La Poesía Del Modernismo a Las Vanguardia

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La poesía desde el Modernismo a las vanguardias,

autores y obras representativos.


ESQUEMA
1. Antecedentes:
- Rechazo de la vulgaridad de la poesía inmediatamente anteriores (Campoamor, Gabriel y Galán) -
Influencia de las ideas poéticas de Bécquer y Rosalía de Castro:
2. Modernismo y 98
- Contextualización general del modernismo en la cultura europea y occidental.
- Características generales del modernismo (mentalidad, influencias, estilo…)
- Relación entre modernismo y 98 (características específicas de este último)
- Principales autores
- Antecedentes: Rubén Darío, José Martí, Leopoldo Lugones, Herrera y Reisig, etc.
- Principales autores:
- Antonio Machado
- Juan Ramón Jiménez
- Otros poetas:
- Miguel de Unamuno
- Valle Inclán
- Manuel Machado
- Francisco Villaespesa
3. Novecentismo y época de las vanguardias
- Delimitación y principales características del novecentismo o generación del 14
- Algunos autores: Ramón Gómez de la Serna, Emilio Carrere, Ramón de Basterrra, etc. -
Concepto de vanguardias, antecedentes e influencia
- Principales vanguardias europeas
- Futurismo
- Dadaísmo
- Cubismo
- Surrealismo
- Principales vanguardias españolas e hispanoamericanas
- Creacionismo
- Ultraísmo

MODELO DE DESARROLLO DEL TEMA


1. MODERNISMO Y 98
El periodo que hemos de estudiar comprende tres etapas fundamentales: la época del modernismo y generación
del 98, el novecentismo y la época de las vanguardias y la generación del 27, además de algunos otros poetas más
jóvenes que empiezan a publicar en los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, entre los que destaca Miguel
Hernández.
El modernismo surge en las dos últimas décadas del siglo XIX, como una rebelión generalizada en todo el
mundo occidental contra la cultura y la sociedad inmediatamente precedente. Este deseo de renovación se produce en
todas las artes, no solo en la literatura, y en otros ámbitos, como la filosofía o incluso la religión, incluidas actitudes
vitales y éticas, que se manifiestan con la aparición de tendencias, también comunes a toda Europa, como el dandismo,
la bohemia o el decadentismo, en un movimiento generalizado que adopta distintos nombres en cada país (Art
Nouveau, Modern Style, Sezesion…). En el ámbito hispanohablante, este movimiento renovador comienza antes en
Hispanoamé
rica que en España, con precursores como José Martí, en fechas tan tempranas como 1875. En España, se suele incluir
en este movimiento a los autores nacidos entre 1864 (Unamuno), con algún precedente reconocido, y alrededor de
1880 (dependiendo de que incluyamos o no a Juan Ramón Jiménez).

1
1.1.Antecedentes
En el caso español, el panorama literario en el que crecerán los jóvenes poetas, y contra el que se rebelarán,
aparece dominado por los escritores realistas, algunos de ellos en plena madurez creadora, pero que ni en el teatro ni,
sobre todo, en la poesía habían alcanzado las mismas cotas de calidad que en la novela. De este modo, la poesía
aparece caracterizada por una vulgaridad generalizada en el que apenas pueden señalarse poetas menores como
Ramón de Cam
poamor o José Mª. Gabriel y Galán (este último, por edad, contemporáneo de los modernistas, pero muerto joven,
antes de alcanzar su madurez). Solo Gustavo Adolfo Bécquer resulta una referencia válida (y, en mucho menor
medida, Rosalía de Castro), cuya influencia se dejará sentir en la juventud de todos los poetas posteriores, y cuyas
ideas poéticas pueden rastrearse en todo el periodo que estudiamos, en algunos de ellos (Juan Ramón, Salinas), como
auténticos temas centrales de su poesía. Entre estas ideas que perdurarán, y que convierten a Bécquer en el auténtico
iniciador de la poesía contemporánea española, podemos citar:
- La poesía como única fuente de conocimiento verdadero sobre las verdades esenciales de la vida, especial
mente del alma humana.
- El lenguaje no es adecuado para transmitir esos misterios; la gran dificultad del poeta es dominar ese len
guaje, para crear un nuevo lenguaje poético apto para esos temas inefables, que al menos pueda esbozar
una pálida sombra de esas verdades que el poeta sólo alcanza a entrever.
- Importancia de la inspiración y la evocación poética, posteriormente complementada por el intuicionismo de
Bergson, como vía de acercamiento a la esencia de la realidad.

1.2.¿Modernismo frente a 98?


Centrándonos ya en el periodo que nos ocupa, no podemos dejar de referirnos a la polémica diferenciación en
esta época de dos posibles tendencias casi contrapuestas: modernismo y generación del 98. No es este el lugar
siquiera ni para resumir brevísimamente las distintas teorías sobre esta cuestión (Salinas, Gullón, Díaz-Plaja y otros
muchos). Nos limitaremos a adoptar la que actualmente parece ser la postura de síntesis más comúnmente aceptada,
aunque muy lejos de ser unánime: modernismo sería la denominación más adecuada para referirnos en general a toda
esta generación de escritores, puesto que todos ellos participan, al menos en su etapa juvenil, del mismo espíritu de
rebeldía y renova
ción, común, como ya hemos visto, a todos los países de nuestro entorno. Por otra parte, como no podía ser menos con
personalidades tan marcadamente individualistas, cada uno de ellos emprendería una evolución personal diferenciada
que, en algunos casos, confluiría en las características comunes de lo que se ha dado en llamar generación (o, quizás,
mejor ‘grupo’) del 98. Para evitar la necesidad de esta distinción, algunos críticos proponen la denominación de ‘gene
ración de fin de siglo’.

1.3.Características generales, influencias y temas.


