Hermoso Texto de La Biblia
Hermoso Texto de La Biblia
Hermoso Texto de La Biblia
Queremos que nuestros estudiantes entiendan que este curso es un manual didáctico que
les va a enseñar a estudiar la historia de la misión. No es, de ninguna manera, un texto
general de historia, ni siquiera de historia eclesiástica.
Piensen nuestros estudiantes que en la Biblioteca de las Misiones, que está en la Pontificia
Universidad Urbaniana de Roma, la Historia de la Misión desde el Medioevo hasta 1970
comprende 30 grandes volúmenes. También hay una Historia de los hechos de
Propaganda Fide desde 1622 hasta 1972 con cinco tomos voluminosos (1).
Pretendemos solamente, entonces, en nuestro Curso indicar a nuestros estudiantes las líneas
conductivas que los pueden guiar en el estudio de la Historia de la Misión. Queremos que nuestros
alumnos aprendan a gustar la historicidad de la Evangelización y así «aprovechemos las lecciones
del pasado, quedémonos con lo bueno, corrijamos lo malo y al doblar la página de estos 500 años
de Evangelización Americana, comencemos a escribir la Historia de la Nueva Evangelización con el
fuego del Espíritu, con nueva audacia, con renovado entusiasmo, con el celo apostólico de los
discípulos de Cristo y con un testimonio que exprese la santidad de vida a lo que todos estamos
llamados sin excepción, desde nuestro bautismo»(2).
IMPORTANCIA DE LA HISTORIA
Es muy importante, antes de comenzar el estudio de este curso, que los estudiantes se esfuercen
por valorar la importancia en la historia de la formación intelectual. Deben aprender «en Cicerón
que la historia es la luz de la verdad y maestra de la vida, y en Cervantes que la historia es madre
de la verdad émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo
presente, advertencia del porvenir » (3).
El Padre Jesús López Gay, SJ., dice que «Hay que mantener el término «Misión» por la riqueza
bíblica y teológica que lleva consigo. De hecho, es un término que recupera toda su profundidad
en el Vat. II, cuando se considera la misión a la luz del misterio Trinitario» (4).
Por otra parte, el Padre Eugen Nunnenmacher, SVD, afirma que «en la exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi Paulo VI se decide, al menos en la mayor parte de los casos, por la palabra
Evangelización, dando a esta expresión un cierto acento proclamativo sin desligarlo claramente del
contenido conceptual inherente a la clásica palabra Misión en su sentido más amplio» (5).
Juan Pablo II en su gran Encíclica misionera Redemptoris Missio, emplea indistintamente ambos
términos (6), pero reforzando, mírese por ejemplo RM 44, la enseñanza de Paulo VI de que
«nacida de la Misión… toda la Iglesia recibe la misión de Evangelizar» (EN 15) y «no hay verdadera
Evangelización si el nombre, la enseñanza, la vida y las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de
Nazareth, Hijo de Dios, no son proclamados» (EN 22).
En algunos casos no es muy afortunada la sustitución de términos. Así por ejemplo, queda muy
bien hablar de «Primera Evangelización» o de «Nueva Evangelización» y hasta es mejor decir
«Evangelización Ad Gentes», pero no suena bien hablar de «Primera Misión» ni de «Nueva
Misión». Algunas veces, como en «Nueva Evangelización», se trata de neologismos que merecen
ser conservados sin más.
Debemos reconocer que en, algunos ambientes el término «Misión» desafortunadamente es mal
entendido, y se confunde con «subdesarrollo», «Colonización», «filantropía» o se la entiende
como una mera «promoción humana». De la evangelización americana dice al respecto un autor
que «la cristianización se hizo buscando acabar con tradiciones, autoridades y valores antiguos
haciéndolos parecer perversos e inadmisibles… la religión estuvo íntimamente ligada a la opresión
colonial… se buscó evangelizar «civilizar» al mismo tiempo» (7).
Nos encontramos también en la redacción de este curso con otro problema muy serio. Nos pareció
escuchar a muchos estudiantes inteligentes que ya nos preguntaban: ¿y antes de Jesucristo no
hubo misión? Aquí remitimos a nuestros estudiantes a que repasen nuestro curso: «Eclesiología
para la Misión» en donde estudiamos a la Iglesia, Pueblo de Dios, que «como estandarte levantado
ante las naciones «(Is 11,10-12)» peregrina... comunicando el Evangelio de la paz a todo el género
humano» (UR 2). Es cierto que ya la convocación del Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento es
el comienzo de una Historia particular de salvación, pero es «como preparación y figura de la
Alianza nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo y de la revelación completa que había de
hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho carne» (LG 9).
Toda la Iglesia del A.T. es como una «Preparación Evangélica» (LG 16) de la auténtica misión que
se inaugura con la Encarnación del que es Ungido como Enviado de Salvación, Jesucristo.
Como dice el P. Nunnenmacher: «La vocación de Israel incluye una misión, que en el Antiguo
Testamento está apenas esbozada, incoada, «embrionaria», aunque presente y viva, pero que se
desarrollará en su plenitud, en la misión neotestamentaria de la Iglesia, después del «nacimiento»
de la Nueva Alianza por la muerte y resurrección de Cristo. El se creará un pueblo nuevo para
enviarlo hasta los confines de la tierra para que todo el universo se someta al Padre... No es
descartado el modelo veterotestamentario del pueblo elegido, sino transformado: la llamada de
Israel desemboca en la convocación de la Iglesia, la misión antigua cede el paso a la nueva» (9).
Otro eclesiólogo dice que «la historia de la Iglesia comenzó en el Nuevo Testamento, como
supone, a su vez, el Antiguo Testamento» (10).
La Iglesia veterotestamentaria tenía la misión de convocar a una espera evangélica, la Iglesia
neotestamentaria hace testigos de que el evangelio es Jesucristo, como dice RM 13: Jesús en
persona es la Buena Nueva»...existe en Cristo plena identidad entre mensaje y mensajero (leamos
«entre Evangelio y Misionero»), entre el decir, el actuar, el ser... el secreto de la eficacia de su
acción consiste en la identificación total con el mensaje que anuncia; proclama la «Buena Nueva»
(Evangelio) no sólo con lo que dice o hace, sino también con lo que es».
«La tarea confiada originariamente a la Iglesia (del AT) se concentra, por decirlo así, en las manos
de Jesús. El se responsabiliza personalmente de la plena realización del plan de Dios y elige -al
formar la Iglesia (su Iglesia del NT)- a un nuevo pueblo, al que enviará a participar y a colaborar en
su propia obra evangelizadora misionera por el mundo» (11). «La misión de la Iglesia, afirma AG 5,
continúa y desarrolla en el curso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado a
evangelizar». Así lo expresa maravillosamente Juan Pablo II en RM 5: «La autorrevelación
definitiva de Dios en su Hijo Unigénito es el motivo fundamental por el que la Iglesia es misionera
por naturaleza. Ella no puede dejar de proclamar el Evangelio, es decir, la plenitud de la verdad
que Dios nos ha dado a conocer sobre sí mismo».
Estamos de acuerdo, pues, en afirmar que la historia de la Evangelización anda a la par con la
Historia de la Iglesia, como dice EN 22: «la Historia de la Iglesia, a partir del discurso de Pedro, la
mañana de Pentecostés, se mezcla y se confunde con la Historia del Evangelio», y por eso nos
hemos concretado en nuestro Módulo a exponer la historia de la Evangelización que ha
desarrollado la Iglesia del Nuevo Testamento.
La Historia Misión, como ciencia, debe ser específicamente Historia de la Evangelización, es decir
que, dentro de una historia eclesial genérica, debe hacer resaltar la especificidad de la
misionariedad eclesial, mediante el método empírico de la crítica evolutiva, de tal modo que se
aprenda a ponderar el valor evangelizador de los hechos eclesiales, calificando su eficacia y su
trascendencia.
No se trata de allegar una serie de actos eclesiales, sino de pesar su valor evangelizador.
A propósito de misionariedad nos dice el P. Nunnenmacher que: «no es una noción genérica
cualquiera derivada de la palabra «misión»: la misionariedad tiene un contenido conceptual
preciso... es evidente que no se trata de un aspecto de importancia secundaria, de un elemento
más o menos decorativo, quizás un poco exótico o incluso superficial, como un poco accidental,
facultativo, que interesará sólo a algunos especialistas de la Iglesia; al contrario, se trata de un
dato fundamental, indispensable, constitutivo, no sustituible, a causa de su significado intrínseco
necesario para la existencia, estructura, actividad y finalidad de la Iglesia; dicho más brevemente,
para el sentido global de la Iglesia misma... la misionariedad es palabra clave que expresa «el ser
misionero» de la Iglesia (con todo lo que de ello se sigue), su carácter profundo esencialmente
vinculado a la misión» (13).
Más adelante, en 1934, el P. Alberto Perbal, OMI, dice que la diferencia entre Historia Eclesiástica
e Historia Misionera está en la manera de formularla. «Hay dos maneras, afirma el Padre Perbal,
de contar la historia de los tiempos apostólicos y de los tres primeros siglos: la manera eclesiástica
ordinaria y la manera misiológica que incite sobre todo en la preparación de estado adulto de las
Iglesias particulares y de la Iglesia Universal» (14).
Para el Padre Andrés Seumois, OMI, «la historia misionera es la rama de la Misionología que
estudia el desarrollo de la acción misionera en su existencia pasada, a la luz propia de la Historia
Eclesiástica» (15).
El Padre Pío de Mondreganes, OM Cap, dice que Historia de la Misión es «la narración fiel y
ordenada de todos aquellos sucesos que tienen relación directa o indirecta con la propagación de
la fe y expansión de la Iglesia en el tiempo y en el espacio» (16).
1. Conocer mejor la historia de la misión para aprender mucho más de ella en el presente
y en el futuro.
Metodología
Este curso desarrollado y aplicado con el uso de herramientas infovirtuales pretende que usted
tenga un acercamiento certero a las temáticas que se estructuran como pilares de la teología y
colaborar así a la transformación positiva de su pensamiento y su trabajo pastoral. De igual modo,
que se apropie de las herramientas tecnológicas usadas en el proceso.
Usted cuenta con una serie de temáticas recomendadas para su estudio y análisis, que serán
continuamente puntualizadas con estrategias evaluativas, es decir, a medida que avanza en el
estudio de los temas propuestos, se presentarán una serie de problemas o preguntas que ha de
resolver antes de continuar con un tema siguiente.
En todo momento usted contará con la ayuda en línea diseñada para responder a sus más
inmediatos cuestionamientos referidos al proceso de aprendizaje, y con variadas herramientas de
gran calidad que orienten su auto-aprendizaje, pruebas, evaluaciones, material de estudio.
Usted cuenta con un tutor experto en la materia, encargado de su seguimiento y orientación. El
tutor atenderá sus consultas, resolverá sus dudas, y le propondrá ejercicios prácticos, actuando así
como un elemento motivador y de acompañamiento en su proceso de aprendizaje.
Para facilitar la comunicación en ambos sentidos, se han dispuesto medios de interacción como
correo electrónico, foros de debate y atención telefónica si el caso lo requiere
Con todo esto, usted podrá confrontar su experiencia en el campo pastoral con los ejercicios de
aplicación que se proponen, la teoría analizada en cada tema, debatida y realimentada por todos
los participantes servirá para que usted enriquezca su visión y práctica de lo aprendido.
Estrategia:
Analizar: En esta etapa usted realiza sus primeros acercamientos a las lecturas propuestas y
realiza un análisis crítico de las mismas, profundiza los temas de interés y esquematiza la
información como considere conveniente para dar cuenta de ella en actividades futuras. Al
analizar, usted deriva todos los elementos que se consideren relevantes en sus lecturas y realiza
una crítica o desarrollo de los mismos.
Confrontar: Como agente activo de una comunidad, sabemos que usted dispone de valiosas ideas
y estrategias de trabajo y proyección con los cuales ha desempeñado su labor pastoral. Estos
conocimientos son muy importantes para el cumplimiento de los objetivos propuestos, así pues,
tomando las ideas analizadas y las experiencias propias ante el tema, usted habrá yuxtaponer sus
experiencias con los temas analizados y comparar, examinar los elementos concordantes y las
discrepancias, contrastando siempre, la teoría con la práctica, así podrá usted derivar cuales son
los elementos nuevos que le aporta el estudio del módulo, cuales los que refuerzan sus
conocimientos, cuales los que no convienen a su ejercicio y cuales lo reafirman. Resultado de esto
una maduración y abstracción de su práctica pastoral y una posición personal ante los temas
presentados.
Actuar: Al conocer y tener un juicio, un análisis, una opinión, una postura sobre lo que has
observado en la realidad, y lo que has aprendido en el curso, como consecuencia debes de
propiciar una serie de acciones. Estas acciones serán de carácter general, propuestas a la sociedad,
a tu grupo de parroquial, eclesial o familiar, y otras, que serán compromisos de carácter personal.
De esto debes dar cuenta en las actividades evaluativas.
Propuesta de Evaluación
Estructura y cronograma
Módulo: Cristología
Horas semanales
Semana Temas
estimadas
Conocimientos previos
Resolución de un problema
Pregunta a resolver:
¿Qué valor tiene el conocer la historia de la misión para el cristiano y para la Iglesia?
“Los israelitas ofendieron al Señor con su conducta; se olvidaron del Señor su Dios y dieron culto a
Baal y Astarté. Entonces la ira del Señor se desató contra Israel y los entregó en poder de Cusán
Risatain, rey de Edom. Los israelitas estuvieron sometidos a Cusán Risatain ocho años”.
Retroalimentación:
En el pasaje bíblico anterior vemos cómo el pueblo de Israel se olvida del Señor, fácilmente no
recuerda las grandes hazañas que hizo Dios en su favor y por eso adquieren una conducta que lo
ofende. Por esta razón con insistencia los salmos nos invitan a tener siempre presente la historia
de Salvación que Dios va realizando con los hombres: “Den gracias al Señor, invoquen su nombre,
publiquen entre los pueblos sus proezas, recuerden las maravillas que hizo, sus portentos y sus
justas decisiones” (Sal 105, 1.5).
Una de las grandes constantes de la historia del pueblo de Israel es que con frecuencia olvidaban
las proezas hechas por Dios. Cuando hablamos de “olvidar” nos referimos no solamente a la no
memoria de los acontecimientos sino también al desvío del camino indicado por el Señor y por lo
tanto a la repetición de errores y pecados de los antepasados.
El pueblo judío fue fortaleciendo su memoria sobre los hechos salvíficos realizados por Dios en su
historia. «El sacerdote recibirá la canasta de tus manos y la pondrá ante el altar del Señor tu Dios.
Y tú dirás ante el Señor tu Dios: “Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto y se estableció allí
como extranjero con poca gente; allí llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los
egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces
clamamos al Señor, Dios de nuestros antepasados, y el Señor escuchó nuestra voz y vio nuestra
miseria, nuestra angustia y nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo
poderoso en medio de gran temor, señales y prodigios; nos condujo a este lugar y nos dio esta
tierra, que mana leche y miel. Por eso traigo los primeros frutos de esta tierra que el Señor me ha
dado”. Dejarás los frutos en presencia del Señor tu Dios, y te postrarás ante el Señor tu Dios». (Dt
26, 4-10).
Hoy también fácilmente olvidamos la historia de nuestros pueblos, es más se desconoce bastante,
y por lo tanto cometemos errores, desvaloramos el obrar de hombres, mujeres e instituciones
insignes por su aporte a la humanidad. Que este estudio de la historia de la misión nos sirva para
confiar más en Dios, ser más agradecidos con Él y con la Iglesia, comprender mejor el pasado y el
presente y comprometernos más en la construcción de un mundo mejor y más evangelizado
cumpliendo así el mandato del Señor Jesús: “hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt
28, 19).
Estructura específica- SINOPSIS de la unidad.
Objetivos ESPECÍFICOS
I. Primera Unidad:
Apreciar y aprender de la Iglesia misionera primitiva que fue marcada por la persecución, el
martirio y el testimonio de caridad de las primeras comunidades.
Hacer un recorrido misionero por los cuatro primeros siglos de la historia de la misión de nuestra
Iglesia.
Acercarnos al obrar misionero de la Iglesia en la Edad Media, desde el siglo V hasta el siglo XV.
Conocer experiencias de esta etapa que por diversas particularidades merecen especial atención
como es el caso por ejemplo de la lucha contra las herejías, las invasiones bárbaras la
Evangelización de Irlanda, Francia, los pueblos eslavos y el fenómeno de las cruzadas.
Conocer el esfuerzo misionero de la Iglesia en Edad Moderna y Contemporánea, desde el siglo XVI
hasta el XX.
Destacar con atención acontecimientos importantes para la historia de la misión en esta época
como lo fueron la reforma protestante, la contrarreforma católica, el patronato, el Concilio de
Trento, la creación de Propaganda Fide, las cuatro Obras Misionales Pontificias, el Concilio
Vaticano II y los documentos del magisterio misionero del siglo XX.
