El documento describe los diferentes elementos y estructuras del conocimiento humano. Identifica cuatro elementos clave en todo acto de conocimiento: la operación psicológica, el sujeto cognoscente, el objeto conocido y la representación que queda en el sujeto. Además, explica las diferentes teorías sobre el origen y validez del conocimiento humano como el escepticismo, empirismo, racionalismo, idealismo y realismo. Finalmente, distingue entre el conocimiento sensible e intelectual.
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El documento describe los diferentes elementos y estructuras del conocimiento humano. Identifica cuatro elementos clave en todo acto de conocimiento: la operación psicológica, el sujeto cognoscente, el objeto conocido y la representación que queda en el sujeto. Además, explica las diferentes teorías sobre el origen y validez del conocimiento humano como el escepticismo, empirismo, racionalismo, idealismo y realismo. Finalmente, distingue entre el conocimiento sensible e intelectual.
El documento describe los diferentes elementos y estructuras del conocimiento humano. Identifica cuatro elementos clave en todo acto de conocimiento: la operación psicológica, el sujeto cognoscente, el objeto conocido y la representación que queda en el sujeto. Además, explica las diferentes teorías sobre el origen y validez del conocimiento humano como el escepticismo, empirismo, racionalismo, idealismo y realismo. Finalmente, distingue entre el conocimiento sensible e intelectual.
El documento describe los diferentes elementos y estructuras del conocimiento humano. Identifica cuatro elementos clave en todo acto de conocimiento: la operación psicológica, el sujeto cognoscente, el objeto conocido y la representación que queda en el sujeto. Además, explica las diferentes teorías sobre el origen y validez del conocimiento humano como el escepticismo, empirismo, racionalismo, idealismo y realismo. Finalmente, distingue entre el conocimiento sensible e intelectual.
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14.
LAS ESTRUCTURAS DEL CONOCIMIENTO HUMANO
Elementos del conocimiento humano.
El conocimiento humano encierra un misterio en cuanto que el sujeto cognoscente queda involucrado en el acto mismo de conocer. La unión de sujeto y objeto produce una representación interna del objeto que modifica al sujeto. En este sentido se trata de un con-nascere, (nacer juntos). Se puede definir entonces como una operación por la cual el sujeto capta al objeto y produce una representación interna de este último. Cuando hay conocimiento, algo nace, una especie representativa del objeto se aloja en el sujeto y modifica su modo de ser. De esta manera, podemos distinguir cuatro elementos en todo conocimiento: la operación psicológica, el sujeto cognoscente, el objeto conocido y la representación que queda en el sujeto. No es la inteligencia ni el ojo el que conoce, sino el mismo sujeto. Los órganos son instrumentos y canales para recibir las impresiones del exterior y modificarlas. Pero el acto propiamente cognoscitivo se da en el sujeto como tal. También se pueden conocer objetos espirituales, que no ocupan un lugar en el espacio. Objeto no es lo mismo que cosa; es lo que se opone al sujeto, lo que queda enfrente del sujeto. La representación cognoscitiva que permanece en el sujeto ha dado origen a un problema decisivo, en la teoría del conocimiento: ¿qué es propiamente lo que conocemos, al objeto directamente, o a la representación inmanente al sujeto? La solución del realismo consiste en afirmar que conocemos directamente y en primera instancia al objeto; y en un segundo momento, de reflexión, captamos en forma directa a la representación; esto sería el acto de pensar. En realidad, no puede haber conocimiento fuera del campo de la conciencia, y en este sentido el conocimiento es inmanente. De esta manera podemos decir que el conocimiento alcanza al mismo objeto trascendente, pero dentro de la inmanencia del campo de la conciencia. El conocimiento cotidiano da lugar al fenómeno de la identificación, que tiene varios aspectos. La identificación cognoscitiva consiste en que el sujeto de tal manera capta al objeto, que en ese momento parece convertirse en ese objeto. Aristóteles decía que cuando pensamos en verde, nos convertimos en verde. Desde un punto de vista pedagógico, esto trae una consecuencia importante, pues en realidad un aprendizaje no es significativo hasta que el sujeto se involucra en el tema de su estudio. En cambio, cuando ese tema no interesa y no involucra al sujeto, el aprendizaje no es significativo, y el conocimiento obtenido es un pseudo conocimiento. En este caso, el objeto no ha llegado hasta el plano del ser