Fratelli Tutti. Compilación de Comentarios
Fratelli Tutti. Compilación de Comentarios
Fratelli Tutti. Compilación de Comentarios
Artículo de la REPAM
OCTUBRE 09, 2020
(zenit – 9 oct. 2020).- Desde la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), ofrecen un artículo en torno
a la nueva encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, una lectura del documento desde el punto de
vista de la Amazonía.
A continuación, ofrecemos la nota completa, escrita por el misionero Luis Miguel Modino.
La vida nos va enseñando a leer la realidad a partir del contexto en el que vivimos, de aquello que
forma parte de nuestro día a día. Fratelli tutti, la nueva encíclica del Papa Francisco, publicada en
el día en que la Iglesia celebra la fiesta de san Francisco de Asís, el “santo del amor fraterno, de la
sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica Laudato si’, vuelve a motivarme para
dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social”, me ha llevado a hacer una
lectura a partir de la realidad amazónica, especialmente de los pueblos originarios.
No pretendo caer con ello en algo que ya aparecía en Querida Amazonía y que es recogido en la
nueva encíclica, “un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda
forma de mestizaje”. Al contrario, pretendo que ayude a descubrir aquello a lo que el Papa
exhortaba a los pueblos originarios a cuidar “sus propias raíces y sus culturas ancestrales”.
De hecho, en los primeros números de Fratelli tutti, ya aparece la importancia de algo que es
decisivo en la vida de los pueblos originarios amazónicos, la comunidad, al afirmar que “se
necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a
otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!”. Soñar, una actitud presente en
estos pueblos y que es el hilo conductor de la Exhortación Postsinodal del Sínodo para la
Amazonía.
La parábola del Buen Samaritano es uno de los textos evangélicos más presentes en la encíclica. En
este contexto de pandemia, veo reflejado en los números que abordan esa cita bíblica, la
presencia de una Iglesia samaritana en la Amazonía, pudiendo poner muchos ejemplos con los
que respondería afirmativamente a las preguntas que el Papa Francisco nos hace: “¿Nos
inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al
hombro unos a otros?”. La Amazonía, la región del mundo con mayor porcentaje de víctimas de
COVID-19, es un claro ejemplo de que “se torna cada vez más visible que la desidia social y
política hace de muchos lugares de nuestro mundo un camino desolado, donde las disputas
internas e internacionales y los saqueos de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a
un costado del camino”. Frente a eso, la Iglesia, en este tiempo de pandemia, se ha esforzado en
ser samaritana.
A nadie se le escapa que “en algunos países, o en ciertos sectores de estos, hay un desprecio de
los pobres y de su cultura”, algo que se puede aplicar a la Amazonía y sus pueblos originarios y
comunidades tradicionales, víctimas de quienes “usan y engañan a la sociedad para
esquilmarla”. Frente a estos, podemos decir que en esas comunidades amazónicas se hace
realidad, uno mismo lo ha experimentado, “una generosa capacidad de acogida ante los
peregrinos que pasaban, y acuñaron el sagrado deber de la hospitalidad”.
Son comunidades donde se cultiva la “amistad social”, una expresión muy presente en la
encíclica, “que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos”. Puedo recordar muchas
anécdotas, especialmente en las comunidades de la Región del Alto Río Negro, en la frontera entre
Brasil, Colombia y Venezuela, donde experimenté que quien tiene poco, nunca deja que le falte a
nadie. Son ellos, los últimos, quienes “practican esa solidaridad tan especial que existe entre los
que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene
muchas ganas de olvidar”, que hace visible que en estos lugares se consigue “pensar y actuar en
términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por
parte de algunos”.
Diálogo social
Como ya aparecía en Querida Amazonía, la nueva encíclica nos llama a preservar las culturas
diversas, “para no empobrecer este mundo”. En estas culturas amazónicas se conjuga el verbo
dialogar, una actitud cada vez más asumida por la Iglesia Católica en la región, algo que se ha
consolidado con el Sínodo para la Amazonía, que lleva a “acercarse, expresarse, escucharse,
mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto”. Puedo decir que fueron
muchos los aprendizajes que adquirí en mis visitas pastorales a lo largo de los ríos de la
Amazonía, donde el diálogo era algo que nunca faltaba.
En ese sentido, la encíclica usa el término “auténtico diálogo social”, diciendo que “supone la
capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas
convicciones o intereses legítimos”. Citando Querida Amazonía, el Papa Francisco nos dice que
“en un verdadero espíritu de diálogo se alimenta la capacidad de comprender el sentido de lo
que el otro dice y hace, aunque uno no pueda asumirlo como una convicción propia. Así se
vuelve posible ser sinceros, no disimular lo que creemos, sin dejar de conversar, de buscar
puntos de contacto, y sobre todo de trabajar y luchar juntos”.
Reconocimiento recíproco
La encíclica nos llama a entender que “los pueblos originarios no están en contra del progreso, si
bien tienen una idea de progreso diferente, muchas veces más humanista que la de la cultura
moderna de los desarrollados. No es una cultura orientada al beneficio de los que tienen poder,
de los que necesitan crear una especie de paraíso eterno en la tierra”. El texto denuncia que “la
intolerancia y el desprecio ante las culturas populares indígenas es una verdadera forma de
violencia”, llamando a “respetar la diversidad ofreciéndole caminos de promoción y de
integración social”. Junto con eso, Fratelli tutti, señala las ofensas a los últimos de la sociedad,
entre los que se pueden incluir a los pueblos originarios, “con generalizaciones injustas”.
Dirigiéndose a los creyentes, el Papa Francisco cita su última exhortación postsinodal, diciendo
que “los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el
bien común y la promoción de los más pobres. No se trata de que todos seamos más light o de
que escondamos las convicciones propias que nos apasionan para poder encontrarnos con otros
que piensan distinto. […] Porque mientras más profunda, sólida y rica es una identidad, más
tendrá para enriquecer a los otros con su aporte específico”.
Por eso, es tiempo de destacar una actitud cada vez más presente en la Iglesia de la Amazonía,
que se ha posicionado como una de las grandes aliadas de los pueblos indígenas, “asumimos la
cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento
recíproco como método y criterio”. Es tiempo de “que nuestro corazón se abra a todos los
pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno”,
de estar juntos con quienes están convencidos de aquello que rezamos al final de la encíclica,
“Señor y Padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal”.
***
zenit: Concretamente, ¿cómo se puede hacer esto? Qué es necesario hacer, por
ejemplo, a nivel individual para llegar a la comunidad Internacional, desde su punto de
vista…
Cardenal Czerny: Desde mi punto de vista, lo que hay que hacer es que su pregunta sea
formulada por cada lector, o espectador. En otras palabras, no hay una respuesta, pero
hay una pregunta. Y si la pregunta llega a la gente, llegaremos allí, juntos.
Cardenal Czerny: El Buen Samaritano. Lo que más llama la atención para mucha gente
es que el Buen Samaritano, que siempre ha sido un ideal de caridad, un ideal de
respuesta, se presenta aquí como la forma necesaria de ver la realidad. Así que no es
solo una parábola de respuesta, sino una parábola de percepción, una parábola de
apreciación de nuestra realidad. Y eso, creo, es una maravillosa profundización de la
Buena Nueva del Buen Samaritano.
***
zenit: ¿Qué distingue la encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti de las demás? ¿Y cómo cree
que esta encíclica enriquece las enseñanzas del Papa Francisco?
Cardenal Ayuso: Considero esta encíclica una especie de recapitulación de lo que Francisco dijo,
escribió, predicó y transmitió a toda la humanidad desde el comienzo de su pontificado. Al
principio, podría parecer que esta encíclica no contiene nada particularmente nuevo. Pero debe
ser leída entre líneas, considerando también que fue publicada en un momento muy particular,
después de la pandemia de COVID-19. El mundo está sufriendo, el mundo ha cambiado, hay
muchos problemas. Con esta encíclica, el Papa Francisco se dirige no solo a los católicos sino a
toda la humanidad, para que prevalezca la fraternidad y la amistad social y ayude a la familia
humana a vivir de manera más digna, a vivir en un mundo en el que se respeten los derechos, en el
que cada persona sea dignamente acogida, en el que todos puedan disfrutar de los mismos
derechos y tener los mismos deberes, en el que podamos trabajar juntos para promover la cohesión
social. Todos estos son objetivos que nos acercan unos a otros, como familia humana, para el
bien concreto de todos.
zenit: ¿Cómo es posible, en la práctica, que los miembros de la familia humana se acerquen
unos a otros?
zenit: El gran Imán de Al Ahzar, en quien el Papa dice que se inspira, es ciertamente una figura
muy autoritaria. Pero no se puede decir que represente a todo el islam. ¿Cómo podemos dialogar
con el mundo islámico, dado que no hay ninguna figura que lo represente, equivalente a lo que el
Papa es para la Iglesia Católica?
Cardenal Ayuso: ¡Un líder religioso puede ser más o menos representativo, pero el mensaje de
esta encíclica es un mensaje universal! No debemos pensar en quién tiene la autoridad o el poder,
debemos pensar en el ser humano, por lo tanto, apelar a todos los hombres de buena voluntad y a
todos los líderes religiosos, independientemente de a quién representen. Y esto será un paso
adelante en la dirección del diálogo, un paso adelante que puede dar muchos frutos, ya que el
Documento de Abu Dhabi sobre la fraternidad humana ya ha dado frutos. Y ahora, con la
encíclica Fratelli Tutti, ese documento será de ayuda para otro paso adelante. En resumen: el Papa
con su buena voluntad desea un mundo más fraternal, donde cada persona sea bienvenida, amada.
Y esto es simplemente el fundamento de nuestro ser humano.
zenit: ¿Y las otras religiones? ¿Cuál puede ser el enfoque para que ellas también, además del
islam, se sientan igual de desafiadas y relevantes en esta encíclica?
Cardenal Ayuso: Estoy convencido de que cuando esta encíclica se difunda, a partir de hoy, tendrá
una muy buena acogida y una amplia recepción en todo el mundo, por parte de todos los grupos
religiosos con los que nosotros, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, colaboramos
de manera diferente. Hay muchas iniciativas a favor de la paz, la reconciliación, la fraternidad. Por
eso estoy muy convencido de que esta encíclica es todavía un paso adelante en este camino que
la familia humana debe hacer en este tiempo de conflicto y desánimo. Esta encíclica nos ayudará
a vivir con más esperanza, con nuestros problemas, sintiéndonos todos hermanos y hermanas.
Estamos rodeados por las “sombras de un mundo cerrado”, pero hay quienes no se rinden ante el
avance de la oscuridad y siguen soñando, esperando, ensuciándose las manos comprometiéndose
a crear fraternidad y amistad social. La Tercera Guerra Mundial en pedazos ya ha comenzado, la
lógica del mercado basada en el beneficio parece estar ganando a la buena política, la cultura del
despilfarro parece prevalecer, el grito de la gente hambrienta es inaudito, pero hay quienes indican
una forma concreta de construir un mundo diferente y más humano.
Hace cinco años el Papa Francisco publicó la Encíclica Laudato si’, en la que se establece con
claridad las conexiones entre la crisis ambiental, la crisis social, las guerras, las migraciones y la
pobreza. Y señaló un objetivo a alcanzar: el de un sistema económico y social más justo y
respetuoso con la creación, con el hombre como guardián de la Madre Tierra y no el dinero elevado
a la divinidad absoluta. Hoy, con la nueva encíclica social Fratelli tutti (Hermanos todos), el
Sucesor de Pedro muestra el camino concreto para alcanzar esa meta: reconocerse como
hermanos y hermanas, hermanos porque hijos, guardianes unos de otros, todos en el mismo barco,
como la pandemia ha hecho aún más evidente. La manera de no rendirse a la tentación del homo
homini lupus, de los nuevos muros, del aislamiento, y mirar en cambio el icono evangélico del Buen
Samaritano, tan actual y fuera de la caja.
El camino indicado por el Papa Francisco se basa en el mensaje de Jesús que hace caer toda
extrañeza. El cristiano está llamado, de hecho, a “reconocer a Cristo en cada ser humano, a verlo
crucificado en la angustia de los abandonados y olvidados de este mundo, y resucitado en cada
hermano que se levanta”. Pero el de la hermandad es un mensaje que puede ser aceptado,
comprendido, compartido también por creyentes de otras religiones, así como por muchos no
creyentes.
La nueva encíclica se presenta como una suma del magisterio social de Francisco, y recoge de
manera sistemática las ideas ofrecidas por los pronunciamientos, discursos e intervenciones de
los primeros siete años de su pontificado. Un origen e inspiración está ciertamente representado
por el Documento sobre la hermandad humana para la paz y la coexistencia mundial, firmado el 4
de febrero de 2019 en Abu Dhabi junto con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib. A partir de
esa declaración común, que constituye un hito en el diálogo entre religiones, el Papa reitera su
llamamiento para que se adopte el diálogo como medio, la colaboración común como conducta y el
conocimiento mutuo como método y criterio.
Sin embargo, sería reductivo relegar la nueva encíclica sólo a la esfera del diálogo interreligioso.
