. (timidez). La misma perso-
na que hablaba con usted en forma fluida pocos minutos antes
en una conversación animada, tartamudeará lamentablemente
cuando se le pida hablar en público. Por eso lo que se diga
acerca del tartamudeo crónico tendrá aplicación, en un grado
menor, a aquellos cuya habla tiene dificultades en algunas si-
tuaciones.
El que sufre de tartamudeo crónico está caracterizado por
su impaciencia, su sentido no-desarrollado del tiempo y su
agresión inhibida. Sus palabras no fluyen en una secuencia
temporal adecuada; tiene su mente y boca pobladas con un
montón de palabras que esperan todas salir al mismo tiempo.
Es esto la copia exacta de su voracidad, de su deseo de tra-
garlo todo a la vez. Se descubre en el tartamudo, como recor-
datorio de su voracidad, una tendencia a inhalar al mismo tiem-
po que habla, revelando así su inclinación a tragar de nuevo
aún sus propias palabras. El tartamudo emplea siempre en for-
ma insuficiente sus dientes; su agresión, privada de su función
natural, buscará salidas falsas. Con frecuencia el tartamudo
puede pronunciar una palabra difícil después de haber pade-
cido una pequeña explosión de agresión violenta. Podría, por
ejemplo, golpear una mano con la otra, o apretar violentamen-
te sus dientes, o golpear con su pie. Este tipo de agresión tie-
ne la misma marca de impaciencia que constituye la principal
338
EL TARTAMUDEO 339

característica de su tartamudeo. Sin embargo, el cuadro cam-


bia por completo cuando se pone violento. En cuanto está
dispuesto a airear su agresión, descubre repentinamente que
tiene los medios a su disposición y grita y jura en forma fluida
sin huella de tartamudeo.
Hay otra circunstancia también en la que puede estar libre
de tartamudeo: cuando su lenguaje no expresa emoción algu-
na, o cuando el motor de la excitación está ausente por com-
pleto; puede realizar correctamente la tarea de reproducir
palabras que no significan nada para él, o que no son la expre-
sión de su auténtico ser. Podría dominar la técnica de produ-
cir palabras a la perfección, por ejemplo, en la elocución o el
canto, mientras se concentre en el aspecto técnico del habla y
no en el contenido. Pero en cuanto tiene que expresarse a sí
mismo, se impacientará de nuevo, y cuanto más se excite, más
grave se hará su tartamudeo —excepto en las pocas ocasiones
en que se permite estallar.
El tratamiento del tartamudeo que pasa por alto la reorga-
nización de la agresión y la impaciencia puede, en el mejor
de los casos, lograr producir sólo un robot que emite palabras,
pero nunca una personalidad capaz de expresarse a sí misma
y sus emociones. Por eso, para curar el tartamudeo es absolu-
tamente necesario ajustar primero la agresión y realizar los
ejercicios del capítulo "Concentración en la comida", especial-
mente el que se refiere a vaciar la boca después de cada
bocado.
No obstante, no debe descuidarse el aspecto de la elocu-
ción. El tartamudo debe, al principio, contentarse con emi-
tir sentencias con una técnica artificial, antes de que pretenda
expresar su "Ser". Debe también aprender —y esto tiene gran
importancia— a distinguir entre "situación de entrenamiento"
y "situación real". El no tener en cuenta esta distinción ha
echado a perder los esfuerzos de muchos alumnos. Ha de des-
ilusionarse una y otra vez mientras que no tome en conside-
ración la importancia de la "situación". La desilusión conduce
al desaliento y a arrojar por la borda todo lo que ya se ha lo-
grado. El tartamudo se ahorrará la desilusión, si no espera
demasiado. Al principio sólo puede lograrse hablar con co-
rrección en la situación "de entrenamiento" y no debe esperar
340 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

