Tarea Unefa Hombre, Sociedad, Ciencia y Tecnologia
Tarea Unefa Hombre, Sociedad, Ciencia y Tecnologia
Tarea Unefa Hombre, Sociedad, Ciencia y Tecnologia
Historia
Antropólogos y sociólogos han desarrollado diferentes teorías sobre la
evolución de las estructuras familiares y sus funciones. Según éstas, en las
sociedades más primitivas existían dos o tres núcleos familiares, a menudo
unidos por vínculos de parentesco, que se desplazaban juntos parte del año
pero que se dispersaban en las estaciones con escasez de alimentos. La
familia era una unidad económica: los hombres cazaban mientras que las
mujeres recogían y preparaban los alimentos y cuidaban de los niños. En este
tipo de sociedad era normal el infanticidio (muerte dada violentamente a un
niño de corta edad) y la expulsión del núcleo familiar de los enfermos que no
podían trabajar.
Después de la Reforma protestante en el siglo XVI, el carácter religioso de los
lazos familiares fue sustituido en parte por el carácter civil. La mayor parte de
los países occidentales actuales reconocen la relación de familia
fundamentalmente en el ámbito del derecho civil, y no es sino hasta el siglo
XVIII que incorporan el concepto de infancia actual:
Desde una perspectiva biológica, niñez y adultez son distintas. Sin embargo,
estas diferencias estarán socialmente dadas por las concepciones que existan
respecto de ellos, por los desafíos que se les planteen, por las tareas que se
espera que cumplan o por los comportamientos que se supone deben tener,
entre otros aspectos. Además, estas concepciones tendrán diferencias,
muchas veces sustantivas, de sociedad en sociedad, en determinados
momentos históricos y según sea el grupo cultural. (...) Desde una perspectiva
sociológica y antropológica [la niñez] cambia sustantivamente de una sociedad
a otra y de una cultura a otra y, más aún, dentro de la misma sociedad o
cultura, dependiendo de variables históricas. La distinción entre infancia y
adultez existe en todas las sociedades, generándose incluso momentos
especiales, “ritos de pasaje” que hacen explícito, a través de un acto social, el
paso de una etapa a otra, sin embargo, su caracterización y exigencias
tampoco son homogéneas. En la cultura occidental, la niñez como construcción
cultural sólo surge alrededor del siglo XVIII, consolidándose posteriormente.
Estos cambios se producen en el contexto de la Revolución Industrial. Por un
lado, las nuevas tecnologías hacen posible el trabajo de niños y jóvenes y, por
otro, los cambios en la esperanza de vida hacen que los menores adquieran un
mayor valor en términos de protección a los adultos mayores. De esta forma la
familia, que era entendida como una sociedad que aseguraba la supervivencia
de sus miembros y no como un espacio de afecto, comienza a tomar el
concepto actual, principalmente por la acción de educadores cristianos:
(...) La familia entendida como espacio de cuidado de los niños y niñas, de
preocupación por su bienestar, y el infante como un ser distinto del adulto, con
características propias. Como señala Ochoa, en esta misma época surge "el
amor maternal" como construcción social, previo a ello, en general, las madres
no manifestaban dicho amor como un instinto, tal es así por ejemplo que en
1780 sólo 1.000 de los 21.000 bebés nacidos cada año en París eran
amamantados por sus madres. Otros mil recién nacidos, los niños de las
familias privilegiadas, eran amamantados por nodrizas fuera de París. Muchos
morían ante lo que hoy consideraríamos indiferencia de los padres, quienes
frecuentemente ignoraban el paradero de sus hijos.
