Complementaridad Entre Ciencia y Religión PDF
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Complementaridad Entre Ciencia y Religión PDF
Principios para una educación del siglo XXI, Arsenio Arbeláez, compilador, Correlaciones,
Fundaec, Enero del 2000, Cali. Pág. 81-109. ISBN 958-8057-62-0
Quiero comenzar haciendo un análisis de una de las causas que, sobre todo en los últimos
doscientos años, crearon y agudizaron un conflicto entre los dos sistemas de conocimiento
constituidos por la Ciencia y la Religión. Este análisis se hace aún más relevante si se recuerda
que en épocas anteriores no había tal antagonismo entre el conocimiento del mundo natural y el
conocimiento del mundo espiritual. Tampoco existe esa contienda en algunas culturas diferentes
a la occidental.
Uno de los factores detrás de este conflicto es la aparición de una filosofía, una visión del
mundo, llamada el Mecanicismo, que está fundamentada en una teoría física: la Mecánica
Clásica, la cual surgió del estudio del movimiento de los cuerpos y a la que se atribuyó durante
algunos siglos un carácter universal, entendiendo por esto el supuesto de que, con base en sus
principios, se tendría la explicación de todos los fenómenos naturales. No nos interesa a nosotros
en este momento estudiar o hablar de los postulados de la Mecánica Clásica. Nos concierne más
bien hablar de los conceptos de base del Mecanicismo.
Hablemos ahora en forma breve de algunos de los postulados o aspectos principales de esta
filosofía, de esta cosmovisión, y veamos como entran en conflicto con supuestos fundamentales
de toda visión religiosa, de todo conocimiento religioso.
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Divisibilidad, fragmentación, o separación estricta entre el observador y lo observado.
Dentro del Mecanicismo se sostiene una divisibilidad, una fragmentación o una separación
estricta entre el observador y lo observado. Se supone que la mente crea conceptos para describir
el mundo real tal como este es, independiente del conocimiento y la existencia del sujeto
observador. Dentro de nuestra cultura occidental, esta idea puede parecer muy obvia en cuanto al
mundo externo a la mente se refiere. Es posible considerar como algo evidente que si los cuerpos
tienen tales y tales propiedades, las poseen de forma por completo independiente de nuestro
conocimiento y aún de nuestra existencia como observadores. Pero el hecho de que dentro de
nuestro mundo occidental esto pueda mirarse como obvio no significa que lo sea de manera
universal y absoluta para todas las culturas, porque hay algunas donde la relación entre la mente
y la materia es mucho más compleja que como se presenta en el Mecanicismo.
El Determinismo estricto.
El Reduccionismo estricto.
Afirma que todos los fenómenos de la naturaleza se reducen a las leyes de la Mecánica
Clásica, a las leyes del movimiento de los átomos. No solamente los fenómenos del mundo
macroscópico sino también los biológicos, los sicológicos y finalmente los sociológicos se
reducirían a ese mundo de los átomos, regido por la Mecánica Clásica. Cualquier expresión que
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pudiésemos llamar espiritual del ser humano no es más, dentro de esta filosofía, que una
manifestación de la complejidad de la materia.
Otro de los aspectos del Mecanicismo es entonces un materialismo extremado: hay una sola
realidad esencial que es la materia y todo lo demás se reduce a interacciones de esa realidad
material. Este punto entra en conflicto con cualquier visión religiosa, uno de cuyos principios
básicos es que existe algo, la dimensión espiritual, que trasciende al mundo material. Dentro de
toda visión religiosa se ha proclamado la naturaleza espiritual del ser humano, el cual no se
reduce meramente a su aspecto material. Una visión según la cual las expresiones espirituales no
son más que el fruto de la complejidad de la materia se opone entonces a este principio básico de
la religión.
