Entrevista A Coetzee
Entrevista A Coetzee
Entrevista A Coetzee
23 de marzo de 21013
Doce preguntas a J.M. Coetzee
LITERATURAInvitadopor la Universidad Central, el nobel de Literatura
sudafricano estará en Bogotá del 8 al 10 de abril para participar en un
seminario sobre su obra. Antes de su llegada respondió las preguntas
de Luis Fernando Afanador, de SEMANA.
John Maxwell Coetzee adoptó la nacionalidad australiana en 2006 y actualmente vive en Adelaida.
Foto: AFP
El Premio Nobel de Literatura otorgado a John Maxwell Coetzee en 2003 no fue polémico. El
reconocimiento a su obra era unánime y sigue siéndolo: cada nuevo libro suyo despierta
interés y anima el debate intelectual. El escritor sudafricano actualmente vive en Adelaida –
adoptó la nacionalidad australiana en 2006– ya retirado de la enseñanza: durante muchos
años fue profesor de Pensamiento Social en la Universidad de Illinois.
También dio clases de Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad Estatal de Nueva York,
en Búfalo, y en Ciudad del Cabo, donde nació en 1940. Coetzee proviene de un núcleo
afrikáner –holandeses afincados en Sudáfrica– aunque fue educado en la comunidad inglesa
a la que nunca se integró del todo. Las relaciones con su país natal no han sido las mejores.
Siempre se sintió un exiliado. Desaprobaba el apartheid y al Partido Nacionalista, pero
tampoco se identificaba con los negros, su sed de venganza y consignas como “los vamos a
tirar al mar”.
Sin embargo, por más que intente escapar, su país lo persigue y es el tema obsesivo de gran
parte de su obra. Tal vez por eso el racismo, el odio, la venganza, la miseria, la injusticia y la
violencia atroz –los temas propios de la sociedad del apartheid y el postapartheid– los ha
abordado de una manera indirecta, muy distinta a la forma en que lo hace su compatriota, la
escritora Nadine Gordimer.
John Maxwell Coetzee: No estoy muy seguro de qué quiere decir ‘una sociedad viable’.
Sudáfrica es un país considerablemente desarrollado y potencialmente rico con una población
de más de 40 millones de habitantes. No veo por qué sus ciudadanos no puedan tener un
futuro próspero, a pesar de las diferencias del pasado.
L. F. A.: Pero lo cierto es que no quiso más hacer parte de ese “futuro
próspero”. Le pregunto de qué manera ha enriquecido su obra el hecho
de convertirse en un ciudadano australiano y vivir en ese país:
J. M. C.: Este comentario se aplica menos a mi trabajo más temprano que al más reciente,
el cual ha estado caracterizado por la mezcla de géneros que usted menciona. Por ejemplo,
‘Elizabeth Costello’ tiene el subtítulo ‘Ocho lecciones’, y a primera vista no es claro si se
deben leer como historias o como ensayos. Uso la palabra ‘lección’ en el mismo sentido que
Bertolt Brecht usa la palabra ‘Lehrstück’, esto es, una acción dramatizada con un propósito
didáctico implícito.
J. M. C.: La respuesta corta es no. No creo que la división de los géneros sea don de Dios.
En febrero de 2006 Coetzee publicó en The New York Review of Boooks una reseña sobre
Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez, titulada La bella durmiente. Allí, el
escritor sudafricano abordaba el tema de la paidofilia –el deseo de un hombre mayor por niñas
menores de edad– presente en la mencionada novela del escritor colombiano y en otra
anterior, El amor en los tiempos del cólera. Coetzee celebraba la valentía de García Márquez
al defender la paidofilia –aunque no la comparta– y mostrar que esta no tiene que ser “un
callejón sin salida para el amante y la amada”. A juicio de Coetzee, el gran logro del escritor
colombiano en Memoria de mis putas tristes consistió en haber demolido el muro que se
levantaba entre la pasión erótica y la pasión de la veneración o culto de la virgen, sincretismo
de gran arraigo en los países de tradición cristiana y en especial en el sur de Europa y en
América Latina.
L. F. A.: Lo cierto es que el tema de la atracción de un hombre mayor por
una mujer joven también aparece en varias novelas de Coetzee. ¿Ese es
uno de sus demonios de escritor u otra provocación contra la
corrección política?
J. M. C.: El texto es una historia titulada La vieja señora y los gatos. La vieja señora es
Elizabeth Costello.
Para quienes no la conocen esta “vieja señora” es un álter ego –y a veces mala conciencia–
de Coetzee, que ya ha sido un personaje de dos obras anteriores. Tiene 66 años y es autora
de varias novelas, libros de poesía, ensayos y artículos periodísticos. Sin embargo, la obra
que la lanzó a la fama y generó “una pequeña industria crítica” alrededor de ella fue su cuarta
novela, La casa de Eccles Street, cuyo personaje es Marion Bloom, la esposa de Leopold
Bloom en Ulises, de James Joyce. Terca, obsesiva, indomable, esta señora casi
septuagenaria –a la manera de un Quijote que lucha con molinos de viento– defiende sus
ideas ante auditorios adversos. Bueno saber que la señora Costello seguirá dando lora.
J. M. C.: De hecho viajo muchísimo. El año pasado tuve el placer de conocer por primera
vez al profesor Isaías Peña Gutiérrez, que estaba de visita en Australia y quien amablemente
me invitó a Bogotá para participar en una conferencia académica dedicada a mi obra. Estoy
contento de haber aceptado su invitación.
L. F. A.: Finalmente, quiero satisfacer una curiosidad. En Diario de un
mal año hay un escritor mundialmente reconocido que nació en
Sudáfrica, se llama John, vive en Australia y escribió un libro titulado
Esperando a los bárbaros. Sin embargo, su vecina, la señora Sanders,
cree de verdad que él es un escritor colombiano. ¿Para quién es ese
guiño?
J. M. C.: Me temo que no me acuerdo por qué la vecina cree (equivocadamente) que el
señor C es de Colombia. Lo que sí recuerdo es que hay un certificado o diploma colgando en
la pared de sus estudios de un idioma que ella no puede leer, tal vez español, tal vez latín.
No ha sido muy prolífico en sus respuestas el maestro Coetzee. No esperaba nada distinto.
Así es él. Así es su prosa: cortante y precisa. De un lirismo lacónico en el que solo importa lo
esencial.
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