La Ultima Hechicera-Balzac
La Ultima Hechicera-Balzac
La Ultima Hechicera-Balzac
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
LA
ULTIMA HECHICERA.
iQpow.W
LA
l
ULTIMA HECHICERA
pon
DE BALZ AC
TRADUCCIÓN
TOMO I.
MADRID:
IMPUESTA, CALLE DEL AMOR DE DIOS,
A CIRCO DE 0. H. IZARES. /fZSilJ. i
.i «l
' .:,..
..:.iOAK
i¡ i.. l., i.
LA ULTIMA. HECHICERA.
I.
EL ALQUIMISTA.
*©&.©*
tl.
UNA HECHICERA.
EL AMOR EN LA ALDEA.
■nmnimi. .
wow.
i: i J.'^h .iinvi¿iiÍii; ík .•./ . v, n.••? . • 4 •.:
«so©*
•nii • • . . i , • .,. i. .,.'.. .
LA LAMPARA MARAVILLOSA. ,
**W9ftete«oc—
ULTIMA HECHICERA.
LA
ULTIMA HECHICERA
DE BALZAG
TRADUCCIÓN
TOMO II.
MADRID:
E DEL AMOR DE DIOS,
D. B. LiNAR**'
AJ
OAS.I/ll ;•::.;
HOi.OiJiU.
.f) OIi.O'
:ai:;ríA¡•.
.iHti i,t i ::f, .? i .(.; i/.) .a IV i itit
' i' i . * .i ja : i i .. /.
.■ ■i i i . ■ ;•S
-!• Ti ". .ni íff • . .•' lV. ' ii.n.'l T
.«. . . 'i . «.. o ní ^ h.iílin •i.l. n' . .1..i «•" ü^Ii
i'W«0<
,' :. hw.1
III.
> ii
.. .. .
i , -i -.¡ ' ' ¡.li . , ' ' . i ' . . ' ' ' ' i .i
»' ' щ i.. ; g . i ' ' is ' -'l , ,
.. . l nf ' i ili, .'
. ' (ü a
V.
"«mnm»
2©i®es
..-,.,.i, I ; . . ,.ft .i •
. .. .. ....: i, .. i: . • i..
¡...:. .. .i
l • ii o i. .pe cl . i
i t " * : ii i i
. •k':i ii i '
. i n.• .J .•.•. : I. ..: • r..;.. ", ti .l
«;':• .:.:
VI.
CORRESPONDENCIA.
&m&
e- "h i.J
• .1 i •
■wwBüiw«i
*9®ft3
= 144 =
babilidad «straordinaria supo sumergirle en el
torbellino de los placeres del mundo.
Sin embargo, cuando Abel estaba en un baile y
todas las miradas se dirigian bacia él y bácia su
encantadora esposa que desplegaba paia agradar
le todo el encanto de un talento delicado y de
una alma llena de amor, un observador bubiera
podido notar en su fisonomia las buellas del pe
sar y del dolor.
Una nocbe; asistia á la representacion de una
pieza sentimental , en la que moria una joven por
amor sin baber obtenido una sola mirada del que
«iHa adoraba. Cuando coneluyó la pieza eselamó
dulcemente con las lágrimas en los ojos : Pobre
Catalina!... La condesa y la señora de Stainville
se miraron en silencio , la primera se puso pálida,
y notando Abel el dolor que babia causado á su
esposa , le tomó la mano y se la apretó con cariño
sa espresion.
—Ob! qué feliz soy y qué bien me va con no
amar mas que á mi!... dijo riendo la marquesa
de Stainville.
Aquella misma nocbe le sucedió á Abel otra
aventura que le bizo esperimeutar uua pena mu
cbo mayor ; entró en su casa con su mugcr y la
marquesa, era nocbe de rennion; el joven conde.
se encontró en medio de un circulo de bombres
instruidos que discutian un punto interesante y
delicado ; por atencion se volvieron todos bácia
el amo de la casa , á cuya decision se sometian.