UNESCO: Participación de las familias en la educación infantil latinoamericana
Por su parte, otros autores contemporáneos sostienen que el esquema de
familia predominante en las sociedades industrializadas tiene también una base
utilitaria, al permitir la trasmisión de capitales económicos, simbólicos y
sociales. Según estos autores, la familia que se tiende a considerar como
"natural" es un constructo de invención reciente y que puede desaparecer en
forma más o menos rápida. El fenómeno subyacente en este razonamiento es
que las palabras no sólo hablan de la "realidad" sino que le otorgan significado
y, por tanto, el definir algo como "normal" es un proceso no neutral que fomenta
lo que se define como tal:
Lo que distingue a nuestras sociedades industrializadas de las sociedades
exóticas [es] el hecho de que nuestros grupos sociales se reclutan menos
sobre la base del parentesco que sobre las clases de edad, la clase social, la
afinidad amical, el lugar de trabajo, el ejercicio del ocio, etcétera", apunta por
ejemplo la etnóloga francesa, Martine Segalen. (...) Segalen afirma que el
grupo doméstico antiguo, del cual no existe un único tipo sino varios, "es tan
inestable como la célula conyugal contemporánea". Y que, en este sentido,
"nuestra sociedad no ha inventado ni la movilidad geográfica ni la inestabilidad
de los matrimonios sometidos". (...) Para esta autora, la estructura familiar
predominante en las sociedades industriales es una figura "efímera" y
"transitoria" entre los modelos clásicos y los que están apareciendo
actualmente.
Revista Teína: Detrás de la palabra "familia".
Una hipótesis similar había sido realizada por Engels, quien sostuvo que lo que
la sociedad llama "civilización" es un proceso centrado en la organización de
las familias, la que evolucionó desde los primitivos gens hasta la forma
moderna como manera de acumular riquezas, pero no por parte de la sociedad
sino en forma individual. En su concepto, el fenómeno obedece a la lucha de
clases, genera injusticias y es insostenible :
La disolución de la sociedad se yergue amenazadora ante nosotros, como el
término de una carrera histórica cuya única meta es la riqueza, porque
semejante carrera encierra los elementos de su propia ruina. La democracia en
la administración, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y la
instrucción general, inaugurarán la próxima etapa superior de la sociedad, para
la cual laboran constantemente la experiencia, la razón y la ciencia. "Será un
renacimiento de la libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gens,
pero bajo una forma superior".
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado
En contraposición a los puntos de vista anteriores, la doctrina católica sostiene
que la familia es un don natural, querido por Dios y fundado en el matrimonio
de un hombre y una mujer. Por tanto, resulta ajeno a la voluntad cambiante de
los humanos y es preciso apartarse de los consensos sucesivos. De manera
similar, sostiene que en las culturas no cristianas el niño tiene una posición
marginal por ser un estadio que precede al adulto, sin que esto implique una
verdad, la que reposa en el nacimiento de Cristo como forma de que el hombre
pueda ver la importancia antropológica, teológica y eterna del nace.
La familia occidental moderna
Familia nuclear.
Los estudios históricos muestran que la estructura familiar ha sufrido pocos
cambios a causa de la emigración a las ciudades y de la industrialización. El
núcleo familiar era la unidad más común en la época preindustrial y aún sigue
siendo la unidad básica de organización social en la mayor parte de las
sociedades industrializadas modernas. Sin embargo, la familia moderna ha
variado con respecto a su forma más tradicional en cuanto a funciones,
composición, ciclo de vida y rol de los padres. El Instituto de Política Familiar
(IPF) expresa en su informe Evolución de la familia en Europa (2006) que:
Las crisis y dificultades sociales, económicas y demográficas de las últimas
décadas han hecho redescubrir que la familia representa un valiosísimo
potencial para el amortiguamiento de los efectos dramáticos de problemas
como el paro, las enfermedades, la vivienda, las drogodependencias o la
marginalidad. La familia es considerada hoy como el primer núcleo de
solidaridad dentro de la sociedad, siendo mucho más que una unidad jurídica,
social y económica. La familia es, ante todo, una comunidad de amor y de
solidaridad.
Otras funciones que antes desempeñaba la familia rural, tales como el trabajo,
la educación, la formación religiosa, las actividades de recreo y la socialización
de los hijos, en la familia occidental moderna son realizadas, en gran parte, por
instituciones especializadas. El trabajo se realiza normalmente fuera del grupo
familiar y sus miembros suelen trabajar en ocupaciones diferentes lejos del
hogar. La educación, por lo general, la proporcionan el Estado o grupos
privados. Finalmente, la familia todavía es la responsable de la socialización de
los hijos, aunque en esta actividad los amigos y los medios de comunicación
han asumido un papel muy importante.