El mensaje de todos los hermanos nos concierne a cada uno de nosotros. Y también contiene
páginas esclarecedoras sobre el compromiso social y político. Puede parecer paradójico que sea el
obispo de Roma, voz en el desierto, quien relance hoy el proyecto de la buena política. Una política
capaz de retomar su propio papel, confiada durante demasiado tiempo a las finanzas y a la fábula
de los mercados que produciría bienestar para todos sin necesidad de ser gobernada. Hay todo un
capítulo dedicado a la acción política vivida como servicio y testimonio de la caridad, que se nutre
de grandes ideales y planes para el mañana pensando no en la pequeña ganancia electoral sino en
el bien común y sobre todo en el futuro de las nuevas generaciones. Una vez más, en un momento
en que tantos países se están cerrando, es precisamente el Papa quien formula la invitación a no
perder la fe en los organismos internacionales, aunque estén necesitados de una reforma para
que no sean sólo los más fuertes los que cuenten.
Entre las páginas más fuertes de la encíclica se encuentran las dedicadas a la condena de la guerra
y el rechazo de la pena de muerte. Después de la Pacem in Terris de Juan XXIII, partiendo de una
mirada realista a los resultados catastróficos que tantos conflictos en las últimas décadas han
tenido para la vida de millones de personas inocentes, Francisco recuerda que hoy en día es muy
difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible
“guerra justa”. Así como el uso de la pena capital, que debe ser abolida en todo el mundo, es
injustificado e inadmisible.
Es cierto, como señala el Papa, “en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a la misma
humanidad se están debilitando, mientras que el sueño de construir juntos la justicia y la paz
parece una utopía de otros tiempos”. Pero es necesario volver a soñar y sobre todo realizar ese
sueño juntos. Antes de que sea demasiado tarde.
¿Cuáles son los grandes ideales, pero también los caminos concretos a recorrer para quienes
quieren construir un mundo más justo y fraterno en sus relaciones cotidianas, en la vida social, en
la política y en las instituciones? Esta es la pregunta a la que pretende responder, principalmente
“Fratelli tutti”: el Papa la define como una “Encíclica social” (6) que toma su título de las
“Admoniciones” de san Francisco de Asís, que usó esas palabras “para dirigirse a todos los
hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio” (1).
El Poverello “no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de
Dios”, escribe el Papa, y “fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna”
(2-4). La Encíclica pretende promover una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social.
A partir de una pertenencia común a la familia humana, del hecho de reconocernos como
hermanos porque somos hijos de un solo Creador, todos en la misma barca y por tanto
necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo
podemos salvarnos juntos. Un motivo inspirador citado varias veces es el Documento sobre la
Fraternidad humana firmado por Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar en febrero de 2019.
La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras, sino con hechos. Hechos que se concreten
en la “mejor política”, aquella que no está sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del
bien común, capaz de poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a
todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades. Una política que, lejos de
los populismos, sepa encontrar soluciones a lo que atenta contra los derechos humanos
fundamentales y que esté dirigida a eliminar definitivamente el hambre y la trata. Al mismo
tiempo, el Papa Francisco subraya que un mundo más justo se logra promoviendo la paz, que no
es sólo la ausencia de guerra, sino una verdadera obra “artesanal” que implica a todos. Ligadas a
la verdad, la paz y la reconciliación deben ser “proactivas”, apuntando a la justicia a través del
diálogo, en nombre del desarrollo recíproco. De ahí deriva la condena del Pontífice a la guerra,
“negación de todos los derechos” y que ya no es concebible, ni siquiera en una hipotética forma
“justa”, porque las armas nucleares, químicas y biológicas tienen enormes repercusiones en los
civiles inocentes.
También es fuerte el rechazo de la pena de muerte, definida como “inadmisible” porque “siempre
será un crimen matar a un hombre”, y central es la llamada al perdón, conectada al concepto de
memoria y justicia: perdonar no significa olvidar, escribe el Pontífice, ni renunciar a defender los
propios derechos para salvaguardar la propia dignidad, un don de Dios. En el trasfondo de la
Encíclica está la pandemia de COVID-19 que – revela Francisco – “cuando estaba redactando esta
carta, irrumpió de manera inesperada”. Pero la emergencia sanitaria mundial ha servido para
demostrar que “nadie se salva solo” y que ha llegado el momento de que “soñemos como una
única humanidad” en la que somos “todos hermanos” (7-8).
Encíclica también subraya de manera específica la cuestión de la deuda externa: sin perjuicio del
principio de que debe ser pagada, se espera, sin embargo, que ello no comprometa el crecimiento
y la subsistencia de los países más pobres (126).
El milagro de la bondad
Una parte del séptimo capítulo se detiene en la guerra: no es “un fantasma del pasado” – subraya
Francisco – sino “una amenaza constante” y representa la “negación de todos los derechos”, “un
fracaso de la política y de la humanidad”, “una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las
fuerzas del mal”. Además, debido a las armas nucleares, químicas y biológicas que golpean a
muchos civiles inocentes, hoy en día ya no podemos pensar, como en el pasado, en una posible
“guerra justa”, sino que debemos reafirmar con firmeza “¡Nunca más la guerra!” Y considerando
que estamos viviendo “una tercera guerra mundial en etapas”, porque todos los conflictos están
conectados, la eliminación total de las armas nucleares es “un imperativo moral y humanitario”.
Más bien – sugiere el Papa – con el dinero invertido en armamento, debería crearse un Fondo
Mundial para eliminar el hambre (255-262).
Francisco expresa una posición igualmente clara sobre la pena de muerte: es inadmisible y debe
ser abolida en todo el mundo. “Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal – escribe el
Papa – y Dios mismo se hace su garante”. De ahí dos exhortaciones: no ver el castigo como una
venganza, sino como parte de un proceso de sanación y reinserción social, y mejorar las
condiciones de las prisiones, respetando la dignidad humana de los presos, pensando también
que la cadena perpetua “es una pena de muerte oculta” (263-269). Se reafirma la necesidad de
respetar “la sacralidad de la vida” (283) allá donde hoy “partes de la humanidad parecen
sacrificables”, como los no nacidos, los pobres, los discapacitados, los ancianos (18).
La Encíclica concluye con la memoria de Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y
sobre todo, el Beato Carlos de Foucauld, modelo para todos de lo que significa identificarse con
los últimos para convertirse en “el hermano universal” (286-287). Las últimas líneas del
documento están confiadas a dos oraciones: una “al Creador” y la otra “cristiana ecuménica”, para
que en el corazón de los hombres haya “un espíritu de hermanos”.
Fratelli tutti. Fernández: “No hay libertad sin fraternidad que incluya a
todos”
09 de Octubre de 2020
[Por: Leonardo Boff]
La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de
octubre, será un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su temática, buscando siempre sumar
valores, hasta del liberalismo que él critica fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no
cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.
Resaltaré en este espacio lo que considero innovador respecto al magisterio anterior de los Papas.
En primer lugar tiene que quedar claro que el Papa presenta una alternativa paradigmática a nuestra forma de habitar la Casa
Común, sometida a muchas amenazas. Hace una descripción de las “sombras densas”, que equivalen, como él mismo
afirmó en varios pronunciamientos, “a una tercera guerra mundial a pedazos”.
Actualmente no hay un proyecto común para la humanidad (n.18), pero un hilo conductor pasa por toda la encíclica: «la
conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos» (n. 32). Este es el proyecto
nuevo, expresado en estas palabras: «Entrego esta encíclica social como una humilde contribución a la reflexión para que
frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de
fraternidad y de amistad social» (n.6).
Debemos comprender bien esta alternativa. Venimos y estamos todavía dentro de un paradigma que está en la base de la
modernidad. Es antropocéntrico. Es el reino del dominus: el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y de la Tierra,
que sólo tienen sentido en la medida en que se ordenan a él. Cambió la faz de la Tierra, trajo muchos beneficios pero
también creó un principio de autodestrucción. Es el actual impasse de las “densas sombras”. Frente a esta visión del mundo,
la encíclica Fratelli tutti propone un nuevo paradigma: el del frater, el hermano, el de la fraternidad universal y la amistad
social. Desplaza el centro: de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de
preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación;
superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos
y debemos cambiar de rumbo.
Para eso necesitamos alimentar la esperanza. El Papa dice: «Os invito a la esperanza que nos habla de una realidad
arraigada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos
históricos en que vive» (n. 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que la virtud de la esperanza, es un
principio, un motor interior para proyectar nuevos sueños y visiones, tan bien formulado por Ernst Bloch. Destaca «la
afirmación de que los seres humanos somos hermanos y hermanas, que no es una abstracción sino que se hace carne y se
concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas
reacciones» (n.128). Como se deduce, se trata de un nuevo rumbo, de un viraje paradigmático.
¿Por dónde empezar? Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los movimientos sociales: «No esperéis
nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos». Por eso sugiere: «Es
posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la
patria y del mundo» (n.78). El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica: trabajar la región, el
biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad y la humanización de las comunidades y articula lo local con lo
universal (n.147).
Tiene largas reflexiones sobre la economía y la política, pero subraya: «la política no debe someterse a la economía y la
economía no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (n.177). Hace una contundente
crítica al mercado: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe
neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a
cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como único camino para resolver
los problemas sociales» (n.168). La globalización nos hizo más cercanos pero no más hermanos (n.12). Crea sólo socios
pero no hermanos (n.102).
De la mano de la parábola del buen samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos personajes que entran en escena y
los aplica a la economía política, culminando con la pregunta: «¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el
sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y
decisiva. ¿A cuál de ellos te pareces?» (n.64). El buen samaritano se convierte en modelo del amor social y político (n.66).
El nuevo paradigma de fraternidad y amor social se despliega en el amor en su concretización pública, en el cuidado de los
más frágiles, en la cultura del encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad.
En cuanto a la cultura del encuentro, se toma la libertad de citar al poeta brasileño Vinicius de Moraes en su Samba da
Bênção en el disco Encuentro en Al bon Gourmet de 1962 donde dice: «La vida es el arte del encuentro aunque haya
tantos desencuentros en la vida» (n.215). La política no se reduce a la disputa por el poder y a la división de poderes.
Afirma de manera sorprendente: «Incluso en la política hay lugar para el amor con ternura: a los más pequeños, a los más
débiles, a los más pobres; ellos deben enternecernos y tienen el 'derecho' de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son
nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera» (n.194). Se pregunta qué es la ternura y
responde: «es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los
oídos, a las manos» (n.196). Esto nos recuerda la frase de Gandhi, una de las inspiraciones del Papa, junto con San
Francisco, Luther King, Desmond Tutu: la política es un gesto de amor al pueblo, el cuidado de las cosas comunes.
Junto con la ternura viene la amabilidad que nosotros traduciríamos por gentileza, recordando al profeta Gentileza que en
las calles de Río de Janeiro proclamaba a todos los que pasaban: “Gentileza genera gentileza” y “Dios es gentileza”, muy al
estilo de San Francisco. Define así la amabilidad: «un estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que
sostiene y conforta. La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia » (n.223).
Este es un desafío para los políticos, hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura.
La solidaridad es uno de los fundamentos de lo humano y lo social. Se «expresa concretamente en el servicio que puede
adoptar formas muy diferentes y asumir para sí mismo el peso de los demás; es en gran medida cuidar de la fragilidad
humana» (n. 115). Esta solidaridad demostró estar ausente y sólo después ser eficaz en la lucha contra la Covid-19. Impide
que la humanidad se bifurque entre "mi mundo" y "los otros", "ellos", ya que «muchos dejan de ser considerados seres
humanos con una dignidad inalienable, y pasan a ser sólo 'ellos'» (n.27). Y concluye con un gran deseo: «Ojalá que al
final ya no estén 'los otros' sino sólo 'nosotros'»(n.35).
Para ese desafío de dar cuerpo al sueño de una fraternidad universal y de amor social convoca a todas las religiones,
pues «ellas ofrecen una valiosa contribución en la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la
sociedad» (n.271).
Al final evoca la figura del hermanito de Jesús, Charles de Foucauld, que en el desierto del norte de África junto a la
población musulmana quería ser "definitivamente el hermano universal" (n.287). El Papa Francisco observa: «Sólo
identificándose con los más pequeños llegó a ser hermano de todos; que Dios inspire este sueño en cada uno de nosotros.
Amén» (n. 288).
Estamos ante un hombre, el Papa Francisco, que, siguiendo a su fuente inspiradora, Francisco de
Asís,se ha convertido también en un hombre universal, acogiendo a todos e identificándose con los más vulnerables e
invisibles de nuestro cruel e inhumano mundo. Él suscita la esperanza de que podemos y debemos alimentar el sueño de la
fraternidad sin fronteras y del amor universal.
Él ha hecho su parte. Nos corresponde a nosotros no dejar que ese sueño sea sólo un sueño, sino el principio fundamental de
una nueva forma de vivir juntos, como hermanos y hermanas más la naturaleza, en la misma Casa Común. ¿Tendremos el
tiempo y la sabiduría para dar este salto? Seguramente las “densas sombras” continuarán, pero tenemos una lámpara en esta
encíclica de esperanza del Papa Francisco. No disipa todas las sombras, pero es suficiente para vislumbrar el camino a ser
recorrido por todos.
*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor brasilero y ha escrito: Francisco de Asís y Francisco de
Roma, Trotta, Madrid 2013.
“El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de
fe neoliberal”, insiste el Papa, que lo tilda de “pensamiento pobre, repetitivo, que propone
siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”
"El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural
secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados”
"Todavía hay quienes parecen sentirse alentados, o al menos autorizados por su fe para
sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas,
desprecios o incluso maltratos hacia los que son diferentes"
"No nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como
resultados de sistemas de salud desmantelados año tras año”
Jesús Bastante
Hubo papas que condenaron el liberalismo, la democracia, el comunismo. Hoy, en su tercera
encíclica, Francisco decreta el fin del neoliberalismo y la dictadura de los
mercados. En 'Fratelli Tutti', que el Papa ha regalado para tratar de construir un mundo nuevo y
fraterno, se condena "este dogma de fe neoliberal", un "pensamiento pobre, repetitivo, que
propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”.
