Movimientos - Sociales y Contenciosos Marcela Velasco

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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

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CÓMO CITAR ESTA PUBLICACIÓN:


Arce, Moisés. 2017. “Protesta y movimientos sociales en Perú” Pp. 479-504 en Paul Almeida
y Allen Cordero Ulate, Eds., Movimientos Sociales en América Latina: Perspectivas,
Tendencias y Casos. Buenos Aires: CLACSO.

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20

Marcela Velasco*

MOVIMIENTOS SOCIALES CONTENCIOSOS


EN COLOMBIA, 1958-2014

En el sistema político contencioso de Colombia, las instituciones de-


mocráticas estables que sustentan las elecciones regulares y la par-
ticipación ciudadana han perdurado a pesar de una guerra implaca-
ble contra el pueblo, el Estado y a infraestructura económica. Estos
niveles de violencia, junto al fracaso en aliviar con eicacia las ne-
cesidades de una parte signiicativa de la población, han producido
una crisis humanitaria sin precedentes. Los movimientos sociales se
han formado en este contexto y reaccionan a él. Ellos confrontan la
democratización incompleta y la marginación económica, al tiempo
que exigen los derechos de distinta clases de personas. Colombia es
cultural, regional y económicamente diversa, y es el tercer país más
grande de América Latina, con 47 millones de habitantes. Es un país
con una renta media-alta, con un nivel de pobreza del 37% en 2012
–que disminuyó del 50% en 2002– y una gran desigualdad en la dis-
tribución de la riqueza con un coeiciente de GINI de 0,54 –por debajo
del 0,57 en 2002 (DNP, 2013).
Las protestas sociales en Colombia se han entendido como una
reacción a la ausencia de representación política y a la centralización

* Colorado State University, Fort Collins, EEUU.

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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

del poder (Santana, 1983; Leal, 1991), dejando al pueblo sin otra op-
ción que organizarse y protestar para incidir en las políticas (Urru-
tia, 1969). Los movimientos sociales también están motivados por
eventos internacionales como la Guerra Fría y la Revolución Cubana
(Archila, 2003a), o por las relaciones económicas dependiente con
los países capitalistas (Pécaut, 1973) que debilitan la economía co-
lombiana e inspiran movimientos nacionalistas. Los movimientos
también han respondido a las necesidades materiales extendidas,
empeoradas por las contradicciones de clase y la concentración de la
riqueza (Gilhodes, 1970; Zamosc, 1989), y por la generalización de las
creencias colectivas de que algo es injusto e inmoral (Archila, 2003b).
Este capítulo se basa en trabajos publicados con anterioridad
en los cuales, en general, he argumentado que la contención social
resulta del hecho de que los ciudadanos han obtenido suicientes de-
rechos y capacidades para organizarse, pero tienden a experimen-
tar la pérdida de los beneicios adquiridos, mientras que el Estado
ha desarrollado capacidades desiguales para implementar políticas,
brindar seguridad y proteger los derechos humanos (Velasco, 2007,
2011). En este trabajo diferencio los movimientos sociales de Colom-
bia de otras formas de política contestataria, los ciclos de protesta
actuales como telón de fondo del cambio de régimen, y brindo una
descripción amplia de los actores, motivos y tipos de acciones detrás
de las luchas del movimiento social.

LA POLÍTICA CONTENCIOSA EN COLOMBIA


Los movimientos sociales constituyen un tipo de política conten-
ciosa o de acciones públicas, colectivas como protestas o revolucio-
nes. Individuos de distinta categoría, políticamente marginados y
económicamente excluidos, así como grupos que buscan inluir en
las autoridades, recalan en mecanismos políticos disruptivos para
cambiar las actitudes públicas sobre un tema o para transformar la
política en general (McAdam et al., 2001). Además de los movimien-
tos sociales, la contención en Colombia incluye acciones guerrilleras
y paramilitares. Sin embargo, las guerrillas y los paramilitares son
violentos, tratan de derrocar el régimen y/o desaiar los límites cons-
titucionales (Almeida, 2008). En contraste, los movimientos sociales
encarnan la lucha abierta y pacíica de los ciudadanos por el cambio
social.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son
la organización guerrillera más grande y antigua, cuyos orígenes
se remontan a los grupos de autodefensa formados para proteger
las vidas y las tierras de los campesinos de las milicias privadas i-
nanciadas por los terratenientes durante La Violencia, el período de