TEMAS
Conceptos clave
PROPÓSITO DE LA UNIDAD I
En esta Unidad Primera nos proponemos presentar a nuestros alumnos en una primera parte (1.
La Misión Ad Gentes en la Iglesia Primitiva) lo que en este primer período de la misión genérica de
la Iglesia va dirigido específicamente a los no cristianos, y luego, en la segunda parte (2. La
actividad pastoral en la Iglesia Primitiva) diremos lo que corresponde, como actividad específica
pastoral, al servicio de los cristianos.
PUNTO DE PARTIDA
Comenzamos nuestro estudio de Historia de la Evangelización con el examen de los hechos de más
trascendencia que afectaron la vida de la Iglesia Neotestamentaria durante sus primeros cuatro
siglos.
Bien sabemos ya, por los fundamentos cristológicos y eclesiológicos que recibimos en el Nivel I de
nuestro Curso de Formación Misionera, que «la misión tiene su origen, su modelo y su meta en la
Trinidad» (17).
La Misión tiene su fuente en el pensamiento del padre de salvar al hombre, la inicia el Hijo como
primer misionero cuando sale del seno del Padre y entra en el seno de María Santísima, encamado
en la historia humana y prosigue la misión en la Iglesia con el Espíritu Santo como guía
protagonista, hasta el retorno glorioso del Señor.
Queda bien claro que el Misionero por excelencia es Jesucristo, hasta el punto de que, como
afirma el P. Adam Wolanin, SJ, «podría decirse que la encarnación de Cristo es el «lenguaje
misionero» de Dios por excelencia» (18), o como lo dice categóricamente Juan Pablo II: «Jesús de
Nazareth lleva a cumplimiento el plan de Dios» (RM 13).
Nuestro estudio, sin embargo, va a comenzar con la Misión de la Iglesia porque, como dijimos en
los Preliminares, vamos a referirnos concretamente a la Misión «apostólica» es decir, a la misión
que fue confiada por Jesucristo a sus Apóstoles. En efecto, «la misión de la Iglesia, al igual que la
de Jesús, es obra de Dios» (RM 24) y «sin duda esta obra de la misión es encomendada por Jesús a
los hombres: a los Apóstoles y a la Iglesia» (19).
También el P. Ángel Antón nos dice que: «la encarnación de la Iglesia en la historia, y por esto
mismo su dimensión histórica, hunde sus raíces en el misterio de Cristo en cuanto a evento
histórico.
La solemne concesión de la triple potestad en el momento del envío misionero indica la voluntad
expresa de Cristo de encomendar a sus Apóstoles la continuidad de su propia misión. Por eso les
dice sin rodeos: «Como el Padre me envió a mí, yo los envío a ustedes» (Jn 20,21; cfr Jn 17,18);
«Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra, vayan, pues, y hagan discípulos a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a
obedecer todo lo que les he mandado» (Mt 28, 18, citado en RM 22) No es muy atrevido, pues,
decir que «La Iglesia es la misión encarnada» (21).
Y así mismo podemos decir que los Misioneros se ponen al servicio de esta dinámica encarnatoria.
(22).
Monseñor Andrea Erba (23) recalca el hecho histórico de que providencialmente la venida de
Cristo Misionero y la consiguiente misionariedad de la Iglesia acontecieron en el momento más
oportuno de la historia humana. «Las dos fórmulas paulinas (Gal 4, 4 y Ef 1,10: «en la plenitud de
los tiempos») significan que la encamación del Hijo de Dios acontece en el momento en que la
humanidad estaba pronta para acoger el mensaje evangélico. Tal preparación para la llegada del
Reino de Dios se había verificado tanto en el mundo pagano corno en el ambiente judío» (24).
En efecto, los paganos, es decir, aquellos que no pertenecían por familia al pueblo de Israel, iban
olvidando las divinidades tradicionales, que ahora calificaban de falsas y mentirosas. Los mismos
emperadores romanos trabajaban infructuosamente por instaurar en sus colonias, la religión de
los dioses lares (dioses tradicionales del hogar). El miedo, no el amor, estaba generando una falsa
religiosidad sobre todo entre militares y esclavos, que divinizaba la persona y los enseres del
emperador, como en el caso de Calígula y su caballo (año 40a.C..).
Las religiones orientales y los cultos mistéricos (Iside de Egipto, Cibele de Persia, Mitra de la India,
etc.), habían llegado en occidente a llenar un tanto el vacío espiritual. Pero las «analogías rituales
de todos los cultos mistéricos en el fondo no hacen otra cosa que revelar una tendencia común en
la sicología humana, que encuentra en la expresión ritual la atmósfera religiosa más favorable para
el encuentro espiritual con la divinidad. En esta perspectiva, los ritos mistéricos paganos... se
pueden considerar como sombras o signos prefigurativos del culto cristiano» (25).
Además, es cierto que estos cultos mistéricos, junto a ritos repugnantes fuera de que tienen una
tendencia al monoteísmo y esperan un salvador, contienen elementos de verdad: hablan de
pecado, de expiación, de inmortalidad, de vida bienaventurada en el más allá, de salvación del
alma, etc., elementos todos que favorecen el cristianismo (26). Todo eso puede ser considerado
corno una «preparación evangélica» (LG 16).
Por parte de los judíos, en la época de la llegada de Cristo, había una expectativa muy marcada por
la inminente aparición del Mesías. La persecución religiosa del rey de Siria. Antíoco Epifane (años
175-164 a.C..) en la época de los Macabeos, y la conquista de Jerusalén por Pompeo Magno (año
63 a.C..) que había reducido la Palestina a colonia romana, habían intensificado los anhelos del
pueblo judío por la pronta aparición del Mesías Salvador.
Además, los judíos de la «Diáspora», es decir, los que vivían dispersos entre las naciones paganas,
estaban ayudando con su fanatismo religioso, quizás sin pretenderlo y por motivos muy humanos
como el comercio y la ganancia, a una seria preparación mesiánica.
También había ya por este tiempo de la llegada de Cristo algunos «prosélitos», que eran los que
no siendo judíos de origen, abrazaban la religión judía, eran circuncidados y entraban a ser
miembros del pueblo elegido, y «temerosos de Dios» (Cfr Act 10,2; 13,50; 16,14), que eran los
paganos que aceptaban el monoteísmo y algunos preceptos de la Ley de Moisés, asistían a las
sinagogas pero no eran circuncidados.
Es muy importante mantener claras las nociones misionológicas que ya entregamos a nuestros
alumnos en el Módulo «Actividad Misionera Especifica» (27). Aquí les recordamos lo más
indispensable, para que entiendan el porqué de la distribución del contenido de este Módulo. Juan
Pablo II nos enseña que «la misión es única, al tener el mismo origen y finalidad; pero en el interior
de la Iglesia hay tareas y actividades diversas» (RM 31); «por lo demás, no es fácil definirlos
confines entre atención pastoral a los fieles, nueva Evangelización y Actividad Misionera
Específica, y no es pensable crear entre ellas barreras o recintos estancados... hay que subrayar,
además, una real y creciente interdependencia entre las diversas actividades salvíficas de la
Iglesia: cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda (RM 34).
Cuando hemos repartido nuestro estudio en dos partes: Actividad Misionera Específica o Misión
Ad Gentes y Actividad Específica Pastoral, queremos ayudar a nuestro alumnos en la comprensión
de estas nociones, pero no queremos forzar su criterio valorativo acerca del carácter
específicamente misionero o pastoral de una u otra actividad evangelizadora.
Queremos que nuestros alumnos le den muchísima importancia a esta Unidad Primera porque la
Iglesia Primitiva, lejos de ser algo pasado y superado, es el lugar fontal al que debemos
continuamente retornar para encontrar las raíces de la misionariedad eclesial.
A medida que nuestros alumnos van estudiando esta Unidad Primera piensen que «en la historia
de la humanidad son numerosos los cambios periódicos que favorecen el dinamismo misionero. La
Iglesia, guiada por el Espíritu, ha respondido siempre a ellos con generosidad y previsión. Los
frutos no han faltado... Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos... Hoy se pide a todos los
cristianos, a las Iglesias Particulares y a la Iglesia Universal la misma valentía que movió a los
misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu» (RM 30).
APÓSTOLES MISIONEROS AD GENTES
En la primera parte de esta Unidad Primera, encontraremos la figura gigante del Apóstol Pablo, el
Enviado a los Gentiles y con él vamos a seguir los pasos misioneros de la Iglesia Universal que se va
implantando en Jerusalén, Antioquía y Roma.
En la segunda parte daremos un vistazo al trabajo de Evangelización Pastoral que los Doce y sus
inmediatos sucesores, con Pedro a la cabeza, realizaron con aquellos que iban adhiriendo a la
comunidad eclesial. Iremos analizando cómo a medida que los creyentes se van afianzando en su
fe, los Pastores los van alimentando con los Sacramentos, y los van animando para que, a su vez,
«siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de trabajo, obligación que tanto más
urge cuantos muchos hombres no pueden oír hablar del Evangelio, ni conocer a Cristo más que
por sus vecinos seglares» (AG 21).
IGLESIAS MISIONERAS
También quedará patente cómo desde el comienzo se peas ó que «es muy conveniente que las
jóvenes Iglesias participen cuanto antes activamente en la misión universal de la Iglesia, enviando
también ellas misioneros que anuncien el Evangelio a toda la tierra... porque la comunión con la
Iglesia Universal se completará en cierto modo cuando también ellas participen activamente del
esfuerzo misional para con otras naciones» (AG 20).
Al comenzar este estudio tengamos presentes las palabras de Juan Pablo II en RM 90: «Pensemos,
queridos hermanos y hermanas, en el empuje misionero de las primeras comunidades cristianas. A
pesar de la escasez de medios de transporte, de comunicación de entonces, el anuncio evangélico
llego en breve tiempo a los confines del mundo Y se trataba de la religión un hombre muerto en
cruz. «Escándalo para los judíos, necedad para los gentiles» (1 Cor 1,23). En la base de este
dinamismo misionero estaba la santidad de los primeros cristianos y de las primeras
comunidades»
RAICES DE LA IGLESIA
Jesús quiso prolongar su obra misionera en «SU» Iglesia, la Iglesia del Nuevo Testamento «Vale la
pena, -afirma otro autor- estudiar el pro-nombre posesivo «mi» en labios de Jesús, poniéndole
precisamente en relación con la fórmula del Deuteronomio (23, 1-9) (30).
En efecto, cuando Cristo con la ascensión al cielo desde el monte de los olivos (un kilómetro de
distancia de Jerusalén), retira del mundo su visibilidad corpórea, comienza la etapa misionera del
Cristo de la fe, encarnado, con la fuerza del Espíritu Santo, en la Iglesia Neotestamentaria.
El grupo apostólico, once ahora porque Judas Iscariote ha sido infiel a su vocación misionera y ha
traicionado al primer misionero, se sabe semilla del nuevo pueblo de Israel, ya que ha recibido el
envío misionero post-pascual, y ha sido investido de los poderes ministeriales de santificar,
enseñar y dirigir la Iglesia de Cristo.
El libro de los Hechos de los apóstoles, cuyo autor es San Lucas, y que es como la continuación del
tercer Evangelio y la primera historia de la Evangelización, nos cuenta, hasta con pormenores la
actividad evangelizadora que desde el comienzo realizó el grupo apostólico (31).
Luego del hecho de la Ascensión del Señor, los once viven en el Cenáculo, que es el lugar en donde
el Jueves Santo, Jesús había instituido la Sagrada Eucaristía (Mc 14,15; Lc 22,12). Seguramente el
grupo que de ordinario vivían en el Cenáculo, era más grande, posiblemente unas veinte personas,
pero el historiador quiere hacer la lista nominal de los Apóstoles, y por eso afirma que «cuando
llegaron a Jerusalén, subieron a la estancia superior donde se alojaban; eran: Pedro, Juan,
Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón y Judas el de
Santiago» (Act 1,13).
En algunas ocasiones especiales, se reunían en el Cenáculo otros seguidores del Maestro, algunas
veces hasta ciento veinte, como cuando nombraron a Matías para reemplazar al apóstol infiel (cfr.
Act. 1,15-26). Naturalmente que con el grupo de los Doce, aunque no pertenecía a ese grupo
dirigente, pero porque es «Miembro excelentísimo, y enteramente singular de la Iglesia y como
tipo y ejemplar acabadísimo de la misma» (LG 53), estaba María, la Madre de Jesús (Act. 1,14).
Esa pequeña Comunidad era la Iglesia Particular de Jerusalén. La Iglesia Madre y modelo de todas
las demás Iglesias Particulares que habían de ser implantadas en todo el mundo.
A los cuarenta días de celebrada la Pascua, y de haber asistido a la Pasión, Muerte y Resurrección
del Maestro, lo vieron subir al cielo, pero antes les había mandado «no alejarse de Jerusalén, sino
esperar no muchos días a que se cumpla la promesa del Padre, de ser bautizados en el Espíritu
Santo» (Act. 1,4-5).
Y así llegó, en la fiesta de Pentecostés (32), el momento del Espíritu Santo, como había llegado la
«Hora» de Jesús, cfr. Jn 2,4; 13,1). Esta es la «Hora» de la Iglesia, o como decían los Padres
Apostólicos: «El día natalicio de la Iglesia». Un Eclesiólogo moderno dice que: «Pentecostés no
señala el nacimiento de la Iglesia, sino, mejor «su venida al mundo» como se dice de un bebé, que
después de haber estado formado en el seno materno, «viene al mundo» cuando aparece a la luz
y comienza a vivir la existencia humana. «Así la Iglesia, la nueva criatura, nacida, el Viernes Santo
del Costado abierto de Cristo (cfr. SC 5), en Pentecostés aparece a plena luz, es manifestada a una
multitud innumerable. Y, al mismo tiempo que es enviada al mundo, recibe el empuje misionero»
(33).
Dice Juan Pablo II que «La misión de la Iglesia, al igual que la de Jesús, es obra o, como dice a
menudo Lucas, obra del Espíritu. Después de la Resurrección y Ascensión de Jesús, los apóstoles
viven una profunda experiencia que los transforma: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los
convierte en testigos o Profetas, (cfr. Act. 1,8; 2,17-18), infundiéndoles una serena audacia que les
impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima» (RM 24).
Con el primer sermón de Pedro que es precisamente modelo de sermón Kerigmático de primera
evangelización (34), se convirtieron cerca de tres mil personas (Act. 2,41) y así queda probado que,
como afirma AG 6, «El medio principal para la plantación de la Iglesia es la predicación del
Evangelio de Cristo».
Una lectura atenta de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra cómo la Iglesia primitiva siguió la
metodología misionera o caminos de evangelización que encontramos descritos en el capítulo
cinco de la RM, en la cuarta parte de EN y el capítulo dos de AG. Fundamentalmente esos caminos
o vías de Evangelización son: primero el testimonio de vida, luego el anuncio Kerigmático después
la conversión, enseguida el Bautismo y finalmente la formación de la Iglesia Particular.
Pero nos dice AG 6 que «cumplidas estas etapas, no termina aquí, sin embargo, la acción
misionera de la Iglesia, sino que toca entonces a las Iglesia Particulares ya constituidas el proseguir
dicha acción, y predicar el Evangelio a los que todavía están fuera».
Eso fue exactamente lo que aconteció con la Iglesia Particular de Jerusalén. Luego de una misión
ad gentes ad intra, que duró probablemente unos cuatro años, comenzó la misión ad gentes ad
extra, es decir la predicación Kerigmática fuera de Jerusalén, por toda Judea y Samaria, pero
siempre dirigida a los Judíos y a los prosélitos.
El suceso providencial que desató esa misión ad gentes ad extra fue nada menos que el martirio
del primer testigo cristiano San Esteban, unos cuatro años después del día del Pentecostés.
Con la lapidación de Esteban «se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén y
todos, menos los Apóstoles, fueron dispersos por las reglones de Judea y Samaria… pero los
dispersos iban por el País difundiendo la Palabra de Dios» (Act 8,1-4).
Con toda razón puede exclamar Tertuliano (año 197 d.C.): «Segando nos sembráis; más somos
cuando derramáis más sangre, pues la sangre de los mártires, es semilla de cristianos» (35).
Entre los que salieron a esa primera misión ad gentes, aunque todavía no directamente entre
paganos sino entre semi-paganos, (como eran los Samaritanos), estaba Felipe, el compañero del
mártir Esteban, (cfr. nombramiento de los siete: Act 6,5), quien preparó a la comunidad samaria
para la visita pastoral de los Apóstoles Pedro y Juan (Act. 8,14-17).
Los Apóstoles Pedro y Juan fueron a Samaria, confirmaron en el Espíritu Santo a los bautizados
(Act. 8,17), dieron testimonio, comunicaron la Palabra del Señor «anunciaron la Buena Noticia en
muchas de las Aldeas de Samaria, y regresaron a Jerusalén» (Act. 8,25).