mejora en situación "real" alguna hasta que haya superado su


actitud de dependencia. De otra forma tan sólo transferirá la
situación "de entrenamiento" a !a situación "real", desensibi-
lizando su personalidad: perdiendo su "alma" convirtiéndose en
una momia.
Para evitar este peligro debe impedir que su excitación se
transforme en ansiedad. En un capítulo anterior hemos visto
que la ansiedad es excitación con insuficiente abastecimiento
de oxígeno. El tartamudo siempre tiene dificultades con su
respiración. No percibe la confusión entre su inhalar y su exha-
lar, no tiene consciencia de la respiración económica apropia-
da. Parece tonto y banal afirmar que el auténtico tartamudo
no tiene consciencia del hecho de que se habla al exhalar, de
que debe llegar a ser "consciente de la respiración". Fuera
del tratamiento específico de la ansiedad, descrito en el capí-
tulo siguiente, aconsejo al tartamudo realizar los siguientes ejer-
cicios graduados:
1) Inhale y exhale sin ninguna interferencia o acción, pero
perciba y distinga entre entrada y salida. No debe haber ni
tensión ni exageración. Acuéstese sencillamente y concéntrese
en "sentir" su respiración. Resista toda inclinación a cambiar
cualquier cosa. Prosiga hasta que —sin interferencia ni erra-
bundeo mental— pueda permanecer respirando conscientemen-
te durante un par de minutos.
2) Inhale normalmente y exhale con el sonido de "M-N'-S"
hasta que resulte natural. Este exhalar debería ser un tipo de
colapso, similar al suspirar o gemir.
3) Tome una frase que le guste e inhale después de cada
sílaba de esta forma: "La (inhale) rosa (inhale) que (inhale)
vi/ (inhale)ve/su/pe/que/ño mo/men/to, me/re/ce más a/la/
ban/za que/la/flor/ es/cul/pi/da,
4) Repita en su fantasía este ejercicio siempre que tenga
ocasión de hacerlo. Lo importante es inhalar entre cada sílaba.
Si puede hacerlo durante 5 minutos, ha dado el paso más im-
portante para respirar bien y dominar la impaciencia.
5) Sólo después de que haya dominado por completo los
ejercicios anteriores haga los mismos ejercicios (3 y 4) con
palabras completas en vez de sílabas.
6) El ejercicio siguiente requiere pensar un poco. Corte to-
EL TARTAMUDEO 341

das sus frases en grupos pequeños, gramaticalmente correctos,


Por ejemplo:
"Es más fácil (inhale) pretender (inhale) ser (inhale) lo
que no se es (inhale) que ocultar (inhale) lo que realmente
se es (inhale) pero el que (inhale) puede realizar las dos
cosas (inhale) tiene poco que aprender (inhale) en hipo-
cresía."
7) Hable a la gente en su fantasía, aplicando la técnica pre-
cedente. Hable al principio en silencio, después con un mur-
mullo, con voz sin sonido. Más tarde añada cada vez más so-
nido a su habla.
8) Aprenda a dar forma continua a su voz. Trate de emi-
tir cada palabra con un crescendo y un decrescendo. Resulta
imposible sobrestimar la importancia de este ejercicio. Aborde
las palabras que ofrecen la mayor dificultad, por ejemplo, las
que comienzan con una "P". Respire hondo, relaje su boca y
los músculos de la garganta y pronuncie la "P" lo más suave-
mente que pueda, pero acentúe —con un crescendo— la vocal
que sigue.
9) Pruebe a transformar la situación de entrenamiento en
la real, tome a un amigo que tenga paciencia y desee ayudar-
le, pídale que lo detenga cada vez que recaiga en una respi-
ración incorrecta.
10) Busque en su fantasía situaciones de excitación, turba-
ción o autoconsciencia y aplique de nuevo el ejercicio 7.
11) Realice un entrenamiento en no hablar. Desarrolle el
arte de escuchar. Trague más bien las palabras de los demás
que las suyas propias. Sobre todo, recuerde: toda reaparición
el tartamudeo debe ser una señal de peligro para usted, un
aviso para detenerse y relajarse. Recuérdelo, hay pocas situa-
ciones en la vida en las que es absolutamente indispensable
decir algo.
12) Una vez que haya aprendido a guardar silencio y a es-
cuchar, prepárese para alcanzar el arte del silencio interior. Por
muy paradójico que suene, usted aprenderá a hablar bien con
un buen silencio. Los ejercicios de concentración corporal son
también de gran importancia. Descubra qué músculos contrae
(mandíbula, garganta, o diafragma) no sólo cuando guarda
silencio (contracción crónica), sino también en la situación mis-
342 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

