Trabajo Keylin Kamila Muñoz Varon Analisis

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LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

Magistrado Ponente

SC172-2020

Radicación: 50001-31-03-001-2010-00060-01

(Aprobado en Sala de tres de julio dos mil diecinueve)

Bogotá, D. C., cuatro (4) de febrero de dos mil veinte (2020)

En esa dirección, propuso, entre otras, la excepción de «inexistencia del negocio jurídico


por no pago». El fallo de primera instancia. El colegiado, en lo pertinente, halló demostrada
la presencia del negocio jurídico por converger sus elementos
característicos, particularmente el precio, destacando que la falta de registro no amenazaba
su existencia
ni le restaba vigor frente a los obligados. En efecto, reconoció la condición onerosa del
contrato de cesión porque su precio estaba determinado en él, pues lejos estaba de afectarlo
la imprecisión sobre la forma como éste se cancelaría, no obstante, haberse desembolsado y
recibido a satisfacción, por cuanto así lo expresaron las partes al incorporar una cláusula
donde advertían declararse «a paz y salvo por todo concepto».

Respecto al pago, señaló, contrario a lo afirmado por el a-quo, el mismo correspondía


desvirtuarlo a la demandada por ser quien alegó tal circunstancia mediante excepción. En
últimas, concluyó, la mencionada relación negocial cobró plena eficacia con el simple
consentimiento escrito de los contratantes, y porque se echaba de menos la prueba sobre la
falta de pago del precio para desvirtuar sus efectos.

RECURSO DE CASACIÓN

Lo formuló la convocada siguiendo la preceptiva de la causal primera del artículo 368 del
C. Por errores de hecho en la apreciación probatoria del tribunal, la recurrente denuncia la
violación indirecta de los artículos 1495, 1496, 1501, 1524, 1602, 1603, 1627, 1849, 1864 y
1757 del Código Civil, y 177 del Estatuto Procedimental Civil. Tergiversó la cláusula
tercera del contrato de cesión de cuotas sociales, porque el hecho de declararse las partes «a
paz y salvo por todo concepto» no era razón suficiente para acreditar el pago. Se
estructuran, en cualquier hipótesis, si resultan manifiestos, producto de la simple
comparación entre lo visto o dejado de observar por el sentenciador y la materialidad u
objetividad de los elementos demostrativos. No obstante, deben ser trascendentes, vale
decir, que hayan sido determinantes de la decisión final, en una relación necesaria de causa
a efecto.

Con ese propósito pertinente resulta señalar, como es sabido, en casación no valen las
especulaciones, ni los subjetivismos, por más argumentados que sean, pues esto sería el
producto de reeditar la apreciación probatoria, todo lo cual corresponde a una actividad
propia de las instancias. La ratio legis estriba en que el recurso apunta a combatir la
presunción de legalidad y acierto de la sentencia impugnada y no el proceso, y en
correlación, en el campo de los elementos de convicción, claro está, dentro de los límites de
la acusación, verificar si la apreciación probatoria del tribunal es o no
equivocada. Igualmente, acorde con el inciso segundo del artículo 177 del C. Así las
cosas, en materia probatoria, es principio general, quien invoca un hecho, respecto del cual
aspira a derivar consecuencias en derecho, debe acreditarlo, salvo, contadas excepciones.
La insuficiencia de cualquiera de dichos elementos no produce efecto alguno, ni habrá
venta. 2. En materia mercantil, los negocios jurídicos no resultan ajenos a los elementos
esenciales so pena de su inexistencia, por cuanto el inciso 2 del artículo 898 del C. de
Co. Conviene ahora diferenciar, el precio, del pago, entendido aquél, en su acepción
lata, como « el valor pecuniario en que se estima alguna cosa» .

En sentido jurídico, y referido especialmente al contrato de compraventa, es la


contraprestación, consistente en la suma de dinero que se entrega a cambio de la
cosa. Es, como ya se dijo y ahora se insiste, un «elemento de la esencia» de dicho acto
jurídico. La aprehensión de una cláusula, de este talante, se relaciona con la hermenéutica
de los contratos, labor que involucra para su intérprete, el deber de proteger la autonomía
de la voluntad privada, y de buscar la intención común de las partes, como un principio
orientador de la actividad deductiva contractual. En cuanto a la intención, bajo la lectura de
los artículos 1618, 1619, 1620 y 1622 del C. , corresponde indagar el querer común de los
contratantes.

