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Modulo Ética y Ciudadanía

Este documento presenta un módulo sobre ética y ciudadanía para la Licenciatura en Etnoeducación de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. El módulo contiene 3 unidades: 1) Fundamentos de la ética, 2) Constitución Política y Democracia, y 3) Escenarios de formación ética y de ejercicio ciudadano. La primera unidad analiza conceptos como ética, moral y valores cívicos. La segunda revisa principios de la Constitución Política de Colombia y formas de participación ciudadana. La tercer

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Este documento presenta un módulo sobre ética y ciudadanía para la Licenciatura en Etnoeducación de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. El módulo contiene 3 unidades: 1) Fundamentos de la ética, 2) Constitución Política y Democracia, y 3) Escenarios de formación ética y de ejercicio ciudadano. La primera unidad analiza conceptos como ética, moral y valores cívicos. La segunda revisa principios de la Constitución Política de Colombia y formas de participación ciudadana. La tercer

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ÉTICA Y CIUDADANÍA

MÓDULO

CRHISTYAM DAVID MUÑOZ SANTACRUZ


Tutor

ECEDU

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA- UNAD

ESCUELA CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN- ECEDU

LICENCIATURA EN ETNOEDUCACIÓN

CCAV- PASTO

2020
1. IDENTIFICACIÓN DEL CURSO

FICHA TÉCNICA

Nombre del Curso: Ética y Ciudadanía

Institución: Universidad Nacional Abierta y a

Distancia

Ciudad: Pasto, Colombia

Director del curso:

Año: Con formato: Fuente: (Predeterminada) Verdana,


Negrita, Color de fuente: Automático

Actualizado por Crhistyam David Muñoz Santacruz

Año 2020

Unidad Académica: Escuela de Ciencias Sociales,

Artes y Humanidades -
ECSAHSociales, Artes y

Humanidades

Campo de Formación interdisciplinar básico

común.
Formación:

Créditos 3

Académicos:

Tipo de Curso: Teórico

Conocimientos Previos Acercamiento a la constitución política

de Colombia.

Competencia general de
El propósito de formación del curso es
Aprendizaje:
que el que el estudiante analice los

fundamentos de la Ética y los

principios de la Constitución Política de

Colombia, a través del abordaje de


situaciones y problemáticas del ámbito

político, social y comunitario, para el

ejercicio de una ciudadanía

responsable, constructiva,

democrática y participativa en el

marco de la Democracia y el Estado

Social de Derecho

Metodología de la Sistema tradicional

Oferta

Unidades 1. Unidad 1: Fundamentos de la

Ética

▪ Ética y moral. Relaciones y diferencias

▪ Ética individual y Ética social ▪ Retos de la


formación Ética en el siglo XXI

2. Unidad 2: Constitución Política y

Democracia

▪ Constitución Política de Colombia: Principios

fundamentales, Derechos y

Responsabilidades

▪ Estado, Nación e Identidad

▪ Ciudadanía y Participación Democrática

▪ Derechos Humanos
3. Unidad 3: Escenarios de formación

ética y de ejercicio ciudadano

• La familia como escenario de formación

ética ciudadana

• Los medios de comunicación en la

formación de la ética ciudadana.

• Transformación de los espacios de

participación: La ciudadanía digital

• Transformación de Conflictos y Justicia

Social
Tabla de contenido
Introducción 7
Justificación 8
Unidad 1 10
Fundamentos de la ética 10
Capítulo 1: Ética y moral. Relaciones y diferencias. 10
Capítulo 2: Ética Individual y ética social, Retos de la formación ética en el
siglo XXI. 14
Unidad 2 21
Constitución Política y Democracia 21
Capítulo 1: Constitución política de Colombia, Principios Fundamentales. 21
Artículo 1 22
Artículo 2 22
Artículo 3 22
Artículo 4 23
Artículo 5 23
Artículo 6 23
Artículo 7 23
Artículo 8 23
Artículo 9 24
Artículo 10 24
Capítulo 2: Estado Nación e identidad 25
Capítulo 3: Ciudadanía y Participación ciudadana 30
Capítulo 4: Derechos Humanos 33
Unidad 3 41
Escenarios de formación, ética y de desarrollo ciudadano. 41
Capítulo 1: La familia como escenario de formación ética ciudadana 41
Capítulo 2: Los medios de comunicación en la formación de la ética ciudadana
45
Capítulo 3: Trasformación de los escenarios de participación: La ciudadanía
Digital 50
Capítulo 4: Trasformación de conflictos y justicia social 56

Introducción
La consolidación de la democracia y el respeto de la Constitución Política y

los Derechos Humanos son un imperativo ético de las sociedades

democráticas.

Esto demanda formar sujetos autónomos, con capacidad de tomar

decisiones e intervenir en los asuntos públicos; significa también formar

para ejercer los derechos que le corresponden como ciudadano,

pronunciarse cuando se observan faltas e implicarse para garantizar que

se cumplan, desde una actuación responsable, libre y comprometida

éticamente con su realidad (Cortina, 1997).

Le corresponde a la Universidad contribuir a la formación ética ciudadana,

como elemento esencial y necesidad apremiante para la participación

democrática, se trata no solo de preparar profesionales para el mercado,


sino fundamentalmente, garantizar la formación ética ciudadana como una

manera de ser, sentir y hacer que aporte a la convivencia.

Una universidad comprometida con su entorno debe estar atenta a la

realidad y responder desde sus funciones sustantivas de enseñar e

investigar, para comprender, atender y responder a los requerimientos de

la sociedad. Y la sociedad colombiana de hoy demanda profesionales

competentes, con capacidad de ejercer una ciudadanía activa.

Justificación
El Curso Ética y Ciudadanía (Pregrado) se constituye en una respuesta a

la necesidad de formación ética y ciudadanía, desde la perspectiva del

pleno reconocimiento del otro, lo que significa respetar los derechos y

valorar las diferencias en un clima de confianza, tolerancia y solidaridad;

que va más allá del acervo de conocimientos sobre ética y ciudadanía,

para involucrar la formación de personas que actúan de manera asertiva,

desde un modo autónomo y crítico de pensar y hacer juicios morales, que

desarrollan valores democráticos, que desempeñan un rol como sujetos


políticos y asumen con responsabilidad las situaciones inherentes a su

realización como sujetos sociales.

El propósito de formación del diplomado es que el que el estudiante

analice los fundamentos de la Ética y los principios de la Constitución

Política de Colombia, a través del abordaje de situaciones y problemáticas

del ámbito político, social y comunitario, para el ejercicio de una

ciudadanía responsable, constructiva, democrática y participativa en el

marco de la Democracia y el Estado Social de Derecho

En este sentido, el diplomado contempla el desarrollo de tres unidades, la

primera unidad “Fundamentos de la Ética”, se presenta como una

aproximación al concepto de Ética, moral, valores cívicos y los retos de la

Ética en el siglo XXI en el ámbito de lo político, social, económico y

cultural. La segunda Unidad "Constitución Política y Democracia”

plantea los principios y fundamentos de la Constitución Política de

Colombia, los derechos y responsabilidades que consagra, la configuración

del Estado colombiano y los diversos significados y formas de participación

del ciudadano en el marco de democracia. Y la tercera unidad,

“Escenarios de formación y de ejercicio ético ciudadano”, coloca de

manifiesto los distintos espacios y contextos donde se forma y se expresa

la ciudadanía, especialmente la familia, los medios de comunicación y las


redes sociales. Estos cursos se dinamizan a través de la estrategia

pedagógica Aprendizaje Experiencial - AE (Kolb, 1984), que contempla

cuatro fases: Reconocimiento, Reflexión, Acción Solidaria y

Resignificación.

Unidad 1
Fundamentos de la ética
Capítulo 1: Ética y moral. Relaciones y
diferencias.

El objetivo de este capítulo consiste en contribuir al análisis y explicación

relacionados con la interacción compleja determinada entre la sociedad

civil y las instituciones, destacando la necesidad de que su nexo sea

mediado con valores que abonen en favor de la credibilidad y aceptación

que son fundamentales para las instituciones estatales y administrativas.

Asimismo, contribuir a puntualizar la importancia de la ética para

favorecer que la calidad de vida en la sociedad tenga valores

consustanciales a la democracia, ya que ésta tiene fuerte contenido ético

desde el ángulo de la vida pública.

Es importantes destacar que la formación de valor ético no es un asunto

mercantil ni gerencial, sino que tiene como base las aportaciones de la

ética, debido a que aporta valores fundamentales para incentivar la

conducta social y el desempeño institucional sobre la base de que las

sociedades necesitan conductas honradas que estimulen la legalidad, la

responsabilidad y el sentido de pertenencia a la vida comunitaria. En este

sentido, el enfoque del trabajo es más de carácter normativo y


explicativo, tomando en cuenta que se trata de un asunto que se inscribe

en el sentido de la vida estatal y la vida comunitaria para generar una

atmósfera de confianza y mejor certidumbre institucional. (Berrones,

2011).

