Foscarini - 2010
Foscarini - 2010
Foscarini - 2010
La clasificación
de documentos
basada en funciones:
comparación de la teoría
y la práctica
Fiorella Foscarini
Facultad de Información de la Universidad de Toronto
E-mail: fiorella.foscarini@utoronto.ca
Traducción de Alejandro Delgado Gómez
42 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
Los hallazgos de una reciente investigación de estudio de caso múltiple re-
alizada por la autora en cuatro bancos centrales de Europa y Norteamérica con-
firman que el rol y las características de la clasificación de documentos a menu-
do son malinterpretados, el significado de función, actividad, proceso de negocio,
etc., no se comprende bien, y, por tanto, los practicantes encuentran difícil de
aplicar la metodología basada en funciones (Foscarini, 2009).
Innovar o morir 43
transacción de negocio, actividad, o procedimiento dados, independientemente
de su estado de transmisión, forma, o valor, se unirían incrementalmente en uni-
dades físicas y lógicas discretas, llamadas dosieres o expedientes, que luego serí-
an a su vez agregados orgánicamente de acuerdo con diversos criterios homogé-
neos (p. ej., nombres de personas u órganos corporativos, unidades geográficas,
asuntos temáticos, fechas). Este sistema –también conocido como Registra-
tursysteme– es el primer ejemplo de un método sistemático para clasificar docu-
mentos siguiendo un Aktenplan (esto es, un sistema de archivo) comprensivo y
basado en asuntos y funciones (Lodolini, 1992, 76-80)1.
A comienzos del siglo XIX, el sistema alemán se había extendido por gran
parte de la Europa continental gracias a las conquistas de Napoleón, cuyo apara-
to administrativo lo adoptó y mejoró combinando las capacidades de clasifica-
ción y registro en una sola herramienta. La identificación y la preorganización sis-
temáticas de toda la correspondencia de entrada y de salida se extendieron pos-
teriormente para cubrir también los documentos internos. Con estos ajustes, la
clasificación se convirtió en el corazón del sistema administrativo napoleónico,
que puso mucho énfasis en la gestión de documentos.
En Italia, por ejemplo, el sistema de doble cara llamado sistema protoco-
llo/titolario (registro de protocolos/sistema de clasificación) todavía se considera
como el componente central de aquellos sistemas de gestión de documentos que
se califican como “fiables”. Por este motivo, su uso es obligatorio para todos los
órganos públicos. Introducir un documento en el sistema significa certificar el
momento exacto en que el documento es publicado o recibido, para identificar-
lo de manera única, y colocarlo, por medio de la clasificación, dentro de su con-
texto procedimental y documental. Dentro del sistema jurídico italiano, el regis-
tro descrito se considera un “acta pública”, esto es, un documento mismo, a ser
conservado indefinidamente en virtud de su valor como “la más alta evidencia”
ante un tribunal (Romiti 1995).
Raffaele De Felice, el archivero italiano que de manera más extensa ha
discutido el asunto de la clasificación de documentos tanto desde una perspecti-
va conceptual como metodológica, describió la “clasificación sistemática por
competencia” como un “método orgánico, lógico y coherente”, basado en la na-
turaleza de las competencias atribuidas por ley a cualquier autoridad pública, por
la que “el propósito y los medios de cada oficina, o de cada conjunto de activi-
dades, se vuelve evidente” (De Felice, 1967, 74).
Aunque De Felice no definió el término “competencia”, y realmente lo uti-
lizó de manera intercambiable con actividad, función y oficina (De Felice, 1988),
se puede decir que un sistema de clasificación estructurado “por competencia” es-
tará “basado en funciones” en la medida en que la estructura organizativa se co-
rresponda con la jerarquía de funciones y actividades atribuida a una entidad dada.
Este tipo de clasificación necesariamente muestra una baja tolerancia hacia el
44 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
cambio administrativo, porque su flexibilidad está restringida por el entorno orga-
nizativo que realmente informa su estructura. De hecho, los cuadros de clasifica-
ción actualmente utilizados por la mayoría de las autoridades públicas italianas,
que fueron desarrollados (ya explícita, ya implícitamente) de acuerdo con una
aproximación basada en la competencia, revelan todos una composición que se
parece íntimamente a la estructura organizativa del creador.