Las influencias que recibe toda esta generación también son comunes. En cuanto a las influencias españolas
destacan el ya mencionado Bécquer, junto a otros clásicos (Berceo, Jorge Manrique, La Celestina, el Quijote…),
muchos de ellos rescatados del olvido precisamente por estos jóvenes modernistas. También se aprecia un renovado
interés por la poesía tradicional (el romancero tradicional, el flamenco), tendencia que se hará aún más marcada con la
generación del 27.
Las influencias extranjeras cabría distinguirlas en dos grupos: las influencias puramente literarias y las influen cias
filosóficas. Entre las literarias, destacan los poetas franceses parnasianos y simbolistas, que se dan a conocer a partir
de mediados de siglo (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, etc.), junto a algunos anglosajones, como Poe, Oscar
Wilde o Walt Whitman, e incluso, aunque de modo muy superficial y no generalizado, algunos ecos de la poesía
oriental que empieza a conocerse. Entre las influencias filosóficas, se aprecia un rechazo generalizado a las doctrinas
raciona listas, dominantes hasta pocos años antes, y el acercamiento a teorías irracionalistas y espiritualistas, cuyos
represen tantes principales serían pensadores como Schopenhauer, Nietzsche o Kierkegaard y, posteriormente, pero de
modo decisivo, del intuicionismo de Bergson. En España tuvo una particular incidencia el krausismo (por el filósofo
alemán Karl C.F. Krause), inspirador de una institución fundamental en la cultura española: la Institución Libre de
Enseñanza. Pero, sin duda, las influencias determinantes, que marcarán el camino a la mayoría de los jóvenes poetas,
vendrán de Sudamérica, personificadas fundamentalmente en la figura de Rubén Darío, al que nos referiremos más
adelante.
Como consecuencia de todo lo anterior, predomina en esta generación un sentimiento de desazón espiritual y
vital, en la que se combinan la angustia existencial con el rechazo de la realidad española. Esto se plasmará en
actitudes personales muy diversas que van desde el compromiso ético al escapismo hacia mundos lejanos o
legendarios, o al pensamiento agónico de Unamuno. Hay, a pesar de la brillantez y aparente ligereza de algunos de
ellos, un sentimiento de melancolía que impregna toda la obra de juventud, que irá evolucionando en cada autor, sobre
todo en los más grandes, hacia una mayor hondura conceptual y estética.

2
Sin entrar tampoco en la cuestión de la mayor o menor amplitud de la nómina de autores incluidos en el
moder nismo o el 98, nos limitaremos a señalar sus características fundamentales y reseñar brevemente a los poetas
más des tacados.
Además de la mencionada desazón espiritual y el rechazo al arte y la ideología precedentes, podemos destacar
otras características reconocidas como comunes a prácticamente todos los autores que vamos a seguir llamando, en
conjunto, modernistas. Empezaremos por destacar el ideal del arte por el arte (“ars gratia artis”), y el culto a la belleza
como ideal supremo del arte. Se busca la forma ideal y exquisita, la sonoridad perfecta. Esto excluye por tanto la vul
garidad reflejada en la literatura realista. También se reconoce su generalizado espíritu cosmopolita, de ciudadanos del
mundo, que se manifiesta en su interés por las ideas estéticas o filosóficas extranjeras que empiezan a entrar en España
con cierta asiduidad. La referencia fundamental es París, pero también interesan Londres, Viena o Berlín. Esto no se
contradice con un renovado nacionalismo e interés por la propia tierra y su cultura (el mundo precolombino e indígena
americano en Rubén, la tierra vasca en Unamuno o Baroja, el Levante de Azorín, el Moguer de Juan Ramón…).

1.4.Características de la poesía
En cuanto a la poesía suelen destacarse una serie de características comunes que, no obstante, solo se corres
ponderían al momento inicial de deslumbramiento de los jóvenes por la brillantez de Rubén, que daría origen a una
oleada de admiración y de imitación por parte de muchos de ellos, como Salvador Rueda (algo mayor que los demás y
considerado por ello como un precursor), Francisco Villaespesa o Eduardo Marquina. Sin embargo, hemos de señalar
que estas características, convertidas casi en tópicas, serían pronto superadas y solo permanecerían fieles a ellas los
menos originales de entre nuestros poetas. Algunos, como Antonio Machado o Juan Ramón, ni siquiera en estos mo
mentos iniciales se ajustarían completamente a estas características, pues buscaron desde el principio una voz y un
estilo propios. Enumeraremos brevemente algunas de estas características:
- Se suele afirmar que se trata de una poesía de los sentidos, tanto en sus contenidos (con escenarios
deslumbrantes y coloridos, y abundancia de imágenes brillantes y sinestesias), como en la sonoridad, lograda
mediante una métrica innovadora, rimas sorprendentes y recursos fónicos como la onomatopeya y la
aliteración.
- En la métrica se busca también la innovación y la sorpresa, pero esta innovación suele llegar a través de la
recuperación (y reinterpretación) de formas clásicas, algunas de ellas casi olvidadas, como la cuaderna vía y el
alejandrino en general (que participará de variadas combinaciones), el dodecasílabo o el soneto, que será
objeto de variados experimentos de medida y rima. Incluso, se recuperan modelos grecolatinos (basados en el
ritmo acentual) como el hexámetro. Tampoco faltan experimentos con el verso blanco y el verso libre.
Paralelamente, interesarán también los metros tradicionales como cuartetas, redondillas, coplas, zéjeles y
villancicos, distintas estrofas flamencas y de otros folclores y, fundamentalmente, variadas formas del
romance (con distintas medi
das, con los versos distribuidos en grupos estróficos más o menos regulares…).
En definitiva, y simplificando mucho, podemos distinguir dos formas poéticas fundamentales: una poesía de
arte mayor, sonora y solemne, a veces algo pomposa, y a menudo con un tono reflexivo y melancólico; y una
poesía de arte menor, predominantemente ligera y chispeante, pero que muchas veces alcanza una enorme con
centración conceptual y, en consecuencia, de gran profundidad reflexiva (un buen modelo de esto son los “Pro
verbios y cantares” de Antonio Machado y muchísimo poemas brevísimos de Juan Ramón). El romance, en sus
variadas formas, servirá también para expresar una profunda melancolía (una vez más hemos de nombrar a los
jóvenes Antonio Machado y Juan Ramón). No obstante, ambas formas poéticas se darán no sólo en un mismo
poeta, sino incluso en un mismo libro, una junto a otra.
- Su estilo busca un lenguaje culto y original, lo que lleva tanto a la creación de neologismos sorprendentes como
a la recuperación de antiguos cultismos. Predomina una retórica exuberante y elegante, de cuidada selección
léxica. Se aprecia una cierta actitud aristocrática y elitista, lo que no excluye un frecuente popularismo.
- En cuanto a los temas, se han señalado dos tendencias, o dos actitudes, fundamentales:
- Una actitud escapista, que busca la evasión de los problemas de la realidad circundante. Esta evasión de la
realidad se manifiesta, por un lado, en el canto a los placeres, fundamentalmente eróticos, pero también
a la embriaguez. Muchos artistas fomentan conscientemente una imagen de sí mismos hedonista y des
preocupada (léase el autorretrato de Manuel Machado en el poema “Adelfos”), que a menudo no se co
rresponde con su verdadera actitud vital. Por otro lado, la evasión busca la huida hacia mundos utópicos,
bien en un pasado legendario (una Edad Media legendaria o la Antigüedad mitológica), en lugares
lejanos y exóticos (el oriente, los mares del sur), o en mundos de fantasía irreal, poblados de unicornios,
duendes y hadas. Otras veces los escenarios son más cercanos, pero igualmente exóticos, como paisajes
de belleza agreste y primitiva o jardines aristocráticos y melancólicos. El cisne es el símbolo destacado
de estos escenarios preciosistas y, por extensión, de todo el modernismo.