Hubo otros centros de misión ad intra, como nos lo cuenta Act. 11,19 que «los que se habían
dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido hasta
Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la Palabra a nadie más que a los Judíos».
Un primer caso de misión ad gentes se presentó con un de los llamados «Temerosos de Dios», es
decir de aquellos paganos que buscaban de buena voluntad a Dios, pero que no se sometían a la
ley de Moisés en aquello de la circuncisión. Fue el caso de Felipe con el funcionario de Etíope que
nos narra (Act. 8,26-40).
Mientras tanto los Apóstoles, comenzando por Pedro como jefe, continuaban afirmando que «aún
Judío le prohíbe su religión tener tratos con extranjeros, o entraren sus casas» (Act. 10,28) y hasta
continuaban estrictamente ceñidos a la ley veterotestamentaria (cfr. Levítico 11), considerando
profano lo que Dios ya ha purificado (cfr. Act. 10,14).
Pedro y los Once aún no habían pasado las barreras Pre-pascuales para lanzarse a una misión Post-
pascual sin fronteras, como es la del Resucitado. Los Apóstoles todavía estaban siguiendo las
estructuras de una misión preparatoria (Mt 1,5) con la cual el Maestro había querido dar
cumplimiento a las promesas del Antiguo Testamento. Los Apóstoles no acababan de entender
que la misión de la Nueva Alianza a la que ellos habían sido enviados en Pentecostés, era
universal, para todos los hombres y en todas partes.
Aconteció entonces un hecho que es fundamental en la historia misionera: el caso del Centurión
Cornelio, en Cesarea, a orillas del Mediterráneo (Act. 10).
El autor mismo de los Hechos le da una grande importancia y hace resaltar en su relato que no se
trata de un simple caso individual de conversión, sino de un hecho trascendental como lo será la
conversión misma de Pablo.
Se trata de un caso semejante de Felipe con el Etíope (Act. 8,26), pero con el agravante de que
aquí es el mismo Jefe del Colegio Apostólico quien recibe la revelación de que «No se debe llamar
profano (salvaje) o inmundo (impío) a ningún hombre» (Act, 10,28) y que «Dios no hace acepción
de personas, sino que le es agradable quien lo teme y practica la justicia aunque pertenezca a
cualquier pueblo» (Act. 10,34).
Ante el asombro de los fieles Judíos circuncisos el Espíritu Santo desciende sobre los paganos
incircuncisos de buena voluntad (temerosos de Dios) y entonces Pedro los manda bautizar (Act.
10,48) porque, dice, «¿Quién soy yo para poner estorbos a Dios?» (Act. 11,17).
A este caso se refiere RM 21 cuando dice que «el Espíritu Santo es en verdad el protagonista de
toda misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad gentes, como se ve
en la Iglesia primitiva por la conversión de Cornelio».
EL PRIMADO DE PEDRO
Hasta este momento de la historia evangelizadora aparece el Apóstol Pedro (Cefas) como el
cabecilla o jefe visible de toda la misión eclesial, De aquí en adelante, cuando ya aparecen nítidas
las dos formas tradicionales del único ministerio eclesial: la forma de apostolado para ir a los no
cristianos, y la forma de Pastoral para entender a los cristianos, Dios sus cita un nuevo Apóstol,
Saulo (Pablo). El Apóstol Pedro, seguirá siendo el jefe de los Apóstoles y de la misión porque «el
Señor Resucitado confirió al Colegio Apostólico encabezado por Pedro el mandato de la misión
universal» (RM 63), y sabemos que de Palestina (Jerusalén) pasó a pastorear en la Iglesia Particular
de Antioquía por los años treinta y siete, y más tarde lo encontramos en la Sede Primada de Roma,
donde murió mártir en el año sesenta y siete de nuestra era cristiana.
LA MISIÓN DE PABLO
Pablo ha sido llamado directamente por Dios para que sea Apóstol como los Doce, pero con
vocación específica ad gentes. Así queda claro el porqué «el decir que todos los católicos deben
ser misioneros, no excluye que haya «Misioneros ad gentes y de por vida, por vocación específica»
(RM 3.
Saulo había nacido en Tarso (Cilicia), más o menos contemporáneo de Jesucristo, «Judío pero
crecido en Jerusalén, formado en la escuela de Gamaliel» (cfr. Act. 5,34) lleno de celo por Dios,
«aprobó la lapidación de San Esteban» (Act:8,1), «perseguía a la Iglesia y entraba de casa en casa
para sacar hombres y mujeres y hacerles llevar a la cárcel» (Act, 8,3), «recibió cartas del sumo
Sacerdote para ir en contra de sus hermanos judíos de Damasco y traerlos prisioneros a Jerusalén
para que fueran castigados» (Act. 9,2; 22,5), «hasta creyó un día que era su deber trabajar
activamente contra el nombre de Jesús el Nazareno, como lo hizo en Jerusalén» (Act. 26,9).
Unos dos años después de la muerte de Esteban viene la vocación misionera de Saulo, «llamado
también Pablo» (Art. 13,9), cuando en el camino de Damasco el Señor le dice: «Me he aparecido a
ti para constituirte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostraré; te mando para
que abras los ojos del pueblo judío y de los paganos para que pasen de las tinieblas al a luz… y
hereden con aquellos que han sido santificados por la fe en mí» (Art. 26,16-18).
Pablo es ministro del Evangelio entre los paganos (Col 1,25-27; 2 Cor 3,6) y «ejercita su oficio
sagrado del Evangelio de Dios para que los paganos sean una ofrenda agradable, santificada por el
Espíritu Santo» (Rom 15,16). A Pablo, «aunque el más pequeño entre todos los santos (los
creyentes) ha sido concedida la gracia de anunciar a los gentiles (paganos) las inescrutables
riquezas de Cristo» (Ef 3,8). «A mí -afirma Pablo-me ha sido confiado el Evangelio para los no
circuncidados, como a Pedro el Evangelio para los circuncidados, porque aquel que obró en Pedro
para hacerlo Apóstol obró también en mí para los paganos» (Gal 2,7). Ya que en Cristo no es la
circuncisión lo que cuenta o la no circuncisión, sino la fe que obra por medio de la caridad (Gal
5,6). «¿Que son hebreos los otros? también yo; ¿que son israelitas? también yo; ¿que son de la
estirpe de Abraham? también yo; ¿que son Ministros de Cristo? yo lo soy más que ellos (2 Cor
11,22).
Un Levita de Chipre de nombre José pero llamado por sobrenombre Bernabé (que significa «hijo
de la consolación») «(Act. 4,36) fue quien presentó ante el grupo de los Doce al converso Pablo
(Cfr Act. 9,27) quien había estado evangelizando en Damasco, pero había tenido que huir a
Jerusalén, descolgándose por la muralla en una canasta (Act. 9,25).
En Jerusalén, Pablo «hablaba abiertamente en nombre del Señor y hablaba y discutía con los
hebreos de la lengua griega; pero éstos intentaron matarlo. Cuando lo supieron los hermanos (los
creyentes) lo llevaron a Cesarea (de Filipo) y lo hicieron partir para Tarso (su tierra) (Act. 9,28-30).
Hasta ahora, más o menos los seis primeros años de la Iglesia Neotestamentaria, ha sido Jerusalén
el centro de convergencia de toda actividad eclesial, tanto en el servicio de Pastoral para los
creyentes como en el trabajo especifico misionero de salir hacia los no creyentes.
APÓSTOL DE LA MISIÓN «AD GENTES»
Con San Pablo se abren realmente las fronteras de la misión y se busca otro centro de
convergencia, otro sitio de referencia, que va a ser Antioquía de Siria, naturalmente sin desplantar
la Iglesia Madre de Jerusalén.
Luego del martirio de Esteban, algunos creyentes nativos de Chipre y Cirene habían huido de
Jerusalén y habían llegado hasta Antioquía, en donde, más o menos por dos años, se dedicaron a
predicar a los griegos y lograron que un gran número creyeran y se convirtieran al Señor (Act. 11,
19).
Cuando eso se supo en la Iglesia de Jerusalén, enviaron para Antioquía de Siria a Bernabé que «era
un hombre virtuoso, lleno de Espíritu Santo y de fe» (Act 11,24).
Al saber Bernabé que Pablo estaba en Tarso (no muy lejos de Antioquía) fue a buscarlo y lo trajo
consigo para Antioquía en donde Evangelizaron juntos por un año entero.
Seguramente que el trabajo de Bernabé y Pablo en Antioquía fue tan intenso y efectivo que fue allí
precisamente en donde «por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos» (Act. 11, 26).
Ese Kerigma de Primera Evangelización debía ser de verdad tan impactante que los griegos
paganos quisieron dar el apelativo de «Ungidos» a los que iban siendo evangelizados.
VIAJES MISIONEROS
Como la lógica misionera es pasar de evangelizados a evangelizadores (Cfr EN 13y 24), sucedió en
Antioquía que «mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, el Espíritu Santo dice:
«Separadme a Bernabé y a Saulo (Pablo) para el trabajo al cual los he llamado y entonces, después
de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron» (Act.13,2-3).
Aquí comienzan los famosos viajes misioneros de San Pablo, que son modelo de Misión Ad Gentes
en la Historia de la Evangelización.
INCULTURACIÓN Y MISIÓN
San Pablo presenta el modelo de esa Evangelización cuando en sus viajes misioneros desvincula el
Evangelio de la cultura judía y lo va inculturando en las diversas culturas que se encuentra «sin
reducción ni ambigüedad» (EN 32).
San Pablo entendía muy bien que «la Iglesia por medio de la inculturación encama el Evangelio en
las diversas culturas y al mismo tiempo introduce los pueblos con sus culturas en su misma
comunidad; transmite a las mismas su propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y
renovándolas desde dentro. Por su parte, con la inculturación, la Iglesia se hace signo más
comprensible de lo que es el instrumento más apto para la misión» (RM 52).
El primer fruto de la Misión ad gentes que impulsaba San Pablo fue haber ocasionado el primer
Concilio en la Iglesia, el Concilio de Jerusalén, más o menos a los quince años de la vida eclesial
neotestamentaria, que fijó precisamente las leyes de la inculturación evangélica (cfr. Act 15,1-32).
Otra cosa que debemos tener en cuenta en nuestro estudio de Historia de Evangelización es la
constante preocupación que mostraron los primeros Cristianos por conservar la unidad eclesial.
Se dice hoy que la misión ad gentes tiene a la Iglesia Particular por origen y meta, es decir, que
toda Evangelización ad gentes debe partir del corazón (con la autoridad del envío) de la Iglesia
Particular. Solamente así aparece la realidad teológica de la Iglesia Universal. Pues bien, San Pablo
estuvo muy atento a que sus viajes misioneros ad gentes, tuvieran siempre como punto de partida
y de llegada su Iglesia Particular de Antioquía, y además, en cada uno de esos viajes visitó la
Iglesia-Madre de Jerusalén, con el fin de reforzar la auténtica comunión.
Tres grandes viajes misioneros realizó San Pablo con el anhelo vivo de implantar la Iglesia hasta en
la ciudad misma de Roma, que era tenida en ese entonces en Jerusalén como «dos extremos
confines de la tierra» (Act 1,8), y por tanto, de la geografía misionera.
El primer viaje misionero paulino, unos 2.000 kilómetros, duró cerca de tres años, más o menos
desde la primavera del año 45 d.C. hasta la primavera del 48.
Fueron visitadas las regiones de Pisidia, Licaonia y Panfilia (al suroeste de Asia), y la isla de Chipre.
Fueron establecidas las Comunidades Eclesiales de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe y
Perge.
Uno de los frutos más significativos de este primer viaje fue la conversión del pagano Sergio Paulo,
que era el Gobernador de la isla de Chipre (Act 13,12).
En Listra hubo excesos en el trato con los misioneros: primero pretendieron adorarlos, y luego
quisieron apedrearlos hasta casi darles muerte (cfr Act. 14, 8-20). Es por eso que San Pablo dice
que «para entrar en el Reino de Dios hay que sufrir muchas aflicciones» (Act. 14,22) y Juan Pablo II
afirma que «la misión recorre el camino del despojamiento total de sí y tiene su punto de llegada a
los pies de la cruz» (RM 88).
El procedimiento evangelizador que prosigue San Pablo es exactamente aquel que propone el
capítulo V de la RM, a saber: testimonio de vida (del misionero mismo, de la familia cristiana y de
la comunidad eclesial (RM 42), anuncio explicito de Cristo, crucificado, muerto y resucitado (RM
44), conversión cristiana, adhesión plena y sincera a Cristo mediante la fe (RM 46), el Bautismo
Sacramento, la constitución dé la comunidad eclesial (si aún no existe) (RM48), etc.
Precisamente al finalizar ese primer viaje misionero de San pablo fue cuando tuvo lugar el Primer
Concilio de la Iglesia, el Concilio de Jerusalén.
El Concilio de Jerusalén tuvo lugar, aproximadamente, en el año 49 d.C. y aún hoy en día es
considerado como fundamental para la orientación de la evangelización.
Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que «llegados Pablo y Bernabé del primer viaje reunieron
la Iglesia (de Antioquía) y contaron cuanto había hecho Dios con ellos y cómo habían abierto a los
gentiles la puerta de la fe» (Act. 14,27). Algunos no estaban de acuerdo en que se hubiera recibido
el Bautismo a gente incircuncisa y esto «produjo una agitación y disputa no pequeña... al cabo
determinaron que subieran a Jerusalén Pablo y Bernabé, acompañados de algunos otros... para
consultar sobre ésto a los Apóstoles y Presbíteros de Jerusalén» (Act. 15,2).
El tema que se trató en ese Concilio de Jerusalén fue nada menos que el de la Inculturación
Evangélica. De una vez por todas quedó resuelto que la Profesión de fe Católica era posible en
todas las culturas, y que la Profesión de fe Católica no destruía la cultura del hombre porque «la
Iglesia misma, siendo universal por vocación y por misión, cuando mete sus raíces en la variedad
de los terrenos culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo fisonomías y
expresiones exteriores diversas» (EN 62).
Desde el Concilio de Jerusalén ha quedado muy claro que, como afirma Mons. José Saraiva M.: «la
Iglesia, sobretodo, reconoce, respeta y estima las varías culturas de los pueblos a causa de los
valores positivos en ellas incluidos, y que pueden constituir una verdadera preparación evangélica,
una providencial predisposición para el anuncio de la Buena Nueva» (36).
Lo que pudiéramos llamar las «actas» del Concilio de Jerusalén está suficientemente descrito en
los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de San Pablo, sobre todo en Gálatas y I Corintios.
La definición Conciliar la encontramos en Act. 15, 28: «ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros,
no imponeros ninguna otra carga más que estas necesarias (enumera algunas impurezas legales
cuya significación religiosa parece universal)».
Lo más importante de este segundo viaje misionero fue que se pasó del continente Asiático, en
donde había nacido el cristianismo, hasta el continente Europeo, siempre con la seguridad de que
había de llegar hasta los cinco continentes del mundo.
En este segundo viaje, San Pablo, con mayor precisión aún, quiso poner en práctica todas las
normas de inculturación que había dado el reciente Concilio de Jerusalén.
San Lucas, autor de las narraciones de estos viajes y que parece que estuviera como misionero en
Tróade (Act. 16,11 dice en primera persona «navegamos… llegamos») afirma que San Pablo
«atravesando las ciudades, les comunicaba los decretos dados por los Apóstoles y Ancianos de
Jerusalén, encargándoles que los guardasen» (Act 16,4). Les enseñaba también que «para hacerse
cristiano no es necesario que un gentil se someta a la ley judía» (RM 24).
ESBOZOS DE ECLESIOLOGÍA
Seguramente de predicación preferida por San Pablo, luego naturalmente del Misterio de Cristo,
era el de la Iglesia «que desde el Concilio de Jerusalén abre sus puertas y se convierte en la casa
donde todos pueden entrar y sentirse a gusto, conservando la propia cultura y las propias
tradiciones, siempre que no estén en contraste con el Evangelio» (RM 24).
Tiene también San Lucas otra preocupación en la narración de estos viajes misioneros de San
Pablo, y es hacernos palpar la realidad de que es el Espíritu Santo quien guía la misión eclesial, o
como dice RM 24; «El Espíritu, cuando los evangelizadores salen de Jerusalén, asume aún más la
función de «guía» tanto en la elección de las personas como de los caminos de la misión. Su acción
se manifiesta de modo especial en el impulso dado a la misión que de hecho, según palabra de
Cristo, se extiende desde Jerusalén a toda Judea y Samaria, hasta los últimos confines de la tierra».
Por inconvenientes muy humanos, Bernabé no acompañó a Pablo en este segundo viaje
misionero. El compañero de Pablo en esta ocasión es Silas (cfr. Act. 15,40).