“El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más (...). La especulación financiera con la
ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos”, arremete Bergoglio, en un
texto profundo, concreto y entendible, que se lee de una tacada, y en el que el Papa desgrana las
raíces de una sociedad mundial perdida y sin objetivos, y reivindica la "fraternidad universal" y el
cuidado de unos con otros, frente a la cultura del descarte, frente a “el absoluto e intocable
derecho a la propiedad privada”. “El derecho a la propiedad privada sólo puede ser
considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de
los bienes creados”, proclama Francisco.
“Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y
actuales formas de eliminar o ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo
sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”, expone
Bergoglio, quien invita a “soñar juntos” un mundo nuevo, más fraterno y en el que todos,
especialmente los pobres, tengan voz.
Vivimos en un mundo global, “sin un proyecto para todos”, lamenta el Pontífice, quien sí observa
un “descarte mundial” que se agudizó durante la pandemia. “Vimos lo que sucedió con las
personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus. No tenían que morir
así (...), cruelmente descartados”, critica el Papa, quien también denuncia “formas miserables,
como el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez”, o las “nuevas pobrezas”. En
definitiva, “los derechos humanos no son iguales para todos”.
Vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa
del coronavirus. No tenían que morir así (...), cruelmente descartados
“En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones
antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda
en explotar, descartar o incluso matar al hombre”, sostiene el Pontífice, que desgrana las
raíces de iniquidad de la desigualdad de la mujer, la trata de personas, las guerras, atentados o
persecuciones por motivos raciales o económicos, que provocan “una cultura de muros, de
levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra”. “Y cualquiera que levante un muro,
quien construya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha construido, sin
horizontes”.
“Pero olvidamos rápidamente las lecciones de la historia”, clama el Papa, quien insta a que, por
ejemplo, “no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte
como resultados de sistemas de salud desmantelados año tras año”, en una referencia que en
nuestro país dará mucho de qué hablar.
Un mundo que globaliza el descarte, con un ejemplo palmario en la “falta de dignidad en las
fronteras”, motivada “tanto desde algunos regímenes políticos populistas (en clara alusión a
Salvini) como desde planteamientos económicos liberales” en los que “se sostiene que hay que
evitar a toda costa la llegada de personas migrantes”, así como “limitar la ayuda a los países
pobres”.
“El mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo”, apunta el Papa, haciendo referencia a su
presencia en un filme de Wim Wenders. Pese a todo, Bergoglio quiere reivindicar “tantos caminos
de esperanza” que se prodigan, pese a todo, en mitad de tanta iniquidad. “La reciente pandemia
nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo,
reaccionaron donando la propia vida. Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras vidas están
tejidas y sostenidas por personas comunes que, sin lugar a dudas, escribieron los
acontecimientos decisivos de nuestra historia compartida: médicos, enfermeros y enfermeras,
farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores,
transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y
seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas… comprendieron que nadie se salva solo”.
Héroes de la pandemia
UN EXTRAÑO EN EL CAMINO
El segundo capítulo camina en búsqueda de la esperanza. Y lo hace de la mano de la parábola
del Buen Samaritano, que tanto ha dado que hablar, y no precisamente para bien, con la reciente
carta de Doctrina de la Fe sobre la eutanasia. En cambio, en ‘Fratelli Tutti’ reivindica la fuerza del
‘nosotros’, del amor y del servicio sin mirar más razones que el cuidado del otro.
Aunque muchos, también los cristianos, “nos acostumbramos a mirar para el costado” y no
admitimos que “ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder
nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos”
“Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al
dolor”, critica Bergoglio, que llama a mirar más allá. “Mejor no caer en esa miseria. Miremos el
modelo del buen samaritano”, a compadecernos del dolor del caído, a hacerlo nuestro. “No es
una opción vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede ‘a un costado de la
vida’. Esto nos debe indignar hasta hacernos bajar de nuestra serenidad, para alterarnos por el
sufrimiento humano. Eso es dignidad”.
“No es una opción vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede ‘a un
costado de la vida’. Esto nos debe indignar hasta hacernos bajar de nuestra serenidad,
para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad”
“Es la hora de la verdad. ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos
inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío presente, al que no
hemos de tenerle miedo”, proclama Francisco, quien contrapone esta actitud a la de los que
pasan de largo, que en la parábola “eran personas religiosas”.
Esta es la ‘revolución Bergoglio’: “Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más
concreto y local, hasta el último rincón de la patria y el mundo (...). Pero no lo hagamos solos,
individualmente”, exige. “Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo
mismo y todos los pueblos de la tierra”.
“Me asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo
condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia”, critica Francisco, quien
advierte que hoy “todavía hay quienes parecen sentirse alentados, o al menos autorizados por su
fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas,
desprecios o incluso maltratos hacia los que son diferentes”. Muchos de nuestros lectores
pondrán rostro a estos adjetivos en la política local e internacional.
Porque “el individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos”. Es “el virus
más difícil de vencer”. “Invertir a favor de los frágiles puede no ser rentable”, pero es una
exigencia de humanidad. “Cada sociedad necesita asegurar que los valores se transmitan, porque
si esto no sucede se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción (...), la indiferencia”. Y uno de
esos valores es el de la solidaridad, que engloba un concepto de “conciencia universal y de
preocupación por el cuidado mutuo”.
Porque “el mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con
la misma dignidad”, subraya el Santo Padre, quien arremete contra “el absoluto e intocable
derecho a la propiedad privada”. “El derecho a la propiedad privada sólo puede ser
considerado com un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de
los bienes creados”, proclama Francisco, haciendo temblar a los especuladores.
Esto supone, admite el Papa, “una nueva red en las relaciones internacionales”, entre las que se
encuentra “la presión que origina la deuda externa”. “El pago de la deuda, en muchas
ocasiones, no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo condiciona
fuertemente”, proclama. “Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para
todos”, apunta Francisco, quien reconocer que “se trata de otra lógica”.
“Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie”,
apunta el Papa, que reclama “un ordenamiento mundial jurídico, político y económico” que
“incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los
pueblos”, una suerte de cambio en Naciones unidas que otorgue “una voz eficaz en las
decisiones comunes a las naciones más pobres”. Lo que, como veremos más adelante, conlleva
una modificación en el Consejo de Seguridad de la ONU.
LA MEJOR POLÍTICA
Sin lugar a dudas, el capítulo que más preocupará a los poderes establecidos es el quinto, en el
que el Papa arremete por igual contra populismos y liberalismos, que tienen en común “el
desprecio de los débiles”.
“La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra
debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo”, critica Francisco, que alaba a los
líderes populares “capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las
grandes tendencias de la sociedad”, pero lamenta el “insano populismo” de quienes buscar
“instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de
su proyecto pastoral y de su perpetuación en el poder”.
La otra respuesta, la del neoliberalismo, es condenada con fuerza por el Pontífice, en una de las
citas más importantes de la encíclica. “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos
quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal”, insiste el Papa, que lo tilda de “pensamiento
pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se
presente”.
“El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más (...). La especulación financiera con la
ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos”, sostiene Bergoglio, quien
subraya cómo “las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser
infalibles”
“El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más (...). La especulación financiera con la
ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos”, sostiene Bergoglio, quien subraya
cómo “las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles”. “La
fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemia ha evidenciado que no todo se
resuelve con la libertad de mercado”, añade, lamentando esa política “hacia los pobres pero
nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique
a los pueblos”.
Cambios en la ONU
Frente a los falsos dioses populistas y neoliberales, Francisco apuesta por “la maduración de
instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas
equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar”.
En esta línea, añade, “es necesaria una reforma tanto de la Organización de las Naciones
Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional”, con un rediseño del
Consejo de Seguridad que evite los vetos que “deslegitiman” su trabajo.
Con todo, Francisco defiende la necesidad de “una sana política, capaz de reformar las
instituciones”, que piense “en el bien común a largo plazo” y en réditos electorales cortoplacistas.
Y con objetivos claros, como el fin del hambre en el mundo, “un verdadero escándalo”. “El hambre
es criminal (...), mientras nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas, permitimos
que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin
acceso al cuidado de su salud”.
“El hambre es criminal (...), mientras nos enfrascamos en discusiones semánticas o
ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de
hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud”
Es precisa una nueva cultura, marcada por el encuentro y la paz social, en la que “nos demos el
gusto de reconocer al otro”, y “aceptar la posibilidad de ceder algo por el bien común”.
CAMINOS DE REENCUENTRO
“En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas”,
comienza el séptimo capítulo de la encíclica papal, que insta a actuar porque “ ya no hay lugar
para diplomacias vacías”.
Estos caminos que no pueden obviar la verdad, ni la justicia. La memoria es la clave de este
capítulo. “Verdad -escribe el Papa, y uno no puede evitar referencias a las dictaduras argentina o
española- es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus familiares
desaparecidos”. Y es que “no hay un punto final en la construcción de la paz social de un país”.
Y, “si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos”.
Perdón, si, reconciliación, también, pero con la presencia de la memoria. Porque “cuando los
conflictos no se resuelven sino que se esconden o se entierran en el pasado, hay silencios que
pueden significar volverse cómplices de graves errores y pecados”. Porque “no es posible
decretar una ‘reconciliación general’ pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir
las injusticias con un manto de olvido”, señala Francisco, citando la Shoah, los bombardeos en
Hiroshima o Nagasaki, la persecuciones, el tráfico de esclavos o las matanzas étnicas.
“Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta a la página diciendo que ya hace mucho
tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No por Dios! Nunca se avanza sin
memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa"
“Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta a la página diciendo que ya hace mucho
tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No por Dios! Nunca se avanza sin
memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa”, sostiene el Papa, en una clara
defensa de las tesis memorialistas. “Es muy sano hacer memoria del bien”, añade, apuntando que
“el perdón no implica olvido” pero que “la venganza no resuelve nada”.
Justicia sin impunidad, y dejando las cosas claras: “Cuando hubo injusticias mutuas, cabe
reconocer con claridad que pueden no haber tenido la misma gravedad o que no sean
comparables. La violencia ejercida desde las estructuras y el poder del Estado no está en el
mismo nivel de la violencia de grupos particulares”.
No a la guerra y a la pena de muerte
El otro gran punto de la encíclica reitera el rotundo ‘No’ de Francisco a la guerra y a la pena de
muerte. “La guerra no es un fantasma del pasado, sino que se ha convertido en una amenaza
constante”, denuncia el Papa, que aclara que, hoy por hoy, “ya no podemos pensar en la guerra
como solución” ni de una supuesta “guerra justa. ¡Nunca más la guerra!”.
“Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado”, subraya Francisco, que
tilda la guerra de “un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una
derrota frente a las fuerzas del mal”.
Hay que acabar con las guerras y con las armas, añade el Papa, quien propone que “con el
dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para
acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres”.
En cuanto a la pena de muerte, Bergoglio plasma, con rotundidad, que “la pena de muerte es
inadmisible”. También, la privación de la libertad de por vida. “La cadena perpetua es una pena
de muerte oculta”. Y a aquellos creyentes que lo justifiquen, una cita de Isaías: “Con sus espadas
forjarán arados”.
El texto concluye con un llamamiento a la fraternidad humana “que abraza a todos los hombres,
los une y los hace iguales”, y con dos oraciones, clamando por “estrechar lazos de unidad, de
proyectos comunes, de esperanzas compartidas”. Una encíclica global. Una encíclica de amor
global. Y un 'No' rotundo a la globalización del descarte, al 'sálvese quien pueda'.
CONTEXTO
Es la 3ª encíclica del Papa, luego de Lumen fidei que escribió conjuntamente con Benedicto XVI y
de Laudato sí sobre el cuidado de la casa común.
Es, junto con Evangelli gaudium, el tercer escrito importante de Francisco. Si Evangelli gaudium se
centraba en la dimensión espiritual y Laudato si en la ecológica, Fratelli tutti es una encíclica
claramente social, que forma parte del magisterio social de la Iglesia.
Su inspiración y su título, son claramente franciscanos, como Laudato sí, por esto el Papa la firmó en Asís
el 3 de octubre, víspera de la fiesta de S. Francisco. Y así como Laudato si estuvo influenciada por el
patriarca ortodoxo Bartolomé, Fratelli tutti se sitúa como continuidad de la declaración inter-
religiosa que pronunció junto en el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb en Abu Dabi sobre los derechos de
la dignidad humana, en febrero de 2019. Hay una alusión a la entrevista que Francisco de Asís hizo al
sultán Malik-el-Kamil de Egipto, en busca de un diálogo y paz en pleno tiempo de guerra y cruzadas (3)
Fratelli Tutti no presenta grandes novedades respecto al magisterio de Francisco, sino que recoge y
profundiza de forma estructurada sus mensajes, homilías y alocuciones durante estos 7 años de su
pontificado, asume el parecer de diversas conferencias episcopales y lo convierte en una Encíclica.
Es una obra de madurez sobre la fraternidad y la amistad social. Además, cuando Francisco
escribía Fratelli tutti comenzó la pandemia, lo cual puso más en descubierto los desequilibrios y
vulnerabilidades del momento actual.