Otro aspecto del Mecanicismo, sobre el cual no se habla mucho, es el que podemos llamar su
carácter no-antrópico. Consiste en que dentro del Mecanicismo, en donde existe esa división
estricta entre el observador y lo observado, en donde las cualidades del observador, las que le
permiten observar, no son más que un resultado de la interacción de la materia, el ser humano se
reduce en últimas a una mera contingencia, a algo que puede o no puede existir, a algo que no es
esencial para el entendimiento del mundo, porque lo fundamental para ello son las propiedades
de los átomos y sus interacciones. Es un hecho que el ser humano existe, pero podría bien no
haber existido y es posible entonces entender el mundo sin tener en cuenta esa contingencia.
Lo anterior se enfrenta con la concepción, también profundamente religiosa, del ser humano
como imagen de Dios. La cita bíblica habla de que Dios creó al Hombre a Su imagen y
semejanza. Esto obviamente tiene una interpretación espiritual, una interpretación mística.
Dentro de la Fe Bahá’i, uno puede entender esta cita en la forma que sigue.
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Ahora, hay un ser en la creación donde se revelan todos estos atributos, y ese es el ser
humano. En el sentido de que en el ser humano se manifiestan todos los atributos de Dios y por
lo tanto en cierta manera contiene toda la creación, puesto que muestra las propiedades del reino
mineral, del reino vegetal y las propiedades puramente humanas, en ese sentido se entiende la
cita bíblica de que Dios ha creado al hombre a Su imagen y semejanza. El mundo no sería por lo
tanto una obra perfecta del Creador si no contuviese el espíritu humano. El espíritu humano no
es, dentro de esta visión, una mera contingencia, sino la suma de la creación.
Una primera observación es la siguiente: el conflicto con la Ciencia es más bien indirecto,
porque lo que entra en conflicto con la visión religiosa es una filosofía basada en una teoría
física. Por la parte de la Ciencia el conflicto entre Ciencia y Religión sólo se da a través de esta
filosofía. Hay que también tener en cuenta que muchos de los creadores de la teoría física, como
el mismo Newton, no veían ninguna contradicción entre su teoría y su visión religiosa. Este es
un punto digno de reflexión.
La segunda observación consiste en que del lado religioso hubo factores que agudizaron este
conflicto. En el momento en que se estaba creando la teoría en cuestión, la visión religiosa
contenía elementos de dogmatismo, de negación del derecho a la libre investigación de la verdad,
de una concepción de la Revelación como algo absoluto en todos sus aspectos, como algo
básicamente terminado. Esos factores entraron en conflicto con una Ciencia que estaba
mostrando el carácter evolutivo de los conceptos acerca del mundo, puesto que una teoría física
que se consideraba de manera dogmática como la verdad absoluta, que era la teoría de
Aristóteles, estaba siendo revaluada por el estudio de los fenómenos. Una visión religiosa con los
aspectos mencionados obviamente tenía que entrar en conflicto con la nueva Ciencia que se
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estaba creando. Puede afirmarse que, de todas maneras, el conflicto con esa visión religiosa
ayudó al surgimiento de la Ciencia moderna, en el sentido de que los primeros científicos
tuvieron que aguzar mucho su entendimiento para poder dar respuesta a todas las objeciones de
la visión religiosa de la época que eran supremamente coherentes dentro de su marco conceptual.
La revolución científica que tuvo lugar, como toda revolución, nació y fue hija de un cierto
contexto cultural.
Finalmente uno puede decir que para la humanidad fue beneficioso que ese conflicto lo
ganase la Ciencia, en el sentido de imponer finalmente su visión. Este conflicto es entonces algo
muy complejo desde el punto de vista histórico.
Pasemos ahora a considerar qué sucede con la ciencia contemporánea. Vamos a mostrar cómo
los supuestos básicos del Mecanicismo, la divisibilidad o fragmentación estricta entre sujeto y
objeto, el determinismo estricto, el reduccionismo y el carácter no-antrópico difícilmente pueden
ahora sostenerse en vista de los nuevos avances de la Ciencia. Si el Mecanicismo se desmorona,
se abre entonces la posibilidad de una reconciliación entre Ciencia y Religión.