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Marcela Velasco

violencia política partidaria entre 1948 y 1958 (Bushnell, 1993). En


1964, las FARC habían surgido como una guerrilla comunista cuyos
objetivos eran la reforma agraria y derrocar al régimen oligárqui-
co. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular
de Liberación (EPL) también aparecieron alrededor de esa época,
mientras que el Movimiento 19 de Abril (M-19) se formó en los años
70. Surgieron en diferentes partes del país, representando diferen-
cias programáticas e ideológicas, pero impulsaron abiertamente la
combinación de todas las formas de lucha para lograr sus objetivos
(Pizarro, 1992). Las guerrillas se inanciaron a través de la extorsión
y el secuestro de terratenientes regionales u otros grupos adinerados.
A ines de los 80, luego de que el Gobierno aumentara las aperturas
para la participación política, la mayoría de estos grupos perdió te-
rreno como alternativa política a un régimen oligárquico y cerrado.
El M-19 se desmovilizó y se convirtió en un partido político en los 90,
mientras que el EPL y el ELN acaso se debilitaron militarmente. Las
FARC se inanciaron a través de secuestros, gravámenes al narcotrá-
ico y el control de algunas economías locales.
En reacción a la expansión de las guerrillas, los paramilitares
se establecieron en los años 80 para proteger a los terratenientes y,
probablemente, para cubrir la incapacidad del Estado para contener
la subversión (Romero, 2000). Los paramilitares utilizaron el terror
para mantener en jaque a toda la población y reclamar –sin ningún
tipo de límite constitucional– partes del territorio del país para el Es-
tado o para las elites locales. Se puede catalogar a los paramilitares
como actores contenciosos, debido a que no gozan del apoyo de todas
las elites estatales, contravienen las políticas de Estado pluralistas o
inclusivas y sus acciones son inconstitucionales. Durante los años 90,
guerrilleros y paramilitares fueron responsables de graves violacio-
nes a los derechos humanos.
En comparación, los movimientos sociales, en general, realizan
sus reclamos mediante acciones simbólicas, públicas, comunitarias
y, casi siempre, no violentas (Archila, 2003a). Sin embargo, depen-
diendo del contexto, los movimientos sociales incitan la represión
estatal al producir episodios de violencia. Aunque son de naturaleza
contestataria, los movimientos sociales rechazan el uso deliberado
y premeditado de la violencia para lograr sus objetivos y emplean
canales institucionales formales de representación en combinación
con mecanismos informales (por ejemplo, protestas) para hacer sus
reclamos. Dado el contexto contestatario de Colombia, los movi-
mientos sociales se tomaron muchas molestias en caliicarse como
ejemplos de luchas “sociales”, “cívicas” o “civiles” para indicarles a
sus detractores que no son parte de las guerrillas.

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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

Las asociaciones de movimientos sociales suelen conectarse a la


oposición política, organizada programática e ideológicamente en di-
versos partidos como: el Partido Comunista, el M-19, el Movimiento
Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR) y la Alianza Social
Indígena, entre otros (Archila, 2003b). A principios de los años 2000,
la atomizada izquierda de Colombia fundó el Polo Democrático Alter-
nativo para uniicar a la oposición, organizar un bloque de votación
en el Congreso y juntar votos (Gutiérrez, 2006). Como toda asociación
de diferentes grupos políticos, el Polo trató de reunir a intelectuales,
partidos de la oposición y a un amplio espectro de delegaciones de
movimientos sociales. Aunque el Polo ha disfrutado del éxito electoral
en algunas regiones y en Bogotá, el partido no ha sido capaz de supe-
rar una serie de divisiones sectarias, incluyendo las relativas a la re-
lación entre la izquierda “democrática” y la “insurgente”. La división
más reciente del Polo dio lugar a una nueva corriente de izquierda
conocida como Progresistas.
Dado el estado de la política en Colombia, la ambivalencia acerca
de rechazar los conlictos armados como una manera de producir
un cambio político no solo es criticada por la izquierda democrática,
sino vista con recelo por la derecha violenta, que cree que la izquier-
da practica una “doble militancia” al respaldar tanto las facciones
de izquierda armadas como las cívicas. Esta ambivalencia pone en
peligro a todas las colectividades, como ocurrió con la Unión Patrió-
tica (UP), un partido de izquierda formado en los 80, cuyas ilas se
engrosaron con algunos militantes de las FARC y, por lo tanto, fue
atacado por los paramilitares que asesinaron a unos tres mil segui-
dores de UP (Delgado, 2008; Duque, 2012). Algunos partidos de dere-
chas también han demostrado tener nexos con grupos paramilitares
violentos y emplean la coerción para obligar a los electores a votar
por sus candidatos favoritos. Además han sido responsables, como
veremos a continuación, de perseguir y asesinar a los activistas de los
movimientos sociales.

