Artículo Conceptos RRII LUIZ CERVO
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P alabras clave
Versión original:
Teoría de Relaciones Internacionales; conceptos de Relaciones Internacionales; conceptos CERVO, Luiz
brasileños de Relaciones Internacionales. A., “Conceitos
em Relações
Internacionais”, en
Revista Brasileira de
Política Internacional,
vol.51 nº 2, Brasilia,
Julio/Dic. 2008,
DOI: http://dx.doi.
org/10.1590/S0034-
T itle 73292008000200002
A bstract miembro de la
redacción de la revista
Theories of International Relations are neither free from bias nor impartial. They are linked y Máster en Relaciones
to specific interests, values, and patterns of conduct in certain societies which constitute Internacionales y
their field of observation. They discard these factors of other societies. So, the theories Estudios Africanos de
which serve the First World are not convenient, necessarily, to emerging countries. This text la UAM.
proposes to substitute theories by concepts applied to the field of the study of international
relations. Concepts expose the national or regional roots on which they stand. The Brazilian
experience furnishes the observation base for the study’s data gathering. This collection of
concepts has two functions historically attributed to theory courses: providing explanations
and values.
K eywords
International Theory; International Concepts; Brazilian concepts on International Relations.
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Introducción
El propósito de este texto es analizar los lazos entre las teorías de las relaciones internacionales
y los conceptos aplicados a las relaciones internacionales1. Dos problemas se investigan a
este respecto: por un lado, el alcance explicativo de las teorías y los conceptos, por otro, su
enfoque nacional o regional. Se pretende confrontar el papel de los conceptos al de las teorías
mediante la hipótesis según la cual los conceptos y las teorías ejercen papeles diferenciados
en el ámbito de estudio de las relaciones internacionales. El paso siguiente consiste en
afirmar que el alcance explicativo universal de las teorías es forjado, dado que éstas se
vinculan a intereses, valores o padrones de conducta de países o conjuntos de países donde
se elaboran o para los cuales son útiles, contrariamente a los conceptos, que muestran las
raíces nacionales o regionales sobre las que se asientan y que rehusan a que se les invierta
un alcance explicativo global.
Esta línea de argumentación sugiere reducir la función de las teorías y elevar el papel
de los conceptos, ya sea en el sentido de producir comprensión, o sea en el de apoyar los
procesos decisorios en las relaciones internacionales. Además, este argumento coloca en
jaque el prestigio de la teoría de las relaciones internacionales en los programas educativos
y aboga por la búsqueda de los conceptos producidos en un determinado país o conjunto de
países.
El trabajo se focaliza sobre tres aspectos del tema. En primer lugar, se expone el aspecto
epistemológico: ¿cuáles son los substratos empíricos o los soportes mentales utilizados en la
elaboración de teorías y conceptos y cómo esos factores condicionan su alcance explicativo?
En segundo lugar, se identifican los creadores de conceptos y se expone el método que
utilizan. En tercero lugar, se responde a la cuestión de la funcionalidad: ¿para qué sirven los
conceptos?
1
Publicamos una información sobre esta investigación en: CERVO, Amado Luis, Formação de conceitos brasileiros
de relações internacionais, Carta Internacional, Universidade de São Paulo (Nupri), v. 3, n.1, feb. 2008, p- 1-7.
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el ángulo de su formulación intelectual2. Este hecho, per se, aconseja al estudioso tomarlas con
cautela. Ellas conservan, como afirma Marie-Claude Smouts, la función original de elaborar
la comprensión del objeto de estudio, las relaciones internacionales, y de iluminarlo con el
conocimiento organizado3. Constituyen, de esta manera, un corpus de conocimiento de gran
utilidad, como se observa con teorías desarrolladas por otras ciencias humanas y sociales.
