Antropoceno-América Latina-Svampa
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Antropoceno-América Latina-Svampa
Maristella SVAMPA
ORCID: http://orcid.org/0000-0002-2339-6648
maristellasvampa@yahoo.com
CONICET / Universidad Nacional de La Plata, Argentina
RESUMEN ABSTRACT
Este artículo propone una presentación general del This article proposes a general presentation of the
concepto de Antropoceno en dos niveles. En un nivel Anthropocene concept in two levels. In a general level, the
general, describe los factores generales del pasaje del general factors of the passage from the Holocene to the
Holoceno al Antropoceno, aborda las diferentes narrativas Anthropocene are described, the different narratives of the
del Antropoceno, en términos de campo de disputa, al Anthropocene are developed, in terms of the dispute field,
tiempo que presenta el debate en clave latinoamericana. and it presents the debate in Latin America. At a more
En un nivel más específico, propone pensar las specific level, it propos to think about the consequences of
consecuencias de dicho diagnóstico en clave geopolítica. this diagnosis in a geopolitical key. For this, the text
Para ello, el texto conecta la idea de Antropoceno con la connects the idea of Anthropocene with the expansion of
expansión de la frontera de los commodities en la periferia the border of commodities in the periphery
(neoextractivismo). Asimismo, indaga en los enfoques (neoextractivism). Likewise, it is inquired about the
relacionales en el vínculo Sociedad/Naturaleza, ligados a relational approaches in the relationship between society
las luchas sociales y las alternativas civilizatorias. En esa and nature, linked to social struggles and civilizational
línea, se ilustran las perspectivas indianistas, así como los alternatives. Along these lines, the Indianist perspectives
feminismos populares en América Latina. as well as the popular feminisms in Latin America are
illustrated.
Utopía y Praxis Latinoamericana publica bajo licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Compartir Igual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0). Más información en https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
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El Antropoceno como diagnóstico y paradigma. Lecturas globales desde el Sur
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INTRODUCCIÓN
El Antropoceno designa un nuevo tiempo en el cual el ser humano se ha convertido en una fuerza de
transformación con alcance global y geológico. Para no pocos especialistas y científicos, entre ellos Paul
Crutzen, creador del concepto, habríamos ingresado al Antropoceno hacia 1780, esto es, en la era industrial,
con la invención de la máquina de vapor y el comienzo de la era de los combustibles fósiles 1. Para otros,
como el historiador Jason Moore2, habría que indagar los orígenes del capitalismo y la expansión de las
fronteras de la mercancía, en la larga edad media, para dar cuenta de la fase actual, que él denomina
“Capitaloceno”.
El Antropoceno es indudablemente un concepto-diagnostico, que instala la idea de “umbral” crítico frente
a problemáticas como el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad; un concepto que pone de
manifiesto los límites de la naturaleza, y cuestiona las estrategias de desarrollo dominante, así como el
paradigma cultural de la modernidad. Por un lado, la inminencia de que estamos asistiendo a grandes
cambios de origen antropogénico, a escala planetaria, que ponen en peligro la vida en el planeta, se halla
directamente ligada a la expansión de las fronteras del capital y los modelos de desarrollo dominantes, cuyo
carácter insustentable y depredador ya no puede ser ocultado. Por otro lado, la crisis abre a una revisión del
paradigma antropocéntrico, en la relación sociedad/naturaleza, humano/no humano, que está en la base de
la modernidad Occidental, lo cual tiene hondas repercusiones filosóficas y antropológicas.
Ahora bien, las miradas sobre los alcances críticos del Antropoceno y, sobre todo, las propuestas acerca
de cómo salir de la crisis socioecológica, están lejos de ser uniformes o de generar consensos. Mi propuesta
en este artículo apunta a explorar diferentes vías. En un nivel general, se describen los factores generales
del pasaje del Holoceno al Antropoceno así como se exploran las diferentes narrativas y sus consecuencias.
En un nivel más específico, se propone pensar las consecuencias de dicho diagnóstico en clave geopolítica.
Para ello, el texto conecta la idea de Antropoceno con la expansión de la frontera de los commodities en la
periferia (neoextractivismo). Asimismo, se indaga sobre los enfoques relacionales en el vínculo
Sociedad/Naturaleza, ligados a las luchas sociales y las alternativas civilizatorias. En esa línea, se ilustran
las perspectivas indianistas, así como la perspectiva ecofeminista (en términos generales) y los feminismos
populares (en términos específicos) en América Latina.
Factores del giro antropocénico.
Los factores que justifican hablar del pasaje a una nueva edad, son numerosos. Un primer elemento
alude al cambio climático, asociado al calentamiento global, producto del aumento de las emisiones de
dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. En la actualidad, en relación a 1750, la atmosfera
contiene más de un 150 % de gas metano y más del 45 % de dióxido de carbono, producto de emisiones
humanas. Consecuencia de ello es que desde mediados del siglo XX la temperatura aumentó 0,8° C, y los
escenarios previstos por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) prevén un aumento
de la temperatura que iría entre un 1,2 y 6° C de acá a finales del siglo XXI. Los científicos consideran que
la barrera de más de 2° C es considerada un umbral de peligro, y el aumento de temperatura bien podría ser
mayor si todo continúa como hasta ahora (business as usual). Los enfoques sistémicos y los avances
científicos más recientes muestran que aún una débil variación en la temperatura media del globo terráqueo
podría desencadenar cambios imprevisibles y desordenados. El informe The Carbon Majors3, una
organización sin fines de lucro, consigna que si los combustibles fósiles siguen siendo extraídos al ritmo
1 Crutzen, P. J. (2006). The “anthropocene”, en: Ehlers, E., y Krafft, T. (eds.). Earth system science in the anthropocene,
pp. 13-18. Springer, Berlin, Heidelberg.
2 Moore, J. W. (ed.) (2016). Anthropocene or Capitalocene? Nature, History and the Crisis of Capitalism. Kairos, Oakland.
3 The Carbons Majors (2017), informe Carbon Majors 2017, Disponible en español en https://georka.es/georka-sistemas-
de-gestion/carbon-majors-informe-2017/
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actual durante los próximos 28 años, las temperaturas medias subirían cerca de 4 grados centígrados para
el final del siglo.
El segundo factor de alarma se refiere a la pérdida de biodiversidad, la destrucción del tejido de la vida
y de los ecosistemas. Se trata de un proceso de carácter recursivo, ya que la pérdida de biodiversidad también
es acelerada por el cambio climático. Basta subrayar que en los últimos decenios la tasa de extinción de las
especies ha sido mil veces superior que la normal geológica. Por eso mismo se habla ya de la Sexta
extinción4, aunque a diferencia de las cinco anteriores, que se explicaban por factores exógenos (el
enfriamiento global o para el caso de la extinción de los dinosaurios, la caída de un asteroide) la hipótesis de
una “sexta extinción”, es de origen antrópico, lo cual coloca en el centro la responsabilidad de la acción
humana y sus impactos sobre la vida del planeta.
Hace ya varios años, en 2004 un grupo de científicos utilizó la relación especie-área para hacer un primer
cálculo del riesgo de extinción en un contexto de cambio climático, utilizando dos escenarios extremos. Uno
de mínima, si el calentamiento global se mantenía en umbrales bajos, estimaba que para el 2050 quedarían
condenadas a la extinción entre el 22 y 31% de las especies; si el calentamiento global se disparaba a un
máximo probable, el porcentaje subiría instalándose entre el 38 y el 52%5. Otros estudios indican porcentajes
diferentes (mayores o menores), pero aun así los resultados son siempre alarmantes. Las especies
amenazadas son muchas, desde el solitario oso polar, que podría desaparecer en unas décadas, si continúan
reduciéndose las placas de hielo del océano Ártico; hasta las abejas, cuyas colonias estarían sufriendo un
colapso, debido tanto al uso de pesticidas, como a la aparición de diversos virus y, por supuesto, al cambio
climático.