La palabra ética proviene del griego ethikos (“carácter”). Se trata del

estudio de la moral y del accionar humano para promover los

comportamientos deseables. Una sentencia ética supone la elaboración de

un juicio moral y una norma que señala cómo deberían actuar los

integrantes de una sociedad.

Por lo tanto, cuando alguien aplica una sentencia ética sobre una persona,

está realizando un juicio moral. La ética, pues, estudia la moral y

determina cómo deben actuar los miembros de una sociedad. Por lo tanto,

se la define como la ciencia del comportamiento moral.

Claro que la ética no es coactiva, ya que no impone castigos legales (sus

normas no son leyes). La ética ayuda a la justa aplicación de las normas

legales en un Estado de derecho, pero en sí misma no es de castigo desde

el punto de vista jurídico, sino que promueve una autorregulación.

La ética puede dividirse en diversas ramas, entre las que se destacan:


● La ética normativa (son las teorías que estudia la axiología moral

y la deontología, por ejemplo).

● La ética aplicada (se refiere a una parte específica de la realidad,

como la bioética y la ética de las profesiones).

Principales características de la Ética

● Teórica o General: Por tener sus conocimientos especulativos

puramente racionales, sobre los criterios o Normas de la moral.

● Práctica o Especial: Por estudiar los medios particulares, las

virtudes, los deberes, etc.

● Ciencia Filosófica: Que actúa en el plano de los valores y la

controversia.

● Forma de Conciencia: Se ocupa de algo muy abstracto "el debe ser".

● Establece principios universales: Busca formular explicaciones

teóricas generales, aplicables en toda sociedad y todo tiempo.

● Enfoca la moral Como fenómeno: Toma en cuenta los valores, sean

estos positivos o negativos, en cada época.

● Orienta el Comportamiento Moral: Señala las Normas adecuadas de

la convivencia.
● Está presente en todo acto humano: Es UN elemento universal y

básico de cohesión social.

Moral

Es una palabra de origen latino, que proviene del

término moris (“costumbre”). Se trata de un conjunto de creencias,

costumbres, valores y normas de una persona o de un grupo social, que

funciona como una guía para actuar. Es decir, la moral orienta acerca de

qué acciones son correctas (buenas) y cuales son incorrectas (malas).

Según otra definición, la moral es la suma total del conocimiento que se

adquiere sobre lo más alto y noble, y que una persona respeta en su

conducta. Las creencias sobre la moralidad son generalizadas y

codificadas en una cierta cultura o en un grupo social determinado, por lo

que la moral regula el comportamiento de sus miembros. Por otra parte,

la moral suele ser identificada con los principios religiosos y éticos que

una comunidad acuerda respetar.

El conjunto de normas morales es denominado como moralidad

objetiva (existen como hechos sociales más allá de que el sujeto decida

acatarlas). En cambio, los actos a través de los cuales la persona respeta

o viola la norma moral conforman la moralidad subjetiva.


Cabe mencionar que la idea de responsabilidad moral aparece con el

convencimiento de que el accionar del individuo siempre se realiza con un

fin, a menos de que se encuentra inconsciente (ya sea por una

enfermedad mental, un desequilibrio psicológico, los efectos de una droga,

etc.). Se dice que una persona que hace uso de los valores morales de su

sociedad puede forjarse un mejor destino.

El término moral también puede utilizarse como sinónimo de ética, por lo

que adquiere sentido como disciplina filosófica o como sinónimo de la

teología moral (una disciplina teológica).

Capítulo 2: Ética Individual y ética social,


Retos de la formación ética en el siglo XXI.
Si hablamos de la ética personal, la mayoría sabemos a qué nos

referimos: todas y todos tenemos un código de conducta, una escala de


valores que podemos compartir o no con otras personas y que nos guía a

la hora de actuar.

Por ejemplo, cuando procuramos no dañar o herir a otras personas, lo

hacemos por respeto, por amor o aprecio, pero también porque sabemos

que eso no está bien, que hacer algo que les perjudique nos afectará, en

muchos sentidos, a nosotras y nosotros mismos. Ser personas sinceras y

no tomar lo que no es nuestro son algunas cuestiones que debemos incluir

en ese código ético personal.

Pero, ¿qué hay de cuestiones como el vegetarianismo, o ir en bicicleta al

trabajo, por ejemplo? ¿A qué responden: a una ética personal o a una

ética social?

La ética social: una cuestión de principios

Cuando te preguntas qué es la ética social, la respuesta refleja esos

mismos principios éticos que inspiran tu ética personal, ni más ni menos.

Lo único que cambia (que sin embargo no es poco) es la apreciación de la

propia responsabilidad, que pasa de verse como algo

particular a ampliarse y alcanzar una dimensión más

generosa, poniéndose al servicio de la responsabilidad social. Al fin y al


cabo, la ética social implica tomar conciencia de que todos y cada uno de

tus actos tienen consecuencias sociales, sobre los demás y sobre el medio

ambiente. O dicho de otro modo, la ética individual es la base sobre la que

construimos la ética social que se aplica en los entornos donde convivimos

y nos desenvolvemos como personas. No existe la una sin la otra.

Tan estrecha es la relación entre estos dos conceptos, que es

prácticamente imposible que pueda existir una ética personal sin una ética

social. Las personas que son buenas con sí mismas hacen lo propio

cuando trasladan esos valores a la sociedad como tal. Del mismo modo,

quienes practican unos principios y acciones beneficiosas para sus

semejantes, es casi seguro que los trasladarán a nivel individual.

Algunas cuestiones sobre la ética social y la ética propia

Para entender este concepto con más claridad y profundidad,

respondamos a algunas de las preguntas que nos hacíamos al inicio del

post:

No comer carne ni pescado, ¿es una opción socialmente responsable?

Pues efectivamente, lo puede ser. Al menos reducir su consumo a

niveles social y medioambientalmente sostenibles. Da lo mismo si lo


que nos impulsa es una cuestión de gusto, si lo hacemos porque nos

«dan pena» los animales (una cuestión de ética personal), o porque

entendemos que, con ello, contribuimos a mejorar el reparto de los

recursos naturales del planeta (una perspectiva, sin duda, de ética

social). Los efectos serán los mismos: comiendo menos carne y pescado

podemos llegar a mejorar nuestra salud y minimizar el impacto social y

medioambiental que genera un consumo exagerado de estos productos

(deforestación, conversión de cultivos en pasto para ganado y, con ello,

hambre, desigualdades...). Según datos de la FAO, comer carne y

pescado forma parte de una dieta equilibrada, pero mientras que en los

países en desarrollo el consumo de carne por persona y año a veces no

alcanza los 10 kilos, la producción de carne mundial en 2014 se ha

situado en más de 300 millones de toneladas. Si hacemos un cálculo

rápido, salen más de 42 kilos por persona y año. Podríamos

preguntarnos, ¿quién los consume?

Si usar la bicicleta me mantiene en forma y me hace sentir mejor, ¿es

eso compatible con la ética social?

¡Por supuesto! ¿Qué hay de malo en sentirse mejor con algo tan positivo

como ir en bicicleta? Beneficia a nuestra salud, nos pone de buen humor,


nos ayuda a ahorrar... y encima, es ecológicamente sostenible. Claro que

desde el punto de vista de la ética personal, procurar por nuestra propia

salud y bienestar puede figurar entre lo más destacable del código ético

individual; pero miremos un poco más allá: usando la bicicleta reducimos

las emisiones de gases contaminantes, beneficiamos la movilidad en las

grandes ciudades y minimizamos el impacto causado por la explotación de

los recursos naturales y las fuentes de energía no renovables, como el

petróleo. Todo ello, sin duda alguna, grandes muestras de responsabilidad

social.

Si consumir racionalmente me ayuda a ahorrar, ¿también es una medida

socialmente responsable?

Como hemos ido viendo a lo largo de las líneas anteriores, efectivamente,

lo es. Reduciendo el consumo de ciertos alimentos, el gasto de recursos y

suministros como el gas, o el agua, además de ahorrar un buen dinero

también estamos siendo socialmente responsables. Su mismo nombre lo

indica: consumo responsable. Pero ojo, no confundamos este concepto con

el mero ahorro económico. Algunos productos, como los procedentes

de Comercio Justo, por ejemplo, en ocasiones pueden costa algo más que

los convencionales. Sin embargo, a nos aseguramos de estar


contribuyendo a mejorar las condiciones de personas productoras que

perciben, entre otros beneficios, un pago digno por su trabajo

y reforzamos las cooperativas en las que se agrupan, verdaderos paraguas

sociales que garantizan, entre otras cosas, el acceso a la educación a sus

miembros y familias, y son ejes fundamentales de desarrollo en sus

respectivas comunidades.