ma de hablar. El fin es aprender cómo se genera el tartamu-


deo. Una vez que se logra el pleno control consciente de la
producción del tartamudeo con todo detalle, se aprende fácil-
mente a hablar sin tartamudeo. Sin embargo, ¡qué pocos tarta-
mudos querrán tartamudear conscientemente, abandonar su
hostilidad hacia ello y dejar de luchar contra ello! ¡Qué pocos
querrán asumir una responsabilidad plena de su tartamudeo!
13) Una vez que se acepte esta responsabilidad, el sentido
del tartamudeo con frecuencia se revelará por sí mismo. El
propósito puede ser ganar tiempo para ocultar la autoconscien-
cia primaria o, como en el caso siguiente de mi experiencia,
encubrir placer sadista oculto.
El análisis de un joven tartamudo reveló que tenía un her-
mano mayor que tartamudeaba mucho. Nuestro paciente su-
fría una agonía cuando tenía que escucharlo. Como era un
carácter muy impaciente, su ansiedad, su tensión al oírlo era
más intensa que en los demás. Más tarde introyectó el tarta-
mudeo de su hermano y esto se convirtió en el "medio con el
cual" torturar a la gente que lo rodeaba, del mismo modo que
se había sentido atormentado por el tartamudeo de su hermano.
Al mismo tiempo podía alegar inocencia colocando la respon-
sabilidad en una ineptitud física.
Si usted es tartamudo, ¿qué logra con este su síntoma?
XV. EL ESTADO DE ANSIEDAD

ENTRE los muchos síntomas de expresión inhibida el ataque


de ansiedad merece una discusión especial. Ningún otro sín-
toma demuestra tan convincentemente la necesidad de una des-
carga adecuada de la energía aprisionada como el ataque de
ansiedad, y aún más, la neurosis de ansiedad (reacción habi-
tual de ansiedad).
Es comparativamente fácil comprender la dinámica de la
ansiedad y reconquistar el control de las específicas contrac-
ciones musculares, con tal de que se preste atención a dos
puntos. Primero, se debe dar libre campo de acción a la exci-
tación que subyace al ataque de ansiedad. Por suerte, si a
usted le disgusta hacer una escena, puede lograr una descarga
suficiente por sí mismo. Pero no le debe preocupar estar loco
durante media hora, si usted pertenece a los que consideran
toda explosión emocional como un síntoma preciso de locura.
Aunque sirve de gran alivio llorar a gusto en los brazos de un
ser amado, puede llorar sólo en su propia habitación. Podría
hacer caras frente a un espejo, o volverse loco furioso, golpear
una almohada hasta que quede agotado. Como segundo paso,
tiene que transformar el armazón del pecho en una parte viva
del organismo completo: tiene que reestructurar su respi-
ración.
Aunque el freudismo ha examinado las implicaciones del ins-
tinto sexual, Adler las del sentimiento de inferioridad, Horney
de la necesidad de afecto, Reich de la resistencia muscular y
yo mismo las del instinto de hambre, todavía queda por hacer
el psicoanálisis de la respiración. La poca profundidad y el
suspirar en la depresión y el bostezo crónico en el aburri-
miento son casi tan conocidos como la lucha por respirar en
el estado de ansiedad. He demostrado que esta lucha por res-
pirar es el resultado de un conflicto entre la necesidad orgá-
nica de oxígeno y la rigidez del pecho. Los músculos que tien-
den a estrechar el pecho contraen inconscientemente a los
músculos que tienden a expandir el pecho. Al ceder a este
estrechamiento podemos aliviar el ataque de ansiedad ya an-
343
344 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tes de que se haya logrado el completo control consciente.


