Juan Gustavo Cobo Borda 185

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JUAN GUSTAVO COBO BORDA

Seleccin y nota introductoria de

RAFAEL VARGAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO


COORDINACIN DE DIFUSIN CULTURAL DIRECCIN DE LITERATURA MXICO, 2013

NDICE

NOTA INTRODUCTORIA, RAFAEL VARGAS J.G. COBO BORDA POR S MISMO

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COLOMBIA ES UNA TIERRA DE LEONES CONTRAPUNTO CONSEJOS PARA SOBREVIVIR SALN DE T POTICA J.A.S. EN UN BOLSILLO DE NERVAL RUE DE MATIGNON, 3 HENRY JAMES ANDR BRETN DOS POETAS UNA PARBOLA ACERCA DE SCOTT CAVAFIS NOTAS PARA UN FRUSTRADO HOMENAJE A PESSOA DYLAN THOMAS HOMENAJE A ENRIQUE MOLINA VIENA 1930 VALLEJO HABLA CON SUS MADRES GARCA LORCA: RELECTURA DEBERES DEL POETA SOSTENIENDO EL MUNDO

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NOTA INTRODUCTORIA

Frente al autorretrato que Juan Gustavo Cobo Borda traz de s mismo en 1988, poco es lo que se puede decir sin pecar de solemnidad o caer en discursitos rimbombantes. Si algn efecto tiene el conjunto de su obra, es justamente el despojarnos de tales fachas. Creo que lo poco que puedo afirmar sobre su trabajo y su persona es que en ambos se encuentra el mismo implacable humor, a veces feroz y corrosivo, a veces bondadoso y suave, preciso siempre y ceido por esa ineludible melancola que tie todo asedio a la belleza. Sin duda es uno de los mejores lectores de la poesa y las letras de nuestro idioma (en el decir de Tito Monterroso es una incansable mquina literaria), y por lo mismo sus ensayos y antologas convocan a la polmica y el diferendo contra la tradicin que la vida poltica de nuestros pases ha instilado en nuestras letras, Juan Gustavo, ciertamente, no escribe para ganar adeptos. Aclaro de prisa que al decir lector hablo implcitamente del crtico, y como la nica crtica vlida es la respuesta entraable es decir, la creacin hablo sobre todo del poeta. Lectura, crtica y creacin son actos idnticos e indesligables en la obra de Cobo Borda, y tanto sus poemas como sus ensayos podran muy bien agruparse bajo el ttulo de uno de sus libros: La alegra de leer. Alegra y entusiasmo son palabras que le convienen: contra la pesadumbre y el sopor, el jbilo y la energa o, como l mismo dice: amar y odiar por escrito agilizan la prosa. En tal sentido Juan Gustavo es un grato ejemplo de salud intelectual. Otra muestra de su filo crtico, lector, creador, es el hecho de preferir, al publicar poesa, la decantacin a la proliferacin, la sustraccin a la suma. Sustentada por una actitud decidida contra la grafomana y la logorrea comunes en gran parte de la poesa hispanoamericana contempornea, es una apuesta riesgosa y, por ende, muy estimable. (Una apuesta, por cierto,

bastante parecida a la que en Mxico ha sostenido Gabriel Zaid.) Para este pequeo cuaderno he elegido, adems de algunos que considero indispensables, aquellos poemas de Juan Gustavo que denotan sus afinidades con otros autores elecciones de lectura, al fin y al cabo. Esto, conste, sin el nimo de corroborar ninguna hiptesis, sino con el sencillo propsito de subrayar su estirpe y hacer circular entre nosotros varios poemas que no figuran en las ediciones mexicanas. Adems, como todo autntico poeta, Juan Gustavo es un camino hacia otros poetas.