La ética personal, como acabamos de ver, no está en modo alguno reñido

con la ética social: son dos conceptos que se refuerzan y alimentan

mutuamente. Lo único que cambia es la perspectiva: de lo personal a lo

común, de lo individual a lo solidario.

En este sentido los retos de formación de la ética en el siglo XXI, se debe

considerar que es cierto lo que se dice del que el ser humano es un ser

sociable no obstante por ello no deja de ser egoísta, no deja de satisfacer

sus necesidades primarias, el solo preocuparse por sí mismo y su pequeño

entorno. Lo demás no importa si yo estoy bien, si mi familia está bien.

Esta manera de pensar visto desde mi propio punto de vista es un poco

corta en comparación a lo que la vida me ha enseñado, ya que en cada

uno de los seres humanos existe una similitud en entre uno y otro no solo

por el hecho de ser humanos, sino también porque somos espejos donde
en el otro encontramos cosas que también habitan en nosotros.

Entonces ¿Por qué entonces si somos iguales, de mismas condiciones,

¿Por qué no ayudarnos entre sí? ¿Por qué no buscar un bien común? Por

lo expuesto anteriormente: Egoísmo y que hemos dejado de ver a nuestro

semejante como lo que es: Un ser humano tal como nosotros con sus

deficiencias, con todo lo que pueda llegar a ser. Hemos llegado a ser

esclavos de nuestros propios mecanismos de defensa, inmersos en

nuestros paraísos artificiales, que nos llevan a la soledad y la destrucción.

Es por ello que el egoísmo humano es el principal reto a vencer, en él se

desatan la mayoría de los males y la inconformidad humana. Por su

historia, porque a pesar de que tantos filósofos han teorizado, sobre la

ética es importante no solo hablar de ella, sino ponerla en práctica.

Porque la palabra es importante y tiene su poder constructor o destructor

cuando esta se torna en acciones y es nuestra responsabilidad coordinar

lo que se piensa, con lo que sea actúa; es decir tener coherencia.

Otro de los retos que la ética debe asumir es el de ver al ser humano

como lo que es un ser humano. En los últimos tiempos, debido a las

grandes revoluciones tanto tecnológicas como de pensamiento han

conducido a una era posmodernista, donde el ser humano se convierte en

un número más que solo que produce y si no produce, si no adquiere


propiedades no es nadie. Debemos ver a las personas como personas, que

sienten, que desean, que aprenden, tienen limitaciones, pero aun así

luchan por vivir; tal vez no de la manera esperada o de la cual la sociedad

dicta, sin embargo, lo hacen sin ninguna guía que la experiencia y

aprendizaje que llevan recogiendo con el paso del tiempo. Es importante

tendernos la mano los unos a los otros como si nos estuviéramos

ayudando a nosotros, como si estuviéramos ayudando a nuestros

familiares y el mejor regalo que podemos darnos a nosotros mismos como

seres humanos, como lo que somos.

Por ultimo considero que otro de los retos de la ética es el que los

profesionistas amen su profesión y que todo lo innoven, todo lo que

trabajen y logren sea en beneficio de la humanidad.

Para abordar los contenidos del curso se requiere consultar los siguientes
referentes bibliográficos:

Video

• Cortina, A. [sulycastro]. (2013, 1 de julio). Ética y moral

[Video]. YouTube.

https://www.youtube.com/watch?v=EYpV6H26GYk

Textos

• Uvalle B., R. (2014). La importancia de la ética en la formación

de valor público. Estudios Políticos, Época 9(32), 59-81.

http://www.revistas.unam.mx/index.php/rep/article/view/46311/

41573 • Echeverría-Falla, C. (2013). Educación Ética: ¿Normas o

Virtudes? ¿Qué giro debe tomar la enseñanza de la ética en la

formación de universitarios solidarios? Persona y Bioética, 17(2),

151–167.

https://personaybioetica.unisabana.edu.co/index.php/personaybi

oetica/ar ticle/view/3 280/html


Unidad 2
Constitución Política y Democracia
Capítulo 1: Constitución política de
Colombia, Principios Fundamentales.
La Constitución Política de Colombia se elaboró a través una Asamblea

Nacional Constituyente en el año 1991, remplazando la anterior

constitución del año 1886. Es una constitución de carácter progresista,

garantista de los Derechos humanos y protectora de las minorías sociales

y étnicas.

Sus principios fundamentales son:

Artículo 1

Artículo 1o. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en

forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus

entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en

el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las

personas que la integran y en la prevalencia del interés general.


Artículo 2

Artículo 2o. Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad,

promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los

principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la

participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida

económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la

independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la

convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo. Las autoridades de la

República están instituidas para proteger a todas las personas residentes

en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y

libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del

Estado y de los particulares.

Artículo 3

Artículo 3o. La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual

emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio

de sus representantes, en los términos que la Constitución establece.

Artículo 4

Artículo 4o. La Constitución es norma de normas. En todo caso de

incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se

aplicarán las disposiciones constitucionales. Es deber de los nacionales y


de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes, y

respetar y obedecer a las autoridades.

Artículo 5

Artículo 5o. El Estado reconoce, sin discriminación alguna, la primacía de

los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como

institución básica de la sociedad.

Artículo 6

Artículo 6o. Los particulares sólo son responsables ante las autoridades

por infringir la Constitución y las leyes. Los servidores públicos lo son por

la misma causa y por omisión o extralimitación en el ejercicio de sus

funciones.

Artículo 7

Artículo 7o. El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de

la Nación colombiana.

Artículo 8

Artículo 8o. Es obligación del Estado y de las personas proteger las

riquezas culturales y naturales de la Nación.


Artículo 9

Artículo 9o. Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la

soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y

en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados

por Colombia. De igual manera, la política exterior de Colombia se

orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe.

Artículo 10

Artículo 10. El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y

dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La

enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas

propias será bilingüe.


Capítulo 2: Estado Nación e identidad
El concepto de Estado-nación como una comunidad imaginada ha ganado

importancia en la literatura durante la última década. ¿Cómo construir la

identidad nacional? ¿Qué se entiende por ciudadanía? Nos centraremos en

la construcción discursiva de ciudadanía. Al centrarnos en la construcción

discursiva de ciudadanía e identidad (nacional), se4 abre una nueva

perspectiva acerca del análisis histórico-discursivo, que hasta ahora solo

se ha preocupado por la construcción discursiva en torno a la diferencia.

¿Qué es ser ciudadano?, y, ¿qué significa ser miembro de una comunidad

política? El concepto de ciudadano y su rol dentro de una comunidad han


sido objeto de debate desde la antigua Grecia. La ciudadanía no es un

concepto analítico claro y estable, sino que ha sido constantemente

modificado a través de las prácticas políticas, y acomodado de acuerdo

con las cambiantes situaciones históricas. El concepto ‘ciudadano’ se

deriva del latín civis o civitas, es decir, miembro de una ciudad Estado

antigua, especialmente de la república romana. Empero, civitas es una

representación romana del término griego: polites, miembro de una polis

griega. Los polites (concepción aristotélica) era la persona que, viviendo

en la ciudad, participaba en los procesos políticos y económicos, alguien

que podía gobernar y, a su vez, ser gobernado. Asimismo, históricamente

la ciudadanía fue concebida como la demarcación de una comunidad

urbana de iguales. Para los griegos no existía una clara distinción entre lo

moral y lo legal. El ciudadano era, esencialmente, un ser político, de lo

cual se desprendían obligaciones tanto morales como legales.

La ciudadanía era un privilegio hereditario que, además, incluía el derecho al voto

─de elección y de nombramiento o a ser jurado─ y, en general, a participar en los

debates políticos como miembros iguales de la comunidad. Pero dado que la polis

se basaba en un principio restringido de igualdad, esta configuración social excluía a

la mayor parte de la población de participar en los asuntos públicos. Así pues, desde

sus orígenes, el término ‘ciudadano’ conllevó la exclusión porque no todos estaban

en posesión del mismo. De hecho, la mayoría de los habitantes de Atenas incluidos


los extranjeros ─como el propio Aristóteles─ no tenían derecho a participar de los

beneficios que otorgaba la ciudadanía, ya que una ciudadanía que fuese más amplia

o inclusiva tenía menos recursos para ofrecer a todos los ciudadanos. Por

consiguiente, debía limitarse. En este orden de ideas, los griegos prefirieron una

ciudadanía que condujese a la exclusión con el fin de restringir los recursos sociales

y los derechos políticos a un pequeño número de personas privilegiadas. Así que la

exclusión podría tomar la forma de ostracismo del territorio geopolítico o

subordinación a la condición de no ciudadano, así como compartir el destino de los

esclavos, las mujeres y los niños (Lape, 2010).

