Potestad Administrativa
Potestad Administrativa
Potestad Administrativa
_________________________________
Prof. Iván Darío Pérez Rueda
C. I. V-04.454.602
ii
INDICE
CARTA ASESOR………………………………………………….…………….… ii
INDICE GENERAL......................................................................................... iii
INTRODUCCIÓN............................................................................................. 1
CAPITULO I.....…………………………………..………………………….......... 5
CAPITULO II…….…………………………………………………………………24
iii
Principio de tipicidad……………………………………….…….. 33
Principio de proporcionalidad…………………………………… 37
Principio de oportunidad……………………………………….... 38
Principio de presunción de inocencia………………………...… 39
Principio de prescripción…………………………………………. 41
Principio non bis in ídem………………………………………… 43
La culpabilidad……………………………………………….…… 44
CAPITULO III…………………………………………………………………...… 47
CAPITULO IV…………………………………………………………………….. 57
iv
Control de la actividad sancionatoria establecida LOCGRSNCF…….. 66
Características del procedimiento único para la
determinación de responsabilidades, imposición de multas
y formulación de reparos……………………………………….………... 66
Inconstitucionalidad de uno de los supuestos generadores
de responsabilidad administrativa……………………………………… 69
CONCLUSIONES………………………………………………………………… 76
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS…………………………………………... 79
v
INTRODUCCIÓN
En tal sentido, los órganos de control fiscal deben velar por la debida
utilización y conservación del patrimonio del ente al que pertenecen, y,
específicamente, ejercer el control posterior de la mencionada actividad, a
través de distintos mecanismos como son las auditorías financieras o de
gestión, inspecciones, fiscalizaciones e, incluso, tienen atribuidas potestades
investigación, lo que puede traer como consecuencia el inicio del
procedimiento para la determinación de responsabilidades para aquel o
aquellos a quienes se les demuestre la comisión de un hecho irregular de los
establecidos en la Ley.
2
los organismos o entes públicos, así como a los funcionarios y obreros al
servicio de órganos y entes públicos, bien sean municipales, estadales o
nacionales, centralizados o desconcentrados.
3
pruebas que comprobarán los hechos irregulares; el mismo será iniciado por
los órganos de control fiscal mediante auto motivado que se notificará a los
interesados y del cual se formará expediente. Este procedimiento se inicia
para la declaratoria de responsabilidad administrativa, la formulación de
reparos y la imposición de multas y está desarrollado en el Capítulo IV del
Título III de la Ley in examine.
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CAPITULO I
Sin embargo, señala la citada autora que dicha distinción puede considerarse
irrelevante, por cuanto dicha posición está enmarcada exclusivamente en el
ámbito de las relaciones intersubjetivas, omitiendo o minimizando toda
consideración sobre otros elementos que constituyen su objeto, tales como la
formación y la organización.
6
activa, consultiva y de control, la primera es aquella mediante la cual la
Administración Pública actúa para el logro de los fines públicos que le asigna
la Ley, bien emanando los correspondientes actos o ejecutando los ya
dictados (…). La actividad administrativa consultiva es aquella emanada
de los órganos consultivos o asesores para los de administración activa,
cuyo contenido son dictámenes, proposiciones, directivas, orientaciones, etc.
Normalmente el ejercicio de esta actividad, como es lógico, tiene un carácter
previo a la actividad administrativa activa, y se realiza a requerimiento de
los órganos activos, generalmente porque así lo dispone un esquema
normativo (…)
7
Ahora bien, la doctora Sansó esboza esta distinción realizada por el doctor
Peña Solís, con la diferencia de que además de las funciones anteriormente
citadas (actividad de gestión, realizada por la administración activa; actividad
de consulta o asesora, correspondiendo a los órganos de administración
consultiva; y, actividad de vigilancia o fiscalización, realizada por los órganos
de control), le agrega la actividad jurisdiccional, constituida por la que
desarrollan los órganos destinados a decidir los conflictos de intereses que
se plantean, bien entre los administrados o bien entre la Administración y
estos últimos.
8
Por otra parte, tal como ha sido señalado por Eduardo García de E. y Tomás
R. Fernández (1995), la legalidad otorga facultades de actuación, definiendo
cuidadosamente sus límites, apodera, habilita a la Administración para su
acción confiriéndola al efecto poderes jurídicos (…) la potestad no se genera
en relación jurídica alguna, ni en pactos, negocios jurídicos o actos o hechos
singulares, sino que procede directamente del ordenamiento.
9
La doctora Hildegard Rondón de Sansó (2000), distingue o clasifica en cinco
las diferentes potestades que desarrolla la Administración Pública, siendo
estas las siguientes: reglamentaria, revocatoria, disciplinaria, sancionatoria y
organizativa; nosotros, por razones del tema principal del presente trabajo,
estudiaremos más a fondo la potestad sancionatoria.
La potestad reglamentaria
(…)
10
conformidad con la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela y las leyes.
