La Voz de La Torah, Rab Eli Munk, Bereshit
La Voz de La Torah, Rab Eli Munk, Bereshit
La Voz de La Torah, Rab Eli Munk, Bereshit
Creo. La palabra “bara- creo”, se aplica exclusivamente a la Creación Divina, hecha a partir de
la nada, oposición a la actividad “productora” del hombre, que se expresa con los verbos
“hacer” o “formar”. La noción de “creación ex nihilo” ha sido erigida en dogma fundamental
de nuestra religión, (aunque el hombre es capaz de entender y aceptar la creación por simple
racionalismo). En efecto, como lo explica Maimonides, su negación (como Creación Divina)
desemboca en una filosofía determinista, que plantea como postulado la eternidad del mundo, y
elimina por lo tanto toda creencia en la profecía y en el milagro (Guía de los Desc. II, 25). En
cambio, la creación ex nihilo es el principio básico que hace posible el concepto de la libertad
de Dios y también, por consiguiente, el de la libertad que El ha concedido a Sus criaturas
humanas.
Sin embargo, los pensadores judíos han considerado necesario analizar más detenidamente esta
idea de creación a “partir de la nada”. El problema que se les planteaba era el siguiente: este
paso del espíritu puro a la materia, producto de un acto de la voluntad de Dios, ¿pudo acaso
efectuarse sin transición? La respuesta que dan a esta pregunta suele ser negativa.
En su comentario de la Torah, uno de nuestros más grandes Maestros, Najmanides, hace
constar, desde el principio, la existencia de una “fuerza dinámica”, mencionada ya por Platón y
que constituye el elemento intermedio entre el espíritu y la materia. Este elemento primario,
que los filósofos griegos llamaban Hyle, figura a menudo en los textos de los pensadores
judíos. Se trata de una fuerza amorfa, indeterminada, confusa, que la Torah designa con el
vocablo “Tohu” (ver.2), de características inciertas (S.Munk, Guía de los Desc. II, 13) pero
cuya propiedad esencial es la de poder darle forma al ser “en potencia” para convertirlo así, en
un ser “de acto”. Dicha fuerza esta mencionada en la kabalah de Rabenu Yitzjak Luria, quien la
describe como una luz Divina procedente del infinito que se extiende en el espacio. Esta luz se
compone de una infinidad de puntos aislados, y se difunde en forma “atomizada”. El resultado
es un mundo constituido por puntos luminosos (Olam ha-nekudot) que él considera como el
mundo de la confusión (Olam ha-Tohu). Su fuerza “irradiante” desempeña el mismo papel que
el “Hyle” de los filósofos. En los dos casos se trata del elemento productor de la materia, y sus
características parecen sustraerse a la influencia general de las leyes naturales. El caso es que,
en la Doctrina Judía, la creación ex nihilo supone la intervención de un factor que se sitúa en la
“nada y la substancia”; y que esta “fuerza dinámica” a la que se refieren los Filósofos Judíos es
similar al concepto de “energía” de la física nuclear. En efecto, tanto la una como la otra
desempeñan el papel de agente organizador de la materia, constituyendo así la fase intermedia
entre el mundo abstracto y el mundo concreto, (de lo que ha de aparecer a la existencia).
DIOS. “El rey griego, Tolomeo (305-285) convoco a 72 sabios y los aisló en setenta y dos
lugares diferentes, sin explicarles con qué propósito lo hacía. Luego fue a verles en sus
respectivos lugares y les dijo a cada uno por separado: “Tradúzcanme al griego la Torah de
vuestro maestro Moshe”. El Eterno les inspiro a todos el mismo pensamiento y coincidieron
todos en su decisión al traducir: “Dios creo en el principio” (Meguilah 9ª).
Los setenta y dos sabios judíos que tradujeron por vez primera la Torah en un idioma extranjero
(conocida como la “Versión de los Setenta”) incluyeron en su traducción las primeras palabras
del Génesis, con el fin de prevenir la creencia errónea, de que Dios ha sido precedido por otro
principio, o de que el “comienzo” (que menciona la Tora) debe considerarse como el sujeto de
la frase. Pero la Tora que no admite posibles errores subjetivos, coloca el nombre de Dios solo
en tercera posición, haciéndole preceder de las nociones de tiempo y creación. Pues su
propósito es informar al hombre desde el principio: de que el conocimiento del Creador solo
puede adquirirse a través del conocimiento de la Creación y de las (experiencias, fenómenos y)
categorías de la vida terrenal.
Observando y estudiando la naturaleza, tomando conciencia de los Atributos Divinos, es como
podemos llegar progresivamente al conocimiento del nombre de Dios. “Me veras por detrás,
dijo el Eterno a Mosheh, pero Mi rostro no puede ser visto” (Exo.XXXIII, 23). El hombre solo
puede conocer a Dios a través de Sus actos, de Su providencia o de Su palabra, pero no puede
llegar a penetrar Su esencia ()עקידת יצחק.
El Tanaj no plantea, como postulado, la fe absoluta en la existencia de Dios. Desde luego, la
existencia del Creador esta presupuesta en todas partes, y no es objeto de demostración ni de
duda. Pero la formulación del primer versículo nos sugiere discretamente que busquemos a
Dios en el proceso de la Creación, y que vayamos adquiriendo así progresivamente, por medio
de nuestra inteligencia, lo que la Fe nos propone al principio de nuestra experiencia humana.
Pues en cualquier caso, el conocimiento es el coronamiento de la Fe.
El relato tanájico comienza por la letra {Bet} ב, como si quisiera subrayar que la creación del
Universo es solo el segundo factor, y que por lo tanto, le corresponde al hombre buscar al
primero, es decir Al Creador, que es anterior al tiempo.
“¡HAYA LUZ!”. Desde el día en que el mundo fue creado, y el hombre se vio separado de la
luminosa esfera celeste por espesas capas de materia, la tarea más urgente (y fundamental) que
le concierne en todas las épocas, ha sido la de conseguir que la luz resplandeciera en medio de
las tinieblas.
Y LA LUZ SE HIZO. Esta luz, distinta de la que proporcionaría más adelante el sol, debe
disipar las tinieblas que cubren el abismo. La teoría de las nebulosas cósmicas permite contestar
a la antigua pregunta, acerca de cuál era la procedencia de la luz, antes de la creación del sol. El
astrónomo Halley escribe al respecto: “Estas nebulosas resuelven totalmente la dificultad
contenida en el relato tanajico de la Creación, a saber que la luz existía antes de que el sol fuera
creado”
A NUESTRA IMAGEN Y SEMEJANZA. “La mejor de todas las explicaciones que se han
dado de este versículo, escribe Najmanides, es la que relaciona la palabra {Tzelem} con el
aspecto y expresión del rostro, y el termino {Demut} con la forma corporal del hombre, que es
similar por su cuerpo a otras criaturas; y por su alma, a los seres superiores”. En efecto, lo que
mejor refleja la imagen de Dios, es el rostro del hombre santo y justo, lleno de sabiduría,
bondad y amor. Su grandeza de ánimo llena de gracia sus rasgos; su inteligencia ilumina su
mirada, y la llama que arde dentro de el confiere a todo su ser el resplandor radiante, que
inspiro al salmista con las siguientes palabras: “(el hombre) es casi el igual de los seres divinos:
¡le has coronado de gloria y de magnificencia! (Salmo VIII, 6).
El hombre ha sido creado a imagen de Dios en la medida en que lleva dentro de sí una chispa
del Espíritu Divino: gracias a esta chispa, el hombre es “único abajo, del mismo modo que Dios
es único en lo alto; es el único ser de abajo en conocer el bien y el mal” (Rashi, Gen III, 22)
pues, entre todas las criaturas, solo el posee el libre albedrio. Por consiguiente, tiene la
capacidad de dominar la materia con su espíritu. Gracias a la chispa Divina, su alma es inmortal
y enciende en el la luz de la inteligencia que le permite conocer a Dios, amarlo y unirse a Él.
“Insuflando en sus narices aliento de vida” (Gen, II,7) fue como el creador introdujo aquella
chispa en cada ser humano. Pero también la forma corporal del hombre a pesar de ser “polvo
desprendido del suelo” (Ibid) modelada a semejanza de Dios. En su preocupación por descartar
la más mínima sospecha de antropomorfismo, Maimonides considera que las palabras
“imagen” y “semejanza” deben interpretarse aquí en sentido figurado (Guía de los Desc. I,1);
rabi Yehudah Ha- Levi adopta, por su parte, la concepción conocida bajo el nombre de
“concepción del microcosmos”, según la cual el hombre, mundo en miniatura, refleja
exactamente en su constitución física y psíquica, la estructura del macrocosmos o Universo
(Kuzari IV, 25). Esta teoría se remonta al antiquísimo {Sefer Yetzirah}, atribuido al Patriarca
Abraham o, según otros historiadores, al Tana Rabi Akiva. Afirma que existe un paralelismo
entre la constitución física del hombre y la naturaleza funcional del alma universal: La cabeza
corresponde a la esfera puramente espiritual del mundo metafísico; el pecho, a los elementos de
voluntad y acción de las esferas de emanación intermedias entre el espíritu y la materia; por
último, los miembros y las partes inferiores del cuerpo son la encarnación de las funciones
físicas del mundo material. (Para más detalles, consultar el Kuzari, Ibid.).
Así pues, el hombre representa en cierto modo “la sombra” proyectada sobre la tierra por la
majestad Divina (Tzelem, slx, se deriva de Tzel… sombra, lx, según la interpretación de Rabi
Mosheh Cordobero).
29- Y DIJO DIOS: HE AQUÍ QUE OS HE DADO TODA HIERBA QUE DA SIMIENTE,
QUE ESTA SOBRE LA FAZ DE TODA LA TIERRA, Y TODO ARBOL QUE TIENE
SU FRUTO DE ARBOL QUE DA SIMIENTE OS SERA PARA ALIMENTO.
31- Y VIO DIOS TODO LO QUE HABIA HECHO, Y HE AQUÍ QUE ERA MUY
BUENO. Y HUBO TARDE Y HUBO MAÑANA. DIA SEXTO.
31- ERA MUY BUENO. Si la obra de los días anteriores está considerada como “buena”, la
del último día está calificada de {Tov meod} de “muy buena”. En efecto, para que la excelencia
de la obra se haga patente, tiene que estar totalmente acabada, pues, consideradas cada una por
su lado, las partes pueden resultar solo relativamente buenas, debido precisamente a su carácter
fragmentario e imperfecto. Podemos deducir de este hecho que para apreciar correctamente un
objeto y sus cualidades, es preciso tener una visión global de dicho objeto. Los hombres tienen
tendencia a preferir la especialización, y se dedican a fraccionar los elementos para estudiarlos.
Sin embargo, esta parcelación de los conocimientos, esta división de la ciencia en fragmentos
que se reparten entre varias personas, este recurso excesivo al sentido analítico, le hacen perder
al hombre la visión de conjunto. “Lo único que tenemos entonces en las manos son trozos del
ser, desprovistos de vida; el fuego sagrado, el espíritu vital ha sido evacuado” (Goethe). Solo en
la medida en que han sabido superar las concepciones fragmentarias, que dividen el universo en
un mundo orgánico y en otro inorgánico, y también en una serie de disciplinas, mas solo en la
medida en que han considerado al mundo como un todo armónico, los pensadores y los sabios
han podido reconocer el alma viviente que palpita en todas las partes del Universo.
Por otra parte, es aquí, al final de la labor creadora, donde los sabios del Medrash mencionan
por primera vez la presencia del mal en la obra de Dios. Ciertamente, si examinamos las
diferentes cosas creadas en el sector limitado que le corresponde a cada una, podremos pensar
que no merecen el epíteto de “muy buenas”, considerando los vicios y las imperfecciones que
contienen. Pero si contemplamos en conjunto la Creación, su excelencia salta a los ojos, y el
mal en sus diversas formas, cobra dentro de esta perspectiva, su verdadero significado. En
efecto los aspectos negativos contribuyen a la salvación general, de la misma manera que los
elementos que desencadenan las pasiones humanas y los que desafían las fuerzas elementales
de la naturaleza; pero solo en la medida en que se someten a la disciplina común. La presencia
del mal es tan necesaria para la armonía de la Creación como la aleación natural para la solidez
de un mineral.
En este mismo orden de ideas. Rabi Meir dirá: {Tov meod zeh ha-mavet} “(la expresión): “era
muy bueno” incluye la muerte”; según otros maestros incluye también el instinto del mal, el
infierno, etc. (Gen. Rabba cap.9) (Najmanides; Guía de los Desc. III, 10).
Tanto en el plano moral como en el físico, el hombre dispone de una manera, que no es la
mejor posible, sino la única buena. Pese a sus evidentes defectos, esta materia corresponde en
realidad a un plan que Dios ejecuto consciente y libremente. Podemos afirmar que si Dios no
hubiese tenido la seguridad de que la obra que salió de sus manos era la única capaz de alcanzar
el propósito asignado, la hubiera modelado de otra manera. Por lo tanto, tal como es, esta
creación debe poder llegar a la perfección total, lo que implica que contiene intrínsecamente
todos los elementos necesarios para ello. Le corresponde al hombre determinar cuáles son esos
elementos, y luego seleccionarlos y activarlos con el fin de rematar la obra de los seis primeros
días.
CAPITULO II
1- Y FUERON ACABADOS EL CIELO Y LA TIERRA, Y TODO EL EJÉRCITO DE
ELLOS.
1- Y FUERON ACABADOS EL CIELO Y LA TIERRA. La palabra {Vaijulu} ויכלוpuede
significar “fueron terminados”, llevados a un estado de perfección” (Onkelos) o “enteramente
acabados”. Pero también puede relacionarse con la palabra {Keli} כליobjeto, instrumento. Si
adoptamos la segunda acepción, la frase significa que el mundo potencial del “Tohu” y del
“Bohu” contenido en los cielos y en la tierra, necesitaba estar vinculado a un objeto concreto
para convertirse en una realidad viva. Fue necesario pues que Dios atase los cielos y la tierra a
sus “instrumentos” para poder “acabar, en el séptimo día, la obra realizada por El” (Racanati).