Algunos de estos cambios están relacionados con la modificación actual del rol
de la mujer. En las sociedades más desarrolladas la mujer ya puede ingresar (o
reingresar después de haber tenido hijos) en el mercado laboral en cualquier
etapa de la vida familiar, por lo que se enfrenta a unas expectativas mayores
de satisfacción personal respecto de hacerlo sólo a través del matrimonio y de
la familia. En los últimos tiempos se ha desarrollado un considerable aumento
de la tasa de divorcios que, en parte, se ha producido por las facilidades
legales y la creciente incorporación de la mujer al trabajo, que le ha dotado de
mayor autonomía y de recursos económicos. También han contribuido al
incremento la aceptación cotidiana del divorcio y, más aún, los problemas
complejos no resueltos dentro del matrimonio.
Durante el siglo XX ha disminuido en Occidente el número de familias
numerosas. Este cambio está particularmente asociado a una mayor movilidad
residencial y a una menor responsabilidad económica de los hijos para con los
padres mayores, al irse consolidando los subsidios de trabajo y otros beneficios
por parte del Estado que permiten mejorar el nivel de vida de los jubilados.
Familia extensa.
En los años 1970 el prototipo familiar evolucionó en parte hacia unas
estructuras modificadas que englobaban a las familias monoparentales,
familias del padre o madre casado en segundas nupcias y familias sin hijos. En
el pasado, las familias monoparentales eran a menudo consecuencia del
fallecimiento de uno de los padres; actualmente, la mayor parte de las familias
monoparentales son consecuencia de un divorcio, aunque muchas están
formadas por mujeres solteras con hijos. En 1991 uno de cada cuatro hijos
vivía sólo con uno de los padres, por lo general, la madre. Sin embargo,
muchas de las familias monoparentales se convierten en familias con padre y
madre a través de un nuevo matrimonio o de la constitución de una pareja de
hecho.
La familia de padres casados en segundas nupcias es la que se crea a raíz de
un nuevo matrimonio de uno de los padres. Este tipo de familia puede estar
formada por un padre con hijos y una madre sin hijos, un padre con hijos y una
madre con hijos pero que viven en otro lugar, o dos familias monoparentales
que se unen. En estos tipos de familia los problemas de relación entre padres
no biológicos e hijos suelen ser un foco de tensiones, especialmente en el
tercer caso.
Las familias sin hijos son cada vez más el resultado de una libre elección de los
padres, elección más fácil gracias al control de natalidad (anticoncepción).
Durante muchos años, el número de parejas sin hijos se había ido reduciendo
de forma constante gracias a la gradual desaparición de enfermedades que,
como las venéreas, causaban infertilidad. Sin embargo, en la década de 1970
los cambios en la situación de la mujer modificaron esta tendencia. Hoy las
parejas, especialmente en los países más desarrollados, a menudo eligen no
tener hijos o posponer su nacimiento hasta gozar de una óptima situación
económica.
A partir de los años 1960 se han producido diversos cambios en la unidad
familiar. Un mayor número de parejas viven juntas antes de, o sin, contraer
matrimonio. De forma similar, algunas parejas de personas mayores, a menudo
viudos o viudas, encuentran que es más práctico desde el punto de vista
económico cohabitar sin contraer matrimonio.
Las parejas de homosexuales también viven juntas formando familias sin hijos,
con los hijos de una de las partes o con niños adoptados. Estas unidades
familiares aparecieron en Occidente en las décadas de 1960 y 1970. En los
años 1990 se comenzó a promulgar leyes en diferentes países, la mayoría
europeos, que ofrecen protección a estas familias.
Desarrollo y panorama de la familia nuclear
Señora de 95 años y bebe de 5 meses.
En la conformación y desarrollo de la familia nuclear intervienen aspectos
psicológicos, sociales, sexuales y afectivos, entre otros. Para estudiar este
fenómeno resulta útil ver a la familia como un sistema vivo, teoría que postulan
autores de corte sistémico, sin olvidar que no es el único punto de vista desde
el que se puede analizar, pues existen otros modelos que se pueden tomar
para ello.
El ciclo vital de la familia nuclear
La familia, según Lauro Estrada (2003), como todo organismo vivo tiene una
historia, un nacimiento y un desarrollo. Se reproduce, declina y llega a morir.