MOVIMIENTOS SOCIALES Y RÉGIMEN POLÍTICO (1958-2014)


Los movimientos sociales están contenidos por dinámicas políticas
más amplias que afectan los recursos disponibles para organizar la
acción colectiva (Jenkins, 1995). Esta sección considera los principa-
les despliegues de la política colombiana entre 1958 y 2014 y los divide
en tres regímenes políticos: el Frente Nacional (1958-1974), el Período
de Transición (1975-1990) y el Periodo Neoliberal (1991-2014). Esta
historia política tiene una gran relevancia en el análisis de los elemen-
tos determinantes de la contestación social. La Gráica 20.1 resume
las acciones del movimiento social contra los diferentes regímenes

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Marcela Velasco

Gráica 20.1
Movimientos sociales y régimen político en Colombia (1958-2010)

1100 National Front Transitional Goverments Neoliberal Goverments


172 yearly average 471 yearly average 545 yearly average
1000

900

800
Social Movement Actions

700

600

500

400

300

200

100

0
1958
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
Fuentes: Datos de la protesta, 1958-1975 (Archila, 2003b); 1975-2010 (CINEP, 2013).

políticos y demuestra que la contención ha seguido una tendencia cre-


ciente a lo largo del tiempo.
Durante el régimen poco democrático del Frente Nacional, las
acciones contenciosas promediaron 172 por año, con la excepción de
1971, cuando se registraron 540 eventos como resultado de las ocu-
paciones de tierra generalizadas llevadas a cabo por los campesinos.
Entre inales de los 60 y principios de los 70, la cantidad de protes-
tas aumentó a medida que se extendía el descontento social por las
restricciones a la democracia. El Frente llevó al poder una coalición
de liberales y conservadores que representaba a los productores de
café, los industriales y los terratenientes (Palacios, 2001) y excluyó a
las instituciones políticas que favorecían los intereses de los grupos
subalternos (Archila, 1995). Las elites del partido compartieron el Go-
bierno para conciliar la lucha interpartidaria que derivó en numero-

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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

sas guerras civiles, impedir la organización independiente de la opo-


sición y frenar las medidas económicas populistas (cf. Kline, 1995).
No en vano, los cuatro principales grupos guerrilleros de Colombia se
formaron durante este período.
Los Gobiernos del Frente Nacional usaron el Estado de sitio para
reprimir la organización independiente de la sociedad civil (Archila,
2003b) y criminalizaron las huelgas en los sectores económicamente
estratégicos de comunicaciones, seguridad social y petróleo (Londo-
ño, 1989). Sin embargo, sancionaron medidas de modernización eco-
nómica y permitieron la representación de campesinos y trabajadores
en organizaciones corporativas controladas por el Gobierno, que lue-
go servirían como plataformas para la asociación independiente. No
obstante, las elites rurales conservadoras, descontentas, se opusieron
particularmente a las reformas agrarias del liberal Alberto Lleras
(1966-1970) y apoyaron al conservador Misael Pastrana (1970-1974),
que desanidó la reforma agraria y aseguró el poder de las elites rura-
les sobre los campesinos (Silva, 1989). Esta contrarreforma explica el
auge de las protestas en 1971, cuando las tomas campesinas de tierra
alcanzaron su punto máximo.
Las protestas alcanzaron un promedio de 471 durante los Go-
biernos de transición, cuando el Frente había terminado oicialmen-
te pero muchas de sus instituciones seguían funcionando. Recién en
1986, se formaría un gobierno después de elecciones competitivas
(Kline, 1995). Los Gobiernos de transición tendieron a aprobar re-
formas políticas que no lograron satisfacer las demandas populares,
aunque generaron grandes expectativas. La escalada de 1975 coincide
con el inicio de un nuevo Gobierno, que prometió reformas socioeco-
nómicas y mayor participación política, pero no pudo cumplir. Este
Gobierno se enfrentó a una ola de revuelta social sin precedentes, con
la represión de los activistas, pero también aprobó reformas econó-
micas beneiciosas. El liberal Julio César Turbay (1978-1982), segui-
damente, redujo las protestas al aumentar la represión y promulgar
el Estatuto de Seguridad de 1978, que incluía medidas severas para
detener, interrogar y procesar a civiles sospechosos de subversión o
narcotráico pero que se usó para perseguir toda forma de oposición
civil (Archila, 2003b). El conservador Belisario Betancur (1982-1986)
permitió elecciones locales e inició las conversaciones de paz con los
grupos guerrilleros, pero sus reformas se vieron limitadas por el ma-
gro desempeño económico y el aumento de la violencia. Las presiones
internacionales, como las procedentes de las estrictas políticas anti-
narcóticos de los Estados Unidos, exacerbaron el problema. Al mismo
tiempo, una ciudadanía politizada y cada vez más activa continuó
presionando por el cambio social y la liberalización política.

