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Créditos
Nelshia y Dabria Rose

Nelshia
Fatima85
Kyda
Mayelie
Chivisil
Dabria Rose
Vivi
Crys
Molly Bloom
Molly Bloom
Crys
Patriiiluciii
Valalele
sttefanye
Adejho
Axcia
Mari18
Any Diaz
Loby
Nelly Vanessa
Niki26
Mona
Agus901

Sttefanye

Jane’
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Sinopsis
Thomas Eriksson cree que tiene todo resuelto.
La gente cruzaba la calle cuando me veía. No estoy muy seguro de por
qué era eso. Quiero decir, está bien, podría haberme visto un poco intimidante
si estaba siendo sincero contigo. Había cambiado desde Nueva York. Nueva
York representó una vida que no era real, no verdadera, de todos modos. No,
Nueva York fue el ―enamorado, joven, inmaduro, idiota‖ lado de Tom. ―El
relajado Tom de la ciudad de Nueva York‖ no existe más. El relajado Tom
estaba muerto.
January MacLochlainn piensa que ella es su propio peor enemigo.
Renuncié a Berkeley. Tiré a la basura una beca completa. ¿Planes, me
preguntas? ¿Qué planes?
Pero ambos están equivocados.

***
Tom se me acercó lentamente y se encontró conmigo bajo la luz sobre la
calzada de piedra. Se inclinó sobre mí tan cerca que mi cuello se estiró para
ver su rostro. Su expresión era de confusión mientras estudiaba la mía.
—¿Qué hay de ti? —me preguntó.
Tragué saliva.
—¿Qué quieres decir? —le susurré, cerrando mis ojos y tragando de
nuevo, mis respiraciones convirtiéndose laboriosas.
Levantó la mano y arrastró las yemas de sus dedos a través de mi
mandíbula tan ligeramente que apenas los sentía, pero me hizo sentir
mareada al mismo tiempo.
—¿Cómo puedes ser así de extraordinaria, January MacLochlainn? —Él
se acercó más, una mirada de pura frustración e ira iluminó sus ojos, y apretó
los labios—. ¿Y por qué no pude haberte conocido antes de darme cuenta que
no quería a nadie... nunca más?

La vida de Thomas y January nunca será igual otra vez... les guste o no.
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L
as personas cruzaron la calle cuando me vieron. No estoy muy seguro
del por qué. Quiero decir, bueno, para ser sincero podría parecer un
poco intimidante. Había cambiado desde Nueva York. Nueva York
representaba una vida que no era real, no a ciencia cierta de todos modos. No,
Nueva York fue el lado enamorado, joven, inmaduro e idiota de Tom. El relajado
Tom de la ciudad de Nueva York ya no existe. El relajado Tom está muerto.
Pero eso está bien, porque el nuevo Thomas estaba feliz con su nuevo yo.
Más o menos. En realidad no. Al menos ya no parecía un imbécil. Bueno,
supongo que eso depende de tu definición de imbécil.
Por ejemplo, si un hombre alto, algo construido y estúpido es un imbécil
para ti, entonces es probable que no te hubieras llevado bien con el nuevo Tom,
porque es lo que era. Lo único que no era drásticamente diferente del antiguo
yo, era mi nombre de pila. Eso es todo.
Un par de semanas después de que Callum y Harper se casaran, descubrí
que estaba enamorado de una de mis mejores amigas, Kelly Simsky. La idea me
golpeó cuando recogí a las damas para llevarlas a The Bowery. La vi en toda su
vivaz gloria, un metro cincuenta y cinco centímetros, apenas alcanzando mi
cintura, Kelly Simsky. Kelly Simsky con su cabello rubio corto, un cabello rubio
a la altura de su barbilla que se arrastraba hacia adelante cuando se reía. Kelly
Simsky, la pequeña ninfa de una actriz que se contonearía y saltaría en una
habitación y haría una reverencia cuando saliera. Esa Kelly Simsky. Y maldita
sea, lo tuve mal. Me vi obligado a enfrentar la verdad justo en el momento en
que ella conoció a Carter Williams.
Hablando de imbéciles. Carter Williams. El perfecto Carter Williams con
los malditos dientes perfectos, su maldito vocabulario perfecto, su maldito
dinero perfecto, y su perfectamente maldita sinceridad. Dios, odiaba a ese tipo.
Él era mi polo opuesto en todo. Educado, nacido con dinero, y en posesión de la
única chica que quería más que a nadie. Malditamente. Perfecto. Carter.
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Willams.
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Cuando Cherry y Charlie se casaron, la banda, mi banda, The Ivories, se


disolvió. Estaba muy molesto, pero ya era tiempo. Lo sabía. Habíamos estado en
ello seis años y con poco interés de las discográficas. Tuvimos una enorme
cantidad de seguidores, pero como todos sabemos, eso no consigue contratos, y
hay un número limitado de noches que se puede tocar por míseros quinientos
dólares antes de que te aburras con tu banda, no importa lo maravillosos que
sean.
Pero eso no significaba que mi banda no se quedara en mi familia. No, solo
significaba que tendríamos que encontrar una razón diferente para salir los
viernes y sábados por la noche. Y lo hicimos, pero cuando Carter Williams
comenzó su infiltración ridícula en mi familia, estaba menos que encantado,
porque eso significaría que tendría que verlo poner las manos sobre Kelly, pero
estaba bien, porque estaba esperando mi momento hasta que Kelly botara a
Fondo Fiduciario a la acera, hasta que se diera cuenta que yo era el único con el
que debería estar.
Pero eso no sucedió. No, de hecho, seis meses después, el dedo anular de
Kelly estaba vestido con el maldito diamante más grande que había visto nunca,
y ahí es cuando había perdido mi oportunidad. Así que cuando mi amigo Jason
de Seven Seas, uno de los mayores sellos discográficos en los Estados Unidos,
me ofreció la oportunidad de trasladarme a Austin por un año como buscador
de talentos, no perdí la oportunidad. Caray, aproveché la oportunidad.
En Austin, me sumergí en la cultura y es lo que era, una cultura hermosa.
Dios, me encantaba Austin. Era raro. Tan raro con increíble barbacoa y estaba
hecho para mí.
Buscaba bandas hasta altas horas de la noche, me despertaba temprano
incapaz de poder dormir porque no superaba a Kelly y obsesionaba todos mis
pensamientos, incluyendo mis sueños. Iba al gimnasio por unas horas, luego
volvía a mi apartamento, listo para ver a más bandas y repetir todo el proceso
día tras día… tras día. Durante un año hice esto, aparte de una pequeña
indiscreción. No es necesario decir que era un experto en encontrar bandas
impresionantes. También tenía la constitución de una maldita casa de ladrillo.
Es por eso que las personas cruzaron la calle cuando me vieron venir.
Bueno, eso y el hecho de que no vistiera un color que no pudiera ser confundido
con la noche. Capas, eso es lo que me hacía sentir cómodo. Camisetas oscuras,
sudaderas negras, chaquetas oscuras, y las usaba todas juntas. Cualquier cosa
que me ayudara a mantener el odio, junto con botas negras lo suficientemente
pesadas para soportarme en esta tierra, impidiéndome deslizarme en la locura.
Me enterré en mi cabello también, manteniéndolo a la altura de mi mandíbula,
casi mezclado con la barba. Camuflaje. Nadie me mira. Estoy demasiado
ocupado sintiendo dolor. Y quería el odio. Me deleitaba en él, en realidad. Me
sentía poderoso, peligroso y cabreado, una combinación perfecta para intimidar
a las bandas a mi alrededor.
Pronto, tuve la reputación de ser el tipo con el que no se jodía. También
incrementé la reputación de ser el explorador al que ibas cuando querías ser
tomado en serio porque yo vivía, respiraba, y dormía música. Era mi único
refugio del odio en el que me estaba ahogando y lo único que mantuvo la
pequeña astilla de llama que era el viejo Tom. Quería que ardiera ligeramente,
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para mantenerla alrededor y para recordarme lo que nunca quería volver a ser.
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Era Thomas Eriksson, buscador de talentos para Seven y despreciado de


un amor unilateral. Un trabajo increíble y un estado mental sin valor.
—Es hora de empacar tus cosas, January. Lo has pospuesto lo suficiente
incluso para mí.
—Uh, ¿Janet? —Janet es mi mamá. Ninguno de nosotros estábamos
autorizados a llamarla mamá, porque la palabra ―mamá‖ era ―intimidante‖ y
quería que sus hijos pudieran ir libremente a ella y decirle cualquier cosa. La
mayoría de nosotros la llamábamos mamá de todos modos solo para molestarla.
—¿Sí, mi amor?
Haz un corte limpio.
—No voy a volver.
Mi madre dejó caer la bandeja de galletas de mantequilla de maní de tofu
que llevaba a la mesa para que se enfriara.
—¿Disculpa, January?
—Dije que no voy a volver a Berkeley.
Janet agarró la encimera de linóleo agrietado para equilibrarse. Uno de sus
movimientos característicos dramáticos que podría haber funcionado
espléndidamente cuando era una niña, pero no tenía ningún efecto real ahora
que estaba acostumbrada a diecinueve años de su teatralidad.
—¡Ralph! ¡Ralph! —llamó a mi padre desde la cocina.
Oí un lento movimiento aleatorio, casi sarcástico, desde la oficina de papá
hasta la entrada de la cocina.
Mis padres eran lo que llamarías hechos el uno para el otro. Mamá y papá
se conocieron en la universidad, irónicamente, en Berkeley, y se enamoraron. Se
casaron, tuvieron diez hijos, empezando por mí, January, y vivieron una vida
agitada de protestas y trabajos pro-bonos legales mientras nos remolcaban a los
diez detrás de ellos. Los amaba más que a la vida misma, que es probablemente
la razón por la que no tuve el corazón para decirles que era una anti-gobierno
bordeando la anarquía. Sentí que mientras menos gobierno estuviera
involucrado en mi vida, mejor, porque había visto de primera mano lo que hizo
a partir de los programas que mis padres apoyaron. No estoy segura de lo que
mis padres vieron en el gobierno, pero estaban enamorados de él. Una vez más,
no tenía las agallas para decirles eso. Los ataques al corazón son una de esas
cosas que es mejor evitar.
—¡Repite lo que me has dicho, señorita! ¡Dile lo que me dijiste!
Respiré profundamente y me afiancé.
—No voy a volver a Berkeley.
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Janet contuvo un grito y mi padre cayó en la silla junto a mí en la mesa de


la cocina.
—Ahora, January, ¿explícame por qué no vas a volver? —preguntó.
Otra respiración profunda.
—No me estoy divirtiendo allí.
Janet se dirigió al fregadero a limpiar porque eso era lo que hacía cuando
se sentía abrumada, quería abofetear a uno de nosotros o ambas cosas. Limpiar
las tendencias violentas, siempre había dicho. Como que me gustaba esa.
—Diversión —dijo mi papá con incredulidad—. Es Berkeley, January.
¡Berkeley! Háblame, amor. Dime por qué no quieres volver.
—Solo quiero escribir mi música, papá. No lo hago bien con esquemas.
Janet se dio la vuelta, aparentemente más tranquila, y se sentó al lado de
mi padre en la mesa frente a mí.
—Oh, January, me temo que finalmente me vas a matar esta vez.
—Janet, deja de ser dramática —dije, rodando mis ojos—. No es el fin del
mundo.
—¡Vas a perder tu beca! ¡Una beca completa del Departamento de Música
de Berkeley, Ralph! ¡Perdida! —Ella enderezó su postura encorvada y me miró a
los ojos—. ¿Cómo le vamos a decir a la abuela Betty?
Esa fue su estrategia de último recurso. Sabía que había llegado al tope de
su desesperación cuando trajo a la abuela a la conversación. Eso probablemente
habría funcionado, excepto que ya le había dicho a la abuela Betty. De hecho,
fue la que me animó a seguir mis sueños. El día que le dije que quería aprender
piano, me animó. No fue diferente cuando la llamé por teléfono con mis
intenciones de renunciar a Berkeley. Ella siempre me apoyó. Siempre.
—Janet —dije, inclinándome y agarrando su mano cubierta con el guante
para lavar platos—, no voy a volver.

Esa noche, acordé ir al espectáculo de mi amigo Casey. Le prometí que le


ayudaría a afinar algunas de sus canciones para que pudiera estar listo para ACL
en septiembre a cambio del uso de su sofá ya que mis padres me echaron con un
―diviértete‖. Estaba sorprendentemente despreocupada sobre mi predicamento.
Sabía que algo llegaría para mí. Tenía una corazonada.
—¿Qué pasa, doc? —pregunté a Casey.
—¿Qué pasa, pequeña? —dijo Casey, levantándome y dándome vueltas—.
Cada vez que te veo, te vuelves más y más hermosa, January MacLochlainn.
¿Aún soltera?
—Ja, ja, Casey. ¿Qué estás tocando esta noche? —pregunté, mientras me
llevaba de regreso a su estudio improvisado, también conocido como su garaje.
—Se me ocurrió empezar con Pampered Life. ¿Qué piensas?
—Es un buen comienzo. Muéstrame tu lista.
Me senté en su teclado mientras leía su lista. Pasamos la mayor parte de la
tarde limpiando su set, luego se detuvo en The Salt Lick y comimos antes de
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dirigirnos hacia Stubb´s donde su banda, The Belle Jar, estaba abriendo para
Circumvent.
El rumor por la ciudad era que un cazatalentos de Seven Seas estaría allí
para ver a Circumvent. Realmente quería que The Belle Jar estuviera en su
mejor momento. Ellos eran simplemente tan talentosos, o más, que Circumvent
pero solo habían sido un elemento básico de Austin durante unos ocho meses.

—Es él —dijo Casey, empujando mi hombro con el suyo. Señaló hacia un


chico rubio vestido todo de negro, pero apenas podía ver a través de la gente
rodeándolo.
—¿Quién?
Casey me miró como si fuera una tonta.
—El chico de Seven, tontuela. Vamos, vamos a acercarnos. Tratemos de
acercarnos a él. ¿Puedo utilizar tu cuerpo para hacerme notar?
—Oh, por todos los medios.
—Gracias, bomboncito —dijo Casey, ignorando lo mordaz en mis palabras
y tocando la parte superior de mi cabello.
—Eres un idiota, Casey.
—Yo también te amo, January. Arregla tu cabello, se ve como una mierda.
Puse los ojos en blanco y pasé los dedos por mi cabello. Serpenteamos a
través de la multitud hacia Not Your Fault de AWOLNATION, para finalmente
encontrar a este tipo misterioso desplomado encima de la barra, de nuevo,
rodeado de una veintena de personas con la esperanza de llamar su atención.
Permítanme aclarar, veinte chicas tratando de llamar su atención.
Cuando llegamos lo suficientemente cerca y pude conseguir un vistazo lo
suficientemente bueno de él, me vi obligada a detenerme. Mi corazón latía con
fuerza en mi pecho. Mi lengua se hinchó en mi boca y mi pecho se sentía
constreñido. Mi sangre se aceleró por mis venas, calentando mi rostro y cuello.
Era increíblemente hermoso. Mi mano voló a mi cuello para ocultar el rojo
obvio que sabía estaba pintado allí, un signo revelador de que estaba intrigada
por algo. Casey sabía de este pequeño rasgo que tenía y nunca me decepcionó
cuando hacía una aparición.
Era alto, más alto que casi todo el mundo en esa habitación. Apoyó los
antebrazos en la barra delante de él, un par de manos callosas, delatándolo
como músico, acunando un vaso en la madera plana delante de él. Su cabello
llegaba justo debajo de sus orejas, escondiéndolo detrás, y su barba era un poco
más desaliñada de lo que normalmente me gustaba pero por otra parte, nunca
antes me había sentido atraída por un hombre real. Más que nada, mis tontos
enamoramientos pertenecían a algún compañero adolescente y por lo general
terminaron tan pronto como empezaron. Él era aterrador y sin embargo
atrayente, todo al mismo tiempo. Me sentí como una polilla atraída a una llama.
Mis manos picaban por pasar mis dedos por su cabello y a lo largo de la línea de
su mandíbula. Mis ojos estaban fijos en su boca.
Chasqueo.
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—Vamos, provinciana. —Me encogí—. Sí, no creías que hubiera visto eso,
¿verdad? Bueno, lo hice. Vamos. —Pero cuando Casey se extendió hacia él, el
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líder de Circumvent le ganó la mano. Casey se retiró.


—¿Qué estás haciendo? —pregunté—. Ve allí.
—No, no puedo acercarme cuando Stephen está ahí. Voy a tener que
esperar.
—Marica.
—Está bien, provinciana. Vamos a ponernos al día con los chicos. Puedes
ayudarme a afinar mi teclado.
—Ja, ja, ja —dije con aire ausente, sin poder apartar los ojos del buscador
de talentos de Seven. No me moví sin embargo. No, tontamente me quedé allí,
mirándolo fijamente como una idiota. Observé su hermosa boca y dientes
mientras hacía conversación con Stephen. Imaginé mis propios labios
encontrando los... Casey me sorprendió lanzándome sobre sus hombros y
empezó a alejarse, distrayendo brevemente al cazatalentos y a Stephen de su
conversación.
El rubor que sabía estaba tiñendo todo mi cuerpo en ese momento se
convirtió en un calor afectado, y traté de sonreírle a ambos, pero encontré mi
mirada ardiendo únicamente a través de los ojos azules que pertenecían al
cazatalentos. Me miró con una expresión dura, mis entrañas se trastornaron un
poco en alarma, pero también con un poco de emoción. Yo era la personificación
del reloj derritiéndose de Dalí en ese momento. Me sentí como cera ardiente por
la espalda de Casey.
Casey me puso detrás del escenario después de una caminata vergonzosa a
través del bar, un paseo donde los ojos del cazatalentos nunca dejaron los míos
hasta que habíamos doblado una esquina. Estaba humillada.
—¡Dios! ¡Maldita sea, Casey! —dije, golpeando su hombro repetidamente.
Mis golpes se sentían como una lluvia de bolas de algodón al parecer porque
Casey estaba rojo de risa—. ¡Me has hecho quedar como una tonta!
—Oh, cálmate, January. Es probable que él ni siquiera te recuerde. Vive en
este ambiente, ¿recuerdas? Ve ese tipo de tonterías todo el tiempo.
—Gracias, eso es muy reconfortante —bajé mi voz una octava—. No te
preocupes, January —me burlé—. No eres lo suficientemente memorable para
recordar. Eres invisible.
El rostro de Casey se suavizó.
—Oh, pequeña, lo siento —dijo, abrazándome estrechamente—. Tienes
razón. Me disculpo.
—Está bien, idiota.
Casey me abrazó con más fuerza.
—Sabes que eres memorable, ¿verdad?
—Claro, claro —le dije, luchando por contener las estúpidas lágrimas.
—No —dijo, sacándome de debajo de sus brazos, mirándome con una
expresión de dolor—. Lo digo en serio, January. Eres una de las mujeres más
bellas que conozco, por dentro y fuera. Si no estuviera enamorado de Sunny,
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estaría sobre ti como una lapa.


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—Cállate —dije sonriendo y negando—. Vamos a afinar tu teclado.


Caminamos hasta la habitación donde la banda The Belle Jar se estaba
preparando para el show, y los ayudé a aprender muchos de los cambios
fundamentales que habíamos hecho esa tarde. Cuando me fui para unirme a la
multitud en la parte inferior del escenario, no podía recordar un momento en
que sonaran mejor, en mi opinión. Iban a deslumbrar al cazatalentos de la
forma en que lo hicieron conmigo.
Me coloqué en el frente junto a Sunny y entrelazamos los brazos.
—¿Lo ves? —preguntó.
—¡Sí! Dios mío, Sunny. Creo que jamás he visto a alguien más atractivo
que el cazatalentos.
—¿Cazatalentos? Me refería a Casey, pero ahora ya no estoy interesada en
saber si has visto a Casey —dijo ella, sus ojos vagando por el público
rodeándonos. Me jaló cerca—. ¿Quién es este cazatalentos?
—Seven Seas tiene un cazatalentos aquí para ver a Circumvent.
—Oh sí, Casey mencionó algo así.
La miré con asombro.
—¡Lo juro, mujer! ¡Esto es un gran asunto!
—¡Lo sé, lo sé! Ahora recuerdo.
Puse los ojos juguetonamente hacia ella. Hablamos durante unos minutos
antes que The Belle Jar comenzara a instalar sus instrumentos a las once,
preparándose para el show.
—Regreso enseguida —le dije—. Voy por agua. ¿Quieres una? —le pregunté
a Sunny.
—No, estoy bien.
—Bien, guarda mi lugar, mi señora.
Corrí hacia la barra y me paré detrás de unas pocas personas esperando a
ser servidas. Seguí lanzando mi cabeza sobre mi hombro para detectar al
cazatalentos. ¡Soy una maldita maniaca! ¿Por qué no puedo sacar a ese tipo de
mi cabeza? ¡Necesito concentrarme!
—¿Cuál es tu veneno? —me preguntó el hombre a mi lado.
Le sonreí.
—No bebo. Aún soy menor de edad. —Levanté mis manos marcadas con
una equis negra como prueba—. Estoy esperando por agua. Aburrido, lo sé.
Esto generalmente funcionaba, pero no con este tipo.
—Eso es genial. ¿Qué estás haciendo aquí esta noche?
—Oh, estoy aquí por The Belle Jar. Ayudé a afinar un par de canciones
para el show de esta noche. Hay un cazatalentos de Seven en la audiencia por
Circumvent esta noche, y los quiero en su mejor momento. Son brillantes.
—Genial. Así que, ¿eres música? —preguntó mientras nos acercamos más a
la barra. Todavía estaba a tres metros de distancia.
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—Sí, pianista. —Volví mi cabeza y contuve una sonrisa privada.


—¿Qué es tan gracioso? —preguntó, confundido.
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—Oh nada. Yo… bueno —dije mirándole—, renuncié a una beca completa
en Berkeley en música para quedarme en la ciudad y ayudar a otros músicos a
tener éxito. Solo me di cuenta de lo irónico que era. Lo encontré hilarante.
—Eso es... divertido —dijo, sin encontrarlo divertido en lo más mínimo.
—Sé que no es divertido, de ja, ja, es gracioso de ridículo.
—Ah, ya veo. —Miró un poco a su alrededor, decidió que estaba lo
suficiente aburrido para continuar la conversación y preguntó—. Entonces, ¿te
gusta Circumvent?
—Sí, quiero decir, no me atrevería a entrometerme en un elemento básico
de Austin como Circumvent, pero, sí, están bien.
—No, en serio, dime. No los conozco. Es la primera vez que los veo, en
realidad. Ilumíname.
Me mordí el labio inferior, contemplando burlarme de esta banda que era
apenas buena.
—Le dices a alguien lo que pienso y tendré que matarte, ¿capiche?
—Mis labios están sellados —dijo, inclinándose más cerca.
—Circumvent —comencé—, tienen una base increíble, lo que es bastante
impresionante, pero creo que es en su mayoría por la longevidad. Su talento es
mediocre, sus canciones pegadizas, pero un poco demasiado comerciales y su
presencia en el escenario carece. Están simplemente, ―bah‖. Les falta el talento
para impulsarse realmente a sí mismos sobre el borde, para ponerlos en
condiciones de ganar seguidores nacionales. —Mientras hablaba, el hombre se
inclinaba más y más a mí. Él me miró como si me acabara de notar—. ¿Qué? —
pregunté.
—¿Qué haces para ganarte la vida en este momento....?
—Oh, lo siento —le dije—. Soy January.
—Jason —dijo el hombre, tendiéndome la mano.
—Encantada de conocerte, Jason —dije, tomando su mano antes de dejarla
caer—. Estoy, uh, actualmente desempleada —le dije, riendo.
—Genial, genial. No te vayas a ninguna parte después del show, ¿de
acuerdo?
—Uh, está bien —dije, mirándolo extrañamente.
—No soy un bicho raro. Te lo prometo —dijo—. Solo pasa el rato en la
multitud después del show. Te encontraré.
—¿Por qué? —pregunté mientras se marchaba, olvidando por qué estaba
de pie en la fila.
—Confía en mí. Valdrá la pena quedarse alrededor.
Esto igualmente me intrigó y me asustó, pero no lo suficiente para no
enterarme de lo que se trataba.
Cuando conseguí mi agua, me dirigí de nuevo al frente y serpenteé mi
camino entre la multitud de nuevo hacia Sunny, pero ella no estaba por ningún
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lado, así que quedé por mi cuenta. No me importaba realmente, porque quería
un buen ―asiento‖ para The Belle Jar. Quería estar cerca del escenario, porque
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existía la posibilidad de que tuviera que ayudar a darle la entrada a Will en el


bajo mientras seguía perdiendo su nueva entrada en su tercera canción.
Pampered Life salió disparada como un cohete desde el principio y cubrió
a la multitud alrededor, aturdiendo a todo el mundo por el poder de la misma.
No pasó mucho tiempo antes de que todos se dieran cuenta de que The Belle Jar
era una fuerza a tener en cuenta. Estaba tan orgullosa, apostando por su talento
junto a ellos.
De repente, mi respiración luchaba por salir de mi pecho cuando lo vi cerca
del escenario, una figura destacada tranquila, los ojos fijos en la banda. Oh Dios.
Oh Dios. Oh Dios. Respira, January. Respira. Observó a The Belle Jar con gran
atención. Mientras lo miraba, mis pies se empujaron más cerca por su propia
voluntad. Estaba siendo arrastrada hacia él por una fuerza invisible. Encontré
mis pies plantados directamente a su lado, pero no me atreví a mirarlo. Era
demasiado magnífico para contemplar, de verdad. Olía tan delicioso que podría
haberlo comido con una cuchara. Era todo hombre, nada de niño en absoluto.
Eché un breve vistazo a sus manos y supuse que probablemente tocaba el bajo a
juzgar por el tamaño y la ubicación de los callos.
Quería tomar sus manos en las mías y estudiarlas durante horas, frotar mis
pulgares sobre los desgastados pedazos de piel y calentarlas con mi toque. La
atracción que sentía por él era embriagadora y nada como lo que jamás había
sentido por nadie antes. Mis ojos siguieron sus pies fuertemente revestidos,
hasta los jeans desgastados, y alrededor de la cadena de su cartera. Me quedé
inmóvil, sin querer ir más lejos, no quería saber lo que haría si iba más arriba.
Pasó un minuto antes de que mi mirada viajara por el ancho cinturón de
cuero expuesto bajo su sudadera con capucha oscura y su chaqueta. Mis ojos se
detuvieron en su barba de candado y sentí su considerable mirada en mi propio
rostro. Me había descubierto, pero estaba demasiado cautivada para estar
avergonzada. Me aventuré hacia arriba y trabé mis ojos con los suyos. Me
traspasaron como una flecha, esos ojos azules de hielo.
No sé qué me sucedió. No podía contenerme al parecer, y vi viajar mi
mano derecha por su brazo lentamente, deslizarse por encima de su hombro,
vacilé en su cuello, pero me empujé más allá de los límites de la sensatez
mientras la parte posterior de mis dedos recorría la línea de su mandíbula. Fui
atraída dentro de la increíble magia que este chico tenía sobre mí. Su piel era
cálida y sorprendentemente suave. Sus ojos se cerraron ante la sensación de mi
mano, su mandíbula se tensó ligeramente. Me distraje mientras su pecho se
ensanchaba con cada profunda inhalación.
Me sorprendió cuando se volvió completamente hacia mí y se agachó,
enhebrando deliberadamente sus dos manos por mi cabello y acercando su
rostro al mío. Entrecerró los ojos con sus cejas fruncidas ligeramente, el
conflicto escrito en las líneas de su rostro. Respiró profundamente por la nariz,
cerró sus ojos lánguidamente y exhaló despacio.
Lentamente, llevé su hermosa boca a la mía. Él sabía a menta y un poco a
levadura de la cerveza que lo vi bebiendo antes. Era el sabor más dulce y más
delicioso que he probado y, Dios, quería más. No había ninguna vergüenza en
mis movimientos mientras agarraba la parte delantera de su sudadera con
ambas manos y ahondé mi lengua más profundamente en su boca. El beso se
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convirtió en febril, peligroso, caliente. Movió una de sus manos desde mi cabello
hasta mi nuca, y trazó sus dedos por la parte baja de mi espalda, presionándome
Página

más profundamente contra su pecho y caderas, incitándome un ligero gemido


que solo lo instigó más.
De repente, sus ojos se abrieron de golpe con entendimiento. Lo rompió
abruptamente, me apartó ligeramente y me colocó en mis pies. Me sentí privada
de algo, pero no sabía de qué. No conocía a este chico, no sabía su nombre, sin
embargo, no me asusto o me hizo sentir avergonzada de ninguna manera. Se
sentía bien, muy bien.
Nos miramos intensamente, jadeando por el esfuerzo de nuestro increíble
beso. Abrí la boca para hablar, pero la cerré, respirando más profundamente por
la nariz para controlar mis nervios. Nunca nadie me había hecho sentir de la
forma en que este extraño lo hizo. Él era como fuego electrizante en mi piel.
Necesitaba saber su nombre, pero el silencio entre nosotros parecía
impenetrable, ninguno de los dos quería romper la calma que nos rodeaba.
Inesperadamente, sus ojos se volvieron duros, su mirada admitiendo...
¿asco? Su mandíbula se apretó con dureza. Se dio la vuelta y se alejó de mí
dentro de la multitud, dejándome sola, sola con mis pensamientos. Mis ojos
comenzaron a llenarse de agua mientras la comprensión final de lo que acababa
de hacer se apoderó de mí con realidad vergonzosa. Parpadeé y una única
lágrima se deslizó por mi mejilla. Me limpié justo cuando miré atrás hacia el
escenario, el rostro de Casey se desplomó con una expresión de preocupación,
pero le sonreí mientras le hacía una seña al bajista para comenzar su nueva
entrada. Justo a tiempo, pensé ausente.
Ya no estaba interesada en ver el resto del set, ni dispuesta a soportar a
Circumvent. Tampoco quería esperar al chico Jason del bar Quería salir de allí.
Estaba humillada, dejada de lado como una idiota. Malas decisiones auto
infligidas parecían estar en la parte superior de mi lista de ese día. Caminé entre
la multitud y finalmente logré salir al borde de un sollozo. Fui a la izquierda
dentro del bar justo cuando alguien agarró la parte de atrás de mi blusa. Traté
de ignorarlo, pero la persona insistió y me di la vuelta, lo hice lista para darle
algunas maldiciones, pero descubrí al chico de la barra de pie delante de mí.
—Te dije que te quedaras —dijo en un tono amistoso.
—Lo sé, pero tengo que irme. Ha surgido algo —dije vagamente, tensando
mi expresión para evitar derramar las lágrimas que querían tan
desesperadamente desbordarse en ese momento.
—No, te vas a quedar —dijo, ignorándome y ofreciendo su brazo. Abrí la
boca para decirle que se perdiera, pero me dio una mirada que me calló—.
Confía en mí, January —susurró amablemente—. No vas a querer perderte esto.
—Está bien —le dije, un poco molesta, pero más triste que nada. Tomé su
brazo y fuimos hasta el borde de la multitud mientras la actuación de The Belle
Jar llegó a su fin. El público se volvió loco.
—Te lo dije —le dije a Jason.
—Tienes razón. Eran diferentes y talentosos.
—Lo sé.
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—Pero quiero ver a Circumvent ahora. Quiero confirmar lo que has dicho.
—¿Por qué? —pregunté, frunciendo las cejas con sospecha.
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Los ojos de Jason se iluminaron cuando notó a alguien detrás de mí.


—Ah, ahí estás —dijo, girándome para conocer a quien le estaba hablando.
Mi estómago cayó cuando vi a quién quiso que conociera. El cazatalentos de
Seven. El pendejo que besé, ¡que me devolvió el beso!, y me dejó en medio de
una multitud—. January, este es Tom. Tom, esta es la chica de la que te hablé.
Los ojos de Tom se volvieron sarcásticos, su boca se inclinó hacia un lado.
—Te mueves rápido, niña.
Mi boca se abrió en estado de shock.
—¿Disculpa?
Todas las sensaciones anteriores de tristeza me dejaron en un silbido y se
sustituyeron por la ira. Podía trabajar con la ira.
—Nada —dijo, un resoplido suave escapando de él—. ¿En serio estás
desperdiciando mi tiempo con esto, Jason?
—No voy a desperdiciar tu tiempo, Tom.
Mi mano se hizo un puño apretado antes de que pudiera comprender lo
que estaba haciendo. Circumvent comenzó a tocar justo cuando estaba a punto
de llevar mi puño a la boca de Tom, pero Jason detuvo mi mano de salir
disparada hacia adelante. Me arrastró más cerca del escenario y lejos de Tom.
—¿Conoces a Tom? —preguntó con incredulidad.
—No.
—¿Entonces por qué…? ¿Sabes qué? Olvídalo. No quiero saber.
Escuchamos una canción de Circumvent antes que Jason me arrastrara de
nuevo hacia Tom. Nos quedamos allí, Tom y yo, en plena ebullición el uno hacia
el otro. Había ofendido a este tipo de alguna manera. Desde que el beso estaba
quemado tan elegantemente en mi mente, no pude poner mi dedo en el por qué
estaba tan enojado. Puede que haya empezado todo, pero él me besó de vuelta.
Confía en mí, él me devolvió el beso, con fuerza y sin reservas. Él no tiene
ninguna razón para ser tan arrogante. Tan malo. Tan... tan... tan... ¡ah!
—Tienes razón —dijo Jason, sacándome de mis pensamientos de odio.
—¿Qué? —dijimos Tom y yo al unísono.
—January. Tenía razón. Circumvent es mediocre, en el mejor de los casos.
—¿Y qué? —dijo Tom con un encogimiento—. Estábamos aquí para ver The
Belle Jar, te lo dije. —Esto me sorprendió y mis ojos se ampliaron brevemente.
—Lo sé, pero January me ofreció una opinión honesta sobre Circumvent
que me desconcertó. Ella sabe de lo que está hablando, tal vez tanto como tú,
Tom.
—Claro que lo hizo. Ella es solo una talentosa, talentosa chica, ¿verdad?
—¡Eso es todo! —dije, lista para lanzar ese golpe una vez más.
—¡Por Dios! —exclamó Jason, arrastrando mi cuerpo contra el suyo para
evitar que Tom consiguiera la paliza que quería darle—. ¿Qué pasó entre ustedes
dos? ¿La conoces? —le preguntó Jason a Tom, haciendo caso omiso de mi
16

respuesta anterior.
Página

—No.
—Entonces, ¿qué demonios pasa con ustedes? Dicen no conocerse, pero
están en la garganta del otro. ¿Qué? ¿Se te insinuó, January, y lo rechazaste?
Los dos nos sonrojamos, mi garganta y mi rostro calentándose en ese rojo
nada natural, delatándome.
—Ah —dijo Jason, saltando a la conclusión equivocada. No iba a corregirlo,
su escenario me puso en una mejor luz y se redirigía a este tipo Tom, pero qué
sorprendida estaba de que Tom no corrigió a Jason, solo me miró con dureza—.
Amiga January, si Thomas Eriksson hace un movimiento sobre ti, recházalo con
tranquilidad. Tiene un corazón roto del tamaño de Montana.
Tom se movió incómodo en su lugar.
—No sé de qué coño estás hablando.
—¡Vamos! Es obvio, idiota. En Nueva York eres una persona, salta la
oportunidad de mudarte a Austin y cambias todo acerca de ti aquí. Has sido
jodido. De mala manera, por lo que puedo ver.
Me quedé allí, mirando a ambos intercambiar una conversación que me di
cuenta no estaba destinada a escuchar. Jason, al darse cuenta de esto, negó y se
volvió hacia mí.
—Escucha, January, Tom es un buscador de talentos para el Seven Seas.
¿Has oído hablar de ellos?
—No soy una completa idiota —le contesté.
—El jurado todavía está en eso —dijo Tom en voz baja.
—Soy el jefe de Tom —dijo Jason rápidamente, midiendo mi reacción—.
Sin embargo, ahora no estoy tan seguro. —Tom se encogió de hombros como si
no significara nada para él este trabajo de ensueño, haciendo a Jason suspirar—.
De todos modos, me gustaría ofrecerte un puesto en Seven.
—¿Qué? —dijimos Tom y yo juntos, otra vez. Nos giramos hacia el otro con
disgusto, cabreados de decir la misma palabra.
—¿En serio? —continué. No lo podía creer.
—En serio. Sin embargo tendrías que mudarte a Nueva York. ¿Puedes con
eso?
—Claro. Soy libre como un pájaro. —Tom resopló, pero lo ignoré.
—Bueno, es un trabajo de recadera por ahora, pero con el tiempo, con un
poco de preparación, puedes empezar a buscar talentos con un veterano.
—Oh, Dios mío, gracias, Jason —dije abrazándolo en un momento de chica
sin precedentes. Jason estaba realmente sorprendido y me sentí un poco
avergonzada, mi cuello volviéndose rojo remolacha.
—Es genial. Te quiero en esta dirección —dijo, y me entregó una tarjeta de
visita—, en dos semanas. No pagan una mierda pero tampoco lo hace la
búsqueda de talentos, solo pregúntale a Tom aquí. —Sonrió, pero la sonrisa se
cayó cuando miramos a Tom—. Uh, de todos modos, vale la pena. Tienes una
sesión con los ejecutivos y si juegas bien tus cartas, puedes hacer un dinero
17

bastante decente con el tiempo. Además, es un empujón genial para músicos


como tú.
Página

—Asombroso. Gracias, Jason. Estoy impactada.


Sacudí la mano de Jason con entusiasmo y le dije que lo vería en Nueva
York en dos semanas. Ni siquiera noté a Tom, di media vuelta y me dirigí hacia
el escenario y dejé que la multitud me tragara, pero de alguna manera sentí la
mirada de Tom, pesada y caliente en la parte de atrás de mi cuello y apreté mis
manos.
No te des la vuelta. No te des la vuelta.
Me di la vuelta y allí estaba, sus ojos prácticamente desvistiéndome y me
estremecí por su mirada fría. ¿Qué es lo que quieres de mí? Le rogué en silencio.
Lo quería, a este extraño queriéndome tanto como yo. Quería que separara a la
multitud alrededor, me levantara y me arrastrara a su auto. Quería sus manos
en mi cuello, mi cabello, mi espalda, mi cuerpo. Quería sus labios sobre los
míos. Lo quería con una fiereza que no encontré del estilo de una dama.
También quería darle un puñetazo en la garganta. ¡Qué me está pasando!
Su respiración trabajosa era visible desde los diez metros de distancia a los
que estaba, y cuando terminó de leer detenidamente mi cuerpo, se dio la vuelta
con evidente disgusto. ¡Ah! Mi cuerpo se estremeció en reacción a su escrutinio.
Incluso su mirada me prendió fuego. ¿Qué está mal conmigo?
Negué, y me volví para encontrar a The Belle Jar tras el escenario. No
importaba. En dos semanas, estaría viviendo en Jersey con la abuela Betty y
desplazándome de ida y vuelta a la ciudad que nunca duerme y tan lejos de este
tipo como podía estarlo.
Ciudad de Nueva York, allá voy.
18
Página
2

Jason firmó con The Belle Jar casi inmediatamente, lo que me puso
inusualmente feliz, no era porque me sintiera culpable por joder a su amiga
January. No, era porque eran una banda genuinamente talentosa e iban a ganar
millones para el sello, lo que me hacía indispensable. No era porque hubiera
pensado en el beso que compartí con January más de lo que había pensado en
Kelly últimamente, o que me pareciera que January era la chica más caliente
que había visto nunca. No, era por la banda. La banda.
Aún si me gustara January, lo cual no pasaba porque era una desconocida,
estaba a más de tres mil kilómetros de distancia en Nueva York, parecía que,
irónicamente, había cambiado lugar con mi antiguo yo. Jason hablaba de ella
sin parar, lo que me ponía muy incómodo. Se burlaba sin parar sobre cómo me
rechazó y cómo arrasó por el sello como un tornado de perfume cuando llegó,
impresionando a todo el mundo y solidificándola como una necesidad. Oh, y
que aparentemente estaba saliendo con este tipo que entregaba el correo de
todo el mundo. ¿En serio, January? ¡Ese chico ni se ducha!
Llevaba un año en Austin y Jason me llamó para decirme que empacara
mis maletas. El álbum debut de The Belle Jar, Elige tu veneno, Señorita Smith
llegó a platino y el sello haría una fiesta. También, dijo que no volvería a Austin.
Supuestamente, había impresionado a Seven con mis últimas elecciones y me
iban a enviar al extranjero. Hombre, estaba increíblemente emocionado y no
podía creer mi suerte. Era un sueño hecho realidad. Ahora, si tan solo pudiera
soportar la presencia de Kelly, justo lo suficiente hasta brincar en un avión
sobre el gran azul y dejar su recuerdo atrás. Sí, estas huyendo de Kelly,
hombre. Kelly.

—Oh, Dios —dije en un aliento mientras recogí mi equipaje del carrusel y


19

comencé a descender por el largo corredor para conseguir un taxi.


Página

Al final, cerca de las puertas, estaban de pie Cherry, Charlie, Callum,


Harper y el resto de la pandilla, incluyendo a Jason. Justo a la derecha estaba
una Kelly saltarina en el brazo de Carter. Mi estómago se desplomó pero no por
ver a Kelly, lo cual me impactó como el infierno. No, era porque mis ojos
continuaban buscando detrás de Jason a January, de toda la maldita gente.
¡January!
Marty sostuvo un aviso inmenso que decía, ―Señor Thomas Eriksson, pez
gordo y malote‖. Dejé caer mis bolsas y extendí mis brazos. Ella corrió hacia mí
y la levanté, girándola, antes de bajarla y abrazar a toda mi familia.
—Me encanta la pancarta, M —dije apretando sus hombros.
—De nada.
—Así que, ¿mi sitio o el suyo? —pregunté a todo el mundo, incitando
alegría.
—El nuestro —mencionó Charlie, haciendo señas hacia Cherry, mientras
todos empezamos a salir por la puerta, charlando entre nosotros, emocionados y
llenos de travesuras.
—¿Cómo han estado las cosas por aquí? —cuestioné por millonésima vez
esta semana cuando Jason y yo nos adelantamos unos pocos metros.
—Hombre, me sigues interrogando y ya te dije, todo está bien. ¿Hay algo
en particular por lo cual estas preocupado? Porque Europa es un trato hecho,
amigo mío. Tengo tus boletos listos en mi oficina. Relájate. —Me miró con
cautela antes de comprenderlo—. ¡Oh, mierda! Es la chica, ¿cierto?
—¿Qué chica? —Fingí… mal.
—Todavía lo tienes por January MacLochlainn, ¿verdad? Es caliente como
el infierno, Tom, ¿pero qué hay del responsable por el mal funcionamiento de tu
vestuario que tienes pasando? —bromeó. Miré sobre mi hombro a Kelly,
sorprendido que medio me había olvidado que estaba detrás de nosotros. Jason
también lo hizo y asintió discretamente—. Ah, ya veo.
—No, no es así ya. —Negué con incredulidad por esa revelación—. Supongo
que solo necesitaba tiempo.
—Entonces, ¿qué, amigo? Estoy confundido. Has estado duro en mi
negocio últimamente y estoy curioso como la mierda.
Suspiré profundamente.
—No es nada, hombre, realmente. Estoy en una encrucijada en mi vida,
supongo. Tengo esto, sin embargo. —Sonreí—. Vamos —declaré, envolviendo mi
brazo alrededor de su cuello y empujando su cabeza—. Vamos a
emborracharnos.
—Genial.
La razón por la cual había estado acosando a Jason, así parecía aunque no
estuviera al tanto de ello hasta que me lo dijo, era porque estaba pescando
información de January. Listo, lo dije. Quería saber más de esa chica, la chica
que infectó mis pensamientos con el loco beso y también contaminó mis sueños
con él. Me convencí que no era tan hermosa como la imaginaba, que no era tan
sexy como la evocaba. Sabía entonces que tenía que visitar el sello, y pronto,
20

para verlo por mí mismo. Recordarme que no me afectaba tanto como pensé
que lo hacía, que la soñé para ayudarme a superar a Kelly. Estaba agradecido
Página

por ese pequeño hecho pero necesitaba cortar todos los lazos con ella. Estaba
listo para seguir adelante.
Entonces recordé que probablemente estaría en la fiesta de platino de The
Belle Jar la próxima noche.
En el viaje a casa de Charlie, me senté silenciosamente mirando por la
ventana. Se sintió tan bien estar en casa de nuevo, pero no pasó demasiado
tiempo antes de que empezara a preguntarme qué usaría ella para esta fiesta, si
pondría su largo cabello marrón oscuro recogido o suelto, si sus orejas estaban
perforadas o no, si todavía estaba saliendo con el chico del correo. ¡Contrólate,
Thomas! Pasé una mano por mi rostro antes de regresar mi atención a la
conversación en el auto.
Pensé que mi mente distraída había escapado la atención de todos pero
cuando atrapé la mirada de Cherry, sabía que había visto a través de mí.
Entrecerró sus ojos.
—Callum, bebé, cambia de lugar conmigo —comentó.
Callum besó apasionadamente a su esposa, haciéndome pensar en January
de nuevo, antes de moverse al asiento al lado del conductor.
—Escúpelo, Tommy. ¿Qué te pasa? ¿No estás contento de estar en casa? —
preguntó. Era la única que tenía permitido llamarme Tommy. No me sentía
como si tuviera diez años en la forma que Cherry lo decía.
—Por supuesto, Cherry Bomb. Nunca seré capaz de estar lejos de ustedes
por tanto tiempo otra vez —mencioné honestamente, abrazándola.
—¿Entonces por qué la expresión triste, kemo sabe?
Rápido, piensa en algo.
—Se siente agridulce —manifesté. No era una mentira total—. Me iré para
Europa en solo unas pocas semanas.
—Oh, Tom, solo te irás por lo mismo. Está bien —declaró, acurrucándose
en mi costado. Envolví mi brazo alrededor de su hombro y apreté, feliz de estar
cerca de mis amigos nuevamente.
Esa noche, todos nos emborrachamos de vino y buena comida. El grupo se
sentó alrededor contando historias de las travesuras que me había perdido
desde mi última visita y casi morí riendo al escucharlos.
—Este es un lado refrescante —expresó Jason mientras ambos nos
sentábamos en sillas en el patio de Charlie.
—¿Qué quieres decir? —cuestioné, mi botella descansando en mi rodilla.
—Cuando estás con estas personas —expresó, señalando por la ventana—,
eres una persona diferente, Tom.
—No lo soy —dije, pero sabía que eso era mentira.
—Seguro —respondió—. Así que, invité a January esta noche.
—¿Qué? —comenté, enderezándome un poco, viendo sobre mi hombro.
Jason sonrió ampliamente.
21

—No, pero creo que he descifrado por qué has estado tan jodidamente loco
Página

últimamente.
Negué antes que siquiera dijera otra palabra. Me ignoró.
—Estará en la fiesta mañana, ¿lo sabías?
—Lo supuse —mencioné, tratando de sonar distraído. Evité el contacto
visual—. Es buena amiga de Casey Donigan.
—Sí, lo es, pero también es medio responsable por los arreglos de la fiesta.
Prácticamente hizo toda la preparación. Es una chica genial.
—Eso es genial —manifesté, pero la curiosidad me estaba matando—. Así
que, uh —declaré tomando un trago de cerveza—, ¿todavía está saliendo con el
tipo de la sala de correo? —Suave.
—No, de hecho, está libre como un pajarito —dijo, tomando prestada una
línea de ella de la noche que me avergoncé a mí mismo.
—Oh, bien.
—Dios, idiota. Debería simplemente fijar una fecha en la iglesia porque
obviamente estás encaprichado con ella. Simplemente muerde el anzuelo, Tom.
Demonios, nunca pensé que tendría que decirte eso a ti de todas las personas.
—Guárdatelo, Jason.
—Sí, sí —mencionó, levantando su paquete de seis y dirigiéndose hacia la
ventana.
—Finalmente —dije bajo mi aliento.
Jason tenía razón. Claramente estaba encaprichado con ella, pero eso era
todo. Compartimos un beso asombroso que casi me desolló la piel de mis
huesos, pero eso era todo. Estaba atraído a ella pero no quería conocerla.
Además, digamos que hipotéticamente quisiera llegar a conocerla, me iba a
Europa pronto. No tenía tiempo para hacerlo.

La noche del sábado era la fiesta platino de The Belle Jar. Esa mañana,
desperté en el patio de Charlie en una de sus sillas ridículas, mi espalda
doliéndome demasiado. Me metí por la ventana y me paré directamente en su
comedor, estirando mi cuerpo para quitarme las torceduras.
—¿Tom? —Escuché desde la cocina.
—Sí, Cherry. Soy yo.
—¿De dónde demonios saliste? —preguntó, riéndose y rodeó el mostrador.
—Me dejaste afuera toda la noche. Que amiga eres —bromeé.
—Sí, bueno, tal vez no debiste dormirte allá afuera, tonto.
—Me voy de aquí —dije, bostezando.
—¿Qué? ¿Por qué? ¡Quédate para el desayuno!
—No. Tengo que alistarme para la fiesta de esta noche. Ustedes vendrán,
¿cierto?
—Ahora, esa es una pregunta boba —mofó—. ¿Cuándo alguno de nosotros
se ha negado a una oportunidad de bailar y festejar, amigo mío?
22

—Supongo que eso fue estúpido —dije, enderezando un montón de papeles


Página

encima de su barra—. Nos vemos —comenté, besando su mejilla y saliendo.


Mi apartamento estaba a unas pocas cuadras del de Charlie y Cherry.
Había vivido en Austin por un año, sí, pero el sello aún pagaba mi alquiler aquí,
y tenía a un compañero de habitación al que no le importaba tener todo el
apartamento para sí solo. Cuando vine a dejar las maletas no estaba en casa
pero pude escucharlo en la cocina cuando entré.
—¿Tom? —Escuché desde el vestíbulo de la sala.
—Sí, soy yo.
—Bien —comentó mi compañero de habitación, Matt, encontrándome a
mitad de camino. Me dio un abrazo y una palmada en la espalda—. Pensé que
tendría que sacar las armas grandes —bromeó.
—¿Tienes un arma? —cuestioné.
—No, yo… no importa. Entra, idiota. No he escuchado de ti en un par de
semanas. ¿Qué hay de nuevo, hombre?
—Oh, nada. Conseguí un buen trato con el sello hace unos días. Iré a
Europa a reclutar.
—Demonios —dijo, su cuchara llena de cereal se detuvo a mitad de camino
a su boca—. Eso es genial.
—Sí —dije, dirigiéndome hacia la habitación que no había visto en un
tiempo.
—Hice que Sal limpiara allí. ¿Está bien?
—Por supuesto —expresé, antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Mi habitación estaba en perfecto orden y exactamente como la había
dejado. Me cepillé los dientes en mi baño adjunto, me puse mis ropas de
ejercicio y me dirigí a las calles de Nueva York para correr unos cuantos
kilómetros. Ejercitarse en Nueva York era definitivamente diferente a hacerlo en
Austin. El aire era muy diferente y se me estaba haciendo difícil ajustarme. Corrí
ocho kilómetros antes de darme la vuelta e irme a casa, incapaz de ir más allá.
En Austin, correría nueve antes de volver. Probablemente no ayudaba el hecho
de haber bebido tanto la noche anterior. Me había convertido en un peso ligero.
Solo bebía socialmente y normalmente solo una o dos cervezas pero esa noche
me había pasado un poco.
En casa, me bañé y enrollé una toalla alrededor de mi cintura antes de ir
en dirección de mis maletas y sacar un bóxer. Desempaqué, colocando todo para
ver qué podía usar que fuera lo suficiente decente para la fiesta. Era mimado en
Austin. Era una ciudad tan relajada, no había código de vestimenta para cosas
como ésta.
No podía encontrar nada, así que decidí que no me importaba. Me puse un
jeans y un cinturón, metí mi billetera en mi bolsillo trasero, asegurándome que
la cadena no colgara de forma rara, luego recogí una camiseta negra, una
capucha y mi chaqueta verde militar encima de eso. Limpié mis botas un poco y
me puse esas también. Ya que había despertado tan tarde en casa de Cherry y
Charlie, y desempacar me había tomado una eternidad, perdí la noción del
tiempo. Cuando miré mi reloj, de hecho estaba retrasado por quince minutos.
23

—¡Mierda! ¿Nueve y quince? —pregunté a nadie.