3
- Una actitud melancólica, introspectiva y reflexiva, que puede ir desde la insatisfacción y el hastío de la
vida cotidiana hasta una profunda amargura existencial.
Nuevamente, hemos de señalar que ambas líneas temáticas se dan juntas en los mismos poetas, normalmente
como una evolución personal, como en la madurez de Rubén Darío, pero también a menudo en poemas escritos casi en
las mismas fechas por un mismo autor. Ya hemos advertido que este conjunto de características constituyen una simpli
ficación que no refleja la compleja variedad poética. Sólo los más mediocres y menos originales de nuestros poetas
permanecieron anclados en estas características tópicas.

1.5.La poesía de la generación del 98


Una evolución muy peculiar, tanto estética como ideológica, y que afectó no solo a la poesía, sino a todos los
géneros, fue la que acabó confluyendo en la llamada generación, o grupo, del 98, que toma su nombre del fatídico y
traumático año de la guerra contra los Estados Unidos y pérdida de las últimas colonias de ultramar. Hecho histórico
este que, sin embargo, no podemos considerar como la causa de la aparición de esta corriente, cuya actitud pesimista y
de rechazo del pasado ya se había manifestado en años anteriores, desde sus primeros escritos, en Unamuno, Maeztu,
Azorín o Baroja. También las características normalmente atribuidas al 98 tienen mucho de tópico y, desde luego, más
válidas para los demás géneros que para la poesía. Empezaremos señalando la ideología regeneracionista, ya manifes
tada en destacados miembros de la generación anterior, como Joaquín Costa o Giner de los Ríos. Junto a la
preocupación por la situación española, las grandes inquietudes existenciales (el sentido de la vida, la muerte) son los
temas destacados de esta poesía. Su atención se aleja de los paisajes exóticos para centrarse en la propia tierra,
representada a menudo en la imagen tópica de una Castilla que simboliza lo mejor y lo peor del alma española. Por
contraste con la exuberancia modernista, los noventayochistas buscarán un estilo sobrio, de tonos voluntariamente
apagados, en consonancia con el paisaje castellano que a menudo describen.
Sin embargo, en un primer momento, sólo Unamuno llevó estas inquietudes a la poesía, centrada fundamental
mente en su angustia existencial. Más adelante, la evolución de Antonio Machado asociaría indisolublemente su nom
bre a la generación del 98. También se suele reconocer la evolución de Valle Inclán hacia posturas noventayochistas,
pero esta evolución seguirá unas líneas temática y estética peculiares. Ningún otro poeta destacado seguirá esta
corriente noventayochista, que centraría sus mayores esfuerzos en el ensayo, la narrativa o el teatro.

1.6.Principales autores. Machado y Juan Ramón Jiménez


La reseña de los principales poetas modernistas debe forzosamente comenzar con el ya varias veces
mencionado Rubén Darío que, pese a su condición de nicaragüense, ocupa un lugar destacado en la historia de la
poesía española. La aparición en España de su libro Azul (1888) puede considerarse la fecha inaugural del
modernismo español, y lo convirtió en el ídolo y modelo a imitar de los jóvenes poetas. Este estilo llegará a su cumbre
con Prosas profanas (1896). Posteriormente, iniciaría una etapa de mayor hondura, marcada por la amargura del paso
del tiempo y donde no falta la preocupación política por el porvenir de Hispanoamérica y el expansionismo
estadounidense. La obra más destacada de este periodo será Cantos de vida y esperanza (1905). También podemos
mencionar las posteriores El canto errante y Poema de otoño, pero en esta época Rubén empieza a sufrir las
consecuencias de su alcoholismo y su vida desordenada. Sufre continuas depresiones y su deterioro físico se acelera
hasta su temprana muerte en 1916.
Las visitas a España, en especial la de 1899, y sus prolongadas estancias en París despertaron una auténtica
fiebre entre sus imitadores españoles. Ya hemos señalado los nombres esenciales de esta primera época que, además de
sus primeras publicaciones en revistas y sus primeros libros, desarrollaron una muy activa labor de difusión de la
nueva estética y de captación de nuevos adeptos. Las revistas (Helios, Mediterráneo) jugaron un papel fundamental
en esta labor, no ya por sus reducidas tiradas y su breve supervivencia, sino por los contactos personales que
fomentaron entre los jóvenes poetas1. Mencionaremos de esta primera época las obras Las vendimias, de Eduardo
Marquina, o La copa del rey de Thule, de Francisco Villaespesa.
Mayor interés tiene la poesía de Manuel Machado (Alma, su primer libro, de 1900), si bien nunca llegó a
alcanzar la hondura y calidad que su talento parecía prometer. Habitualmente encasillado en una melancolía elegante y
escéptica, combina temas graves y filosóficos con otros de tonos más ligeros e incluso frívolos. También en su métrica
y estilo oscila entre el clasicismo y un popularismo de raíz andaluza y flamenca. Otras obras destacables son El mal
poema (1909), Apolo (1911), Cante hondo (1912) o Ars moriendi (1921).
También Valle Inclán centró el interés de sus primeros años en la poesía, con una estética modernista, pero ya
desde el principio con el personalísimo sello su autor. Aromas de leyenda (1907) ofrece un modernismo de escenarios
medievales y gallegos. La pipa de kif (1919) mostraría una evolución paralela a la de su teatro, cercana al esperpento,

