Neuronas Espejo y Entonamiento Emocional
Neuronas Espejo y Entonamiento Emocional
Neuronas Espejo y Entonamiento Emocional
Revisión: Raquel Morató
Los circuitos neuronales activados en una persona que realiza acciones, expresa
emociones y tiene sensaciones, se activan también, automáticamente mediante un
sistema de neuronas espejo, en el observador de dichas acciones, emociones y
sensaciones. Se propone que este hallazgo de activación compartida sugiere un
mecanismo funcional de “simulación encarnada(*)” que consiste en la simulación
automática, inconsciente y sin inferencias en el observador de las acciones, emociones
y sensaciones llevadas a cabo y vividas por el observado. Se propone también que el
patrón compartido de activación neuronal y la simulación encarnada que lo acompaña
constituyen una base biológica fundamental para comprender la mente del otro. Se
discuten las implicaciones que esta perspectiva tiene para el psicoanálisis,
especialmente en lo relativo a la comunicación inconsciente, identificación proyectiva,
entonamiento, empatía, autismo, acción terapéutica, e interacciones transferenciales-
contratransferenciales.
Desde el Proyecto, Freud (1895) tuvo un interés constante por comprender los
fundamentos biológicos de los procesos y fenómenos psicológicos de los que
se ocupa el psicoanálisis. Dado el estado limitado del conocimiento y las
tecnologías de la época, el Proyecto no podía llegar muy lejos. Los avances en
el conocimiento y la tecnología en los últimos años, sin embargo, han dado
lugar a una reanudación de los objetivos del Proyecto y han tenido como
resultado un diálogo activo entre la neurociencia y el psicoanálisis. Esperamos
contribuir a ese diálogo relacionando los avances recientes en neurociencia, en
concreto el descubrimiento de las neuronas espejo (Gallese y col., 1996;
Rizzolatti y col., 1996), con cuestiones que tienen que ver con nuestra
capacidad para “leer la mente”, es decir cómo uno entiende los estados
emocionales de otro. Intentaremos demostrar la relevancia del descubrimiento
de las neuronas espejo y los hallazgos relacionados, así como la teoría de la
“simulación encarnada” (Gallese, 2001, 2003a, c, 2005a, b, 2006) con la
interacción madre-infante, ciertos aspectos de la teoría y la práctica
psicoanalítica y varios conceptos psicoanalíticos incluyendo la comprensión
empática, la identificación, la identificación proyectiva y las interacciones
transferencia-contratransferencia.
Intención de la acción
El resultado más sorprendente de este estudio, sin embargo, fue que la misma
interacción entre la dirección del movimiento descrito en la frase y la dirección
de la respuesta se produjo también en frases abstractas que describían la
transferencia de información de una persona a otra, tales como “Liz te contó la
historia” vs “Tú le contaste la historia a Liz”. Este resultado amplía el papel de
la simulación de la acción a la comprensión de frases que describen
situaciones abstractas. Recientemente otros autores (Borghi, Glenberg y
Kaschak, 2004; Matlock, 2004) han publicado resultados similares.
Las emociones constituyen uno de los primeros modos disponibles para que el
individuo adquiera conocimiento sobre su situación, permitiendo así una
reorganización de este conocimiento sobre la base del resultado de las
relaciones mantenidas con los otros. La actividad coordinada de los sistemas
neuronales sensoriomotor y afectivo resulta en la simplificación y
automatización de las respuestas conductuales que se supone que los
organismos vivos producen para sobrevivir. La integridad del sistema
sensoriomotor parece en realidad crítica para el reconocimiento de las
emociones desplegadas por los otros (ver Adolphs, 2003; Adolphs y col., 2000),
porque, en línea con una propuesta originalmente avanzada por Damasio
(1994, 1999), el sistema sensoriomotor parece soportar la reconstrucción de lo
que se sentiría como estar en una emoción concreta, mediante la simulación
del estado corporal relacionado. La implicación de este proceso para la
empatía debería ser obvia.