Francisco escribe Fratelli tutti desde la fe cristiana pero sus afirmaciones están abiertas a toda
persona de buena voluntad. Al final dice que se ha inspirado en Luther King, Desmond Tutu,
Mahatma Gandhi y en el hermano Carlos de Foucauld que quería ser el hermano universal (286).
La encíclica tiene 8 capítulos, con 287 párrafos numerados.
Más que recorrer los 8 capítulos, prefiero resumir la encíclica en la parábola del buen samaritano que
Francisco comenta en el capítulo segundo (56-86). Él dice que “es un ícono iluminador, capaz de
poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que
nos duele” ( 67). Esto no sustituye la lectura de Fratelli tutti, pero puede ser clave de lectura para su
comprensión.
EL BUEN SAMARITANO
En esta parábola de Lucas, Jesús responde al maestro judío de la Ley que preguntaba quién era el
prójimo.
En la parábola aparecen cuatro tipos de personajes: los ladrones que roban y hieren al caminante, el
hombre herido, el sacerdote y levita que pasan de largo y el samaritano que lo cura con aceite y
vino y encarga el cuidado al dueño de un albergue. El mensaje es: prójimo es todo aquel que
necesita de nosotros. (Lc 10, 25-35)
Fratelli tutti actualiza e historiza estos personajes. La historia se repite.
1.Los asaltantes son aquellas personas y estructuras económicas, sociales y políticas del neoliberalismo y
del populismo, corporaciones y multinacionales que producen víctimas, desigualdades, descartados,
refugiados, guerra y armamentos nucleares, muertos de hambre, marginación de mujeres, de ancianos y
niños, trata de personas, los que no respetan la vida, provocan hambre y paro juvenil, traficantes de
órganos, mafias que explotan a los migrantes, empresas nacionales y multinacionales que destruyen la
naturaleza, construyen muros contra los migrantes y les cierran sus puertos, no les dan papeles ni los
reconocen como ciudadanos, no ayudan a que todos tengan techo, trabajo y tierra, fomentan la ideología
del mercado y el consumismo, y todo ello con una globalización que destruye culturas locales, busca
únicamente el lucro, ganancias, bienestar material, sin ninguna sensibilidad por los que quedan al margen.
Se fomenta la violencia, la venganza, el odio, no hay diálogo ni perdón
2.El hombre herido son todas las víctimas del sistema actual antes mencionadas. Ha habido un retroceso
respecto al pasado. La pandemia ha desnudado estas situaciones de marginación y vulnerabilidad de los
sectores pobres, la falta de recursos sanitarios para todos, las grandes diferencias sociales entre países y
continentes, el peligro de que la vacuna no llegue a todos. Hay que escuchar el clamor de los pobres, de
las mujeres, de los indígenas, de los niños y ancianos.
3.Los que pasan de largo son dirigentes políticos, sociales y también religiosos que no se comprometen, se
limitan a pronunciamientos, buscan sus intereses nacionales y populares, se dejan corromper, cierran los
ojos a los desastres de las multinacionales, no cumplen lo prometido, creen que la situación no es tan
grave, que la ciencia y la técnica todo lo arreglará, o por el contrario, que todo está tan mal que ya no hay
remedio, no hay nada que hacer, el problema es tan grande que yo no puedo hacer nada.
4.El buen samaritano, miembro de un pueblo que en tiempo de Jesús era tenido como hereje, pagano,
cismático e indeseable, representa todas las personas de buena voluntad, que desde cualquier religión o
sin ella, ayudan al necesitado, al prójimo, buscan la colaboración de otros. Son los que van más allá de su
cultura y nación, se abren a toda la humanidad, al extranjero, el necesitado, al pobre y marginado.
Pero Francisco no se limita a exhortar a curar a los heridos de hoy sino que propone un cambio
global de sociedad para evitar que estos hechos se vayan reproduciendo: luchar contra las causas
estructurales de la pobreza y la desigualdad, la falta de trabajo, tierra y vivienda, la prioridad a la
vida de todos por encima de la apropiación de bienes de algunos.
Aquí Francisco enuncia una serie de principios y valores, que aunque responden a la tradición más
profunda cristiana, de todas las religiones y de la sabiduría ancestral de los pueblos, a muchos les
parecerán nuevas y escandalosas: fraternidad, sin la cual ni la libertad ni la igualdad se mantienen,
amor universal, función social de la propiedad de modo que el derecho a la propia subsistencia
pasa por delante del derecho a la propiedad privada, pues hay un destino común de los bienes de
la creación y la propiedad privada tiene un función social; derechos de los pueblos, un corazón que
una lo local con lo universal, importancia de la política, no basta la economía y la técnica, se
necesita una caridad política y social, fomentar la amistad social y la amabilidad que va más allá de
los consensos, escuchar a los movimientos populares, fomentar la dignidad del trabajo, saber
dialogar y perdonar, reconciliarse; injusticia de la guerra, la guerra no es la solución, nunca más la
guerra. condena del armamentismo y es un desafío la eliminación de las armas nucleares. Se
condena la pena de muerte y la cadena perpetua que es una pena de muerte oculta.
La ONU ha de estar realmente al servicio de los pueblos, privilegiando a los más pobres, no al
servicio de lo más poderosos, reconocer los derechos de los pueblos y de las naciones que emanan de
la dignidad de las personas creadas, más allá de fronteras, etnias, culturas y religiones.
El tema de los migrantes reviste hoy especial gravedad y urgencia, a los que hay que acoger,
proteger, promover e integrar, no pueden ser considerados como ciudadanos de segunda
categoría, son una oportunidad para la riqueza y el desarrollo integral de todos. Hoy o nos
salvamos todos, o no se salva nadie. No hay que pensar solo como país, sino como familia humana,
manteniendo la tensión entre globalización y el valor de lo local, entre la fraternidad universal y la amistad
social, el mundo no es una esfera uniforme sino un poliedro.
Las religiones han de estar al servicio de la paz, los valores religiosos son los que fundamentan la
fraternidad y la paz, no caer en violencia religiosa, llamamiento a la fraternidad universal, evitar la
ideología de la globalización que desea homegeneizar culturas y tradiciones en busca de una
uniformidad superficial.
La raíz última de la fraternidad para los cristianos es la Paternidad de Dios que nos hace hijos e
hijas, hermanos y hermanas. Todo está impregnado por el amor desinteresado, la solidaridad, la
apertura y el encuentro con el otro, más allá de todo individualismo y de un nosotros cerrado y
aurorreferencial. Hay que abrirse a la amistad social, a todos, a la fraternidad universal
Fratelli tutti acaba con unas oraciones para que Dios nos ayude en nuestros sueños de fraternidad, de
justicia y paz.
CONCLUSIÓN
Francisco aparece en Fratelli tutti como una gran una figura del momento presente, un estadista, una voz
profética para la humanidad de hoy. La Doctrina social de la Iglesia queda reforzada, actualizada y
con la visión no desde un despacho, sino desde abajo, desde los pobres, desde la conmoción y el
dolor ante su sufrimiento.
Muchos se escandalizarán de Fratelli ttuti, la criticarán o silenciarán, creerán que son sueños irreales y
utópicos, fantasías, que el Papa es un ingenuo y no debe meterse en economía ni política.
Pero toda la Encíclica está en perfecta coherencia con el evangelio y la doctrina social de la Iglesia, desde
los Santos Padres y tradición eclesial hasta el magisterio pontificio moderno, como aparece en las
continuas citas y notas a pie de página. El Papa tiene el derecho a soñar y pensar en otra humanidad, no
se mueve en la lógica del lucro personal para unos pocos, sino en la lógica de la solidaridad, la
cooperación, la interdependencia y la corresponsabilidad, la amistad social, el caminar hacia un mundo de
paz.
Francisco ha hecho de buen samaritano ante el mundo herido de hoy. Nosotros no podemos ser
asaltantes asesinos ni pasar de largo. Nos toca colaborar con el buen samaritano, como lo hizo el
hospedero dueño del albergue de la parábola. El herido del camino nos está esperando.
El estalinismo se justificó en nombre de un humano maleable por el ambiente, que heredaba los
caracteres adquiridos (Lamarck). Se propuso eliminar los viejos modelos humanos mediante una
dictadura, para crear al hombre nuevo, para un total igualitarismo futuro en un mundo felíz.
Los medios monopólicos devienen partidos únicos; se difama, miente y corrompe; se inventan
procesos; se destruyen economías; se hacen golpes de estado y guerras humanitarias. Todo para
que las corporaciones sigan cometiendo macrodelitos, hasta que la riqueza del 1% se derrame y vivamos
en un mundo felíz.
Esta es la actual antropología aberrante de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre
las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente (Fratelli tutti, § 168) dice Francisco.
Uno de sus mentores la sintetizó: nadie tiene derechos por el mero hecho de haber nacido. Es
exactamente lo contrario a la premisa todo ser humano es persona, o sea, sujeto de
derechos. Sobre esta última, justamente, se produjo la más importante revolución jurídica del siglo
pasado, cuando por primera vez los estados aceptaron limitar el poder ejercido sobre sus ciudadanos,
dando nacimiento al derecho internacional de los Derechos Humanos, como embrión de ciudadanía
planetaria.
Es obvio que -por su propia naturaleza- está escrita con fe cristiana, pero respetando el misterio humano,
tal como la premisa jushumanista: todo ser humano es persona y, por ende, tiene conciencia, a cuyo
ámbito corresponde la perfección de su relación con lo Absoluto, pero para lo que hace a la co-
existencia, nos invita y convoca al sagrado respeto al misterio del otro.
TERCERA ENCÍCLICA
“Hermanos todos”, Francisco-Papa
CARMIÑA NAVIA VELASCO, cnaviavelasco@yahoo.es
SANTIAGO DE CALI (COLOMBIA).
Querido Javier:
Los días se suceden y, para muchos, la tristeza y la ansiedad provocadas por la incertidumbre
continúan marcando parte de su existencia, de su vivir y sentir cotidiano. Es fácil sumirse en la
inquietud cuando afuera el temporal no amaina. Si miramos con detención, descubrimos que esta
situación va más allá de la denominada “segunda oleada” y nos adentra en un mar cada vez más
revuelto, que ya se estaba encrespando antes de la pandemia.
Ante este panorama, hoy quiero traer a la conversación contigo la encíclica Fratelli Tutti, firmada
por el Papa Francisco el pasado 3 de octubre en Asís. Tras haber finalizado su lectura, deseo
compartir cinco puntos que extraigo de mi lectura del texto de Francisco y que me parecen
particularmente pertinentes para la situación que estamos todos viviendo, desde la advertencia de
que honestamente creo que el texto merece la lectura sosegada más allá de las interpretaciones
que cada uno hagamos del mismo. Por eso son cinco puntos que tomo de la encíclica para la
situación actual y no un resumen de la misma.
Además, su documento no es solo un manifiesto por el diálogo, sino que este es practicado
continuamente por el propio Papa, que dialoga de modo privilegiado con otras tradiciones
religiosas, recordando su encuentro en Abu Dabi con el Gran Imán de Al-Azhar (febrero de
2019), con la ciencia y con la cultura de la modernidad a través de la referencia que efectúa de
parte de sus conceptos clave (Derechos Humanos, la tríada Fraternidad, Igualdad, Fraternidad,
etc.).
Por eso, en medio de la situación que estamos afrontando, la encíclica se presenta como una
bocanada de aire fresco, una invitación a seguir trabajando y soñando (a ambas), aunque el
temporal arrecie. A seguir trabajando desde los dos dones del Espíritu (Gal. 5, 22) que el Papa
subraya en su encíclica, el jrestótes ese “estado de ánimo “afable, suave, que sostiene y conforta”
(223) y el agazosúne, semejante a la benevolencia, a “la actitud de querer el bien del otro” (112)”.
Pero también a seguir soñando por un mundo en el que la fraternidad devenga palabra clave, tal y
como ensalza la encíclica. Porque si se agotan todos los soñadores, ¿de qué se alimentarán los
sueños que claman hacia un mundo más fraterno y justo? Quizá hoy más que nunca
necesitemos de esos “poetas sociales” a los que la Fratelli Tutti se dirige.
"Gran parte de las cuestiones planteadas por la encíclica se reducen a que seamos
nosotros parte de este cambio con cada herido que nos encontramos, con cada herida que
se nos revela"
Fratelli Tutti: una propuesta para pensar el mundo desde los pobres
Consuelo Vélez
Después de leer esta encíclica social del papa Francisco, algo extensa (8 capítulos y 287
numerales), me ha surgido abordarla a partir del título que le he dado, título que me lleva a pensar
que tal vez muchos creyentes repetirán la actitud del sacerdote y del levita -de la parábola del
buen samaritano- (texto que ocupa el segundo capítulo de la encíclica) y pocos tendrán la misma
actitud del buen samaritano con los heridos, asaltados, vulnerados, explotados, marginados de
nuestro mundo actual: “sentir compasión, vendar las heridas, echar en ellas aceite y vino, montar
al herido en su propia cabalgadura y llevarlo a una posada para cuidarlo. Después, pagarle al
posadero para que lo siga cuidando, asegurándole que, si gasta más dinero, él lo pagará a su
regreso” (Lc 10, 25-37). Efectivamente, ser buen samaritano es asumir “una vida con sabor a
evangelio” (n.1)[1] y esto sigue siendo un ideal loable pero un fracaso práctico. Si tantos cristianos
que somos, viviéramos el evangelio, ni nuestro mundo tendría tanta injusticia, ni la dignidad
humana de millones de seres humanos sería pisoteada, continuamente, de tantas formas.