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Marcela Velasco

Este período terminó con una sensación generalizada de crisis


política, que la mayoría de los grupos políticos creía que solo po-
día abordarse mediante la redacción de una nueva Constitución. La
Constitución de 1991 sustituyó el documento conservador de 1886,
liberalizó la economía y democratizó la política. Fue negociada por
los partidos tradicionales, junto con representantes de movimientos
sociales y miembros de la oposición, en una Asamblea Constituyente.
La Constitución garantizó un Estado Social en el marco del Estado
de Derecho, que sigue los principios de una democracia económica y
política al favorecer la participación de diferentes actores sociales (cf.
Garay, 2002). Las protestas disminuyeron después de su ratiicación
en el corto plazo, pero los gobiernos posteriores experimentaron un
mayor número de protestas que las administraciones anteriores.
Se cifraron grandes esperanzas en que la Constitución produci-
ría un sistema político más inclusivo y democrático, pero esto fue, en
parte, desalentado por las reformas de mercado que aumentaron la
desigualdad (Garay, 2002) y el fracaso del Gobierno para atenuar los
efectos del conlicto armado. En los 90, en general, los pueblos protes-
taron contra las medidas de austeridad neoliberal diseñadas bajo los
lineamientos del Fondo Monetario Internacional para racionalizar el
gasto iscal mediante el incremento de los impuestos indirectos, el
recorte de los programas sociales, la privatización de las empresas
de servicios públicos, el aumento de las tarifas por servicios públicos
y la reducción de los presupuestos de las administraciones locales
(Ahumada, 2000). Mientras tanto, las protestas contra la violencia, el
desplazamiento y las violaciones de los derechos humanos continua-
ron sin cejar.
La contestación social llegó a su punto más alto durante el Go-
bierno de Álvaro Uribe (2002-2010), una administración que concen-
tró poder y aumentó la represión. Uribe, elegido por los colombianos
cansados de los abusos de la guerrilla, gozó de altos índices de apro-
bación y se esperaba que paciicara el país a cualquier costo. Modiicó
la Constitución para permitir su reelección, fusionó varios Ministe-
rios y estuvo implicado en un enfrentamiento con la Corte Suprema
de Justicia, el órgano encargado de investigar las relaciones entre el
Gobierno, los miembros del Congreso y los grupos paramilitares, que
ocasionó el arresto de 32 congresistas que forjaron alianzas e, inclu-
so, planearon crímenes de lesa humanidad junto a las fuerzas para-
militares (Valencia, 2007).1 Su Gobierno estuvo marcado por la co-
rrupción de alto nivel así como por violaciones masivas a los derechos

1 “Corte pide investigar a funcionarios del Gobierno por intentar deslegitimarla” en


Elespectador.com, 14 de agosto de 2008.

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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

humanos para mostrar resultados en su guerra contra la insurgencia,


que incluyeron las prácticas militares de matar civiles y procesar-
los como guerrilleros o esceniicar detenciones en masa de inocentes
acusados de subversión (Pachón, 2009). Como resultado, aumentó la
polarización, y también lo hicieron las protestas, que alcanzaron su
punto máximo de 1.017 en 2007.
La gestión actual de Juan Manuel Santos (2010-presente) ha con-
tinuado con las políticas económicas neoliberales –se han irmado
una serie de acuerdos bilaterales de libre comercio que han sido im-
pugnados por los movimientos rurales y de trabajadores– y mantiene
las políticas antisubversivas y de seguridad para debilitar a las FARC
y contener a los grupos paramilitares remanentes. Actualmente,
Santos está llevando a cabo diálogos bilaterales con un movimiento
guerrillero debilitado, 10 años después del fracaso de las negociacio-
nes de paz con las FARC del Presidente Andrés Pastrana (1998-2002).
Aunque hay un amplio apoyo de los movimientos sociales para el inal
negociado de la guerra, las organizaciones indígenas y las víctimas
de la violencia, entre otros, maniiestan su exclusión de la mesa de
negociaciones (Restrepo y García, 2012). Por último, este Gobierno
se ha enfrentado a la oposición de uno de los movimientos sociales
ambientales más vociferantes, especialmente en cuestiones de agua y
de minería en pequeña y gran escala (Delgado, 2012).