Sin embargo la raíz {Kale} כלהsignifica también “añorar” (como en el salmo LXXIV, 3) y
Rabenu Ch. Ben’ Attar explica en su comentario { Or Ha-Chayim) que cuando, cuando Dios
Hubo terminado su obra de creación, le correspondió también liberar a las criaturas de la
“fuerza de inercia” que acecha a todo ser viviente carente de aspiraciones elevadas. Tubo que
infundirles un sentimiento de profunda nostalgia por la luz Divina. El vocablo (Kale) expresa
este sentimiento, que puede llegar a consumir moralmente a una persona. “El cielo, la tierra y
todo lo que encierran, sintieron pues nostalgia” de la fuente Divina de donde procedían, y así
fue un impulso afectivo lo que corono la obra de la Creación. Principio Vital del universo, este
don (de Dios a sus criaturas) fue en cierto modo; el regalo del día de Shabbat. Doto a las cosas
creadas de un alma supletoria, infundiéndoles el deseo de elevarse hacia el ideal y de ascender
hasta su origen. Desde entonces el Shabbat ha sido el día consagrado a este esfuerzo del alma
por acercarse a Dios. El Shabbat sustrae el alma de su estado de subordinación de las
contingencias terrenales, y le devuelve la libertad dándole acceso a sus aspiraciones
metafísicas. De esta manera proporciona a la criatura los medios que necesita para realizar su
suprema razón de existir (M. Betzah 16 a). Es así como el Shabbat, se ha convertido en el día
del “alma supletoria”, la {Neshamah Yeterah} a la que invocan las oraciones especiales del
santo día, para que cante la gloria del Eterno: (Nishmat Kol jai Vejúle).
Y TODO SU EJÉRCITO. Todas las criaturas creadas en los cielos y en la tierra componen un
gran {Tzvá}צבא, un gran ejército en el centro del cual se halla el Creador, el amo, el jefe
supremo que ordena y dispone. El Asigna a cada miembro de este ejercito el puesto que le
conviene, y en el que debe cumplir su cometido con la ayuda del contingente de fuerzas que le
son asignadas. La estrategia global está en la mente del Jefe. Ninguna criatura, sea grande o
pequeña, ocupa su puesto por iniciativa propia. Somos todos soldados del ejército del Eterno. A
él le corresponden el poder y la majestad, la sabiduría, la voluntad y el mando; a nosotros, la
obediencia y la puntualidad, la fidelidad, la aplicación y la tarea. Aquí no caben sentimientos
como la presunción. La obra más importante no deja de ser un fragmento; pero la aportación
más pequeña no se pierde en el conjunto, a condición que corresponda a las expectativas del
Jefe Supremo. Nada puede sustraerse a Su mirada, nada es demasiado insignificante para no
poder formar parte de su plan. “El hombre en la tierra sirve como un soldado” (lyov VIII,1)
“debemos perseverar hasta que Dios nos releve, para guiarnos hacia otro puesto” (ibid XIV,14).
(Rabi Hirsch).
CUANDO FUERON CREADOS. Según la Masora, la letra {hei} הde esta palabra está escrita
con un carácter más pequeño que las demás, de suerte que la palabra puede leerse: {be-he
beraam}בה בראם, es decir: Los creo con la letra הy el del mas allá con la letra {yud} ( יBavli
Men. 29b). Rashi nos da una interpretación de tipo moral en esta sentencia y Rabenu Bejayeh
explica (según el Medrash Salmo LXII) que la letra הes la única del alfabeto que no se
pronuncia moviendo la lengua o los labios, ni tampoco mediante una articulación gutural o
dental, sino sencillamente expirando el aire por la boca. Por esta razón, es la letra que mejor
ilustra el acto de “Creación a partir de la nada” y la que mejor condensa la frase del salmista
que dice: “Por la palabra del Eterno, se formaron los cielos, por el soplo de su boca (se
formaron) todos sus ejércitos” (XXXIII, 69. Cf. Com. XLVII, 23.
EL DIA EN QUE HIZO ADONAI, DIOS… Es aquí, una vez concluido el relato de la
Creación, donde aparece por primera vez el tetragrama {Shem Ha-va-y-ah} יהוהpara designar a
Dios. En efecto, en el primer capítulo solo figura el nombre {Elokim} אלהים. Rashi explica al
respecto, en el primer versículo del Tanaj: “Al principio la intención de Dios era crear un
mundo basado en el principio de justicia (Elokim es el apelativo que corresponde al Dios de
justicia). Pero se dio cuenta de que el mundo no podría subsistir con este rígido principio.
Entonces decidió que prevaleciera la misericordia) y la asocio con la justicia. Por eso está
escrito (al principio del capítulo II) el dia en {Ado-nai Elo-him} hizo la tierra y los cielos”.
La naturaleza entera nos ofrece el espectáculo de un orden perfecto, sometida a una Ley
inmutable, inalterable y todopoderosa. Este es el motivo por el que, a lo largo del primer
capítulo, que es el que está dedicado a la Creación de la naturaleza, El Creador aparece bajo el
nombre de ( אלהיםcuyo valor numérico 86, es idéntico al de la palabra {ha-tev´a}
“ הטבעnaturaleza”) que corresponde al Dios del derecho absoluto, de la justicia rigurosa, de la
ley eterna ()מדת הדין.
Pero en cuanto comienza, en el segundo capítulo, la historia de la Humanidad, el nombre del
Dios de amor y de misericordia ( )יהוהpasa al primer plano y se asocia al de la justicia. Pues si
la esfera de la naturaleza está gobernada por leyes intangibles, la esfera de lo humano está
regida, en cambio, por una ley que el amor ha de templar y suavizar. Y la Torah, al final de este
versículo, menciona la tierra antes que el cielo {Eretz ve-shamayin} como para justicar el
cambio que acaba de producirse, es decir la sustitución de la justicia por la misericordia, como
elemento preeminente, en la denominación de Dios; pues el relato tanájico se acerca ahora a las
cosas terrenales.
El primer acontecimiento que se nos va a narrar a continuación contiene la puesta en práctica
de este principio de misericordia y de sus preeminencias sobre el principio de justicia. En
efecto, la sentencia de muerte proclamada por el pecado original, que se le comunico a Adam,
fue conmutada por pena de expulsión del paraíso y en destierro. Los sabios de Israel se han
inspirado en este ejemplo de clemencia, ya que abolieron prácticamente la pena de muerte
sustituyéndola por penas de reclusión, residencia forzosa en “ciudades de refugio”, o por otro
tipo de castigos. Asimismo, atenuaron la ley del talión, según la cual la sanción debe ser
proporcional al delito, pues decidieron que la reparación debida por el culpable habría de
hacerse solo en relación con daños y perjuicios.
El problema de los dos nombres Divinos, que figuran en los dos primeros capítulos de la Torah,
es uno de los temas predilectos de la crítica tanájica y de su seudociencia. De acuerdo con
criterios simplistas, los adeptas de esta “ciencia” han resuelto dicho problema declarando, que
los dos capítulos en cuestión no habían sido redactados por la misma persona; que el autor del
primero veneraba al dios denominado E. Finalmente, han tenido que abandonar esta tesis, por
falta de pruebas. En cuanto a nuestros sabios, muy lejos estaban de ignorar los problemas de
exégesis, supuestamente descubiertos por la escuela de la crítica tanájica, pero su método de
interpretación, de dichos problemas, difiere (rotundamente) de las soluciones adoptadas por
esta escuela; no solo por lo que se refiere a nuestro versículo sino en general.
SOPLO EN SU ROSTRO. Al recibir el soplo de la vida “en el rostro”, el hombre fue elevado
por encima de las demás criaturas, tanto física como moralmente. El contraste que el ser
humano ofrece con el vegetal es, por tanto, absoluto. La planta está anclada en la tierra y
absorbe la sabia vital por las raíces, que son sus extremidades inferiores. En el animal, el centro
vital se encuentra a la altura del corazón, que corresponde a la parte intermedia del cuerpo. Pero
en el hombre la vida está vinculada al espíritu, al “rostro”, a la cúspide del ser. El hombre dirije
sus miradas hacia arriba y recibe todas sus fuerzas “de lo alto”, cuando espera, cuando desea y
cuando piensa. La vida, expresada en su rostro, es la que le mantiene y sostiene; hasta el punto
de que se desploma cuando pierde el conocimiento.
UN ALMA VIVIENTE. El termino {neshamah} נשמהse aplica al alma, que es exclusiva del
ser humano, y que le distingue de las demás criaturas, ya que estas poseen solamente {Nefesh
ve-ruaj} נפש ורוח, el alma vegetativa y el alma sensitiva. La {Neshamah} emana de la
Inteligencia Suprema y en esto consiste, por tanto, la semejanza con Dios que es patrimonio del
hombre y del que hemos hablado anteriormente (Rabi A. Ibn Ezra VII, 22, la asonancia con
{shamayin} שמים, cielos, justifica que la נשמהeste definida como emanación del espíritu
celestial.
En lo que respecta a la estructura del alma humana, los filósofos judíos no comparten todos la
misma opinión. Para algunos, el alma es una, si bien tiene una triple función: vegetativa,
sensitiva e intelectual. Maimonides está entre los adeptos a esta teoría. Para otros, en cambio, el
alma está compuesta de tres partes diferentes. Najmanides parece haber adoptado esta tesis, ya
que se ajusta a la concepción de Onkelos, quien traduce las palabras {Nefesh jayah} de nuestro
versículo, por “ser hablante”; es decir, que al recibir la {Nishmat Jayim} el hombre adquirió la
facultad de pensar y de expresar sus pensamientos libremente por medio del lenguaje. Por lo
tanto, posee un alma especial.
La traducción de Onkelos ha dado pie a muchos comentarios. Según esta traducción, lo que
caracteriza el alma del ser humano y le distingue a este del animal, es pues la facultad de
hablar. Además, de ella se infiere que la aparición de los idiomas debe atribuirse a un milagro
Divino (Kuzari IV, 25). Pero la fórmula de Onkelos no nos permite determinar si el hombre
recibió, de una sola vez, todas las palabras y expresiones de la lengua, o si fue creándolas el
mismo progresivamente, a medida que las fue necesitando. M.L Malbim analiza este problema
en relación con los nombres dados por Adam a los animales (Gen. II, 20). En cualquier caso, el
texto de la Torah no excluye la tesis de numerosos psicólogos, según esta la capacidad de
expresarse es lo que forma y desarrolla la inteligencia. La inteligencia va progresando en
agudeza, gracias a la actividad verbal. Pero de todas maneras, es el {ruaj memalelah}, el
“espíritu hablante” lo que eleva al hombre y explica su semejanza con Dios. En efecto, el
Verbo es la “simiente Divina” que engendro la Creación. El Verbo existía antes en forma de
pensamiento, pues si la palabra es capaz de expresar todo lo que es material, es incapaz, en
cambio, de expresar lo inmaterial. El caso es que esta virtud creadora. Inherente al Verbo es lo
que hace del hombre un semidiós en el marco de la vida terrestre. Sus efectos pueden repercutir
hasta las esferas cósmicas.
Sin embargo, la última parte del versículo {vahi Ha Adam le-nefesh Jayah} ויהי האדם לנפש הי,
está interpretada de muy distinta manera por el Zohar. La Torah, dice, expresa aquí, la
decepción que el hombre causo: El eterno había dotado generosamente al ser humano, dándole
un alma santa para que pudiese merecer el Mundo Futuro. Pero el hombre se mostró indigno de
su alto rango y cayó al nivel de la bestia. Por eso se queja la Torah, añade Rabi Yoshu´a, por
eso califica al nombre de {Nefesh jay-ah}, termino con el que suele designar el alma de los
animales (I, 24). Cabe advertir que la expresión {Vaihi} solo aparece dos veces en el relato del
Génesis, en este versículo y I, 3: {Vaihi or}.
En los dos casos sirve para introducir un cambio lamentable en los acontecimientos (ver
nuestro Com I, 3); por lo demás, este es el sentido habitual de dicha expresión, como lo hacen
observar nuestros Sabios (Meguilah 1o b).
8- Y PLANTO ADONAI, DIOS, UN JARDIN EN EDEN, AL ORIENTE, Y PUSO ALLI AL
HOMBRE QUE HABIA FORMADO.
8- Y PLANTO ADONAI, DIOS, UN JARDIN EN EDEN, AL ORIENTE. En el comienzo fue
el ideal. El mundo nacido de la generación de Dios, de su inmenso amor, era maravilloso y
deslumbrante de armonía, El Universo entero era un Edén, pero Dios “planto un jardín en Edén,
hacia el oriente”, e instalo en el al hombre que había formado. Le condujo hacia su morada,
dirá Rabi Eli´ezer, como el que conduce un príncipe a su palacio, pues el hombre había nacido
en el Monte Moriyah, mientras que el jardín se encontraba más lejos, al este (Pirke de Rabi
Eli´ezer XII). Allí gozaría de puros, sublimes y divinos deleites, en una naturaleza fascinante de
hermosura; allí conocería la exaltación de la comunión con Dios; este era el destino que le
esperaba. Para que pudiera cumplirse, Dios le instalo en el jardín del Paraíso sin más condición
que la de cultivarlo y guardarlo.