Para hablar de los fenómenos cuánticos, que comenzaron a descubrirse a fines del siglo
pasado, es conveniente empezar con una fábula, un apólogo. Constituye un desafío tratar de
exponer los principios y las ideas fundamentales de la Mecánica Cuántica sin el aparato
matemático. No obstante es posible hacerlo con algunas parábolas. Quiero entonces hablar de la
Parábola de la Pelota Cuántica.
Imaginemos una urna de cristal dentro de la cual se tiene una pelota de caucho; la urna está
herméticamente cerrada y se la conecta con un dispositivo que le comunica un ligero movimiento
de vibración que mantiene la pelota moviéndose continuamente. Supongamos que observamos la
bola durante algún tiempo después del cual decidimos sentarnos cerca de la urna y leer un buen
libro. De súbito, en un abrir y cerrar de ojos, la pelota aparece saltando frente a nosotros. Nuestro
primer pensamiento es de curiosidad al preguntarnos de dónde pudo salir esa bolita tan similar a
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la que vimos en la urna. La curiosidad se transforma en sorpresa cuando constatamos que la
bolita no está en la urna y que la que vemos fuera es precisamente la que habíamos vista antes
dentro. Revisamos la urna de cristal. Comprobamos que no tiene huecos y que la tapa continúa
herméticamente cerrada. Abrimos la urna e introducimos de nuevo la bola con el fin de descubrir
su misterio. Nada raro sucede, la bola bota y rebota, sube y baja, va y viene, pero siempre dentro
de la urna, como cualquier bola normal en cualquier urna normal. Decidimos olvidar el asunto y
continuar nuestra lectura. Y, de nuevo, en un abrir y cerrar de ojos, la bola está afuera. Y la urna
está vacía y herméticamente cerrada. Muy intrigados y con un poco de duda sobre nuestras
propias percepciones, introducimos de nuevo la bola y decidimos reforzar la tapa. Le pasamos un
fuerte cordel por encima, el cual cruzamos por debajo y por los lados y atamos con firmeza la
urna. Si la bola aparece otra vez afuera, razonamos, el cordel debe estar o desatado o roto.
Observamos la urna durante un buen lapso de tiempo y nada raro sucede; decidimos, sin
embargo, proseguir nuestra observación pues el misterio se presenta demasiado interesante como
para perdernos los detalles. Finalmente el cansancio nos vence al igual que el tedio, nos sentimos
adormecidos, cerramos los ojos por un instante y he aquí que la pelota está de nuevo afuera de la
urna, que continúa herméticamente cerrada y atada con el cordel.
Es imposible, pensamos, que en el corto lapso de tiempo transcurrido mientras cerramos los
ojos, alguien haya entrado a la habitación, desatado el cordel, abierto la urna, sacado la bola,
cerrado de nuevo la urna, atado otra vez el cordel, y salido de la habitación no sin antes lanzar la
bola cerca de nosotros para nuestra confusión y desespero.
Comenzamos, entonces, a dudar con seriedad de nuestra cordura. Como la confrontación con
la percepción de los demás es el criterio para diferenciar los sueños y la fantasía delirante, de la
sobria y concreta realidad de lo que entra por nuestros sentidos, buscamos a algunos de nuestros
amigos, quienes deciden acompañarnos y atestiguar nuestro manipuleo de la bola, la urna y el
cordel. Observen con detenimiento la bolita, decimos. Ahora, exclamamos, todos a una vamos a
dejar de observar la urna y tornar nuestra mirada hacia cualquier otra parte. Todos obedecen y,
para su asombro, ven como la bolita aparece de repente afuera de la urna, que continúa cerrada y
atada con el cordel.
Dado que nuestros amigos piensan que estamos haciendo algún truco de prestidigitación,
proponemos que cada uno lleve a cabo por sí mismo la experiencia como lo hicimos nosotros y
compruebe que no hay ningún truco. Al menos ninguno que hayamos preparado nosotros.
Salimos de la habitación donde permanecen unos de nuestros amigos efectuando su experiencia.