QUIÉNES PROTESTAN, CÓMO Y POR QUÉ


El Cuadro 20.1 presenta una instantánea de los actores sociales, las
organizaciones, las acciones y los motivos detrás de los 18.397 eventos
registrados en la Base de Datos de Lucha Social del Centro de Inves-
tigación y Educación Popular (CINEP), la fuente de información más
completa sobre los movimientos sociales de Colombia. Según estos
datos, la mayor parte los reclamos del movimiento se centra en los de-
rechos humanos básicos, las demandas materiales y denuncias con-
tra las políticas o la ineiciencia del Gobierno, incluyendo la violación
de los derechos civiles y políticos, el incumplimiento de los pactos o
leyes en vigor, o de los acuerdos alcanzados durante las negociaciones
anteriores (CINEP, 2013). Los trabajadores, los residentes urbanos,
los campesinos y los estudiantes lideran el 80% de las protestas. Sin
embargo están surgiendo otras identidades políticas vocales, como
las mujeres y grupos étnicos, que han obtenido derechos pero siguen
subyugados.
El movimiento de trabajadores fue el actor social contestatario
más importante en los 70 (Pécaut, 1973; Moncayo y Rojas, 1978) y
sigue siendo predominante, aún cuando está debilitado por la vio-
lencia y la merma en la sindicalización. En los 90, por ejemplo, era

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Marcela Velasco

Cuadro 20.1
Actores, organizaciones, acciones y motivos de las luchas sociales,
Colombia (1975-2010)

Actores sociales % Organizaciones % Tipo of acciones % Motivos %


del que convocan a la del del del
total acción colectiva total total total
Asalariados 27 Sindicatos 29 Marchas y 38 Derechos* 19
movilizaciones
Residentes 23 s/d 27 Huelgas 31 Incumplimiento por 17
urbanos parte del gobierno
Campesinos 16 Grupos civiles 12 Tomas de tierras 10 Políticas 16
Estudiantes 14 Estudiantiles 10 Cortes de rutas 9 Tierra / Vivienda 12
Víctimas de 6 Autoridades 6 Tomas de 7 Servicios públicos / 11
violencia entidades Infraestructura
Trabajadores 5 Víctimas de 5 Revueltas y 4 Servicios sociales 7
independientes violencia disturbios
Gremios 3 Gremios 3 Huelgas de hambre 0,4 Derechos laborales 7
Grupos étnicos 3 Campesinos 3 Resistencia civil 0,3 Autoridades 4
Publicas
Mujeres y LGBT 1,5 Organizaciones 1,4 Solidaridad 3
étnicas
Prisioneros 1 Paz y DD. HH. 1,3 Ambientales 2
Mujeres y LGBT 1 Conmemoraciones 1,5
Otros 1 Otros 1
Congregaciones 0,5
religiosas
Fuente: CINEP (2013). Ref.: Porcentajes basados en los 18.397 eventos registrados.
a * La categoría de derechos incluye las demandas por la vida, la libertad, la integridad personal; los derechos políticos, económicos
y sociales; los derechos étnicos y culturales; y, la adhesión al Derecho Internacional Humanitario, que es el marco que regula los
conlictos armados.

una práctica común señalar a los sindicatos como los principales res-
ponsables de los problemas macroeconómicos. Tales acusaciones se
incrementaban justo antes de que una empresa del Estado estuviera
a punto de ser liquidada. Por ejemplo, el Presidente César Gaviria
(1990-1994) aprovechó el hecho de que los miembros del sindicato
eran minoría para pintarlos como parte de una elite protegida por
las leyes y reglamentos laborales para desacreditar su oposición a las
reformas neoliberales.2

2 “La oligarquía del overol” en Semana, 19 de mayo de 1992.