del sujeto, no ha modificado al sujeto y, por tanto, pedagógicamente hablando, tal conocimiento carece de importancia. El problema crítico del conocimiento. El problema crítico del conocimiento, que se plantea de la siguiente manera: ¿Cuál es el valor del conocimiento? ¿Cuál es el origen y el alcance de los conocimientos verdaderos? ¿Cuál es el criterio para discernir los conocimientos válidos de los no válidos? Este problema surge a partir de la vivencia del error. En un momento dado, el sujeto se da cuenta de que aquello que tomaba como verdadero, en realidad es falso. Esta ilusión que ha vivido lo orilla a reflexionar y tratar de determinar un criterio para poder distinguir lo verdadero de lo falso. Podemos reseñar brevemente las cinco soluciones más características a este problema que se han dado a lo largo de la historia de la Filosofía. Escepticismo: Consiste en dudar de todo, y, por tanto, no se le otorga ninguna validez al conocimiento. Esta postura es demasiado pobre, pues para ser congruente con ella, el escéptico no puede defender su postura, ya que en ese momento caería en la contradicción de sostener como verdaderos sus argumentos. Empirismo: Sostiene que sólo son válidos los conocimientos que pueden fundamentarse a través de la experiencia sensible. Gran parte de las corrientes científicas actuales, el conductismo, el positivismo lógico, por ejemplo, se colocan en esta postura. Sin embargo, hay otra fuente de verdad que no proviene de los sentidos, y en ese momento falla el empirismo, al limitar demasiado el origen del conocimiento válido. Racionalismo: Sostiene que los sentidos engañan, y que por tanto solamente son válidos los conocimientos basados en el intelecto o en el uso de la razón. Esta postura es el reverso de la anterior, aunque también limita demasiado el origen de los conocimientos verdaderos. Idealismo: Afirma que los únicos conocimientos válidos son los fenómenos producidos por el sujeto cognoscente. Esta postura, típicamente kantiana, reconoce la importancia de las formas aportadas por el sujeto en su acto cognoscitivo. Realismo: Esta postura parece la más sensata y apegada al sentido común, pues afirma que podemos alcanzar al mismo objeto con nuestro acto cognoscitivo. Se puede distinguir con respecto al realismo ingenuo, en tanto que no niega la actividad y la perspectiva propia del sujeto, que aporta algo al conocimiento. El conocimiento es un misterio, es un abismo insondable, que no tiene fondo, y por lo tanto, las soluciones que da el hombre son precarias y siempre susceptibles de ser reformadas y mejoradas. La conciencia es el trasfondo, horizonte o perspectiva que le da sentido al conocimiento. Se conocen objetos limitados; la conciencia es el lugar en donde se conocen esos objetos, y de acuerdo con su tipo de expansión, así será el sentido o significado que el conocimiento de esos objetos tendrá para el sujeto cognoscente. Una conciencia estrecha sólo ve problemas; una conciencia amplia encuentra soluciones con facilidad. Una conciencia optimista avanza fácilmente entre las dificultades; la conciencia pesimista se da por vencida con facilidad. Lo importante es pues, el cultivo de una conciencia expandida, gracias a la cual, los objetos adquieren un sentido positivo para el sujeto cognoscente. Conviene también aclarar la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento intelectual. El primero se capta por medio de los sentidos, y sirve como base para que funcione el segundo y capte las esencias u objetos de tipo intelectual, y que trasciende a lo puramente sensible. Desde el punto de vista pedagógico es importante esta seriación, pues el conocimiento intelectual generalmente no puede ser captado si no es con una base de tipo sensible. Por tanto, la labor del profesor en sus exposiciones consiste en proporcionar ese material gráfico, sensible, en función del cual puede activarse el nivel superior de orden intelectual. La materia prima de los artistas es el nivel del conocimiento sensible. Por su parte, el nivel intelectual es la materia prima para la ciencia. Con esto queda señalada cuál es la característica típica del conocimiento intelectual: desborda el nivel sensible, trasciende el dato puramente individual encerrado en el espacio y en el tiempo. El conocimiento intelectual escapa a las categorías de espacio y tiempo, no en cuanto a la operación cognoscitiva, sino en cuanto al objeto captado y la representación obtenida. Los tipos de conocimiento conceptual, Tradicionalmente se han considerado tres operaciones cognoscitivas en el nivel intelectual: la simple aprehensión, el juicio y el raciocinio. Cada una de ellas produce, respectivamente, los pensamientos llamados: concepto, proposición