En cada uno de estos pasos se enfrenta con diferentes tareas: la unión de dos
seres distintos con una misma meta, la posible llegada de los hijos, la ecuación
en todas sus funciones para, a su tiempo, soltarlos para que estos formen
nuevas familias. A partir de esto, la familia puede ser estudiada como un ciclo
de seis etapas. En cada una de ellas hay dos objetivos principales, resolver las
tareas o crisis propias de cada etapa de desarrollo y aportar todo lo necesario a
sus miembros para que estos puedan tener una satisfacción. Las etapas que
Lauro Estrada propone son[15] :
1. Desprendimiento
2. Encuentro
3. Llegada de los hijos
4. Adolescencia de los hijos
5. Reencuentro
6. Vejez
No es necesario que toda familia pase por cada una de las etapas. Estas,
únicamente, sirven como mapa para su estudio y análisis.
Desprendimiento
La familia tiene su inicio en la constitución de la pareja, la cual se da en el
noviazgo. En esta fase se desarrolla el desprendimiento de ambos miembros
de la pareja respecto de la familia de origen. Este proceso será fácil o difícil de
acuerdo al apego familiar que hayan desarrollado durante su juventud.
Para poder lograr un pleno encuentro dentro de la relación de pareja es
necesario un desprendimiento previo y paulatino de los hijos hacia los padres;
estos tratarán de detener a sus hijos para que permanezcan con ellos, evitando
así el doloroso “abandono del nido”; los hijos, en cambio, se esforzarán por
lograr su independencia y autonomía.
Este proceso no es sencillo para ninguno de los integrantes de la pareja por el
dolor y la nostalgia que provoca toda despedida, y por la incertidumbre que
depara lo desconocido y la falta de confianza en que la decisión respecto a la
elección de una pareja haya sido la correcta. Incluso muchos jóvenes eternizan
sus noviazgos, o no encuentran la estabilidad con ninguna persona, razón por
la que constantemente cambian de pareja. Hay muchos matrimonios que aún
con muchos años de unión no se han podido desprender en forma genuina de
sus respectivas familias de origen.
Es por ello importante considerar al noviazgo como una etapa clave en la
constitución de la pareja, ya que las vivencias que se tengan en el mismo, al
dar el paso al matrimonio, serán la base para comenzar a construir la nueva
familia.
Noviazgo
Definición
Una definición sencilla de noviazgo es: periodo en que se mantienen relaciones
amorosas con la finalidad de un conocimiento mutuo y cada vez más profundo,
con expectativa de un futuro matrimonio. El noviazgo debiera ser, ante todo, un
tiempo de preparación para el matrimonio. La finalidad del noviazgo es la
elección de la persona con la cual se pretende conformar una familia, y el
conocimiento mutuo. A partir de esto la pareja decidirá si la relación se
prolonga hasta el matrimonio o bien, llega a su fin. El noviazgo es disoluble por
su propia naturaleza y, por eso, su ruptura no exige más trámite que la decisión
de cualquiera de los dos miembros de la pareja.
Características del noviazgo
Son características que hacen ser al noviazgo lo que es, y las cuales son
importantes resaltar por qué de aquí se desprenden varias acepciones que
serán remarcadas en el matrimonio.
• Exclusividad: esta característica implica fidelidad y compromiso más íntimo
con la pareja, que cualquier otra persona; permite una reciprocidad y
correspondencia de amor que implica el compartir sentimientos.
• Temporalidad: es el tiempo de convivencia que se dan como pareja antes de
formalizar su relación o bien darla por terminada. El noviazgo debe tener cierto
tiempo de duración, pues un periodo demasiado corto de convivencia y
conocimiento puede traer problemas en la relación conyugal, que pudieron ser
evitados o solucionados en el noviazgo; por otro lado, si la relación es
demasiado larga corre el riesgo de caer en a la costumbre, terminando en
fracaso matrimonial.