RAFAEL VARGAS

J.G. COBO BORDA POR S MISMO*

Nac en Bogot, Colombia, el 10 de octubre de 1948 y he publicado en Bogot, Caracas, Mxico y Buenos Aires diversas colecciones de poemas y tres volmenes de ensayos. Adems, he dirigido, desde 1973, la revista mensual Eco que edita la librera Buchholz, en Bogot. Siempre he dicho que escribo (y publico) el mismo libro de poemas con ttulos cambiados, y es cierto. Su ltima versin se llam Todos los poetas son santos e irn al cielo y apareci en Buenos Aires, a fines de 1983, desde donde actualmente finjo ser agregado cultural de la embajada de Colombia. Los anteriores avatares del engendro se titularon: Roncando al sol como una foca en las Galpagos (Mxico, 1983); Ofrenda en altar del bolero (Caracas, 1981); Saln de t (Bogot, 1979) y Consejos para sobrevivir (Bogot, 1974). No hago estas precisiones por un prurito bibliogrfico: insino, tan slo, que soy un viejo aprendiz de poeta que se siente partcipe de una aventura que, queramos o no, slo puede ser latinoamericana. De ah que mis temas predilectos sean el incumplimiento y el fracaso, la mugre y el deterioro. Todos ellos, claro est, cantados con desenfrenada euforia. La poesa nada tiene que ver con la historia: es la otra historia. Nace en esa inmunda tienda de andrajos y osamentas llamada corazn, como lo calific Yeats. Luego se convierte en otra cosa. Por mediacin suya todo se torna claro. Recordamos perfectamente lo que nunca habamos vivido de ese modo. Se ha dicho que mis poemas son irnicos. Recuerdo lo que en 1980 me escriba Rafael Gutirrez Girardot: Slo desde una actitud conservadora es posible el sarcasmo, la burla, el humor. Muecas quizs para disimular el desamparo, mis poemas, ahora lo comprendo, no son ms que un largo catlogo de gratitud;
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Aljama, revista trimestral de poesa, nm. 1, julio-septiembre de 1988, Caracas, pp. 4-6.

de splica y de imprecacin. A ciertas mujeres y ciertos libros; a algunas pelculas, pescados y vinos. Calles y paisajes. A un pas que slo se puede querer a distancia y amar con profunda y decantada rabia. Al espaol, en ltimas, nico idioma que no ignoro del todo. Slo al escribir esos cincuenta poemas que forman mis obras semicompletas entend lo que pensaba. Slo al releerlos supe lo que me haba pasado. En primer lugar una ciudad, Bogot, que era necesario convertir en palabras. Una ciudad que vi cambiar delante de mis propios ojos, derrumbando un pasado honesto en su pobreza y levantando un presente un tanto obsceno en su indecisa pretensin de querer ser moderna. Una ciudad cuya imagen negativa, dada por la mala prensa extranjera, es cierta: inseguridad y violencia, narcotrfico y secuestro, pero an as una ciudad nica en su indecible belleza: los cerros, gamines por la calle, mala leche en el alma, suspicacia malvola en el oscuro rostro de mestizos desconfiados, sus cielos. Es la nuestra. Qu lecturas me han marcado? Como toda mi generacin padec la atraccin de Cavafis. Pero por all rondan tambin Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rilke; Nadja y El amor loco, de Bretn; El bosque de la noche, de Dujna Barnes. Pginas de Borges y Octavio Paz; lvaro Mutis y Garca Mrquez. Un poema de Pablo Neruda: Las furias y las penas. Un cuento de Onetti: Bienvenido, Bob. Pelculas como West Side Story, El tesoro de la Sierra Madre, Los siete samurais y El testamento del Dr. Mabuse. Tambin La heredera, de William Wyler. A qu seguir? Lneas de Benn, Lowell y Wladimir Holan y demasiados libros de ensayos. Lo anterior resulta horriblemente pretencioso pero, por desgracia, es cierto. No tuve infancia. Comenc, muy joven, por ser gerente de una librera de siete pisos, en pleno centro de Bogot; luego, durante ocho aos fui editor de 300 ttulos en el Instituto Colombiano de Cultura y durante ao y medio (influjo de

