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Dinero y escritura

Dinero y escritura
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Primera edición: 2024

Imagen de portada
© Francisca Aninat
Manuscrito N.1, 2007.
Cortesía de la artista

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Formación
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: 978-607-8895-54-0
Impreso en México
ÍNDICE

Cómo surgió este libro 13

Indicios de un bosque 17
Literatura canónica 21
En cuerpo y alma 33
Odontología 41
Esto es máquina 49
Dinero y escritura 57
Propuesta para una exposición 67
Aquiles y la tortuga 75
El día que hablé con Dios 87
Personas mirando el cielo 97
Rezar, recitar o decir 109
Retrato de mi cuerpo a través del suyo 115
Hacer tiempo 131

De dónde vienen los textos 137


Agradecimientos 139
Para Pierre, siempre.
No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a
la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese
otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y
no es posible engañar.
J C O

Si mi interés principal es lograr un éxito de ventas,


no soy principalmente una escritora, sino una ven-
dedora. Si enseño que el éxito de ventas es el objeti-
vo principal de quien escribe, no enseño a escribir;
enseño o hago como que enseño a producir y comer-
cializar un producto.
Ú K. L G

Al escribir es bueno desaburguesarse un poco. Uno


está dedicándose a algo que no está bien retribuido,
son muy pocos los escritores que viven de sus de-
rechos de autor y es así, con esa experiencia, que el
escribir margina, de alguna manera.
H U
CÓMO SURGIÓ ESTE LIBRO

Al principio tuve la idea de reunir varios ensayos que había


escrito por encargo. Cuando mi editor me dijo que estaba de
acuerdo en publicarlo, me percaté de que el ensayo que le da-
ría título al libro abría una serie de posibilidades. Siempre me
cuesta soltar mis proyectos, poner un hasta aquí y pasar a lo
siguiente. Esta vez, creo, estuvo justificado: el tema del dinero
y la escritura me parece tan inmediato que me atrevería a de-
cir que marca el ritmo de mi día a día. Así que decidí añadir a
los textos principales algunos otros para abrir un poco más el
diálogo. Esto, a mi parecer, marca la diferencia entre pensar
la escritura de manera independiente, como hice en un inicio
con estos escritos, a pensarla en conjunto, lo que me propu-
se con esta compilación.
Creo que los textos por encargo forman toda una categoría
de mi obra. Los considero parte de mi proceso de escritura y
formulación de ideas; a la vez, creo que su registro tiene parti-
cularidades propias de su origen. Cuando empecé a escribir de
esta forma, mi ritmo lo marcaban revisiones obsesivas. Era el
«síndrome de la impostora». Me importaba sobremanera cum-
plir con las expectativas de quien solicitó el texto y llegar a la
fecha límite. Recibir un pago por escribir me enorgullecía y
abrumaba. Durante el proceso de creación, me preguntaba
constantemente cómo se hace de manera correcta este traba-
jo. Encontraba nuevos errores en cada lectura del primer bo-
rrador, y en una ocasión me tropecé, esguinzándome el tobillo
mientras caminaba por la sala con la vista nublada por la con-
fusión de repensar el mismo planteamiento una y otra vez.
Esto no quiere decir que buscara escribir ensayos perfec-
tos. Muchas de nuestras limitaciones son invisibles a nues-
tros ojos hasta que pasa cierto tiempo entre la ejecución y
nuevas lecturas de un texto. Lo que me interesa apuntar tiene
que ver con preguntas que me hago constantemente sobre mi
profesión.
Identifico en mi proceso creativo un ciclo de culpa y re-
dención que, a mi parecer, tiene que ver con el catolicismo que
me inculcaron en la infancia. Cuando no escribo, me siento
culpable. Cuando lo hago también, porque no me parece su-
ficiente. Ocurre igual con la lectura: si no leo, siento que des-
aprovecho el tiempo. Pero cuando lo hago casi siempre me
cuesta concentrarme; me pongo a pensar en labores domésti-
cas o en mi incierto futuro laboral, y esto me hace sentir peor.
Otras veces, me desanimo cuando me cuesta mucho leer
algún libro que considero fundamental para mi formación;
pienso que no tengo el capital cultural necesario para com-
prenderlo. Después arremeto contra mí misma, me digo que ya
fue suficiente culpar al entorno, que tengo treinta y cinco años
y todos los medios a mi alcance para instruirme sobre aque-
llo que ignoro. Mi casa está repleta de libros que nunca tengo
tiempo de leer, ni la disposición ni la relajación para hacerlo.
La conclusión, invariablemente, lleva inscrita la palabra «cul-
pa» y evoca el golpe de mi propio puño sobre el pecho, cerca
del corazón, cuando iba a misa de niña con mi abuela. Me cae
encima la pesadez de una letanía coral.
De vez en vez, me encuentro considerando mi propia labor
como un sacrificio que tarde o temprano dará frutos. No es que
piense en algo como la trascendencia. Pero sí he pensado, me
gustaría, de hecho anhelo que algún día este oficio me permi-
ta tener una vida digna, incluso cómoda. Eso, para mí, sería el
resultado deseable de tanto esfuerzo. Pero el tiempo que paso
mirando la pantalla con angustia en espera de un poco de con-
centración, o la cantidad de libros que pongo en el buró junto
a mi cama, no dan resultados inmediatos ni proporcionales,
ni siquiera cuantificables. El empeño que pongo a la labor de

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escribir, la angustia que me genera, la manera en que me ob-
sesiona, no producen resultados evidentes en mi vida material.
Los libros me parecen instantáneas de la vida de sus au-
tores. Este volumen contiene un momento donde mi vida gira
alrededor de la literatura, para bien y para mal. Me dedico a
escribir, editar, dar talleres, y otras actividades relacionadas
con la creación literaria. La mayor parte de mis amistades es-
criben. Compartimos lecturas, ilusiones, alegrías, y también
momentos de crisis. Aquí me pregunto cómo todo esto afecta
la escritura.
El dinero es el tema central no solo por ser una preo-
cupación constante. Me parece, además, que funciona como
contenedor de múltiples significados. Se dice que el dinero es
tiempo o poder, y que tenerlo brinda posibilidades, permite
formarse una idea de futuro. Su ausencia nos deja en una es-
pera inquietante, pendientes de lo que viene, con ansias por-
que la situación mejore. Tener dinero implica poder dejar de
pensar en él; no es el caso.

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