Cuaderno de Lecturas - Vanessa Morillo
Cuaderno de Lecturas - Vanessa Morillo
Cuaderno de Lecturas - Vanessa Morillo
VANESSA MORILLO
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NOTA ACLARATORIA
Así, bajo la presión del calendario, solo me quedaba un tema para escribir: la mecánica
misma de la escritura. No soy experta, no escribo de la mejor manera ni con la ortografía
del año; cuando lo hago solo es mi mano recorriendo el papel con un lápiz y pop gringo
de fondo para callar el silencio. Yo escribo con el corazón en la mano y la mente
suspendida. Esto es liberarse, sentarse y dejarlo salir, plasmar mi propio inconsciente
con letras sin sentido en el primer papel que mis ojos encuentran.
Como ya dije, mi vida entera ha sido cuestionada en trozos de papel, documentos Word
o notas de celulares que ya ni tengo. Esto es, según yo, consecuencia de la inconformidad
(o la depresión), pero eso es tema para otra “entrada”, Será por el carácter íntimo de
mis textos que no lo siento propio de una escritura ensayística, porque yo, mejor que
nadie, aplico eso de dejar un poco de si en la escritura, creería incluso, que la escritura
deja un poco en mí. Al coger el lápiz y el papel, me introduzco como una masa sin forma
a un mundo de revelaciones del cual salgo un poco menos amorfa, con mis
pensamientos claramente plasmados y listos para explicarme quién soy hoy.
15 – Septiembre- 2020
Inconformidad: Según yo, es algo inherente al ser humano. A lo largo de los años he
visto que las personas prescindimos de aquello que poseemos, fijando la mira en lo que
nos falta: dinero, pareja, cosas materiales, un nuevo empleo, etcétera. Todas estas cosas
pueden ser el objeto de deseo del humano.
¿Por qué esta inconformidad? Vacío. Algo en el interior que se busca llenar, ya sea
felicidad, amor, amistad, expectativas propias o ajenas; siempre hay algo que
pretendemos llenar a través de la adquisición. Pero este vacío mantiene en constante
evolución: lo que quería llenar hace cinco años no es lo mismo que quiero llenar ahora,
ni será lo mismo que quiera llenar en cinco años más. Cuando el vacío no evoluciona es
que hay un problema.
Ahora, no considero que ser inconforme sea negativo. Al contrario, sin la inconformidad
las personas no tendrían motivos para ir más allá de sus límites materiales, ni exigirían,
ni lucharían; básicamente, la vida se reduciría a una constante monotonía. Cosas
esenciales como la música, el arte y la misma literatura no serían como las conocemos
hoy en día, quién sabe si significarían tanto para nosotros si no fuera por este factor.
He leído cuantas páginas de una novela muy extraña llamada “el cuarto mundo”. Solo
tengo dos preguntas: 1) ¿cómo rayos se le ocurrió a la autora darle seguimiento a la vida
de su personaje desde la fecundación? 2) ¿por qué a mí no se me había ocurrido usar a
un feto como narrador? Supongo, que la respuesta a esta última es que mi imaginación
es algo limitada; escribo lo que veo, lo que siento, lo que conozco. He ahí la clave, aquello
que conozco deja huella, me impacta de una u otra forma y sale en palabras. Tendría que
plantearme situaciones hipotéticas y reflexionar frente a ellas si pretendo ampliar mi
alcance imaginativo. Esto de reflexionar mis emociones se torna algo personal en
algunas circunstancias, sobre toda cuando se escribe sin un hilo concreto en mente. Las
palabras divagan y al final nunca hay material para compartir porque no encaja en
cuanto a género, forma o temática.
Me gusta escribir, dibujar y recostarme con poca luz escuchando música triste, de esa
que trae a flote recuerdos de amor, amistad, sueños; esa música que me lleva al pasado
y me arruga el alma por cosas que vivo o que otros vivieron para que yo sufriera por
ellos. Es este el tipo de dolor que me gusta, que me causo a propósito, que me recuerda
que estoy viva.