No solo los ecosistemas terrestres están amenazados. Así, la acidificación de los océanos es la otra cara
del calentamiento global, producto de la concentración de dióxido de carbono, que cambia la química de las
aguas y pone en riesgo la vida de los ecosistemas marinos. Desde el comienzo de la revolución industrial, el
promedio de acidez aumentó un 30%, debido a la absorción de dióxido de carbono proveniente de la quema
de combustibles fósiles. Se calcula que el mar ha venido absorbiendo unas 500 mil millones de toneladas de
CO2, “lo que equivale en peso a 500 mil millones de Volkswagen Escarabajos arrojados al mar”6.
En un texto lleno de ironías y filosos comentarios, la filósofa y feminista norteamericana Donna Haraway,
citando a la bióloga Anna Tsing, sostiene que el Holoceno fue un largo período en el cual todavía eran
abundantes las áreas de refugio en las cuales los distintos organismos podían vivir en condiciones
desfavorables, para luego volver, y desarrollar lentamente una estrategia de repoblamiento. Es cierto que las
sucesivas extinciones terminaron con una parte importante de las especies, debido a factores exógenos
(cambio climático y/o grandes catástrofes) pero la vida en la tierra siempre mostró una gran capacidad de
resiliencia. Lo novedoso y también lo drástico que trae el Antropoceno es que conlleva la destrucción de
espacios y tiempos de refugio para cualquier organismo, sean animales, plantas o seres humanos; no sólo
por la magnitud sino también por la velocidad del proceso. Todo indica que la aceleración de los cambios
dificultaría también la posibilidad misma de adaptación. En consecuencia, el Antropoceno es menos una
nueva edad que una “bisagra”, que nos obliga a reconocer que “lo que viene no será como lo que vino
antes”7.
4 Kolbert, E. (2014). La sexta extinción. Una historia nada natural. Crítica, Barcelona.
5 La mejor introducción y síntesis de debates sobre el Antropoceno puede encontrarse en los ya citados: Bonneuil, C. y
Fressoz, J. B. (2013). L'Evénement Anthropocène. La Terre, l´histoire et nous. Seuil, París.
6 Fressoz J. B. y Bonneuil, C. (2013). L'Evénement Anthropocène. La Terre, l´histoire et nous. Seuil, París.
7 Haraway D. (2016). Manifiesto para ciborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. Disponible
en:
https://cursosupla.files.wordpress.com/2015/03/haraway-d-manifiesto-para-cyborgs-1990.pdf
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El Antropoceno como diagnóstico y paradigma. Lecturas globales desde el Sur
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Otro de los factores críticos se refiere a los cambios en los ciclos biogeoquímicos, fundamentales para
mantener el equilibrio de los ecosistemas. Tal como sucedió con el ciclo del carbono, los ciclos del agua, del
nitrógeno, del oxígeno, del fósforo, esenciales para la reproducción de la vida, pasaron a manos del hombre
en los últimos dos siglos. El aumento desmedido de la actividad industrial, la deforestación, la contaminación
de los suelos por acción de fertilizantes y del agua, están produciendo la alteración de estos ciclos vitales.
Por ejemplo, la creciente demanda de energía conllevó una modificación del ciclo del agua, a través de la
construcción de represas. "Hemos represado la mitad de los ríos del mundo, a la tasa sin precedentes de
uno por hora, y en dimensiones también sin precedentes de más de 45 mil represas"8, en más de 140 países
del mundo, de una altura de más de cuatro pisos. Esto trae como consecuencia el desplazamiento de millones
de personas. Además de la afectación a los ecosistemas, la perdida de bienes naturales y el patrimonio
cultural que queda sumergido bajo agua para siempre, las represas han generado entre 40 y 80 millones de
personas desplazadas en el mundo, aunque algunos destacan que esa cifra es conservadora y podría
extenderse a 100 millones, de los cuales la mayoría es población indígena y campesina. Los dos países más
poblados del mundo, China e India, tienen la mayor cantidad de personas desplazadas; en nuestra región,
Brasil está a la cabeza del ranking, con más de 1millon de personas desplazadas.
A esto hay que agregar el crecimiento de la población mundial. Pasamos de 900 millones de habitantes
en el año 1800, a casi siete mil quinientos millones de habitantes en 2018. La huella ecológica global de la
humanidad hoy excede la capacidad de regeneración de los ecosistemas; se ha incrementado en un 50%
entre 1970 y 1997. En la actualidad, consumimos una vez y media lo que el planeta puede proveer de manera
sustentable. Esto significa que la tierra se tomará más de un año y medio en regenerar lo que hemos utilizado
y los desechos producidos en un año, realidad que nos coloca ante un índice insostenible, que no hará más
que empeorar, pues se espera que para el año 2050 la población mundial habrá crecido hasta los 10.000
millones de habitantes, la mayor parte en los países emergentes o en vías de desarrollo. De persistir el actual
sistema de consumo, se calcula que para el 2030 necesitaríamos el equivalente a dos planetas tierra, para
mantener a la humanidad.
Otro de los factores de alarma alude a los cambios en el modelo de consumo, fundado en el esquema
de obsolescencia precoz y programada, que limita la vida útil de los productos, obligando a las personas a
renovar el mismo una y otra vez, en función de la maximización de los beneficios del capital. Una práctica
insostenible en términos socioambientales, iniciada tempranamente por empresas fabricantes de
automóviles, exacerbada desde los años 60 por el sector industrial, que incluye desde los electrodomésticos,
las computadoras, los teléfonos celulares hasta la industria textil. A su vez, este proceso se inscribe en un
movimiento mucho más extenso vinculado con las mutaciones del modelo alimentario, acontecido en las
últimas décadas. Hemos asistido a un notorio giro hacia un modelo alimentario de gran escala, con enormes
impactos sobre nuestra salud, sobre la vida de animales, plantas y campos, promovidos por políticas de
Estado, lógicas de marketing y poderosos lobbies empresariales que se concretan a espaldas de la sociedad.
Se trata de un modelo construido por las grandes firmas agroalimentarias del planeta, que se acompaña de
una degradación de todos los ecosistemas: expansión de monocultivos –como la soja y la palma africana-
que conllevan la aniquilación de la biodiversidad, tendencia a la sobrepesca, contaminación por fertilizantes
y pesticidas, el desmonte y deforestación; acaparamiento de tierras. Todas estas formas de producción y de
degradación de los ecosistemas son responsables del incremento de la emisión de gases de efecto
invernadero, no solo durante el proceso de producción sino también en el transporte de los bienes.
8 Castro Soto, G. (2009). “Efectos mundiales de las represas”, Ecositio. Disponible en: http://www.eco-
sitio.com.ar/node/266.
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capitalismo y cambio climático, pero ambos conocen temporalidades diferentes. En esa línea, propone menos
una narrativa única para comprender el Antropoceno que un pensamiento complejo que piensa las “fallas” en
tres escalas. La primera refiere a nuestro conocimiento de la incertidumbre radical que introduce el cambio
climático y nos coloca frente a consecuencias de orden catastrófico, a fenómenos marcados por la no
linealidad, de carácter irreversible en sus consecuencias, que dificultan cualquier proyección a escala
humana. Así, mientras la historia del clima se instala en una lógica de la larga duración, nuestras estrategias
de gestión de riesgos proceden de cálculos a corto término de los costos y sus probabilidades. La crisis
climática nos obliga a pasar y pensar las dos escalas en su conjunto. La segunda falla remite a aquellas
cuestiones asociadas a los diferentes planos de la justicia: social, intergeneracional, entre países pobres y
países ricos. Contra aquellos que asocian exclusivamente Antropoceno y Capitalismo, Chakrabarty propone
el ejercicio de pensar en términos contrafácticos: si suponemos un escenario en el cual todos los países se
hallaran en situación de prosperidad socialista, el mundo sería sin duda más igualitario y justo, pero nuestra
huella ecológica sería aún mayor. Esto quiere decir que la crisis climática no es el resultado de las
desigualdades económicas; la reducción del cambio climático a la crisis del capitalismo enmascara aquello
que los climatólogos subrayan, esto es, el hecho de que nuestra capacidad de actuar como especie o fuerza
geofísica es más larga que el propio capitalismo. La tercera falla que identifica Chakrabarty está referida a la
preeminencia de las narrativas emancipatorias antropocéntricas, centradas en el bienestar material –lo que,
desde América Latina, identificaríamos como la narrativa modernizadora-desarrollista. En esa línea, lejos de
plantear un paradigma relacional que supere la visión dualista, el autor hindú solo postula la necesidad de
pasar de un “antropocentrismo a secas” a un “antropocentrismo ilustrado”, con mayor conciencia de nuestra
delicada relación con la naturaleza y sus efectos irreversibles11.
