Tema 7
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derrota definitiva en 1876. La guerra de Cuba se cerró en 1878 con la Paz de
Zanjón que prometió autonomía para la isla. Estos éxitos aumentaron la
popularidad del régimen facilitando las reformas de Cánovas.
La Constitución de 1876 fue redactada irregularmente por una Comisión de
Notables, y después aprobada por unas Cortes Constituyentes elegidas por
sufragio universal en unas elecciones manipuladas que dieron una gran
mayoría al partido gubernamental. Es autoritaria pero flexible para facilitar la
alternancia dinástica: soberanía compartida entre Rey y Cortes con grandes
poderes del rey (iniciativa ejecutiva y legislativa, derecho de veto y disolución
de las Cortes), mantenimiento de la amplia declaración de derechos de la
Constitución de 1869 pero limitados por las leyes ordinarias, poder ejecutivo
de la Corona que nombra y destituye al Gobierno, Cortes bicamerales con
Senado de designación real, hereditario y oligárquico y Congreso electivo
pero sin definir el tipo de sufragio que se deja a una ley posterior (censitario
hasta 1890), poder judicial independiente sin jurado, ayuntamientos
controlados por el gobierno y confesionalidad católica con libertad de cultos.
Los partidos dinásticos son el Partido Liberal Conservador fundado por
Cánovas con los Moderados y la Unión Liberal, y el Partido Liberal Fusionista
creado por Sagasta con los Constitucionalistas, demócratas cimbrios y algún
republicano. Ambos eran organizaciones débiles de notables con programas
parecidos, aunque el Conservador era más autoritario y le apoyaban los
terratenientes y la alta burguesía industrial y financiera, mientras que el
Liberal defendía el sufragio universal y mayores libertades apoyándose en la
clase media y el funcionariado.
Los dos partidos se turnaban cada cinco años o tras una crisis según un
mecanismo pactado por el que el rey nombraba un nuevo gobierno del partido
que estaba en la oposición, y luego se convocaban elecciones para que tuviera
la mayoría parlamentaria mediante el fraude del encasillado: el ministro de la
Gobernación establecía el nombre de los diputados elegibles de cada
provincia, y los gobernadores civiles y alcaldes recurrían a los caciques
(notables influyentes que controlaban el sorteo de quintas, resolvían trámites
burocráticos y daban trabajo) para que amañasen las elecciones con la compra
de votos o la coacción. En las grandes ciudades se recurría al pucherazo
sumando votos de los muertos o cambiando las urnas. Así se aseguró la
estabilidad al precio de la marginación de los partidos no dinásticos (carlistas,
republicanos, nacionalistas, PSOE), el abstencionismo, la corrupción y el
desprestigio cada vez mayor del régimen. Este sistema se mantuvo hasta 1923,
aunque en las ciudades la oposición no dinástica conseguía escaños.
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el Pacto del Pardo, comprometiéndose a asegurar el turno respetando las leyes
aprobadas por el otro partido. Sagasta fue nombrado presidente a la muerte
del rey, y su “gobierno largo” (1885-1890) abordó una decidida legislación
reformista (libertad de cátedra, prensa, asociación, sufragio universal
masculino, abolición de la esclavitud).
La alternancia siguió en los años siguientes, aunque con gobiernos cada vez
más débiles por las divisiones partidistas, el desprestigio del turno, el encono
de la cuestión social y la insurrección cubana de 1895. Finalmente el asesinato
de Cánovas en 1897 y el Desastre del 98 supondrán el fin de la estabilidad del
sistema de la Restauración, iniciándose en 1902 el reinado de Alfonso XIII.
La oposición a la monarquía
La Restauración no significó el fin del carlismo y el republicanismo. El
carlismo con Carlos VII se centró en la defensa de los Fueros, el catolicismo y
las tradiciones, y pese a la escisión integrista (Nocedal) renovó su doctrina y
organización (círculos carlistas) consiguiendo diputados. El republicanismo se
escindió entre posibilistas de Castelar que aceptan la monarquía, progresistas
de Zorrilla partidarios de la lucha armada, centralistas de Salmerón y
federalistas de Pi i Margall con gran arraigo en Cataluña. Aunque perdieron
parte de su base social por el anarquismo, su eficaz propaganda entre las
clases populares urbanas, el sufragio universal y las coaliciones les darán
éxitos electorales en las ciudades (Unión Republicana, 30 diputados en 1893).
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nacionalista fue el Centre Catalá de Valenti Almirall, que defendía un
catalanismo federalista y progresista, y ya en 1891 se creó Unió Catalanista,
federación de entidades conservadoras liderada por Prat de la Riba que lanzó
las Bases de Manresa, reclamando un Estatuto de Autonomía y el
proteccionismo comercial. Tras el desastre del 98, el catalanismo se aglutinó en
la conservadora Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Francesc Cambó,
fuerza hegemónica de Cataluña hasta 1923.
En el País Vasco la recuperación de los fueros tras su abolición en 1876 sería la
principal reivindicación política, y la llegada de inmigrantes de habla
castellana por la industrialización provocó una reacción nacionalista a favor
del euskera y la tradición vasca. En 1894 Sabino Arana aunó ambas causas
fundando el Partido Nacionalista Vasco, con principios muy conservadores
(exaltación de la raza vasca, la sociedad rural y la religión católica,
antiliberalismo), exigiendo la independencia de Euskadi para proteger los
derechos y la pureza del pueblo vasco-navarro. Sin embargo, en los últimos
años se fue moderando en un autonomismo más conciliador.