Tan sólo tenemos que abstenernos de una sobrecompensación,
de "respirar hondo". Esta respiración honda —el "gran pe-
cho"— es un ideal mal comprendido, un fetiche de nuestra
sociedad. La siguiente analogía aclarará mi pensamiento: si
usted quiere lavar sus manos y encuentra que la palangana
está medio llena de agua sucia, no derrama agua limpia en la
sucia, sino que primero vacía por completo la palangana de
su contenido sucio. A la respiración debería aplicarse exacta-
mente este espíritu melindroso.
En el estado de excitación o ansiedad el metabolismo del
oxígeno se acrecienta; por ello el aire residual (el resto no
exhalado contiene más CO2 (bióxido de carbono) que nor-
malmente. Se ha de eliminar primero este aire impuro, antes
de que el aire fresco (que contiene oxigeno) pueda hacer con-
tacto suficiente con los alvéolos de los pulmones. Por ello es
inútil una mayor inhalación. La conclusión es evidente; exhale
primero lo más plenamente que pueda. La siguiente inhalación
se realizará sin esfuerzo; será el alivio muy bien recibido que
estaba deseando.
Una complicación frecuente de la ansiedad es la proyección
de la estrechez del pecho y del hambre de oxígeno del orga-
nismo. Se llama a esta complicación "claustrofobia". El ham-
bre de oxígeno se experimenta como deseo de aire libre, el
armazón del pecho como la incapacidad para permanecer en
espacios cerrados. Uno de mis pacientes, un mecánico aéreo,
en cuanto se excitaba no podía ni siquiera permanecer en un
hangar, aunque allí no podía faltar el abastecimiento normal
de oxígeno.
El psicoanálisis ortodoxo interpreta los espacios cerrados
como símbolos del seno o de la vagina. Esta interpretación es
correcta en algunos casos, pero contribuye poco a la curación
de la claustrofobia. Hay que:
1) Interpretar la proyección de la armadura;
2) Captar la contracción específica de los músculos del pe-
cho (armadura);
3) Eliminar la rigidez de la armadura (proporcionando un
abastecimiento adecuado de oxígeno);
4) Expresar la excitación embotellada.
XVI. EL DOCTOR JEKYLL Y EL SEÑOR HYDE

SI USTED ha logrado leer todos los ejercicios descritos en este


libro, debe sentirse confundido e indeciso acerca de qué hacer.
Parece que delante de usted hay una tarea tan tremenda que
posiblemente no se atreva a emprenderla.
Pero no se desanime. Se puede tomar cada uno de esos ejer-
cicios como un punto de arranque, y cada uno le proporciona
la ocasión de lograr la concentración. Cuando sea capaz de
concentrarse en un ejercicio, los demás no ofrecerán dificultad.
Al llamar a la técnica delineada en este libro terapia de
concentración, pretendo comunicar dos hechos:
1) La concentración es el más efectivo "medio con el cual"
puede curarse la perturbación neurótica y paranoide. La "ga-
nancia final" es negativa: la destrucción de una perturbación.
2) La concentración es también en sí misma una "ganancia
final". Es una actitud positiva que está vinculada al senti-
miento de salud y bienestar. Es el síntoma por excelencia de
un holismo sano.
El arte de la concentración le proporciona a usted un ins-
trumento importante para el desarrollo de su personalidad;
pero los instrumentos, si no se aplican como tales, dejan de ser
instrumentos. Del mismo modo, un instrumento que no es ade-
cuado para su tarea no es en absoluto un instrumento.1 Por
ello es necesario percibir la importancia, estructura y aplica-
ción de la concentración. Como ya hemos hablado suficiente-
mente de su importancia y estructura, sólo tengo que decir
unas cuantas palabras acerca de la aplicación. Como nuestro
interés se dirige a remediar defectos de la personalidad, debe-
mos centrar nuestra concentración en el "medio con el cual"
se producen las perturbaciones psicológicas.
En Rusia, cuando se hace evidente un eslabón débil en la
reedificación de la nación, todo el país —los oficiales y la po-
blación, los periódicos y el radio, los científicos y los obreros—
se concentra en la eliminación del cuello de botella. En iden-
1
Unas tijeras caseras usadas para cortar un trozo de papel son un ins-
trumento. Si usted las emplea para cortar un trozo de acero es algo ridiculo.

