Modernismo y Escritores Murcianos. Por Juan Barceló
Modernismo y Escritores Murcianos. Por Juan Barceló
Modernismo y Escritores Murcianos. Por Juan Barceló
MURCIANOS
P O R
ciana que en los primeros cincuenta años del siglo XVII surge con per-
sonalidad y creadora fecundidad, en torno a la figura de Polo de Medina.
Quedó claro en mi ensayo Estudio sobre la lírica barroca en Murcia (1970),
como casi medio centenar de escritores nacidos en esta ciudad forman
una escuela lírica barroca que emparenta con otros movimientos de igual
signo aparecidos en algunas ciudades andaluzas. No tuvo mejor suerte
Francisco J. Diez de Revenga al estudiar la generación del 27 y su relación
con Murcia. No es que falten las figuras que motivan en inquietud la
estética de la generación, como Diez de Revenga ha demostrado en
Revistas murcianas relacionadas con la generación del 27 (1975); lo que
ocurre es que los escritores murcianos de esta época son claros epígonos
del modernismo, como indicaré después. Sin embargo, puede afirmarse
que el ambiente cultural murciano, y sobre todo la influencia de Juan
Guerrero y de Pepe Ballester, constituyen oportuna ocasión para propi-
ciar en la ciudad un clima hacia las nuevas tendencias estéticas de la
poesía que parten precisamente del 1927.
Mi particular punto de vista sobre la cuestión, después de estudiar a
fondo a los poetas murcianos finiseculares y de los primeros treinta años
del siglo XX, es que puede llegarse a una estructura lógica y racional
dentro de lo que se ha llamado modernismo, tendencia que coexiste con
la generación del 98, y por otra parte enlaza con la generación del 27,
sin perder de vista que los precursores parten de los últimos coletazos
del romanticismo. En este sentido considerar a un grupo de poetas mur-
cianos encasillados dentro del modernismo es tarea factible, contando no
sólo con figuras de magnitud —Jara Carrillo, Eliodoro Puche, Pérez Bojart,
Martínez Corbalán...—, sino con escritores de segunda, pero de cierto
relieve en el ámbito local. Los criterios que a la hora de catalogar pueden
influir en una valoración positiva podrían ser: la técnica en su más amplio
sentido, la temática, el interés por determinados modelos, la solución de
ciertos problemas estéticos, e incluso en algunos poetas, la vida que
arrastran dentro de la bohemia madrileña del momento.
Las clasificaciones o intentos de agrupaciones generacionales en donde
se hallan algunos modernistas murcianos, no sirven para una visión global
del fenómeno visto en un sentido particular, ya que sólo se destacan
algunos escritores, quizá porque son los de verdadera significación. Así,
en un intento de Díez-Echarri y Roca Franquesa en su Historia de la
Literatura Española e Hispanoamericana (1960) sólo citan a Puche y a
Pérez Bojart, por cierto encasillados dentro de una muy específica consi-
deración de «poetas malditos o lunáticos», que si bien, no es desafortu-
nada, no habría que confundir con el sentido que al término «maldito»
se le da en la literatura francesa de finales del XIX, es decir, de «sata-
MODERNISMO Y ESCRITORES MURCIANOS 7
nismo mágico» o cierto esteticismo del ma!, que llevaría a una especie
de «reconversión espiritual» en Baudalaire. Tampoco satisface plenamente
la consideración de epígono en el caso concreto de Puche, que le da
Pablo Corbalán en un artículo titulado Eliodoro Puche, un poeta olvi-
dado (1978). Sin embargo, no deja de tener vigencia el hecho de que los
escritores murcianos nombrados, y en esto coinciden todos los críticos
e historiadores de la literatura, siguen !a huella del genio de la bohemia
modernista: Emilio Carrere.
