Silvina Vidal
Silvina Vidal
Silvina Vidal
El caso de Johannes
Sambucus (1531-1584)
Como citar:
VIDAL, S.P. Personificaciones artísticas y práctica historiográfica. El
caso de Johannes Sambucus (1531-1584). MODOS. Revista de
História da Arte. Campinas, v. 4, n.3, p.319-339, set. 2020. Disponível
em:˂https://www.publionline.iar.unicamp.br/index.php/mod/article/vie
w/4749˃; DOI: https://doi.org/10.24978/mod.v4i3.4749.
Resumen
Con su Altas Meymosene, Aby Warburg ha puesto en evidencia la importancia que revisten las
personificaciones artísticas como vehículo de expresión de conceptos, experiencias y emociones, que
escapan el ámbito de lo racional (porque mantienen elementos mitopoéticos) y plantean dinámicas en
constante tensión. El presente trabajo aborda la personificación que Johannes Sambucus realizó de la
historia en el emblema Differentia (1564). Se sostendrá que la originalidad de esta personificación reside en
una combinación de motivos literarios e iconográficos que, lejos de adscribirse a las tradiciones aristotélica
y platónica, toma distancia de la acepción ciceroniana de historia como maestra de vida, al valorar la
experiencia como corrector de textos clásicos e historiador oficial del emperador Maximiliano II. Basándonos
en la importancia que reviste la practica historiográfica para Sambucus y comparando el mencionado
emblema con la introducción que, a modo de preceptiva histórica, escribe de la Historia de Hungría (1568)
de Antonio Bonfino, se intentarín dilucidar los aspectos mas enigmáticos de Differentia, en un intento por
mapear las diferentes concepciones y representaciones que los humanistas tenían de la disciplina histórica
a mediados del siglo XVI.
Palabras clave
Johannes Sambucus; Aby Warburg; Differentia; Historia de Bonfino; Emblemata.
Abstract
With his Atlas Mnemosyne, Aby Warburg has highlighted the importance of artistic personifications as a
vehicle for the expression of concepts, experiences and emotions, which escape the realm of the rational
(because they maintain mythopoetic elements) and pose dynamics in constant tension. This paper deals with
the personification that Johannes Sambucus has made of History in the Differentia emblem (1564). It will be
pointed out that the originality of this personification resides in a combination of literary and iconographic
motifs which, far from ascribing to the Aristotelian and Platonic traditions, distance themselves from the
Ciceronian meaning of History as a master of life, by giving preference to his experience as editor of Classical
texts and official historian of Emperor Maximilian II. Based on the importance of historiographical practice for
Sambucus and comparing the aforementioned emblem with the introduction that he wrote about the History
of Hungary (1568) by Antonio Bonfino, we will search to elucidate the most enigmatic aspects of Differentia,
trying to map the different conceptions and representations that humanists had of the historical discipline in
the mid-16th century.
Keywords
Johannes Sambucus; Aby Warburg; Differentia; Historia de Bonfino; Emblemata.
Consciente de la compleja situación política del reino de Hungría, Sambucus se convierte en un viajero
incansable que completa su formación intelectual en diversas ciudades europeas a lo largo de 22 años.
Entre 1542 y 1552, el humanista húngaro estudia filología clásica, jurisprudencia, historia y filosofía en
las universidades de Viena, Leipzig, Wittenberg, Ingolstadt, Estrasburgo y París, donde recibe, en la
Sorbonne, el grado de magister en filosofía, completando así el primer tramo de su formación. Sus
profesores son figuras destacadas como Joachim Camerarius, Vitus Amerbach, Petrus Apianus y
Johannes Sturm.
Una vez asegurado el patronazgo de Nicolaus Olahus, arzobispo de Esztergom, Sambucus realiza su
primer visita a la península itálica (Ibidem: 11-12), y entre 1553 y 1555, estudia medicina en la
Universidad de Padua, recibiendo el título de licenciado. No tuvo interés en doctorarse no sólo debido
a lo costoso que era, sino también al hecho de que con estos estudios buscaba más asegurarse un
medio alternativo de subsistencia, que desarrollar una verdadera vocación (Almási, 2009: 149). En
Padua, Sambucus se vincula con la comunidad de estudiantes húngaros (Andreas Dudith, Nicolaus
Istvánffy, Ferenc Forgách y Sigismund Torda, entre otros) y profundiza sus estudios de literatura clásica
con Francesco Robortello y Giovanni Fasolo y de leyes y arqueología con Guido Panciroli, como se
evidencia en las dedicatorias que les hace en sus Poemata (1555) y Emblemata (1564). En el círculo
patavino, el humanista panoniano desarrolla además su interés por la crítica textual y la filología, así
como por las relaciones entre historia, derecho y anticuaria (Visser, 2005: 13; Almási, 2009: 46-51;
Casini, 2002: 9-32).
En 1557 Sambucus retorna a la corte de Viena, buscando patronazgo y logra que se lo nombre familiaris
aulae, a cargo de la catalogación de las colecciones imperiales, con un estipendio modesto pero
permanente. Esto, sumado a su trabajo como preceptor del hijo del banquero Jakob Fugger, le permite
proseguir con sus viajes de estudio y búsqueda de manuscritos y antigüedades por Venecia, Padua,
París y el sur de Italia, además de forjar excelentes relaciones con humanistas del Collège Royal, como
Denys Lasmbin, Pierre de la Ramée, Jean Dorat, Henri de Mesmes y Jean Grolier (Visser, 2005: 15;
Almási, 2009: 146-7). En París, Sambucus compone su proyecto poético más exitoso, los Emblemata,
y para ultimar los detalles de su publicación se traslada en 1563 a los Países Bajos, a fin de encargar
al pintor Lucas d’Heere las imágenes de esta magnífica colección de 167 emblemas (Visser, 2005: 15-
16).