• Entrega mutua gradual: es un desprendimiento progresivo de sí mismo, para
que libres de las exigencias de bienestar, comodidad y búsqueda de
satisfacción personal, puedan darse poco a poco a la búsqueda de la felicidad
del otro; que al final resulta ser una gratificación y felicidad propia, sin buscarla
intencionalmente. Este nivel de confianza debe ir profundizando de manera
progresiva la confianza, el cariño, la comunicación y la intimidad, cimientos que
llegan a dar firmeza y solidez a la relación; fortaleciendo de éste modo un
futuro matrimonio.
• Transitorio: los novios no deben permanecer en un eterno noviazgo, sino
paulatinamente es ir integrándose como pareja con miras a un compromiso
formal y total.
• Boda.
Después del proceso de independización o desprendimiento del sostén
emocional y socioeconómico de la familia de origen, los adultos jóvenes se
encuentran en posición de formalizar una relación de noviazgo para contraer
matrimonio. La Carta de los Derechos de la Familia de la Santa Sede (1983),
establece que “Todas las personas tienen el derecho de elegir libremente su
estado de vida y por lo tanto derecho a contraer matrimonio y establecer una
familia o a permanecer célibes.”
El hecho de que un hombre y una mujer decidan contraer matrimonio
constituye el punto de partida para la formación de una familia. Actualmente, en
la mayoría de los países esta decisión es libre y nadie está obligado a elegir
dicho estado de vida, a diferencia de otras épocas, en las que el matrimonio
era impuesto. Esto se debe a que se considera el matrimonio como una unión
íntima de vida, un vínculo indisoluble, libremente contraído y públicamente
afirmado, en el cual un hombre y una mujer se complementan y están abiertos
a la transmisión de la vida.
Es esta la etapa del surgimiento de una nueva familia: cuando un hombre y una
mujer “se encuentran” para consolidar un vínculo sólido para la ayuda mutua y
la procreación, los dos fines fundamentales del matrimonio dictados en primer
lugar por la naturaleza, y sucesivamente por la experiencia, la sociedad y el
Estado de diferentes culturas a través de la historia, estableciéndolos en los
órganos legislativos; por ejemplo en los códigos civiles, como el del Estado de
México: “El matrimonio es una institución de carácter público e interés social,
por medio de la cual un hombre y una mujer voluntariamente deciden compartir
un estado de vida para la búsqueda de su realización personal y la fundación
de una familia”.
La elección de una pareja para formar un matrimonio y una familia debe estar
movida por un auténtico y profundo amor y no sólo por “enamoramiento”. Es
natural que se dé el enamoramiento al principio de una relación de pareja, es
decir que las pasiones y emociones sean fuertes, pero la pasión y el
sentimiento tienen una corta duración. El amor en cambio puede durar tanto
como cada persona esté dispuesta a cultivarlo. Sin embargo, así como el
enamoramiento llega y se va fácilmente, el amor requiere tiempo y dedicación
tanto para nacer como para perdurar, por lo cual es necesario también haber
alcanzado cierto grado de madurez personal.
Cuando el amor entre un hombre y una mujer es tal que ambos tienen la
certeza de que es lo suficientemente fuerte para poder generar y acoger la
vida, tanto la de cada uno de ellos como la de nuevas personas, están listos
para formar un matrimonio y una familia: una comunidad de vida y amor.
Una vez que formalmente la pareja ha decidido compartir su vida, se da
necesariamente un proceso de adaptación: se trata de dos personas con ideas,
sentimientos, historias y educación diferentes que han de aprender a convivir e
integrar una sola dinámica familiar y una nueva historia en común.
El proceso requiere tiempo, disposición, entrega y mucha humildad para
respetar las diferencias, ceder en ciertas cosas para llegar a acuerdos y
perdonar errores. Deberán acordar, a través del diálogo y la misma
convivencia, nuevas reglas y pautas de comportamiento, así como las
funciones que cada uno desempeñará en el funcionamiento del hogar. Cada
uno debe decir abierta y claramente lo que espera del otro para que ambos
puedan comprometerse con un proyecto de vida en común.
Relación entre amor y procreación [editar]
Las otras consecuencias que derivan de la conyugalidad son la dimensión
unitiva y procreativa. El acto físico de unión sexual implica simultáneamente la
capacidad de actuar la unión de dos sexos (dimensión unitiva) y la aptitud o
capacidad objetiva para procrear (dimensión procreativa). Que los actos
aislados no siempre resulten procreadores de hecho o psicológicamente
unitivos debido a un obstáculo, querido o no, no quita nada a la finalidad a que
está destinado el gesto.