Me apresuré por la puerta, no porque estuviera apurado por saber cómo se
Página

veía January después de todos esos meses o ver lo que pensaba de mí. No,
estaba emocionado de encontrarme con mis amigos. Sí, eso es. Llamé un taxi
pero cuando el conductor me interrogó hacia donde, no le pude decir. Había
olvidado preguntarle a Jason. Abrí mi teléfono y lo llamé.
—¡Oye!
—Jason, ¿dónde es esta fiesta?
—The Bowery.
¿En serio? ¿Ella hizo esto a propósito?
—The Bowery —indiqué al taxista.
The Bowery era especial para mí por muchas razones. Solía actuar allí todo
el tiempo con mi banda, The Ivories, y Callum y Harper se casaron allí. Era
nuestro lugar.
—Te veré allí —informé a Jason y colgué.
El taxi se estacionó en frente y pude oír el apagado bajo del ritmo del club
desde la calle. Mi estómago cayó un poco y mi corazón saltó en mi garganta.
Solo entra y relájate. Caminé hacia el portero.
—¿Nombre? —preguntó.
—Thomas Eriksson —comenté.
El hombre buscó en la lista.
—Lo siento, no estás aquí. —Sus ojos se encendieron—. De hecho, tu
nombre está bajo la lista de ―No permitir bajo ninguna circunstancia‖.
—¿Es un chiste? ¿Qué clase de lista es esa?
—Exclusivamente tuya, al parecer. Tu nombre es el único que está en ella.
—Sonrió con aire de suficiencia.
—Me estás jodiendo.
—No, señor.
—Llama a Jason Barret.
—Lo siento, pero dice aquí mismo…
—Sé lo que dice. Llama a Jason Barret.
—Me disculpo, señor, pero no podemos —dijo el gorila, acercándose,
disfrutando un poco demasiado de su posición de autoridad.
—Que se joda esto —dije, alcanzando mi teléfono. Lo abrí y llamé a Jason.
—¡Oye! —Apenas escuché a través de la música a todo volumen.
—¡Jason, ven a la puerta! —grité.
—¿Qué? —vociferó.
—¡Ven a la puerta!
Colgó y solo esperaba que me hubiera escuchado correctamente. Cinco
minutos después. Jason salió y le hizo señas al gorila para que me dejara entrar.
24

—¿Qué fue eso? —cuestionó.


Página

—January —comenté, hirviendo.


—Oh. —Jason rió—. Eso fue rico.
—¿Vas a dejarla salirse con la suya en esto? —interrogué, incrédulo.
—¡Claro que lo haré! Te jodió y ni siquiera tuvo que estar allí. Esa chica, lo
juro —declaró, negando.
Cuando finalmente eché un vistazo al salón de baile, no podía creer lo que
veían mis ojos. La música bombeaba estruendosamente, lo cual no era inusual,
pero lo que me quitó el aliento eran las franjas de telas ondulantes que colgaban
del techo sobre nuestras cabezas, dándole a todo el lugar una sensación etérea.
Me rehusé a darle crédito por ello. Probablemente fue idea de alguien más.
Jason me abandonó, distraído por un problema en el frente otra vez, dejándome
por mi cuenta.
Esa pequeña punk. Miré alrededor buscándola. Tenía unas cuantas
palabras que decirle. Quería estar curado de sus venenosas garras y joderme de
esa forma era una manera de hacerlo, gracias a su encantador trasero. Mis ojos
escanearon el sitio a mi alrededor. Casi esperé que estuviera en la pista de baile.
Me imaginé arrastrándola por el cabello hacia el borde. No, demasiado
neandertal. No estaba cerca de la barra ni en ningún lado de las multitudes de
chicas en la línea para el baño. Finalmente la vi en el escenario, inclinándose
sobre las mesas del DJ.
Pero verla tuvo el efecto opuesto que quería que tuviera sobre mí. De
hecho, toda la vejación que sentí anteriormente por ella se disipó en charcos a
mi alrededor. ¡Maldita sea! Ella es tan hermosa como la recordaba. Más, de
hecho. Estaba recostada sobre las mesas, el dobladillo de su corta falda
subiéndose ligeramente por sus muslos musculosos. Su largo cabello marrón
oscuro estaba suelto y caía en cascada sobre su hombro, escondiendo su rostro.
Odiaba lo mucho que me gustaba que lo hubiera usado de esa forma. Lo rizó en
ondas y pensé en cómo se sintieron esas hebras entre mis dedos.
Se enderezó y se rió de algo que el DJ había dicho, haciendo una lenta
filtración de celos en mi pecho. Mi aliento se cortó al verla. ¡Maldita sea! Se
volteó y de alguna forma me encontró en el borde de la pista de baile.
Entrecerró sus ojos, una mirada helada filtrándose a través de la gente
alrededor me golpeó como una bomba atómica y causó que mi mirada
emparejara la suya.
Caminó con propósito fuera del escenario izquierdo, haciendo una línea
recta hacia mí. La ira acalorada emanando de esta chica partió las olas de
personas bailando como el Mar Rojo. El camino despejado frente a ella me dio
una vista excelente de sus caderas meciéndose por las cuales, me siento triste y
patético de tener que admitirlo, me imaginé inmediatamente pellizcando entre
mi pulgar y mis dedos.
—Hola, señor Eriksson —dijo January, demasiado educada. Cualquier
extraño caminando cerca lo confundiría por la dulzura que parecía gotear, pero
sabía que era realmente ácido.
—Señorita MacLochlainn.
Se paró cómodamente frente a mí, sus manos gentilmente a sus costados,
25

una cadera ladeada.


—Veo que entraste.
Página

—Lo hice, gracias.


Sus ojos brevemente mostraron algo salvaje. Estaba tratando de ponerme
una trampa. No iba a caer en ella y eso obviamente la estaba enojando. Eso me
hizo sonreír.
Me miró extrañamente por un momento.
—Uh. Si tienes dientes. Perdí esa apuesta. —Se paró un poco más recta por
el insulto—. Escucha, si necesitas algo y quiero decir lo que sea, no dudes en
preguntar. Es para lo que estoy aquí —comentó sarcásticamente y empezó a
alejarse. No la dejes tener la última palabra, eso sería demasiado maduro.
—Oh, creo que ya tengo todo lo que posiblemente podría querer de ti —
mencioné apenas, pero fue lo suficiente para atrapar su atención.
Se detuvo, se enderezó, su cabello se movió de sus hombros a medida que
se volteó y vino pisoteando como un infante de cinco años. Traté de luchar
contra la sonrisa que se esparció por mi rostro pero no pude.
—Lo siento, ¿dijiste algo? —preguntó, a centímetros de mi rostro. Ignoré la
manera en la que mi pulso se aceleró por su cercanía.
—Me disculpo —declaré, inclinándome para acercarme más—. Hablaré
más claro entonces. No podrías darme nada que ya no me hayas dado. Eres una
anfitriona bastante generosa, parece.
Y la farsa finalmente se rompe.
—¡Qué descarado eres! ¿Sabías?
Caí en mis talones, envolviendo mis brazos frente a mí.
—¡Me devolviste el beso! —continuó—. ¡Estaba allí! ¡Sé cuando alguien me
devuelve el beso y tú lo hiciste, Thomas Eriksson!
Evité el contacto visual, mirando hacia mi derecha por un poco, y noté a
una camarera preparándose para pasar con una bandeja de bebidas.
—Discúlpeme, ¿señorita? —comenté, inclinándome alrededor de la estatua
que era January. La camarera me ofreció la bandeja y agarré una Heineken
fría—. Gracias.
El rostro y cuello de January estaba rojo brillante. En cualquier momento,
sospeché que vapor empezaría a salir de sus orejas.
Tomé un trago de cerveza antes de responder, todavía evitando el contacto
visual.
—No te devolví el beso.
Se inclinó hacia mí, a centímetros de tocarme, haciendo que mi presión
sanguínea subiera a niveles malsanos.
—Lo hiciste. Sentí que lo hiciste —susurró—. Créeme, no hay nada que
puedas hacer, decir o siquiera pretender que pudiera convencerme de lo
contrario.
—Di a ti misma lo que sea que necesites para hacerte creer eso, January, si
26

te hace sentir mejor. Justifica tu comportamiento lujurioso como sea que


Página

quieras.
Se tambaleó hacia atrás, golpeada duro por mis palabras insensibles. Cerré
mis ojos brevemente. Inmediatamente me arrepentí de herir a esta extraña. Me
sentí físicamente enfermo por la mentira. Realmente no me sentía así, de hecho.
Honestamente, esa chica simplemente sacó algo de mí que no podía controlar y
me asustaba como la mierda.
—Eres un idiota —susurró, sus ojos vidriosos. Se volteó y se alejó hacia el
escenario una vez más.
Me extendí para alcanzarla pero no lo suficiente. Cada segundo que se
alejaba me sentí demasiado avergonzado para disculparme con ella. Era un
cobarde. Lo sabía. Nunca es demasiado tarde para hacer lo correcto. Empecé a
caminar en su dirección pero noté que caminó directamente hacia Casey de The
Belle Jar y comenzó a sollozar en su hombro. ¡Mierda! ¡Sí soy un idiota!
Cuando Casey me vio venir, sentó a January en el borde del escenario con su
novia Sunny y vino hacia mí como si fuera un toro y yo estuviera ondeando una
bandera roja.
—¿Puedo hablar contigo, hombre? —preguntó Casey, furia construida en
sus ojos.
Lo guié a una mesa cercana.
—Escucha —inicié pero me interrumpió.
—No, escucha tú —comentó, encolerizado—. No me importa si ayudaste a
que mi banda llegara a donde está, y tampoco sé qué demonios está pasando
entre January y tú. Francamente, lo encuentro raro porque afirma que no te
conoce, pero de alguna forma puedes hacer llorar a alguien a quien no he visto
hacerlo en los tres años que hace que la conozco, y créeme, ha tenido bastantes
razones para hacerlo. Ahora, por qué, te pregunto, ¿está llorando a moco
tendido?
—No hay razón, realmente. Le debo una disculpa. Nosotros… chocamos
nuestras cabezas.
—¿Por qué? —cuestionó, sus ojos entrecerrados.
—Por ninguna razón. ¿No has conocido a alguien que no te agradara? —¿O
que realmente te gustara pero quisieras que no fuera así?
—Lo he hecho pero esa persona nunca ha sido January, para mí ni para
nadie más en lo que respecta. ¿Qué te pasa, Tom? January es literalmente la
mejor chica que he conocido en mi vida y he conocido muchas en este negocio.
—Respiró profundamente—. En serio, January MacLochlainn es una jodida
santa.
La culpa empezó a pesar duro en mi pecho entonces. Estaba desquitando
mi naturaleza enojada en una chica hermosa, inocente y asombrosa por ninguna
otra razón más que el hecho de no quererla ver hermosa, inocente o asombrosa.
Quería mi odio de vuelta. Me paré y apreté el hombro de Casey.
—Me disculparé con ella. Sinceramente lamento la mierda que acabo de
hacer.
—Bien —dijo, calmándose—. Dios, Tom, siempre supe que eras un poco
27

fan de ser un idiota, pero nunca te he visto hacer algo tan bajo.
—Lo sé, hombre. Estoy avergonzado. Me disculparé ahora mismo.
Página

Caminé en dirección a January. Me vio venir y se enderezó, sin querer que


viera que la había afectado. Sutilmente limpió las lágrimas debajo de sus ojos,
pero no ayudó, todavía estaban rojos, enviándome por otra espiral de
vergüenza. Podía hacer esto. El viejo Tom podría haber hecho esto con
asombrosa facilidad.
—January —comenté suavemente.
—¿Sí? —preguntó fríamente.
—¿Puedo hablar contigo fuera un momento?
—No.
—¿Por favor? —rogué patéticamente.
Suspiró profundamente.
—Supongo —mencionó, dejándome guiarla hacia afuera.
Cuando llegamos a la acera, la dirigí un poco más lejos del ruido del club,
deteniéndome justo bajo una luz de la calle. Ésta bañaba su cabeza como una
corona. Una santa, había dicho Casey.
—Lo siento —dije genuinamente—. No era verdad nada de la mierda que
dije.
—Está bien —dijo un poco más cálidamente que su tono previo, pero aún
rehusaba a hacer contacto visual conmigo.
—No, no lo está —expresé, levantando su barbilla suavemente para que sus
ojos hicieran contacto con los míos—. Tienes razón, soy un idiota. He sido uno
por más de un año y nunca me di cuenta lo malo que se había puesto hasta que
te conocí. Sacas este lado demente por alguna razón, y aunque aún estoy
tratando de descifrar lo que es exactamente, quiero que sepas que eran mentiras
cada una de las palabras que dije dentro.
Estuvo callada por un momento, reflexionando mi disculpa.
—¿Admites que me devolviste el beso? —preguntó, una pequeña sonrisa
tirando del lado de su boca.
Odiaba admitirlo, pero sabía que no podía mentir más. Lo sabría.
—Sí, January, te devolví el beso.
—Lo sabía —declaró, un brillo en sus ojos. Abruptamente se volteó y
caminó de vuelta al club, abandonándome en la recién descubierta luz dura de la
calle.
—Jugó conmigo —dije bajo mi aliento, negando hacia el suelo. Sonreí, la
sonrisa más amplia y comemierda—. Jugó conmigo.
Probablemente equivocado con la parte de inocente.
28
Página
3

Una semana más tarde y todavía tenía que eliminar espacio extra para ver
a January desde la fiesta, lo que estaba bien conmigo porque la pequeña chica
me había tocado como un violín. Mientras estaba haciendo las maletas para
Europa al día siguiente, escuché mi teléfono vibrar en la parte superior de mi
tocador. Recorrí el identificador de llamadas y vi que era Jason.
—Oye —dije, metiendo el teléfono entre mi barbilla y hombro y continué
haciendo las maletas.
—Necesito que vengas a la discográfica en este momento.
—Amigo, ¿me estás tomando el pelo? —pregunté, agarrando el teléfono de
nuevo—. No estoy preparado exactamente para este viaje.
—Solo ven hasta aquí —dijo brevemente antes de colgar.
Presioné finalizar y me apoyé en la cómoda de madera pesada, estudiando
el teléfono, no sabiendo por qué Jason me necesitaba, pero sintiendo sobre el
borde cómo de seco había sido.
Me puse mi sudadera y chaqueta, metí mis llaves en mi bolsillo y me dirigí
a la puerta. En la planta baja, paré un taxi, mordiendo mi labio todo el viaje
hasta allí. Jason estaba esperando en la calle, fumando un cigarrillo cuando me
detuve a su lado. Pagué la tarifa y salí.
—¿Qué pasa, hombre? —le pregunté.
—Nada, ¿qué pasa contigo? —dijo, tomando una última calada antes de
apagarlo con la punta de su zapato.
Casi le di un puñetazo.
—Jason, sonaste como si algo pasara. ¿Qué está pasando?
—Oh, nada. —Se rió—. Estoy a punto de salir por la noche, pero quería
escucharlos entregarte estas noticias a ti primero. Estaba en un apuro.
29

—Eres un idiota.
Página

—Gracias. Viniendo de ti, ese es un pequeño elogio.


—¿Qué está pasando? —pregunté.
—Oh, estás a punto de caer de culo, es todo. ¿Emocionado? Yo lo estoy —
dijo, palmeando sus manos y frotándolas rápidamente.
—Jesús, ¿qué siquiera significa eso, Jason? —pregunté mientras
caminábamos rápidamente al ascensor.
En el interior, Jason se apoyó en la barandilla después de pulsar el botón
de la planta decimoquinta.
—¿Te divertiste en la fiesta? —preguntó despreocupadamente.
Me uní a él en la barandilla en el otro lado del ascensor.
—En realidad no —contesté. Lo miré en el reflejo de las puertas—. ¿Por qué
lo preguntas?
—Oh, por ninguna razón.
Mierda. Definitivamente sabe algo.
Las puertas se abrieron en silencio y seguí a Jason pasando el escritorio de
la recepcionista, muy abandonado durante la noche, por el largo pasillo a las
habitaciones de los ejecutivos, pasando por las grandes placas de álbumes de
oro y platino en las paredes. Tuve una mano en la mitad de los éxitos de las
bandas que es probablemente la única razón por la que me aguantan, así como
me pagan algo decente. Un explorador bien pagado era algo inaudito en esta
industria. Y lo sabía. Estaba nervioso como el infierno de que estaban a punto
de dejarme ir, no es que Jason hubiera estado feliz por eso, sino que estaba solo
parcialmente nervioso.
Entramos a la oficina del presidente de Seven, Peter Weathervane, un
momento después. Su masiva oficina de esquina tenía una sensación moderna
fresca de mediados de siglo, por cortesía de la esposa número tres. Su última
esposa lo decoró en motivo de África después de que habían regresado de Safari.
Al parecer, sus esposas no podían dejar ningún rastro de la última, haciéndome
preguntar qué tenía reservado la número cuatro para él.
—Tom —dijo el hombre, sobresaltándome. Estaba escondido detrás de la
parte trasera de una silla de oficina, enfrentando la ciudad debajo de él. Se dio la
vuelta lentamente, una sonrisa sutil adornando su rostro—. Me alegro de que
Jason te trajera hasta aquí. Siéntate —dijo, señalando a las elegantes sillas de
cuero frente a su escritorio.
Ambos nos sentamos.
—Así que, ¿qué pasa señor Weathervane?
—Por favor, Tom, ¿cuántas veces tengo que decirte? Es Peter.
—Muy bien, Peter, ¿cómo has estado?
—Lo estoy haciendo bien —respondió, poniéndose de pie y caminando a su
bar—. ¿Quieren algo? —ofreció. Jason y yo negamos—. Te he llamado aquí
porque ha habido algunas novedades. Resulta que nuestro R&D Rep
(Representante de Relaciones y Desarrollo) ha decidido renunciar. Estoy
30

buscando un reemplazo.
Página

Me enderecé en mi silla un poco, deslizando las palmas de mis manos


sobre los muslos.
—De todos modos —continuó, volviendo a sentarse con un whisky puro, su
costumbre—. Estamos considerándote para el puesto.
No me emocioné demasiado. Había dicho ―considerando‖ y esa palabra
significa un infierno de mucho cuando Peter Weathervane la dice.
—Ya veo —contesté—. ¿Quién más está siendo considerado?
Sus ojos se iluminaron un poco.
—Siempre fuiste rápido, Tom. Jonah White.
Por supuesto que era Jonah White.
Jonah White había sido un simpático/antipático rival mío desde el primer
día. Él había estado haciendo este trabajo más tiempo y ha sido muy bueno en
eso, pero aprendí cómo hacerlo mejor. Él era querido por todas las personas de
la discográfica, sin embargo, y es por eso que estaba siendo considerado.
Además, conocía la industria un poco mejor. Él simplemente no poseía el oído
como yo, y era solo una cuestión de tiempo hasta que lo pasara, lo sabía. Él lo
sabía.
—Él es bueno —dije, sin ofrecer nada más.
—Lo sé —dijo Peter, incitándome.
—Yo soy mejor.
—Él parece no pensar así. —Se rió.
—Así que ¿cuál es el factor decisivo? —pregunté, moviéndome ligeramente.
—Europa —dijo sin rodeos.
—Ya veo. Estoy jugando si él lo está.
—Ya tengo luz verde de Jonah.
—Genial —dije.
—Ahora, vete de aquí. Apuesto a que ni siquiera has empacado.
Le ofrecí una sonrisa sincera y me paré. Le estreché la mano y Jason y yo
nos fuimos juntos a la puerta.
—Tres, dos, uno... —dijo Jason en voz baja. Lo miré con recelo.
—Ah, y una cosa más —añadió Peter, antes de encender un cigarro. Nos
detuvimos justo fuera de su puerta—. January MacLochlainn estará siguiéndote.
Sabía que mi boca debió haber colgado abierta por la mirada que Peter me
dio, pero él me había matado del susto. Jason silenciosamente cerró la puerta
detrás de nosotros. Me incliné rápidamente para abrir la puerta, para asegurarle
a Peter que ella no lo haría, pero Jason me detuvo.
—Ahora, ahora —dijo Jason—. No te apresures. ¿Realmente quieres
arruinar cualquier posibilidad de un puesto permanente en una ciudad
permanente?
Dudé un poco, pero me estiré hacia la puerta de nuevo.
—Basta, idiota —dijo, empujándome hacia el ascensor.
31

Subimos en silencio, una sonrisa ridícula pegada en el rostro de Jason.


Página

—¿Qué demonios es tan gracioso? —le pregunté, cabreado más allá de lo


imaginable.
—Nada. Como he dicho toda la noche, nada.
Di vueltas esa noche, sin poder dormir pensando en el hecho de que iba a
tener que compartir espacios reducidos con la descarada de Austin, soportando
su infernalmente hermoso rostro y su afilada lengua. ¿Por qué la vida tiene que
ser tan complicada últimamente? Ella iba a hacer imposible concentrarse. No
quería tener que entrenarla, tolerarla, y luchar por la posición que Peter estaba
pavoneando sobre mi cabeza, todo el tiempo corriendo a Jonah en los festivales,
en especial el ―Festival de Música del Molino de Viento‖ de Paris, sabía que
ambos lo consideraríamos de inmediato por nuevos talentos.
Después de unas miserables tres horas de sueño, me desperté aturdido y
muy irritable. Me duché, intenté dejar que el agua caliente se llevara mi terrible
estado de ánimo, pero no funcionó. Me vestí con mi atuendo habitual, tiré mi
bolsa de lona de gran tamaño por encima de mi hombro y me dirigí hacia el
tren. Me senté relajado en el tren, escuchando mi iPod y cambiando a través de
las canciones, pero me detuve cuando escuché una canción que nunca había
puesto en mi lista. Me incorporé un poco y escuché con atención.
Calendar Girl de Neil Sedaka sonó, haciéndome maldecir a mí mismo
cuando la línea ―January, you start the year off fine1…‖ sonó claramente a través
de mis oídos.
¡Maldita sea, Jason!
Tomé mi teléfono y empecé un texto.
¿REALMENTE, JASON? ¿CÓMO SIQUIERA ORQUESTASTE
ESTO? SOLO RECUERDA, LA VENGANZA ES UNA PERRA.
Cinco minutos más tarde, mi teléfono sonó con el simple mensaje.
JA JA JA JA JA
Tarado.
El aeropuerto estaba sorprendentemente lleno para las cuatro de la
mañana, pero no tuve ningún problema en absoluto para encontrar a January.
Ella era una cabeza más alta que cualquier mujer allí. También era más hermosa
que cualquier otra mujer allí. Me acerqué a ella lentamente antes de que notara
al imbécil igual de alto de pie a su lado. No es el tipo del correo, sin embargo.
Aun así, los celos me quemaron con creces, enojándome aún más.
—Lo haré. —La oí decir antes de abrazar al chico ferozmente alrededor del
cuello—. Te amo. Te llamaré cuando llegue allí.
El chico besó su mejilla antes de dejarla a través de las puertas corredizas.
¡Já! ¡Un beso en la mejilla! ¡Imbécil!
Fue entonces cuando ella me vio y controló sus ojos vidriosos. Permaneció
de pie, su espalda erguida, y me siguió con ojos fríos y duros.
—Tom —gruñó ella, la palabra contaminada de odio.
Me encogí involuntariamente.
32

—January —dije amablemente, tratando desesperadamente de no agitar


Página

las aguas.
Nos paramos en línea para recuperar nuestros billetes.

1 Enero, empiezas el año todo bien…


—¿Están juntos? —nos preguntó el asistente al final de la línea.
—No —dijo con convicción January mientras yo decía:
—Sí. —La miré con dureza. Esto iría mucho más fácil si se calmara.
—Solo acérquense hasta uno de los quioscos no tripulados —dijo el chico.
Lo hice y para mi absoluta sorpresa, January avanzó. Pasé mi licencia de
conducir a través de la máquina, respondí algunas preguntas estúpidas, y saqué
mi tarjeta de embarque. Revisé mi bolso y me puse a un lado para que January
hiciera lo mismo. Ella lo hizo, pero sin ningún tipo de palabra dirigida hacia mí.
Caminamos en silencio por seguridad y todo el camino hasta el avión, y
nos sentamos en lados opuestos de una zona de estar de nuestra puerta. La
observé mientras se mordía el labio, hojeaba una revista, y contestaba unos
textos. Sin ninguna duda a ese imbécil que vi afuera.
Mirar su entera boca me hizo volver a esa noche en Stubb, la sensación de
sus manos enredándose en mi cabello, el sabor de sus labios contra mi lengua.
Con cautela lamí mis labios, como si todavía pudiera saborearla. Me volvía loco
de muchas malditas maneras.
Había besado a muchas chicas en mi vida. Cientos probablemente. Era la
ventaja de estar en una banda. No fue hasta Kelly que me di cuenta que no
quería esa vida nunca más. A los veintidós años, reconocidamente había
envejecido, una vida de experiencias cumplidas por una sensorial sobrecargada
ciudad de Nueva York. Estaba buscando algo sustancial para entonces, hasta
que ella mató ese sueño al aceptar casarse con otra persona. Claro, la había
olvidado y aun así eso me sorprendió, pero me di cuenta de algo después de
Kelly, nadie valía la pena sentirse como una mierda por... no de esa forma,
nunca. Me resigné a la soledad mucho antes de que hubiera conocido a la gatita
jugueteando con los collares alrededor de su garganta. Maldita January
MacLochlainn y su rostro intrigante.
—Cargando zonas uno y dos. —Oí por el intercomunicador. Eso éramos
nosotros. Me puse de pie y ella hizo lo mismo, tomando una larga zancada por
cada una de las mías. Nos quedamos en silencio lado a lado pero su equipaje
era, obviamente, demasiado pesado para ella porque seguía luchando por tratar
de manejar el bolso, así como su cartera de gran tamaño. Dios, ¿qué tiene ella
ahí? Cada paso era un esfuerzo excesivo, así que tomé el equipaje de ella sin
preguntar. Se aferró a él mientras la línea se movía, pero me negué a dejar que
lo tuviera de vuelta. Nos quedamos allí, en silencio peleando por su ridículo
equipaje hasta que el chico detrás de nosotros se aclaró la garganta. Se lo saqué
de sus manos. Ella resopló y enderezó su ropa, alejando su cabello despeinado
de su rostro. Abordamos el avión sin una sola palabra. La gente probablemente
pensó que ambos estábamos locos.
Por desgracia, fuimos forzados a sentarnos en turista por la discográfica,
aunque llenos de dinero, al parecer no les gusta gastar. Fila ocho, asiento B, se
alzaba delante de mí como una silla del dentista.
33

—Puedes tener el asiento de la ventana —dije, señalando el asiento—.


Página

Tomaré el pasillo. —Trata de mantener la paz.


—No, prefiero sentarme en el pasillo, gracias.
Metí su equipaje de mano por encima de nosotros y luego respiré profundo
para serenarme.
—En serio, no me importa renunciar a la ventana.
—Y yo te dije, que no lo quiero —gruñó.
Mi sangre comenzaba a hervir ahora.
—January, estoy tratando de ser amable contigo.
—Me doy cuenta de eso y te dije gracias, pero no gracias.
—Bien —gruñí de vuelta. Me senté en el asiento de la ventana, abrí la
cortina de plástico y vi a los hombres por debajo cargar las maletas con el
máximo cuidado de lo que esperarías que aquellos hombres manejaran tus
bolsos. Sí.
Para el momento en que el avión despegó, yo estaba dormido.
34
Página
Tom se quedó dormido antes de que incluso dejáramos el pavimento, por
lo cual me alegré mucho, porque no quiero tener que explicarle mi problema
más inconveniente. Era alérgica a viajar. Bueno, no alérgica como solo
sumamente susceptible al mareo. No importaba en qué estaba viajando, ya sea
en avión, tren o auto. Tenía una predisposición genética de revolver todo en mi
estómago cada vez que pusiera un pie en cualquier forma de transporte. Es por
eso que discutí sobre mantener el asiento del pasillo, necesitaba tener un mejor
acceso a los lavabos.
Tan pronto como Tom fue a la deriva, me tragué las píldoras de mareo que
mi médico me recetó con mi botella de agua. Éstas solamente las tomaba
cuando iba a poder dormir por horas porque hacían dormir como el infierno.
Mientras esperaba a que las pastillas hicieran efecto, saqué la desbaratada
libreta que había traído de casa y me acomodé en mi asiento, pero no podía
concentrarme para modificar la casi cubierta. Me preocupaba que mi problema
de mareo se hiciera precisamente eso, un problema para Tom. Buscar
involucraba una cantidad astronómica de viajar, y aunque sabía que esto iba con
ello, no iba a dejar que mi pequeño problema me impidiera hacerlo. Era una
oportunidad de una vez en la vida y el trabajo estaba hecho para mí. No había
nada que amara más que la música. La música mantuvo mi corazón latiendo, mi
mente clara y mi alma profunda.
La somnolencia se hizo cargo y mi cabeza comenzó a sentirse pesada en mi
cuello. Antes de darme cuenta, mi libreta se había deslizado de mis dedos,
cayendo al suelo a mis pies.
35
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Recuerdo vagamente dormirme pero definitivamente recordé despertar.
Estaba mirando la parte superior de la cabeza de January, su largo cabello
castaño y sedoso establecido a través de mi pecho. Se había quedado
accidentalmente dormida en mí y sonreí ante eso. Voltearía su mierda si supiera
que había hecho eso. La estudié. Había reflejos rojos a lo largo y brillaban a la
luz del sol que entraba por la ventana. Cerré la ventana para detenerme de pasar
mis manos a través de él. Respiré profundamente para mantenerme bajo
control, pero solo magnificó el problema por el perfume que llevaba y mi cabeza
comenzó a nadar.
Traté de moverme, pero gimió. Me quedé atrapado. No me atreví a
molestarla porque disfruté este lado pacífico de la chica que no sabía nada pero
de alguna forma sentía que la conocía mejor que nadie. Necesitaba una
distracción. Poco a poco alcancé mi iPod en el bolsillo de la chaqueta y lo saqué.
Puse los audífonos en mis orejas y un viejo tablero de instrumentos se encendió.
Mientras Where There’s Gold sonaba, traté de no dejar que las letras me
recordaran los sueños que había perdido. Lo intenté, pero no pude. La amargura
comenzó a invadir mis pensamientos mientras el veneno y la amargura
infectaba todo. Pesar. Montones y montones de arrepentimiento.
Unos meses antes de que The Ivories se disolvieran, supe que todo había
terminado. Las cosas simplemente tomaron su distancia. Cherry comenzó a
perder prácticas para pasar el rato con Charlie, no es que ninguno de nosotros
había practicado, todos teníamos cosas que hacer que parecía más importante.
Nuestras canciones sufrían por ello y nuestro grupo lo reconoció, por lo que
simplemente dejaron de aparecer.
Empecé a obsesionarme con Kelly, inventando excusas para pasar el rato
con ella. Esto hacía a Carter increíblemente nervioso, con razón, y tuvo que
poner fin a nuestras pequeñas cenas, almuerzos privados y películas. Sabía que
no estaba bien tomar ventaja de la ingenuidad de Kelly. Sabía que estaba mal,
pero todavía sentía una cubierta adicional de fluencia amargada en mi corazón
porque Carter no quería que hiciera lo que quisiera. Añadí otra fina capa de
amargura en la parte superior de mis crecientes capas porque sentía como si
hubiera comenzado a sentir lo mismo por mí como lo hice por ella. Sabía que
podríamos haber tenido un mes más o menos, y hubiera sido mía.
Fue entonces cuando tomé el concierto de Austin. Pensé que me habría
ayudado a seguir adelante, a encontrar consuelo en una carrera que vale la pena
en la soledad, pero solo magnificó lo mucho que mi corazón se había endurecido
y antes de darme cuenta, me había vuelto como una piedra de hielo para no salir
lastimado.
Por eso January me molestaba tanto. Esa noche, ese abrazo, ese beso
36

increíble agrietó mi cuidadosamente guardado y endurecido corazón. Me


Página

recordó lo que no quiero recordar querer más. No quiero sentir la comodidad


del contacto de alguien o un beso. Solo quería estar solo, independientemente
de lo que costaría mi vida. Porque nada era tan costoso, en mi opinión, como un
corazón roto. Nada.
Me desperté con el débil sonido del iPod de Tom en mi oído. Maldita sea,
eso sí está sonando fuerte. ¿No sabe que va a perder su apóstrofe audición si
sigue escuchando eso? Suspiré por dentro. ¿Por qué te importa, January?
Sin embargo algo se sentía fuera de lugar. Fue entonces cuando me di
cuenta de que no estaba cantando en voz alta.... en absoluto. De hecho, solo lo
había oído hablar tan bien porque estaba prácticamente encima de su regazo. Mi
rostro y mi cuello estaban rojos, por supuesto, y en silencio di gracias a Dios de
que mi cabello estaba en mi rostro, ocultando mi reacción. Sonreí a la ligera.
Hmm, mientras estoy aquí... Lo tomaría. Su pecho era duro y ancho y tan
increíblemente cálido. Aspiré profundamente, asegurándome de mantener mi
respiración para que no me delatara, y olí su asombrosamente delicioso olor. Oh
mi Señor, estaba construido como un modelo de Abercrombie. Lo sentí por
debajo de las capas de ropa ridículas con las que se escondió. Quería levantar su
sudadera y pasar mis dedos por sus abdominales. Entonces me entró el pánico y
la adrenalina empezó a bombear a través de mis venas... porque era babieca. Lo
sé, lo sé, no es exactamente la admisión más propia de una dama, pero lo era, no
obstante. Presioné cuidadosamente mis labios para sentir el exceso de
humedad. Seco. Gracias a Dios.
Es hora, January. Necesitaba fingir despertar y actuar sorprendida de que
estuviera recostada sobre el pecho y que no lo disfrutaba. Si iba a llevarlo a cabo,
tenía la necesidad de canalizar en mi interior a Meryl Streep. Poco a poco me
moví. Bueno, lo estás haciendo bien. Ahora, levántate. Impresionante. Si
sobrevivía, debía conseguir un Oscar por esto. Pero cuando nuestros ojos se
encontraron, mi cuerpo tenía otros planes. Se puso de un rojo brillante, hasta mi
cuello y mi rostro de ridículo color. Dios, cómo odiaba no tener control sobre
esta parte.
—Buenos días, solecito —dijo con sarcasmo—. Tuviste una buena siesta,
¿verdad?
—Lo siento —dije tímidamente, apartando los ojos ligeramente. Me llamó
la atención un chico dos filas frente a mí. Confundió mi rubor por ser atrapado
mirándolo, lo que no estaba haciendo, obviamente. Me guiñó un ojo y rodé mis
ojos, haciéndome sonrojar más fuerte.
Me di cuenta que Tom me miraba detenidamente.
—¿Qué? —le pregunté con dureza.
—Oh, nada, de verdad.
—¿En serio? ¿Qué?
37

—No puedes evitarlo, ¿verdad?


Página

—¿Evitar qué? —le pregunté, encogiéndome.


—Eso —dijo, señalando sutilmente hacia el idiota dos filas arriba.
—¿Qué es exactamente lo que estás insinuando? —dije. ¿Qué había en este
hombre que sacaba la cínica en mí?
—No estoy insinuando nada, January. Simplemente estoy haciendo una
observación.
—Por favor, ilumíname, Tom. ¿Qué es exactamente lo que observaste?
—Que los hombres vuelan hacia ti como un insecto a un matamoscas.
—Encantador. Esa es una preciosa analogía. Sí, soy una devoradora de
hombres, Tom. Me has vinculado por completo y, has llegado a esta conclusión,
¿por un estúpido beso? ¿Todo porque cometí el error colosal de presionar mis
labios en los tuyos?
—¿Por qué sigues hablando de eso? Nunca he sacado eso.
—Sí, pero es seguro asumir que es adonde estás dirigiendo toda referencia
desde que el beso ha sido nuestra única interacción real con el otro.
—Olvidas la fiesta de Jar Belle.
—Así que volaste a mí como a un matamoscas esa noche, ¿verdad? Por lo
que recuerdo, me llamaste puta.
—¡No te llamé puta January! Te dije que lo que habías hecho fue cachondo.
—¡Já! ¡La misma cosa!
—No, no lo es, y pedí disculpas por eso ya. Te dije que no quería decir nada
de eso. —Exhaló con fuerza—. Además, tú no eras exactamente inocente.
¡Jugaste conmigo esa noche! ¡Me sacaste una confesión! ¡Dios! ¡Fui un tonto
por ello también! No tenía idea de que había caído en tus redes hasta que fue
demasiado tarde. —Se señaló y dijo—: Bicho. —Luego me señaló—. Matamoscas.
Le sonreí con suficiencia y crucé mis brazos, feliz de enterrarme en mi
asiento.
—No sé de qué estás hablando.
—Claro que no, femme. Claro que no lo haces.
—¿Perdón? —le pregunté—. Escucha, solo quiero aclarar esto ahora,
aunque no lo hago por eso porque no te debo ningún tipo de explicación, pero si
eso te hace dejar de ser un idiota supremo conmigo, voy a confesarlo. No soy el
tipo de chica que besa hombres extraños. Era una cosa de sola una vez y pasaste
a ser la víctima, que tan aparentemente estás insinuando. Solo he besado a dos
chicos toda mi vida y pasaste a ser el segundo. Lo siento. Lo siento y no va a
volver a ocurrir jamás. Lo juro por mi vida.
Tom entrecerró los ojos brevemente antes de fijar su expresión a una fría
indiferencia.
—Bien.
El resto del vuelo fue recibido con un silencio incómodo.
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¿Solo besó a dos tipos? Casi no podía creerlo. Era tan condenadamente
hermosa, no había manera de que pudiera ser posible. La observé. Se mordió un
lado de la uña del pulgar mientras discutía con ella misma internamente sobre
si su arrebato fue inteligente. Lo fue. Me puso en mi lugar y me lo merecía, no es
que me gustaría hacerle saber, ni que su confesión me hizo un poco más que
eso. Eso la hacía aún más intrigante, si era posible. Contrólate, Tom.
Cuando salimos del avión, January me dejó llevar su bolso en el hombro,
sin ni siquiera un vistazo. La seguí hacia el aeropuerto.
—¿Has estado en Irlanda antes? —le pregunté, intentando la paz una vez
más.
Me miró con cautela antes de decidirse a contestar.
—Los únicos lugares que he estado son Nueva Jersey, donde vive mi abuela
y Austin. Nos gustaba visitar la ciudad de Nueva York de vez en cuando al
crecer, pero eso es todo. ¿Qué hay de ti?
—He viajado por algunos —respondí vagamente.
Nos acercamos al mostrador y respondimos a sus preguntas.
—¿Adónde? —preguntó mientras salíamos a la parte principal del
aeropuerto y nos dirigimos hacia el carrusel de equipaje. Sostuve la puerta para
ella.
—Japón y toda Europa.
—Vaya, ¿cuándo fue eso? —preguntó, consciente como yo que este es el
momento de bandera blanca.
—Estaba en una banda antes de unirme a Seven.
—¿En serio? ¿Cuál? ¿He oído hablar de ustedes?
—Lo dudo. —Sonreí, mientras llegamos al vacío carrusel giratorio—. Nos
llamábamos The Ivories.
Su boca se abrió y parpadeó perezosamente.
—¿Qué? —le pregunté.
—No, no estabas.
—Está bien, no estaba.
—¡Cállate! No eras parte de los Ivories.
—Lo era. —Me reí.
39

Se aclaró la garganta y su rostro estaba de un rojo brillante. La tenía en ese


momento. Su rostro siempre la traicionaba. Traté de no hacer un baile por ese
Página

nuevo desarrollo.
—Ustedes eran, uh… —Tragó, con el rostro ardiendo aún más brillante.
Estampó suavemente su pie en frustración en el piso—. Increíbles —terminó—.
En serio —dijo, volviéndose hacia mí y mirándome a la cara—. De verdad me
encantó como el infierno su música. Quedé muy decepcionada cuando me
enteré de que se disolvió.
Me sorprendió esa declaración.
—¿Cómo supiste de nosotros? —le pregunté con incredulidad.
Una sonrisa apareció en la esquina de su boca antes de que mirara hacia
otro lado y luego al suelo.
—Era mi trabajo saber de buena música, Tom. Es por eso que estoy aquí...
contigo.
Me hizo sonreír, pero le di la espalda para que no pudiera ver.
El carrusel que giraba ahora estaba lleno de maletas, pero no había estado
prestando atención.
—Déjame saber cuál es la tuya —ordené suavemente.
—Muy bien —admitió fácilmente.
Mi bolso apareció a la vista y alcancé a agarrarlo, lo arrojé cerca de
nuestros pies.
—Esa es —dijo, señalando al otro de la lona, casi idéntica a la mía, pero en
un tono más pálido de verde.
—Genial —le dije.
Una sonrisa se extendió por su hermoso rostro y mi mano se deslizó
lentamente hacia mi pecho con una sensación crepitante estableciéndose
profundamente dentro de mí que comenzaba a estallar y a darme escalofríos,
otra capa de hielo se iba lejos.
January era como el maldito sol.
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Página
4

El sello tenía un auto esperando por nosotros, con un conductor cargando


con uno de esos avisos absurdos con nuestro nombre en él. Exageración. No
había nadie más alrededor, pero el hombre sostuvo el cartel arriba a medida que
nos acercamos a él, como si su trabajo dependiera de ello.
—¿Señor Eriksson? —preguntó un chico probablemente no mayor que
January vestido en un traje negro con acento irlandés más grueso que he
escuchado.
—Sí —respondí.
—¡Hola! —exclamó January airosamente, recordándome que, en
definitivamente era de Texas. Sacó su mano, sorprendiendo al chico—. ¡Qué
lindo conocerte! —agregó.
El rostro del chico cambió de sorprendido a excesivamente complacido
mientras observó su cuerpo. Estrechó su mano vigorosamente.
—Un placer, señorita. Venga, déjeme —dijo, soltando su mano y agarrando
su bolso.
Apenas si evité llevar mi mano a mi rostro por vergüenza. Como un
matamoscas para una mosca.
—Son tan amables aquí —dijo ella bajo su aliento a medida que el chico
nos guiaba hacia el auto.
—Claro, por eso es que está siendo tan amable —comenté, pero no notó el
sarcasmo.
El conductor abrió la puerta trasera de un Mercedes negro. No tuve el
corazón para decirle a January que esta era la última pieza de transporte
decente que iba a ver en nuestra aventura de reclutamiento. Se deslizó dentro y
colocó su mano en el respaldar del asiento frontal delante de ella, su agarre
nervioso. Me metí a su lado mientras el conductor colocó nuestras maletas en el
41

asiento trasero.
Página

—¿Estás bien? —pregunté.


—Sí —declaró, su rostro contorsionándose extrañamente a medida que
forzó una sonrisa. Terrible mentirosa. El chofer entró en el lado derecho del
auto sorprendiéndome por un momento.
—Uh, ¿aproximadamente cuánto hasta nuestro hotel? —interrogó al
conductor.
—Me han ordenado que los lleve al Dublín HQ. ¿Está bien, señorita?
—Uhm, seguro, por supuesto. ¿Cómo cuánto tiempo? —cuestionó.
Casi me reí mientras moví mi cuerpo ligeramente hacia el suyo y absorbí
su lenguaje corporal: incómodo.
—Normalmente como veinte minutos, señorita. Pero probablemente hay
tráfico en la M50 a esta hora del día. Supongo que llegaremos como en más de
media hora, señorita.
—Oh, está bien —manifestó, retorciendo sus manos—. ¿Pu-puedo
sentarme allá con usted entonces?
El chico me miró brevemente pero sus ojos se iluminaron cuando vieron la
mirada esperanzada de January.
—Todo suyo, señorita.
January me derribó cuando agarró su bolso y me dejó en el asiento trasero
por mi cuenta. Estoy avergonzado de decir que quedé boquiabierto. Estaba
asombrado por la pequeña descarada.
—Gracias —mencionó, acomodándose a su lado.
—No hay problema, señorita. —Le sonrió y ahogué la necesidad de
golpearlo.
January hurgó en su cartera mientras el chico salió del aeropuerto hacia la
M1. Sacó una bolsa de caramelos de jengibre y me ofreció uno.
La rechacé con una mano.
—No, gracias —dije, aun mirándola.
—Le gustaría uno… lo siento, nunca pregunté su nombre.
—Ailin, señorita.
—January —ofreció, sonriendo—. ¿Te gustaría un caramelo, Ailin?
—Gracias, señorita, me encantaría uno.
Me senté inmóvil cuando su mano se extendió y le entregó a Ailin un
caramelo de jengibre envuelto en papel. Mi mano prácticamente aplastó el iPod
que estaba sosteniendo cuando sus dedos se rozaron. Regresó su atención a la
vista a su alrededor pero Ailin estaba teniendo dificultades prestándole atención
al camino.
—¡Oye! —dije, sorprendiendo a Ailin para traerlo de vuelta al presente—.
¿Es esto todo lo que haces por Seven? —le pregunté. Sus ojos hicieron contacto
visual con los míos brevemente por el retrovisor, con una expresión
silenciosamente fría y dura, le dije que dejara a January porque, bueno, porque
quería que lo hiciera.
42

—No, señor —contestó—. Soy más o menos un recadero para ellos, en


realidad.
Página

—¡Yo también! —exclamó January, volteándose hacia Ailin.


—¿En serio? —preguntó emocionadamente antes de mirarme de nuevo,
tragando duro—. ¿En serio? —cuestionó de nuevo pero con menos entusiasmo.
—Sí —respondió January—. Al principio, solo traía café y ese tipo de cosas,
pero con el tiempo, me dieron unas pocas responsabilidades más y estuvieron
impresionados. Es por eso que me han dado la oportunidad de convertirme en
aprendiz de todo tipo con Tom aquí —expresó, echando un vistazo en mi
dirección.
Eso y que Jason pensó que sería un juego divertido arrojarnos juntos,
pensé.
—De todas formas, no te rindas —dijo, acariciando su mano libre, haciendo
que mi rostro se pusiera rojo. ¡Cálmate, Thomas!—. Valdrá la pena. —Sonrió
cálidamente.
—Gracias —comentó, deslizando su mano fuera. Ella frunció el ceño pero
no pensó más en ello. Los ojos de Ailin hicieron contacto visual con los míos y
asintió.