La encíclica comienza presentando la realidad que vivimos, definiéndola como: “Las sombras de
un mundo cerrado”. El papa señala los “sueños rotos” de una Europa unida y una integración
latinoamericana (n. 10) y la negatividad que suponen los nacionalismos crecientes (n.11).
También, la prevalencia de la economía y las finanzas como modelo cultural único, en el que los
intereses individuales llevan la primacía por encima de la dimensión comunitaria (n.12), la
colonización cultural que priva a los pueblos de su historia, de su identidad (n.14), la polarización
que no permite el diálogo (n.15) ni el trabajo por la casa común (n. 17). Algo muy acuciante es el
“descarte mundial” con políticas que buscan el crecimiento económico, pero no el desarrollo
humano integral (n.18-21).
Por todo lo anterior, el papa propone la amistad social y la fraternidad universal pero no como
simples actitudes personales -las cuales son necesarias e indispensables- sino como actitudes
políticas y estructurales para transformar nuestro mundo. El derecho a vivir con dignidad y a
desarrollarse integralmente no puede ser negado en ningún país (n.107). “Mientras nuestro
sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no
habrá una fiesta de fraternidad universal” (n.110). La solidaridad es servicio y cuidado a los más
débiles (n.115). Es pensar en términos de comunidad, afirmando la prioridad de la vida de todos
sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. Es luchar contra las causas estructurales
de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra, de vivienda, de negación de derechos
sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero. Pero todo esto
no se hace mágicamente. Se necesita la organización social y, concretamente, los movimientos
populares (n.116) para exigir tierra, techo y trabajo para todos, verdadero camino hacia la paz
(n.127)
Ante tantas demandas actuales, Francisco recuerda la función social de la propiedad: La tradición
cristiana nunca reconoció como absoluto e intocable el derecho a la propiedad privada. Este es
un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes. En las
sociedades actuales, este orden es invertido frecuentemente (n.118-120). El derecho de algunos
a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima del derecho de los pueblos, ni
de la dignidad de los pobres, ni del respeto al medio ambiente. La apropiación de algo solo debe
ser para administrarlo pensando en el bien de todos (n.122).
La amistad social solo es posible desde una política puesta al servicio del bien común (n.154). En
este sentido es muy importante entender la propuesta del papa porque, en momentos políticos
tan convulsionados como los que vivimos en América Latina, se puede tergiversar fácilmente su
pensamiento. Denuncia las “formas populistas” y las “formas liberales” que utilizan
demagógicamente al pueblo (n.155) pero defiende la legitimidad de la noción de pueblo y
denuncia los intentos de eliminar esta palabra del lenguaje. La democracia es el gobierno del
pueblo, es la capacidad de tener un sueño colectivo. Por eso si los términos “pueblo” y “popular”
no se incluyen, se estaría renunciando a un aspecto fundamental de la realidad social (n.157), Ser
parte de un pueblo es formar parte de una identidad común (n.158). La política ha de promover el
bien del pueblo, logrando un verdadero desarrollo económico (n.161-162).
Las visiones liberales rechazan la categoría pueblo porque tienen una visión individualista y
acusan de populistas a los que defienden los derechos de los más débiles (n.163). Estas visiones
liberales, impregnadas de neoliberalismo, pretenden que el mercado resuelva todo. La pandemia
ha evidenciado la falacia de la libertad del mercado y la dictadura de las finanzas (n.168). Muchas
visiones economicistas no dejan lugar a los movimientos populares, ni consideran que la política
debe incorporar a los pobres como sujetos, sin embargo, sin ellos, “la democracia se atrofia, se
convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando
porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por su dignidad, por la construcción de su
destino” (n.169). En definitiva, no puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y
hacia la paz social sin una buena política y esta no es una política “para” los pobres sino “con” los
pobres (n.176).
Por eso, rehabilitar la política es una de las formas más preciosas de la caridad porque busca el
bien común (n.180). La caridad es más que un sentimiento subjetivo, es un compromiso con la
verdad y con la construcción de proyectos y procesos de desarrollo humano de alcance universal.
(n.184). La caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los
últimos que implica mucho más que obras asistenciales. Es sobre todo abrir los cauces de
participación social a los pobres para vivir el principio de la subsidiariedad que es inseparable del
de la solidaridad (n.187).
La propuesta del diálogo y la amistad social supone un reconocimiento del otro, de sus posibles
verdades, una escucha sincera y una búsqueda conjunta del bien común, sin pretender salvar
solamente el punto de vista propio. Supone abrirse a la verdad y aceptar principios fundamentales
-como el de la dignidad humana- para poder construir consensos. Estos no implican relativismo
sino la aceptación de valores fundamentales que pueden unir a ateos y a creyentes (n.198-214).
En este mismo sentido, el diálogo favorece la cultura del encuentro que supone tender puentes y
derribar muros. El sujeto de esta cultura del encuentro es el pueblo porque el diálogo que busca
la paz social no puede callar las reivindicaciones sociales. Por el contrario, debe llevar a incluir a
todos y garantizar los derechos para todos. Cuando un sector pretender disfrutar de todo como si
los pobres no existieran, provoca tarde o temprano la violencia. Un pacto social realista e
inclusivo debe ser también un pacto cultural (n.215-221).
La construcción de la paz supone la verdad histórica -el pueblo tiene derecho a saber lo que
pasó-, y va de la mano de la justicia y la misericordia (n. 225-227). La amistad social implica
acercamiento a los grupos sociales distanciados, pero también el reencuentro con los más
empobrecidos y vulnerables (n.233). Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben
olvidar que la inequidad y la falta de desarrollo humano integral no permiten generar la paz. Si
hay que volver a empezar siempre será desde los últimos (n.235).
La encíclica termina haciendo referencia a Carlos de Foucauld, quien realizó su entrega a Dios,
identificándose con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. Su deseo era
sentir a cualquier ser humano como un hermano y pedía a un amigo suyo que rogara para que Él
fuera realmente el hermano de todos. Quería ser el hermano universal. Y sólo identificándose con
los últimos llegó a ser hermano de todos (n.287).
Y retomo lo que dije al inicio. Este mensaje del pobre, del dejarlo todo para seguir a Jesús “es
muy duro” y pocos entran por la “puerta estrecha” -como le pasó al joven rico del evangelio- (Mt
19, 16-30). Construir un mundo desde los últimos no es la lógica imperante. No es el ideal de
muchos cristianos. No es el punto de vista de muchos que dicen creer en Dios y en la fraternidad
universal. Por eso ante esta encíclica muchos enfatizan la alegría de la fraternidad, lo bonito de la
amistad social, lo importante de recuperar la ternura y la amabilidad, la urgencia de no caer en
populismos, lo bueno de entablar el diálogo ecuménico y muchos otros aspectos válidos e
importantes pero que no constituyen el corazón de la encíclica, ni del evangelio. Pero la invitación
de Jesús al banquete del reino (Mt 22, 1-14) sigue vigente y tal vez algunos decidan entrar y poco
a poco la mesa se llene de comensales dispuestos a empezar por los últimos y hacer posible un
mundo de hermanos y hermanas donde nadie sea el mayor sino todos servidores de los demás.
Lástima que el papa Francisco que habla con audacia y claridad en los temas aquí expuestos, no
escuchó la voz de las mujeres que explícitamente le pidieron usar el lenguaje inclusivo para que
la encíclica respondiera más al cambio de mentalidad y estructural que urge en la sociedad y en
la iglesia para una inclusión real de ellas en estas instancias y que en su horizonte no parezcan
entrar otras realidades actuales como la diversidad sexual, totalmente invisibilizada en este
documento y sin la cual no se podrá construir nunca una fraternidad y sororidad universales.
El Papa Francisco ha hecho pública este fin de semana su tercera encíclica: Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la
amistad social. En ella, augura el final del neoliberalismo, un "pensamiento pobre, repetitivo, que propone
siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente", y arremete con dureza contra el
"dogma de fe neoliberal", proclamando un nuevo orden mundial tras la pandemia.
Además, el Papa reclama la memoria histórica frente a las dictaduras y condena el terrorismo de Estado, en un
texto en el que ataca las tesis del capitalismo salvaje, e incluso arremete contra "el absoluto e intocable
derecho a la propiedad privada", que "sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y
derivado del principio del destino universal de los bienes creados".
La nueva encíclica es una recopilación de todos los discursos sociales que ha hecho el Papa en siete años de
pontificado. Además Bergoglio recoge algunos aportes de sus colaboradores, académicos, activistas, como
estilo de construcción colectiva anteriormente experimentado con la encíclica Laudato Si (con el aporte de
Leonardo Boff y François Houtart (1), y en la exhortación apostólica post-sinodal Querida Amazonia - ver
entrevista al Cardenal Barreto (2).
Aquí os dejamos con algunas de algunas frases más políticas del texto:
Neoliberalismo: "La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más
atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza
ficticia", pero "no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al
mundo". “La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se
resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al
dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro”.
Desigualdad: "Todavía hay quienes parecen sentirse alentados, o al menos autorizados por su fe para sostener
diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios o incluso maltratos
hacia los que son diferentes", lamenta el Papa.
Deuda externa: «El pago de la deuda en muchas ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y
lo condiciona fuertemente. Si bien se mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe
ser saldada, el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar
a comprometer su subsistencia y su crecimiento». Este párrafo n. 126 propone los aprendizajes de la campaña
mundial Jubileo Sur y Jubileo 2000 (3).
Hambre en el mundo: "El hambre es criminal (...), mientras nos enfrascamos en discusiones semánticas o
ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un
techo o sin acceso al cuidado de su salud". De hecho, propone que "con el dinero que se usa en armas y otros
gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo
de los países más pobres".
Las tres T, tierra, techo y trabajo: "Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos.
Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor
y desconfianza ante amenazas externas". (…) "La paz real y duradera sólo es posible desde una ética global de
solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad
entre toda la familia humana".
El nacionalismo ciego: "Los nacionalismos cerrados expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el
error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán
más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar
ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo
una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro".
Naciones Unida: Francisco apuesta por "la maduración de instituciones internacionales más fuertes y
eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos
nacionales, y dotadas de poder para sancionar". En esta línea, añade, "es necesaria una reforma tanto de la
Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional", con un
rediseño del Consejo de Seguridad que evite los vetos que "deslegitiman" su trabajo.
En su tercera Encíclica como pontífice, subraya este carácter contra-hegemónico afirmando que «los conflictos
locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un
modelo cultural único», antes de concluir que, así, «la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes
económicos transnacionales que aplican el ‘divide y reinarás'».
¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, neoliberalismo, justicia, unidad desde la
perspectiva crítica de Papa Francisco?
El ex Presidente de la Republica plurinacional de Bolivia, Evo Morales, contesta que “coincidimos plenamente
con el mensaje del hermano Francisco sobre el consumismo, la globalización despiadada, el neoliberalismo y el
rol de las transnacionales. Para construir una sociedad más justa es necesario entendernos como una familia y
como hijos de la Madre Tierra”, de acuerdo a un twit de Evo Morales.
Gleisi Hoffmann, Presidenta del Partido dos Trabalhadores PT do Brasil, ha comentado que “Papa Francisco ha
criticado el modelo económico neoliberal adoptado por varios gobiernos, como por ejemplo por Bolsonaro en
Brasil que ha reducido los derechos sociales y del trabajo, en favor de una mayor libertad de mercado. El
Pontífice llama este modelo de pobre y repetitivo y defiende la posición que los Países deben asegurar
oportunidades para todos. “Es posible aceptar el desafío de soñar y pensar otra humanidad. Es posible buscar
un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos” ha destacado el Pontífice”, concluye Gleisi Hoffmann
(4).
La Deputada María do Rosario (ministra de derechos humanos del Gobierno de Dilma) destaca “la nueva mirada
sobre un mundo más fraterno que se indica en la nueva encíclica papal, profundiza temas como la migración , la
distancia entre ricos y pobres, sobre las injusticias económicas y sociales y la polarización política”.
Varias congresistas y políticos de toda Latinoamericano (como por ejemplo el ex presidente del Ecuador, Rafael
Correa, el Senador Hugo Richer, Ministro de Acción Social del Gobierno del Presidente Fernando Lugo, la ex
viceministra paraguaya Mercedes Canese) están comentando positivamente esta encíclica por su crítica al
mercado neoliberal y por el reconocimiento de los movimientos populares como sujetos de cambio social y
político.
La nueva encíclica reflexiona cómo hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal
manera «que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e
internacionales con ese torrente de energía moral”. Allí Papa Francisco retoma las conclusiones de los 3
encuentros mundiales organizados con los movimientos populares, bajo la organización de Juan Grabois.
Una encíclica políticamente contra-hegemónica
Algunos analistas como el chileno Axel Káiser, sectores de la iglesia conservadora estadunidense,
critican Fratelli Tutti por ser más cerca de Karl Marx que de San Francisco de Asís.
El profesor Stefano Zamagni, Presidente de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales del Vaticano, ha lanzado
el movimiento político INSIEME para unir los varios sectores políticos de los católicos italianos, el mismo día del
lanzamiento de Fratelli Tutti en Asís, contando con el insólito respaldo de varios mass-media del Vaticano
como Avvenire, diario nacional expresión de la poderosa Conferenza Episcopale Italiana CEI y el
semanario Famiglia Cristiana (5).
En Colombia el Senador Gustavo Petro (Candidato Presidencial de Colombia Humana que en la campaña de
octubre de 2018 ha logrado 8 millones de votos) comenta que “El Papa Francisco dice que el libre mercado y la
política de goteo para superar la pobreza le falla al conjunto de la humanidad. Son las voces que muestran
cómo se derrumba una ideología en todo el mundo, la neoliberal.