Inicialmente, partió de la relación existente entre la voluntad declarada y la voluntad


interna , para establecer que si la literalidad es precisa y certera en algunos apartados del
contrato, deberán dilucidar las cláusulas sobre las cuales exista el desacuerdo
interpretativo . Luego, en providencia de 5 de julio de 1983, se recalcó la fórmula de la
diferenciación de la literalidad con la voluntad conjunta de los contratantes, al afirmar que
los enunciados claros iluminan los oscuros, por cuanto «el pensamiento y el querer de
quienes concertaron un pacto jurídico quedan escritos en cláusulas precisas y sin asomo de
ambigüedad, , tiene que presumirse que esas estipulaciones así concebidas son el fiel reflejo
de la voluntad interna de aquellos». El segundo criterio, relativo a la regla de interpretación
por la especialidad del contrato, tiene fundamento en el artículo 1621 del
C. 7504, reiterada, entre otras, el 13 de mayo de 2014 , exige realizar un «juicio de
adecuación jurídica y socioeconómica», implicando establecer cuáles son las atribuciones y
finalidades patrimoniales que ejercieron los contratantes durante el desarrollo del
contrato. Ante todo, dicha indagación, debe evidenciar que el consentimiento privado se
orientó a celebrar un contrato específico, con o sin funciones económicas, o de naturaleza
mixta, amparando así la libertad contractual de las partes, evitando analogías o extensiones
hermenéuticas no autorizadas.

El último supuesto, el atinente a «presumir las cláusulas de uso común», no es más que el
eco del artículo 1546 del C. , relativo a la presencia implícita de la condición
resolutoria. Conforme a las señaladas directrices, en punto al estudio del cargo, se advierte
que la recurrente cuestiona al tribunal porque otorgó plena eficacia al contrato de cesión de
cuotas sociales sin reparar en su inexistencia por falta de pago del precio. Lo anterior, al
tener por comprobado el pago con la cláusula tercera del convenio, en donde las partes
manifestaron encontrarse «a paz y salvo por todo concepto», aspecto que no revelaba cómo
y dónde se cancelaría el valor pactado, mucho menos si este se efectuó. De ahí que el
tribunal, ante el evidente vacío sobre la forma de pago, o la ausencia de pacto de un plazo
para el cumplimiento de dicha obligación, halló claro, en todo caso, que el precio fue
cancelado íntegramente.

La anterior conclusión, en línea con la regla interpretativa de la «intención común de las


partes» , la dilucidó el juzgador claramente de la estipulación tercera del mencionado
convenio, donde cedente y cesionario mutuamente se declaraban «a paz y salvo por todo
concepto».
Contrastado lo precedente, resulta evidente que, desde la óptica material, en ningún error de
hecho se incurrió al apreciarse el contrato de cesión de cuotas sociales, porque en
general, bien o mal, el reproche relacionado frente al precio, que al decir de la recurrente no
estaba demostrado porque "no se pagó", de modo alguno fue tergiversado ni sacado de
contexto por el ad-quem. 
Lo anotado por cuanto el asunto de la existencia del mencionado negocio jurídico no se
relacionaba ni debía fijarse con la falta de pago, sino con la determinación del precio, por
ser este un elemento esencial del contrato por virtud de su carácter gravoso, aspecto
este, que no sólo fue corroborado con la propia literalidad, sino por la conducta de las
partes, quienes nada opugnaron al respecto. Esa estructura negocial comportaba unas
obligaciones puras y simples, pues la entrega, y en especial el pago, según la estructura de
esta clase obligacional, no dependían ni se hallaban sujetos a una modalidad, en tanto no se
acordó expresamente alguna circunstancia modificatoria, de plazo, condición o modo para
el precio o el pago, que alterara su cumplimiento o exigibilidad. En efecto, dichas
prestaciones, según el mismo contrato, emergieron, se concretaron y cumplieron de
inmediato con la celebración del negocio jurídico, a pesar de que en el mismo no apareciera
clara la voluntad de las partes para denominarlas en ese sentido.