En este segundo viaje San pablo estuvo en Derbe, Listra, Iconio, Antioquía de Frigia, Tróade,
Neópolis, Filipos, Tesalonica, Berea, Atenas, Corinto, Cencreas, Efeso, Cesarea de palestina y
Jerusalén. Es maravilloso, como ejemplo de predicación inculturada, el discurso de Pablo en el
areópago de Atenas: «Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos, porque al pasar y
contemplar los objetos de vuestro culto he hallado un altar en el cual está escrito: «Al dios
desconocido». Pues ese que sin conocerle veneráis es el que yoos anuncio» (Act. 17,22).
El tercer viaje apostólico de San Pablo (unos 4.500 Km) fue el más largo, desde la primavera del 53
d.C., hasta la primavera del 58 d.C., pero teniendo en cuenta que permaneció dos años en Efeso
(Act. 19,10) y cerca de dos años prisionero en Cesarea (Act.24,27).
En ese tercer viaje Pablo estuvo en Efeso, Tróade, Neápolis, Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas,
Asón, Mitilene, Mileto, Pátara, Tiro, Tolemaida, Cesarea y Jerusalén.
Fue un viaje lleno de sufrimientos, más que los anteriores, pero al mismo tiempo de inmensa
alegría porque el Apóstol pudo sentir experiencias nuevas como aquellas a que se refiere en su
discurso de despedida a los Ancianos de Efeso (Act. 20, 17-38). «No hago ninguna estima de mi
vida -le dice- con tal de acabar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de anunciar el
Evangelio de la gracia de Dios... En todo os he dado ejemplo». (Act 20,24).
El tercer viaje misionero de San Pablo terminó en Cesarea, pero de inmediato (cfr Act. 27,2) siguió
el; que siempre había sido su sueño, su viaje a Roma para predicar también allí el Evangelio (cfr
Act. 19, 21; Rom 1,10; 15,23).
A Roma llegó San Pablo más o menos en el año 59 d.C. y allí permaneció prisionero cerca de dos
años, probablemente en una casa del Transtévere, pero siempre evangelizando a hebreos y
paganos (Act. 28,30). Todavía allí afirma San Pablo que, como los judíos se muestran duros para
aceptare1 Evangelio, él se va a dedicar a predicárselo a los no judíos, seguro de que «ellos sí lo
escucharán». Es que San Pablo definitivamente es el Apóstol de los Gentiles, (cfr Act. 28,28).
Además de eso que nos narran los Hechos de los Apóstoles acerca de los viajes misioneros de San
Pablo, por las mismas cartas del Apóstol sabemos otros pormenores de su vida: su defensa ante el
César (2 Tim 4, 16), el viaje por España al cual se refiere en Romanos 15, 24, y su constante
preocupación por la evangelización de todos (Col 2,1).
Por otras fuentes sabemos que San Pablo sufrió otro proceso en Roma en el año 65 d.C. y que,
finalmente fue condenado a muerte allí mismo en Roma en el año 67 d.C.
Además del trabajo apostólico de San Pablo, que es como el modelo de todo trabajo específico de
primera evangelización, también debemos hablar en la 1-listoría de la Evangelización en la Iglesia
Primitiva de un ingente trabajo misionero itinerante que realizaron los otros Apóstoles.
OTROS MISIONEROS
Nos dice Eusebio de Cesarea que «los Apóstoles por cerca de doce años estuvieron dedicados (a
evangelizar) en Palestina y en las regiones limítrofes; luego se repartieron por todo el mundo
tomando el camino de oriente occidente». (37).
De los estudios que al respecto hemos encontrado de Monseñor Andrea Herba (38) y del Padre
Pietro Chiocchetta (39) recogemos algunos datos valiosos que seguramente van a servir para que
nuestros alumnos tengan un conocimiento, siquiera sea superficial, del trabajo misionero de
primera evangelización que realizaron los demás Apóstoles.
San Andrés era hermano carnal de San Pedro y fue él quien se lo presentó a
Jesús. Antes de ser Apóstol era discípulo de Juan el Bautista.
San Andrés probablemente evangelizó por las regiones del Mar Negro
(Capadocia, Galacia, Bitinia, Ponto, Tracia, Macedonia) y finalmente en
Grecia.
Se dice que tenía varias hijas, que dos de ellas habían permanecido vírgenes,
que habían acompañado al Apóstol hasta el martirio. Según cuenta Eusebio
en su Historia Eclesiástica, San Felipe evangelizó con un fructuoso ministerio
a Frigia, y murió mártir en Gerápolis, la capital.
SAN MATÍAS fue elegido por los Once para llenar el puesto que había dejado
vacío el apóstol infiel , Judas Iscariote (cfr Act. 1,15). Parece que hubiera
sido uno de los setenta y dos misioneros pre-pascuales (cfr Lc. 10,1). y que a
esos es que se refiere Act. 1,21.
Como podemos admirar, fue de verdad que los Apóstoles se dieron del todo a la predicación del
Evangelio por toda la tierra.
No se contentaron con visitar las regiones, sino que donde llegaban, trabajaban por la conversión
cristiana de sus habitantes, y continuaban en la evangelización hasta constituir una comunidad
Eclesial en cada lugar evangelizado.
Queda entonces bien claro que la Misión Ad Gentes de la Iglesia Primitiva cumplió a cabalidad su
tarea ingente de implantar la Iglesia en todo el mundo conocido de entonces, en los diversos
continentes (menos en el de América que aún no estaba descubierto), entre Judíos, Griegos y
Romano, y entre todos los hombres de todas las culturas, teniendo siempre como referencia de
acción tres Iglesias Particulares, que vienen a ser para posteridad modelo y meta: Jerusalén,
Antioquía y Roma. Un poco más adelante el modelo será más perfecto porque ya será una
«Pentarquía» (cinco Iglesias particulares) el Sacramento de la Única Iglesia Católica: los cinco
patriarcados de Roma, Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla, que como cinco
continentes formarán la estrella de la Evangelización.
La pequeña Comunidad Eclesial del Cenáculo estaba conformada por los Once Apóstoles,
nominalmente citados (Act 1,13) como padres en la fe de los creyentes en Jesucristo, así como es
Abraham padre de los que esperaban en el Antiguo Testamento.
También estaba allí en el Cenáculo María, madre de Jesús y madre de la Iglesia, citada igualmente
en forma nominal (Act. 1, 14) «como miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia»
(LG 53).
Y para que estuviera completa la Iglesia Panicular del Cenáculo también había allí un grupo
comprometido de fieles laicos, hombres y mujeres, que eran «testigos de que Dios ha resucitado a
Jesús, lo ha enaltecido y colocado a su derecha, lo ha hecho Señor y Mesías» (Act. 2, 32-36).
Desde el momento de la Ascensión, esa comunidad Eclesial «se reunía siempre para orar Act. 1,14)
y ya desde el día mismo de Pentecostés «se agregaron a los creyentes unas tres mil personas, y
eran fieles en conservar la enseñanza de los Apóstoles, en compartir el pan y en la oración» Act. 1,
41-42; 2, 43-47).
Los Doce Apóstoles son el Colegio Apostólico y, con Simón Pedro como presidente, son los
Depositarios directos de la tradición Eclesial y los Poseedores exclusivos de los poderes Jerárquicos
del Único Ministerio en la Iglesia Neotestamentaria.
A este respecto nos dice el P. Giglioni que «la Iglesia, según la antigua praxis apostólica y patrística,
ha elaborado metodologías propias de evangelización, que se desarrollan en variedad de tiempos
y modos... la catequesis es la profundización del Kerigma para aquellos que, con la conversión,
entraron ya en el Catecumenado y se preparan para recorrer el camino de la iniciación cristiana
(AG 14); está finalmente la predicación Homilética, que se hace en el contexto litúrgico-
sacramental a los ya bautizados (SC. 52)» (42).
SACRAMENTOS DE INICIACIÓN
Además de la administración del Bautismo, que siempre ha sido tenido como la puerta de entrada
a la Iglesia, la Primera Comunidad eclesial de Jerusalén vivía la realidad de la Eucaristía o, como se
la denominaba entonces, la «Fracción del Pan» (Act. 2, 42; 20, 7; 1 Cor 10, 16).
Los primeros creyentes ya estaban seguros de que «la Iglesia vive y crece continuamente
mediante la Eucaristía» (LG 26; cfr UR 15), y construían en torno a la Eucaristía la Comunidad,
celebrando no solamente, como hacemos hoy en día, la sagrada Comunión y la Santa Misa, sino
una cena familiar, todo en un clima de verdadera caridad fraterna, «con un solo corazón y una sola
alma» (Act 4,32).
CONCIENCIA DE LA APOSTOLICIDAD
Otro aspecto muy importante en la vida de la Iglesia Primitiva de Jerusalén era el sentido que
tenían de la Apostolicidad, como base estructural eclesial. Todos los primeros cristianos se sentían
de verdad, Nuevo Pueblo de Israel fundado por Jesucristo sobre el cimiento de los DOCE.
Para esos primeros creyente la persona del Apóstol era sagrada, porque encarnaba el principio de
autoridad en la comunidad Eclesial, y aseguraban la autenticidad Profética y Sacerdotal de toda la
Tradición.
El ideal cristiano era creer con el Apóstol y obrar como el Apóstol. Por su parte, «los Apóstoles
atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor, y gozaban todos ellos de gran favor» (Act.
4,33).
Estaba muy definido que, por voluntad expresa del mismo Jesucristo, «la Iglesia
Neotestamentaria, en efecto, es dirigida y guiada por el Espíritu, que generosamente distribuye
diversos dones Jerárquicos y carismáticos entre todos los bautizados, llamándolos a ser -cada uno
a su modo- activos y responsables» (43). Todos estaban seguros de que «la misión salvífica de la
Iglesia en el mundo es llevada a cabo no solo por los ministros en virtud del sacramento del Orden,
sino también por todos los fieles laicos... éstos en virtud de su condición bautismal y de su
específica vocación:., cada uno en su propia medida» (Ch FL 23).
Los Apóstoles ejercían sus poderes Jerárquicos para la consolación de la Comunidad, y es así como
los vemos que eligen a Matías para llenar el vacío de Judas Iscariote (Act. 1,15-26), que imponen
las manos para consagrar a los primeros ministros ordenados (Act. 6,1-6), que visitan los hogares
(Act. 5,42), confirman en el Espíritu Santo a los Bautizados (Act. 8, 14- 17) y visitan pastoralmente
las aldeas vecinas (Act. 8, 25; 9 32 y 43). Todo este servicio ministerial es propiamente la actividad
pastoral.
ESTRUCTURAS DE BASE
Como aún no había la figura de Parroquia, que solamente aparece a finales del siglo IV, los
Apóstoles iban organizando lo que hoy podemos llamar «Comunidades Eclesiales de Base» que
son «grupos de cristianos a nivel familiar o de ámbito restringido, los cuales se reúnen para la
oración, la lectura de la Escritura, la catequesis, para compartir problemas humanos y eclesiales de
cara a un compromiso común... se enraízan en ambientes populares y rurales convirtiéndose en
fermento de vida cristiana» (RM 51).
Además como, a la par se hacía la misión Ad Gentes, la Iglesia se iba implantando entre los Judíos
y, entre los paganos, y, poco a poco se fueron formando «comunidades con estructuras eclesiales
adecuadas y sólidas que tienen un gran fervor de fe y de vida, que irradian el testimonio del
Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal» (RM 33).
Parece que el Colegio Apostólico, por lo menos en los doce primeros años de vida eclesial en
Jerusalén, permaneció allí como centro de referencia para la estructuración de todo servicio
ministerial. Luego, cada uno de los Apóstoles salió hacia donde lo llevaba el Espíritu, pero siempre
permanecía en la comunidad la idea de que cada apóstol encarnaba la suprema autoridad del
Colegio de los Doce, y ellos mismos, los Apóstoles, daban ejemplo de Unidad.
En el año 70 d.C. sabemos que Tito se apoderó de Jerusalén y destruyó el famoso Templo de
Salomón que había sido restaurado por Herodes el grande, pero ya para esa época los Apóstoles
tenían fundadas muchas Iglesias Particulares en todo el Imperio Romano.
Los Doce eran misioneros itinerantes, porque cuando en un lugar determinado ya habían logrado
establecer una comunidad Eclesial le nombraban como jefe espiritual un Presbítero, y ellos
pasaban a otro lugar. Algunas veces, como en Antioquía con Bernabé (Act. 11,22), en Efeso con
Timoteo (1 Tim 1,3) o con Tito en Creta (Tito 1,5) ya no se trataba solamente de Presbíteros, sino
de Obispos , y por eso ya había en esos lugares verdaderas Iglesias Particulares. Sin embargo es
muy importante tener en cuenta que tratándose de los Doce, que son considerados como
«Apóstoles Columnas» o «Testigos directos», no podían tener sucesores directos en el ejercicio del
Ministerio eclesiástico, estando aún ellos presentes, como dice un autor: «Estos prepósitos (los
Presbíteros) no son todavía Obispos Diocesanos (Particulares) en el sentido actual, puesto que de
momento solo actúan en representación de los Apóstoles. En cuanto Pablo u otro Apóstol aparece
en la comunidad, asume el primer puesto sin más ceremonias» (44). Otro autorizado autor dice
que: «hay que tener ciertamente presente la gran distancia que separa a los Obispos de los
Apóstoles pues éstos eran los «testigos directos» de Cristo y -si bien se mira- los «Fundadores de
la Iglesia», mientras que los Obispos son los «garantes de la tradición Apostólica», sus
conservadores, los continuadores de la «obra de la salud» (45). «Es que entre los Apóstoles y sus
sucesores, permanece siempre una diferencia profunda y fundamental. Ningún Apóstol ni el
Colegio Apostólico tiene un «Sucesor» en el sentido pleno de la palabra de hoy... el sucesor de los
Apóstoles no es jamás Apóstol, sino sólo Obispo» (46).
El Vaticano II, en LG 20, nos dice: «Los Apóstoles cuidaron de establecer sucesores en esta
sociedad jerárquicamente organizada. En efecto, no solo tuvieron diversos colaboradores en el
ministerio, sino que, a fin de que la misión a ellos confiada se continuase después de su muerte
dejaron a modo de testamento a sus colaboradores inmediatos, el encargo de acabar y consolidar
la obra comenzada por ellos… y así establecieron tales colaboradores y les dieron además la orden
de que, al morir ellos, otros varones probados se hicieran cargo de su ministerio».
LA COOPERACIÓN MISIONERA
Cada una de las Iglesias Particulares sabía muy bien que era corresponsable de la Evangelización
Universal, y por eso colaboraba con limosnas (Act. 8, 14) y con evangelizadores, como dice RM 27:
«En sus orígenes, por tanto, la misión es considerada como un compromiso comunitario y una
responsabilidad de la Iglesia Local, que tiene necesidad precisamente de «misioneros» para
lanzarse hacia nuevas fronteras».
Había, además, en las Primitivas Iglesias, una conciencia muy sentida de que la fe es un deseo de
imitar a Jesucristo y por eso las persecuciones, y hasta la muerte misma, eran tenidas como una
oportunidad de mostrar el desprendimiento generoso por el ideal, y como aceptación gustosa de
la Voluntad Divina.
ÉPOCAS DIFÍCILES
Los tres primeros siglos de la Iglesia son un tiempo de sufrimiento y de dolor, hasta el punto de
que en la Historia Eclesiástica de estos tres primeros siglos son llamados a menudo época de las
persecuciones» o «época de los mártires».
Pero fue precisamente el sufrimiento, la renuncia y la configuración con Cristo doliente lo que hizo
crecer de manera floreciente esas primeras comunidades eclesiales, pues los tiranos pretendieron
exterminar a la naciente Iglesia «pero aquella vid, como había sido preanunciado por los Profetas y
por el mismo Señor, que esparcía por todo el mundo sus fructuosos sarmientos, tanto más se
hacía lozana cuanto más era irrigada por la mucha sangre de los mártires» (47).
LA PAZ CONSTANTINIANA
El Emperador Constantino, en el año 313 con el Edicto de Milán y en el 325 con la convocación del
Concilio de Nicea, de verdad que dio a la Iglesia un respiro en las persecuciones y la oportunidad
de consolidar sus fuerzas espirituales y misioneras.
Fue el emperador Teodosio, a finales del siglo IV (año 395) quien decretó que el Cristianismo fuera
la religión oficial del Estado, entonces Sacro Imperio Romano, así la Iglesia tuvo la libertad religiosa
para celebrar públicamente el culto cristiano. Se podía afirmar que en esa época al menos el 10%
de los habitantes del Imperio Romano eran cristianos, pues «a fines del siglo III apenas queda en
todo el Imperio Romano una sola ciudad importante en la que no se encuentren cristianos». (48).
LA ORGANIZACIÓN LITÚRGICA
«Como era natural, las primeras fiestas que celebró el pueblo cristiano, fueron las fiestas del
Señor. Por eso ya desde el tiempo apostólico comenzó a celebrarse el primer día de la semana
como el día del Señor - Domingo. En los primeros años se celebraba juntamente el sábado judío...