Conocimos a todas las personas necesarias en Seven, antes que Ailin nos
llevara a la posada en la cual el sello nos había hospedado. January se sentó en
el asiento delantero de nuevo, inadvertidamente enojándome.
—Deberíamos salir esta noche —mencionó January, sorprendiéndome.
—¿En serio? —pregunté.
—Sí —continuó, caminando alrededor del frente del auto para pararse
frente a mí mientras Ailin descargaba nuestro equipaje. Levantó la mirada a mi
rostro y ahí fue cuando lo vi. Inocencia. Iba a matarme, simplemente lo sabía—.
Ailin dijo que un par de sus amigos irán a Temple Bar esta noche si quisiéramos
unirnos.
—¿Lo hizo? —interrogué, mirando a Ailin mientras apresuradamente
metía nuestro bolsos sin siquiera darme un vistazo—. ¿Me incluyó en la
invitación? —pregunté, volteándome de nuevo hacia ella.
Frunció sus cejas como si mi pregunta fuera ridícula.
—Por supuesto que estás invitado, Tom. Creo que fue por ti en su mayoría,
de todas formas, y solo fui incluida. —Seguro. Zas. Zas.
—Sí, Temple Bar es divertido —admití—. Podemos ver algunas pocas
bandas también, si quieres.
—¡Oh, claro que sí! Qué buena idea.
Dejé que January me guiara a Anchor House, la posada en la cual el sello
nos había puesto. Era encantadora, como la mayoría de los lugares en Dublín, y
era solo una caminata corta hasta Temple Bar, lo cual podría funcionar muy
bien para nosotros. January estaba situada en la habitación directamente frente
a la mía y cada uno teníamos baño privado, lo cual era prácticamente increíble
en pequeñas posadas como estas, pero estaba agradecido porque quería que la
primera noche de January en el extranjero fuera cómoda. ¿Por qué te importa
43

siquiera?
Acordamos encontrarnos a las nueve en punto abajo y caminaríamos hacia
Página

Oliver St. John Gogarty porque Ailin quería que January visitara algún lugar
autentico en su primera noche. No estoy bromeando, esas fueron sus palabras
exactas. Parecía bastante confiado cuando estuvo dicho y hecho, pero cuando
―accidentalmente‖ intercepté su abrazo de despedida para January, pareció
entender mi mensaje claramente, no es como si eso detendría al bastardo
descarado. No importaba, me gustaba la competencia. Quiero decir, no la
competencia. En serio, es solo que, verás, no pienso que sea una buena idea para
ninguno de nosotros involucrarse con personas cuando supone que debemos
estar haciendo un trabajo.
A la seis, decidí que prefería ir a correr que comer porque habían pasado
más de veinticuatro horas desde mi última carrera y lo necesitaba mucho. Me
puse mi ropa típica, una pantalón para correr Adidas y una camiseta, y bajé.
Afuera, empecé a estirarme contra la barandilla.
La puerta se abrió, pero estaba demasiado concentrado en mis cosas para
prestar atención. Eso es, hasta que atrapé un soplo del perfume de January.
—Oye —dijo, viéndose confundida. Sus ojos recorrieron mi cuerpo de
arriba abajo. Por alguna razón, esto me puso auto consciente. Estoy asumiendo
que fue porque no me había visto en nada más que jeans holgados y sudaderas
pesadas pero no estoy seguro por qué me importó una mierda—. No sabía que
eras un corredor.
Observé su vestuario para trotar y pensé lo mismo.
—Yo tampoco. Quiero decir, tú, quise decir, no sabía que tú corrías. —
Suave. Muy suave.
—¿Te importa si te acompaño? —preguntó.
—Seguro —mencioné, pero corregí—, pero no hablo cuando corro. Es
cuando escucho mucha música nueva, de hecho.
—Yo también —comentó, mostrando su iPod. Esta chica era puras
sorpresas.
Sin decir otra palabra, empezamos nuestro trote. Como ya había estado en
Dublín antes, por varias semanas en realidad cuando viajé con The Ivories
(tuvimos una loca fanaticada aquí por alguna razón) y conocía las extrañas
calles empedradas, le hice señas a January para que me siguiera. Trotamos por
el río Liffey pasando el Temple Bar por aproximadamente tres kilómetros antes
de cruzar el puente sobre el río y trotar de vuelta por el Liffey hacia Anchor
House. Los edificios eran una bonita mezcla de arquitectura vieja y nueva.
Encajaba tan bien con Dublín. Una ciudad de viejas tradiciones preciadas pero
la gente tampoco tenía miedo del progreso. Dios, amaba Irlanda. El último
kilómetro o menos, reduje la velocidad un poco para calmar nuestras
frecuencias cardiacas. Estaba extremadamente impresionado que January pudo
mantenerse al tanto conmigo. Ciertamente explicaba la forma en la que estaban
sus piernas. Todavía tenía que verlas realmente, ya que estaba oscuro en The
Bowery, pero su larga y magra forma definitivamente no podían ser escondidas
por el jeans que había usado la noche que nos besamos. Las noté. Odiaba
haberlo hecho pero, de todas formas, lo hice.
La miré transitoriamente a lo largo de la carrera. La veía como una de las
44

mujeres más hermosas que había conocido jamás y eso incluía a Kelly, estaba
Página

poco dispuesto a admitirlo. No podía negarlo, no cuando cada hombre en un


radio de ocho kilómetros a la redonda podía sentirla viniendo y habría saltado
frente a un bus para hacer camino para ella. Dios, soy un desastre. Por ella, era
un lío baboso. Lo odiaba y amaba al mismo tiempo.
Medía aproximadamente un buen metro sesenta, posiblemente más alta.
Llegaba a mi barbilla, lo cual era prácticamente desconocido. Tenía el cabello
marrón oscuro ridículamente largo y ojos azules del color del Atlántico. Era
delgada, hermosa y aparentemente talentosa según Jason. Dijo que ella había
renunciado una beca completa para piano en Berkeley. Estaba empezando a
estar cautivado por ella y lo odiaba absolutamente. Tenía que luchar contra ello.
Tenía que hacerlo.
Cuando llegamos a Anchor House, ambos nos apoyamos contra la
barandilla de hierro forjado para recuperar nuestro aliento. Nos sentamos por
unos buenos cinco minutos antes de ser capaces de reconocernos el uno al otro.
—Eres un poco excelente —admití.
—Tú también, de hecho —declaró, envolviendo el cable de sus auriculares
alrededor de su iPod—. ¿Escuchaste algo bueno? —preguntó, señalando mi
propio iPod.
—Tal vez. Escuché parcialmente a un par de bandas que eran demasiado
buenas para querer la interferencia de un sello, creo. Había una —dije,
pensando, volteándome en su dirección—. Una banda en París. ¿Tienes ganas de
cruzar el canal? —cuestioné con una leve sonrisa.
—Uh, um, por supuesto —mencionó demasiado emocionada, hasta para
January.
—De acuerdo —expresé, escéptico.
—¿Cuál es su nombre? —interrogó, cambiando el tema.
—All The Pretty Girls —admití.
—Aburrida —respondió, riéndose.
—Sí, pero si todas las bandas con nombres originales terribles fueran
rechazadas, no tendríamos a The Beatles o a Led Zeppelin siquiera.
—Sí, Johnny and The Moondogs y los New Yardbirds probablemente
estarían tocando en patéticos salones de hoteles ahora mismo —expuso,
entonces resopló, asombrándome como la mierda.
—Tú, ¿cómo…?
—¿Cómo sabías tú? —Rodó sus ojos y trotó por los escalones hasta dentro
de Anchor House y hacia su habitación, dejándome con mi mandíbula al ras del
concreto.
Zas.

Después de dormir un poco después de mi carrera, desperté nervioso por


alguien golpeando mi puerta. Me volteé para estar sobre mi espalda, cansado
como el infierno por la diferencia horaria, y saqué mi teléfono. Ocho y media.
Demonios. Espera, no se suponía que me encontrara con January a las nueve.
45

Me arrastré fuera de la cama y abrí la puerta.


January estaba de pie frente a mí, absolutamente asombrosa y en uno de
Página

los conjuntos más sexy que había visto nunca. ¿La sorpresa? Estaba
prácticamente cubierta de pies a cabeza, quien se lo habría imaginado.
—¿Está bien esto? —preguntó, frenética.
—¿Qué? —cuestioné, aturdido por solo su presencia.
—¿Está bien esto? ¿Para esta noche? Ya no tengo idea de qué es apropiado.
La gente en la ciudad no se viste como lo hacemos en Austin, Tom. —Me gustó el
hecho que me asociara con Austin a pesar que había vivido en Nueva York toda
mi vida—. Así que, supuse que era lo mismo para Dublín. —Frunció el ceño—.
¿Me ayudas?
—Esto está bien —dije, sin decir exactamente la verdad. La cual era que,
me hacía querer repensar el querer estar solo. Si fuera mi chica, Temple Bar
podría joderse y solo me quedaría aquí, en esta habitación con ella,
memorizando su rostro con mis dedos y boca.
—¿Estás seguro? —interrogó.
—Sí, lo estoy. —Di un paso hacia adentro y ella me siguió, cerrando la
puerta detrás de sí.
—¿Por qué no estás listo?
—¿Honestamente? Me despertaste. Si no hubieras venido, probablemente
habría perdido mi reunión contigo allá abajo.
—Lo siento. ¿No quieres ir? —preguntó—. No me importa ir sola.
Ni que me pagaras un millón de dólares, pensé, hundiendo otro clavo en
mi ataúd.
—No, estoy bien ahora. Quiero salir y escuchar a unas pocas bandas.
—Muy bien, te veré abajo entonces.
Cerré la puerta tras ella, me bañé y vestí para el Temple Bar rápidamente.
Me senté frente al pequeño espejo encima de mi lavabo y me pregunté qué
demonios estaba haciendo. No tenía ninguna intención de buscar bandas esa
noche. Solo quería contemplar a January. Oh, sí, y asegurarme que Ailin ni
nadie más en lo que a eso respecta, no lo hiciera. Me miré largamente en el
espejo. Tenía veintidós y parecía de treinta, pero eso no era porque me viera
físicamente como de treinta. Era debido a que usaba la amargura en mi rostro
como una capa. Brevemente pensé si January podría ayudarme a quitarme esa
capa pero lo saqué de mi mente encogiéndome de hombros. Necesitaba recordar
que era más probable que January me hiciera daño como nunca y entonces
sería un idiota aún más grande de lo que ya era y, para ser honesto, estaba
cansado de ser un idiota. Agotaba.
Bajé por las escaleras al vestíbulo. La amigable recepcionista apuntó hacia
afuera. Abrí la puerta y encontré a January sentada en el pórtico, así que me le
uní.
—¿Lista? —pregunté.
—Sí. —Se puso de pie y limpió el sucio de sus ajustados jeans negros.
Cuidadosamente se balanceó mientras bajaba los escalones en sus ridículos
tacones negros.
46

—Te romperás un tobillo. —Observé antes de agarrar su mano. Un espeso


calor almibarado se esparció a través de mi mano y se arrastró hasta mi pecho,
Página

haciendo que otra capa de hielo se quebrara y escupiera de ira.


Cuando llegamos a la acera, la solté como si mi mano fuera una estufa
caliente. Caminamos en silencio hacia Gogarty’s, mi mano repetidamente
queriendo guiarla por su espalda baja alrededor de los baches. Tuve que tirar de
mi brazo cada vez que se extendía.
Gogarty´s estaba lleno incluso para un viernes de lo que podía recordar,
todos turistas, pero la increíble música tradicional fue suficiente para disputar
incluso a algunos lugareños. La puerta se abrió y nos golpeó la fragancia de la
clásica cocina irlandesa, en otras palabras, un montón de carne, papas, y
levadura de cerveza, pero la música, la música que llenaba el pub era
verdaderamente tangible. Sonó en el aire y se apoderó de cada oído expectante,
girando hacia la azotea y dirigiéndose hacia abajo. Era hermoso, increíblemente
hermoso.
Ailin nos vio desde el otro lado de la barra y nos hizo señas. Nos dirigimos
hacia él y nos hizo un gesto hacia dos asientos vacíos a su lado. January se sentó
justo al lado de él y yo junto a ella, pero volví a levantarme enseguida.
—¿Qué quieres tomar? —le pregunté.
—Uh —dijo, mirando a su alrededor, sin saber.
Mis cejas se estrecharon.
—¿Bebes, January?
—En realidad no. —Se encogió de hombros tímidamente. —Solo tráeme lo
que sea que vayas a beber.
Me reí.
—No creo que quieras lo que voy a tomar, cariño.
—Condescendencia. Lindo toque.
—Está bien —le dije, levantando las manos en señal de rendición—. Te
traeré una pinta de Guinness.
—Bueno —dijo con aire de suficiencia, haciéndome sonreír como un idiota.
Me incliné en su oreja.
—Hagas lo que hagas, January, no tomes una maldita cosa de estos
payasos. ¿Me escuchas? En realidad no los conocemos. —Ella rodó los ojos, pero
asintió. Me enderecé de nuevo e hice una seña a los demás—. ¿Pinta,
muchachos? —Ellos negaron, sus vasos medio llenos. No medio vacíos.
Veintidós años de ser el relajado Tom no podían ser borrados tan rápidamente
después de todo.
Me acerqué a la barra y pedí dos pintas de Guinness en lugar de mi
habitual Scotch Ale de McEwan. Ella habría estado borracha solo por el olor si lo
hubiera pedido. Recogí las pintas y me dirigí de nuevo a January, colocando la
cerveza negra en frente de su rostro y esperé su reacción. Sonrió ampliamente y
recogió la pinta. Vaciló, mirándome antes de llevarla a sus labios.
—Bebe, pequeña niña
—Lo hago —dijo ella, frunciendo las cejas—. Deja de darme órdenes.
47

Suspiré profundamente.
Página

Tomó un largo y profundo trago de la cerveza negra, y su rostro se


contorsionó en ángulos imposibles, haciéndome reír hasta hartarme.
—¿Qué piensas? —le pregunté.
—Me… me gusta —respondió ella, con el rostro todavía ligeramente
anudado.
—Me doy cuenta.
Me dio una mirada sucia y di marcha atrás, decidiendo finalmente
concentrarme en la banda tocando esa noche.
Estaban terminando una melodía animada cuando cambiaron un poco las
cosas y comenzaron un lamento profundo y oscuro. January se sentó erguida en
la silla y me agarró del brazo.
—Molly Bán— me susurró, sin apartar la mano de mi bíceps.
Molly Bán es una canción de los destinos tristes, una especie de
advertencia, destinada a todos los jóvenes.
Vamos todos jóvenes amigos
Que manejan un arma
Cuidado con los paseos nocturnos
Por la puesta del sol
Y cuidado de un accidente
Que ocurrió en los últimos tiempos
A la joven Molly Bán
Triste fue su destino.

Iba a casa de su tío


Cuando una lluvia llegó
Fue debajo de un arbusto verde
Para la lluvia evitar
Con su delantal blanco envuelto a su alrededor.
Él la tomó por un cisne
Pero con un silencio y un suspiro
Estaba su propia Molly Bán

Rápidamente corrió hacia ella


Y descubrió que estaba muerta
Y allí en su seno
Muchas lágrimas saladas derramó
Corrió a casa de su padre
Con el arma en la mano
48

Diciendo ―Padre, querido padre


Página

He disparado a Molly Bán‖

Con su delantal blanco envuelto a su alrededor.


Él la tomó por un cisne
Pero con un silencio y un suspiro
Estaba su propia Molly Bán

Él vagaba cerca del lugar


Donde su verdadero amor fue asesinado
Lloró lágrimas amargas
Pero sus gritos fueron en vano.
Mientras miraba hacia el lago
Un cisne se deslizó cerca
El sol se hundió lentamente
En el gris del cielo.

—¿Cómo lo sabías? —le susurré a la oreja. Su cuerpo se estremeció. ¿Hice


eso?
Tragó saliva antes de responder.
—Mi, uh, mi Maimeó solía cantárnosla cuando éramos pequeños. —Una
pequeña lágrima amenazó con caer de su ojo vidrioso poniéndome inquieto.
—¿Qué es un Maw-mo? —le pregunté, curioso como el infierno.
—Maimeó es como llamamos a mi abuela. Ella nació y fue criada irlandesa.
Llegó a los Estados Unidos, a Jersey, en los años sesenta embarazada de mi
padre.
—Eso explica el nombre MacLochlainn —le dije, una leve sonrisa tirando
de mis labios.
—Sí, los estadounidenses asumen que soy escocesa debido a todo el asunto
del ―Mac‖, pero soy cien por cien irlandesa. La familia de mi madre es irlandesa
también, pero llegaron a los Estados Unidos durante la hambruna de la patata.
—Fue entonces cuando me di cuenta que esto debe ser como volver a casa para
January.
—También explica los reflejos rojos. —Solté sin darme cuenta. Casi golpeo
mi mano sobre mi boca.
Su boca comenzó a formar una pregunta, pero de la nada un hombre me
levantó de mi asiento, salvándome... posiblemente.
—¡Ah, eres tú! —exclamó en voz alta para que todo el bar escuchara. Él me
dio una palmada en la espalda que hizo que me atragantara—. ¡Correcto!
¡Vamos a emborracharnos, bastardo! —gritó haciendo a todo el mundo animar.
—Lo siento —le dije, mientras me empujaba hacia la barra—. ¿Te conozco?
49

El tipo tenía unos diez segundos antes de que perdiera la calma.


Página

—¡Lo siento, amigo! ¡Conozco tu banda! ¡The Ivories! Ah, claro, verás,
conozco tu música. Estaba aquí, y luego ya no lo estabas, ¿han pasado dos años?
—Lo estaba. No puedo creer que me reconozcas.
—Sí, realmente no me gustaban mucho. —Qué reconfortante, pensé
mientras el irlandés alto y pelirrojo me miró como un pedazo de carne. Él sonrió
después de un momento, lo que me puso nervioso. Mi mano formó un puño
preparándose—. ¡Era mi dama! ¡Ah! ¡Estaba obsesionada contigo! —Me tensé
nerviosamente—. ¡Qué te pasa! ¡Relájate, hombre! ¿Qué estás bebiendo?
El tipo estaba por todo el lugar.
—¡Qué demonios! —le dije—. Voy a tomar un whisky McEwan.
—¿Lo escucharon, muchachos? ¡El yanqui bebe whisky escocés! ¡Por aquí,
esas son palabras de guerra! —dijo, apretando fuertemente mi hombro. Me
tensé de nuevo—. ¡Solo estoy bromeando muchacho! —Se rió con ganas y me
golpeó una vez más en la espalda.
Me tomé el whisky de un solo trago, haciendo una mueca cuando ardió su
camino por mi garganta.
—¿Otro? —preguntó.
—No, gracias. Todavía tengo una pinta en la mesa.
—Esa de ahí no es tu mesa, ¿verdad?
—Uh, sí, lo es.
—¡No, no es, compañero! ¡Estás bebiendo con nosotros esta noche!
Miré por encima de mi hombro a January que había arqueado la espalda y
se inclinó hacia nosotros, tratando de escuchar. Cuando la descubrí haciéndolo,
se enderezó, apoyando la barbilla en la mano sobre la mesa y fingió estar
interesada en la conversación del imbécil de Ailin.
—¿Ella está contigo? —preguntó el hombre cuándo vio a January.
—Uh, sí, es January, pero estamos aquí con los chicos —le dije, aunque no
sé por qué siquiera se lo mencioné. Este chico parecía infinitamente más
interesante que el idiota de Ailin.
—Ellos pueden unirse. Shane —dijo el tipo, ofreciendo su mano.
—Tom —le respondí rápidamente agitando su mano con suficiente fuerza
para hacerle saber que no era el tipo de tomar una mierda. Esto lo hizo sonreír.
Incliné mi cabeza hacia la mesa de Shane, haciendo un gesto a January
para seguirme y se puso de pie. Ailin la agarró de la muñeca y por una fracción
de segundo casi me incliné hacia atrás y golpeé al chico en la mandíbula. Ella
jugó con todo su encanto sureño que no sabía que poseía, recogió nuestras
pintas y me siguió, haciéndome sentir presumido y un poco estúpido, todo al
mismo tiempo.
—Ailin está enojado —bromea con una sonrisa de complicidad.
—¿Lo está? —le pregunté.
—¿Quién es este tipo? —pregunta, señalando a Shane.
50

—Aparentemente es un no fan de The Ivories —respondí vagamente,


haciendo que sus cejas se juntaran.
Página

Cuando llegamos a la mesa, Shane nos presentó a sus amigos.


—Tom, January —dijo, sonriéndole a modo de introducción a lo que ella
sonrió de vuelta—. Estos son Cillian, Douglas, Niam, Rowan, y —dijo
sonriente—, mi lass2, Siobhan. —Juntos, estos hombres eran cinco de los
hombres más formidables que jamás había encontrado en toda mi vida.
—Un placer —dijo January, inmediatamente sentada junto a Siobhan, una
amiga instantánea, al parecer.
Asentí de acuerdo. Me senté al lado de January y llegué a conocer a estos
extraños mejor de lo que habría pensado alguna vez.
—Por lo tanto, eres irlandesa entonces —le preguntó Shane a January
después de una hora de beber. Todos estábamos animados y amigables para este
momento, pero en su mayoría yo observaba a... January.
—Sí, señor —dijo January, arrastrando las palabras a través de un leve
zumbido. Le iba a cortar las bebidas.
—¿De qué parte, señorita? —preguntó Douglas.
—Por Killarney.
—¡No inventes! —dijo Cillian, golpeando su pesada mano sobre la mesa,
haciendo a January saltar y luego reír—. ¡Esa es la ciudad de mi niñez! ¿Cuál
dijiste que era tu apellido?
—No lo dije, pero es MacLochlainn.
—¡Jesús, María y José! ¡Conozco a tu tío Donovan!
—¡Que pequeño es el mundo! —exclamó January, con los ojos brillantes, y
se inclinó en dirección a Cillian.
—Por los cielos, sabía que me resultabas familiar. Tienes los ojos de tu
familia, lass.
—Gracias —dijo.
—No lo dije como un cumplido —bromeó, pero ella le dio una palmada en
el hombro, en retribución, haciéndolo reír.
—Mi cabeza está recordando —dijo Cillian, mirando a January—. La
sobrina de Donovan MacLochlainn en mi mera presencia. Por Dios, no he oído
nada más que hablar salvo de tu talento de aquí al día del juicio durante años.
La ciudad está enferma de ello, pero él sigue una y otra vez. —Se enderezó y
miró a su alrededor. January me agarró del brazo, haciéndome desear poder
pegar su mano allí, pero estaba demasiado distraído para preocuparme del por
qué parecía nerviosa—. ¡James! —gritó Cillian al otro lado de la habitación—.
¡James! ¿Tienes tu teclado esta noche? —preguntó a uno de los miembros de la
banda cerca de la barra.
—¡Aye3! —contestó James.
—¡Tengo un regalo para ti, James! ¡Una yanqui! Una maldita yanqui que
puede tocar como un ángel al parecer.
Cillian agarró el brazo de January y la arrastró, la mirada de sorpresa en su
rostro hizo a mi corazón acelerarse. Me levanté y agarré su otro brazo.
51

—Vamos, cariño, ninguno de nosotros muerde —dijo, sonriendo.


Página

2 Lass: en español significa muchacha, chica.


3 Aye: en español, sí.
—Pero… no he preparado nada. ¡No he tocado las canciones de Maimeó en
años!
—Es como andar en bicicleta, lass. Además, eres irlandesa. ¡Está en tu
sangre!
Estaba justo a un paso al lado de January.
—¿Quieres irte? —le pregunté, preocupado.
Suspiró, pero sonrió.
—Lo peor que puede pasar es que se me olvide y me abucheen, ¿verdad?
No es tan malo —dijo, retorciéndose las manos.
—Vamos —le dije, tomando su mano cálida.
—No, no. Creo que puedo hacer esto. Ellos no lo llaman coraje líquido por
nada, ¿verdad?
Sonreí.
January tomó el teclado y comenzó a tocar suavemente antes de guiñar en
mi dirección.
—Un irlandés entra en un bar —comenzó y el bar se quedó en silencio—. El
cantinero le pregunta ―¿Qué quieres tomar?‖ —Su acento irlandés era perfecto—
. El hombre dice ―Dame tres pintas de Guinness, por favor‖. El camarero le trae
tres pintas y el hombre procede a tomar alternativamente de una, luego de otra,
luego de la tercera, hasta que se acaban. Luego ordena tres más.
»El camarero le dice ―Señor, no hay necesidad de pedir tantas a la vez. Voy
a mantener un ojo en ello y cuando se termine, voy a traerte una nueva‖. El
hombre responde ―Usted no lo entiende. Tengo dos hermanos, uno en Australia
y otro en los Estados Unidos. Hicimos un voto entre nosotros, que cada sábado
por la noche todavía beberíamos juntos. Así que ahora mismo, mis hermanos
tienen tres pintas de Guinness también, y estamos bebiendo juntos‖.
»El camarero pensó que era una tradición maravillosa y cada semana el
hombre entró y ordenó tres cervezas. —La voz y notas del teclado de January se
hicieron más solemnes y dramático—. Pero una semana, solo dos ordenó. —La
multitud dijo ooh y ahh—. Lentamente las bebió —continuó ella
sombríamente—, y luego ordenó dos más. El camarero lo miró con tristeza.
―Señor, conozco su tradición, y, ah, solo me gustaría decir que lo siento por su
pérdida‖.
»El hombre lo miró con extrañeza antes de finalmente entender ―Oh, mis
hermanos están bien, yo simplemente acabo de dejar de beber‖.
El pub estalló en risas mientras January tocó rápidamente a través de sus
gritos y alaridos, y cuando se calmaron, se detuvo solo para comenzar de
inmediato una versión de infarto de Cooley´s Reel. El pub se mantuvo
golpeando la madera de la encimera de la barra con los puños y el baterista se
unió en el bodhrán4.
52

La observé. Dios, cómo la observé. Estaba en su elemento, totalmente


inmersa en su interpretación y por la expresión de su rostro, probablemente no
Página

4 Bodhrán: es un tambor de marco (frame drum) irlandés. El diámetro del marco va


desde los 25 a los 69 centímetros, mientras que la profundidad es de entre 9 y 20 centímetros.
tiene ninguna idea siquiera que la gente incluso la escuchaba. Conocía esa
sensación. Me deleité en esa sensación cuando estaba con The Ivories. Ella era
increíble, impresionante de hecho, y fue entonces cuando la realización me
golpeó como una bomba de dos toneladas. Estaba en el más profundo de los
problemas.
53
Página
5

Cuando terminó Cooley’s Reel, me desperté del estupor inducido por el


piano debido a los gritos y los aplausos. Estaba abstraída en ese momento, ni
siquiera sabía por qué la gente estaba tan contenta. Busqué a Thomas entre la
multitud para ver qué pensó de mi performance pero primero me encontré con
la cara de Ailin. Me levantó los pulgares, así que también le sonreí. Seguí
buscando, pero caí en el rostro de la persona equivocada otra vez, el de Cillian.
—¡Por Dios, muchacha! ¡Eres todo lo que tu tío decía que eras y más!
¡Nunca lo volveré a joder! —Me besó en la cabeza, asombrado y ebrio antes de
darse la vuelta para hablarle a James, quien tocaba la flauta traversa.
Busqué entre la multitud otra vez, casi frenética esta vez; sin ninguna
razón que pudiera pensar más que quería ver el rostro de Tom. Sonreí y estreché
manos educadamente, mirando entre la multitud hasta que encontré su rostro
en el fondo, de pie en las mesas en las que nos habíamos sentado antes con los
amigos de Shane.
Me sonrío dulcemente, haciendo que mi corazón palpitara en mi pecho,
que mi sangre hirviera. Nadie ni nada me había hecho sentir nunca de la
manera en que me hacía sentir él cuando me miraba a la cara. Sentí la calidez de
su mirada desde la punta de mis cabellos hasta la punta de los dedos de los pies.
Sonreí de costado mientras levantaba los hombros despacio, encogiéndome. Su
sonrisa creció y negó mirándome. Arrugué la nariz y mi sonrisa comenzó a
parecerse a la suya: de oreja a oreja. Hizo un gesto hacia la puerta y nos
movimos al unísono hasta que nos encontramos en la entrada. Empujé las
puertas primero y salí al aire de la tardía noche.
Afuera, me quedé de pie debajo de una lámpara, que hacía acordar al
escenario de Nueva York, aquel donde pensó que había jugado con él, cuando en
realidad no había sido así. Había estado tan sorprendida como él por su
confesión. Preferí dejarlo creer que no lo estaba. En retrospectiva, sabiendo lo
54

cínico que era, no debería haberlo hecho. Era tan nueva en esto de coquetear y
tan obviamente mala que el confundió mi picardía con crueldad. Estaba
Página

demasiado avergonzada para corregir el malentendido.


Tom se me acercó lentamente y me encontró bajo la luz en la vereda de
piedra. Se inclinó sobre mí tan cerca que tuve que estirar el cuello para verle la
cara. Su expresión era de confusión mientras estudiaba la mía.
—¿Qué tienes? —me preguntó.
Tragué saliva.
—¿Qué quieres decir? —susurré, cerrando los ojos y tragando otra vez, me
costaba respirar.
Levantó la mano y pasó el dorso de sus dedos a través de mi mandíbula tan
ligeramente que apenas los sentí, pero me hizo sentir, a la vez, mareada.
—¿Cómo puedes ser tan extraordinaria, January MacLochlainn? —Se
acercó más, una mirada de pura frustración e ira iluminó sus ojos y apretó los
labios—. ¿Y por qué no pude haberte conocido antes de darme cuenta de que no
quería a nadie... nunca?
—¿Qué? —pregunté, asombrada.
—Vamos —dijo, empujándome para que caminara, pero me solté.
—¡Detente!
—Tengo que llevarte de nuevo al hotel —dijo, sin ningún sentimiento en
absoluto.
—No, para. Solo detente un segundo —dije, tenía ganas de llorar, pero no
estaba segura de por qué, No tenía ninguna razón real para hacerlo. Puse mi
mano sobre mi pecho que latía—. ¿Qué quisiste decir con todo eso?
—Nada —dijo, mirándome fríamente.
—Nada —dije, buscando en su rostro algo más—. Nada ―repetí.
—Nada —reiteró.
Oh Dios, ¿qué es este dolor en mi pecho?
—Vamos —le dije, saliendo disparada delante de él.
—¡January! —Escuchamos bien fuerte, ambos giramos nuestra atención
hacia Gogarty’s, Cillian—. ¿A dónde estás yendo, lass?
—Mañana tenemos que levantarnos temprano —dijo Tom, respondiendo
por mí, lo que me enfureció más allá de lo posible, pero tenía una especie de
extraña indigestión y mi pecho dolía así que le dejé ganar esa.
Cillian tropezó por las escaleras hasta nosotros y me agarró en un fuerte
abrazo.
—Fue muy bueno conocerte, January —me dijo al oído, haciendo que las
lágrimas que había estado conteniendo cayeran. He sido así desde que era chica.
Cada vez que luchaba por no llorar, al segundo que alguien me tocaba, hacía que
se rompiera la emoción.
—Fue un placer, Cillian —le dije sinceramente. También lo abracé para
ganar algo de tiempo y, finalmente, si Dios quiere, un poco de compostura.
Irónicamente, el mismo toque que hacía que se rompiera la emoción,
generalmente, era el mismo que me hacía contenerlo. Una dicotomía extraña, lo
55

sé.
Cillian me apartó de él justo cuando gané el control, pero alejé la mirada
Página

para ocultar la crudeza en ella.


—Cuando estés en la ciudad de nuevo, lass, me buscarás, ¿verdad?
—Zas. —Oí a Tom curiosamente murmurar en voz baja, pero no lo
reconoció.
—Claro que sí, Cillian.
—Simplemente pregúntales a cualquiera de los tipos en este bar, ellos te
apuntaran mi dirección.
—Gracias, Cillian —le dije, abrazándolo rápidamente antes de alejarme y
de decir adiós tan alegremente como pude. Cillian nos observó alejamos por un
momento antes de volver a Gogarty.
Tom y yo caminamos en silencio toda la distancia hasta Anchor House y
era más que demasiado fuerte. Cuando apareció a la vista, prácticamente corrí
por el camino y subí los escalones hacia la puerta, pero, distraída por el dolor en
mi pecho, me caí y me raspé las manos en el cuarto escalón, completamente
humillante. Las lágrimas que habían llegado a controlar gracias a Cillian ahora
se derramaron por la vergüenza, el dolor en mi pecho me atravesaba por diez.
Sentí a Tom contener el aliento antes de que se moviera para tocarme.
—No me toques —gemí como un niño de diez años de edad—. Por favor —
añadí, aclarándome la garganta—. Estoy bien.
Me levanté y subí con cuidado los escalones con la frente lo más alta que
podía, estirando la espalda hasta el punto que era casi doloroso. Sentía la
presencia de Tom detrás de mí todo el tiempo, pero que solo servía para
magnificar el dolor en mi pecho de manera exponencial. Sin siquiera echar un
vistazo en dirección a él, metí la llave en la puerta con un apretado ―Buenas
noches, Tom‖ y entré. La cama me hizo una seña y me encontré respondiendo
con un sollozo suave en sus almohadas.

Me desperté sintiendo golpes en la cabeza. No, no eran golpes en mi


cabeza, me di cuenta, sino en la puerta. Me levanté, sin molestarme por mi
cabello, aunque sabía que era un glorioso desastre. Abrí la puerta.
—¿Venganza? —le pregunté a un Tom estoico.
—No realmente. He alquilado un auto para nuestro viaje a Londres hoy. El
ferri sale a las nueve menos cuarto. Nos vemos abajo en quince minutos. —Y con
eso, se dio la vuelta y bajó las escaleras.
Saludé a su espalda.
—Buenos días, January. Me alegro de verte. ¿Dormiste bien? —Cerré la
puerta—. Imbécil.
Quince minutos no son una mierda para mí en la mañana. Solo eso tardo
en hacer pis. De verdad. Soy como un caracol en las mañanas. Supuse que
tendría que acostumbrarme a ese tipo de cosas en el camino. Suspiré en voz alta
y corrí al baño, encendiendo la ducha. Eché un vistazo al espejo y me di cuenta
de que todavía tenía la ropa puesta de la noche anterior. Eso probablemente
56

hizo que Tom chasqueara la lengua en desaprobación. Era tan ―juzgador‖. ¡Dios!
Me desnudé y aterricé en la ducha, me lavé el cabello y me afeité las piernas en
Página

menos de cinco minutos. Otros dos minutos para lavarme los dientes. Tres
minutos más tarde, estaba metiendo todo en mi bolso después de ponerme una
camiseta térmica, una de mis The Belle Jar, jeans y botas negras.
Con el cabello mojado, sin maquillaje, cerré la puerta de la habitación del
hotel y bajé corriendo las escaleras, y patiné hasta detenerme frente a Tom que
estaba registrando la salida en la recepción.
—¡Buenos días! —me saludó el recepcionista.
—¡Buenos días! —respondí alegremente—. ¡Qué agradable ver una cara
amiga tan temprano en la mañana! —añadí, mirando directamente a Tom con la
mayor sonrisa en mis labios.
Pasé de largo su mirada y bajé las escaleras, llegando a lo que supuse era el
auto rentado, dado que estaba justo cruzando la calle y en el asiento de atrás, el
bolso de Tom. Copión. Arrojé el mío al lado del suyo y cerré el maletero del auto
tan pequeño. ¡Dios, voy a tener que compartir esto con él! Apenas hay espacio
suficiente para uno, ¡por no hablar de su culo gigantesco! Arrojé mi cartera/
tabla de salvación en el capó del auto y lo revolví para encontrar mi maquillaje.
Inclinándome y asomándome por la ventana, me apliqué un poco de colorete,
máscara de pestañas y brillo de labios. Solo lo suficiente para parecer un poco
humana, luego di vuelta la cabeza y me cepille el cabello largo, tratando muy
duro de sacar los nudos de esta longitud poco práctica. Me volví a mover, y
comencé a desenredarlo desde allí. Tiré el cepillo en mi bolsa y me pasé los
dedos por el cabello, tratando de conseguir que se secara lo más rápido posible.
Estaba lista.
Miré el pequeño auto y la proximidad potencial y lo pensé dos veces.
Agarré de nuevo mi bolsa y me puse un poco de perfume, lo suficiente como
para hacer cosquillas a la nariz, pero no lo suficiente como para sofocarte en el
auto. Luego, me puse un poco de color en los labios y un poco de delineador en
los ojos. Sacudí la cabeza para sacarme los cabellos del rostro y me miré al
espejo. Casi. Metí de nuevo la mano en mi bolsa y agarré una pequeña banda de
goma, así como un palillo negro. Me hice una trenza francesa que caía desde la
parte superior y lateral de la cabeza, dejando unos mechones sueltos, la até y
luego envolví toda la cosa y todos los cabellos sueltos en un moño despeinado en
el lado de mi nuca, frente a mi trenza, recogiéndola con el palillo. El efecto era
un atuendo arrebatador y era precioso. Siempre hacía que me hicieran
cumplidos. Ejem. Siempre. Bastante bien. ¿Bastante bien? ¿Bastante bien para
quién, January? ¡Oh, cállate!
Tom salió del Anchor House en el preciso momento en que me di la vuelta.
Se detuvo en seco, se le cayeron los papeles que tenía en la mano y sus llaves,
pero el truco fue cuando se inclinó para recuperarlos, sus ojos no dejaban los
míos; ahí fue cuando supe que lo tenía. Sus manos hurgaron en el concreto
debajo de él sin mucho sentido, poniéndolo nervioso cuando terminaban vacías.
Finalmente, se apartó para agarrar lo que se le había caído. ¡Já! Me quedo con
ese cumplido, muchas gracias, Thomas Eriksson.
—Vamos —dijo, dando un paso delante de mí.
Me di la vuelta y empecé a abrir la puerta. La mano de Tom se acercó a mi
oreja y me impidió abrirla, calentándome desde el interior por su proximidad.
57

—No —dijo, haciéndome dar la vuelta. Su nariz estaba a centímetros de la


Página

mía. Olía a jabón, loción de afeitar y caramelos.


Respiré profundo. Mis ojos se sentían pesados.
—¿No?
—Este es el lado del conductor, ¿recuerdas? —dijo, despertándome de mi
trance.
—Oh —dije tímidamente—. Lo siento.
Salí de debajo de su brazo y rodeé el auto hasta llegar del lado del pasajero.
Abrí la puerta, me senté y me puse el cinturón de seguridad. Miré por la
ventanilla, masticando la uña de mi pulgar y maldiciéndome por atarme el
cabello. El rubor que sentí llegar me golpeó con venganza y no había ningún
lugar para esconderme. Estúpida sangre.
58
Página
Buen Dios, January era una mujer preciosa. Cuando bajó las escaleras,
toda brillante, sin maquillaje, con el cabello mojado colgando por su espalda,
pensé que me iba a desmayar por cuan femenina y natural lucía, pero cuando
salí y vi que se había trenzado el cabello como si estuviera preparada para un
evento de alfombra roja en cinco minutos que había estado lejos de ella, estuve
definitivamente pasmado. O, ―cementado‖ dependiendo de cómo lo mirabas.
Había tambaleado en mis propios pies como un idiota mirando a su
increíble rostro. Le había dado quince minutos, sin realmente pensar que le
costarían solo quince minutos. ¿No se suponía que a las mujeres les costaría el
doble del límite dado? Se suponía que le costaría más y después se suponía que
yo no daría una mierda por ello. Después de todo, se suponía que me pondría en
mi lugar. Así es como se suponía que funciona. Me hizo sentir un idiota en mil
maneras. Especialmente en este momento porque donde íbamos a ir sería muy
pronto y todo porque he puesto un ridículo límite de tiempo para esta preciosa
chica solo porque me he sentido ser un idiota. Y lo era.
Entré en el auto y me abroché el cinturón. Miré en dirección a January y
observé que su nuca estaba de un rojo ardiente. Todo lo que pude hacer fue
sonreír como un imbécil a este conocimiento. Estaba sonrojada y me di cuenta
que ella solo empezó a ponerse roja por uno de dos razones. Uno, estaba
nerviosa porque estaba tímida o, dos, estaba atraída por la persona con quien
estaba hablando. Mi engreído culo estaba seguro que este rubor estaba por lo
último porque, bueno, yo estaba atraído por ella en el primer momento, pero
esto no me hacía sentir enfadado como estuve antes cuando esto había pasado
anteriormente. No, me hizo sentir emocionado y esperanzado, por lo tanto me
hizo enfadar conmigo mismo por no estar enfadado. Soy un idiota.
Arranqué el auto y lo puse en marcha antes de salir disparado del camino
empedrado y tomar la izquierda en Beresford. Estuvimos en el puerto en menos
de quince minutos. Afortunadamente, había autos alineados al embarcadero de
ferris, el cual parecía una lancha enorme. Esto me puso un poco nervioso, pero
al parecer, el Dublín Swift nos llevaría a Holyhead en el Norte de Gales en
menos de dos horas y esto encajaba a la perfección en el tiempo cuando
podríamos estar en Londres a las cinco de la tarde, dejándonos tiempo
suficiente para descansar y salir esa noche. Había tres grupos que la etiqueta
quería que miráramos.
—Un par de cosas —dije, rompiendo el silencio. January saltó. Aclaré mi
garganta—. Lo siento. De todos modos, um, tenemos que estar en Londres por la
noche. Hay tres grupos ahí que Seven quiere que veamos y sé de dos por seguro
59

que he estado esperando verlos desde que los conocí en Nueva York, cuando
estuve con The Ivories.
Página

Ella giró su encantadora cabeza en mi dirección y mordí mi labio para


aguantarme de no acortar el pequeño espacio y besar su boca.
—¡Cinco grupos en una sola noche!
—Sí, ya sé que es lo peor, pero a ellos no les gusta pagar nuestras cuentas si
no está demostrado que vale la pena, ¿lo entiendes? Este es un duro trabajo,
January. No pagan mierda. No tienes garantía del trabajo, sin ventajas, sin
dormir. Cuando vas a dormir, es en algunos lugares sombríos a veces, pero vale
la pena, para la mayoría de nosotros porque nos pagan para escuchar música.
¿Crees que puedes aguantar?
Ella frunció sus cejas.
—Cualquier cosa que sirvas, puedo tomar. Confía en mí. Soy una niña
grande.
Menos mal que el auto estaba en marcha o la habría levantado en mi
regazo con su último comentario.
—Estoy seguro que puedes —dije, sin poder aguantarme a mí mismo.
—¿Qué? —dijo, moviendo su cabeza.
—Nada, quiero decir, no tenemos que estar en todas las canciones de sus
actuaciones, sabes. Podemos pillar algunas de ellas y si no nos gusta, podemos
seguir.
—Oh, eso es genial.
A medida que la fila para embarcar nuestro auto se acercaba más al ferri,
me di cuenta que las manos de January se retorcían. Mordía preocupada su
labio y apretaba sus cejas. La respiración se hizo fuerte y realmente me
empezaba a preocupar.
—¿Estás bien? —le pregunté, preocupado.
—¿Qué? —preguntó ella, girando hacia mí de nuevo, con los labios
fruncidos.
—¿Estás bien? —dije, riendo—. Pareces lista para saltar del barco y no
hemos embarcado todavía. ¿Tiene miedo a navegar?
—Uh, algo parecido —dijo, inquieta con sus manos.
—Está bien. No voy a mentir, es un poco como conducir en un camino de
piedras, pero es completamente seguro. —Un pequeño chillido se escuchó de su
lado del auto—. ¿January? —pregunté.
Pero no pudo contestarme porque se nos pidió seguir la fila por adelante
para embarcar. Obedecí el gesto del chico subiendo la rampa y estacionando
detrás de la larga fila de autos. January y yo salimos y después de cerrar las
puertas del auto, nos dirigimos hacia arriba por las escaleras de acero en un
complejo vestíbulo, similar a algo que ves en un crucero pero mucho más
pequeño de tamaño.
Señalé una zona del salón donde unas pocas personas estaban ya
relacionándose y nos sentamos. January puso su bolso en su regazo y comenzó a
rebuscar entre sus contenidos, detenidamente al principio pero cada vez más
frenética a medida que pasaba el tiempo.
60

—¿January? —pregunté pero no me contestó—. ¿January? —dije un poco


Página

más fuerte pero todavía sin contestar—. ¡January! —grité prácticamente.


Ella me miró, y sus ojos estaban muy amplios y perturbados.
—Mi medicamento —dijo como si la hubiese entendido.
—Tus medicamentos —repetí.
—Sí, mis pastillas. L-las necesito, y no están. Debo de haberlas guardado
en la maleta.
Se levantó, en el momento que el capitán estaba haciendo su anuncio que
estábamos saliendo del puerto.
—No puedes bajar January. Todas las puertas hacia los autos estarán
bloqueadas. Es demasiado peligroso.
Ella parecía volverse ansiosa con esta noticia y sentí como si mi corazón
iba a saltar de mi pecho. ¡Oh, Dios mío!, ¿qué pasa si estas pastillas son una
cuestión de vida o muerte?
—Vamos —dije, agarrando su mano en la mía. En lugar de la habitual
calidez que sentía antes, estaban heladas. Mientras caminábamos, no pude
aguantar no calentarlas entre las mías—. Qué —dije, antes de respirar profundo,
preparándome para las noticias de que tenía alguna enfermedad de corazón o
algo—. ¿Para qué son las pastillas? —intenté preguntar despreocupadamente.
—Mareos —dijo, chocándome. La adrenalina que sentí al prepararme para
malas noticias se volvió en enfado.
—¡Qué! —grité.
—No quise decirte —dijo ella, inquieta cerca de la puerta—. Disculpe —
pidió a un empleado del barco—, pero he dejado algo en el auto. ¿Es posible
recuperarlo?
El empleado, un hombre joven, probablemente de mi edad, le frunció el
ceño, mirándola como si se rompía su corazón por no poder ayudar a esta
damisela en apuros. Zas. Quería pegarle.
—Lo siento, señorita, pero una vez que el barco deja el embarcadero, estas
puertas van en cierre automático.
—Oh, está bien —dijo January, desanimada. El hombre se alejó, no sin
echar un vistazo hacia atrás antes una vez más.
—January.
—¿Sí? —preguntó, distraída.
—Sufres de mareos. Como por ejemplo ¿cuando viajas en barco?
—Uh, no exactamente.
—Cuéntame, entonces.
—Um, me mareo en todo. Auto, tren, barco, avión. Lo mencionas, me
pongo mala... y no solo un poco.
—January MacLochlainn —dije, frotando mi nuca con frustración—.
¿Cómo demonios pensabas que se iba hacer este trabajo, eh? No es nada más
que viajar.
61

—Escucha, no es una discapacidad, ¿vale? Puedo viajar, solo que necesito


medicamentos para hacerlo. —Sus ojos se ampliaron y puso su mano en la
Página

boca—. Está pasando —dijo cuando el barco se inclinó y se lanzó al agua listo
para navegar.
—¡Oh, no! —dije, agarrando su mano y dirigiéndome hacia las tiendas de la
nave—. Dios, debería haber sabido cuando me has ofrecido aquel ridículo
jengibre dulce que solo mi abuela comería.
—Por favor, no menciones la comida —gimió.
Solo pude suspirar mi frustración.
¿Sinceramente? Estaba más molesto porque se encontraba mal. Por alguna
razón, la idea de esta chica en agonía hizo a mi estómago torcerse. En la tienda
más cercana, entro y consigo una bebida con gas que parecía Sprite y unas
cuantas cajas de medicamentos para mareos. Pasé la tarjeta de crédito de Seven
porque se me había olvidado la mía en el auto. No quería pensar en cómo iba a
explicar estos extraños cargos a Jason. Podía chupármela, January estaba
enferma.
—Venga —dije hacia una muy verde January. Ella se apoyó en mí, lo cual
me dejó saber lo mal que estaba. La conocía lo suficientemente como para saber
que no lo hubiera hecho, a menos que las cosas estuvieran muy mal. Ella quería
que creyera que me odiaba. La arrastré hasta un asiento con ventana y la senté.
Quité la tapa del refresco lo más rápidamente posible y se lo entregué.
—Empieza a beber —le dije. Ella lo tomó y lo llevo con sus temblorosas
manos a la boca.
Abrí la caja de lo que pensaba que era la más prometedora, de alivio
acertado, en la tienda y le entrego las dos pastillas. Las tragó rápidamente y me
senté junto a ella, leyendo el prospecto en la otra caja para asegurarme que se
pudieran mezclar las medicinas si la otra no funcionaba. Levanté su bolso y
saqué su ridículamente enorme bolso de remedio de jengibre, caramelos de
abuela y quité el envoltorio a uno.
—Tómatelo —le dije, entregándoselo.
Ella movió su cuerpo para no estar de frente al océano. La acerqué más y
apoyé su cabeza en mi hombro. Froté su brazo hasta que pareció sentirse mejor
y su respiración se volvió constante.
—Muchas gracias —dijo en el viento frente a nosotros.
—Desde luego —le dije. Odio verte sufrir. Lo siento por lastimarte anoche.
La mirada de tu rostro atravesó mi corazón de hielo. Me gustaría poder
retirar todo. Sin embargo, como un cobarde, no digo nada. No podía
recomponerme para pronunciar las palabras.
Se sentó, dejando a mi lado carente de su calidez.
—¿Sabes por qué estás aquí conmigo, January?
—¿Por qué estoy castigada por Dios?
—Estás siendo preparada —le dije, ignorando su pulla.
—Pásame esa banana, ¿quieres? —se burla.
62

—Es bueno ver que estás sintiéndote mejor. Fue un toque e ir allí un rato.
—me burlé de regreso.
Página

Sonrió.
—Así que me estás preparando.
—Para mi trabajo —contesté.
Sus cejas se arrugaron.
—¿Por qué? ¿Dejarás Seven?
—No, estoy siendo considerado para un puesto en el piso superior.
Dirección, nena —dije, sin darme cuenta de que había dicho nena hasta que fue
demasiado tarde. Sus ojos se ampliaron por un momento. Me aclaré la
garganta—. Dirección. Mamá estaría muy orgullosa.
—No me digas. ¿Cuándo?
—No es cuando es sí. Jonah y yo estamos compitiendo por la misma
posición. Esta pequeña excursión internacional es una prueba, una
competencia.
January pensó por un momento antes de que la mirada más pícara cruzara
su rostro.
—Les ganaremos.
Hizo que mi corazón palpitara.
—¿Lo haremos? —Moví mis pies un poco.
Ella puso los ojos blancos.
—Conozco tu oído para la música y sé el de él. Le ganaremos.
Ganaremos, había dicho.
—Si tú lo dices —contesté, volviendo la cabeza hacia el agua pero sintiendo
un dolor en el pecho de los que nunca había sentido antes. Apenas detuve mi
mano de ir al pecho.
January se quedó dormida en mi pecho media hora en nuestro viaje y
odiaba lo mucho que me gustaba mirarla mientras dormía.
63
Página
Thomas pensó que me quedé dormida en su pecho. Sabía esto porque
después de tomarme la libertad de usar su pecho como almohada y unos pocos
minutos pasaron en silencio, abrí la boca para decirle lo increíble que pensaba
que era pero me quedé muda cuando comenzó a frotar mi brazo tentativamente.
Luché contra la piel de gallina amenazando con traicionarme y presté gran
atención a los movimientos de su mano.
Al principio, solo usó la punta de su dedo índice, experimentando con un
simple roce aquí y allá. Supuse que sintió que me había dormido
adecuadamente porque sentí el peso de todos sus dedos explorando la superficie
de mi brazo, pero siempre se mantuvo por encima del codo, parecía probar las
aguas. Trazó el contorno de mi brazo una y otra vez que casi me volví loca, pero
justo cuando estaba a punto de temblar incontrolablemente, colocó toda su
cálida palma en mi brazo y la guió hasta mi muñeca, luego de regreso.
Era la cosa más sexy que había experimentado alguna vez y solo era mi
maldito brazo. Se detuvo y quería llorar para que continuara, pero me
sorprendió cuando sentí su cálida palma cruzar por mi nuca y garganta. Guió su
mano hasta la parte trasera de mi cuello y de vuelta hacia mis hombros. Mi
respiración se profundizó más y luché por regularla, tragando tan
silenciosamente como fuera posible para no asustarlo.
—Tan suave —susurró apenas, haciéndome derretir por este lado oculto de
él.
Su mano siguió por mi brazo de nuevo hasta que llegó a mi mano. La
levantó y frotó el pulgar sobre la palma de mi mano antes de entrelazar sus
dedos con los míos, manteniéndolos allí. Me moría de ganas de devolverle el
apretón, para hacerle saber que sabía y que estaba bien con ello, pero no me
atreví a arruinar el increíble momento. El momento que descubrí que Thomas
Eriksson no era más que una farsa. Su río corría mucho más profundo de lo que
imaginé, y sabía esto por su cuidadoso y notablemente cariñoso toque. Él era un
maestro en el juego de fingir, pero supe todos sus secretos en este pequeño
desliz de su guardia y planeaba desarmarlo por completo… en París. Ten
cuidado, Thomas. Pensé. Tengo tu número.
Fue entonces cuando mis ojos se cerraron de verdad. Nunca me había
dormido tan fácilmente y tenía que agradecerle a Tom por eso.

***
—Pareces dormirte muy fácilmente sobre mí —dijo Tom, despertándome.
64

Me di la vuelta en su regazo y levanté la vista hacia su rostro, sonriendo


como si supiera algo que él no.
Página

—¿Buenos días? —pregunté.