La misión de “cultivar y de guardar” el jardín de la naturaleza marca el principio de la
civilización humana. Al mismo tiempo de la Torah sitúa el jardín al oriente subrayando con
esta indicación geográfica, la primera de la Torah, la importancia de los puntos cardinales para
toda la evolución ulterior. Desde el oriente, cuna de la civilización, la luz del espíritu seguirá en
la tierra la trayectoria que el sol recorre en el firmamento:” Desde el levante hasta el poniente,
será alabado el nombre del Eterno” (Salmo CXIII, 3). No obstante, Onkelos y otros
comentaristas entienden la palabra {mi-Kedem} מקדםde otra manera: Según ellos, significa
“antes”, es decir “anteriormente a la Creación”. El Talmud menciona en efecto, el Paraíso como
una de las siete “cosas” que han precedido la Creación del mundo (Pesajim 54ª). De lo que se
infiere que el Paraíso es uno de los siete elementos fundamentales para los cuales Dios creo el
Universo. Pues así como el arquitecto hace un plano antes de empezar la obra, de empezar la
obra, de igual modo, el Eterno trazo el plano de los principales elementos del Universo antes de
iniciar la Creación.
EN MEDIO DEL JARDIN. Onkelos traduce: “en el centro” (y no dentro). También Rashi
siente la necesidad de precisar: “en el centro” ¿Por qué? Rabi A. Loev de Radin, conocido bajo
el nombre de {Jafetz Jayim} se lo explico a un médico que le preguntaba cómo podían
asegurarse la vida en el Mundo Futuro las personas de su profesión. Le contesto lo siguiente:
“A propósito de Adam y Eva y del Paraíso los comentaristas insisten en puntualizar que el
árbol de vida se encontraba en el centro del jardín. Sin duda porque el punto que está situado en
el centro es equidistante de todos los puntos de la periferia, y, por lo tanto, resulta asequible por
todos lados en igualdad de condiciones. Esto es para que no pensemos que existe solo un
camino para llegar al árbol de vida. Podemos alcanzarlo por todos lados; es decir que cada
hombre, ya sea un estudioso de la Torah, un sabio o un artista tienen la posibilidad de acceder a
él. “En todos tus caminos, piensa en Dios” y El allanara tus caminos” (Prov. III, 6).
En el mismo orden de ideas, el Talmud nos habla de los méritos que le proporcionaron al
médico Abba la vida en el Mundo Futuro” (Ta´anith 21b). Este es el motivo por el que la tienda
de Reunión, la que contenía la Torah, ocupaba siempre el centro del campamento de Israel en el
desierto (Núm. XI, 17) y también es esta la razón por la que la “Bimah” está situada en el
centro de cada sinagoga.
Y EL ARBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL. Es el árbol que despertó en
el hombre el conocimiento del bien y del mal. Adam disponía de libre albedrío desde el
momento de su Creación, pero mientras se abstuvo de probar el fruto prohibido, su alma gozo
de una felicidad constante. Su pureza angelical lo elevaba por encima del bien y del mal, pues
la tentación no podía alcanzar al hombre; no ejercía ninguna atracción sobre él. Fue el hecho de
probar el fruto prohibido lo que encendió por primera vez su deseo. Las fuerzas del mal
despertaron entonces en él, y con ellas el instinto y la pasión sexual. El pecado original rompió
la maravillosa armonía de principio. Por esta razón, el árbol fue llamado árbol del conocimiento
del bien y del mal, {´al Shem sofó} por anticipado (Maimonides, Guía de los Desc. II y
Najmanides II,9).
16- Y ORDENO ADONAI, DIOS, AL HOMBRE, DICIENDO: “DE TODO ARBOL DEL
JARDIN PODRAS LIBREMENTE COMER.
16- Y ORDENO ADONAI, DIOS, AL HOMBRE… La educación del hombre con miras a su
glorioso destino moral comienza con esta prohibición. Este es el principio de la historia de la
Humanidad, y lo que les indica a todas las generaciones futuras el camino a seguir. Pues el
hecho de que Dios, por primera vez, enuncie una prohibición en lugar de una orden, significa
implícitamente que su interlocutor posee un privilegio nuevo: la libertad y que además, esta
libertad deberá intervenir de una manera activa y convertirse en uno de los factores
predominantes de la historia de los hombres. Sin embargo, la libertad no es solo un privilegio;
también es una prueba. Dios no dicta aquí una orden categórica que se materializa en instinto,
como lo hizo con los animales; sino que deja al hombre libre de escoger entre la obediencia y la
desobediencia, introduciendo así, por primera vez, la conciencia y la voluntad como mecanismo
de progreso. El hombre se convierte pues en el dueño de su destino. De ahora en adelante, el
individuo es lo que cuenta, en virtud de esta independencia que posee incluso respecto a Dios.
No hay nada más real en efecto, que una independencia que el mismo Creador no ha querido
obstaculizar. El progreso espiritual ha dejado de depender exclusivamente de Dios, pues Él ha
abdicado una parte de Su Omnipotencia en beneficio de su criatura; y esta, solo podrá progresar
a costa de un esfuerzo, es decir de un acto de voluntad libre.
En dos ocasiones, durante el proceso de la Creación, Dios entabla sus relaciones con el
Universo bajo el signo de su infinita generosidad. Primero, se repliega sobre sí mismo tras
hacer un don de su Ser a los hombres; y este acto de amor engendra el espacio. Luego,
renunciando una vez mas a su omnipotencia, concede la libertad a los hombres con el fin de
que puedan merecer por si mismos la felicidad; optando por el bien.
Este repliegue de Dios sobre sí mismo explica que haya dotado de libertad a los hombres;
libertad que no es en absoluto incompatible con el concepto de la presciencia Divina. En efecto,
una cosa es que Dios sepa de antemano lo que va a pasar y lo que el hombre va a decidir, y otra
que imponga su voluntad. Estas dos “actitudes” no solo son distintas la una de la otra, sino que
además no guardan ninguna relación entre sí. La presciencia Divina es la consecuencia lógica e
inevitable del hecho de que para Dios no existe ni espacio ni tiempo. Por este motivo, El
conoce el futuro también como el pasado y el presente. Considerado desde el punto de vista de
la eternidad, el problema de la contradicción, entre el libre albedrío del hombre y la presciencia
de Dios, deja de existir. (Maimonides, Hiljot Teshuváh V, 5).
Por lo demás, los ejemplos tomados de la vida diaria demuestran, mejor que los razonamientos
filosóficos, la inconsistencia de dicho problema: supongamos que un padre se ha hecho cargo
de la educación de sus hijos y que, llegado el momento, decide que sus hijos escojan libremente
la carrera que quieren seguir y el oficio que prefieren. En muchos casos, el padre sabe de
antemano cual va a ser la elección de su hijo, aunque este vacile durante mucho tiempo antes de
decidirse. ¿Acaso este presentimiento del padre anula el libre albedrío del hijo? Un maestro les
dice a sus alumnos que pueden escoger entre continuar la clase durante algunas horas más o
disponer inmediatamente de su tiempo. ¿No sabe acaso lo que va a decidir cada uno? Sin
embargo, no por ello les priva de su libertad de elección (Sa´adía Gaón, Emunót Vedeót, cap.
IV).
“DE TODOS LOS ARBOLES DEL JARDIN PUEDES COMER”, Nuestros sabios enseñan
que el código moral universal se basa en una Revelación Divina. Según Rabi Yojanán, este
primer precepto dictado por Dios al hombre, contiene una alusión a dicha revelación. Son siete,
dice, los mandamientos que Dios impuso a los descendientes de Noaj (es decir a toda la raza
humana); el deber de practicar la justica, y las prohibiciones referentes a la idolatría, a la
blasfemia, al incesto, al homicidio, al robo y al consumo de carne cortada (directamente) en los
animales aún vivos (Talmud Sanh. 56b). En su código del Mishnéh Toráh, Maimonides
presenta un análisis detallado de las siete leyes de Noaj que constituyen, según él, la moral
“mínima común” de la humanidad moral mínima que el Legislador Divino completo más
adelante, primero en los tiempos de los patriarcas y después, en la época de Mosheh, con la
promulgación de la Toráh (Hiljot Melajim IX, 1).
Las leyes de Noaj, que son comunes a todo el género humano, están consideradas como el
fundamento del “derecho natural”, Y nada ha contribuido tanto y tan poderosamente a la
formación del derecho occidental moderno, como la idea de que existe en el universo una ley
natural susceptible de ser descubierta. Esta ley viene a ser como un derecho que Dios grabo en
el corazón del ser humano en el momento de su Creación. Por mucho que lo altere el pecado,
este derecho subsiste en el hombre en el estado de su infraestructura. Puede violarlo pero no
borrarlo. Por lo tanto, los hombres pueden y deben encontrarse los unos con los otros en este
terreno del derecho natural y desplegar todas sus implicaciones. Este ha sido el objetivo de
todos los grandes juristas desde el principio de los tiempos modernos hasta la mitad del siglo
XVIII. La realización de dicho objetivo alcanzo su apogeo cuando Grotius hizo del derecho
natural el fundamento del derecho internacional. La convicción de que hay un derecho inscrito
en la naturaleza humana esta tan profundamente grabada en el corazón de los hombres que a
principios del siglo XX hemos asistido, no sin sorpresas, al renacimiento de estas antiguas
teorías.
El primero que puso de realce la relación existente entre el derecho natural y los siete
mandamientos destinados a los descendientes de Noaj fue Jhon Seiden, el más insigne erudito
ingles del siglo XVII, en su obra (editada en 1640): “De jure natural et Gentium juxta
Disciplinam Ebraerum” (El derecho natural y el derecho de gentes según los hebreos). En ella
habla de las leyes de Noaj que son las que todos los hombres deben observar, y de las leyes que
son obligatorias solo para los judíos.
“Quienquiera entre los gentiles, que cumpla los siete mandamientos para obedecer a Dios,
figurara entre los justos de las naciones y tendrá parte al mundo futuro” (Maimonides Ibid.
VIII, 11).
17- MAS DEL ARBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL, DE EL NO
COMERAS, PORQUE EN EL DIA QUE DE EL COMIERES, CIERTAMENTE
MORIRAS.
17- … DE EL NO COMERAS… “El primer precepto promulgado por Dios es una prohibición
que no puede explicarse racionalmente. No es una [Mitzváh Sijlit], al contrario; todas las
facultades que posee el hombre: el gusto, la fantasía, la razón… se rebelan contra esta orden
negativa que el hombre nunca hubiera podido imaginar. Es más, incluso después de que esta
orden le hubiese sido impartida, el hombre no pudo encontrarle más justificación que la
voluntad absoluta de Dios. Se trata pues por excelencia de un [Jok] [ley desprovista de
fundamento racional para el hombre}. Además, es una ley alimentaria y una ley que llego a
conocimiento del hombre por medio de la transmisión oral, pues estaba dirigida a Adam, a Eva,
y, a través de ellos, a todos sus descendientes. Por tanto, contiene todos los aspectos de la futura
Ley judía con la que, como dicen nuestros sabios: {Yetzer har´a ve-umot ha-olam} han
chocado siempre el instinto del mal y el mundo no judío: {Mitzvát lo ta´aseh, jok, Torah she-
be-´al-peh, maajalot}. Todos estos elementos se hallaban reunidos en la prohibición que Dios
estableció al comienzo de la historia universal, {La-da´at tov va-r´a} con el fin de que el
hombre supiese por ella lo que debe considerar como el bien y lo que debe rechazar por ser
malo. Así pues, la condición de toda vida moral es la subordinación de nuestra naturaleza física
a la voluntad Divina; condición esta que se deriva de alto rango que el hombre ocupa en la
Creación y de su noble destino. Dominando las tentaciones de sus sentidos es como el hombre
se convierte verdaderamente en un hombre; y este acto de autodisciplina será siempre lo que
presida cualquier obra de educación moral. Aun hoy, cada imperativo de la ley Divina nos
obliga a enfrentarnos con el árbol del conocimiento y a tomar una decisión, ora para responder
al llamado de nuestros sentidos, de nuestra impura fantasía y de nuestro instinto animal, ora
para obedecer, conscientes de nuestra misión superior, a la voz del Eterno” (Rabi Hirsch).
… UNA AYUDA A SU LADO. Esta expresión indica claramente que la mujer ha sido creada
para proporcionarle al hombre el complemento físico, moral y social que su naturaleza reclama.
En efecto, la tarea que el hombre debe llevar a cabo en la tierra es demasiado pesada para una
sola persona. Necesita una “ayuda a su lado”. Gracias a la mujer, su otro yo, y a la comunidad
que forma con ella en el matrimonio el hombre puede (aspirar a) realizarse plenamente. En
cambio, sin su pareja, no es más que un medio hombre. Cabe advertir que la definición que el
texto tanájico nos da aquí de la mujer (“una ayuda a su lado”) no alude al aspecto sexual de la
relación. La función que la Toráh le asigna a la pareja del hombre está revestida de la mayor
dignidad posible. La fórmula: “una ayuda a su lado” significa que la mujer no es la sombra de
su marido o una esclava despreciada, víctima de la tiranía de su esposo, como era el caso en la
antigüedad pagana, sino la colaboradora valiosa e indispensable a la que ninguna otra criatura
hubiera podido sustituir.
La conclusión que los estudiosos de la Ley han sacado de este versículo es, que el matrimonio
es una institución Divina y que, además, el estado matrimonial es lo único que le permite al
hombre vivir plenamente su verdadera vida. Cuando la Toráh proclama: “No es bueno que el
hombre esté solo”, condena el celibato declarándolo implícitamente contrario a la naturaleza.
Incluso después de que el hombre ha cumplido su deber de procreación le está prohibido vivir
sin esposa: Según la ley judía, el cumplimiento de los deberes conyugales por el marido es un
derecho exigible por la esposa, y este derecho no debe confundirse con el de la procreación
(Yebamót 61 b y Even Ha'ézer, Cap. 76).