Innovar o morir 45
En los escritos del teórico archivístico británico Sir Hilary Jenkinson, se
puede encontrar evidencia del alineamiento de función y estructura, típico de las
primeras organizaciones burocráticas. Es en este contexto en el que deben leerse
afirmaciones como las siguientes, para que no suenen tan incoherentes como pa-
recen ser:
Las series de archivo siempre deben referirse a alguna Función Administrativa,
porque sin esta ellas mismas nunca vendrían a la existencia (Jenkinson, [1937]
1965, 111).
... una Clase [(esto es, el nivel más alto de un sistema de clasificación) se co-
rresponderá con]... la división de la oficina que la produjo. (Jenkinson, [1943]
1980, 201).
46 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
Como alternativa, reconoció la posibilidad de referirse a la estructura de
la organización como criterio para la clasificación, dada la usual correspondencia
entre organización y función, aunque
tal división en clases organizativas es posible y aconsejable solo en gobiernos
cuya organización es estable y cuyas funciones y procesos administrativos están
bien definidos (Schellenberg, 1956, 56).
Innovar o morir 47
de funciones operativas distintivas de cada agencia, el sistema general es muy fle-
xible y permite la interoperabilidad.
La principal ventaja de estos sistemas se deriva del hecho de que, aso-
ciando cada nivel inferior del cuadro de clasificación con un período de reten-
ción, la clasificación queda completamente integrada con un plan de conserva-
ción. Los plazos de conservación facilitan la gestión del ciclo de vida de los do-
cumentos, guiándolos a lo largo de una cadena establecida de responsabilidades,
y funcionando como un “filtro” que tiene en cuenta los valores operativos, lega-
les y de potencial largo plazo atribuidos a los documentos.
Sin embargo, desde un punto de vista metodológico, el permitir que los
plazos de conservación o la gestión del ciclo de vida de los documentos –que no
son objetivo primario de la clasificación– influyan en el diseño de la clasificación
puede dar como resultado un cuadro que sacrifique necesidades actuales a poten-
ciales necesidades futuras e imponga un orden “artificial” sobre los documentos.
Un análisis en profundidad de los cuadros de clasificación canadienses aquí dis-
cutidos revela en efecto que la aproximación funcional declarada está, en algu-
nos casos, subordinada a los requisitos de los plazos de conservación.3 En general,
estos sistemas son ciertamente efectivos gracias al número de funcionalidades que
proporcionan dentro de una herramienta integrada. Sin embargo, ninguno de
ellos constituye realmente un buen ejemplo del resultado del análisis funcional
en el sentido adecuado (Sabourin, 2001, 140-45).
A finales de los años noventa del siglo XX, el Archivo Nacional de Cana-
dá (hoy en día Library and Archives of Canada), lanzó un proyecto para la revi-
sión de su sistema de clasificación de documentos, con el fin de alinearlo con las
nuevas políticas adoptadas por las autoridades, que se basaban en una metodolo-
gía de valoración funcional conocida como macrovaloración4. El resultado de este
proyecto fue el Business Activity Structure Classification System (BASCS), un siste-
ma basado simplemente en las funciones que descansa sobre la aceptación de que
la secuencia de pasos procedimentales tal y como se describen y a menudo se de-
terminan en la legislación u otros instrumentos reguladores, potencialmente con-
forma la estructura de cualquier clase atribuida de actividad. Con la expresión Es-
tructura de Actividad incluida en el acrónimo BASCS, sus desarrolladores se refe-
rían exactamente a la descomposición de funciones y actividades de acuerdo con
un orden tanto jerárquico como secuencial, descendiendo hasta las unidades ele-
mentales que corresponden a los pasos, o transacciones, que generan los expe-
dientes reales. De acuerdo con esta aproximación, esto último reflejaría así el de-
sarrollo natural, prescrito o lógico, de cada actividad ejecutada por una agencia.