La potestad revocatoria
11
para su validez. Esta potestad también es puesta en práctica por el aparato
administrativo, cuando, por razones de mérito o conveniencia de la
Administración o por interés público necesiten dejar sin efecto el acto bajo
revisión.
La potestad disciplinaria
12
reglamentos y normas tendentes a regular la conducta de los funcionarios
públicos.
La potestad sancionatoria
La potestad organizativa
13
proceden del Poder Legislativo y, finalmente, por las normas secundarias o
de rango sub-legal, que proceden de la Administración; señalando, además,
que esta concepción es la que más se acerca a las exigencias del Estado de
Derecho.
14
Para el doctor Peña Solís (2005), la potestad sancionatoria administrativa es
la situación de poder originada en una norma expresa de la Constitución que
faculta a la Administración Pública para infligir un mal a los ciudadanos, que
en términos generales no se traduce en privación de la libertad, cuando éstos
infrinjan una orden o prohibición definida en una norma legal, previa
determinación de la culpabilidad del imputado, mediante el debido
procedimiento administrativo.
Por otra parte, el profesor Alejandro Nieto (2002) expresa además que el
haz de facultades que comprende el ejercicio de la potestad sancionatoria de
la Administración serían tres; en primer lugar estaría la facultad de
establecimiento previo de las infracciones y las sanciones con carácter
genérico; en segundo lugar la facultad de imposición, que consistiría en la
determinación de las infracciones y de los infractores concretos así como en
la imposición de sanciones.
15
Potestades regladas y potestades discrecionales
16
Asimismo, Gordillo (1998), sostiene que la actividad administrativa debe ser
oportuna en la realización del interés público, pero esa conveniencia es así
en algunos casos especificada por la norma, y en otros, dejada a la
apreciación del funcionario. En un caso es la norma y en otro es el órgano
actuante el que aprecia la oportunidad de la medida a tomarse”.
17
En tal sentido, García de Enterría y Fernández (1995), señalan que esa
estimación subjetiva de la propia Administración con la que se completa el
cuadro legal que condiciona el ejercicio de la potestad o su contenido
particular. (…) esa estimación subjetiva no es una facultad extra-legal, que
surja de un supuesto poder originario de la Administración, anterior o
marginal al Derecho; es, por el contrario, una estimación cuya relevancia
viene de haber sido llamada expresamente por la Ley que ha configurado la
potestad y que se ha atribuido a la Administración justamente con ese
carácter.
Por otro lado, nos conseguimos que también con este juego de azar, la
propia administración puede ser víctima, ya que en cuanto a la potestad
sancionatoria que no sea aplicada con igualdad, sino discrecionalmente,
18
obligatoriamente quedarían faltas sin sancionar, o no sancionadas
suficientemente; es aquí donde la doctrina ha hablado de injusticia para con
los particulares que son sancionados por cierta falta cometida, mientras que
en otros casos de sujetos incursos en las mismas faltas no llegan a ser
sancionados.
A este respecto el autor español Alejandro Nieto (2002) observa que sólo
una mínima parte de las infracciones que se cometen llegan a ser
castigadas: (…). Para justificar este hecho (…) han acudido los autores a las
explicaciones más variadas: (…). Más moderna y más sencilla parece, con
todo, la explicación dogmática a través de la discrecionalidad, sostenida ya
por Borsi (…). En cualquier caso, el nombre técnico más usual para designar
el ejercicio facultativo de la potestad es el de la “oportunidad”.
19
Sostener, por tanto, el carácter obligatorio supondría multiplicar por cien o
por mil el número de funcionarios y ni aun así. Ad impossibilia nemo tenetur:
el Derecho se detiene ante las puertas de lo imposible. (2002).
20
Los autores en comento expresan que lo cierto es que la potestad
sancionadora de la Administración es reglada en aquellos supuestos en que
una norma previa delimita la conducta administrativa, de manera que la
Administración no puede actuar con criterios de oportunidad sino que está,
inexorablemente, obligada a sancionar, limitándose a aplicar la Ley a la
conducta sancionable. Por el contrario, es discrecional cuando queda a
criterio de la Administración incriminar o no el hecho por razones de
oportunidad, conservando un margen de iniciativa. En este supuesto, la
Administración ejerce su potestad sancionadora cuando lo estime
conveniente sin estar obligada a iniciar el expediente a instancia de parte, lo
cual, no quiere significar, que la actividad administrativa sea libre y carezca
de control pues se haya limitada por el interés público”.
21
Respecto a las limitaciones que tiene la potestad discrecional es
reconfortante traer las palabras del profesor Gordillo (1998), quien ha
señalado que “en ningún momento se puede pensar actualmente que una
porción de la actividad administrativa pueda estar fuera o por encima del
orden jurídico, y es por ello que se enuncian una serie de principios de
derecho que constituyen una valla a la discrecionalidad administrativa; estos
límites a la discrecionalidad se diferencian de las facultades regladas en que
constituyen por lo general limitaciones más o menos elásticas, vagas,
imprecisas, necesitadas de una investigación de hecho en el caso concreto a
fin de determinar su transgresión, al par que la violación de las facultades
regladas es usualmente más clara, al resultar de la mera confrontación del
acto con la norma legal.
