Schopenhauer y La India 1-10-20210129
Schopenhauer y La India 1-10-20210129
Schopenhauer y La India 1-10-20210129
Schopenhauer y la India.
Una relectura de El mundo como voluntad y representación
Resumen
Nuestro estudio se estructura en tres hipótesis intrínsecamente entrelazadas,
que intentaremos confirmar a lo largo de éste: en primer lugar, sostenemos que
en relación al mundo como representación (Vorstellung) y como voluntad (Wi-
lle), Schopenhauer se apoya casi exclusivamente en el Vedānta, mientras que en
sus referencias a “la negación de la voluntad” (die Verneigung des Willens zum
Leben) hay una innegable alusión al budismo. En segundo lugar, sostenemos
que la filosofía de Schopenhauer, a diferencia del sistema de Hegel, coincide ca-
si totalmente con las especulaciones románticas. Y por último, que a pesar de
una indiscutible fascinación por la India y de subrayar sus coincidencias funda-
mentales con el pensamiento hindú, la filosofía de Schopenhauer se inscribe en
la tradición europea y en el discurso orientalista.
Abstract
Our study is structured around three intrinsically intertwined hypotheses,
which we will try to confirm throughout it: first, we argue that in relation
to the world as representation (Vorstellung) and as will (Wille), Schopenhau-
er relies almost exclusively on Vedānta, while in his references to “the denial
of the will” (die Verneigung des Willens zum Leben) there is an undeniable allu-
sion to Buddhism. Second, we argue that Schopenhauer’s philosophy, unlike
Hegel’s system, coincides almost entirely with romantic speculations. And fi-
nally, that despite an indisputable fascination for India and underlining its
fundamental coincidences with Hindu thought, Schopenhauer’s philosophy is
inscribed in the European tradition and in the Orientalist discourse.
Palabras clave
Voluntad, representación, nirvana, nada, orientalismo.
Introducción
Los Vedas, o mejor dicho las Upaniṣads […] carecen de un formato científico y su
exposición está muy lejos de ser sistemática […]. Sin embargo, si uno comprende
mis doctrinas, es posible entonces entender los antiquísimos postulados indios co-
mo conclusiones y reconocer su verdad. Así, debe asumirse que lo que yo he identi-
ficado como verdadero lo habían aprendido también esos sabios en los principios del
tiempo terrenal y lo habían enunciado a su manera, incluso si no le fue claro en su
unidad (Halbfass, 2013, p. 197).
“…el Nuevo Testamento ha de ser de algún modo de presencia hindú: eso atestigua su ética
2
plenamente hindú que lleva la moral hasta el ascetismo así como su pesimismo y su avatar”
(Schopenhauer, 2009, p. 392). El interés de Schopenhauer por la India se fundamenta también
en su controversia con el cristianismo, siendo ésta un aspecto que lo separa de los románticos.
Mientras que Novalis, Schelling y Schlegel pensaban que la Cristiandad podría ser restablecida
en Europa, Schopenhauer sostenía que aunque en su sustancia, en su núcleo (la doctrina del
pecado original y la salvación a través de la negación de la propia singularidad) la religión cris-
tiana era absolutamente verdadera, no obstante, había perdido sus principios, olvidado su sig-
nificado debido a un optimismo superficial (Cfr. Schopenhauer, 2009, p. 468).
3
Charles Wilkins (1749-1836) fue un tipógrafo y orientalista inglés, fundador de La sociedad asiá-
tica (The Asiatic Society). Es reconocido por ser el primer traductor del Bhagavad Gita al inglés. En
1770 fue enviado a la India como pintor y escritor de la East India Company. En 1784 ayudó a Wi-
lliam Jones a fundar la Asiatic Society of Bengal.
4
“Al mismo tiempo, el orientalista Friedrich Majer me introdujo, sin solicitación, en la antigüe-
dad india, y esto tuvo una esencial influencia sobre mí.” Carta 251 a J. E. Erdmann. (Cfr. Cross,
2013, p. 20).
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Las Asiatick Researches se constituyó en una suerte de revista académica compuesta por estu-
dios sobre historia, arte, ciencia y literatura de Asia, realizados por académicos británicos es-
tablecidos en Bengala, patrocinados por Warren Hastings (1732-1818), administrador colonial
británico en la India entre 1774 y 1785.