En la actualidad, se insiste continuamente en separar las dos dimensiones,
poniendo énfasis en el placer del acto sexual, quitándole parte de su esencia;
esto es principalmente por un principio utilitarista que considera al placer como
la base y fin, tanto de la acción como de la reglamentación de toda actividad
humana. Así, el utilitarismo trata a la persona como medio que sirve para
alcanzar un fin, en este caso, el máximo placer posible. En oposición al
principio utilitarista se encuentra la norma personalista, la cual considera en su
contenido negativo, que la persona es un bien que no va de acuerdo con la
utilización y que no puede ser tratada como objeto; y al mismo tiempo, en su
contenido positivo, considera que la persona es un bien tal que sólo el amor
puede dictar la actitud apropiada y valedera respecto de ella. La dimensión
unitiva y procreativa se entienden y aceptan únicamente en el contexto de la
norma personalista, que acepta y se da a la otra persona en su totalidad, es
decir, sin excluir nada de su persona, ni siquiera su fertilidad.
Procreación responsable
La procreación humana es una de las elecciones más importantes de la pareja,
uno de los fines principales del matrimonio, pues tiene como resultado el
nacimiento de una nueva persona. Por esto, la procreación inscrita entre las
finalidades de la sexualidad y complementariedad de los sexos es lícita, y quien
ha hecho la opción conyugal no puede excluirla permanentemente. Excluir la
fecundidad de una unión que está orientada precisamente a ella, supone
contradecir la finalidad del acto conyugal. Sin embargo, no se puede hablar de
“derecho al hijo”; el derecho que emana del matrimonio es poder hacer actos
en sí fecundos, pero la fecundidad efectiva puede depender de otras causas. El
derecho al hijo es una expresión impropia porque nadie tiene “derecho” a
poseer a una persona como si fuera una cosa.
Hay quienes, por ser creyentes, ven el acto de procrear un significado aún
mayor, porque implica una intervención especial de Dios creador. Sin embargo,
aún sin ser creyente, la grandeza de una nueva persona humana es reconocida
por todos.
• La llegada de los hijos
Un hijo influye tanto en lo personal como en lo familiar. La llegada de un niño
requiere de espacio físico y emocional. La pareja debe adquirir un nuevo
anclaje de relación emocional con el niño, y entre ellos, la capacidad de ayudar
al compañero para que lo haga. Tener un niño favorece la intimidad de la
pareja, estimulando la diferenciación y elaboración de diversas facetas de la
personalidad de cada uno.
Uno factor importante en esta fase es poder identificar adecuadamente el área
económica afectada para poder definir cuáles son las labores tanto del trabajo
como del hogar, y ayudarle a cada quien a cumplir con lo suyo y no confundir la
problemática real con falta de cariño, desinterés o con la pérdida del deseo y el
propósito de formar una familia.
La ideología sobre la paternidad y la decisión de tener hijos ha cambiado
significativamente en los últimos años. La decisión de tener hijos ya no va de la
mano con la decisión de casarse, ni la decisión de tener sexo va de la mano
con la idea de que debe ser dentro del matrimonio.
En ésta etapa, el área de la sexualidad establece la importancia de la
realización de la pareja a través de la reproducción. Aquí la planificación
familiar juega un papel fundamental, cada pareja debe ser responsable y saber
cuántos hijos realmente podrían entrar en su núcleo familiar.
La adolescencia de los hijos
La adolescencia es una época de crisis y de cambios, de experimentación y de
definición, tanto para los hijos adolescentes como para los padres; período que
en la sociedad occidental e industrializada se ha ido poco a poco alargando, y
que hace algún tiempo se podía considerar comprendido entre los 12 y los 17 o
18 años. En ésta fase se combinan varios factores:
• Mayor frecuencia en problemas emocionales.
• Los padres, a pesar que se encuentran en la madurez, se ven obligados
nuevamente a revivir su propia adolescencia.
• Los abuelos se acercan al no poder mantenerse por sí mismos, y la soledad y
la muerte se avecinan.