Las teorías integran, en Brasil, los currículos de los cursos de relaciones internacionales,
aproximadamente sesenta cursos de grado, y cerca de una decena de cursos de posgrado,
tanto másteres como doctorados. Es decir, aportan una contribución puntera para la formación
del pensamiento y de la inteligencia nacionales. Por otro lado, informan el proceso decisorio,
como afirma en seminarios el actual ministro brasileño de relaciones exteriores, Celso Amorim,
durante algún tiempo profesor de teoría de Relaciones Internacionales en la Universidad de
Brasilia: quien no conoce la teoría no ejercita la intuición consejera de la decisión4.
El caos al cual nos referimos hace referencia a las contradicciones entre teorías
y corrientes teóricas que los manuales evidencian. El caos también se observa en las
publicaciones, incluso de los grandes maestros, que muestran interpretaciones de las
relaciones internacionales sin presentarse a sí mismos como formuladores de teorías stricto
sensu. Desde nuestro punto de vista, el estado caótico de las teorías se explica por el hecho
de que no son imparciales, dado que se inspiran en campos de observación limitados, y
por el hecho de que no son objetivas, dado que otros campos de observación suscitarían
lo contradictorio, y finalmente por no convencer en cuanto explicaciones universales, como
pretenden.
La desconfianza intelectual invade con una fuerza ética el dominio de las teorías de las
relaciones internacionales. Las raíces en las que se apoyan las vinculan a intereses específicos
de determinadas sociedades que constituyen su campo de observación, tal y como los valores
que estas sociedades cultivan, y más aún, a los patrones de conducta que sugieren y enaltecen
como ideales. Mientras promueven tales factores específicos, descartan intereses, valores y
patrones de conducta de otras sociedades. El constructivismo, mezcla de las contradicciones
de la teoría, surge como reacción de superación al impasse al cual hemos llegado.
Desenmascarar las trampas de la teoría es una tarea tan importante como apropiarse de
su conocimiento. El realismo, por ejemplo, trazó su camino hacia el éxito en las universidades
y en los medios intelectuales de todo el mundo, de manera incomparable. La descalificación
de esta corriente teórica comienza por las evidencias de sus orígenes en los Estados Unidos
de Norteamérica, al inicio de la Guerra Fría, motivo por el cual establecía al estado como
principal agente de las relaciones internacionales y a la seguridad como la primera motivación
de la acción externa del estado. El realismo impone al mundo los intereses, los valores y los
patrones de conducta de Occidente.
2
Véase, entre incontables compendios, NOGUEIRA, Joao Pontes y Messari, Nizar, Teoria das relações internacionais:
correntes e debates, Río de Janeiro, Elsevier, 2005.
3
SMOUTS, Marie-Claude (coord.), Les nouvelles relations internationales:pratiques et théories, París, Sciences
Po, 1998.
4
Véanse los textos de los seminarios publicados por la Fundación Alexandre de Guzmao (Funag). CERVO, Amado
Luis y BUENO, História da política exterior do Brasil, Brasilia, EdUnB, 2008.
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La crisis de las teorías elaboradas en los medios académicos del centro del capitalismo
y difundidas por el mundo explica por un lado sus carencias de objetividad, su naturaleza
sesgada, y por el otro, el alcance de la irrupción de los países emergentes, detentores de
la mitad de la riqueza global. Las teorías que sirven al Primer Mundo no son convenientes,
necesariamente, a los emergentes. Tomemos, como ejemplo, la teoría de la estabilidad
hegemónica.
Un contrapoder, en efecto, se levanta desde aquel Sur que los geopolíticos habían
denominado como periferia, después Tercer Mundo, y hoy emergentes. Este contrapoder,
en opinión de Dupas7, se esparce sobre todos los dominios de las relaciones internacionales
y desafía al poder institucionalizado en el seno del capitalismo tradicional. Solicita nuevas
formas de comprensión y de explicación para las relaciones internacionales.
5
PAROLA, Alexandre Guido Lopes, A ordem injusta, Brasilia, Funag 2007.
6
BADIE, Bertrand, L’impuissance de la puissance: essai sur les nouvelles relations internationales, Paris, Fayard,
2004.