6
En este mismo parágrafo, Schopenhauer empieza realizando una crítica filológica a las traduccio-
nes sobre la literatura sánscrita. A propósito, dice: “el sánscrito es una lengua hablada hace mil
años en la India y los medios para aprehenderla son relativamente imperfectos; cuando pienso
eso, y además le añado la impresión que me producen las traducciones del sánscrito realizadas por
eruditos europeos –dejando aparte muy pocas excepciones-, me invade la sospecha de que nues-
tros eruditos del sánscrito no son capaces de entender sus textos mejor de lo que los estudiantes
de Secundaria de nuestras escuelas entienden los textos griegos. […] las traducciones europeas de
los textos sagrados […] ofrecen períodos cuyo sentido es general y abstracto, con frecuencia osci-
lante e impreciso, y cuya conexión es insegura: no obtengo más que simples esbozos de los pensa-
mientos del texto original con textos de relleno en los que noto algo extraño; también aparecen de
vez en cuando contradicciones; todo es moderno, vacío, flojo, plano, pobre de sentido y occidental:
está europeizado, anglicanizado, afrancesado…” (pp. 409-410). Por lo tanto, a diferencia de Hegel,
Schopenhauer tomaba los estudios y las traducciones realizadas por H. T. Colebrooke, H. E. Röer y
Rammohan Roy con cierta suspicacia, percibiendo tergiversaciones teístas y europeístas.
había sostenido e intentado demostrar que los sabios de todos los países y de todas
las épocas en esencia “han afirmado lo mismo”, o al menos han querido decir lo mis-
mo, y que las Upaniṣads en particular presentaban paralelos con doctrinas euro-
peas. Llama en especial la atención que Duperron citara a Kant de manera explícita
en tales comparaciones. De hecho, un“parergon” completo del primer volumen fue
dedicado a la relación entre Kant y las Upaniṣads (pp. 199-200).
7
En una carta enviada el 28 de marzo de 1818 al editor Brockhaus de Leipzig, Schopenhauer es-
cribe: “Mi obra es, pues, un nuevo sistema filosófico: pero nuevo en el pleno sentido de la pala-
bra: no una nueva exposición de lo ya existente sino una serie de pensamientos con un grado
máximo de coherencia, que hasta ahora no se le han venido a la mente a ningún hombre” Car-
ta a Brockhhaus, 28.3.1818.
Ibíd., p. 34.
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…llevará a conocer que la fuerza que florece y vegeta en las plantas, aquella por la
que cristaliza el cristal, la que dirige el imán hacia el Polo Norte, la que ve descar-
garse al contacto de metales heterogéneos, la que en la afinidades electivas se ma-
nifiesta como atracción y repulsión, separación y unión, e incluso la gravedad que
tan poderosamente actúa en toda la materia atrayendo la piedra hacia la Tierra y la
Tierra hacia el Sol, todo eso es diferente solo en el fenómeno pero en su esencia ínti-
ma es una misma cosa: aquello que él conoce inmediata e íntimamente, y mejor que
todo lo demás; aquello que, allá donde se destaca con mayor claridad, se llama vo-
luntad. Solo la aplicación de esa reflexión puede hacer que no nos quedemos en el fe-
nómeno sino que accedamos a la cosa en sí (Schopenhauer, 2009, p. 162).
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cubren las huellas del mismo ser fundamental (p. 54).
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En La voluntad en la naturaleza, obra publicada en 1836, Schopenhauer escribe: “Lo que ante to-
do hace falta es distinguir la voluntad del albedrío (Wille y Willkür); teniendo en cuenta que
puede existir aquella sin éste, como lo presupone mi filosofía toda. Albedrío se llama a la vo-
luntad cuando la alumbra el intelecto, siendo por lo tanto, las causas que le mueven a motivos,
es decir, representaciones, lo cual, expresado objetivamente, quiere decir que la influencia del
exterior, que es lo que ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro”. Mientras que “el término
alemán Wille recubre los sentidos de voluntad, querer, ganas, deseo, espontaneidad, etc. […] es
la fuerza que actúa tras cada deseo o, incluso, tras cada capricho…” (Schopenhauer, 2006, p. 64).