1
Es conocida la anécdota de la postal escrita por Villaespesa (y firmada por Rueda y el mismo Rubén), en la que invitaban a Juan
Ramón a acudir a Madrid para “luchar por el modernismo”.

4
con una estética a menudo cercana al expresionismo e incluso, en ocasiones, a un temprano surrealismo. Podríamos
definir su tema fundamental como la visión de una realidad oculta y oscura, primaria y a menudo brutal, que se
desarrolla en burdeles y tabernas. Su siguiente poemario, El pasajero (1920), es más reflexivo y sus temas
fundamentales son las inquietudes existenciales, en particular el pecado y la presencia constante de la muerte. A partir
de entonces, Valle
Inclán centra su esfuerzo en el teatro y, ocasionalmente en la narrativa. En 1930 reuniría toda su obra poética bajo el
título de Claves líricas.
Lugar destacado, y muy singular, ocupa Miguel de Unamuno entre los poetas de esta generación. Su poesía
es en muchos sentidos única y opuesta a la mayoría de las características modernistas. Él mismo confiesa no haber
escrito apenas ningún verso antes de los treinta años, por lo que su dedicación a la poesía se produce cuando su
estética y sus temáticas fundamentales están ya muy conformadas (la angustia existencial, la agonía de la fe y la
inmortalidad del alma, la personalidad, la intrahistoria). Esos mismos serán los temas de su poesía. Como en su prosa,
su estilo es sobrio y sin adornos, incluso en ocasiones seco y adusto, tosco en opinión de muchos críticos. Sin
embargo, la sinceridad y la profundidad de su pensamiento producirán versos de una casi inigualable emoción lírica.
Muy revelador es su “Credo poético” de 1907. También resultan muy reveladores de su pensamiento poemas como
“La oración del ateo”, “A mi buitre”, “Al buitre de Prometeo” o “El Cristo de Velázquez” (en el libro del mismo
título). Además del mencionado El Cristo de Velázquez (1920), citaremos también Poesías (1907), Rosario de sonetos
líricos (1911), Poemas a Teresa (1923) y el póstumo Cancionero (1953).

Pero indudablemente los dos grandes poetas de este periodo son Antonio Machado (1875-1939) y Juan
Ramón Jiménez (1881-1958), a los que no pocos críticos señalan como las raíces principales de las distintas
tendencias de toda la poesía española posterior. Unidos por una entrañable amistad y bastantes ideas comunes en
cuanto a la poesía, serían sin embargo autores de obras poéticas muy distintas entre sí. Ambos se iniciarían en un
modernismo melancólico, muy influido por Bécquer, y evolucionarían posteriormente por caminos muy personales.
Estudiamos aquí a Antonio Machado. En cuanto a Juan Ramón Jiménez, aunque se inicia muy precozmente en
la poesía reconociéndose él mismo como modernista, etapa que se prolongaría al menos hasta 1914, los estudiaremos
en el apartado siguiente, el Novecentismo, generación que le correspondería por edad.

1.6.1. Antonio Machado


Machado publica sus primeros poemas en torno a 1900 en diversas revistas, y su primer libro, Soledades, en
1903. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la emigración y temprana muerte de su padre, que provocaría
que toda la familia dependiera económicamente de su abuelo, que los llevaría consigo al trasladarse a Madrid. Allí,
entre otros colegios, pasaría por la Institución Libre de Enseñanza, que marcaría permanentemente su carácter con su
espíritu regeneracionista. En los poemas de Soledades, que se reeditaría en 1907, con nuevos poemas añadidos y el
título de Soledades, galerías y otros poemas, predomina un sentimiento de melancolía, que puede ir desde el hastío de
lo coti
diano hasta una profunda amargura. Se aprecia una esperanza difusa, como de presentimiento, como si el poeta perma
neciera a la espera del cumplimiento de una promesa inconcreta. Aparecen muchos de los símbolos que serán perma
nentes en la poesía de Machado: el agua, en sus diversas formas, y el camino como símbolos de vida, la noria, los
relojes, las abejas y colmenas… Las galerías que aparecen en el título de la segunda edición, mencionadas también en
muchos poemas, se refieren a las galerías ocultas y laberintos del alma humana.
Coincidiendo con la reedición de su libro, en 1907 Machado obtiene plaza de profesor de francés en un
instituto de Soria y allí conocería a la adolescente Leonor Izquierdo, de apenas doce años, con la que se casó dos años
después. Ambos encuentros (con Soria y con Leonor) provocarían un cambio de rumbo radical en su vida y en su
poesía. La extrema dureza del clima y de la vida castellana hará que dirija su atención al paisaje y, a través del paisaje,
a sus gentes. En ellos, el paisaje y las gentes castellanas, verá Machado representado lo mejor y lo peor del alma
española, los ecos de su noble pasado y las causas de su ruina presente. Estos poemas darán forma al libro esencial de
Machado, Campos de Castilla, publicado en 1912. Sin embargo, meses antes, mientras residían en París gracias a una
beca de estudios, se declararon los primeros síntomas de la grave tuberculosis que acabaría provocando la muerte de
Leonor, apenas unos días después de la publicación del libro. Estos últimos poemas están teñidos por la amargura y la
esperanza por la suerte de Leonor. La muerte de su esposa provoca en Machado una profunda depresión que le
impulsa a pedir su traslado al instituto de Baeza (Jaén). En la segunda edición de Campos de Castilla, de 19172, se
añaden nuevos poemas marcados por el recuerdo de Leonor y otros en los que refleja sus primeras observaciones de
Baeza, siguiendo en la misma línea noventayochista anterior (por ejemplo, “El pasado efímero”).
A partir de Campos de Castilla, Machado va perfilando su concepto de poesía que, en diversos poemas breves
y en sus libros en prosa acabará definiendo como “palabra esencial en el tiempo”. Así pues, Machado entiende la
poesía, no como algo etéreo e intemporal, ajeno al tiempo y a la realidad, sino como la esencia del pensamiento