48 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
tal aproximación puede dar como resultado algún tipo de sistema abstracto y auto-
referencial, una clasificación que reflejaría las funciones de la organización, pero
que sería totalmente incapaz de capturar los modos de llevar a cabo el trabajo en
una oficina real. Esto muestra solo una de las limitaciones de una interpretación
estricta de la aproximación funcional a la clasificación.
Una segunda deficiencia se refiere al hecho de que no toda actividad úni-
ca se comporta como un proceso estructurado y repetitivo. Existen áreas del de-
sempeño humano, la investigación académica, la enseñanza, o la ejecución artís-
tica, que por el contrario, tienen la característica de ser creativas e impredecibles,
así que las actividades relevantes no siguen ninguna secuencia preestablecida, li-
neal o cíclica, de pasos. Esto implicaría que una aproximación puramente fun-
cional a la clasificación está destinada al fracaso debido a su propio carácter abs-
tracto y a su “perfección”.
Una última consideración, relacionada con el documento, inspirada por
el modelo canadiense es que, en un entorno del mundo real, no todo paso que
conforma un proceso está constreñido a generar un fichero de transacción dis-
tinto. Puede que algunas oficinas encuentren más conveniente para los fines de
sus negocios, por ejemplo, mantener todos los documentos generados por todo un
proceso, o incluso toda una función, juntos en un solo fichero. En tal caso, el ni-
vel superior de actividad, no el nivel de transacción, debería ser etiquetado como
el punto de entrada para la creación del fichero. Si el principal conductor del di-
seño de la clasificación es un flujo de tareas, más que el flujo de documentos o las
necesidades del usuario, los niveles inferiores del cuadro tienden a devenir de-
masiado detallados y, como tales, pueden causar excesiva fragmentación de fi-
cheros. Como consecuencia, puede que los usuarios encuentren complicada de
aplicar la clasificación, y puede que los gestores de documentos tengan dificulta-
des para mantenerla actualizada5.
Los cuatro bancos centrales que participaron en los estudios de caso realizados
por la autora6 fueron cuidadosamente seleccionados sobre la base de los siguien-
tes criterios primarios:
• Las organizaciones tenían que estar utilizando, o en proceso de desarro-
llar, sistemas de clasificación de documentos de los que se considerara
que se basaban en funciones.
• Cada organización tenía que pertenecer a ser posible a un diferente “tipo
de burocracia” de acuerdo con la categorización de Geert Hofstede.7
Innovar o morir 49
Líneas de investigación
Para permitir un análisis comparativo de los datos cualitativos recogidos en el
curso de los estudios de múltiples casos realizados en las cuatro organizaciones se-
leccionadas, la autora confió en unas pocas líneas de investigación, que fueron
parcialmente establecidas sobre la base de su revisión de la literatura y parcial-
mente emergieron durante el trabajo de campo realizado in situ.
• La primera de tales líneas de investigación implicaba conseguir una
comprensión del rol de la gestión de documentos (incluidos la gestión
de documentos y los archivos, tanto basados en papel como electróni-
cos) dentro de cada organización examinada. Esto incluía analizar las
percepciones del valor asignado por la organización a sus documentos y
a las personas que cuidan de ellos.
• Una segunda línea principal de investigación se refería a la investiga-
ción del número, tipología y calidad de cualquier proceso y control exis-
tente de gestión de documentos (p. ej., cuadros de clasificación de do-
cumentos corporativos y estructuras individuales de directorios, calen-
darios de retención, índices, planes de recuperación de desastres, siste-
mas de gestión de correo electrónico, y diversas funcionalidades de sis-
temas de gestión de documentos electrónicos [SGDE]).
• Tercero, este estudio se enfocaba sobre la implicación de los usuarios en
las fases de desarrollo e implantación del sistema de clasificación, y uso
de un SGDE, incluido un análisis de la formación recibida por esos usua-
rios. Era convicción de esta investigadora que estas fases son cruciales
para comprender el modo en que las personas adoptan un sistema o tec-
nología dados, y por qué ocurren usos y adaptaciones específicos de tales
“artefactos” en circunstancias dadas8.
• Finalmente, el último, y más central, de los aspectos analizados fue la cla-
sificación y la función, con el fin de proporcionar algunas percepciones
sobre el propósito de la clasificación de documentos y la comprensión de
la aproximación funcional a la clasificación en los entornos estudiados.