Con base en lo anterior, el significado de ciudadano como sujeto de

derechos políticos que participa de forma activa en los procesos de

autogobierno popular es el primer y más antiguo significado de

ciudadanía, por lo que ‘ciudadanía’ es conceptualmente inseparable de la

gobernanza política. Este viejo ideal de ciudadanía como autogobierno

popular sigue desempeñando un papel importante en el discurso político

moderno y ha servido, a menudo, como fuente de inspiración e

instrumento político para lograr una mayor inclusión y participación

democrática en la vida política. Sin embargo, por esa misma razón, el

concepto de ciudadanía es con frecuencia políticamente amenazante para

muchos gobernantes que intentaron o intentan suprimir o redefinir dicho

concepto.
Este fue, por ejemplo, el caso de los romanos donde la ciudadanía llegó a

tener un significado diferente al establecido por Aristóteles para los

griegos. En principio, la ciudadanía romana también llevaba consigo el

derecho a participar en la asamblea legislativa, la cual había sido el sello

distintivo de la ciudadanía ateniense, pero a medida que la participación

en dicha asamblea se hizo cada vez más concurrida y poco práctica para

la mayoría de los habitantes imperiales, la ciudadanía romana se convirtió,

esencialmente, en un estatuto jurídico que se definió por la pertenencia a

la comunidad política romana, es decir, la res publica (Smith, 2004). La

res pública proporcionaba el derecho a la tutela judicial por parte de los

soldados romanos y de los jueces a cambio de la lealtad a Roma. Por

consiguiente, el individuo era visto ante los ojos de la ley como un ser

legal, sujeto de derechos, otorgándole un reconocimiento más fuerte a la

ciudadanía, la cual fue comprendida como una cuestión de igualdad formal

ante el dominio público. No obstante, no existía una relación tan fuerte

entre política y ciudadanía que se derivase de las prácticas reales de

autogobierno.

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, la concepción romana de ciudadanía trataba

de preservar el vínculo ─con el énfasis griego de la participación en la vida pública─,

pero más conectado con la necesidad de una regulación legal de los derechos de
propiedad en una sociedad más compleja que la polis griega. Así, en la sociedad

romana, la ley y la propiedad se convirtieron en los indicadores fundamentales de la

‘ciudadanía’, lo que significó la participación de la comunidad en el desarrollo del

denominado Common law. No obstante, la concepción moderna de ciudadanía se ha

suscitado gracias a las revoluciones anti-monárquicas que dieron origen a las

primeras repúblicas modernas, incluyendo la efímera Commonwealth del siglo XVII y

la república francesa de finales del siglo XVIII, así como los Estados Unidos. Por lo

que en el siglo XVIII, en Francia y América del Norte, el concepto de ciudadano se

entendió una vez más como aquel que concebía a una persona involucrada en los

procesos políticos de autogobierno, al igual que ocurría en el imperio romano.

A su vez, la concepción de ciudadano implementada por estos nuevos Estados tiene

su origen en las experiencias de las ciudades Estado italianas del Renacimiento, las

cuales habían logrado tanto su independencia como una medida significativa del

concepto de autogobierno popular. Empero, a diferencia de las ciudades-Estado

italianas renacentista, los ciudadanos de las ‘repúblicas modernas’ rechazaron los

gobiernos de las familias monárquicas y aristocráticas hereditarias ─caso Medici u

Orsini─, en favor de una comunidad más igualitaria en lo que a política se refiere,

implementando el concepto de democracia participativa. Por otra parte, en las

repúblicas modernas, la autonomía de los ciudadanos no se llevó a cabo en

ciudades Estado, sino dentro de los denominados Estados nacionales (Roche,

1992).
Los Estados nacionales fueron conformados por poblaciones sustancialmente más

grandes, y sus ciudadanos no podían estar cara-a-cara y tener conocimiento el ‘uno

del otro’ como ocurría en la asamblea ateniense o romana, por lo que solo se

encontraban vinculados a través de lazos simbólicos. Estas ‘comunidades

imaginadas’ podían participar de forma activa en el autogobierno, en todo caso, tan

solo a través de la utilización de los sistemas de representación que se convirtieron

en un rasgo distintivo de las sociedades modernas. Por tanto, la forma básica de la

ciudadanía moderna se basó en la idea universalista de igualdad jurídica, al mismo

tiempo que se cambió el significado de ciudadanía ─como demarcación exclusiva de

un grupo privilegiado de personas─ por la inclusión continua del pueblo (δῆμος),

haciendo a la democracia más expansiva y menos exclusiva (Echavarría,

2014).

Capítulo 3: Ciudadanía y Participación


ciudadana
La Constitución Política de Colombia de 1991 nos dio, a todos los

ciudadanos, la posibilidad de participar e intervenir activamente en el

control de la gestión pública. Al mismo tiempo, determinó la

forma como los ciudadanos participamos en la planeación, el

seguimiento y la vigilancia de los resultados de la gestión estatal.

Preámbulo de la Constitución

“El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano, representado

por sus Delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente, invocando

la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la

unidad de la nación y asegurar a sus integrantes la vida, convivencia, el

trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la

paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que

garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido

a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana, decreta,

sanciona y promulga la siguiente Constitución Política de Colombia”.

En el artículo 270 nos faculta como ciudadanos

para que intervengamos activamente en el control de la gestión pública.

Artículo 270
“La ley organizará las formas y los sistemas

de participación ciudadana que permitan vigilar la gestión pública que

se cumpla en los diversos niveles administrativos y sus resultados”.

La participación es un proceso social

Ésta resulta de la acción intencionada de individuos y grupos en busca

de metas específicas; en función de intereses diversos y en el

contexto de tramas concretas de relaciones sociales y relaciones

de poder. La participación es un proceso “en el que distintas fuerzas

sociales, en función de sus respectivos intereses, intervienen

directamente o por medio de sus representantes en la marcha

de la vida colectiva con el fin de mantener, reformar o transformar los

sistemas vigentes de la organización social y política”.

La participación la ejercen los ciudadanos

La participación ciudadana es ejercida por todos

nosotros, porque somos poseedores de derechos y deberes, que

actuamos en función de unos intereses sociales generales

(Educación, salud, vivienda, medio ambiente, etc.), o colectivos

(asociaciones de consumidores, gremios, sindicatos, etc.). Este

tipo de participación, aunque no tenga vinculación directa con los partidos


políticos, sí tiene que ver mucho con el Estado,

cuando se trata de una intervención en el campo de lo público, es decir,

en asuntos de interés general y del bien común.

Tenemos derecho a hacer control social

Usted como ciudadano tiene el derecho y el deber de

hacer control Social. Éste (el control social)

permite prevenir, racionalizar, proponer, acompañar, sancionar, vigilar y

controlar la gestión pública, sus resultados y la prestación de los

servicios públicos suministrados por el Estado y los

particulares, garantizando la gestión al servicio de

la comunidad. Todos somos sujetos de la Participación Los sujetos de la

participación somos las personas que hacemos uso de mecanismos

formales y no formales para intervenir en la formulación de políticas

públicas. Es decir, somos los protagonistas

de la participación ciudadana como miembros de

distintas instancias. Existen dos categorías de agentes

participativos. De un lado, los que actúan como representantes de

sectores específicos, tales como las Juntas Administradoras Locales, los

Concejos Municipales, entre otros. La segunda categoría, es

la de ciudadanos y ciudadanas, como ustedes, que directamente


intervienen en escenarios públicos para informarse, opinar, presentar

iniciativas, fiscalizar la gestión pública o tomar

decisiones. En este caso se trata de participación directa, como por

ejemplo, foros educativos

municipales, audiencias públicas, etc. La ruta legal de la Participación

Son varias las normas, empezando por la Constitución Política, las que

nos facultan a los ciudadanos para que hagamos uso de los derechos y

deberes y ejerzamos la participación en los diversos niveles del Estado.

Capítulo 4: Derechos Humanos


La idea de que los seres humanos tienen unos derechos anteriores al

Estado, que éste debe respetar, surgió en el siglo XVII, con Hobbes y

Locke, y se convirtió, con la declaración de independencia de los Estados

Unidos de 1766 y en la Declaración de los Derechos Humanos de Francia,

en 1789, en base de las constituciones modernas. Estos principios, que

Antonio Nariño divulgó en 1795, se incorporaron en formas diversas a las

constituciones de nuestro país a partir de 1810.


