Temas 7 y 8 Historia de España 2º Bachillerato

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7.

1: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): CÁNOVAS DEL CASTILLO Y EL


TURNO DE PARTIDOS. LA CONSTITUCIÓN DE 1876.

Después del fracaso sucesivo del sistema político del Sexenio Democrático y la inestabilidad
generada surge la restauración borbónica con Alfonso XII tras el pronunciamiento del general
Martínez Campos en 1874. Las causas de este son el deseo de pacificación, el reconocimiento
internacional del príncipe Alfonso y la aceptación de la monarquía por parte de la opinión pública.

Antonio Cánovas del Castillo redacta el Manifiesto de Sandhurst del 1 de diciembre de 1874 y
constituye el gabinete de Regencia que declara a Alfonso como nuevo rey. Los fundamentos
políticos de este periodo son el mantenimiento del orden social, la monarquía como garante de
estabilidad y unidad, y el convencimiento de que la República equivale a la anarquía. Cánovas es el
artífice del sistema de la Restauración, y busca una monarquía estable y un sistema parlamentario
basado en el turno de partidos. Consigue así un sistema que dura desde 1875 hasta 1931 y cuenta
con el apoyo de hombres de negocio, círculos coloniales y gran parte de los altos cargos del
ejército.

El sistema de la Restauración se apoya en una serie de pilares como la soberanía compartida entre
rey y Cortes, la monarquía constitucional, y se busca una constitución suficientemente amplia para
evitar la inestabilidad gubernamental. Por otra parte, el bipartidismo tiene influencia del modelo
parlamentario británico, donde ambos partidos respetan la obra legislativa del anterior. Este régimen
resulta muy conservador y es posible por la pacificación, la Constitución de 1876 y la creación de
partidos políticos.

La pacificación ocurre tras la tercera guerra carlista (1872-1876) y la guerra de Cuba. En marzo del
76 capitulan los últimos núcleos carlistas y tras el Manifiesto de Somorrostro la guerra tiene fin. No
obstante, los problemas en el País Vasco continúan y se suprimen sus fueros e instituciones, lo que
da lugar a la aparición de un movimiento nacionalista, católico y conservador. Por otra parte ocurre
la guerra de Cuba (1868-1878), donde Martínez Campos consigue la firma de la Paz de El Zanjón
que establece libertad para esclavos, una amnistía y se prometen reformas políticas, a pesar de que
el problema continúa.

La Constitución del 76 establece soberanía compartida entre rey y Cortes, donde el rey tiene
funciones ejecutivas al tener autoridad para disolver las Cortes, el poder de veto e iniciativa
legislativa. Se decreta un sistema bicameral (Congreso y Senado) donde no se establece la forma de
elección de diputados, lo que da lugar a la apertura progresiva del sufragio hasta ser sufragio
universal masculino en 1890. Esta constitución tiene carácter centralista al quedar ayuntamientos y
diputaciones bajo el poder del gobierno, y el poder judicial es independiente y garantiza la unidad
de códigos. En cuanto a derechos y deberes se concretan en leyes ordinarias, el catolicismo se
establece como la religión oficial del Estado y se restablece el Concordato.

Se crean el partido conservador, fundado por Cánovas en 1876, y el partido liberal por Sagasta en
1880. El origen del partido conservador parte desde el Sexenio tras el partido alfonsino, y aboga por
un sufragio censitario, la religión católica y exclusiva, que no haya libertad de cátedra, la censura de
prensa y el proteccionismo económico. El partido liberal, por otra parte, tiene sus orígenes en el
Partido Constitucionalista de Sagasta y Serrano. Este aboga por el sufragio universal, la libertad de
cultos, libertad de cátedra, la libertad de prensa y apoya el librecambismo. Estos partidos son ambos
dinásticos al apoyar la dinastía borbónica, y coinciden en la defensa de la Constitución del 76, la
propiedad privada y el Estado centralista.

