Cintia Scoch y El Lobo - Ricardo Mariño
Cintia Scoch y El Lobo - Ricardo Mariño
Cintia Scoch y El Lobo - Ricardo Mariño
—¡Hola! ¡Pero qué linda niña! Seguro que vas a visitar a tu abuelita —la
saludó.
—¿Y si la torta está enferma para qué se la llevas? ¿Tu idea es matarla?
—¿Cómo?
—Cinthia Scoch.
—Lindo nombre.
—¿Cómo se lla... perdón, cuáles son sus nombres, chicos? —preguntó Cinthia.
—Y yo, Gretel —balbuceó la nena, secándose las lágrimas con la manga del
pulóver y mirando desconfiada al lobo.
Poco después se toparon con un grupo de siete niños o, para ser más preciso,
seis y medio, ya que uno era una verdadera miniatura. Venían marchando en
fila con el chiquitín adelante, y al encontrarse con los otros se detuvieron,
confundidos.
—¿Perdieron algo? —los interrogó Cinthia.
—Es que... veníamos siguiendo unas piedritas que yo había dejado caer en el
camino de ida para orientarnos al volver. Era la única forma que teníamos de
encontrar el camino de regreso a nuestra casa...
—¡No lo había dicho, yo! ¡Este lugar está infestado de pordioseros, huérfanos y
delincuentes! —lo interrumpió el lobo, tirando del brazo de Cinthia. Pero ella se
resistió.
—El problema es que en esta parte del camino las piedras han desaparecido
—terminó de explicar el niñito.
Continuaron camino.
El lobo estaba cada vez más impaciente porque al ser tantos, se complicaba el
plan de comerse a Cinthia. Aunque enseguida, pensándolo mejor, se le ocurrió
algo:
—Ay, querida, justo hoy que estoy enferma me visitas con todos tus amiguitos.
¡No quiero contagiarlos!
—Está bien, abuela —respondió Cinthia, desilusionada. Les pidió a los chicos
que la esperaran afuera, y le dio la torta a Hansel para que la tuviera.
Una vez que pasó al interior de la casa, la abuela cerró la puerta y la miró de
una manera extraña.
—No estoy para bromas, nena. Puedo oler a ese inútil a trescientos metros.
¡Oh! Ahí está. ¿Qué hace disfrazado de anciana humana? ¿De dónde sacó esa
ropa?
—¡Sólo estaba haciéndole una broma a esta simpática criatura! —dijo el lobo.
—¿Broma? ¡Cómo para bromas estoy yo! —dijo la loba—. Acabo de encontrar
a dos cachorros humanos en el parque. Sus padres los han abandonado. Se
llaman Rómulo y Remo y pienso amamantarlos yo misma. Es necesario que
vengas conmigo y me ayudes a armarles un lugar donde puedan dormir —dijo,
o más bien ordenó, la loba.
Hansel y Gretel, como todo el mundo sabe, lograron encontrar el camino que
conducía a la casa de sus padres, aunque antes debieron vencer a una bruja
que los tuvo prisioneros varios días.
La loba, por último, fue apreciada por todo el barrio de San Telmo, que premió
su gesto levantando una estatua en el mismo Parque Lezama. Cualquiera que
pase por allí puede verla. Es una escultura que muestra a una loba y a los dos
niños, y está ubicada en el sitio donde el animal los encontró.
De Cinthia Scoch no podemos agregar demasiado, pero se dice que por allí
circula un libro que cuenta parte de sus aventuras.