Cada uno la lleva a cabo por sí sólo y todos, sin excepción, la terminan con los ojos agrandados
por el asombro.
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Y no es para menos pues la bola no sólo luce como si desapareciera de repente de la urna y
reapareciera afuera, sin la posibilidad de una trayectoria entre el punto donde desaparece y donde
reaparece pues la urna está todo el tiempo herméticamente cerrada, sino que, además, parece
hacerlo o no según la estemos observando o no.
Alguno propone, entonces, una experiencia que nos permitirá dilucidar si se trata o no de una
alucinación colectiva. Se trata de eliminar el factor humano tanto como se pueda. Siguiendo su
propuesta, se consigue una cámara de video con un mecanismo programable. Durante algún
tiempo la cámara enfocará la bola en la urna y después, en un instante programado de antemano,
la cámara dejará de hacerlo para filmar lo que sucede por fuera de la urna y finalmente, en otro
instante programado, volverá a enfocar la urna. Salimos de la habitación, dejamos que transcurra
el tiempo programado y sacamos entonces la película para mirarla en un aparato de televisión.
Para aumentar nuestro asombro y perplejidad la cámara registra la misma situación absurda que
nosotros atestiguamos. Durante todo el tiempo en que se enfocó la urna, la pelota se comportó
normalmente. Después de que se dejó de filmarla y la cámara se enfocó hacia los alrededores
fuera de la urna, de repente apareció allí la pelota. Al volver a enfocar la urna aparece vacía y
completamente cerrada.
Esta última frase amerita quizás una aclaración adicional: es verdad que para observar el
comportamiento de una bola normal necesitamos interactuar con ella, ligarnos a ella mediante
esa observación. Sin embargo, una vez efectuadas nuestras observaciones, nada nos impide
atribuir ese comportamiento a la bola como algo que le pertenece, independiente de nuestra
observación. El comportamiento de la bola “mágica”, en cambio, parece depender esencialmente
de nuestras condiciones de observación.
A pesar de que el apólogo anterior bien pudiera considerarse como de ciencia ficción, esa es
la manera como se comportan las partículas que se suponen constituyen el mundo que
observamos. Así se comporta un electrón. Y del mismo modo que no logramos explicar con
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nuestro lenguaje el comportamiento de la bola “mágica”, tampoco logramos explicar con él el
comportamiento del electrón.
El electrón, tomado de ahora en adelante como ejemplo de cualquier partícula elemental, luce
como si tuviera propiedades contradictorias y que dependen del contexto experimental.
Tratemos de explicar esto de modo sencillo.
Consideremos el mar y una perla del mar. O mejor, las olas de ese mar y cualquiera de sus
perlas. Las olas se extienden a través de la superficie del océano, no están localizadas en un sitio
determinado sino, que en un constante movimiento, cubren el océano en su perpetuo ir y venir.
La perla, en cambio, está bien localizada. No se extiende en el mar sino que reposa o en su
concha o en las manos de quien se extasía con su belleza mientras siente las olas recorrer todo el
océano. Si alguien nos dijese que existe algo que es como una perla y a la vez como el océano, le
responderíamos que tal cosa no puede existir, pues nada puede estar concentrado en una región
del espacio y a la vez encontrarse extendido a través de todo el espacio. Ambos
comportamientos son mutuamente excluyentes.
Los electrones, sin embargo, lucen como ese algo que nuestra mente rechaza de inmediato por
mostrar comportamientos mutuamente excluyentes, Y tales comportamientos excluyentes se
manifiestan según nuestras condiciones de observación. En un cierto contexto experimental el
electrón luce como una onda, como las olas del mar. En otro contexto experimental parece que
fuera una partícula, como las perlas del mar. Dicho de otro modo el electrón parece tener
propiedades contradictorias que dependen de nuestras condiciones de observación. Nos
encontramos, de nuevo, con una indivisibilidad entre el electrón y el observador que impide
atribuirle propiedades en sí al primero.