511
MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

A medida que avanzaban las reformas neoliberales, se socava-


ron las bases del movimiento obrero. La reducción de los aranceles
provocó la quiebra de al menos 25 mil fábricas (Valderrama, 1998),
reduciendo la fuerza de trabajo industrial y la cantidad de trabajado-
res sindicalizados, que pasó del 16% de la población económicamen-
te activa en 1980 a menos del 5% en 2010 (Vidal, 2012). La violencia
ejercida por grupos de extrema derecha también ha socavado la sin-
dicalización. Correa (2007) registró el asesinato de 2.245 dirigentes
gremiales y activistas entre 1991 y 2006, mientras que la Confedera-
ción Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Internatio-
nal Confederation of Free Trade Unions, ICFTU) halló que, entre 1999
y 2005, fueron asesinados un total de 1.174 miembros sindicales a
nivel mundial y que el 73% de esos asesinatos ocurrieron en Colom-
bia (Vidal, 2012).
Los sindicatos del sector estatal, principalmente en salud y edu-
cación, han conservado las capacidades para negociar las demandas
laborales especíicas del sector, mientras que las condiciones adver-
sas para el ejercicio de los derechos laborales obligó a un cambio en
el activismo (Archila, 2012). Los trabajadores, cada vez más, organi-
zan protestas contra las violaciones de los derechos humanos y las
reformas neoliberales, y se vincularon con grupos y activistas por
fuera de la cartera laboral para movilizar sus reclamos. El activismo
convencional –como las huelgas, las asambleas y los convenios co-
lectivos para negociar cuestiones laborales especíicas– declinó. Las
condiciones adversas, además, impulsaron alianzas internacionales
y esfuerzos de cabildeo, ayudando a posponer los acuerdos comer-
ciales bilaterales con Estados Unidos y la Unión Europea, poniendo
de relieve las condiciones deplorables de trabajo en Colombia (Del-
gado, 2007). Aunque las agrupaciones de trabajadores, en general,
se oponen a los acuerdos comerciales que afectarán negativamen-
te el empleo, los sindicatos plantearon los derechos laborales como
un punto central de negociación en los tratados de comercio bila-
terales. En alianza con otros grupos, los trabajadores reaccionaron
contra los planes de desarrollo neoliberal de cada nuevo gobierno
y, en particular, fueron críticos de las privatizaciones y los recortes
implementados para reducir las transferencias iscales usadas para
inanciar la educación municipal y los presupuestos de salud. Los
activistas también se movilizaron contra las medidas plebiscitarias
para cambiar la Constitución de 1991 para permitir la reelección del
Presidente –especialmente, para permitir la reelección indeinida del
Presidente Álvaro Uribe– y para profundizar las reformas de mer-
cado. En suma, el movimiento de trabajadores está profundamente
comprometido en las protestas contra las violaciones a los derechos

512
Marcela Velasco

humanos y ha perdido terreno en su capacidad para la negociación


colectiva.
Como consecuencia de la violencia hacia dirigentes y asocia-
ciones, y de la contrarreforma agraria que forzó a los campesinos a
abandonar sus tierras, la organización campesina ha menguado con
el correr del tiempo (Corredor, 1990). Entre 2000 y 2008, unas 385
mil familias rurales abandonaron por la fuerza 5,5 millones de hec-
táreas, casi el 11% de las tierras cultivables de Colombia, perdiendo
aproximadamente el 12% del PIB del país (CODHES, 2009). En total,
más de 5 millones de personas dejaron sus tierras entre 1985 y el 2011,
o el equivalente del 10% de la población actual de Colombia (COD-
HES, 2011). Asimismo, en un Informe de OXFAM de 2012 se advierte
que los acuerdos de libre comercio irmados por el Gobierno exponen
a los pequeños agricultores desamparados a la competencia con los
productos subsidiados de Estados Unidos, provocando una caída es-
timativa del 16% de en sus ingresos promedio.3
Estas condiciones devastadoras en el campo explican la reciente
escalada de las protestas campesinas. En 2013, la oleada de protes-
tas culminó con un Paro Nacional Agrario que colocó las demandas
rurales en el centro de la agenda del Gobierno. El año comenzó con
una movilización nacional de productores de cafetaleros exigiendo
subsidios para cubrir las pérdidas por una fuerte caída en los precios
del café. Para calmar a los manifestantes, el Gobierno acordó algu-
nos subsidios. En junio, los campesinos de la región del Catatumbo
en el noreste Colombia bloquearon las carreteras y paralizaron todas
las actividades económicas en protesta por las políticas represivas
de erradicación de la coca del Gobierno nacional, la estigmatización
de la población civil de la zona –tratada como simpatizantes de las
FARC– y la falta de inversión social. En agosto, el Paro Nacional se
inició en el Departamento de Boyacá y eventualmente movilizó a los
pequeños agricultores en todo el país, uniicando a las agrupaciones
de base –incluyendo a las organizaciones indígenas– y a las organiza-
ciones establecidas, como las de los productores de café, papa y leche,
entre otros. El Paro ha obtenido un apoyo abrumador de los colombia-
nos del sector urbano, fue acompañado por los mineros en pequeña
escala, los camioneros, los estudiantes y los sindicatos de docentes.
También produjo el escrutinio público de los efectos agregados de dos
décadas de contrarreforma agraria violenta y reformas neoliberales
del mercado. A partir de octubre de 2013 y después de negociaciones

3 Norby, M. y Fitzpatrick, B. 2013 ‘The Horriic Costs of the US-Colombia Free


Trade Agreement’ en The Nation, 31 de mayo.