En otros territorios se afirmó el regionalismo, que defendía la idiosincrasia y
los intereses de una región sin cuestionar la unidad de España. El más
importante fue el regionalismo gallego que surgió con el movimiento cultural
de O Rexurdimento, pero la división entre una tendencia tradicionalista rural
(Alfredo Brañas) y otra democrática con base urbana (Manuel Murguía), y su
escasa base social, lastraron al galleguismo. En Valencia, Aragón o Andalucía
surgieron otros movimientos aun más débiles sin influencia política.
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La Restauración de 1874 supuso la represión del movimiento obrero hasta que
la Ley de Asociaciones de Sagasta (1880) permitió su revitalización, aunque se
mantuvo la división ideológica. El anarquismo, con figuras como Anselmo
Lorenzo o Ricardo Mella, creó la Federación de Trabajadores de la Región
Española que defendía el apoliticismo y la creación de sindicatos anarquistas,
y siguió siendo hegemónico especialmente en Andalucía, Cataluña y Valencia.
Sin embargo la FTRE fue contestada por los insurreccionalistas que proponían
la propaganda por el hecho y las sublevaciones para derribar al Estado
implantando el comunismo libertario, con levantamientos campesinos (Jerez),
atentados (Liceo de Barcelona) y magnicidios (asesinato de Cánovas por
Michele Angiolillo). La salvaje represión con montajes (La Mano Negra) y
torturas policiales (Procesos de Montjuic) golpeó y debilitó también al
anarcosindicalismo mayoritario contrario a la violencia. El socialismo marxista
se extendió en Madrid, País Vasco y Asturias, impulsado por Iglesias que
fundó el PSOE en 1879 y la UGT en 1888. El PSOE participó en la II
Internacional, y se definía como partido marxista revolucionario que también
participaba en las elecciones, aunque carecía de apoyos fuera de sus bastiones
y solo logró algunos concejales en las grandes ciudades.
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Por último EEUU se inmiscuyó en el conflicto al rechazar el proteccionismo
que perjudicaba sus intereses, y ambicionar la anexión o control de Cuba por
motivos imperialistas y militares. Así el gobierno de Washington siguió un
doble juego al apoyar a Martí mientras proponía comprar la isla a España.
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industria se recuperó gracias al proteccionismo arancelario. Las consecuencias
más graves fueron políticas y sociales, pues los partidos dinásticos y el
turnismo quedaron desprestigiados iniciándose el principio del fin del
Régimen de la Restauración, mientras que la sociedad se sumió en una
profunda depresión moral reflejada en la Generación del 98 (Unamuno, Valle
Inclán, Pío Baroja, Azorín...). Por otro lado se planteó el llamado problema
militar, ya que las clases trabajadoras eran antimilitaristas al sufrir la guerra
mientras que la oligarquía se libró del reclutamiento, y los militares se
sintieron traicionados por la izquierda “antipatriota” que les criticaba y los
políticos corruptos e ineficaces que les había ordenado hacer una guerra
perdida de antemano, optando por un antiliberalismo autoritario e
intervencionista. Por último, como respuesta surgió el Regeracionismo,
movimiento intelectual muy crítico con la Restauración, la oligarquía y el
caciquismo, culpables del atraso sociopolítico de España y de su decadencia
cultural y moral. Los regeneracionistas liderados por Joaquín Costa
propondrán reformas para modernizar la economía y la sociedad, sanear la
vida política corrupta y acabar con el analfabetismo.
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2. Comentario de Texto. Comentario de Texto. Carta del Diputado Baldomero
Lostau al ministro de la Guerra denunciando torturas, 1894.
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Muy señor mío y distinguido amigo: Al desgraciado reo José Codina se le aplicó el
tormento para obligarle a declarar y firmar el atestado "por el cual se declaraba autor del
crimen horroroso del Liceo".
Más tarde resultó autor convicto y confeso y sin necesidad de que se le aplicase
tormento alguno, Santiago Salvador, preso en Zaragoza y encerrado hoy en las cárceles
de Barcelona.
Este hecho certísimo, que yo acabo de comprobar, da una medida de lo inicuo de esos
atestados, mediante los cuales se envían los hombres a la muerte. No puedo creer que el
Gobierno ignore todo esto, y, por otra parte, me resisto a aceptar el que, sabiéndolo, no
se haya apresurado a abrir una rigurosa información, para bien depurar los hechos
denunciados.
¿Obedece esto, tal vez, a una mal entendida razón de Estado? En este caso, lo siento y
creo que pronto ha de sentirlo el Gobierno.
Como republicano, como federal, como socialista y, sobre todo, como hombre, lo
siento, lo lamento infinito, pues se abre un foso salpicado de sangre, que dividirá a la
gente, cuyo interés, cuya salvación, cuya bienandanza se cifra en compenetrarse, en
entenderse, para así buscar solución a los males que por encima de unos y otros se
ciernen.
Repito, mi respetable general, que cuanto llevo afirmado es rigurosamente cierto; que lo
saben los tribunales de justicia, lo saben los agentes de policía, los ejecutores (desde
luego) y no pueden ignorarlo y no lo ignoran, los defensores de los sentenciados.
Carta del Diputado Baldomero Lostau al ministro de la Guerra denunciando torturas, 1894.