El Cojo de Hechos 3
El Cojo de Hechos 3
El Cojo de Hechos 3
PRIMER RECORDATORIO. - EL COJO NOS MUESTRA LA CONDICIÓN EN QUE ESTÁ LA HUMANIDAD: PERDIDA, POSTRADA
Y SIN ESPERANZA, (vv.2-3).
El relato bíblico nos señala que la persona que pedía limosna todos los días en el templo de Jerusalén era coja de
nacimiento. Había nacido en esa condición. No tenía posibilidad alguna de valerse por sí misma, por lo que necesitaba de
otros para todo. La única forma de sobrevivir era pidiendo limosna a los que entraban y salían de aquel templo.
El diccionario define limosna como “Dinero o bien que se da como ayuda a un necesitado”; la palabra griega usada aquí es
“eleeumosúne”, compasión, es decir beneficencia (ejercida hacia el pobre), o (concreto) benevolencia. Obra de bien o de
alivio a los pobres, ya sea meiante dinero u otros elementos así dados.
Notamos la situación desmedrada en la que este cojo estaba (v. 2). Era llevado y sacado más tarde del templo. De seguro
no contaba con la ayuda del Estado o de familiares, pues de lo contrario no estaría en el templo pidiendo dádivas de las
personas. No notamos en el relato una acción misericorde de los religiosos de la época; tampoco se nos dice aquí cuántas
personas daban limosna al cojo. Lo encontramos solo, perdido y sin esperanza. Resignado a vivir el resto de su vida en esa
paupérrima condición.
El cojo es un fiel retrato de la humanidad sin Dios en todos los tiempos y épocas. El hombre y la mujer sin Cristo está en
una lastimosa situación. La historia humana es una larga lista de sinsabores que se agudizan a medida que se avanza en la
historia: guerras, pestes, enfermedades, desastres naturales, crisis económicas, crisis sociales, crisis morales,
deambulando de un lado a otro ante ofertas de solución y esperanza de diversos personeros políticos, religiosos, caudillos
militares y morales e iluminados. ¿Ha mejorado la situación? ¡En absoluto! Mientras más la humanidad se esmera en
solucionar sus problemas más se hunde en el lodo de la perdición. Romanos 3:23 es una realidad y sentencia ante la
realidad humana: destituidos de Dios. ¡Nada ni nadie en este mundo podrá mejorar la situación del hombre! Su problema
no es material; es espiritual, y quien tiene el remedio para ello es Dios mismo, Lucas 19:10..., Jesucristo ha venido a buscar
y salvar lo que se había perdido.
Este primer recordatorio es importante que la iglesia lo tenga internalizado y entendido: La humanidad sin Dios está
perdida. Aunque reniegue de Dios, le dé la espalda, se rebele ante Él, viva su vida prescindiendo de Él, lo necesita con
urgencia. Mientras no acuda a Dios se hundirá más y más en su perdición, postración y desesperanza. Lo más terrible es
que una vez muerto el hombre y la mujer sin Dios, ya no hay más remedio; sólo les espera condenación eterna. Esto
constituye un motivo de oración por parte de quienes somos hijos/as de Dios; su iglesia, su pueblo, y también de acción,
como lo señala 1ª Pedro 2:9-10. Usted y yo hemos sido llamados a “anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las
tinieblas a su luz admirable”.