22
En definitiva, podemos agregar que la discrecionalidad es un mal necesario,
pues la Administración no puede, en su actuar ordinario, estar amarrada a
una legalidad estrictamente escrita; tiene, en muchos casos –si no en todos-
que entrar en juego la racionalidad del funcionario público, y hacer juicios de
valor. Así muy bien lo dijo la profesora Rondón (2000), al señalar que la
Administración [sin la discrecionalidad] sería una ejecutante autómata que se
limitaría a atender prescripciones tal como un farmaceuta que elabora la
fórmula contenida en el récipe del médico.
23
CAPITULO II
25
cumplirse para llegar a un fin determinado, el procedimiento administrativo se
endereza a la satisfacción del interés general y es, por tanto, el vehículo
formal mediante el cual se ejercita la función administrativa.
Ahora bien, según la doctora Urosa Maggi (2007) las características básicas
de los actos que conforman el procedimiento administrativos serían la
pluralidad, en atención a lo cual confluyen en el procedimientos múltiples
actos jurídicos que, si bien se dirigen a un mismo fin, cada uno cumple una
función específica; individualidad, pues cada uno de estos actos conserva
íntegra su singularidad; temporalidad, pues este conjunto de actos
secuenciales se proyectan en un concreto marco temporal a través de una
determinada estructura o disposición secuencial; coordinación, desde que el
desarrollo secuencial implica la causalidad y dependencia de cada acto
respecto del anterior (…); progresividad, pues es necesaria la ordenación
de los actos del procedimiento en distintas etapas o fases procedimentales
que se desarrollan según un orden lógico, de manera progresiva y
preclusiva, hasta la consecución del acto administrativo definitivo (…)
instrumentalidad, en tanto que los distintos actos y fases procedimentales
no tienen un fin en sí mismos, sino que se avocan todos a la consecución de
un determinado fin, que es el que corresponda a cada procedimiento
administrativo.
26
Administrado. Imputado
En este punto hay que resaltar, que este individuo puede ser, incluso, un
empleado de la propia Administración. Aquí estaríamos en presencia de la
denominada por la doctrina relación especial de sujeción.
Esta relación particular está referida a una relación laboral en la que una de
las partes –el patrono- es un ente de la Administración Pública; estando el
funcionario inmerso en una serie de regulaciones que trascienden la esfera
laboral ordinaria; pero, también, estando protegido de un modo singular en
su estatus laboral.
27
de la policía administrativa, sino a las normas que rigen en concreto el
Organismo (…) a que pertenece”.
Por otra parte, también se ha hecho mención, del llamado imputado, en este
sentido, es de hacer notar que la Ley Orgánica de la Contraloría General de
la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal, se refiere al interesado
o administrado –sea éste funcionario, obrero al servicio de la Administración
o particular- como imputado; es decir, la persona que en algún momento
pueda ver comprometida su responsabilidad en un procedimiento
administrativo de orden fiscal, sustanciado por cualquiera de los órganos de
control fiscal –interno o externo- puede ser llamada imputado a la luz de la
mencionada ley, ya sea en el propio procedimiento de investigación o, con
mayor razón –a nuestro modo de ver- en el procedimiento posterior a la
misma, denominado procedimiento administrativo para la determinación
de responsabilidades.
Ahora bien, una vez definidos tanto el procedimiento como los sujetos que
actuarían en el mismo, esbozaremos de seguidas los principios que deben
regir este procedimiento, con la finalidad de asegurar la defensa y protección,
tanto del administrado o imputado, como del propio órgano o ente de la
Administración.
Principio de Legalidad
28
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(G.O. Nº 5.453 Ext. del 24 de marzo de 2000)
29
públicas, deben, para el desempeño de las mismas, adecuar sus actuaciones
o procedimientos a la Constitución y a las leyes de la República. Éstos sólo
pueden conducirse enmarcados dentro de esa esfera de actuación que les
impone el bloque de la legalidad.
Por otra parte, señala la doctora Hildegard Rondón de Sansó (1994) respecto
al principio de legalidad que es aquel en virtud del cual la actividad
administrativa ha de ceñirse a los condicionamientos de la ley, obliga así a la
Administración a someterse en sus declaraciones a las modalidades
extrínsecas que ella le señala (legalidad formal) y a llenar los requisitos que
ella establece (legalidad sustancial).
30
En fin lo importante, para el presente estudio, es conocer y entender que la
Administración Pública o los órganos y entes que desarrollan funciones
públicas, deben adecuar su actividad a la Constitución, las leyes, los
reglamentos y normativas internas. Así, la legalidad administrativa implica el
sometimiento de la Administración a la regla de derecho preexistente, tanto
exógena, esto es, la que le es impuesta desde afuera por la Constitución y la
ley, como endógena, constituida por la que emana de su propio seno.