513
MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

con el Gobierno, el Paro ha terminado; aunque los críticos sostienen


que los subsidios y otros beneicios prometidos no serán una solución
duradera para los problemas estructurales del campo.4
Si bien no se registraron en las estadísticas, las protestas de los
campesinos cocaleros merecen nuestra atención. Así como las de-
mandas de los Estados Unidos para un control estricto de la produc-
ción de coca se intensiicaron en los 90, también lo hizo la represión
política en las regiones de cultivo de coca. Además aumentaron las
fumigaciones aéreas con uso de glifosato dirigido a los cultivos de
coca, aunque afectan también a cultivos legales, bosques y fuentes
de agua. En 1996, más de 200 mil cocaleros se levantaron contra
el Gobierno exigiendo el reconocimiento como ciudadanos, que no
marginados del sistema (Ramírez, 2001), y continuaron manifestan-
do contra la criminalización de su actividad económica durante los
años 2000.
Una prueba de los altos niveles de violencia que afectan a la po-
blación civil es el resurgimiento de la categoría “víctimas de la vio-
lencia”, que entre 1975 y 1995 era casi inexistente pues los analistas
observan menos de 25 eventos. Pero después de 1996, CINEP registró
más de mil eventos de movimiento social de estos grupos. Desplaza-
dos, víctimas de la violencia de Estado, y otras víctimas de violacio-
nes de derechos humanos exigen, en gran medida, el derecho a un
retorno seguro a sus tierras, compensación por la pérdida de propie-
dades, o un trato equitativo en las negociaciones de paz del Gobierno,
como la Ley de Justicia y Paz de 2005, que negoció la disolución de
los grupos paramilitares pero básicamente ignoró los intereses de
sus víctimas (Sarmiento, 2008).
En el caso de los nuevos actores políticos, mujeres y lesbianas,
gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) ameritan especial atención,
a pesar de que sus acciones apenas se registran. Sus acciones han
ampliado el signiicado de los derechos civiles y han impactado en
las políticas públicas. En 2006, la Corte Constitucional legalizó el
aborto cuando el embarazo es resultado de violación, en el caso de
malformaciones, o cuando la salud de la madre está en riesgo, una
rara victoria para el movimiento feminista. En febrero de 2007, la
Corte falló a favor de una demanda presentada por la organización
Colombia Diversa, una ONG que respalda el movimiento LGBT, y

4 Sandoval, H. 2013 “Manifestaciones atienden a modelo económico, entrevista


a Mauricio Archila, investigador del CINEP” en Elespectador.com, 18 de agosto. En
<http://www.elespectador.com/noticias/economia/manifestaciones-atienden-al-modelo-
economico-articulo−440855>.

514
Marcela Velasco

aprobó los derechos de propiedad de las parejas del mismo sexo que
han convivido al menos durante 2 años.5
La información sobre las organizaciones que llaman a la acción
colectiva (ver columnas 3 y 4 en el Cuadro 20.1) subraya una vez más
el liderazgo de los sindicatos, pero también de los grupos cívicos y de
los estudiantes que representaron un 29%, 12% y 10% de las protes-
tas, respectivamente. La categoría de “estudiantes” incluye un 50%
de estudiantes universitarios y un 42% de estudiantes secundarios,
cuyas protestas objetan principalmente el deterioro de la calidad edu-
cativa (incluyendo la infraestructura y los servicios sociales) y, recien-
temente, la privatización de la educación superior y el aumento de la
matrícula (CINEP, 2013).
Los grupos cívicos tienen una larga historia en Colombia y re-
presentan actores urbanos o territoriales con diversas identidades so-
cioeconómicas y ailiaciones organizacionales. Estos actores son los
que normalmente se asocian a los pueblos o barrios pobres, donde los
servicios son deicientes o el Gobierno no ha podido desarrollar in-
fraestructura comunitaria (Santana, 1983). Se caracterizan por el uso
de huelgas civiles que paralizan casi todas las actividades socioeco-
nómicas, como una forma pacíica de llamar la atención del Gobierno
sobre algún problema comunal.
La categoría de “autoridades” incluye a los funcionarios departa-
mentales y municipales que utilizan las protestas para oponerse a las
acciones de los actores armados o a la presión del Gobierno central.
Por ejemplo, en 2002, los alcaldes de 23 municipios en Antioquia pro-
testaron contra las amenazas de muerte de la guerrilla de las FARC
para obligarlos a dejar sus cargos, y contra el Gobierno por no ofrecer
seguridad,6 mientras que las autoridades en el sur de Colombia se
unieron a la población en protesta por las políticas de erradicación
de la coca que aumentaron la represión y la militarización.7 Las pro-
testas de las autoridades locales surgieron, en gran medida, a partir
de la promulgación de las leyes de descentralización, en 1986, que
pasaban las responsabilidades a las administraciones locales que, a
menudo, carecían de la experiencia o los recursos necesarios para
desempeñar nuevas funciones.
Las huelgas, las movilizaciones, las ocupaciones y los cortes de
rutas representan el 88% de los tipos de actividades de protesta. En