Sin embargo, la tradición legal española también protegía bienes y

derechos de las personas y, como en toda sociedad estamental, los

poderes del monarca estaban limitados por los fueros y derechos de

pueblos y estamentos. El rey, al fijar tasas u ordenar un castigo, debía

respetar fueros y tradiciones, y en ciertas circunstancias los súbditos

podían, si la creían arbitraria o pensaban que podía producir una

injusticia, aplazar el cumplimiento de una norma: esta especie de tutela

se hacía reconociendo la ley pero dejando su aplicación para cuando el rey

la revisara: "se obedece, pero no se cumple".

Por otra parte, la relación con indígenas y esclavos obligó a definir los

derechos de estos grupos. La corona, alertada por Bartolomé de Las Casas

y otros sacerdotes, adoptó una reglamentación protectora de los indios y,

en menor escala, de los esclavos, que buscaba ante todo cristianizar estas

poblaciones, y garantizar su conservación frente a los excesos de los

colonos. La esclavitud de los negros se mantuvo y las medidas para

protegerlos se centraron en prohibir a los amos darles muerte, permitir su

libertad en ciertos casos y regular otros asuntos menores. Nunca surgió la

idea de que los esclavos, como seres humanos iguales ante Dios, tuvieran

un derecho a la libertad.
Los indios fueron declarados vasallos libres de la corona, pero después de

la conquista, que destruyó la mayoría de la población indígena, esta

libertad se reguló de modo que pudieran trabajar para mantener a los

colonos españoles y criollos. En la práctica, lo que hizo la ley española fue

tratar de conservar las comunidades indígenas mientras permitía su

explotación. Se les reconoció la propiedad de una parte pequeña de las

tierras que antes tenían, se les dejaron sus caciques, con funciones

reducidas, y se fijaron límites a las cargas que debían asumir en servicio

de encomenderos y propietarios. Para mantener esta servidumbre

regulada, se creó una de las primeras instituciones jurídicas de protección

de derechos, el "Defensor de Indios", pero esto no debe hacer olvidar que

se buscaba era proteger lo que quedaba a los indios tras perder su

independencia, su gobierno y su religión.

Durante el período colonial se protegían derechos individuales y

personales: los bienes, la honra, la vida de alguien, pero ideas como

derecho a la vida o a la libertad, libertad de conciencia, religión, expresión

o enseñanza, estaban fuera del horizonte de la época.

Al establecerse, después de 1810, gobiernos que no derivaban su

legitimidad del poder histórico o sagrado de los reyes, sus dirigentes


adoptaron el lenguaje del pensamiento liberal: los "pueblos" habían

recuperado su libertad, y el gobierno existía para proteger los "derechos

imprescriptibles del hombre y del ciudadano". Estos eran: la seguridad, la

libertad, la propiedad y la igualdad legal, así como los requeridos para

participar en el manejo del Estado.

Todas las constituciones reconocieron algunos derechos (aunque la de

1886 lo hizo bajo la forma de restricciones al poder del Estado), pero

nuestra tradición parece haberse caracterizado por la frecuente tentación

de reconocer derechos en la Constitución y negarlos en la ley o someter

su aplicación a la arbitrariedad de los funcionarios públicos. Fueron

muchos los avances reales, como la liberación de los esclavos en 1851, la

tradición, rota sólo en momentos de conflicto muy alto, de libertad de

prensa, o la expansión gradual de libertades políticas y garantías legales y

procesales, pero muy débiles los mecanismos que permitían a un

ciudadano hacer valer su derecho frente al Estado cuando éste se

empeñaba en restringirlo, o cuando la interpretación dominante, como

ocurría con la libertad de conciencia o de enseñanza, lo condicionaba

hasta casi extinguirlo, o cuando el conflicto de derechos enfrentaba a los

de ruana con los de saco.


Dos fenómenos parecen haber confluido en la segunda mitad del siglo XX

—un período caracterizado además por avances reales substanciales,

como la creciente igualdad entre los géneros—, para dar al tema de los

derechos humanos una nueva importancia. El primero fue la aprobación

en 1948 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y el

desarrollo posterior de otros instrumentos internacionales de protección a

los derechos humanos. La tradición liberal occidental fue acogida como la

base de un orden que exigía a todos los estados, independientemente de

sus tradiciones, el respeto a los derechos de sus propios ciudadanos. Este

consenso fue decisivo en la caída de los gobiernos socialistas, que

defendían una interpretación diferente de los derechos humanos.

Colombia se incorporó fácilmente a este orden, en la medida en que

coincidía con sus normas y tradiciones. Sin embargo, lo hizo en el

contexto de un enfrentamiento armado interno. Así, mientras que el país

podía ratificar las convenciones internacionales, muchos colombianos

alegaban que, en la lucha contra la subversión, el Estado violaba sus

propias normas y las reglas internacionales. Aunque esta contradicción

comenzó a hacerse evidente desde mediados de siglo, se hizo más aguda

con el auge del narcotráfico y su participación, mediante la organización

de grupos privados, en la lucha contra la guerrilla. A partir de 1978, sobre


todo, los organismos no gubernamentales de defensa de los derechos

humanos han hecho una activa campaña para impulsar su protección,

pero también para presentar al gobierno como violador de éstos

(mediante la tortura, la ejecución o desaparición de guerrilleros y

simpatizantes, el apoyo a grupos paramilitares, la detención arbitraria,

etc.).

Este proceso, con sus diversas motivaciones, hizo de la defensa de los

derechos humanos un tema político central. El Estado respondió

estimulando la legislación de protección y la creación de instituciones de

defensa de los derechos humanos. De ello es buen ejemplo la Constitución

de 1991, con su amplia declaración de derechos, el reconocimiento de

derechos de las poblaciones indígenas, la tutela, la Defensoría del Pueblo

y otros mecanismos de protección. Al mismo tiempo el gobierno ha

tendido a ver a las organizaciones privadas de defensa de los derechos

humanos con desconfianza, suponiendo a veces que buscan dificultar la

acción del Estado contra los grupos armados y que hacen parte de una

estrategia comunista. Para ello, se apoyan en el hecho, legítimo por lo

demás, de que unas pocas organizaciones no gubernamentales hayan

tenido simpatías por la guerrilla y de que casi todas hayan mantenido, con

base en una argumentación estrechamente legalista, que la única entidad


que puede violar los derechos humanos es el Estado, y por ello insistan en

negar que la guerrilla los viole.

La Constitución de 1991 incorporó, además, al inventario de derechos

humanos varios derechos económicos y sociales (empleo, vivienda, salud,

cultura, etc.) e incluso convirtió en derechos de los ciudadanos algunos de

los objetivos básicos del orden constitucional, como la paz. De este modo,

la Constitución no solamente señaló los derechos exigibles del Estado,

sino que definió como derechos muchos temas que normalmente hacen

parte de la controversia política. Al hacerlo, tendió a despolitizar la

búsqueda de metas sociales y a crear un ambiente en el que el desarrollo

económico y social no se logra a través de la política y la participación

democrática, sino mediante demandas en los tribunales.

Así pues, hoy el país enfrenta varios dilemas complejos, con instituciones

avanzadas pero a veces ineficaces. El primero es cómo hacer compatible

la defensa de los derechos ciudadanos amenazados por la guerrilla (la

libertad, la vida, la propiedad, la seguridad, el medio ambiente) con la

protección a los ciudadanos de arbitrariedades judiciales y policiales

(debido proceso para allanamientos y procesos judiciales, control de

abusos como tortura o asesinato de guerrilleros). Y el segundo es cómo


hacer que, en un contexto de limitaciones económicas, las prioridades en

la lucha por cubrir las necesidades fundamentales de la población y

satisfacer sus llamados derechos de segunda generación (salud,

educación, vivienda) expresen la voluntad de la sociedad, definida a

través de sus mecanismos políticos propios (Melo, 2002)

Para abordar los contenidos de la Unidad se requiere consultar los

siguientes referentes bibliográficos:

Programas de Radio

• Red de Ética (17. 08. 2020). Éticamente [Audio podcast]. Mecanismos

de participación ciudadana en Colombia. Radio UNAD Virtual – RUV.


http://ruv.unad.edu.co/index.php/academica/eticamente/7084-

mecanismos-de-participacion-ciudadana-en-colombia

• Red de Ética (24.08.2020). Éticamente [Audio podcast]. Mecanismos

para la protección de los derechos humanos. Radio UNAD Virtual – RUV.

http://ruv.unad.edu.co/index.php/academica/eticamente/7102-

mecanismos-para-la-proteccion-de-los-derechos-humanos

• Red de Ética (08. 07. 2020). Éticamente [Audio podcast]. La Ética

como fundamento de los Derechos Humanos. Radio UNAD Virtual –

RUV. http://ruv.unad.edu.co/index.php/academica/eticamente/6936-

la-etica como- fundamentos-de-los-derechos-humanos

Textos

• Castro, S. (14. 07. 2020). Educar para la ciudadanía [Archivo de

video]. https://repository.unad.edu.co/handle/10596/35285

• Constitución Política de Colombia [Const.] (1991).