(Hildegard Rondón, 2000).
31
en cuanto beneficien al reo o rea, conforme a la ley vigente para
la fecha en que se promovieron.
(…)
32
En definitiva, las leyes que establezcan infracciones y/o sanciones
administrativas no deben, en principio, ser aplicadas al caso concreto con
carácter retroactivo, únicamente en los casos que éstas les sean favorables
al administrado o imputado se procede de forma excepcional a aplicarse la
ley que haya entrado en vigencia con posterioridad a la comisión del hecho
irregular, ya sea, por ejemplo, porque la ley posterior disminuyó la sanción, o
porque el hecho configurado en la norma anterior haya perdido el carácter
ilegal, es decir, haya sido despenalizado, etc.
Principio de Tipicidad
Tal como lo ha señalado Nieto (2002) las notas dominantes del ordenamiento
jurídico represivo son: la exigencia de reserva legal y el mandato de
tipificación, los cuales conforman el principio de legalidad.
33
Para Eduardo García de Enterría y Tomás Fernández (1995) la tipicidad es,
pues, la descripción legal de una conducta específica a la que se conectará
una sanción administrativa. La especificidad de la conducta a tipificar viene
de una doble exigencia: del principio general de libertad, sobre el que se
organiza todo el Estado de Derecho, que impone que las conductas
sancionables sean excepción a esa libertad y, por tanto, exactamente
delimitadas, sin ninguna indeterminación; y, en segundo término, a la
correlativa exigencia de la seguridad jurídica (…), que no se cumplirá si la
descripción de lo sancionable no permitiese un grado de certeza suficiente
para que los ciudadanos puedan predecir las consecuencias de sus actos
(lex certa).
Peña Solís (2005) por su parte, señala que la garantía material de tipificación
es una consecuencia necesaria de los principios de libertad y seguridad
jurídica, lo que en términos operacionales crea la obligación del Estado de
definir previamente una ley, los comportamientos que se reputan prohibidos
a los ciudadanos, e igualmente a enumerar las sanciones aplicables a los
que incurran en dichos comportamientos.
34
Es evidente, por tanto, que el principio de tipificación comporta dos
mandatos; en primer lugar, se refiere a la tipificación o establecimiento previo
de los actos o hechos que se considerarían infracciones o ilícitos
administrativos, y, en segundo lugar, las sanciones aplicables.
Ahora bien, podemos concluir que las infracciones administrativas, así como
las sanciones aplicables como consecuencia de las primeras deben
obligatoriamente existir en nuestro conglomerado legislativo vigente, y esta
existencia debe ser anterior al hecho que se pretende configurar como ilícito
administrativo; en consecuencia, si no está en ninguna norma de rango legal
previamente establecido el hecho irregular, éste no podrá refutarse como
infracción y deberá, por consiguiente, declararse la absolución, pues, de lo
contrario, se estaría menoscabando el Estado de Derecho y la seguridad
jurídica de los administrados.
35
este sentido, Nieto (2002) ha hablado sobre la falta de tipificación de los
hechos, lo cual ocurre cuando –en la fase de aplicación de la norma- el
hecho concreto imputado al autor, no se corresponde exactamente con el
descrito previamente en la norma. Sigue señalando el referido autor que,
resulta materialmente imposible descubrir en la norma con absoluta precisión
los hechos declarados infracción. De aquí que frecuentemente la
correspondencia no sea “exacta” por exceso o por defecto o por alteración de
elementos.
En cuanto a esta disyuntiva, Nieto (2002) sostiene que existen dos reglas
hermenéuticas, que deben regir cuando el funcionario deba decidir si el
hecho se debe subsumir o no en la norma abstracta, estas reglas son: la
analogía no es lícita y, no cabe la subsunción de hechos concretos en los
que falte algún elemento “esencial” del tipo. A partir de aquí empieza la
prudencia del operador jurídico y el control jurisdiccional casuístico de sus
decisiones.
36
Sansó explica ciertas consecuencias de la tipicidad, siendo esta, según la
autora, la aplicación estricta del principio de legalidad, estas son: a) sólo es
sancionable la conducta predeterminada por una norma; b) sólo constituye
sanción la pena contemplada en la norma; c) la interpretación de la norma no
puede ser amplia sino restringida, es decir, limitada a los lineamientos
trazados por el legislador; d) los supuestos y las penas contenidas en la
norma no admiten aplicación analógica; y e) la rigidez de los principios
aplicados implica la calificación de la materia como de orden público con
todas las consecuencias que de ello derivan.
Principio de Proporcionalidad
37
autoridad administrativa, ésta –la Administración Pública- no puede ser
arbitraria y aplicar medidas desproporcionadas, debe existir proporcionalidad
entre la decisión que se tome y el supuesto de hecho, es decir, las sanciones
han de ser siempre proporcionadas a los fines que las justifican y a los
hechos que las motivan (Araujo, 1998).