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No obstante, si bien los movimientos del cuerpo son “actos” (Akt) de la voluntad, no signifi-
ca que la voluntad, que es cosa en sí, sea la causa del movimiento, que es el fenómeno. No hay
relación de causalidad entre los dos planos de la realidad. Esto resulta claro cuando Schopen-
hauer se refiere al dolor y al placer, no como representaciones, sino como “afecciones inmedia-
tas de la voluntad en su fenómeno, el cuerpo: son un forzado y momentáneo querer o no querer
la impresión que este sufre”. Esto significa que no porque algo sea doloroso, no lo quiero, sino
que porque no lo quiero, resulta doloroso, y lo mismo con el placer. Somos conscientes que que-
remos o no, pero la pregunta es ¿por qué quiere o no quiere la voluntad?
11
“… el conocimiento que tengo de mi voluntad, aunque inmediato no es separable del conoci-
miento de mi cuerpo. Yo no conozco mi voluntad en su conjunto, como una unidad, no la co-
nozco completamente en su esencia, sino exclusivamente en sus actos individuales, o sea, en el
tiempo, que es la forma del fenómeno mi cuerpo como de cualquier objeto: por eso el cuerpo es
condición del conocimiento de mi voluntad. De ahí que no pueda representarme esa voluntad
sin mi cuerpo” (Schopenhauer, 2009, p. 154).
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simismo schopenhaueriano (intrínsecamente relacionado a su concepción de
aquella, casi como una conclusión inevitable), porque es en ese punto donde,
sostiene Schopenhauer, coincide su pensamiento con la filosofía y las religio-
nes de la India.
La voluntad, en tanto cosa en sí, no está sometida a las formas del espacio y
tiempo (“principio de individuación”), se sustrae a la multiplicidad fenoméni-
ca, lo que significa que es una (Einer). Como todas nuestras representaciones se pro-
ducen en el espacio (coexistencia) y en el tiempo (sucesión), la voluntad, en cuanto no
puede representarse, debe estar exenta de aquellas formas. El ser no puede contener nin-
guna pluralidad, pues ésta sólo se da en la realidad fenoménica, es una necesidad lógi-
ca que se desprende de un razonamiento casi silogístico, aunque más bien es una falacia.
Como correctamente señala George Simmel (1950), esto es un presupuesto “que pertene-
ce en forma exclusiva a la creencia personal. Y ante todo, el supuesto […] de que lo abso-
luto, lo en sí de los fenómenos sea precisamente lo mismo para todos ellos” (pp. 55-57).
Siendo la voluntad lo absoluto, es por lo tanto libre (frei), pues no depende de nin-
gún motivo, de ningún estímulo externo (objetivos, fines) para actuar. Su acción es, en
este sentido, una “actividad ciega” (blinde Tätigkeit) en tanto no está mediada por el
intelecto (ohne alle Erkenntniss).
El ave de un año no tiene ninguna representación de los huevos para los que cons-
truye un nido, ni la araña joven de la presa para la que teje su tela, ni la hormiga
león de las hormigas para las que excava un foso por primera vez; la larva del cier-
vo volante practica un agujero en la madera donde quiere sufrir sus metamorfosis,
agujero que es el doble de grande cuando va a ser un escarabajo macho que cuando
va a ser hembra, en el primer caso a fin de tener sitio para los cuernos de los que no
tiene representación alguna (Schopenhauer, 2009, p. 167).
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obstante, como el ser es voluntad, y la voluntad es querer, el optimismo se des-
vanece y se descubre la tragedia de la vida, su intrínseca falta de sentido: el su-
frimiento es inseparable de la vida, pues donde hay vida hay voluntad, y si hay
voluntad es porque hay falta, y donde hay falta hay insatisfacción.12
Ahora bien, hay tres maneras de evitar el sufrimiento, de liberarse del dolor
que conlleva la existencia: en primer lugar, a través del arte, del goce estético, en
donde la representación se desprende de la voluntad; en segundo lugar, a través
de la moral, disolviendo la separación entre existencias individuales, reconocien-
do que cada uno de los sujetos son en el fondo el mismo ser, haciendo así desapa-
recer la contradicción y el deseo de sometimiento del otro; y finalmente, a través
de la negación de la voluntad, de la supresión de la voluntad por sí misma, a par-
tir de la cual el mundo deviene nada. Nos interesa particularmente ésta última,
porque es en “la negación de la voluntad” donde Schopenhauer se remite espe-
cialmente al ascetismo indio y la renuncia budista del deseo; es precisamente
aquí donde el budismo aparece claramente como una “religión” pesimista.