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Por otra parte, sucede que aparecen propiedades de la materia mutuamente excluyentes. Otra
enseñanza que estamos aprendiendo es entonces la imposibilidad de acudir a una única visión del
mundo para entender los fenómenos de la naturaleza. Dentro del mecanicismo se podía describir
el mundo con un solo tipo de conceptos. Se podía entender un trozo de materia con el concepto
de partícula solamente y la luz sólo con el concepto de onda. No tenía sentido intentar la
descripción de una misma entidad con conceptos mutuamente excluyentes desde el punto de
vista lógico. Pero resulta que ahora la naturaleza nos está mostrando que no podemos pensar en
una cosmovisión según la cual nosotros agotamos todas las propiedades del mundo con un solo
tipo de conceptos. Tenemos que emplear conceptos que incluso se excluyan mutuamente, como
los conceptos de onda y partícula. Debemos aceptar ahora que, dado que los fenómenos
cuánticos son un todo indivisible que incluye el instrumento de observación, los conceptos que
empleemos van a depender de cuál es el contexto experimental. Y sucede que en cierto contexto
experimental es necesario emplear unos conceptos y en otro contexto experimental otros
conceptos mutuamente excluyentes con los primeros.
Es lo que propone Bohr con la idea de la complementariedad. Bohr señala que, por ejemplo,
para agotar todo lo que conocemos acerca del electrón, no podemos dejar de lado ni el concepto
de onda ni el concepto de partícula, porque hay ciertas experiencias donde el electrón se
comporta como una onda, y otros donde se comporta como una partícula. No es posible entonces
abandonar ninguno de los dos conceptos. Pero los dos conceptos son mutuamente excluyentes.
Bohr establece una nueva manera de relacionar los conceptos, una manera según la cual,
conceptos que sean mutuamente excluyentes, como los de onda y partícula, pero ambos
necesarios para agotar todo lo que uno conoce acerca de algo, los aceptemos como
complementarios.
La complementariedad es propuesta por Bohr como una verdadera visión o filosofía acerca
del mundo y no como algo que se aplica solamente a los fenómenos cuánticos. Él sugiere
utilizarla para, por ejemplo, dar solución a un problema, a una polémica que ha existido siempre
acerca de las leyes biológicas y las leyes físicas.
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Como vimos antes, dentro del mecanicismo existe la idea del reduccionismo, según el cual
todos los fenómenos de la naturaleza se reducen a las leyes de la Mecánica Clásica. Esto
significaba para la biología que las leyes de los seres vivos se reducirían a las interacciones
físicas descritas por la Mecánica Clásica. A pesar de que la física clásica ya no se considera con
un carácter universal, la idea de la reducción de las leyes biológicas a las interacciones de los
átomos, que hoy sabemos se rigen por la Mecánica Cuántica, continúa vigente para muchos
científicos.
Volviendo al mecanicismo, debemos aclarar ahora que aún durante su apogeo no todo el
mundo era mecanicista. Había ciertos movimientos filosóficos y científicos que sostenían que
los cuerpos vivos tenían ciertas propiedades específicas, vitales, que no se reducían a las leyes de
la física. La polémica sobre la reducción o no de la biología a la física continúa todavía.
Bohr propone que los conceptos puramente biológicos y los conceptos físicos se consideren
como complementarios en el sentido de que es innegable que un ser vivo está constituido por
átomos. En efecto: si nosotros creamos el contexto experimental adecuado nos daremos cuenta
de que un ser vivo está hecho de átomos con las mismas propiedades que los átomos de un
cuerpo inerte. Más sin embargo mediante ese contexto experimental matamos el cuerpo vivo,
pues si tomamos un animal vivo y creamos las condiciones experimentales para estudiar sus
átomos como estudiamos los átomos de un pedazo de hierro, le quitaremos la vida. Impediremos
entonces que se manifiesten sus propiedades vitales. Pero si tenemos un contexto experimental
en el cual permitimos la existencia de la vida, es decir dentro del cual podemos emplear todos los
conceptos asociados con la vida, ya entonces no podemos, en ese contexto, emplear todos los
conceptos asociados con los átomos. Bohr propone entonces que consideremos los conceptos
específicamente biológicos mutuamente excluyentes con los conceptos físicos. Y como ambos
tipos de conceptos son necesarios para agotar todo lo que conocemos de un ser vivo, la biología
y la física deben considerarse como complementarias.