50 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
como una mera herramienta de recuperación de la información. Todos ellos es-
taban de acuerdo en que un sistema basado en funciones, al ser bastante com-
plejo y no intuitivo, no es satisfactorio desde el punto de vista del “archivar-y-
encontrar”.
En una organización, que se caracterizaba por un programa bien estable-
cido para la gestión de documentos en papel, los gestores de documentos com-
partían el punto de vista de que la clasificación era una poderosa herramienta
mediante la que podría lograrse una gestión integral del ciclo de vida de los do-
cumentos. Sin embargo, la experiencia también les enseñó que, para satisfacer las
necesidades de los usuarios, tenía que soportar una estructura menos compleja en
el SGED, entendiendo que las dos estructuras podrían unirse algún día.
En solo un caso, gracias a unas circunstancias ambientales que favorecían
una ejecución de negocios bastante estructurada, la clasificación se diseñó para
que fuera el marco funcional donde los usuarios directamente almacenarían y or-
ganizarían sus documentos, para obtener una gestión integrada de los procesos
documentales y los procesos de negocio, y finalmente para formar el archivo de
la organización.
Independientemente de “cuán funcionales” fueran realmente los cuadros
de clasificación analizados, solo unos pocos eran potencialmente capaces de sa-
tisfacer el propósito primario que la teoría archivística asigna a la clasificación
(esto es, establecer y fijar la red original de relaciones que cada documento man-
tiene con cualquier otro documento relacionado y con la actividad que los gene-
ró). En la mayoría de los casos, la acumulación de documentos, o era completa-
mente azarosa, o tenía alguna lógica “estructural”, que se correspondía o con el
siempre cambiante entorno organizativo, o con la configuración incidental de los
derechos de acceso de los usuarios a la documentación, que a su vez estaba ali-
neada con la estructura organizativa y/o la categorización de seguridad de tipos
dados de documentos.
Innovar o morir 51
Otra consecuencia de integrar la clasificación en los sistemas electrónicos,
ha sido que la distinción entre “clases” y “ficheros” se ha vuelto poco precisa e in-
cluso más confusa de lo que nunca fue en el mundo en papel. En este último, la
materialidad de los ficheros siempre podía decir dónde estaba el límite. Una “car-
peta” electrónica, per se, podría jugar tanto el rol de un elemento preestablecido,
estructural del árbol de clasificación, como el de un “contenedor” ad hoc para los
documentos realmente generados por las funciones y actividades representadas
de manera abstracta en la clasificación. Solo mediante reglas específicas que se
incluirían dentro de las propiedades estructurales de una tecnología dada, el acto
de clasificar y el acto de archivar todavía podrían distinguirse con claridad. En-
tre todos los casos examinados, solo uno había diseñado un sistema donde la car-
peta de clase fija y las carpetas de fichero variables estaban “física” y conceptual-
mente separadas.
52 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
banco. Este caso ejemplar tenía en cualquier caso que enfrentarse a las limitaciones
que aparentemente todos los casos estaban experimentando al desarrollar sus dise-
ños funcionales, fuera cual fuera la estrategia que siguieran.
En primer lugar, eliminar cualquier residuo de la estructura organizativa
de un cuadro de clasificación parecía ser imposible. No solo los usuarios medios,
sino también los gestores de documentos estaban inevitablemente sujetos a la in-
fluencia de las estructuras en las que vivían, de modo que les era natural adecuar
los elementos funcionales y organizativos, incluso si tal ajuste iba contra cual-
quier lógica funcional. Por supuesto, cuanto más estructurada está una organiza-
ción siguiendo un modelo funcional, más fácil es mantener una aproximación co-
herente en todo el cuadro. Sin embargo, como probaron los hallazgos de este es-
tudio, algunas cuestiones “políticas” también podían influir en las decisiones del
desarrollador de la clasificación.