La “negación de la voluntad” no es el suicidio. Aunque es innegable que través
de éste nos liberamos del sufrimiento, en tanto no hay sujeto que sienta dolor, no
obstante, no se suprime la voluntad; en el suicidio se destruye el fenómeno, pero
no la cosa en sí. El suicida no niega la voluntad de vivir, por el contrario, quiere la
vida, pero no la quiere si esto conlleva inevitablemente el sufrimiento. El suicida,
como no puede renunciar a su deseo de vivir, renuncia a vivir. Pero su voluntad
no se ha anulado, sino que lo ha llevado al extremo de destruirse a sí mismo; la vo-
luntad de vivir del suicida, al encontrarse obturada en su querer por el sufrimien-
to, destruye su propia manifestación, pero no a sí misma (Cfr. p. 461). “Así, pues, el
suicidio se nos aparece ya como una acción vana y, por ello, necia…” (p. 337).
La “negación de la voluntad” significa que la voluntad se destruye a sí mis-
ma y no a su manifestación. Cuando el “velo de māyā” se descorre y se descubre
la esencia verdadera de la existencia, su intrínseca falta de sentido, se produce
una ruptura en el sujeto. “¿Cómo teniendo tal conocimiento [que está conde-
nado a un constante perecer, a una vana aspiración y sufrimiento permanen-
te] habría de afirmar esa vida con continuos actos de voluntad y justamente
así vincularse y aferrarse a ella cada vez con mayor firmeza?” (p. 440). Este de-
velamiento provoca un “aquietamiento de la voluntad”, un desprendimiento
de la existencia, como etapa previa al ascetismo. Éste es definido por Schopen-
hauer como un estado de quietud perfecta, de renunciamiento voluntario, de
“Una voluntad que viera habría calculado enseguida que el negocio no cubre los costes, ya que
12
ese afán y lucha tan violentos, con el empeño de todas las fuerzas, bajo un desvelo, angustia y
necesidad perpetuos y, por añadidura, la inevitable destrucción de aquella vida individual, no
encuentran ninguna compensación en aquella efímera existencia así conseguida y que se con-
vierte en nada entre nuestras manos” (p. 634).
Por eso la mayoría de las veces la voluntad ha de quebrarse con el mayor sufrimien-
to propio antes de que aparezca la negación de sí. Entonces vemos que el hombre,
tras haber sido llevado al borde de la desesperación pasando por todos los grados
crecientes del tormento en medio de la más violenta adversidad, de repente vuelve
sobre sí, se conoce a sí mismo y el mundo, cambia todo su ser, se eleva sobre sí y so-
bre todo el sufrimiento; y, como purificado y santificado por él, en una tranquilidad,
felicidad y sublimidad inquebrantables renuncia voluntariamente a todo lo que an-
tes quería con la mayor violencia, recibiendo la muerte con alegría (pp. 454-455).
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losofía india “no es decirnos lo que es el mundo sino ayudarnos a descubrir y
experimentar nuestra propia naturaleza interior. […] El propósito del pensa-
miento indio es soteriológico y religioso: guiarnos a liberarnos del nacimiento
y la trampa [entrapment] del mundo-ilusión” (p. 17).
Hay evidentes concordancias entre el mundo como representación tal como
lo postula Schopenhauer y el mundo como ilusión según el Vedānta Advaita: el
significado de “māyā” como velo del engaño y la irrealidad de esta realidad, en
tanto que solo existe lo Uno (Brahmán) se anudan con aquella doctrina del hin-
duismo a la que Schopenhauer tuvo acceso a través de las Oupnek’hat de An-
quetil Duperron. No fue ciertamente una casualidad que haya sido el Vedānta
(además del budismo) el “sistema” que penetró más profundamente en la filo-
sofía europea. Ya Paul Deussen había señalado esta relación: “Todas aquellas
expresiones [relacionadas a māyā] apuntan al hecho de que la razón final de los
falsos conceptos empíricos deben buscarse –donde, sin embargo, el Vedānta
no lo buscó- en la naturaleza de nuestra facultad cognitiva. Un análisis de es-
to, tal como Kant lo emprendió, daría de hecho la verdadera base científica al
