El Vertigo de Las Listas
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Umberto Eco
(Universidad de Bolonia)
Edición: Carmen Espejo
IC – Revista Científica de
Información y Comunicación
2011, 8, pp. 15 - 34
Resumen
Umberto Eco prosigue en este texto su reflexión en torno a la lista o
enumeración en la literatura y el arte, proponiendo una clasificación en
función de sus intenciones retóricas, e incidiendo particularmente en la
diferencia entre su empleo en las artes y el recurso a la misma en los mass
media y otros contextos industriales.
Abstract
Umberto Eco pursues in the paper his thoughts on lists or enumerations in
literature or the arts, proposing a classification relating to its rhetorical
purposes, and particularly stressing the differences between its use in the arts
and in the mass media and other industrial contexts.
Palabras Clave
Lista / Enumeración / Literatura / Arte / Mass Media
Keywords
List / Enumeration / Literature / Art / Mass Media
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El vértigo de las listas
2 Las traducciones y ediciones de todos los textos son las que aparecen reseñadas en Umberto
Eco (2009). El vértigo de las listas. Barcelona: Lumen.
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El vértigo de las listas
todos los nombres de los ángeles, Doré intentó dibujar la idea de esta serie
infinita de criaturas angelicales [Fig. 5].
A este propósito tenemos que efectuar una distinción importante, es
decir, entre lista práctica y lista ‘poética’. La lista práctica se manifiesta en
la lista de la compra, en la lista de los invitados a una fiesta, en el catálogo
de una biblioteca, en el inventario de los bienes de los que dispone un
testamento…
Ante todo, estas listas se refieren a objetos del mundo exterior y a
una finalidad meramente práctica de nombrarlos y enumerarlos; puesto que
son inventarios de objetos conocidos y que existen en la realidad, están
acabadas, porque pretenden enumerar todos los objetos a los que se
refieren y ninguno más, luego no son alterables, en el sentido en que sería
inadecuado, además de insensato, añadir al catálogo del Louvre un cuadro
conservado en los Uffizi y viceversa.
Un hermoso modelo de lista práctica, aunque esté hecha en música y
versos, es la de Leporello en el Don Giovanni de Mozart. Don Juan ha
seducido a una gran cantidad de campesinas, camareras, ciudadanas,
condesas, baronesas, princesas y mujeres de todos los niveles, de todas las
formas y de todas las edades, pero Leporello es un contable preciso y su
catálogo está matemáticamente completo: “En Italia seiscientas cuarenta, en
Alemania doscientas treinta y una, en Turquía noventa y una, y en España
mil tres”. Así que suman 2065, ni una más y ni una menos. Si mañana Don
Juan conquista también a doña Ana o a Zerlina, habrá una lista nueva.
¿Cómo es, por el contrario, una lista poética? Antes de nada, los
objetos que nombra no tienen que existir necesariamente, así que el
catálogo de Homero seguiría siendo fascinante aunque todos los jefes que
nombra sólo fueran criaturas míticas. En segundo lugar, ya se dijo, ésta
nace de la imposibilidad de expresarlo todo y sugiere, pues, el vértigo de
un ‘etcétera’. Pensemos en la genealogía de Jesús al comienzo del Evangelio
según Mateo. Se podría dudar de la existencia histórica de muchos de
aquellos antepasados, pero seguramente Mateo (o el que lo haya escrito)
quería indicar personajes ‘reales’ del mundo posible por sus creencias, y por
aquel entonces la lista tenía un valor práctico y una función referencial. Por
otra parte, pasemos ahora a las letanías de la Virgen: es una lista de
propiedades, atribuciones, apelativos, recogidos de los pasos de las
Escrituras o de la tradición, que debe ser recitada como un mantra, como el
om mani padme hum de los budistas; no tiene mucha importancia si la virgo
sea potens o clemens (de ahí que hasta el Concilio Vaticano II las letanías las
recitaba en latín una inmensa mayoría de feligreses que no entendían
aquella lengua): lo importante es sentirse atrapados por el vértigo sonoro
del elenco, y cuenta la escansión rítmica de los adjetivos y por un tiempo
suficientemente largo. Las letanías terminan por razones de economía
litúrgica pero, en principio, podrían continuar hasta el infinito.
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Y así indefinidamente.
Alguien definió este elenco como un caso de enumeración caótica,
donde aparentemente no hay ningún nexo entre los varios elementos de la
lista. No obstante, merece la pena desempolvar una distinción entre
enumeración conjuntiva y enumeración disyuntiva. Una enumeración
conjuntiva reúne también cosas distintas que aportan al conjunto una
coherencia, ya que es el sujeto mismo el que las ve o están consideradas en
un idéntico contexto; por el contrario, la enumeración disyuntiva expresa una
fragmentación, una especie de esquizofrenia del sujeto que concibe una
secuencia de impresiones disparatadas sin conseguir atribuirles utilidad
ninguna.
En este mismo orden de cosas, la cocina de Bloom ofrece un ejemplo
de enumeración conjuntiva, puesto que todos los objetos, aunque
disparatados, reciben una especie de unidad por el hecho de estar todos
presentes en la misma cocina pequeño-burguesa y es justo por su banal
casualidad que son representativos de la sordidez y del anonimato del día
a día.
Dicho esto, tendríamos que añadir que no existe enumeración
verdadera y totalmente caótica, sin embargo hay casos en los que el autor
quiso expresar verdaderamente una situación de caos. Renombrados
ejemplos de lista caótica se han hallado en Rimbaud, no obstante
permitidme mencionar los atributos que Cole Porter en You are the top!
confiere a la persona amada en el momento que la compara con el Coliseo,
con el Museo del Louvre, con una sinfonía de Strauss, con un soneto de
Shakespeare, con el Ratón Mikie, con el Nilo, con la sonrisa de la Mona Lisa,
con Mahatma Gandhi, con el brandy Napoleón, con la luz violeta de una
noche de verano en España, con la National Gallery, con Greta Garbo, con
el celofán, con los pies de Fred Astaire, con un drama de O’Neill, con la
Madre de Whistler, con el camembert, con una rosa, con la nariz de Jimmy
Durante, con un Botticelli, con Keats, con Shelley, con la luna, con los hombros
de Mae West, con un barco que se desliza en el Zuiderzee, con un antiguo
maestro holandés, con Lady Astor, con las estepas rusas, y así sucesivamente,
sin ninguna diferencia apreciable entre el Infierno de Dante y los brócolis.
Sin embargo no consideramos suficientemente el musical. El elenco
caótico de Cole Porter merece todo nuestro respeto, mientras que distinto es
el sentido del elenco que se manifiesta en otros terrenos de los medios de
comunicación.
La poética de la lista invade muchos aspectos de la cultura de masas.
Si pensamos en aquel modelo de elenco visivo que es la parada de
muchachas adornadas con plumas que bajan las escaleras en las Ziegfield
Follies, en la serie de tiros de trampolín y a las multitudes de jóvenes ninfas
de Escuela de Sirenas, o en la estupenda bajada de Georges Guetary en Un
americano en París, para llegar a los desfiles de hoy en día de los grandes
estilistas. En este caso, sin embargo, la secuencia de criaturas que hechizan
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a) pertenecientes al Emperador,
b) embalsamados,
c) amaestrados,
d) lechones,
e) sirenas,
f) fabulosos,
g) perros sueltos,
h) incluidos en esta clasificación,
i) que se agitan como locos,
j) innumerables,
k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello,
l) etcétera,
m) que acaban de romper el jarrón,
n) que de lejos parecen moscas.
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