La encíclica " Hermanos todos" después de "Laudato Si" es una pieza de análisis político y social desde el
cristianismo que vale la pena comparar con el programa de Colombia Humana y que todo y toda cristiana debe
leer. Invito a esta discusión”.
El ex Alcalde de Bogotá (2012-2016) destaca sus políticas adoptadas en la Capital de Colombia en contra de las
desigualdades y de la segregación urbana: “¿Recuerdan cuando tantos ciudadanos de clase media bogotana
rechazaban el que se priorizará en la atención pública a los sectores más desfavorecidos durante la Bogotá
Humana? Miren lo que dice ahora la encíclica: "Hermanos todos": No es una opción posible vivir indiferentes
ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta
hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad”, dice la
encíclica FratelliTutti.
El Senador Iván Cepeda (portavoz del movimiento de victimas MOVICE) ha subrayado que “el Papa Francisco les
dice a los amigos de la guerra (justo 4 años después del Plebiscito ganado por el NO) en su Encíclica Fratelli
Tutti: “Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y
de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”. (…)“. Quienes
pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano
integral no permiten generar paz”, concluye Cepeda.
El joven Congresista David Racero (Colombia Humana) invitó a “leer la nueva Encíclica del Papa, evidenciando
que la Fraternidad Universal será posible si transformamos el sistema económico cimentado en el egoísmo.
Solo es posible si ponemos en práctica la política del amor! Son los tiempos de un Nuevo Mundo”.
En el párrafo 168, Papa Francisco desafía las políticas progresistas afirmando «La fragilidad de los sistemas
mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que,
además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, «tenemos que volver a
llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que
necesitamos».
En esta perspectiva se puede interpretar la reconfiguración autoritaria del Estado colombiano que está
poniendo en riesgo hasta el inamovible liberal de libre comercio.
El pasado martes 6 de octubre todos los medios colombianos tuvieron que contar sobre la enmienda
presentada por eurodiputados para aplicar cláusula democrática en los acuerdos económicos entre UE y
Colombia, si no es por la carta del Senador Petro, nadie se entera de esos 137 eurodiputados con los ojos y
alarmas puestos en Colombia, por la violación de los derechos humanos y la falta de garantías para los líderes
sociales en el país.
Según Petro, “tan solo en lo que ha corrido del año 2020 han sido asesinados: 221 líderes sociales, 47
excombatientes de las Farc firmantes del Acuerdo -de paz-, ha habido 65 masacres y 13 jóvenes -han muerto- a
manos de la fuerza pública, en las protestas contra la deriva autoritaria durante el último mes”.
Hay que recordar que en ocasión de la marchas nacionales realizadas en Colombia el día 22 de septiembre de
2020, Petro ha difundido – via twitter un artículo de la Agencia SIR del Vaticano (Agencia en el Vaticano reseña
la manifestación pacífica despedazada por la arbitrariedad. 30 detenidos y 16 heridos- (6), expresando su
respaldo al Papa Francisco que lo ha invitado en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales del Vaticano en
junio de 2015.
Al mismo tiempo hay que mencionar el ruidoso silencio de todos los 170 católicos latinoamericanos de 16
países, con responsabilidades políticas del más alto nivel, que han adherido al Manifiesto Ético-Político de la
Academia Latinoamericana de Líderes Católicos. Entre los firmantes se encuentra el Ex Secretario General de la
OEA Miguel Ángel Rodríguez, el Ex Director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional Carlos Massad, la ex
Canciller chilena Soledad Alvear, el vicepresidente de la Cámara de diputados de México Marco Adame, así
como más de 40 parlamentarios en ejercicio de 16 países, ex Ministros de Estado, dirigentes sindicales,
empresariales, líderes como Franco Vincenti, Embajador Emérito de Naciones Unidas en Colombia, hasta el
senador del Partido de Centro Democrático en Colombia Gabriel Velasco que ha publicado en la web
institucional del Partido del Ex Presidente Uribe, este manifiesto ( ).
Conclusión
Voy a concluir este artículo con el análisis del Arzobispo de la Plata, Mons. Víctor Manuel Fernández, donde
resalta que Papa Francisco “quiere reivindicar la política, pero una sana política. Porque entiende que la
creación de un mundo nuevo, donde haya lugar para el desarrollo de todos, requiere también de una política
adecuada y no será posible sin ella.
Francisco enfrenta así una peligrosa tendencia de nuestra sociedad, manipulada ideológica y mediáticamente,
que termina sutilmente proponiendo alternativas a la política y colocándola por debajo y al servicio de la
libertad de empresa y de los intereses de algunos. Se trataría de una política denigrada, sometida a la economía
y a los poderes tecnocráticos, que debilita los Estados nacionales y tiende a crear un mundo homogéneo.
Esto ciertamente conviene a ciertos sectores, pero no a la mayoría. Porque “algunos nacen en familias de
buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente
capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero
evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar
extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades
de curar adecuadamente sus enfermedades” (109). La crisis sanitaria y económica generada por la pandemia en
todo el mundo ha dejado esto suficientemente en claro. Pero “si la sociedad se rige primariamente por los
criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión
romántica más”, concluye Mons. Fernandez (8).
Según Washington Uranga, analista de Pagina 12, “Francisco se posiciona ya no solamente como la máxima
autoridad de la Iglesia Católica, sino como un líder social con alcance global que asume la responsabilidad de
hacer propuestas políticas, de decir “no a la cultura de los muros”, de proponer acciones globales por encima
de esas mismas paredes, y de demandar una “gobernanza mundial” para proyectos de largo plazo y con la
finalidad de atacar las bases de la injusticia que atraviesa la vida de la mayoría de las personas en el mundo” (9).
Papa Francisco también hace referencia al “populismo”, y subraya que “Hay líderes populares capaces de
interpretar el sentir de un pueblo (…) pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de
alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo
ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”.
Estos son desafíos dirigidos a todos los políticos de Latinoamérica.
NOTAS
1. https://www.cetri.be/Francois-Houtart-sigue-inspirando?lang=fr
2. https://www.religiondigital.org/vaticano/teologia-liberacion-influenciar...
3. https://www.religiondigital.org/opinion/Papa-Francisco-deuda-argentina_0...
4. https://pt.org.br/papa-alerta-para-a-desigualdade-e-condena-agenda-ultra...
5. Avvenire. Ecco il nuovo partito, la politica si cambia "Insieme" disponible on-
line: https://www.avvenire.it/attualita/pagine/cristiani-e-autonomi-partito-al...
STEFANO ZAMAGNI, IL NUOVO PARTITO "INSIEME": «UNITI PRENDIAMO IL 20 PER CENTO» Disponible
On-line: https://www.famigliacristiana.it/articolo/stefano-zamagni-nuovo-partito-...
6. https://www.agensir.it/quotidiano/2020/9/23/colombia-bogota-nuove-manife...
7. https://www.centrodemocratico.com/opinion/manifiesto-etico-politico-lati...
8. https://aica.org/noticia-mons-fernandez-siete-ejes-de-fondo-en-fratelli-...
9. https://www.pagina12.com.ar/296786-francisco-lider-global
MENSAJE DEL CELAM
Fratelli Tutti nos muestra nuevos caminos de humanización de la vida, a través de la fraternidad y la
amistad social.
Siguiendo a Nuestro Señor Jesucristo y el ejemplo del Santo de Asís, el Papa Francisco nos anima a
construir una vida con “sabor a Evangelio”, con sencillez y alegría, como hermanos de los pobres y de la
naturaleza; nos convoca también a comunicar el amor gratuito de Dios sin imponer doctrinas, saliendo al
encuentro del otro. Nos enseña que así abriremos paso a la fraternidad y a la amistad social, promoviendo
la dignidad, deberes y derechos.
Como decía la Conferencia General de Aparecida, “es posible experimentar vínculos de fraternidad,
solidaridad y universalidad. En ellas el ser humano es llamado constantemente a caminar siempre más al
encuentro del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por él” (DA 514).
El Papa Francisco nos convocó primero a ser una Iglesia en salida, ahora sobrepasa las fronteras y nos
invita a ser toda una ¡humanidad en salida!, incluyendo a todas las comunidades y tradiciones religiosas,
para un diálogo respetuoso y fecundo, viviendo como “omnes fratres”: hermanos todos.
El Papa nos pide igualmente ser una Iglesia constructora de paz fundada en la justicia, una Iglesia en salida,
en conversión permanente y sinodal, promoviendo el protagonismo del laicado para construir
cotidianamente el Reino de Dios.
Con Fratelli Tutti, el Santo Padre completa un ciclo de tres grandes documentos magisteriales.
- Primero, en Evangelii Gaudium nos mostró cómo vivir con alegría nuestra relación con Dios y el prójimo y
el anuncio de su Palabra.
- Luego, en Laudato Si’, nos invitó a comprender nuestra profunda relación con la naturaleza y con toda la
Creación, pues somos parte de ella.
- Ahora, en Fratelli Tutti, nos hace reflexionar sobre la relación de fraternidad que nos une a todos y todas.
Fratelli Tutti es una profunda reflexión que el Santo Padre ha venido madurando desde hace mucho
tiempo. Para el Papa el Covid-19 ha tenido un efecto enorme, evidenciando las fracturas y el fracaso del
modelo de desarrollo predominante. Este fracaso afecta principalmente a los más pobres, pero también a
todo el pueblo. El Papa Francisco nos hace ver que la pandemia es una crisis de la cual saldremos mejores o
peores, pero nunca iguales. Nos necesitamos todos: estamos en la misma barca.
Una clave de lectura son los ejes fundamentales del documento: el dinamismo universal del amor; la
relación entre lo local y lo universal; la “arquitectura” y la “artesanía” del encuentro; la dignidad de cada
ser humano más allá de las circunstancias; el destino común de los bienes; la promoción humana a través
del trabajo, la necesidad de una sana política y de una humanidad samaritana.
Con toda seguridad Fratelli Tutti iluminará y ampliará los horizontes de acción pastoral de nuestra Iglesia
latinoamericana y caribeña. Como Consejo Episcopal Latinoamericano y de El Caribe (CELAM), acogemos
con alegría y esperanza esta Carta Encíclica. Ella profundiza en los sueños expresados en Querida Amazonía
que dan sentido a nuestro proceso de renovación y reestructuración y reflejan también las conversiones
del Documento Final del Sínodo para la Amazonía.
Agradecemos y asumimos la valiente voz profética del Papa Francisco, expresada en Fratelli Tutti, en un
mundo en el que predominan los silencios frente a las injusticias que padecen las inmensas mayorías de
nuestros pueblos y que necesita resucitar en una nueva convivencia, como lo ha manifestado él mismo.
El papa Mario Bergoglio ha labrado un importante legado en materia social con la presentación de
su tercera encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos). La nueva encíclica es secuela y complemento
de Laudato si, sobre el cuidado de la casa común (2015).
Desde la fraternidad, permite mirar el mundo con esperanza y admite la posibilidad de soñar,
Francisco plan-tea: Soñemos como una única humanidad, como caminantes, como hijos de esta
misma tierra que nos cobija a todos.
Leonardo Boff recoge de manera muy bella la esencia de la nueva encíclica: Francisco invita
pasar de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de
preservación y cuidado de toda la vida.
Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión
apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que
podemos y debemos cambiar de rumbo.
Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a
cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como
único camino para resol-ver los problemas sociales.
El impacto de Fratelli tutti ha sido diverso. En términos de la teoría de la recepción, los enfoques y
modelos de descodificación están marcados por las posturas ideológicas y religiosas previas. Los
sectores progresistas seculares y religiosos la celebran como un regalo de Francisco, mientras
los conservadores, en especial católicos, la desaprueban.
Tanto es así que, si uno lee a Fratelli tutti sin conocer al autor, al final se puede deducir que fue
escrito por algún think tank de la ONU‖. Se le critica a Francisco abrazar ideologías ecologicistas,
igualitaristas, animismo amazónico, migrantismo, que se alejan de la tradición.
Recordemos su libro Utopía, de 1516, imagina un mundo en que la propiedad privada está
abolida, los ciudadanos no tienen bienes ni dinero, todo se comparte. Las preguntas son
obligadas: ¿Francisco es anticapitalista? ¿El papa argentino es, por tanto, filocomunista? La res-
puesta más contundente es la siguiente: el papa Fran-cisco es católico.
La doctrina o pensamiento social de la Iglesia tiene sus raíces en la Edad Media, en la filosofía
neoclásica de Santo Tomás de Aquino, quien definió hace 800 años el concepto del destino
universal de los bienes.
Sin embargo, toma forma en el siglo XIX como respuesta a la conformación de las grandes
ideologías modernas liberales, socialistas, anarquistas y comunistas en Europa. Tiene su primer
gran momento en 1891 con la encíclica Rerum novarum, de León XIII, que reprueba radicalmente
la condición obrera bajo la Revolución Industrial y el liberalismo burgués.
También pone en tela de juicio las ideas socialistas en-tre los sindicatos de la época. La Iglesia
construye un corpus propio, la posición de los católicos pasa del refugio, de la defensiva y
condena sistemática de los va-lores modernos, expresados particularmente en el Syllabus, de Pío
IX (1864), hacia el contraataque: la reconquista apostólica de la sociedad.
Si la modernidad y sus nuevas instituciones habían creado una contra-Iglesia, los católicos
aspiraron a construir una contra-sociedad católica alternativa. La Iglesia libra batallas de
dimensiones tripolares: catolicismo contra liberalismo, catolicismo contra el socialismo y
catolicismo contra la modernidad.