sistema Vedānta” (Cross, 2013, p. 95). Nuestra hipótesis es que en relación al
mundo como representación y como voluntad, Schopenhauer se apoya casi ex-
clusivamente en el Vedānta, mientras que en sus referencias a “la negación de
la voluntad” hay una implícita alusión al budismo. Es decir, aunque ambas se
entrelazan casi indistinguiblemente en el pensamiento de Schopenhauer, pa-
ra cuestiones filosóficas (gnoseológicas, epistemológicas) éste parece coincidir
con el Vedānta, mientras que en relación con cuestiones religiosas relaciona-
das a la “liberación” se remite a la doctrina budista.13
Todo el Vedānta puede resumirse en la siguiente “verdad” postulada por
Śa kara (788-820), fundador de esta escuela filosófica: “La única realidad es
el Brahman, el mundo es fenómeno-ilusión, el alma encarnada no es más que el
mismo Brahman” (Śa kara, 2003, p. 7). Tanto en Schopenhauer como en la fi-
losofía Vedānta, un principio metafísico subyace a la realidad empírica y cons-
tituye el fundamento de su existencia. Lo que para Schopenhauer es voluntad,
para el Vedānta es brahman, lo absoluto, la esencia del “Existente individual”
o “Sí mismo anímico” (jῑva), que en este sentido no es más que un reflejo-ima-
gen (una individuación o representación en términos de aquél) de “Eso” o del
“Existente primordial-universal”.14 Aquí podemos ver una coincidencia indu-
En esta verdad se anudan las cuatro más importantes Sentencias Fundamentales (mahā-
14
vākyas) de los Veda: (1) Prajñānam Brahma: “El Brahman es pura conciencia”. (Aitareya Upaniṣad:
V, 3 del Ṛig-Veda); (2) Tat tam asi: “Tú eres Eso”. (Chᾱndogya Upaniṣad: VI, 8, 7 del Sᾱma-veda);
(3) Aham brahmᾱsmi: “Yo soy Brahman”. (Bṛihadᾱraṇyaka Upaniṣad: I, 4, 19 del Yajur-Veda) y (4)
Ayam ᾱtmᾱ Brahma: “Este ᾱtmᾱn es el Brahman”. (Mᾱṇḍūkya Upaniṣad: 1, 2 del Atharva-Veda) (Cf.
Śaṁkara, 2003, p. 9).
15
Wilhelm Halbfass (2013) escribe: “Al respecto, le parecía que nociones hinduistas como
brahman, jῑvātman, paramātman, etc., así como la doctrna de la unión del alma individual con brah-
mán (casi siempre escrito Brahm), contenían demasiadas e innecesarias ficciones mitológicas. Co-
mo sea, no vio razón alguna para pones duda que la doctrina vedantina de brahmán correspondía
en esencia a su teoría de la voluntad cósmica, e hizo varios intentos de fijar un significado para la
palabra brahmán que se aproximara a su concepto de “voluntad”. Para ello recurrió a Max Müller,
quien sostenía que en un principio brahmán significaba “fuerza, voluntad, deseo y el poder que
mueve la creación”. Acogió con “beneplácito y un espíritu edificado” las traducciones de obras ta-
miles sobre vedānta publicadas en la Biblioteca Tamulica, bajo la dirección de K. Graul, pues en
ellas veía reflejadas sus propias doctrinas “como un espejo”” (pp. 193-194).
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ción al mundo. En realidad, toda la concepción fundamental brahmánica era
precisamente lo contrario. La realización se buscaba borrando la individuali-
dad: cada uno era todo” (p. 324). En efecto, el Vedānta significó una inversión
en tanto relaciona sujeto, verdad y saber: el sujeto accede a la verdad, cier-
tamente a través de renuncias (ascesis), clausuras, retiradas (“tecnologías del
yo”), pero fundamentalmente por medio del conocimiento (¿Será el Vedānta
un “momento” análogo al “momento cartesiano”, el cual provocó un quiebre
en la Modernidad según Foucault?). Escribe Śaṁkara (2003): “…solo el Cono-
cimiento es el medio directo para la Liberación: sin el Conocimiento no puede
haber Liberación” (p. 52).16
No obstante, así como Schopenhauer no negaba la existencia de esta rea-
lidad en tanto representación, aunque sostenía ciertamente su insustancia-
lidad, su carácter de “espejo de la voluntad”, el Vedānta tampoco la descarta
totalmente, sino que le da el mismo estatuto ontológico que aquél. “En ver-
dad, todo ese [universo], que no es verdad absoluta, aparece en el Sí mismo –
cuya naturaleza es realidad, conocimiento y beatitud-, mediante una ilusión.