Borges: tena la sabidura pero me faltaba la ceguera) subdirector de la Biblioteca Nacional, antes de saborear el exilio desde esta canonja diplomtica. Adems, durante toda esta dcada (1973-1984) dirig Eco, una muy seria revista literaria que si bien ha publicado a todos los escritores latinoamericanos de vala, su especialidad son, lejos de cualquier broma, eruditos trabajos de ensayistas alemanes. Ante tales circunstancias, cmo no incurrir entonces en el vicio de acumular libros, citarlos e incluso leerlos? Slo que mis dioses titulares siguen siendo, en realidad, Groucho Marx e Isabel Sarli, To be or not to be, de Ernst Lubitsch, la risa y la carne. A pesar de tan espurio cosmopolitismo siempre vuelvo a Bogot. All me form (o me deform) entre un padre que haba peleado en la guerra civil espaola, defendiendo las ideas de Don Manuel Azaa y una madre cuyos primos hermanos Jorge y Eduardo Zalamea Borda a quienes no conoc, haban sido ambos escritores. El primero, traductor al espaol de Saint-John Perse; el segundo, autor de una novela sobre la Guajira Cuatro aos a bordo de m mismo y descubridor de ese continente llamado Garca Mrquez. La metfora, aclaro, no es ma: es del propio Garca Mrquez. Los parricidios hay que iniciarlos temprano. Tampoco conoc a mi abuelo materno, quien editaba un peridico, La Gaceta Republicana, y exportaba orqudeas colombianas a Londres. As, entre el digno silencio de un hombre que haba perdido la guerra y el orgullo, un tanto resquebrajado, de una familia de gente inteligente venida a menos, inici mi aprendizaje de lector. Luego, copiando lo que lea, me convert en escritor. Colombia, en aquellos como en estos aos, continuaba con su bobera sempiterna, en apariencia. Sin embargo, la faz oscura de la luna apareca, cada maana, en los escandalosos titulares de los peridicos: asaltos guerrilleros, escndalos financieros. Colombia cambi radicalmente en estos ltimos quince aos

pero como Borges aclara con resignacin, todas las pocas son de cambios radicales. Al meditar sobre el fenmeno me sorprende nuestra naturalidad ante su existencia. Nuestra casi total indiferencia. Nos cubra una costra no de cinismo sino de condescendencia. Las cosas eran as, y seran cada da peores. El nombre que le dan ahora a tal desastre es inflacin y deuda externa, dependencia. Rtulos! Rtulos! Quizs, entonces, como reaccin, buscaba las palabras cargadas de peso: Bolvar, a los 46 aos y pesando 40 kilos, haba muerto desengaado bajo un rbol de tamarindo. Qu bella era, en ese contexto, la palabra tamarindo! Cun sana y aromtica! As fui descubriendo la fuerza de vocablos que al unirse a otros quedaban resonando. Que mantenan, intactos, algo del perceptible malestar difuso que dilapidbamos en chistes fciles. Mi asunto, es obvio, no fue la poltica. Prefer internarme en los terribles laberintos literarios preguntndome, todava, cmo un adolescente que jugaba bsquet empez a escribir lo que otros llamaban versos. An me lo pregunto. Sospecho que por no saber bailar y sudarle las manos. Por no hallar dnde esconderse, midiendo un metro con noventa y tres centmetros. Por soar lo que no se debe e imaginarse cosas que no le corresponden. Asombrosamente la poesa las logra pero no en el momento que toca. Como toda mi generacin, soy un producto norteamericano que se ha vuelto, golpe a golpe, profundamente colombiano. Mi uniforme de parada son los blue jeans y los tenis. Es cierto, tambin, que no conozco pases como los nuestros con una capacidad tan grande para degradar tiendo y asimilando en su fecundo desorden creativo, cualquier influjo extranjero. No s si como en Caracas las antenas de TV acompaan el crecimiento de los barrios de invasin colombianos. Slo sospecho que para nuestros pueblos la ms avanzada tecnologa no es una conquista ms del hombre en su bsqueda del bienestar aqu en la tierra sino, apenas, otro rengln ms para incorporar al diversificado contrabando.