El mismo criterio se puede aplicar a Juan Pablo II, activista polaco infatigable contra el
comunismo. Una vez que se derrumba el sistema socialista, en su encíclica Centesimus annus
(1991) arremete contra la dictadura del mercado y sus excesos hedonistas. El capitalismo sería
aceptable –escribió–, si el comportamiento del mercado tuviera una orientación humanista.
Exhorta a las Iglesias y a los cristianos a construir estructuras sociales alternativas sustentadas
en la fraternidad solidaria.
El texto es de fácil lectura, asequible a todo mundo. Su lenguaje sencillo nos introduce a una mística de la comunión
universal que huye constantemente de los extremos de las dicotomías planteadas tales como universalismo-
localismo, uniformidad-individualismo o igualdad-libertad. Además de partir de una teología de un Padre creador de
hermanos, supone una antropología donde el ser humano es ante todo relación: antes de ser individuo, es comunión,
es pueblo. Al ser relación, es un ser necesitado y responsable del sufrimiento de los demás. El largo comentario de la
parábola del Buen Samaritano es toda una invitación a romper tanto las relaciones como las sociedades cerradas. El
papa recuerda que la comunidad mundial navega en la misma barca y que nadie se salva solo, que únicamente es
posible salvarse juntos y todos. Por ello, lanza duras críticas hacia los nacionalismos excluyentes, hacia el liberalismo
individualista, hacia el universalismo uniformizador y hacia los populismos engañosos. El papa denuncia toda
legitimidad de las posiciones de extrema derecha religiosa cerradas a la inmigración, proteccionistas en lo económico
(frente a los países pobres) y defensoras del armamentismo, la pena de muerte y las guerras.
La encíclica del papa no aporta especiales novedades a otros documentos o declaraciones suyas pero sí que eleva
muchos temas dispersos en homilías, mensajes, discursos o audiencias a la máxima categoría magisterial: la
encíclica. Cita varias veces incluso el film de Wim Wenders sobre él mismo. Como nota de una eclesiología de
comunión que da peso a las iglesias locales, la encíclica hace muy a menudo referencia a textos de Conferencias
Episcopales de todos los continentes.
Como todo texto pontificio suele generar debate, ya hay voces, especialmente en el mundo anglosajón, que lamentan
el lenguaje no inclusivo del título, donde se utiliza el término «hermanos» (fratelli) para referirse a hombres y
mujeres. En la lengua inglesa «brother» es especialmente exclusivo.
En definitiva, el papa nos invita a cambiar el corazón para vivir desde una fraternidad abierta a todo el mundo.
1.- «Fratelli tutti»[1], escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles
una forma de vida con sabor a Evangelio (…). Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está
lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad
abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del
universo donde haya nacido o donde habite. (1)
2.- Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita
la dimensión comunitaria de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de
consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más
fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres,
haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los
poderes económicos transnacionales que aplican el «divide y reinarás». (12)
3.- Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. (15)
4.- En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir
juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y
globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos
ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca. (30)
5.- Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces
ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada
persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno. (39)
6.- Si extendemos la mirada a la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos somos o hemos
sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo
del buen samaritano. (69)
7.- En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo
el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en
directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos. (75)
8.- Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la
verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más
fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay
vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la
muerte. (87)
9.- No puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es imposible
entenderme sin un tejido más amplio de relaciones: no sólo el actual sino también el que me precede y me fue
configurando a lo largo de mi vida. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no
vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera,
nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen. (89)
10.- Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un
aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar
mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca
de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero
existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hacen
sentir como un extranjero en su propia tierra. El racismo es un virus que muta fácilmente y en lugar de desaparecer
se disimula, pero está siempre al acecho. (97)
11.- Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la
particularidad de cada persona y de cada pueblo». Ese falso sueño universalista termina quitando al mundo su
variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad. Porque «el futuro no es monocromático, sino que es posible
si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede aportar. (100)
12.- El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado
del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben
reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se
sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica. (120)
13.- Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger,
proteger, promover e integrar. (129)
14.- Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. Cuando la casa ya no es hogar, sino que es
encierro, calabozo, lo global nos va rescatando porque es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud.
Simultáneamente, hay que asumir con cordialidad lo local, porque tiene algo que lo global no posee: ser levadura,
enriquecer, poner en marcha mecanismos de subsidiaridad. Por lo tanto, la fraternidad universal y la amistad social
dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una
polarización dañina. (142)
15.- No es posible decretar una «reconciliación general», pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las
injusticias con un manto de olvido. ¿Quién se puede arrogar el derecho de perdonar en nombre de los demás? (246)
16.- El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus
fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la
dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete
las diversas culturas. (155)
17.- Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo
sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos. Sin embargo, hoy se pretende
reducir las personas a individuos, fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios. (182)
18.- Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los
ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción. Deciden no seguir
inoculando en la sociedad la energía de la venganza que tarde o temprano termina recayendo una vez más sobre
ellos mismos. Porque la venganza nunca sacia verdaderamente la insatisfacción de las víctimas. (251)
19.- La Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre». (269)
20.- Y como María, la Madre de Jesús, «queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus
templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para
tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación». (276)
En definitiva, la norma común en el cristianismo hasta los albores de la Modernidad es que los bienes son
comunes a todos y que no existe un derecho particular a la propiedad de los mismos. Contravenir esta norma
fue lo que llevó a muchos a sublevarse contra una Iglesia que no encontraba la manera de legitimar las riquezas
acumuladas por el uso del poder. Muchos de los que fueron perseguidos, condenados y quedamos, empezando por
Prisciliano y siguiendo por los fraticelli de la Edad Media, lo fueron por proponer un modo de vida más cercano a la
propuesta evangélica. La misma revolución de San Francisco fue este mismo abandono de las riquezas y propuesta
radical de vida en común. Los hermanos no poseían nada y lo que tenían todo les era común. Así sigue siendo hoy la
vida en las órdenes religiosas, único refugio de un verdadero comunismo.
Sin embargo, cuando la Iglesia quiere dar respuesta a la cuestión social, con León XIII y en adelante, surge el
problema de la justificación de la propiedad privada. Forzando la tradición se afirma que la propiedad privada es un
derecho individual natural, que garantiza la libertad civil y una sociedad justa. Acto seguido, se afirma que es un
derecho no absoluto, sino que está limitado por el necesario destino universal de los bienes. Por tanto, la Doctrina
Social de la Iglesia, entre 1890 y 2020, afirmaba justo lo contrario que la tradición: la posesión común de todos los
bienes exteriores como sustento de una sociedad justa y de la libertad individual. El papa Francisco ha venido a
poner las cosas en su sitio con Fratelli Tutti, cuando en los números del 118 al 120 quiere «reproponer la función
social de la propiedad». Se hace necesario reproponer esta función porque en realidad se había perdido. El
lineamiento de la Doctrina Social con el pensamiento neoliberal en esta cuestión había roto la capacidad
crítica del cristianismo respecto del capitalismo, pues la base sobre la que se asienta el capitalismo es la
propiedad privada de todos los bienes, sin más límite que la buena voluntad de los poseedores. Por eso, las
expresiones utilizadas, especialmente por Juan Pablo II, para alinear el cristianismo con el capitalismo, desvirtúan el
Evangelio y la Tradición cristiana de prioridad del destino universal de los bienes sobre la propiedad privada de los
mismos. Es más, como el propio Santo Tomás sabía bien, no existe un derecho natural a la propiedad, pues el
derecho natural es la comunión de bienes. La propiedad de los bienes de forma particular solo se podía justificar
desde una perspectiva social, diríamos que por la dureza del corazón humano, pero no por la naturaleza misma de
los bienes y menos por la voluntad divina.
Según la Doctrina Social, hasta Francisco, el derecho a la propiedad privada es un derecho natural e insoslayable,
mientras el destino universal de los bienes es un principio moral de actuación. El derecho natural a la propiedad
privada, según esa Doctrina, es la base de una economía liberal que se fundamenta en la justicia, es decir, mediante
la legitimación de la propiedad privada, la Doctrina Social hasta Francisco ha dado carta de naturaleza al capitalismo
dentro del cristianismo, cuando el capitalismo, por su misma esencia es enemigo acérrimo de los valores evangélicos
y de la más prístina tradición cristiana. Por eso, el papa Francisco, en el número 120 afirma: “El derecho a la
propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del
destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el
funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los
prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”.
El derecho a la propiedad privada es secundario respecto al destino universal de los bienes, no es el primer principio
sobre el que se asienta una visión económica cristiana, como así lo es en Centessimus Annus o Laborens Exercens,
sino que es un derecho derivado. Dicho de otra manera, de la posesión común de todos los bienes, se deriva que
algunos bienes puedan ser poseídos por algunos, especialmente aquellos bienes que tienen que ver con la
dignidad de cada individuo. Santo Tomás identifica como necesidades de indigencia aquellas que son cubiertas por
bienes que son debidos a cada uno según esa necesidad: alimento, vestido y habitación. Hoy incluiríamos educación,
sanidad y transporte y comunicaciones. Estas necesidades generan unos derechos de propiedad sobre los alimentos
que me sostienen, la ropa que me abriga o el techo que me cobija, pero son derechos de uso, no de propiedad, su
uso se agota en su consumo. Por eso, dice Francisco, que «esto tiene consecuencias muy concretas en el
funcionamiento de la sociedad», porque el derecho natural a la comunidad de bienes debe generar políticas
económicas y sociales que lo hagan efectivo y debe limitar el uso de la propiedad privada de los bienes de
reproducción de las condiciones de vida. De esta manera evitaremos lo que el propio papa constata, que «sucede
con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia
práctica». La crítica a la prioridad que la Doctrina Social ha dado a la propiedad privada no es ni larvada, es clara y
directa. Un derecho secundario lo han convertido en el derecho fundamental y con esto se ha pervertido la esencia
misma de lo que significa la Tradición cristiana al respecto. No es que «sobre la propiedad privada pese una grave
hipoteca social», no. Se trata de que no existe propiedad privada que no derive de un derecho natural de comunión
de bienes. Es decir, quien ahora posee, lo posee porque la naturaleza o la sociedad lo han creado o producido, o
bien lo sostienen o lo recrean cada día. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a poseer nada. El derecho es a
participar de los bienes creados en función de su necesidad y de su aportación al sostén de la sociedad.
El papa quiere reproponer la función social de la propiedad porque hasta ahora esta función era más una legitimación
del orden capitalista que de la experiencia tradicional cristiana cuya fuente es el Evangelio de Jesús.
Eduardo Rojo Torrecilla. Después del Ángelus del domigo 4 de octubre, el papa Francisco explicó lo siguiente: “Ayer
fui a Asís para firmar la nueva encíclica, Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social. Se la ofrecí a Dios en la
tumba de San Francisco, en quien me inspiré como en la anterior Laudato si’. Los signos de los tiempos muestran
claramente que la fraternidad humana y el cuidado de la creación son el único camino hacia el desarrollo integral y la
paz como ya indicaron los santos papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II”.
En su introducción, el papa, tras recordar que las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han
estado siempre entre sus preocupaciones, y que durante los últimos años se ha referido a ellas “reiteradas veces y
en diversos lugares”, y así se manifestará en el texto por las numerosas referencias a intervenciones anteriores,
expone que se trata de una encíclica social que pretende ser “un humilde aporte a la reflexión para que, frente a
diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de
fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”, y que, si bien está escrita desde “mis convicciones
cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con
todas las personas de buena voluntad”.
Toda la encíclica es social, ya que se preocupa por los problemas reales y no virtuales, de nuestras sociedades, si
bien en algunos momentos se acerca mucho más a cuestiones presentes en el día a día y que nos marcan como
personas, y desde luego que con especial atención a quienes somos creyentes. Son de dichas cuestiones de las que
me ocupo a continuación, sin dejar de recomendar su lectura íntegra, porque solo así podrá apreciarse el auténtico
valor del texto, que estoy seguro de que recibirá muchas alabanzas pero también muchas críticas, y de estas últimas
no pocas, aunque sean la mayoría “en voz baja”, en el seno de la propia comunidad creyente que no desea mirar
más allá de su propia, y protegida, realidad y que no se preocupa realmente, aunque lo aparente, de la de los demás,
de “los otros”.
Muy probablemente una de las tesis principales del texto queda ya recogida en la introducción al referirse a
la pandemia de la Covid-19 y a la necesidad de actuar conjuntamente para abordarla y resolver los problemas que
nos afectan a todos, con cambios sustanciales que se dirijan verdaderamente y que presten atención a los problemas
reales de la población, en especial de aquellos que son los más desprotegidos, “los últimos”, ya que “si alguien cree
que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar
los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad”, tesis que reafirma en el capítulo cuarto al afirmar
que en la actualidad “ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia
población”.
El capítulo primero está dedicado a “las sombras de un mundo cerrado”. Nuevamente el papa manifiesta su
preocupación por el individualismo y la pérdida de comunidad, y por el deliberado olvido de la historia para
pretender, desde intereses bien definidos, construir “desde cero” la nueva realidad, a la par que vaciando de
contenido las palabras clave que han servido para construir en el pasado esa comunidad.