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Los Emblemata, publicados en 1564 por el prestigioso Cristóbal Plantino, con sus dedicatorias a
miembros distinguidos de la República de las letras, exquisitos grabados y poemas explicativos de
naturaleza filosófica y didáctica, repletos de alusiones a la historia antigua y la mitología clásica, a lo
que se sumaba un apéndice ilustrado de monedas antiguas, rápidamente consagran a Sambucus como
un intelectual de renombre, experto en la Antigüedad, que merecía mejorar su posición en la corte
vienesa (Almási, 2009: 156). Y así sucede, en 1565 cuando el emperador Maximiliano II nombra a
Sambucus historiógrafo imperial (cargo que conservaría hasta su muerte), en 1567 médico de la corte
y comes palatinus, y finalmente en 1569 consiliarius aulae. Estos títulos si bien le aseguraban un mayor
salario que sus colegas italianos y la libertad para proseguir con sus empresas eruditas, no tenían
demasiado peso político, de hecho su tarea principal consistía en reunir textos antiguos para hacer
ediciones filológicamente correctas; a lo que se sumaba la confección de mapas, genealogías e
informes históricos, la traducción al latín de documentos oficiales y la atención, en calidad de médico,
de miembros y personal de la corte real (Visser, 2005: 20-22; Almási, 2009: 166-71).
Hacia 1575, la carrera de Sambucus en la corte se estanca, cuando el humanista holandés Hugo Blotius
obtiene el cargo de bibliotecario imperial. La llegada de Rodolfo II al trono, sumado al avance de la
Reforma católica en Hungría y el traslado de la corte a Praga, aumentarían el distanciamiento del
humanista húngaro, que permaneció fiel al protestantismo luterano y defendía la pacificación y la
tolerancia religiosa (Visser, 2005: 20-32). Moriría en Viena, hacia 1584, plagado de deudas y habiendo
tenido que vender parte substancial de su biblioteca personal a Rodolfo II.
Ahora bien, ¿cómo entender la obra de Sambucus? ¿Cuál fue su identidad como humanista? En general
se ha hablado de polímata, es decir, de una identidad múltiple y estratificada, de una curiosidad
insaciable que lo convirtió al mismo tiempo en poeta, doctor, botánico, anticuario, historiador, consejero
político, coleccionista, cosmógrafo y genealogista. No obstante, si se considera que para Sambucus la
verdadera nobilitas radicaba en posicionarse como un miembro destacado de la República de las Letras,
en un mundo muy competitivo con escasas oportunidades de patronazgo, se advierte la necesidad del
humanista húngaro de inventar y reinventar su imagen de sabio, con una intención performativa que
apuntaba a forjar determinadas relaciones y asociaciones intelectuales, en el marco de un sistema
complejo de lealtades, que lo vinculaba con diferentes patrones, instituciones y redes sociales. Por ello,
Sambucus asume muchos roles y prácticas sociales que, si bien podrían considerarse apropiadas para
un intelectual del Renacimiento, es conveniente recordar que sólo algunas, las que contaban con una
larga tradición (poeta, anticuario, historiador, médico), eran reconocidas y codificables socialmente
(Almási, 2009: 200-8).
Este es el caso de su desempeño como filólogo que, si bien se hallaba en el centro de las prácticas
eruditas de Sambucus, no aparecía entre los cargos que un humanista podía ocupar, sin embargo se
advierte un denodado y sostenido esfuerzo por preservar los documentos escritos de la tradición clásica,
a partir de la publicación de ediciones filológicamente correctas. Empresa editorial que Sambucus inicia
a los 19 años (Almási-Kiss, 2014: 239-44), con la publicación de traducciones latinas con fines didácticos
de la Odisea de Homero (1550), los Discursos de Jenofonte (1552), los Diálogos de Luciano de
Samosata (1554) y algunos Diálogos de Platón, para culminar en las ediciones críticas del Arte poética
de Horacio (1564), el Satiricón de Petronio (1565), las Vidas y opiniones de filósofos ilustres de
Diógenes Laercio (1566), las Comedias de Plauto (1566), los Poemas de Amor de Aristéneto (1566) y
la Mulomedicina de Vegencio (1574).
De todos estos trabajos, el más destacable son las Décadas, más conocidas como la Historia de
Bonfino. Antonio Bonfino había muerto en 1502, dejando inconclusa la historia del reino húngaro, lo que
había dado lugar a la circulación de fragmentos y textos paralelos manuscritos. Se hacía imperiosa la
necesidad de editar las Décadas, pero se trataba de una empresa muy politizada, porque Bonfino
expresaba sentimientos anti-Habsburgo y anti-austríacos hacia el emperador Federico III y sus aliados
y elogiaba desmedidamente los triunfos de Matías Corvino sobre los otomanos y su toma de Viena, a
lo que se sumaba la presión que sobre el actual emperador, Fernando I, ejercían los diputados palatinos
Ferenc Révai y Tamás Nádasdy y el obispo de Várad, Ferenc Forgách, para publicarla. Finalmente,
Sambucus consigue el privilegio imperial para realizar la primer edición completa de la obra, que se
convirtió en una empresa monumental, ya que no sólo incluyó los treinta libros de Bonfino, publicados
por Martin Brenner en 1543, sino que también agregó los volúmenes 31 a 40, impresos por Gáspar
Heltai en 1565, y los manuscritos que pertenecían a las Révai y Forgách, además de continuar la historia
de Bonfino hasta el período Jagellón, con los reinados de Vladislao II y Luis II (Almási-Kiss, 2014: 51) y
sumar, a modo de apéndice, una gran cantidad de fuentes escritas (documentos, cartas, privilegios,
leyes), descripción de batallas y cronologías (Bradács, 2019: 413-19).