—Sí, pero son cerca de las once. Vamos a atracar pronto. Ahora, en
realidad. Deberíamos ser capaces de llegar a nuestro auto dentro de los
siguientes quince minutos.
Me senté y estiré, sin dejar de sonreír. Me dejó dormir sobre él durante
todo el viaje en ferri.
—¿Qué? —preguntó, sospechoso.
—Nada —dije, comprobando mi estúpida sonrisa.
La gente se alineaba en las puertas para acceder a sus autos e hicimos lo
mismo. Nos acercábamos más y más mientras los empleados de Dublin Swift
guiaron a todos a sus autos. No se nos permitía encender los autos hasta que
abrieran la plataforma hacia el muelle así que nos sentamos en absoluto
silencio, esperando.
—¿Hace cuánto tiempo que tocas el piano? —preguntó Tom,
tamborileando los dedos sobre el volante del auto.
—Desde que tenía cuatro… así que, unos quince años. Mi abuela me
enseñó al principio, cuando vivía en Austin, antes de que se volviera a mudar a
Jersey.
—¿Ahí fue donde aprendiste Cooley’s Reel?
—Sí, me sé un montón de tontas canciones irlandesas como esa.
—Tienes talento —dijo, haciéndome sonrojar hasta la punta de los pies.
—Gracias, pero no tienes que mentir —bromeé.
—No lo hago —espetó, muy serio y me sobresaltó—. No lo hago —repitió,
más suave—. Realmente eres talentosa, January.
—Gr-gracias —dije, mirándolo con asombro—. También tú.
Se burló de eso.
—No, no lo soy.
—Tonterías —dije.
—¿Disculpa?
—Tonterías. Eres talentoso. Te olvidas que conocía a tu banda antes de
conocerte. Sé que escribiste todas sus canciones. Tu nombre estaba en casi todos
los temas.
—Sí y mira lo mucho que eso me consiguió.
—Podría no haber conseguido que firmaras, pero esa es la cuestión sobre la
suerte en mi opinión. Tú y yo sabemos que hay un millón de bandas por ahí que
no lo logran, pero son igual, si no más, talentosas que esas que sí lo hacen. Tal
vez por eso estás aquí, en este auto conmigo, esperando ver cinco bandas en
Londres. Sabes lo que en realidad es el talento, y puedes ayudar a impulsarlo
hacia la parte delantera de la fila con Seven.
65

Arrastró su pulgar sobre la parte superior del volante y lo acepté como una
forma de reconocimiento.
Página

—Además, me alegra un poco que no lo lograras.


—Qué amable, January.
—No, en serio. Escucha, si lo hubieras logrado, nunca te habría… —
besado—, conocido y no habría conseguido explorar la máxima lección bajo tan
impresionante tutela. Llámame egoísta, pero estoy feliz de estar sentada aquí
contigo.
Me miró y negó, una pequeña sonrisa adornando sus labios. Bingo.
—Creo que eres muy adecuado para este trabajo, Tom. Podría no ser lo que
te imaginabas haciendo, pero el destino tiene una manera de intervenir y guiarte
en la dirección que necesitas ir incluso cuando tú mismo no tenías ninguna
intención de crear ese camino —suspiré profundamente.
Un coro de motores comenzó cuando la plataforma del ferri se abrió y el
cielo azul de Holyhead nos saludó.
—Tenemos que alimentarte —dijo en voz alta, sin hablar conmigo en
realidad.
—Gracias, entonces déjame conseguir mi babero y mi cuchara de goma.
—Cállate —dijo, riendo y sorprendiéndome—. Solo quería decir que si
vamos a estar en la carretera por un tiempo y con tu pequeño problema,
probablemente tengas que comer algo para evitar que te sientas enferma.
—Oh, gracias —dije, realmente afectada de que incluso pensara más allá
del minuto conmigo.
—Sí, ni lo menciones.
Nuestro pequeño auto alquilado avanzó hacia el aire fresco del mar.
—Atraviesa este camino con un corazón puro —dije, leyendo una
inscripción en un pedazo de concreto junto al puerto.
—El lema de Holyhead.
—Muy bonito.
Tom gruñó su respuesta. Supongo que era mejor que nada.
—Conozco una tienda de pescado y patatas fritas al lado de Cambria, en la
ciudad propiamente. Cherry la encontró cuando The Ivories estuvo aquí hace
unos años.
—Claro —dije—. Cherry, ¿de The Ivories Cherry?
—Sí.
—Oh, Dios mío, ella es tan malditamente genial. Me encanta.
—Es genial, mi Cherry Bomb. Es una hermana para mí.
—Háblame de tus amigos. —Sabía que este era un tema que él no rehuiría.
Era el único tema que hacía que los ojos de Tom se iluminaran como el Cuatro
de Julio.
—Ellos son mi familia. Probablemente sabes todo sobre The Ivories, pero
hay algunos más que no están en un escenario en absoluto, pero son tan
66

extraordinarios que deberían estarlo.


Página

»Por ejemplo, además de Cherry, Callum y Harper son mis mejores


amigos. Paso el rato o lo pasaba, antes de mudarme a Austin, con ellos casi
todos los días. January —dijo, encontrando mis ojos por un momento antes de
moverlos de vuelta a la carretera—, ellos son tan malditamente increíbles.
Ambos crecieron en el sistema de crianza y fueron echados a los dieciocho años
con nada más que las camisetas que llevaban puestas. Se conocieron,
empezaron a trabajar desde cero ¡y se están convirtiendo en las personas más
logradas que he conocido en toda mi vida! Y nunca pidieron nada. Se hicieron
extraordinarios por su cuenta. —Negó y respiró profundamente—. Los echo
mucho de menos —dijo, su cuello y cara sonrojándose por su recuerdo. Luchaba
con la emoción que afectaba su corazón, podía notarlo.
—Quiero conocerlos —dije, tratando de mantenerlo allí conmigo, para
evitar que regresara a su habitual estado cerrado.
—Me gustaría que los conocieras —dijo, dejándome muda—. Ellos te
amarían.
—Gracias —susurré apenas cuando llegamos a la tienda de papas fritas.
Entramos en la pequeña tienda y compramos una orden de pescado y
patatas fritas para compartir. Resultó que a ambos nos gustaba el vinagre y la
sal en nuestras papas fritas así que tuvimos suerte allí. Con las bebidas en la
mano, Tom y yo paseamos por la calle y pusimos nuestra comida en una pared
entre nosotros y un cementerio muy hermoso.
—¿Qué pasa con tu nombre, January? —preguntó.
—Oh. —Me reí, rodando los ojos—. Mis padres.
—Ah, en serio, eso es fascinante. Tus padres te nombraron, ¿verdad? ¡Qué
conversadora!
—Cállate, idiota grosero. Mis padres nos nombraron por los meses del año.
—Comenzando contigo entonces.
—Sí, y continúa hasta octubre. Mi mamá perdió a su onceavo hijo y ya no
pudo tener más. Así que, quedamos atascados en diez hijos. —Sonreí.
—¡Diez hijos! Dios mío, eso es… eso es un montón de niños.
—Sí, pero nunca tendrás tanta diversión como con mi familia. Son las
personas más locas, más divertidas, y más increíbles en este mundo. La forma
en que te sientes por tus amigos es la manera en que me siento por mi familia.
—Entonces debes amarlos mucho —dijo en voz baja, con los ojos fijos en
un par de lápidas.
—Lo hago. Mi hermana July es mi mejor amiga. Es locamente genial, Tom.
Ella tiene este largo y desordenado cabello negro azabache y mide, como, un
metro con ochenta de altura. ¡Es más grande que la vida! —Sonreí ante el
recuerdo de ella—. Todos nosotros somos bastante altos. De hecho, yo soy la
más baja.
—¿Eres la más baja? —preguntó con incredulidad, sus ojos vagando por
mi cuerpo y calentándome desde el interior sin siquiera un roce de su mano.
—Sí. —Me aclaré la garganta.
67

—Me imagino que tu familia debe ser un grupo imponente.


Página

—Lo son, pero no a causa de su altura. Simplemente somos altos y


ruidosos y muy divertidos. Ya los extraño.
—Todo estará bien —ofreció—. Vas a tener un montón de diversión en este
trabajo, confía en mí.
Lo miré con cuidado, observando su alta figura, deteniéndome en la mano
que frotó mi brazo ni hace dos horas. Tengo la sensación de que tienes razón,
Thomas Eriksson.
—Así que ya sabes lo afortunada que soy de mi herencia pero ¿y tú? ¿De
dónde viene Eriksson?
—Mi madre es sueca y mi papá es americano pero de descendencia
alemana.
—Ah, eso explica los rasgos claros —dije, metiendo otra papa frita en mi
boca y arrugando mi cara por el vinagre.
—Sí, cabello rubio, ojos azules. Aburrido.
—Oh, no diría aburrido —dije, mi rostro y cuello calentándose hasta un
color imposible. ¡Problema irritante!
Tom metió la lengua entre sus dientes superiores para evitar una risa y eso
me hizo sonrojar aún más.
—Lo siento —dije, ocultando la cara detrás de mis manos.
—No lo hagas —dijo, tirando de una de mis muñecas—. Es bonito, January.
¿Bonito? ¿Bonito? ¿Qué significa eso?
—Vamos —dijo, arrugando el papel cónico que traía nuestras papas fritas y
arrojándolo al basurero más cercano—. Tenemos una buena caminata por
delante.
68
Página
6

Nuestro diminuto auto resultó ventajoso para la ―Operación Desarmar a


Tom‖. No dejaba de mirar en mi dirección, su brazo tocando el mío, su hombro
chocando el mío, sus dedos rozando los míos. ¿El problema? ¡Uh, era
ligeramente contraproducente! Seguía fantaseando con que se desviaría de la
carretera hacia el arcén y que me besaría para quitarme el alquitrán.
—Tom —dije, tragándome la tensión que impregnaba todo el auto.
—Dime —dijo, sus nudillos blancos.
—¿Podemos estacionarnos?
—¿Por qué? —preguntó, con los ojos muy abiertos—. ¿Te sientes mal?
Me sentía mal, solo que no era por el mareo.
—Uh, sí.
Tom se detuvo y luché con mi cinturón, escapando del auto. Descubrí que
estábamos en la cima de la más hermosa colina, sus extensas capas de verde
gritaban cosas hermosas mientras que el viento bajaba en picada alrededor de
las bases y subía nuevamente hacia las cimas de cada montículo de la colina.
Gales.
Era una de las campiñas más impresionantes que jamás había tenido el
placer de presenciar. Una pequeña y pintoresca ciudad se encontraba ubicada
en el lecho de la colina de abajo y lucía como me había imaginado que se vería
un pueblo hace doscientos años, como si el tiempo se hubiera detenido. Las
únicas cosas que delataban los avances eran los pequeños autos serpenteando
las encantadoras calles.
Mi respiración era fuerte por la proximidad de Tom y la abrumadora vista
a mis pies. Tom vino y se paró a mi lado, quitando de mi hombro algunos
mechones que se habían salido de mi trenza suelta.
69

—¿Estás bien?
Levanté la vista hacia él.
Página

—Um, sí. Mucho mejor. Gracias por detenerte.


—Por supuesto —dijo, moviéndose para observar la vista que yo acababa
de admirar—. Vaya —exclamó—. ¿Por qué siento la necesidad de abandonar mi
vida como la conozco y empezar aquí una nueva?
Me reí.
—¿Porque estás cuerdo? Este es un lugar increíble. Mira ese paisaje. —
Extendí mis manos delante de mí.
—Extraordinario —dijo, pero cuando alcé la vista para estar de acuerdo
con él, sus ojos no estaban en el mundo que nos rodeaba, estaban puestos en mí.
Mi cuello y rostro se calentaron, pero no me encontraba avergonzada.
—¿Qué? —le pregunté.
—Nada, deberíamos, uh, ponernos en camino —dijo, caminando de
regreso al auto alquilado.
—Está bien —suspiré—. Espera —dije deteniéndolo, agarrando brevemente
su brazo—. Tienes algo en la parte trasera de tu sudadera. —Quité el polvo
imaginario de su espalda, disfrutando de los músculos increíblemente
impresionantes debajo de su sudadera.
—¿Lo quitaste? —preguntó.
—Oh, lo quité. —Me sonreí a mí misma antes de volver a acomodarme y de
abrocharme el cinturón.

***
Londres estaba a cinco horas de distancia y aproveché la oportunidad de
conocer un poco mejor a Tom, preguntándole todas sus cosas favoritas. Color
favorito, comida, canción, banda. Almacené tanto como me fue posible en esas
cinco horas y al final de ellas, sentí que conocía a Thomas Eriksson lo mejor que
posiblemente alguien podría en cinco horas con el imposible Thomas Eriksson.
A decir verdad, me sorprendió que se haya abierto en lo absoluto, mucho
menos la cantidad que había compartido. La parte loca era que por cada
pregunta que respondió, esperaba que yo respondiera la misma, como si
quisiera saber tanto acerca de mí como yo quería saber sobre él.
Pero a una hora de Londres, lo más desafortunado sucedió... Bueno,
desafortunado pero al mismo tiempo muy afortunado. Verán.
—¿Jonah va a estar ahí? —pregunté, jugueteando con las emisoras de la
radio—. ¿En los espectáculos de esta noche?
—Sí, definitivamente es competencia. Estará dondequiera que estemos,
creo.
—Háblame de las bandas. ¿Quiénes son? ¿Cuánto tiempo han estado
tocando? ¿Algunas afiliaciones pasadas? Escúpelo —le dije.
—Bueno, la primera banda antes ha firmado con un sello independiente
llamado Red Flag. ¿Lo conoces?
70

—Sí, tienen a Hope Nesting y a Katie Butler. Tienen la idea correcta, pero
Página

recién están empezando. ¿Por qué dejaron Red Flag?


—Diferencias de opinión. Probablemente en el estudio. El problema que
veo es que son buenos, pero no lo suficientemente buenos para Seven. Quiero
decir, puedo ver que quizás tienen potencial, pero...
—Pero ¿por qué invertir cuando puedo nombrar rápidamente diez bandas
que no necesitan acondicionamiento, que están listas para comercializar
inmediatamente con poca dedicación?
—Exactamente.
—¿Cuál es su nombre?
—The Mark.
—Los conozco —dije.
—¿En serio? —preguntó, obviamente sorprendido—. ¿Y cuál es tu opinión?
—¿Honestamente? Son una copia de Caged y detesto decirlo, pero Caged
está decayendo y a punto de desaparecer. Kaput.
—¡Exactamente! —Casi gritó, haciéndome saltar. Estaba tan poco
acostumbrada a que elevara sus decibelios por encima de ―Soy genial‖ que si
hubiera estado de pie, me hubiera caído como una de esas ridículas cabras
aturdidas—. Exactamente —repitió, pero más suave.
—Muy bien —dije, sintiéndome alentada por su casi-alabanza—. ¿Qué pasa
con el resto?
—De acuerdo, uh, tratando de recordar. —Tamborileó sobre el volante con
sus talentosos dedos—. Oh, sí, ¿has oído hablar de la que tiene sede en
Londres...?
El auto escupió y farfulló y se estropeó completamente. Tom se detuvo,
quitando las llaves de la ignición.
Esperaba que maldijera, que perdiera los estribos, que gritara, algo, pero
no lo hizo.
—Bueno, esto es una mierda —dijo simplemente. Estaba tan tranquilo
como nunca lo había visto y eso me impresionó.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté. Era octubre. El sol estaba destinado a
ocultarse en una hora. De hecho, el cielo era de un color rosa oscuro y naranja,
el hermoso precursor de la noche.
—Encontraremos un teléfono —dijo, saliendo—. Sabía que debía haber
conseguido un teléfono en Irlanda. Oh bien. Muy bien —dijo, mirando detrás de
nosotros—. En los kilómetros detrás de nosotros no hay nada. Marchemos hacia
adelante.
Seguí a Tom por unos cuantos metros, rezándole a todo lo que era sagrado
que acabara de ponerme mi abrigo más grueso. No esperaba que se pusiera frío
tan condenadamente rápido, pero los inviernos de Inglaterra, al parecer, eran
mucho más severos de lo que estaba acostumbrada, al haber nacido y crecido en
Texas. Mis dedos estaban helados y mi nariz se sentía como si estuviera en
llamas. Estaba dispuesta a apostar que no era una buena señal.
Mientras caminábamos juntos, Tom no dijo una palabra, demasiado
71

absorto en sus pensamientos, pero definitivamente estaba prestando atención


porque, de la nada, se quitó su gran chaqueta de cuero y la envolvió alrededor de
Página

mi torso, apretándola a mi alrededor.


—No puedo tomar tu abrigo, Tom.
—Puedes y lo harás —dijo—. Tengo esta gruesa sudadera con capucha.
Dado que pedir permiso estaba descartado, decidí actuar primero y luego
pedir disculpas. Me acurruqué junto a él y envolví mis brazos alrededor de su
cintura. Cerré los ojos por un momento, esperando el rechazo que estaba segura
que vendría, pero solo me abrazó al igual que yo y caminamos acurrucados
hacia las luces brillantes de una gasolinera.
Era pequeña, solo dos bombas, pero tenía una tienda en su interior y los
dos estábamos emocionados por eso, porque arrastramos nuestros traseros a
unos pasos de la entrada. Cuando la puerta se abrió, el aire caliente nos
envolvió.
—Gracias a Dios —dije, haciendo reír a Tom.
—¿Hay alguien? —gritó Tom a la tienda vacía, alejándose de nuestro
abrazo. No voy a mentir, me sentí un poco devastada de que nuestro abrazo
hubiera terminado, pero teníamos un trabajo que hacer y necesitábamos un
teléfono.
Me asomé por las puertas, incluso toqué en las cabinas de los baños, pero
nadie parecía estar cerca.
—Esto es raro —dijo Tom dando vueltas alrededor—. No hay un teléfono
público. Además, no tengo dinero más que el estadounidense.
Miré alrededor y detrás de la registradora y noté que el teléfono estaba
puesto en una pequeña área detrás de eso.
—¿Deberíamos utilizarlo de todos modos? ¿A qué hora es el primer show?
—A las diez. Creo que si podemos lograr que la empresa de alquiler venga a
reemplazar el auto, seríamos capaces de llegar. Estamos a solo una hora de
Londres.
—Muy bien. —Estuve de acuerdo. Me incliné sobre la caja registradora y
agarré el teléfono justo cuando el empleado de la tienda llegó cruzando una
esquina que no habíamos visto.
—¡Oye! ¡Qué estás haciendo!
—¡Nada! —dije—. Solo necesitábamos pedir prestado su teléfono. Estamos
varados a casi un kilómetro y medio en esa dirección. —Señalé la calle, pero no
sirvió de nada.
—¡Quédate ahí! —le gritó a Tom mientras agarraba mi muñeca con fuerza.
—¡Señor! ¡Por favor! Usted no entiende, solo necesitábamos pedir
prestado su teléfono —dije.
Tom vino a mi lado, enorme e intimidante y el tipo dejó caer mi muñeca.
—No queríamos hacer ningún daño —dijo, pero el tipo ya había agarrado el
teléfono de mi mano y marcado a la policía.
—Sí, tengo dos ladrones en... Sí, exacto. Eso es todo. —Colgó—. ¡Ustedes
dos, quédense quietos! —Nos quedamos allí, decididos a aclarar el
72

malentendido. Tom cruzó sus brazos sobre su pecho. Me di cuenta de que se


estaba conteniendo. Las venas de su brazo palpitaban y las de su cuello estaban
Página

tensas por los nervios.


—¡Solo quédense quietos! —dijo el detective novato.
—Estamos aquí, ¿verdad? —preguntó Tom, perdiendo la paciencia—. Si
fuéramos verdaderos ladrones, ¿por qué habríamos de estar aquí parados?
¿Está siendo deliberadamente obtuso?
El hombre no dijo nada, simplemente se trasladó de un pie al otro a la
espera de sus ―salvadores‖.
—¿Deberíamos simplemente huir? —le pregunté.
—No, comenzarán a buscarnos y no hicimos nada malo, ¿por qué
deberíamos huir? Además, nuestro auto para huir está acabado.
—Buen punto.
Diez minutos después, dos policías entraron por la puerta y tomaron valor
en la entrada.
—Henry —dijo uno de los policías, pero sonó más como ―Enry‖.
—Agarré a estos dos yanquis robando.
—¡Oh, Dios mío! —dije, levantando mis manos—. Por última vez, ¡no
estábamos robando! Cuando usted entró, ¡estaba sosteniendo el teléfono!
—Solo un momento, señorita —dijo el oficial número dos—. Vamos, Henry,
cuéntanos qué pasó.
—Venía por aquí —dijo, señalando la esquina imposible por la que surgió—
, ¡y ésta estaba tratando de alcanzar la caja registradora!
Tom se echó a reír.
—¿No tiene ninguna cámara? Puede verlo por sí mismo. No estábamos
robando.
—Muy bien —dijo el primer policía—. De todas maneras, ¿qué estaban
haciendo allí atrás?
—Ella le dijo correctamente —explicó Tom—. Nuestro auto se averió a más
o menos un kilómetro y medio por la autopista y estábamos buscando un
teléfono. Entramos, buscamos a alguien para pedírselo ya que no hay teléfono
público y no había nadie aquí. Tenemos que estar en Londres esta noche a las
diez y necesitábamos llamar a la compañía de alquiler. Fue entonces cuando
vimos un teléfono justo detrás del mostrador. Por supuesto, no fue la idea más
inteligente que hemos tenido, pero no obstante, es la verdad. Tenga —dijo,
sacando el contrato de alquiler—. Puede comprobar por la carretera que debe
haber un pequeño auto estacionado en el arcén. He traído el contrato para
responder a cualquier pregunta que tengan.
—Suena razonable —dijo el oficial número uno—. David, baja y anda a ver
ese auto.
—De acuerdo.
David, el oficial número dos, salió de la tienda y dejó el estacionamiento
para reconocerlo.
73

—Son ladrones —dijo el empleado, pero fue perdiendo fuerza porque su


Página

barbilla una vez desafiante ahora se hundía cerca de su pecho.


—No lo somos —dije.
—Lo son —replicó.
—¡Qué no! —dije.
—January —me retó Tom, mirándome como si fuera la idiota más grande,
encogiéndose de hombros, cuestionándome.
Me encogí por dentro por la inmadurez del hecho, ¡pero no pude evitarlo!
¡El tipo me estaba sacando de quicio!
El oficial David regresó tranquilamente, un par de esposas colgando de su
mano.
—Nada de eso, compadre. No hay ningún auto allí.
Esta vez, mi boca cayó hasta mi propio pecho.
—¡No es posible! —exclamé.
Tom, fresco como una lechuga, dijo:
—Entonces me gustaría denunciar un auto robado.
—Entonces venga —dijo el oficial número uno, señalando al oficial David—
. Usted también, señorita. Ambos vienen conmigo.
Todo lo que podía hacer era mirar a Tom, la desesperación filtrándose por
todos los poros que poseía.
—¿Tom?
—Solo haz lo que te piden, January. Haremos que todo esto se arregle.
—¡Oh Dios! Mi madre va a matarme. Ella siempre soñó con mi primer
arresto, pero el robo no es exactamente el cargo que había imaginado.
—Deja de ser tan dramática. Éste es un simple malentendido. —Tom pensó
por un momento—. ¿Qué tipo de cargo habría preferido?
—Oh, no lo sé. ¿Probablemente algo así como protestas ilegales o
resistencia a la autoridad?
—Todavía puedes lograr resistencia a la autoridad.
—¿Terriblemente extraño para ser ladrones, no es cierto? —preguntó
Oficial Uno a David.
—Los Yanquis son un poco extraños, lo son —respondió David.
Oficial Uno me esposó a mí y David a Tom.
¡Ah! ¡Nuestras maletas!
—¡Tom! ¡Todas nuestras cosas!
—No te preocupes. Jason se hará cargo de ellas.
Nos metieron en la parte trasera de su auto de policía y me vi obligada a
inclinarme un poco hacia Tom en la torpeza de nuestras posiciones.
—Eres demasiado grande —le dije—. Dios mío, los dos somos demasiado
altos para esta cosa. —Nuestros rostros estaban presionados tan juntos, que
74

bien podría haber contado los cabellos de su cabeza.


—Tal vez deberíamos haber corrido —bromeó; su cálido aliento, una
Página

caricia en mi oreja. Me estremecí involuntariamente.


—¿A dónde? —le pregunté, sacudiendo la tensión de la proximidad—. ¿Un
auto invisible?
Ambos comenzamos a reírnos de lo absurdo de nuestra situación. Tom me
miró en ese momento, realmente me miró por primera vez sin ojos cautelosos.
—Eres hermosa, January —me dijo.
Mis ojos se abrieron y mi mandíbula se aflojo.
—¿Tú me estás diciendo un cumplido, Eriksson?
—Debería habértelo dicho aquella primera noche en Austin.
—¿Por qué no lo hiciste? —le pregunté en un susurro, sin creer a dónde se
dirigía esta conversación.
—Fui un idiota.
—De verdad, dime, Tom. Hay algo pasando contigo. Jason me dijo que
solías ser un tipo despreocupado, divertido. Entonces, dijo que fue como si un
interruptor te apagase y te convertiste en esta, y cito, ―descomunal bestia que
odia el mundo‖.
—Es un idiota―dijo, pero su sonrisa negaba la declaración.
—No, no lo es. Se preocupa por ti.
—Sí, sí —dijo, mirándome a los ojos una vez más. Nuestras respiraciones
salieron en nubes ondulantes—. Desearía que encendieran el auto. ¿Tienes frío?
—preguntó.
—A punto de congelarme, pero no es como si me pudieses calentar —dije,
sin pensar.
Vi la sorpresa en sus ojos, y mi rostro y cuello se calentaron en su habitual
rojo poco natural.
—Oh, podría calentarte —respondió él, sorprendiéndome muchísimo.
—Tom —dije, cerrando los ojos.
—Acércate más —dijo, avanzando poco a poco en mi camino.
—Si estuviera más cerca, estaría en tu regazo.
—No tengo ningún reparo con eso.
—Tom, detente.
—Estoy cansado de fingir que no te encuentro la chica más sexy que he
conocido en toda mi vida.
—En toda tu vida.
—Lo digo en serio, January. ¿Quieres saber por qué me mudé a Austin? —
Cuando no dije nada, continuó—: Me mudé para alejarme de una chica de la que
estaba enamorado, pero que pertenecía a otra persona. —Tragué saliva, mi
estómago se retorció en nudos—. Pero cuando nos besamos, esa ardiente
necesidad de tenerla se desvaneció en un instante.
Respiré profundo una vez más.
75

—¿Entonces por qué me tratas como a una enfermedad?


Página

—Tengo miedo de ti.


—Miedo.
—Soy un cobarde, January. No estoy seguro de si puedo manejar otro
desamor y sé que si me enamoro de ti, caería tan duro que no podría
levantarme. Eres extraordinaria.
Sentí mi cuerpo quedarse inmóvil y a mi corazón latir en la garganta ante
su confesión. Mis respiraciones fueron más profundas y mi pecho empezó a
jadear.
—Tom —susurré—. A veces el riesgo puede valer la recompensa.
Nos apoyamos uno en el otro y cerramos nuestros ojos. Él, lánguidamente,
besó el lado de mi garganta roja. Su boca siguiendo, arriba, arriba, hasta que
llegó a mi mandíbula y mi aliento se enganchó en la garganta.
—Creo que puede que tengas razón, MacLochlainn. —Me besó por la línea
de la mandíbula hasta que llegó al hueco debajo de mi oreja—. ¿Sabes cuántas
veces me he imaginado haciendo esto durante los últimos seis meses?
—Oh, Dios —jadeé—. Probablemente no tantas veces como yo. —
¡Necesitaba tener las manos libres! Si no hubieran estado tan bien atadas en la
espalda, habrían estado entrelazadas en su cabello, apretando su boca en la mía.
Siguió más arriba de mi mandíbula y a través de mi mejilla. Cerré los ojos
en anticipación al sentir sus labios en la esquina de mi boca.
—¡Ey, tortolitos! ¿Listos para la cárcel? —bromeó el Oficial Uno,
acomodándose en el asiento del conductor. Tom y yo rompimos el contacto de
los ojos y la piel para echar un vistazo a su dirección. Se inclinó sobre el asiento
hacia nosotros—. Realmente son muy extraños —dijo, cuando el oficial David
abrió la puerta del lado del pasajero y se sentó.
Tom giró completamente para el otro lado.
—¿Cuáles son los cargos, oficial?
—Intento de robo.
—Ah, ya veo, y ¿qué estábamos, supuestamente, tratando de robar?
—Eh… —dijo el oficial Uno, mirando al oficial David—. Cuando miremos
las cintas…
—¡Oh! ¡Tienen cintas! ¡Gracias a Dios! —interrumpí, ganándome una
mirada de silenciamiento del oficial David.
—Deberíamos pillarlos intentando abrir la caja registradora.
—No van a ver eso en absoluto —dijo Tom—. Y cuando se den cuenta de
que somos inocentes en todo esto, de que robaron nuestro auto, etc. ¿Con qué
rapidez podemos ser liberados?
—Suponiendo que tienes razón, lo cual no creemos, estarían fuera, oh,
digamos, ¿en doce horas?
—¡Doce horas! —le dije—. ¡Pero tenemos que estar en Londres a las diez!
—Sí, en Londres a la diez, ¿dices? ¿Para qué? Probablemente una reunión
76

secreta de drogas y demás.


Página

—¡Oh, por el amor de Dios! —le dije—. ¡Solo estábamos haciendo uso del
teléfono, es todo!
—January ―dijo Tom, negando—. ¿Nos permitirán hacer una llamada
telefónica en la estación? —preguntó a un oficial.
—Una, sí.

En la estación, nos procesaron tomando nuestras huellas digitales seguidas


por una ronda de fotos policiales. Eché un vistazo a la computadora y vi la foto
que habían tomado y casi me eché a reír. Me veía como un conejo asustado. A
decir verdad, estaba un poco asustada, pero no lo suficiente como para privarme
de la risa que era mi ficha policial. ¿Alguien tiene una buena foto en la ficha
policial?
Tom llamó a Jason y le hizo saber todo lo que habíamos pasado. Me puse
de pie a su lado, esperando mi turno para llamar a alguien... Jason habría sido
mi llamada, pero Tom se encargó de eso, así que llamé a July.
—¿Hola? —Oí la voz de July y sonaba tan bueno escucharla.
—¡July!
—¡January! ¡Dios mío! ¿Cómo estás?
—Oh, ya sabes, solo simplemente pasando el rato —dije, haciendo una
mueca hacia Tom. Se encogió de hombros, aprobando físicamente mi elección
de palabras. Agradable—. Bueno, quiero decir que estoy aquí, en la cárcel en
alguna pequeña ciudad a una hora de Londres, pero...
—¡Qué! ¿Por qué? ¡Oh, Dios mío, January! ¿Qué está pasando? ¿Tengo que
llamar a la embajada?
—July, estamos en el Reino Unido, no en Nicaragua, cálmate. —Tom se
echó a reír.
—¿Quién fue ese? —preguntó July.
—Oh, ese es Tom —le dije, sin hacer contacto visual.
—¿Puedo hablar con él?
—No.
—¿Por qué no?
—Debido a que es innecesario. Te estoy llamando porque tengo una
llamada gratuita y eres la única persona que se me ocurrió para desperdiciarla
mientras prueban que somos inocentes de todos nuestros cargos amenazantes.
—¿De qué están acusados?
—Asesinato.
—Cállate, January —dijo, haciéndome sonreír.
El Oficial David me dio la señal para ―concluir‖. Al parecer, esa señal es
universal.
—Uh, me tengo que ir, botón de oro. Te amo, ¿de acuerdo? Te llamaré
cuando salga. Dile a mamá que la amo y hazle saber que estoy recibiendo
montones y montones de tatuajes de prisión en mi pecho y brazos con el
77

nombre ―Bubba‖ o cualquiera sea el equivalente de hermano en inglés de


Inglaterra.
Página

—Yo también te quiero —dice y cuelgo.


Me acerqué a Tom y me senté a su lado en una de las sucias sillas de
plástico que ponen en varias líneas para acomodar, sin duda, al asombroso
número de hombres y mujeres. Estoy siendo sarcástica. Había otro caballero allí
y estaba borracho como una cuba y tan lejos que apenas podía verlo.
—¿Supongo que tu hermana está bien?
—Sí.
—¿Embajada?
—Sí, es un poco... dramática.
—¿No me digas? —dijo, con una sonrisa suave en el rostro.
—¡Buenas noticias! —Oímos detrás de nosotros. Los dos nos levantamos y
enfrentamos al oficial David—. Han sido absueltos de todos los cargos.
Encontraron el auto donde lo dejaron. Parece que no miré lo suficiente.
—¡Oh, gracias a Dios! —le dije, agarrándome el pecho.
—¿Qué podemos esperar de aquí? —preguntó Tom.
—Eres libre de irte, pero no lo haría si fuera tú. La noche ha refrescado un
poco. Puedes utilizar el teléfono para llamar a tu amigo.
—Gracias —dijo Tom, caminando de regreso al teléfono de la pared. Marcó
a Jason, y esperé impaciente junto a él, desesperada por salir del lugar. Mis
primeras impresiones de Inglaterra no fueron impresionantes—. ¿Jason? —Oí—
. Sí, estamos bien, hermano. Gracias. —Se rió—. Sí, está bien, está bien, amigo.
Oh, bueno, bueno. Muy bien —dijo, mirando su reloj—. Genial. Hablaré contigo
más tarde.
Colgó.
—¿Qué dijo? —le pregunté.
—La compañía de alquiler entregará un auto nuevo aquí en la próxima
media hora.
—¿Qué pasa con nuestras cosas?
—Van a transferirlas al nuevo auto. Al parecer, se disculparon.
—¿Deberíamos esperar en el vestíbulo cerca de las puertas para que
podamos verlos?
—Eso es una gran idea —dijo con un guiño. Ese guiño me dijo dos cosas.
Una, que era aterradoramente agradable y hacía cosas como guiñar. La única
otra persona que conocía que guiñaba un ojo era mi abuelo. Dos, que él estaba
emocionado por tener privacidad con... mi pequeño yo.
Tomó mi mano y me guió a través de las puertas. Los oficiales nos
saludaron con las manos y dijeron adiós después de pedir disculpas por el
malentendido. Salimos por las pesadas puertas dobles con diminutas ventanas,
dejándolas cerrar de golpe contra nuestras espaldas.
—Dios, nunca querría ir a prisión —le dije.
Por alguna razón, esto hizo que Tom se riera. Estaba haciendo mucho de
78

eso últimamente.
Página

—En primer lugar, eso no era una prisión. Ni siquiera una cárcel. Era un
área de procesamiento. Y en segundo lugar, nunca podrías ir a la cárcel porque
eres demasiado buena persona para eso.
—¿Oh sí? ¿Y cómo sabes eso, eh? La única cosa que hemos intercambiado
es saliva. —Mi cara literalmente se derritió en mi cuello con esa declaración,
pero fingí que no hizo tal cosa.
—Sé que estás avergonzada, ya sabes.
—Sí, es una maldición.
El me detuvo y me pasó por delante de él.
—Es precioso. —Bueno, si eso no me hizo sonrojar más. Maldita sea. Su
sonrisa se hizo más profunda y llevó su mano a mi rostro, guiándola por mi
mejilla. Hundí mi cara en su palma—. Tú eres preciosa, January.
Su otra mano recorrió mi cabello cayendo en mi hombro.
—Probablemente debería deshacer mi trenza —dije, tocando el lío en que
se había convertido. Me separé por un momento y me senté en un banco cerca
de las puertas de cristal de la estación. Tom se sentó junto a mí y solo observó,
aparentemente hipnotizado.
Saqué el palito que sostenía mi moño desordenado y me lo puse entre los
dientes para poder destrenzar mi cabello. Una vez que hube deshecho todas las
torceduras con mis dedos, lo dejé caer todo sobre mis hombros.
—Eso se siente mucho mejor —le dije alrededor del palillo mientras torcía
la longitud alrededor de mi mano y me lo saqué de la cara por un momento.
Tom quitó el palito de mis dientes y se lo metió en un bolsillo interior de su
chaqueta de cuero antes de arrastrar mi cuerpo más cerca de él y me hizo
enfrentarlo.
—Miraré las puertas —dijo en voz baja, sus ojos vagando por mi cabeza
mientras entrelazó sus manos grandes y cálidas por mi cabello. Mis ojos se
volvieron pesados.
—Deja de hacerme dormir, Thomas Eriksson.
—No puedo evitarlo. Necesito pasar mis dedos por tu cabello.
—Es mi cosa favorita en el mundo —le dije con pereza antes de abrir los
ojos al rostro más hermoso que jamás había visto en toda mi vida.
—¿Qué? —preguntó.
—Nada, yo solo...
Alguien llamó a las puertas de vidrio de la estación y una joven con
uniforme de la empresa de alquiler saludó. Caminamos hacia ella y la
encontramos en la acera.
—¿Señor Eriksson? —preguntó y él asintió—. Lo siento mucho por todo
esto. Le hemos dado un mejor auto para usted, por las molestias y nos hemos
encargado de su factura. ¿Hay algo más que podamos hacer por usted? —
preguntó, entregando las llaves.
—Nada, gracias —respondió Tom.
79

—Solo danos una llamada, amor, si aparece algo —dijo con una dulce
Página

sonrisa.
—Lo haré. Una vez más, muchas gracias.
La mujer corrió a un auto esperando detrás de nosotros y nos metimos en
nuestro nuevo auto de alquiler. Fue sin duda una mejora. Al igual que, de mega
actualización. Era un gigante SUV, tal como vi en Irlanda o Inglaterra hasta el
momento. Land Rover. ¡Genial! Jason había hecho esto, lo supe tan pronto lo vi.
80
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Llegamos a Londres en menos de una hora. El GPS fue muy útil,
llevándonos derecho a The Chesterfield en Mayfair. Mientras íbamos en auto
hasta el hotel, o palacio, según lo mirabas, estuve mudo. Los dos nos quedamos
mirando con fascinación.
—¿Por qué Jason nos mandó aquí? —pregunté a nadie en particular.
Pero January respondió de todos modos.
—¿Porque nos ama?
La miré con incredulidad.
—¿Siquiera conoces a Jason?
Ella pensó durante un momento.
—Tienes razón. Algo está pasando.
El valet se acercó y le abrió la puerta a January antes dar la vuelta al auto y
recoger las llaves. Nos informó en un acento muy formal que iba a encontrar
nuestra habitación y haría que nos lleven las maletas arriba.
—Te pillaré cuando nos vayamos, hermano —le dije, haciéndole saber que
le daría propina una vez termine y él asintió firmemente.
En el interior, el vestíbulo tenía suelos de mármol blanco y negro. Nuestros
pies hacían eco con las paredes y resonaban repetidamente, un himno resonante
de taconeos. El resto de la habitación era de color madera oscuro y énfasis
carmesí, salvo por el techo de escayola color crema y las columnas. Nos
acercamos al recepcionista y nos saludó alegremente, preguntando nuestros
nombres.
—Thomas Eriksson y January MacLochlainn —le dije. Sus cejas se
elevaron ligeramente a January, no lo suficiente como para que duela, pero solo
lo suficiente para que pique. Zas. Sentí esta simple quemadura de celos por
enésima vez desde que estoy alrededor de esta chica. Si tuviera alguna
posibilidad de una relación normal con ella, iba a tener que ver eso
rápidamente. ¿Relación? ¿De dónde diablos salió eso?
—Sí, señor —dijo, escribiendo en un ordenador—. Ah, sí, los tengo a ambos
en el tercer piso, ¿les parece? Hay unas vistas fantásticas desde esa habitación.
—Perfecto —contestó January antes de mirar dos veces—. Espera.
¿Habitación? ¿No querrás decir habitaciones?
El hombre se puso nervioso y bajó la mirada a su computador una vez más.
January y yo nos miramos el uno al otro, confundidos.
81

—No, lo siento. Solo reservaron esta habitación. Dos camas individuales,


Página

sin embargo.
—Jason —dije en voz baja—. Lo siento —dije un poco más fuerte—, pero
vamos a necesitar dos habitaciones.
—Disculpe, señor, pero es la única libre.
—Está bien —dijo January—. Tiene dos camas individuales, ¿dijiste?
—Sí señora.
—Está bien —respondió January, tocándome ligeramente el brazo.
Asentí.
—¿Seguro?
—Seguro, vamos a salir y escuchar un poco de música, Tom. Estoy casi
muriéndome por hacer nuestro trabajo.
—Muy bien —dije, deseando poder besarla en ese momento. Ella hacía que
mi corazón se sintiera más ligero de lo que se había sentido en más de un año—.
Vale —le dije al hombre mientras comenzaba a preparar nuestras llaves. Me
volví hacia January—. Hablaré con Jason.
—Está bien —dijo ella, apretando mi antebrazo a través de mi sudadera
con capucha.
El recepcionista terminó todo, entregándonos las llaves y dejándonos
saber que nuestras maletas estarían enseguida. Nos indicó hacia el ascensor y
entramos, pero cuando las puertas se cerraron y presioné el botón de la tercera
planta, se sentía como si alguien hubiera tomado posesión de mi cuerpo.
No hubiera podido detenerme ni si lo hubiera intentado, agarré a January
bruscamente y la empujé contra la pared del ascensor, ahuecando su nuca para
no lastimarla. Pareció sorprendida pero para nada no dispuesta, su boca jadeó
ligeramente y tenía una pequeña sonrisa. La miré apasionadamente antes de
girar físicamente su cabeza y moverme hacia su bonito cuello. Inhalé su
seductor perfume profundamente dentro de mi pecho. Enderecé su cabeza
atrayéndola antes de cerrar mis ojos y presionar suavemente mis labios en los
suyos. Tomó todo de mí mantenerlo suave, mi cuerpo tenía otras ideas, ideas
más rudas, y deseaba tanto besarla ásperamente para borrar todo el sentimiento
acumulado reprimido que había estado albergando por la fascinante mujer
desde aquella noche en Austin.
—Me gustas —le dije cuando la liberé.
—Sí —susurró como una declaración más que una pregunta.
—Es una mentira —corregí.
Su respiración jadeaba ligeramente mientras su mirada recorría mi rostro.
—Una mentira.
—Sí —dije, pasando mis dedos por su cuello y garganta, apoyando mi
palma encima de su corazón, sintiéndolo acelerarse por mí.
—Estoy obsesionado contigo.
—Ob-obsesionado —dijo tartamudeando la palabra.
82

—¿Te estoy asustando? —pregunté, moviendo mi mano de su pecho y


llevándola de vuelta a la garganta.
Página

Las puertas del ascensor sonaron, avisándonos que llegamos a nuestra


planta y ambos salimos sin decir ninguna palabra. Abrí la puerta con la llave
electrónica y la dejé entrar primero. Cuando la puerta se cerró, tomé rápido su
brazo y la moví rápidamente hacia mí, clavándola otra vez contra la puerta. La
única luz en la habitación era de una delicada lámpara en la esquina.
—No —dijo.
—No, ¿qué?
—No me estás asustando.
—No puedo para de pensar en ti —reconocí tanto para ella como también
para mí. Mi mirada fija examinó su cuerpo desde sus pies hasta lo alto de su
cabeza—. ¿Quieres oír algo enfermo?
—Siempre.
—Sueño contigo.
—Sueñas.
—Sí, siempre. Todas las noches. Absolutamente todas las noches, January.
—¿Sobre qué?
—No sería… prudente que lo dijera —admití, sin creer que lo había hecho.
Se rió tímidamente y pude sentir su rostro y cuello comenzar a sonrojarse.
—Para —hablé en su cabello.
—No puedo evitarlo —gimió, enviándome en todas las diferentes
direcciones posibles.
—Entonces prepárate.
—¿Para qué?
—Para esto —dije, presionando mi cuerpo duramente en el suyo.
Gimió y casi me dejé ir sin control por el cautivante sonido. Sus largas
piernas treparon las mías y muy pronto la llevé hasta una de las imposiblemente
pequeñas camas individuales. Sus dedos pasaron por mi cabello y apretaron
ligeramente al final, haciendo el beso más profundo.
—Tom —dijo en voz baja en mi boca.
—¿Sí? —pregunté, moviéndome hacia su mandíbula y garganta.
—La puerta, Tom —dijo ante el golpe de detrás de ella.
—¿Qué? —pregunté, alejándome, absolutamente enfadado por que
tuviéramos maletas que, incluso, necesitaban ser traídas.
Dejé que su increíble cuerpo se deslizara del mío hasta que sus pies
tocaron el suelo. Me aseguré de que se mantuviera en pie antes de encender la
luz, pasar mi mano por el cabello y respirar hondo. Abrí la puerta y un botones
nos metió las maletas, apoyándolas en la pared cercana a la televisión.
Le di unas pocas libras, agradeciéndole y se fue.
—Vaya —dijo ella, con las palmas en sus mejillas.
83

—Lo sé, no debí dejarlo ir tan lejos. Lo siento.


Página

—Bueno, eso también —dijo, su rostro poniéndose rojo. Mis párpados


cayeron y ella se llevó la mano a la garganta—. Lo siento —susurró―. Quería
decir, ―vaya, esta habitación‖. Es como si la marina británica hubiera vomitado
aquí.
—Miré alrededor y finalmente vi lo que decía.
—¡Ostras! Tienes razón. Estoy ciego.
—¡Uh! ¡Todo azul brillante y dorado! ¿Qué estarían pensando? —Se rió y
no pude evitar unirme.
—Es ridículo.
Eché un vistazo a la mesita de noche y vi la hora.
—¡Mierda!
—¿Qué pasa?
—Son las nueve y cuarto.
—¡No!
—Escucha —dije—, no olvides esto, ¿de acuerdo? Necesito que recuerdes
este beso. Quiero que sepas que realmente sigo deseándote mucho.
Su rostro floreció en respuesta.
—Dame un momento —dijo—. Estaré lista en quince minutos. Puedes
prepararte aquí, ¿si quieres? —Asentí—. Tocaré la puerta del baño desde
adentro cuando esté lista para asegurarme de que estarás vestido.
Escuché el agua corriendo por un momento y los sonidos de la ropa
cayendo al suelo, incluyendo sus zapatos. Coloqué mi mano en la puerta y cerré
los ojos, rogando que Dios me diera la paciencia para dormir en la misma
habitación con esta magnífica criatura.
Iba a matar a Jason.
Saqué todo del bolso y lo puse en los armarios de al lado de la cama y
ventana. Sabía que solo íbamos a quedarnos un día, pero si alguna vez has
tenido que vivir con un bolso sabes que es más difícil que con una maleta. Si no
mantienes todo organizado y doblado, te puede tomar horas volver hacerlo bien.
Me metí en un pantalón y camiseta debajo de una camisa negra antes de
encogerme en mi sudadera. Me puse delante del espejo y me pasé las manos por
el cabello. Hecho. Caminé hasta el armario cerca del baño y saqué la bolsa para
poner la ropa sucia, metí todas mis cosas de ese día y del día anterior en el
interior.
Toqué la puerta del baño. Un pequeño chillido llegó desde el interior,
haciéndome reír.
—No estoy decente —dijo.
—Oh, bueno, entonces está bien que entre.
—¡No! ¡No estoy decente! ¡No estoy decente! —Estuve en silencio unos
minutos—. Estas bromeando conmigo, ¿verdad?
No respondí, solo me reí.
—January, aquí está la bolsa de ropa sucia para tus cosas. La pondré justo
84

fuera de la puerta. Queremos que nuestras cosas estén lavadas mañana ya que
Página

estaremos fuera de aquí por la tarde.


7

January salió quince minutos más tarde, luciendo por todo el mundo como
el sexo en tacones y traté desesperadamente de fingir que no lo hacía. Los dos
fuimos al lavabo y nos cepillamos los dientes, tratando de no reír en el espejo y
obtener pasta de dientes en nuestra ropa, pero eso no funcionó demasiado bien
para mí.
Una camiseta limpia más tarde, estábamos fuera de la puerta. January,
una andante bomba de tiempo, y yo, el detonador. Era solo cuestión de tiempo
antes de que una de las dos cosas ocurriera. O algún idiota me iba a empujar
sobre la línea, o ella. Me imaginaba que ambos no serían exactamente lo ideal.
Aunque, tenía una preferencia.
—Sabes lo que estás haciendo —le dije mientras nos instalamos en la
escena del único delito que en realidad habíamos cometido esa noche. Sí, hice
eso.
—¿A qué te refieres? —fingió sorpresa, su mano voló a su pecho.
—Sabes cómo luces. Tendrías que ser una idiota para no hacerlo y tú,
January MacLochlainn, no eres una idiota.
—¿Qué? —se burló, una ceja levantada—. ¿Planeabas sacar esas pequeñas
cancioncillas con antelación, o eso fue fruto de la casualidad?
—Pido disculpas, ¿eso no fue lo suficientemente inteligente para ti?
—Estaba debajo tuyo, Eriksson, debajo tuyo.
—Sé de algo más que me gustaría debajo mío —bromeé.
Se rió en voz alta, su risa el equivalente a una campana, antes de
comprobarse a sí misma.
—¿Ves? Acabas de matarlo. Está literalmente muerto, flotando boca abajo
e hinchado. Así de muerto.
85

—Pero qué visual. Eres la reina rebajando la tensión sexual.