Desde hace quince aos, por lo menos, mi amigo Jos Emilio Pacheco me anuncia el apocalipsis inminente. Ahora lo comprendo: el apocalipsis ya pas o, por lo menos, se repite todos los das. Una agona tan larga resulta incmoda o por lo menos requiere de la suficiente elegancia que tena la abuela de Borges pidiendo disculpas por morir tan despacio. Por ello aspiro a que mis poemas expresen el goce y el encanto, la emotividad honesta y la dicha a flor de piel. Mi perplejidad oblicua y mi furia purificada. Como dice el maestro Obregn: mi oficio es estar inspirado. No quiero alargarme, en este striptease obsceno. Me gusta escribir sobre los libros que amo y denigrar los que detesto, aun cuando, como me lo record Guillermo Sucre hace aos, la lucidez tambin es errtica y cruel. No hay que permitir que ella nos convierta en magistrados. Sin embargo, ambos ejercicios amar y odiar por escrito agilizan la prosa y vuelven mucho ms preciso el gusto. Se aprende a concretar admiraciones y desprecios, labor tan necesaria en estas tierras yermas y pusilnimes. De ah mis tres libros de ensayos: La alegra de leer (1976), La tradicin de la pobreza (1980) y La otra literatura latinoamericana (1982). De ah mis inmersiones en el pasado: Baldomero Sann Cano, Hernando Tllez. De ah mi trabajo en volmenes colectivos actuales: Usos de la imaginacin (1984). Concluyo. En estos das** el Fondo de Cultura Econmica de Mxico, dirigido por Jaime Garca Terrs, publicar una antologa de la poesa latinoamericana, preparada por m, que incluye ms de 60 nombres. Partiendo de la generacin de Paz, Parra, Molina, Lezama, Gerbasi y Carranza la generacin nacida a partir de 1910 y llegando a la de Becerra, Montejo, Quessep, Pizarnik y Pacheco la generacin nacida alrededor de 1940 repas nuestra tradi**

Cobo Borda se refiere al ttulo Antologa de la poesa hispanoamericana, de la que l hizo la seleccin, el prlogo y las notas. Dicha antologa rene el trabajo de 67 poetas nacidos entre 1910 y 1939 y fue publicada en 1988 como parte de la coleccin Tierra Firme del Fondo de Cultura Econmica.

cin inmediata: aquella que comienza con Rubn Daro y pasa por Borges, Vallejo, Neruda y Huidobro. All, en los textos escogidos, por primera vez me sent partcipe de una empresa comn; de un proyecto poltico que trascendiera las balcnicas fronteras nacionales. Aquellas palabras eran las que yo hubiera querido dejar escritas. Alentaba en ellas una fe crtica y un apasionamiento tan lcidos, que hacan pensar en un rico y diversificado continente dialogando consigo mismo y con el resto del mundo. Era una poesa de primer orden. La poesa nace del silencio y vuelve a l. Al silencio del lector que enriquece, con su mirada, esos renglones tan precarios. Por ser lector de poesa me convert en redactor de algunos poemas. Que se vea en ellos un homenaje de admiracin a algunos, eso s, autnticos poetas. A un pas, a una gente y a una lengua. Lo mejor de la poesa son los amigos que nos da, deca Ral Gustavo Aguirre. Eso tambin es cierto, aun cuando alguno de ellos, Alistair Reid, sea el culpable de estas pginas tan eglatras, pedidas para acompaar una traduccin de poemas mos vertidos por l al ingls. La poesa, lo dije antes, es siempre un acto de gratitud.

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COLOMBIA ES UNA TIERRA DE LEONES

Pas mal hecho cuya nica tradicin son los errores. Quedan ancdotas; chistes de caf, caspa y babas. Hombres que van al cine, solos. Mugre y parsimonia.

CONTRAPUNTO

En estas ciudades nuestras donde el horror es dueo, escribo desconcertado pensando en ti, la amenazada, la invadida por fuegos ms crueles. Pienso tambin en los que tuvieron que huir, coronas fnebres intimidndolos en su puerta, y no pueden dejar de soar con esta tierra exuberante de penas. Mi padre viejo trata cada da de razonar en vano otra incomprensible tragedia. Frgiles esperanzas apenas si lo sostienen.

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CONSEJOS PARA SOBREVIVIR I Como un marido dbil que siente en la voraz rumia de los das la vida abandonndolo y golpea a la esposa con los puos la patea en el piso y quitndose el cinturn la azota para llorar luego en el gemido abyecto que presagia un coito apresurado ensuciando las palabras ms tiernas con esa boca que tiembla lamiendo la sal del perdn as la poesa.

II Nadie ha tenido la adolescencia deseada. Animales jvenes midiendo sus fuerzas, ensayando astucias que los representen, el mundo, a pesar suyo, segua all.