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Más allá de los prejuicios de Bonfino que Sambucus intenta matizar, llamando la atención sobre el juicio
negativo que aquél formula de la personalidad de Matías Corvino (Almási, 2009: 172-74), resulta
interesante destacar su intento por brindar una explicación compleja de la presente situación miserable
de Hungría, atendiendo no sólo a causas externas (la invasión de los turcos), sino también a la
incompetencia de la dinastía jagelliana así como de nobles y obispos locales que no supieron defender
al reino de una amenaza tan grave (Bradács, 2019: 419). Tan en serio se toma el humanista panoniano
su rol de historiador, que incluso agrega un prólogo donde reflexiona sobre la verdad histórica, las
relaciones entre historia, poesía, retórica y filosofía moral y la finalidad del relato histórico. Prólogo que
sería interpretado como preceptiva histórica e incluido en la monumental colección de Artis historicae
Penus, publicada por J. Wolf y P. Perna en 1579.
Si bien la teoría neoplatónica simbólica ha servido para entender alguno de los símbolos filosóficos de
Andrea Bocchi así como el uso de ciertas imágenes emblemáticas en la poesía religiosa renacentista,
se ha demostrado que no es aplicable a los casos de Andrea Alciato y Johannes Sambucus (Visser,
2005: 219). Para Sambucus el emblema es un símbolo en el sentido más general de misterio o enigma
(como sucede con los jeroglíficos entendidos en sentido amplio), pero sin revestir un status ontológico.
Fig. 1. Sambucus, J. “Grammaticae, Dialecticae, Rhetoricae, Historiae differentia”, Emblemata, op. cit.: 132.
En segundo lugar, la interpretación de los emblemas como símbolos de una realidad trascendente ha
insistido en el poder simbólico de la pictura (la representación iconográfica) que condensaría el
significado a transmitir mediante el epigrama. No obstante, las condiciones materiales del proceso de
producción de la literatura emblemática, a cargo de tres actores diferentes: el autor (que componía los
epigramas), el artista (encargado de diseñar y ejecutar las imágenes) y el impresor, entre quienes
generalmente no había una colaboración estrecha, han puesto en duda esta afirmación. Por ejemplo,
en el caso de Sambucus, se sabe que escribió los epigramas y encargó al pintor Lucas d’Heere el
diseño de los grabados, no obstante su impresor, Christophe Plantin ordenó rehacer el 50 % de las
ilustraciones a Pieter Huys y Geffroy Ballain en la primera edición de 1564, ilustraciones que no fueron
supervisadas por Sambucus. Aquí no sólo se advierte la falta de colaboración entre ilustrador y autor,
sino la prioridad del epigrama sobre la pictura, ya que era lo único que el artista tenía para hacer los
diseños y, además, su interpretación no siempre se correspondía con las intenciones del autor. En
consecuencia, en los Emblemata – salvo contadas excepciones – los epigramas no se acomodan a la
pictura y ésta ilustra el ejemplo más gráfico del epigrama, con lo cual los emblemas pueden entenderse
prescindiendo de elementos visuales (Visser, 2005: 226-36).
Sin embargo, una excepción a esta regla la constituyen las personificaciones, donde se evidencia una
relación más estrecha entre epigrama y pictura. Éste es el caso del emblema Differentia [Fig. 1], cuyo
propósito radica en describir las diferencias entre la gramática, la dialéctica, la retórica y la historia.
Sambucus introduce la novedad de personificar a la historia dentro de un conjunto de artes liberales y,
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en este marco, podemos pensar como antecedente en el Catalogus gloriae mundi (1529) de Barthélemy
de Chasseneuz. No obstante, Sambucus no representa todas las artes del trivium y el quadrivium, sino
que hace una selección paradójica del trivium, ya que, siendo un humanista, compara la historia con la
dialéctica y la gramática, dejando de lado la poesía y desentendiéndose así de las discusiones
generadas por la recepción de la Poética aristotélica a mediados del Cinquecento y el problema de la
imitación (Vidal, 2016: 41-54).
En Differentia, la pictura muestra en detalle lo que promete el título y describe el epigrama. Las
disciplinas son personificadas por cuatro figuras femeninas. La desnudez de la historia, ubicada en el
centro, contrasta a la derecha con la retórica, vestida con una syrma (la larga túnica utilizada por los
actores de la tragedia antigua) y a la izquierda con la dialéctica, que lleva ropas ásperas y rugosas,
mientras que la gramática aparece arrodillada, sin ningún atributo, como el pedestal que sostiene a las
tres disciplinas. La representación iconográfica se completa en la parte inferior con tres animales míticos
que se corresponden con las disciplinas: la quimera con la retórica, el perro alado con la historia y la
esfinge con la dialéctica.