Principio de Oportunidad
38
De acuerdo a lo señalado por Nieto (2002), frente al principio de legalidad,
que implica el deber de perseguir y sancionar las infracciones, el principio de
oportunidad establece la posibilidad o permisibilidad de poner en marcha
tales consecuencias jurídicas. O lo que es lo mismo: la Administración no
está obligada por ley a castigar sino que simplemente se le autoriza a
hacerlo.
39
exista menor duda, en el ámbito del derecho Administrativo Sancionador. En
efecto, este principio no puede entenderse reducido al estricto campo del
enjuiciamiento de conductas presuntamente delictivas, sino que debe
considerarse también de aplicación dentro del procedimiento administrativo
sancionador, por constituir manifestaciones del ordenamiento punitivo del
Estado.
Para Peña Solís (2005) la Administración Pública está obligada, a los fines
de respetar el derecho de presunción de inocencia, antes de sancionar a un
administrado o imputado, a observar lo siguiente: 1) demostrar que la
sanción está fundada en medios probatorios tanto de la conducta
incriminada, como de su culpabilidad; 2) aceptar que en su carácter de
acusadora a ella corresponde exclusivamente la carga de la prueba, y que en
consecuencia se configura una interdicción insalvable para exigir al
administrado que pruebe su inocencia y; 3) aceptar que cualquiera
insuficiencia derivada de la actividad probatoria, debe obligarla a proferir una
decisión absolutoria.
40
continúa señalando el referido autor, (…) el principio de presunción de
inocencia no puede entenderse reducido al estricto campo del enjuiciamiento
de conductas presuntamente delictivas, sino que debe también entenderse
de absoluta aplicación dentro de procedimiento administrativo sancionador,
pues ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del Estado.
Principio de Prescripción
41
que incide en que aquél considere extinguida la responsabilidad criminal y
por consiguiente, el delito y la pena” (Morillas, 1991, citado por Nieto, 2002).
42
expresamente las causales que producirían la interrupción de la prescripción,
estas son: 1. Por la información suministrada al imputado durante las
investigaciones preliminares, conforme a lo previsto en el artículo 79 de esta
Ley; 2. Por la notificación a los interesados del auto de apertura del
procedimiento para la determinación de responsabilidades, establecido en
esta Ley; y 3. Por cualquier actuación fiscal notificada a los interesados, en
la que se haga constar la existencia de irregularidades, siempre que se inicie
el procedimiento para la determinación de responsabilidades establecido en
esta Ley.
Este principio constituido por la voz latina non bis in idem, significa que una
persona no podrá ser sancionada por hechos por los cuales ya ha sido
previamente sancionada. Este principio encuentra su base constitucional en
el artículo 49, numeral 7, que a texto expreso dispone:
(…)
43
En este sentido, Araujo (1998), expresa que el principio “non bis in idem”,
aplicable en el Derecho Administrativo (…) implica la prohibición de la
imposición sucesiva o simultánea de más de una sanción administrativa por
el mismo hecho (…), salvo que el ordenamiento jurídico permita una dualidad
de procedimientos, y en cada uno de ellos, el enjuiciamiento y calificación se
hagan independientes, si resulta de la aplicación de normativas diferentes
(…), esto es, la aplicación en forma acumulativa de varias sanciones por un
mismo hecho, con carácter de principales o una de ellas accesoria (…).
La Culpabilidad
44
indiciado a través del dolo o culpa, en el sentido de probar que se ha
incumplido una obligación o un deber jurídico. En el campo del derecho
administrativo sancionador, la culpabilidad no opera como fundamento para
la imposición de sanciones administrativas, sino que se trata, más bien, de
un requisito indispensable para exigir la responsabilidad del ilícito cometido;
pues resultaría incomprensible que se impusieran sanciones a aquellos
sujetos que no han actuado en forma dolosa ni negligente.
Ahora bien, para conocer los límites que debe requerir el llamado principio de
culpabilidad, traeremos a colación palabras de Mir (1985), citado por
Alejandro Nieto (2002): En su sentido más amplio, el término “culpabilidad”
se contrapone al de “inocencia”. En este sentido, bajo la expresión “principio
de culpabilidad” pueden incluirse diferentes límites del ius puniendi, que
tienen en común exigir, como presupuesto de la pena, que pueda “culparse”
a quien la sufra del hecho que la motiva. Para ello es preciso, en primer
lugar, que no se haga responsable al sujeto por delitos ajenos: “principio de
personalidad de las penas”. En segundo lugar, no pueden castigarse formas
de ser, personalidades, puesto que la responsabilidad de su configuración
por parte del sujeto es difícil de determinar, sino sólo “conductas”, hechos:
“principio de responsabilidad por el hecho” exigencia de un “Derecho Penal
del Hecho”. Mas no basta requerir que el hecho sea materialmente causado
por el sujeto para que pueda hacérsele responsable de él; es preciso
además que el hecho haya sido “querido” (doloso) o haya podido “preverse y
evitarse” (que pueda existir culpa o imprudencia): “principio de dolo o culpa”.