19- PORQUE ADONAI DIOS HABIA FORMADO DE LA TIERRA TODO ANIMAL DEL
CAMPO Y TODA AVE DEL CIELO Y LOS TRAJO ANTE EL HOMBRE PARA VER,
COMO LOS LLAMARIA; Y TODO LO QUE EL HOMBRE FUE LLAMANDO A CADA
CRIATURA VIVIENTE, TAL FUE SU NOMBRE.
19 – Y LOS TRAJO ANTE EL HOMBRE… Antes de “tomarle una costilla”, Dios quiso
averiguar si había ya en la Creación una compañera digna del hombre; también quiso que éste
experimentase primero el deseo de tener una compañera de su misma categoría (Najmánides).
Por eso empezó por traerle todos los animales del campo y todas las aves del cielo “pareja por
pareja, macho y hembra; el hombre dijo: todos tienen compañera menos yo” (Rashí). Pero
ningún ejemplar del reino animal pudo convenirle porque él buscaba una comunión más
profunda y completa con su compañera, que la que los animales realizan con la suya. En efecto,
la unión de la pareja animal está destinada exclusivamente a perpetuar la raza y, además, no se
limita a dos individuos solamente, sino que se extiende a todos los representantes de la especie
(‘Akedáh cap. V).
PARA VER COMO LOS LLAMARIA. Este es, según Racanati, el significado de las palabras
{mah yikra lo}. Al darles sus nombres a los animales, Adám los caracterizó y clasificó. Así
pues, los fue designando en función de su naturaleza y se dio cuenta (entonces) que ninguna
especie tenía una naturaleza semejante o análoga a la del ser humano. “Para un hombre” (el
texto no dice {l'Adám} con el artículo, como en las demás frases); es decir, para el ser que
había sido hecho a imagen de Dios y era Su intendente en la tierra, no había compañera digna,
capaz de compartir tan noble misión. Dios quiso que el hombre designase él mismo a su pareja
para poder amarla más.
Esta labor de denominación requería por parte de Adám una gran sabiduría pues cada nombre
tenía que corresponder a la naturaleza, especie y sexo de la criatura. Cuando los ángeles
manifestaron su sorpresa de que semejante privilegio hubiese sido concedido a Adám, Dios les
contestó: “La sabiduría del hombre es superior a la vuestra” pues él posee la facultad de
reconocer la naturaleza de las cosas y de nombrarlas, facultad que los ángeles carecen ya que
desconocen el mundo fuera de su esfera.
La Toráh recalca pues que los nombres atribuidos por el hombre a los animales {hu shemó} son
válidos y definitivos. De lo que se infiere, concluyen Najmanides, Yehudáh Ha-Leví (Kuzári
IV, 25) y otros comentaristas, que la lengua hebraica hablada por Adam corresponde a la
naturaleza significativa de las cosas. Fue Dios quien le inspiró dicha lengua, o (al menos) quien
la sancionó. En cambio, apoyándose en el versículo 20 (“Y el hombre dio nombre…).
Maimonides afirma que el lenguaje humano tiene un carácter convencional (Guía de los Desc.
11,30). Rabí S.R. Hirsch opina también que el lenguaje no hace más que expresar el punto de
vista subjetivo del ser humano (Cf. Com. V. 7).
20- Y El HOMBRE DIO NOMBRE A TODAS LAS BESTIAS Y A LAS AVES DEL CIELO
Y A TODOS LOS ANIMALES DEL CAMPO; MAS PARA EL HOMBRE NO
ENCONTRABA AYUDA QUE LE FUERA IDONEA.
TOMO UNA DE SUS COSTILLAS. Es porque la mujer formaba parte originalmente del
cuerpo del hombre, y solo después se separó de éste, por lo que ambos seres, el hombre y la
mujer tienden instintivamente a buscarse y a unirse para formar “una sola carne”, un solo ser
semejante al que Dios creó inicialmente. En efecto, el hecho de que dos almas puedan, desde el
primer contacto confundirse y fusionarse como dos gotas de mercurio, demuestra que
originalmente constituían una unidad, pero que ésta se materializó en dos seres distintos.
Maimónides también subraya la idea central contenida en este pasaje, a saber que la anatomía
humana se compone de dos elementos, la materia y la forma, y que estos elementos se
manifiestan en la tierra a través de la dualidad masculino-femenina, pero, que en realidad
corresponden a una misma y única Creación (Guía de los Desc. 11,30).
Y CERRO CON CARNE EN SU LUGAR. Nuestros Sabios explican la diferencia que existe
entre el carácter del hombre y el de la mujer, y la que también se observa en el timbre de sus
voces, por su diferencia de origen: el hombre está formado del polvo de la tierra mientras que la
mujer ha salido de la costilla de un ser humano dotado ya de todos los atributos de la existencia.
Nuestros Sabios relacionan además la palabra {Va-yíven}, “construyó (vers. 22) cuyo empleo
resulta aquí bastante excepcional, con la palabra {Bináh}, “sentido común”, “intuición”, y
extraen la siguiente conclusión: Esto nos enseña que Dios le dio a la mujer una intuición
superior a la del varón. En consecuencia, la madurez de la mujer es más precoz que la del
hombre, lo cual explica que ciertos actos legales realizados por la mujer sean válidos a partir de
los doce años, mientras que los del hombre lo son únicamente a partir de los trece (Niddáh
45b).
SERA LLAMADA “ISHAH” PORQUE FUE TOMADA DE “ISH”. Esto demuestra, dice el
Mןdrásh Rabbá, que la lengua hebraica fue efectivamente la lengua de los orígenes, como lo
confirma, además, la forma de casi todos los nombres propios del Génesis. Yehudáh Ha-Leví
cita, por ejemplo, el nombre {adamáh} אדמהque deriva de {Adám} ( אדםel nombre Adám ha
sido adoptado por todos los pueblos del mundo para designar al primer hombre); {isháh}
אשהprocede de {ish} איש, {jay-áh} חיהde {jái} {חיkayín} קיןde {kaníti} { ;קניתיShet} שתde
{shát} { ;שתNóaj} נחde {yenajaménu} ינחמנו. Esta tesis no contradice la afirmación del Talmúd
(Sanh. 38b) según la cual Adám hablaba en lengua aramea, ya que, como dice Ha-Leví, el
arameo, el árabe y el hebreo son lenguas hermanas y poseen por tanto palabras, locuciones y
construcciones análogas, comunes a todos los idiomas semíticos. Tanto desde el punto de vista
de la razón como desde el punto de vista de la Tradición, el hebreo es, sin embargo, el más
antiguo de todos; su nombre procede de Beer (Cf. Rabí A. Ibn Ezrá Exo. XI, 16) porque fue
este personaje quien lo conservó cuando se produjo la confusión entre las diferentes lenguas
(Kuzári 11,68).
Mientras el hombre estuvo solo, Dios le llamó Adám,אדם. En cuanto apareció la mujer, le llamó
{ish} אישporque quiso asociar Su propio nombre a la unión de la primera pareja. En efecto, la
letra יde {ish} אישy la letra הde {isháh} אשהcomponen al juntarse el Nombre Divino ( יהPirké
de Rabí Eli'ézer 12). La unión se convierte sin embargo en un “fuego devorador” si excluye la
presencia Divina, pues si suprimimos las dos letras “ יהno queda más que {esh} אש, el fuego
(Sotáh 17a).
No obstante, el femenino de {ish} אישno es exactamente {isháh} אשהsino {isháh} אישה. Rabí
A. Ibn Ezrá subraya al respecto que el daguesh fuerte contenido en la שde אשהsustituye en
realidad a la consonante yud que ha desaparecido. Pero Rabí Yitzják ‘Arama explica que la
Toráh quiso, de hecho, evitar la forma normal del femenino, que es la que se usa en los
nombres de animales: pues la diferencia entre macho y hembra, en el reino animal tiene un
significado puramente sexual; mientras que el papel de la mujer consiste en ser “la ayuda” del
marido, y en estar “a su lado” en todos los aspectos de la vida. Este es el motivo por el que el
nombre de la mujer no es אישה, que vendría a significar “hombra” sino {isháh} אשהpalabra
derivada de la raíz {Ashósh} ( אששYeshayáhu XLVI, 8).
Lo que también hace resaltar la importancia de la función de la mujer, es el hecho de que fue
objeto de una Creación especial, sui-generis, y posterior a la del hombre, al contrario del animal
hembra que Dios creó simultáneamente con el macho.
CAPITULO III
1 – LA SERPIENTE ERA EL MAS ASTUTO DE TODOS LOS ANIMALES DEL CAMPO
QUE ADONAI DIOS, HABIA HECHO; Y DIJO A LA MUJER: “¿CON QUE HA DICHO
DIOS: NO COMAIS DE TODOS LOS ARBOLES DEL JARDIN?”
1 – LA SERPIENTE ERA EL MAS ASTUTO… Hoy como ayer, la historia del pecado
empieza siempre por una lucha entre el instinto animal y la conciencia humana. ¿Cuál de los
dos ha de ganar la partida? Esta es la angustiosa pregunta en cuya respuesta se juega no sólo el
destino del individuo, sino también la suerte de las generaciones siguientes. En efecto, la
historia de la Humanidad viene a ser, en último término, la historia de la actitud del hombre
frente al problema moral. Por esta razón, el interés del texto sagrado se centra, desde el
principio, en esta cuestión, y Adám se ve inmediatamente confrontado con ella.
El relato del primer pecado es válido para todos los que siguieron. A diferencia del animal, que
no conoce más ley que la de su instinto natural, el hombre puede y debe escoger libremente el
camino del bien. Sin embargo, el criterio del bien y el criterio del mal no son inherentes a su
conciencia. A pesar de los esfuerzos acumulados por los pensadores más insignes de la
Humanidad a través de los siglos, el hombre no ha conseguido descubrir la regla general de la
moral individual o social. La conciencia personal, aquella voz del cielo que llevamos dentro,
nos exhorta sólo a ser buenos y a huir del mal. Pero el contenido mismo del bien y del mal no
podemos aprenderlo más que de la boca de Dios. Además como el hombre no vive más que
para “servir a Dios y al mundo” {le-‘ovdáh ul-shom-ráh} (vers. 1 5) su naturaleza individual no
conlleva las limitaciones que regulen sus actos per-se. Esta debe corresponder a su destino
superior y, por tanto, no se identifica con los placeres sensuales. Fíjate en este árbol
paradisíaco, adornado con todo lo que puede halagar tus sentidos. Tu naturaleza te dice que es
bueno, pero tu conciencia debe añadir que la Palabra Divina lo ha considerado malo y lo ha
condenado. Así pues, este árbol viene a ser el modelo y el regulador “del conocimiento del bien
y del mal” a nivel humano. Y lo que permite reconocer una conducta humana moral es el
contraste que ofrece con el comportamiento del animal.
Y DIJO A LA MUJER. Son muchas las teorías que se han emitido para explicar el hecho de
que la serpiente haya podido hablar. Rabí A. Ibn Ezrá cita varias opiniones y M.M.
Kashér recoge el conjunto de las hipótesis formuladas; entre otras, la que afirma que las
facultades mentales de los seres humanos y de los animales eran muy superiores a las nuestras
antes del pecado original y que, en el Paraíso reinaba la concordia entre todas las criaturas,
hasta el punto de que podían comprenderse perfectamente entre sí. Poco importa, a fin de
cuentas, qué tipo de lenguaje hacia posible este fraternal entendimiento (Cf. también
Najmánides, Lev. XXVI,6).
AUNQUE DIOS HAYA DICHO. {af} אףsignifica “aunque”, “a pesar de que…”. Es el signo
de la rebeldía, de la oposición. La primera palabra pronunciada por el eterno tentador es pues la
que expresa duda y escepticismo hacia Dios; y luego, desafío y porfía. Además de la serpiente,
tres personajes tanájicos más han iniciado su protesta o su llamamiento a la insurrección con la
palabra )אף: el jefe de los panaderos (Gén. XL, 1 6), Kóraj y sus secuaces (Núm. XVI, 14) y
Hamán (Esther V, 12). Todos ellos fueron castigados con el אףque también es la expresión de
la cólera Divina ( חרון אףGén. Rabbá cap. 19).
“Y aunque Dios lo haya dicho.” Esta primera frase contiene ya en germen, toda la
argumentación que la bestia esgrime contra el hombre: “Suponiendo incluso que Dios lo haya
prohibido, ¿tenéis acaso la obligación de obedecer? El instinto que lleváis dentro ¿no es acaso
también una voz Divina? Por otra parte si el placer es algo malo, ¿por qué lo ha dotado Dios de
tanta seducción? ¿y por qué os ha infundido a vosotros el deseo? ¿No ha querido acaso
demostrar, de esta manera, que el deleite y el deseo existen el uno para el otro? Además, si Dios
ha creado el deleite y el deseo, ¿cómo se entiende que pueda prohibirlos después?”.
Es así como habla la serpiente o el animal que llevamos dentro; algunas veces desprovisto de
artificios, y otras, envuelto en argumentos filosóficos, para incitarnos a desobedecer al precepto
Divino, que nos prohíbe determinado placer.
Y como antaño, el animal dramatiza la situación fingiendo ignorar que, junto al número
reducido de prohibiciones, existen también muchas situaciones de las que podemos
legítimamente disfrutar; presentándonos así la ley de Dios como enemiga de todo placer (Rabí
S.R. Hirsch).
Es de notar que la serpiente elude sistemáticamente el Nombre Divino {Ha-vay-áh}
YHVH, que el texto ha venido repitiendo constantemente desde el segundo capítulo hasta la
primera mitad del versículo. La serpiente, en efecto, no acepta a Dios más que como {Elohím},
que significa el Creador y Amo de la Naturaleza y rechaza la noción de Providencia Divina
contenida en el nombre {Ha-vay-áh} YHVH. Nunca emplea esta última denominación, ni en
este versículo, ni más adelante en el versículo 5; y consigue además que Eva le imite en su
herejía (vers. 3). El veneno del tentador ha empezado ya a penetrar en el corazón del hombre
(¨Akedat Yitzják cap. III).