Abel guardó silencio porque no tenia ningun co
nocimiento acerca del asunto en cuestion. La con
desa, testigo de tan desagradable aconteci miento,
esperimentó un profundo dolor, y el rubor de Abel,
que no sabia disimular nada, le traspasó el corazon»
Pero la condesa tomó el partido de cbancearse
acerca de la ignorancia de su marido, dándole de
este modo ocasion para que biciera brillarlas
gracias naturales de su talento. Pero cuanto mas
felices eran las ocurrencias de Abel, tanto ma* ba
cian resaltar su ignorancia que no podian disimu
lar; y como bay una elase de gentes que, descon
tentas al ver la superioridad que dan los titulos y
las riquezas solo buscan ocasion oportuna de ven»
garsc, se supo muy pronto en la alta sociedad que
el conde Osterwaid no babia recibido educacion
«lguna.| i
La condesa desde entonces frecuento menos las
Tomo u. 10
sociedades y se apresuró a bacer leer á Abel to»
uivs los elementos de las ciencias; ella misma se los.
ensenaba y. luego que sabia que tal ó cual maes
tro ensenaba tai ó cual ciencia en. veinte y cuairo
lloras ó en treinta. lecciones,. confiaba á Abel á
esos cbarlatan* .s de instruccion, quienes cobraban
sus emolumentos, dejando al conde una multitud
de preceptos cuya abundancia de nada le servia,
por falta de tiempo y de las necesarias esputa
ciones. « .
i Estos disgustos, Ta aplicacion continua y. la de
sesperacion que se apodera del alma al aspecto de
todo lo que es preciso aprender , sumergieron á
Abel en una melancolia que su esposa i coa lodo
su prestigio, á duras penas podia disipar.
El conde era, como se ba podido ver, uno*
de. esos caracieres ardientes, exaltados, que se
precipitan a ciegas en un sentimiento, como en
lo mas recio de la refriega si estuviesen en el
ejército , de modo que , á pesar de los encan
tadores atractivos de su bermosa. becbicera , se
encontró al cabo de tres meses de matrimonio
como otro al cabo de tres a nos.
Ya estaba privado de U embriaguez. que lia-
= H7=
ce olvidar el mundo entero: su mayor felicidad'
consistia en esa satisfaccion de amor propio: que'
esperimenta el que se ve envidiado. Guando se
encontraba en una rennion, gozaba contemplan-
do á la condesa, porque en. ella se concentraban
las miradas de admiracion de todos los bombres;
experimentaba un placer nuevo sin conocer que esa
sensacion era la señal evidente de que se amorti
guaba su pasion. En fin , ya no tenia. aquel ar
dor primero, aquel calor de sentimiento que pro
ducen al parecer una nube en medio de la cual se
encuentra uno separado del mundo entero..
Ademas,, como estaba lleno de riquezas y de
bonores , como nunca. babia sido desgraciado,
como vivia entre tedos los goces del lujo y de
las comodidades i!e la civilizacion, recorrió muy
pronto« el circulo de las creaciones bumanas, y.
aunque encontró mucbo placer al empezar, á
poco tiempo se bartó, y todos saben que soloi
los rieos se levantan la tapa de los sesos de pu-.
ro fastidio cuando mas en candelera estan : el
desgraciado que lucba continuamente tiene una
esperanza ; el opulento que todo? lo posee carece
dé ella,
:
=•148»
La condesa adoraba á Abel , y , cosa sorpren
dente , el profundo amor que a su marido te
nia perjudicaba basta cierto punto su felicidad
porque la viva y aturdida marquesa de Stain-
ville se complacia en atormentarla.