Un estudio reciente de la fMRI mostró que sentir asco y ver esa misma
emoción expresada por la mímica facial de otra persona activaban la misma
estructura neuronal –la ínsula anterior- en la misma localización coincidente
(Wicker y col., 2003). Esto sugiere, al menos para la emoción de asco, que las
experiencias en primera y en tercera persona de una emoción determinada
están apuntaladas por la actividad de un substrato neuronal compartido.
Debería señalarse que los estudios con fMRI y TMS muestran que la
coincidencia de la activación en las condiciones de la experiencia uno
mismo/otro puede modularse en términos de las áreas cerebrales implicadas
por las demandas cognitivas impuestas por el tipo de tareas. Cuando se pide a
los sujetos que simplemente miren la estimulación dolorosa de una parte del
cuerpo experimentada por un extraño, el observador extrae las cualidades
sensoriales básicas del dolor sentido por los otros, ubicándolo
somatotípicamente en su propio sistema sensoriomotor. Sin embargo, cuando
se pide a los sujetos que imaginen el dolor que está experimentando su pareja
sin que ellos lo vean, sólo se activan las áreas cerebrales que median en la
cualidad afectiva del dolor (el cortex cingular anterior y la ínsula anterior). Se ha
sostenido convincentemente (Singer y Frith, 2005) que la actitud mental
concreta de los individuos podría ser la variable clave que determinase el grado
y la cualidad de la activación de circuitos neuronales compartidos cuando se
perciben las sensaciones de los otros, como en el caso del dolor.
Simulación encarnada
Primero queremos distinguir entre la teoría de la “simulación estándar”
(Gordon, 1986, 1995, 1996, 2005; Harris, 1989; Goldman, 1989, 1992ª, b, 113,
a, b, 2000, 2005) y la “simulación encarnada”. Según la primera, el observador
adopta la perspectiva del otro, genera imaginativamente estados mentales
“pretendidos” (deseos, preferencias, creencias) y luego infiere los estados
mentales del otro. Como afirman Gordon y Cruz (2004) en su descripción de la
teoría de la simulación, “Uno representa las actividades y procesos mentales
de los otros mediante la simulación mental, es decir, generando actividades y
procesos similares en uno mismo… Uno adopta imaginativamente las
circustancias de lo observado y luego usa su propio aparato mental para
generar estados mentales y decisiones” (pp. 1-2). O, como Jung (2003)
describe la teoría, “la simulación requiere que el sujeto empatice, es decir ‘que
se ponga en los zapatos del otro’ o, lo que es lo mismo, que pretenda recibir los
mismos estímulos sensoriales, involucrarse en los mismos procesos que se
involucraría en la misma situación y predecir la conducta del otro basándose
en lo que él mismo haría” (p. 215). Precisamente son esos procesos
inferenciales que según esta hipótesis intervienen los que se cuestionan en la
teoría de Gallese de la simulación encarnada (2003a, c, 2005a b, 2006). Esta
teoría rechaza tanto la explicación de la teoría-teoría[2] como las formas
estándar de la teoría de la simulación que dependen principalmente de
simulaciones explícitas del estado interno del otro y requieren adoptar
explícitamente la perspectiva del otro basándose en la introspección.
Cuando vemos la expresión facial de otra persona, y esta percepción nos lleva
a sentir esa expresión como un estado afectivo concreto, no logramos este tipo
de comprensión mediante un argumento por analogía. La emoción del otro es
constituida, sentida y por tanto directamente comprendida mediante una
simulación encarnada que produce un estado corporal compartido. Es la
activación de un mecanismo neuronal compartido por el observador y el
observado que permite la comprensión experiencial. Un mecanismo similar
basado en la simulación ha sido propuesto por Goldman y Sripada (2004) como
una “resonancia no mediada”.
