Tema 7

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Tema 7

La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un


nuevo Sistema Político (1874- 1902).

7.1. La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de


partidos. La Constitución de 1876.
7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco
y el regionalismo gallego. El movimiento obrero y campesino.
7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis
de 1898 y sus consecuencias económicas, políticas e ideológicas.

7.1. La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de


partidos. La Constitución de 1876.

La Restauración es el periodo que se extiende entre la proclamación de


Alfonso XII en 1874 y la de la II República en 1931. El régimen fue creado por
Antonio Cánovas del Castillo, antiguo miembro de la Unión Liberal, según el
modelo británico de una monarquía parlamentaria bipartidista.

La restauración de Alfonso XII


Durante los años del Sexenio los Moderados o alfonsinos se reorganizaron
alrededor de Cánovas que redactó el Manifiesto de Sandhurst firmado por el
príncipe Alfonso, ofreciéndose al pueblo como un monarca constitucional
conciliador, bajo los principios del liberalismo doctrinario conservador
(libertad individual, propiedad, igualdad jurídica, centralización, catolicismo).
El manifiesto encontró eco por el cansancio de la población ante el fracaso de
la I República derribada por el golpe del general Pavía, la dictadura del
general Serrano y el caos general (Guerra de Cuba, Tercera Guerra Carlista),
por lo que Cánovas planeó una restauración legal y democrática. Sin embargo
la impaciencia de la oligarquía y del ejército llevó al pronunciamiento del
general Martínez Campos en Sagunto (29-12-1874) que proclamó rey a Alfonso
XII, contrariando a Cánovas aunque le permitiera aplicar su proyecto político.

Los fundamentos del sistema canovista


Cánovas diseñó un régimen en apariencia liberal (Constitución, Cortes, etc)
pero esencialmente autoritario, favoreciendo a la oligarquía y a los Borbones.
Al mismo tiempo quiso evitar los errores de Isabel II, permitiendo la
alternancia pacífica en el gobierno de dos fuerzas políticas evitando las
rebeliones y la injerencia del ejército en la política. Ambos partidos
representarían las corrientes moderada y progresista del liberalismo burgués,
considerándose dinásticos al defender la monarquía borbónica, el capitalismo
y la supremacía de la burguesía. Para ello era necesario la pacificación de
España, una Constitución conservadora y la organización de los partidos
dinásticos y el turno de gobierno.
La pacificación fue iniciada por Serrano que había sofocado los últimos
cantones (Cartagena) y debilitado a los carlistas, que resistieron hasta su

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derrota definitiva en 1876. La guerra de Cuba se cerró en 1878 con la Paz de
Zanjón que prometió autonomía para la isla. Estos éxitos aumentaron la
popularidad del régimen facilitando las reformas de Cánovas.
La Constitución de 1876 fue redactada irregularmente por una Comisión de
Notables, y después aprobada por unas Cortes Constituyentes elegidas por
sufragio universal en unas elecciones manipuladas que dieron una gran
mayoría al partido gubernamental. Es autoritaria pero flexible para facilitar la
alternancia dinástica: soberanía compartida entre Rey y Cortes con grandes
poderes del rey (iniciativa ejecutiva y legislativa, derecho de veto y disolución
de las Cortes), mantenimiento de la amplia declaración de derechos de la
Constitución de 1869 pero limitados por las leyes ordinarias, poder ejecutivo
de la Corona que nombra y destituye al Gobierno, Cortes bicamerales con
Senado de designación real, hereditario y oligárquico y Congreso electivo
pero sin definir el tipo de sufragio que se deja a una ley posterior (censitario
hasta 1890), poder judicial independiente sin jurado, ayuntamientos
controlados por el gobierno y confesionalidad católica con libertad de cultos.
Los partidos dinásticos son el Partido Liberal Conservador fundado por
Cánovas con los Moderados y la Unión Liberal, y el Partido Liberal Fusionista
creado por Sagasta con los Constitucionalistas, demócratas cimbrios y algún
republicano. Ambos eran organizaciones débiles de notables con programas
parecidos, aunque el Conservador era más autoritario y le apoyaban los
terratenientes y la alta burguesía industrial y financiera, mientras que el
Liberal defendía el sufragio universal y mayores libertades apoyándose en la
clase media y el funcionariado.
Los dos partidos se turnaban cada cinco años o tras una crisis según un
mecanismo pactado por el que el rey nombraba un nuevo gobierno del partido
que estaba en la oposición, y luego se convocaban elecciones para que tuviera
la mayoría parlamentaria mediante el fraude del encasillado: el ministro de la
Gobernación establecía el nombre de los diputados elegibles de cada
provincia, y los gobernadores civiles y alcaldes recurrían a los caciques
(notables influyentes que controlaban el sorteo de quintas, resolvían trámites
burocráticos y daban trabajo) para que amañasen las elecciones con la compra
de votos o la coacción. En las grandes ciudades se recurría al pucherazo
sumando votos de los muertos o cambiando las urnas. Así se aseguró la
estabilidad al precio de la marginación de los partidos no dinásticos (carlistas,
republicanos, nacionalistas, PSOE), el abstencionismo, la corrupción y el
desprestigio cada vez mayor del régimen. Este sistema se mantuvo hasta 1923,
aunque en las ciudades la oposición no dinástica conseguía escaños.