La frase de la serpiente resulta abrupta y fragmentaria “Aunque Dios haya dicho: no comeréis
de todos los árboles del jardín”. Según Rabí A. Ibn Ezra, es porque constituye el final de una
serie de frases que han sido pronunciadas anteriormente, y que el texto expresa, según Rabí
Yitzják ‘Aráma, el carácter elíptico de la formula y se debe a que, actuando de una manera
típicamente femenina, Eva le corto la palabra a la serpiente en cuanto ésta empezó a hablar.
3- MAS DELFRUTO DEL ARBOL QUE ESTA EN MEDIO DEL JARDIN, HA DICHO
DIOS: “NO COMEREIS DE EL Y NO LO TOCAREIS, NO SEA QUE MURAIS”
3- “NO COMEREIS DE EL Y NO LO TOCAREIS”. “La mujer añade aquí algo a la orden
recibida. Por eso, acabara restándole también algo (desobedeciendo). Pues esta dicho (Prov.
XXX, 6): “No añadas nada a sus palabras” (Rashi). En efecto, Dios les había prohibido
consumir los frutos del árbol, pero la mujer extendió la prohibición al hecho de tocarlos. Rashí
hace aquí referencia a la sentencia del Talmúd, Sanh 29a. En cambio, según los Avót de Rabí
Natán, Cap. I, fue Adám quien añadió esta segunda prohibición, obedeciendo al dictado de su
propia conciencia y con el fin de preservarse de la transgresión. Según esta última
interpretación, se trata pues del ejemplo típico de alzar un {seyág}, una “valla (o cerca)
protectora” alrededor de la ley. Este caso viene a demostrar que dicho mecanismo de protección
es el producto natural de una conciencia humana preocupada por cumplir fielmente la Ley
Divina. Pero nuestro Sabios nos recomiendan al mismo tiempo “no por levantar la valla encima
de lo esencial”, para que no caiga y estropee las plantas que debe proteger. El Eterno había
dicho: “El día en que comáis de este árbol moriréis pero Eva repitió la orden deformándola,
pues dijo: “No lo toquéis, bajo pena de muerte”. Este desliz fue lo que le permitió a la serpiente
tenderle la trampa. La empujo hasta conseguir que tocase el árbol, y entonces le dijo: “(Ya ves
que) no has muerto por haber tocado el árbol; tampoco morirás si comes de él”.
La advertencia de nuestros Sabios (de no construir la valla por encima de lo esencial) debe
servirnos para tomar conciencia del origen y significado de las medidas de protección, y para
evitar el confundirlas con los Mandamientos Divinos. Pues el riesgo de que la violación de un
precepto Rabínico, acarree también la violación de una ley Divina, es mayor cuando olvidamos
que las {seyaguím} o {Guezerót} son en realidad {Mitzvát de-Rabanán} y no {Mitzvát de-
Oraitá}. “El que relaciona una prohibición Rabínica a una prohibición de la Toráh comete la
transgresión denominada {bal tosíf} (, no añadirás nada” (Maimónides, Ver Libro (Ver Libro).
Adám cometió el error de trasmitirle a Eva la prohibición de tocar como la de consumir, sin
especificar que no se trataba de un Mandamiento Divino.
5 – ANTES BIEN, SABE DIOS QUE EN EL DIA QUE COMIEREIS DE EL, VUESTROS
OJOS SE ABRIRAN, Y SEREIS COMO DIOS, CONOCEDORES DEL BIEN Y DEL
MAL.
5- CONOCEDORES DEL BIEN Y DEL MAL. Maimónides explica que el conocimiento del
bien y del mal, proporcionado por el consumo del fruto prohibido, no significa en absoluto que
el hombre acceda a un grado de perfección superior; por el contrario, supone una caída. Antes
del pecado, en efecto, el hombre poseía el conocimiento de la Verdad. Se elevaba por encima
de las pasiones terrenales hasta el punto de que éstas no podían alterar su clarividencia. Su
visión de las cosas era tan perfectamente objetiva que era capaz de distinguir la verdad del
error. Pero en cuanto tomo del fruto prohibido, su apetito sensual despertó y turbó la pureza
inicial de su pensamiento. A partir de entonces, no pudo conocer la Verdad total, sino solo una
parte de ella, y cayó al nivel de la criatura que vive desgarrada por sus pasiones, y que solo sabe
lo que es bueno o malo para sus sentidos. El hombre paso de la esfera ideal en la que reina la
luz celestial del espíritu a la esfera material de la sensualidad física, donde pierde uno la noción
de la Verdad y del Absoluto (Guía de los Desc. 1,2). En este orden de ideas, la expresión {vih-
yitém ke-elohím} adquiere un sentido hiperbólico, como lo subraya Rashí. Significa:
“Creadores de mundos”. La serpiente emplea esta expresión con el fin de impresionar a la
mujer y de alejarla de Dios.
El punto de vista de los Maestros de la Kabaláh es totalmente distinto: Ellos parten de la idea
de que la armonía preestablecido del universo era el producto de un equilibrio perfecto entre
sus diversos elementos, incluidas las fuerzas del bien y del mal. Cada elemento desempeñaba
una función claramente definida dentro de este sistema. Pero el hombre, que ocupaba una
posición clave, rompió el equilibrio al despertar las fuerzas del mal, y éstas se desencadenaron
entonces, desorganizando el orden Divino de la Creación. El factor del bien, que originalmente
aparecía aureolado de sublime majestad, y hasta entonces no había sufrido ningún menoscabo,
sucumbió al igual que los demás elementos, sumiéndose en el desorden general. Por vía de
consecuencia, se produjo una confusión total de las nociones del bien y del mal, de lo sagrado y
de lo profano, de la belleza y de la fealdad, de la pureza y de la impureza. Todas estas nociones
se hundieron en un caos inextricable. Así pues, desde que la primera pareja abandono el árbol
que dispensa la vida eterna para adherirse al que proporciona “el bien y el mal confundidos”,
los hombres ya no saben distinguir el bien del mal, ni la justicia de la iniquidad (Zóhar 1,221;
111,107).
Por lo tanto, desde el día del pecado original la Humanidad no tiene otra misión que la de
buscar y recoger “las chispas sagradas” caídas de las cumbres luminosas, que siguen vivas bajo
los rescoldos del mal, para juntarlas y reconstituir así con ellas la esplendorosa luz de la
perfección moral y espiritual.
En cuanto al Satán, sigue empeñado en su intento de convencer pérfidamente a los hombres “de
que serán como seres superiores (&. Onkélos) y podrán gozar a la vez del bien y del mal”.
6 – CUANDO LA MUJER VIO QUE EL ARBOL ERA BUENO PARA COMIDA, Y QUE
ERA UNA DELICIA PARA LOS OJOS, Y EL ARBOL DESEABLE PARA HACERSE
SABIO, TOMO DE SU FRUTO Y COMIO, Y DIO TAMBIEN A SU MARIDO QUE
ESTABA CON ELLA, Y EL COMIO.
6 – LA MUJER VIO. Todos los sentidos, a excepción del olfato, participaron en el pecado
original y, a raíz de ello, quedaron mancillados: la vista (“la mujer vio”), el tacto (“tomo de su
fruto”); el gusto (“comió”), y el oído (“oyeron”). El olfato se ha conservado pues más puro que
los demás sentidos; lo que explica que el aroma que se desprende de los sacrificios y se eleva
hacia el cielo sea del agrado de Dios (Cf. Rashí Lev. 1,9). El olfato es además el sentido que
proporciona las sensaciones más intangibles (Ber. 43b). Por esta razón, cuando queremos
impregnarnos de la santidad del Shabbat para conservar “su aroma” durante los otros días de la
semana, apelamos también a nuestro sentido del olfato a la hora de despedirnos del Shabbat.
Por último, el Mesías que esperamos se dará a conocer y será legitimado gracias a su olfato,
que ha de tener muy desarrollado (Is. XI,3) pues éste es el único sentido que no ha sido
afectado por el pecado original. Por la misma razón se recomienda aspirar perfumes agradables
el día de Kipúr.
Y COMIO. ¿Cómo es posible que Adám, hombre creado por las propias manos del Eterno,
dotado de una visión ilimitada del Universo y de la Humanidad, y además “profundamente
piadoso”, según la expresión de Rabí Meír (Eruvín 18b) haya podido sucumbir al pecado? Pues
“Nadie comete un pecado a menos de haber perdido la razón” (Sotáh 3a). Por lo visto Adám,
padre de la Humanidad y reflejo de Dios en la tierra, tuvo también su momento de desvarío, y
cuando la tentadora se acercó a él para seducirle se convirtió de pronto en un hereje y en un
apóstata (o en un sectario) (Sanh, 38b; cf.). Cuanto más grande es un hombre, dicen los Sabios,
mayor es su pasión (Sucáh 52a). Más adelante, el remordimiento y el arrepentimiento que
experimento Adám fueron inmensos.
POR EL LADO DEL DIA. Rashí explica: “Por el lado en que el sol se pone; es decir, el
occidente. Este primer repliegue de la Shejináh, {silúk Shejináh} hacia la parte de occidente es
lo que le confiere toda su significación a los hechos siguientes: El “Santo de los Santos”,
{Kódesh Kodashím} del Santuario estaba situado al oeste. La luz perpetua de este Santuario
también estaba orientada en la misma dirección: {Ner Ma'araví}. Y el último vestigio del
Santuario, en el que se refugió la Shejináh para no abandonarlo nunca jamás, es la muralla
occidental {Kótel Ma'araví} (Exo. Rabbá cap. 2).
Desde el momento en que la Presencia Divina nos dirigió su último saludo desde el Oeste,
nosotros miramos en esa dirección y esperamos. La primera puesta de sol significa para el
hombre, el primer crepúsculo de la luz Divina que alumbraba su espíritu; y el servicio sagrado
del Santuario, que está totalmente orientado hacia el oeste es, por lo tanto, el medio eficaz que
el hombre tiene a su alcance para suscitar el regreso de la Shejináh entre nosotros (Rabí S.R.
Hirsch).
Además, esta desaparición de la Shejináh al Oeste, es un signo que debemos interpretar en
relación con la Historia Universal. En efecto, la evoluciona de la historia sigue la misma
trayectoria que los astros en el firmamento. Así como estos se desplazan del Este al Oeste, de
igual modo la luz del espíritu salió del oriente en los albores de la vida humana, y emprendió
gradualmente la conquista de la Humanidad, avanzando hacia el occidente en dirección a los
antípodas. Y la Shejináh espera en el Oeste, {Shejináh le'olám be-Ma'arív} (B.B. 25a). Allí
recibe el homenaje de los astros, como está escrito: “La legión de los cielos (que sale del
Levante) se prosterna ante Ti” (Nehemías IX, 6) y allí espera también el homenaje de los
hombres.
PORQUE ESTOY DESNUDO. “Un pecado lleva tras sí a otro pecado”, dicen nuestros Sabios.
Adám comete ahora un pecado suplementario, ya que alega una excusa falsa, para ocultar su
primera infracción. El pronombre personal {Anojí} empleado aquí corresponde a un “yo” más
enfático que el que {Aní} expresa el pronombre usual: “Estoy desnudo”, significa pues: “estoy
despojado de mi personalidad”.
…DEL QUE TE PROHIBI COMER? Esta frase tiene un significado implícito que Rabí
Ya'akóv Duvno, el Maguíd, aclara con la siguiente parábola: “Un mercader que se disponía a
pasar el Shabbat en una venta, llevaba consigo un cofrecillo (o arqueta) donde guardaba el
dinero. Para evitar de llevar encima la llave del cofrecillo durante el Shabbat, decidió meterla
también dentro del mismo. El cofrecillo se cerraba automáticamente, por lo que pensó que al
terminar el shabbat, podría llamar a un cerrajero para que se lo abriese. Pero el ventero, que
codiciaba el dinero de su huésped, descubrió en su manojo de llaves una que correspondía a la
cerradura de la arqueta. Aprovechó pues la ausencia del mercader para abrirla y robar su
valioso contenido. Por la noche, cuando el cerrajero fue a abrirla, el mercader enmudeció de
asombro al comprobar que el dinero había desaparecido a pesar de que la llave seguía allí. Si la
cerradura está cerrada, se preguntó, ¿cómo han podido abrir el cofrecillo?
De igual modo, Dios le preguntó a Adám: “Habiéndote Yo creado como te creé, ajeno a toda
pasión, y habiéndote además prohibido comer de aquel árbol, ¿cómo es posible que tu corazón
haya podido abrirse al deseo?”. Adám contesto: “Es otra llave la que ha abierto mi
corazón…”La mujer; ella. Me dio el fruto del árbol y lo comí”.
13- Y DIJO ADONAI, DIOS, A LA MUJER: “¿QUE ES LO QUE HAS HECHO?” Y DIJO
LA MUJER: “LA SERPIENTE ME SEDUJO Y COMI”.
…MÁS QUE TODA BESTIA, MAS QUE TODO ANIMAL DEL CAMPO. “Si fue maldecido
más que cualquier animal doméstico, también lo fue más que cualquier animal salvaje, y con
más razón. Nuestros maestros deducen de esto (Bejorót 8b) que la gestación de la dura siete
años”. A este comentario de Rashí, Najmánides añade, que la afirmación del Talmúd ha sido
confirmada por los hechos, y que tenemos una de las muchas verdades generales el texto de la
Revelación. Y si los sabios contemporáneos, comenta J.L. Eulenburg , poseen datos diferentes
en lo referente a la gestación de la serpiente, ello se debe únicamente al hecho de que las
condiciones naturales han cambiado a través de los siglos, como podemos comprobarlo en
campos de investigación {nish-taná ha- tev¨a}.