Actualizada y concordada 2019.

http://www.secretariasenado.gov.co/index.php/constitucion-

politica

• Díaz-Montiel, Z. y Márquez-Fernández, A. (2010). El sentido


social de la justicia emancipadora: solidaridad política y estado

de derecho ciudadano. Quórum Académico, 7(1), 95-116.

https://elibronet.bibliotecavirtual.unad.edu.co/es/ereader/unad

/24872

• Castro, S. (2019). Ciudadanía como ejercicio ético político.

https://repository.unad.edu.co/handle/10596/33733

OVI Unidad 2 – Constitución Política y Democracia

• Castro, S. (2020). Educar para la ciudadanía [Archivo de video].

https://repository.unad.edu.co/handle/10596/35285
Unidad 3
Escenarios de formación, ética y de
desarrollo ciudadano.
Capítulo 1: La familia como escenario de
formación ética ciudadana
Familia y ciudadanía han sido dos conceptos vistos en lugares diferentes.

Desde la cultura griega y romana se dicotomiza la vida social y política, la

cual define e interpreta lo público -polis griega, res pública romana-, como

el espacio que da lugar a las actividades y los procesos expuestos al

mayor reconocimiento y valoración social, y lo privado -oikos griegos,

domus romano-, considerado socialmente menos importante y sujeto a la

mirada colectiva. En palabras de Hanna Arendt (1998: 41) la distinción

entre la esfera privada y pública de la vida corresponde al campo familiar

y político, que han existido como entidades diferenciadas y separadas al

menos desde el surgimiento de la antigua ciudad-Estado. Estas

distinciones han sido creadas social e históricamente por los seres

humanos para referirse a los ámbitos de desempeño existencial de

hombres, mujeres, niñas y niños, propios de cada sociedad.


Esta herencia griega -base de la cultura occidental- separa los ámbitos de

las actuaciones humanas y los encuentros sociales en referencias propias

de la polis (ciudad, ciudadanía) y el oikos (hogar, familia).

La familia como espacio de lo privado se utiliza para referirse, según

Fraser (1997 p. 22), a aquello que se encuentra justo debajo de la

superficie, relativo a la propiedad privada en una economía de mercado y

relativo a la vida doméstica íntima o personal, incluyendo la vida sexual.

Aquí, en lo "privado", muchos asuntos que representan posibilidades de

vida digna para los padres, madres, niños y niñas, y que reclaman "ser

publicitados" en el sentido de ser reconocidos y asumidos como asuntos

de "interés de la sociedad en su conjunto", son excluidos del debate y la

acción públicos, condicionados a reflexiones de la "privacidad familiar", la

"privacidad de la casa." De esta manera podría considerarse que la

asignación valorativa de este lugar y la identidad que se les otorga a estos

sujetos dependientes es la de estar sometidos a una invisibilidad social y

reducidos al ámbito del ocultamiento.

La ciudadanía, como espacio de lo "público" y de un actuar público, se

utiliza para referirse -según Fraser (1997 p. 122)- a lo que es de interés

general, lo de interés común de los habitantes, lo que tiene que ver con el
control y la participación del Estado. Así, el ágora era el espacio destinado

para discutir los asuntos relacionados con la administración de la polis, la

vida de los ciudadanos y el destino del Estado; lugar de reunión de la

comunidad donde se debatían los problemas comunes. En palabras de

Hanna Arendt (1998 p. 42), a la primera polis griega -res pública romana-

corresponde el ejercicio de una ciudadanía circunscrita al juicio público y

colectivo; es el espacio propio de la excelencia humana e implica la

presencia de los otros para el reconocimiento de la valoración. Se le

asigna una identidad como ámbito supremo del encuentro social, espacio

de libertad, de la razón, de la decisión, asociado a la presencia del hombre

público. Escenario que gira en torno al reconocimiento de su control y

dominio como ciudadano. Escenario que también marca la exclusión de las

mujeres, los niños y niñas, los dependientes y la servidumbre, quienes no

son considerados con derechos ciudadanos.

En la sociedad moderna los referentes de "lo público" y lo "privado" se

tornan difusos. La herencia griega y romana de la dicotomía público-

privado comienza a tomar otro matiz; lo público como el espacio de la

libertad, interés común, sentido de igualdad, pasa a concebirse como un

espacio de nadie, atrapado en el anonimato, la masificación y la soledad;

priman la indiferencia, el silencio y los intereses particulares. Esta nueva


concepción de lo público presenta un abandono del ideal político griego y

romano (vida de los ciudadanos y el destino del Estado).

A su vez el espacio "privado" asociado a la familia presenta actualmente

un escenario social paradójico. En palabras de Palacio (2002 p. 22), esto

es porque la familia se encuentra en la confrontación entre la tendencia

dominante de la individualidad, la privacidad e intimidad que trae la

identidad secular, y la idealización e ideologización que de ella se hace,

como un espacio colectivo que mimetiza a un sujeto cada vez más

vulnerable desde sus anclajes culturales tradicionales y sacralizados.

Sin embargo, la clásica dicotomía público-privado, con el privilegio del

primer referente, comienza a desdibujarse. Aparece el individuo como un

nuevo actor social, que le imprime un ritmo y un sentido distinto a la vida

social. Despojado de sus anclajes colectivos, su sentido de identidad es

frente a sí mismo y sus fronteras las entregan los derechos y deberes que

le corresponden como ciudadana o ciudadano.


Capítulo 2: Los medios de comunicación en
la formación de la ética ciudadana
Los Mass Media se encuentran en el ojo del huracán. Algunos todavía

piensan que los Media dependen de quien los utilice. Al respecto, existen

tres posiciones que son bastante corrientes: Primero, quienes piensan que

los medios de comunicación son claves en la organización de cualquier

civilización; bastaría con mostrar los inminentes cambios que se provocan

con la implementación de los nuevos medios. Estar en el “boom de la

comunicación” corresponde perfectamente a uno de los niveles

ascendentes del “progreso”. Los medios de comunicación pueden ser

vistos como el signo evidente de una nueva época. Segundo, hay quienes

consideran que los medios de comunicación son el inicio del fin –frase

utilizada por Jean Baudrillard-. Los medios de comunicación son el inicio

de la destrucción, el ocaso de la civilización y la muerte del sujeto. Se

trata de una visión apocalíptica. Tercero, hay quienes piensan que la

influencia de los medios y los cambios en la sociedad siguen dependiendo

del uso que les den quienes se sirven de ellos. Más allá de esta distinción,

el problema es que las posiciones se polarizan cada vez más. Veamos

algunos de los matices de tales argumentaciones. Una sociedad

globalizada produce un universal sin totalidad, afirma el filósofo

ficcionario, Pierre Levy. La universalidad de la modernidad estaba

contenida en sus promesas de la razón, el progreso y el desarrollo. Las


universalidades, sin embargo, nunca fueron universales y su llenura

aparece ahora como un fiasco. La totalidad hegeliana lograda por la

dialéctica no arribaba al respeto de las singularidades, como bien lo

expresa el filósofo argentino Enrique Dussel. La universalidad fue más

bien el triunfo de una particularidad, afirma el lingüista Todorov. Los

media nos han dado una abundancia real, sin término, con la sensación de

incompletitud. Por primera vez sabemos que la abundancia no es llenura.

Con la precariedad de los media el universal ya no está lleno, como

aparentemente se creyó. En otras palabras, tal como afirma Baudirllard,

los sistemas obesos de información son iguales a la nada. No tenemos el

sentimiento de estar en el pecado capital, pues el exceso en la obesidad

hambrienta no es un pecado, es la falta que sigue en la carencia. Aunque

las comunicaciones se extiendan al infinito, el sentimiento de vacío es

inevitable. Las asimetrías se amplían, por ello no podemos decir que

estamos en el final. Podemos intentar romper la frontera, ampliar el

margen sin que podamos decir que hemos logrado hacer todo lo que

queríamos o que el borde ha sido integrado en sus expectativas. Más bien

pareciera que los bordes han sido tomados en cuenta para decretar su

inexistencia definitiva, porque el problema ya no está en los marginales

sino en los excluidos aunque no sean marginales. En fin, los sistemas


pueden crecer en la voracidad ligada al hambre y con el hambre de la

abundancia acrecentar las asimetrías. Así, lo incompleto es lo no-total

perteneciente a la abundancia de la mediocridad y a la marginalidad de la

exclusión. Ahora vivimos en una nueva y original forma de conocimiento:

