Resumen 11

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Elaboró: Abraham Ángel Espinoza Ogarrio Asignatura: Teología de los sacramentos de

iniciación

Profesor: Adrián de la Cruz Facultad: Teología

LAS EXIGENCIAS DE LA CONFIRMACIÓN

Se ha dicho que el sacramento de la confirmación marca una nueva etapa en la vida del cristiano,
lo hace madurar y, por tanto, lo perfecciona. En ese sentido se abordará en este tema las
obligaciones del confirmado que derivan del Espíritu Santo, es decir, las exigencias éticas, de
manera que el confirmado tenga una vida coherente conforme al sacramento que ha recibido.

El hombre bautizado, ahora confirmado, por la infusión del Espíritu, se llamado con justa razón,
hombre del Espíritu, por la estrecha relación entre el y el Espíritu Santo, manifestada en su
existencia, en todo momento de su vida, porque deberá dejarse guiar y animar por Él,
respondiendo a sus impulsos y mociones, a fin de crecer en Cristo y caminando hacia la verdad.

Todo esto ha hecho madurar al bautizado, ahora confirmado, y lo propio del crecimiento cristiano
es abandonar su egocentrismo y empezar a servir a los demás, comprometiéndose a dar en vez de
recibir, comenzará, además, a tomar decisiones responsables. Son dos los efectos de la
maduración en el confirmado, abrirse a los demás y la actuación del confirmado en la vida de la
comunidad y en la sociedad con responsabilidad. Todo esto conduce a que el confirmado
contribuya a que la Iglesia alcance su plenitud, haciéndola germinar por medio de sus obras y de
su amor.

En este sentido irá mostrando a Cristo a los demás, para que todos lo conozcan y acepten el
mensaje de salvación, para ello deben tener un testimonio de vida, que hable de los cambios que
Dios ha hecho en su vida. Este mártir, es decir, este testigo, debe cumplir una misión profética en
el mundo, en vistas de alcanzar su santidad, en otras palabras, el confirmado debe cumplir en
plenitud la función mesiánica regia adquirida en el bautismo, pero ahora reforzada por el bálsamo
administrado en la confirmación, en ese sentido, dará testimonio de la verdad y santidad.

También está llamado a participar de la realiza de Cristo, viviendo en el amor, plenitud de la ley,
manifestado la libertad de la que gozamos por ser hijos de Dios, luchando contra las injusticias,
desigualdades, las manipulaciones y servidumbres estructurales y personales, promoviendo la
justicia, el diálogo, la solidaridad, la caridad y la paz en las relaciones entre los individuos y entre
los pueblos y trabajando por un mundo más justo, más humano, más permeable a los valores
evangélicos.

Todas estas tareas, por más arduas que sean, el confirmado debe sentirse confiado y capacitado
para llevar a cabo estas tareas encomendadas, porque con la confirmación viene la gracia que
fortalece la parresia. Este fortalecimiento no solo tiene que ver con un ámbito de su actividad, sino
que afecta a todas las manifestaciones de su vida y la de la comunidad, a la que debe llevar al
conocimiento del Reino de Dios.

Por sus características, el sacramento de la confirmación es irrepetible, así lo atestigua el


simbolismo del sacramento, el aceite que impregna para siempre, en este mismo orden, el Espíritu
que se posó sobre Jesús y se quedó definitivamente con él, ahora mora en nosotros.

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