345
346 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

tificación mutua, el interés de cada uno se dirige a dominar


al enemigo común. De esta forma se aniquila el punto débil
no por medio de represión o destrucción, no por medio de
exigencias idealistas, sino por medio del análisis y la reorga-
nización. También en la guerra la concentración desempeña
un papel decisivo; esto lo han reconocido los estrategas de
todos los tiempos. Naturalmente la cantidad de concentración
requerida es relativa: cuanto más débil la resistencia, menos
tropas y abastecimiento habrá que concentrar en el ataque.
El organismo humano realiza en forma similar diversos gra-
dos de concentración. Se requiere poco esfuerzo consciente
para concentrarse en lugares débiles —como una enfermedad
dolorosa o pensamientos obsesivos; hasta atraen la atención.
Por otro lado, existen los poderosos "holoides" que hay que
sacar de la obscuridad de su existencia autónoma a la luz de
la consciencia.
Estos "holoides" son subdivisiones de la personalidad hu-
mana y están caracterizados por una tendencia conservadora
muy obstinada —una tendencia que consideramos cosa natural
y justificamos como "fuerza del hábito", "carácter", "constitu-
ción", etc. Los "holoides" no cambian por sí mismos y no se
les puede reorganizar sin concentración consciente. Sin esta
reorganización no se podrá lograr la reconstrucción de la per-
sonalidad.
Se conoce a los "holoides" orgánicos bajo nombres diferentes:
reacciones conductuales, rasgos de carácter, complejos, "me-
dios con los cuales". Esta última expresión (de F. M. Alexan-
der) resulta especialmente útil, ya que comunica el significado
de un instrumento. En Constructive Conscious Control of the
Individual, Alexander pone en claro la necesidad de evalua-
ción sensorial, de percepción de los "medios con los cuales",
de su análisis y cambio que son indispensables para el desea-
do cambio de la "ganancia final". Sin embargo, en su desapro-
bación del psicoanálisis, Alexander se pasa de la raya cuando
condena el tratamiento de los "holoides" psicológicos, por ejem-
plo, obsesiones y complejos. Queda en pie el hecho de que
Freud y Alexander descubrieron con independencia la necesi-
dad de un análisis detallado y de una consciencia completa
de los "holoides".
EL DOCTOR JEKYLL Y EL SEÑOR HYDE 347

Los dos métodos se concentran en los "medios con los cua-


les" —en los detalles del procedimiento. Se suprime u olvida
la ganancia final o propósito. En el método de Alexander esto
es una parte intrínseca, en el freudismo un subproducto de la
concentración en el procedimiento real del análisis. Esta orien-
tación unilateral en definitiva tiene tan poco éxito como ante-
riormente la concentración unilateral en la ganancia final, por
ejemplo, en el cambio de los hábitos por medio de la resolu-
ción, o sugestión, o en el cambio de rasgos de carácter por
medio del castigo.
En el psicoanálisis se hace con frecuencia la siguiente ob-
servación: mientras el paciente se interesa exclusivamente por
su curación y no habla de ninguna otra cosa, hace pocos pro-
gresos. Sólo cambia la situación cuando se interesa por el pro-
ceso de ser analizado y cuando olvida la "ganancia final", la
curación. Pero a pesar de la aparente concentración en el pro-
cedimiento analítico y a pesar de pequeñas mejoras continuas,
el análisis prosigue interminablemente sin lograr un cambio
fundamental. El paciente, al concentrarse por completo en su
interés por el tratamiento, ha olvidado —reprimido— su deseo
de curarse. Al buscar permanentemente causas, se descuida el
propósito del tratamiento: el psicoanálisis se convierte en una
mera actividad de maniquí.
Alexander, aunque recalca correctamente la importancia de-
cisiva de recondicionar los "medios con los que", aplica mal
el término "olvidar". Lo que pretende decir no es olvidar, sino
dejar de lado temporalmente la "ganancia final", el cultivo de
la aptitud para posponer (el "sentido de la realidad" de Freud).
El golfista que se concentra sólo en los "medios con los que"
—por ejemplo, cómo sostener su palo o cómo torcer su mu-
ñeca— si olvida por completo el fin de sus esfuerzos, o perderá
interés y dejará de jugar golf, o se verá envuelto en una acti-
vidad de maniquí puramente obsesiva y sin significado.
Si usted estudia música, desde luego no llegará a ser un
músico simplemente luchando por la "ganancia final": ser un
gran artista; en el mejor de los casos seguirá siendo un aficio-
nado con talento. Por otro lado, si se concentra puramente en
los "medios con los que" —la técnica- y olvida por completo
la "ganancia final" —la valoración, reproducción y tal vez has-
348 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