Todos los casos examinados parecían haber encontrado obstáculos simila-
res a las aproximaciones “puristas” en la fase de implantación de sus respectivos
sistemas. Independientemente de su conducta abierta y transparente, los depar-
tamentos en todas partes reclamaban que necesitaban algún tipo de espacio “pri-
vado” en la clasificación donde pudieran almacenar, de manera invisible para
otros departamentos, documentación de mero valor interno. Los gestores de do-
cumentos entrevistados encontraron aceptable esta excepción porque pertenecía
simplemente a documentos que se consideraban efímeros por naturaleza (p. ej.,
copias de documentos ya archivados en áreas funcionales del cuadro; documen-
tos que tenían contenido irrelevante, como planes de vacaciones, etc.).
Además de eso, todo lo que tenía que ver con actividades de funciones
transversales (p. ej., un proyecto que implica a más áreas de negocio), estructu-
ras (p. ej., comités y grupos de trabajo conformados por personas con formación
y afiliaciones heterogéneas), o modi operandi (p. ej., procesos basados en la toma
de decisiones de una reunión), generaría documentos y expedientes que, debido
a su naturaleza cooperativa y de múltiples fuentes, no podrían ser capturados fá-
cilmente por ninguna estructura funcional ni organizativa. Realizar duplicados de
esos “objetos fronterizos” en varias áreas del cuadro de clasificación (o estructura
de directorios) parecía ser la única solución posible para todos los sujetos de este
estudio de caso. De hecho, esa actitud fue revelando la ausencia generalizada de
una “verdadera aproximación funcional”, donde “verdadero” no solo se refiere al
cuadro que incluye solo términos funcionales, porque esto último siempre podría
estar sujeto a interpretaciones “estructurales”. “Verdaderamente” funcional sig-
nifica que los departamentos o unidades no se perciben como “propietarios” de
ninguna parte del cuadro, y por tanto todas las clases, así como todos los fiche-
ros, son potencialmente accesibles y activamente utilizables por cualquiera en la
organización (excepto aquellas clases o aquellos ficheros que requieren restric-
ciones de acceso por motivos específicos).
Innovar o morir 53
Lo que una aproximación funcional en sentido propio no puede tolerar es
una conducta no compartida, y todos los casos analizados mostraban similares li-
mitaciones con respecto a la voluntad de los individuos de compartir “su” infor-
mación. No era cuestión de capacidades técnicas, dado que en los SGED utiliza-
dos por esas organizaciones se incluían poderosas herramientas de colaboración.
La naturaleza confidencial, si no secreta, de gran parte de los asuntos tratados por
los bancos centrales podría haber contribuido a tales entornos cerrados.
Conclusión
La revisión de la literatura sobre gestión de documentos y archivística resaltó el
hecho de que, aunque se promueve una aproximación funcional a la clasificación
de documentos, ni el concepto de función ni el modo de analizar lo que una or-
ganización hace se explican minuciosamente en la teoría. Lo mismo puede de-
cirse con respecto a la naturaleza y propósito de la clasificación. El diseño, la im-
plantación y el mantenimiento de un cuadro de clasificación basado en funcio-
nes parece ser por tanto más un arte que una metodología establecida. Esta falta
de una guía clara confunde obviamente a los usuarios y les hace adoptar varias
aproximaciones “prácticas”.
Los resultados del estudio empírico realizado por la autora parecen confir-
mar que, para satisfacer el propósito que la teoría archivística asigna a la clasifi-
cación, esta última debe tener una estructura basada en funciones. Sin embargo,
satisfacer este requisito no es suficiente, por el hecho de que, para ser eficaz al es-
tablecer y perpetuar el “vínculo archivístico” entre los documentos, la estructura
funcional tiene que ser concebida como el principio de organización primario
que determina, de una vez para siempre, el modo en que los documentos se acu-
mulan en el sistema.
Con las posibilidades ofrecidas por los sistemas electrónicos, surge un cier-
to número de riesgos. Uno es que, cuando la estructura de carpetas utilizadas para
archivar los documentos sigue un principio basado en la organización o simple-
mente se deja a los usuarios que la definan y redefinan de acuerdo con sus nece-
sidades individuales, podría devenir imposible comprender el significado de los fi-
cheros así ordenados una vez que su uso actual ha terminado, o reconocer una es-
tructura coherente en el archivo que está siendo formado de modo tan casual y
altamente personalizado. Otro riesgo se refiere a la pérdida de la noción de clasi-
ficación como separada del archivado.