2
Sólo publicada entonces como parte de la primera versión de sus Poesías completas.

5
Su última etapa se inicia con Nuevas canciones (1924), a partir del cual, su interés por la lírica parece decaer.
Lo más interesante de esta etapa son sus temas filosóficos, a menudo plasmados en poemas brevísimos, a modo de
aforismos, de una gran condensación conceptual3. Incluso las posteriores “Canciones a Guiomar”, ya residiendo en Se
govia, parecen a menudo más un diálogo filosófico que un poemario amoroso4. El estallido de la Guerra Civil sería el
tema de sus últimos poemas, entre los que sobresale el dedicado a la muerte de Lorca (“El crimen fue en Granada”) y
algunos sonetos. Ya desde 1926 había dirigido gran parte de su esfuerzo literario a la creación teatral, en colaboración
con su hermano Manuel, y a la plasmación en prosa de sus pensamientos, a través de personajes heterónimos como
Juan de Mairena o Abel Martín. Estos escritos en prosa se recogerían en el libro Juan de Mairena.
Observamos, pues, que la obra de Machado es relativamente breve, dividida en tres etapas fundamentales, cada
una de ellas representada por un único libro. Su relativo apartamiento de la lírica en sus últimos años y su muerte pocas
semanas después de partir al exilio, hicieron que su poesía quedara caracterizada como una superación del modernismo
e indisolublemente asociada con la estética y la ideología noventayochistas.

2. LA POESÍA DEL NOVECENTISMO Y LAS VANGUARDIAS


2.1. Del modernismo a una nueva poesía5
La poesía de la Generación de 1914 está dominada por la ingente figura de Juan Ramón Jiménez, con su evolución
y su magisterio, que parece anunciar y presidir casi todos los rumbos de la creación poética de su tiempo.
Son los años de la superación del modernismo, proceso que Pedro Salinas sintetizó con una fórmula certera: “del
cisne al búho”; es decir, de la exquisitez sensorial de la poesía modernista se pasa a una lírica más reflexiva e incluso
más intelectual. En Hispanoamérica, en 1911, el poeta E. González Martínez había lanzado su famosa consigna: “tuér
cele el cuello al cisne de engañoso plumaje”. También en España se producirá un progresivo cansancio de los esplen
dores del modernismo y los poetas –acordes con las preferencias estéticas del novecentismo– tenderán hacia una depu
ración estilística. Dedicaremos unas breves notas a diversos poetas del momento, distinguiendo entre los continuadores
del modernismo y los innovadores en la línea novecentista.
∙ Los posmodernistas: Con frecuencia, la crítica señala las fechas de entre 1914 y 1916 como los años finales del
modernismo propiamente dicho. Sin embargo, la estela de tal movimiento poético se prolonga. Son muchos
los epígonos que justifican el concepto de posmodernismo.
− Enrique de Mesa (madrileño, 1878-1929) trabajó en Helios, revista del modernismo, y en su poesía se com
binan los rasgos modernistas con acentos castellanos hondos que lo aproximan al 98. Entre sus libros
destacan Cancionero castellano (1911) y El silencio de la Cartuja.
− Enrique Díez-Canedo (pacense, 1879-1929) fue un importante crítico y un buen conocedor de los poetas
franceses. Admirador de Juan Ramón, su obra va de lo rubeniano a un intimismo más sobrio. Citaremos
Versos de las horas (1906) La sombra del ensueño (1910).
− Emilio Carrere (madrileño, 1880-1947), bohemio incurable, canta temas de los bajos fondos madrileños,
con resonancias “demoniacas” a lo Verlaine. Destaca su libro Del amor, del dolor y del misterio (1916).
Mencionaremos también a los canarios Alonso Quesada (El lino de los sueños, 1915) y Tomás Morales (obra
completa recogida con el título de Las rosas de Hércules, 1919-1922).
∙ Nuevos rumbos: Frente a los poetas mencionados se sitúan otros que vienen a ocupar un espacio entre el mo
dernismo y la radical ruptura de las vanguardias. Con alguna salvedad, los autores que a continuación citamos
dan muestras de unas orientaciones estéticas afines al novecentismo. Así, en efecto, son poetas que refrenan lo
sentimental o lo someten a la vigilancia del intelecto, que oponen un talante “clásico” a cualquier forma de
romanticismo, que se plantean un trabajo de selección, que pretenden depurar el lenguaje poético. En suma,
tienden a una “poesía pura”, “desnuda”, coincidiendo con el magisterio de Juan Ramón. Con los años,
algunos de ellos rendirán su tributo a los movimientos de vanguardia; y algunos serán muestra eminente de la
posterior rehumanización de la poesía.
− Ramón de Basterra (bilbaíno, 1888-1928) se halla en sus comienzos a mitad de camino entre el tono recio
de Unamuno y la plasticidad de Rubén Darío. Recibe luego el influjo clasicista de Eugenio D’Ors. EL tono