ta la composición de la música— el practicar se convertirá en


mecánico y sin sentido. En el mejor de los casos podría llegar
a ser un "virtuoso'', pero no un artista.
No se debe olvidar la "ganancia final". Debe permanecer en
el campo de la consciencia. Debe estar en el fondo, pero vigi-
lando y organizando los diversos "medios con los que", que
temporalmente están en el primer plano. De ningún modo
deben los "medios con los que" quedar aislados y perder su
sentido como medios para un fin.
Cuando hace tiempo usted aprendió a escribir, sólo tenía
que prestar atención a los "medios con los que", a la reproduc-
ción de las letras. La planeación, la atención a la "ganancia
final" era tarea del maestro. Pero cuando usted ya es adulto
no siempre tiene un maestro a su disposición, y si pretende
hacer uso de los ejercicios de este libro debe mantener en su
mente la interdependencia de fin y técnica. Debe descubrir
"cómo" reacciona usted en detalle (la estructura de los "me-
dios con los cuales"); para captar estos detalles debe sentir-
los (valoración sensorial). Si durante este proceso "olvida" el
objetivo final, usted se condicionará a una huída de ideas o
acciones. Ese olvidar los fines (hablar u obrar sin objetivo)
es un síntoma de locura. Ahora comprenderá que la diferencia
entre "olvidar la ganancia final" y "mantenerla en el fondo"
no es una sutileza verbal, sino que implica una diferencia de-
cisiva de significado.
La "ganancia final" originalmente es idéntica a la formación
biológica fondo-figura (véase parte I, capítulos III y IV). El
organismo emplea los instrumentos —los "medios con los que"
a su disposición, y si han llegado a ser inadecuados, desarro-
lla otros nuevos. El esfuerzo del niño por la ganancia final
—alimento— implica simples "medios por los cuales": llanto y
el mordisco de dependencia. El adulto, para asegurar su sos-
tenimiento, tiene que habérselas con innumerables "medios
con los que", de los cuales el ganarse la vida es sólo uno.
En la mayoría de los casos la "ganancia final" y los "medios
con los que" se logra, se han soldado en una unidad psicofí-
sica. Mientras esta unidad trabaja en forma satisfactoria, el or-
ganismo no experimenta la necesidad de revisar un proceso
que siente familiar o "correcto". Pero este trabajar satisfacto-
EL DOCTOR JEKYLL Y EL SEÑOR HYDE 349

riamente puede ser engañoso; ya he dado muchos ejemplos


de ello. Si usted no se puede dormir, sus medios con los que
provoca el sueño son drogas o la determinación de dormir,
mientras que en realidad el insomnio en sí mismo es un "me-
dio con el que" se consigue la "ganancia final": la conclusión
de situaciones no terminadas.
Sabemos que no puede edificarse una casa sin el material
requerido; comprendemos que el organismo, en su lucha por
la gratificación, desarrolla los instrumentos a través de los cua-
les puede lograrse la satisfacción; en todos estos casos acep-
tamos con facilidad que los "medios con los que" y la "ganan-
cia final" son partes de un todo. Pero hay al menos una excep-
ción a esta regla, en la que o se descuidan los "medios con los
que" o se aplican de una forma antibiológica: el idealismo, que
es una actitud concentrada en apariencia por completo en la
ganancia final. Digo en apariencia porque en cuanto se exa-
minan más de cerca los casos individuales de idealismo, se
descubre que los ideales mismos son los medios con los cuales
se gratifica la necesidad de afecto, estima y admiración. Aun-
que el portador de altos ideales sostenga que busca la perfec-
ción por sí misma, de ordinario está equivocado; quiere estar
en el libro bueno de Dios, o gratifica su vanidad imaginándose
perfecto.
Es incapaz de aceptarse como es, porque ha perdido el "sen-
tirse a sí mismo" y con ello el impulso hacia las ganancias
finales biológicas. Al haber perdido la percepción de su ser
biológico, debe inventar un "significado de la vida" para jus-
tificar su existencia. Estos fines inventados, llamados ideales
—sin conexión con su realidad biológica— flotan en el aire y
todo esfuerzo por realizarlos lo dejarán con un sentimiento de
inferioridad, impotencia y hasta desesperación. Los fines bio-
lógicos que aún no están o no pueden ser reprimidos los expe-
rimenta, al mismo tiempo, como interferencias a sus ideales y
los combate hasta quedar exhausto. Resultado: desfallecimien-
tos nerviosos y explosiones impulsivas.
Los padres, al sostener pautas imposibles de comportamien-
to, hacen un infierno de la vida de sus hijos. Cometen el error
fundamental de aspirar a la perfección en vez de al desarrollo.
Con su actitud idealista, ambiciosa, logran lo opuesto a sus
350 TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