y argumentación. El raciocinio se compone de juicios, y el juicio está compuesto por ideas. La primera operación se llama simple aprehensión, la cual produce un concepto o idea. El contenido de la idea es una esencia o un elemento esencial. La esencia es una estructura unitaria que da sentido a un objeto sensible. La imagen es sensible y singular. El concepto se refiere al mismo objeto que la imagen, pero en forma universal, pues se aplica por igual a todos los seres de la misma especie. En esta operación mental no hay afirmación ni negación. Previamente se puede distinguir una operación de orden intelectual pero preconceptual. Esta operación llamada intuición en la filosofía bergsoniana, consiste en que la mente capta un sentido, una noción suprasensible, pero todavía no es un concepto. La intuición, de acuerdo con Bergson, es la operación por la cual la mente monta a caballo en la realidad. Es propia de la Filosofía. En cambio, la conceptualización, operación posterior, deja colar lo individual, y sólo se queda con lo universal. Los ejemplos de esta operación se dan especialmente en la captación de la belleza, de los valores, del sentido o significado nuevo que se está descubriendo, y que todavía no se identifica o delimita como un concepto definido. También en la Metafísica de Coreth se puede encontrar una página en dónde se explica esta particularidad del conocimiento intelectual, que puede ser preconceptual y que capta una singularidad que no es de tipo sensible. Es importante subrayar este tipo de conocimiento intelectual preconceptual. Esto significa que el ser humano es capaz de pensar y alcanzar significados, aun cuando todavía éstos no queden formulados en forma conceptual. El concepto es una formulación posterior. Se puede relacionar este tipo de conocimiento con lo que se ha explicado ya acerca de la conciencia. En la conciencia se captan significados, síntesis, sentidos, explicaciones, soluciones a los problemas, sin necesidad de que estos contenidos tengan la forma de concepto. El concepto es una formulación posterior que se logra en la expresión de ese contenido intelectual encontrado en la intuición. La segunda operación mental clásica es el juicio. Su función no consiste solamente en reunir dos conceptos, como cuando digo: el edificio es alto. Lo propio del juicio es la afirmación (o negación) de una existencia, en donde se encuentran sintetizados los dos conceptos expresados en el sujeto y en el predicado de la proposición. De esta manera, la segunda operación mental se refiere a existencias, mientras que la primera (la simple aprehensión) se refiere sólo a esencias. Así es como las dos operaciones captan los dos coprincipios básicos de todo ente, que son la esencia y la existencia. Emitir un juicio, por tanto, consiste en afirmar que algo existe, es decir, que participa del ser. Las esencias, en cambio, ni afirman ni niegan nada, son neutras, pues todavía no aluden directamente al ser como poseído. El juicio logra bajar el mundo de las esencias al mundo de las existencias, que es el mundo real. También cuando se sostienen juicios negativos se da una esencia. El ateo, por ejemplo, para poder negar la existencia de Dios, debe poseer en su mente la esencia de ese Dios que niega. Con la primera operación' mental concibe esa esencia, y con la segunda operación niega que dicha esencia tenga una existencia o realidad independiente del pensamiento. Cabe aclarar que el lugar en donde se capta la relación entre los dos conceptos es la conciencia. Según sea la amplitud de esa conciencia así será la profundidad y la amplitud de posibilidades de relaciones que se puedan captar. La tercera operación mental consiste en pasar a un conocimiento nuevo en función de otros juicios previamente captados. De las premisas se obtiene una conclusión. La ilación consiste en que efectivamente exista esa relación entre las premisas y la conclusión. También tradicionalmente se han distinguido dos tipos de raciocinio. La deducción consiste en partir de premisas universales y llegar a una conclusión particular (o menos universal). En cambio, la inducción consiste en partir de casos singulares para concluir tesis universales. Estas tesis son la base de la ciencia. En Filosofía ha existido una larga discusión acerca del origen de los conocimientos y tesis universales. El problema crítico estudia cómo es posible que la inducción tenga validez. También se ha objetado la validez del silogismo, que es la forma más sistematizada de la argumentación deductiva. La objeción consiste en hacer notar que para conocer la premisa universal es necesario conocer previamente la conclusión. Si se sabe que todos los hombres son mortales, es porque antes se