El emblema está dedicado a Carlo Sigonio, historiador, anticuario y filólogo, a quien Sambucus había
conocido en su segundo viaje a Italia, cuando Sigonio enseñaba humanidades en la escuela de San
Marcos de Venecia. Aunque no hay registro de correspondencia entre ellos (Gerstinger: 1968),
Sambucus apreciaba y leía los trabajos históricos de Sigonio, ya que títulos como De Antiquo Iure
Romanorum, De Republica Atheniensium, De Republica Ebraeorum y de Regno Italiae formaban parte
de su biblioteca personal (Guyás, 1992: 376-77). Ambos humanistas compartían intereses similares:
eran conscientes de la importancia de la historia para establecer una lectura correcta de los textos
clásicos, colaban manuscritos y utilizaban restos arqueológicos para la reconstrucción del pasado. En
sus Emblemata, Sambucus incorpora como apéndice (que dedica al tesorero real y anticuario francés,
Jean Grolier) los grabados de 23 monedas de su colección personal, demostrando su interés por las
prácticas de anticuariado (Visser, 2005: xviii-xix), mientras Sigonio utilizaba en sus Fasti Consulares
(1556) los epígrafes hallados en el foro romano para elaborar una cronología más exacta de la historia
romana (Mc Cuaig, 1989: 8-10). Si además se considera el uso particular que Sambucus hacía de las
dedicatorias, para posicionarse en la República de las letras y asegurar su prestigio social y reputación,
se advierte que la idea de historia que buscaba transmitir formaba parte de un mundo cultural común a
los humanistas polimáticos y eruditos del Renacimiento. En este punto cabe recordar que los
Emblemata se dirigían a una audiencia culta, integrada mayormente por estudiantes, profesores y
académicos.
El reloj de arena es un atributo de Saturno, el Dios romano del tiempo. Nuevamente se advierte una
larga tradición iconográfica cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, con las primeras ilustraciones de
los Trionfi de Francesco Petrarca (Panofsky, 1998: 93-138; Cohen, 2000: 301-28). El capítulo 9 de la
Poética aristotélica (1451a: 36-b11) resulta la fuente literaria más reconocible, porque allí el Estagirita
insiste en que la historia, a diferencia de la poesía que depende de la necesidad y la verosimilitud de la
trama, narra las cosas “como realmente ocurrieron”, por ende la unidad de los hechos está dada por la
cronología (Sinnott, 2004:66). Atendiendo a este punto, Sambucus afirma que el papel de la historia es
“narrar desde el principio lo que sucede en orden”2.
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La antorcha con su luz fulgurante refiere a otra característica de la verdad: su identificación con la luz
del sol. Pierio Valeriano en su Hieroglyphica (1575, f. 326r) sostenía que el sol simbolizaba lo brillante,
claro y entendible, en suma “lo verdadero”. Esta obra constituye un punto de referencia recurrente en
Sambucus que, como el resto de los intelectuales, se hacía eco de la moda de los jeroglíficos, instalada
en los siglos XV y XVI, a partir de la recepción de las Hieroglyphica de Horapolo del siglo V (traducida
al latín por Filippo Fasanini en 1517) y la fábula alegórica de Francesco Colonna, Hypnerotomachia
Poliphili (1499). En la pictura la antorcha ilumina el cuerpo de la historia que no tiene nada que esconder,
es simple y honesta, porque “no la guía el favor” y “resiste sus propias emociones”3. Sin embargo, la
historia no presenta la verdad en su totalidad o de forma acabada, debido a que si bien “otorga la gloria
a los hombres buenos”4, la idea de que reconoce sólo a los virtuosos, refuerza su carácter de testigo de
las obras de los hombres, que se asocia con el lema veritas filia temporis (“la verdad es hija del tiempo”),
vinculado a una de las alegorías más famosas del Renacimiento: la calumnia de Apeles (Saxl, 1936:
197-222; Cohen, 2014: 245-95). Alegoría que, por ejemplo, se observa en la marca tipográfica de
Francesco Marcolini di Forli (utilizada por primera vez en la edición de 1536 del Cantus Liber quinque
Missarum de Adrian Willaert), donde aparece personificada la verdad desnuda, encerrada en un óvalo
y azotada por la mentira, mientras es sostenida por el tiempo, personificado como un anciano con un
reloj de arena [Fig. 3]. Y también es retomada por Junius Hadrianus (1511-75), discípulo y amigo de
Sambucus, en su emblema LIII: Veritas tempore revalatur, dissidio obruitur (“La verdad es descubierta
por el tiempo, pero enterrada por la discordia”), en su propia colección de emblemas, publicados por C.
Plantin en 1565 [Fig. 4]. No obstante, antes que detenerse en los peligros que acechan a la verdad,
Sambucus entiende que será revelada por la historia, con ayuda del tiempo.
Fig. 4. Junius, H. “Veritas tempore revalatur, dissidio obruitur”, Emblemata, 1565, D6r: 69.
Fig. 5. Cartari, V. “Triceps Serapis”, Immagini de i dei degli antiqui, 1556, 11r-11v.
A la derecha de la historia, se encuentra la retórica con una syrma que arrastra cuando deambula,
probablemente en alusión a su locuacidad (Mólnar, 2018: 29). La retórica es más locuaz (loquacior) que
la historia. Sambucus la personifica como un guerrero de presencia abrumadora que “recita disputas
abundantes” y “formula casos legales”, sirviéndose de “vivaces trucos retóricos”5. Es una mujer que
sabe embestir con su elocuencia, porque no sólo “se autopromueve” (vendicat) con ropas coloridas y
elegantes y “las manos abiertas”, sino también emplea una larga lanza para “atar e importunar
dulcemente” a los oponentes con sus argumentos, sin tener que recurrir a la violencia6.
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La representación de la retórica como guerrero sigue una tradición antigua, que se remonta al siglo V
con De Nuptiis Philologiae et Mercurii (Las bodas de Filología y Mercurio) de Marciano Capela. Este
compendio enciclopédico sobre los saberes del mundo tardoantiguo y las disciplinas del trivium y el
quadrivium, tuvo una gran influencia durante la edad media, hasta el siglo XV. Incluso, según R. Van
Marle (1932: 245), se conserva un códice ilustrado que un artista florentino, llamado Attavante degli
Attavanti (1452-1525) dedicó al rey húngaro, Matías Corvino, y que bien podría haber consultado
Sambucus cuando fue designado historiador imperial. El hecho de que Sambucus representara a la
retórica con una lanza en vez de una espada y un escudo, no significa que no haya seguido la tradición
iconográfica inaugurada por Capela, sino que posiblemente se inspiró en alguna variante poscarolingia
del mismo patrón iconográfico (Evans, 1970: 17-23).