III Tu recuerdo me acorrala y un animal, dbil y acezante, cura sus heridas con paciencia. Me huelo, buscando en mi piel huellas de la tuya. Y hay algo ciertamente espantoso en dormir sin ti. Repito, ya un poco cansado de recalcar lo obvio, que te quiero y ojal nunca me olvides. Pero esto es, o pretende ser, un poema de amor.

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Borra el nfasis, diluye todo grito pattico y recuerda que la mayor sabidura consiste en desaparecer a tiempo.

IV Ahora, cuando mi vida se parece cada vez menos a mi vida, recorro las calles de piedra del pasado y contemplo, turbio de asco e ira, cmo todo se reduce a la ya larga torpeza de incesantes comienzos. Recuerdos enmohecidos, malas costumbres y ese fracaso que nos acoge con rubor inevitable: la cobarda. Repugnancia por das inmundos y el seguir, con terquedad, prisioneros de nosotros mismos. Ya vieja y sagaz la tristeza adivina nuestro nico rostro valedero. Entretanto, en el bosque nocturno, el cadver floreca de deseo.

V Repetimos antiguos gestos heredados volvemos a incurrir en idntica figura reanudamos el hilo de la especie djame caer otorga mayores y ms esplndidas derrotas haz que mi boca formule sin cesar vanos reproches sobre cuanto hago y no hago dame algo de qu arrepentirme s piadosa.

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SALN DE T

Leo a los viejos poetas de mi pas y ninguna palabra suya te hace justicia. Ni nube, ni rosa, ni el ncar de tu frente. El pianista estropear an ms la destartalada meloda pero mientras te aguardo, temeroso de que no vengas, Bogot desaparece. Ya no es este bazar menesteroso. Ni la palabra estrella, ni la palabra trigo, logran serte fieles. Tu imagen, en medio de aceras desportilladas y el nauseabundo olor de la comida que fritan en la calle, trae consigo un olor de reseda.

POTICA

Cmo escribir ahora poesa, por qu no callarnos definitivamente y dedicarnos a cosas mucho ms tiles? Para qu aumentar las dudas, revivir antiguos conflictos, imprevistas ternuras; ese poco de ruido aadido a un mundo que lo sobrepasa y anula? Se aclara algo con semejante ovillo? Nadie la necesita. Residuo de viejas glorias, a quin acompaa, qu heridas cura?

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J.A.S.

Un cigarrillo turco, un t chino, los versos de Baudelaire y todo ello en la ciudad conventual que tirita de fro. Cunta amabilidad fingida en estos bogotanos untuosos y relamidos. Se encerrarn en sus casas y murmurarn pasito: All va Jos Presuncin, el nio bonito. En esto ocuparn sus das. Y en hablar de poltica. Al final, inseguros, recordarn antepasados a los cuales, cmo no, el Rey de Espaa ennobleci sin lmites. Por esta raza menguante y cnica muri Bolvar. Silva, entre tanto, con pluma de oro y fina caligrafa, compone su Nocturno.

EN UN BOLSILLO DE NERVAL

Hoy me ausentar de m, me excusar de mi presencia, dir adis a mi envoltura y ser ms amigo de ese otro ser que me amortaja. Hoy tengo una cita: me encontrar con el reflejo que me busca, con el cuchillo que me acecha; dibujar con ms amor mi herida para que all anides y te pierdas.

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Hoy salgo de m, me digo adis, dejo mi rostro como prueba de partida, me evaporo entre la bruma y resucito. Camino hacia la huella que se borra, me persigo por los senderos del bosque: soy el ladrido y la fuga sin fin del jabal; tambin la flecha y el salto del venado. Me encuentro en la mosca que me bebe. Desaparezco entre un farol que agiganta la niebla y sigo siendo la bufanda que me ahorca. Hoy no me esperes porque la noche ser negra y blanca.

RUE DE MATIGNON, 3

El viejo judo enfermo su oficio era mirar levanta con el ndice el prpado paralizado: all estn los polvorientos estandartes del Emperador. Las leyendas del liberalismo no han logrado enturbiar su gesto aristocrtico. Adems, renegar de Yahv, mendigar unos francos no era, en verdad, asunto grave. Quedaba el idioma, y el antiguo oficio de Dios, que es perdonar. Pero el desterrado no es hombre prctico: desdicha y afliccin, como en toda biografa respetable. Mientras Matilde cotorrea, Heine, aburrido, se demora en morir.