MALDITA SERA LA TIERRA POR TU CAUSA. La caída de Adám arrastra tras sí la de toda
la naturaleza y también la de sus descendientes. Esta es la gran lección que nos da la Toráh en
este versículo: La Creación es una, y sus componentes son todos interdependientes. El
encadenamiento de las generaciones, y el de las diferentes partes de la naturaleza es tan
absolutamente riguroso, que la responsabilidad del hombre, en cada uno de sus actos, es
inmensa. Pues el hombre ocupa una posición clave en el concierto de la Creación; cada una de
sus acciones e incluso de sus palabras, pueden repercutir hasta las esferas más lejanas. Él puede
ejercer una influencia profunda sobre su descendencia, tanto en el bien como en el mal en
virtud de las leyes de la herencia natural; y el eco de sus actos se prolonga hasta las esferas
cósmicas, al igual que La piedra que forma círculos concéntricos cuando se la arroja al agua,
trasmitiendo su vibración en profundidad y en extensión.
El hombre desempeña en cierto modo el papel de director de orquesta frente a la inmensidad de
una naturaleza cuyas partes componen un todo coherente, y cuyos organismos cooperan entre
sí; dependen los unos de los otros y reaccionan los unos en función de los otros, como sucede
también en el cuerpo humano. Por esta razón, el hombre tiene la capacidad de hacer reinar en el
seno de la Humanidad una era de concordia y prosperidad, a la que la naturaleza contribuye con
su valiosa colaboración; pero también tiene el poder de conmocionar el orden natural
desencadenando las fuerzas maléficas, y poniendo al servicio de estas los tesoros y recursos de
la naturaleza. Sí, depende de la voluntad humana, el que nuestro planeta se convierta en un
paraíso terrenal o en un infierno. En cuanto a la naturaleza, esta colma de favores al hombre
cuando él respeta el plano de la Creación tal como lo concibió Dios, pero se convierte en
enemiga cuando el hombre abusa de su poder y destruye su armonía.
Esto es precisamente lo que se produjo a raíz del pecado original que el hombre cometió,
despertando así las fuerzas del mal. El hombre peca cada vez que perturba el orden de la
Creación. Y el castigo en el que entonces incurre no es un simple acto de represalia, sino la
consecuencia natural de la inversión de fuerzas provocadas por él, en el seno del orden
preestablecido (C.f. Com. del Lev. XXV1, 11; Ha-lkarim 111,8). Sin embargo, aunque el
pecado original ha ocasionado la caída del hombre y le ha hecho vulnerable a todos los malos
instintos, sus consecuencias no deben ser consideradas como una desgracia eterna. Por el
contrario, cada individuo conserva intacta la facultad de elevarse mediante un esfuerzo de
voluntad hasta la pureza suprema; si bien hay que admitir que su tarea se ha vuelto más
compleja, pues cuesta más restaurar un equilibrio destruido que mantenerlo en su estado
primitivo. A partir del pecado original, la reconstrucción de la armonía inicial se convierte en el
problema central de la existencia.
22- Y DIJO ADONAI, DIOS: “HE AQUI QUE EL HOMBRE HA VENIDO A SER COMO
UNO DE NOSOTROS, CONOCIENDO EL BIEN Y EL MAL; AHORA, PUES, NO SEA
QUE EXTIENDA SU MANO Y TOME TAMBIEN DEL ARBOL DE LA VIDA, Y COMA Y
VIVA PARA SIEMPRE”.
22 – “HE AQUI QUE EL HOMBRE HA VENIDO A SER COMO UNO DE NOSOTROS”.
Rabí Wolf Heidenheim demuestra que cada vez que el número {Ejád} está seguido por un
complemento del nombre —como es el caso en nuestro versículo— se trata de una unidad de
calidad inferior. El texto tiene entonces el siguiente significado: Por haber probado tanto el bien
como el mal y por haber cometido el pecado original, el hombre se ha convertido en el último
de los seres superiores (Cf. Rashí). Fue concebido inicialmente para ser el igual de los ángeles
en virtud de su grandeza moral y espiritual. Pero como no cumplió con su cometido y se dejó
tentar por el mal, solo le queda ahora un medio para redimirse: la muerte, y más allá de ésta,
una nueva vida sublimada por la pureza y la santidad. Por consiguiente, no debe ahora “alargar
la mano y coger también el fruto del árbol de la vida, comer de él y vivir eternamente”.
En esta perspectiva, la muerte y la resurrección resultan ser una manifestación más de la
Misericordia Divina como lo expresa la siguiente frase de nuestro ritual cotidiano: {Mejayéh
metím be-rajamím rabím}, El resucita a los muertos con gran misericordia. También podemos
inferir de nuestro versículo que habrá, para el hombre, una posibilidad de inmortalidad,
independientemente del sentido que le demos al “árbol de la vida”, y que puede ser propio o
figurado, como lo sugiere Najmánides (Cf. Racanati vers. 24).
23 – POR TANTO LO ECHO ADONAI, DIOS, DEL JARDIN DEL EDEN, PARA LABRAR
LA TIERRA, DE DONDE HABIA SIDO TOMADO.
23 – PARA LABRAR LA TIERRA, DE DONDE HABIA SIDO TOMADO. El hombre ya no
es digno de inspirar compasión; la única que puede brindarle algún consuelo es la tierra madre
“de la que fue tomado”. Adám ha dejado de ser el amo venerado de la naturaleza, pero puede
servir, de ahora en adelante, a su tierra natal; la ayuda moral que necesita solo podrá
proporcionársela este trabajo. El versículo siguiente expresa una idea similar, pues nos indica
que, tras ser expulsado del Paraíso, el hombre se estableció en una región situada al Este del
jardín. Siempre es el Este, dice Rav, el que acoge a los criminales y les ofrece un lugar de
refugio. Así sucedió con Adám y con Caín; el mismo Moshéh escogió (como residencia
forzosa) para los asesinos “tres ciudades (ubicadas) más allá del Jordán, al Oriente” (Rabbá
cap. 21). Pues la cuna de la Humanidad está situada en el Oriente, y “hacia el Oriente instaló
(Dios) al hombre cuando lo formó (11,8 Cf. Tos. B.B. 84a). Por esta razón, el pecador se
vuelve hacia el Este en su búsqueda de refugio y de amparo (Cf. Rashí 1V,16).
El CAMINO DEL ARBOL DE LA VIDA. Para Rabí Yishma¨el, este versículo tiene un sentido
figurado. El árbol de la vida es la misma Toráh, de acuerdo con la definición que da el rey
Shelomó (Prov. III, 18), y el camino que conduce al árbol simboliza por tanto la era de acceso a
la Toráh (que nuestros Sabios denominan) DerejEretz. Rabí Yishma'él explica que existe un
conjunto de reglas generales que podemos considerar como el “preámbulo” de la Toráh, y que
constituye en cierto modo el camino por el que accedemos a ella. Se trata de una serie de leyes
morales y de reglas de educación, cortesía y buenas costumbres que no figuran (explícitamente)
en la Toráh pero que la Torah presupone. Los Sabios las han recopilado en denominados
{Dérej eretz rabbá ve-Zotá}. Esto es lo que queremos expresar, añade Rabí Yishma'él, cuando
decimos que dichas reglas son anteriores a la Toráh. “Entre la Toráh y ellas median 26
generaciones, tantas como cuenta la historia del mundo a partir de la Creación hasta el
advenimiento de Moshéh” (Lev. Rabbá cap. 9) {Yomá Cap8. Teshuváh} En efecto las normas
de la propia Toráh implican, tanto en el terreno religioso como en el jurídico, la existencia de
una sociedad altamente disciplinada y dotada de un índice muy elevado de moralidad. En
conclusión la Toráh está situada al final de una “vía de acceso” qué los hombres deben recorrer
para llegar a ella.
CAPITULO IV
1 – EL HOMBRE CONOCIO A JAVAH, SU MUJER, LA CUAL CONCIBIO Y DIO A LUZ
A CAIN Y DIJO: “HE ADQUIRIDO UN VARON DE ADONAI”.
1 – EL HOMBRE CONOCIO A JAVAH, SU MUJER. Según Rashí, este hecho se remonta a
la época de su estancia en el Paraíso. La Toráh emplea comúnmente el verbo “conocer” para
designar el acto sexual; el conocimiento es, en efecto, el medio que permite acceder al amor.
Cuanto más conoce uno a su prójimo, cuanto más se familiariza uno con sus centros de interés,
por ejemplo su profesión o su disciplina de estudio, más le ama. El hecho de que el amor
aumente en proporción al grado de conocimiento es patente, no sólo en las relaciones
conyugales sino también en las del hombre con su Dios. A medida que el hombre va
profundizando en las maravillas de la Creación y en las verdades de la Revelación, el amor a
Dios crece dentro de este (Maimónides, Hiljót Yesodé Ha-Toráh 11,2 y Rashí Deut. VI,5). Por
lo tanto, ya que el amor es el fruto del saber, el término {Da’at} puede emplearse como
sinónimo de lo que significa “amor”. Así pues, el amor tiene una base espiritual que le sustrae
de su naturaleza puramente sensual.
…DE ADONAY es la primera vez que el nombre del Eterno {Shém Havay-áh} יהוהesta
mencionado aquí solo; es decir, sin añadir el nombre {Elokim} אלהים. Esto se debe, a que el
nombre significa {Midát Ha-rajamim}, Dios de piedad. Por este medio la Torah lo emplea en
un momento en que el hombre, después del pecado, empieza su existencia de desterrado. Hasta
ahora, en cambio, el Dios que aparecía en el texto era el Dios justo, que se rige solo por la
justicia y la verdad.
Y FUE ABEL PASTOR DE OVEJAS. La elección del oficio es también un rasgo revelador
del contraste existente entre los caracteres de los dos hermanos. Este mismo contraste es el que
opone, a nivel histórico, los pueblos de agricultores a los pueblos de pastores. La práctica de la
agricultura requiere y absorbe todas las fuerzas físicas del individuo. En efecto, donde mejor se
cumple la palabra Divina: “con el sudor de su frente” es en el trabajo de la tierra, trabajo que
despierta en el hombre el orgullo de la posesión y la satisfacción de haber creado riqueza. Por
un lado, la agricultura es la base de la civilización, ya que dio lugar a numerosos inventos y
también es una fuente de inspiración para las artes. Además, requiere un esfuerzo colectivo que
es lo que fundamenta la vida en sociedad, el Estado, y por tanto, el derecho social, pero por otro
lado, el agricultor vive cada vez más apegado al terruño en el que trabaja. El afán de posesión
le obliga a doblar la nuca y así acaba también por doblegar su mente. Esta actitud es lo que
permite identificarle. El resultado es la dominación y la esclavización de los unos por los otros
y, paralelamente, el desarrollo de la tendencia a adorar las fuerzas de la naturaleza, cuya
importancia para la prosperidad de las tierras es preponderante.
(Y, en efecto) las naciones dedicadas a la agricultura fueron, las primeras en perder los
conceptos auténticos de Dios y de la Humanidad, las primeras en caer en la esclavitud y en el
politeísmo. En cambio, la vida pastoril tiene muchas ventajas. Una de ellas es el contacto
permanente con seres vivos que requieren una atención constante por parte del hombre del
hombre y mantienen despiertos sus sentimientos humanos. El carácter precario de la propiedad,
que implica este estilo de vida, preserva además al hombre de la tentación de valorar
excesivamente la propiedad y, por vía de consecuencia, a su propietario. Por último, las faenas
pastorales absorben menos fuerzas físicas y, al no esclavizar la mente, le conceden la libertad
necesaria para elevarse hacia las esferas superiores. Todo esto nos explica que nuestros
patriarcas hayan sido pastores, y que Moshéh y David también lo fueran. Los egipcios, en
cambio, odiaban el pastoreo y los hombres dedicados a esta actividad. Su civilización, basada
en la agricultura, presentaba todos los síntomas que hemos citado más arriba, desde el
politeísmo y la esclavitud hasta la negación total de la dignidad humana. La fe en Dios, la
libertad y la semejanza del hombre con su Creador eran patrimonio exclusivo de una tribu de
pastores, la de nuestros antepasados. Y los monarcas egipcios sabían perfectamente porque les
enseñaban a sus súbditos a odiar tan profundamente a los pueblos de pastores. Es cierto que, en
términos generales, el destino de la humanidad ha sido la agricultura y no el pastoreo. La
misma Torah ha sido causa de que Israel evolucionara en este sentido. Pero, en cualquier caso,
la Torah levanta barreras contra todas las aberraciones relacionadas con la idolatría de la
propiedad, y lo hace mediante una serie de mandamientos como pueden ser las prohibiciones
del shabbat, la obligación de observar el año Sabático, las leyes relativas a los impuestos y al
diezmo y otras disposiciones más. Esta legislación hacia lo posible la instauración de un estado
agrícola al servicio de Dios, y la constitución de una nación unida en la fraternidad y la libertad.
La no Observancia de la Toráh amenaza la existencia misma de estos ideales (Rabí S.R Hirsch).
(C.f. Com. XLVI, 32).
TAMBIEN EL. Estas palabras dan a entender que Abel compartía algunas de las opiniones de
su hermano y desaprobaba las otras. Los hermanos estaban de acuerdo, los dos, en que los
hombres no tenían derecho a disponer de la vida de los animales, pero Abel pensaba que había
una excepción a esta regla: el sacrificio del animal estaba justificado, según él, cuando se
efectuaba en aras del Eterno, del Amo absoluto de todas las criaturas. En su Tratado Ikarim (III,
15), Yoséf Albo expone las opiniones de las primeras generaciones al respecto.
LE MATO. Dios acaba de manifestarle su favor a Abel y, sin embargo éste muere
inmediatamente después, de muerte violenta. Lo que te demuestra que el alma es inmortal y que
su recompensa le aguarda en el más allá.