Página

Hizo una pequeña reverencia, levantando el dobladillo de su falda un poco


y enviándome muy cerca de ese borde del que te advertí.
—Gracias. Gracias —dijo, corrigiéndose a sí misma—. No intenten esto en
casa, amigos. Soy una profesional.
—Eres una idiota.
—¡Thomas Eriksson! ¡Me heriste hasta la médula! No creo que pueda
seguir adelante —dijo con un acento sureño exagerado. Apoyó su cuerpo contra
el mío y quedó inerte. Con mucho gusto la sostuve en brazos y en mi contra—.
Dile a mamá que la amo. Dile a July que le dejo mi colección de conchas de todo
el mundo, y los globos de nieve pueden ir a August. —Murió en mis brazos y me
espió con un ojo abierto, cuando las puertas se abrieron a un repleto vestíbulo.
Una mujer jadeó ante nuestra posición, pero se contuvo antes de hacer
demasiada escena. No se puede expresar en voz alta su disgusto con nosotros o
sería demasiado estrechamente vinculada. El resto de la fiesta parecía igual de
asqueada y eso era solo cómico para mí. Estaban disgustados por una sola razón
y no tenía nada que ver con quiénes éramos, sino con quiénes no éramos.
—No mires ahora, MacLochlainn, pero creo que podemos estar
sorprendiendo a esta gente con nuestra ropa radical y completa falta de espacio
personal. —Y obvia falta de dinero.
Miró en su dirección y se puso de pie, alisándose la falda y levantando la
barbilla hasta el nivel de ―no me importa lo que piensen de mí‖, pero no hizo
nada para convencerme porque su cuello estaba pintado de un rojo brillante.
Odiaba que se sintiera avergonzada por ser tonta, divertida, ella misma. Odiaba
eso. ¿Quiénes se creían que eran? Era probablemente infinitamente más
inteligente que estos borregos, y tan talentosa como el infierno. No tenía
absolutamente nada por lo que estar humillada. Ella era increíble.
Tomé su mano y nos dirigimos con confianza a través del vestíbulo y fuera
de las puertas.
—January, ¿puedo ser franco contigo?
—¿Sí? Por supuesto —dijo distraída.
—Te encuentro... extraordinaria.
—¿En serio? —dijo, una sonrisa sincera tocando la esquina de sus ojos.
—Infiernos sí, lo hago. Una de las más.
—Gracias, Tom. Eso es muy amable de tu parte.
—No es amable, es la verdad. Vamos —dije, envolviéndola debajo de mi
brazo mientras nos dirigimos al metro hacia el distrito Soho de Londres.
Nos dirigimos a Ronnie Scott. Ahí es donde The Mark estaban
programados para tocar por primera vez a las diez. Seven no dictaba a quiénes
veíamos o incluso cuándo ni dónde, pero si hacían una sugerencia, iba a
acomodarla, especialmente si Jonah podía estar allí. Lo cual me recuerda.
—Si Jonah está ahí, tenemos que llevar esto con calma —dije, levantando
su mano en la mía.
—Está bien —dijo, un poco herida.
86

—No es porque no me den ganas de gritar al respecto y la mierda. Es


porque si Jonah se entera, las palabras podrían salir y podrías poner en peligro
Página

la solidificación de una posición como exploradora, January. Me sentiría


horrible si eso sucediera.
—Oh, está bien —dijo, todavía sonando decepcionada.
—Oye —dije, tirando de su short. Puse mis manos a ambos lados de su
cuello para dejar las cosas claras—. Lo juro, January, me gustas tanto que ni
siquiera es gracioso. Simplemente no puedo comprometerte de esa forma.
Obviamente vas a ganar ser exploradora por tu propio mérito, pero si alguien en
Seven piensa que es debido a que estamos juntos, nadie te tomará en serio.
Simplemente no puedo tener eso. Eres demasiado buena para eso.
Sus ojos se arrugaron en una sonrisa.
—¿Y qué es ―esto‖?
—¿Eh?
—Dijiste que tenemos que llevar ―esto‖ con calma. ¿Qué es ―esto‖, Tom?
—Es el comienzo, January.
—¿De qué? —me preguntó seriamente.
—Tendremos todo el tiempo del mundo para hablar de eso. Es demasiado
profundo para entrar en ello ahora mismo, pero entérate de esto, estoy cansado
de fingir. Muy agotado. Me olvidé de mí mismo cuando perdí lo que pensé que
Kelly era para mí, pero tú me mostraste lo que pienso, no, sé que nadie más
podría habérmelo mostrado.
—¿Y qué es eso?
—Que no quiero estar perdido nunca más. Yo–yo te quiero a ti.
Me besó entonces y mi lengua encontró la de ella. Sabía a inocencia y a
deseo azucarado. Dos de los sabores más apetecibles que he probado y sabía que
nunca conseguiría suficiente. January era a quien quería y me di cuenta en ese
momento de que eclipsó a Kelly con el poder de mil soles. Gracias a Dios por las
oraciones contestadas.
La arrastré conmigo a través de la puerta de Ronnie Scott y apreté su mano
antes de soltarla. Ambos buscamos en la multitud por Jonah, pero no lo vimos.
—No está aquí —dijo.
—¿Quién no está? —le preguntó un timbre profundo. Luché conmigo
mismo para no meter a January a mi lado.
—Jonah —dije, dándome la vuelta y ofreciendo mi mano.
—Tom —dijo, sacudiendo la mano que había ofrecido—. ¡January! —
exclamó, bajando mi mano como si estuviera enferma y levantó a January,
girándola—. Ha pasado tanto tiempo, dulce.
—Jonah —reconoció con una sonrisa irónica, empujándose fuera de su
pecho—. No trates de hacerte el gracioso. Acabo de verte en Nueva York la
semana pasada.
Jonah la dejó en el suelo y resistí el impulso de darle un puñetazo en la
cara. No puede cruzar un límite que no sabe que existe.
—Lo siento. Ocho días es demasiado tiempo cuando se trata de tu cara. —
87

Hizo hincapié densamente, agarrando su mandíbula con una mano y frotando


Página

su pulgar por su mejilla. January rodó sus ojos, pero se echó a reír.
—¿Ponemos todas las cartas sobre la mesa? —nos preguntó a ambos.
—Vamos —dije, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Voy a ganar —dijo, sonriendo.
Me reí en voz baja y negué.
—No, no lo harás.
—Ya veremos —dijo, palmeándome la espalda, como si todo era en buena
diversión.
Besó la mejilla a January y levantó dos dedos por encima de su cabeza
mientras se alejaba.
—Realmente estoy empezando a odiar a ese tipo —admití.
—Me gusta Jonah. Realmente lo hago, pero puede tener algo de imbécil.
Solo estoy advirtiéndote.
—¿Qué? —pregunté, volviéndome hacia ella.
—En serio. He oído que estaba haciendo cosas sospechosas cuando se
trataba de bandas.
—Bueno, ¿cómo qué?
Levantó sus manos en el aire como en señal de rendición.
—Escucha, no quiero empezar mierda, pero me enteré de que estaba
pagando una información privilegiada en Seven debajo de la mesa para
averiguar dónde estarías explorando. ¡De nuevo! —dijo, agarrando mi hombro—
. Realmente no quiero empezar nada. Solo creo que debemos tener cuidado.
—¡Maldita sea! —exclamé—. ¿Por qué no dijiste nada antes?
—¡No dispares al mensajero, amigo! Además, pensé que habría sido obvio
para ti ya que él está en casi todos los shows en los que estás.
—Amigo, sabía que era demasiado para una coincidencia. Le di el
beneficio de la duda.
—Para alguien que es tan cínico en el amor, seguro que eres ingenuo
acerca de la vida.
—Cállalo, MacLochlainn.
January rió.
—Guardándolo.
Mientras que la primera banda se preparaba, January y yo tomamos juntos
asiento en el bar. La gente pululaba alrededor de nosotros pero los
ignorábamos.
—¿Qué quieren tomar? —nos preguntó el camarero.
—Mojito de fresa —dijo January sin ninguna sugerencia de mí.
—Lo que sea que tengas en el barril —dije.
El camarero asintió y se fue para hacer nuestras bebidas.
88

—¿Mojito de fresa? —pregunté, tratando de no reír.


—Cállate, Eriksson. Todas las chicas del trabajo despotricaban y
Página

desvariaban sobre mojitos de fresa y me encontré en una situación donde puedo


probar uno. Soy una novata. Dame un respiro.
—Está bien. Está bien. Espero que te guste.
—Gracias —dijo, inclinando la cabeza.
Los dos nos dimos la vuelta en nuestros taburetes hacia la multitud y el
escenario. Puse mi mano en su rodilla distraídamente para inclinarme hacia su
oreja.
—Cuidado —bromeó January antes de que pudiera hablar—. Si Jonah ve
esto, podría leer en ello.
—Lo siento —dije, levantando mi mano, pero mantuve mi boca en su
oreja—. ¿Puedes verlo? —le pregunté, cambiando de dirección.
Volvió la cabeza hacia la izquierda levemente luego a la derecha.
—No, está charlando con una tipa con enormes tetas. Totalmente inmerso.
En la conversación, no en sus tetas —dijo, aclarando.
Me reí en su oreja, enviando piel de gallina por su cuello.
—Se me olvidó lo que iba a decir ahora. No puedes ser divertida cuando
estoy tratando de ser sexy contigo.
—¿No lo sabes? —me preguntó, su garganta vibrando mientras se reía—.
Divertido es sexy.
—Por supuesto, todo el mundo sabe eso, pero soy el que está tratando de
ser sexy. No puedes sobrepasarme de sexy. Estás superando mi intento de sexy.
No es justo.
—Me disculpo —bromeó, inclinándose hacia mí, pero manteniendo un ojo
sobre Jonah—. Trata, trata de nuevo.
—January —repetí su nombre porque nada se había sentido mejor para
decir, sobre todo en ese momento.
Arrastré mis labios por su nuca, incitando un escalofrío. Puse un lento,
suave beso en el lugar donde mis labios se demoraron y me volví a sentar. Los
ojos de January se cerraron brevemente y se lanzó hacia adelante un poco
enviando una extraña sensación de aprobación por mi columna vertebral por la
forma en que la afectaba. Fijé mi postura y miré hacia el área del escenario
mientras la banda estaba preparándose para tocar.
—Están listos —le dije, mirando en la dirección de Jonah. Sus ojos
buscaron en la multitud antes de detenerse en nosotros. Me saludó
perezosamente en reconocimiento antes de centrarse de nuevo en la banda—.
Así es, tú, bastardo. Sonríe ahora —le dije en voz baja.
Ronnie Scott era un lugar bastante íntimo, mejor adecuado para conjuntos
acústicos. Lo que esperaba era que la banda que estábamos a punto de ver
fueran mejor conectados dentro que fuera y que Jonah no fuese capaz de ver
esto.
—Míralo —le dije a January.
—¿Por qué?
89

—Cuando The Mark empiece a tocar, escucha su set acústico y hazme saber
si puedes imaginar su set con los instrumentos completos. Siempre será
Página

diferente. Nuestro trabajo consiste en descifrar si esta banda puede manejar en


toda regla o si son estrictamente acústicos. De vez en cuando, voy a tener que
pedir volver a verlos. Es por eso que evito sets acústicos como la peste.
—Ah, ya veo. Está bien, trataré eso. ¿Por qué a evitas sets acústicos?
—Debido a que los conciertos en vivo con diez mil personas no suenan tan
bien cuando tu instrumento no puede llegar a ellos.
—Está bien.
—Tenemos una ventaja porque ya estamos familiarizados con ellos. Diez a
uno, también Jonah.
Desde el primer rasgueo, hubiera tenido a The Mark, bueno, marcado y
por la mirada en el rostro de January, también ella.
—Captado —dijo, repitiendo su primer diagnóstico.
—Exactamente —estuve de acuerdo—. ¿Nos vamos? Hay algunas bandas
tocando en The Garage.
—Genial.
Saludamos a Jonah en nuestro camino afuera. Cortésmente devolvió el
saludo, pero la mirada de desconcierto era suficiente para enviarnos a ambos
sobre el borde cuando llegamos afuera de la ruta.
—Se veía tan confundido —dijo January en su mano.
—Al igual que un cachorro perdido, ese Jonah.
—Realmente debe hacer su propia investigación —ofreció a modo de
explicación.
—No, cuando lo hizo, eligió mal. Es por eso que hace trampa.
—¿Dónde está The Garage? —Se movió.
—A veinte minutos en esa dirección a través del metro. —Señalé al
noreste—. Pero vale la pena. Hay un montón de buenas bandas tocando esta
noche.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó.
—Lo organicé.
—¿Qué? —preguntó, los ojos muy abiertos.
—Llamé al gerente del lugar, le dije quién era, bueno, pude haber fabricado
mi posición exacta con Seven, pero era todo para la prosperidad mental, y le
hice reservar cuatro bandas que he estado muriendo por conocer de la zona.
—¡Me estás tomando el pelo!
—No, definitivamente no lo estoy. —Mis manos temblarían en cualquier
lugar cerca de sus piernas.
—¡Eso es increíble! ¿Por qué siquiera nos molestamos en Ronnie Scott?
—Ah, por dos razones. Verás, Jonah necesitaba saber que estábamos aquí y
que solo íbamos a atender a The Mark para apaciguar a la discográfica, y que
teníamos cosas mejores escondidas bajo la manga.
90

—Eso son tres razones.


Página

—No, amontoné los últimos dos en uno.


—Oh, ya veo. Pues bien, dirige el camino, mi diabólico señor.
—Por este camino —le dije—. ¿Lección de la próxima semana? Cómo
ejecutar una carcajada diabólica mientras tamborileas los dedos.
—¿Voy a necesitar alguna provisión para la lección?
—No, solo asegúrate de descansar tu voz la noche anterior.
—Hecho.
El Garage estaba increíblemente lleno y me pregunté si Jonah iba a
aparecerse después de todo, pareciendo como que debía de haber sido bien
anunciado o tal vez había estado en boca de todos. Esperaba que fuera lo
segundo.

Actuaciones:

Georgia Asher – Extraordinaria en sus canciones y actuación. Altamente


entretenida.
Influencias: Janelle Monae, Fun.
Mi opinión: Gran música, contratar inmediatamente.
Opinión de January: Impresionante músico, contratar inmediatamente.

One Lump Or Two – Imitación de No Doubt. Gran actuación en vivo.


Mi opinión: De ninguna manera.
Opinión de January: Lo siento, dos pulgares abajo.

Compass – Instrumentos extraños. Actuación en vivo deficiente.


Mi opinión: Podría ser bueno si agregaran unas pocas piezas más
tradicionales.
Opinión de January: De ninguna manera.

Let Them Eat Cake – Vocalista femenina. Una vocalista realmente


decente. Posibilidad de hacerse comercial.
Mi opinión: Sí, podrían limpiar su sonido y hacerse comerciales, pero son
tan malditamente buenos que, ¿para qué molestarse? Supongo que debemos
dejar que ellos decidan.
Opinión de January: Tom si tienes a Jason haciéndoles una oferta, diles
que probablemente no sonarán igual. Además, aun así no hay garantía de que
sean aceptados comercialmente.
91

—Si se hicieran comerciales, January, serían aceptados y bien.


Página

—No estoy de acuerdo.


—Sé un poco sobre lo que estoy hablando. Serían un gran éxito.
—Sin embargo, vas a envenenar la única cosa que les da su ventaja.
—No estoy tan seguro. Creo que puede trascender. Solo el tiempo lo dirá.
—Bien. Llama a Jason. Arruínalos —bromeó con una sonrisa.
—¿Siquiera recuerdas quién firma tus cheques? —molesté.
—Mierda. Lo olvidé por un segundo. Sí, llama a Jason pero dile que
necesita remplazar a su tecladista.
—¿En serio? —le pregunté—. ¿Por qué?
—Porque es terrible —dijo, riéndose.
—Cielos. No podría decirlo por su actuación. Bueno, supongo que ese
instrumento es tu fuerte. Lo sabrías.
—¿Thomas Eriksson está concediendo un punto? Espera un segundo. —
Contestando un teléfono imaginario—. Sí, ¿en serio? Bueno entonces, ya veo. —
Colgó—. Es oficial, el infierno se congeló.
—¿De qué estás hablando? Soy una persona razonable —le digo mientras
no dirigimos hacia el metro.
—Oh, sí, extremadamente razonable. Se te olvida que me trataste como
basura la primera vez que nos conocimos —admitió, la burla dejando su tono.
—Eso no es justo, January. Ya me disculpé por eso.
—Seguro. —Sonrió incrédulamente con un giro en sus labios.
—Oye —digo suavemente, girándole hacia mí—. No pienso que entiendas
lo que estaba pasando conmigo.
—Sabía lo que pasaba. Solo estoy diciendo que encuentro completamente
tonto que utilizaras eso como una excusa para joder a todos a tu alrededor.
—January, no pienso que entiendas lo que me haces.
—Explícalo.
—Vamos al hotel primero. Hace frío y es tarde y te quiero segura.
Viajamos en silencio, todo el camino hacia el hotel, todavía con mi brazo
envuelto alrededor de su hombro y no se lo quitó de encima, lo que me hizo
pensar que solo quiero trabajar a través de lo que está pasando. Lo entiendo. Fui
un bastardo confuso. Un minuto, fui un completo idiota, después prácticamente
estuve confesando una eterna obsesión. Latigazo emocional.
La subida en ascensor revolvió el calor que había dejado latente. El
recuerdo de cómo su suave carne se sentía presionando a la mía envió olas de
placer por mi espina. Miré en su dirección y sus ojos estaban tan oscuros como
los míos con el mismo recuerdo.
—No. —Me reí—. No me mires así, January. Esto es lo suficientemente
difícil sin que me veas como un tazón de helado.
—Tengo una cuchara, Tom.
—Calla. En serio, no estoy bromeando. Necesito sacar esto de mi pecho.
92

Necesito parámetros.
Página

—¿Parámetros? La atracción no tiene parámetros.


—No, la atracción no lo tiene pero el potencial sí.
Eso la calló de inmediato y casi me reí de su expresión de ojos abiertos.
Nos conduje dentro de la habitación y como que deambulamos alrededor,
pretendiendo hacer cosas, evitando la conversación inevitable. Finalmente me
senté en el lado de las camas y me deslicé hacia la alfombra. Me siguió en
seguida y se sentó frente a mí en el piso, nuestras piernas tocándose. Jugueteé
con el cierre de mi sudadera, temeroso de mirarla. Cielos, chico, has crecer un
par de bolas y habla con ella.
—January —empecé, mirándola directamente a los ojos—. Nunca me he
arrepentido tanto de algo como de la forma en que te traté la primera vez que
nos besamos. —Estaba sonriendo al principio pero atrapó su aliento ante mi
proclamación—. Estaba, estoy, en serio, en un extraño lugar. Mi pecho dolía
perpetuamente e injusta e inmaduramente saqué todo contra todos los que
conocía, especialmente contigo. Cuando nos conocimos, estuve seis meses en
una sentencia auto-infligida en prisión.
—¿Qué pasó? —preguntó tímidamente.
Respiré profundamente, recargando mi cabeza sobre el costado de la
cama.
—Había una chica. Kelly. Había sido parte de nuestro grupo por años y
años. Éramos buenos amigos pero nunca la vi de esa manera. Quiero decir,
seguro, era tan caliente como el infierno, pero Kelly no era alguien a quien
quería tocar. Era Kelly. ¿Me entiendes? —le pregunté.
Asintió cautelosamente.
—Estaba en una banda y eso significa todo lo que implica. Salía con cientos
de chicas, besaba a miles. Hacía… otras cosas. —Pasé mi mano sobre mi cara
antes la confesión—. No estoy orgulloso de quien era. Era joven y estúpido. —
Miré fijamente en su dirección, su rostro solo reflejaba anticipación—. No es
exactamente la mejor excusa, lo sé, pero pensaba que estaba haciendo todo bien,
siendo probado regularmente, siendo cuidadoso, bla, bla, bla, pero hace un año
y medio, no pude pretender más que todo era satisfactorio. —Corrí mi mano a
través de mi cabello, poniendo los mechones detrás de mis orejas—. Estaba
disgustado conmigo, para ser honesto. Había visto todo lo que el mundo podría
ofrecer y solo tenía veintidós años. De repente, fue como si un interruptor se
activara y vi a Kelly por la mujer real que era y Dios mío siempre estuve
enamorado de ella.
El pecho de January jadeó, su rostro se sonrojó y sus ojos se pusieron
vidriosos, haciéndome sentir terrible. Nunca quise hacerla sentir incomoda,
pero necesitaba saber por qué era de la forma en que me había vuelto… no había
terminado.
—Espera, January —le dije, tomando su mano.
—Estoy escuchando. —Se atragantó.
—Pero fue demasiado tarde. Conoció y se comprometió con alguien más.
93

—Oh, querido —dijo January confundiéndome. Apreté su mano para que


me dejara terminar.
Página

—Y odié cada fibra de mi ser. Él era rico, conectado, educado, y,


desafortunadamente, totalmente enamorado de ella. Eso me comió. Al
principio, me satisfacía en mujeres pero no fue útil. Mi dolor solo se hizo más
profundo. Estaba completamente avergonzado de mí porque había empezado a
infiltrarme sutilmente en su relación, exigiéndole ver películas e ir a
restaurantes conmigo. Me di cuenta, demonios, que todavía no casada, era juego
justo, pero incluso yo sabía lo mal que estaba. Todo fue bajo la pretensión de
amistad. Estaba siendo deshonesto con ella. Cuando su prometido canceló
nuestros pequeños encuentros, ahí fue cuando volé a Austin.
—Y ahí fue donde me conociste.
—Ahí fue cuando te conocí.
—Lo veo ahora —dijo tristemente.
—No, no lo haces, January. Realmente no lo haces.
—Dime entonces.
—Solo quería olvidar a Kelly, la quería fuera de mi vida y de mi pecho y no
quería que nadie nunca fuera capaz de estar a cinco metros de mí por razones
que pienso que son obvias. Hombre, pensé que no podía nunca ser herido tan
mal como lo estaba una vez que me di cuenta de que nunca podría tener a
Kelly… pero…
—¿Pero? —preguntó, inconscientemente echándose hacia adelante.
Hablé tranquilamente, casi demasiado tranquilo, temeroso de admitirlo en
voz alta. Cerré mis ojos fuertemente.
—Pero ese dolor no era nada comparado con lo mal que me empecé a
sentir cuando una extraña me besó en un lote polvoroso justo seis meses atrás.
—Jesús, lo siento tanto, Tom —exclamó, su espalda cayendo contra el
costado de su cama.
—¿Por qué?
—No debería haber hecho lo que hice —dije, sus ojos vidriándose de nuevo.
—Sí, debiste hacerlo, January.
—No, no debería. —Bajó sus ojos hacia su regazo y podía de hecho sentir la
tristeza que irradiaba de ella.
Me arrodillé y la atraje hacia mí, trayendo su cara a centímetros de la mía.
—Nunca digas eso, January. Me reviviste. Me salvaste. Hiciste lo que estoy
convencido que ninguna otra persona podía haber hecho y créeme que trataron.
Tan mal como estaba lastimado por Kelly, no era nada, nada en comparación a
cómo me sentí cuando no hice lo correcto con esa completa extraña. ¡January,
eclipsas a Kelly! Me avergüenzo de decirlo, pero esta amiga que estaba
convencido que amaba no es nada comparada contigo. Me siento como un
tonto. Podía haber jurado que cuando perdí a Kelly perdí a mi alma gemela pero
estaba equivocado. Muy, muy equivocado.
Negó. ¿Necesitaba que la convenciera? Bien.
—No te reconocí donde Adam, pero Dios cómo soñé contigo noche tras
94

noche tras noche. Eras este fantasma que llevaba conmigo a donde quiera que
Página

fuera, restándole importancia al odio que cargaba por lo que Kelly en realidad
no me había hecho. Si Jason no me hubiera llamado a Nueva York, sé que no
habría venido a buscarte. Estaba obsesionado contigo y apenas te conocía. —
Busqué su rostro—. ¿Eso te asusta?
—No —dijo calmadamente.
—¿Por qué demonios no? —pregunté, desconcertado—. Esta obsesión que
tenía contigo era casi psicótica, incluso yo reconozco eso.
—Porque —dijo—. Porque estaría mintiendo si dijera que no lo sentí
también. Me siento desesperada cuando se trata de ti. Desesperada y un poco
loca. Todo en lo que puedo pensar alrededor de ti es en cómo sabes.
—No me digas cosas como esa —le rogué. Apreté mis ojos cerrados y apoyé
mi frente contra la suya, peleando por control con cada apretón de dientes.
—¿Por qué? Solo es la verdad.
—No me conoces.
—Conozco lo suficiente.
Con cada palabra que decía, la creciente y burbujeante tensión se
derramaba entre nosotros. Sus ojos se agrandaron cuando se dio cuenta de lo
que estaba a punto de suceder, cómo estaba a punto de sacar todo lo que había
guardado dentro por el último año en su pequeña y hermosa cara, pero no se
rompió. No, se deslizó incluso más cerca así que golpeé mi boca en la suya,
respirándola tan profundamente, que juro pude sentir los latidos de su corazón
en mi lengua. Mis manos sostuvieron su mandíbula y tan suavemente como
pude manejarlo, la puse de pie, nunca rompiendo nuestro beso. Bajé mis dedos
por su cuello, hacia su trasero y la levanté. Envolvió sus increíblemente largas
piernas alrededor de mi cintura y caí en la cama detrás de mí.
No sentamos ahí, intercambiando suspiros, intercambiando deseos,
intercambiando intensiones. Me pareció increíblemente inevitable entonces,
cómo nuestras vidas iban a estar por siempre entrelazadas. Sabía que era la
última persona que besaría alguna vez, podía sentirlo en mis huesos, y sería con
January MacLochlainn, la chica más asombrosa en la que había puesto los ojos.
¿Estaba enamorado de January MacLochlainn? No, no podía decir que lo
estaba… pero lo iba a estar. Sin duda lo haría.
95
Página
Thomas Eriksson era el último primer beso que alguna vez iba a tener. No
sé cómo lo sabía, pero podía sentirlo en mis huesos. Una deliciosa sinfonía
resonó en mi cabeza, nadando por mi cuerpo, una y otra vez. La banda sonora
de en lo que nuestra vida se convertiría tocó hermosamente a nuestro alrededor
y no tenía miedo. Y me di cuenta, que tampoco lo tenía él.
Encajamos tan increíblemente bien juntos, que estaba al límite de lo
doloroso.
Nuestra sesión de besos disminuyó, a un confortable y ligero da y toma,
con nuestros labios dolorosamente en carne viva, pero ninguno de nosotros
sintió el dolor. Su ligera barba enrojeció mi barbilla y me deleité con ese
sentimiento. Estaba besando a un hombre. La idea me hizo estúpidamente
mareada en mi interior como si tuviera una idea real de lo que realmente
significaba. Todo lo que sabía era que había pasado de un mental ―nunca‖ a un
muy sólido ―por favor, por favor, por favor‖. Aferré su sudadera con fuerza entre
ambas manos, demasiado asustada de aflojarlas y bajar su cremallera, todas sus
cremalleras. Hazlo, January, me ordené.
Pero Tom se apartó de mí lentamente, salpicando mi cuello con besos
suaves que me hicieron derretir de adentro hacia afuera. Mi corazón y mis
entrañas eran un desastre licuado y suave y me encantó la sensación.
—Es tarde —susurró con voz ronca. La octava más profunda enviando
escalofríos por mi columna vertebral.
—Y qué —ofrecí, arrastrando sus labios de nuevo a los míos.
—Nada de ―y qué" —dijo, riendo entre dientes contra mi boca, haciéndome
reír con él—. Vamos, amor. Vamos a dormir.
—¿Dormir? —le pregunté con incredulidad.
—Sí, tengo que salvarte de mí. Otro minuto y habrías estado en peligro,
señorita MacLochlainn.
—Me gusta un poco de peligro, sin embargo —dije adormilada, mientras
me llevó a su pecho.
Lo sentí temblar debajo de mí.
—Me imagino que sería bastante temeraria, en realidad.
—Tengo una bella capa que podría llevar —bromeé.
—Cállate. —Se rió—. Duerme, January —dijo, con un último beso en la
sien.
96

Y lo hice, pero en algún lugar en el fondo de mi mente, podría haber jurado


Página

que había susurrado:


—Eres demasiado hermosa para mancillarte.
Me desperté con un Thomas hablando por teléfono con Jason que sonaba
como:
—Georgia Asher, sí, definitivamente la quiero de inmediato. Es lo
suficientemente versátil para ser bienvenida internacionalmente sin ningún
problema en absoluto. ¿Qué? Oh, ah, Let Them Eat Cake, pero no son tan
comerciales como a Seven generalmente le gusta. Es posible que tengas que
darles un poco más de finesa. —Pausa embarazosa—. No, te lo dije, olvídate de
The Mark, Jonah está mal. Está bien, pero no digas que no te lo advertí. Sí, se lo
diré. Adiós.
Sentí su teléfono caer en la cama mientras chasquidos suaves de tela se
deslizaron en el fondo de su bolsa de lona. Me di la vuelta y me estiré, mis
piernas prácticamente dispararon dos metros fuera de la final de mi cama.
—¿Cómo hicimos para dormir ambos en esta pequeña nada? —dije en voz
alta, con la voz ronca por el desuso.
—Bueno, esa pierna estaba envuelta alrededor de la mía —dijo, señalando
cada parte mientras continuaba su explicación—, ese estómago estaba
presionado al mío, ese hermoso rostro estaba enterrado en mi cuello. Fue la
mejor y la peor noche de sueño de mi vida. —Sonreí—. Buenos días —dijo,
sonriendo de nuevo.
—Buenos días, Tom. ¿Cuánto tiempo tenemos?
—Cerca de una hora.
—Me voy a bañar, entonces.
—Está bien, voy a ir a registrar nuestra salida mientras lo haces.
—Gracias —le dije, besando su mejilla mientras caminé hacia la ducha.
97
Página
8

Estábamos de camino dirigiéndonos hacia el Euro túnel5 una hora


después. Me aseguré que tenía todos mis medicamentos conmigo pero Tom me
aseguró que el viaje era exponencialmente más tranquilo que un viaje sobre el
agua y que nos llevaría directamente a París en solo dos horas y media. Sabía
que Europa era pequeña pero me dejó pasmada pensar que podía ir de Londres
a París en el tiempo de ver una peli. Vale, la peli sería El Señor de los Anillos: La
Comunidad del Anillo, pero aun así, es bastante alucinante.
Dejamos el auto en el lugar de alquiler y fuimos en taxi a la estación del
euro túnel. Todo el proceso desde dejar el hotel hasta embarcar en el tren tomó
menos de una hora. Estaba impresionada, totalmente. Impresionada porque
todo lo que hicimos en Texas aparentemente tomó la obligación de un día. Uno,
porque todo está a treinta y dos kilómetros, independientemente a donde vayas,
pero también, para ser honesto, simplemente nos movemos más lento que el
resto de la gente. Es por eso que se nos cataloga incorrectamente como
pensadores lentos. No lo somos. De hecho, somos más perspicaces que la
mayoría de la gente; tan solo nos tomamos nuestro tiempo, menos errores de
esa manera. Creo que en cierto modo prefiero esa manera, pero un pequeño
cambio de ritmo siempre era agradable. Siempre.
Embarcamos en el Eurostar6 y fácilmente encontramos nuestros asientos.
—¿Cómodo? —preguntó Tom.
—Bastante —dije, poniendo mi cabeza en su hombro y sacando de repente
una bolsa de regalices que traje de casa—. ¿Quieres uno?
—Siempre. —Alcanzó la bolsa y sacó un regaliz. Fue entonces cuando me di
cuenta.
—Tu chaqueta está desabrochada.
—Así es —dijo, bajando la vista hacia el mismo, sin darse cuenta del
98

significado. Su camiseta era clara como el día. Se dejó caer un poco en su asiento
estirándola sobre su estómago. Había escogido una camiseta gris carbón y era lo
Página

5Euro túnel: Es un túnel ferroviario que cruza el Canal de la Mancha, uniendo Francia

con el Reino Unido.


6 Eurostar: Tren de alta velocidad que viaja a través del Euro túnel.
suficientemente ligera para que pudiera contar cada uno de sus músculos en su
abdomen. Mi propio estómago se contrajo en la necesidad de delinear cada uno
de ellos.
—Dios mío —solté sin pensar, sin darme cuenta que lo dije en voz alta.
—¿Qué? —preguntó distraídamente, masticando su regaliz.
—Oh —tragué—, nada. Yo, eh, simplemente-nada.
—Vale —canta, estrechando sus cejas en sospecha.
—¿Quieres escuchar mi iPod conmigo? —pregunté. Era muy importante
cambiar el tema.
—¿Por negocios o placer? —preguntó.
—Puro placer —dije, mi cuello y rostro calentándose en un profundo
carmesí. Podía sentirlo quemar mi cuello lentamente. Me apoyé en mi bolso
delante de mí para recuperar mi iPod, dejando mi cabello caer.
—Tu cabello tiene una pequeña hendidura, January. Puedo ver tu piel.
—Mierda —dije, sonrojándome más, luchando una sonrisa y sentándome.
Él se inclinó hacia el lado de mi rostro y metió mi cabello detrás de mi
oreja.
—Por no hablar el calor que puedo sentir emanando de ti.
—¿Qué? —jadeé, girándome hacia él.
—Puedo sentirlo cuando te sonrojas. Se pone aquí —dijo, llevando mi
mano a su pecho—. Y aquí. —Llevó mi mano hacia el abdomen que quería
delinear con mis dedos.
Tiré de mi mano atrás como si estuviera en fuego, haciéndolo reír fuerte.
—Silencio —dijo una anciana inglesa sobre su hombro.
—Lo siento —dijo, pero el decibelio de su risa no hizo nada más que subir—
. Lo siento —dijo otra vez mientras la señora lo miraba más. Se rió a carcajadas y
tosió en su mano para controlarse—. Lo siento, señora. —Ella se giró—. Vas a
conseguir meterme en problemas, January —susurró.
—¿Yo? No puedes hacer cosas como esta, Tom. En serio.
—¿Por qué no? Ese rubor tuyo me hace subir por las paredes. Si no lo veo
al menos una vez por la mañana, mediodía y noche, no me siento completo.
—Oh, cállate —dije, sonrojándome otra vez—. Estúpida sangre.
—No, nunca miente —dijo más serio—. Me encanta tu sonrojo, pinta las
cosas más bonitas en tu rostro.
—No lo hace —le dije, frotando mis mejillas.
—Sí, lo hace —dijo, agarrando mi rostro. Sus pulgares rozaron mi
mandíbula, de un lado para otro, de acá para allá. Me hipnotizó—. Me dice
99

simplemente cuanto te afecto y, a su vez, me encantas. Eres impresionante,


January.
Página

Pasó sus dedos por mi cabello bruscamente y ahuecó mi rostro en las


palmas de sus manos, pero no se inclinó para un beso como me esperaba que
hiciera. En su lugar, movió esas manos sobre mi rostro y bajó por mi cuello
hacia mis hombros y luego hacia arriba.
—Y qué hermoso lienzo para pintar.
El conductor llegó desde el altavoz y habló en francés antes de transmitir el
mismo mensaje en un fuerte inglés acentuado.
—No tengo idea de lo que acaba de decir —dijo Tom, encogiéndose de
hombros.
—Nos ha dado la bienvenida a bordo y ha mencionado que ahora es la una
y veintitrés y que deberíamos estar llegando a la Estación de París Norte
aproximadamente a las seis y cuarenta y siete de la tarde.
—¿Qué? ¿Cómo demonios has entendido eso? —preguntó Tom,
desconcertado.
—Hablo francés —le dije hacia la ventana, mirando a la plataforma inferior
mientras salíamos de la estación.
—¿Hablas francés?
—Sí, ¿no te dije eso? —Me giré hacia él, confundiéndome.
—No, fallaste al mencionar que eres bilingüe.
—Oh, no soy bilingüe —le dije, con una sonrisa tirando de mis labios.
—¿No?
—Soy plurilingüe. Hablo cuatro idiomas.
Tom se quedó mirándome como si no me creyera. Él no podía apartar la
mirada; me miraba fijamente a mis ojos para una explicación.
—No es gran cosa. Los niños son esponjas —le ofrecí. Él todavía no
entendía—. Cuando era pequeña quería trabajar para las Naciones Unidas como
traductora, así que durante los veranos aprendí diferentes idiomas. Valió la
pena porque es útil aunque nunca trabajaría para las Naciones Unidas ahora.
—Asombroso.
—Bah, no es tanto, aprendí algunas cosas locas sobre las Naciones Unidas
y decidí que no eran exactamente…
—No estaba llamando a las N.U asombrosas, January. Te estaba llamando
a ti asombrosa. Eres asombrosa. Increíble, realmente. Cada vez que me haces
olvidar que eres extraordinaria con tus pies en la tierra, algo más me pilla por
sorpresa y me recuerda cuán fuera de mi alcance realmente estás.
Me incorporé un poco y me acerqué a su lado. No podía creer lo que
acababa de decir. Agarré su brazo y me apoyé en su cuerpo. Necesitaba que
sintiera lo que necesitaba escuchar.
—¿Tú estás fuera de mi alcance? Tienes que estar bromeando, Tom.
100

—Por supuesto que no, no estoy bromeando. Estás bastante fuera de mi


alcance, January.
Página

—Esto va a ser un problema, te lo digo —me burlé.


—¿Lo es?
—Sí, porque sigues olvidando el músico increíble que eres y lo talentoso
que eres en tu trabajo. Como todos en este negocio llaman a Seven,
desesperados para contactarte para que puedan robarte. Eres una estrella del
Rock, pero eres ajeno a ella porque siempre estás de gira. Es estúpido, pero es lo
que es. Créeme, Thomas Eriksson, juego en la liga secundaria y tú eres el
hipotético lanzador inicial de un equipo que ganó la Serie Mundial cinco años
consecutivos. Eres tan de primera que haces mi cabeza girar.
Él me sonrió.
—Esa es una mierda absoluta pero me encanta que lo digas.
Abrí mí boca para discutir con él pero me detuvo presionando sus labios
contra los míos y olvidé mi propio nombre olvidándome cualquier argumento
que tenía.

Inglaterra tenía suficiente encanto para distraernos de la conversación.


Caímos en un cómodo silencio guardado por nuestros auriculares compartidos.
Escuchamos el álbum entero de Aim and Ignite. El único contacto que teníamos
era físico. Tom delineó mis palmas con su dedo índice una y otra vez, dándome
más sueño de lo que hacían las pastillas.
Cuando entramos en Francia, me dio un codazo en las costillas.
—Todos los grafiti están en francés.
—Imagina eso —bromeé. Se quedó en silencio de nuevo mientras
examinamos el nuevo campo.
—Háblame —le dije, rompiendo el silencio.
—¿Qué quieres saber?
—Sobre tu familia.
—¿Cuál? —Sonrió, y el sol brillaba intensamente sobre su blanca sonrisa.
—Con la que creciste.
—Bueno, mis padres habían vivido en Nueva York durante la mayor parte
de sus vidas. Se conocieron en una tienda de Greenwich Village donde iban a
tomar un café por las mañanas antes de ir al trabajo. Se casaron seis meses
después, pero no pudieron concebir inmediatamente.
—Es triste. ¿Lo estaban intentando?
—Sí, decían que iban con ello y fueron sorprendidos con las noticias de que
estaba embarazada de mi hermana Cristina a sus cinco años de matrimonio. No
pensaron que era posible. Después quedó embarazada conmigo tres meses
después de que Cristina naciera.
—Oh, querido. Fuiste una sorpresa, entonces.
—Se podría decir que sí —me dijo, sonriendo.
101

Tomó su refresco del respaldo de la silla frente a él, la destapó y tomó un


trago. El movimiento de su garganta tragando me hizo querer convertirme al
Página

instante en algo comestible y dulce para que pudiera deslizarme por su cuerpo
en una conexión definitiva. Mis dedos se tensaron en los brazos de mi silla y
expulsé el pensamiento mientras lo veía acomodándose.
—De todos modos —continuó, trayéndome de vuelta al presente—, tengo
una hermana más llamada Chloe. Tiene tu edad y está en el Instituto de Arte de
Dallas actualmente.
—¿Qué está haciendo Christina?
—Está en Relaciones Públicas en Manhattan. Está casada con un muy buen
chico.
—¿Cómo se llama?
—Pierre. Es Francés. —Chasqueó con una idea—. Tengo la mejor idea.
Cuando te presente a mis padres, puedes traducir las conversaciones privadas
entre mi hermana y su marido. Lleva a la familia loca. —Mi corazón latía
frenéticamente ante la idea que él esperaba que conociera a su familia—. Espera.
—Pensó en voz alta—. Probablemente los pondrás en nuestra contra. Da igual,
he cambiado de opinión. —Me sonríe.
—¿Tu hermana habla francés? —pregunté, esperando no delatar mi
ridículo entusiasmo que él había visto un futuro conmigo.
—Sí, se conocieron durante la universidad. Su universidad tenía un
campus en el extranjero, en París. He dicho suficiente. —Le sonreí—. Mi madre
y padre son profesores.
—Genial. ¿Y cómo se llaman? —le pregunté.
—Walter y Michelle, pero puedes llamar a mi papá Walt. —Jugueteó con la
cremallera de su chaqueta, pareciendo nervioso—. He querido preguntarte algo,
January, pero no estaba seguro de cómo preguntarlo.
—Solo dilo. —Lo empujé con mi hombro.
—Voy a volver a los Estados Unidos por una semana para la boda de Kelly
y hmm, pensé que tal vez, si quieres, ¿podrías venir como mi pareja?
Me moví incómoda en mi asiento. No sabía cómo responder esto. Quería ir
con él a Nueva York, de verdad quería, pero era solamente tan extrañamente
raro saber que conocería a todos sus amigos mientras él veía a la chica que
recientemente consideró el confundido amor de su vida, casarse. Quiero decir,
sí, él dijo que no significaba nada más pero nadie puede cortar así y él nunca ha
tenido una oportunidad para aceptarlo adecuadamente.
De repente me di cuenta que necesitaba ser muy cuidadosa.
—Mierda. —Le escuché decir, sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué?
—Te he asustado, puedo decir.
—No, solo se siente raro que me preguntes ver a Kelly casarse. No la
conozco, pero siento esta cosa extraña por ella. No me gusta.
Esto hace a Tom reír.
102

—Nena —dijo con un poco de su heredada jerga de Texas. Tomó mi mano y


besó la parte posterior—. Si tengo que pasar el mes que viene convenciéndote de
Página

que no es nada para mí, lo haré. Ella ni siquiera está a tu altura, MacLochlainn.
El Festival de Molinos era unos pocos días antes de la boda de Kelly, pero
no íbamos a ir a París a solo sentarnos y esperar. La discográfica nos dio pases
de tren para viajar por Europa, permitiéndonos revisar tantas bandas como
fuera posible. Estábamos empezando en París porque quería que January viera
la banda Jamaica y algunas de sus integrantes iniciales la próxima noche. Había
planeado llegar a Europa en tren hasta el festival y luego dirigirnos directo a
casa para la boda, la cual sorprendentemente no me afectaba para nada. Ni
siquiera sentía un dolor leve. Era como si mi cuerpo hubiera olvidado todo sobre
Kelly y sabía que tenía que agradecerle a January por ello.
Maldición, está chica era increíble. Zas.
Tenía una semana para convencerla de ir conmigo. Iba a casa conmigo.
Definitivamente iba a venir a casa conmigo.

La siguiente noche, esperábamos en la línea para ver a Jamaica.


—¿Jason habló con Georgia Asher? —me preguntó.
—Eso creo. Espero que haya ido bien. Ella será importante y espero que
consigamos crédito por ella.
—Lo haremos —me dijo, su sonrisa estirando sus ojos.
La estudié.
—Tienes labios realmente hermosos, January.
Tímidamente los apretó juntos, un sonrojo subiendo por su rostro. Agarré
su cara y traje esos labios hacia los míos hasta que estuvieron libres de nuevo y
ella me besó de vuelta.
Cuando nos separamos, sus ojos se abrieron amplios y aguantaba una
sonrisa.
—¿Qué?
—Aquellas chicas, las que están justo detrás de nosotros. —Empecé a
girarme pero ella me empujó adelante de nuevo—. ¡No mires!
—Está bien. —Me reí.
—No saben que puedo entenderlas.
—¿Y?
—Piensan que eres adorable. —Se detuvo, escuchando de nuevo y casi
103

riéndose—. Les gustaría ver lo que hay debajo de tu capucha.


—Correcto —dije, moviéndome incómodamente, poniendo la capucha más
Página

sobre mi cabeza.
—Les gustan tus manos… y tu trasero.
—Te estás burlando de mí.
—¡No lo hago!
—¿Qué más piensan?
Escuchó y sus ojos se abrieron, su boca abriéndose.
—Puedo decirte lo que yo pienso. Pienso que quieren que les golpee las
caras.
Empezó a girarse pero la atrapé, riéndome ante su reacción.
—Eres adorable, January.
Se paró derecha, girándose hacia ellas brevemente luego se inclinó hacia
mí.
—Lo siento —me dijo cuándo me reí ante su no tan sutil demostración—.
Tenía que hacerlo.
—Está bien, como que me gusta tu posesividad. —Incliné mi rostro en el
costado de su cabello e inhalé—. ¿Puedo preguntarte algo?
—¿Sí?
—¿Piensas que soy tuyo?
—Sí —dijo sin vacilación.
—Bien, porque sé que eres mía.
Me sonrió.
—Seguro. Como que me gusta eso.
Asentí.
—No es solo una escena convencional de citas, sin embargo, ¿sabes? —dijo.
—Nada sobre nosotros es convencional, January.
—Cierto —dijo, pero la sonrisa sobre su rostro cayó—. Oh, mierda.
—¿Qué? —pregunté, siguiendo su línea de visión. Observamos a Jonah
pasar a través de la puerta frontal. Saludó sarcásticamente antes de atravesar la
entrada—. ¡Maldición! ¿Cómo nos encontró?
—No lo sé.
Dentro, busqué en el club por Jonah pero no estaba visible por ningún
lugar.
—Tiene que estar detrás del escenario —dije.
—Es un escurridizo, amigo.
—Lo sé.
—¿Qué deberíamos hacer?
—Nunca nos creerán que también somos representantes de Seven. No con
Jonah ahí atrás.
104

—Podría, ya sabes, usar mis artimañas femeninas.


La miré, sorprendido.
Página

—No voy a ofrecerte para conseguir el acceso detrás de la escena, January.


—¿Por qué no?
—¡Porque eso es repugnante! —grité prácticamente, paralizado.
Se rió de mí.
—Tom, no es como si me desnudara o algo así. Solo iba a coquetear para
que nos dejaran pasar.
—No —dije enfáticamente. Traje su cuerpo hacia el mío—. De ninguna
manera. No.
Nos llevé a la barra en la esquina del club.
—Bien, entonces ¿qué deberíamos hacer?
—Esperamos.
—¿Y si habla con All the Pretty Girls antes de que tengamos una
oportunidad? Amigo, él no está en contra de robar. Te lo dije.
—Lo sé. Todo lo que podemos hacer es improvisar esta noche, pero de
ahora en adelante ni siquiera a Jason le diré a dónde iremos después. Nadie
sabrá salvo nosotros.
—Buena idea.
—Hablando del diablo —le dije, mientras Jonah salía por la entrada de
atrás del escenario. Ni siquiera me tuve que molestar en captar su atención, nos
vio.
—January —dijo, envolviendo sus brazos alrededor de ella. No me
preocupé por las apariencias. Lo aparté de ella. Supuse que había
malinterpretado mi posesividad por enojo hacia él por hacer trampa.
—¿Qué demonios, Jonah?
—¿Qué?
—No te hagas el tonto, Jonah. ¿Cómo demonios sabías que íbamos a estar
aquí?
Jonah rió, palmeando mi hombro duramente. Miré su mano, un músculo
brincó en mi mandíbula. Me encogí de su agarre rudamente.
—No estoy bromeando contigo, Jonah. ¿Cómo supiste?
—¿París es una ciudad secreta sobre la que nadie sabe? Estoy aquí por la
música igual que ustedes.
—Esas son tonterías y lo sabes.
Sonrió y se encogió de hombros.
—¿A quién nos estás robando?
—Estás paranoico.
—No, no soy un idiota. ¿A quién?
—Eso no es de su incumbencia, pero acabo de convencer a All the Pretty
105

Girls para visitar a Jason la próxima semana.


—Hijo de p…
Página

—Vamos, Tom —dijo January, jalando mi brazo para alejarme de Jonah—.


Todavía ganaremos —me susurró.
—January, ¿quieres bailar? —preguntó Jonah, mientras empezábamos a
alejarnos. La mano de January se tensó sobre mi hombro.
—No gracias, Jonah. Estoy ocupada trabajando —contestó educadamente.
—Trabajando. ¿Así es como le llaman ahora?
Ambos nos giramos y leí el reconocimiento en su rostro. Sabía que
estábamos ―juntos.‖
—¿Qué demonios significa eso? —le pregunté.
—Nada, nos vemos la próxima semana.
—No, no lo harás —le dije.
—Oh, lo harán.
—¿Y cómo sería eso posible, Jonah? A menos que nos estés engañando —le
pregunté a centímetros de su cara.
January estaba forcejeando con mi brazo.
—¡No vale la pena, Tom! —gritó por encima del escándalo de la multitud.
Jonah se acercó más.
—Porque tú me vas a decir a donde irán.
Me reí sonoramente.
—Será un día helado en el infierno antes de que ayudemos a tu trasero.
Has tus propios deberes.
Me giré para alejarme pero Jonah me detuvo con su siguiente frase.
—Lo harán, o les diré a todos que tú y January se están acostando y que esa
es la razón por la que está en el viaje contigo.
El agarre de January sobre mi brazo se apretó.
—No lo harías, Jonah —habló antes de que yo pudiera.
—Lo haría —le dijo, una patética expresión de simpatía en su cara.
El rostro de January lucía increíblemente herida, haciéndome querer
golpear a Jonah.
—¿Por qué? —le preguntó simplemente.
—Son negocios, January, nada más. —Sonrió ante su sinceridad. Idiota—.
Veo cómo te mira. Eres su única debilidad. He tratado de superarlo durante
años, pero sigue tomando toda la gloria y por un rato pensé que era una causa
perdida intentar golpearlo donde le duela porque nada pareció importarle a este
idiota. Eso es, hasta que te conoció.
Gentilmente, removí las manos de January de mi bíceps. Me apresuré
contra Jonah en un instante, clavándole la barra detrás de él. Algunas personas
se dispersaron al mismo tiempo.
106

—Dile a una sola persona esa mentira y te haré tanto daño, que desearás
nunca haber nacido. —Empezó a reírse pero apreté mi agarre alrededor de su
Página

cuello incluso más fuerte, cortándole la risa—. ¿Nos hemos entendido? —


pregunté.
Asintió y lo solté. Se agarró a la parte superior de la barra, todavía
sonriendo, descansando casualmente como si no acabara de amenazarlo.
—No importa. Todavía te encontraré.
—No lo harás.
—Lo haré —prometió.
Guíe a una silenciosa January hacia la salida. No podíamos salir de ahí lo
suficientemente rápido. Si me hubiera quedado otro segundo, hubiera limpiado
el piso con Jonah.
—¿Nos vamos? —me preguntó, aturdida.
—Sí.
—¿Para qué?
—Robó la banda con la que habíamos venido hablar pero más que nada
porque no quiero estar en el mismo edificio que ese bastardo poco ético.
Asintió.
Después de algunos minutos caminando por las calles de París, había
escogido olvidar todo sobre Jonah, específicamente empezando ser absorbidos
por la belleza de la ciudad.
Luego me iluminé. Mirando la reacción de January ante la ciudad a su
alrededor, me di cuenta que nunca había estado aquí antes.
—¿Cómo es posible? —le pregunté.
Frunció sus ojos hacia mí.
—¿A qué te refieres?
—Es tu primera vez aquí, ¿no? —dije.
Se sonrojó bonitamente.
—Lo es.
—Oh Dios mío, solo estaremos aquí otro día. Eso es. Vamos —le dije y
tirándola ante lo obvio.
—¿A dónde vamos? —me preguntó.
—Vamos a quitar la Torre Eiffel de nuestro camino, luego mañana veremos
al verdadero París. Las partes que los turistas nunca ven y vas a hablar con los
locales y voy a mirar tu boca mientras lo haces.
—Je t'apprécie vraiment. Tu m'apprécies? —Me sorprendió, llevándome a
pararme totalmente.
Abracé su cuerpo cuidadosamente y miré su boca extasiado.
—Repite.
—Je t'apprécie vraiment. Tu m'apprécies?—repitió.
—¿Qué significa? —le pregunté, tragando fuerte.
107

—Te dije que te aprecio y te pregunté si me apreciabas de la misma manera


—murmuró suavemente.
Página

—Lo hago —dije sin vacilación. Corrí mi mano a través de su frente y la


bajé por su cara—. Háblame de nuevo.
—¿Qué te gustaría que dijera? —preguntó ella.
—Lo que sea que te venga a la mente.
Estudió mi rostro, luego tomó un momento.
—Tu es élégant. Tu me fascines. Te me rends heureuse. Je t'adore. J'ai
besoin de toi. Je pense toujours à toi. Embrasses-moi.7
Tragué duro por cuan sexi era que encontraba sus palabras y para mi
incredulidad no tenía idea de lo que estaba diciendo pero me afectaba sin
embargo.
—Dime.
—Bésame —susurró ella.
Reclamé su boca fuerte, tragándola y probando su lengua con la mía antes
de alejarme.
—¿Todas esas palabras y pedías que te besara?
—Había más, pero después de ese beso no puedo recordar lo que dije.
—Dios, ojala hablara francés.
—Me besaste bastante francés. —Zas.
La besé de nuevo.
—Sabes, podríamos volver a mi habitación y mirarte hablar igual de
fácilmente que aquí. —Tanteé.
—Juegas para ganar, Eriksson.
—Lo sé —le dije, golpeando su mejilla con un beso sonoro—. Mejor nos
quedamos en público ahora y pensaré sobre eso.
—Está bien —dijo ella, tomando mi mano—. Enseña el camino.
La Torre Eiffel estaba cerrada y era tan tarde en la noche que nos
quedamos de pie abajo, bebiendo entre los fríos metales y la hermosa
arquitectura intrincada. Verdaderamente era magnifica, no me importa lo que
cualquiera diga. Sí, puede no haber sido la cosa más ―genial‖ para hacer en
París, pero definitivamente mereció la pena ver. La estructura era abrumadora y
rigurosa pero tan increíble en su arte; quedaba tan bien con la naturaleza de
alrededor. Era impresionante… pero no tan impresionante como la chica con la
que estaba compartiendo esta belleza.
—Sé adónde quiero ir después —me dijo.
—¿Esta noche?
—Sí.
—¿Dónde? —pregunté, sin preocuparme por el tiempo.
—Tendremos que tomar un taxi. Creo que está lejos de aquí.
—¿Dónde? —pregunté de nuevo.
—Cimetière du Père-Lachaise.
108

—¿Y qué es Père-Lachaise? —pregunté, destrozando la pronunciación. Una


risa levantándose de su garganta.
Página

—Lo verás —explicó ella, llamando a un taxi.