La fiesta fundamental, base y origen de todas las demás, fue, naturalmente la Pascua... luego otra
del mismo rango, Pentecostés. En torno a estas dos fiestas básicas del año cristiano y de origen
apostólico, se fueron estableciendo otras: la Epifanía, la de los mártires en las cuales se leían las
actas o pasiones, que eran las historias del martirio» (49).
De la Santísima Virgen María en estos primeros siglos solamente se encuentra alguna imagen en
las catacumbas, pero su advocación comienza en serio en los siglos III y IV ya con el titulo de
Madre de Dios.
Ciertamente, la mejor contribución que los creyentes daban para la Evangelización era su
testimonio de vida. Cuando recibían el Bautismo, luego de un largo y serio tiempo de
Catecumenado, era porque ya estaban convertidos de verdad y se comprometían a ser
Sacramento de Salvación para todos los demás en la vida familiar, social y laboral. Los primeros
cristianos no conocían mediocridad en sus vidas, sino que competían por ser los mejores
ciudadanos y los óptimos cristianos.
Conceptos clave
UN PROCESO DIFÍCIL
Es cierto que en la Edad media, hablando en términos generales, como lo veremos, hubo un
pronunciado decaimiento de esfuerzo y dinamismo misioneros, si comparamos con el entusiasmo
vibrante de la Iglesia Primitiva, pero hemos de tener en cuenta, antes de emitir un juicio, que en la
Iglesia Primitiva la novedad misma del cristianismo, favoreció su propagación, mientras que en el
Medioevo se trabajó sobre todo en la consolidación doctrinal de las estructuras, que es un trabajo
serio de evangelización, pero de menos ostentación.
Además si es cierto que en la Iglesia Primitiva florecieron las muchas comunidades Eclesiales,
también debemos reconocer que en la Edad Media vibra la vida monacal y nacen las grandes
Ordenes Mendicantes.
En la Iglesia Primitiva, como lo hemos visto en la Unidad Primera, se trabajó intensamente, tanto
en la Actividad de Primera Evangelización como en la Pastoral, pero en manera alguna podemos
pretender que cori ese arduo trabajo se hubiera finalizado toda la labor de evangelización.
En esta Unidad Segunda vamos a ver cómo en todo tiempo «los horizontes y las posibilidades de la
misión, se ensanchan y nosotros los cristianos estamos llamados a la valentía apostólica… la Iglesia
debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas fronteras, tanto en la Primera Misión Ad
Gentes, como en la nueva evangelización de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo»
(RM 30).
En la Edad Media se puede constatar palpablemente cómo es cierto que en la evangelización las
ciertas actividades eclesiales están unidas con una «real y creciente interdependencia.., cada una
fluye en la otra, la estimula y la ayuda» (R.M 34) de tal modo que cuando se intensifica la Misión
Ad Gentes, se multiplica la urgencia de la atención Pastoral, y viceversa.
LA CONSOLIDACIÓN DE LA IGLESIA
Muchos han encontrado escandalosa la vida eclesial de la Edad Media. La auténtica fe en la Iglesia,
que profesamos en nuestro Credo nos exige aceptarla tal cual es, humana y divina, sin dividirla
para aceptar de ella solamente lo que nos edifica y negarle lo que nos proporciona escándalo. El
verdadero cristiano ama siempre a su Iglesia y trabaja de continuo por hacerla cada vez un
sacramento más visible de salvación universal, al ejemplo de Cristo que «vive en ella; es su esposo;
fomenta su crecimiento; por medio de ella cumple su misión» (RM 9).
CONTENIDOS DE LA UNIDAD II
Nos dice Orígenes, a principios del siglo III, que «desde que empezó la predicación, no ha habido
un solo caso de un pueblo que se convirtiera todo entero... los cristianos se reclutan uno a uno en
los distintos pueblos» (50).
Esa afirmación nos lleva a dar por seguro 4ue, desde el comienzo del cristianismo, la misión ad
gentes se ha caracterizado por ser una «actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca
concluida» (RM 31), que ha exigido siempre constancia, perseverancia, insistencia y paciencia para
lograr la conversión individual.
Es cierto que, luego de las grandes proezas misioneras de San Pablo y de los demás apóstoles
mermó el trabajo de la primera evangelización, pero no fue porque faltara la animación y el
entusiasmo, sino porque casi era una realidad que el anuncio Kerigmático ya estaba pregonado en
todo el gran Imperio Romano, tanto en el Occidente latino como en el Oriente griego.
Sin embargo, la preocupación por la primera evangelización se mantenía firme en el seno de las
Iglesias Particulares, como se mantiene el fuego entre el rescoldo, aunque no se vean las llamas.
También en la Edad Media habían muchos creyentes convencidos de «la actividad misionera
específica, la perenne misión de llevar el Evangelio a cuantos no conocen todavía a Cristo
Redentor del hombre, es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado
y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia» (RM 31; ChFL 35).
«Solamente faltaba -afirma Mons. Erba- convertir alguna minoría de campesinos y unos cuantos
aristócratas-letrados que permanecían refractarios a la nueva religión» (52).
Hacia ese objetivo propiamente, se enrutaron los trabajos de la actividad misionera ad gentes
durante este período de la Iglesia medioeval.
Ya se perfilaban unos ámbitos nuevos de primera evangelización, como dice Juan Pablo II, unas
«áreas geográficas y culturales en que faltan comunidades cristianas autóctonas... el vastísimo
areópago de la cultura y de la investigación científica» (RM 37).
Para atender una de las nuevas situaciones misioneras que se presentaba -la evangelización rural-,
Dios suscitó en Francia el gran apóstol San Martin, Obispo de Tours, quien, a finales del siglo IV,
dedicó todas sus fuerzas misioneras a la conversión de los campesinos paganos, a la destrucción
de sus ídolos ya la implantación de comuni.des eclesiales rurales, como inicio de las Parroquias
rurales, que vinieron a ser, a su hora, el instrumento salvador de las clases sociales medias, en
Francia y en el mundo entero.
Por los mismos tiempos, pero en otro ámbito muy distinto de primera evangelización, aparece la
mujer con un papel activo de la misión ad gentes.
Fueron las monjas Marcela y Paula, discípulas de San jerónimo, quienes, a mediados del siglo IV,
trabajaron incansables por la conversión de la nobleza pagana en el ambiente senatorial romano...
Lograron aquellas santas mujeres que el Evangelio fuera anunciado y escuchado en las altas
esferas de la política y de la aristocracia, hasta el punto de que los hombres nobles del Imperio
buscaban con preferencia realizar el matrimonio con las mujeres cristianas.
Otro hecho de suma importancia en la actividad misionera específica de esta época, sucedió a
comienzos del siglo V.
EVANGELIZACIÓN DE IRLANDA
El Papa San Celestino I (422-432) envió al Obispo Paladio para que evangelizara la Isla de Irlanda,
que estaba fuera de los límites del gran Imperio Romano, y que no había conocido jamás leyes o
Instituciones romanas. Parece que el Obispo Paladio, murió antes de haber tenido la oportunidad
de dedicarse a su trabajo evangelizador. Para reemplazarlo, entonces, se ofreció Patricio un joven
nacido en la Bretaña romana, quien antes había sido hecho prisionero por los piratas y vendido
como esclavo en Irlanda. De regreso, ya libre, a su patria, sintió el deseo vocacional de regresar a
Irlanda, para evangelizar. Se preparó debidamente, fue ordenado Diácono, Sacerdote y Obispo, y
partió como jefe de un grupo misionero ad gentes.
Patricio evangelizó Irlanda por 29 años y a su muerte, en 461, ya era reconocido como el gran
apóstol de Irlanda, la «isla de los santos» y la «Isla de los doctores» (52).
EXPERIENCIA NOVEDOSA
El trabajo de San Patricio tiene una inmensa resonancia en la historia de la evangelización,
concretamente en la historia de la primera evangelización, porque es la primera vez que el
cristianismo entra en contacto directo con una religión, una cultura, o un ambiente social del todo
extraño a la civilización greco-romana. Seguramente que el éxito de ese primer intento se debió a
que San Patricio, por haber estado allí antes como esclavo, conocía perfectamente, la cultura y la
lengua de los irlandeses. Vemos la razón que tiene Juan Pablo II cuando afirma en RM 53: «Los
misioneros provenientes de otras Iglesias y países... deben aprenderla lengua de la región donde
trabajan, conocer las expresiones más significativas de aquella cultura, descubriendo sus valores
por experiencia directa. Solamente con este conocimiento los misioneros podrán llevar a los
pueblos, de manera creíble y fructífera, el conocimiento del misterio escondido».
Otra nueva situación, esta sí de carácter muy generalizado, que se presentó en esta época para la
misión ad gentes, fue la evangelización de los pueblos Bárbaros que en el siglo V, cayeron sobre el
Imperio Romano.
El Padre Bernardino Llorca, Sacerdote jesuita, nos dice que «los romanos denominaban Bárbaros a
todos los que quedaban friera de su Imperio. Pero en la cuestión de las invasiones, se aplicaba esta
denominación a los pueblos que lo rodeaban a manera de cinturón de hierro, por el norte y por el
noreste. Un grupo de estos pueblos, los más orientales y de color, provenían del otro lado del
Volga. Son los Hunos, los mongoles, los Avaros y Magiares. Pero los que más dieron qué hacer,
frieron los pueblos germanos o indogermanos, que, originarios de un tronco común, se habían
multiplicado y dividido extraordinariamente, hasta formar veinte tribus diferentes» (53).
Al respecto, otro, autor nos dice que «la mayoría de los pueblos no europeos y casi todos los no
cristianos eran considerados como «Bárbaros». Estos Bárbaros no eran solamente los hombres
que no creían en Cristo, sino aquellos seres de cuerpo fuerte, capaces de llevar a cabo duras
labores, pero poseedores de un desarrollo intelectual inferior, que no les permitía controlar
plenamente sus pasiones ni su medio ambiente. Eran hombres considerados incapaces de actuar
libremente, pues vivían en sociedades limitadas e inferiores a las europeas; por tanto, se creía que
la tiranía y la esclavitud eran el gobierno apropiado para ellos» (54).
Ante las invasiones Bárbaras, era lógico que la posición del Imperio Romano fuera la defensa
militar, pero, en cambio, la cristiandad, como ya comenzaba a denominarse el grupo de los
creyentes, no podía pensar de igual manera. La cristiandad no pensó tanto en la defensa social,
aunque también colaboró positivamente en ello (55), sino en la manera de llegar con la
evangelización a esos pueblos, casi nómadas, que no tenían un territorio fijo, y que por eso se
hacían mutuamente la guerra, disputándose el suelo que pisaban.
MÉTODO MISIONERO
El método misionero que se utilizó para la evangelización de aquellos pueblos Bárbaros fue el de la
infiltración celular cristiana.
Ocurría frecuentemente que entre los muchos cautivos que lograban apresar los Bárbaros había,
muchos buenos cristianos, los cuales, infiltrados en las tropas paganas iban anunciando el
Evangelio hasta formar allí una pequeña base celular cristiana, una incipiente Comunidad Eclesial
de Base.
Un caso especial fue el del Obispo arriano Wulfilas, nieto de cristianos originarios de Capadocia,
capturados por los Godos y llevados más allá del Danubio en el año 257 d.C. consagrado Obispo
entre 342 por Eusebio Nicomedia, volvió a los Godos, y como conocía su lengua y sus costumbres,
además del Griego y del Latín, logró hacer entre ellos mucha evangelización, hasta el punto que les
hizo una traducción gótica de la Biblia. Lástima que fuera arriano, aunque con un arrianismo
mitigado (56). Pero es cierto que colaboró muchísimo en ese arduo trabajo de la evangelización de
los Bárbaros.
Más adelante, a finales del siglo IV fueron el Emperador Teodocio I y San Juan Crisóstomo, quienes
trabajaron por la conversión al cristianismo del pueblo Godo.
MISIÓN DE TESTIMONIO
Muchos pueblos Bárbaros, concretamente los Borgoñones procedentes del norte de Europa,
conocieron y abrazaron el cristianismo, en el siglo V, mediante el «contacto social que tuvieron
con los naturales ya cristianos» (57). Así comprobamos que, como afirma R.M. 42, «El testimonio
de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión» o, como dice AA 2: «Los seglares
al haber recibido participación en el ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen en la
Iglesia y en el mundo la parte que les atañe en la misión total del pueblo de Dios... ejercen, en
realidad, el apostolado con su trabajo por evangelizar… a manera de fermento».
Muy afortunada estuvo Francia porque los Francos «fueron el único pueblo, entre los pueblos
invasores que abrazó directamente, y ya no volvió a abandonar el catolicismo más puro... el
catolicismo penetró probablemente entre los Francos por medio de los soldados romanos» (58).
Precisamente en la noche de Navidad del año 496 d. C. el Rey Clodoveo se hizo bautizar con más
de tres mil francos en la Catedral de Reims por el Obispo San Remigio, y este acontecimiento es
considerado como el inicio de una nueva era para el cristianismo en Europa, y a la vez mereció
para Francia el honroso título de «Hija primogénita de la Iglesia» (59).
Aparece la egregia figura del gran Pontífice y preclaro misionero San Gregorio Magno, «hombre
verdaderamente providencial para la Iglesia... misionero en gran estilo que forma como un jalón
robusto y fuerte en la historia de la Iglesia y del Pontificado) y marca el punto de partida de una
nueva época de la Iglesia» (60).
En la primavera del 596 San Gregorio Magno envió cuarenta misioneros,, que eran monjes en el
monasterio de San Andrés en el monte Celio de Roma, para que fueran, bajo las órdenes de su
Prior Agustín, a Evangelizar los Pueblos Anglosajones de Inglaterra. Ese Prior Agustín será ms
adelante el famoso San Agustín de Cantórbery, el insigne evangelizador de la Gran Bretaña.
Se cuenta que San Gregorio Magno, años antes de su elección para el Pontificado (que fue el 3 de
Septiembre de 590), siendo monje en el convento de San Andrés, había pedido permiso a su
antecesor en el Pontificado, el Papa Pelagio II, para irse personalmente a evangelizar a la Gran
Bretaña, pero que el Papa, el Clero y el pueblo romano no lo habían permitido.
Como fruto inmediato de esa primera evangelización por los pueblos anglosajones, ya en
Pentecostés del año 597, recibió el Bautismo Etelberto, Rey de Kent, y en la noche de Navidad de
ese mismo año, también fueron bautizadas diez mil personas de la nobleza, así mismo como lo
habían hecho Clodoveo, Rey de los Francos en el 496 y Ricaredo, rey de los Visigodos de España en
589.
EXPERIENCIAS DE INCULTURACIÓN
Hay que recalcar la técnica de Inculturación que propone San Gregorio Magno para la primera
evangelización. Existe una carta suya a Melitón, primer Obispo de Londres en la que le dice:
«advierte a Agustín que después de yo haber pensado seriamente acerca de lo que conviene a los
ingleses, he decidido que no es necesario destruirlos templos, sino solamente los ídolos. Es
necesario cambiar la usanza pagana en fiesta cristiana.., es imposible querer quitarle todo de un
golpe a la mentalidad de los Bárbaros... si se quiere llegar a la cima de la montaña se va paso a
paso, no a los saltos» (61).
Mención aparte, por los esfuerzos que valió y por los muchos sacrificios que costó, merece la
evangelización de los pueblos Eslavos.
Los pueblos Eslavos tienen la particularidad de estar conformados cultural, litúrgica, teológica y
jurídicamente con estructuras propias, plasmadas de un sistema feudal germano de Occidente
amalgamado con la cultura del Imperio Bizantino de Oriente.
Para los pueblos Eslavos aceptar el cristianismo, bien fuera según los parámetros latinos o según
los parámetros Bizantinos, no significa solamente aceptar una religión, sino también aceptar un
nuevo modo de ser cultural y político.
A mitad del siglo IX llegaron a toda esa reglón de Moravia los santos hermanos monjes Cirilo y
Metodio, los cuales «Griegos de origen, Eslavos de corazón y Enviados de Roma, vienen a ser el
anillo cultural entre el Oriente y el Occidente en la Evangelización cristiana y en la promoción
humana» (64).
Metodio y Cirilo eran oriundos de Salónica y, después de una pasajera actividad misionera entre
los Káseres Turcos de Crimea, en el año 863 d.C., se trasladaron a Moravia.
Esta actitud de inculturación les trajo serios problemas con los mismos Obispos católicos, quienes
los acusaron a Roma porque estaban usando el lenguaje vulgar para alabar a Dios.
El Papa Nicolás I, los llamó a Roma para que rindieran cuentas de su misión, se mostró amable y
comprensivo con ellos, pero allí mismo en Roma murió Cirilo, Metodio regresó a Moravia para
continuar su labor misionera pero estuvo dos años encarcelado en Venecia por orden de los
Obispos católicos, a escondidas del Pontífice de Roma. Finalmente el Papa Adriano II hizo justicia y
defendió a Metodio, aprobó el eslavo como lengua eclesiástica y reconoció como legítima, la
Liturgia Eslava. Metodio continúo con toda valentía su trabajo de Evangelización para Moravia y
Bohemia, entre los Búlgaros, Servios y Rusos.
