BIENAVENTURANZAS
BIENAVENTURANZAS
BIENAVENTURANZAS
Como seres humanos tenemos la necesidad vital de comer y beber para vivir,
como creyentes y fieles discípulos de Cristo esa no es nuestra necesidad
primaria (Mateo 4:4) esta hambre nace de la dependencia que se tiene con
Dios (Isaías 55: 1-2), mientras más dependiente somos, más hambre
tendremos de su Palabra, más sed de su Santidad, más querremos ser como
el modelo perfecto, Jesucristo. Y es promesa de Dios, que mientras más lo
busquemos seremos saciados de Él (Mateo 7: 7-8), en ningún momento es
una obligación de Dios darnos, es una dádiva que Él nos ofrece, una
recompensa y aquella produce gozo –Makarios–.Quien desea más de Dios
busca de Él, esto no es un anhelo superficial de leer la Biblia o asistir todos
los días a la Congregación, sino de un cambio radical que nace ante la
irrefutable evidencia de que somos nada, que estamos muertos y que es
necesario nacer de nuevo, y únicamente el Espíritu Santo de Dios puede
lograrlo mediante la constancia del alimento divino, su Palabra.
El pecado ciega y nos aleja de Dios, es así como habíamos estado, lejos de su
Santidad porque nuestra pecaminosidad nos imposibilitaba acercarnos a su
trono. Los fariseos y escribas jamás pudieron ver que a quien crucificaron fue
el Hijo de Dios prometido, aquél que vendría a predicar la buena nueva
(Isaías 61: 1-2) su corazón no podía estar más lejos de Dios (Jeremías 17: 9),
tergiversaron las leyes al punto de convertirlas en meros actos religiosos
olvidando lo importante, la pureza del corazón, es por esta razón que Jesús
los atacó duramente (Mateo 23: 13). Un corazón limpio no se trata de obras
ni formalismos, no se trata de caridad a los demás, ni “ocupar un puesto” en
la congregación a la que asistes, todo esto es necesario hacerlo (Santiago 2:
17-18), pero en nada contribuye a mi Santidad (Efesios 2: 9). Un corazón
limpio es un nuevo nacimiento (Juan 3: 3), es estar lleno de Espíritu Santo, es
buscar a Dios, adorarle constantemente mediante nuestras acciones, no
simplemente de palabras.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de
Dios.
A ser posible, y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos (Rom., XII,
18). Cuando San Pablo exhorta a los fieles de Roma a que se muestren
pacíficos, no les promete que sus manifestaciones amistosas hayan de ser
siempre pagadas con la reciprocidad. “A ser posible, y cuanto de vosotros
depende”.Para vivir en paz con el prójimo hace falta que sean dos quienes lo
deseen. Y eso es que el Apóstol no tiene presente más que las relaciones
ordinarias de su vida. ¿Qué será cuando se trate de mantener la paz pública,
sea de los diferentes pueblos de la tierra? Sin embargo, los temores, las
mismas posibilidades de un fracaso, no dispensan a los cristianos de
intentarlo todo, de atreverse a todo para hacer reinar la paz en el mundo;
pues solo bajo esta condición merecerán ser llamados hijos de Dios.