Una segunda narrativa retoma el concepto genérico de “Humanidad”, sostiene que el Antropoceno
implica el pasaje de agente a fuerza geológica global, pero lo despoja de su contenido crítico. Ciertamente,
el giro antropocénico nos enfrenta a una crisis socioecológica sin precedentes; gran parte de los científicos
acuerdan en ello, pero al mismo tiempo dichas transformaciones son la prueba del poder de la especie
humana. Más simple, pese a la crisis –o gracias a ella-, estaríamos asistiendo al momento de la consagración,
de epifanía, pues la determinación del clima ya no dependería de la naturaleza sino de nosotros, los seres
humanos. El Antropoceno deviene así una gigantesca, mayúscula y nueva aventura humana, incluso post-
humana. Ya no hay una Naturaleza pura, prístina, incontaminada, no modificada por la acción humana. Todo
lo hemos transformado, todo lo hemos humanizado, hasta lo no-humano. Incluso nosotros, los seres
humanos somos algo más que eso, seres híbridos, suerte de “cyborgs” –como dice el título de un conocido
libro de Dona Haraway12 - formados también por elementos/dispositivos no humanos. Todo queda subsumido
en lo humano o más bien en su superación, lo post-humano. El extremo de esta perspectiva celebratoria, la
transfiguración gloriosa de la especie humana, a través de una condición post-humana, anunciada “un nuevo
reino del hombre”. Desde esta perspectiva, paradójicamente el Antropoceno abre a un mayor
empoderamiento del ser humano y de su superación “por arriba”. Por ejemplo, el “singularismo post-humano”
remite a la idea de que la robótica y la inteligencia artificial superarán al ser humano, que será reemplazado
así por máquinas autónomas, por cyborgs perfeccionados, vaya a saber, por una inteligencia global que
encuentra en las redes creadas por google una suerte de prefiguración. Como escribe el sueco Nick Bostrom,
experto en inteligencia artificial, profesor en Oxford, en un tono triunfante, de resonancias comteanas:
“Llegará el día en que la posibilidad nos será ofertada de aumentar nuestras capacidades intelectuales,
físicas, emocionales y espirituales más allá de lo que aparece como posible en nuestros días. Saldremos
entonces de la infancia de la humanidad para entrar hacia una era posthumana”13.
Aunque esta segunda narrativa del Antropoceno comparte con la primera ya reseñada la idea de que la
crisis actual se debe a que la especie humana se convirtió en una fuerza de alcance geológico global, resulta
contrastante en cuanto a sus consecuencias, en la medida en que se aleja de un planteo crítico, pues si el
ser humano pudo cambiar el clima, es en definitiva porque cuenta con el poder para controlar y dominar su
entorno. Desde esta perspectiva, hay que sacar provecho de esta fuerza telúrica, para corregir, reparar,
incluso “reformatear” el planeta. Los daños producidos por la tecnología podrán corregirse mediante el
desarrollo de más tecnología, aún si la crisis exige una intervención de alto riesgo y urgencia; aún si ésta
intervención vendría a realizarse no tanto en nombre del progreso sino de la supervivencia del planeta y por
ende, de la especie humana. La geoingeniería aparece asociada a esta mirada. 14 En su versión celebratoria
y hasta delirante, con un optimismo cientificista a toda prueba, este nuevo relato sobre el poder telúrico del
ser humano plantea la superación de la separación entre lo humano y lo no humano, a través de la
recombinación entre uno y otro, en realidad de la absorción de lo no humano por lo humano; a saber lo post-
humano.
Paradójicamente, esta visión celebratoria tiene puntos en común con una versión de izquierda, asociado
a los “aceleracionistas”, quienes proponen empujar el capitalismo hasta sus límites, para liberar las fuerzas y
orientarlas hacia lo común, de la mano de la biotécnica y la inteligencia artificial, entre otros. No se trataría,
por ende, de cuestionar la expansión de las fuerzas productivas sino de acelerarlas y hacer otro uso de ellas,
en una transición al postcapitalismo15.
Hay una tercera narrativa, que nos sitúa en el campo del ecomarxismo. A diferencia de las dos primeras,
ésta lectura cuestiona el término mismo de Antropoceno, pues lo considera demasiado abstracto y genérico,
al englobar a la humanidad sin distinción y desdibujar el rol de los conflictos vinculados a la dinámica del
capital. En esta línea, el historiador marxista Jason Moore, propone reemplazar el término de Antropoceno
por el de “Capitaloceno”, al tiempo que plantea otra periodización, que va más atrás de la Revolución
Industrial, entroncándola con una mirada de larga duración sobre los procesos capitalistas. Así, nos dice que
“en sentido amplio va más allá de la máquina de vapor y entiende que el primer paso en esta industrialización
radical del mundo empezó con la transformación del medio ambiente global en una fuerza de producción para
crear algo a lo que llamamos la economía moderna y que es mucho más grande de lo que puede contener
el término economía”16. Históricamente el marxismo ha tenido grandes dificultades para incorporar la
problemática ambiental. Así, la cuestión del metabolismo social del capital atraviesa solo de modo marginal
algunos escritos de Marx17. En los 70, autores marxistas como Henry Lefrèvre, subrayaban la necesidad de
13 Citado en Ferry, L. (2016). La révolution transhumaniste. Comment la technomedicine et l´uberisation du monde vont
bouleverser nos vies. Plon, Paris. Véase también Neyrat, F. (2016). La part inconstructible de la Terre. Critique du géo-
constructivisme. Seuil, París.
14 En un escenario en el cual ninguna potencia quiere dar el primer paso, de cara a la cada vez más escasa credibilidad
que despiertan los acuerdos globales para controlar las emisiones de CO2, el capitalismo prepara su Plan B, para reciclar
el proyecto de la modernidad capitalista, sin tener que salir del capitalismo. Ese Plan B se llama geoingeniería y está
basado en el principio de que es posible superar los riesgos del calentamiento global, a partir de intervención deliberada
sobre el clima a escala global. Para el tema, puede verse Hamilton, C. (2013). Les apprentis de sorciers. Raison et
deraisons de la geo-ingenierie. Sueil, París. Véase también Svampa, M. (2018a). Chacra 51. Regreso a la Patagonia en
los tiempos del fracking. Sudamericana, Buenos Aires.
15 Sobre el aceleracionismo véase la compilación Avanessian, A. y Mauro, R. (comps). 2017. Aceleracionismo. Estrategias
ampliar las lecturas: para ello invocaba una dialéctica del capital, del trabajo y del suelo, no solamente referida
a los poderes de la Naturaleza, sino de los agentes asociados a ella, incluidos el Estado, que ejerce soberanía
sobre un territorio nacional. Sin embargo, el marxismo, hijo de la modernidad en su concepción de la
Naturaleza, también lo es en su visión del Desarrollo, tan asociado a la expansión infinita de las fuerzas
productivas.
Recordemos que históricamente, la perspectiva ecológica aparece explícitamente desarrollada en
trabajos de representantes del marxismo crítico, entre los años 80 y 90, con James O`Connor 18 y John
Bellamy Foster19, entre los más importantes, quienes señalan los costos de los elementos naturales que
interviene en el capital constante y variable; la renta de la tierra y las externalidades negativas de todas clase.
Es lo que O`Connor denomina como “la segunda contradicción del capitalismo” (Capital versus Naturaleza),
especificando que ésta no presenta un término único, como la tasa de explotación lo tiene en la llamada
“primera contradicción” (Capital versus Trabajo), sino múltiple. En esa línea, se destacan la apropiación y uso
autodestructivo por parte del capital de la fuerza de trabajo, la infraestructura, el espacio urbano, la naturaleza
o el ambiente.