A los mil años de estas anecdóticas historias, otro Pontífice Romano, pero de origen Eslavo, hijo de
Polonia, Juan Pablo II, nombra Patronos a los Santos Cirilo y Metodio, y los presenta al mundo
entero como modelo de misioneros de Primera Evangelización porque «en laobra de
evangelización que ellos cumplieron está contenido un modelo de inculturación» (65).
La difusión del cristianismo más allá de los confines europeos habría podido realizarse con relativa
facilidad en los inmensos e inexplorados territorios orientales, en donde el Emperador Justiniano I
(527-565) había abierto la posibilidad para la Evangelización, si en 1054 no hubiera sobrevenido la
dolorosa separación de la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Bizantina, con el Cisma de
Oriente.
Tristemente sucedió con el Cisma Bizantino que las fuerzas vivas eclesiales que se deberían haber
gastado en Primera Evangelización para convertir a los no cristianos, fueron utilizadas en una
guerra religiosa: las Cruzadas.
El Cisma paralizó los impulsos magníficos de Misión ad gentes que se venían realizando, y bien
pronto los mismos Sumos Pontífices comenzaron a predicar con el famoso «Dios lo quiere» no una
Actividad Misionera Específica, sino un ejército bélico de Religiosos y soldados que partían hacia
Tierra Santa para liberar de los turcos, Árabes y Sarracenos, los Santos Lugares.
Con motivo de la clausura del Vaticano II, el 7 de Diciembre de 1965, fueron levantadas
unilateralmente las excomuniones recíprocas que pesaban desde 1054 tanto sobre la Iglesia
Oriental Griega, como sobre la Iglesia Occidental Latina. Providencialmente, y eso también es
historia, ese mismo día fue promulgado el Decreto Conciliar Misionero «Ad Gentes Divinitus»
sobre la Actividad Misionera Eclesial, como para iniciar una «nueva primavera del cristianismo»
(RM 2).
LAS CRUZADAS
En sí las luchas de las Cruzadas por la liberación de la Tierra Santa no fueron una Misión ad gentes,
pero en cierto modo favorecieron el dinamismo cristiano que muchos aprovecharon para irse a
propagar el Evangelio entre los no cristianos.
Fue en medio de esas inquietudes de las Cruzadas cuando, queriendo convertir para Cristo a los
Musulmanes, llegaron a Siria y al Norte de África los Mercedarios en 1222, los Carmelitas en 1238,
los Siervos de María en 1240 y los Agustinos en 1246.
MISIONEROS FRANCISCANOS
Por esos mismos tiempos, San Francisco de Asís en 1219 envió sus primeros misioneros a
Marruecos y a Ungueria, entre los Tártaros. Es formidable el ejemplo misionero del Franciscano
Juan de Monte Corvino, quien en 1294 llegó a Pekín-Hambalik, capital de China, y allí laboró como
Arzobispo con jurisdicción en todo el Imperio durante más de treinta años entre budistas y
nestorianos.
LOS DOMINICOS
LOS JESUITAS
Otro español, San Ignacio de Loyola, en 1523, llevado de un arranque misionero, emprendió él
solo, una peregrinación a Palestina, para según el antiguo espíritu de los cruzados españoles,
dedicarse a convertir a los mahometanos. De allí lo devolvieron los Padres Franciscanos, que no
querían saber nada de misioneros espontáneos y solitarios. Ignacio regresó y entonces fundó su
insigne Compañía de Jesús, que fue aprobada por Paulo III en l54Oy que tiene un cuarto voto para
sus Sacerdotes y es estar dispuestos para ir a la Misión ad gentes cuando el Papa se los pida. El
ejemplo de San Ignacio de Loyola «sólo se lo puede entender sabiendo hasta qué punto estaba
vivo el viejo ideal de los cruzados» (66).
Si fuéramos a hacer un estudio crítico acerca de la Misión ad gentes en la Edad Media, tendríamos
que volver a su momento histórico, y medir las vicisitudes políticas, geográficas y sociales de
entonces.
Tal vez lo único que podemos afirmar ahora, como juicio, es que la Actividad Misionera Específica
del Medioevo estuvo caracterizada por ser «trabajo disperso» (67), es decir, sin una coordinación
general que uniera los recursos humanos y los métodos de acción. Pudo haber sido las dificultades
de comunicación, la falta de medios, las distancia casi insalvables o la diversidad de las culturas, lo
que determinó que todos esos maravillosos trabajos misioneros ad gentes aparezcan hoy como
iniciativas individuales o congregacionales, no como indicativo de una Iglesia Universal
comprometida en su labor misionera.
Precisamente para salvar esa dispersión misionera el Papa Juan Pablo II dice que «un aspecto
positivo de la situación religiosa actual es la llamada vuelta o «repatriación» de las Misiones a la
Misión de la Iglesia» (RM 32) y se busca que toda Actividad Específica de Misión ad gentes sea
tenida como iniciativa de la Iglesia Universal, desde y hacia las Iglesias Particulares. Dice al
respecto el Papa que «las fuerzas misioneras provenientes de otras Iglesias y Países deben actuar
en comunión con las Iglesias locales (Particulares) para el desarrollo de la comunidad cristiana. En
particular, concierne a ellas -siguiendo siempre las directrices de los Obispos y en colaboración con
los responsables del lugar- promover la difusión de la fe y la expansión de la Iglesia en los
ambientes y grupos no cristianos» (RM 49).
Es por eso que hoy se insiste mucho en que los auténticos y genuinos misioneros son «los
enviados por la autoridad legítima, que se dirigen por la fe y obediencia a los que están alejados
de Cristo porque han sido segregados para la obra a que han sido llamados, como ministros del
Evangelio» (LG 23, citado en RM 66).
Parece que el Edicto publicado en Milán en Febrero de 313 d.C. fue redactado por Constantino,
dueño de Occidente, y Licinio, dueño de Oriente. Sin embargo la paz en las Iglesias, sobre todo en
las de Oriente, no vino hasta 323 cuando Constantino venció en Adrianópolis al pagano Licinio,
que había sido infiel al pacto de la libertad religiosa. Había quedado Constantino constituido Señor
de todo el gran. Imperio.
La Iglesia comenzó con gran entusiasmo a lucir la paz constantiniana, como una época de
prosperidad Pastoral.
Constantino hizo devolver a los cristianos todos los bienes que les habían sido confiscados, regaló
a los Papas el palacio de Letrán, construyó las Basílicas de San Pedro en el Vaticano y la de San
Lorenzo, fuera de los muros de Roma, libertó el Clero de todos los servicios municipales,
estableció el descanso dominical, declaro valida la emancipación de esclavos hecha ante la Iglesia,
consolidó el fuero eclesiástico o episcopal, otorgó a los Obispos poderes judiciales sobre los
eclesiásticos, hizo desaparecer los signos paganos de las monedas y en su lugar mandó cincelar el
monograma de Cristo; finalmente emprendió con especial energía una batalla positiva contra el
paganismo.
Más aún, a finales del siglo IV, el Emperador Teodosio el Grande, para cristianizar el imperio, llega
hasta a declarar fiera de la ley a los paganos. Pero, definitivamente, no es con leyes, ni con
espadas, sino con la justicia, la verdad y el amor como se implanta la Iglesia de Jesucristo, que es la
comunidad de los esforzados, pero no de los violentos. Cada vez la historia nos da la lecci6n de
que es cierto lo que afirma San Pablo: «Todos los que aspiran a vivir piadosamente sufrirán
persecuciones» (II Tim 3,12) Por eso mismo esa paz política fue efímera.
UNION DE PODERES
El 11 de Mayo del año 330, Constantino fijó su residencia imperial en Constantinopla, en la antigua
Bizancio Este nuevo hecho político significó muchísimo para la vida pastoral de la Iglesia que tenía
ya su centro de actividades en Roma. Hasta ese momento el Pontífice había compartido con el
Emperador el gobierno, los honores y las responsabilidades del Imperio. Ahora, la ciudad de Roma,
Italia y hasta Europa entera, miran al Soberano Pontífice como al artífice máximo de la civilización.
Ya el Papa San Silvestre I (314-335) es el primero en ceñirla tiara de las tres coronas, erigir la Iglesia
de San Juan de Letrán como Catedral de Roma, y decretar día festivo el Domingo, en recuerdo de
la Resurrección del Señor. Con el Papa San Marcos (336 - solamente duró diez meses), se hizo el
primer calendario de las fiestas religiosas.
En los comienzos de la Edad Media había numerosas Diócesis o Iglesias Particulares, y algunas de
ellas muy insignes, como Capadocia con San Basilio, Milán con San Ambrosio, Constantinopla con
San Juan Crisóstomo, Roma con San Hilario, Tours con San Martin, Jerusalén con San Cirilo, etc.
No debemos, sin embargo, dejarnos confundir con el número de Obispos y de Diócesis que nos
llegan de aquellos tiempos porque como en ese entonces aún no estaba bien conformada la
estructura eclesial de «Parroquia», todas las comunidades eclesiales de base directamente iban
siendo promovidas como a sedes episcopales. Hubo muchos Sínodos provinciales para estudiar
cuestiones trascendentales como la celebración de la Pascua, el Primado del Romano Pontífice,
etc. Y de esos Sínodos tenemos datos como estos; hubo un Sínodo en Alejandría a comienzo del
siglo IV con la asistencia de unos cien Obispos de Egipto, otro en Milán en 355 con la asistencia de
300 Obispos occidentales, en 359 otro Sínodo en Rímini-Seleucia con unos 400 Obispos; pero ya
para el Concilio de Constantinopla en 381 solamente había 130 Obispos.
Eso nos indica que seguramente en esos Sínodos se trataba de Sacerdotes encargados de la cura
de almas, que también eran llamados Plebanos, rectores de Iglesia, Curas.
Se dice que el Papa San Fabián (236-250) ya había organizado de tal manera el Clero de la ciudad
de Roma que podía contar con 46 Presbíteros, 7 Diáconos, 7 Subdiáconos, 42 Acólitos y 52 Clérigos
menores. Sabemos también que en tiempos de San Gregorio Magno (590-604) la metrópoli de
Roma constaba de diez provincias eclesiásticas y que ese Magno Pontífice «hizo esfuerzos
particulares para reorganizar e infundir nueva vida a aquellas Iglesias. Para ello procuró a todo
trance robustecer la Jerarquía» (69). A su vez, el Concilio Ecuménico de Constantinopla (381 d.C.
2do. Ecuménico) dividió a Oriente en cinco demarcaciones Eclesiásticas: Egipto (Alejandría), Siria
(Antioquía), Ponto (Cesarea), Asia (Efeso) y Tracia (Heraclia).
Con esto, la organización eclesiástica de la Iglesia oriental se adaptaba a la administración civil, tal
como había sido establecida por Dioclesiano. Además, según ese Concilio, el Obispo de
Constantinopla, por su condición de Obispo de la capital, gozaba de precedencia sobre todos los
demás Obispos, con la única excepción del Pontífice de Roma.
MODELOS ECLESIOLÓGICOS
En tiempos de San León Magno (440-461) de San Gregorio Magno (590-604) hubo serias
desavenencias entre las Iglesias de Oriente y Occidente acerca de la organización misma de la
Iglesia, ya que los orientales concebían la jerarquía eclesial en una forma piramidal escalonada,
según el modelo del estado Bizantino, cuando en la Iglesia Occidental se buscaba tener una
jerarquía de servicio. Precisamente en este aspecto son un acopio de verdadera doctrina Pastoral
y de normas rectoras de administración eclesial las 814 cartas pastorales del Papa San Gregorio
Magno.
CONCILIOS
Signos de la vitalidad y dinamismo pastoral que tenía la Iglesia del Medioevo son los Concilios, que
eran Ecuménicos si estaban convocados para regir sobre la Iglesia Universal, Generales si eran de
índole nacional, Provinciales, cuando eran de carácter provincial.
Solamente en España, en 122 años, entre la Conversión de Recaredo (año 589 d.C.) y la caída del
reino visigodo (año 711 d.C.) hubo 26 Concilios, once de los cuales fueron Generales y 18
realizados en Toledo. También los hubo muy significativos en Francia (3 en París, 1 en Orleans,
etc.) y en Italia (en Roma y Milán).
Algo de lo cual estuvo muy atenta la Iglesia Universal en toda la Edad Media fue de la Primacía del
Pontífice Romano, como sucesor del Apóstol Pedro, muerto en Roma crucificado hacía el 67 6 68
d.C., donde había llegado hacia el año 42 d.C.
«En los primeros siglos ni siquiera el nombre de “Papa” estaba reservado al Obispo de Roma en
exclusiva. A San Cipriano se le llamaba con frecuencia “Papa” y la palabra griega “Papas” era
aplicada a toda clase de clérigos. En la Edad Media la primacía del Obispo de Roma era más bien
de carácter real. Él era el centro de la comunión. Quien figuraba en su lista, pertenecía a la Iglesia,
y dejaba de ser miembro de ésta, quien era borrado de aquella... El, en cambio, el Obispo de Roma
no necesita apoyarse en nadie para estar en comunión... Optato, Obispo de Mileva en África,
escribe en el siglo IV contra los donatistas: «Sobre esta Sede descansa la unidad de todos»...
También los paganos sabían que sólo era cristiano de veras el que comulgaba con Roma» (70).
PASTORAL SACRAMENTAL
• La primera es que en este tiempo (desde el siglo IV) aparecen las primeras Fórmulas o
Rituales para la administración de los Sacramentos (Sacramentario Leoniano,
Sacramentario Gelasiano o Gregoriano, Libro de Cánticos para la Schola, etc.).
• La segunda característica es la ramificación en este tiempo de la única cepa Litúrgica en
muchas familias, tanto en Oriente como en Occidente. «surgieron entonces los cuatro
tipos litúrgicos fundamentales:
El Bautismo estaba preparado por un esmerado tiempo de catecumenado, y había escrutinios para
constatar la debida preparación. En la Absolución Sacramental el Obispo actuaba como juez
arbitral para fijar las respectivas penitencias. La Eucaristía, solamente a finales del siglo IV se
comenzó a llamar «Misa», solamente se celebraba una vez el Domingo, o, mejor cada comunidad
Eclesial se fijaba sus propias normas. Existía la «comunión doméstica» que era más o menos una
asamblea familiar.
A comienzos de la Edad Media las ceremonias litúrgicas eran hermosas pero simples porque «los
hombres antiguos eran mucho más sencillos que nosotros; de ahí que los actos más simples les
impresionaban mucho más de lo que podemos imaginar… el hombre antiguo poseía una
sensibilidad mucho mayor para la simple palabra hablada... la educación litúrgica se concentraba,
con gran unilateralidad, sobre el hablar y el oír» (72). Fue a mitades del siglo VIII cuando Pipino el
Breve y Carlomagno impusieron a todo el Imperio la Liturgia romana, que era severa, ordenada y
solemne, y entonces se fue llenando de ritos prolijos, fórmulas demasiado amplias y simbolismos
exagerados.
LAS HEREJÍAS
Desdichadamente, es la era eclesial del Medioevo la época de las grandes herejías. Cuando
terminó la era de las persecuciones, el peligro de los enemigos exteriores, llegó el momento de los
enemigos interiores, los más temibles y dañinos, los herejes y cismáticos, para minar las fuerzas
pastorales de las jóvenes Iglesias.
Desde el comienzo de la Iglesia Neotestamentaria las filosofías paganas intensificaron sus embates
para destruir, o al menos desacreditar, las doctrinas cristianas. Estaban entre muchos errores: el
particularismo judío que pretendía mantener atada a la Iglesia cristiana a la ley antigua; el
Antinomismo que buscaba excluir de la Iglesia todo tipo de ley; el Milenarismo que enseñaba que
Jesucristo, antes de la resurrección universal, instaurará en la tierra un reinado de mil años con los
justos ya resucitados; el Montanismo que aspiraba a reformar a la Iglesia con el rigorismo fanático
de perfección; el Dinamismo que enseñaba que Cristo era puro hombre pero que en el bautismo
había recibido una fuerza divina especial; el Modalismo según el cual Jesucristo era Dios
verdadero, pero solamente una forma especial del Padre.
APOLOGISTAS
Dios vino naturalmente en defensa de su Iglesia y sus citó formidables apologístas (San Justino,
Orígenes, Tertuliano, San Cipriano, San Ireneo, San Atanasio, Eusebio de Cesaréa, etc.), grandes
doctores y Pontífices que proclamaron con claridad los principios fundamentales de la fe cristiana.