Para resumir, podemos decir que esta nueva visión del mundo que está surgiendo del estudio
de la parte íntima de la materia, que son los átomos, entra en conflicto con el Mecanicismo. Si
entra en conflicto con el Mecanicismo, uno se pregunta entonces si podemos aspirar ahora a una
reconciliación ente Ciencia y Religión. Y hablamos de reconciliación pues antes de la aparición
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de la física clásica existían visones del mundo donde la realidad se consideraba como una sola
cosa y no había esta contradicción tan fuerte entre Ciencia y Religión.
¿Qué es la Ciencia?
Después de estudiar muchas de las teorías acerca de la Ciencia, una idea que surge en la
mente es la siguiente: que la ciencia es realmente una estructura que contiene muchas cosas, es
un sistema de conocimiento que contiene muchos elementos que están correlacionados unos con
otros. Estos elementos por sí mismos no pueden explicar ni el poder ni el producto de la empresa
científica. Pero de sus interrelaciones sumamente complejas emerge un todo con propiedades que
trascienden las propiedades de cada elemento. Ese todo es la Ciencia. Voy a mencionar algunos
de los elementos de esa estructura compleja de conocimiento llamada Ciencia. Ciertas de las
correlaciones entre los elementos pueden considerarse como obvias pero otras no lo son tanto.
Comenzaré con lo que quizá pueda parecer más extraño cuando se habla de la Ciencia. Y es
que como elementos de esa estructura llamada Ciencia hay actos de Fe. Alguien podría pensar:
cómo es posible esto si la ciencia se limita a lo que se observa, a lo que proporcionan los
sentidos. Sin embargo hay actos de Fe. El científico supone, si se quiere de modo implícito, que
hay un orden en el mundo. Qué tipo de orden es otra cosa, pero un presupuesto básico en toda
empresa científica es que hay ciertas leyes que la mente es capaz de develar. Porque si se juzga
que no hay absolutamente ningún orden en el mundo, que no hay ninguna correlación entre unas
percepciones y las otras, ¿cuál puede ser el sentido de la investigación científica? De manera
implícita se presume que entre toda esa complejidad tan enorme de las percepciones hay ciertas
cosas que se pueden correlacionar unas con otras, hay ciertas leyes que se pueden afirmar, ciertas
relaciones fijas ente unas cosas y otras, entre unas percepciones y otras. Se asume que de alguna
manera es posible llegar a un acuerdo, si se quiere relativo, entre los conceptos, los modelos y las
teorías que crea la mente, y aquello que nos es dado en nuestra percepción sensorial. Ahora, esa
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creencia en el orden del mundo es un acto de Fe, pues no podemos probar que tal orden exista.
Hay muchos actos de Fe de este tipo en la Ciencia.
Dentro de la Ciencia juegan un papel esencial ciertas cualidades espirituales, como el amor
por la belleza, como el compromiso con la verdad, como la honestidad. No es posible desarrollar
la Ciencia si no existe un compromiso irreductible con la verdad. Quién no esté dispuesto a
aceptar que por muy bella que sea su explicación o su teoría, si los fenómenos muestran que ella
no se sostiene, tiene que abandonarla y crearse otra teoría, no avanzará mucho en el sendero
científico. Ese compromiso con la verdad es entonces fundamental. Si ese compromiso está
ausente, si continuamente se están trampeando los datos para que concuerden con la teoría, la
Ciencia no sólo pierde su poder sino su naturaleza misma.
