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Psicología Forense
Especializada en niñas, niñas y adolescentes
Mod. III Tema I
UNICEF ha desarrollado en los últimos años una serie de experiencias encaminadas hacia la consolidación
de buenas prácticas en la protección y restitución de derechos de niñas, niños o adolescentes. En el
desarrollo de estas experiencias ha establecido una serie de principios que resultan relevantes para la
participación de un niño o niña en un proceso judicial:
En la práctica, la aplicación del principio del Interés Superior del Niño presenta ciertas dificultades porque
suele interpretarse desde una óptica paternalista o tutelar. Es decir, se entiende como “hacer lo que se
considera que es mejor para el niño, niña o adolescente”. La autoridad es quien decide qué es “lo mejor”
desde la perspectiva de lo que, como adulto, tiene para ofrecerle y además, con el riesgo de hacerlo
discrecionalmente. Por debajo de esta concepción persiste la noción errónea de niño, niña o adolescente
como objeto de protección y no como sujeto de derechos2.
Desde otro punto de vista, la interpretación del principio de Interés Superior del Niño también suele
entenderse como “el derecho del niño está por encima de otros derechos y sujetos”. En esta perspectiva, los
derechos de terceros (adultos) se “anulan” al entrar en conflicto con los derechos del niño, niña o
1
Protocolo para las acciones del Sistema de Protección a la Infancia del Estado de Oaxaca por la Oficina de Defensoría
de los Derechos de la Infancia A.C. por encargo de UNICEF – Mimeo, México. 2014.
2
Más adelante se menciona el principio de Niño o Niña como Sujeto de Derechos y no como Objeto de Protección.
1
adolescente3. Siguiendo el trabajo de Miguel Cillero, 4 el principio de Interés Superior del Niño se define en
relación con los siguientes elementos:
1. Se refiere a una formulación paradigmática para definir la obligación del Estado con respecto al niño,
niña o adolescente.
2. Pone sobre la mesa el catálogo íntegro de los derechos del niño, niña o adolescente.
3. Coloca la plena satisfacción de los derechos del niño, niña o adolescente como parámetro y como fin.
4. Orienta decisiones que protegen los derechos del niño, niña o adolescente.
Algunos lineamientos útiles a la hora de aterrizar el Interés Superior del Niño a la práctica5, son los siguientes:
1. Deberán valorarse los derechos del niño, niña o adolescente de manera integral6 y no aislada.
2. Deberán valorarse los derechos del niño, niña o adolescente considerando el impacto en la esfera
íntegra de los derechos en el presente y en lo previsible a futuro.
La obligación de actuar en el Interés Superior del Niño se define por el alcance de los derechos integrales del
niño y la necesidad de su resguardo. Y lo que todo ello implica es que se reconoce que el alcance del
principio de Interés Superior del Niño se extiende hasta la necesidad de protección por las posibles
afectaciones futuras a los derechos de cada niño, niña o adolescente. Es decir, la afectación a los derechos
del niño, niña o adolescente que debe considerarse, no requiere ser inminente, basta con ser posible bajo
estándares razonables y fundados. Conjuntamente se entiende que, como los derechos de la infancia son
indivisibles (principio de integralidad), deben considerarse todos los derechos vulnerados del niño, niña o
adolescente.
Es posible comprender entonces, que la frecuente confusión respecto al Interés Superior del Niño como “por
encima” de los derechos de terceros, deviene del hecho de que como resultado de analizar el principio en
todos sus elementos (integralidad, afectación a futuro) el resultado concreto es que por lo general la
afectación a los derechos de un niño, niña o adolescente será de mayor gravedad que la afectación
equivalente a los derechos de un adulto. Esto no porque su derecho “valga más” que el de los adultos, sino
3
En efecto, la SCJN ha determinado que: su protección se ubica incluso por encima de la que debe darse a los derechos
de los adultos, con lo cual se cumple una trascendente función social de orden público e interés social. [J]; 9a. Época;
T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; XXXIII, Marzo de 2011; Pág. 2188 INTERÉS SUPERIOR DEL MENOR. SU RELACIÓN
CON LOS ADULTOS. Pero esto no es el resultado de que los derechos de otras personas se anulen.
4
Cillero Bruñol, M. “El interés superior del niño en el marco de la convención internacional de los derechos del niño”
Justicia y Derechos del Niño no. 9. Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF. 2007. Pp. 125 – 142.
5
CoIDH, Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, Opinión Consultiva OC-17/02 del 28 de agosto de 200, Serie
A No 60; UNICEF. Implementation Handbook For The Convention On The Rights Of The Child. Third Edition. Geneva,
1998 Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala (Fondo), Sentencia de 19 de noviembre
de 1999, Serie C, núm. 63, párr. 191. par 141. ONU. Informe del experto independiente para el estudio de la violencia
contra los niños de las naciones unidas. Adoptado por la Asamblea General el 29 agosto de 2006, doc. A/61/299, par. 2.