ARRIANISMO
La Iglesia Medioeval puso en práctica todos los medios de su actividad pastoral para contrarrestar
el influjo de las herejías: la condena y la instrucción religiosa. Cuando el hereje no escuchaba la
sana doctrina, la Iglesia, asesorada por el poder civil, lo castigaba con la excomunión, que consistía
en declararlo excluido o indigno de la comunidad cristiana. De ordinario las condenaciones las
hacían los Concilios. En 325 el Emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea I para que
condenara la herejía del Sacerdote Alejandrino Arrio, el cual negaba la divinidad de Jesucristo. A
finales del siglo VIII tuvieron lugar las luchas iconoclastas contra el uso y el culto de las imágenes
sagradas y el Papa Gregorio III convoco desde 731, un Sínodo para que condenara esa herejía.
FORMACIÓN TEOLÓGICA
El mejor medio de evangelización que utilizó la Iglesia del Medioevo contra las herejías fue una
tarea de instrucción sólida y completa, cimentada estrictamente en la enseñanza de las Sagradas
Escrituras. Hubo magníficas obras teológicas (Diálogo con Trifón, de San Justino; Apologético, de
Tertuliano; Contra Celso, de Orígenes) y una seria organización de escuelas catequistas, que bien
podemos designar como primer intento formal de estudio científico del dogma cristiano.
Mención especial tiene una publicidad del siglo III y es la Disdascalia o «Doctrina de los Doce y de
los Santos discípulos del Salvador», porque es, como la Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles»
del siglo I, un texto formidable de catequesis.
LA ESCUELA DE ALEJANDRÍA
También a fines del siglo III se estableció una escuela oriental cristiana en Antioquía, y en el siglo
IV, otra en Edesa.
LA PASTORAL CARITATIVA
La Actividad pastoral de la Iglesia Medioeval se preocupó mucho del aspecto social caritativo,
sobre todo, con respecto a «los huérfanos y las viudas». Entre los beneficiados había los llamados
«Matricularios» que eran las personas que, por uno u otro motivo, estaban inscritos para una
atención continuada. Pero tenía esa caridad social un razonable principio que reglamentaba sus
servicios: «A los capaces de trabajar, procúreseles trabajo; caridad sólo aquel que ya no puede
trabajar» Es muy llamativo mirar como sobre las lápidas mortuorias de esa época podemos
encontrar, como hermanos, gentes de todas las esferas sociales, Prefecto de la ciudad,
Magistrado, Esclavo, Administrador de almacén, Funcionario Imperial, Abogado, Médico, soldado,
Oficial, Artesano, Herrero, Curtidor, Sacerdote, peluquero, modista, etc.
LA VIDA CONSAGRADA
Hay otro aspecto de la vida Pastoral de la Iglesia Medioeval, y es la fecundidad misionera de la vida
consagrada. Nos dice RM 69 que «la historia da testimonio de los grandes méritos de las Familias
religiosas en la Propagación de la fe y en la formación de nuevas Iglesias: desde las antiguas
Instituciones monásticas, las Ordenes medioevales y hasta las Congregaciones modernas».
VIDA MONÁSTICA
Desde principios del siglo IV se hizo cada vez más frecuente en Oriente la vida Monástica de los
Anacoretas o Eremitas, o sea de las personas que se retiraban a la soledad de una manera
definitiva, aislándose para siempre del mundo, entregándose a determinadas prácticas de piedad
y penitencia, viviendo en perfecta castidad. Modelo de vida Anacoreta fue en Oriente San Pablo el
Ermitaño, a finales del siglo IV.
Otro estilo de vida monacal muy famoso entonces, fueron las Colonias o Lauras de anacoretas, que
eran personas que vivían su vida de ermitaños, pero seguían la dirección de algún maestro
venerado. Hubo Colonias, o Lauras, muy grandes de anacoretas corno la del Desierto de Nitria,
hasta con 6.000 anacoretas, ola de San Sabas entre Jerusalén y el Mar Muerto. Modelo de este
tipo de vida monacal fueron San Antonio Abad (principio del siglo IV), Ammonio, San Hilarión, San
Macario el viejo, Marón y San Eutimio.
VIDA CENOBÍTICA
Para las personas que no tenían vocación de anacoretas, ni para vivir en colonias de ermitaños,
pero que deseaban buscar la perfección cristiana en la vida monacal, estaba también la vida
Cenobítica, que consistía en alguna manera de vida común, bajo la obediencia de un Superior y de
una Regla. Modelo y primer organizador de este tipo de vida monacal fue San Pacomio, nacido en
la Tebaida en el año 292 d.C., autor de la más antigua Regla monástica.
Egipto ha pasado a la historia como patria primera del anacoretismo, de donde pasó a Palestina, al
Asia Menor y al Occidente latino, en donde tuvo un desarrollo más lento pero al poco tiempo
cobró dinamismo verdaderamente arrollador.
MONJES FAMOSOS
En Roma se vieron los primeros monjes en 341 d.C., traídos por San Atanasio. Las primeras
fundaciones de Monacato occidental aparecieron en la Galia por obra del gran Obispo misionero
San Martín de Tours, y en Milán por San Ambrosio a finales del siglo IV. En el 391 fue San Agustín
quien lo organizó en Hipona. En 405 fue famoso el Monasterio que fundó San Honorato en la Isla
de Lérins, cerca de Marsella.
En Occidente los Monjes por antonomasia vinieron a ser los Benedictinos, hasta el punto de que
«monje» era como sinónimo de «Benedictino». La Regla Monástica de San Benito, nacido en
Nurcia Italia en 480 es considerada como el prototipo de vida monástica occidental. San Benito es
designado como el Patriarca de los Monjes occidentales en general, y sus monasterios
Benedictinos de Montecasino y de Cluny son considerados como modelo acabado. En el siglo XII
San Bernardo de Claraval será otro modelo acabado de monje culto.
MONASTERIOS EVANGELIZADORES
Además en los Monasterios se vivía «un espíritu genuinamente católico» (cfr. Rm 67; OT 20) en
donde se formaron grandes misioneros Ad Gentes como San Patricio, San Columbano y San
Bonifacio.
Si las persecuciones fueron enemigos exteriores de la Iglesia Primitiva, y las herejías fueron
enemigos interiores de la Iglesia medioeval, hay dos enemigos en la Edad media que atacan a la
Iglesia desde dentro y desde fuera: el Islam y el Cisma Bizantino.
En la parte primera de esta Unidad Segunda (cfr II.1 La Misión Ad Gentes en el Medioevo) hemos
hablado de 1a Invasiones de los Bárbaros, pero hemos dejado para este momento el referirnos a
la Invasión árabe, que «constituye el grande acontecimiento histórico del siglo VII» (73), y que
como pueblo atacó desde fuera a la Iglesia contribuyendo a acelerar el proceso del cisma de
oriente, y como doctrina ha pretendido desde dentro acabar con el credo cristiano.
El Islam y el Cisma Bizantino redujeron a la Iglesia, para toda la Edad Media, al centro y al oeste de
Europa» (74).
LOS MAHOMETANOS
Mahoma es el fundador del Mahometismo, llamado también Islamismo, y supo suscitar una idea
religiosa, capaz de identificar con las ardientes aspiraciones de los pueblos árabes creando un
formidable nacionalismo. En un siglo los árabes pudieron crear un vastísimo imperio, desde el
Cáucaso hasta el Atlántico, gracias a la fuerza religiosa de su religión islámica.
Los Mahometanos, en la Edad Media, recorrieron victoriosos la Siria, Egipto, Persia y otras
regiones orientales, conquistaron todo el norte de África, pasaron el estrecho de Gibraltar y
establecieron sus avanzadas en la Península Ibérica, Islas Baleares, Córcega y Cerdeña; más tarde
irrumpieron en Europa, pasando por la India, y llegaron hasta el corazón mismo del occidente,
midiendo y desafiando fuerzas bélicas con la Cristiandad en Lepanto y en Viena.
UN CISMA DOLOROSO
Por su parte la separación de la Iglesia Griega de la Iglesia Latina, hecho lamentable que tuvo lugar
a comienzos del siglo XI (año 1054 d.C.) no puede ser tenido como un hecho aislado en la Historia
de la Evangelización, sino como una situación desafortunada que todavía es motivo de escándalo
estorbo serio para la evangelización… sin la unidad, la Iglesia pierde credibilidad ante los no
cristianos, y no puede ser ante todo el mundo el Sacramento Universal de Cristo, Único Salvador.
Jesucristo oraba a su Padre la víspera de la pasión y le decía: «Que sean uno como nosotros somos
Uno. Yo en ellos y Tú en Mí, para que sean perfectamente Uno, y conozca el mundo que Tú me
enviaste» (Jn 17,22-23).
FALTA DE COMPRENSIÓN
Más que las distancias geográficas, que las mutuas incomprensiones, que los distanciamientos
políticos o las controversias doctrinales, lo que motivó el Cisma de oriente fue que, en su Actividad
Pastoral, la Iglesia confundió la Unidad con la Uniformidad, y pretendió construir la primera,
exigiendo la segunda. El Cisma Bizantino es un pecado contra la Inculturación, porque sosteniendo
la división estamos negando que «gracias a la Inculturación... la misma Iglesia Universal se
enriquece con expresiones y valores en los diferentes sectores de la vida cristiana, como la
evangelización, el culto, la teología, la caridad» (RM 52).
IGLESIAS AUTOCEFALAS
A raíz del Cisma Bizantino se han ido incrementando en oriente las Iglesias nacionales ortodoxas,
que profesan una autonomía absoluta, según la cual «la sede capital política de una nación no
debe ser contemporáneamente sede capital religiosa, y cada nación debe tener, dentro de sus
propios confines, una suprema autoridad religiosa independiente de cualquier otra» (76).
TENDENCIAS SECULARIZANTES
En el siglo XII comenzó a dejarse sentir una nueva cultura secular, que aparecía en Italia, Alemania
y Francia. Todavía no era el secularismo, como sistema de separación entre lo religioso y lo civil,
pero si una fuerte tendencia secularizante, como promoción laical. Hubo que dar entonces una
atención pastoral específica a esa nueva situación eclesial, y comenzaron los Clérigos Seculares,
que vivían como Sacerdotes en comunidad, pero esperaban que los fieles llegaran para atenderlos.
Así mismo apareció también los Canónigos Regulares que eran como monjes clérigos, es decir
Sacerdotes seculares que se matriculaban (de allí lo de canon o lista) para vivir y servir en una
Iglesia.
Ya se fue organizando la estructura eclesial de la Parroquia, con su Sacerdote como Párroco «En la
cristiandad primitiva no se conocían las Parroquias. Cada comunidad cristiana tenía su Obispo.
Cuando se formaba otra comunidad en otro lugar, recibía igualmente su Obispo propio. A partir de
los siglos V y VI no se establecieron ya más sedes episcopales en los lugares de poca importancia,
sino que las comunidades menores eran regidas por sacerdotes que dependían del Obispo de la
localidad principal. El titulo de Párroco aparece hasta el siglo XVI» (77).
ÓRDENES MENDICANTES
Es también el tiempo de las Órdenes Mendicantes, cuyos miembros «practicaban la cura de almas,
no valiéndose de unos derechos, sino en virtud de una confianza mutua. Los hombres no tenían
que ir a ellos, sino que eran ellos los que iban a los hombres, su propósito no es forzar, convencer,
enseñar... se aproximan a los campesinos, a los niños, soldados, a los presos, a los herejes y
paganos. De este modo empieza con ellos un capítulo totalmente nuevo en la historia del
ministerio pastoral» (78).
Entre las Órdenes Mendicantes están los Franciscanos, los Carmelitas, los Agustinos, quienes para
contemporizar la nueva cultura organizan su respectiva Orden en tres grados: Primera Orden para
Sacerdotes, segunda Orden para Religiosas, tercera Orden para laicos o seculares.
APRECIACIÓN GENERAL
Como apreciación general de esta visión de la Actividad pastoral que la Iglesia desarrolló en esta
época de su historia podemos decir que la Iglesia siempre se ha mantenido fiel a su misión de
llegar al hombre concreto con la evangelización oportuna. A veces parece que la Iglesia solamente
soportara, sin tomar parte activa, algunas situaciones históricas, pero con un análisis
desapasionado se observa que la Iglesia siempre ha sido sujeto de evangelización.
UNIDAD TRES: LA EVANGELIZACIÓN EN LA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
Conceptos clave
EL RENACIMIENTO
Después de la etapa medieval, sobrevino una época que convulsionó las tendencias y actitudes de
la ciencia, la religión y la sociedad. Fue como un brusco despertar de la humanidad, un
desperezarse del tedioso acontecimiento de la Edad Media, para lanzarse por nuevos horizontes
en la búsqueda de soluciones humanas a los interrogantes existenciales.
La primera tendencia fue el Renacimiento o Humanismo que buscaba encontrar la esencia del
hombre que debía oponerse al «Bárbaro». La convivencia obligada con aquellos hombres de
culturas tan ajenas al tipo y latino había cuestionado las bases mismas de la cultura tradicional, y
había que encontrar la manera de relacionar de nuevo al hombre con la naturaleza, con la
sociedad y con Dios.
Seguro que esta manera de pensar y de resolver las situaciones no había aparecido de improviso,
ni brotado de la nada, sino que era el resultado lógico de una metodología escolástica que
analizaba, y luego deducía.
Ese humanismo afectó naturalmente toda la actividad de la Iglesia, y entonces tanto los
Misioneros de la Primera Evangelización, como los Pastores de la Cristiandad, debieron buscar
nuevas metodologías y nuevas estrategias para la Evangelización. En el primer tema que
tocaremos en esta Unidad Tercera (1: La Evangelización en el Renacimiento y la Reforma)
trataremos de entregar a los alumnos algún material con el cual puedan captarla realidad que
vivió la Evangelización en esta época de la historia.
EFECTOS DE LA REFORMA
De una vez podemos afirmar que con la Reforma Protestante la Iglesia Católica, como en el siglo XI
con el Cisma de Oriente, padeció un estancamiento de sus fuerzas en el dinamismo misionero y
pastoral.
DIVISIONES DOLOROSAS
Durante 75 años (Desde 1305 cuando el Papa Clemente V se hizo consagrar en Lión y estableció su
residencia en Aviñón, hasta Urbano VI que ke elegido por el primer Conclave tenido en el
Vaticano) los Papas no vivieron en Roma, sino en Aviñón (Francia) y dieron la impresión de ser más
conductores políticos que Jefes Espirituales y Guías Morales del Pueblo de Dios.
Cuando ya los Pontífices estaban en Roma sobrevino entonces el doloroso Cisma de Occidente que
duró 39 años (1378-1417), que si no fue tan desastroso como el de Oriente, si desmoralizó mucho
a los creyentes y debilitó de sobremanera el dinamismo Ad Gentes.
CRISTIANOS POR MILLONES
Por esta época, siglos XIII y siguientes, la Iglesia Católica podría contar con más de treinta millones
de fieles, En comparación con la antigüedad, el territorio de la Iglesia se ha empequeñecido, pero
ha crecido en cambio su cohesión, su unidad y su energía interior. El número de Diócesis en el siglo
XIII serían unas quinientas, teniendo en cuenta que había unas de ellas que procedían de la época
romano-bizantina que más bien parecían Parroquias. Más adelante en el siglo XX vamos a ver
como en Italia se da el caso de fundir hasta cinco de esas antiguas sedes episcopales en una sola
Diócesis
Por su parte, los Obispos y los Párrocos, también hablando en forma general, gobernaban las
respectivas parcelas del Pueblo de Dios, como si fueran feudos (tierras del imperio entregadas a
beneficiarios para que las administraran como beneficios) o «Iglesias Propias» (eran Iglesias
construidas en el feudo por el feudal y entregadas como beneficio a un Sacerdote), sin
preocuparse por guiar, santificar y educar a sus fieles.
Ante ese relajamiento del Clero secular, la actividad Pastoral la realizaban en su mayor parte los
Religiosos. «Verdad es que la situación distaba mucho de ser ideal, en lo referente a cura de
almas. Las interminables discusiones entre el Clero secular, preocupado solo en defender los
derechos de los párrocos, y las Órdenes Religiosas, sobre todo los Mendicantes, que en gran parte
se encargaban de la labor propiamente pastoral, no podían ser más lamentables» (81).
CONCILIO LATERANENSE IV
LA PESTE NEGRA
A mediados del siglo XIV acaeció en Europa la más grave de las epidemias conocidas en la historia
como la «Peste negra», que muchos consideraron como un visible castigo de Dios para una
humanidad que lo pretendía relegar en el olvido. La peste sirvió, sí, para que muchos cristianos
relajados volvieran a buscar a Dios en los Sacramentos de la Iglesia.
No hubo un Pontífice ni un Concilio que, con decisión y prontitud, proclamara la doctrina explícita
para responder y contrarrestar las noventa y cinco tesis que presentaba Lutero en su plataforma
teológica.