5 Salazar, H. 2007 “Colombia: derechos a parejas gay” en BBC.Mundo.com, 8 de


febrero.
6 Herrera, L. 2002 “Municipios, a la deriva y sin alcaldes” En El Tiempo, 23 de junio.
7 “Somos patriotas, pero no pendejos” en El Tiempo, 9 de julio de 2002.

515
MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

comparación, la resistencia civil apenas se registra con un 0,3%, sin


embargo, constituye la innovación más importante en la historia de la
contestación de Colombia. En 2001, los habitantes de varios pueblos
fundamentalmente indígenas en el Departamento del Cauca organi-
zaron acciones pacíicas contra los grupos armados que operaban en
su región, en un contexto de hostigamiento militar creciente a la po-
blación civil. Al mismo tiempo, las FARC habían aumentado los ata-
ques en pueblos remotos, matando o secuestrando policías y usando
armas no convencionales para destruir la infraestructura civil.
En el Cauca, las FARC históricamente se han negado a aceptar
la autonomía de los pueblos indígenas y su principal organización, el
Consejo Indígena Regional de Cauca, que respaldaba al movimiento
social étnico más exitoso del país (Rodríguez et al., 2005). A partir
de los años 80, las FARC se opusieron a los líderes indígenas y los
asesinaron, lo que provocó la fundación temporal de un grupo de
autodefensa indio, el Movimiento Manuel Quintín Lame, para pro-
teger a los líderes y las reservas indígenas. Hartos de los ataques de
las FARC, en los 90, los civiles indígenas de cuatro ciudades se unie-
ron para detenerlos rodeando a la policía en un círculo humanitario
para salvar sus vidas.8 También le manifestaron al Gobierno que la
presencia militar convertía a los pueblos y a la infraestructura civil
en objetivos militares de las FARC. La resistencia civil se ha conver-
tido en una estrategia que incluye una convocatoria de la autonomía
territorial, o de territorios de paz, donde los pobladores en las zonas
de alta conlictividad se han declarado neutrales vis a vis el conlicto
(Bouvier, 2009).

CONCLUSIONES
Los movimientos sociales colombianos son un testimonio de la
historia compleja de intransigencia, democratización incompleta
y desigualdad económica del país. En primer lugar, muchos de los
mecanismos participativos aprobados por la Constitución de 1991,
ostensiblemente diseñados para reducir el conlicto, siguen ociosos
como resultado de la incapacidad del Gobierno para poner en prác-
tica o para dar seguimiento a los acuerdos alcanzados. En segun-
do lugar, las prácticas intolerantes y violentas de narcotraicantes,
guerrilleros, paramilitares y algunas de las elites gubernamentales
han contribuido aún más al deterioro de muchas instituciones y a
la reducción de los derechos de los ciudadanos. Finalmente, ante la
expansión de la inseguridad humana y económica, las políticas de

8 “Toribío salvó a sus policías” en El Tiempo, 13 de julio de 2002; Sierra, Á. 2005 “La
guerra en el norte del Cauca” en El Tiempo, 10 de mayo.

516
Marcela Velasco

desarrollo económico del Gobierno, que últimamente siguen los prin-


cipios del libre mercado, se consideran contraproducentes pues sus
resultados inales son la concentración de la riqueza y de la tierra. En
cualquier caso, el activismo del movimiento social ha aumentado a
medida que las oportunidades políticas para la participación mejo-
raron, aún cuando la represión y la violencia intentaron impedir la
movilización popular.
En total, los movimientos sociales responden ampliamente a los
efectos de un Estado que no ha podido impartir justicia, y que, en
ocasiones, ha participado activamente en la violación de los derechos
humanos básicos. En general, los movimientos deienden, ampliando
y redeiniendo, los derechos civiles, políticos y sociales, así como los
derechos comunales, que incluyen la igualdad de género, los derechos
culturales de los indígenas y afrocolombianos, el bienestar ambien-
tal, el trabajo digno y la tierra. De esta manera, los movimientos co-
lombianos relejan una cultura política pluralista que busca represen-
tación y, como tal, constituyen una piedra angular de la democracia.

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