Para una general clasificación de los escritores murcianos relaciona-
dos con el modernismo, hay que partir de una base de más amplias posi-
bilidades, teniendo en cuenta que la finalidad de este trabajo no es refe-
rirse a un escritor en particular, ni tampoco hacer un estudio exhaustivo
del fenómeno. Solamente estructurar y señalar afinidades de un grupo
de poetas, y por otra parte destacar el entrecruzamiento de tendencias
para explicar los pormenores del modernismo en Murcia. Hay que pensar
que los últimos extertores del Romanticismo enlazan, en un determinado
grupo de escritores, con los primeros vagidos del modernismo; que este
último acusa intensos contactos con la generación del 98, destacándose
escritores que viven una bohemia más o menos ficticia; finalmente, los
que pudiéramos llamar epígonos están bastante relacionados con la gene-
ración del 27, con la nueva poesía de Juan Ramón, e incluso con otras
tendencias de la literatura posterior.
Este entrecruzamiento de tendencias acusa caudales líricos diversos,
por lo que en el caso concreto de Murcia no puede decirse que encontre-
mos al escritor puro, cuya inmediata relación con el modelo, en este
caso Rubén Darío, sea tan clara y manifiesta que pueda considerarse como
ejemplo significativo de la escuela modernista. El fenómeno se da por
igual en el panorama de la lírica nacional, pues sabemos que Rubén no
tuvo apenas entusiastas seguidores de su estética, sino aquellos que la
utilizaron para conseguir nuevas formas.
Una clasificación, si se quiere generacional, aunque contaría poco la
coordenada cronológica, y por supuesto con el riesgo de los simples
esquemas, sería la siguiente:
A.—PRECURSORES: DEL ROMANTICISMO AL MODERNISMO
Ricardo Gil, Isidoro Solís, Jacobo M. Marín-Baldo, José Martínez
Albacete, Andrés Blanco García, Gumersindo Jiménez Jiménez,
Martín Guardiola Molina, José Martínez Parra, Vicente E. Mar-
tínez, Enrique Martí, A. Urrutia.
S JUAN BARCLLO J I M É N E Z
Ricardo Gil
Jacobo M. Marin-Baldo
Habría que situar a Martínez Albacete más bien con sentido regresi-
vo hacia el pasado. De este modo, su poesía acusa en Voz misteriosa mur-
muró a mi oído, un sentido trascendental; en La siembra, totalmente
becqueriano; en Los odios viejos, tiene un marcado tinte social. En un
apartado de Estrofas, titulado Elegías, se descubre un aspecto humano
con resonancias locales, que justifica el carácter popular de Triste, o el
tono menor de Caminando, en donde aparece un paisaje rezumado de
penas y nostalgias, de amores y tristezas, que le aproximan al autor de
las Rimas.
Oiros escritores
ter ha notado que esta obra procede del romanticismo, pero que coincide
con el premodernismo de Rueda, y es un intento de asomarse al parnasia-
nismo. En efecto, en la composición inicial y que da título a la obra,
encontramos las siguientes estrofas:
Allí está la de Otoño... aquella en que palpitan
los últimos suspiros de las vírgenes pálidas;
aquellas en que las hojas, como labios de muerta
dejaron en mi libro las últimas palabras.
Allí están las primeras estrofas de mi vida:
las que canté en las horas benditas de mi infancia;
tienen luz de crepúsculos, tienen risa de amores,
huelen a los romeros de las sierras altas,
a romeros silvestres, vírgenes de los montes,
a tomillos salvajes donde las mieles cuajan...