Identificación proyectiva
No hay razón para esperar que la simulación automática por parte del
terapeuta de la expresión emocional del paciente (o la “identificación
concordante” con el paciente) fuera terapéutica en sí misma. Es decir, que el
terapeuta está sintiendo lo que el paciente siente no es probable que sea útil al
paciente. Lo que lo convierte en útil es que ofrece una base importante para
que el terapeuta comprenda empáticamente al paciente. Lo que lo hace útil
también es que el terapeuta sienta algo como lo que siente el paciente en lugar
de una réplica de la experiencia del paciente. Si, como creemos, la interacción
terapéutica se caracteriza por las simulaciones continuadas de avance y
retroceso entre paciente y terapeuta, entonces es probable que la simulación
que hace el paciente de la expresión modificada por parte del terapeuta de la
experiencia del paciente sirva a funciones terapéuticamente reguladoras. Es
como si el paciente “viera” en el terapeuta una versión más manejable de lo
que está sintiendo. Creemos que esto es esencialmente lo que transmitía la
idea de que el terapeuta “metaboliza” los afectos del paciente (paso 3 de la
explicación de la identificación proyectiva de Ogden). Sin embargo, una vez
más, señalamos que el proceso que describimos es ubicuo y no requiere
necesariamente las proyecciones del paciente ni la presión interpersonal activa
y específica. Interactuar con otro ya es estar “inducido” a sentir algo de lo que
el otro está sintiendo.
Una madre que responda a un infante angustiado que llora con, pongamos
“Oh, pobre bebé” y una expresión facial y tono de voz adecuados no está
imitando la angustia del bebé, sino respondiendo de una manera congruente o
entonada con la misma. Dicha respuesta no refleja simplemente el estado del
bebé; modula y regula ese estado de un modo que la imitación directa
obviamente no conseguiría. La especularización literal llevaría a la mera
“repetición”, una falta de crecimiento o progreso tanto en el niño como en el
paciente (así como en la vida adulta).
Esto plantea la cuestión de lo que significa ser empático con, digamos, los
deseos y anhelos inconscientes del otro. ¿Qué significa tomar la perspectiva
del otro en relación con los estados mentales inconscientes del paciente,
especialmente con sus aspectos ajenos al yo? Schlesinger (1981) sostiene que
las interpretaciones psicoanalíticas que pertenecen al inconsciente, los
aspectos ajenos al yo del paciente son, por definición, no empáticos, en tanto
no resuenan con la experiencia consciente del paciente y, en realidad, son
hostiles a ella. ¿Puede uno “rescatar” el papel de la empatía en relación con
los estados mentales inconscientes considerándola como ponerse en el lugar
de otro que está abordando ciertos deseos y anhelos pero también
protegiéndose de ellos? (ver Eagle y Wolitzky, 1997). Esta no es sino una de
las cuestiones que surgen cuando se eleva la empatía o la “introspección
indirecta” a herramienta principal para entender el paciente.
Hasta este punto hemos estado discutiendo las implicaciones del sistema de
neuronas espejo y sus hallazgos relacionados para el modo en que uno
adquiere conocimiento y comprensión de la mente del paciente. Queremos
fijarnos ahora en la implicación de estos hallazgos para la acción terapéutica.
Recordemos que para Kohut (1984) la resonancia empática es no sólo un
medio para adquirir conocimiento sobre la mente del paciente, sino también un
vehículo para la cura terapéutica. Es decir, según Kohut, la experiencia
reiterada del paciente de comprensión empática por parte del analista sirve
para “reparar” defectos del self. ¿Por qué sería esto y cómo sucedería esa
“reparación”?
Uno puede establecer aquí una analogía ente la especularización que la madre
hace del infante y la respuesta entonada del terapeuta al paciente. Según
Fonagy y col., (2002), el infante ajusta sus emociones monitorizando las
reacciones del cuidador que le hace de espejo y asignado significado a sus
sensaciones y experiencias corporales mediante la experiencia de la
receptividad afectiva del cuidador, donde éste funciona como
“bioretroalimentación social” (Gergely y Watson, 1996). De forma similar, como
hemos sostenido anteriormente, el paciente aprende a identificar más
certeramente sus estados afectivos “observándolos” tal como son reflejados en
la respuesta entonada del terapeuta (por supuesto, con los adultos, el
terapeuta tiene la opción de hacer interpretaciones explícitas acerca de los
estados mentales afectivos y de otro tipo del paciente). Sugerimos que tanto
para el infante como para el adulto, este proceso se ve favorecido por la
simulación encarnada de la respuesta entonada del cuidador o el terapeuta
respectivamente.