Fig. 6. Bocchi, A. "Ars Rhetor. Triplex movet, iovat, ducet / Sed praepotens est veritas divinitas", Symb.
CXXXVII, Symbolicarum quaestionum.., 1556.: 314v.
A los pies de la retórica yace una quimera, que refiere a las tres partes de la retórica: la cabeza del león
para la parte judicial (porque incluso los reyes se asustaban e intimidaban con este animal); el cuerpo
de cabra para la demostrativa (porque se pasea, mostrando sus argumentos) y la cola de dragón para
la deliberativa (porque presenta una variedad de razones para convencer al oponente). Seguramente
Sambucus siguió los Symbolicae Quaestiones de Andrea Bocchi [Fig. 6], donde la quimera, si bien sigue
el patrón de representación de Alciato, es decir, el aguerrido Bellerophon sobre el caballo Pegaso
derrotando al monstruo, ya no representa negativamente a las pasiones fuera de control, sino los efectos
del discurso oratorio: conmover (movet), complacer (iuvat) e impulsar a la acción (docet) mediante la
A diferencia de la retórica, la dialéctica usa ropas ásperas y rugosas. Ropas que se encuentran
gastadas, debido a su ardua tarea de desenterrar la verdad, como si fuera agua escondida que hay que
sacar de las profundidades de un pozo (tal como aparece en la pictura del emblema). Con fuerza, ella
arrincona, “captura a sus oponentes con una trampa” (que en la ilustración se representa como una
daga) y “los ata con una inquietante cadena de argumentos lógicos”. La dialéctica es difícil de conseguir
porque, para Sambucus, constituye la encarnación de la verdad y por eso también ha sido representada
como Febo, el dios del Sol7.
Sambucus deja de lado la personificación más popular de la dialéctica como hechicera (ya sea con una
víbora, un dragón o un escorpión), como se advierte en los autores que siguen la tradición de Capela.
Por el contrario, entiende a la dialéctica como contemplación de la verdad, de los principios últimos de
la realidad natural y moral, a los que sólo se llega mediante un arduo trabajo. El humanista panoniano
se apoya en la Consolación de la filosofía (I, 5-6) de Boecio, sobre todo en relación a las ropas rasgadas
y viejas que la dialéctica lleva. A esto se añade, la idea griega de la verdad que es rescatada de la
profundidades y encuentra su patrón iconográfico en la Morosophie (1553) de Gillaume de La Perrière
[Fig. 7] y el Pegma (1555) de Pierre Coustau [Fig. 8].
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En La Perrière, la verdad, que se presenta como hija del tiempo, está escondida en un pozo y el filósofo
Demócrito se la señala a su padre que no la llega a ver. Acá se insiste en que la verdad, aunque puede
permanecer oculta, a la larga, con el paso del tiempo resurge. Una fuente literaria que apunta en el
mismo sentido es Vincenzo Cartari, quien en su Immagini de i dei degli antiqui, afirma que Demócrito
puso a la verdad en las profundidades de un pozo y nunca sale de allí, a menos que su padre, Saturno,
la saque (Cartari, 1556: LXXIIIv). Asimismo, la identificación de la dialéctica y Apolo, refuerza la creencia
común al Renacimiento en el sol como atributo de la verdad y de este dios como el contado racional de
la naturaleza humana (Earls, 1987: 22).
La dialéctica apunta a una verdad más fundamental y menos evidente que la historia. Por ello el animal
que la simboliza es la esfinge, que alude a su prudencia y sagacidad. Es muy probable que Valeriano
en el apartado “Ingenii Acumen” de sus Hieroglyphica, haya inspirado a Sambucus a establecer esta
relación entre la dialéctica y la esfinge, en particular la idea de que la esfinge puede ver cosas que no
son fácilmente comprensibles para los humanos (Valeriano, 1575: 48).
Ahora bien, cabe preguntarse, por qué para Sambucus la dialéctica reviste tanta importancia si él era
ante todo un humanista y la lógica, asociada a la filosofía escolástica, había sido excluida de los studia
humanitatis. Aquí parece determinante la influencia del humanismo del norte de Europa de Rudolf
Agricola y Johannes Sturm, quienes separaban la retórica (entendida como mero ornato y asociada a
los procesos de elocutio y dictio) de la dialéctica que, al englobar la inventio, la memoria y la dispositio,
proporcionaba un conocimiento verdadero de la realidad (Vasoli, 2007: 32-35). Asimismo, Pierre de la
Ramée circunscribía la retórica al manejo de técnicas comunicacionales (elocutio, pronunciato y actio),
necesarias para transmitir los contenidos formulados por la dialéctica, que comprendía la invención, la
memoria y el juicio (Ong, 2004: 95-130).
Aunque en Sambucus se advierte una concepción de dialéctica típica del humanismo del norte de
Europa (uno de sus maestros fue Johann Sturm y se vinculó con Pierre de la Ramée), también es
posible que se interesara por el desarrollo visual de nuevas técnicas expositivas que, alejadas de la
teoría aristotélica de la imitatio, procuraban un aprendizaje más ágil de las artes y las ciencias. En este
punto, es posible que en alguna de sus estadías en Venecia, hacia 1557, Sambucus se haya conectado
con la Accademia veneziana de la fama, a cuyos miembros les interesaba revivir las disciplinas del
quadrivium medieval y, con este fin, se habían propuesto traducir los manuales de lógica de Sturm,
Agricola y de la Ramée (Bolzoni, 2007: 36-51).