el conocimiento sin totalidad. Los conocimientos pueden ser infinitos. El

infinito de las informaciones ya no puede ser recibido como en la no-

receptividad de la finitud de lo mismo, pensaba Levinas, sino que el

infinito es finito, a pesar de la medida de su obesidad. Las dificultades no

están fuera del infinito sino en el infinito mismo. Siempre pensamos que el

infinito es la totalidad. Sin embargo, lo infinito es lo in completo y la

suspensión de la totalidad. Ergo, si algo puede ser infinito es por ser

incompleto. La nueva universalidad sin totalidad es un diluvio, el segundo

diluvio dice Levy. Todo cabe, la derecha y la izquierda, las mujeres y los

fascistas, la mediocridad y las matemáticas. Todo puede ser una gran

aglomeración, de todo para casi todos. No importa lo que seamos o

queramos ser: un crítico social dedicado a depilarse las uñas y comer

caviar. Un neoliberal que por la noche cuenta poemas a sus hijos después

de haber explotado durante catorce horas a cientos de personas. Un

travesti que dirige un banco. Un comerciante que estudia filosofía, o una

filosofía hecha para vender Coca-Cola. Un hombre público con


perversiones que las sacia en las páginas de los pedófilos. La cibercultura

es un nuevo diluvio. Todos los animales entran en la barca, todo enemigo

ha de ser tomado en cuenta. Una página para la guerrilla, otra para los

paramilitares, otra para los violentos sin causa. Los mercenarios se

confunden con los ideólogos. Se puede hacer filosofía hasta para matar a

la filosofía. Todo vale porque todo cabe en una universalidad que no tiene

fondo, no por profunda, sino por epidérmica, dermatológica, pues como

diría Gilles Deleuze siguiendo a Nietzsche, lo más profundo está en la piel.

En efecto, la WEB no está encerrada semánticamente en el tiempo. Los

cierres son juegos que se establecen para cernir identidades y congregar

categorías. La apertura es un candado segregacionista. Pareciera ser una

autoridad central, sin ningún llamado al orden. El segundo diluvio sucede

en la sociedad informacional. Se trata de un desorden para lo mejor o lo

peor. No hay nada que nos lleve a tierra firme o a paisajes estables. Todo

puede ser visto, pensado, imaginado, dicho, cuando ya nada podemos

decir, ver y pensar. En efecto, pensar es un lujo en una sociedad de

experimentación como la nuestra. El punto de quiebre acontece en el siglo

XVIII, donde nos encontramos con un equilibrio frágil. El antiguo mundo

con sus bellos fuegos y las humaredas de la revolución industrial cambió

el color del cielo. Diderot y D´Alambert lograron publicar la Enciclopedia.


Todo lo que queríamos saber lo podíamos encontrar en un libro. No cabía

duda sobre tal absurdo. Se esperaba la dominación sobre el saber, saberlo

todo y sobre todo. El conocimiento se debía terminar. No sabíamos sobre

su final cuando todo podía ser dicho. El final del conocimiento estaba en la

constatación de un abarcamiento sin límites. Llegamos al final del

conocimiento sabiendo que no podíamos abarcarlo. La totalidad se pierde

cuando el mundo se amplía. El siglo XIX amplía el mundo, hay un

descubrimiento progresivo de la diversidad, hay un crecimiento de los

conocimientos científicos y técnicos. Desde ese momento sabemos que ni

un grupo, ni un individuo, ni un universal pueden dominar el

conocimiento. Cualquier dominio es una ilusión o una mentira enunciada

desde el poder. El conocimiento es intotalizable e inmanejable. En el

ciberespacio el todo está fuera de la lista de espera. No hay como saber

absolutamente. De esta manera, de la gran arca hemos pasado a una

flotilla de arcas, con sus pequeñas totalidades, diferentes, abiertas,

provisionales, piensa Levy. El nuevo conocimiento es producto de la

navegación del surf. Somos surfistas en la actualidad de la despolítización

de la reflexivización global, en el caos, en los desequilibrios absolutos

demandado orden, sin certezas, en las equivocaciones continuas, y

convencidos que esto es lo más correcto y veraz


Capítulo 3: Trasformación de los escenarios
de participación: La ciudadanía Digital

La red comienza ofreciéndonos los conceptos que requerimos para

comenzar nuestro recorrido. El Diccionario de la Real Academia Española

define ciudad como: “1. f. Conjunto de edificios y calles, regidos por un

ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a

actividades no agrícolas. 2. f. Lo urbano, en oposición a lo rural”. Sin

mencionar lo probablemente ambiguo de la definición, nos queda la idea

de que una ciudad se trata de un conjunto de elementos que guardan

relación de algún tipo , en oposición a otros. Así como para el hombre

de las Ciudades invisibles que describe Calvino, es muy difícil para el ser

humano corriente descubrir la cantidad de conexiones y posibilidades que

le ofrece la ciudad para vivir y desarrollarse como tal. Varios estudios y

anotaciones de Armando Silva, Juan Carlos Pérgolis e, incluso, Rogelio


Salmona, entre otros, han discutido y sacado a la luz, desde distintas

perspectivas, parte de la riqueza que tiene para el “habitante de la ciudad”

esta declarada red de signos. Desde el graffiti, los modelos de urbanismo

y el cine “metropolitano”, hasta la música y la arquitectura, todos

identifican en la ciudad estructuras simbólicas que le permiten construirse

y deconstruirse en diversos escenarios y hábitats intemporales para sus

huéspedes. El objetivo de este espacio es comentar la perspectiva que

ofrece la inevitable penetración de las tecnologías de la información y

comunicación en la deconstrucción de ciudad, de ciudadanía digital. Para

hacerlo, partiremos de conceptos comunes a todos como ciudad,

ciudadano y ciudadanía; ubicaremos a la sociedad como el escenario en el

que la ciudadanía se fragmenta y se reconstruye permanentemente.

Luego, nos transportaremos al ámbito de las tecnologías, comenzando con

la definición de los conceptos de digital y de sociedad de la Signo y

Pensamiento. De la misma forma, tenemos la definición de ciudadano: “1.

m. Hombre bueno. 2. m. y f. Persona considerada como miembro de un

Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”. La primera

acepción nos permitiría decir que, por extensión, todo hombre bueno es

un ciudadano de alguna parte o por algún motivo, mientras que un

hombre malo es un… ¿apátrida? Sería, entonces, considerar, respecto a


esta primera acepción, qué concepto se podría definir como “X Hombre

malo”. La segunda sí nos permite definir una relación de cierto tipo, esta

vez con un Estado, de la que se derivan privilegios y deberes. En síntesis,

se trata de un sujeto que se hace miembro de una ciudad, porque se

comporta “en relación” con ella. Finalmente, ciudadanía significa: “1. f.

Cualidad y derecho de ciudadano. 2. f. Conjunto de los ciudadanos de un

pueblo o nación. 3. f. Comportamiento propio de un buen ciudadano”. Al

igual que con el primero, no es más diciente este conjunto de definiciones.

Es más, comienza a encontrarse un pleonasmo por el que un concepto

termina definiendo otro. Recurriendo al sentido común, podríamos acuñar

una definición de ciudadanía como sigue: Ciudadanía: ejercicio de los

derechos y los deberes dictados, implícita o explícitamente, por la ciudad.

En todos los casos, para la definición de ciudad, de ciudadano y de

ciudadanía, encontramos un denominador común: todos comprenden, en

su base, procesos de relación y subordinación, procesos de comunicación.

Como en casi todos los artículos de este espacio, se puede constatar que

los procesos de comunicación son permeados por procesos de

“tecnologización” o aplicación de herramientas tecnológicas en su

mediación, lo que ha provocado, en parte, el surgimiento de las

omnipresentes tecnologías de la información y la comunicación. Si


reconocemos esta omnipresencia es, precisamente, porque acabamos de

recibir o hacer una llamada por celular o leer un mensaje por correo

electrónico, o porque recordamos que nuestro banco nos invita

permanentemente a pagar los servicios públicos por Internet. Los estudios

del graffiti, de la música o, incluso, de la danza urbana, tendrán algún día

un espacio de estudio desde una perspectiva digital. Es necesario

profundizar en todos aquellos aspectos que se incorporan o modifican en

la ciudad desde la aplicación o vinculación de las tic; incluso, los que

ahora nos comprometen, los de la ciudad y la ciudadanía digital.

Significado de digital, según el Diccionario de la Real Academia Española:

“(Del lat. digitẩlis). 1. adj. Perteneciente o relativo a los dedos”. Y no

posee más acepciones. Quizá porque se encuentra en otro de los

diccionarios; quizá porque su definición es aún demasiado “digital” y no se

hace tangible en manos de quienes preparan los diccionarios. Si buscamos

fuera del Diccionario, y construimos nuestro propio concepto, podemos

acuñar que digital es un adjetivo que adquieren los elementos que se

representan mediante signos abstractos (en código binario), que no tienen

ninguna similitud con la realidad que representan (en forma analógica).