Sin embargo, es tan real como la imagen de un sueño nacida de la ilusión pro-
ducida por el sueño” (Śaṁkara, 2003, pp. 89-90). Esta realidad es una repre-
sentación del sujeto, una “proyección de la māyā que, tal como la imagen que
se percibe en el espejo, se manifiesta dentro de mí” (pp. 91-92). De esta mane-
ra, su existencia depende del yo particular, pues es el sujeto el que lo emplaza
en el ser. Si desaparece el yo se deshace el “velo de māyā” y con éste el mundo
como representación o “saṃsāra”. Schopenhauer (2009), citando la Crítica de
la razón pura, escribe: “Si quito el sujeto pensante, ha de quedar abolido todo
el mundo corpóreo, que no es nada más que el fenómeno en la sensibilidad de
nuestro sujeto y una clase de representación del mismo” (p. 499). El “realiza-
do” será por lo tanto aquél que aun existiendo en la māyā sabe que todo es una
El velo de Māyā, el velo del error, fundamento de la ignorancia, solo se descubre al descorrer ese telón,
16
develando así la verdad: estamos envueltos en ese velo, nada es lo que parece. Sin embargo, hay un pro-
blema aparentemente insoluble, una aporía: ¿Cómo saber que esa es la verdad si estamos envueltos en
el engaño? Cualquier develamiento de la verdad, será pues otra mentira montada por Māyā; nos que-
damos por lo tanto en la pesadilla cartesiana, en la imposibilidad de salir de la duda hiperbólica o pirró-
nica. Esta paradoja ha sido subrayada por Henrich Zimmer (1979): “La verdad acerca de la ignorancia
no puede conocerse porque, mientras uno permanece dentro de los límites de la ignorancia, la igno-
rancia misma constituye el horizonte limitado del pensamiento. Y los Conocedores no pueden conocer
la verdad acerca de la ignorancia porque, tan pronto como su concienciase identifica con el Brahman,
la ignorancia (por lo menos para ellos) deja de existir. De aquí que la ignorancia, junto con su mundo,
en cierto modo es y no es, o quizá, mejor dicho, ni es ni no es. De cualquier modo, es un enigma mayor
que el Brahman. Así, pues, la ignorancia (Avidyā), por la cual la aparente realidad de nuestra experiencia
empírica se superpone a la realidad última del Brahman, es absolutamente inexplicable por su propia
naturaleza. No se la puede demostrar mediante razonamientos, pues el razonamiento mismo nunca
puede existir separado de la ignorancia” (p. 331).
Las coexistencias con el Vedānta son, como vemos, indubitables y más pro-
fundas de las que podemos desarrollar, pues excede a este estudio. Como di-
jimos, esto es meramente una digresión para subrayar algunas coincidencias
entre el pensamiento de Schopenhauer y las filosofías de la India y entender
quizá la fascinación de aquél con este pensamiento. Ahora bien, entre esas
coincidencias o anudamientos, las referencias al budismo en relación a la “ne-
gación de la voluntad” son también indudables. Como señalamos anterior-
mente, si en relación al mundo como representación y voluntad subyace el
idealismo del Vedānta, en relación a la posibilidad de sustraerse a la volun-
tad Schopenhauer hace una alusión permanente al budismo. ¿En qué se fun-
damenta nuestra hipótesis? En que la liberación (mokṣa) para el Vedānta está,
como vimos, en el conocimiento (vidyā), mientras que en el budismo estará en
el deseo (voluntad), más precisamente, en su negación (aunque aquel es tam-
bién imprescindible).17 Ciertamente, el conocimiento, esto es, el corrimiento
del “velo de māyā” es fundamental para el aquietamiento de la voluntad (Cfr.
Schopenhauer, 2009, pp. 439-460); no obstante, subraya Schopenhauer, no de-
be permanecer ahí, a la manera estoica, sino que debe progresar hacia la sus-
pensión absoluta del deseo.
En primer lugar, el budismo es para Schopenhauer una religión y, por lo
tanto, viene a satisfacer una “necesidad metafísica”: develar la verdad, dar-
le un sentido a la existencia. La religión se presenta como la posibilidad de dar
respuesta (quietud, “paz”) a una existencia inexplicable, a un profundo deseo
de descubrir su significado, a una “realidad” que se ha vuelto un enigma.18 Es-
17
En Anguttara Nikāya (1999) o Colección de sermones por orden numérico, que componen el Sutta
Pitaka o Colección de Sermones del Buda, leemos: “¿Y cuál es, monjes, la Noble Verdad de la Ce-
sación del sufrimiento? Por medio de la total y completa desaparición y extinción de la igno-
rancia se extinguen las formaciones kármicas…” (p. 78).