7
DUPAS, Gilberto, Atores e poderes na nova ordem global, Sao Paolo, Unesp, 2005.
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En su libro La Verdad Central Liberal: Cómo la política puede cambiar una cultura y
salvarla de ella misma, Lawrence E. Harrison utilizó la lógica de Huntington al preguntarse qué
elementos de la cultura promueven la democracia, la justicia social y el desarrollo. En este y
en otros estudios, examinó experiencias de los países en desarrollo, que eligió como objeto
de observación, e identificó más de dos decenas de factores de impulso y de obstrucción. Sin
embargo, su base de referencia epistemológica sigue siendo la cultura de Occidente, que él
sobrepone como un filtro solar para captar las manifestaciones de la cultura en los países del
sur y verificar su adecuación o no a una teoría de la superioridad de la cultura occidental11.
8
HUNTINGTON, Samuel P., O choque das civilizações, São Paulo, Objetiva, 2001. Véase MARTINS, Estevao,
“Chaves de Rezende”, en Cultura y poder, Sao Paulo, Saraiva, 2007.
9
ORTIZ, Renato, Cultura brasileira e identidade nacional, São Paulo, Brasiliense, 1994. Véase CERVO, Amado
Luiz, “Multiculturalismo y política exterior: el caso de Brasil”, en Revista Brasileña de Política Internacional, nº.
38 (2), 1995, p. 133-146.
10
Lafer, Celso, A identidade internacional de Brasil, passado, presente y futuro, São Paulo, Perspectiva, 2001.
11
HARRISON, Lawrence E., The Central Liberal Truth: How Politics Can Change a Culture and Save it from Itself,
Trade, Oxford, EEUU, 2006.
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Revelando una actitud intelectual más abierta y más simpática, Alexander Wendt
escala una nueva fase de esa evolución reciente de las teorías. Constructivista, constructivista
racionalista, tal y como se presenta a sí mismo, sorprendió a los medios académicos en
1999 con su libro La Teoría social de la Política Internacional. Wendt inicia la demolición del
imperialismo de las teorías de las relaciones internacionales. Estas teorías, según el autor,
nunca habían sido capaces de prever algo que no fuese una tendencia ya en curso. Ávido
de ideas nuevas, no duda en colocar en jaque a través de su eclecticismo metodológico el
conocimiento disponible para explicar las relaciones internacionales. El realismo, por ejemplo.
Afirma que existen tres paradigmas de estado: el hobbesiano, que ve a los otros como
enemigos; el lockeano, que los ve como rivales; y el kantiano, que los ve como amigos.
Aunque pretenda golpear al realismo, que opera a su entender a través del primer modelo, el
argumento de Wendt permanece en cierta medida como tributario de esta corriente13.
12
HUNTINGTON, Samuel P. y HARRISON, Lawrence E, A cultura importa, São Paulo, Record, 2002.
13
WENDT, Alexander, Social Theory of International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1999.
14
SOUZA, Emerson Maione, “A escola inglesa no pós-guerra fria: fechamento, tradicionalismo ou inovação?”, en
Cena Internacional, vol.8 (2), 2006, p.29-62.
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Por más pretencioso que pueda parecer, el intelectual que lidia con las relaciones
internacionales no arranca de su mente un concepto acabado. La contribución personal es
relevante, en la medida en que la destilación de conceptos, el diseño, la tipificación, y la
conexión evolutiva, una suma de tareas de la cual resulta la síntesis superior, pertenece al
autor, que a veces aumenta él mismo. Algo semejante ocurre en el ámbito de las teorías,
como bien saben los estudiantes de relaciones internacionales: en un extremo, manuales que
exponen las teorías ajenas; en el otro, creaciones originales y personales, sea a través de
determinada praxis, desde lo empírico a lo abstracto, sea a través de determinada inteligencia
elaborada colectivamente.
15
CERVO, Amado Luiz, Inserção internacional: formação dos conceitos brasileiros, São Paulo, Saraiva, 2008.