No obstante, podemos preguntarnos qué justificación tiene esta muerte desde el punto de vista
de la justicia Divina. ¿No afirma acaso la Toráh que el que no ha cometido ningún pecado no
puede morir (con excepción de los cuatro personajes tanájicos citados en el Tratado Shabbat
55b)? En realidad Abel pecó por arrogancia a raíz de la preferencia que Dios le manifestó con
motivo de su ofrenda. En efecto, intento calar el misterio de la Divinidad y se atrevió a querer
contemplar a Dios en la majestad de su omnipotencia. Por eso mereció la muerte (Cf. Rashi
Exo. XXIV, 10). Pero su alma reencarno en Moshéh, que fue, como el, un pastor. Y entonces
pudo reparar la falta que cometiera anteriormente, cuando Dios se le apareció en la zarza
ardiente, como está escrito (Exo. III, 6): “Mosheh se cubrió el rostro por miedo a mirar al
Eterno”. Este pudor espiritual acabo por obtener su recompensa, pues llego un momento en que
el Eterno dijo hablando de Moshéh: “Es la misma imagen de Dios, que le está permitido
contemplar” (Núm. XII, 8).
11- Y AHORA, MALDITO SEAS MAS QUE LA TIERRA, QUE ABRIO SU BOCA PARA
RECIBIR DE TU MANO LA SANGRE DE TU HERMANO.
11- MALDITO SEAS MÁS QUE LA TIERRA… Rashí explica: “Tu maldición será mayor que
la que cayó sobre la tierra cuando esta cometió su anterior pecado (Gen. I, 11)”. Pero Rabí A.
Ibn Ezrá y Najmanides interpretan el versículo de otra manera: “Serás maldito por la tierra,
pues ella dejara de darte su fuerza espontáneamente; te verás obligado a trabajarla y, no
obstante, ella producirá menos que antes”.
QUE ABRIO SU BOCA. “La tierra ha pecado una vez más al abrir la boca para recibir la
sangre de tu hermano” (Rashi). Los Tosafistas precisan que la tierra abrió la boca lo más que
pudo, y que se tragó a Abel sin dejar rastro de él en la superficie, actuando así en complicidad
con el asesino (Sanh. 37b). De ahora en adelante, ya no podrá encubrir a los asesinos ocultando
a sus inocentes víctimas, “pues la sangre corrompe la tierra; y la tierra por donde la sangre ha
corrido solo puede ser purificada con la sangre del que la ha derramado” (Núm. XXXV, 33).
Por tanto, la tierra que esta mancillada por la sangre inocente, no podrá producir más que malas
cosechas mientras el asesino no expié su crimen con su propia sangre (Najmanides). Esto
explica que, por medio a incurrir en un nuevo castigo, la tierra se haya negado a tragar a los
Egipcios que se disponían a cruzar el Mar Rojo, hasta que Dios le juró “con la mano extendida”
que no la condenaría (Sifrá Exo. XV 12).Aquí tenemos una vez más la confirmación del
principio expuesto más arriba, según el cual los hombres y la naturaleza están unidos
estrechamente en el seno de la Creación.
13- Y DIJO CAIN A ADONAI: “MI CRIMEN ES DEMASIADO GRANDE PARA SER
PERDONADO.
13- MI CRIMEN ES DEMASIADO GRANDE PARA SER PERDONADO. Contrariamente a
Rashí, la mayoría de los comentaristas consideran que esta frase expresa el remordimiento de
Caín a quien Dios ha hecho comprender el carácter horrendo de su crimen. (No obstante), si,
{´¨Avón} עבןsignifica generalmente “pecado”, también puede significar “castigo” (Kimjí). En
este caso, Caín deplora la excesiva severidad de la sentencia que se le ha infligido; y se explica
al respecto en el versículo siguiente. Aquí se manifiesta una vez más su carácter de pecador
empedernido. Representémonos, en efecto, a este {Caín} קין, concebido con la intención de
poseer (Kaníti, )קניתיdominado el mismo por el afán de posesión (Kiniyán, )קינין, incitado a
pecar por el demonio de los celos (Kiná )קנאה, este hombre acaba de darse cuenta que lo ha
perdido todo por culpa de su propio crimen. En realidad, el no siente haber servido mal a Dios
y haber matado a su hermano, sino el haberse causado a sí mismo un daño irreparable, como lo
admite a continuación. La expresión: “Mi pecado es demasiado grande” puede significar
entonces:” Si (yo) me hubiera limitado a matar a mi hermano, mi pecado seria soportable; (el
problema es que, sin saberlo), me sentencie también a muerte a mí mismo, condenándome a la
maldición y a la vida errante del fugitivo, cosa que me quitara totalmente las ganas de vivir y de
relacionarme con las demás personas.
ADONAI, PUSO A CAIN UNA SEÑAL. Le grabó en la frente una letra del nombre Divino
{Rashí}. Los maestros del Midrásh emiten diversas opiniones sobre la naturaleza de esta señal,
en relación con el concepto que tienen del propio Caín, al que algunos consideran como un
pecador arrepentido; y otros al contrario, como un pecador empedernido. Algunos cuentan que
Dios le dio al fugitivo un perro para guiarle y protegerle de las agresiones de los animales.
Otros explican que el mismo Caín se convirtió en una señal de advertencia para los criminales y
en una señal de esperanza para los pecadores arrepentidos. (Cf. Versículo siguiente).
SE ESTABLECIO EN EL PAIS DE NOD. Rashí explica que es el país hacia el que huyen
todos los desterrados, (pues Nod significa: estar en movimiento, andar errante). De las dos
palabras {n¨a vanad} נע ונד, errante y fugitivo, que habían sido utilizadas para describir la
condena de Caín, solo subsiste una en este versículo. Ello se debe, según nuestros Sabios, a que
Caín se arrepintió después de la proclamación de la sentencia. De lo que podemos deducir que
el arrepentimiento, como también la oración, tiene como resultado la reducción de la pena a la
mitad (Rabbá, ibid.). El Talmúd, por su parte, interpreta la palabra Nod como un nombre propio
y, consiguientemente, atribuye al versículo el siguiente significado: Caín vivió (es decir, se
instaló) en la tierra de Nod, y concluye: Esto te enseña que la vida errante permite cumplir la
mitad de la condena (y a que después de andar huyendo durante cierto tiempo, pudo al fin
establecerse en Nod). (Sanh. 37b).
19- Y LEMEJ TOMO PARA SI DOS ESPOSAS: EL NOMBRE DE LA UNA FUE ADA, Y
EL NOMBRE DE LA SEGUNDA TZILAH.
19- LEMEJ TOMO PARA SI DOS ESPOSAS. En oposición a la monogamia, que hasta
entonces había sido la norma, Lemej instituye la bigamia, y Rashi nos da la siguiente
explicación al respecto: “Estas eran las costumbres de la generación del diluvio: Una mujer
para traer hijos al mundo, y otra, a la que esterilizaban, para el placer”.
La primera se llamaba Ada, la segunda Tzilah. Tzilah tuvo hijos también {gam hi} (vers.22),
ora porque los artificios empleados para esterilizarla habían resultado inútiles, ora porque había
dado a luz antes de casarse con Lemej o de recurrir a dichos artificios (Rabí Wolf Heidenheim
vers.4)
20- Y ADA PARIO A YAVAL, EL CUAL FUE PADRE DE LOS QUE HABITAN EN
TIENDAS Y (TIENEN) GANADO.
23- Y DIJO LEMEJ A SUS MUJERES: ADA Y TZILAH, OID MI VOZ: “MUJERES DE
LEMEJ, PRESTAD OIDO A MI DICHO: QUE UN HOMBRE HE MATADO POR
HABERME HERIDO, Y UN MANCEBO, POR MI CONTUSION”.
23- “ADA y Tzilah, OID MI VOZ”. Entre las muchas explicaciones que se han aducido para
resolver las dificultades planteadas por el texto de este poema, hemos escogidos de la
Najmanides: Mi impresión, dice, es que Lemej practicaba con gran destreza todo tipo de artes y
técnicas. A su hijo mayor le enseño el arte del pastoreo; al segundo, el de la música, y al tercero
el de trabajar el cobre y el hierro para forjar lanzas y dardos que utilizaban en la guerra. Sus
mujeres temieron que Dios le castigara por haber inventado instrumentos de muerte y de
destrucción, pues veían que Lemej seguía los pasos de su antepasado, el fratricida. Él les dijo
entonces; “¿Acaso he matado yo a un niño, como lo hizo Caín? Dios no me castigara; al
contrario me preservara de la muerte aún más que a aquel. Pues la muerte provocada por golpes
y heridas es más cruel que la que provoca la espada; (además), el instrumento no es en si la
causa de la muerte y el que lo fabrica no comete ningún pecado”, Najmanides aborda aquí un
problema que sigue aun sin solución: ¿Merece la pena correr los riesgos que entraña el progreso
técnico, para poder disfrutar de las ventajas del mismo? Por primera vez en el texto tanájico
surge el conflicto entre el terror que inspiran las posibles consecuencias trágicas del arte del
herrero, y el deseo de aprovechar sus creaciones pacificas en beneficio de la civilización. Es
muy significativo que la Torah les atribuya este temor a las mujeres que son las guardianas de
las raza y que, por lo tanto, se preocupan más por su conversación (Los dos dísticos que
componen el canto de Lemej son interrogaciones).
CAPITULO V
1-ESTE ES EL LIBRO DE LAS GENERACIONES DE ADAm, EL DIA EN QUE CREO
DIOS A ADAM, A LA SEMEJANZA DE DIOS LO HIZO.
1- ESTE ES EL LIBRO DE LAS GENERACIONES DE ADAR. Se trata en realidad de la
enumeración (Sefirah) de las generaciones que sucedieron a Adám (Rashi). El Medrash Rabba
(cap. 24) hace hincapié en las palabras {Zeh Séfer), estos son los anales… con las que el texto
de la Toráh confronta las generaciones que va a enumerar ahora a las que nombro
anteriormente y que desaparecieron en el Diluvio. La posteridad de Shet, en efecto, se perpetuo
gracias a Noaj, su descendiente. Para Yosef Albo, sin embargo, esta frase constituye el
auténtico comienzo del Pentateuco, y los cuatro primeros capítulos vienen a ser, en realidad,
una introducción general. Así como antes de exponer una ciencia es preciso presentar los
principios en los que se basa, de igual modo la Torah empieza por exponernos sus tres
principios fundamentales: la existencia de Dios, en el primer capítulo, el de la creación; la
Revelación Divina, en los capítulos segundo y tercero que nos muestran al Creador enseñando
y guiando a la primera pareja; y, por último, el doble concepto de recompensa y castigo,
ilustrado por la historia de Caín y de sus descendientes, que está desarrollado en el capítulo
cuarto. Según Albo, estos tres principios constituyen los Ikarim, es decir los artículos de fe
fundamentales de la Doctrina Judía (I, 11).
Si admitimos que este versículo es, en realidad, el principio del Pentateuco, comprenderemos
mejor la importancia excepcional que nuestros maestros le han concedido. Ben ¨Azai opina que
dicho versículo enuncia el principio esencial de la Toráh, con más fuerza aunque el
mandamiento que nos ordena amar al prójimo como a nosotros mismos y que, según Rabi
Akiva, constituye la base del judaísmo (Sifra Lev. XIX). Pues este mandamiento fundamenta el
sentimiento de fraternidad que debe unir a todos los hombres en el amor que deben sentir los
unos por los otros, mientras que nuestro versículo proclama la unidad del género humano en un
sentido infinitamente más amplio y más elevado. En efecto, al introducir la historia de la
Humanidad con las palabras: “Este es el libro de las generaciones de Adam”, la Toráh nos
enseña que todos los seres humanos sin distinción de raza, color o religión son hijos del mismo
padre y que han sido creados a imagen de Dios. Por tanto, toda la historia humana, con sus
altibajos, constituye en realidad una unidad a pesar de la diversidad de sus manifestaciones y de
las contradicciones que contiene. Lo que se significa, a lo largo de esta historia, tan llena de
sorprendentes contrastes es siempre la misma idea, el mismo concepto derivado del ser único,
Adám, que ha sido creado a imagen de Dios. El hombre actual no podría ser Adám si toda esta
evolución histórica no hubiera estado potencial y genéticamente presente en el primer hombre.
Si el ser humano puede llegar a ser superior a los ángeles, en virtud de su libre albedrío,
también tiene la posibilidad de ser peor que el animal en virtud de la misma libertad. Esta
posibilidad de perversión, formaba parte ya del primer hombre concebido por Dios. Los peores
criminales, los seres más abyectos y bestiales, están incluidos también en las {Toledót Adám},
en la sucesión de generaciones que proceden de un ser único, Adám, y que Dios ha inscrito en
el gran libro de la historia de la Humanidad. La palabra {Toledót} defectiva, indica que los
productos defectuosos de la humanidad también son, a pesar de todo, {Toledót Adám} .
Todos los seres humanos son hombres creados a imagen de Dios, y esta imagen nunca puede
borrarse totalmente: He aquí la verdad fundamental que manifiesta la historia universal.