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HENRY JAMES

De la vieja mansin donde imperan los buenos modales slo nos queda esta historia. Ms all de la sugerencia flota un aire obsceno y el amable caballero gritar por fin al comprobar cmo a pesar de sus esfuerzos el crimen s se haba llevado a cabo. Igual a un par de guantes que nadie, al parecer, reclama la prueba, para llamarla de algn modo el pasado sigue siendo real, odioso e inalterable. Pero la dama que sonre, prolongando una ltima luz sobre tan vasto jardn, nos permitir comprender hasta qu punto tambin nosotros estbamos terriblemente equivocados.

ANDR BRETN

Elijo la fatalidad escojo lo que ha de matarme acaricio senos desnudos de toda culpa ms tantos das grises hechos de ramplonera y aburrimiento quin los impone all donde ni siquiera el relmpago trivial desgarra estos ojos tan habituados a convivir con el reverso de las cosas abomino tambin de las aguas estancadas del recuerdo de todo cuanto es trunco y desfallece el deseo est delante mo me espera con los brazos abiertos se tiende para recibirme y es ya la tierra evaporndose en el aire y es ya el aire que adquiere la forma de tu cuerpo.

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DOS POETAS

Wallace Stevens, abogado experto en seguros, pens palabras perdurables y en medio de plizas y cuadros cubistas purific los sentidos imaginando sobre el escritorio peras que eran algo ms que un fruto, caloras para una dieta o variaciones de color. As tambin usted, entre juzgados y notaras, recuerda versos que lo restituyen a su ya olvidada condicin de poeta; viejo, es cierto, pero capaz an de lneas muy exactas acerca de eso huero y afligente que es la burocracia. Murmura contrastes previsibles entre la ciudad y el campo, no la evasin sino la hondura. Contempla los cerros, descascarados por la incuria pblica, y tacha apresurado esas tonteras: an es crtico severo de s mismo. Silencioso, con la mente vaca, aguarda las palabras iniciales, un comienzo que aluda oblicuamente a su rutina; algo as como un indirecto homenaje a Wallace Stevens, abogado experto en seguros.

UNA PARBOLA ACERCA DE SCOTT

Las mansiones de moda en Long Island estn en nuevas manos. All Gatsby haba muerto, luego de amar una mujer. Quedaba el dolor, tan solo, como una presencia fraternal y los afectos superfluos, aferrndose al cuello. Dilapid mis esperanzas

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en las pequeas carreteras que llevan al sanatorio de Zelda. Apelaba a frases pastosas, y los hermosos rostros del ao pasado dejaban advertir su vacuidad. Entretanto, en los guiones, el productor tachaba giros innecesarios: era el final. Frasco vaco, boleto para una funcin que ya pas, faltaba el postrer ultraje. Agradeciendo el tibio vino de la compasin supo que tena derecho a morir en paz.

CAVAFIS

Las calles de Alejandra estn llenas de polvo, el resoplido de carros viejos y un clima ardiente y seco cerrndose en torno a cada cosa viva. Incluso la brisa trae sabor a sal. En el letargo de las dos de la tarde hay un ansia secreta de humedad y el tendero busca en sueos, con obstinacin, la spera suavidad de una lengua inventando la piel. Bebe con avidez el agua amarga de la siesta y despierta cansado por ese insecto que vibra insistente. La frescura de la tarde desaparece tambin y su nica huella fue este sudor nervioso y el bullicio que minuto a minuto agranda los cafs. Pasan los muchachos, en grupo, alborotando y aquel hombre comprende que ninguna palabra lograr atrapar sus siluetas. La noche devora y confunde haciendo mas largo su insomnio, ms hondos sus pasos por sucias callejuelas. El amanecer lo encontrar contemplando ese velero que abandona el muelle y atraviesa la baha, rumbo al mar.

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NOTAS PARA UN FRUSTRADO HOMENAJE A PESSOA

Supongo que Lisboa se parece a Bogot. Con gabardina y paraguas los contabilistas almuerzan rpido y alargan el peridico hasta las dos. Hay demasiada gente y curas y polticos, por todas partes. Una ciudad conservadora donde la pobreza se vuelve mutismo y un insulto, al pasar. La nica alegra: evadirse, quiz, llenando crucigramas.