Surge así una alternancia de partidos en el poder y un turno pacífico a través de la manipulación
electoral. La práctica del sistema se basa en un turnismo para evitar los pronunciamientos con
elecciones para la alternancia donde los partidos deben respetar la gestión del otro. El Ministro de la
Gobernación procede al “encasillado”, donde se controlan las elecciones y los caciques las
manipulan por prácticas fraudulentas y el pucherazo. Como resultado el sistema político de la
Restauración es una fachada institucional controlada por una oligarquía muy reducida que ostenta el
poder social, económico y político del país.

El reinado de Alfonso XII (1875-1885) se inicia en 1875 con el gobierno conservador. En este,
Cánovas tiene como objetivos consolidar el régimen y la defensa del orden, la propiedad y la
monarquía, y hace una legislación conservadora alineada con los intereses de la clases en el poder.
Destaca en esta la abolición de los fueros vascos y la restrición de las libertades con la ley electoral
del 78, que establece que puede votar el 5% de la población. Se limitan también las libertades de
reunión y asociación y la libertad de imprenta, y se promulgan otras leyes que favorecen el
centralismo como la Ley de Ayuntamientos. El gobierno liberal de Sagasta se inicia en 1881 y
decereta una amnistía política a los líderes políticos y amplía la libertad de imprenta. Destaca en
este momento la actividad de los republicanos y de la mano negra, además de por lo general
oposición al sistema canovista. Los conservadores vuelven al poder del 84 al 85 y la represión del
gobierno aumenta.

Con la muerte de Alfonso XII en 1885 comienza la regencia de María Cristina hasta 1902, lo cual
motiva el pacto de El Pardo en 1885 entre Cánovas y Sagasta, el cual tiene como objetivos sostener
la regencia, facilitar el relevo del gobierno y respetar la legislatura de cada uno. Este turnismo dura
así hasta 1890 y se consolida definitivamente el programa liberal, donde destacan la Ley de
Asociaciones y la Ley del Jurado, el código civil, la ley electoral de 1890 (establece sufragio
universal masculino para mayores de 25 años), y la unión con la Triple Alianza. En 1890 vuelve al
gobierno Cánovas, quien impone un proteccionismo y se desarrolla el movimiento obrero. En 1892
el gobierno de Sagasta vuelve conocido como el “gabinete de notables”. La crisis de gobierno y la
incidencia de la guerra de Cuba motivan la subida al poder de Cánovas, pero es asesinado en 1897 a
manos de un anarquista, lo que supone un problema para el sistema, enfrentándose Sagasta al
desastre de 1898 y dando fin al periodo de la Restauración.
7.2: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): LOS NACIONALISMOS CATALÁN
Y VASCO Y EL REGIONALISMO GALLEGO. EL MOVIMIENTO OBRERO Y
CAMPESINO.

Durante la Restauración Borbónica (1874-1902) se fundamenta la Constitución de 1876 y el


turnismo entre los partidos conservador (liderado por Cánovas) y liberal (liderado por Sagasta). Este
turno pacífico es consolidado en el pacto de El Pardo de 1885 a la muerte de Alfonso XII cuando se
inicia la regencia de María Cristina. El éxito de la Restauración se debe en parte a la debilidad de la
oposición al sistema por parte de los partidos no dinásticos, los regionalistas y nacionalistas, y el
movimiento obrero y campesino.

Los carlistas no aceptan la monarquía constitucional y acentúan su carácter regional y minoritario.


Se dividen en los Neocatólicos (integristas) de Cándido Nocedal, y los Tradicionalistas. Estos se
ven perjudicados por la creación de la Unión Católica en el partido conservador (al no haber
identificación del catolicismo con el carlismo) y por la creación del PNV (Partido Nacionalista
Vasco). Los republicanos, por otro lado, una vez finalizada la república se dividen en cuatro
tendencias: los Posibilistas (Castelar), el Partido Progresista (Ruiz Zorrilla), los Centralistas
(Salmerón) y federalistas (Pi y Margall). Estos mejoran sus resultados electorales desde la creación
en 1890 del sufragio universal, alcanzando representación en el Congreso en Valencia, Barcelona y
Madrid en 1893.