18
“La disposición metafísica propiamente dicha consiste ante todo en ser capaz de asombrarse
de lo habitual y cotidiano, lo que induce a convertir la totalidad del fenómeno en un problema.”
(Schopenhauer, 2009, p. 199). Por otro lado, ya en el §16 de El mundo… (vol. I), Schopenhauer
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ta “necesidad” puede satisfacerse o bien a través de intrincados sistemas me-
tafísicos, los cuales son inentendibles para la mayoría, quedando la verdad en
un completo hermetismo, o bien a través de las religiones, las cuales no necesi-
tan del pensamiento sino de un sometimiento a su autoridad. En efecto, como
escribe Schopenhauer (2009), “la verdad no puede aparecer desnuda ante el
pueblo” (p. 205), por lo tanto, debe ser dicha por medio de alegorías, símbolos,
metáforas. Aunque la religión, señala en Parerga y paralipómena, “no se opone a
la verdad: pues ella misma enseña la verdad” (p. 347), posee solo una “verdad
mediata”, una revelación incompleta. En el capítulo 15 titulado “Sobre la reli-
gión”, Schopenhauer escribe:
escribía sobre esta “necesidad metafísica” y sobre la diferencia ontológica entre el animal y el
hombre (Cfr. pp. 136-137).
19
El Buda dice (1999): “¿Cuál es, monjes, la Noble Verdad del Sufrimiento [dukkha]? Nacer es su-
frimiento, envejecer es sufrimiento, la enfermedad, la muerte, la pena y el lamento, el dolor, la
aflicción y la desesperación son sufrimiento. Estar unido a lo que no se quiere es sufrimiento, la se-
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puede expresar negativamente el mito en el lenguaje de este mundo, con la
frecuente promesa de no volver a renacer […] o, como lo expresan los budistas,
que no dan validez a los Vedas ni a las castas: “Llegaras al Nirvana, esto es, a un
estado en el que no hay cuatro cosas: nacimiento, vejez, enfermedad y muer-
te”” (p. 417).
En el capítulo 48 de El mundo…, “Sobre la teoría de la negación de la volun-
tad de vivir”, Schopenhauer subraya dos diferencias fundamentales entre el
brahmanismo y el budismo en relación a aquella. En primer lugar, no subya-
ce en el budismo ninguna voluntad sádico-masoquista para escapar del sufri-
miento inherente a la existencia, por el contrario, “está libre de aquel estricto
y exagerado ascetismo que juega un papel tan importante en el brahmanismo:
la mortificación voluntaria” (p. 663).20 En segundo lugar, debe diferenciarse, se-
ñala Schopenhauer, la “redención” brahmánica de la budista. En efecto, mokṣa
es la reunificación con Brahma, el reconocimiento de la identidad de ātmān y
brahman, del yo y lo absoluto; mientras que el nirvāṇa es la nada. “Pero los bu-
distas, con total franqueza, designan el tema de forma puramente negativa, co-
mo el nirvana, que es la negación de este mundo o del sansara. Pues nirvana se
define como la nada; así que eso solo quiere decir que el sansara no contiene
un solo elemento que pudiera servir a la definición o construcción del nirvana”
(Schopenhauer, 2009, p. 665). Debemos poner en relación este capítulo con el
§71, donde Schopenhauer desglosa el significado de la “nada”, afirma la imposi-
bilidad de pensar una “nada absoluta”, que la nada, cualquier nada, es siempre
“relativa”, esto es, en relación a otra cosa que precisamente niega, en este ca-
so, el mundo como representación. Desaparecida la imagen de la voluntad, su
“espejo” que es el mundo, decimos que todo se ha disgregado en el “vacío de la
nada” (p. 471). Pero esto se nos aparece así, explica Schopenhauer, debido a que
somos sustancialmente “voluntad de vivir”, es decir, este horror hacia la na-
da no es sino el síntoma “de hasta qué punto queremos la vida y no somos más
que esa voluntad ni conocemos otra cosa más que ella” (p. 474). Por el contra-
rio, solo aquellos que renuncian a la voluntad, que suprimen totalmente su de-
seo, descubren la verdad: es esta realidad la que es verdaderamente nada. Lo
interesante está en una nota al pie, donde Schopenhauer, remitiéndose a un
estudio de I. J. Schmidt (Sobre el Mahayana y el Prajna-Paramita), explica que el
significado de esta nada es a lo que el budismo se refiere como Prajna-Parami-