Por ello, a Francisco no le duelen prendas al afirmar, citando a Benedicto XVI, que la sociedad cada vez más
globalizada “nos hace más cercanos pero no más hermanos”, añadiendo por su parte que “estamos más solos que
nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria
de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El
avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero
procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes”, e
introduce ya una manifestación que provocará, una vez más, las iras de quienes dirán que el papa “hace política y no
se preocupa por sus problemas de la Iglesia”, cual es que “de este modo la política se vuelve cada vez más frágil
frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”.
La crítica al individualismo que nos rodea la hace aún más contundente en el capítulo tercero, enfatizando que “no
nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de
generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se
vuelven más globales”, alertando además de que “el individualismo radical es el virus más difícil de vencer.
Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si
acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común”.
Más contundente aún, si cabe, es su crítica a ese ya apuntado vaciado de contenido real de las palabras y de su
desarrollo efectivo, que han marcado la construcción en el pasado de sociedades cohesionadas y que ahora se
encuentran en grave peligro de “descohesión”: “Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento
crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras.
¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y
desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir
para justificar cualquier acción”. En otro momento de la encíclica se afirma con toda claridad que “nunca se avanza
sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa”.
Con dureza dialéctica explica cómo son “vaciadas” las perspectivas de mejora y cambio de la población cuando, tal
como afirma en un fragmento del capítulo segundo (“un extraño en el camino”) se nos dice que “todo está mal” y se
nos lleva al camino del desencanto y desesperanza por pensar que no puedo hacer nada para arreglarlo, siendo así,
afirma con contundencia Francisco, que “hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso
perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la
capacidad de opinar y pensar”, al mismo tiempo que le da maravillosamente la vuelta a este argumento y responde
que “las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que
favorece el sometimiento”.
Quizás, y este es solo mi muy subjetivo parecer, la tesis central, la “estrella” del documento, aparece en el apartado
127 cuando se abordan los derechos de los pueblos, en el que el papa rechaza la lógica dominante de sumisión
(obligada por razón de la deuda) y proclama que “si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo
hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad.
Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y
no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas”.
Ese “vaciado” tan criticado sirve para acallar a las voces críticas, por ejemplo, con la política sobre el medio
ambiente, de tal manera (y el papa conoce de primera mano la realidad de lo acaecido en varios países de América
del Sur) que cuando se levantan para su defensa “son acalladas o ridiculizadas, disfrazando de racionalidad lo que
son solo intereses particulares”, tesis a la que puede añadirse la manifestación de que “lo que es verdad cuando
conviene a un poderoso, deja de serlo cuando ya no le beneficia”. Manifestación que también se recoge en otros
términos cuando se resalta la necesidad de respetar el orden jurídico, que en muchas ocasiones no se hace por los
ciudadanos y países (más poderosos) de tal manera que “si la norma es considerada un instrumento al que se acude
cuando resulta favorable y que se elude cuando no lo es, se desatan fuerzas incontrolables que hacen un gran daño
a las sociedades, a los más débiles, a la fraternidad, al medio ambiente y a los bienes culturales, con pérdidas
irrecuperables para la comunidad global”.
Rechazo u olvido de las necesidades e intereses “de los otros” por parte de aquellos que más tienen, la “cultura del
descarte” en la que tantas veces ha insistido Francisco, que vuelve a recordar, y criticar, que “partes de la humanidad
parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites”, y
añade una reflexión ya centrada en el mundo del trabajo y que no es nueva porque ya lo afirmaba hace siete años, y
por desgracia hemos aprendido poco de aquella crisis que dejó a tantas personas en el camino: el “descarte” se
manifiesta de múltiples formas, y una de ellas es “la obsesión por reducir los costos laborales, que no advierte las
graves consecuencias que esto ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo expandir
las fronteras de la pobreza”; y no solo en el mundo del trabajo sino en toda la sociedad reaparece el racismo, algo
que, subraya con pleno acierto a mi parecer el papa, demuestra que “los supuestos avances de nuestra sociedad no
son tan reales ni están asegurados para siempre”.
La reivindicación del acceso al trabajo sigue siendo insistente en las tesis del papa, quien vuelve a recordar su
parecer de que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El
gran objetivo debería ser siempre permitirles ‘una vida digna a través del trabajo’. Por más que cambien los
mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad
asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque ‘no existe peor pobreza
que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo’. En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es
una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce
para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones,
para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”.
Muchas injusticias en nuestro mundo, en suma, “nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo
económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre”. Critica
Francisco la “indiferencia cómoda, fría y globalizada”, que olvida que las mejoras de unos son los sufrimientos de
otros y que olvida “que estamos todos en la misma barca”, y que ayudar al cambio mediante el apoyo de las mejoras
tecnológicas sería sin duda muy relevante, siempre y cuando, exclama, se acompañe ese avance científico y
tecnológico de “una equidad y una inclusión social cada vez mayores”.
Críticas contundentes ante el desprecio de los débiles por los poderosos, que puede tanto “esconderse en formas
populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses
económicos de los poderosos”. Y ya estoy imaginando como estarán cargándose las baterías intelectuales y
mediáticas contra el “papa rojo”, el “papa (casi) comunista”, simplemente por reiterar aquello que se está
demostrando cada vez como más evidente y mucho más durante esta grave crisis sanitaria: “El mercado solo no
resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento
pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El
neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como
único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad,
que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social”. Más contundente aún si cabe es su
afirmación de que el tan anunciado fin de la historia (tras la caída del muro de Berlín) no fue tal, y “las recetas
dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles”.
Y no se queda en la crítica de las desigualdades e injusticias, sino que aporta las reflexiones que ya hiciera en 2014
con ocasión del encuentro mundial de movimientos populares y subraya que una forma de ser solidario “es luchar
contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación
de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero”. Y trayendo a
colación a Pablo VI, enfatiza que el derecho a la propiedad privada “sólo puede ser considerado como un derecho
natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias
muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los
derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”.
Las reflexiones sobre la población migrante están bien presentes en la encíclica, continuando la línea de
pensamiento manifestada en sus intervenciones y escritos anteriores, y a la par que revindica la necesidad de tomar
en consideración las razones, muchas de ellas totalmente involuntarias (guerra, pobreza, cambio climático) que
llevan a muchas personas a buscar nuevos horizontes en busca de una vida digan para ellos y sus familias, también
critica el uso de esas personas migrantes a efectos de explotación por parte de quienes, sin ningún escrúpulo, se
aprovechan de sus necesidades, tanto en sus países origen como en los de tránsito y de destino, y pide a los
poderes públicos de aquellos países de los que provienen gran parte de las migraciones que tomen medidas para
que cualquier decisión al respecto sea voluntaria, recordando, con cita de Benedicto XVI, que “hay que reafirmar el
derecho a no emigrar, es decir a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra”, a la par que reafirma y
reivindica “la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema
del amor fraterno”.
Y para concluir estas breves notas, al leer la última parte del capítulo primero me he sentido especialmente satisfecho
por compartir con Francisco las reflexiones que efectúa, reiterando aquello que manifestó en la primera fase de la
pandemia, sobre los “prescindibles” que pasaron a ser “imprescindibles” para garantizar la salud y la
seguridad de toda la ciudadanía, y de quienes afirmé en una entrada publicada en este mismo blog el 30 de marzo
que “de la misma manera que quienes eran prescindibles (horrorosa palabra referida a personas y que solo utilizo
para dar más valor a su contraria, imprescindibles) ahora se reconoce su trabajo (de momento con palabras, y más
adelante habrá que pasar, tanto en normas legales como en acuerdos colectivos, a los hechos), también es el
momento de prestar especial atención a quienes se encuentran más desprotegidos. En esta tarea, y en el éxito de la
misma, se podrá comprobar si la solidaridad es algo más que una palabra”.
Pues bien, Francisco lo sintetizó con suma claridad en este fragmento de una intervención del mes de marzo y ahora
recuperada: “La reciente pandemia nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que,
en el miedo, reaccionaron donando la propia vida. Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras vidas están tejidas y
sostenidas por personas comunes que, sin lugar a dudas, escribieron los acontecimientos decisivos de nuestra
historia compartida: médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal
de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y
seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas… comprendieron que nadie se salva solo”.
Imagen: AFP
Las encíclicas “Lumen fidei” (2013) y “Laudato si” (2015), la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”
(2013) o sus palabras en seminarios como “Nuevas formas de fraternidad solidaria de inclusión, integración
e innovación (I+I+I)” celebrado a comienzos de este año, llevaron al Papa Francisco a convertirse en la voz
global más poderosa para cuestionar el actual poder económico mundial.
La tercera encíclica “Fratelli tutti”, fue un nuevo capítulo en este recorrido, donde no dejó tema
económico sin tocar, desde la globalización hasta el rol de los Estados y la propiedad privada, pasando
por el neoliberalismo, el populismo, las políticas de asistencia social, las finanzas, los endeudamientos
soberanos, o los pactos sociales, entre otros.
En relación a la promocionada apertura al mundo, sostuvo que “es una expresión que hoy ha sido
cooptada por la economía y las finanzas”, añadiendo que “se refiere exclusivamente a la apertura a los
intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones
en todos los países”.
Para agregar que “el avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que
se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres,
haciéndolas más vulnerables y dependientes”, con lo que “la política se vuelve cada vez más frágil frente a
los poderes económicos transnacionales”.
En otro tramo indicó que "la propaganda política, los medios y los constructores de opinión pública
persisten en fomentar una cultura individualista e ingenua ante los intereses económicos desenfrenados y
la organización de las sociedades al servicio de los que ya tienen demasiado poder”.
Modelos neoliberales
En esta encíclica realiza una fuerte crítica a los modelos neoliberales, al señalar que "el mercado solo no
resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un
pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se
presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo”
-sin nombrarlo- como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto
derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido
social”
Apunta que "el fin de la historia no fue tal, y las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante
mostraron no ser infalibles. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado
que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no
esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que
sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.
En relación a las políticas económicas globales, afirma que “se argumenta que conviene limitar la ayuda
a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte
que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran”.
Denuncia que el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso “a veces se ve
fuertemente dificultado por la presión que origina la deuda externa. El pago de la deuda en muchas
ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo condiciona fuertemente. Si bien se
mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada, el modo de cumplir
este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su
subsistencia y su crecimiento”.
Estados nacionales
De hecho, plantea que el siglo XXI "es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales,
sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a
predominar sobre la política". Avala una economía y una tecnocracia subordinada, pues afirma que "la
política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma
eficientista de la tecnocracia".
Por eso, sin dejar de "rechazar el mal uso del poder, la corrupción, la falta de respeto a las leyes y la
ineficiencia", afirma que "no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar
otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual (…) No se puede pedir esto a la economía, ni se
puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado”.
Señala la necesidad de Estados que se encuentren presentes y activos, junto con “instituciones de la
sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas
económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien
común. Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien
alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado
activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con
discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una
educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la
sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar
para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más”.
Incluso, en el apartado Reproponer la función social de la propiedad, va más allá y plantea que “si alguien
no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando” . Y cita a Juan Pablo
II al señalar que “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la
propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. Para enfatizar
que antes que su derecho, “está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda
propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su
uso”, una definición que en Argentina se vuelve clave ante las diferentes tomas de tierras.
Populismo y liberalismo
Si hay un debate que trasciende al país, es del populismo, del cual fue “acusado” hasta el mismo Papa
Francisco. No deja de mencionar que ciertas formas populistas usan a los pobres “demagógicamente para
sus fines” y que él está “lejos de proponer un populismo irresponsable”, criticando los casos donde “se
responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación”. Para apuntar también que
"a veces se tienen ideologías de izquierda o pensamientos sociales, junto con hábitos individualistas y
procedimientos ineficaces que sólo llegan a unos pocos".
Pero afirma que la pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene la
debilidad de que “ignora la legitimidad de la noción de pueblo", y "es muy difícil proyectar algo grande a
largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño colectivo”, dando cuenta del rechazo “por las
visiones liberales individualistas, donde la sociedad es considerada una mera suma de intereses que
coexisten. En ciertos contextos, es frecuente acusar de populistas a todos los que defiendan los derechos
de los más débiles de la sociedad", señalando también ciertas “formas liberales al servicio de los intereses
económicos de los poderosos”.
En otro tramo que parece apuntar al rol clave de las organizaciones sociales, plantea superar "esa idea
de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres,
nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos”.
Por último, también muestra su desencanto por la falta de aprendizaje del sistema económico global, pues
señala que "la crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más
atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la
riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen
rigiendo al mundo”. Es más, parece que las verdaderas estrategias que se desarrollaron posteriormente en
el mundo se orientaron a más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos
poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes".
Pactos sociales
Una referencia habitual en la economía son los “pactos sociales”, es decir los acuerdos entre empresarios
y trabajadores para garantizar una armonía de clases.
Según señala el Papa en su encíclica, “la paz social es trabajosa” ya que no consiste “en una paz que surge
acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío”, ya que no es “un consenso de escritorio o
una efímera paz para una minoría feliz”.
Francisco afirma que “cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo,
como si los pobres no existieran, eso en algún momento tiene sus consecuencias. Ignorar la existencia y
los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces
inesperada. (…) Por lo tanto, no se trata solamente de buscar un encuentro entre los que detentan diversas
formas de poder económico, político o académico. Un encuentro social real pone en verdadero diálogo las
grandes formas culturales que representan a la mayoría de la población”.
Concluye diciendo que “quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la
falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz. (…) Cuando la sociedad -local, nacional o
mundial- abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos
policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Si hay que volver a
empezar, siempre será desde los últimos”.
@JBlejmar