Por último, para que pueda considerarse culpable del hecho doloso o
culposo a su autor ha de poder atribuírsele normalmente a éste, como
45
producto de una motivación racional normal: “principio de atribuibilidad” o de
“culpabilidad en sentido estricto”.
46
CAPITULO III
48
b) Paralela a la anterior se desarrolla una corriente que entiende –en un
curso similar pero más profundo- que los delitos atentan contra la Justicia
mientras que las infracciones administrativas atentan contra los intereses
generales, colectivos y públicos, que están al margen de la Justicia o, en
otras palabras, mientras que unos atentan contra un “bien jurídico”, las otras
lo hacen contra un “bien administrativo”.
Ahora bien, las tesis expuestas han sido desplazadas por otras más
novedosas, imponiéndose la tesis de la identidad ontológica de delitos e
infracciones: una idea todo lo discutible que se quiera, pero que ofrece, al
menos, la enorme ventaja de facilitar la aplicación casi automática del
49
avanzado Derecho Penal sobre el retrasado ámbito del Derecho
Administrativo Sancionador (Nieto, 2002).
50
Las sanciones pecuniarias, son aquellas cuya imposición implica el pago
de una suma de dinero por parte del sancionado (multa), la cual se traduce
en una afectación del patrimonio del infractor, manifestándose así su efecto
represivo. Esta –la multa- puede tener carácter de sanción administrativa
principal, o pueden revestir carácter de sanción administrativa accesoria.
Ahora bien, de cuerdo a Nieto (2002) existe una tesis de García de Enterría,
publicada en 1976, que cambió por completo el panorama doctrinal y que
dominó hasta hace muy poco el Derecho Administrativo Sancionador.
51
Esta clasificación divide entre las sanciones administrativas dictadas por la
Administración cuando está tutelando su organización y orden internos, y
otras sanciones dictadas cuando ésta tutele el orden social general.
Sin embargo, esta tesis –según comenta Nieto- ha caído en desuso por otra
tesis mas novedosa (Lozano, 1990) conforme a la cual la verdadera división
pasa por la presencia, o no, de relaciones de sujeción especial (sobre las
que tanto ha insistido el citado profesor).
Por otra parte, Araujo J. (1998) clasifica las sanciones atendiendo al fin
perseguido por la infracción –proteger el orden general de la sociedad o los
52
propios intereses administrativos-; por los posibles sujetos activos de la
infracción –todos los administrados en general o sólo aquellos sometidos a
una relación especial de sujeción-; por la diversidad de la sanción
propiamente dicha, es decir, por la consecuencia jurídica derivada de la
infracción –sanciones pecuniarias, privativas de libertad, rescisión de actos
favorables, etc.- (…) sanciones que se orientan a la protección del orden
general (potestad sancionatoria correctiva) y aquellas que se sitúan en un
cuadro complejo dentro de una relación especial (potestad sancionatoria
disciplinaria)”.
53
La responsabilidad disciplinaria de los funcionarios públicos se puede
definir como el sistema de consecuencias jurídicas de índole represivo que,
aplicable por la propia Administración Pública en ejercicio de poderes
inherentes, se imputa en el plano de la relación de función o empleo público,
a las conductas de agentes estatales violatorias de deberes o prohibiciones
exigibles, o impuestos, respectivamente, por las normas reguladoras de
aquella relación con el fin de asegurar, con inmediatez, el adecuado
funcionamiento de la Administración Pública.
54
Es una responsabilidad genérica, comprende a todos los ciudadanos.
Es solidaria, distinta a la penal que es personal.
El responsable administrativamente ejecuta voluntariamente la sanción,
la cual se agota en este acto, tiene carácter de una obligación civil.
A quien corresponde la imposición de la sanción es un órgano
administrativo; la sanción penal, es impuesta por un órgano jurisdiccional.
La revisión de la sanción administrativa se hace [en vía] administrativa y
jurisdiccional, la penal únicamente en la vía jurisdiccional.
La imputabilidad de las personas morales o jurídicas puede ejercerse en
la responsabilidad administrativa, no en la penal.
El delito penal admite la tentativa, el ilícito administrativo no.
En la responsabilidad administrativa cuando hay concurso de infracciones
las sanciones se aplican acumulativamente, esta forma de adición de las
penas se opone al sistema de absorción del derecho penal.
55
La participación de un organismo público que realice el procedimiento
para tal comprobación y decida sobre ese particular. De conformidad con
nuestro derecho positivo estas tareas le están atribuidas a la Contraloría
General de la República, a las Contralorías estadales y a las Contralorías
Municipales y las unidades de auditoría interna.
En cuanto al aludido procedimiento, el mismo será el establecido en la
Ley Orgánica de la Contraloría General de la República, sus
Reglamentos, general e interno, y las Resoluciones Organizativas
pertinentes dictadas por el Contralor.