--Querida amiga, le decia , empiezo á temer
que mi prediccion se realice, babeis cimentado
mal vuestras relaciones con el conde: ¿balíeis vis
to nunca durar mucbo tiempo una pasion vio
lenta? Una muger que ama con ardor fastidia
pronto á su esposo; se le figura que no bay mas
que decir como vos:— Aql:i estoy con mi alma
amante que, como un fiel espejo, no refleja mas
que una imagen ; vos sereis siempre el Dios de
este corazon que os adora etc. etc. Todo esto es
muy sencillo: un bombre entonces se bali.a en
el caso de un gran señor que viéndose sitiado
todos los dias por los pretendientes, les dice:
Presentadme vuestra solicitud por escrito y ve
remos lo que se puede bacer... Figuraos, al con
trario, querida condesa , una muger, por ejem- '
pio, como yo que amária á Abel tanto .como vos,
pero conservando el juicio; me complaceria en
parecer aturdida, voltaria, le causaria á cada *
= 149*=
momento temores y celos y no le dejaria un mo*
mento en sosiego: boy seria detestable, manana
lo seria aun mucbo mas, al otro dia una mira
da obtendria un premio, una nueva gracia: en
fin, trasportaria todos los atractivos que rodean
i una querida al necio estado del matrimonio.
Se necesita, para bacer duradero el amor, mu
cbo mas talento que para amar, á pesar de que
para amar no se necesita poco: es preciso em
plear cada dia nuevos tesoros : bé aqui la razon
porque las mugeres completamente bermosas,
como vos, no ban producido nunca pasiones
duraderas, mientras que otras medianamente
bermosas y tambien feas, pero con una fisono
mia espresiva y graciosa ban sujetado constante
mente á los amantes. En efecto, las mugeres
bermosas creen que basta presentarse para agra
dar ; y si una muger pudiese rennir á una belle
za perfecta los secretos que bacen amar á la«
feas, subyugaria el mundo entero como Cleópa-
tra; pero la naturaleza no es injusta, todo lo
iguala , cada cual tiene su parte , y mugeres d«
«*ta especie son muy raras•
—Se conoce, contestó la condesa, que vos
= 150 =
no ainais... el amor ignora esos eálru'os.
--Os pronostico mucbas desgracias, riplicó 7a
marquesa; pero cortemos esta conversacion, no
me gusta alligir á las amigas.
Algunos ¿fias despues de baber pasado esta
conversacion sucedió una aventura que enfrió
algun tanto las relaciones entre Abel y la con»
desa. El ayuda de cámara del conde se babia
marcbado y se presentó un jóven para reempla
zar!•.
E! conde y la condesa se desayunaban juntos,
y, riendo como dos locos, se pasaban una taza
de café bebiendo uno tras de otro, y probibién
dose mutuamente beber el último: Abe! , en esle
dulce juego acompañado de mil locuras delicio
sas , babia recobrado al parecer todo el fervoro
so amor que manifestó el dia que por primera
vez fué introducido en el palacio de la Hecbice
ra de las Perlas. La condesa se lo observó rien
do, y Abel, como si le atormentára algnun penoso
recuerdo, dijo melancólicamentev-Catalina vivia
entonces! En este momento el mayordomo pidió
permiso para presentar al joven que se ofrecia
á reemplazar al criado que se babia marcbado:
los dos esposos consintieron con un movimiento
afirmativo de cabeza.
Vióse entrar entonces ¿un jóven cuyo aspecto
bizo estremecer á Abel, porque tenia el mismo
talle, la misma figilra que Catalina. La semejan
za era completa. .A las primeras palabras que
pronunció el desconocido, reconoció Abel el ór-
.gano querido de su adorada bermana, |iero exa
minando al jóven rompió en llanto, porque vió
que era imposible que fuera ella. En efecto, Ca
talina tenia el pelo rubio y Justo le tenia ne
gro; la bija deGrandvani era fresca como una
rosa, y Justo estaba pálido y lánguido como un
lirio marcbito; las cejas de Catalina estabaíl poco
pobladas y las de Justo eran gruesas' y negras,
y unas patillas que se ocultaban en unetíello de
camisa muy alto, destruian toda ilusion, y sin
embargo Justo tenia la misma figura, la misma
delicadeza en la nariz y la misma perfeccion en
las formas que Catalina.