El regionalismo es el deseo de un cierto nivel de autogobierno, mientras que el nacionalismo vas


más allá al querer un mayor autogobierno pero no necesariamente se vincula al independentismo.
Los factores que lo propician son la presencia de movimientos culturales, como lenguas y
costumbres distintas, y la existencia de diferencias económicas, sobretodo por la existencia de la
industrialización. Además, la burguesía inicia el nacionalismo y reivindica el proteccionismo para
defender sus intereses. En cuanto al nacionalismo catalán, sus bases parten de la Renaixenca
(Jacinto Verdaguer y Guimerá) y destacan hitos como el Centre Catalá en 1882. El movimiento
sufre una escisión entre la Liga de Catalunya y el Centre Escolar Catalanista, fusionándose
posteriormente en la Unió Catanalista de 1891. Por otro lado, el nacionalismo vasco se vincula a la
figura de Sabino Arana, cuya ideología es de base tradicionalista, de fondo carlista y foralista que
critica la industrialización, el catolicismo antiliberal, el antiespañolismo de raza vasca sobre el resto
y la reivindicación de los fueros y la independencia. En 1894 se funda el primer centro de reunión
(batzoki) que deriva en el PNV. Otros regionalismos periféricos son más débiles y tardíos, y
destacan el gallego (O Rexurdimiento con Rosalía de Castro), el andaluz (parte del movimiento
cantonalista, Blas Infante como representante) y el valenciano (Renaixensa, caracterizado por el
rechazo al centralismo español y al nacionalismo catalán).

En 1868 llega a España Giuseppe Fanelli, enviado de la Asociación Internacional de Trabajadores,


quien crea los primeros núcleos de ailiados de la Internacional y arraiga el anarquismo entre los
obreros catalanes y el campesinado andaluz. Se crean asociaciones obreras en Madrid, Barcelona,
Levante (especialmente en Alcoy) y Andalucía, con unos 25.000 afiliados. En Barcelona en 1879 se
crea el primer congreso de la sección española de la AIT, la Federación Regional Española (FRE),
de corriente anarquista. Aquí se defiende la huelga como arma fundamental de la lucha del
proletariado y la revolución por la vía de la acción directa. En 1871 llega a Madrid Paul Lafargue
(yerno de Marx) e introduce el marxismo en los círculos madrileños, expandiendo las ideas a través
del periódico de La Emancipación. Las discrepancias entre ambas corrientes marxista y anarquista
da lugar a la creación de la Nueva Federación madrileña para el marxismo.
En 1881 la Federación Regional Española se tiene que adpatar a la nueva legislación que prohíbe
asociaciones internacionales, por lo que pasan a llamarse la Federación de Trabajadores de la
Región Española, con gran implantación entre jornaleros y obreros de Cataluña. Aumentan entonces
sus afiliados y acciones sindicales, a pesar de que hay ciertos desacuerdo internos y una dura
represión ejercida sobre el movimiento obrero. Debido a esto una gran parte del anarquismo opta
por la acción directa, organizando grupos autónomos revolucionarios que atentan contra los pilares
del capitalismo. Entre 1893 y 1897 se producen los actos más violentos, con magnicidios (asesinato
de Cánovas), bombas, etc. En los procesos de Montjuc de 1897 se fusila a anarquistas en Barcelona
para juzgarles como responsables del atentado. El anarquismo por esto acaba dividiéndose,
habiendo anarquistas que rechazan el terrorismo, fundando la rama del anarcosindicalismo. Estos
pretenden fundar organizaciones sindicales para tratar de mejorar las condiciones de vida de los
trabajadores.

El principal núcleo marxista, en Madrid, cuenta con la Asociación del Arte de Imprimir. El núcleo
fundamental del Partido Socialista Obrero Español se funda en 1879, donde Pablo Iglesias es el
presidente. Dentro de los objetivos del partido se encuadran la abolición de las clases, la
emancipación de los trabajadores, la conversión de la propiedad privada en propiedad colectiva y la
conquista del poder por las clases trabajadoras. Se lleva a cabo un programa mínimo donde hay
reivindicaciones para mejorar las condiciones sociales de trabajadores, pidiendo sufragio universal,
la reducción de las horas de trbaajo, la equiparación salarial de hombres y mujeres, la supresión del
trabajo infantil y la mejora de la seguridad laboral. Gracias a que los gobiernos de Sagasta van
dando más libertades el PSOE sale finalmente de la clandestinidad, creando el periódico de El
Socialista y la UGT en 1888, cuyo objetivo es atraerse al proletariado de Cataluña. En general, el
marxismo es un movimiento residual durante en siglo XIX, sindo el anarquismno la ideología
dominante, por lo que hasta 1910 (cuando el PSOE ocupa su primer escaño) no cobra mucha
importancia.
7.3: EL PROBLEMA DE CUBA Y LA GUERRA ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS.
LA CRISIS DE 1898 Y SUS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, POLÍTICAS E
IDEOLÓGICAS.