56
CAPITULO IV
58
control fiscal, tal como lo tienen los órganos que ejercen funciones públicas,
los cuales sí deben tener un organismo contralor interno o externo,
dependiendo del caso.
En este sentido, los órganos de control fiscal deben velar por la debida
utilización y conservación del patrimonio del ente al que están adscritos; y,
específicamente, ejercer el control posterior de los mismos, a través de
distintos procedimientos como son las auditorías financieras o de gestión,
inspecciones o fiscalizaciones, e, incluso, a través de investigaciones.
59
demostrado que ha hecho caso omiso a alguna norma establecida por ley,
reglamento, normativa interna o acto administrativo, siempre que estén
referidos al control interno.
60
Presupuestos de los procedimientos establecidos en la LOCGRSNCF
61
En segundo lugar, el sujeto cuya responsabilidad se vea comprometida, de
acuerdo con las investigaciones del órgano de control fiscal, debe ser
funcionario u obrero al servicio de alguno de los entes u órganos a los que se
refiere el artículo 9 de la LOCGRSNCF, numerales 1 al 11, ya mencionado.
Además, este sujeto puede ser un particular (persona natural o jurídica) que,
de acuerdo a lo establecido en los artículos 52, 82 y 93 eiusdem,
administren, manejen o custodien recursos de cualquier tipo afectados al
cumplimiento de finalidades de interés público provenientes de los entes y
organismos señalados en el artículo 9, numerales 1 al 11, de la misma Ley.
62
C. El tercer presupuesto es el concerniente a la existencia de una decisión
que declare, expresamente, tal responsabilidad; la cual debe ser
pronunciada (…) por los titulares de los órganos de control fiscal o sus
delegatarios.
D. El cuarto y último presupuesto, es el atinente a la participación de un
organismo público que realice el procedimiento para tal comprobación y
decida sobre ese particular. De conformidad con nuestro derecho
positivo, estas tareas le están atribuidas a la Contraloría General de la
República y a los demás órganos integrantes del Sistema Nacional de
Control Fiscal: Contralorías estadales, distritales, municipales,
Contraloría General de las Fuerza Armada Nacional y las unidades de
auditoría interna de la Administración Pública, en los términos previstos
en la… [LOCGRSNCF]”.
63
particular que se encuentre en alguna de las situaciones planteadas en el
artículo 52 de la LOCGRSNCF, como a los funcionarios, empleados u
obreros de alguno de los entes señalados en el artículo 9 eiusdem.
Ámbito subjetivo.
Ámbito material.
64
potestades sancionatorias de naturaleza fiscal, los cuales ya hemos
señalado en la introducción del presente capítulo.
65
Control de la actividad sancionatoria establecida LOCGRSNCF
66
- La determinación de responsabilidad administrativa, de formulación de
reparos e imposición de multas está a cargo de los llamados órganos de
control fiscal, los cuales están definidos en el artículo 26 de la Ley
Orgánica de la Contraloría General de la República y del Sistema
Nacional de Control Fiscal , el cual reza: (…).
67
lo son la suspensión en el ejercicio del cargo sin goce de sueldo hasta por
veinticuatro meses, la destitución o la inhabilitación para el ejercicio de la
función pública hasta por quince años. Asimismo, los solicitantes alegaron
que el artículo impugnado viola el derecho a la defensa, ya que,
expresamente este artículo establece que el Contralor General de la
República determinará la sanción sin que medie ningún otro procedimiento.
68
de Control Fiscal, respecto del caso concreto, hasta cuando se sentencie la
pretensión principal de nulidad.
Finalmente, hay que comentar los votos salvados de los Magistrados Jesús
Eduardo Cabrera e Iván Rincón Urdaneta; el primero argumentó, entre otras
cuestiones, que en el caso de autos no estaban dados los requisitos
necesarios para acordar la cautela solicitada, pues no existe presunción de
que la amenaza de violación del derecho a la defensa sea cierta e inminente,
por lo que se debía negar la cautela solicitada y esperar el análisis del fondo
sobre el recurso de nulidad por inconstitucionalidad interpuesto. Por otra
parte el Magistrado Rincón disintió de la mayoría sentenciadora al indicar,
entre otros aspectos que la competencia otorgada por la norma impugnada al
Contralor General de la República para imponer las sanciones de marras, no
implica violación del derecho a la defensa de los recurrentes, habida cuenta
que la eventual aplicación de dichas sanciones deben estar adminiculadas
con la apertura de un procedimiento administrativo previo, tal como lo prevé
la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, a fin de que las partes
interesadas expongan todos los alegatos que estimen necesarios para la
defensa de sus intereses.