Por supuesto, este no es un tema de todo o nada o uno u otro, sino que se
trata más bien del énfasis relativo. La mayoría de analistas contemporáneos
combinan inferencias teóricas con la sensibilidad a sus intuiciones y reacciones
contratransferenciales en su esfuerzo por comprender al paciente. Sin
embargo, el creciente énfasis en estas últimas, junto con la concepción
interactiva de la situación analítica representa tal vez la expresión más clara de
una teoría de la simulación implícita operando en el psicoanálisis
contemporáneo. Es decir, hay un reconocimiento implícito cada vez mayor en
el psicoanálisis contemporáneo de que incluso el acto aparentemente pasivo
de observar a otro conlleva procesos interactivos automáticos. Dicho
reconocimiento es congruente con una teoría de simulación encarnada que
formula la hipótesis de que cuando A observa, digamos, la expresión emocional
de B, existe una simulación automática de los procesos neuronales que están
al servicio de la conducta de B (y, por supuesto, en tanto A y B están
interactuando, también es cierto a la inversa, es decir, que B simula los
procesos neuronales de A). es el proceso intersubjetivo de la simulación
encarnada, proponemos nosotros, lo que permite el tipo de comprensión
directa, no inferencial, que constituye la base para el uso terapéutico de las
reacciones contratransferenciales del analista. En resumen, estamos ante un
aspecto crucial del cambio en el psicoanálisis contemporáneo de una
explicación primariamente teoría-teoría a otra que otorga cada vez mayor
énfasis a una explicación de la teoría de la simulación en la comprensión de la
mente del otro.
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Nota de redacción: Gallese utiliza en italiano el término “incarnata” y en inglés "embodied",
para hacer referencia a la simulación como un proceso posibilitado en la biología del cerebro,
no adquirido.
Este artículo está centrado exclusivamente en la relación entre el sistema de neuronas espejo,
la simulación encarnada y los aspectos experienciales de la intersubjetividad. Con el fin de ser
conciso, otras muchas cuestiones relacionadas con las neuronas espejo y la simulación no se
dirimirán aquí. En varios artículos (Gallese y Goldman, 1998; Rizzolatti y Arbib, 1998; Gallese,
2003a; Metzinger y Gallese, 2003; Rizzolatti y Craighero, 2004; Rizzolatti, Fogassi y Gallese,
2004; Gallese, Keysers y Rizzolatti, 2004) se ha revisado y discutido la extensa literatura sobre
el sistema de neuronas espejo en humanos y su relevancia para la teoría de la mente, la
imitación y la evolución del lenguaje. Para un análisis del papel que desempeña la simulación
encarnada en la estructura conceptual del contenido, ver Gallese y Lakoff (2005) [1]
Según la perspectiva de la teoría-teoría (p. ej. Carruthers y Smith, 1996), nuestra comprensión
de la mente del otro se basa en una teoría que explica la conducta de las personas en términos
de conceptos psicológicos populares como las creencias y los deseos, basándose en
representaciones simbólicas abstractas con formato proposicional. [2]
Ver, a este respecto, las interesantes observaciones de Lichtenstein (1964) sobre el papel de la
especularización para favorecer el crecimiento y la diferenciación: “El espejo introduce un tercer
elemento… ¿Qué o quién está simbólicamente representado por el espejo? En último lugar,
quien se mira en un espejo no se ve sólo a sí mismo. Un espejo refleja muchas más cosas que
la persona que se mira en él” (p. 212).[4]
Es interesante observar que Kohut (1984) distingue entre explicación y comprensión, una
distinción que tiene una larga historia filosófica. Por ejemplo, para el movimiento Verstende era
crucial la afirmación de que en contraste con las ciencias físicas (Naturwissenschaften), que se
basan en la explicación teórica, las ciencias humanas (Geisteswissenschaften) usan
una verstehen o comprensión. Está claro que la distinción de Kohut pertenece a esta tradición
europea.[5]