DYLAN THOMAS

Cuanto hubo en l de candoroso, recio y leal, fue desapareciendo. Quizs supo que los actos no son nuestros. El deterioro, entretanto, no haca ms que acentuar lo inevitable de cualquier inocencia que es igual a toda hermosura y se llama podredumbre. Levantaba el vaso, por ltimo, con tan poca fe que algo de esa corrosiva belleza redima la ambigedad de su culpa.

HOMENAJEA ENRIQUE MOLINA


El buitre ambiguo de la costumbre E.M.

Astucia de la mujer que ama y prolonga, en el ala de las gaviotas,

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su caricia. As vislumbro tu belleza impune. All donde una miel ansiosa reclama su imperio, perdido en el declive de tus muslos. Oh la salvaje inocencia de un cuerpo desnudo! El ramaje de sus vrtebras y la luna de la espalda brillando como una joya arisca entre el oleaje de las sbanas. La brasa azul de tu sexo arrastra un vaho de selva, en medio de esta ciudad podrida. Mientras los cuerpos desaparecen, bajo el polen de la manigua, la espuma de la resaca te cubre con su manto de plumas. Brilla el marfil incandescente de tu risa. No hay races: slo existe la aventura. Una boca clida murmurando apodos infantiles y obscenos.

VIENA 1930

El insomnio cada da ms persistente ha obligado a la vieja condesa a tener sobre la mesa de noche un libro que hojea al azar. Hoy, en la pgina abierta, est la carta que en 1807 Bettina le envi a Goethe: Por qu escribo de nuevo? Solamente para volver a estar contigo una vez ms, del mismo modo que fui a Weimar para estar contigo a solas. En realidad, no tengo nada que decir, tampoco antes tena nada que decir, pero poda verte y alegrarme.

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Reprndeme, si quieres, dueo de mi alma, pero no puedo, acaso, hablar de amor? Si es as enmudecer, ya que no s hablar de otra cosa. La lectura le ha permitido conciliar un breve sueo. Ve un caf a travs del cual muchachas de cofia y falda ancha se deslizan veloces llevando en lo alto delgadas copas de cristal. Sobre las mesas se ovillan los gatos y en el jardn interior el helecho se convierte de pronto en una mancha de sol. Desaparecen los emblemas de la claraboya.

VALLEJO HABLA CON SUS MADRES


Por qu las madres se duelen de hallar envejecidos a los hijos, si jams la edad de ellos alcanzar a la de ellas? Y por qu, si los hijos, cuando ms se acaban, ms se aproximan a los padres? Csar Vallejo, El buen sentido

Blandengues y mimados, carentes de carcter, para la inmadurez consentida hemos sido educados. Terminamos haciendo dao. Nunca afrontamos nada. Pero el tiempo acaba por ponerse de nuestro lado. Lo que fue rubor y pena se convierte en ancdota barata. En consecuencia: Djame llorar como entonces. Arrepentirme como antes. Que estas palabras slo afloren si me desnudan al mximo.

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Todo poema puede ser asco pero tambin una voz muy leve arrullndote despacio. Diciendo hasta maana. Haciendo del miedo nada. Sostnme en el aire que me caigo. Djame flotar entre tus brazos. Bsame despacio, Madre.

GARCA LORCA: RELECTURA

Hablaba de Andaluca virgen yerma que envejece y de Granada recinto provinciano donde yace enterrada Doa Juana la Loca plena de amor no correspondido. Tal era la patria por donde anduvo con aire de nio experto en nanas infantiles. Slo que lo disimul en sus inicios bajo un disfraz de nihilista trasnochado. Qu alivio en consecuencia saber que consideraba el caracol como pacfico / burgus de la vereda y que dialogaba con la viudita del Conde de Laureles ofrecindole su delgado corazn herido por tantos ojos de mujeres. T vas para el amor, le dice, y yo para la muerte. S, mucha muerte, mucha existencia rota y fracasada en medio de ese ambiente tan ralo: puales y llanto.