Una lectura complementaria que tuvo una gran difusión en América Latina es la que coloca en el centro
el proceso de acumulación primitiva del capital, analizada por Marx en El Capital, esto es, la dinámica de
expropiación y despojo al campesinado, a través del cercamiento de tierras en el siglo XVIII, que arroja a
éstos como proletarios al mercado de trabajo. Este análisis reconoce antecedentes en la obra de Rosa
Luxemburgo, quien señala el carácter continuo de la acumulación originaria primitiva, y fue retomada por el
geógrafo marxista David Harvey20, para señalar la centralidad de la dinámica de desposesión en la época
neoliberal actual, que avanza sobre bienes, personas y territorios.
Sin embargo, fue Jason Moore21 quien se involucró de modo militante en la discusión sobre el
Antropoceno, proponiendo enmarcar el proceso en la larga duración, asociando con el régimen ecológico al
capitalismo temprano y la lógica que éste introduce. Moore destaca como clave la expansión de la frontera
de mercancías la cual “se refiere a espacios de mínima mercantilización/máxima apropiación y las
contradicciones que se derivan de las presiones recurrentes emitidas”22. En esta línea, considera que el
desarrollo del capitalismo entre 1450 y 1750 marcó el patrón para todo lo que vino después, en la medida en
que el desplazamiento de las mercancías impulsó el desplazamiento de las poblaciones y no la inversa. Los
ciclos del capital, marcados por la expansión de la frontera de mercancías, fueron generando un modelo
histórico-geográfico basado en la apropiación rápida y la expansión y diversificación geográfica, una vez
agotado el recurso. “¿Se agota la tierra? Nos movemos a la frontera. Este fue el lema mostrado en el escudo
de armas del capitalismo temprano”23. De modo que la crisis actual debe ser leída como un proceso de larga
duración en el cual van tomando forma nuevas maneras de ordenar la relación entre los humanos y el resto
de la naturaleza. Moore conecta dialécticamente modo de producción y modo de extracción (capitalización y
https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/schmidt-alfred-el-concepto-de-naturaleza-en-marx-1962.pdf. Para
una lectura en clave latinoamericana véase Machado Aráoz H. (2016). “Sobre la naturaleza realmente existente, la entidad
América y los orígenes del capitaloceno. Dilemas y desafíos de especie”, Actuel Marx. 20: pp. 205-230. Para el tema de la
fractura metabólica en J. Bellamy Foster, véase Sacher, W (2015). La "fractura metabólica" de John Bellamy Foster: ¿Qué
aportes para una teoría ecomarxista?, Actuel marx/ Intervenciones. 19: pp. 33-60.
18 O' Connor, J. (2001). Causas naturales: ensayos de marxismo ecológico. Siglo XXI, México.
19 Bellamy Foster, J. (2014). Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza, Monthly review. 15: p.1-18.
20 Harvey, D. (2004). El “nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión, en: Panitch, L. y Colin, L. (eds.), El nuevo
la apropiación máxima. Filosofía, política y economía en el Laberinto. 39: pp. 21-30, p. 27.
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apropiación), mediante la cual el capitalismo se adueña –y después agota rápidamente- fuentes regionales,
de tal forma que termina forzando una expansión geográfica renovada.
La cuarta lectura coloca en el centro de manera explícita al derrumbe de la distinción moderna entre el
orden cosmológico y el orden antropológico. Este abordaje aparece asociado a los antropólogos brasileños,
Eduardo Viveiros de Castro y Deborath Danowsky24, entre otros. Lejos de cualquier tono celebratorio,
propone otra vía de entrada para leer el Antropoceno, a través de las diferentes narrativas apocalípticas,
mostrando su conexión con matrices míticas, acerca del fin del mundo. Para ello indaga no solo el imaginario
occidental, a través del cine, la ciencia ficción, el pensamiento especulativo, sino también el de los pueblos
indígenas, que conciben el fin del mundo desde una visión menos dualista y más relacional.
Así, para los autores, es necesario pensar el Antropoceno como una narrativa del fin del mundo. Si la
posibilidad del fin cobra un sentido empírico como nunca antes, si el Antropoceno instala la idea de que puede
haber otra era geológica, incluso después de la desaparición de la humanidad en la tierra, esto produce
también una suerte de terror metafísico mayor. El discurso del fin del mundo instala una ruptura; los datos
científicos son más que elocuentes y revelan que el mundo está cambiando de manera acelerada, no
precisamente para bien del ser humano; y sucede que no tenemos la menor idea de cómo reaccionar; más
aún, el discurso del fin resulta paralizante. Las narrativas del fin del mundo son amplias, se extienden desde
el campo de la filosofía al arte, del cine a la literatura. De modo sugerente, los autores citados nos llevan a
recorrer así desde filmes apocalípticos como Melancolía, de Lars Von Trier; pos-apocalípticos como The
Road (La carretera) basada en la novela de Cormac McCarthy, hasta la posición filotecnológica de los
Singularistas y los Aceleracionistas, entre muchos otros. El recorrido permite vislumbrar diferentes versiones
mito-cosmológicas: el mundo antes de nosotros, el mundo después de nosotros, el mundo sin nosotros, el
mundo post-humano...
Viveiros de Castro, E. y Danowsky, D. (2014). L´arret du monde, en: AA.VV. L´univers clos au monde infini, pp. 221-340.
24
En América Latina el debate ha buscado ahondar las diferencias entre Antropoceno y Capitaloceno. Una
de las primeras en abordar en profundidad la temática fue la antropóloga colombiana Astrid Ulloa25, quien
advierte la distancia entre las narrativas más globales, ligadas al cambio climático, en clave de Antropoceno;
y las narrativas críticas latinoamericanas, vinculadas a la conflictividad ambiental, sobre las dinámicas del
neoextractivismo. En ese mismo texto, Ulloa señala críticamente cuatro fallas que hacen del Antropoceno
una narrativa global, a expensas de aquellos procesos locales que se viven en el sur o en las periferias: entre
ellos, la geopolítica del conocimiento, la diferenciación territorial, el desplazamiento de los extractivismos y la
falta de reconocimientos de otras ontologías y epistemologías. Sin duda, uno de los méritos de este artículo
es el de subrayar la pluridimensionalidad de fenómenos/escenarios y situaciones que son minimizados -o no
abordados- a partir de los ·” efectos del giro antropocénico” como narrativa global.
Por otro lado, la pertinencia del término Antropoceno para designar la actual crisis ambiental ha sido
cuestionada por varios colegas latinoamericanos, quienes optan por retomar la noción de “Capitaloceno”. En
un texto caracterizado por una interesante reflexión teórica e histórica, Horacio Machado Araoz 26, hace suya
la lectura de Jason Moore, para plantear una lectura (eco)marxista (que retoma la noción de Marx acerca de
la naturaleza), y sus consecuencias ecológicas, biológicas y políticas, aunque no discute la noción de
Antropoceno. Para ello, propone seguir el hilo que se teje entre la producción capitalista de la Naturaleza y
la historia de América, para explicar de este modo los orígenes del Capitaloceno. En un texto breve, Alberto
Acosta27 también opta por la noción de Capitaloceno, en clave geopolítica y antipatriarcal, descartando la
noción de Antropoceno, por considerarla “una verdad muy incompleta pues oculta el nombre de la raíz de
esta situación: el capitalismo, la civilización de la desigualdad, que se nutre de sofocar la vida”. Por último,
Germán Palacio, Alberto Vargas y Elizabeth Hennesy, sin proponerse hablar de Capitaloceno, reflexionan
sobre la narrativa del Antropoceno, las escalas y los tiempos, pero consideran que el concepto “captura a los
humanos como una especie global, (pero) no captura la forma específica y diferenciada sobre cómo esos
humanos viven, se organizan, distribuyen alrededor del mundo en el pasado y en el presente y la forma, en
escalas diferentes, locales, regionales, nacionales y mundiales, como han cambiado la Tierra/Mundo”28.