A continuación, el texto proclama otra verdad: “el día en que Dios creo al hombre, lo formo a
semejanza de Dios”. Es decir que el hombre en su esencia no es un salvaje primitivo,
subdesarrollado moral y espiritualmente como son los animales. Su “semejanza con Dios” no
significa tampoco de deba aspirar a un estado superior al nivel de su propia naturaleza,
renunciando a sus condiciones naturales de vida o sometiéndose a una disciplina educativa
especial. El hombre primario, salvaje, que solemos considerar [antropológicamente], como el
antepasado de la raza humana, es en verdad totalmente opuesto a lo que puede ser un hombre
natural. En realidad corresponde a un tipo humano decadente que se ha hundido en la
bestialidad por haber olvidado el nombre de Dios. El hombre es verdaderamente natural cuando
se “semeja” al Creador; cuando su espíritu irradia inteligencia, cuando su alma es pura y santa,
cuando la naturaleza florece como un paraíso a sus alrededor y cuando el eco de la Voz Divina
retumba en el jardín, pues “el día en que Dios creó al hombre lo formo a imagen de Dios”. No
es una casualidad que la Toráh nos recuerde aquí las características particulares del ser humano,
es decir su semejanza con la Divinidad, precisamente después de la caída provocada por el
pecado original, del fratricidio de Caín y de las desviaciones espirituales de Janoj. En efecto,
así como Dios creó al gusano para que pudiera vivir de acuerdo con este ideal. Además, “los
creo varón y hembra” pues quiso que ambos, el hombre y la mujer, se pareciesen a Él, que
compartiesen la misma dignidad y estuviesen asociados en la misma bendición, como partes
que son del mismo Adám.
ESTE ES EL LIBRO. Basándose en ciertas sentencias del Zohar, algunos estudiosos ilustres
como el Gaón Sherirá, Rabí Yehudáh Ha-Leví (Kuzári III, 65) y Najmanides, hacen constar la
existencia de un “libro” que le fue revelado a Adám y que contenía la explicación de los
misterios del universo y de la vida. Es el libro de Raziél (palabra que significa: secretos
Divinos); Trataba de fisonomía y teosofía, ciencias que el sumo sacerdote Israel Ben Elish¨á
conocía. Esto explica que, desde la más remota antigüedad, la humanidad posea un fondo
importante de conocimientos de procedencia extra-racional, que se ha transmitido de
generación en generación gracias a la Tradición Oral.
2- VARON Y HEMBRA LOS CREO; Y LOS BENDIJO, Y LOS LLAMO ADAM, EL DIA
EN QUE FUERON CREADOS.
2- “VARON Y HEMBRA LOS CREO… Y LOS LLAMO “ADAM” (HOMBRE). Rabí
Eli’ézer dice al respecto: El hombre que no está casado no es un “hombre” (Adam). La unión
conyugal es un requisito indispensable para alcanzar la perfección. Najmanides, en cambio,
(C.f. Exo. XXIV, 5) hace resaltar el estado de pureza de los “jóvenes judíos” que no han
conocido todavía a ninguna mujer.
Y LOS BENDIJO. Ben¨Azaí quien no se había casado y pensaba poder justificarse al respecto,
temía sin embargo que sus alumnos siguiesen su ejemplo. Por eso les enseñaba que el
versículo: {zeh Séfer Toledót Adám} enuncia el principio fundamental de la Toráh. De esta
manera hacía hincapié en el deber de procreación cuyo cumplimiento garantiza la continuidad
de las generaciones y mantiene la presencia de la Divinidad en el seno de la sociedad (Yebamot
63b), como lo subraya el mismo Ben¨Azái. Pero rabí Akiva, que tenía millares de alumnos
entre los cuales el sentido de la fraternidad y de la solidaridad no era lo más común, y que los
había visto morir a todos (Yebamot 62b) consideraba por su parte que el principio básico de la
Toráh estaba contenido en el versículo: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Sifrá Lev.
XIX según Rabí Ele¨azar Shapiro {Sha¨ar Yisajar Jélek Alef, Maamar Jag ha-Bikurim Hé}.
Y ENGENDRO HIJOS E HIJAS. Rabí Yehudáh Ha- Leví (Kuzári I, 95) y con él otros
maestros, opinan que los primeros representarme de la raza humana tuvieron un solo hijo en el
que se reflejase la perfección (moral) del primer hombre. El linaje noble de la Humanidad
empezó con Adám, Shet y Enosh, como proclama solemnemente el primer versículo del libro
de las Crónicas. Ellos representan la Seguláh es decir, el tesoro de la Humanidad, y la Torah los
designa con el título honorifico de hijos de Dios, {Bené Elo-him}. Los años que han vivido
sirven de base de cálculo para establecer el cuadro cronológico de la historia Universal.
Podemos observar que para cada representante de las diez generaciones que separan a Adám de
Noaj, el texto nos da el total de los años vividos a pesar de haber precisado anteriormente el
número de años que corresponde a cada etapa de su vida; y además, añade (siempre) {Va-
yámot} “murió”, expresión que no encontramos nunca en la genealogía post-diluviana. Con
esto la Toráh quiere darnos a entender que aquellas vidas tan largas habían sido bien
empleadas, y que la muerte llego a su debido tiempo para coronarlas y traerles redención. En
cambio, los hijos y las hijas (de Adám), que están aquí mencionados, no son más que la cascara
de la fruta, como dice Rabí Yehudáh Ha-Leví “en oposición a la pulpa”. Por eso la Toráh alude
a ellos solo de paso.
Por otra parte, una Tradición recogida por Rabí Yirmiyáhu Ben Ele¨azar le atribuye también a
Adám otra clase de descendencia: “Durante los años en que la maldición peso sobre el primer
hombre (a raíz del pecado), este engendro espíritus, demonios y fantasmas nocturnos, pues está
escrito: “Cuando Adám tuvo ciento treinta años, practico la abstinencia y llevo como única
vestidura un cinturón de hojas de higuera”. El defensor de la tesis impugnada por Rabí Meir le
contesta entonces, “que los espíritus fueron engendrados por una perdida involuntaria de
líquido seminal” (¨Eruvin 18b).
En su comentario de este texto, el Gaón Sherirá (citado por Rabi D. Kimjí), y también
Maimonides (Guía de los Desc. I,7) explican que estos engendros de Adám eran seres deformes
y malignos, mitad hombres y mitad bestias, y que el Midrash Hagadól cita concretamente el
caso del mono. Por lo demás, este mamífero antropoide ha sido considero como una criatura
degenerada, procreada por seres humanos pervertidos en la época inmoral y decadente de Janój
(Gen. Rabba cap.23) y cuando la de la torre de Babel (Sanh. 109a); según el Zohar (I, 54) fue
incluso el producto de ciertos actos de bestialidad cometidos por Caín. Así, pues, los sabios del
Talmud y del Midrásh tienen teorías opuestas a las de Darwin; para este el hombre descienden
de un antropomorfo. Según ellos, el mono es, por el contrario, una deformación del hombre
primitivo. (El punto de vista de la doctrina judía sobre la evolución de las especies ha sido
expuesto por Rabí Shelómo Ibn Verga.
CAPITULO VI
1- Y FUE CUANDO COMENZARON LOS HOMBRES A MULTIPLICARSE SOBRE LA
FAZ DE LA TIERRA Y LES NACIERON HIJAS.
1- Y FUE CUANDO COMENZARON LOS HOMBRES A MULTIPLICARSE SOBRE LA
FAZ DE LA TIERRA. Este capítulo viene hacer la introducción de la historia del Diluvio. En
él la Toráh nos expone brevemente las causas profundas de aquel tremendo cataclismo, a saber:
la depravación sexual, que acarreo la total anarquía de las costumbres, y, más adelante, la
corrupción moral de la sociedad; esta acabo con las últimas esperanzas de supervivencia que la
Humanidad podía albergar (Rashi vers. 11).
Y LES NACIERON HIJAS. “Los sabios nos enseñan que, en los países donde impera la
monogamia, el número de varones es poco más o menos el mismo que el de las hembras; y que,
en cambio, en los planes donde prevalece la poligamia, la proporción de hembras que nacen es
dos veces mayor que la de los varones. Observamos, por ejemplo, que en los origines de la
Humanidad, cuando se practicaba la monogamia, los recién nacidos eran varones, en su
mayoría.
Pero cuando Lemej, el hijo de Caín, tomo para sí a varias esposas, los otros hombres siguieron
su ejemplo y (a partir de entonces) las hembras pasaron a ser más numerosas que los varones.
Este fenómeno natural sigue en vigor actualmente” (Malbím).
¿Cómo conviene acoger el nacimiento de una hija? ¿Debemos considerarlo como un nuevo
factor de fecundidad y de bendiciones, y alegrarnos por ello? Esto es lo que enseñan rabí
Yojanán (B.B. 16a) y algunos Maestros del Talmúd (Rabbá cap.26). En cambio, Rabí Shim’ón
Ben Lakish hace constar la influencia nefasta que el elemento femenino ejerció sobre las
generaciones prediluvianas, y deduce de ello que el nacimiento de una hija es un signo
anunciador de conflictos. La primera interpretación relaciona el verbo {la-róv} לרבde nuestro
versículo con la palabra {ribiáh} רביהque significa fecundidad; la segunda lo relaciona con
{meriváh}מריבה, disputa, riña (Cf. Najmanides, Gén. XXIV,1).
2- QUE VIENDO LOS HIJOS DE ELOKIM QUE ERAN HERMOSAS LAS HIJAS DEL
HOMBRE, SE TOMARON MUJERES DE ENTRE TODAS AQUELLAS QUE
ESCOGIERON.
2- QUE VIENDO LOS HIJOS DE ELOKIM QUE ERAN HERMOSAS LAS HIJAS DEL
HOMBRE… Además de las dos explicaciones de Rashí (hijos de príncipes y de jueces –seres
celestiales cumplidores de una misión Divina) tenemos la interpretación que propone Ibn Ezrá
junto con otros comentaristas, y según la cual los hijos d Elokim eran los descendientes de
Shet, mientras que las hijas del hombre eran las generaciones nacidas de Caín. Los primeros
son llamados {Bené elo-hím} porque los Shetitas habían conservado el “sello” Divino, ya que
Shet, como Adám, nació circunciso (V, 3). Sin embargo, no pudieron salvar a la Humanidad de
la ruina porque alteraron la pureza de su raza mezclándose con los Cainitas. Estos desarrollaron
una civilización atea [pagana] que les llevo al desastre del diluvio a pesar del alto nivel de
evolución que alcanzaron en el terreno de las artes y de las técnicas. Los matrimonios mixtos
provocaron el hundimiento provocaron el hundimiento de los hijos de Shet, pues, al asimilarse
a la generación impía de Caín, merecieron también la sentencia de muerte que había de caer
sobre la Humanidad entera, a excepción de una sola familia. “Estos versículos contienen pues
la primera advertencia de la Torah en relación con los matrimonios mixtos entre judíos y
paganos”.
QUE ERAN HERMOSAS. Consideraron solo la apariencia exterior que les gustaba, y no
tuvieron en cuenta el origen (familiar) de estas mujeres, ni se preguntaron si serían capaces o no
de educar dignamente a sus futuros hijos.
POR ESO SUS DIAS SERAN CIENTO VEINTE AÑOS. Dice m. Ch. Luzzato: Tras la caída
de Adám, Dios quiso que los hombres pudiesen volver a la perfección gracias a la atracción que
el ideal de la santidad ejercía sobre ellos. Por eso se abstuvo de imponerles más leyes de las que
ya tenían. Y con el fin de que dispusieran del tiempo necesario para adquirir, por sus propios
medios, el grado de sabiduría que permite acceder a la santidad y acercarse a Dios, el Creador
les concedió una vida muy larga. Les asigno (además) un plazo de diez generaciones para
alcanzar este ideal. Nóaj pudo haber sido un verdadero Mesías y traerle a la Humanidad la
antorcha de la salvación, pero era demasiado débil para contener la ola de inmoralidad que
invadía la sociedad de su tiempo; y no supo impedir la catástrofe. Entonces, tras el fracaso de
“la vía sublime”, la que el hombre sigue impulsando por si ideal de santidad, Dios decidió
rehacer la educación de la Humanidad por la vía de abajo”. Esta (también) lleva al hombre
hasta la perfección moral, pero lo hace mediante una gran diversidad de leyes y mandamientos.
Dios promulgo primero las leyes que estaban destinadas a los hijos de Nóaj”, y luego, las que
constituyen la Toráh. Al mismo tiempo, acorto la duración de la vida humana pues, a partir de
entonces, guiado por los Mandamientos Divinos y, por tanto, liberado de la obligación de
buscar la verdad por sí solo, el hombre no necesito más de 120 años para alcanzar la meta
suprema. El ejemplo de Mosheh, fallecido (precisamente) a la edad de 120 años, demuestra que
este periodo de tiempo es suficiente (para lograr aquel propósito). (Esto es lo que el Talmud nos
da a entender cuando observa que la palabra {beshegám} de nuestro versículo es “una alusión
a Mosheh”, ya que su valor numérico es igual al de {Moshéh} (Julin 139b).
Este espacio de tiempo de 120 años equivale a una jornada a escala Divina. Desde luego, la
jornada de Dios También puede constar de un millar de años (Salmo XC, 4); las primeras
generaciones se beneficiaron (precisamente) de “jornadas” de este tipo. Pero así como los días
pueden ser más o menos largos, según las estaciones, de igual modo, la jornada Divina puede
reducirse a 120 años, y admitir las mismas fluctuaciones que las 12 horas correspondientes a la
parte diurna del día, que a menudo está parcialmente absorbida por la noche.
Desde que Dios ha reducido la duración de la vida humana, como acabamos de explicarlo, el
día del hombre es “corto y la tarea a realizar considerable” como dice Rabí Tarfón (Avót II, 5).
Sin embargo, pese a su brevedad, esta jornada le basta al hombre para cumplir su misión en la
tierra, como lo indica Rashí en Deut. VII, 11. Y cuando el lapso de tiempo de 120 años que
corresponde a la vida humana se repita cincuenta veces, cerrando así el ciclo del jubileo, el
mundo entrara en el séptimo milenio (A.Z. 9a) que es el de la Era Mesiánica. Esta era asistirá a
la universalización de todas las medidas que suelen aplicarse durante el año del Jubileo, al que
la Toráh alude con las siguientes palabras: “Santificareis el quincuagésimo año proclamando la
libertad en la tierra para todos sus habitantes” (Lev. XXV, 10; Rabenu Bajyah ibíd).