7 Eres elegante. Me fascinas. Me haces feliz. Te adoro. Te necesito. Pienso en ti todos los
días. Abrázame.
Le dijo al taxista adonde ir en francés y eso le ganó un lugar más cerca a mi
lado. Diez minutos después, habíamos llegado.
—Es un cementerio —dije contemplando fuera de la ventana.
—Es eso, pero no es cualquier cementerio. Este cementerio tiene unos
pocos cuerpos famosos descansando aquí.
—¿Quién?
—Oscar Wilde, Edith Piaf, Jim Morrison Y esos son los que puedo recordar
en la cima de mi cabeza.
—Eso es bastante genial, ¿pero cómo vamos a ver algo? —pregunté,
pagando al conductor.
—Siempre llevo una linterna en mi mochila.
—¿Por qué no estoy sorprendido por eso?
—Me pillaste. ¿Primera parada? ¡Oscar Wilde!
—¿Por qué?
—Porque es la única que sé encontrar.
—Esto es bastante aventurero para nosotros. Cementerio. De noche. —
Accidentalmente pateé una piedrecita bajo mi pie y January saltó—. Sonidos.
—Creo que es romántico —dijo ella, apretándose a sí misma a mi lado.
—Eso también. —Estuve de acuerdo, besando la parte superior de su
cabeza.
La tumba estaba bastante cerca del lado de la entrada por la que entramos
a hurtadillas y era… raro. No estoy bromeando. No parecía nada como pensé
que sería. Una losa aparentemente sólida, el lado tenía una simple esfinge con
alas o puede que un ángel, dependiendo de cómo lo miraras, esculpida en su
lado. Era contemporáneamente impactante para mirar y sentir. Personalmente,
no me gustó, no por Wilde de todas formas. Quiero decir, era una pieza hermosa
de arte para alguien que vivió y habló en conceptos y era demasiado sencilla.
—¿Por qué está barricada? —pregunté, corriendo mi palma por la valla de
cristal rodeando la tumba.
—Recuerdo haber leído algo sobre mujeres besando los lados de su tumba
hasta el punto que se estaba deteriorando.
—Mentira.
—En serio. Nosotras las mujeres podemos ser un poco entusiastas a veces.
—¿Así es? —me burlé, atrayéndola mientras leíamos detenidamente las
huellas de adoquines a los largo de las tumbas.
—Si crees que esto es malo, deberías escuchar la historia detrás de la
tumba de Victor Noir.
109

—¿Y cuál es?


—Mujeres solteras se suponían que tenían que besar su rostro de bronce,
Página

colocar una flor en su sobrero volteado, y luego proceder a acariciarle en sus


zonas más íntimas.
Me reí muy fuerte, sorprendiéndola.
—No bromeo, ¿y que conseguían esas mujeres solteras?
Se aclaró la garganta.
—Un marido… en un año.
Se puso extremadamente tranquila en ese momento y juro que pude sentir
su sonrojo.
No podía burlarme de ella por el mito… No lo vi apropiado en ese
momento, no sabía realmente por qué. Todo lo que sabía era que no quería
echar a perder lo que posiblemente sería una de las conversaciones sin intención
y reveladoras que jamás había tenido. Me impresioné con ese pensamiento.
January y yo teníamos… potencial. Un pequeño hormigueo penetró en mi
estómago.
Caminamos mucho tiempo en silencio, zambulléndonos detrás de árboles
y tumbas cuando sospechamos que un guardia podía estar acercándose.
Pasamos muchas tumbas pero no teníamos idea de a quién pertenecía, si fueron
artistas o de cualquier clase, escritores, compositores, pintores.
Tropezamos sobre la tumba de Jim Morrison por accidente. La única
indicación que la tumba le pertenecía a alguien de importancia fue la barrera de
aluminio acosándolo. No pude creer como de sencilla se veía. Aunque, las pilas
de flores, velas y extraños medicamentos, eran un espectáculo para ver.
—Gracias por Light My Fire, Jim —le dije. Aunque él fue un músico
sumamente talentoso y por eso lo apreciaba inmensamente, personalmente no
me importaba mucho el tipo. Leí una vez que él leía mucho sobre
existencialismo. Soy defensor del existencialismo, pero la versión de
Kierkegaard y yo pisamos cuidadosamente sobre esas filosofías, especialmente
Nietzche. Su versión, una que estoy asumiendo que Jim siguió, basada en sus
acciones, nada más que gotea en mi opinión, creada para justificar los antojos
de la conducta inmoral. Y esa probablemente fue la razón por la cual Morrison
sintió la necesidad de experimentar con las drogas que al final le quitaron su
vida. Él estaba buscando la culminación a través de ―uno mismo‖ así que como
materia la heroína, y como todos sabemos, la culminación no viene de esa
manera. Lo sé, lo sé, profundo, ¿verdad? No solo una cara bonita, señoras.
Además, desafortunadamente, tengo mucha experiencia intentando
―realizarme‖. Solo acabé infeliz al final.
Un poco más lejos a la derecha, divisamos una tumba blanca con una
mujer adornando y llorando sobre una lira rota. Muchas de las tumbas que
pertenecían a músicos estaban hechas con instrumentos rotos, un tributo
adecuado a sus genialidades, creo.
—Es de Chopin —me contó January, corriendo sus dedos a lo largo de la
valla forjada de hierro rodeando la tumba.
—Cuan adecuado es que la última tumba que veamos fuera del poeta de los
pianistas —le dije.
110

—¿Cómo es esto adecuado? —me preguntó honestamente.


—Eh, ¿tal vez porque eres una pianista poeta?
Página

—Oh, cállate.
—January, no estoy alagándote. Conseguiré lo que quiera de ti sin el
cumplido —me burlé. Fingió desmayarse e hizo un movimiento para golpearme
pero pillé su mano, acercándola más. Susurré—. Te estoy diciendo que eres una
pianista poeta. Tienes mucho en común con él.
Mi miró fijamente un buen rato y la dejé.
—Creo que es el cumplido más sexy que he conseguido jamás y si
estuviéramos solos, probablemente saltaría sobre tus huesos ahora mismo.
—Te burlas. —Sonreí pero miré alrededor—. January, no hay nadie aquí.
—Perdónalo, Fred —le dijo a la tumba e hizo un movimiento exagerado con
su cabeza hacia la tumba de Chopin.
—Oh, me disculpo. —Escuchamos un sonido y January literalmente saltó
sobre mí—. Eres buena con tu palabra, MacLochlainn.
—¿Nos vamos de aquí?
—Sí.
Caminamos hacia las dos puertas principales enormes del cementerio pero
descubrimos que estaba barricada por la noche.
—Mierda, vamos a tener que caminar hasta una de las entradas laterales.
—Oh Dios mío, eso está muy lejos —gimoteó January.
—Seguro.
—Cállate, Eriksson. Es la una de la mañana y estamos ilegalmente
allanando la propiedad del cementerio urbano. Estoy un poco nerviosa. Entro
en mi chica Valley cuando me pongo nerviosa. No puedo ser arrestada en cada
país que visito.
Estuvo callada por un momento mientras caminábamos de vuelta.
—Espera, ¿eso es a los que aspiras?
—No, coleccionar vasos de chupito, bolas de nieve o algo igual de
llamativo. —Tomé su linterna y apagué la luz. La luz de la luna iluminaba el
camino empedrado lo suficiente para ver por dónde íbamos. No tenía sentido
crear un faro para los guardias—. Si puedes descifrar qué país europeo tiene las
esposas más cómodas, creo que tu reputación de mojigata puede ser mancillada.
—Ambos zapatos están muy bien. —Dios, la encuentro increíblemente
adorable cuando dice cosas como esas—. Pero ya colecciono bolas de nieve,
¿recuerdas?
—Oh, sí. Entonces coleccionar arrestos es el siguiente paso natural.
—Naturalmente.
—Naturalmente.
—¿Sabes quién más está enterrado aquí? —preguntó ella.
—¿Quién?
111

—Abelard y Heloise.
—¿En serio?
Página

—No te burles, Tom.


—¿Qué? No lo estoy. En serio no. ¿Sabes sobre Abelard y Heloise?
—Eh, sí, y-yo estoy un poco pulida en historia, como podrás decir.
—January, es como si fuiste hecha para mí —le dije. Me di cuenta de lo que
dije después del momento en el que el silencio era evidente. El viaje al
cementerio estaba probando ser más sagaz en ocasión que nunca pensé que
sería posible. Parecía que la luz estaba siendo cambiada incluso mientras
caminamos en la noche oscura. Lo sacudí—. Sabes lo que dicen sobre su historia
—dije, pretendiendo no haber hecho cosas torpes o reveladamente incómodas
para mí.
—¿Está sentenciado a repetirse?
—Espero que no —dije, tiritando por el destino de Abelard.
—Estás pensando sobre Abelard, ¿verdad?
—Exactamente.
—Vamos a cambiar de tema entonces.
112
Página
9

—¿Alguna vez has estado en Roma? —preguntó January a la mañana


siguiente mientras salía de su habitación.
Tuve que tragar antes de contestar o se habría dado cuenta de que había
atado mi lengua. Llevaba un vestido. Zas. Uno corto. Zas, Zas. Y de un azul tan
oscuro como sus ojos, haciéndome querer desplomarme a sus pies.
—Nunca —le dije mientras agarraba su bolso—. ¿January? —le pregunté,
caminando un poco por delante.
—¿Sí, querido? —Sonreí, negándome a mirarla.
—Te ves hermosa hoy.
—Gracias —dijo, con una sonrisa escondida en su rostro también. Pude
oírla—. Entonces, ¿quién está en Roma?
—Una banda sudafricana llamada The Great Remember. He estado
esperando verlos desde hace algún tiempo. Me enteré de ellos a través de un
amigo común de Jason y mío.
—Genial. ¿Qué tocan?
—Es una especie de mezcla entre folk y rock. Las chicas los adoran. Usan
una gran cantidad de instrumentos inusuales en sus grabaciones, así como en
vivo, un montón de cosas acústicas, una gran cantidad de sonidos dulces y
melódicos. Por alguna razón están a favor de la nota sol mayor.
—Esa es mi nota favorita.
—Es posible que te gusten, entonces. No los he visto en vivo sin embargo,
me encantaría hacerlo.
—¿Tienes algo de ellos?
—Sí.
113

—De acuerdo.
—¿Tomaste tu medicamento? —le pregunté.
Página

—¡Sí, sí, capitán! —Me saludó mientras entrábamos en el ascensor.


—¿Ha-has pensado en la boda de Kelly? —tartamudeé como un tonto e
idiota y me acomodé cuando las puertas se cerraron.
Ella vaciló.
—¿Honestamente? No creo que sería prudente que fuera.
Se movió un poco y se apoyó contra la pared más cercana.
—¿Puedo preguntar por qué? —le pregunté, mi estómago cayó a mis pies.
—Porque, Tom —dijo, mientras ambos bajábamos del ascensor—. No me
gusta ser utilizada y eso es lo que creo que estás haciendo. —Me dejó con mi
mandíbula colgando y marchamos a nuestras habitaciones. Todo lo que podía
hacer era ver su hermosa figura y frenarme de arrastrarme a sus pies, rogándole
que cambiara la forma en que pensaba de mí. Me sentía como un perdedor
patético. Ella tenía más control sobre mí del que creía posible y quería tanto
sentirme mal por eso, pero no podía y eso me ponía aún más molesto. Nos
metemos en la estación de tren en un silencio sepulcral. Estaba echando humo y
podía decir por su lenguaje corporal desafiante que lo había captado.
—Solo déjalo salir, Tom.
Nos acercamos a un banco a esperar que pasara el tren.
—¿De dónde demonios sacaste la impresión de que estaba usándote? —le
pregunté. Suspiró alto y se dejó caer en el asiento. Me senté a su lado, cerca—.
¿Cómo, January? —susurré.
Había más dolor en mi voz de la que me había imaginado que me
permitiría.
Ella giró su cuerpo para que su rostro estuviera junto al mío.
—No voy a hacer el ridículo, Tom. Nunca. He tenido mucha práctica en eso
y soy lo suficientemente segura como para saber que valgo más que presentarme
en una boda del brazo del hombre que todavía está enamorado de la novia.
Negué hacia ella.
—¿No me has estado escuchando, January? No amo a Kelly. No lo he
hecho por más de seis meses. Ya superé a Kelly total y absolutamente.
—Nadie supera al amor de su vida en seis meses, Tom. Nadie.
Estudié las líneas acentuadas en su hermoso rostro y cómo la luz se
reflejaba en sus vidriosos ojos azules. Pasé mis dedos a lo largo del pliegue de su
frente, relajando su preocupación.
E hizo clic.
Dejé que el reconocimiento se extendiera a través de la lenta sonrisa en mi
cara y la agarré de los hombros, apretándola en un abrazo, con cada pedacito de
moderación que tenía para no presionarla demasiado duro. Quería tanto que
ella se fundiera en mí.
—Tienes razón —dije en su oreja, aplastándola contra mi pecho—. Nadie
saca al amor de su vida en seis meses, January. Nadie. De hecho —le dije,
114

besando su cuello tan delicado que apenas podría haberlo registrado y en


términos aún más suaves—. Nunca superarás al amor de tu vida. —Sentí el
movimiento de su cuello mientras se tragaba mis palabras—. Juro por todo,
Página

January, que ya superé a Kelly.


Coloqué suavemente mi boca sobre la de ella y un aumento de la
electricidad pareció pasar entre nosotros. Todo lo que podía pensar era en que
de alguna manera January MacLochlainn había recibido una cucharada de su
propia medicina y que sus efectos fueron inmediatos.
Me había enamorado tan duro de ella, que me sorprendió no haber sido
noqueado en frío.
Y cuando me puse a pensar en ello, me sentí tan seguro de que el haber
estado enamorado de Kelly Simsky seis meses antes era como la broma más
grande que jamás me habían hecho... y fue para mí mismo.
115
Página
Oh. Mi. Señor. Estoy enamorada de Thomas Eriksson.
Desde nuestro primer beso hace seis meses, había estado enamorándome
con fuerza del extraño, pero el poco tiempo que había tenido con él todo para mí
fue suficiente para solidificarlo. Lo tenía mal. Me asustaba como la mierda, para
ser perfectamente honesta. Solo había estado enamorada dos veces antes y las
dos veces nunca sentí en el estómago lo que sentía por Thomas Eriksson. De
hecho, estaba empezando a preguntarme si verdaderamente me encantaban los
chicos que pensaba que amaba. Ellos palidecieron en comparación y reforzaron
aún más mi confianza en mi decisión de esperar. Tom era el único hombre, y
quiero decir hombre, al que había conocido que podría posiblemente esforzarme
para merecer mi virginidad y que hacía que mi interior temblara de fría
anticipación.
Asimismo, no estaba preparada para experimentar la totalidad, casi
agotadora, la sensación consumidora de que estaba enamorada de Tom. Mi
cuerpo parecía doler por él. Mi pecho y estómago me dolían pesadamente
cuando estábamos separados, aunque fuera por poco tiempo, y estallaban en
una paz eufórica cuando se cerraba cualquier brecha extendida entre nosotros,
ya sea de tiempo o de proximidad. Era extraño y emocionante y en conjunto una
sensación de extremos pero, uf, no lo habría tenido de otra manera.

Con mi nueva conciencia loca, abordé el tren rumbo a Roma con el mayor
número de mariposas posible echando raíces en el estómago de una persona. No
podía evitar la sonrisa estúpida en mi rostro y sé que mis mejillas brillaban del
color cereza más profundo que nunca había mostrado pero estaba de acuerdo
con eso. Estaba tan bien que no era siquiera gracioso. Quería hacer algo terrible
como correr en círculos por encima de una montaña austriaca como la Novicia
María en The Sound of Music, cantando ¡Mi amor está vivo por Thomas
Eriksson! Pondría a mis hermanas a cantar en la parte de atrás también. ¡Les
conseguiría galletas! Al parecer, January enamorada no es más que una bola de
queso. Estaba volando por lo que sentía por Tom, que no podía importarme
menos lo que pensaran de mí.
Todos, a excepción de Tom, eso es. Estaba bastante segura de que si le
ponía correas a mi amor por él en la tonalidad de monja intratable, se
comprometería conmigo. Es por eso que estaba callada y actuando locamente a
diferencia de mí misma mirando fijamente mis manos juntas. Miré y lo encontré
sonriéndome.
116

—¿Qué? —le pregunté, mis mejillas ardiendo más profundo. Tal vez piense
que estoy avergonzada en lugar de muriendo por él.
Página

—Esto —dijo, pasando un dedo sobre mi mejilla ardiente, marcándome


con su toque igualmente caliente—. Eres tan condenadamente hermosa,
January.
Mis ojos se abrieron un poco con mi corazón sintiendo admiración.
—Gr-Gracias. —Tragué.
—Ven aquí —dijo, inclinándose sobre mi cuerpo. Me envolvió en sus
brazos, pero no me besó. Solo miró y estudió todas las líneas de mi cara. Me
miraba con una intensidad constante, que estaba robando mi respiración. Mi
pecho comenzó a bombear aire a un ritmo alarmante. Estaba hiperventilando.
—Bésame —le dije, sin romper el contacto visual.
—No —dijo, su propio aliento cálido, dulce flotando sobre mis mejillas. Su
mano derecha se movió dolorosamente lentamente desde la parte baja de mi
espalda y se envolvió con cuidado alrededor de mi cuello, apoyando su pulgar en
mi pulso latiendo rápidamente.
—¿Por qué? —le supliqué.
—Dilo —ordenó, sus ojos vagando sobre los míos.
Parpadeé largo y lento, tragándome mi miedo. Él lo sabe.
—Tú dilo.
—Está bien. —Respiró pero permaneció en silencio durante lo que
parecieron minutos.
—Por favor, estoy en la miseria, Tom.
—Lo estoy intentando.
—No es difícil.
Él tragó y el movimiento envió mis ojos perezosamente por su cuello y de
regreso hacia arriba.
—Me rechazarás —dijo cuándo nuestros ojos se encontraron de nuevo.
—¿Y qué si lo hago? ¿Importaría?
Él se hundió un poco entonces, pero jalé de él en mi contra.
—No debería importar, pero lo hace —me dijo.
—No.
—No puedo, no puedo ser lastimado de nuevo, January. —Dejó salir en
silencio en un suspiro—. No habría recuperación, te lo dije.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho con la proclamación prevista.
—Dilo —le pedí.
—Estoy enamorado de ti.
Simplemente lo dijo, sin duda entre cuando se lo pregunté y ese momento.
Solo cuatro palabras entre los viejos y los nuevos nosotros.
No esperó a que lo dijera de nuevo. Avanzó y me dio un beso tan duro y
aún no lo suficientemente duro para que lo encontrara con igual fiereza. Fue del
117

doble de impacto y de forma exponencial y delirante. Tantas sensaciones


maravillosas me asaltaron. Su lengua envió hormigueos por mi barbilla
Página

mientras se deslizaba en la mía. Su barba rayó suavemente contra mis mejillas,


sus manos sostuvieron mi mandíbula y pasaron a través de mi cabello. No podía
acercarme lo suficiente. Quería tanto subir a su regazo. La conciencia muy vaga
que estaba en público me retuvo pero apenas. Él se presionó contra mí y fuimos
contra la ventana en nuestra fila. Él estaba tan excitado y perfecto, mis manos
fueron a su camiseta expuesta y mis dedos se entrelazaron en la tela. Quería
arrastrarlo sobre mí, pero el lado racional diminuto, casi infinitesimal de mi
cerebro me recordó dónde estaba.
Un chico riendo al lado de nosotros rompió el hechizo. Los labios de Tom
se detuvieron en los míos pero su temblor me dijo que preferiría hacer cualquier
cosa menos eso. Mis manos fueron a su cara antes de quedarse en su cabello,
pasando a lo largo de mis dedos hasta que se encontraron en su cuello.
Le di un beso suave en la boca y respiré mi propia revelación.
—Estoy enamorada de ti, Tom.
Él cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tembloroso antes de que se
abrieran de golpe y me sostuviera en mi lugar.
—Roma.
—¿Qué hay de Roma?
—Simplemente, prométeme que mientras estés en Roma, todavía te
sentirás de la misma manera.
Me senté y apoyé la mano sobre su corazón.
—Lo prometo. —No renuncias al amor de tu vida, Tom. Tú mismo lo
dijiste.
Le doy mi máxima sonrisa demoledora de corazón.
Besó mi cuello y lo sentí sonreír contra mi piel.
—January MacLochlainn, ¿cómo en el mundo tuve tanta suerte?
Lo abracé con fuerza.
—Es curioso, estaba pensando lo mismo sobre encontrarte.

Nunca he visto una ciudad más bella que Roma, Italia. Era sin duda la
ciudad de Dios. La arquitectura, el gran número de iglesias, una ciudad de arte.
Eso es lo que era, una ciudad llena de arte. Ni un centímetro dentro de sus
muros estaba intacto de un magnífico artista.
—Es increíble —dijo Tom, agarrando mi mano después de que
completamos la tradicional costumbre de echar moneda en la Fuente de Trevi,
asegurando supersticiosamente un viaje de regreso a Roma. Guardamos la
fuente para el final ya que nuestro hotel estaba justo en esa calle.
Ya habíamos visitado la Ciudad del Vaticano, numerosas iglesias y
monumentos. No habíamos planeado ver El Gran Recuerdo hasta la noche
siguiente. Pensábamos irnos de fiesta un poco, pero, para ser honesta,
estábamos agotados del viaje y de siempre estar ―dentro‖. Estuvimos de acuerdo
en dormir un poco el día siguiente ya que rara vez lo hacíamos pero no
118

demasiado tarde porque queríamos hacer un poco más de turismo.


—Quiero invitarte a una cita apropiada.
Página

—¿En serio?
—Sí. Estilo americano. Cena. Película. Una sesión completa.
—Estoy dentro, Bobby Brown. ¿Qué vamos a comer?
—¿Italiana?
—Muy divertido. ¿Y la película?
—Mira, esto es bueno. Creo que es en contra una ley del amor o algo que
no sabemos lo que las películas cavan en otro.
—Muy bien, ¿espera?
Él asintió.
Me encontré con un hombre que caminaba y me acerqué a él.
—¿Mi scusi, dove trovo un cinema?
—A due isolati sulla destra.
—Grazie —le dije al hombre.
Asintió y se alejó con un cortés:
—Prego.
Un grito involuntario salió de mí mientras era levantada y daba la vuelta.
—Me pones caliente cuando haces eso —habló Tom en mi oreja.
Lo besé suavemente mientras me dejaba en el suelo otra vez.
—Sei il grande amore della mia vita —le susurré en sus labios.
Me dio un beso profundo.
—¿Y qué quiere decir eso?
—Nada. Vamos, es dos manzanas más abajo.
Mientras caminábamos al cine, empecé a cantar una canción de Georgia
Asher que escuchamos el día anterior, pero se quedó con nosotros y para mi
total sorpresa, Tom se unió en armonía y sonamos increíblemente bien juntos.
Su voz era rica y profunda y perfecta para la armonía, lo que tenía sentido ya
que tocaba el bajo para The Ivories. Cuando terminamos, miré por encima de él
con temor.
—Dios eres talentoso, Tom.
—No lo soy.
—Sí, lo eres realmente.
—Sí, sí.
—Lo digo en serio, Tom. Eres talentoso como la mierda.
—Eso viene de una de las mejores pianistas que he visto en vivo. —Hizo
una pausa.
—En realidad, eso como que me hace sentir rara, viniendo de ti. Gracias.
—De nada —le dije, sonrojándome por su cumplido.
119

El cine se parecía más a un salón de baile que un cine de películas, pero era
Roma. Traduje todos los títulos para él. Parecía que pasaban películas ―buenas
pero viejitas‖ y podíamos elegir entre Alien, Back to the Future, Indiana Jones:
Página

The Temple of Doom, y tres películas italianas. Pareciendo ser la única que
podía entender las películas italianas, optamos por la subtitulada
inglés/italiano.
—Entonces ¿cuál? —le pregunté.
—De las tres, sé exactamente en cuál me quedaría, sin duda, pero quiero
saber si elegiste la misma.
—Escojo... —Comencé, pero me cortó con un dedo tibio en mis labios.
—No, vamos a jugar un juego.
—Oh, un juego. Me encantan los juegos. Domino los juegos. Soy una
maestra del juego.
—¿Ya terminaste?
—Sí, continúa.
—Aquí está mi tarjeta.
—Está bien —le dije, tomando el pequeño plástico Visa.
—Estaré aquí mientras compras tu boleto. Ve dentro, entonces será mi
turno.
—¿Y?
—Esperemos que escoja la misma película.
—Ese juego es una mierda —le dije.
—Solo es un juego, January.
—Está bien —le dije, convencida de que elegiría Alien o Indiana Jones.
Me debatí si debía simplemente elegir cualquier película que pensara que
querría, pero eso derrotaría al espíritu del ―juego‖.
—¿Un biglietto per Ritorno al Futuro, per favore?
El encargado tomó la tarjeta, la pasó y me dio el billete.
—Su tarjeta, señor.
Él tomó la tarjeta y palmeó mi mano.
—Gracias.
—¿Te veré en el interior, entonces? —le pregunté, sintiéndome insegura
por alguna razón.
—En solo unos pocos. ¿Necesitas algo?
—No, puedo esperar hasta más tarde.
—Muy bien —dijo, inclinándose y besando mi mejilla.
120
Página
Thomas

Tan pronto como January entró, fui a la ventanilla y compré un billete para
Back to the Future con la esperanza de que hubiera elegido la misma. Deslicé mi
tarjeta y ticket dentro de mi cartera. Respiré profundo y lo dejé escapar
lentamente.
—¿Siguiéndonos? —le pregunté a Jonah casualmente cuando giré a mi
izquierda.
Él se levantó de la pared unos pocos metros de la taquilla, desplegando sus
brazos y tomándose su tiempo dulce para alcanzarme.
—No. Solo es una coincidencia.
—Correcto. Una coincidencia. ¿Sabes qué más podría ser una
coincidencia?
—¿Qué? —preguntó, con una sonrisa tonta en la cara.
—Mi puño conectando con tu débil mandíbula tonta.
—Tsk, tsk, Eriksson. ¿Amenazas? ¿En serio? No hagas que te reporte a tu
corporación.
—Eres un cobarde cuando dices cosas como esas. ¿Lo sabes?
Su única respuesta fue un bufido.
—¿No vas a correr y a decírmelo, Jonah? ¿No puedes pelear como hombre?
—Soy un amante no un peleador, Tom. Sabes eso —dijo, haciendo un
movimiento sarcástico en mi mandíbula con su mano.
Apreté mi mandíbula y me alejé de su toque.
—Solo los cobardes dicen mierda como esa.
—Siempre recurres a la violencia, Tom. Te morderá el trasero un día, creo.
—No tengo miedo de pelear por lo que creo, pero es obvio que no crees en
esa mierda por la forma en que eres de imbécil deshonesto como las espinas. No
es que me creas pero nunca he golpeado a nadie en mi vida, sin embargo, no
tengo miedo de empezar contigo, pendejo. Vete jodidamente lejos de mí antes
de que no respete mi palabra.
Empecé a alejarme pero me agarró la parte posterior de mi camiseta.
—Vamos, Jonah —le dije al aire delante de mí, negándome a mirarlo—. Te
lo prometo, no vas a ganar.
—¿No quieres saber cómo te encontré? —preguntó, soltando su agarre.
Odiaba que lo hiciera. Creo sinceramente que necesitaba saber cómo
diablos nos encontró ya que no le dijimos a nadie que nos íbamos a Italia.
121

—¿Cómo? —le pregunté, todavía negándome a girar.


—¿Por qué no le preguntas a January? —dijo, riendo. Mi sangre hirvió con
Página

un intenso calor, pero cuando me di la vuelta para enfrentarme a él había


desaparecido por la esquina como una serpiente deslizándose.
—Qué montón de mierda —murmuré—. Ella nunca me traicionaría.
Pero él había plantado una semilla en ese momento y por mucho que lo
odiara, me hizo pensar.
¿Cómo nos encontró? Si January y yo éramos los únicos que sabíamos a
dónde íbamos y yo no se lo dije, eso solo dejaba a otra persona que podría
informarle. Seguramente no, pensé, negando. Está tratando de meterse dentro
de tu cabeza.
Entré en el cine temblando de la necesidad de golpear algo. Lo reservé para
la persona recogiendo las entradas y le entregué la mía. Ella señaló una sala a mi
derecha y dijo algo en italiano que no entendí. Me limité a asentir y le dije la
única palabra italiana que sabía. Tenía la esperanza en Dios que fuera gracias,
pero no podía estar seguro.
El cine no estaba oscuro y no había nadie más en el interior, excepto
January.
—Bueno, las vistas previas no han comenzado —le dije, pegando la mejor
sonrisa que pude intentar.
—¡Por aquí! —gritó January. Se había puesto de pie y comenzó a agitar sus
brazos—. ¡Estoy por aquí, Tom! ¿Puedes verme? —bromeó. La miré. No había
manera de que te hiciera eso.
—Sí, puedo hacerlo, January, ya que somos las únicos dos personas aquí —
gruñí de regreso, el nudo en mi garganta era cada vez más grande.
—Oh Dios. Tenía miedo de que no pudieras encontrarme.
—Tus saltos ayudaron.
Nos instalamos en nuestros asientos y ella apoyó la cabeza en mi hombro.
Me tragué mi miedo y traté de controlar mi temblor.
—Esta no es la película para la que compraste boleto —acusó ella en voz
baja.
—Sí, lo es —dije, dándome la vuelta para encontrarme con su cara.
—Entonces, ¿qué te tomó tanto tiempo?
—Nada, me perdí un poco. No hablo el idioma, ¿recuerdas?
—Estás mintiendo —dijo ella con total naturalidad.
—No —le dije, mintiendo con todos mis dientes—. Aquí —le dije, sacando
mi boleto.
Ella lo tomó y lo estudió, lo que confirmaba lo que ya le había dicho.
—Hmm —bromeó—. Pasas, Christopher Lloyd, pero algo todavía está mal,
puedo decirlo.
—Está bien, Huey Lewis, te juro que no hay noticias.
—Te olvidas que tengo ―el poder del amor‖.
122

—Es una cosa curiosa —agregué secamente.


—Sí —dijo ella—. Es más duro que los diamantes, rico como crema.
Página

—Más fuerte y más duro que el sueño de una chica mala —continué.
—Oh, Dios mío, no sé lo que es más aterrador, el hecho de que sabemos
esas letras o las letras por sí mismas.
—Pero eso solo podría salvar tu vida, January. Ese es el poder del amor.
—Oh, Dios mío, te amo —proclamó.
Me tragué el nudo.
—Yo también te amo —le dije, besando la parte superior de su cabeza.
Y así lo que Jonah me había dicho se desvaneció.
Después de la cena y de la película, la besé en la puerta y apenas controlé
mis pies mientras aparentemente tenían sus propios pensamientos y
comenzaron a ir hacia su cama con ella en mis brazos. La abandoné
rápidamente, besándola una vez más y corriendo con velocidad a mi propia
puerta. Dentro de mi habitación, le marqué a Harper, una de mis mejores
amigas y esposa de Callum.
—¡Oye, Oye, Oye! —Escuché en la otra línea, haciéndome sonreír.
—Harper Tate. ¿Qué hay de nuevo? —le pregunté.
—Oh, ¿además del hecho de que son las siete de la mañana aquí?
—Oh, mierda, lo siento —le dije, tomando el despertador cerca y tratando
de hacer algo de matemáticas—. No pensé en eso. Solo necesitaba hablar con
alguien.
—Está bien, botón dorado. Ha pasado más de una semana desde que
llamaste. Estábamos preocupados de que todo estuviera bien. ¿Por qué? —
Sonaba preocupada—. ¿Qué sucede? ¿La boda de Kelly de nuevo? —Callum y
Harper eran los únicos que sabían de mi pequeño problema con Kelly. Oí un
murmullo y luego la respuesta amortiguada de Harper—. No, es genial. Es Tom.
Creo que está deprimido nuevamente por Kelly.
Puse los ojos en blanco.
—Harper, por favor dile a Callum que no estoy deprimido por Kelly. Te
dije, ya superé tanto a Kelly que ni siquiera es gracioso. Es una amiga y nada
más.
—Muy bien, entonces, ¿qué pasa, hombre?
—Estoy, eh… —Me aclaré la garganta—. Estoy, eh…
—¡H-h-h-hoy, Junior!
—Cállate, Harper. —Respiré profundamente y simplemente escupí—. Estoy
enamorado. —Hubo una larga pausa—. ¿Harper?
—Oh, Dios mío, ¿de la chica? ¿January?
—Sí. Pero sé lo que estás pensando y esto no es amor como el Kelly,
Harper. Esto es-esto es...
—¿Y lo sabes a ciencia cierta?
—Apostaría mi vida en ello.
123

—Diría que eso es muy, muy seguro.


—Lo es.
Página

—Entonces, ¿cuál diablos es el problema entonces?


—Estoy teniendo algunos problemas de confianza, parece.
—Suenas como un polluelo, Tom.
—Cristo, lo sé. Es vergonzoso como el infierno.
—Bueno, crece un poco, amigo. Chúpate esa. Porque Kelly realmente no te
hizo nada, tú te ofendiste a ti mismo. Si eres inseguro, es porque te hiciste de esa
manera y no hay ninguna razón por la que debes andar de puntillas alrededor de
ti mismo, porque eres el hijo de puta más duro que conozco.
—Maldita sea, Harper, eso fue duro.
—Bueno, lo siento. Necesitabas saber la verdad y te quiero demasiado
como para no ser honesta contigo.
—Gracias por eso, de verdad.
—Por supuesto. —Pude oír su carrera y salto en su sofá, entonces oí gritar a
Callum de que se detuviera de arrojarse en el sofá porque estaba rayando la
pared, entonces oí su sonrisa y rodar de ojos. Está bien, no oí eso, pero
definitivamente la conocía lo suficientemente bien para saber qué es
exactamente lo que hizo—. No eres mi padre, Callum. —Oí decir.
—Eso no es lo que dijiste anoche. —Oí débilmente.
—Me voy de aquí —le dije.
—¡No! ¡Quédate! ¡Espera! ¿Dices esa mierda para avergonzarme? —le
preguntó.
—Sí —respondió Callum mientras su risa se desvanecía.
—De todos modos. Dime. ¿Cómo es ella? —preguntó, la emoción regresó a
su voz. Las chicas se comían esa mierda.
—Ya te lo dije. Hermosa, genial.
—Oh mi palabra, los chicos son tontos. Tendré que sacar cada detalle de ti
¿no es verdad? ¿Qué tan alta es?
—No sé, ¿uno setenta? —Medía exactamente uno setenta y cinco.
—¿Su cabello?
—Largo y marrón. —Sus reflejos rojos brillan en el sol y todo lo que quiero
hacer es enterrar mi nariz en ellos cuando está cerca, ya que huele a corteza de
cerezo.
—¿Y sus ojos?
—Azules. —Igual que el océano, azul.
—Es una exploradora y tú su aprendiz por lo que debe tener un gusto
asesino en la música. ¿Qué otra cosa me puedes decir de ella?
—Toca el piano como un jefe absoluto.
—No me digas. Eso es genial. ¿Y su familia?
—Es la más grande de diez niños.
124

—¿Qué? Eso es impresionante. ¡Su casa debe haber sido un derroche para
vivir! Oye se me acaba de ocurrir algo, si es January, entonces...
—Sí, sus nombres son los meses del año.
Página

—¡No me digas! Voy a tener que robarme esa idea. Callum, ¿oíste eso?
Vamos a tener que soportar a doce niños, ¡pero no más de doce!
—Dudo que Callum esté de acuerdo con eso, Harper.
—Oh, Tom —Se rió—, sabes tan poco de mis poderes de persuasión.
—Supongo que sí —le dije, sonriendo—. Muy bien, ya es tarde y tengo que
descansar para hacer turismo mañana.
—Mierda. Estoy tan celosa de ti. Pasa un buen momento, pero no
demasiado bueno, si sabes lo que quiero decir.
—Eres una idiota.
—Yo también te quiero, Tom. ¿Hablaré contigo más tarde?
—Sí, díselo a Callum. Hablaré con él la próxima vez.
—Bueno. ¡Adiós, nene!
—Adiós.
Colgué el teléfono sintiéndome mucho mejor acerca de mis estúpidas
inseguridades auto infligidas.
Harper tenía razón, eran inútiles. Necesitaba superarlo. Tampoco podía
esperar a que Harper conociera a January. Tenía la sensación de que se caerían
bien inmediatamente.
Un golpe en la puerta me separó de mis pensamientos. Pensé que podría
haber sido nuestra ropa porque le informaron al personal que podría llevarlo
una vez que estuviera lista, sin tener en cuenta el momento de la noche. Sabía
cómo funcionaban los servicios de lavandería y ya que por lo general necesitaba
salir temprano al día siguiente de paseo, siempre me animaba que me la
llevaran con su política ―cuando estuviera lista‖. Abrí la puerta, pero no fue el
miembro del personal al que pagué veinte para tener nuestra lavandería lista tan
pronto como fuera posible. No, era January MacLochlainn. En camiseta. Y nada
más.
—Rápido, déjame entrar antes de que alguien me vea.
—Jesús, January, no puedo tenerte aquí viéndote de esa manera. —Abrí
más la puerta y di un paso a ella de todos modos, porque no era idiota. Era
January MacLochlainn. En camiseta. Y nada más. Me merecía al menos un
vistazo.
—No puedo dormir.
—Definitivamente no puedes dormir aquí. —Tragué—. No viéndote así, no
puedes.
—¿Por qué no? —preguntó, mordiéndose el labio inferior.
—Deja de hacer eso.
—¿Hacer qué?
—Morder tu labio así. Solo detente.
—Está bien —dijo un poco herida.
125

Gruñí. Sí, gruñía mientras mis ojos viajaban por su longitud.


—Sí, justo como me imaginaba.
Página

—¿Qué?
—Sí, y lo sabes muy bien. Vamos, te llevaré a tu habitación.
—Bien. —Ella accedió más fácil de lo que pensé que haría, pero esa fue una
buena noticia porque no creo poder haber sobrevivido ni un minuto más.
Cuando llegamos a la puerta, esperé.
Ella acarició la camiseta de su cuerpo revestido.
—Ups.
Sonreí y negué.
—Lo hiciste a propósito, descarada inteligente.
Ella abrió la boca como si estuviera consternada luego perdió la expresión
y se encogió de hombros.
—¿Supongo que debería ir abajo y conseguir otra llave?
—No hay necesidad. Puedo dormir en tu cama... contigo.
Pasé los dedos por mi cabello con dureza y solté un aliento rápido a través
de mi nariz.
—Vas matarme, January.
—Sería una manera muy dulce de irte, ¿no te parece?
—No digas cosas así —le dije, distanciándome un poco y meneando la
cabeza—. Ahora, ¿qué estaba haciendo?
—Íbamos a tu habitación para acomodarnos.
—Sí, eso es lo que… ¡no! No, iba a conseguirte una llave. Sí, una llave.
—Tom —susurró ella, cada vez más cerca de mí. Ladeó la cara hacia la mía,
nuestros labios a centímetros de distancia—. Déjame dormir contigo.
Parpadeé lentamente, tratando de ganar compostura. Mi corazón latía
rápidamente y mi pecho bombeaba aire desesperadamente.
—Vamos, no creo poder controlarme a tu alrededor.
—Sí, puedes —bromeó ella, poniendo un ligero beso en mis labios. Una
mano involuntariamente palmeó su trasero mientras la apretaba contra mí y la
besaba profundamente.
—No, no puedo —le dije, alejándome rápidamente—. ¿Acaso todo el aire
solo... se fue? —le pregunté en la sala sofocante a mi alrededor.
—Vamos. Ven conmigo —me tentó.
La seguí como un cachorro perdido de regreso a mi habitación.
—Es tu funeral, chico.
Cerró la puerta detrás de nosotros y me apretó contra su espalda.
—¿Esto se siente familiar?
Me giré como un relámpago, haciéndola reír.
126

—Ahora lo hace.
La besé de nuevo, pero esta vez lenta, lánguidamente, esperando mi
Página

momento, memorizando cada curva, cada línea de su labio inferior y superior. Y


continué besándola hasta que nos acostamos en la cama, con sus piernas
envueltas alrededor de mi torso.
Me senté y la empujé fuera.
—Métete bajo las sábanas, January.
—¿Qué? —preguntó, sorprendida.
—Métete bajo esas sábanas, ahora mismo.
—Está bien —dijo, confundida.
Me paseé un poco por la habitación, tirando de mi camiseta sobre mi
cabeza mientras pensaba rápidamente acerca de mi plan. Cometí el error de
mirar en su dirección. Parecía que podía comerme entero.
—No lo hagas. —Me reí histéricamente—. No lo hagas, January.
—Lo siento —dijo ella mientras su atractivo rubor pintaba sus mejillas.
—¡Oh, Dios! —le dije, entrando en pánico. Me pasé las manos por el
cabello una y otra vez—. ¡Soy un masoquista! ¡Soy un masoquista! ¡Me hiciste
un masoquista, J! He sido muchas cosas, pero nunca un masoquista.
—No eres un masoquista, tonto.
—¡Lo soy! Soy uno porque prefiero sufrir esta noche y todas las noches
después contigo a mi lado, tan increíblemente atractiva y tan sexy como el
infierno, y no haré nada para no tenerte aquí. Eso es masoquismo, January.
Ella se incorporó un poco, su camiseta se levantó alrededor de sus muslos.
Tuve que apartar la mirada.
—¿Y quién dijo que no podías hacer nada?
—Yo.
—¿Por qué?
—Porque eres una maldita virgen, January.
—¿Y?
—Escucha, no sueltes esa mierda, especialmente a tipos como yo.
—Se me ocurre pensar que eres un tipo bastante ordenado. Oh, sí, y está el
pequeño hecho de que estoy enamorada de ti.
Esas palabras calmaron mi dolor, mi nerviosa alma y mi respiración al
instante se estabilizó.
—Yo te amo también —le dije.
—Entonces ven acá. Tengo algo para darte.
—No, no puedo, January. No puedo.
—¿No quieres eso? —preguntó, el dolor estaba delineado en toda su cara.
Caí en la cama junto a ella.
—January, lo quiero, probablemente más de lo que he querido nada en
toda mi vida, pero no así.
127

—Entonces, ¿cómo? —preguntó en voz baja, con su mano estirada para


descansar en mi rostro.
Página

Tomé su mano izquierda con mi derecha y la vi, acariciando su dedo


anular. Su mirada siguió la mía y se dio cuenta de lo que quería decir. Asintió
ligeramente, sonrió con dulzura y nos acomodamos en la cama.
Se envolvió en mis brazos, y yo, envolví el tercer dedo de su mano
izquierda.
128
Página
10

La mañana siguiente, después de que despertamos y de llevarla de vuelta a


su habitación, fui a decirle que deberíamos irnos y accidentalmente escuché el
final de una conversación telefónica. Eso no estaba tan mal y si me hubiera ido
como cualquier persona normal lo habría hecho, dándole privacidad,
probablemente sería el idiota más feliz en este lado del Mississippi, pero no lo
hice. No, en una movida típica del Thomas imbécil me quedé y escuché. Eso fue
malo, por muchas, muchas razones, una movida que iba a pagar caro. Créeme.
—Estaremos en Estocolmo mañana. —La escuché decir por el teléfono,
haciendo que mi corazón se acelerara y que mi piel entrara en pánico. No, no lo
hará. No lo haría.
»Probablemente alrededor de las tres de la tarde por como se ve —
continuó, entonces rió—. No, él no sospecha nada —Mi corazón se hundió hasta
mis pies—. No, ni siquiera te molestes. —¿No te molestes?—. Muy bien, también
te amo. Sí. Mañana entonces.
Allí fue cuando descubrí que soy un bastardo crédulo.
129
Página
—Estaremos en Estocolmo mañana —le dije a mi hermana July.
—¿A qué hora? Para saber qué decirle a papá.
—Probablemente alrededor de las tres de la tarde por como se ve.
Ella hizo una pausa.
—Oye, ¿Tom ya descifró la inmensa idiota que eres?
—No, él no sospecha nada —bromeé, doblando un pedazo de papel en mi
regazo.
Escuché la puerta del frente abrirse y cerrarse, supe que era mi padre
volviendo a casa del trabajo. Esperaría su típica conversación de una hora si se
enterara que estaba en el teléfono, pero sabía que Tom estaba listo para irnos
pronto. Me recordé llamarlo más tarde al día siguiente.
—¿Tienes tiempo para hablar con papá? De hecho, acaba de entrar —
preguntó July.
—No, ni siquiera te molestes.
—De acuerdo, te amo, January. Ten cuidado allá. ¿Debería decirle a papá
que mañana entonces?
—Muy bien, también te amo. Sí. Mañana entonces.
130
Página
Debería haberle dicho a January que vi a Jonah la noche anterior pero no
lo hice. No sé por qué. Supongo que aún estaba dejando que un pequeño trozo
de mi inseguridad controlara el lado racional de mi cerebro cuando se trataba de
ese hecho. Honestamente, quería saber cómo él estaba enterándose dónde
estábamos y tanto como odiara admitirlo, su llamada telefónica hizo que mi
corazón doliera. Odiaba saltar a conclusiones, pero eso era exactamente lo que
estaba haciendo.
—Llamé a The Great Remember esta mañana —comenté estoicamente a
medida que caminamos a verlos—. ¿Te mencioné eso? —interrogué, estudiando
su reacción.
—¿Oh? Bueno, esa es una buena idea, supongo. ¿Qué dijiste? —cuestionó,
mirándome al rostro. Se veía tan hermosa e inocente. Estás leyendo demasiado
en esa llamada, Tom.
—Solo les dejé saber nuestros nombres, quienes éramos, y que podrían
esperar vernos después del espectáculo.
—¿No les dijiste de Jonah? —preguntó.
—No, ¿debería haberlo hecho?
—No creo. Solo me lo preguntaba.
Tomó mi mano mientras caminamos al lugar. Sus dedos delgados se
sentían tan fríos al toque, que me los llevé distraídamente a mi boca y soplé en
ellos. No te traicionaría. Me dije a mí mismo. No puedes fingir sinceridad así…
pero, quizás solo esté engañándote. Tal vez es la espía interna de Jonah… ¡De
ninguna jodida manera! Discutí conmigo mismo. January jamás haría eso. No
es capaz. Apostaría mi vida en ello.
—Oye —comentó, apartándome de mis pensamientos—. ¿Qué te tiene tan
preocupado?
Forcé una sonrisa.
—Solo pensando.

The Great Remember eran fenomenales en vivo, pero estaba tan distraído
en observar a January y después buscar a Jonah, que casi me perdí el potencial.
—¿No deberíamos, tú sabes? —me cuestionó January mientras cuidé mi
cerveza.
131

—¿Ah?
—¿Conocerlos?
Página

—Oh mierda. Sí.


—¿Qué te pasa?
—Nada —esquivé—. ¡Oye! ¡Richard! —dije, llamando la atención del líder.
Nos vio acercándonos y sonrió.
—Hola, soy Tom. Esta es January. Somos de Seven. Hablé contigo más
temprano por teléfono.
—Oh, Dios. De verdad viniste —comentó Richard, un marcado acento
surafricano en sus palabras—. ¡Chicos! ¡Chicos! Estos son Tom y January. ¡Son
del sello que les dije!
El resto de la banda clamó a nuestro alrededor y pasamos horas con ellos,
estuvieron de acuerdo en viajar a Dublín desde Roma para reunirse con Jason
ya que él estaba viniendo a Europa un poco más temprano antes de asistir al
Festival del Molino. The Great Remember iban a ser grandes. Así que, ¿por qué
no sentí ninguna sensación de triunfo?

La mañana siguiente, tomé mi bolsa de lona y la de January.


—Buenos días —me saludó January.
—Buenas.
—¡Oh! ¡Oh, querido! —exclamó repentinamente January.
Mi cabeza se volteó de golpe hacia ella.
—¿Qué está mal? —pregunté, dejando caer nuestras bolsas al piso. Mis
manos buscaron heridas por su cuerpo.
—Oh, es solo, no sé cómo decirte esto…
—¿Qué? —interrogué, mi corazón latiendo salvajemente en mi pecho.
Me observó cuidadosamente, con lástima en sus ojos.
—Sígueme, necesito mostrarte algo.
Recogí nuestros bolsos y la seguí a la habitación, preparado para
escucharla admitir todo, oír que no podía soportar la carga de la culpa. Me senté
en el borde de su cama después de abandonar los bolsos en el piso. Alcé la vista
hacia ella cuando la puerta hizo clic al cerrarse.
—¿Qué necesitas mostrarme? —pregunté solemnemente.
—Esto —susurró, tomando mi rostro en sus manos y besándome
duramente.
Y como una polilla hacia el fuego, la sujeté y llevé hacia mi cuerpo,
trayéndola por encima de mí a medida que nos acostamos en su cama. La besé
como si no fuera a haber un mañana, como si no fuera a obtener la oportunidad
de besarla así de nuevo.
Me detuvo y llevó su rostro a solo centímetros por encima del mío.
—Tom —dijo.
132

Cerré mis ojos brevemente.