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Para Manuel Bonfim, los males de la civilización de los trópicos no provienen de la raza
o del clima, pero sí del modelo de inserción internacional. ¿Por qué no liberar a América Latina
del yugo externo y estimular su dinamismo, tomando energías propias como factores de
impulso? El optimismo de Bonfim inspira a los intelectuales de los años veinte, como Oswald de
Andrade, el modernista, y, en la década siguiente, Gilberto Freire, el sociólogo, cuando Brasil
daba su salto hacia la modernización. Democracia racial asociada a la ideología del trabajo, he
16
VIGEZZI, Brunello, The British Committee on the Theory of International Politics (1954-1985): the Rediscovery
of History, Unicopli, Milán,2005. Véase su larga introducción en BULL, Hedley y WATSON, Adam, L’espansione
della società Internazionale, Jaca Book, Milán, 1993.
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aquí la solución para el dilema no resuelto del mestizaje, como enseña Freire. El nacionalismo
de los isebianos y de los fundadores de la Revista Brasileña de Política Internacional (1958)
no tenía nada de hobbesiano. Hélio Jaguaribe, Cleantho de Paiva Leite, Afonso Arinos y otros
pensadores tomaban conciencia del atraso económico y requerían la autonomía de la política
exterior como un instrumento necesario para la promoción de la prosperidad.
Los pensadores que forjan la cultura de la nación ponen las semillas de los paradigmas
del estado, tan apreciados para la teoría de las relaciones internacionales. Morgenthau expresa
el súmmum del pensamiento social norte-americano del inicio de la Guerra Fría al elaborar su
teoría “realista” del estado hobbesiano. Wendt expresa el súmmum del pensamiento clásico
europeo al elaborar su teoría “constructivista” de los tres estados, hobbesiano, lockeano y
kantiano. Pero en Brasil, ninguna de estas formulaciones teóricas tiene un asiento en la cultura
nacional. Efectivamente, ésta inspira cuatro conceptos de estado, ampliamente expuestos en
Inserción Internacional: liberal-conservador, desarrollista, neoliberal y logístico.
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Un país industrial no ha sido conceptulizado por la primera vez por Getúlio Vargas o
Juscelino Kubitschek, dos estadistas modernizadores del siglo XX. La línea de pensamiento ya
había tenido precursores distantes. La génesis del pensamiento industrialista brasileño viene
imbuida en medidas como la Carta Regia, decreto y certificado emitidos en 1808 y 1809 por
D. João, bajo inspiración de su consejero. La corriente se refuerza, al adquirir consistencia
racionalizada, en los textos de Nicolau Pereira de Campos Vergueiro y Raimundo José da
Cunha Matos en los años de 1820, y Bernardo Pereira de Vasconcelos y Sales Torres Homem,
entre otros, durante el transcurso del siglo XIX. El liberalismo radical de la segunda mitad
del siglo XIX, tan bien expresado por Tavares Bastos, se colocaba al servicio de la sociedad
primario-exportadora, una organización volcada en el mantenimiento del atraso histórico
por las élites sociales que se habían apropiado del estado y que se servían del mismo con
exclusividad. De la misma forma, en el siglo XX y XXI, sin embargo bajo nuevas y adaptadas
formulaciones, como democracia de mercado, globalización benéfica, o gobernanza global,
los liberales radicales se colocan al servicio de los intereses de la élite de las naciones, que
establecen en beneficio propio el ordenamiento global. Los pensadores que habían concebido
a través del tiempo el paradigma liberal-conservador de las relaciones internacionales habían
dominado el ejercicio del poder de los dirigentes por más de un siglo, desde la Independencia
hasta precisamente la revolución de 1930. La tendencia liberal imprimió trazos indelebles
en la formación nacional. Los pensadores que habían inspirado el paradigma desarrollista a
través de la modernización industrial, después de observar sus voces profetizando el futuro
resonar en el desierto durante mucho tiempo, acabaron por substituir a aquellos a partir de
1930.