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Más adelante se menciona el Principio de Integralidad de Derechos
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porque el nivel de desarrollo en el que se encuentra, hace que su afectación a futuro y la necesidad de que se
restituyan todos sus derechos, para desarrollarse de manera adecuada, lo hacen requerir más protección.
Por último, este principio implica que toda acción por parte del Estado – obligadamente – debe atender de
manera prioritaria las necesidades y el bienestar del niño, niña o adolescente. En la práctica de un Sistema de
Protección, implica la obligación de todo servidor público de actuar oficiosamente en beneficio del niño, niña o
adolescente al percatarse de una situación que le vulnera. Un ejemplo claro de esto es la obligación de un
Juez de lo familiar de actuar para la protección de un niño, niña o adolescente aún cuando esta tarea no
forme parte de las demandas expuestas por las partes del juicio.
Este principio implica, en primera instancia, la clara definición de la acción del Estado como subsidiaria y no
sustitutiva de la familia. Cobra prioridad la obligación del Estado de coadyuvar con la familia en la crianza de
los hijos e hijas, y únicamente sustituir estos cuidados como última alternativa y por el menor plazo posible.
Cuando una familia no brinda los servicios articulados necesarios para asegurar protección, restitución y
desarrollo adecuado de niñas y niños, el Estado tiene que representarlos en la medida de lo necesario. La
representación del Estado, cuando actúa como garante, debe ser proporcional a la capacidad de la familia de
proveer los recursos que la niña o niño necesita: en primera instancia coadyuva con la familia (es decir,
contribuye y ayuda) para la restitución integral de derechos; en segunda instancia suple (es decir, aporta lo
que falta en reemplazo temporal) a la familia proveyendo recursos necesarios, y en última instancia sustituye
a la familia (es decir, “se coloca en su lugar”).
En segunda instancia implica el uso de una definición amplia de la familia (en relación a los vínculos y no solo
a la consanguinidad). “La familia” del niño, niña o adolescente puede estar conformada por adultos con
quienes mantiene vínculos cercanos, adultos significativos que no son consanguíneos pero a los que tiene
afecto y que pueden crear un contexto en el que se logre un desarrollo satisfactorio. Por ende la obligación de
resguardar la relación del niño, niña o adolescente no se restringe solo a sus progenitores y hermanos sino
también con su familia extendida, sus afectos y su comunidad.
3. Integralidad de derechos
Aunque este principio está estrechamente vinculado con el principio de Interés Superior del Niño, y se
mencionó brevemente en el punto anterior, su importancia es tal que requiere mención más específica.
3
Este principio implica que en toda decisión que afecte a un niño, niña o adolescente, deberá considerarse la
esfera íntegra de sus derechos. Es decir, tratándose de niños, niñas o adolescentes no es suficiente atender
a un derecho vulnerado.
El desarrollo humano se logra por la interrelación continua entre diversas esferas: física, mental, emocional,
social. Para que la infancia y adolescencia se desarrollen adecuadamente, se requiere que todos los
derechos, en todas las esferas, estén satisfechos porque todos los derechos están relacionados y son
interdependientes. Si uno de los derechos está vulnerado también estarán vulnerados otros. Todo niño, niña o
adolescente carece de la posibilidad de separar distintas áreas de su vida pues en todas ellas predomina una
dependencia hacia el adulto.
En la medida en que el ser humano crece, la intensidad de su desarrollo disminuye. Durante la infancia, todos
y cada uno de estos elementos se encuentran en formación y entonces, la afectación de cualquier esfera de
la vida del niño, niña o adolescente repercute en su desarrollo general. Cuando alguna afectación trastoca
alguno de sus derechos, es evidente que trascenderá a otros derechos porque están ineludiblemente
interrelacionados.
La integralidad de derechos implica entonces la obligación de valorar todo asunto relativo a un niño, niña o
adolescente de manera adminiculada7 y por lo tanto, la obligación del Estado de garantizar el bienestar del
niño, niña o adolescente en el total de sus esferas de vida. Así por ejemplo, imposibilita la separación
temporal de la familia sin atender también los derechos de educación y salud del niño, niña o adolescente.
Es necesario reafirmar conceptos básicos que tienen que ver con la naturaleza misma de los derechos de la
infancia. Históricamente las acciones del Estado relativas a la infancia surgen desde un paradigma de caridad.