ta, es decir, no una nada en sentido absoluto, sino la nada como vacuidad. De
En Majjhima Nikāya o Sermones Medios, en el “Gran Sermón a Saccaka” (número 36), el Buda
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Así pues, de esa forma, examinando la vida y la conducta de los santos, a los que
raras veces tenemos la posibilidad de encontrar en la experiencia propia, pero cu-
ya historia nos presenta el arte dibujada y garantizada con el sello de la verdad in-
terior, hemos de ahuyentar la tenebrosa impresión de aquella nada que se cierne
como el término final de aquella virtud y santidad, y que tememos igual que los ni-
ños la oscuridad; ello en lugar de eludir el tema, como hacen los hindúes por me-
dio de mitos y palabras carentes de sentido como la reabsorción en el Brahma o
el Nirvana de los budistas. Nosotros, antes bien, lo reconocemos abiertamente: lo
que queda tras la total supresión de la voluntad es, para todos que están aún lle-
nos de ella, nada. Pero también, a la inversa, para aquellos en los que la voluntad se
ha convertido y negado todo este mundo nuestro tan real, con todos su soles y ga-
laxias, es nada” (p. 475).
Conclusión
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mo se entrelazan casi indistinguiblemente en el pensamiento de Schopenhauer,
en relación al mundo como representación y como voluntad, éste se apoya ex-
clusivamente en el Vedānta, mientras que en sus referencias a “la negación de
la voluntad” hay alusiones elididas algunas, explícitas otras casi enteramente al
budismo. Y, por último, sostuvimos que a pesar de una indiscutible fascinación
por la India y de subrayar sus coincidencias fundamentales con el pensamiento
hindú, esto es, aun cuando Schopenhauer se reclama digamos su “legítimo he-
redero”, su filosofía se inscribe en la tradición europea, es decir, la India no apa-
rece como una fuente original de revelación, sino como posibilidad de revalidar
su pensamiento, con lo cual subyace un prejuicio orientalista, aunque con ma-
tices que lo vuelven un discurso original. Si, según una de las definiciones esta-
blecidas por Edward Said (2015), el orientalismo “se puede describir y analizar
como una institución colectiva que se relaciona con Oriente, relación que con-
siste en hacer declaraciones sobre él, adoptar posturas con respecto a él, descri-
birlo, enseñarlo, colonizarlo y decidir sobre él; en resumen, el orientalismo es
un estilo occidental que pretende dominar, reestructurar y tener autoridad so-
bre Oriente” (p. 21), podemos decir que la relación entre la filosofía de Schopen-
hauer y aquél es, como señalamos, de un orientalismo a la inversa, en cuanto a
que, aun cuando Oriente constituye en su filosofía no una exterioridad que per-
mite reforzar el euro(etno)centrismo, sino una “matriz” cultural a partir de la
cual pensar críticamente la Europa moderna, no obstante, no hay una intención
de construir una representación exhaustiva, objetiva sobre lo oriental, así como
tampoco de alcanzar una comprensión a partir de una “fusión de horizontes” o
de un “diálogo intercultural” fundado sobre una “conciencia histórica”; por el
contrario, lo que Schopenhauer sostiene es que a través de su pensamiento no
solo rescataba y daba sentido a su grandioso pasado clásico, sino que volvía in-
teligible una verdad implícita en sus doctrinas filosóficas y religiosas, erigién-
dose así en “un héroe que rescataba a Oriente de la oscuridad, de la alienación
y de la extrañeza con las que él mismo se había distinguido convenientemen-
te” (Said, 2015, p. 171). En este sentido, la filosofía de Schopenhauer y su relación
con la India se estructura como una relación de poder ontológica y epistemoló-
gicamente asimétrica, en una representación fundada sobre efectos de hegemo-
nía cultural a partir de la cual Europa impone despóticamente su indiscutible
dominación.
Bibliografía
Buda (1999), Anguttara Nikāya, trad. Almudena Haurie Mena, Madrid, Edaf.
-------- (1999), Majjhima Nikāya, trad., intr. y notas de Amadeo Solé-Leris y Abra-
ham Vélez de Cea, Barcelona, Kairós.
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