La agitacion del conde no se ocultó á los pene-
trantes ojos de Jenny , que conoció al momento
todo et dano que aquella semejanza causaria per
petuamente á su querido Abel , y luego que Jus
= 152=
to se liabo acercado respetuosa its ente al cohd«¿
Jenny eselamó con aire imperioso:— Ese bombre
es demasiado jóven , es un niño , y el seúor con
de necesita un bombre acostumbrado á servir.
—Querida mia contistó á Abel algo biusca-
men!..', permitidme elegir la genle que destino á
mi servicio ; ese júven me gusta.
La condesa calló, y el conde quedó absorto nn
una profunda meditacion contemplando á Justo.
La condesa conmovida aun de resultas de la pri
mera frase desatenta que para ella bab:a pronun
ciado Abel , y ofendida a! ver desconocida la au
toridad en presencia de Justo y del mayordomo,
no volvió á tomar parte en la conversacion.
—Habeis tenido otros amos ?
—No' be tenido mas que uno/ contestó Justo
temblando, y estraordinariamente afectado.
--Por qué le babeis dejado?
--No le dejé yo: fue él quien se marcbo.
—De dónde sois? «
--De Paris.
—Teneis parientes en la aldea de V ?
—No senor.
E« aquel momento., la condesa se puso ¿ ex*»*
= 153»=
minar á Justo con la mayor atencion, y manifesto
sorprenderse al ver el pie del jóven , que era su
mamente pequeño. Esta circunstancia y la voz
dulce y deÜcada del desconocido, inquietaron á
la condesa ; bizo una seña al mayordomo para
que se saliera con Justo, y este último al marcbar
no cesó de mirar á Abel.
— Amigo mio, dijo Jenny, tomando la mano i
Abel y apretándola sobre su corazon : tú me
amas, ¿no es verdad?... pues bien ¡ si en algo te
interesan la desgracia ó el placer de la que será
durante toda la vida tu compañera y ;mii. ;< , no
admitas á ese jWen á tu servicio... Si quieres
favorecerle, démosle todo lo que quiera, baga
mos su suerte; pero te suplico que no se quede
en casa í tengo un presentimiento que nos baria
mucbo daño , si no á ti, á tu Jenny.
—Querida becbicerilla , sabes que eres muy.
exigente á mandar con un sonido de vo2 tan in
teresante, que casi es imposible negarte nadai
ab, Jenny!.. te confieso que me causa tanto pla
cer ver á ese jóven, que me costará un sacrificio
decirle que no le admito/
—Quieres que to evite el trabajo do dec'rsclo?
= 154*-
—Tio, contestó Abel ; quiero verle otra vez...
—Pues bien, te dejo; y conf.io tanto en tu
amor, que espero no baber suplicado en vano á
mi amo y señor.
, Salióse sonriéndose con gracia y mirándole con
tanto amor, que Abel decidió obedecerle.
Justo entró, y su semejanza con Catalina le
pareció á Abel tan exacta, que, no dudando ya
que fuera ella , pero decidido á disimular que
babia conocido el engano, se sonrió y el jóvcn
volvió la cabeza para no ver al conde: babiale
sin embargo mirado á la cara , bacia un momen
to , cuando no espresaba esta ningun sentimien
to tierno, pero parecia que Justo temia la amabi
lidad de su amo.
—Sois, le dijo Ostervvald, demasiado jóven y
demasiado débil para servirme.
A estas palabras rodaron gruesas lágrimas en
los ojos de Justo: acercóse timidamente al conde,
y ecbándose á sus pies le dijo tiernamente y con
el órgano encantador de Catalina:— Señor conde,
Vos gozais de una reputacion de bondad queme
fca atraido bácia vos, ob! nola desmintais no ad
mitiéndome á vuestro servicio : dadme el empleo
=«155 =
que querais, el mas penoso , el mas difidil; no
creais que me falten fuerzas para desempeñarle,
.os aseguro que os serviré mejor que todos vuestros
criados juntos Y las lágrimas no le permitieron
icont'nuar.