En cuanto al amor por la belleza, se invoca en cosas tan abstractas como la física teórica,
pues a veces se escoge un modelo con relación a otro, aun si ambos tienen el mismo acuerdo con
los fenómenos, porque uno es más bello que el otro. Y la belleza es de tipo conceptual: si para
explicar unos ciertos fenómenos se tiene una teoría que involucra determinados entes,
matemáticos en la física teórica, y hay otra que contiene más entes, se escoge la que tiene menos
elementos pues se la considera más bella. Se aplica lo que llama la navaja de Ockam, que dice
que no deben multiplicarse sin necesidad los entes. Es decir una explicación que tiene menos
elementos que otra es más bella.
Hay involucrados igualmente dentro de este sistema facultades del espíritu. Juega un papel la
intuición, la imaginación creadora, la creatividad en general.
También hay ciertas actitudes: el científico busca un lenguaje que sea racional, en lo posible
exento de ambigüedad para poder lograr el acuerdo intersubjetivo. Debe tener además una
actitud crítica y sus enunciados deben ser falsifiable, como lo dice Popper.
Hay asimismo procesos mentales que entran dentro de este sistema que es la Ciencia, como
son la inducción, la deducción, y la construcción de conceptos y modelos.
Uno de los puntos más importante y sutiles en esa estructura de conocimiento llamada Ciencia
lo constituye la relación entre los conceptos y las percepciones sensoriales. Es obvio que un
elemento de la Ciencia es el uso de los sentidos, pero no como lo pretende una visión simplista,
según la cual la Ciencia se basa exclusivamente en el empleo de los sentidos y en la operación de
la inducción. Toda observación depende de un contexto conceptual, está íntimamente ligada con
un marco conceptual. Toda percepción sensorial está teñida de teoría. Un ejemplo dramático de
ello se encuentra en el ensayo de Oliver Sachs “Ver o no ver” incluido en su libro “Un
antropólogo en Marte”. Sachs reporta el caso de una persona que en la práctica ha sido ciego
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toda su vida pues a causa de unas cataratas y otros problemas pierde la visión a una edad muy
tierna. Después de los cuarenta años se somete a una operación que le permite adquirir el sentido
de la vista. Distinto a lo que pudiera pensarse, el uso de sus ojos para ver no es algo que le llega
de inmediato y fácilmente, después de una breve adaptación. Por el contrario, exige un esfuerzo
inmenso y en ocasiones dramático y doloroso de construcción de los conceptos necesarios para la
visión, entre ellos el concepto mismo de espacio. Si nos parece que para ver no es necesario todo
un marco conceptual ello se debe a que hemos construido ese marco en los primeros años de
nuestra vida. Edificarlo en la edad adulta, como es el caso con la persona del ensayo de Sachs,
constituye un desafío que, en ocasiones, parece imposible de enfrentar. El ciego que entra al
mundo de los videntes tiene que crear los conceptos necesarios para ver. El uso de los sentidos se
logra mediante conceptos, modelos, teorías, experiencias e instrumentos.
Otro elemento lo forma la metodología científica. Hay métodos generales y los hay
relacionados con fenómenos particulares. Se debe tener en cuenta que los métodos son relativos
puesto que un método que es fructífero en un rango de fenómenos puede no ser adecuado para
otro tipo de fenómenos.
Finalmente debemos remarcar los elementos de tipo social. La empresa científica requiere de
una comunidad que llega a unos ciertos acuerdos fundamentales para avanzar en su disciplina.
La relevancia o no de ciertos problemas y aún su cientificidad están de modo muy fuerte
condicionados por esos acuerdos en las comunidades científicas.
Todos estos elementos y sus múltiples relaciones forman esa estructura compleja de
conocimiento que es la Ciencia.
¿Qué es la Religión?
Hay varias posiciones que se pueden tener acerca de la Religión. Es difícil, si no imposible,
negar la existencia de la Religión como una estructura de conocimiento que ha existido a través
de toda la historia. Alguno, sin embargo, puede decir que lo único real es finalmente el universo
material y que la dimensión espiritual no es más que una invención, un fruto del cerebro humano
y, como el cerebro se reduce a la materia y sus interacciones, entonces esa dimensión, y por tanto
la Religión, serían sólo producto de la complejidad de la materia. En consecuencia, la existencia
de la Religión sería explicada por la Ciencia. La Religión se reduciría a la Ciencia y la dimensión
llamada espiritual sería solo un aspecto de lo material.