También me gusta gritar y bailar música más “movida”, de esa que solo e ritmo te pone
a mover la cabeza como guitarrista a medio concierto, porque esa música también me
hace sentir viva, pero diferente, del tipo que te hace pensar “joder, estoy viva, hay que
alocarnos”. Estas son las dos caras de la moneda, solo hay que aprender a vivir de
ambas formas y sacar lo mejor de cada una. La primera me da creatividad, es más mi
zona de confort; la segunda me da una carga energía para hacer nuevas cosas (o viejas
que no quiero hacer). Ambos modos existen, están bien y son bienvenidos.
19 – Septiembre – 2020
Hoy ando corta de inspiración. La única novedad en mi vida digna de escritura es un
reciente descubrimiento sobre mi comportamiento: soy invisible para la mayoría de las
personas adultas, ya sea compañeros o profesores, pero para aquellos que son
importantes para mí, no suelo pasar desapercibido; en cuanto a lo académico, luego
estoy dando mi mayor esfuerzo con los docentes que considero buenos (dedicados,
apasionados), tratando de cumplir los estándares que yo misma impuse, porque nadie
quiere decepcionar a quien admira.
Esto no significa que olvide a los docentes que no considero buenos, yo siempre procuro
cumplir y dar lo bueno de mí. Sin embargo, he de admitir que en mí sí aplica eso de la
“reciprocidad”; cuando siento que alguien no da lo mejor, no se esfuerza o no se toma
las cosas en serio, la importancia que to le doy también disminuye.
En cierta conversación con mis amigas cercanas, les comenté mi reflexión y así me di
cuenta que esto corresponde a cierta necesidad de complacer a las personas que uno
identifica como figuras de autoridad, es ahí cuando entra la ansiedad, el nerviosismo, el
estrés porque el pensar que no cumplirás que no cumplirás las expectativas es algo que
te desestabiliza.
INICIAN RECOPILACIONES
Junio - 2016
Voy por la vida peleada con el mundo, enojada con la cultura y enredada en mis
pensamientos… tal vez por eso mi cabello parece un nido de pájaros.
“Cabello” detesto esa palabra. Desde que tengo memoria me ha sonado a “caballo”; es
espantoso usarla en una conversación y visualizar un caballo en lugar de un montón de
pelo pegado al cráneo.
Soy algo extraña, un poco distraída y muy enojona, para todo tengo un pero y una
pregunta que por lo general termina en un debate. La mayoría de las veces estoy
curioseando todo a mi alrededor. Algunas personas dicen que soy molesta, pero yo
prefiero definirlo como “en busca de conocimiento”.
Últimamente me he dado cuenta de algo importante: somos un tren, las personas entran
a ti, algunas se quedan y otras se van, cuando ellas deciden bajarse del tren, no queda
más opción que seguir con tu camino, sin embargo, todas las personas que aparecen en
tu vida te enseñan algo importante. En definitiva, he aprendido cosas, pero me queda
mucho más por aprender.
Agosto – 2017
CIRCULO VICIOSO
Pienso lo que lloro
Lloro lo que escribo
Escribo lo que sufro
Sufro lo que callo
Callo lo que vivo
Vivo lo que cuento
Cuento lo que quiero
Quiero lo que hago
Hago lo que pienso
Septiembre - 2017
LA OREJA DE VAN GOGH
Poco a poco tras fingir su sordera, su oreja empezó a volverse inútil, hasta el punto de
ir perdiendo su apariencia; los rasgos se fueron borrando, el tímpano, los huesillos y
todas sus características fueron desapareciendo y la extremidad que le sobresalía a un
costado lentamente se fue enfriando y endureciendo hasta convertirse en fina porcelana,
finalmente, de “oreja” sólo le quedó la silueta.
