Historia de La Gestion Documentaria
Historia de La Gestion Documentaria
Historia de La Gestion Documentaria
En 1956 Schellemberg distinguía entre los profesionales que trabajaban con los documentos
de uso inmediato e intermedio, identificándolos como gestores documentales, y los
profesionales que trabajaban con los documentos de valor secundario o histórico,
reconociéndolos como archiveros.[1]
Sin dudas, desde la Antigüedad las personas han registrado sus ideas, comportamientos,
actividades a través de documentos en diferentes soportes. De esta manera se han establecido
diferentes medios para transmitir información. Sin embargo los soportes en que se registra esa
información se han diversificado y han evolucionado hasta el presente. Cada vez se hace más
necesario conservar la documentación valiosa que permita a individuos y organizaciones
desempeñarse cada vez mejor y enfrentar los incesantes cambios del entorno.
De manera general se considera que el documento de archivo transita por tres edades:[2]
Edad activa: documentos con vigencia administrativa y con un alto grado de uso. Se
conservan en los archivos de gestión o de oficina.
Edad semiactiva: los que continúan vigentes pero resultan de poca consulta, y se
transfieren a un archivo general.
Edad inactiva: documentos que han perdido su vigencia administrativa. Tienen dos
posibles destinos: el archivo histórico para los documentos con valores permanentes y
la destrucción para aquellos que no poseen ninguna valía.
Esta concepción, que ha alcanzado fuerza en los últimos años, otorga integridad a la
archivística, complementando las herramientas de la gestión documental con las del
tratamiento tradicional de la documentación, propio de los archivos de documentos
permanentes. En Cuba,la gestión documental ha tenido un insuficiente desarrollo. Los
diferentes censos, diagnósticos e investigaciones realizados por el Archivo Nacional de Cuba,
han mostrado la escasa existencia de archivos en nuestras administraciones y la acumulación
de grandes volúmenes documentales sin ningún tipo de tratamiento.
Por esta razón, buena parte de los archivos administrativos existentes no pasan de ser
depósitos de papel, completamente ajenos a las necesidades informativas de las
organizaciones y concebidos en función de la conservación de los documentos para su
utilización sólo como fuentes de investigación histórica. Esta situación se hace compleja con el
acelerado proceso de introducción de las nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones, que nos enfrentará con un nuevo y delicado problema: el acceso y gestión de
la información contenida en los documentos electrónicos, producidos en los más variados
formatos, que puede derivar en la aparición de nuevos “almacenes”, con defectos mucho más
nocivos para las organizaciones que los de papel, por su carácter virtual.
Según Antonia Heredia cuando en su definición de archivo los reconoce como conjuntos de
documentos acumulados en un proceso natural por una persona o institución pública o
privada en el transcurso de su gestión, conservados, respetando aquel orden. Este carácter de
conjuntos documentales orgánicos portadores de información y acumulados de forma natural,
otorga una articularidad distintiva al documento de archivo, pues este no es el resultado de un
acto espontáneo o intencional, sino que es la consecuencia de la plasmación en los
documentos de la actividad propia del sujeto que los produce, se generan como reflejo de sus
atribuciones, funciones y competencias, lo que los convierte en testimonio o prueba de sus
propias actuaciones.
6. La causa o el motivo que da origen a un documento de archivo nada o poco tienen que
ver con las demandas futuras de la información que contiene y que, en muchos casos,
serán divergentes entre sí.
Todo documento de archivo representa un contenido, un contexto y una estructura especifica.
La representación del contenido informativo de los documentos de archivo no es completa si
no se ofrece, también, información relacionada con el contexto específico en que estos fueron
generados, y con su tipología documental.
El respeto a la estructura del fondo y al orden natural de los documentos en el interior del
mismo es el respeto a la estructura que dicha institución dio en origen a los documentos que
integran dichos fondos. Es por ello que para respetar el doble valor emanado de las
características particulares de la génesis del documento de archivo, el archivero debe
comenzar el tratamiento de la documentación por lo que se ha denominado fase de
identificación. Esta fase consiste en la investigación y sistematización de las categorías
administrativas y archivísticas en que se sustenta la estructura de un fondo o sea, se debe
identificar con claridad tanto al sujeto productor de los documentos o formador del fondo (sus
estructuras, funciones, competencias, facultades) y las categorías en las que se agrupan los
documentos que conforman dicho fondo (los tipos y las series documentales)