3
De hecho, Machado comienza a estudiar a distancia la carrera de Filosofía, y sería uno de sus profesores José Ortega y Gasset,
con quien establecería un fluido intercambio de cartas. También se incrementa la correspondencia que mantiene con Unamuno
sobre temas filosóficos.
4
Hace unos años, Guiomar fue identificada como Pilar Valderrama, un ama de casa casada, con la que al parecer Machado vivió
un casto romance y con la que se reunía los fines de semana en Madrid.
5
En este apartado, reproduzco casi literalmente de LÁZARO, F. Y TUSÓN, V.: Literatura del siglo XX, Madrid, Anaya, 1989 (libro
de texto de COU)

6
clásico, los ritmos abruptos y solemnes y el vocabulario escueto acaban siendo los rasgos más
característicos de este poeta de rara originalidad, en libros como Las ubres luminosas (1923) o Los labios
del monte (1924).
− Mauricio Bacarisse (madrileño, 1895-1931) es autor de libros como El esfuerzo (1917), El paraíso desde
ñado (1928) y Mitos (1929). Arranca desde el intimismo pero, en la última obra citada, se halla una poesía
intelectual de corte juanramoniano, así como ciertos rasgos vanguardistas.
− Juan José Domenchina (madrileño, 1898-1959) se declaraba discípulo de Juan Ramón y del poeta francés
Paul Valery. Siguiendo a este se proponía una poesía que fuera “una fiesta para el intelecto”. Poesía “pura”,
por tanto, en libros como Las interrogaciones del silencio (1918) y La corporeidad de los abstracto (1929).
Exiliado en México, donde murió, su lírica adquiere tonos doloridos y humanísimos en Destierro (1942).
− Fernando Villalón (sevillano, 1881-1930), ganadero de reses bravas y muy querido por los poetas del 27,
aportaría igualmente aires nuevos, pero por un camino muy distinto: el de una poesía de corte muy popular;
así en Andalucía la baja (1926).
− José Moreno Villa (malagueño, 1887-1955) estuvo también en contacto con los poetas del 27, pero su obra,
tras unos comienzos posmodernistas, se inscribe en una línea muy intelectualizada, de la que puede se
muestra El pasajero (1914), con prólogo de Ortega y Gasset. En 1924 se confiesa partidario de una “poesía
desnuda”, reducida a los “elementos indispensables”, sujeta a las “normas clásicas”, bien construida.
− León Felipe es un caso aparte dentro de su generación, por su postura invariablemente al margen de la
poesía deshumanizada. Zamorano, nacido en 1884, fue farmacéutico, actor y muy viajero. Vehemente
defensor de la República, tuvo que exiliarse a México, donde murió en 1968. En 1920 apareció su primer
libro, Versos y oraciones de caminante, personalísimo por el ritmo de su verso libre, la desnudez coloquial
del léxico y su carga religiosa y humana. Al llegar la guerra, su tono se hace más encendido, más intenso,
violento, profético. Recordemos El payaso de las bofetadas (1938) o Español del éxodo y del llanto (1942).
2.2 Juan Ramón Jiménez
Más abundante y compleja es, en cambio, la obra de Juan Ramón Jiménez. Por su edad, suele incluírsele en
la etapa inmediatamente posterior, el novecentismo. Sin embargo, Juan Ramón fue unánimemente reconocido en sus
inicios como uno de los representantes más destacados del modernismo y el propio poeta reconocería siempre una
deuda de gratitud hacia lo que él consideró “un gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza”. Ya desde
sus primeros poemas adolescentes, en periódicos y revistas, Juan Ramón llamó la atención de los modernistas,
incluido el mismísimo Rubén, que prologaría uno de sus dos primeros libros de 1900 (Almas de violeta y Nínfeas), de
los que posteriormente renegaría su autor. Estas influencias modernistas, siempre con tonos muy personales, será
apreciable en la poesía de Juan Ramón, al menos, hasta 1914-1915.
Las dos clasificaciones (divisiones en etapas) más conocidas de la obra de Juan Ramón fueron propuestas por
el propio autor en distintos momentos de su vida. La primera de ellas se basa en un conocido poema del libro
Eternidades (1918), que comienza “Vino, primero, pura / vestida de inocencia…”. De este modo define Juan Ramón
sus primeros poemas adolescentes, que posteriormente se irían adornando con los “ropajes” modernistas, hasta que,
saciado de los fastuosos “tesoros”, en algún momento alrededor de 19156, comenzara una progresiva labor de
depuración poética, hacia un ideal de poesía desnuda7.
La otra clasificación de su obra, más completa por ser más tardía, también fue propuesta por el propio autor ya
en su exilio americano y en ella basaremos la exposición que sigue. No obstante, antes de comenzar dicha exposición,
hemos de señalar la obsesión del poeta por la revisión constante de su obra (la “obra en marcha”). En una ocasión
afirmó que su sueño inalcanzable como poeta sería poder revisar toda su obra justo en el último segundo antes de su
muerte. Esto se traduce en una doble labor como poeta: por un lado, de creación de su nueva obra, por otro, de
revisión y reelaboración de su obra pasada. Cada nueva reedición de una obra anterior, o cada nueva antología, se
convierte en una fuente de preocupaciones para el poeta, y en un arduo proceso en el que corrige, pule, reordena o
elimina muchos poemas. El propio poeta parece reprenderse a sí mismo en el brevísimo poema “no le toques ya más /
que así es la rosa”.
Antes de detenernos brevemente en cada una de estas etapas, señalemos también, como una de las constantes
de su larga carrera, lo que él mismo denominó su “triple sed”: “sed de belleza, sed de conocimiento, sed de eternidad”.
Triple búsqueda que, aunque podamos asociar preferentemente cada uno de sus elementos con cada una de las etapas
que a continuación veremos, mantendrá invariable e inseparable durante toda su vida. Veamos ya esas etapas: 8
∙ Etapa sensitiva, desde sus inicios hasta 1915. Se suceden tres fases en esta etapa:

6
No es casual que por las mismas fechas conociera a la que habría de ser su esposa, Zenobia Camprubí.
7
Todas ellas, recordemos, anteriores a 1918, año en que se publicó el poema que comentamos.
8
Para abreviar, tomo esta parte del libro de texto de McGraw Hill de 2º de Bachillerato.