Los conceptos brasileños aplicados a la inserción internacional del país son múltiples
y a veces complementarios, como estas dos corrientes anteriormente citadas, capaces de
producir el equilibrio del modelo de inserción o modelos contradictorios. En el fondo, la
sociedad brasileña siempre ha sido liberal, incluso porque este lastre ideológico ha servido de
ambiente y de fermento para la germinación de conceptos contradictorios.
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volvía industrial, y por esta razón Ernesto Geisel concebía un país en la cumbre de la escala
de desarrollo, con tecnologías punta, emprendimientos pioneros y acuerdos estratégicos
diversificados, en el momento en el cual EEUU perdía peso sobre la escena internacional y
creaba dificultades para la conquista de la última fase del desarrollo. Exigencias del segundo
paradigma histórico sugerían otras conexiones externas, con Alemania, Italia y Japón, por
ejemplo, quienes se disponían a ofrecer factores de prosperidad detentados por la potencia
hegemónica del área.
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Tomemos como ejemplo las relaciones con la vecindad. El peso de las relaciones entre
Brasil y Argentina influyó durante dos siglos en la formación de conceptos destinados a
explicar y orientar decisiones sobre las relaciones de Brasil con sus vecinos de América del
Sur.
¿Quién no recuerda, al buscar en el siglo XIX, los largos debates sobre la intervención,
la no intervención, la neutralidad, como se decía por entonces, la legitimidad y la ilegitimidad
de la guerra de conquista, de las fronteras naturales, de la herencia portuguesa o española?
Desde el interior de este fermento intelectual y de la praxis brota un concepto como la
prevalencia de una determinada corriente de pensamiento, concepto que es denominado
por la historiografía como cordialidad oficial de la diplomacia brasileña. La defensa de ese
patrón de conducta, como revelan muchos estudios recientes, viene expuesta en argumentos
históricos de larga duración, desde la época del Vizconde del Rio Blanco y de su hijo, el Barón.
Se asienta sobre los datos de raciocinio que los estudiosos han hecho explícitos: la grandeza
del país, la convivencia necesaria, la prosperidad que interesa a todos, la buena imagen a
cultivar para los efectos que ejerce sobre la opinión y sobre los dirigentes, la paz a mantener,
la tranquilidad de las fronteras. Estos y otros factores se encuentran en el origen del concepto
de la cordialidad oficial. Esta induce una conducta en la que sobresale la acción cooperativa
en lugar del enfrentamiento, la humildad en lugar de la soberbia política, la negociación en
lugar de la ostentación de la fuerza, el silencio a veces en lugar del tono de voz propio de
los caudillos. La cordialidad oficial no perjudica, y bien al contrario, favorece la calidad de las
relaciones de vecindad y promueve los intereses de todos. Puede ser sacrificada en situación
de impasse, y no bajo cualquier pretexto —visto que la degradación del ambiente regional
produce los peores efectos— y si fuese necesario porque así lo solicita un interés nacional
superior.
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Más allá de nuestras publicaciones al respecto de los conceptos que conforman las
relaciones internacionales de Brasil con sus vecinos, pueden leerse los estudios de argentinos,
entre los cuales Mario Rapoport, Eduardo Madrid, Raúl Bernal-Meza, Aldo Ferrer y Miguel
Angel Scenna; y de brasileños como, Moniz Bandeira, Francisco Doratioto, Raquel Miranda,
Heloisa Vilhena de Araújo y Celso Lafer.
Los conceptos presiden los diversos campos de estudio de las relaciones internacionales
en general, y de las relaciones internacionales del país. Orientan, además, las diversas áreas
de acción externa, sea del estado, como agente de primera línea, sea de otros agentes
sociales, internos, externos o conjuntos. En nuestro estudio sobre la formación de estos
conceptos, el objetivo ha sido expresar su riqueza y su diversidad, un rol elocuente por la
cantidad, cuyos ejemplos expuestos anteriormente a título de muestra permiten al lector
evaluar el conjunto.