Por último, aparece la gramática que es virgen (Virgo) y se la representa visualmente sin atributos, como
el pedestal que sostiene a las otras tres disciplinas, ya que, según nos dice Sambucus en el epigrama,
“los cimientos de un trabajo sólido residen en la gramática”, porque sin su ayuda “nada perdura”8. En
este sentido, resulta interesante que en la pictura el perro alado, en una clara alusión al tempus fugit,
trata de ser detenido por la gramática que pone las manos sobre sus alas.
Sin atender a otros trabajos de Sambucus, Molnár a interpretado la personificación que Sambucus hace
de la historia como una mascarada carnavalesca de una “castidad intocable”, cuidadosamente
elaborada, ya que si bien se la representa desnuda, la historia no es virgen como la gramática, por ende
su inocencia es “pretendida y no real” (Molnár, 2018: 34). A esto se suma la intencionalidad
supuestamente burlona de Sambucus detrás de la expresión veri parens, que aludiría a que la historia
más que autora de la verdad, también es inventora y fabricante de ella. Molnár no considera al vocablo
Sin embargo, esta interpretación parece un tanto forzada ya que no se registra, hasta donde pude
investigar, en ninguna preceptiva histórica del período, y tampoco cuadra con el efecto enigmático que
quiere lograr Sambucus con la lectura de su emblema; efecto que reside en el contraste entre la pictura
y el epigrama, porque sólo se entiende el papel fundamental que desempeña la gramática (que pasa
desapercibida en la pictura) cuando se lee el epigrama. La cuestión resulta más clara, si se advierte
que por gramática Sambucus no entiende el estudio de las primeras letras, sino lo que hoy se considera
filología, es decir, que la clave de comprensión del pensamiento de los Antiguos se hallaba en la
producción de ediciones críticas correctas, que a partir de una reconstrucción fidedigna del vocabulario
y el lenguaje de los autores grecolatinos, permitieran acceder a su pensamiento, costumbres y modo
de vida.
Sambucus sentía una gran admiración por Piero Vettori (1499-1585) y Theodor Zwinger (1533-88), con
quienes mantuvo una relación estrecha y prolongada y, además, se convirtieron en el centro de sus
redes de intelectuales italianos y suizos (Almási, 2009: 73-4). Vettori representaba un humanismo
filológicamente orientado, que priorizaba la tradición manuscrita sobre la invención de conjeturas
textuales (Almási-Kiss, 2014: xxxiv-xxxv); humanismo al que adscribían muchas de las amistades que
tenían en común como Fulvio Orsini, Paolo Manuzio y Gian Vicenzo Pinelli (Almási, 2009: 74).
Asimismo, cabe recordar que Sambucus había tenido en Padua profesores como Guido Panciroli y
Marco Mantova Benavides, juristas influenciados por la rama más histórica del derecho de Andrea
Alciato, que combinaba filología e intereses anticuarios. Por otra parte, Zwinger era un humanista
multifacético que combinaba su interés por cuestiones metodológicas con ambiciones enciclopédicas,
que compartía con Sambucus.
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Para Sambucus escribir historia se asemeja a hilar la lana y entretejer todo en un discurso simple, fluido
y continuo11. Esto se vincula con la crítica que el humanista panoniano realiza del panegírico y la
afectación así como su defensa de un uso especular del lenguaje (entendido como fiel reflejo de la
realidad), común a la preceptiva histórica del período12. La historia más verdadera, entonces, es aquella
que respeta a rajatabla la correspondencia entre verba y res, es decir, cuando el historiador, sirviéndose
de un lenguaje claro y sencillo, se ajusta lo máximo posible a la realidad del pasado, evitando así
amplificaciones y artificios retóricos (como las digresiones, las arengas y los epílogos) que puedan
perturbar dicha correspondencia13. Asimismo, Sambucus insiste en que el historiador no debe haber
protagonizado los hechos que relata ni formular algún juicio sobre éstos (excepto por la transcripción
de opiniones y ejemplos de otros), dejándole esa tarea a sus lectores14. De este modo, se advierte una
perspectiva realista ingenua que presupone la idea de que el hecho histórico es una entidad explicativa
en sí misma; sin que medie distancia alguna entre el pasado y su representación. En segundo lugar,
Sambucus compara la historia con la poesía en vez de la dialéctica, como sucedía en el emblema
Differentia. Aquí el concepto clave es el de imitación, que para Sambucus refiere a la creación poética
en clave ficcional, ya que los poetas construyen, a través de la imitación, acciones fingidas de los
individuos (fictas actiones singularium) y les está permitido mezclar los hechos históricos con las fábulas
(mixti fabulis et rebus gestis), como sucede en el caso de Lucano y Virgilio, Homero y Orfeo, para,
apelando al deleite, atraer a la audiencia. El humanista panoniano destaca a los dramaturgos que,
centrados en una poesía de tipo moral, atienden a las circunstancias, las costumbres y los modos de
vida de los hombres (Almási-Kiss, 2014: 108).