Dicho esto –lo cual no deja de ser una reseña incompleta-, mis comentarios en este apartado van en tres
direcciones. Un primer comentario subraya el riesgo de desembocar en una falsa antinomia o en un falso
debate, Antropoceno versus Capitaloceno. Más allá de lo tentador que puede ser apropiarse de la noción de
Capitaloceno, para dar cuenta de los procesos locales/globales ligados a la dinámica del capital, dicha opción
implica desconocer que el concepto mismo de Antropoceno se inserta en un campo de disputa, atravesado
por diferentes narrativas, no todas convergentes, no sólo respecto del comienzo de la nueva edad sino
también en relación a las salidas posibles de la crisis sistémica. En tanto concepto en disputa, por un lado,
hay quienes realizan una lectura pluridimensional (que abarca el orden geológico y social, los planos global
y local, entre otros), desde una óptica crítica y antistémica. De un modo paradigmático, éste es el caso de
gran parte de densa bibliografía francesa sobre el tema, muy particularmente a través de la colección
publicada por la editorial Seuil, bajo la dirección de Christophe Bonneuil, que ha abierto un espacio para la
discusión pública y la reflexión académica, que cuestiona la lógica del capitalismo y sus dinámicas de
desarrollo, postulando otro horizonte civilizatorio. Por otro lado, hay quienes tienden a realizar una lectura
25 Ulloa, A. (2017). Dinámicas ambientales y extractivas en el siglo XXI: ¿Es la época del Antropoceno o del Capitaloceno
en Latinoamerica?, Desacatos, mayo-agosto, pp. 58-73.
26 Machado Aráoz H. (2016). “Sobre la naturaleza realmente existente, la entidad América y los orígenes del capitaloceno.
e Historia, en: Alimonda, H., Toro Pérez, C. y Martín, F. (coords.). Ecología política latinoamericana. Pensamiento crítico y
horizontes emancipatorios en clave sur, volumen II, pp. 265-288, CLACSO, Buenos Aires, p.284.
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unilateral (la clave geológica) o genérica (la clave global), o incluso aquellos que apuestan decididamente a
la hipótesis tecnocrática, y apoyan la idea de que la humanidad sorteará la crisis ambiental a través de las
nanotecnologías y la aplicación de la geoingeniería, sin poner en riesgo el capitalismo.
El reconocimiento de que existen diferentes posicionamientos o contrastes interpretativos no implica
empero el abandono de la noción-síntesis de Antropoceno; más bien, lleva a considerar a ésta como un
campo abigarrado, del cual emergen narrativas diversas, a veces contrapuestas, y muy especialmente,
propuestas de salidas diferentes a la crisis. Por otra parte, uno de los problemas de la noción de Capitaloceno
es que, lejos de tender puentes, genera rechazos, muchas veces acríticos o dogmáticos (por ejemplo, de
parte de aquellos que recusan cualquier conexión de la crisis, en términos de largo plazo, con la lectura
marxista), así como también conlleva reacciones opuestas (por ejemplo, la tendencia al encapsulamiento en
una determinada tradición, como el marxismo). Asimismo, pese a la densidad del campo en disputa y de sus
tensiones evidentes, el Antropoceno como diagnóstico abre puertas, tiende vínculos, nos desafía a entablar
una conversación, a pensar la problemática socioecológica desde un lugar más amplio en términos de
contextos disciplinarios, incluso de tradiciones teóricas, entre las ciencias de la tierra y las ciencias humanas
y sociales.
Mi segundo comentario apunta a profundizar lo primero, esto es a subrayar la riqueza y
pluridimensionalidad del concepto de Antropoceno. Recordemos que una de las objeciones más importantes
es la de su carácter genérico, que lo instala en el plano más global de “la especie humana”, “las causas
antrópicas”, desdibujando así deliberadamente el rol de la dialéctica de las desigualdades propiciada por el
devenir-mundo capitalista. Sin embargo, afirmar que la crisis ambiental es de origen antrópico no significa
denegar su origen social ni tampoco minimizar una lectura en términos de desigualdades; de modelos de
desarrollo y lógicas neocoloniales. No se trata de priorizar la historia de la vida del planeta y el calentamiento
global, relativizando en contrapartida el rol que juegan las otras escalas, ligadas a la lógica del capital. Si es
cierto que el giro antropocénico ilumina de modo dramático el acoplamiento entre el orden natural y el orden
social, como afirman los antropólogos Eduardos Viveiros de Castro y Philippe Descola, sin duda el gran
desafío es pensar esa interconexión. Por ejemplo, para Chakrabarty, el Antropoceno nos involucra no sólo
como sujetos, en el marco del capitalismo y su estructura de desigualdades sociales y ambientales, sino
también como especie biológica, caracterizada por la búsqueda del mejoramiento de la vida. Dicho de otro
modo, pensar a la humanidad en tanto tal, en términos históricos, a lo largo de varias generaciones, supone
poner el acento en una especie, como otras, que hace uso de su inteligencia29, en la búsqueda de logros que
apunten al mejoramiento de las condiciones de vida y su multiplicación, lo cual conlleva un aumento de la
esperanza de vida, incluso para los más pobres, además de un fuerte impacto en términos de aumento de la
población.
Ahora bien, una vez reconocido esto, hay que agregar que pensar al Antropoceno desde la noción de
especie humana, como fuerza telúrica, es condición necesaria, aunque no suficiente. Para complementar
esta visión, es necesario estimular el alcance crítico y desacralizador del concepto; pensar el giro
antropocénico también en clave de expansión de la mercantilización y frontera, lo cual nos obliga a volver
sobre la crítica al capitalismo y la cuestión de sus escalas. En esa línea, hay que reconocer el peso que tiene
en la crisis actual la geopolítica del Antropoceno, y sus inequívocas raíces históricas. Así, aunque todos
somos responsables del desastre ecológico, hay algunos que son más responsables que otros. Volviendo al
informe de The Carbon Majors ya citado, éste encontró que más de la mitad de las emisiones industriales
mundiales desde 1988 corresponden a 25 empresas y entidades estatales. Grandes empresas petroleras
como ExxonMobil, Shell, BP y Chevron están entre las más emisoras. Asimismo, mientras finalizábamos este
29Chakrabarty, D. (2017). “Réecrire l’histoire depuis l´anthropocene”, en: Actuel Marx, Marxismes écologiques. 67: pp. 95-
106.
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artículo, a fines de noviembre de 2018, se desarrollaba en la ciudad de Buenos Aires la cumbre del G20. En
esos días también se difundía un informe que advierte que el 76 % de las emisiones globales de dióxido de
carbono es generado por los países del G-20. Encabezan el ranking de contaminación China (29,36%),
Estados Unidos (14,27%), la Unión Europea (9,57%), India (6,77%), Rusia (4,85%) y Japón (3,45%). América
Latina, con Brasil a la cabeza (1,54%), parece estar muy lejos de las escalofriantes cifras de las grandes
potencias en la emisión de gases de efecto invernadero30.
Los elevados costos ambientales que desde inicios de la Modernidad pagaron y continúan pagando los
pueblos del sur ponen de manifiesto patrones de injusticia ambiental, reflejan profundas desigualdades, no
solo entre el norte y del sur, sino también al interior de las sociedades, tanto desde el punto de vista social,
etario, como étnico y de género. La deuda ecológica resulta imposible de cuantificar. Más aún, toda idea de
compensación económica resulta insuficiente ante el escenario de devastación ambiental que señala a las
periferias globalizadas como fronteras de los commodities baratos y zonas de sacrificio. Por otro lado, al calor
de la globalización neoliberal y la crisis ecológica, la división internacional del trabajo se ha exacerbado, a
través de la expansión de modelos de desarrollo que amplían la situación de injusticia ambiental, multiplican
las zonas de sacrificio y contribuyen a agravar la crisis socioecológica a nivel local, regional y mundial. No es
casual, por ello, que la literatura crítica de América Latina considere que en clave local y territorial estos
procesos globales consolidan un neoextractivismo desarrollista, de carácter depredador y dependiente.