—¿Sí?
Página

—Lo que sea que te esté molestando. Detenlo. Podrás superarlo. Lo


superaremos.
Me besó nuevamente y nos besamos como por una hora. Podría haberlo
hecho todo el día con ella. Sí me amaba. Tenía qué. Estaba en la forma en que
respiraba en mi boca cuando me besaba, la manera en la que se aferraba de mis
hombros para acercarse lo más posible, en la manera en que me aseguró que
superaríamos lo que sea que me estuviera molestando. No tenía idea de la
magnitud de mis problemas pero dijo ―lo superaremos‖. No había forma en que
pudiera traicionarme. Me amaba. Me ama, seguí repitiéndome a mí mismo.
—Creo que perdimos nuestro tren —declaró detrás de sus ojos cerrados,
aun recorriendo de a poco su camino hacia arriba por mi cuello.
—No me importa —respondí—. Reservaremos otra habitación aquí e
iremos directo al festival del molino mañana.
Nos quedamos acostados así por el resto del día, hablando y haciéndome
olvidar la llamada telefónica… más o menos.
Porque las semillas de la duda son una de esas cosas. Supuran, hacen
madriguera y se alimentan de las incertidumbres hasta que han crecido hasta
convertirse en un inmenso árbol de sombras y tinieblas que se ciernen sobre
todo lo que has conocido confiadamente como la verdad. Las hojas crujen y
susurran en tu oreja todas las cosas que le deseaste a Dios que no fueran verdad
y son impenitentes, determinadas a convencerte que la duda te atrapará. Y a
pesar de que gritas ―¡Suficiente!‖, listo para cortar el maldito árbol, de alguna
forma han escondido tu hacha. No puede encontrarse por ningún lado.
Así que la duda me tragó entero.
París estaba como la habíamos dejado. Hermosa como siempre, pero esta
vez había un brillo de deshonestidad asociada, creando un sentimiento
premonitorio que impregna mi piel. Mientras más pensaba en esa llamada, más
me daba cuenta que no podía haber escuchado incorrectamente, pero a lo mejor
sí había escuchado a January siendo usada. Pensé que era demasiado honesta,
demasiado ingenua para joderme a propósito. Ese no es el estilo de January.
—De vuelta a la capucha, veo —dijo January, apartándome de mis
pensamientos.
—¿Ah? Oh, sí. Aún está un poco frio afuera. —Tiré de la capucha de mi
chaqueta más sobre mi rostro.
—Seguro —tarareó bajo su aliento.
No caería en la trampa.
—Hay un par de bandas de día, pero ya los he visto y no estoy interesado.
—Yo también y estoy de acuerdo.
—Quiero ver a una banda llamada Clever. Muchos sellos estarán
interesados en esta, pero conozco a alguien que conoce a alguien que hizo que
me vieran primero.
133

—¡Mentira!
—No.
Página

—Dios, cálmate, Tom. Solo estaba bromeando —comentó, dándome un


codazo suavemente.
—Lo siento —declaré ausentemente.
—¿Dónde tocarán?
—Reine.
—Ah, ya veo.
—Este es un esfuerzo unido de varios sellos, January. Habrá medios allí.
—¿Medios?
—Fotos de celebridades. Dudo que nos pongan en alguna de la prensa,
pero Jason dijo que tenemos que vestirnos bien de todas formas.
—¡Qué! ¡No traje nada!
—Jason se ocupara de eso.
134
Página
Llegamos a nuestras habitaciones a las diez de la mañana y solo estaba
enloqueciendo un poco porque podía o no ser fotografiada, y podría o no ser
impresa, inmortalizada para siempre como la desaliñada que obviamente vistió
una bolsa de lona para el festival de música más grande de Europa, pero Tom
me aseguró que Jason tenía todo eso resuelto, así que decidí no enloquecer...
mucho.
—¿Lista? —me preguntó Tom mientras le abría mi puerta.
Tom había estado actuando de forma extraña, recurriendo a usar
nuevamente su capucha sobre su cabeza y me preocupaba un poco lo frío que
había estado actuando conmigo, pero no iba a dejar que esto me afectara.
Vendría conmigo y hablaría cuando estuviese listo.
—Sí, ¿a dónde vamos? —pregunté.
—Toma —dijo, entregándome una nota y un poco de dinero en efectivo
antes de marcharse.
Miré detenidamente mis manos.
—¡Espera! —dije riendo—. ¿A dónde vas?
—Tengo algunos asuntos que atender.
—Algunos asuntos que atender —me burlé de su voz grave—. Lo siento
esposita, este gran hombre tiene cosas que hacer, no cargaría tu mente diminuta
de señora con eso. Yo me encargo.
Suspiró y rodó sus ojos. Idiota condescendiente.
—No tiene nada que ver con el sello disquero, January. Es personal.
—Oh —dije—. Muy bien, ¿entonces, puedo ir contigo? —pregunté,
agarrando su mano.
—No —dijo, alejándose, hiriéndome—. Uh —dijo, aclarando su garganta—.
Escucha, Jason te está esperando.
—¿Y supongo que entonces no necesitas ropa nueva?
—No, bueno, sí, pero Jason conoce mis medidas. Confío en él. Me tengo
que ir. Diviértete —dijo antes de irse por el pasillo.
Me quedé mirándolo, preguntándome qué demonios se metió en su
trasero. Entonces me comí con la mirada su trasero grosero y pensé: ―lindo
culo‖, pero me sacudí y recordé que necesitaba una patada y no una mirada
135

apreciativa.
Volví a entrar, agarré mi bolso y llamé a un taxi.
Página

—¿Où aller? —me preguntó el taxista.


Bajé la mirada hacia el papel en mi mano y casi me desplomé de la alegría,
reconociendo el nombre de una de las más selectas y más hermosas tiendas
departamentales de París, Galeries Lafayette.
Diez pisos de altura, la tienda puede encontrarse en el Boulevard
Haussmann, y oh mi Dios es solo increíblemente decadente. No podía esperar
para ir allí. A veces trabajar para el sello disquero realmente valía la pena, pero
a veces...
Suspiré. Oh bien.
Jason estaba fuera de las puertas principales fumando un cigarrillo cuando
me detuve. Me recordaba a casa. Al verlo, junto con la actitud fría de Tom y
extrañar a mi familia como una loca, inesperadamente me eché a llorar. No sé
por qué lo hice. Parecía que simplemente necesitaba un amigo en ese momento,
y que habían pasado semanas desde que había visto una cara amable de casa.
Me sentí abrumada, supongo. Eso y que no sabía lo que estaba pasando con
Tom.
Cuando Jason me vio, sonrió, pero vio mi cara empapada de lágrimas y
tiró su cigarrillo. Corrí a sus brazos y arrojé los míos alrededor de su cuello.
—Oh, Jason —gemí patéticamente en su oreja.
Su pecho se sacudió de risa.
—¡Oh, January! —bromeó.
—¡Cállate! —dije, alejándome mientras reía y limpiaba mis lágrimas.
Jason me atrajo nuevamente hacia él y me abrazó con más fuerza,
haciéndome suspirar.
—¿Qué pasa contigo, January MacLochlainn? ¿Hmm? ¿Por qué la cara
amargada? —Pasó sus pulgares debajo de mis ojos.
—Oh, simplemente estoy tan feliz de verte —le medio-mentí.
—Oh, simplemente feliz de verme, ¿no? ¿Podría ser que también estés
harta de Tom?
—Un poco —admití sin darme cuenta de lo cierto que era en realidad.
Amaba tanto a Tom, pero no era una imbécil. La forma en que me había estado
tratando en estos dos últimos días era alarmante por decir lo menos.
—Vamos —dijo, envolviendo su brazo alrededor de mi cuello y llevándome
hacia las puertas de la tienda más elegante que había visto en mi vida.
—Vamos a destacar aquí como un pulgar dolorido, Jason.
—Sí, podríamos tener uno de esos momentos ―Pretty Woman‖.
Esto me hizo reír.
—Sí —dijo, extendiendo su brazo libre delante de nosotros—, imagínatelo.
Te mirarán con desprecio, levantarán sus narices en el aire y dirán con su altivo
acento francés, ―¡Usted no es material de Lafayette, señorita!‖. Entonces
intervendré y salvaré el día al pasar mi tarjeta negra. Se agacharán y se
postrarán a tus pies, besando tus zapatos y pidiendo tu perdón.
136

—Tienes bastante imaginación, Jason.


—Lo sé, debería haber sido un escritor, pero he escuchado que no hay
Página

dinero en ello.
Nos detuvimos y apreciamos la magnificencia de la tienda. Se sentía como
que estaba parada dentro de un huevo gigante de Fabergé. La palabra opulento
me vino a la mente, un montón de veces.
—El mundo es tu ostra —dijo Jason, besando mi sien, haciéndome querer
llorar otra vez—, y parece que lo necesitas.
Quería llamar a Tom y correr hacia él, pero también quería ignorar a Tom
o encontrarlo y darle una bofetada en la cara. Era una dicotomía de
sentimientos, pero una cosa era segura, necesitaba hablar con él, para dejarlo
salir. Si estaba lamentando haber estado conmigo o haber dicho que me amaba,
entonces necesitaba saberlo, para que pudiera superarlo y seguir adelante. Tenía
más respeto por mí misma para soportar la falta de respeto. ¡Era una
MacLochlainn, maldita sea!
Fuimos a un par de tiendas pero nada realmente me atrapó. Era
demasiado formal o demasiado informal. Jason explicó que el festival era
generalmente un asunto ligero, pero la primera noche, si tienes la suerte de ser
invitado, los sellos disqueros hacían una fiesta en un club presentando varias
bandas emergentes y es por lo general una noche elegante.
—No sé acerca de estas tiendas, Jason. No estoy viendo nada.
—Hay mucho de donde elegir. Solo estás obsesionada con las etiquetas de
los precio. Detente. Simplemente tienes que encontrar algo en lo que te veas
bien y ponértelo.
—Qué elocuentemente dicho.
—Bueno, no sé un carajo de este tipo de cosas. Escucha, voy a buscar
algunas cosas para Tom. Encuentra algo, entonces vendré a encontrarme
contigo.
—Muy bien. —Suspiré.
Recorrer los almacenes era muy divertido pero Jason tenía razón, tenía
miedo de las etiquetas de los precios.
—Si a Seven no le importa, a mí tampoco. —Me animé.
Llamé la atención de una mujer en una tienda repleta de alta costura, pero
no huyó de mí.
De hecho, fue extraordinariamente amable y parecía emocionada por
ayudarme. Me dijo que era la modelo perfecta para la ropa en su tienda, pero de
alguna manera dudaba eso. Le dije que hiciera su magia y una hora más tarde,
Jason me encontró con algunas cosas nuevas en la mano, incluyendo algunos
elementos esenciales que creo que hubiera preferido morir antes que
comprarlos frente a Jason, pero no tenía otra opción.
—¿Qué es esto, La Femme Nikita? —preguntó, recogiendo el objeto de
encaje con un dedo.
Metí todo nuevamente bajo el mostrador y sabía que el rubor que quemaba
mi cara tomaría días para calmarse.
—Jason, te lo juro. No me avergüences.
137

—Lo siento, gatita. —Sonrió—. ¡Miau!


—Oh, Dios mío, nunca vas a dejar que esto se me olvide.
Página

—No, yo no. De hecho, puede que se lo restriegue a Tom en la cara.


—¿Por qué eso habría de afectar a Tom? —pregunté, inquisitiva. ¿Jason
sabe?
—Oh nada. —Esquivó.
La mujer envolvió mis cosas y salimos de allí con un vestido que
probablemente cuesta más que todo mi armario. Mi madre me mataría si
supiera.
Jason me dejó en el hotel y cuando llegué a mi habitación, dejé mis cosas
en su interior antes de tocar la puerta de Tom.
—¿Tom? —le pregunté a la puerta mientras golpeaba suavemente con mis
nudillos, pero no hubo respuesta.
Suspiré con frustración, y pensé que probablemente era una buena idea
tomar un agradable y largo baño en la enorme bañera de mi habitación antes de
que me preparara para la noche.
Primero me duché y me afeité, luego me sumergí durante al menos una
hora, y casi me quedé dormida, el agua era tan cálida y la bañera tan profunda.
Cuando salí, nunca había estado tan limpia. Restregué la condensación del
espejo y di un largo vistazo.
—Bueno, eres un desastre, January. —Fue entonces cuando me di cuenta.
No tenía absolutamente ningún rizador o plancha o incluso un secador de
cabello en mi poder. Empecé a sentir pánico antes de recordar un salón en la
planta baja. Llamé a Jason para preguntarle si podía cargar una manicura y una
pedicura, así como un peinado y lo aprobó sin pensar. Estoy segura de que no
tenía idea de cuánto costaría todo. Estaba segura de que estaría despedida por
todo esto pero Jason estaba tan displicente, decidí que yo también podría serlo.
Me puse un pantalón de yoga y una camisa y bajé las escaleras. En francés,
le dije a la señora que necesitaba ―los trabajos‖ y entendió el idioma americano.
Tal vez era universal. Decidí que no necesitaba hacer nada demasiado loco con
mi cabello y opté por dejarlo suelto y en grandes rizos sueltos. Tengo que
admitir que permití que se volvieran un poco locos con mi maquillaje,
especialmente en los ojos, pero era una velada y no quería sentirme como mi
triste habitual de siempre.
Mi vestido era negro, súper corto, e increíblemente sexy. Lo último que
necesitaba era que alguien susurrara ―es demasiado‖. De hecho, todavía pensaba
que el vestido era un poco excesivo, pero la vendedora me aseguró que me veía
genial en él y que era apenas lo suficientemente discreto así que confié en ella.
Estaba haciendo eso un montón, dándoles carta blanca a todos, pero
últimamente la comprobación estaba resultando mal. Con suerte, la muchacha
no me había dirigido equivocadamente.
Cuando todo estaba dicho y hecho, tuve que admitir que lucía
condenadamente sexy. Salí de la peluquería sintiéndome como una mujer
nueva, dirigiéndome directamente a una habitación vacía, probablemente, al
final del pasillo a otra presumiblemente habitación vacía perteneciente al
esquivo Thomas Eriksson. Estaba tropezando conmigo misma. Me sentía
138

bipolar. Un minuto estaba en lo alto como una cometa, al siguiente, estaba


deprimida. No dejes que un chico te haga sentir de esa manera, January,
especialmente uno que dice que te ama. ¡Levántate, chica! Decidí que iba a
Página

divertirme esa noche incluso si tenía que pedirle a Jason que fuera mi cita.
A las nueve de la noche estaba lista, vestida, maquillada, peinada y con las
uñas hechas. Me paré frente al espejo y miré dos veces el reflejo. Estaba
mirando a una sexy mamacita y me sentí realmente bien al respecto. Me sonreí
a mí misma.
¡Toc! ¡Toc!
Salté ante el sonido de la puerta. Es hora de pagar los platos rotos, Tom.
Iba a comerse sus acciones así tuviera que meterlas por su garganta con los
dolorosos y magníficos tacones atados alrededor de mis pies.
Abrí la puerta, pero mi sonrisa cuidadosamente construida cayó hasta mis
rodillas cuando vi quién era.
—Jesús, January —me dijo Jonah, mirándome de arriba abajo.
—¿Qué quieres, Jonah?
—Estoy aquí para acompañarte. Jason me envió.
—¿Jason te envió? —pregunté, sorprendida.
—Sí, al parecer Tom está demasiado ocupado para llevarte.
—Estás mintiendo.
—No lo estoy. Toma —dijo, ofreciéndome su teléfono. Ya estaba llamando
a Jason.
—¡Oye! —Escuché.
—¿Jason? ¿Jonah me va a llevar al club esta noche?
—Sí —dijo, aclarando su garganta incómodamente. Algo estaba pasando—.
Uh, Tom está indispuesto. Dijo que te verá aquí.
Colgué.
—Ese hijo de...
—¿Qué es eso? —preguntó Jonah, una sonrisa retorcida en su rostro.
—Cállate, Jonah. Vámonos.
Agarré mi bolso y metí dentro algunos elementos esenciales antes de
cerrar la puerta detrás de mí.
—Dios mío, January. —Comenzó—. Tengo que admitir, que tienes que ser
una de las mujeres más atractivas de la historia. Me estás haciendo repensar
sobre mi chica de vuelta en casa.
—Elegante, Jonah.
—No es broma. Estás jodidamente caliente. ¿Qué dirías...?
—¡Detente! —dije, levantando mi mano para alejarme de su baba—. No me
metería contigo si fuéramos las últimas dos personas que quedaran en la Tierra
y nuestra necesidad de procrear sea la diferencia entre la continuación o no del
mundo. Tanto así te odio.
—Así que...
139

—Por supuesto que no, Jonah. Llévame al club y déjame malditamente en


paz.
Página

—Pequeña luchadora.
—¡Uf! Eres más que espeluznante.
Cuando llegamos a la planta baja, había un auto esperándonos por el que
estaba eternamente agradecida. El club estaba a solo dos cuadras, pero no creía
que pudiera sobrevivir con mis tacones y mucho menos a las incesantes
insinuaciones de Jonah.
Nos detuvimos en el club y fiel a la palabra de Tom, había paparazzi, sus
cámaras parpadeando a un ritmo astronómico. Estaba tan jodidamente nerviosa
que podría vomitar. Jonah comenzó a salir del taxi, pero lo empujé hacia atrás.
—Ni siquiera pienses por un segundo que vas a salir de este auto antes que
yo. Vas a dejar que me vaya, entonces vas a rodear la cuadra para que nadie sepa
que andábamos juntos.
—Bien —admitió Jonah con demasiada facilidad, sentándose de nuevo.
Salí del auto y cerré la puerta detrás de mí, asegurándome que Jonah no
me estuviera siguiendo. Los clics de los reflectores me estaban cegando y me
tomó un momento acostumbrarme. Caminé lentamente, para no tropezar e hice
un camino recto hacia la entrada, pero fui detenida en seco a pocos pasos del
telón de fondo promocional. Los fotógrafos se encaramaron en mi dirección e
insistieron en una foto. Bien, pensé, dales una imagen para callarlos. No van a
publicar una don nadie.
Posé lo mejor que pude y me moví pero fui detenida otra vez... y otra vez y
otra vez. Finalmente, llegué a la puerta y traspasé el umbral por una parte
sintiéndome eufórica, y por otra parte aterrorizada. De cualquier manera me
alegraba que todo hubiera terminado.
140
Página
Me senté justo detrás de la puerta sin esperar ver a January durante al
menos una hora. No estaba vigilándola... Está bien, estaba definitivamente
manteniendo mi ojo en ella, pero también estaba haciendo mi trabajo, a la
espera de una banda en particular, que recomendé para la actuación de esta
noche y estaba ansioso para hablar con ellos. En otras palabras, ansioso por
alejar a Jonah de ellos.
Fue entonces cuando la vi y, literalmente, perdí el equilibrio apoyado
contra la puerta. Me apresuré a poner cierta apariencia de tranquilidad, pero no
podía apartar los ojos.
—Oh Jesús. —Oí detrás de mí.
Me volví para encontrar a Jason.
—¿Qué? —le pregunté, sabiendo muy bien lo que quería decir y por quién
lo decía.
—No tenía idea.
—Yo sí —le dije, mirando hacia la mujer más impresionante y hermosa que
jamás había visto en persona y Cristo era natural. Se veía sumamente incómoda,
pero estaba dispuesto a apostar que era el único que habría sido capaz de
decirlo, por la forma en que sostuvo sus brazos un poco más rígido de lo
habitual.
—Y tú estás enamorado de ella —dijo Jason con total naturalidad.
—Lo estoy —le dije sin reservas, sin dejar de mirarla.
—Esta vez es real —dijo Jason, cruzando los brazos y apoyado en la pared
junto a mí.
—Sé que lo es.
—Entonces, ¿por qué diablos viniste aquí solo? —me preguntó.
—Porque... —ofrecí, no muy seguro de lo que decir.
—Ella está enamorada de ti también —dijo, tratando de llamar mi
atención, pero todavía no podía apartar los ojos.
—No, no lo está.
—El infierno que no lo está —me dijo—. Estuve con ella todo el día y
conozco a January. Está enamorada.
—Sí, de Jonah —dije, sin saber realmente si era cierto.
141

Jason se rió tan fuerte que llamó la atención de uno de los guardias de
seguridad en la entrada.
Página

—Esa es buena —dijo, conteniendo el aliento—. Dios mío, realmente eres el


tonto más grande del mundo. —Se alejó, negando y murmurando—: ¡Qué idiota!
January se acercó al final de la pasarela, así que me hundí en las sombras
un poco y la vi llegar a la puerta. Llevó el dorso de sus manos a sus mejillas
sonrojadas y sonrió para sí misma, pero su expresión se convirtió rápidamente a
una de preocupación y lo que parecía un poco como de determinación. Nunca
quise tocar a alguien tan desesperadamente como lo hice con January en ese
momento. Empuñé mis manos a mi lado, reforzándome con el recuerdo de esa
llamada telefónica. Necesitaba hablar con ella sobre eso, pero esta noche no era
la noche. Teníamos un trabajo que hacer y teníamos que hacerlo antes que
Jonah se presentara. Ese puesto en R&D era mío.
En el interior, el club era ruidoso y estaba ridículamente lleno, perdí a
January bastante rápido pero de alguna manera encontré a Jason de nuevo.
—¿Has visto a January desde que entró? La necesito para estar allí cuando
la banda se presente.
—No, no la he visto —dijo, tomando un sorbo de un líquido oscuro.
—Tendré que buscarla entonces. Puede que deba reunirme con la banda
sin ella.
Jason fue llamado a la barra por una especie de emergencia de alcohol y
tuvo que dejarme por mi cuenta. Recorrí la multitud debajo de mí y traté de ver
a través del cuarto oscuro y lleno de humo. Las luces intermitentes caían en
forma de cascada sobre las cabezas de los mecenas del club y parpadeaban al
azar, permitiéndome ver por períodos cortos de tiempo. Mi segundo barrido por
el piso me proporcionó una visión de ella y mis ojos se esforzaron por ver a
través de la niebla, así que acerqué más y recibí la sorpresa más grande de mi
vida.
January. Abrazando a Jonah.
Mi corazón latía fuertemente contra mis costillas y mi boca se secó. Agarré
el mango de la barandilla y me incliné tanto como pude sin caer a la muerte.
Qué perra traidora, me dije. Mi corazón se volvió papilla dentro de mi
pecho y por primera vez en muchos años quería llorar. Bueno, si lo que quería
saber era qué realmente se sentía perder el amor de tu vida, a la persona
verdaderamente, definitivamente conseguí mi jodido deseo. Pasé mis manos
sobre mi rostro y por mi cabello. Ellos no estaban seguros de qué hacer con ellos
mismos. Tengo un trabajo para ustedes, le dije a mis manos mientras se hacían
puños con los nudillos blancos. Me empujé de la barandilla y me dirigí por las
escaleras al vientre de la bestia. Los había perdido de vista a través de la
multitud ondulante así que empujé sin tener en cuenta los invitados alrededor.
Llegué lo suficientemente cerca para tomar otro vistazo de ellos, pero me
detuve en seco cuando vi que no estaba abrazando a Jonah, ella estaba
empujando a Jonah, luchando contra sus manos errantes y llorando. La
adrenalina me golpeó como una bomba atómica al darme cuenta que era el
mayor idiota del mundo. Ella no era la traidora, yo lo era. Fui tan rápido al
142

pensar mal de ella, temeroso de salir lastimado, que estaba dispuesto a saltar a
conclusiones ridículas, a pesar del hecho que January no me había hecho nunca
nada para desconfiar de ella tan completamente.
Página

Empujé más duro y con nuevo vigor. Necesitaba llegar a ella. Me


necesitaba y no estaba allí para ella. Mi corazón se rasgó en dos, agravando una
herida ya abierta. Había sido el traidor, y no el traicionado. Me sentía mal del
estómago mientras caminé a través del espeso grupo de personas.
—¡Aléjate de mí! —Escuché su grito y las lágrimas corrían por su rostro—.
¡Detente!
—¡January! —grité, pero no me podía oír sobre los golpes del bajo—.
¡January! —Lo intenté de nuevo, pero no sirvió de nada.
Me sentí como si estuviera haciendo ningún progreso. Estaba fallándole.
Nadie a su alrededor se dio cuenta de su situación, excepto yo y estaba
fallándole. ¡Sus brazos estaban rojos e hinchados por el maltrato y no podía
jodidamente llegar a ella!
De repente, oí los gritos débiles pero desgarradores llegar de la dirección
de la cabina de DJ y las cabezas de todos se voltearon de golpe en esa dirección.
—¡Feu! —Seguía escuchando, las palabras de pánico gritadas de labios
invisibles. No tenía idea del significado hasta que vi los ojos de January hacerse
más grandes. Buscó en la multitud a su alrededor y sus ojos cayeron sobre mí.
—¡Fuego! —me gritó.
No.
—¡January! ¡Ven a mí! —le grité mientras Jonah huyó, cobardemente
dejándola allí para valerse por sí misma.
Extendí mis manos hacia ella y ella extendió sus brazos, la desesperación
cubriendo su expresión. Empujamos y nos estiramos hacia el otro, la punta de la
mano derecha rozó la mía y, por primera vez, me sentí un poco aliviado, estaba
cerca de estar a mi lado. La sujeté, pero su agarre escapó del mío justo cuando
pensé que la tenía. ¡No! Empujé y tiré la gente lejos de mí, pero la nube de
pánico de la gente trepando por la salida más cercana parecía incrementarse en
número y January era demasiado ligera para defenderse. Cada vez que hice un
avance, la gente la empujaba hacia atrás.
—¡Ayúdame! —gritó, haciendo mi corazón estrujarse.
—¡Muévanse! —grité desesperadamente a la gente delante de mí, pero no
sirvió de nada. Mi estómago cayó a mis pies. January fue tragada entera y me
quedé indefenso mirando. Le había fallado. Completamente.
143
Página
11

Seguí en la dirección en que pensé que había sido empujada mientras el


agitado humo negro envolvía el enorme techo del club. Quizás tenía un minuto.
Los gritos desgarradores de las personas me perforaban los oídos mientras daba
la vuelta débilmente con frenética prisa.
—¡January! —grité histéricamente. Mi cuerpo me estaba rogando que
corriera, que actuara, que la salvara, pero no podía verla y miedo se apoderaba
de todo mi sentido común. La multitud se estaba dispersando y solté un leve
suspiro de alivio, esperando poder llegar a ella. El humo se estaba haciendo más
espeso y bajaba hasta el suelo, tuve que ponerme la camisa sobre la boca. No
ayudó mucho y comencé a ahogarme y a toser mientras inhalaba los restos
calcinados del edificio en llamas alrededor. El calor ya era insoportable, pero
estaba decidido a encontrarla. Me habría muerto antes de dejarla en ese club.
Busqué frenéticamente entre la gente a mi alrededor, agarrándolos a
medida que pasaba y asegurándome de que no fueran January. Pasé de una
persona a otra hasta que todo lo negro me impidió seguir mirando y dos manos
me agarraron.
—¡No! —le dije a la persona que me arrastraba hacia lo que asumí era
algún tipo de salida—. ¡No! —exclamé, empujando hacia atrás pero ellos
lograron sacarme al aire de la noche. Tosí y me atraganté cuando llegué al suelo
y al aire fresco, pero me levanté enseguida, decidido a encontrarla.
El bombero que me sacó, me empujó hacia la multitud, reacio a dejarme
volver a entrar.
—¡January! —grité al edificio, rogándole que saliera.
Inmediatamente me volví hacia la multitud que rodeaba el edificio en
llamas y busqué su rostro. Histérico, caminé a través de la multitud de rostros
aturdidos gritando su nombre.
144

—¡Tom! —Escuché a mi izquierda y corrí hacia la voz.


—¡Jason!
Página

—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Dónde está January?


—¡No lo sé! ¡Ayúdame a encontrarla!
—Salí al principio —me dijo mientras caminábamos por la multitud—. No
la vi salir, Tom. —Su voz estaba llena de miedo de que no hubiera salido.
—Está aquí —le dije con confianza, desesperado—. Tiene que estar aquí. —
Estaba tratando desesperadamente de aferrarme a eso. Mi sangre comenzó a
enfriarse cuando llegamos al borde de la gente y no vimos ningún indicio de
January—. Está aquí. Está aquí —repetí una y otra vez.
—Está bien, está bien —dijo Jason, saliendo de entre la multitud—.
Debimos de haberla perdido. Seguramente.
Mi cuerpo empezó a temblar de miedo, de terror. Justo vi una patrulla de
policía cerca y corrí hacia ellos. Las puertas traseras estaban abiertas y vi un
megáfono en el suelo del lado de adelante. Corrí hacia el lado del pasajero y abrí
la puerta, agarrándolo. Mis manos temblorosas buscaron a tientas el interruptor
de encendido y sin saber bien cómo, busqué cómo hacer funcionar los botones.
Salté sobre el capó del auto y miré a la multitud.
—¡January! —grité mientras las expresiones de asombro de todos se
volvieron hacia mí—. ¡¿January MacLochlainn, estás ahí?!
La gente comenzó a buscar a su alrededor, buscando el nombre que
acababa de llamar, pero no hubo respuesta y el temor comenzó a correr como
hielo en mis venas.
—¿January? —les pregunté—. Por favor —rogué mientras el horror se
enroscaba lentamente en mis palabras—. January, por favor. Por favor,
respóndeme.
Pero nada.
Mis ojos buscaron rápidamente, pero mi cuerpo se estremeció al darse
cuenta de que no estaba allí. El megáfono se deslizó de mis dedos, cayendo al
empedrado. Las mujeres que rodeaban el auto miraron cómo me temblaba el
cuerpo y sabían lo que significaba la respuesta silenciosa. Muchas de sus manos
fueron a sus bocas, un reconocimiento por mi supuesta pérdida. Sus
conclusiones me daban ganas de vomitar. Salté del capó del auto y corrí contra
Jason, que estaba allí parado, llegando a la misma conclusión que los que me
rodeaban.
—Simplemente no podía oírme —le dije.
—Por supuesto —dijo, pero sus ojos en lágrimas traicionaban sus palabras.
—No lo hagas —le supliqué—. Ella está aquí. Está aquí.
—Tom —dijo en voz baja, poniendo su mano en mi hombro.
—¡No! —le dije, sacándomelo de encima, pero mi cuerpo me traicionó y me
vi obligado a caer de rodillas—. Está aquí. Tiene que estar aquí. Tiene qué.
Una ambulancia llegó volando y la esperanza que había estado muriendo
en mi pecho revivió.
145

—El hospital —le dije al suelo.


—Vamos —dijo Jason, tirándome para que me volviera a poner de pie.
Página

Corrimos hasta el final de la calle y paramos un taxi que pasaba. Jason le


dijo al conductor que nos llevara al hospital más cercano usando su traductor de
bolsillo. Me sentía aliviado de que nos estuviéramos moviendo, pero no importa
lo rápido que fuéramos, todavía no era lo suficiente para mí y me senté en el
borde de mi asiento, encorvado sobre la ventana, mirando el tráfico de adelante.
Mi rodilla temblaba por los nervios a un ritmo impío.
Examiné el rostro de Jason rápidamente, dándome cuenta de que ninguno
de los dos parecía haber inhalado humo. Nuestras bocas y narices no tenían
rastro de color negro a diferencia de algunas personas que vi allí, en el club. Di
gracias a Dios por los pequeños favores.
—Ella estará allí —dijo Jason, tranquilizándome.
—Lo sé —le dije, pero no con tanta confianza como me hubiera gustado.
Me froté las palmas de las manos rápidamente y oré silenciosamente que
estuviera allí. Llegamos a la entrada del hospital y salí de un salto del taxi,
dejando que Jason pagara. Entré corriendo por las puertas de emergencia y
busqué frenéticamente entre los rostros ennegrecidos de los que ya habían
llegado, pero ninguno de ellos era el de January.
Mi corazón dio un vuelco en mi pecho.
Corrí hasta una enfermera.
—Lo siento, ¿habla inglés?
Ella me dio una sonrisa comprensiva y buscó alrededor de su escritorio,
encontrando a una chica sentada en un escritorio cercano. Le agarró la manga
de la camisa y le dijo algo en francés. La chica se levantó y miró mi ropa
ennegrecida.
—¿Sí? Hablo inglés.
—¡Oh, gracias a Dios! Estoy buscando a una chica. Estaba en el incendio.
—¿Cuál es su nombre?
—January MacLochlainn —le dije.
La chica escribió en su teclado y comenzó a negar.
—Lo siento, pero no hay nadie con ese nombre.
—¿Qué? —le pregunté sin poder creerlo—. ¿Estás segura? ¿Puedes volver a
intentarlo? —le pregunté, mi cuerpo comenzó a temblar de nuevo, pero esta vez
de forma exponencial.
—Por supuesto —dijo y escribió de nuevo. La expresión de su rostro me
dijo que los resultados fueron los mismos.
—No, lo siento, señor. No tengo a nadie con ese nombre. ¿Puede
describírmela? Hubo muchos pacientes que no pudieron ser identificados.
—Eh, llevaba un vestido negro —le dije a la enfermera—. Mide un metro
ochenta o, quizás, dos metros, tiene el cabello largo y castaño y los ojos verdes.
―Es increíble, generosa, inteligente, sexy como el infierno. Su mera existencia
justifica la mía.
146

—Deme solo un momento —dijo y corrió hacia la parte de atrás.


Jason se me acercó, sus ojos preguntándome qué noticias había.
Página

—No tienen a nadie en sus datos con el nombre de January —expliqué,


sintiendo que mi cuerpo estaba en piloto automático—. Está mirando entre los
pacientes que no pudieron ser identificados.
Jason asintió.
Caminaba nerviosamente por la longitud de la mesa de recepción,
pasándome los dedos por el largo de mi cabello una y otra vez. Jason se sentó en
una silla cercana, sus pulgares tamborileaban contra sus muslos. Nuestras
miradas estuvieron clavadas en las puertas por lo que parecieron horas antes de
que la enfermera llegara con una sonrisa en su rostro.
—Está aquí —nos dijo.
—Gracias a Dios —me dijo Jason, pasándose las manos por el rostro.
La preocupación, la ansiedad y la impotencia que había sentido durante la
última hora inundaron mi cuerpo y me desplomé contra el suelo, incapaz de
mantenerme en pie. Ella me debilitaba de todas las maneras posibles.
—¡Dios! —le susurré a las baldosas debajo de mí. Mis ojos se llenaron de
lágrimas y luché para que no cayeran. Necesitaba verla.
Jason me ayudó mientras luchaba por ponerme de pie.
—¿Cómo está? —le pregunté cuando logré controlarme.
—Está en una habitación y descansa cómodamente. Se quemó un poco en
la cadera y está esperando un médico.
—¿Puedo verla?
—¿Eres su esposo?
—No, su novio.
—Lo siento, pero entonces tendrás que esperar aquí hasta que esté libre.
—De acuerdo —le dije, dejándome caer en una silla junto a la entrada de la
sala de emergencias.
Jason se sentó a mi lado.
—Jesús —dijo Jason simplemente, a mi lado, pero todas las emociones que
habíamos pasado se concentraron en ese nombre.
—Lo sé —dije, mi cuerpo todavía temblaba por la adrenalina.
Nos quedamos en silencio durante unos minutos, tratando de
recuperarnos de la preocupación.
—Pensé que la iba a perder… —empecé a decir, pero no pude terminar,
ahogándome con las palabras.
—Tom, todo está bien ahora —ofreció Jason cuando no seguí.
Respiré hondo y solté el aire lentamente.
—Casi la agarraba allí, Jason. Tuve sus dedos en mis manos, pero no fui
capaz de salvarla. Le he fallado tan miserablemente. Estoy tan avergonzado de
mí mismo.
»Si hubiera confiado en ella de la forma en que debería haber hecho desde
el principio, la habría acompañado hasta allí en vez de hacerla asistir sola,
147

haciendo que me buscara sola, haciendo que se salvara… sola.


—No puedes castigarte, Tom. ¿Cómo podrías haberte imaginado que el
Página

lugar se iba a incendiar como el Cuatro de Julio?


—Puedo y lo haré. He dejado que mi pasado afectara mi futuro y me había
prometido a mí mismo que no lo haría. Me siento como un cobarde.
Página 148
Estaba temblando de frío en la cama del hospital. La temperatura, junto
con el hecho de que me había quemado y que mi adrenalina estaba empezando a
desaparecer me hacía temblar. Cuando la enfermera entró para decirme que
Tom y Jason estaban afuera y buscándome, me sentí tan extraordinariamente
aliviada porque estaban bien que me puse a llorar, pero eso no significaba que
quería ver a Tom o siquiera a Jason.
Todo culminando en ese momento antes que el incendió fuera abrasante y
todo lo que le siguió era simplemente difícil de manejar. Las lágrimas eran el
único alivio que tenía en ese momento porque el hospital estaba ocupado,
descubrí después de haberme despertado, y me encontraba en la parte inferior
del tótem de prioridades. Tendría que esperar para aliviar aquel dolor.
La quemadura no era tan mala. Probablemente tendré una ligera cicatriz
allí, pero no mucho más. Mi vestido no estaba pegado a mi cuerpo ni nada. Me
habían empujado contra una barandilla cerca de la fuente del fuego y no pude
alejarme porque la multitud me arrinconaba contra él. Fui una de los primeros
en salir, por lo que me enviaron al hospital inmediatamente después de ser
revisada en busca de lesiones.
Alrededor de una hora, después de saber que Tom me esperaba,
trasladaron mi camilla al pasillo para tratar algunos de los pacientes más
urgentes. Tomó dos horas más, antes de que me vieran y trataran mi pequeña
quemadura. A las cuatro y media de la mañana, me dieron de alta allí, en el
pasillo y en ningún momento antes ya que estaba preparándome para
maldecirlos en francés y salir por mi cuenta.
Necesitaba decidir lo que iba a hacer con Tom. Para ser honesta, ni
siquiera quería ver su rostro. Quería pasar por delante de él, enseñarle el dedo
medio por ser tan idiota conmigo y luego irme donde mi tío en Irlanda. Sabía
que renunciaría ese trabajo pésimo si veía a Jason a un par de metros de mí,
pero también sabía que sería una mala idea. Necesitaba el dinero. Necesitaba las
conexiones. Una cosa a lo que definitivamente no podía comprometerme, sin
embargo, era trabajar con Thomas Eriksson, nunca más.
Lo de Tom tratándome con tanta frialdad era una cosa, algo que podía
perdonar. Dejándome para valerme por mí misma en el club era algo para lo que
habría necesitado una muy buena excusa y, probablemente, algo que habría sido
capaz de escuchar, pero mi experiencia cercana a la muerte echó esa
oportunidad por la puerta.
Mi corazón se detuvo en mi pecho. La decisión había llegado sin ninguna
149

consideración en cuanto a lo que le haría a mi bienestar. Mi cerebro ya no quería


tener nada que ver con Tom pero mi corazón me gritaba que corriera hacia él.
Página

No, ya has escuchado a tu corazón tantas veces, January. Es hora de ser


sensible. Él te ha mostrado en repetidas ocasiones que no se preocupa por ti de
la manera que te preocupas por él. Obviamente, sigue enamorado de Kelly.
Está alejándose por la culpa.
Me levanté y me quité la bata de hospital en el baño, reemplazándolo con
mi obra maestra de alta costura rasgada y llena de mohín. Oh, bueno. Caminé
con un propósito por las puertas dobles y entré en el vestíbulo.
Un pie delante del otro, deliberadamente evité el contacto visual con el
vestíbulo y entré por la puerta principal de la sala de emergencias. Justo cuando
mi estómago estaba asentando la preocupación de que Tom me encontraría, oí
su voz, por lo que mi corazón saltó en mi garganta.
—¿January? —preguntó aturdido. Ni una palabra de mí, hermano.
Llamé a un taxi que pasaba pero no se detuvo. Idiota.
—January, ¿estás bien? —preguntó.
Suspiré. Ruidosamente.
—Estoy bien. Gracias por preguntar —le dije, mi brazo levantado para un
próximo taxi.
—¿A dónde vas? —preguntó, confundido.
—Tan lejos de ti como pueda.
—Mierda —dijo en voz baja—. January, por favor, solo escúchame. Yo… yo
soy un idiota.
Lo miré, una sonrisa sarcástica leve en mi rostro.
—No, está bien. Ya he terminado con esta mierda tóxica, Tom. No sé cuál
es tu problema, francamente no me importa, pero es suficiente para darme
cuenta de que mejor salgo ahora, sufro el dolor y me doy la oportunidad de
encontrar a alguien que no me abandone o trate como mierda sin hablar
conmigo sobre cualquier cosa que le molesta. Ya no confío en ti.
El taxi se detuvo a mi lado y abrí la puerta. La mano de Tom se posó sobre
el borde, cerrándola con fuerza.
—¡Siga! —le dijo al conductor y el taxi se alejó.
—¡Qué demonios! —grité en su rostro, no en el estado de ánimo para sus
juegos.
—Escúchame —suplicó—. Solo escúchame por un segundo.
—De ninguna jodida manera. —Usé la clásica expresión de ―no me jodas‖
de las mujeres y retrocedió un poco. Levanté mi mano para el siguiente taxi y se
detuvo junto a mí—. Me debes estar confundiendo con una idiota, Tom. Sé
exactamente lo que está pasando. Quieres una salida. Te arrepientes de tu
tiempo conmigo...
—¡No! —comenzó pero lo corté con la mano.
—Escucha, lo entiendo. No has superado a Kelly. Te sientes culpable por
mentir. En realidad, no me amas y no quieres seguir adelante con esto. He
experimentado esto antes. Dios, como que he experimentado este mismo
150

fenómeno una y otra vez. —Negué—. Lo que sea. Puede que no sea el tipo de
chica para mantener, pero voy a estar bien sin ti, Tom.
Página

Y con esas palabras de despedida, dejé a Tom con la boca abierta en la


acera, cerrando la puerta detrás de mí y dándole al taxista el nombre del hotel.
Tom empezó a gritarle al taxista y golpear el auto, pero le dije al taxista que
acelerara. Iba a estar fuera de su vida incluso antes de que supiera lo que pasó y
no un momento demasiado pronto tampoco. Necesitaba un lugar para
atrincherarme durante un tiempo y con suerte aliviar la molestia que ya sentía
en mi pecho. Necesitaba un respiro de la muerte inminente y no había mejor
lugar que donde Donovan.

El vuelo de dos horas de París a Cork fue insoportable. Cuanto más trataba
de contener las lágrimas, más querían quemar más allá de mis párpados. Mi
pecho se comprimía con cada respiración que tomaba. Así que así se siente la
angustia de verdad. Finalmente entendía por qué Tom se volvió tan amargado.
No había nada en el mundo entero como ese sentimiento. La muerte habría sido
mucho más fácil.
Donovan me recibió en el aeropuerto y honestamente podía decir que
nunca había estado tan feliz de ver a nadie en mi vida. Al segundo en que estuve
a su alcance, me lancé en sus brazos.
—Donny —dije en voz baja, las lágrimas ya corrían por mi rostro.
—Ah, lass. —Exhaló con dureza—. Ven —dijo, abrazándome con fuerza—,
vamos a llegar a Killarney. Me puedes decir todo en el camino.
El viaje de una hora a Killarney proporcionó el tiempo apenas suficiente
para contarle a Donny todo el asunto. No era consciente del incendio porque no
se lo había dicho a nadie, ni siquiera a mis padres o hermanos y casi le dio un
infarto. ¿Cuál es el punto en preocuparlos? Le aseguré que solo fue una pequeña
quemadura y que medicamentos básicos aliviarían el dolor, así de leve era.
La calle de Donny era una serie de tiendas de todo conectadas en un
aparentemente largo edificio con diferentes fachadas salpicando cada tienda.
Donny vivía por encima de la suya. Las lágrimas bajaron más fuerte a la vista de
su pequeña puerta azul.
—Oh ahora, basta, cariño. Todo va a estar bien —trató Donny de
calmarme.
Entré en la tienda de Donny y corrí por las escaleras a su pequeño
apartamento, atravesé la puerta y caí en su sofá.
—¡Por todos los cielos! —Escuché desde la cocina.
Me giré, pero mantuve la almohada en mi cara. Con una voz sollozante,
dije:
—Hola, tía Briann.
—¿Es esa mi January? —dijo, su voz cantarina haciéndome llorar más.
—¡Sí! —gemí.
—Oh, mi niña. —Ella vino a sentarse en el brazo del sofá y empezó a frotar
mi cabello—. Donny me dijo un poco antes de irte a recoger. Lo siento, cariño. —
Ella me levantó por los hombros—. Vamos, January, vamos a tu habitación.
151

Puedes descansar un poco y te despertaré para la cena. Recogeré el resto de tus


cosas con tu tío mientras descansas.
Página

Asentí y ella besó mi mejilla porque no podía llegar a mi frente. Tía Briann
era sumamente hermosa y amable como el infierno. No sé cómo el hosco Donny
la consiguió.
—Gracias, Briann.
Esa moza descarada me había dejado sin palabras frente a ese hospital. Me
había visto obligado a recoger sentido común, pero al parecer no fui lo
suficientemente rápido para atraparla antes de que se alejara. Jason me informó
de que esa misma noche January se fue de ―vacaciones‖ a Killarney y que
volvería a la ciudad de Nueva York a finales de semana.
—¡Qué mierda! —le dije a Jason mientras empacaba mis cosas para un
vuelo de ida a Cork.
—Pensé que la boda de Kelly era mañana —dijo mientras metía todo en mi
bolso.
—Sí.
—¿Te la vas a perder?
—No, voy a pasarme por Killarney para buscar a la señorita Suposición
primero y recogerla. —Jason se aclaró la garganta ante mi obvia contradicción—
. Ni siquiera comiences. Voy a pedir disculpas por eso —le dije.
Le había informado a Jason todo lo que había pasado entre January y yo,
incluyendo la llamada telefónica.
—Eres un idiota —me había dicho simplemente.
—Lo sé —había admitido. Ese fue el final de eso.
—Entonces, ¿te veré en la boda? —preguntó.
—Sí, con January.
—Bien —había dicho.

Alquilé un auto en Cork y conduje directamente a Killarney, llegando a la


puerta del tío de January, a las dos de la mañana. Estacioné de forma rápida y
en un ángulo extraño, rezándole a Dios que nadie tratara de conducir por la
calle estrecha, y comencé a golpear la puerta de Donovan.
—¡January! —grité—. ¡January! ¡Abre!
—¡Para este golpeteo! —gritó un vecino desde la ventana de un par de
casas abajo.
—January! —grité, ignorándolo. Golpeé repetidamente una y otra vez,
desesperado por verla.
La puerta se abrió de golpe justo cuando pensaba que no podía aguantar
152

otro segundo.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó una January despeinada. Dios, ¡era
Página

maravilloso mirarla!
Me llevó dentro y cerró la puerta. Tenía los ojos enrojecidos y me dieron
ganas de patear mi propio culo.
—January… —comencé, pero ella me interrumpió con un dedo en los
labios.
—Silencio, mis tíos están dormidos.
—Lo siento. —Me estiré por ella, pero lo pensé mejor y aparté mis manos
de nuevo—. Por favor, January.
—¿Qué haces aquí, Tom? —preguntó, cruzando los brazos sobre su
atractivo pecho.
—Estoy tratando de explicarte lo que me ha ocurrido en estos últimos días.
—Pensé que ya cubrimos esto —espetó.
—No —dije, irritado—. Escúchame. ¡Solo déjame explicarte, maldita sea!
—Bien —espetó.
Respiré profundo.
—Estoy enamorado de ti, January.
—No, estás…
—¡Detente! Solo déjame decir esto. —No dijo nada, así que continué—.
Estoy enamorado de ti, pero necesito tu perdón porque voy a admitir algo de lo
que estoy muy avergonzado.
—Está bien —respondió con duda.
Ella dio un paso atrás, hiriéndome, pero continué.
—Yo, uh, escuché una conversación que tuviste por teléfono hace unas
noches, e hice algunas suposiciones. Pensé que estabas trabajando con Jonah,
haciéndole saber nuestra ubicación exacta. Pensé que me engañabas.
—Nunca haría eso —dijo simplemente.
—Lo sé —confesé—. Debería haberlo hablado contigo, pero estaba tan
enojado y me sentía tan traicionado que…
—¿Es por eso que me hiciste ir a Reine sola?
—Sí —admití.
Las lágrimas brotaron de sus ojos y me estiré por ella.
—No —dijo ella, levantando sus manos para detenerme, rompiendo mi
corazón—. Déjame ver si lo entiendo. Pensaste que estaba divulgándole nuestras
ubicaciones a ese imbécil y en vez de venir a mí y preguntarme sobre esto,
asumiste que era poco fiable, que mi proclamación de amor era mierda.
—Es una mierda, lo sé, January.
—No —dijo ella, riendo sarcásticamente—. Lo que es jodido es que
pensaste que podía fingir todo eso. Que cada momento que habíamos
compartido en el viaje no fue genuino. —Ella negó—. Eso me revuelve el
153

estómago, Tom.
Pasó las manos sobre su vientre y dio un paso atrás. Quería distancia. Me
agarré a ella, entrando en pánico con lo que estaba a punto de decir y lo que
Página

pensaba que iba a decir.