Ahora bien, la verdad histórica no sólo está vinculada con la modulación del lenguaje y un género
discursivo específico, sino también con determinadas prácticas de erudición, es decir, un tipo de
indagación o examen que articulaba los sentidos de la vista (lo que historiador observaba “con sus
propios ojos”) y del oído (“lo que le dicen otros”), estableciendo así una jerarquía entre distintos
testimonios y autoridades15. En este sentido resulta de suma importancia para Sambucus que las
acciones humanas sean cuidadosamente “investigadas y atestiguadas” para que “no induzcan al
error”16. Parafraseando a Tucídides, el humanista panoniano sostiene que la narración histórica es
provechosa para las generaciones futuras cuando es fidedigna y esto no sólo se logra por medio de la
cronología, sino también de la crítica filológica para establecer correctamente los nombres de los
pueblos y las familias de la Antigüedad17, especialmente para el caso de las transcripciones de nombres
griegos al latín (Almási-Kiss, 2014: 108).
Para llevar a cabo su monumental edición crítica de la Historia de Bonfino, Sambucus había tenido que
enmendar pasajes corruptos y cotejar distintas transcripciones manuscritas de la obra, por ello era
consciente de la importancia de verificar los documentos y las fuentes históricas, además de la
necesidad de adscribir los hechos a sus verdaderos protagonistas. Este nexo entre historia y filología
además de evidenciarse en la práctica historiográfica, para Sambucus, se remonta a la misma
etimología de la palabra “historia” que, según el Crátilo (437b) de Platón, significa “detener lo que circula”
(hístesi tòn roûn), convirtiendo así a la disciplina histórica en custodia y protectora de “la memoria lábil”
de la humanidad (Almási-Kiss, 2014: 10). Resulta así clara la vinculación con la pictura de Differentia,
en especial con la figura del perro alado que corre y la gramática que intenta detenerlo con sus manos.
Sambucus construye la figura del perro alado como símbolo de la historia, apelando a elementos
mitopoéticos (Warburg, 2010: 135-54), para ilustrar el paso del tiempo; situación que produce una gran
angustia, porque consume todo a su paso, volviendo imperiosa y urgente la tarea de registrar los hechos
y las acciones humanas dignas de recordar.
Pero hay más. Sambucus sostiene que el historiador debe tener la capacidad de comprender
brevemente los hechos y actuar como expositor, lo que implica poseer “una capacidad interpretativa no
vulgar” (Almási-Kiss, 2014: 107). Y utiliza las expresiones sýnesis y dýnamis hermeneutikè, ambas
provenientes del De Conscribenda historia (Pôs deî historían sygráphein) de Luciano de Samosata (34:
3-4). Hoy resulta curioso que tantas preceptivas históricas del Renacimiento retomen a Luciano,
reconocido satirista de la segunda sofística, para plasmar un modelo de historiador. Su difusión se
remonta al siglo XV, cuando el humanista siciliano Giovanni Aurispa (1370-1459) trajo, de regreso de
Constantinopla, muchos códices griegos a la península itálica, incluyendo la obra completa de Luciano.
La traducción latina más temprana de este opúsculo de Luciano, la realizó Giovanni Maria Cattaneo (ca.
1530 †), la cual fue publicada en Bologna en 1507 y reeditada en Venecia en 1522 y 1546. Una segunda
traducción de Willibald Pirckheimer (1470-1530) apareció en 1515 y fue dedicada al emperador
Maximiliano I. La tercera fue realizada por el humanista alemán Jakob Moltzer (1503-1558) que tradujo
la obra completa de Luciano al latín (Ligota y Panizza, 2007: 45-70). Sambucus había traducido al latín
los Diálogos de Luciano hacia 1550 y es altamente probable que haya consultado el De Conscribenda
en la edición de Pirckheimer por recomendación de su maestro de griego, Veit Amerbach (Almási-Kiss,
2014: 8, xx).
El historiador, para Luciano, no puede inventar ni alterar la materia con la que trabaja (el pasado),
porque los hechos tienen una entidad ontológica independiente del lenguaje, por ende permanecen
inalterables e independientes de la actividad creadora (poietés). Se da así una oposición entre por un
lado, el historiador y el escultor – que trabajan sobre una materia dada o preestablecida – y por otro,
entre poeta y orador – que fabrican, es decir, crean o inventan su materia – (Luciano de Samosata, 8 y
51). Asimismo, se cree que los hechos, ocurridos en un momento anterior a la narración, permanecen
inalterables y el historiador como enunciador debe limitarse a ponerlos por escrito, mediante un uso
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claro y preciso del lenguaje. A esto se suma la tendencia a creer que la verdad histórica se encuentra
contenida en los documentos escritos o los restos materiales del pasado (epígrafes, monumentos,
monedas, etc.), motivo por el cual el desafío del historiador consistía fundamentalmente en descifrar
correctamente los mismos, para establecer su significado.
No es casual que, en este marco, Sambucus elija – al igual que Robortello – la expresión dynamis
hermhneytikè, que podría traducirse como una capacidad interpretativa o hermenéutica no vulgar. El
verbo “hermeneúo” significa en griego interpretar, traducir y expresar por medio de palabras. Y en esto
consistía, para el humanista panoniano, la tarea del historiador; una tarea que combinaba filología,
crítica textual y prácticas de anticuariado para reconstruir el texto original (deformado por sucesivos
procesos de recepción, transcripciones e interpolaciones) y así dilucidar las intenciones de su autor, de
ese actor del pasado, para llegar a comprender sus ideas y acciones.
Si bien en la actualidad la postura de Sambucus resulta un tanto ingenua por su excesiva confianza en
el hecho histórico como un objeto que puede aprehenderse y conocerse en sí mismo, sin advertir el
recorte subjetivo e intencional del historiador en las operaciones de elección, explicación e
interpretación del pasado, es indudable la contribución de esta concepción renacentista de la práctica
historiográfica a la metodología histórica actual, ya que posibilitó la formulación de criterios para
establecer el grado de autenticidad de las fuentes históricas, atendiendo no sólo a la crítica textual, la
consistencia argumental y la presentación de la información, sino además sumando lo que hoy se
consideran ciencias auxiliares de la historia: la filología, la paleografía, la epigrafía, la numismática, la
cronología y la geografía, con el propósito de resolver los interrogantes que el estudio del pasado
planteaba.