De tal modo, en los textos de las cláusulas primera y tercera, evidencia que esas
obligaciones no se sometieron a plazo, condición o modo, del cual penda su
nacimiento, cumplimiento o ejecución, colocándose las partes apenas en situación de pago
o solución inmediata, de consiguiente el nacimiento y exigibilidad entraron a
confundirse. , declarar la existencia de ese contrato y ordenar su inscripción. Dicha
afirmación, esto es, el cumplimiento del pago, probado con la mencionada
estipulación, conllevaba un hecho positivo definido, en tanto que resulta delimitado en el
tiempo y lugar, el cual supone la existencia de otro hecho opuesto o contrario de igual
naturaleza, y que per sé, incumbía también demostrarse, esto es, el incumplimiento por no
pago. En esa circunstancia, la carga de la prueba del hecho contrario estaba radicada en
cabeza de la convocada, por cuanto el actor, al afirmar que pagó el precio y acreditar este
hecho con el contrato, en concreto, estar "a paz y salvo por todo concepto", de ningún
modo relevaba al contradictor de evidenciar lo opuesto, con su sola manifestación de "no
pago", contenida en la excepción "inexistencia del negocio jurídico por no pago".

Por consiguiente, debió falsear o contraprobar la respectiva cláusula, tarea que tampoco


ejecutó, pues onus probandi incumbit actori, reus in excipiendo fit actor . En efecto, la
expresión de cumplimiento de la obligación de pago, aducida en el escrito genitor del
proceso y soportada con la correspondiente prueba, no se hallaba exenta de
demostración, por tratarse de una afirmación definida. Ahora, una afirmación será
indefinida, y por ende, excluida de prueba para quien la hace, cuando es imposible
relacionarla con circunstancias factuales específicas . Empero, el actor al formular el libelo
y al descorrer el traslado de las excepciones, coherentemente, manifestó que si
pagó, allegando como fundamento el contrato demostrativo del hecho, esto es, por estar a
"paz y salvo", especificado en la cláusula tercera.

Dicha situación, entonces, forzaba a la convocada recurrente, desvirtuar probatoriamente


los hechos de esa afirmación definida de la actora, demeritando el contrato con una prueba
en contrario del pago. Al respecto, la Corte, refiriéndose al tema de las negaciones, expuso
" que éstas se dividen en definidas e indefinidas, siendo las primeras aquéllas que tienen
por objeto hechos concretos, limitados en tiempo y lugar, que presuponen la existencia de
otro hecho de igual naturaleza, el cual resulta afirmado implícita o indirectamente, las
segundas, en cambio, no implican, ni indirecta ni implícitamente, la afirmación de hecho
concreto y contrario alguno". La imposibilidad de suministrar la prueba debe ser examinada
en cada asunto, con un criterio riguroso y práctico, " teniendo el cuidado de no confundirla
con la simple dificultad, por grande que sea " . De tal manera que, según lo ratificó esta
Sala, " las negaciones indefinidas están comprendidas entre la clase de hechos
imposibles, excluidos del tema de prueba, esto es cuando a pesar de que puedan existir o ser
ciertos no es posible acreditarlos " .
Así mismo, el cumplimiento de una prestación, como el pago, desde luego, conlleva la
existencia de un hecho contrario, como es el incumplimiento, ambas cosas, por lo
tanto, susceptibles de acreditación. En este evento, se trata de hechos definidos
relacionados con una prestación, sujetos al régimen relacionado con el deber de
probarlos, sentado de modo general en el artículo 1757 del C. En el caso, si el demandante
demostró no solo la existencia de la obligación de pago, sino su consecución contra la
convocada, esto es, a través de la cláusula tercera del acuerdo de cesión de cuotas de
participación, donde las partes manifestaron encontrarse «a paz y salvo por todo
concepto», resulta desacertado sostener que aquél también le concernía explicitar los
pormenores y el alcance de dicha estipulación. De esa manera, acorde con la norma
transcrita, le bastaba afirmar y evidenciar la existencia y cumplimiento con la aserción de
«paz y salvo» contenida en el contrato, para que la prueba del hecho positivo definido
contrario, que no indefinido, se trasladara a quien de manera efectiva debía desvirtuar la
ejecución de la prestación. Por tanto, la constancia expresa de los contratantes declarándose
«a paz y salvo por todo concepto», de donde asumió el tribunal que el precio lo recibió la
cedente a satisfacción, no podía rebatirlo esta con el simple dicho de que ningún
desembolso se hizo por parte del cesionario, pues desconocería su propia aserción dejada
sin ninguna condición en la literalidad del acuerdo, requiriendo para tal efecto, haber
desplegado con arrojo todos los medios de prueba a su disposición con el fin de restarle
valor.

DECISIÓN

En la liquidación respectiva, inclúyase la suma de tres millones de pesos , por concepto de


agencias en derecho, teniendo en cuenta que el libelo de casación no fue replicado.

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