Para interpretar la información digital hay que conocer los códigos que

especifican el significado de los signos. Ciudad, ciudadano, ciudadanía;


todos, para conformarse, requieren un espacio de comunicación, un

espacio de diálogo, que permite la construcción y conformación de

derechos y deberes comunes. Este espacio de diálogo es lo que podemos

denominar sociedad. Si lo ubicamos en un plano o contexto digital, esta

sociedad adquiere una nueva dimensión y encuentra que aquello que

privilegia no es ni Jairo A. Galindo | Signo y Pensamiento 54 · volumen

XXVIII · enero - junio 2009 168 la tierra, ni la posesión de riqueza; lo que

prevalece es la información. La información como recurso intangible es

reconocida, entonces, como el elemento de cohesión y mayor valor para la

constitución de sociedad. De esta manera, la existencia y relación entre

ciudad y ciudadano sólo es posible, por correlación, en una esfera en la

que estos conceptos se encuentran inmersos: en una sociedad de la

información. Una sociedad de la información puede ser definida como una

sociedad informada, que construye conocimiento gracias a la asimilación

de tecnología por parte de todos sus ciudadanos, de forma que quede

incorporada a sus vidas diarias. Entonces, ya hemos abordado los

conceptos de ciudad, ciudadano y ciudadanía, y, bajo el marco de una

sociedad de la información, comenzamos a plantear el concepto de

ciudadanía digital. cemos, en 1967, afirmaba: “La ciudad no existe ya,

excepto en forma de centro cultural para turistas. Cualquier parador de


carretera con aparato de televisión, periódico y revista es tan cosmopolita

como Nueva York o París”. Esta afirmación nos permite llegar a decir que

esa difusión de información a través de los medios de comunicación, de

las interfaces, no es una forma nueva de generar ciudadanía; más bien,

responde a la necesidad de cada ciudad de “llamar a sus filas” a la mayor

cantidad de individuos, para que, en pleno ejercicio de sus deberes y

derechos como seres que están en relación con los demás individuos y con

los entes “ciudadanos”, paguen sus impuestos y se beneficien de las

ventajas de la sociedad de la que hacen parte. Teniendo claro que la

ciudadanía se construye en la interrelación que las instituciones generan

con sus ciudadanos en un contexto y por un medio en particular, y que

ésta se realiza en varios ámbitos salud, comercio, turismo, cultura, ocio,

seguridad, formación y administración , resulta sencillo calcular que si

vamos a vincular esta relación con el aspecto digital que nos compromete,

vemos surgir la nominación y funcionamiento de esos ámbitos con

adjetivos como digital o electrónico, y, en el más abreviado de los casos,

con la partícula “e” precediendo la americanización del concepto: e-

administración, e-gobierno o e-turismo; por administración electrónica,

gobierno electrónico o turismo electrónico, entre otros. Si el gobierno en

sentido llano se reconoce en la presencia física de sus instituciones y la


ciudadanía se ejerce cuando el habitante de la ciudad establece

comunicación con ellas, el gobierno digital o electrónico hará referencia a

la visión sinónima de las formas de interacción con el ciudadano. Y, de

este Ahora bien, una sociedad comprende más que a sus individuos,

involucra la obligación con deberes y la prestación de servicios. Si

hacemos una enumeración, encontramos que los más importantes son la

salud, el comercio, la cultura, la seguridad, la formación, el turismo, el

ocio, la formación y la administración. Sin importar lo avanzada que sea,

toda sociedad desea que sus individuos prosperen y se desarrollen de

forma íntegra; para ello, busca que la mayor cantidad de servicios lleguen

con la mayor cobertura a toda su población. La mejor forma de hacerlo,

de llegar al ciudadano, es a través de algún medio de comunicación, de

alguna interfaz. McLuhan, en un tiempo donde no existían Internet ni

computadores como hoy en día los cono- Signo y Pensamiento 54 · pp

164-173 · enero - junio 2009 | Ciudadanía digital 169 modo, el concepto

de ciudad digital surge como el espacio en el que los propios ciudadanos

(incluyéndose aquí empresas, instituciones, administración, etc.) han

desarrollado la posibilidad de relacionarse entre sí y con el resto de la

sociedad utilizando todo el potencial que ofrecen las tecnologías de la

información y las comunicaciones.


Capítulo 4: Trasformación de conflictos y
justicia social

Existen diferentes clasificaciones sobre los Métodos de Resolución de

Conflictos, pero, con el objetivo de entenderlos en su contribución con una

Cultura de Paz, es necesario hablar de los Métodos de resolución de

conflictos adversariales o contenciosos y pacíficos o no adversariales. En

los primeros, como su nombre lo indica, existe un conflicto, una “litis”,

reconocida por las partes, que ya no puede ser resuelta por ellas mismas,

de ahí que requieran un proceso para dirimir sus controversias y de uno o

más terceros que pueden determinar quién tiene la razón y les


proporcione solución a su situación. Las características de dichos métodos

son las siguientes (Alvarez y Highton, 1995. p. 96): • Las partes están

enfrentadas y son contendientes; • Un tercero decide por las partes; • En

dichos procesos necesariamente una parte gana y la otra pierde, la

solución es de “Todo o Nada”; • La resolución que pone fin al juicio está

basada en la ley o en el precedente, no en la satisfacción de los intereses

de las partes. Mientras que los Métodos Pacíficos son medios para la

resolución de conflictos en los que se fomenta la participación,

responsabilidad propia y directa de los involucrados para que ellos mismos

puedan encontrar una solución o determinar la que más les conviene. En

dichos métodos se privilegia la cooperación, tolerancia, empatía y el

diálogo. Sus características son: • Las partes actúan juntas y

cooperativamente, es decir, trabajan unidas para alcanzar la solución; •

Las partes cuentan con el control del procedimiento y es su decisión la que

prevalece; • Se benefician todas las partes con la solución que ellas

mismas acordaron; • La decisión a la que arriban las partes pondrá fin a

su controversia atendiendo sus propios intereses. 112 José Benito Pérez

Sauceda • Cultura de Paz y Resolución de Conflictos: La importancia de la

Mediación en la construcción de un Estado de Paz Por su parte, Morton

Deutsch en su libro “The Resolution of Conflict: Constructive and


Destructive Processes”, realiza otra clasificación de los procesos de

resolución de controversias diferenciándolos en constructivos y

destructivos (Deutsh, 1973) Según dicho autor, un proceso destructivo se

caracteriza por el debilitamiento o la ruptura de la relación social que

existía antes de la disputa, debido a la forma por la cual ésta es

solucionada. En los procesos destructivos existe la posibilidad de que el

conflicto se extienda o se acentúe más durante el desarrollo de la relación.

El conflicto se vuelve independiente de sus causas que lo originaron

tomando características competitivas en las cuales cada parte busca

derrotar a la otra en la disputa. La percepción, la mayoría de las veces, es

que los intereses de ambas partes no pueden ser satisfechos. Por su

parte, los métodos constructivos de resolución de controversias se basan

en el reforzamiento o restauración de la relación preexistente al conflicto

entre las partes. Los ordenamientos jurídicos modernos están tratando de

incluir dichos medios en la resolución de disputas. Estas medidas buscan

que se pueda elegir el método adecuado, que permita alcanzar de la

mejor manera posible la solución de la disputa en el caso concreto, según

el conflicto y sus características.

Para abordar los contenidos del curso se requiere consultar los siguientes

referentes bibliográficos:
Programa de Radio

• Red de Ética (22. 06. 2020). Éticamente [Audio podcast]. La

ética en la transformación de los conflictos. Radio UNAD

Virtual – RUV.

http://ruv.unad.edu.co/index.php/academica/eticamente/6962

-la-etica en-la- transformacion-de-los-conflictos-armados

Textos

• García, R. (2009). La familia como agente de educación ética

(Cap. 2 pp 41-72) en La educación ética en la familia. Editorial

Desclée de Brouwer. https://elibro-

net.bibliotecavirtual.unad.edu.co/es/ereader/unad/47877

• Rodrigo-Alsina, M. & Cerqueira, L. (2019). Periodismo, ética y

posverdad. Cuadernos.info, (44), 225-239.

https://doi.org/10.7764/cdi.44.1418 • Gil, M. (2018). Educación y

ética para una ciudadanía mundial. Revista boletín redipe, 7(2).

https://revista.redipe.org/index.php/1/article/view/427/424

• Vercelli, A. (2013). La participación política ciudadana en la era digital.

Análisis de las tecnologías digitales que se utilizan para la gestión de


derechos ciudadanos. Virtualis, 4(7), 115-129.

https://www.revistavirtualis.mx/index.php/virtualis/article/view/72/137

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