sabe que Pedro es mortal. Por lo tanto, no tiene ningún valor el silogismo que pretende inferir la mortalidad de Pedro en función de la premisa universal. Se puede responder a esta objeción diciendo que la verdadera premisa de ese silogismo no es: Todos los hombres son mortales, sino: Todo hombre es mortal, o mejor: El hombre es mortal; lo cual significa que se ha captado en la esencia del hombre la mortalidad. No fue necesario conocer primero todos los casos. De esta manera se puede notar la calidad del concepto y de la esencia, que contiene una totalidad que no se identifica con la suma de todos los casos singulares. También se puede notar la relación que tiene la conciencia con esta operación que produce nuevos conocimientos. La conciencia es el campo en donde surgen esas nuevas posibilidades. La capacidad argumentativa de una persona puede fortificarse cuando se expande ese campo de su propia conciencia. El conocimiento de los valores. Los niveles de conocimiento intelectual explicados anteriormente no reflejan con exactitud el procedimiento para captar los valores. Una primera definición del valor se puede lograr en función del concepto de intencionalidad ontológica. Esa orientación de la intencionalidad va a estar fuertemente condicionada por el encuentro con objetos valiosos. El valor posee la fuerza para atraer y atrapar la energía expansiva de la intencionalidad. Este poder del valor es lo que se llama preferibilidad. El valor, gracias a su preferibilidad, ejerce un poder sobre las personas que lo captan. Esta experiencia es común en todo ser humano. Llama valioso aquello que le parece interesante, atractivo e importante. Notemos que se trata de dos polos de fuerza. Una es la energía o poder expansivo de la intencionalidad. Otra es la fuerza o poder atractivo del valor. Las dos en contacto producen una complementación del ser humano. La reflexión acerca del ser humano, que surge ante esta visión de la esencia del valor, consiste en detectar sus carencias, sus potencialidades y sus limitaciones, en función de las cuales es como se requiere un complemento, que es precisamente el valor. El conocimiento directo de un valor presente excita las fibras emotivas del hombre, con lo cual se siente impulsado a una realización de ese valor. Una segunda descripción del valor nos dice que consiste en la relación de adecuación con otro ente. Esto explica por qué diferentes personas emiten juicios diferentes sobre los mismos objetos. Sus bases de comparación no necesariamente coinciden. De acuerdo con estos dos conceptos que tratan de describir la esencia del valor, también surgen dos modos de conocer el valor. El primer modo se llama valorización, y consiste en captar intuitiva y emotivamente la presencia de un objeto que guarda relaciones de adecuación con el propio sujeto. Esta operación es muy importante desde el punto de vista educativo, pues, gracias a ella, el sujeto descubre por sí mismo el valor de las cosas sin necesidad de que se lo digan o describan en forma conceptual. En la mayoría de los sistemas educativos se explica cómo son los objetos valiosos, pero no se llega a dar la oportunidad de una vivencia propiamente axiológica. Desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, es Importante subrayar ahora los elementos propios de este modo de captar los valores. En este caso es perfectamente posible que el sujeto no encuentre palabras para expresar lo que ha experimentado frente al objeto que llama valioso. Este primer modo de captar el valor tiene una fuerte correspondencia con la primera definición del valor, en función de la propia intencionalidad ontológica. La segunda manera de captar el valor está relacionada con la segunda definición del valor que hemos visto. Evaluar es comparar. Según sea la base de comparación así será el juicio evaluatorio. Esta operación mental puede ser bastante objetiva, en cuanto que, no necesariamente el sujeto tiene por qué vibrar o emocionarse ante el objeto. Con todo lo anterior, tenemos ya una base para emitir una opinión acerca del subjetivismo y del relativismo axiológicos. En los valores puede haber un subjetivismo, según vimos ya en la primera definición de la valorización. Este subjetivismo implica que el valor tiene como base de comparación al mismo sujeto. En tanto se den en sujetos diferentes, los juicios axiológicos serán también diferentes, aun cuando se trate del mismo objeto. Este subjetivismo tiende a desaparecer en la segunda operación llamada evaluación. En los valores se da una relación siempre. Esto podría dar origen a un cierto relativismo. Sin embargo, el valor mismo no es propiamente una relación, sino la cualidad de un objeto. Existe un tercer modo de llegar al