El niño considerado como objeto de protección es resguardado dentro del seno familiar. Cuando la familia no
logra satisfacer las necesidades del niño, niña o adolescente se considera situación “irregular” y el Estado
brinda servicios asistenciales y básicos (desde una perspectiva tutelar y sustitutiva de la familia).
Durante la infancia, el derecho no solo constituye algo con respecto a lo cual el individuo debe gozar de
libertad para ejercerlo. Tratándose de infancia, los derechos son requisitos para el desarrollo.
La perspectiva del niño como objeto de asistencia se rige por una obligación moral de beneficiar a niños que
se encuentran fuera de la protección de su familia. Desde una perspectiva en la cual se respeta al niño, niña o
7
[TA]; 5a. Época; Sala Aux.; S.J.F.; CXXII; Pág. 884. PRUEBAS EN EL JUICIO, ADMINICULACION DE LAS, POR EL
JUZGADOR. Véase también.
4
adolescente como sujeto de derechos, las acciones son diferentes a las asistencialistas. El derecho es
inherente al niño, niña o adolescente, y las acciones son obligaciones del Estado, no un acto de caridad
discrecional. Se trata de obligaciones constitucionales y no obligaciones morales.
Este principio implica el claro reconocimiento de que la acción de protección por parte del Estado es un
derecho del niño, niña o adolescente. Por tanto, toda acción de protección debe estar sujeta a ser tutelada por
medios jurisdiccionales existentes.
5. Individualización
Este principio parte del reconocimiento de que cada niño, niña o adolescente debe ser atendido en
consideración de sus condiciones y características particulares.
Si bien el Sistema debe brindar orientación y obligación sobre acciones generales, estas deben contemplar
procedimientos para garantizar la adecuación individual de cada caso.
Esto implica, además, que la atención recibida por el niño, niña o adolescente no puede estar limitada a los
servicios con los que las instituciones cuentan, sino al contrario, deben gestionarse los servicios y acciones
que cada caso en particular requiere.
También implica la consideración de la creciente autonomía durante el desarrollo. Es decir, un niño de meses
requiere de más cuidados básicos que un adolescente y por lo tanto es más dependiente que aquél respecto
de cuidados básicos. Las acciones a tomar deben respetar el grado de autonomía que, en diferentes grados,
necesita la infancia y adolescencia para su desenvolvimiento adecuado.
Este principio parte del reconocimiento de que la infancia tiene características estructurales que la diferencian
de los adultos y de que este distingo implica un trato diferenciado para resguardar su igualdad en cuanto a
acceso a la justicia. Un niño o niña no podría comprender la complejidad de un proceso de justicia ni los
términos formales y legalistas que se utilizan en un proceso de justicia porque el nivel cognitivo aún no está
acabado y ello le imposibilita comprender nociones abstractas, por ejemplo. Los adultos en contacto con ellos,
durante un proceso de justicia, deben realizar adecuaciones al modo en que se realizan las diligencias así
como haber informado al niño o niña antes de qué se trata y para qué está allí. Este trato diferenciado para
una población con características específicas es la que garantiza su acceso a la justicia.
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Existe una diferencia de hecho entre las capacidades cognitivas, emocionales y sociales disponibles en la
infancia y adolescencia, y las disponibles durante la adultez, y para el acceso efectivo a la justicia de esta
población, es requisito que el derecho subsane esa diferencia para lograr un equilibrio. Se reconoce una
diferencia, que en ciertos casos deviene en desventaja, y se asume lo necesario para que exista una garantía
de igualdad. Ello no significa un privilegio (del derecho de uno por sobre el derecho de otro) sino la seguridad
de que las diferencias no lleven a la afectación de las niñas, niños y adolescentes.
Es necesario garantizar que todo niño, niña o adolescente víctima de delito cuente con un efectivo acceso a
los medios jurídicos necesarios para defender sus derechos. Esto implica acciones adecuadas al nivel de
desarrollo infantil y adolescente, ya que el niño, niña o adolescente queda excluido de actividades o servicios
diseñados para adultos porque le resultan incomprensibles, o porque no cuenta con una adecuada
representación o mediación adulta.
Al hablar de igualdad entre desiguales, el distingo persigue un fin constitucional de garantizar acceso a la
justicia. No es arbitrario o discrecional, sino una obligación fundada en el derecho de la niña, niño o
adolescente y su condición estructural que exige consideración especializada para el ejercicio de sus
derechos8. El Estado debe ofrecer al niño, niña o adolescente servicios adecuados a sus características de
desarrollo propias. Ya que la falta de trato diferenciado excluye al niño, niña o adolescente del acceso a la
justicia, será la ausencia del distingo (acción especializada) la que constituya un acto discriminatorio, y no así
su presencia.
8
Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 del 28 de agosto de 2002.
Serie A No. 17. Párr. 55