Asimismo, el carácter enigmático del emblema que en la pictura muestra una gramática arrodillada y
sin atributos; disciplina que adquiere importancia sólo cuando se lee el epigrama, se termina de dilucidar
cuando se pone este emblema en relación con el prólogo de la Historia de Bonfino. Allí se advierte que
la gramática, asimilada a la filología, constituye el corazón de la verdad histórica, accesible mediante
un cuidadoso y arduo trabajo de traducción e interpretación de fuentes escritas y materiales que coincide
con la actividad e identidad más relevante del polímata Sambucus como editor y corrector de textos
clásicos. Por ende, aunque el humanista panoniano entiende – siguiendo a Tucídides, Luciano y Cicerón
– la finalidad de la historia en términos prácticos, como maestra de vida en los ámbitos privado y público
y a partir de allí establece la superioridad, desde el punto de vista didáctico, de los ejemplos históricos
concretos sobre las máximas generales y las leyes de la filosofía moral (Almási-Kiss, 2014: 107-8;
Visser, 2005: 102-4), también se observa un interés por la disciplina histórica y el estudio del pasado
per se, vinculado con la preservación de la memoria de la humanidad y una noción más integral de la
evidencia histórica.
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WARBURG, A. Atlas Mnemosyne. trad. J. C. JUNIUS, H. Emblemata. Antwerp: Christophe
Mielke. Madrid: Akal, 2010 Plantin, 1565.
LA PERRIERE, G. de. Morosophie. Lyons:
Macé Bonhomme, 1553.
Fuentes
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Ed. Frid. Schmieder. Halae Magd, 2 voll, 1800-
Steyner, 1531.
1801.
ARISTÓTELES. Poética. Traducción, notas e
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escribirse historia. En: Obras. Traducción y
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notas de Juan Zaragoza Botella, Madrid,
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Apud Societatem Typographiæ Bononiensis,
PLATÓN. Crátilo. Introducción, traducción y
Bolonia, 1574, (1era ed. 1555).
notas de Claudia Mársico. Buenos Aires:
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SAMBUCUS. Emblemata cum aliquot nummis
COUSTAU, P. Pegma, Lyons: Macé antiqui operis [...]. Antwerp: C. Plantin, 1599
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GIARDA, C. Icones Symbolicae, ex typographia VALERIANO, P. Hieroglyphica. Basilea: T.
Hered. Melchioris Malatestae impressoris Regj Guarino, 1575.
Ducalis, Milan, 1626.
Notas
* Agradezco a Roberto Casazza y a Vera Pugliese por la invitación participar del dossier, a Verónica Iribarren por la supervisión de
todas mis traducciones y a Daniel Rosenfeld por el tratamiento de las imágenes. Asimismo, querría aclarar que los grabados que se
incluyen en el artículo son diseños de mi autoría a partir de las imágenes originales, cuyas referencias se indican en el apartado
correspondiente.
** Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires y Magister en historia cultural e intelectual de Europa
moderna por el Warburg Institute (Universidad de Londres, Reino Unido). Es investigadora del CONICET y docente de grado y posgrado
en la Universidad Nacional de San Martín. E-mail: ˂silvidal76@gmail.com˃.
1 “Simplex historia est, lux, custos temporis, /atque Veri parens” (Sambucus, 1599: 132-133).
2 “Ordine simpliciter geritur quod narrat ab novo” (Ibidem).
3 “Gratia non ducit, propriis affectibus obstat” (Ibidem).
4 “...gloriam tribuit bonis, / Nil iudicans, alios reliquit iudices” (Ibidem).
5 “Quae coram recitat foecundas iudice lites, / Vestita longo syrmate atque obambulat. / Et studet efficto lucrari schemate causas”
(Ibidem).
6 “Dum se venustis venditat coloribus. / Quòd manibus tantum planis, longa & petit hasta; / Premendo nil urgens suaviter liget” (Ibidem).
7 “Aspera, non habitu sequitur Dialectica culto, / Sagaciter verum eruens puteo abditum. / Cominus adgreditur, vitum & complexibus
arctat, / Nunquam remittere iure de suo volens. / Nam pungit, laqueo & captat, ratione regitque, / Trux vinculo illigat potenter anxio. /
Assimilata fuit variae quoque lumine Phoebi” (Ibidem).
8 “His sed parum iuvabere absque grammatis./ Illa etenim solidi sunt fundamenta laboris, / Grammaticae iners statuet nihil perenniter”
(Ibidem).
9 “Narrat quidem orator, sed quia vehemens est et victoriam quaerit, in digressionibus et tenendis auditoribus liberior effusioque est, ut
vel ad fabulas interim persuadendi sensu delabatur”, Sambucus, J., Antonii Bonfinii Decades quatuor cum dimidia... (1568), en: (Almási;
Kiss, 2014: 107).
10 “‘Améthodon’ sit dispositio et temporibus certa, expositio tamen artificiosa constet” (Sambucus, 1599: 107).
11“...quod est filum vel pensum ducere currereque ducamus, melius expresserimus, siquidem tracta et fluens est ipsius oratio, perpetua
sunt collocanda, lector putabit, ut magistra sit vitae, lux veritatis historia”, (Ibidem); (Cicerón, De oratore, 2.9, 36).
14 “...iudicio scriptoris vacuae, nisi ex persona aliorum et exemplo, ut quid verum sit appareat, id modice fiat”, (Sambucus, 1599: 106).
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