Al finalizar el reinado de Fernando VII, donde se produce la pérdida de gran parte del Imperio,
España se queda únicamente con Cuba, Puerto Rico, Filipinas, y algunas posesiones africanas. En
1895 aparece un movimiento independenstista en Cuba y un año más tarde en Filipinas, y la pérdida
de ambas colonias en 1898 se covierte en un trauma para el país.

Desde mediados del siglo XIX la economía cubana tiene mayores relaciones comerciales con
Estados Unidos que con España, y la Doctrina Monroe desde 1823 le da permiso a Estados Unidos
para intervenir en el resto de América. En Cuba existe un movimiento autonomista que pide la
liberalización económica, y al estallar la Revolución Gloriosa en España se trata de ofrecer una
serie de medidas para contener el movimiento, pero estos resultan insuficientes. La Guerra Grande
(1868-1878) termina con la Paz de Zanjón, frimada por el general Martínez Campos. Tras las
guerras se toman una serie de medidas como la abolición de la esclavitud en 1886, la creación de la
provincia de Cuba y el fomento de la inmigración española, pero no se realizan reformas políticas
importantes. En Cuba surge una división entre españoles que quieren la unidad, el monopolio y el
proteccionismo (representados en el partido de la Unión Cosntitucional), en el Partido Autonomista
Cubano, partidario de la autonomía y favorables al librecambismo, y el Partido Revolucionario
Cubano, quienes defienden la independencia.

Maura presenta un proyecto de autonomía de Cuba y Puerto Rico pero las medidas son
consideradas inaceptables tanto por españolistas como por independentistas, por lo que acaba
dimitiendo. En 1895 la guerra vuelve a estallar tras el Grito de Baire, y se realiza el Manifiesto de
Montecristi, donde llaman a las armas contra el gobierno español y se explica el programa
revolucionario. El ejército cubano adopta la táctica de guerrilas, la cual tiene lugar en las zonas
rurales y trata de evitar el enfrentamiento con el ejército español.

El gobierno español trata de ahogar la sublevación, por lo que tanto Sagasta como Cánovas se
ponen de acuerdo en defender la colonia y mandan nuevamente a Martínez Campos. Este es
sustituído por Weyler, quien lleva a cabo una guerra de desgaste. Pese a la superioridad militar del
ejército español, el dominio del terreno de los cubanos cuenta con las armas y el suministro de
Estados Unidos, por lo que Weyler recurre a concentrar a la población rural en centros de
internamiento. Cuando Sagasta asume el poder a la muerte de Cánovas le concede la autonomía a
Cuba (no la independencia).

Estados Unidos interviene directamente con el objetivo del dominio de la isla tanto por motivos
económicos (minas, plantaciones de azúcar) como por motivos estratégicos (control militar y naval
de la zona del Caribe). McKinley intenta la compra de la isla en 1897, pero el gobierno español se
niega. Interviene en febrero de 1898 cuando el Maine, navío de guerra, estalla y su hunde, dejando
254 muertos. El gobierno estadounidense entonces culpa a España del incidente, y hay opresión por
parte de la prensa amarilla (Pulitzer, Hearst) junto con los ideólogos del imperialismo (Roosevelt),
quienes organizan una campaña antiespañola para ir a la guerra. Se le manda entonces a España un
Ultimátum que España niega a cumplir, por lo que declaran la guerra en 1898.
El gobierno español y parte de la opinión pública son inconscientemente optimistas y deciden
luchar. En Cuba, Weyler adopta una postura intransigente y establece que no abandonará sin luchar.
El almirante Cervera trata de impedir el conflicto sin éxito y la flota española es aniquilada (batalla
de Cavite en Manila, batalla de Santiago de Cuba) por la estadounidense al ser superior. Una vez
conquistados Puerto Rico y Filipinas, Sagasta se ve obligado a negociar la rendición.