69
Ley Orgánica de la Contraloría General de la República
y del Sistema Nacional de Control Fiscal
(G.O. Nº 37.347 del 17 de diciembre de 2001)
(…)
70
artículo 7 de la Constitución, razón por la cual incurría en una transgresión
del principio de la supremacía constitucional y al debido proceso. Asimismo,
denunció, entre otras cuestiones, que la norma en cuestión, irrumpió contra
el precepto constitucional que establecía el requisito de la tipicidad- inherente
al principio de legalidad de las infracciones administrativas- toda vez que
dejó a juicio de la autoridad contralora, la definición de qué era el “acto,
hecho u omisión contrario a una norma legal o sublegal al plan de
organización, las políticas, normativa interna, los manuales de sistemas y
procedimientos que comprenden el control interno” y que tipificaban el hecho
sancionable.
71
del 30 de marzo de 2004, su constitucionalidad haciendo las siguientes
aclaratorias:
72
Administración de contar con los mecanismos coercitivos para cumplir
sus fines, ya que de lo contrario la actividad administrativa quedaría
vacía de contenido, ante la imposibilidad de ejercer el ius puniendi del
Estado frente a la inobservancia de los particulares en el cumplimiento
de las obligaciones que les han sido impuestas por ley, de contribuir a
las cargas públicas y a las necesidades de la colectividad. Vistas las
argumentaciones precedentemente expuestas, debe la Sala recordar
que la actividad administrativa, por su propia naturaleza, se encuentra
en un constante movimiento y evolución, suscitándose con frecuencia
nuevas situaciones y necesidades que no pueden ser en su totalidad
previstas por el legislador, estimándose por tanto que el sujetar la
actuación de las autoridades administrativas, a lo que prescriba
exclusivamente un texto de carácter legal, conllevaría indefectiblemente
a que la gestión pública se torne ineficiente e incapaz de darle
respuesta a las nuevas necesidades del colectivo. (…) Por lo cual el
numeral 29 del referido artículo 91, no resulta ambiguo, ya que de la
redacción del legislador se desprende que no está referido a un número
ilimitado de actos hechos u omisiones, sino que se circunscribe o limita
a aquellas actuaciones que resulten contrarias a una norma legal o
sublegal al plan de organización, las políticas normativas internas, los
manuales de sistemas y procedimientos dictados dentro del ámbito
del control interno con el propósito de salvaguardar el patrimonio
público y procurar la eficacia y legalidad de los procesos y operaciones
institucionales. (Negrillas de la autora).
73
una orden o prohibición, cuyo incumplimiento supone cabalmente la
infracción. Estas normas sustantivas constituyen, por ende, un pre-tipo,
que condiciona y predetermina el tipo de la infracción. Y por ello si se
quisiera ser riguroso, la descripción literal de un tipo infractor habría de
consistir en la reproducción de la orden o la prohibición del pre-tipo con
la advertencia añadida de la sanción que lleva aparejada su
incumplimiento. Por lo que la Sala desestima el alegato esgrimido por
el recurrente respecto a la inconstitucionalidad del numeral 29 del
artículo 91 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y en consecuencia se declara sin lugar el recurso ejercido.
Así se decide. (Negrillas de la autora).
Concluiremos aquí con palabras del profesor Peña Solís (2005) comentando
la sentencia aquí referida, en los términos siguientes: Frente a una sentencia
como la analizada, proveniente de la Sala Constitucional, cuyas
interpretaciones, no está demás recordar, de las normas y principios
constitucionales, tienen carácter vinculante, no queda mas que ejercer el
74
único control posible en el ordenamiento jurídico, especie de control difuso,
que no es otro que analizarla crítica y descarnadamente con la finalidad de
abrir espacios de discusión en los ambientes forenses y académicos, para
intentar que se produzca un proceso de reinterpretación del precepto
constitucional contenido en el artículo 49, numeral 6, que conduzca a
modificar el criterio, pues el contenido de la sentencia revela una seria
involución en la denominada tesis de la matización de los principios penales
en el ámbito del ejercicio de la potestad sancionatoria, que se traduce en la
práctica en un sacrificio de los mismos, en cuanto concierne a la garantía
material de la exigencia de la ley cierta (…).
75
CONCLUSIONES
76
especiales de poder; también se observa la supremacía en que la
Administración Pública se desenvuelve en relación con los administrados, y
que de allí deriva correlativamente la situación de sumisión de éstos frente al
ejercicio de la denominada policía administrativa.
Esta Ley relativamente nueva, tiene marcadas fallas sobre todo en materia
procedimental, lo cual ha dado lugar a numerosas confusiones en cuanto al
desarrollo de los procedimientos, tanto de investigación como de
determinación de responsabilidades.
77
también se han intentado, pero a las cuales no se hizo referencia por cuanto
no se referían a la materia sancionatoria, pero que acentúan aún más las
fallas presentadas.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón. (1995). Curso de
Derecho Administrativo. Séptima Edición. Tomo I. Madrid: Editorial Civitas,
S.A.
80
Peña Solís, José. (2005). La Potestad Sancionatoria de la Administración
Pública Venezolana. Caracas: Colección de Estudios Jurídicos N° 10.
Tribunal Supremo de Justicia.
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