Abel estaba tan conmovido que las lágrimas
del desconocido bicieron correr las .suyas.- .Jó
ven, dijo, qué circunstancia os une á mi con
tania fuerza y por qué casualidad?...*
—Abí no me pregunteis, señor conde, pero si
os compadeceis de un desgraciado, si no quereis
matarle, permitid queme quede aqui, y admi
tid mis servicios.
Abel no pudo r^sisiir:
f —Puesto que me ofreces tanta semejanza con
una muger á quien tiernamente be amado, bom
bre ó muger, Justo ó Catalina, quédate, te ad
mito á mi servicio.
Justo si acercó, besó con efusion la mano á
Abel y salió.
Esta aventura causó un pesar estraordinario á
la condesa , quien manifestó la mas completa
«version á Justo.
Este último se concilió en poco tiempo la amU
= 156 =
ta'J de tO;Ios sus compañeros; bacia todo lo qiie
ellos debian bacer cuando se trataba de Abel. Si
pronunciaban el nombre del conde, Justo se son
rojaba) si oia que Abel llamaba, se ponia á tem
blar; en la mesa no podia darle una servilleta.
ó lo que pedia sin revelar la mas viva emocion.
Mucbas vece• cuando coneluia sus que-b aceres se
le veia sumergido en la mas profunda emocion,
y de vez en cuando bumedecian las lágrimas sus
bermosos ojos. Muy pronto se notó en su con
ducta mil particularidades; no se negaba á sen
tarse á la mesa con los demas criados , pero no
comia nunca, entraron en su cuarto por sor
presa y no encontraron en él nada que minea
se que estaba babitado. Raras veces bablaba con
■ns compañeros, no tenia con ellos mas relacio
nes que las que le impon'a el servicio, conoció
te por su conducta q.ie era orgulloso, y sia
embargo se jactaba basta cierto punto de llevar
la librea del conde.
El conde no estrañaba la conducta de Justo,
quien le prodigaba Atenciones mil veces mas de-
licadas que las de la condesa. Justo ejercia en la
vida d© Abel una influencia que de dia en dU
= 157 =
iba ecbando mas y mas profundas raices•
Su completa semejanza con Catalina cautivaban
de tal modo á Abel que no podia pasar sin estará
su lado , y esperi mentaba un placer estraordinario
en admitir sus atenciones y servicios.
Muy pronto le bizo su confuiente i y cuando es*
perimentaba algun secreto pesar, le llamaba y el
jóven le daba siempre consejos tan sabios y mar
cados con el sello de una amistad tan sincera que
el conde no vacilaba en tratarle como á su igual.
La condesa no tuvo un momento de tranquili
dad desde el momento en que Justo entró en sil
casa. La presencia de ese bombre la bacia estre
mecer , y, á pesar de su estraordiuaria amabili
dad y del amor que á Abel tenia , no pudo ocul
tar su aversion, lo que produjo escenas mucbas
veces desagradables : babiendo manifestado Abel
que tendria siempre á su servicio á Justo, intro
dujo la discordia en su casa ; y cuanto mas amaba
la condesa á su marido, tanto mas exigente era,
no disimulando en lo mas minimo sus quejas. Es
dificil demarcar las lineas imperceptibles por las
cuales dos esposos que se aman llegan á esos mo
mentos de frialdad , cuyo prodigioso aument*
produce en uno ú para otro un sentimiento frio«
y uoa reserva insultante respecto, á los primero 9
tiempos de su amor. Sin embargo se debe bacer
justicia á Jenny diciendo: que seguia amando á
Abel con el mismo ardor que cuando iba. á visi
tarle á la cabana del alquimista; pero las cir
cunstancias le dieron la apariencia de un cam
bio- en su conducta, como se verá en el siguien
te. capítulo..
»&ot
EN RIVAL-
■■inmi'i«
■HH»CH»-