Para Ángel Valbuena, Besos del Sol (1912), es el mejor libro de poesía
de Jara Carrillo. Aunque la insistencia en los temas localistas no puede
descartarse en esta como en otras ocasiones, que sea el motivo central
de la obra, hay posibilidades de un mayor lirismo, y al mismo tiempo
más seguridad en la forma que en ocasiones anteriores. Quizá sea este
libro el motivo principal que inspira este «modernismo de signo localista»
con el que encabezaba este capítulo. Un recuento de composiciones nos
da la clave principal: Cantos de mi vega, Tarde huertana. Las Barracas,
Los Jazmineros, La Canción de las Flores, El rumor de la siesta... Pero
junto a ello, no por reiterado despreciable, hay que destacar los motivos
modernistas que se reparten a través de la obra. Por ejemplo: en El alma
del jardín encontramos eneasílabos rubenianos de excelente factura; en
el cántico de las flores murcianas, finas intuiciones de carácter impresio-
nista; en la composición La Huertana, soneto en alejandrinos, estas cuali-
dades:
Eliodoro Puche
correspondía a esta estampa, que refleja su vida, sus ansias y los motivos
de su inspiración creadora.
Puche parte de una estética modernista. Situado cronológicamente
en el inicio de nuevas tendencias, siente una gran admiración por Rubén
Darío, pero vive la bohemia y el magisterio tardío de Emilio Carrere,
rozando igualmente en ocasiones el ultraísmo, y además tendencias que
hacen pensar en Antonio Machado. Por ello, podría plantearse la pregun-
ta: ¿Modernista o machadiano? Yo diría con Pedro Guerrero que en la
poesía de Puche brilla el realismo de su propia existencia «entre las
invenciones del sueño, al que se agarraba para respirar y entre el sim-
bolismo y la sinestesia; entre la soledad y la libertad guardada celosa-
mente en el refugio del vino y la amistad». Pero esta matización, que
valoro positivamente, demuestra la complejidad y el cruce de tendencias
que se observan en la poesía de Eliodoro, y por supuesto nos aleja de
una explicación o análisis fácil y simplista de su obra. Encasillarlo, sin
más, en el modernismo con exclusividad de otras apreciaciones, llevaría
rigurosamente a una exégesis incompleta de su obra total, en perjuicio
de una valoración objetiva.
Cada obra de Eliodoro Puche habría, en términos orteguianos, que
verla con su circunstancia. Desde Libro de los elogios galantes y los
Crepúsculos de otoño (1917 ?), a los últimos poemas redactados en la pri-
sión, pasando por Corazón de la noche (1918 ?), dedicado a Machado y a
Juan Ramón, hay, si no un cambio sustancial de técnica y de temática, sí
matizaciones que diferencian las sucesivas etapas de su obra.
El primer libro publicado por Eliodoro Puche es Libro de los elogios
galantes y de los Crepúsculos de otoño, con ilustraciones modernistas de
Ochoa. Quizá sea el que mejor recoja su admiración por Darío y su en-
tronque con la poesía francesa de finales del XIX. Hay momentos de
clara semejanza con el autor de Sonatina, como se observa en la com-
posición titulada Figulina:
Tiene su cuerpecillo de Figulina, el grácil
encanto tan ligero de las Tanagras, esa
virtud de movimiento fácil
de escorzo... En su cara está impresa
la inquietud de una vida galante, sin amores
hondos, sin amarguras ni ideales,
banal para los bienes, banal para los males;
Dentro de esta obra, destaco Carta lírica. Tiene todas las caracterís-
ticas de la poesía rubeniana, y pertenece al momento culminante de la
obra del escritor lorquino. La temática, con la sensualidad de escuela,
y el empleo del metro largo —alejandrino y de otras medidas— dan
cabida a imágenes que partiendo del escritor sevillano Bécquer, entroncan
con la poesía francesa y con Rubén. Los motivos del preciosista Viaje
fantástico —palacio de cristal, ensueños, tesoros de piedras preciosas,
fanales, sonoros aspergios, caprichosos trajes, cielo de una noche azul,
nubes de tul...—, más los temas de la luna, la noche y el otoño, son
tributo a una escuela por la que Puche sentía verdadera devoción. En
Tú estarías aquí parece apuntar hacia otra geografía poética:
26 JUAN BARCELO JIMÉNEZ
Francisco Martinez-Corbalán
¡El ananké!
Primera luz.
Horizonte
lejano donde se juntan
la tierra y el cielo.
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Miguel Pelayo
La generación de prosistas