Un tercer comentario apunta al discurso cada vez más marquetinero que en nuestras latitudes adquiere
la problemática del cambio climático, asociada al Antropoceno. Es sabido que las causas de la emergencia
socio-ambiental son de carácter complejo y pluridimensional, pero están lejos de aparecer como una “tragedia
inevitable”. Así, el riesgo es que aquel pueda ser reducido a una una excusa y una abstracción. De hecho,
resulta muy común que la narrativa acerca del cambio climático aparezca en los discursos gubernamentales
en los diferentes países latinoamericanos (sequias, eventos extremos, temperaturas extremas), sin que éstos
sean vinculados con procesos locales/territoriales o asociados a las dinámicas extractivistas. En realidad,
como ya hemos dicho en otro lugar31, el cambio climático es lo menos “natural” que existe, pues es de origen
antrópico y nos recuerda que en la era del Antropoceno, el ser humano se ha convertido en una fuerza
geológica de alcance global. Pero el reconocimiento del carácter global del cambio climático no diluye ni
tampoco atenúa la responsabilidad de los funcionarios y políticos, sino todo lo contrario, la acentúa y la pone
en valor, a la hora de tomar decisiones acerca de las políticas públicas territoriales o de gestar programas de
control y prevención ante los impactos que éstas políticas han generado. Dicho de otro modo: los incendios,
inundaciones, sequías y demás eventos extremos a los que asistimos no son parte de una “profecía
apocalíptica”, sino de un fenómeno extendido en el planeta, que las políticas de gobierno potencian a través
de medidas en favor de los extractivismos reinantes, esto es, del agronegocio, la megaminería, la fractura
hidráulica (fracking) y los megaemprendimientos inmobiliarios, entre otros. Más allá de sus diferencias
internas, dichos modelos presentan una lógica común; gran escala, ocupación intensiva del territorio,
amplificación de impactos ambientales y socio-sanitarios, preeminencia de grandes actores corporativos y
democracia de baja intensidad32. En suma, existen dos factores mayores, íntimamente ligados, que explican
la magnitud de estos eventos: uno es de carácter global, el Cambio climático, que profundiza y multiplica los
fenómenos climáticos extremos; otra es de carácter regional/nacional, vinculada a la expansión de la
30https://www.pagina12.com.ar/158602-los-duenos-del-cambio-
climatico?fbclid=IwAR2eQOepKx1ndoSknQAvBInTE3VAVTrfvaebaYyy0QnqOZwCd1dbMCkpQrs
31 Svampa, M. y Viale, E. (2017). “Inundaciones, sequías, incendios”, Clarin, 17/01/2017,
https://www.clarin.com/opinion/inundaciones-sequias-incendios_0_rJ5mtCL8x.html
32 Como nos preguntábamos con Viale, a propósito de la Argentina y la expansión del modelo extractivo. “Ahora bien, ¿qué
país puede estar preparado para el Cambio Climático, o generar verdaderas estrategias de adaptación, si cuenta con
políticas públicas que promueven ciegamente la deforestación, la destrucción de humedales, el incremento de la
producción de combustibles fósiles, entre otros?” (Svampa y Viale, 2016).
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dinámica neoextractivista, bajo la forma de diferentes modelos de desarrollo, incompatible con los ciclos de
la Naturaleza.
El Antropoceno como paradigma hipercrítico exige repensar la crisis desde un punto de vista sistémico.
La problemática ambiental no puede ser reducida a una columna más en los gastos de contabilidad de una
empresa33, en nombre de la responsabilidad social corporativa, ni tampoco a una política de modernización
ecológica o la economía verde, lo cual grosso modo apunta a la continuidad del capitalismo a través de la
confluencia entre lógica de mercado y defensa de nuevas tecnologías proclamadas como «limpias».
Tampoco la actual crisis socioecológica puede ser vista como «un aspecto» o «una dimensión más» de la
agenda pública o inclusive como una expresión más de las luchas sociales. Esta debe ser pensada desde
una perspectiva transdisciplinaria, desde un discurso holístico e integral que comprenda la crisis
socioecológica en términos de crisis civilizatoria y de apertura a un horizonte postcapitalista.
En suma, la crítica al Neoextractivismo y al Desarrollo que se ha pergeñado en la periferia globalizada,
en especial, en América Latina, resulta fundamental para entender las dimensiones locales y territoriales del
Antropoceno: en la medida en que los actores económicos y políticos dominantes –globales, regionales y
nacionales- continúan promoviendo modelos de desarrollo insustentables. En consecuencia, en tanto
diagnóstico crítico el Antropoceno conlleva necesariamente el cuestionamiento de las dinámicas actuales del
Desarrollo, que van configurando, como bien señala Ulloa “escenarios ambientales de la apropiación y el
despojo –escenarios asociados a cambio climático, biodiversidad, agua, petróleo, agronegocios, minería,
entre otros”34, en los cuales se superponen y escalonan secuencialmente lo global y lo local.
33Bonneuil, C. y Fressoz, J. B. (2013). L'Evénement Anthropocène. La Terre, l´histoire et nous. Seuil, París.
34Ulloa, A. (2017). Dinámicas ambientales y extractivas en el siglo XXI: ¿Es la época del Antropoceno o del Capitaloceno
en Latinoamerica?, Desacatos, mayo-agosto, pp. 58-73, p.68.
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35 Svampa, M. (2018b). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina. Conflictos socioambientales, giro
ecoterritorial y nuevas dependencias. México, Calas, Universidad de Guadalajara. El neoextractivismo contemporáneo
refiere así a un modo de apropiación de la naturaleza y un modelo de desarrollo basado en la sobre-explotación de bienes
naturales, cada vez más escasos, en gran parte no renovables, así como a la expansión de las fronteras de explotación
hacia territorios antes considerados como improductivos desde el punto de vista del capital. Véase los aportes de Gudynas,
E. (2009). “Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo”, en: AAVV. Extractivismo, Política y Sociedad, pp. 187-225.
CAAP, CLAES, Quito; Acosta, A. (2012). Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición, en Ecoportal.
Disponible en: https://www.ecoportal.net/temas-
especiales/mineria/extractivismo_y_neoextractivismo_dos_caras_de_la_misma_maldicion/; Machado Aráoz, H. (2012).
Naturaleza mineral. Una ecología política del colonialismo moderno, Tesis para optar por el título de Doctor de Ciencias
Humanas, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Argentina; Svampa, M. (2013). Consenso de
los Commodities y lenguajes de valoración en América Latina, Nueva sociedad. 244: pp. 30-46. Disponible en:
http://nuso.org/articulo/consenso-de-los-commodities-y-lenguajes-de-valoracion-en-america-latina/; Terán Mantovani, E.
(2016). Las nuevas fronteras de las commodities en Venezuela: extractivismo, crisis histórica y disputas territoriales,
Ciencia Política. 11(21): pp. 251-285.
36 Consúltese https://www.theguardian.com/environment/ng-interactive/2017/jul/13/ the-defenders-tracker y
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2018/02/02/asesinan-a-cerca-de-200-defensores-del-medio-ambiente-en-2017-
global-witness-5318.html.
37 Escobar, A. (2000). El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar: ¿globalización o postdesarrollo?, en: Lander. E.
(comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas, pp. 68-87. Buenos
Aires, CLACSO. Disponible en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D1341.dir/7_escobar.pdf
38 Gudynas, E. (2012). "Desarrollo, extractivismo y buen vivir. Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América
Latina: Una breve guía heterodoxa", en Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Más allá del
desarrollo, Editorial Fundación Rosa Luxemburgo/Abya Yala, Quito-Ecuador; Acosta A. y Brandt, U. (2017). Salidas del
laberinto capitalista. Decrecimiento y Postextractivismo. Icaria, Madrid. Destacamos especialmente el Grupo Permanente
de alternativas al Desarrollo, impulsado por la Fundación Rosa Luxemburgo, e integrado principalmente por intelectuales
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aportan un diagnóstico crítico sobre el capitalismo actual, desde un enfoque más global, entendido éste como
una crisis socioecológica de alcance civilizatorio. Ambas constituyen el punto de partida para pensar la
transición, esto es, horizontes de cambio y alternativas civilizatorias, basadas en otra racionalidad ambiental,
diferente de la visión puramente economicista, que impulsa el proceso de mercantilización de la vida, en sus
diferentes aspectos. Ambos plantean como base otra episteme, pues cuestiona aquellas visiones
antropocéntricas que conciben al ser humano como autónomo y alguien exterior a la Naturaleza o por encima
de ella39.