La evolución política hasta 1885


Hasta 1881 gobernó el Partido Conservador que recortó las libertades
(censura, restricción de la libertad de cátedra, prohibición de sindicatos), abolió
los Fueros vascos y aprobó una Ley Electoral muy restrictiva (5% población).
De 1881 a 1885 gobernó el Partido Liberal ampliando las libertades y
tolerando los sindicatos, sin atreverse a realizar más reformas democráticas.
El sistema fue puesto a prueba en 1885, con la prematura muerte del rey, y la
regencia de María Cristina de Habsburgo durante la minoría de edad del
futuro Alfonso XIII. La incertidumbre fue resuelta por Cánovas y Sagasta con

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el Pacto del Pardo, comprometiéndose a asegurar el turno respetando las leyes
aprobadas por el otro partido. Sagasta fue nombrado presidente a la muerte
del rey, y su “gobierno largo” (1885-1890) abordó una decidida legislación
reformista (libertad de cátedra, prensa, asociación, sufragio universal
masculino, abolición de la esclavitud).
La alternancia siguió en los años siguientes, aunque con gobiernos cada vez
más débiles por las divisiones partidistas, el desprestigio del turno, el encono
de la cuestión social y la insurrección cubana de 1895. Finalmente el asesinato
de Cánovas en 1897 y el Desastre del 98 supondrán el fin de la estabilidad del
sistema de la Restauración, iniciándose en 1902 el reinado de Alfonso XIII.

7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco


y el regionalismo gallego. El movimiento obrero y campesino.

El Sistema de la Restauración creado por Cánovas del Castillo fue puesto a


prueba en 1885 por la muerte de Alfonso XII, y la complicada Regencia de
María Cristina de Habsburgo durante la minoría de edad de Alfonso XIII.
Como solución Canovas y Sagasta firmaron el Pacto del Pardo por el que se
comprometieron a respetar el turno de partidos. Se consolidó así un régimen
oligárquico en el que la alternancia de Conservadores y Liberales nunca fue
democrática, pues cada gobierno era nombrado por el rey y luego obtenía la
mayoría absoluta en unas elecciones fraudulentas (encasillado, pucherazo) con la
ayuda de los caciques. La consecuencia fue la marginación de las fuerzas
políticas y sociales que no aceptaban la monarquía, el régimen político o el
sistema capitalista, organizándose como oposición no dinástica.

La oposición a la monarquía
La Restauración no significó el fin del carlismo y el republicanismo. El
carlismo con Carlos VII se centró en la defensa de los Fueros, el catolicismo y
las tradiciones, y pese a la escisión integrista (Nocedal) renovó su doctrina y
organización (círculos carlistas) consiguiendo diputados. El republicanismo se
escindió entre posibilistas de Castelar que aceptan la monarquía, progresistas
de Zorrilla partidarios de la lucha armada, centralistas de Salmerón y
federalistas de Pi i Margall con gran arraigo en Cataluña. Aunque perdieron
parte de su base social por el anarquismo, su eficaz propaganda entre las
clases populares urbanas, el sufragio universal y las coaliciones les darán
éxitos electorales en las ciudades (Unión Republicana, 30 diputados en 1893).

Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego


El nacionalismo decimonónico también prendió en España, sobre todo en
regiones como Cataluña y País Vasco, donde coincidían una lengua y cultura
que chocaron con el centralismo uniformizador del Estado liberal y la
Constitución de 1876, y una burguesía industrial frustrada con la mediocre
economía española. Tiene influencias tanto del carlismo foralista conservador,
como del republicanismo federal progresista.
El nacionalismo catalán nace del movimiento cultural romántico de la
Renaixença, que reivindicó sus señas de identidad. La primera organización

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nacionalista fue el Centre Catalá de Valenti Almirall, que defendía un
catalanismo federalista y progresista, y ya en 1891 se creó Unió Catalanista,
federación de entidades conservadoras liderada por Prat de la Riba que lanzó
las Bases de Manresa, reclamando un Estatuto de Autonomía y el
proteccionismo comercial. Tras el desastre del 98, el catalanismo se aglutinó en
la conservadora Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Francesc Cambó,
fuerza hegemónica de Cataluña hasta 1923.
En el País Vasco la recuperación de los fueros tras su abolición en 1876 sería la
principal reivindicación política, y la llegada de inmigrantes de habla
castellana por la industrialización provocó una reacción nacionalista a favor
del euskera y la tradición vasca. En 1894 Sabino Arana aunó ambas causas
fundando el Partido Nacionalista Vasco, con principios muy conservadores
(exaltación de la raza vasca, la sociedad rural y la religión católica,
antiliberalismo), exigiendo la independencia de Euskadi para proteger los
derechos y la pureza del pueblo vasco-navarro. Sin embargo, en los últimos
años se fue moderando en un autonomismo más conciliador.
En otros territorios se afirmó el regionalismo, que defendía la idiosincrasia y
los intereses de una región sin cuestionar la unidad de España. El más
importante fue el regionalismo gallego que surgió con el movimiento cultural
de O Rexurdimento, pero la división entre una tendencia tradicionalista rural
(Alfredo Brañas) y otra democrática con base urbana (Manuel Murguía), y su
escasa base social, lastraron al galleguismo. En Valencia, Aragón o Andalucía
surgieron otros movimientos aun más débiles sin influencia política.

El movimiento obrero y campesino


Las duras condiciones laborales de obreros y jornaleros fueron la causa del
movimiento obrero. Las primeras luchas tuvieron un carácter luddita como la
destrucción de los telares mecánicos de Alcoy (1821) o el incendio de la fábrica
Bonaplata de Barcelona (1835), evolucionando durante el reinado de Isabel II
con la creación de Sociedades de Ayuda Mutua para los trabajadores en paro o
accidentados (Sociedad de Tejedores), y los primeros sindicatos, sobre todo
catalanes, como la Unión de clases que organizó la primera huelga general
(1855) por la libertad sindical y mejoras salariales y laborales. Por otro lado se
difundió el socialismo utópico, especialmente Fourier (falansterio en Cádiz) y el
comunismo icariano de Cabet en Cataluña.
Durante el Sexenio Democrático el movimiento obrero creció a la libertad y
la legalización de los sindicatos, y la labor de la Asociación Internacional del
Trabajo o Primera Internacional que difundió las doctrinas socialistas (Lafargue)
y anarquistas (Fanelli). Ambas compartían el objetivo de destruir el
capitalismo y la sociedad de clases para fundar una sociedad igualitaria, pero
diferían en que los marxistas proponían la acción política de partidos obreros
y la toma del poder mediante la dictadura del proletariado, mientras que los
anarquistas rechazaban la política y las elecciones y defendían la abolición
inmediata del Estado sustituido por una sociedad libre sin ningún gobierno o
autoridad. Será el anarquismo de la Federación Regional Española el que
prenda entre los jornaleros andaluces y los obreros catalanes, desplegando
una gran actividad con ocupaciones de tierras y organización de cantones.
Por su lado, Pablo Iglesias fundó la Agrupación Socialista Madrileña (1879).

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La Restauración de 1874 supuso la represión del movimiento obrero hasta que
la Ley de Asociaciones de Sagasta (1880) permitió su revitalización, aunque se
mantuvo la división ideológica. El anarquismo, con figuras como Anselmo
Lorenzo o Ricardo Mella, creó la Federación de Trabajadores de la Región
Española que defendía el apoliticismo y la creación de sindicatos anarquistas,
y siguió siendo hegemónico especialmente en Andalucía, Cataluña y Valencia.
Sin embargo la FTRE fue contestada por los insurreccionalistas que proponían
la propaganda por el hecho y las sublevaciones para derribar al Estado
implantando el comunismo libertario, con levantamientos campesinos (Jerez),
atentados (Liceo de Barcelona) y magnicidios (asesinato de Cánovas por
Michele Angiolillo). La salvaje represión con montajes (La Mano Negra) y
torturas policiales (Procesos de Montjuic) golpeó y debilitó también al
anarcosindicalismo mayoritario contrario a la violencia. El socialismo marxista
se extendió en Madrid, País Vasco y Asturias, impulsado por Iglesias que
fundó el PSOE en 1879 y la UGT en 1888. El PSOE participó en la II
Internacional, y se definía como partido marxista revolucionario que también
participaba en las elecciones, aunque carecía de apoyos fuera de sus bastiones
y solo logró algunos concejales en las grandes ciudades.

