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LA UNIDAD DE LA ESCRITURA
La unidad de la Biblia es una consecuencia directa de su origen divino. Los libros
de uno y otro Testamento, a pesar de su diversidad, de la laboriosa historia de su
composición y de los amplios espacios de tiempo que separan unos de otros,
forman una unidad, ya que todos tuvieron un mismo y único autor principal, Dios.
Los diversos autores inspirados expusieron por esto una sola verdad, aunque lo 1
hicieran desde perspectivas diferentes. Santo Tomás de Aquino precisa que los
escritores bíblicos tuvieron al escribir un mismo Maestro, fueron conducidos por
el Espíritu Santo... Este mismo Espíritu inspirador acompaña a la Iglesia en la
interpretación de la Escritura y genera la unidad del cuerpo eclesial.
1
A. Delgado, La unidad de las Escrituras, Scripta Theologica (Pamplona) 4 (1972) 7-82;
279-354. Hasta el Concilio Vaticano II se hablaba en la teología católica de analogía de
la fe.
Con la misma claridad se expresa el Catecismo de la Iglesia Católica cuando
afirma: A través de todas las palabras de la Escritura, Dios dice solo una
palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud .
Siguiendo esta cita se puede afirmar que la tensión del Antiguo Testamento
al Nuevo se expresó también por medio de figuras (τυπος) enraizadas en las
mismas circunstancias y acontecimientos de la historia del pueblo elegido,
tal como es narrada en el Antiguo Testamento. Ya San Pablo en 1Cor
10,11, partiendo del relato de la rebeldía de Israel en el camino del
desierto, señala que todas estas cosas les sucedieron como en figura; y
fueron escritas para escarmiento nuestro2. En este mismo sentido, el diluvio
y el arca de Noé prefiguran la salvación por medio del bautismo (cf. 1Pd
3,21), igual que la nube y el paso del mar rojo; el agua que manó de la roca
era figura de los dones espirituales que Cristo derramaría sobre los hombres
(cf. 1Cor 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la eucaristía, el
verdadero pan del cielo (cf. Jn 6,32). Este tipo de lectura se llama
tipológica3.
2
Sobre las tipologías véase CEC, 1094. La lectura tipológica revela la novedad de
Cristo a partir de las figuras del Antiguo Testamento.
3
Cf. M. A. Tábet, Introducción general a la Biblia, o. c., pp. 435-448.
Antiguo Testamento (cf. Rom 5,12-19). Esto, sin embargo, no debe llevar
a olvidar que el Antiguo Testamento posee un valor propio como palabra de
Dios dirigida a los hombres de todos los tiempos, que Jesús reafirmó con
su recurso constante a los textos sagrados4. Dicho de otro modo, los
textos del Antiguo Testamento, además del contenido de la verdad que
expresan en su sentido literal-histórico (por ejemplo: Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, Dt
6,5), poseen un sentido profético-tipológico de indudable riqueza que
3
delinea aspectos centrales de la persona y obra de Cristo. Por ejemplo, el
oráculo profético de Is 7,14, que Mateo ve cumplido en la concepción
virginal de Jesús (Mt 1,23) tiene un sentido cristológico una enorme
trascendencia5. Pero el oráculo en el Antiguo Testamento ya tiene un
sentido en sí mismo: el profeta quiere afirmar en un momento de gran
turbulencia política que Dios pone la señal de la alianza, reafirma su
compromiso histórico de estar con su pueblo, a pesar de la incredulidad del
rey.
4
Cf. CEC, 129. Los cristianos leen los textos del Antiguo Testamento a la luz de
Cristo. En esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo
Testamento.
5
Cf. U. Luz, El evangelio según San Mateo, I, Sígueme, Salamanca 2001, p. 145.
6
Cf. M. A. Tábet, Introducción general a la Biblia, o. c., pp. 171-172. La centralidad
cristológica de la Escritura es un dato innegable y bien documentado en los evangelios.
Toda la tradición evangélica confluye en esta verdad.
se llega a la certeza de la resurrección de Cristo por la comprensión de τας
γραφας (Lc 24,13-35).
8
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 48.
9
J. L. Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, o. c., pp. 39-40.
No negamos, por supuesto, que muchos textos del Antiguo Testamento
sean difíciles de entender y que a veces nos resulten hasta chocantes 10,
cuando vimos en la introducción. Porque son reflejo de una cultura y una
manera de pensar que en muchos casos no responden a nuestra mentalidad.
Esto, sin embargo, esto no nos debe apartar del estudio y la meditación de
los libros sagrados. No debemos olvidar que para conocer, comprender y
aprender a situar adecuadamente los textos del Nuevo Testamento es
indispensable estudiar y profundizar los del Antiguo. Eso sí, hemos de
6
leerlos como una realidad en tensión, abierta una realidad ulterior.
10
Cf. J-L. Ska, ¿Cómo leer el Antiguo Testamento? en O. Simian-Yofre, Metodología del
Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca 2001, pp. 27-42.