Desde el punto de vista de las prácticas, la transición tiende a pensarse desde nuevas formas de habitar
el territorio, algunas de las cuales se hallan en ciernes, otras vigentes, al calor de las luchas y las resistencias
sociales que asumen un carácter anticapitalista. Ciertamente, para revertir la lógica del crecimiento infinito
que acelera la devastación del planeta, es necesario explorar y avanzar hacia otras formas de organización
social, basadas en la reciprocidad y la redistribución, que coloquen importantes limitaciones a la lógica de
mercado. Desde América Latina y en el Sur, existen numerosos aportes y ensayos desde la economía social
y solidaria, cuyos sujetos sociales de referencia son los sectores más excluidos (mujeres, indígenas, jóvenes,
obreros, campesinos), cuyo sentido del trabajo humano es producir valores de uso o medios de vida. Existen
una pluralidad de experiencias de autoorganización y autogestión de los sectores populares ligadas a la
economía social y el autocontrol del proceso de producción, de formas de trabajo no alienado, otras ligadas
a la reproducción de la vida social y la creación de nuevas formas de comunidad. Por ejemplo, en un país tan
sojizado como la Argentina se crearon redes de municipios y comunidades que fomentan la agroecología,
proponiendo alimentos sanos, sin agrotóxicos, con menores costos y menor rentabilidad, que emplean más
trabajadores. Se expande así un archipiélago de experiencias que apunta a un nuevo entramado
agroecológico, al margen del gran continente sojero que hoy aparece como el modelo dominante, basado en
el cultivo transgénico para la exportación. Aunque se trata de experiencias modestas, de carácter local y
limitado, siempre acechadas por la vulnerabilidad, la posibilidad de cooptación, la auto-organización y la
cooperación van dejando su huella a través de la creación de un nuevo tejido social, un abanico de
posibilidades y experiencias que es necesario explorar y potenciar.
Por otro lado, estas formas de habitar van acompañadas de una nueva narrativa político-ambiental,
asociada a conceptos horizonte, como Buen Vivir, Derechos de la Naturaleza, Bienes Comunes, Bienes
Comunes, Ética del Cuidado, entre otros. Todos estos conceptos se apoyan en la defensa de lo Común, una
de las claves en la construcción de un nuevo paradigma emancipatorio para los movimientos sociales, que
recorre experiencias de los países centrales, donde la lucha en defensa de lo común se define hoy en contra
de las políticas de ajuste y privatización (el neoliberalismo) y en contra de la expansión de las energías
extremas (fracking), como los países periféricos, donde ésta se define sobre todo contra las diferentes y
múltiples formas del neoextractivismo desarrollista40.
y activistas de América Latina, entre ellos Alberto Acosta, Edgardo Lander, Miriam Lang Horacio, Machado Araoz,
Elizabeth Peredo, Emiliano Terán Mantovani, esperanza Martínez, Luis Tapia, Ulrich Brand, y la autora de este trabajo,
entre otros. En una línea similar, se inserta el trabajo de la iniciativa Alternativas Sistémicas, coordinada por Focus on the
Global South de Asia, Attac de Francia y Fundación Solón de Bolivia: AAVV (2017). Alternativas Sistémicas. Solon, Attac
France y Focus on the Global South, La Paz, Bolivia.
39 Asimismo, pensar la transición y salida del patrón actual de desarrollo implica elaborar alternativas integrales y
sistémicas, lo que excede el neoextractivismo dominante –en términos de modo de apropiación de la naturaleza y modelo
de acumulación- para abarcar los patrones de circulación y de consumo dominantes.
40 Asimismo, en Europa, en el marco de una crisis no solo política y económica, sino también cultural, reapareció la idea
de Decrecimiento, que había sido lanzada hacia los años 70, y la cual parece estar llamada a tener una suerte de segunda
vida. Lejos de la literalidad con la que algunos asocian el concepto de Decrecimiento (leído simplemente como la negación
del crecimiento económico), el léxico experiencial desarrollado en Europa en las últimas décadas profundiza el diagnóstico
de la crisis sistémica (los límites sociales, económicos y ambientales del crecimiento, ligados al modelo capitalista actual)
y abre el imaginario de la descolonización a una nueva gramática social y política, Véase Acosta A. y Brandt, U. (2017).
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Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y Postextractivismo. Icaria, Madrid, en la que se destacan diferentes
propuestas y alternativas: auditoria de la deuda, desobediencia, ecocomunidades, horticultura urbana, indignados, reparto
del trabajo, monedas sociales. Por ejemplo, en el marco de la transición energética, se vienen impulsando las “transition
towns”, un movimiento pragmático en favor de la agroecología, la permacultura, el consumo de bienes de producción local
y/o colectiva, el decrecimiento y la recuperación de las habilidades para la vida y la armonía con la Naturaleza. Nacido en
Irlanda en 2006, este movimiento apunta a crear sociedades más austeras, utilizando energías limpias y renovables, con
un fuerte aumento de la eficiencia energética. Las comunidades en transición buscan generar resiliencia social contra el
progresivo colapso social provocado por el cambio climático, el agotamiento de los combustibles fósiles y de la degradación
de los regímenes políticos.
41 Descola, P. (2005). Más allá de naturaleza y cultura. Amorrortu, Buenos Aires.
42 Viveiros De Castro, E. (2008). El cascabel del Chaman es un acelerador de partículas, en: Viveiros De Castro, E. La
mirada del jaguar. Introducción al perspectivismo amerindio. Tinta Limón, Buenos Aires.
43 Ídem ant., p. 39.
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Como sostiene Arturo Escobar: “Antropólogos, geógrafos y ecologistas políticos han demostrado con
creciente elocuencia que muchas comunidades rurales del Tercer Mundo "construyen" la naturaleza de
formas impresionantemente diferentes a las formas modernas dominantes: ellos designan, y por ende utilizan,
los ambientes naturales de maneras muy particulares. Estudios etnográficos de los escenarios del Tercer
Mundo descubren una cantidad de prácticas -significativamente diferentes- de pensar, relacionarse, construir
y experimentar lo biológico y lo natural”44. Estas “ontologías relacionales”, como las denomina Escobar 45
siguiendo a los antropólogos Mario Blaser y Marisol de la Cadena, tienen al territorio y sus lógicas comunales
como condición de posibilidad. La interrelación genera espacios de sinergia entre el mundo de hombres y
mujeres con el resto de los otros mundos que circundan el mundo de los humanos. Esos espacios se
materializan en prácticas, se manifiestan como montañas o lagos, aunque se entiende tienen vida o son
espacios animados, que por supuesto resulte difícil demostrarlo desde la visión del positivismo europeo 46.