El adolescente normal presenta crisis de identidad, pero no difusión de
identidad. Las crisis obedecen a que el sentimiento interno de identidad, de
pronto y con los cambios físicos del adolescente, no corresponde a la
confirmación del medio ambiente, que ya lo empieza a tratar como joven
adulto. En cambio, la difusión de identidad habla de síndromes
psicopatológicos severos.
La adolescencia es la etapa en la que se presentan con mayor frecuencia los
problemas emocionales serios. Para que un padre pueda dar el apoyo
adecuado a su hijo es necesario que él haya resuelto lo mejor posible su
adolescencia, para que no reviva su propia adolescencia y no trate de
sobreproteger a su hijo.
En el área de la intimidad, el padre puede sentir rivalidad al ver que su hijo
crece más fuerte que él, o el hijo puede sentirse menos validado, al darse
cuenta que no cumple con las expectativas de sus padres.
Según Estrada, en su libro El Ciclo Vital de la Familia, ambos padres tratan de
pasar pruebas fuertes como la de ver que su status social no es igual que el de
los padres de los amigos de sus hijos, e incluso se llegan a encontrar con las
sorpresas de que hay otras personas que ofrecen mayor atractivo y estímulo
para sus hijos que ellos mismos.
Los hijos se van, se separan de la familia y es necesario renovar el contrato
matrimonial. A algunos padres les cuesta soltar a sus hijos adolescentes, sin
embargo deben saber soltarlos a tiempo para que vaya en búsqueda de una
persona extraña con la cual seguir el ciclo vital de la familia. Cuando los hijos
se van la pareja adquiere otra dimensión en el área social y tiene que aprender
a adaptarse a ella.
El reencuentro de la pareja
Pareja madura.
Conocida como la etapa del «nido vacío», es una de las etapas más
demandantes para el sistema familiar, en la cual la pareja enfrenta los
problemas de una biología que decrece pues se pasa de la edad madura a la
vejez, la aceptación de los nietos y del papel de abuelos, la muerte de algunos
familiares de generaciones anteriores, la jubilación, las diferencias con las
nuevas generaciones (brecha generacional), etc. Esto se debe a que para
estas fechas casi siempre los hijos ya se han ido a formar sus propias familias,
lo cual propone algunos cambios. Los padres se encuentran cercanos a los 50
años de edad o más. Si las cosas han marchado bien en las etapas
precedentes, les será más fácil aceptar los cambios de una biología que tiende
a declinar; igualmente como pareja podrán enfrentar los cambios familiares y
sociales que se presentan.
Los padres deben independizarse de los hijos y de los nietos para volver a
formar una pareja. Se reencuentran con ellos mismos y con el compañero. En
estos momentos se vuelve muy necesario el apoyo mutuo entre los esposos.
Este apoyo mutuo servirá para continuar en la búsqueda de nuevos estímulos y
nuevas metas para el matrimonio.
En ocasiones, aparecen sentimientos de culpa como fantasmas del pasado por
los errores cometidos con los demás, especialmente con los hijos, y por los
deseos de la propia muerte.
La vejez
Es una de las etapas menos conocidas. En ésta, las personas ancianas deben
adaptarse a la pérdida y retos que la edad presenta: la búsqueda de una nueva
identidad, de una compañía que produzca placer, así como de una experiencia
significativa y genuina. Esta etapa, como todas, presenta obstáculos como los
siguientes:
• la tristeza que genera el sentir el rechazo de los demás
• con la llegada de su esposo que se ha jubilado, la mujer siente invasión del
espacio que antes controlaba: es necesario definir límites de los espacios
donde cada uno pueda actuar independientemente; de lo contrario, existe el
peligro de que se lleguen a perder la estima y el respeto, y aparezcan la
ansiedad, la tensión y los estados depresivos
• la sobreprotección de hijos a padres, en donde no se les permite vivir en
libertad.
Ser abuelo ofrece un nuevo horizonte en la vida:
• Enciende el deseo de sobrevivir, al aceptarse la propia mortalidad.
En presencia del nieto y el abuelo, pasado y futuro se funden en el presente.
Se da la oportunidad de experimentar una nueva relación, diferente a la del
padre, con los nietos.