intenciones: detienen el desarrollo, esparcen confusión y pro-


mueven sentimientos de inferioridad.
Hay un libro famoso que demuestra con bastante claridad
los resultados catastróficos del idealismo con tal de que se
le entienda correctamente: la historia del Dr. Jekyll y el
Sr. Hyde. El Dr. Jekyll representa un ideal, no un ser huma-
no. Es un benefactor sin egoísmo de la humanidad, leal a pesar
de las frustraciones y casto frente a fuertes instintos. Para ma-
terializar su ideal, emplea los "medios con los que" de la re-
presión; reprime su existencia animal; en el Sr. Hyde él oculta
al chacal (Jekyll). El ser humano ha sido diferenciado en los
opuestos "ángel" y "demonio", uno alabado y bien recibido,
el otro detestado y rechazado; pero el uno puede existir sin
el otro tan poco como la luz sin su sombra.
Al aislacionismo, al pensar según los deseos no le gusta esta
verdad. Sin embargo, el idealismo y la religión —al tratar de
lograr lo imposible, de sacar doctores Jekyll de organismos
humanos— crean al mismo tiempo sus opuestos: millones de
señores Hyde. Sin aceptar su "realidad" biológica, el "idealis-
ta" doctor Jekyll y el "materialista" Sr. Hyde seguirán existien-
do hasta que la humanidad se destruya por fin a sí misma.
Se podría curar a un individuo de la adicción al opio, hasta
podría curarse de su opio mental, del idealismo. Sin embargo,
¿se dará cuenta alguna vez la humanidad de que un ideal es
sólo un espejismo hermoso, pero incapaz de proporcionar al
camello real, el agua real para la marcha real a través del
desierto real?
ÍNDICE

Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . 9
Propósito. . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Primera Parte: HOLISMO Y PSICOANÁLISIS

I. El pensamiento diferencial. . . . . . . 15
II. Acercamiento psicológico. . . . . . . 31
III. El organismo y su equilibrio. . . . . . 39
IV. La realidad. . . . . . . . . . . . . 48
V. La respuesta del organismo. . . . . . 55
VI. La defensa . . . . . . . . . . . . 61
VII. El bien y el mal. . . . . . . . . . . 66
VIII. La neurosis. . . . . . . . . . . . . 77
IX. Reorganización orgánica. . . . . . . 93
X. El psicoanálisis clásico. . . . . . . 104
XI. El tiempo. . . . . . . . . . . . 117
XII. El pasado y el futuro . . . . . . . . 123
XIII. El pasado y el presente. . . . . . . 129

Segunda Parte: METABOLISMO MENTAL

I. El instinto de hambre. . . . . . . . 139


II. Las resistencias. . . . . . . . . . . 145
III. Retroflexión y civilización. . . . . . 154
IV. E1 alimento mental. . . . . . . . . 158
V. La introyección. . . . . . . . . . . 166
VI. El complejo de maniquí. . . . . . . . 174
VII. El ego como una función del organismo. 179
VIII. La escisión de la personalidad. . . . . . 189
IX. Resistencias sensomotoras. . . . . . . . 198
X. La proyección. . . . . . . . . . . . . 204
XI. El seudometabolismo del carácter paranoico . . 211
XII. El complejo de megalomanía-proscrito. . . . 219
XIII. Resistencias emocionales. . . . . . . .. 225

351
. 352
ÍNDICE

Tercera Parte: TERAPIA DE CONCENTRACIÓN

I. La técnica. . . . . . . . . . . . . . . 239
II. Concentración y neurastenia. . . . . . . . 242
ni. La concentración en la comida. . . . . . . 248
IV. La visualización. . . . . . . . . . . . 259
V. El sentido de actualidad. . . . . . . . . . 267
VI. El silencio interior. . . . . . . . . . . 274
VII. La primera persona singular. . . . . . . 279
VIII. La anulación de rctroflexiones. . . . . . 284
IX. La concentración corporal. . . . . . . . . 294
X. La asimilación de proyecciones. . . . . . . 306
XI. La anulación de una negación {estreñimiento) . 319
XII. Acerca de la autoconsciencia. . . . . . . . 326
XIII. El significado del insomnio. . . . . . . . 333
XTV. El tartamudeo. . . . . . .. . . . . . . 338
XV. El estado de ansiedad. . . . . . . . . . . 343
XVI. El doctor Jekyll y el señor Hyde. . . . . . . 345

Este libro se acabó de imprimir el día


15 de abril de 1975 en los talleres
de Fuentes Impresores, S. A., Cente-
no núm. 4-B, México 13, D. F. Se
imprimieron 5000 ejemplares y en su
composición se emplearon tipos Cale-
donia de 12, 11:12, 9:10 y 8:9 pun-
tos. La edición estuvo al cuidado de
María Patricia Sauvat.

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