7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis


de 1898 y sus consecuencias económicas, políticas e ideológicas.

Tras la emancipación de Latinoamérica, España solo conservó Cuba, Puerto


Rico y las Filipinas, junto con varios archipiélagos y posesiones en el Pacífico,
norte de África y golfo de Guinea. La Guerra de Cuba supuso por ello el fin
del viejo Imperio colonial, y un trauma nacional que puso en jaque al sistema
canovista y despertó al Regeneracionismo que propuso modernizar el país.

Los antecedentes del Desastre del 98


La importancia de las colonias era muy dispar : las Filipinas tenían escaso peso
económico y poca presencia española, pero Cuba era fundamental por su
rentable industria azucarera que explotaba a los esclavos negros, su mercado
cautivo de la industria textil catalana, y los fuertes lazos culturales y
sentimentales con la metrópoli. Por tanto, para el nacionalismo español era
una parte más de la patria, negándose a su independencia.
A lo largo del siglo creció el descontento de la población cubana, el
independentismo y el deseo de liberación de los esclavos. Estallaron así
levantamientos como la Guerra de los Diez Años (Guerra Larga) que terminó
con la Paz de Zanjón (1878) que prometió abolir la esclavitud y conceder la
autonomía. Sin embargo, los gobiernos de la Restauración incumplieron su
palabra por las presiones de los españoles peninsulares dueños de las
plantaciones de azúcar y el comercio, imponiendo una política represiva y
asimilacionista con unos 7000.000 emigrantes españoles. Solo Sagasta negoció
un programa de reformas con el Partido Autonomista Cubano, pero fue
bloqueado por los Conservadores y solo se abolió la esclavitud (1888) que
indignó a los terratenientes. Como reacción se fundó el Partido
Revolucionario Cubano dirigido por José Martí (1892).

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Por último EEUU se inmiscuyó en el conflicto al rechazar el proteccionismo
que perjudicaba sus intereses, y ambicionar la anexión o control de Cuba por
motivos imperialistas y militares. Así el gobierno de Washington siguió un
doble juego al apoyar a Martí mientras proponía comprar la isla a España.

El inicio de la guerra de independencia en Cuba y Filipinas


La insurrección cubana o Guerra Corta comenzó en 1895 con el Grito de Baire y
fue dirigida por Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo que sustituyó a
Martí cuando murió en una emboscada. En esta primera etapa la guerra de
guerrillas apoyada por el campesinado acorraló al ejército español de
Martínez Campos, debilitado además por el clima, las enfermedades tropicales
y las pésimas condiciones de los soldados. En su lugar Valeriano Weyler
aplicó una dura estrategia (proceso de reconcentración) para aislar a los
insurrectos con la destrucción de cosechas y ganados y la reclusión forzosa de
la población rural en campos de concentración. La consecuencia fue la muerte
de cientos de miles de personas y la huída de otros muchos, lo que frenó la
rebelión pero atrajo protestas internacionales, especialmente en Estados
Unidos cuya prensa sensacionalista azuzó a la opinión pública contra España.
En las Filipinas estalló otra insurrección en 1896 fue reprimida y ejecutado su
líder José Rizal, aunque más adelante resurgió el movimiento independentista.

La guerra contra EE.UU.


Finalmente los EE.UU. intervinieron en la guerra con la excusa de la explosión
del acorazado Maine en el puerto de La Habana, incidente sospechoso del que
se acusó a España. En un clima bélico atizado por la irresponsable prensa
española, el presidente MacKinley amenazó con la guerra si España se negaba
a vender Cuba, oferta rechazada por Sagasta por temor a que una rendición
perjudicara al régimen, prefiriendo la derrota para salvar el honor. Solo
republicanos, socialistas y anarquistas se opusieron a una guerra absurda.
La guerra tuvo dos escenarios que demostraron la inferioridad militar
española. En Filipinas la vieja escuadra fue hundida en Cavite y los marines
tomaron Manila. En Cuba la escuadra del almirante Cervera quedó bloqueada
en Santiago de Cuba, mientras que el ejército norteamericano atacó a unas
agotadas tropas españolas que sin embargo ofrecieron fuerte resistencia.
Finalmente, el 3 de julio de 1898 el gobierno ordenó que la flota saliera a
romper el bloqueo y fue destrozada, siendo imposible proseguir la lucha.
El 10 de diciembre de 1898 se firmó la Paz de París: Cuba se independizó pero
bajo la “protección provisional” norteamericana que intervenía en sus asuntos
internos. Se cedió también a EE.UU. las islas de Puerto Rico, Guam y Filipinas
por una indemnización de 20 millones de dólares. Los filipinos se sublevaron
contra este acuerdo, pero fueron masacrados por el ejército estadounidense.