—No lo hagas —le dije.
Ella fijó sus ojos llenos de lágrimas en los míos.
—Pero tú ya lo hiciste. Cuando asumiste que podría ser el tipo de persona
que haría eso, admitiste que no me conoces en absoluto. ¿Cómo puedes
pretender amar a alguien que no conoces?
—No —le dije, abrazándola con más fuerza, deseando que me perdonara—.
No lo hagas, January. Por favor, lo siento. Lo siento tanto. Por favor —le
supliqué—: No podría sobrevivir si tú rompes mi corazón.
—Para —dijo, gritando abiertamente—. He escuchado suficiente.
Llorando, empezó a empujarme hacia la puerta, pero me negué a
moverme. No podía aceptar que todo hubiera terminado. Me negaba a
reconocerlo.
Ella se mantuvo de pie y se alejó de mí.
—Fuera —susurró, continuando hacia atrás.
Vi cómo avanzó a la escalera y desapareció. Permanecí inmóvil en el
momento, mi corazón destrozado a mis pies y la única persona capaz de
ensamblar los fragmentos de nuevo en un órgano operativo, una vez más, no
quería nada que ver conmigo. Y me lo merecía.
Arrastré mis pesados pies por el piso de la tienda y cerré la puerta detrás
de mí...
Y empujé la capucha sobre mi cabeza.
154
Página
12

Entré en esa boda sin un momento de sobra. Digo entré. Arrastré mi culo
más bien. Me arrastré porque mi cuerpo pudo también haber pesado tanto
como el puente de Brooklyn por toda la motivación que tenía para salir de la
cama.
Debido a que January me dejó. ¡Joder! Me dejó y todo fue mi culpa. Por
primera vez en toda mi vida, sabía lo que significaba realmente estar enamorado
de alguien, saber exactamente con quién estás destinado a estar y no tener
jamás una oportunidad de reconciliar aquello que nunca tuviste intención de
joder.
Encontré a mi familia y me apreté junto a Harper mientras que el piano
sonaba.
—¡Oh Jesús! ¡Me asustaste! —dijo Harper, agarrando su pecho. Me abrazó
con fuerza y me besó en la mejilla. Una pequeña lágrima escapó de su ojo—. Es
tan bueno verte, amigo.
—No tienes idea —dije, abrazándola también.
Me levanté y abracé a todos mis amigos, aunque un poco más de tiempo a
Cherry.
—Mi preciosa Cherry, ¿cómo estás?
—Nunca he sido más feliz de verte en toda mi vida —admitió—, pero te ves
como la mierda. —Miró alrededor—. ¿Dónde está tu chica, bebé? —La expresión
de mi rostro debió haber revelado todo y su sonrisa cayó. Negué—. Oh, Tommy.
Todo irá bien. Deja que te ayude a arreglar esto.
155

—No puede arreglarse —susurré mientras Callum me golpeaba el hombro


en señal de saludo.
Página

—Dios mío, Tom. He encontrado muy difícil manejar a estas mujeres sin ti.
Hemos hecho un juramento. No te puedes ir de nuevo.
Esto me hizo sonreír, pero era forzado y se dio cuenta de que algo andaba
mal.
—Te han dejado —dijo.
Harper se acercó a nuestra pequeña charla y agarró la mano de su marido,
haciendo que mi pecho se contrajera ante la idea de que January y yo podríamos
haber sido como ellos. Perfectos.
—¿Te dejaron? —grita Harper, antes de volver a bajar su voz—. ¿Qué rayos,
Tom? ¿De verdad?
—Sí.
Cherry enroscó su brazo con el mío y me acercó a su lado.
—Vamos a arreglarlo, Tom.
Lo dijo con tanta seguridad que casi le creí.
—Sí. —Harper estuvo de acuerdo con la misma fuerza—. Tiene que ser un
error. A Thomas Eriksson no lo dejan. Las chicas deben gritar en fila para estar
contigo.
Le sonreí, pero no podía responder. A decir verdad, yo mismo me había
enterrado en el segundo en que no confié en January de la forma en que se
merecía. Dejé que mi viejo yo cínico se hiciera cargo y, aunque le prometí que
sería bueno con ella, le había fallado.
Callum miró a su esposa y le besó la sien. Podías notar que estaba
orgulloso de ella, de su lealtad. Ella era increíble. Todas las chicas lo eran. Las
necesitaba para ayudarme a sobrevivir.
—Suficiente de mí, tortolitos. Este es el día de Kelly. No se lo quitemos. —
Estaba obviamente desviando el tema y lo sabían, pero decidieron dejarlo ir...
por el momento.
La ceremonia fue tan hermosa como la novia. Me deleité con el hecho de
que seis meses antes no hubiera siquiera considerado presentarme el día de la
boda y mucho menos estar enfermo de amor, de verdad, por una chica
completamente diferente. Me reí para mis adentros mientras miraba a Kelly
caminar por el pasillo y sentí nada más que admiración por una muy buena
amiga. Entonces pensé en January e imaginé que era ella caminando del brazo
de su padre. Esa idea hizo que una nueva ola de dolor emanara a través de mi
pecho y corazón.
Ese fue el momento en que supe que January debería haber sido mi propia
novia. El pensamiento de ella marchando hacia otro me hizo sentir mareado y
tuve que agarrar el banco frente a mí para no caer.

La noche siguiente, todos nos sentamos alrededor del piso de Cherry. (El
apartamento de Charlie se conoce ahora como el de Cherry. Así es como siempre
van las cosas, creo.) Todos estábamos bebiendo, a excepción de Carter y Kelly,
por supuesto, ya que se habían ido para Fiji esa mañana. No podía evitar sentir
156

una pequeña sensación de paz alrededor de mi familia extendida. Harper se


sentó en el regazo de Callum mientras se reían de una broma privada. Charlie
lentamente bailaba con Cherry. Marty, Aaron, Nat, Jared y Josiah todos
Página

sentados cantando, pasándose una botella de vino. Freddy, Sam, Cross y SO


estaban jugando adentro un juego serio de Scrabble.
No estaba feliz, pero estaba lo más cerca que iba a llegar a sentir una
apariencia de normalidad. Sí, para poder evitar caer en la parte más profunda,
amigo, vas a tener que vivir con tus amigos casados. Eres jodidamente
patético.
El sonido de un timbre estridente interrumpió mis pensamientos. Mi
teléfono. Apenas reconocí el tono; no lo había usado en mucho tiempo. Lo saqué
de mi bolsillo y bajé mi capucha para responder, sin molestarme en comprobar
quién era.
—¿Hola? —pregunté.
—Hola, es Jason.
—Hola, J. ¿Qué estás haciendo?
Suspiró. No es una buena señal.
—Nada hombre. Solo necesitaba hablar contigo. ¿Estás en lo de Cherry?
—Mierda. Solo di lo que tengas que decir. —Mis entrañas se apretaron
preparándose.
—Realmente me sentiría mejor si…
—Jason, joder, no me hagas esperar. Solo escúpelo.
—Le dieron a Jonah el puesto.
Claro que sí.
—Ya veo.
—Hubo un montón de factores decisivos.
—Corta la mierda, Jason. Tú y yo somos amigos, buenos amigos en eso. No
hay necesidad de que me des toda la canción y el baile después de diez años.
Ahora ven aquí y recógeme. Vamos a salir. Y trae una botella de Jack para más
tarde.
Cuando no puedes tener lo que quieres, beber siempre ayuda... más o
menos. En realidad no. Pero ¿a quién demonios le importa?
Les di un beso de despedida a las chicas cuando Jason me llamó desde
abajo.
—Adiós, Cherry Bomb —le dije en la puerta, pero me volvió a tirar hacia
adentro para una charla de última hora.
—No hagas nada estúpido, Tommy. Te arrepentirás y girarás en un espiral
de vergüenza de una talla de la que nunca hemos visto. Te conozco y, ahora
mismo, estás empeñado en causar daños irreparables. Solo detente y piensa,
bebé.
—Trataré, Cher —dije, besando su frente, pero hasta yo sabía que eso era
una mentira.
157

Bajé por las escaleras hasta el vestíbulo y me metí en el taxi con Jason.
—Vamos a emborracharnos.
Página

—Justo lo que recetó el doctor —dijo Jason, sacando una botella de Jack
del piso—. Vamos a dejar esto en mi departamento y después vayamos a la
ciudad.
Después de dejar el licor en lo de Jason, nos dirigimos a Soho.
—Tomemos algunas malas decisiones —dijo Jason, aplaudiendo mientras
tomamos dos taburetes en la barra.
—Sí —dije, sintiéndome incómodo ya. Necesitaba ahogar ese sentimiento
pronto.
—¿Qué vas a beber? —preguntó el camarero.
—Whiskey, McEwan —dijo Jason, ordenando por mí.
—¡No! —protesté, una imagen de January en Dublín llegando a mi mente—
. No. —Me aclaré la garganta—. Eh, dos tragos de tequila Patrón, por favor.
El camarero asintió.
Seis tragos más tarde y estaba empezando a perder la sensibilidad en mis
encías. Esto era algo bueno. Necesitaba olvidar, necesitaba que el rasgado y
enorme agujero en mi maldito pecho se sintiera adormecido. Jason estaba
bailando con una chica en el otro lado del bar y lo único que podía pensar era
que tenía que seguir bebiendo.
—¿Está ocupado este asiento? —me preguntó una rubia preciosa.
—Adelante. —Arrastré las palabras.
—¿Qué estás bebiendo? —preguntó.
—Patrón —le dije.
Mis antebrazos tenían abolladuras permanentes en ellos por apoyarlos tan
duramente contra la barra superior de madera. Ella se inclinó hacia mí un poco
y los empujé más hacia adelante.
—¿Ese es tu amigo por allá?
—Sí.
—Está bailando con mi amiga.
—Genial.
—¿Por qué no estás bailando? —preguntó, liderando.
—No soy del tipo de bailar. —Eso no era cierto. Por January, lo fui.
—¿Puedo pedir un Patrón para mi amigo? —preguntó al camarero.
Se puso de pie para que pudiera tener una vista completa de su figura. Era
hermosa, mucho, pero no era nada.
—Puedo comprar mis propias bebidas —le dije.
—Obviamente has pasado por algo. —Se acercó aún más y yo estaba
demasiado borracho para alejarla—. Está escrito por toda tu cara —susurró de
cerca. Su enfermizo dulce perfume me envolvió—. Déjame ayudarte a olvidar —
sugirió, pasando su mano por mi antebrazo. El tacto me hizo mal del estómago.
158

Hubo un tiempo en mi vida en el que una mujer así me hubiera tenido


cálido en mi cama en menos de una hora de conocerla. Hubo un tiempo en que
haría esas cosas sórdidas y sentir casi nada en absoluto por ello. La miré de
Página

cerca en ese segundo y lo confundió con interés, sonriéndome amablemente.


Todo lo que podía ver y pensar cuando la miraba era que esta joven era la hija
de alguien, la hermana, posiblemente madre. Estaba disgustado conmigo mismo
sabiendo que todo este tiempo había estado actuando como el mayor tonto a
costa de tantas chicas. Me di cuenta de que había causado un daño incalculable.
No merecía a January.
Sin embargo, mirando a esa chica, sabiendo lo que estaba dispuesta a
hacer conmigo, supe que nunca haría esas cosas de nuevo, y no porque me
importara un ápice de esa chica. No, era porque nunca podría traicionar a
January así. Amaba a January más de lo que me amaba a mí mismo y esa era la
primera vez que realmente me sentía así por alguien. Sabía que probablemente
sería la única vez.
Me iba a mantener alejado de January MacLochlainn... porque la amaba
más que a nadie en la tierra verde de Dios y ella merecía a alguien tan increíble
como ella misma.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté a la rubia.
—Kristi. —Sonrió.
—Kristi, ¿tendrías sexo conmigo esta noche? —pregunté con honestidad.
Su sonrisa vaciló por un momento, pero regresó de inmediato.
—Sí, lo haría —dijo en voz baja.
—¿Por qué?
—Yo… no lo sé.
—Yo sé por qué —le dije—. Porque no conoces tu propio valor. ¿Un
consejo? —Me puse de pie y me levanté la sudadera, arrojándomela sobre los
hombros—. Descubre por qué eres importante, entonces niégate a conformarte
con cualquier persona que no esté completamente de acuerdo.
Salí del bar tan concurrido, inspirando el aire fresco de Nueva York y
deseando por todo que estuviera yendo a casa de January porque January era
mi casa. Le envié un mensaje a Jason haciéndole saber que me esfumé y que lo
volvería a ver por ahí, que me dirigía a Los Ángeles el día siguiente.
Estaba huyendo, esta vez de verdad.
159
Página
Los Ángeles era un jodido lío. Encontré una docena de bandas que valían
la pena para firmar y se las envié a Jason, pero estaba tan desdichado que
apenas recordaba alguna de ellas. Estaba funcionando en piloto automático,
incluso más que el Tom de Austin. El Tom de Austin era francamente alegre en
comparación al Tom de Los Angeles.
En Austin, estaba cabreado. En Los Ángeles, era prácticamente suicida,
deprimido como el infierno y casi lloraba en mi maldita almohada todas las
noches como una maldita chica. Era infeliz. En cada esquina que giraba, me
parecía ver a January. Cada vez que compraba un café, que iba a correr, que
hacía las compras, podía olerla, escucharla, sentirla. Parecía estar en todos los
lugares donde quería tenerla, pero no lo suficientemente tangible como para
tocarla o besarla. Estaba grabada en mi cerebro.
A un mes y medio, sabía que necesitaba verla. Solo tenía que apreciarla
para calmar las partes dañadas de mi alma y simplemente memorizarla una vez
más. Lo haría todos los meses si tuviera que hacerlo. Eventualmente me
apartaría en un par de semanas, meses, está bien, años.
Necesitaba un plan.
Y ese plan llegó en la forma de una llamada telefónica de Jason.
—Amigo, te necesitamos en Nueva York —me dijo por una línea
discontinua.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Digamos que todo se ha ido a la mierda.
—Cierra la maldita boca. ¿Qué está pasando?
—Solo trae tu culo aquí. Te diré todo el lunes.
No iba a pelear contra ello. ¿Un boleto gratis a Nueva York? Y ya me había
auto-diagnosticado deshidratado de January MacLochlainn. Tiempo para tus
medicinas, Tom.
Toma dos January por día y llámame por la mañana.
160
Página
—¡Gracias a Dios! —me dijo Jason cuando salí del taxi.
Lo había llamado unos minutos antes y le había dicho que iría. Me había
dicho que me encontraría en la calle. Eso era nuevo para Jason. Lo encontré
fumando un cigarrillo. Lo apagó con su zapato en el momento en que cerré la
puerta de taxi.
—¿Vas a decirme qué está pasando ahora?
—No —dijo escuetamente—. Ven conmigo.
—Jesús, estoy bastante cansado de estos mensajes crípticos de ti. La última
vez que sucedió, quedé atascado haciendo algo que no quería.
—Oh, vamos. La última vez que me fijé, encontraste a tu alma gemela en
aquel pequeño incidente. ¡Basta ya de oraciones sin respuesta, hermano!
—Sí, mira cuán feliz soy ahora.
—Solo cállate. Estoy a punto de mejorar tu día de mierda.
Recorrimos el resto del camino hacia el elevador en silencio. Las puertas se
abrieron en el piso ejecutivo y sentí una increíble sensación de Déjà vu cuando
nos dirigimos a la oficina de Peter Weathervane. Jason llamó a la puerta.
—¡Entren! —Escuché que gritó Peter.
No sé lo que esperaba cuando entré a su oficina. ¿Tal vez a Jonah
tamborileando sus dedos como el monstruo del mal que era? Seguro como el
infierno que no esperaba a la última esposa de Peter sentada sobre su regazo.
—¡Mierda! Lo siento —comencé. Espera, él te invitó a entrar.
—No te preocupes. Ya se estaba yendo.
Su esposa fingió poner cara triste y él le entregó una tarjeta de crédito,
haciéndome sentir arcadas. January nunca haría ese tipo de mierda.
Contoneándose, salió de la oficina, su falda corta apenas cubría su trasero. Me
sonrió seductoramente mientras se iba. Bueno, eso fue asqueroso.
—¡Tom! —dijo Peter, terminándose su bebida y poniéndose de pie. Se
metió la camisa desarreglada y casi devolví mi almuerzo. Quién sabe lo que
estaban haciendo antes de que entráramos—. Yo, eh, no soy bueno
disculpándome. —Lució pensativo un momento—. De hecho, no creo que alguna
vez le haya pedido disculpas a alguien antes. Eh. De todos modos, escucha,
Jonah se fue. Eres el nuevo representante de R&D. Felicitaciones.
Se sentó y levantó el teléfono. Había terminado con nosotros.
161

Jason nos acompañó fuera de la habitación y cerró la puerta detrás de


nosotros.
Página

—¿Qué demonios pasó allí? —le pregunté a Jason.


—Felicitaciones, Tom.
—¿Gracias? Estoy confundido.
—Jonah se fue. Resulta que eras el hombre adecuado para el trabajo desde
el principio. Se lo había dicho a Peter un millón de veces pero es tan estricto con
sus propias estúpidas reglas... De todos modos, felicitaciones.
—Estoy enloqueciendo, Jason.
—Deja de cuestionarlo. Solamente déjate llevar, amigo.
Pensé en ello por un momento.
—Está bien. O sea, ésta es una noticia fantástica. A todos les encantará que
esté aquí para quedarme.
—Hablando de todos —dijo—. Ven conmigo.
Tomamos el elevador, bajamos dos pisos y distraídamente comenté que
Peter nunca pidió disculpas, aunque no sé por qué. Jason pensó que era
divertido.
—Sígueme —dijo Jason tranquilamente, caminando por delante de la
recepcionista del piso y saludando.
Miré todas las puertas de la oficina en ese piso y noté que todas eran de un
serio vidrio esmerilado y de tres metros de alto.
—¿Cuál será exactamente mi nuevo salario? —le pregunté a Jason,
mirando los nombres de las placas al lado de cada puerta.
Nos detuvimos en la última del piso que decía Thomas Eriksson. Casi me
eché a reír.
—Hice que Suzanne te hiciera eso rápido.
—¿Quién diablos es Suzanne?
—Tu secretaria. De seis cifras.
—¿Eh? —le pregunté, inspeccionando mi placa de identificación.
—¿Tu salario? Es de seis cifras.
—Cierra la boca —le dije mientras abría la puerta de mi oficina.
—¡Sorpresa! —Escuché a coro.
Dentro de mi oficina estaba toda mi familia. Mi mamá, mi papá, mi
hermana, Cherry y Charlie, Callum y Harper y todo el resto de la banda,
incluyendo a Kelly y a Carter. Mis ojos comenzaron a arder por lo feliz que
estaba de ver a todos en un solo lugar y lo sacudí, aclarando mi garganta.
Harper estaba más cerca y echó los brazos por encima de mi cuello.
—¡Tom, felicidades! —me dijo, las lágrimas corrían por su rostro.
—Gracias —le contesté—. Gracias a todos.
Me di cuenta de que mi mamá estaba en la esquina y caminé hasta ella.
—Mamá —dije, abrazándola con fuerza.
162

Me sentía como un niño pequeño. Necesitaba tanto a mi mamá en ese


momento. Necesitaba que me dijera que todo iba a estar bien.
Página

—Felicidades, mi niño querido —dijo y pude sentir sus lágrimas caer sobre
mi hombro.
—Te quiero, mamá.
—Yo también te quiero.
—Papá —dije, moviéndome hacia él y lo abracé con fuerza—. Es tan bueno
verte.
—Felicidades, hijo.
Miré alrededor y observé las caras que me rodeaban. El amor y la
admiración de cada uno de ellos eran increíblemente abrumadores. Todo el
mundo a quienes quería estaba en esa habitación. Todos con la sola excepción
de la que más amaba.
Toc. Toc.
Todos nos congelamos donde estábamos, sin saber qué hacer.
—¡Responde, idiota! —abucheó Cherry juguetonamente, haciéndonos reír
a todos.
Abrí la puerta y quedé atónito y en silencio.
—Eh, hola —me dijo January MacLochlainn.
Era tan impresionante como la recordaba, si no más. Se había recortado el
cabello desde la última vez que la vi y su piel estaba un poco menos bronceada.
No es que fuera mejor arreglada ni nada, pero era evidente que no estaba siendo
obligada a improvisar en el camino. Tenía acceso a un armario permanente.
Era increíblemente hermosa. Me preguntaba qué habría estado haciendo
desde la última vez que la vi. Quería echarla a mis brazos y besarla hasta dejarla
sin sentido, pero no lo hice. No podía. No era mía para lanzarme hacia ella.
—Hola —le contesté estúpidamente después de mucho tiempo en silencio.
Las cosas eran incómodas.
—Yo… solo quería pasar por aquí y felicitarte. Todo el mundo está muy
emocionado de tenerte de vuelta —dijo y luego se aclaró la garganta—. De todos
modos, veo que estás ocupado —dijo, metiendo la cabeza en la habitación y
sonriéndoles a todos—. No te molestaré más. Fue bueno verte de nuevo. —
Saludó con la mano a todos en la habitación y se fue.
Cerré la puerta detrás de ella, estupefacto. No, mudo, como un completo
idiota. Me había dejado mudo. Sabía que si abría la boca acabaría por decir
tonterías o peor, proclamar que la amaba de nuevo, pero con toda la fuerza de
mis pulmones y delante de toda mi familia.
Me volví hacia esa familia y me encontré con un mar de rostros
sorprendidos con la boca abierta.
Tragué mientras los miraba a todos.
—¿Qué? —les pregunté, rompiendo el silencio.
—¿Era ella? —preguntó Cherry en voz baja.
—Sí, esa era January.
163

Todas las chicas chillaron a la vez, sobresaltándome.


—¡Qué! —grité.
Página

—¡Ve detrás de ella! —ordenó Harper—. ¡Ahora mismo!


—¿Qué?
—¿Estás loco? ¿Esa es la January sobre la que no podías dejar de hablar?
—intervino mi papá, la sorpresa grabada en su rostro envejecido.
—Sí —canté, más nervioso de lo que nunca había estado.
Callum me dio una palmada en el hombro.
—Si no vas tras esa chica, Tom, creo estas mujeres pueden desollarte vivo.
—¿Qué hago? —les pregunté, la desesperación se filtraba en mi voz.
—¿Sabes cómo conseguiste este trabajo? —preguntó Jason de manera
uniforme, interrumpiendo a las mujeres que ya estaban conspirando. Se quedó
mirando distraídamente por la ventana antes de volverse hacia mí.
Todo el mundo se quedó en silencio.
—No —le dije con sinceridad.
—¿No puedes adivinarlo?
—No tengo idea. —Estaba siendo honesto. No tenía ni idea. Me imaginé
que Jonah se había ido o se había arrojado desde un puente. No me importaba.
¿Qué?
—January.
—¿January me consiguió el trabajo? —le pregunté, desconcertado como
siempre.
—Sí, January puso su propia reputación en riesgo para salvar tu patético
trasero.
—¿Cómo? —Tragué audiblemente.
—Fue a hablar con Peter Weathervane, sin permiso, por cierto. —Ambos
sabíamos que aparecer sin previo aviso en la puerta de Peter es básicamente un
deseo de muerte. Asentí—. Resulta que January descubrió que era un tanto
responsable en el hecho de que Jonah te robara todas las bandas.
—Ella nunca haría eso —dije, defendiéndola.
—No, no directamente —continuó Jason, sacando un cigarrillo y un
encendedor del bolsillo, como si pudiera fumar allí. Estaba nervioso solo de
hablar sobre el riesgo que January tomó. Respiré profundamente—. Al parecer,
cuando iba a llamar a casa, les dijo a dónde iba y supongo que Jonah lo
descubrió de alguna manera. Él había ido a su casa poco después diciendo que
representaba al sello y estafando a su hermana pequeña para que soltara tu
localización.
»Se sintió muy mal por ello, supongo, y arriesgó su propio trabajo para que
Peter supiera la verdad. Cuando Peter enfrentó a Jonah con los registros
telefónicos, no pudo negarlo y fue despedido en el acto.
—Oh, Dios mío, ella podría haber sido despedida también.
164

—Lo sé —dijo Jason.


—¿Por qué? —preguntó mi mamá.
Página

—Debido a que nuestros lugares estaban etiquetados como negocios y


firmamos acuerdos de confidencialidad antes de irnos. No queremos
competencia de otros sellos. Se arriesgó a sí misma por mí.
—Qué chica valiente —dijo Kelly—. Debe amarte mucho.
Me quedé asombrado por las palabras de Kelly y solo pude quedarme allí
parado, mirándome los zapatos.
—Tengo que encontrarla —dije de repente y salí por la puerta.
Todo el mundo me siguió al pasillo.
—¡Espera! —Escuché decir a Jason detrás de mí—. ¿No quieres saber
dónde encontrarla?
Me di la vuelta.
—Es productora ahora.
—No me digas —le dije, feliz de escucharlo, caminé hacia atrás un poco
antes de darme la vuelta.
—¿Qué significa? —Escuché a mi mamá preguntarle a mi padre mientras
corría a las puertas del ascensor.
—Significa que es una chica talentosa, muy talentosa. —Escuché a mi papá
explicarle a mi madre, haciéndome sonreír. Había utilizado las mismas palabras
exactas para describírsela a Jason en Austin solo que en un contexto muy
diferente. No tenía idea en ese momento de lo ciertas que eran esas palabras
realmente.
Apreté los botones de la planta baja del ascensor y mi cuerpo se estremeció
de anticipación.
Cherry llegó patinando hasta detenerse junto a mí cuando las puertas se
abrieron y entré, dándome vuelta para mirarla.
—Sé paciente, Tommy —me dijo—. Recuerda que debes ser paciente.
―Asentí mientras las puertas se cerraban.
El viaje hasta abajo fue insoportable. Mi corazón podría competir con las
alas de un colibrí y el sudor comenzó a deslizarse por mi cuello. Nunca había
estado tan nervioso en toda mi vida.
Ding.
Me sobresalté. Recupérate. Prácticamente corrí por el pasillo hacia los
estudios y fui detenido por nadie menos que Georgia Asher.
—¡Georgia!
—¡Por Dios, hombre! —dijo antes de darse cuenta de que era yo—. ¡Oh!
¡Thomas! —dijo adecuadamente, por lo que sonreí—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Estoy buscando a January. ¿La has visto?
Los hombros de Georgia se hundieron en mis manos.
—Me temo que ya se fue esta noche. Entró al estudio hace unos minutos
quejándose de que no se sentía bien. Se tomó la tarde.
—Bueno —dije, besando la mejilla de Georgia—. Ya nos veremos.
165

—¡Adiós, entonces! —dijo, saludándome con una dulce sonrisa. Me


encantaba Georgia.
Página

Regresé a mi oficina desinflado. Cuando abrí la puerta, fui bombardeado


por las mujeres.
—¿Qué pasó? ¿Dónde está? ¿Qué está pasando? —Todas intervinieron a la
vez.
—¡Denle al chico algo de espacio! —dijo Callum.
Retrocedí un poco y me froté la frente, apoyado en el borde de mi nuevo
escritorio.
—No estaba allí. Se fue por el resto del día, dijo que se sentía mal.
—No está enferma —dijo Cherry.
Todas las chicas parecían estar de acuerdo, incluyendo a mi mamá.
—Está molesta —agregó Harper, asintiendo alegremente—. Esto es bueno.
—¿Qué? ¡Es horrible! —les dije.
—No, es una buena señal —dijo mi madre—. Eso significa que no te ha
superado. Es una muy buena señal.
Tragué saliva.
—¿Qué debo hacer? —les pregunté.
—Iremos a ella.
—No sé dónde vive.
—¿Cómo es posible? —preguntó Jason.
—¡Nunca salió el tema! —exploté.
—Bien, podría meterme en problemas por esto, pero lo buscaré. Vuelvo
enseguida.
Jason se fue para hacer lo suyo y todo el mundo se relajó visiblemente.
—¿Qué debo decirle?
—Dile que la amas —sugirió Kelly.
—¿Y si no me quiere?
—Paciencia, Tom —dijo Cherry de nuevo—. Te ama. El orgullo se está
interponiendo en el camino, en el de los dos, parece.
—Dile que sabes que todavía te ama —dijo mi hermana Christina—. Dile
que sabes lo que hizo por ti. Esa es la prueba.
—Está bien —dije, absorbiéndolo todo.
Retrocedí un poco más cuando las mujeres empezaron a estudiarme más
de cerca.
—¿Qué? Me están poniendo nervioso.
—Ábrete la chaqueta —dijo Marty—. Y quítate la capucha.
Hice lo que me dijo.
166

—Mejor —dijo Cherry, examinándome.


—No. Eso es todo. Terminé. Ella me escuchará sin importar la manera en
que esté vestido.
Página

—Eso es algo muy bueno —dijo mi madre, por lo que todas las chicas se
rieron.
—Yo… eh, necesito un momento —dije, sintiéndome sofocado.
Salí al pasillo e inhalé el aire, pasándome las manos por el cabello.
Comenzaba a asfixiarme con todo el estrógeno que circulaba en esa habitación.
—Solo sé tú mismo. —Oí detrás de mí. Callum.
Estaba tan agradecido de que se me hubiera unido.
—¿Crees que deba hacerlo?
—Sí, solo dile lo que sientes de verdad, no dejes nada fuera, confía en mí en
eso y déjale el resto al destino —dijo, apoyando su cuerpo contra la pared del
pasillo.
—Gracias —le dije, pasándome las manos por el cabello.
—En cualquier momento.
—¡Ya lo tengo! —gritó Jason al final del pasillo.
Así tan de repente, la puerta de mi oficina se abrió y un mar de gente vino
disparada en mi dirección. Apenas tuve el tiempo suficiente para reaccionar,
mientras me hacían pasar delante de ellos, empujándome hacia el ascensor.
—¡No vendrán conmigo! —grité.
—¡Oh, sí lo haremos! —gritó Cherry desde el fondo de la multitud.
—¡No hablan en serio! —les dije, deteniéndome frente a ellos y mirando
cuántos eran. Ni siquiera podríamos caber en la cabina del ascensor.
—¡Claro que sí! —gritó alguien.
—Bien, pero todos esperarán en la calle.
Dirigí el grupo de quince personas hacia los trenes y todos entramos
amontonados.
—Esto es ridículo —dije en voz baja.
—Sí, lo es. —Cherry estuvo de acuerdo—. Pero si la vida no fuera ridícula a
veces, ¿qué tipo de vida sería?
—Una normal —respondí en broma.
—Silencio —dijo, empujando mi hombro con el suyo—. Te encanta.
Era verdad.
—Será un largo viaje en tren a casa si dice que no —dijo Jason después de
unos pocos minutos.
—¡Cállate, Jason! —dijeron las chicas al unísono.
—¡Por Dios, Louise! —dijo él, sonriendo maliciosamente.
—Oh, Dios mío, va a decir que no —dije, empezando a hiperventilar.
Harper le envió a Jason una mirada de muerte.
—No, no lo hará.
167

—¿Cómo lo sabes?
—Porque sí, Tom.
Página
Al parecer, la casa de la abuela de January estaba a solo diez minutos a pie
de la estación, así que decidimos ir caminando. Cada paso que daba en dirección
a January hacía que mi cuerpo temblara imposiblemente peor que antes.
La casa de January era la típica de dos niveles de Jersey, azul claro y fea
como el infierno. Me quedé parado en la misma calle, mi familia me flanqueaba
e inmediatamente tuve esa sensación de ser absolutamente idiota por haber
accedido a traerlos.
—Todos esperen aquí —les dije con convicción, mirándolos a todos con
dureza—. Juro por Dios que si veo a una de ustedes, chicas, en cualquier lugar
cerca de nosotros, haré que sus cónyuges traigan su látigo, al estilo de los años
cincuenta.
—¡Uf! —gritó Marty. Me centré en ella y fingió cerrar su boca como si fuera
un cierre.
—Quédate. Aquí.
Caminé nerviosamente hacia January y sacudí las manos para que
quedaran firmes, limpiando el sudor en el muslo de mis jeans. Subí por la acera
hasta la puerta principal. Mi dedo se detuvo sobre el timbre.
—Aquí va todo.
168
Página
13

Apenas había enjuagado el acondicionador de mi cabello cuando oí el


timbre. Había saltado en la ducha casi inmediatamente después de llegar a casa.
Necesitaba dos cosas. Una, necesitaba privacidad para que pudiera llorar a
gritos después de ver a Tom en Seven donde procedió a rechazarme,
haciéndome sentir peor de lo que jamás pensé que podía sentirme. Dos,
necesitaba el agua para calmarme y a mi corazón dolorido.
¿Quién puede ser? Pensé mientras el timbre sonó de nuevo. Me encogí de
hombros y seguí llorando mientras el agua caía, sollozando como una niña
pequeña. Podían sentarse en el porche por todo lo que me importaba.
—¡Tú! —Oí gritos.
Cerré el agua y me quedé inmóvil, escuchando la conmoción que venía de
la sala de estar.
—¡No entiendes! —Escuché a mi primo Collin decir en voz alta.
Salté fuera de la ducha rápidamente y envolví mi bata corta. Apresurando
mi trasero fuera del baño, casi me resbalé en la madera del pasillo. Sonidos de
pelea llegaron del jardín de enfrente, junto con... ¿cantos animando? Corrí a la
puerta principal y salí al porche delantero.
—¿Qué está pasando? —pregunté, parándome en seco a la vista de las
manos de Tom alrededor del cuello de Collin—. ¿Tom? —Podía sentir la
quemadura de las lágrimas comenzando a surgir de nuevo—. ¿Qué-qué está
pasando?
—January —dijo desesperado, liberando su agarre de mi primo y
dirigiéndose hacia mí. Permaneció de pie en el primer escalón por debajo.
Collin cayó al césped, frotándose el cuello.
—¿Lo conoces? —preguntó.
169

—Sí, es Tom —le expliqué, haciendo un gesto hacia Tom como una idiota.
Collin se echó a reír.
Página

—¿Qué? —ambos preguntamos, girando en su dirección.


—Este tipo pensó que era tu novio. Dijo que me reconoció del aeropuerto y
me dijo que no podía tenerte, que le pertenecías.
—Tom —suspiré, dándome cuenta por primera vez de que estaba de pie en
el porche en una bata corta, desnuda debajo y con el cabello chorreando frente a
quince personas aleatorias—. ¿Puedo hablar contigo adentro? —le pregunté.
—Sí —dijo, subiendo los escalones del porche.
Miré detrás de mí y vi a un tipo que era exactamente igual que Tom, pero
mayor.
—¿Quiénes son esas personas? —le pregunté en voz baja, mientras
entrábamos en la casa de mi abuela.
—Uh, esos son mis padres, mi hermana y mis amigos.
—Genial, acabo avergonzarme delante de toda tu familia.
—Lo siento mucho, January —dijo, pasándose las manos por el rostro y
por el cabello—. No era así como se suponía que iba a pasar.
Lo llevé a mi habitación y cerré la puerta.
—Atacaste a mi primo.
—Sobre eso —dijo Tom, suspirando profundamente—. Lo siento mucho —
comenzó, pero se detuvo en seco cuando me eché a reír—. ¿Qué?
—Nada, solo… olvídalo. ¿Por qué estás aquí?
Tom se mantuvo de pie y dio un paso más cerca de mí, agarrando mis
hombros en el proceso.
—Estoy enamorado de ti, January MacLochlainn, y quiero que me tomes
de vuelta.
Las lágrimas ya habían comenzado a fluir. No podía detenerlas. Su simple
toque fue suficiente para romperme.
—¿Por qué?
—Porque me amas también.
—No, no lo hago —mentí.
—Sí, lo haces.
Mi cabeza cayó hacia mis pies y un suave sollozo escapó de mis labios.
—Me has hecho tanto daño, Tom. Durante semanas, me sentí como si
tuviera que andar de puntillas a tu alrededor. Estaba caminando sobre cáscaras
de huevo y cuando por fin me sentí lo suficientemente cómoda para pisar fuerte
alrededor, jalaste la alfombra de debajo. No creo que pudiera tomar otra
sorpresa como esa. No es saludable, no importa lo mucho que estoy enamorada
de ti.
—January —dijo, abrazándome estrechamente. Irracionalmente, me
preocupó que mi cabello empapara su camisa—. Estoy muy apenado por no
confiar en ti en Europa. En realidad nunca creí que me traicionaras así. Creo
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que estaba asustado de lo que eres para mí.


—¿Y qué soy para ti? —le pregunté, levantando la mirada para ver sus ojos
Página

azules.
—Tú eres el amor de mi vida, January MacLochlainn —dijo sin vergüenza.
Rozó sus manos por mi frente y mi rostro, deteniéndose en mi clavícula.
Me miró como si fuera la última mujer en la Tierra.
Y las lágrimas llegaron en tropel.
—No me digas cosas como esas, Tom.
—No solo estoy diciéndolas porque creo que eso es lo que quieres oír. Te lo
digo porque es la verdad. No puedo vivir sin ti, J. Eres eso. Tú eres eso. ¿Me
entiendes?
Asentí, con miedo de hablar. Me tomó en sus brazos y me llevó más cerca,
acercándome poco a poco, más cerca de su pecho lentamente como si tuviera
temor de asustarme. Sus ojos buscaron mi cara como si me estuviera
absorbiéndome por última vez.
—Dios, te amo —dijo sin pensar.
Llevó su boca a la mía y pude sentir la desesperación que sentía por mí.
Igualaba a la mía por completo. Arrastré mis manos hasta sus hombros y las
envolví alrededor de su cuello. Mirarlo me dio la primera sensación de paz que
he sentido en semanas desde la última vez que lo vi.
Sus labios se movieron sobre los míos lánguidamente y me sentí borracha
por la calidez de su aliento. Su labio inferior tembló contra el mío conteniéndose
y decidí darle el permiso que estaba pidiendo.
Presioné el beso más profundo, respirando profundamente por la nariz.
Estaba al borde del éxtasis. Increíble, pensé. Me separé un momento y le dije
cómo me sentía antes de sumergirme de nuevo.
—January —susurró, enviando un escalofrío a mis brazos y piernas,
agrupándose en mi vientre.
Su lengua me tocó con dulzura y me di cuenta que quería ser la única que
fuera capaz de probarlo siempre. Nos dirigimos lentamente hacia la cama, sin
romper el beso y caímos sobre mi colcha deshecha. Tom estaba metido entre
mis piernas y mi bata se deshizo un poco, el borde de mis pechos expuestos.
Nos detuvimos solo por un momento, dándonos cuenta de a dónde se
dirigían las cosas. Sus ojos recorrieron todo mi cuerpo antes de deslizar la yema
de dos dedos sobre la piel expuesta en mi pecho.
—Eres tan hermosa, January —me dijo.
Lo traje más cerca de mí y lo besé ferozmente. Estaba lista para él.
—Te deseo —le dije.
—También te deseo —dijo, besándome profundamente.
Su mano derecha siguió la línea de mi cuerpo a partir de mis hombros, su
pulgar acunando debajo de mi pecho antes de continuar hacia abajo, apretando
mi cadera y sosteniendo la parte posterior del muslo, llevando mi pierna hacia
171

arriba y en torno a él.


Esto pareció sacar algo en mí, pero él se quedó quieto. Acribillé su rostro y
cuello con besos.
Página

—¿Qué pasa? —le pregunté.


—Esto no es correcto —me dijo, pero su cuerpo me habló de manera
diferente.
—No se siente incorrecto —le dije, chupando el lóbulo de su oreja.
—January —gimió antes de sentarse y llevarme con él.
Continué besándolo y me devolvió el beso. Él quería esto, pero me estaba
combatiendo todo el camino.
—January —dijo en voz baja, besando el costado de mi cuello—. Este
secreto todavía tengo que ganarlo. No es justo para mí aprenderlo todavía. Por
favor —dijo, besando mi frente—. No puedo hacerte lo que he hecho con las
otras. Te debo mucho más que eso. Vales mucho más.
Una vergüenza intensa coloreó todo mi cuerpo.
—Lo siento mucho —le dije, envolviendo la bata más apretada alrededor de
mi torso, sintiéndome bastante avergonzada.
Tom se levantó y se ajustó la ropa antes de ayudarme a levantar. Me acercó
a él y me abrazó, besando la parte superior de mi cabeza.
—No lo sientas —dijo, pasando sus manos por mi espalda—. No hay nada
que lamentar. Solo vamos a hacer esto de la manera correcta, es todo. —Me
miró con una leve sonrisa—. Va a ser duro como el infierno, pero estoy decidido.
—Gracias —le dije con sinceridad.
—No, gracias a ti —dijo, besando mi sien.
Me sobresalté cuando alguien llamó a mi puerta.
—¿January? —Oí a la abuela Betty decir al otro lado.
Tom entró en pánico pero reprimí la risa.
—¿Sí, Maimeó?
—¿Estás ahí a solas con un chico? —preguntó.
—Sí, Maimeó, pero nos estamos comportando —le dije la verdad, pasando
la mano por el lado de la cara de Tom, él la enterró en mi mano y me besó en la
palma.
—Es lo mismo, jovencita... fuera.
Esta vez los dos nos reímos.
—Sí, Maimeó.
—Además, hay alrededor de quince personas sentadas afuera en nuestro
jardín delantero. ¿Sabrías algo sobre eso?
172
Página
14

—Mueve tu mano un poco a la izquierda —me dijo el fotógrafo.


January y yo estábamos en una sesión de foto para Junkie, una revista de
música nacional haciendo un artículo sobre las personas que ayudaron a formar
las bandas que américa conoce y ama. Estábamos honrados, por decir lo menos,
porque estábamos siendo destacados en el artículo y quizás ganáramos la
portada. Aparentemente, estaban impresionados.
Habían hecho algunas pequeñas entrevistas unas semanas antes y era el
momento de las fotos. Hicieron algunas fotos con pose y nos dijeron que nos
tomáramos un minuto mientras hacían algunos ajustes al estudio.
Entrelacé mis manos con las de January mientras esperábamos.
—¿Qué quieres hacer esta noche? —le pregunté.
Se recostó juguetonamente hacia atrás, forzándome a sostener su peso por
ella. No pude evitar reírme de ella.
—No estoy segura. ¿Qué quieres hacer tú? —preguntó, levantando su
rostro, su nariz cerca de la mía y meneando sus cejas.
Le di vuelta en mis brazos y rió.
—¿Te refieres a además de ti?
—Detente. —Rió.
—¿Qué te parece si agarramos una botella y nos encontramos con la
pandilla para un juego o algo?
173

—Sí, eso es. Eso es lo que haremos esta noche. —January se llevaba mejor
con mis amigos que yo, al parecer—. Bueno, eso y besuquearnos.
Le sonreí.
Página

—Oh, ¿te gustaría besuquearte conmigo, J? —pregunté, envolviendo mis


brazos alrededor de su cintura y soplando en su cuello.
Ella rió.
—Demonios, sí.
Sonaba música en la habitación así que la balanceé en mis brazos y
comencé a bailar con ella, moviéndola de un lado a otro. Su cabello se
balanceaba sobre la mano que había extendido en su espalda y la sentí temblar
con mi toque. Dios, cómo me afectaba con sus reacciones.
—Qué tal si nos salteamos el vino, nuestros amigos y el juego, y vamos
directo a la parte de besuquearnos.
—Está bien —dijo, con una voz tonta.
Ataqué su cuello con mis labios, subiendo por su mandíbula y besando sus
labios lento y suave. Perezosamente, tomándome todo mi maldito tiempo, probé
su lengua, pasando la mía contra el borde de sus dientes.
—Te amo, January —dije, cuando se rompió el beso.
—Te amo, Tom.
Pasé mis manos por su rostro y apreté suavemente sus mejillas, frunciendo
un poco sus labios. Los besé y bajé mis manos.
Ahí fue cuando me di cuenta que teníamos audiencia, una muy grande. El
rostro de January se encendió con increíbles sombras rojas e instintivamente la
metí contra mi costado.
—Lo siento, no nos dimos cuenta de que estaban esperando —me disculpé.
—Está bien. —Sonrió el fotógrafo, mientras levantaba su cámara—.
Terminamos. Pueden irse.
—Oh —dijo January—, pero creí… no importa. Genial.
Terminamos la sesión de fotos y decidimos ir a mi departamento. La
abuela Betty no era fanática de las sesiones de besos, si eso ya no era obvio. Mi
alquiler estuvo listo unas semanas después de conseguir mi posición en R&D y
January me ayudó a mudarme a mi propia casa. Si, era un estudio, pero era mío
y nunca antes tuve algo propio.
—¿Cuándo salen las revistas? —preguntó January, hurgando en mi
refrigerador por un refresco.
—El próximo mes, el primero. Nos enviaran una a nuestra propia casa.
Lo que no le había dicho a January, y por una muy buena razón, fue que
me aseguré de que fueran a su estudio un día que sabía ambos estaríamos allí,
porque esta revista no era solo un artículo sobre lo que hicimos por Seven. Oh
no, era mucho, mucho más.
—Oh, genial —dijo, quitando la tapa de la botella de cristal en su mano.
—Ven aquí —dije, tirándome en la cama y encendiendo el estéreo.
Tomó un trago y colocó la botella en la barra antes de venir y acurrucarse a
mi lado.
174

—Me gusta esto —dijo, poniéndose cómoda y besando mi cuello.


Acostúmbrate, pensé.
Página

Nos besamos por horas. No sabía cuántas más sesiones de besos iba a
poder soportar. La encontraba fascinante y cada vez que la tocaba, me sentía
más atraído por ella.
—Vamos —le dije más tarde cuando estaba quedándose dormida.
Gimió con desagrado.
—Solo déjame dormir aquí —se quejó.
—No, vamos. Te llevaré donde Sam. —En lo de Sam era donde January
solía dormir a veces los fines de semanas. A él no le importaba porque ella casi
no estaba allí y yo tenía paz mental en las cenas de los domingos por la noche
con la abuela Betty y sus ojos curiosos. Esa mujer veía todo. Especialmente
desde nuestra última ―conversación‖.
—Bien —resopló, soplando el cabello fuera de su rostro y sentándose.
La miré.
—Solo unos minutos más —concedí, haciéndola sonreír.
Cayó en mis brazos y me sentí bien con el mundo.
175
Página
Tomé especial cuidado de lucir bien ese día. Usé el traje que había usado
para la boda de Callum y Harper e incluso pasé por el problema de comprar
nuevas Converse negras para la ocasión. Corté mi cabello, pero lo suficiente
para poder seguir metiéndolo tras mis orejas.
Me pasé toda la mañana yendo y viniendo por mi oficina. Suzanne me
preguntó si quería un descafeinado, y le dije que no quería nada. Siguió
mirándome con esta expresión preocupada. Eso me hizo querer reír. Mi oficina
se sentía sofocante, así que abrí la ventana hasta el techo con una de esas barras
que se mueven. Jugué mucho con esa cosa cuando llegué aquí, creí que iba a
romperse. Esa era probablemente la única cosa que evitaba que jugara con eso.
Puse algunas canciones, lo pensé mejor y las quité, luego volví a pensar eso
otra vez y escogí algunas canciones de Max Richter para que se reprodujeran en
volumen bajo. Jugué con las almohadas en mi elegante sofá de cuero negro un
millón de veces antes de finalmente darme cuenta que January ni siquiera lo
notaría. Suzanne limpió el polvo de mi alfeizar y regó las plantas el día anterior,
esas lucían bien.
Estaba enderezando mi pintura de Warhol cuando escuché la animada voz
de January saludando a todos. Todo mi cuerpo se puso caliente como el infierno
y mis manos comenzaron a temblar. Me senté en la silla y tomé un libro, lo
pensé dos veces y fingí estar trabajando en mi computadora.
—¡Hola, Suzanne! —La escuché decir y tuve que apretar mi mandíbula
para evitar hablar.
—Hola, señorita MacLochlainn. ¡Puede entrar!
—¡Gracias! —dijo January antes de entrar en mi oficina como un soplo de
aire fresco—. ¡Hola! —dijo, bailando dentro de mi oficina, sacudiendo una caja.
—Hola nena —solté, a duras penas.
—¡Están aquí! —cantó, dejando caer la caja en mi escritorio.
Tomó unas tijeras de la taza de mi escritorio y las abrió, así la parte afilada
estaba expuesta. Pasó la longitud a lo largo de la cinta envolviendo la cosa y juro
por Dios que creí poder escuchar mi latido en mis orejas. Me puse de pie
rápidamente y cerré la puerta antes de volver a sentarme en la silla. Intenté
176

descansar mi mano en el ratón, pero estaba temblando demasiado, fingí


necesitar algo de mi estante. Me puse de pie, tomé la cinta, ¿la cinta?, luego
volví a sentarme. Afortunadamente, ella no lo notó y abandoné la cinta inútil
Página

frente a mí.
Puse mis brazos en los apoya brazos de la silla y doblé mis temblorosas
manos sobre mi estómago.
—¡Oh! —exclamó, haciendo que me enderezara un poco—. ¡Estamos en la
portada después de todo! —Quedó anonadada con nuestro aspecto y se volvió
hacia mí—- Oh Dios mío —respiró.
De algún modo bajé la vista de sus ojos y noté la foto que eligieron. Era de
January y mía, era una cándida foto nuestra de cuando creímos que nadie
estaba viendo. Ambos estábamos riendo, mi rostro casi enterrado en su cuello, y
su cabello cayendo hacia atrás. Lucíamos tan increíblemente felices.
Tragué.
—¿Puedes creer cuan hermosa es la foto, Tom? —preguntó.
—Sí —dije con la mayor naturalidad—. Tú estás en ella.
—Tom. —Se ahogó, una pequeña lágrima escapando de su ojo. Sonrió
gentilmente, la limpió de su rostro y respiró profundo. La abrió y tomó asiento
en la silla frente a mi escritorio. Subió sus pies y cruzó sus tobillos en el vidrio.
—Veamos —dijo, mirando el índice.
Oh mi Dios, aquí vamos, pensé.
Me miró como si acabara de notarme y sonrió otra vez, haciendo
tartamudear mi corazón.
—Bueno, luces guapo hoy —dijo antes de pararse y besarme, luego
volviendo a sentarse.
Creo que voy a tener un ataque de corazón.
—Gr-gracias —tartamudeé, pero estaba demasiado distraída para notarlo.
—Está bien —dijo—, pagina setenta y nueve. Página setenta y nueve —
repitió, pasando las páginas. Mi rodilla saltaba rápidamente y mi mano la
golpeó para detenerla.
Levantó la vista hacia el sonido.
—¿Estás bien, botón de oro?
—Sí —ofrecí.
—Está bien —cantó y volvió a buscar—. Sesenta y ocho —bromeó—.
Setenta y dos. —Mi corazón latía rápidamente en mi pecho—. ¡Ah! Aquí
estamos. Setenta y nueve.
Volvió la página y vio que teníamos dos páginas. Parecieron pasar
minutos.
Su rostro cayó y las lágrimas comenzaron a caer cuando leyó el
encabezado. Llevó sus manos temblorosas a su rostro y me miró con ojos
vidriosos.
Me puse de pie y saqué la caja de madera de mi bolsillo derecho.
—January MacLochlainn —dije, arrodillándome frente a ella—. Te amo
177

muchísimo. —Un sollozo escapó de su boca pero intentó sofocarlo con su


mano—. Y estaría especialmente honrado si me dejaras adorarte por el resto de
nuestras vidas.
Página

»Ya ves —continué. —Parece que es el propósito de mi vida.


Abrí la caja cuadrada de madera de la pequeña tienda antigua que había
estado escondiendo por tres meses y le presenté el anillo que sabía, era perfecto
para ella, incluso entonces. Remplacé el diamante central con una esmeralda
porque ella siempre me decía cómo era el anillo de su abuela y cuánto lo amaba.
—¿Te casarías conmigo? —pregunté, repitiendo el encabezado de la
revista.
—Sí —apenas susurró.
Zas.
178
Página
Sobre la autora
Fisher Amelie reside en el Sur con su súper marido, compañero y
complemento de su alma. Obtuvo su primer parche de ―mamá‖ en 2009. Ella
también vive con su perro de raza Weim, ―Jonah‖, y su Beta, ―Whale‖. Todos
estos seres vivos mantienen el vientre de su vida pleno, a veces hasta el punto de
la gula, pero ella no le importa mucho porque la vida no vale la pena vivirla si no
es divertido, ¿verdad?
Fisher creció escribiendo. Secretamente escondía cuadernos y cuadernos
en un gran contenedor de almacenamiento Tupperware en su armario mientras
era niña. Ella no sumo dos más dos hasta después de la universidad en la que de
repente cayó en la cuenta, ―Oye, me gusta escribir‖. Es un poco densa. ―No, no lo
soy‖. ―Sí, lo eres. Baja esa Oreo, tu trasero no puede aguantar una más‖. ―Eres
grosero‖. ―Sí, sí‖. De todos modos, le gusta escribir y finalmente controló su
autoestima a la sumisión lo suficiente para permitirse ser analizada bajo el
microscopio de otros lectores. ―¡No! ¡No! ¡No la cubierta de cristal! La última
vez que me dio un...‖ (murmurando)
Rescata a Fisher de su metafórico portaobjetos en www.fisheramelie.com
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