7
− Primeras obras, impregnadas de posromanticismo becqueriano y de cierto modernismo, más sensorial en Almas de
violeta y Ninfeas (ambos de 1900, que no fueron del gusto de la crítica ni, posteriormente, del propio autor) y
luego más intimista y simbolista (“vestida de inocencia”) en Arias tristes (1903) o Jardines lejanos (1904), obras
de gran sencillez, con poemas me lancólicos, que tratan la soledad, el tiempo, el erotismo, la muerte... Predominan
el octosílabo y la asonancia.
− Obras modernistas (vestidas con los «ropajes» del modernismo). Hay más presencia de elementos sensoriales, de
adjetivación más brillante, y una visión modernista del amor, la belleza, la nostalgia, la naturaleza, la muerte, pero
todo ello en una línea más intimista que ornamental: Elejías9(tres libros, 1907-1908), La soledad sonora (1911),
Poemas májicos y dolientes (1909- 1911), Melancolía (1912). La versificación adopta metros modernistas como el
alejandrino.
− Obras de transición hacia una poesía más depurada y sencilla (vuelta a la “inocencia antigua”): Sonetos
espirituales(1914-1917) y especialmente Estío (1915). Como obra de transito destaca Platero y yo (1914,
completada en 1917), poema en prosa estructurado en breves capítulos, donde el burro Platero hila las
evocaciones de la infancia del autor, de Moguer, y las reflexiones sobre la natu raleza, el arte…
∙ Etapa intelectual (1916-1936). Etapa de la “poesía desnuda”, que se abre con Diario de un poeta recién casado
(1916), escrito en parte durante su viaje de ida y vuelta a Nueva York con motivo de sus nupcias con Zenobia.
“Poesía pura”, de poemas breves, conceptuales y emotivos, en prosa y en verso (estos en su mayoría libres).
Busca en la poesía el nombre exacto de las cosas, el conocimiento original del mundo, el dios primordial que está
en todo. El mar se convierte en símbolo de totalidad y de fusión entre creador y creación. Otras obras de esta etapa
son Eternidades(1918), Piedra y cielo (1919), Poesía y Belleza (ambos de 1923)... De 1922 es la Segunda
antolojía poética, donde recoge incluso poemarios inéditos (como Poemas agrestes, 1910-1911). Cierra este
periodo La estación total(1923-1936, publicado en 1946), expresión del anhelo total de belleza en lo eterno.
∙ Etapa “suficiente” o “verdadera” desde su exilio en 1936 hasta su muerte (1958). Destacamos dos obras,
herméticas, difíciles, solo publicadas integras póstumamente:
− En el otro costado: se habían publicado ya sus “Romances de Coral Gables” (1948). La versión íntegra (editada en
1974) contiene et largo poema en prosa “Espacio” (1954), un fluir de la conciencia poética, mediante la técnica de
la asociación libre.
− Dios deseado y deseante (1948-1952, publicado entero en 1964): se conocía ya su primera parte, “Animal de
fondo” (1949). Refleja, en versos libres impregnados de un cierto misticismo, La sed de eternidad en un dios
(deseado y deseante) que en la conciencia del poeta se hace naturaleza, amor, verdad, belleza y poesía.

2.3 Las vanguardias europeas y la poesía española10


En el primer tercio del siglo XX aparecen en Europa una gran cantidad de movimientos culturales (no sólo
literarios) y artísticos basados en la provocación, la ruptura con lo anterior y el intento de buscar caminos nuevos al
arte. Son las vanguardia, también conocidas como los ismos.
Se conoce con este nombre una serie de movimientos renovadores, muy minoritarios pero que, no obstante,
provocan gran revuelo y agitación en los ambientes literarios, y artísticos en general, de Europa y de América. Se con
sidera que el auge de estas vanguardias viene determinado por el grave trauma de la Primera Guerra Mundial, aunque
algunas de ellas habían dado sus primeros pasos en los años previos. Destacaremos entre los principales de estos movi
mientos de vanguardia el futurismo, el dadaísmo, el cubismo y el surrealismo (este último de especial influencia en
España). También se revitalizan otros movimientos más antiguos como el expresionismo (El grito de Munch es de
1895) que, especialmente en pintura, se radicalizaría en el fauvismo (de “fauve”, fiera). Son vanguardias típicamente
hispanas (tanto españolas como americanas) el ultraísmo y el creacionismo.
Las características comunes de todos estos movimientos serían las siguientes:
- Oposición a la lógica, a la racionalidad y exaltación de la imaginación creadora sin trabas, -
Experimentación continua en busca de la originalidad,
- Defensa radical del ideal del Arte por el Arte, alejado de la realidad
- El carácter de las vanguardias es minoritario y elitista, así como efímero. Sus ideales se definen en “manifies
tos”, que proclamarán, a veces de forma muy combativa, sus postulados estéticos e ideológicos.
El propio nombre de “vanguardias” es de inspiración militar, lo que nos habla de su espíritu combativo, siempre en
busca de la provocación, la rebelión estética y la ruptura con todo lo pasado. Más interesados por la pura experimenta
ción que por la consolidación de los logros alcanzados, la vida de todos estos movimientos será muy breve. Son pocos
los autores de verdadero valor cuyos nombres se hayan asociados sólo a una u otra de estas tendencias. Su verdadero

9
Es conocida la personal ortografía de Juan Ramón, que jamás usa la grafía “g” para el sonido /j/.
10
En este apartado combino parte del ya citado libro de texto de McGraw Hill con unos apuntes del profesor José Carlos Carrillo
Martínez, encontrados hace muchos años en una página web que ya no existe.