Las consecuencias del desastre del 98


El Desastre del 98 tuvo importantes consecuencias en todos los planos. La
derrota dejó a España humillada y relegada a un papel secundario y marginal
en política exterior, lo que se intentó compensar con la intervención militar en
el norte de Marruecos. A nivel económico se perdió el mercado colonial, pero
la repatriación de capitales propició el desarrollo de la banca, mientras que la

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industria se recuperó gracias al proteccionismo arancelario. Las consecuencias
más graves fueron políticas y sociales, pues los partidos dinásticos y el
turnismo quedaron desprestigiados iniciándose el principio del fin del
Régimen de la Restauración, mientras que la sociedad se sumió en una
profunda depresión moral reflejada en la Generación del 98 (Unamuno, Valle
Inclán, Pío Baroja, Azorín...). Por otro lado se planteó el llamado problema
militar, ya que las clases trabajadoras eran antimilitaristas al sufrir la guerra
mientras que la oligarquía se libró del reclutamiento, y los militares se
sintieron traicionados por la izquierda “antipatriota” que les criticaba y los
políticos corruptos e ineficaces que les había ordenado hacer una guerra
perdida de antemano, optando por un antiliberalismo autoritario e
intervencionista. Por último, como respuesta surgió el Regeracionismo,
movimiento intelectual muy crítico con la Restauración, la oligarquía y el
caciquismo, culpables del atraso sociopolítico de España y de su decadencia
cultural y moral. Los regeneracionistas liderados por Joaquín Costa
propondrán reformas para modernizar la economía y la sociedad, sanear la
vida política corrupta y acabar con el analfabetismo.

ACTIVIDADES DEL TEMA 7


1. Relaciona este documento con el Tema de Reinado de Alfonso XII: el sistema
canovista y la Constitución de 1876

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2. Comentario de Texto. Comentario de Texto. Carta del Diputado Baldomero
Lostau al ministro de la Guerra denunciando torturas, 1894.

«Excmo. Sr. D. José López Domínguez.

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Muy señor mío y distinguido amigo: Al desgraciado reo José Codina se le aplicó el
tormento para obligarle a declarar y firmar el atestado "por el cual se declaraba autor del
crimen horroroso del Liceo".

Más tarde resultó autor convicto y confeso y sin necesidad de que se le aplicase
tormento alguno, Santiago Salvador, preso en Zaragoza y encerrado hoy en las cárceles
de Barcelona.

Este hecho certísimo, que yo acabo de comprobar, da una medida de lo inicuo de esos
atestados, mediante los cuales se envían los hombres a la muerte. No puedo creer que el
Gobierno ignore todo esto, y, por otra parte, me resisto a aceptar el que, sabiéndolo, no
se haya apresurado a abrir una rigurosa información, para bien depurar los hechos
denunciados.

¿Obedece esto, tal vez, a una mal entendida razón de Estado? En este caso, lo siento y
creo que pronto ha de sentirlo el Gobierno.

Como republicano, como federal, como socialista y, sobre todo, como hombre, lo
siento, lo lamento infinito, pues se abre un foso salpicado de sangre, que dividirá a la
gente, cuyo interés, cuya salvación, cuya bienandanza se cifra en compenetrarse, en
entenderse, para así buscar solución a los males que por encima de unos y otros se
ciernen.

Repito, mi respetable general, que cuanto llevo afirmado es rigurosamente cierto; que lo
saben los tribunales de justicia, lo saben los agentes de policía, los ejecutores (desde
luego) y no pueden ignorarlo y no lo ignoran, los defensores de los sentenciados.

No abrigo esperanza alguna de obtener justicia ni clemencia en pro de esos


infortunados, pero cumplo con un deber estricto haciendo llegar hasta V. E. esta
manifestación mía.

Aprovecho esta ocasión para ofrecerme a V. E. su afectísimo y antiguo amigo q.b.s.m.


B. Lostau. Barcelona, 20 de mayo de 1894.»

Carta del Diputado Baldomero Lostau al ministro de la Guerra denunciando torturas, 1894.

1. Clasifique el texto explicando su naturaleza e ideas principales (1.5 puntos).


2. Responda a la siguiente cuestión: El movimiento obrero y campesino durante la
Restauración Borbónica (1874-1902) (3,5 puntos).

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