Una de las principales conclusiones alcanzadas por el estudio del que aquí
se informa es que una aproximación funcional –esto es, una aproximación que
presupone ir más allá de los límites artificiales de cualquier estructura organizati-
va existente y que promueve por sí misma el compartir y la comunicación– no
54 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
puede aplicarse con éxito si la organización no está lista para ello. Todos los ges-
tores de documentos que participaron en esta investigación se habían adherido
al mensaje de transparencia, apertura y colaboración que subyacía a sus políticas,
y lo habían anidado en la última generación de herramientas de gestión de in-
formación y documentos. Sin embargo, no tenían poder contra la fuerte resis-
tencia de los departamentos “impermeables”. Hubiera sido necesario un proceso
de gestión del cambio, comprensivo y riguroso, capaz de afectar a las estructuras
profundas de las culturas organizativas existentes para garantizar un buen ajuste
de la clasificación funcional con su entorno.
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56 Fiorella Foscarini > La clasificación de documentos basada en funciones: comparación de la teoría y la práctica
Notas
1
Un fallo importante del sistema alemán era el que la clasificación se aplicaba a posteriori, esto es, cuando
la actividad a que los documentos hacían referencia había concluido y el expediente relevante se había
transferido a un registro central, en lugar de ser concurrente con la creación de los documentos y el desa-
rrollo de la actividad que los generó. Como consecuencia, el “orden original” de los documentos se creaba
de algún modo artificialmente a efectos de control administrativo (Duranti, 1997, 55-58).
2
Véase, por ejemplo, (Shepherd y Yeo, 2003).
3
Clases como “Políticas” o “Contratos”, por ejemplo, que no se relacionan con ninguna función específi-
ca, parecen significar que se crean series tipológicamente homogéneas a efectos de conservación.
4
Para más información sobre el modelo de la macrovaloración, véase (Cook, 1992, 38-70).
5
Estas y otras observaciones basadas en su análisis de la literatura (que implicó lecturas de una muestra
más amplia que la aquí analizada) apoyaron la formulación de las cuestiones e hipótesis a investigar que
guiaron la investigación de tesis de la autora.
6
En el momento de su investigación de tesis, la autora era archivera senior en el European Central Bank
en Frankfurt am Main. Esta afiliación le ayudó a ser aceptada como investigadora en los cuatro bancos cen-
trales elegidos. La identidad de los mismos no será revelada para proteger la confidencialidad y el anoni-
mato de los datos recogidos.
7
El sociólogo Geert Hofstede identificó cinco “dimensiones” principales que determinarían la “naturale-
za” de cualquier grupo humano. Basándose en dos de estas dimensiones (esto es, distancia del poder y evi-
tación de la incertidumbre), categorizó las organizaciones en cuatro tipos básicos de los que es muy proba-
ble que estén asociados con diferentes países. Estos tipos son: 1) Burocracia personal, o modelo familiar (tí-
pica de China, Singapur y otros países asiáticos); 2) Burocracia total, o modelo piramidal (común en los
países latino-mediterráneos); 3) Burocracia de flujo de tareas, o modelo de la máquina bien engrasada (en-
contrada principalmente en países germano-parlantes y en Finlandia); y 4) Implícitamente estructurada, o
modelo de mercado (típica de los países anglo-sajones, Escandinavia y Holanda) (Hofstede, 2001, 375-77).
Este segundo criterio hizo posible que la investigadora comparara diferentes culturas organizativas y estilos
de trabajo, incluidas prácticas relevantes de gestión de documentos, para iluminar las características de la
relación función-documento en cada entorno diferente. Este ensayo, sin embargo, no elaborará más este
aspecto, puesto que su propósito es el de discutir el punto de vista de los practicantes de la clasificación y
la función revelado por las prácticas de gestión de documentos de los sujetos examinados, independiente-
mente de cualquier cultura organizativa específica subyacente.
8
Este tipo de análisis ha sido inspirado por la lectura de la teoría de la estructuración de Giddens (Giddens,
1984) y su extensión conocida como teoría de la estructuración adaptativa (DeSanctis y Poole, 1994).
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