8
valor reside en su espíritu renovador, que dará forma a todo el arte del siglo XX. También las técnicas que estos movi
mientos aportaron se incorporaron definitivamente a los recursos literarios comunes a todo el siglo. Los poetas de la
Generación del 27 fueron los que más rendimiento sacaron de estas nuevas tendencias.
En España hubo un autor en estos años que sirvió de impulsor de todos estos movimientos. Éste no es otro que Ramón
Gómez de la Serna (1888-1963), conocido simplemente como “Ramón”. Participó en todos los movimientos renova
dores y defendió las nuevas tendencias. Creó la greguería hacia 1910. Se trata de frases breves que recogen una idea
original o una metáfora insólita a través del humor, el lirismo y el juego verbal.
Repasaremos muy brevemente algunas de estos movimientos vanguardistas de mayor influencia en España11:
∙ Futurismo: irrumpe en 1909, cuando Marinetti publica el primer Manifiesto futurista. Propone romper con los
valores clásicos y tradicionales (incluida la tradición literaria), imponiendo un vitalismo nietzscheano que
exalta el riesgo y la violencia, el progreso y el mundo moderno (el automóvil, el deporte, las masas, la gran
urbe, etc.). Literariamente, rompe con el lenguaje tradicional: la pasión por el dinamismo determina la
supresión del adje
tivo y los adverbios; el léxico se puede crear a capricho; la sintaxis deja las palabras en libertad; la puntuación
se desmantela... El Futurismo influyó sobre algunos autores del 27, como Pedro Salinas (que dedica poemas a
la bombilla o a la máquina de escribir) o Alberti (al fútbol).
∙ Dadaísmo: se funda en 1916, en plena guerra europea, en torno al poeta Tristan Tzara. En 1918 aparece su
primer Manifiesto. Los dadaístas se rebelan contra la racionalidad, la lógica y todas las normas y convenciona
lismos morales, sociales, estéticos y literarios. No solo niegan las estéticas anteriores, sino el propio arte y, en
especial, el lenguaje tradicional: rompen la coherencia, la lógica y el sentido del lenguaje para que aflore libre
el trasfondo absurdo pero verdadero de lo humano, sus fantasías y deseos vitales. El absurdo deja en evidencia
la falsa lógica e inanidad de los principios y valores humanos. Se sirven igualmente del collage arbitrario. El
dadaísmo abrió paso al surrealismo.
∙ Cubismo: surge como corriente pictórica en 1907 (Georges Braque, Juan Gris, Pablo Picasso); expresa la reali
dad intelectualmente por medio de líneas y figuras geométricas, descomponiendo la realidad en múltiples pers
pectivas que se plasman simultáneamente. Literariamente, se desarrolla a partir de 1913: se descompone la
realidad para luego rehacerla mediante una técnica de collage mezclando simultáneamente conceptos,
palabras, imágenes... O crea una literatura visual: juegos tipográficos, «poemas pictóricos», como los
Caligramas (1918), de Apollinaire... Se elimina lo discursivo, lo descriptivo, los nexos, la puntuación. Los
cubistas gustan del humor y la ironía.
∙ En España nació el Ultraísmo (que toma el nombre de la revista Ultra), una mezcla de Futurismo y Dadaísmo.
Utilizó el verso libre, las imágenes, las metáforas y los poemas visuales, es decir, poemas que dibujan con sus
palabras el objeto del que tratan, procedentes de los caligramas del francés Guillaume Apollinaire.
∙ El Creacionismo fue fundado en Buenos Aires en 1916 por el chileno Vicente Huidobro, que en 1918 se instaló
en Madrid y dio a conocer este ismo. Se propone crear una nueva realidad en el poema, el gozo de inventar. El
principal representante del Creacionismo en España es Gerardo Diego.
∙ El Surrealismo, nacido en Francia, encuentra su base inicial en el Manifiesto del Surrealismo, publicado en
1924 por André Breton. La teoría del subconsciente como fondo psíquico donde se acumulan los deseos frus
trados o los impulsos reprimidos, descubierta por Freud, se añade a las teorías sociales de Marx, y ambos al
irracionalismo. De este cóctel nacerá el Surrealismo. Breton habla de automatismo psíquico como “dictado del
pensamiento con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razón, fuera de toda preocupación estética o
moral”. Se pretende sacar al exterior todo lo que el poeta, como representante de los humanos, guarda en su
subcons ciente. Para ello, el Surrealismo propugna la escritura automática como principal técnica literaria.
Otra técnica es la trascripción de los sueños. Así, encontramos textos absolutamente ilógicos, libres,
desprovistos de ataduras formales o sintácticas. Estos textos son contrarios a la razón ya que proceden del
subconsciente.
En España, el Surrealismo se dio mezclado con otros movimientos de vanguardia, aunque su personalidad y
diferenciación destacan por encima de los demás. Afectó a la forma de expresión antes que al contenido. Los
primeros textos surrealistas aparecen en las revistas literarias principalmente ultraístas, como La Gaceta del
Arte (Tenerife, 1932-36), La Gaceta Literaria, L’Amic de les Arts (Cataluña, iniciada en 1926), Hélix.
Los poetas españoles más influidos por el Surrealismo son Juan Larrea, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti,
Luis Cernuda y Federico García Lorca.

11
A estas habría que añadir otras “vanguardias históricas”, como el impresionismo y, sobre todo, el expresionismo, ya con déca
das de recorrido, cuyas novedades estéticas tendrían amplia repercusión durante estas décadas.

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