Varias cosas pueden suceder cuando se acepta lo anterior. Alguien puede imaginar que la
Ciencia ha demostrado finalmente que tal invención es vacía, puramente imaginaria, sin ninguna
utilidad. Otro puede llegar a afirmar que es dañina para la humanidad. Alguno puede decir que es
útil, pero solamente para mentes primitivas. Uno más puede sostener que lo que va a suceder es
que se va a mostrar finalmente que ese invento es necesario para el individuo, para la sociedad.
Algunos materialistas parecen que han llegado a esta última conclusión y, a pesar de sostener
que lo real es puramente de naturaleza material, no tienen problema en hablar de espiritualidad.
Incluso algunos han llegado a afirmar que Dios es un concepto útil, o que Dios existe en el
sentido de que la idea de Él existe y ha existido siempre en las mentes de millones de personas,
aún en regímenes políticos que por décadas han sido explícitamente contrarios a cualquier idea
religiosa y han diseñado sus programas educativos de manera totalmente irreligiosa.
En suma, Dios existe porque existe en las mentes. Es claro que esta concepción no es igual a
la concepción espiritual porque lo que con ella se está afirmando es que Dios es un invento
humano, si se quiere útil y quizá necesario para la sociedad, pero sin que corresponda a algo real
fuera de la mente humana pues lo único real es lo material. Dios sería en ultimas un producto de
ese sistema material tan complejo que es el cerebro, en interacción con los demás cerebros.
Respecto a la posición según la cual la dimensión espiritual no es más que un invento del
cerebro hay que aclarar lo siguiente: que no es exigida por la Ciencia. Es una posición
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metafísica. Con esto no estamos emitiendo ningún juicio de valor, pues las posiciones
metafísicas hay que respetarlas y son necesarias. Lo único que queremos anotar es que no
podemos aceptar que nos presenten una posición como científica cuando no lo es. La Ciencia no
ha probado en modo alguno la posición en cuestión. Las posiciones metafísicas son necesarias
para entender toda la experiencia humana, pero tienen mucho de creencia, mucho de acto de fe.
Y la posición mencionada es de ese tipo.
En el fondo, podemos afirmar que quien sostiene que Dios es un producto del cerebro, no es
muy diferente del que erige un ídolo material para adorarlo como su divinidad. Ambos sostienen
una creencia, ambos se basan en un acto de fe. Resta saber si tal acto de fe resulta razonable o
no.
Las personas religiosas obviamente no adoptan la creencia que acabamos de discutir. Afirman
que la dimensión espiritual tiene una existencia real diferente a la dimensión material. Que los
fenómenos espirituales son parte de lo real, son parte de la realidad, pero que no se reducen a los
fenómenos materiales. Dentro de esta posición se sostiene que el ser humano tiene un alma que
no se restringe a la actividad del cerebro, alma que tiene la capacidad de explorar la parte
espiritual.
Falta estudiar cuál es el tipo de relación entre dos sistemas que, si bien son diferentes, tienen
lo suficiente en común como para estar en armonía esencial respecto a eso que comparten. Es
preciso investigar cuál es la estructura común en el lenguaje o cuál es el modo de descripción en
que puede expresarse esa armonía. Es necesario también identificar eso que tienen en común. Si
la estructura que intuimos es esencial al lenguaje, es razonable esperar que se manifieste en el
estudio cada vez más profundo de la Naturaleza.
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sólo sistema de conocimiento. Es posible pensar que la armonía entre la Ciencia y la Religión se
expresa en los siguientes dos puntos:
BIBLIOGRAFÍA
Chalmers, A.F. Qué es esa cosa llamada Ciencia, Editorial Siglo XXI.
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