¿Por qué no mencionar otros, por lo menos de paso, dado su gran alcance epistemológico
y de la gran operatividad que ostentan? Pensamos en el concepto de transición en la Historia
del país, sea de paradigma o de régimen político, y su impacto sobre la política exterior y el
modelo de desarrollo; pensamos en la acumulación histórica de la diplomacia brasileña, un
conjunto de valores, principios y patrones de conducta que le dan previsibilidad y credibilidad
en la búsqueda de socios estratégicos, ya sea con un substrato real o ya sea como mera
retórica política, en el desarrollo asociado contrapuesto al desarrollo autónomo, o la diferencia
entre corrientes de izquierda y de derecha, nacionalistas e interdependentistas; pensamos
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Los conceptos —y no las teorías— descubren en el corazón de los pueblos lo que les
conviene en términos de cultura e intereses. Si ocupasen el lugar de las teorías, propondrían
una acción externa de respeto a lo ajeno y de igualación de los beneficios en el orden
internacional. Orientarían a los dirigentes para el camino de la reciprocidad. En el ámbito
17
Proponemos al lector las lecturas recomendadas al inicio de cada capítulo de Inserção Internacional… op.cit.
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de las relaciones internacionales, exhiben la legitimidad que las teorías ignoran. ¿Cómo
desempeñan tales funciones? Proponemos las respuestas siguientes.
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presentarse como dogmas de fe con los que se pretenda conocer o se pueda domar lo real.
En tercer lugar, los conceptos rellenan un mensaje positivo. En todos los tiempos
y en todas las culturas, como también en todas las disciplinas académicas, identificamos
pensadores de la desgracia y basureros de la humanidad. Que les sea preservado el derecho
a investigar, incluso porque hasta la desgracia persigue la vida y la basura pertenece a
la realidad concreta. Los conceptos de los cuales tratamos, a pesar de todo, transmiten
un mensaje positivo, porque se destinan a expresar valores, aquellos que componen un
determinado rastro cultural, e inspiran decisiones, aquellas que elevan el bienestar del pueblo.
Si no incluyesen mensajes positivos de esa naturaleza, el concepto no serviría para nada, o
incluso sería perjudicial. ¿Por qué dedicarse, en ese caso, a la tarea de construirlo?
Conclusión
Construir conceptos aplicados a la inserción internacional de Brasil equivale a un metódico
ejercicio mental hecho con la finalidad de producir conocimiento y llevar comprensión a la vida
internacional, más allá de reflejar la praxis y sugerir caminos de acción. Cuatro procedimientos
metodológicos orientan nuestra producción de conceptos: la construcción social, la historicidad,
el mensaje positivo y la exigencia de orden metodológico. Tales procedimientos diferencian
nuestro estudio de aquellos conducidos por Alexander Wendt sobre el papel de las ideas en
las relaciones internacionales: ideas como objeto acabado en contraposición a ideas como
materia prima de la investigación. Y nos aproximan de los estudios de Celso Lafer en el
ámbito nacional y de Raúl Bernal-Meza en el ámbito regional latino-americano18. Más allá de
Parola, también un constructor de conceptos, y al cual ya nos hemos referido, Carlos Escudé
adapta en dos libros la teoría realista a la interpretación de las relaciones internacionales de
Argentina para convencer al lector de la deshonestidad de la traslación de esta teoría de una
experiencia a otra19.
18
BERNAL-MEZA, Raúl, América Latina en el mundo: el pensamento latino-americano y la teoria de las relaciones
internacionales, Nuevohacer, Buenos Aires, 2005.
19
ESCUDÉ, Carlos, Realismo periférico: fundamentos para la nueva política exterior argentina, Planeta, Buenos
Aires, 1992; El realismo de los estados débiles: la política exterior del primer gobierno Menem frente a la teoria
de las relaciones internacionales, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1995.
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