En Puerto Rico hay un movimiento criollo autonomista que reivindica una mejora de las
condiciones, y en Filipinas hay un descontento con la administración de los españoles, por lo que
piden igualar los derechos con los peninsulares. José Rizal funda la Liga Filipina y la insurrección
se extiende desde agosto de 1896 con el Grito de Balintawak, promovido por el Katipunan. El
gobierno español trata de sofocar entonces la insurrección enviando a Ramón Blanco, al general
Polavieja y a Primo de Rivera hasta finalmente la paz de Biac-na-Bató en 1897. No obstante, vuelve
a aparecer la guerra en Filipinas durante la guerra entre España y Estados Unidos, donde el segundo
apoya a Filipinas. Los españoles son sitiados en Manila y forzados a capitular el 13 de agosto de
1898.

Por el Tratado de París de 1898 España pierde Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam (cedido a
EEUU), las Carolinas, las Marianas y Palaos (por el Tratado Hispanoalemán de 1899). Como
conscuencias económicas se pierden los mercados coloniales , pero la industria se recupera
permitiendo la repatriación de los capitales americanos y permite el desarrollo de la banca española.
Ideológicamente supone un desencanto para los españoles, cierto resentimiento de los militares
hacia la política y un aumento del antimilitarismo popular. Una crisis política supone la caída de
Sagasta, quien es sustituído por Francisco Silvela como líder del partido conservador. Este inicia
una política de reformas poco sustanciales, pero pese al duro golpe el sistema pervive. En política
internacional se origina una mayor intervención en África donde se trata de incrementar la
presencia, lo que tiene grandes consecuencias de cara a la política interior. El regeneracionismo
dentro del sistema consta de políticos crítico como Maura, y en el regeneracionismo fuera del
sistema destaca Joaquín Costa. Todo este desencanto se refleja en una actitud pesimista de los
intelencuales de la generación del 98 como Unamuno.
8.1: EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN EL SIGLO
XIX. EL DESARROLLO URBANO

Durante el siglo XIX se produce una transición de la sociedad estamental propia del Antiguo
Régimen, con una movilidad escasa basada en el nacimiento, a una sociedad de clases basada en la
riqueza y en el tipo de trabajo. Esta sociedad de clases tiene una movilidad vertical, a pesar de que
en la práctica las desigualdades aumentan entre los grupos. España experimenta el mismo modelo
de transición demográfica que el resto de países europeos, pero con un cierto retraso en el desarrollo
de cada fase. En general, durante el siglo XIX la evolución de la población experimenta un
crecimiento lento, estable y moderado.

Durante la primera mitad del siglo XIX ocurre el régimen demográfico antiguo, caracterizado por
altas tasas de natalidad y de mortalidad (debido a guerras, epidemias, y crisis de subsistencia), lo
que da lugar a un crecimiento escaso. En concreto durante el segundo cuarto del siglo XIX aumenta
la población en 3 millones de personas debido a avances en medicina preventiva (vacunas), avances
en higiene, y mejoras en la alimentación vinculado a nuevos cultivos. En la segunda mitad del siglo
empieza la primera fase de transición demográfica, en la que empieza a descender la mortalidad,
que combinado con la alta tasa de natalidad da lugar al crecimiento de la población.

A pesar de todo, la demografía en España es condicionada debido a la Guerra de la Independencia,


las guerras carlistas, las guerras de Cuba. Además, a esto se le añaden epidemias como la tifus y la
fiebre amarilla y enfermedades endémicas como la viruela o la tuberculosis. Las hambrunas,
producidas por crisis agrarias o escasez de alimentos, producen crisis de subsistencia que implican
el descenso demográfico.

A finales del siglo XIX hay la mayor tasa de natalidad de Europa (32% por mil) y la segunda tasa de
mortalidad más alta (29% por mil), por lo que hay un escaso crecimiento de población. En este
momento la esperanza de vida es de al rededor de 35 años mientras que en otros países europeos
está a los 45.