conocimiento de los valores, y es la conceptualización. El sujeto capta una definición de un valor y la comprende: inclusive puede explicarIa con sus propias palabras. Es un conocimiento legítimo, pero, al mismo tiempo, posee un peligro y una ventaja. La ventaja de esta conceptualización axiológica consiste en la exactitud de la expresión que se obtiene gracias a la definición. El peligro está en la posible ausencia de una previa valorización del mismo objeto detectado en la definición. Cuando esto se repite, el estudiante aprende de memoria descripciones de valores sin haberlos vivido ni haberse emocionado con ellos. Gracias a esta conceptualización axiológica es posible expresar las cualidades observadas en los valores. La preferibilidad consiste en el poder de atracción que ejercen los valores. El nivel suprasensible de los valores consiste en que no pueden ser captados sólo con los sentidos; se requiere el conocimiento intelectual y, además, el emotivo. La aprioridad consiste en que la relación de adecuación es previa al conocimiento que de ella se tiene. La objetividad consiste en que esa relación puede darse entre dos objetos, completamente independiente del sujeto que la capta. La bipolaridad consiste en que los valores siempre se escinden en positivos o negativos, nunca son neutros. La jerarquización es otra propiedad de los valores, y consiste en que por sí mismos muestran mayor o menor adecuación con las cosas o las personas. De esta manera, cada uno puede ordenar en una serie de mayor a menor importancia los valores que ha captado. Aplicaciones del terreño axiológico en la Antropología. La captación de los valores como la hemos estudiado incide en nuestra idea del ser humano de varias maneras: El horizonte axiológico de una persona es la amplitud de su captación de valores. La maduración y educación de un sujeto lo hace más capaz de captar valores más refinados e importantes. La autenticidad de una persona también depende de su captación de un amplio horizonte de valores. De no ser por una impregnación directa en el campo axiológico, la persona vivirá exclusivamente de valores prestados, es decir, conocidos al modo conceptual, pero sin haber vivido una experiencia directa de ellos. Su convencimiento acerca de ellos está sujeto a dudas y actitudes falsas. La motivación humana puede ser intrínseca o extrínseca. La primera está en función de valores; la segunda en función de presiones externas, coerciones y obligaciones (entendida ésta última en un sentido vulgar, pero inexacto, como "presión por parte de la sociedad") . Gracias al conocimiento directo de los valores, el sujeto puede deslizarse desde una motivación extrínseca hasta una motivación cada vez más interna, en función de esos mismos valores. La moralidad humana, o su valor moral, también dependerá de su rescate de valores morales y su actuación en función de ellos, y no tanto por coerciones. (Cfr. Bergson: Las dos fuentes de la moral y la religión) La libertad como estudiaremos posteriormente obtiene su fundamentación vivencial en una previa asimilación de valores. El hombre actúa libremente cuando actúa guiado por algún o algunos valores. En ese momento es capaz de adquirir una cierta autonomía y de liberarse de los condicionamientos y de los estímulos físicos que forman en la generalidad de la gente el motivo principal de la conducta humana. El amor también está en función del valor, y precisamente en función del valor que ha adquirido una persona como tal. El amor desinteresado es capaz de ser ejercido aun cuando el objeto o la persona amada no valgan tanto. El amor desinteresado es generado a partir de la potencialidad del mismo sujeto amante.
Gutiérrez Sáenz, Raúl. Introducción a la Antropología Filosófica. Ed. Esfinge.
Mex 1988.
15. CORRIENTES CONTEMPORANEAS
Vitalismo Miguel de Unamuno.
El vitalismo en general es la vida como única realidad es así como nos diferenciamos de los demás por tener fuerza vital, la vida es lo primordial sobre lo que el filósofo se tiene que basar siempre, el hombre ante todo es siempre vida. El hombre como ser existencial. Existencialismo Heidegger y Jaspers. El Existencialismo es una corriente filosófica dedicada al análisis de la condición humana, tomando como valores preponderantes la individualidad, la emoción, la búsqueda del significado de la vida y de la existencia, y los objetivos de vida de cada persona. Personalismo Emmanuel Mounier. El personalismo para Mounier, más que una teoría o una doctrina, es una vida; es una postura personal; es una ética. El personalismo, hemos dicho, es una toma de posición a favor del hombre como persona y una afirmación radical de la primacía de la persona humana sobre cualquier otra cosa.