Agosto - 2019
TRANSPORTE PÚBLICO
Faltaba un cuarto para la una, abordé la ruta del transporte público después de un
extenso día laborar. El MIO iba en calma: poca gente, las vías con buen flujo
automovilístico y un silencio glorioso; agradecía profundamente que la ruta no estaba
invadida por universitarios ruidosos que narren sus experiencias.
El conductor se mezcló en la multitud rodante sobre la autopista sur, una mano derecha
femenina se asomó en nuestro panorama, la velocidad disminuyó, el pitido intermitente
quebrantó mi paz interior y una chica pelirroja, con cola de caballo, tez pálida y ojos miel
(casi amarillos) se unió a la ruta. Marcó el pasaje, tras el sonido de aprobación observó
curiosa el torniquete que impedía su paso, dio vuelta al objeto pero ella no se movió; la
puerta del bus se cerró y ella observó con pánico a todos los presentes. “¿Debo ingresar
por la puerta de atrás?”. “Pasa por ahí, paga tu pasaje”. “Ella registró, yo la vi, ingresa
por debajo”. La chica ni corta ni perezosa flexionó sus delgadas piernas y se posicionó
de pie, justo a mi lado. Realizó un par de llamadas y al desocupar la silla junto a mí, pidió
permiso para tomarla.
Cuatro kilómetros más tarde, se inclinó a mi oreja susurrando “necesito bajarme cerca
de Confandi del Prado, ¿puede explicarme?”. Su voz, su contextura e inocencia trajeron
a mi mente mi infancia, la protección de mi familia y cuánto me costó descubrir el mundo
por mí misma. “Sigue un puente, después otro igual que es el de la luna, espera tres o
cuatro paradas más y ahí es”. “¿Para en cualquier parte?” preguntó incrédula. “Debes
timbrar, estos son los timbres. Cuando estés en el segundo puente te levantas… o no,
espera un poco, tienes tiempo. Yo me bajo antes, lo siento”. “Lo sé” creí escuchar
mientras dirigió su mirada amarillenta a las vías, a través de la ventana, decidí ignorar
el comentario; los pensamientos de mi infancia me trasladaron a otra época. Esta chica
y sus rasgos físicos son muy particulares, es igual a mí, tiene los ojos y las delgadas
piernas de mi madre, tiene el cabello de papá; en definitiva, es la combinación perfecta.
“Próxima parada…”
Salí de mi circunspección, tomé mis cosas, di una última mirada amorosa a la joven
veinteañera y me acerqué a la puerta. Timbré. Bajé del MIO y caminé paralela al bus
antes de que aumentará la velocidad. Mientras éste me abandonaba bajo el impulso del
motor, aprecié claramente, sin lugar a duda, cómo esta chica ingenua me observó
fijamente mientras desaparecía como si nunca hubiese estado. Después un pito
constante, un cambio de luces y un choque. El grito de fondo y la blancura llevándose
toda imagen a su paso.
*****
Mujer de 45 años, desconocida, desmayo sorpresivo, antecedentes de esquizofrenia.
Administrar clopromazina, vendré a verla en 2 horas.
De nuevo esta loca…
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Este texto es producto de una pesadilla una noche de cuarentena.
y nos adentramos en la casa nuevamente, mi cuarto es el último del pasillo, lo que le da
tiempo para frotarse contra mi cuerpo de forma repugnante, contengo el miedo, le
entregaré sus cabes y nos dejará en paz. De repente, una sustancia un poco tibia me
moja la espalda, baja por las nalgas y las piernas; “¿me has meado?” me giro aturdida
para observar sus pantalones manchados, me toco las piernas y no encuentro líquido,
esto es viscoso… Mientras salgo de la conmoción, él me da una última mirada con su
sonrisa burlona que se ha hecho más grande, se gira y escapa, yo le sigo, pero ya no
está.
Minutos más tarde ya no hay cadáveres, hay cuerpos suspendidos frente a mi casa que
vuelven a la vida; uno por uno se levanta y se marcha, como si nada hubiera pasado.