La distribución de la población es desigual, ya que en general se concentra en la periferia (al estar


más desarrollada económicamente), a excepción de Madrid por su condición de capitalidad.

Dentro de las migraciones distinguimos entre interiores y exteriores. En la migración interior ocurre
un éxodo rural debido a las desamortizaciones, donde los trabajadores se van a las capitales de
provincia, a las grandes ciudades (Madrid y Barcelona) y a centros industriales (País Vasco y
Cataluña). Debido a esto las ciudades aumentan durante este periodo, ya que la población urbana
pasa de ser inferior del 10% al 32%. La migración exterior se produce por dos motivos. En la
primera mitad de siglo ocurre principalmente por las guerras y los conflictos (donde hay emigración
por miedo a represalias sobretodo a Francia y Gran Bretaña), y en la segunda mitad ocurre por el
aumento de población y por la escasez de recursos, favorecido por la legislación. En este periodo
hay migración principalmente al norte de África (Marruecos) y posteriormente a América, a países
en estado de desarrollo (Brasil, Argentina) junto con otros países tradicionales receptores de
emigrantes españoles (Cuba, Venezuela). Van sobre todo gallegos, asturianos, y canarios, y en estos
lugares la economía es deprimida. Se hacen las famosas casas de indios, construidas para migrantes
que vuelven de las Américas.
El desarrollo urbano es considerable pero relativo, ya que hay un crecimiento de las ciudades
moderado en comparación a otros países. El desarrollo se vincula a las desamortizaciones, la
industrialización, y las reformas impulsadas por el liberalismo. Las desamortizaciones favorecen el
trasvase del campo a la ciudad, y por lo que respecta a la industrailización hay ciudades que atraen
población al ser focos de desarrollo. En cuanto al liberalismo hay medidas como la de Javier de
Burgos, ministro que hace una división privincial en 1833, y que al hacer ciudades como capitales
de provincia estas adquieren nuevos servicios y estructuras. Como consecuencia de esto en muchos
casos hay que derribar murallas medievales para construir nuevos espacios, donde destaca la
planificación urbana a instancias de la burguesía con ensanches. Aparecen a su vez arrabales,
barrios de creación espontánea donde viven campesinos al dejar el campo y trabar en las nuevas
fábricas.

Se producen innnovaciones en las infraestructuras y en los transportes, y se empiezan a crear las


redes de tranvía, a la vez que grandes vías para comunicar diferentes zonas de la ciudad. La Gran
Vía de Madrid se crea en 1910 para comunicar Argüelles con Salamanca, lo que ayuda a articular el
transporte en las ciudades.
8.2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX. EL SISTEMA DE
COMUNICACIONES: EL FERROCARRIL. PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBISMO.
LA APARICIÓN DE LA BANCA MODERNA.

Durante el siglo XIX comienza el inicio de una economía industrializada, donde en ciertos lugares
sobreviven elementos del Antiguo Régimen mientras que otros comienzan la revolución industrial.
La industrialización en España se caracteriza por su desarrollo lento y un atraso comparativo frente
a otros focos de industrialización en Europa. Además, el desarrollo es desequilibrado en cuanto a
sectores y regionalmente, habiendo zonas más deprimidas y otras más desarrolladas.

El atraso comparativo ocurre debido a falta de capitales (al tener la necesidad de invertir o en la
compra de deuda pública, especulación en bolsa), la orografía del país (debido a la elevada altitud
media de España que dificulta la comunicación), el limitado crecimiento demográfico (para
comprar y como mano de obra), la mala calidad de materias primas y fuentes de energía (como por
ejemplo con el carbón), la dependencia técnica del exterior, las guerras (al causar destrozos y
problemas demográficos), y la pérdida de las colonias americanas durante el reinado de Fernando
VII.

Como condición principal para la revolución industrial se produce la revolución agrícola, debido a
que esta implica un aumento de la producción (excedentes) que aumenta la demanda, la mano de
obra y las materias primas. No obstante en España a pesar de haber una aumento de la producción
no se produce la revolución agrícola. Con la revolución liberal se hacen cambios que afectan al
régimen de la propiedad de la tierra, pero la estructura latifundista permanece. La agricultura es de
bajo rendimiento por escasa innovación técnica, por lo que no hay suficientes excedentes para
aumentar la demanda de los campesinos, no hay materias primas, no aumenta la población y en
definitiva la agricultura no contribuye a la revolución industrial.