A la hora de repensar el vínculo sociedad/naturaleza desde una perspectiva relacional, también la ética
del cuidado y el ecofeminismo abren otras vías posibles. Sus aportes pueden ayudarnos a reelaborar los
vínculos entre lo humano y lo no-humano, a cuestionar la visión reduccionista basada en la idea de autonomía
e individualismo. Ciertamente, la ética del cuidado ofrece otra puerta de entrada al colocar en el centro la
noción de interdependencia, lo que en clave de crisis civilizatoria debe ser leída como ecodependencia. La
universalización de la ética del cuidado, como afirma Carol Gilligan47 abre a un proceso de liberación mayor,
no solamente de liberación feminista, sino de toda la humanidad. Lo dicho aparece reflejado en el
involucramiento cada vez mayor de las mujeres en las luchas contra el neoextractivismo y sus diferentes
modalidades. Se trata de feminismos populares, nacidos en los márgenes de la sociedad, vinculados a las
clases subalternas, que en su devenir mismo van tejiendo una relación diferente entre sociedad y naturaleza,
en la cual el ser humano es comprendido como una parte de ella. Desde el discurso y la acción, los
feminismos populares proyectan una comprensión de la realidad humana a través del reconocimiento con los
otros y con la Naturaleza. Por otro lado, en su carácter procesual, que va de lo público a lo privado, estas
luchas conllevan también un cuestionamiento del patriarcado, en tanto modelo de dominación de un género
sobre otro, basado en una matriz binaria y jerárquica. En esa dinámica nunca lineal, las mujeres van
descubriendo una “voz propia”, que conlleva tanto una fuerte identificación con la tierra y sus ciclos vitales de
reproducción, como también la desacralización del mito del Desarrollo y la construcción de una relación
diferente con la naturaleza. Asimismo, no pocas veces, esa “voz propia” cuestiona el patriarcado y sus
orígenes (indígenas u occidentales) y proponer recolocar el cuidado en un lugar central y liberador, asociado
a la condición humana.
En suma, en el Sur, muy especialmente en la región latinoamericana, al calor de las luchas en favor de
la vida y de los territorios, se han venido afirmando otros lenguajes de valoración, otros modos de
construcción del vínculo con la naturaleza, otras narrativas de la madre tierra, que recrean un paradigma
relacional basado en la reciprocidad, la complementaridad y el cuidado, que apuntan a otros modos de
apropiación y diálogo de saberes; a otras formas de organización de la vida social. Estos lenguajes se nutren
de diferentes matrices político-ideológicas, de perspectivas anticapitalistas, ecologistas e indianistas,
feministas y antipatriarcales, que provienen del heterogéneo mundo de las clases subalternas, y se articulan
con una rica reflexión proveniente del campo de las ciencias humanas y sociales, el de las ciencias de la
tierra, incluso el campo del arte, asociadas a las vanguardias estéticas. Estos lenguajes construidos desde
abajo constituyen los puntos de partida ineludibles en el proceso de construcción de otra convivialidad, de
otros modos de habitar la tierra.
44 Escobar, A. (2014). Sentipensar con la tierra. Nueve lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia. Unaula, Bogotá.
45 Idem ant.
46 Ídem ant., pp. 94-98.
47 Gilligan C. (2015). La ética del cuidado. Cuadernos de la Fundació Víctor Grífols i Lucas, Barcelona.
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El Antropoceno como diagnóstico y paradigma. Lecturas globales desde el Sur
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A MANERA DE CIERRE
Hasta hace pocos años se consideraba que América Latina se hallaba a contramano del proceso global
marcado por el aumento de las desigualdades sociales. Sin embargo, hacia el final del llamado superciclo de
los commodities (2013), los indicadores sociales y económicos muestran un panorama preocupante, luego
de más de diez años de crecimiento y de ampliación del consumo. Ciertamente, los gobiernos
latinoamericanos –sobre todo aquellos progresistas- aumentaron el gasto público social, lograron disminuir
la pobreza a través de políticas sociales y mejoraron la situación de los sectores de menores ingresos, a partir
de una política de aumento salarial y del consumo. Sin embargo, los progresismos latinoamericanos no
redujeron la desigualdad. Al no tocar los intereses de los sectores más poderosos, al no realizar reformas
tributarias progresivas, las desigualdades persistieron y en algunos casos se amplificaron. Así, desde una
mirada de más largo plazo, la expansión del neoextractivismo se tradujo por una serie de desventajas, que
echaron por tierra la tesis de las ventajas comparativas que durante el tiempo de las vacas gordas del
Consenso de los Commodities48 algunos supieron defender. Por un lado, el neoextractivismo no condujo a
un salto de la matriz productiva, sino a una mayor reprimarización de las economías, lo cual se vio agravado
por el ingreso de China, potencia que de modo acelerado se fue imponiendo como socio desigual en el
conjunto de la región latinoamericana. Al mismo tiempo, a partir de 2013, la creciente baja del precio de las
materias primas generó un déficit de la balanza comercial que impulsó a los gobiernos a contraer mayor
endeudamiento y a multiplicar los proyectos extractivos, entrando de este modo en una espiral perversa, que
conlleva la consolidación de un patrón primario-exportador dependiente y acentúa el proceso de violación de
derechos humanos.
Por otro lado, el vínculo entre neoextractivismo, acaparamiento de tierras y desigualdad se ha tornado
dramático. América Latina resulta ser no solo la región más desigual del planeta; es también la región con la
peor distribución de tierras a nivel global, a raíz del avance de los monocultivos y la desposesión, en beneficio
de grandes empresas, y latifundistas privados. En esta línea, el neoextractivismo produjo profundos impactos
en el ámbito rural, a través de los monocultivos, lo cual terminó por redefinir la disputa por la tierra, en contra
de las poblaciones pobres y vulnerables. Así, la expansión de la frontera agrícola se hizo en favor de los
grandes actores económicos, interesados en implementar cultivos transgénicos ligados a la soja, la palma de
aceite, la caña de azúcar, entre otros. Los datos de los censos agropecuarios de 15 países muestran que,
“en conjunto en la región, el 1% de las fincas de mayor tamaño concentra más de la mitad de la superficie
agrícola. Dicho de otro modo, el 1% de las fincas acapara más tierra que el 99% restante”49.
Por último, hay que recordar que América Latina ostenta otro triste ranking, pues es la región del mundo
donde se asesinan mayor cantidad de defensores de derechos humanos y activistas ambientales, siniestros
indicadores que se han recrudecido en los últimos diez años, al compás de la expansión de la frontera
extractiva y la criminalización de las protestas socioambientales. La apertura de un nuevo ciclo de violación
de los derechos humanos, pone de relieve la limitación de los modelos de gobernanza democrática
existentes; más aún, en un contexto de avance de gobiernos conservadores y de derecha, ponen de
manifiesto la retracción de las fronteras de derechos. Esto incluye tanto la violación de derechos políticos
básicos -derecho a la información, derecho a la manifestación, derecho a participar en las decisiones
colectivas (consultas, referéndums)-, así como de la violación los derechos territoriales y ambientales,
presentes en las constituciones, así como en la legislación nacional e internacional. La ecuación perversa
entre “más extractivismo, menos democracia”50, ilustra el peligroso desliz hacia el cierre político, vista la
https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2016-11-29/el-1-de-las-fincas-concentra-mas-del-50-de-la-
tierra-0.
50 Svampa, M. (2016). Debates Latinoamericanos. Indianismo, Desarrollo, Dependencia y Populismo. Edhasa, Buenos
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1315-5216; ISSN-e 2477-9555
Año 24, n° 84 (enero-marzo), 2019, pp. 33-54
51
Aires.
51 Después de Brasil (50 muertes), y de Filipinas (33), el tercero en el ranking es Colombia, con 26 asesinatos a defensores
ambientales en 2015. El listado regional incluye países como Honduras, Nicaragua, Panamá, México, Guatemala y Perú.
Así, a comienzos de 2012, en Panamá se registraron fuertes episodios de represión que costaron la vida de dos miembros
de la comunidad indígena Ngäbe Buglé. En Perú, durante el gobierno de Ollanta Humala (2011-2016)-, se produjeron 25
muertos en situación de represión, principalmente en la región de Cajamarca, donde los pobladores se movilizaron contra
el Proyecto Conga. En marzo de 2016 fue asesinada Berta Cáceres, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e
Indígenas de Honduras (COPINH), por las fuerzas represivas de ese país, por oponerse a una represa hidroeléctrica. En
enero de 2017 fue asesinada la feminista y activista contra la megaminerìa, Laura Vasquez Pineda, miembro de la Red de
Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario, de Guatemala. Según Global Witness, en 2016 y 2017, hubo 200
asesinatos a activistas ambientales, de los cuales el 60% se registró en América Latina.
52 Stengers, I. (2013). Cosmopolitiques. Civiliser les pratiques moderns, en: Stengers, I. y Drumm, T. Une autre science est
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