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Espaa, pas de poetas y de contrabandistas, como lo llam Vctor Hugo. Perd la sortija de mi dicha al pasar el arroyo imaginario: as escribe en esos aos veinte ennobleciendo con sus repiqueteantes letrillas una tierra de campesinos con azadn. No era an el andaluz profesional como lo llamara luego Borges nacido por las mismas fechas. Apenas un adolescente que ahoga su voz enmascarado en penas ajenas. Oh!, qu dolor el dolor Antiguo de la poesa, Este dolor pegajoso Tan lejos del agua limpia. Se buscaba y se perda y al exaltarse renegaba de s mismo contrastando con el asco su anterior mpetu. Por ms que en una misma lnea mencione a Satn y a Cristo su religin era la del Lagarto que habla y la del Gnomo que re. La emocin que se experimenta al escribir lo nunca antes dicho: eso precisamente que todos sentimos. Yendo por tal camino terminar por alabar la sangre, la violencia inmemorial repitiendo su rito para que yo desgarre sus muslos limpios. Tal desgarramiento irrigara el polvo seco del terruo del mismo modo que Abril volvera floridas

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las abstractas calaveras. El semen sin futuro, la sequedad que produce el pensamiento reclamando su propia anulacin consentida: la elega por el chopo muerto era una elega por s mismo. Contaminaba el paisaje con su vida. Esa tierra necesitada de color donde los rboles son mustios y el cielo de ceniza. Entre el caliente deseo y el afn de huir del ojo de Dios que todo lo escruta su primer Libro de poemas (1921) va y viene preguntndose si valen ms los lirios que nacen porque s o las espigas de trigo que sirven para fabricar harina. Una pregunta tpica de toda poesa inmadura: la poesa slo se celebra a s misma. Hay sin embargo una tristeza repetida alcanzando a impregnar todo el libro: la del joven que recalca su inconformidad y pocas veces su dicha. Hoy medito confuso Ante la fuente turbia Que del amor me brota. Cul pureza aora? La de Caperucita. Sin embargo no parece haber sexo sin mancha entre beatas, curas y guardias civiles. Mi corazn es malo, Seor! Siento en mi carne La implacable brasa Del pecador. Ni machos cabros,

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ni bellotas metafsicas, ni incluso el llanto del poeta, ese payaso empolvado que canta su fracaso lrico, le conceden llegar a ser l mismo. Atrapado an por la bisutera modernista lo ms suyo es difcil intuirlo. Si acaso cuando dice la tierra es el probable paraso perdido. O con mayor certidumbre en estos versos ya suyos: Yo me incrust en el chopo centenario Con tristeza y con ansia Cual Dafne varonil que huye miedosa de un Apolo de sombra y de nostalgia. All estaba l, el primer Federico.

DEBERES DEL POETA

Comprobar el nacimiento del asombro. Medir el ascenso de la sangre a travs de una piel que se entibia con slo mirarla. No tenerle miedo a la palabra ternura. stos podran ser algunos. Otros: Ver a kilmetros de distancia una pequea mujer ensendole a su hijo poemas de Rubn Daro. Tararear, con la ms profunda conviccin, melodas sin sentido. Asomarse al abismo y advertir cmo esos ojos se repliegan luego en la dicha.

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Constatar los vertiginosos cambios en los sentimientos, la premurosa carrera de todo hacia el olvido, el inhspito desierto de los das carentes de fibra. O si no, enronquecer de jbilo. Bendecir al mundo. Jugar para que el hombre no se pudra. Podra tambin callar de modo definitivo y profundo.
A Germn Vargas

SOSTENIENDO EL MUNDO

Tan pesada la solitaria carga del amor. Tan brutal la realidad. Escinde a los amantes y los lleva a ser devorados por la calderilla del gasto diario. Mientras algo en ti pide la oquedad de un hombro donde reposar, el ltigo del pensamiento castiga esa inesperada ternura. Slo la insensata poesa, en cambio, tiende puentes hacia nuevos, maravillosos abismos.

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Juan Gustavo Cobo Borda, Material de Lectura, Serie Poesa Moderna, nm. 185, de la Coordinacin de Difusin Cultural de la UNAM. Cuidaron la edicin Ari Cazs y Juan Carlos Rodrguez.

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