Por sectores se industrializan Cataluña (vinculado al sector textil), Asturias (vinculado a la


siderurgia) y el País Vasco (vinculado a la metalurgia e industria naval). Este despegue en las zonas
con puertos se produce durante la década moderada entre 1844 y 1854 aproximadamente. Surge un
periodo de crisis desde el 55 hasta en 65 vinculado a las desamortizaciones y a la subida del precio
del algodón, pero en general se produce la recuperación a finales del siglo XIX.

En Cataluña había bases de la industrialiación con la industria textil desde el siglo XVIII, y el
proteccionismo había favorecido la industria. La iniciativa de la burguesía catalana contribuye y se
adquieren máquinas en las fábricas, ayudando al desarrollo en la zona. Esto se ve favorecido por la
Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas de 1882 donde consiguen materias primas baratas y
pueden colocar productos manufacturados.

La industria siderúrgica empieza en Málaga hasta la década de los 40. A mediados de siglo es la
asturiana la vinculada a la fundición en la felguera, utilizando un carbón con poca capacidad
energética. Más tarde esto se traslada a Vizcaya, sobretodo a Bilbao, donde hay un eje comercial
entre Bilbao y Cádiz que proporciona carbón de buena calidad y permite mayor producción de
hierro. Esto se ve favorecido por la legislación estatal, y las empresas son financiadas con capital
mixto (dinero público y privado). Las fábricas utilizan innovaciones técnicas y sistemas que
permiten el desarrollo de la industria siderúrgica en Vizcaya.
Otro tipo de industrias a destacar son la industria agroalimentaria (producción de harinas en Aragón
o de aceite en Andalucía), la industria papelera (Burgos), la industria química (producción de lejía,
dinamita y colorante) y la industria minera (cobre en Río Tinto, plomo en Albadén, zinc en
Cantabria). La Ley de Minas de 1868 favorece el desarrollo de la industria minera, y equivale a la
desamortización del subsuelo. Las minas son sobretodo explotadas por compañías extranjeras, por
lo que el beneficio se invierte en otros lugares.

En cuanto al sector energético la primera revolución industrial se obtiene a patir del carbón y la
sgeunda a partir de electricidad y petróleo. Una vez más, cuando en España se explota los
beneficios van a compañías extranjeras y no se reinvierten en España.

Las comunicaciones y el transporte tienen una gran importancia en la revolución industrial,


favoreciendo el comercio y la distribución de materias primas. Se crea la primea línea de ferrocarril
en España entre Barcelona y Mataró en el 48 (al tener más industria), y la segunda entre Madrid y
Aranjuez en el 55 (por un motivo político al estar el palacio real). La Ley de Ferrocarriles viene
acompañada de la desamortización de Madoz, la cual tiene como objetivos sufragar las obras
públicas, siendo esto imprescindible para financiar el ferrocarril. La Ley de Bancos y Sociedades
Crediticias del 56 implica que los bancos puedan proporcionar créditos para las industrias y el
ferrocarril. A la altura de 1896 ya hay 13.000 km de vía construídos, y como consecuencia se
reducen las distancias y costes, y aumenta la articulación del mercado. No obstante, los materiales
utilizados no son los mejores e implican constantes reparaciones, además de que al haber escasa
demanda del uso del ferrocarril el negocio es poco lucrativo y también desvía capitales que podrían
haberse invertido en la industria. Entre los problemas específicos, el ancho de vía en España y la
estructura radial de las vías resulta un problema para el transporte.

En cuanto al comercio interior los obstáculos son la orografía y las trabas administrativas ilegales
como los aranceles, portazgos y pontazgos, pero se soluciona con la legislación liberal, la cual
unifica los impuestos y articula el mercado. En cuanto al comercio externo es perjudicado por la
pérdida de las colonias, aunque pese a todo el volumen de comercio aumenta a lo largo del siglo
XIX. No obstante la balanza comercial es deficitada al haber más importación que exportación de
materias primas o productos poco elaborados.

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