LA REFORMA PROTESTANTE
En 1526, mientras se reunía un Concilio general, se reconoció a los príncipes seguidores de Lutero
el derecho de «reformar» la religión, es decir, que cada príncipe podía introducir o conservar en
sus dominios la forma de religión que mejor le pareciera. Así comenzó la Reforma cuando a los
tres años (1529) se pretendió acabar con esa «reforma» vino la protesta, y así se concretó la
«Reforma Protestante».
Más que los Pontífices León X (1513-1521), Adriano VI (1522-1523), Clemente VII (1523-1534) y
Paulo III (1534-1549), fue el Emperador Carlos V quien luchó contra la Reforma Protestante,
aunque finalmente, en 1555, se le reconoció al Protestantismo la igualdad de derechos con la fe
católica, y a los príncipes el derecho de decidir cuál religión debía prevalecer en cada territorio.
Esta es la ley protestante «Cuíus regío eíus religío» de tal región tal religión, que tantos problemas
ha puesto a la evangelización (82).
PROTESTANTES Y POLÍTICA
Motivados por la Reforma Protestante, rápidamente los gobiernos de Suiza, Ginebra, Inglaterra,
Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca, se adhirieron a Lutero y a sus inmediatos colaboradores,
Zuinglio y Calvino. Uno de los casos más infortunados fue el de Enrique VIII, Rey de Inglaterra.
Cuando apareció Lutero con su tesis, Enrique VIII escribió un libro contra él y contra sus teorías
religiosas, lo que le valió al Rey que el Papa León X le concediera el título de «Defensor de la Fe»,
título que aún hoy ostentan los reyes de Inglaterra. Más adelante, Enrique VIII pretendió repudiar
a su legítima esposa Catalina, hija de los Reyes Católicos de España Fernando e Isabel, para casarse
con Ana Bolena. Como el Papa Clemente VII no le declaró nulo su matrimonio con Catalina,
Enrique VIII en 1534 se alió con Tomás Cranmer, Arzobispo protestante de Canterbury, y “declaró
que la Iglesia Inglesa quedaba separada de la Romana y substituyó la jurisdicción Papal por la
supremacía del Rey” (83).
El resultado fue tan fatal que, a mediados del siglo XVI, una gran parte de Europa se había
separado de la Iglesia Católica, hasta el punto de que totalmente fieles no continuaban siéndolo
sino Italia y España.
LA CONTRARREFORMA CATÓLICA
Al Papa Paulo III (1534-1549) hay que reconocerle que buscó decididamente darle un rumbo
nuevo a la vida de la Iglesia, emprendiendo desde la Sede de San Pedro lo que se ha llamado
«Contrarreforma» o, más acertadamente «Restauración católica». El Papa comenzó la
restauración de la vida cristiana con la reforma de la misma Santa Sede y del Colegio Cardenalicio,
moralizando la vida misma de los Pastores, luego promoviendo una reforma litúrgica y haciendo
luego una revisión doctrinal de las tesis del protestantismo.
Desafortunadamente Paulo III no pudo sofocar las llamas del incendio protestante, pero ya se
había encendido de nuevo el dinamismo cristiano para la actividad pastoral y la Misión ad gentes,
que los Pontífices siguientes habrían de secundar.
Comenzó así, a mitad del siglo XVI, como una nueva primavera de esperanza eclesial. De nuevo
hubo Sacerdotes que se entregaron de lleno, y con alegría, a la cura de almas, sin estar sometidos
a las normas monacales, los llamados «Clérigos reformados» o «Clérigos regulares», que son el
inicio del actual «Presbiterio Diocesano».
También estaban ya los Padres Teatinos, los Barnabitas, los Capuchinos, pero fue precisamente
Paulo III en 1540 quien aprobó la Compañía de Jesús de San Ignacio de Loyola, para que los
Jesuitas fueran los Clérigos regulares que, reformados y reformadores, se encargaban de
promover, en el momento eclesial, una nueva vida de evangelización, dando así por superada esta
época crítica de la Iglesia y de prueba para la obra de la evangelización.
Esa es la cultura de una humanidad que «podría compararse con la condición en que se encuentra
un joven al momento de la pubertad: de un golpe descubre la realidad de la vida, se hace
consciente de sus propias fuerzas, se rebela contra su propia infancia, contra el orden y sus
educadores; la obediencia le parece coacción e injusticia; aspira a lo grande, tanto en el bien como
en el mal, y oscila a ciegas entre un nebuloso idealismo y una flagrante brutalidad.., la principal
característica de los nuevos humanistas es un orgullo desmedido: vanidad, soberbia, sensación de
poderío, un culto a la personalidad potenciado hasta el titanismo. La consigna era romper las
cadenas; y como cadena se consideraban las leyes de la Iglesia y del Estado, los ordenamientos
tradicionales: todo vínculo de comunidad era sentido como una injustificada limitación del
individuo» (79).
Fiel a su misión, la Iglesia de este tiempo debió entregarse a evangelizar en este nuevo tipo de
cultura, pero este trabajo produjo en los evangelizadores una crisis muy grave porque ellos
mismos «estaban más o menos sumidos en la fermentación y se encontraban también ellos en la
misma fase de pubertad» (80).
DEBILIDADES PAPALES
Los Papas del Renacimiento, en términos generales, fueron personalidades brillantes según el
espíritu de la época, pero carentes de elevación moral y del real sentido de responsabilidad. El
Papa Benedicto IX fue elevado tres veces al Pontificado; la primera vez en 1032, cuando tenía 12
años de edad, y fue depuesto en 1044; la segunda vez (con el mismo nombre) en 1045 y sólo
estuvo en el Pontificado veinte días (del 10 de Septiembre al 1 de Octubre); la tercera vez en 1047
cuando estuvo ocho meses de Pontífice y luego renunció, se arrepintió de su turbulenta vida y fue
a morir como monje en un convento cerca de Roma. San León IX (1049- 1057), en cambio, el
primer Pontífice que está en los altares en este milenio, fue elegido libremente por el Clero y el
pueblo Romano y entró a Roma con los pies desnudos en señal de humildad.
• Muy importante nos parece el tema cuarto de esta Unidad Tercera (4: La
Evangelización en la Edad Contemporánea) porque va a ser el momento de
poder decir, no que este trabajo se acabó, sino al contrario, que lo que la
Iglesia Católica hoy está realizando en su tarea de evangelización, es un
trabajo que viene realizando desde hace dos siglos, y que por eso no está
inventando temas ni improvisando metodologías. Así como en el numeral
anterior fue el Concilio de Trento el tema central, también aquí será el
Vaticano II el que nos diga las líneas doctrinales pertinentes, que el
Magisterio Eclesial nos irá explicando.
Hemos unido para nuestro estudio estas tres ideas porque entre ellas hay nexo particular en este
período de la Historia de la evangelización. Trataremos de iluminar cómo fue que en este período
del Renacimiento de la Reforma, la Misión ad gentes se encontró comprometida en los intereses
del Patronato y veremos cómo fue que la Santa Sede busco remediar las situaciones difíciles con la
Sagrada Congregación de Propaganda Fide.
En el lenguaje eclesiástico se entiende por Patronato en general «el derecho que tiene una
persona, de ordinario potente e influyente, que habiendo fundado una Iglesia, o instituido un
beneficio eclesiástico o una obra pía, se reserva para ella, y para sus descendientes, la prerrogativa
de designar al rector de esa Iglesia, al usufructuario del beneficio, al administrador de la
fundación, o de presentar al candidato ante la autoridad eclesiástica para su nombramiento» (84).
Notemos que toda esta terminología con que hemos definido el Patronato es netamente
medioeval y contiene un sabor muy marcado a feudalismo, lo que significa que todas estas etapas
de historia eclesiástica y de evangelización no tienen una fecha con la cual se pueda demarcar su
comienzo o su final: se van identificando como tendencias directrices que influyen más o menos
en su época.
Cuando el Patronato es un derecho que ampara o beneficia a una persona investida de poder civil
o de gobierno, se habla de «Patronato Regio», y cuando ese derecho de patronato es para hacer la
evangelización, se habla de «Patronato de las Misiones».
El Patronato en general ha existido en la Iglesia más o menos desde el siglo Xl y fue el Papa
Alejandro III (1159-1181) quien debió disciplinar su uso; el Patronato Regio fue muy sensible en el
siglo XII entre el Papa Pascual II (1099- 1118) y el emperador Enrique V de Alemania con la famosa
«Controversia de las Investiduras» cuando el Emperador exigía del Pontífice el reconocimiento del
derecho imperial de investir con autoridad eclesiástica a sus súbditos, el Patronato de las
Misiones, es de mediados del siglo XV y a éste, nos vamos a referir en nuestro trabajo.
No hay que confundir el Patronato con el Protectorado ni con el llamado Césaropapismo. Como
fácilmente podemos confundirlos, debemos definirlos. El Patronato es un derecho adquirido por
un beneficio. El Protectorado es un derecho concedido, mediante convenio, por un poder cristiano
para que el protector ejerza la protección «sobre personas, propiedades o actividades de los
misioneros en una nación no cristiana. La extensión y los modos de esta protección pueden variar
según los términos del convenio» (85). El Césaropapismo «es un régimen político-eclesiástico
caracterizado por el dominio del Estado sobre la Iglesia, en cuanto que el Jefe del Estado (que
profesa abiertamente el cristianismo) se atribuye el derecho (es un derecho atribuido) o cree
tener la misión religiosa de controlar estrictamente la organización eclesiástica, y las funciones
ministeriales de enseñar, santificar y gobernar» (86).
PATRONATO DE MISIONES
Por primera vez se menciona el nombre “Patronato” en la Bula Etsi Suscepti del Papa Eugenio IV
(1431-1447) al confirmar la concesión que había hecho el Rey Alfonso V de Aragón a la Orden de
Cristo (llamados también «Militia Christi») para dominar todas las tierras que fueran descubiertas
y conquistadas.
PATRONATO DE PORTUGAL
«Los Papas, desde Martín V (1417-1431) hasta Paulo III (1534-1549) concedieron al Rey de
Portugal, primero como «Gran Maestro de la Orden de Cristo», luego como «Rey Cristiano» el
derecho exclusivo de exploración, conquista y comercio en el África y en el Asia Meridional y
Oriental, monopolio más o menos reconocido por las otras potencias marítimas europeas» (88).
PATRONATO DE ESPAÑA
Por su parte, España había luchado valientemente por defenderse de la avanzada musulmana.
Para los Pontífices Romanos era evidente que los Reyes españoles merecían también el derecho
del Patronato, y fue así como Inocencio VIII (1484-1492) concedió el Patronato a los Reyes
Católicos del Reino de Granada, que se proponían reconquistar sus tierras del poder de los
musulmanes. Como en esa época Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo (1492), entonces la
conquista de América Española se consideró como una continuación de la reconquista de Granada,
cobijada por el Patronato.
Portugal naturalmente reclamó sus derechos de Patronato porque, se decía, que Cristóbal Colón
había llegado era a las Indias, cuyos derechos de Patronato correspondían a Portugal. Le tocó al
Papa Alejandro VI (1492- 26 de Agosto - 1503), mediante la Bula Eximiae De Votionis del 4 de
Mayo de 1493, y marcando sobre un mapa de las nuevas tierras de América, trazar la famosa
«línea de demarcación» con la cual concedió a los Reyes Católicos de España, sobre las tierras de
las Indias Occidentales, todos los mismos derechos, privilegios y favores que la Santa Sede había
concedido al Rey de Portugal sobre África y las Indias Orientales.
Con el Tratado de Tordesillas del 7 de Junio de 1494 se le otorgó a Portugal el derecho del
Patronato sobre el territorio de Brasil. En 1508, el Papa Julio II (1503-1513) protocolizó como una
extensión del derecho de Patronato de Granada, los derechos eclesiales de España sobre las
nuevas tierras conquistadas, cuyas dimensiones en aquel tiempo nadie podía sospechar... Los
Reyes Españoles, a su vez, consideraban el Patronato más que como derecho, una grave
responsabilidad, hasta el punto de que Carlos V, y luego Felipe II, llegaron a tenerse en sus
territorios, equivocadamente, como Vicarios del Papa en la Evangelización.
Derecho de presentar, en el territorio amparado con ese título, candidatos para todos los
beneficios eclesiásticos, aún para la Sede Episcopal.
Obligación de construir y proveer al sostenimiento de los edificios para el culto y la
enseñanza.
Sostener todos los Ministros del culto, desde el Obispo hasta el Sacristán.
Cancelar todos los gastos del culto.
Proveer el número suficiente de Sacerdotes para el servicio Ministerial, naturalmente que
con monopolio, es decir, sin que pudieran estar allí Ministros de otra Orden.
LA DURACIÓN
La duración del Derecho del Patronato se dio, tanto en Portugal como en España, por tiempo
ilimitado, y se entendía válido para todas las tierras adquiridas y por adquirir. Sin embargo,
quedaba una cláusula en ese convenio patronal, según la cual, la Santa Sede, por su parte
conservaba siempre el derecho inalienable de tomar en sus manos el gobierno de las Iglesias
doquier y cuando el cuidado pastoral de las almas lo exigiera.
El Patronato español se finalizó por sí solo cuando, a principios del siglo XIX, se proclamó la
independencia de los estados españoles de América Latina, y al final del mismo siglo, se perdieron
para España las posesiones de Antillas, Filipinas, Carolina y Mariana. El Patronato Portugués
también se fue restringiendo hasta que, según una convención entre la Santa Sede y Portugal del
18 de Junio de 1950 quedó limitado a las solas posesiones portuguesas, no a la Península.
Poco apoco, el Patronato se había ido alejando en su objetivo evangelizador, y había llegado a ser
más bien un estorbo que una ayuda para la obra evangelizadora de la Iglesia. Por una parte, el
Patronato abusó de monopolio misionero porque España, por Decreto real de 1626, llegó a
imponer a los Obispos de América, el juramento de no oponerse al Patronato Real en ningún
momento, ni de ninguna manera.
Otra norma española, un verdadero abuso, era que los Obispos misioneros de América, sólo
podían tener comunicación con Roma a través del Consejo de Indias; y hasta se dio otro abuso
particularmente grave, como fue el de que el Gobierno español se atreviera a nombrar
unilateralmente Obispos, sin la confirmación canónica del Papa. A esos tales, nombrados
irregularmente, se los llamaba «Obispos designados», y en la práctica oficiaban todo el Ministerio
Episcopal.
Un autor italiano dice que, dos Pontífices, desde Alejandro VI hasta Pío V, empeñados en las luchas
políticas y religiosas de Italia y de Europa... pidieron a los reyes de España y de Portugal, la tarea
de organizar y de dirigir la actividad misionera. Legitimaron la conquista de las nuevas tierras
realizada por los soberanos ibéricos que en cambio se empeñaron por propagar allí el Evangelio,
enviando misioneros, edificando Iglesias y conventos, instituyendo diócesis y Parroquias;
proveyendo las sedes vacantes, los gastos del culto, los viajes de los misioneros ya su
sostenimiento... en virtud de los privilegios concedidos por los Pontífices, los soberanos ibéricos
recibieron la plena autoridad sobre las Iglesias de los territorios de Misión, con lo cual vinieron a
ser así patrones» (89).
Portugal, a veces, por falta de personal misionero para atender sus colonias, contrataba personal
extranjero no idóneo para la misión.
Desafortunadamente, muchas veces se abusó del derecho del Patronato para lograr otros fines
ajenos a la evangelización, como la política, el mercadeo y la colonización.
LA SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA PROPAGACIÓN DE LA FE (SCPF)
Para tratar de controlar, y hasta para poner fin a todos los excesos del Patronato, el Papa Gregorio
XV (1621-1623) instituyó canónicamente, el 22 de Junio de 1622, la Sagrada Congregación de
Propaganda Fide. «Fue una hora bendita para la historia de la Iglesia aquella en que Gregorio XV
fundó, “por inspiración divina” (como Juan XXIII en el anuncio del Vaticano II) la Congregación para
la difusión de la fe, a fin de estimular la evangelización del mundo recientemente descubierto, de
coordinarla y guiarla… se consideraba aquella fundación como la iniciativa más importante de la
Santa Sede desde el tiempo del pontificado de San Pedro... La Congregación buscó
infatigablemente mantener las misiones libres de los lazos con la potencia española y portuguesa,
promover el Clero indígena y obtener misioneros bien formados» (90).
La Sagrada Congregación de Propaganda Fide (SCPF) fue reestructurada, a raíz del Vaticano II, por
el Papa Paulo VI (1963-1978) con la Constitución apostólica «Regimine Ecclesiae» del 15 de Agosto
de 1967y desde entonces tiene el nombre de «Congregación para la Evangelización de los
Pueblos», nombre que seguramente hoy es más indicativo del fin específico de dicha
Congregación.
EL OBJETIVO DE LA CONGREGACIÓN
Monseñor Erba nos dice que «el programa de Propaganda Fide, trazado por el mismo Gregorio XV,
puede ser sintetizado en estas líneas de fondo: Transformar las misiones de tipo colonial a un
movimiento de carácter religioso; liberar las misiones de toda injerencia política; favorecer la
formación de vocaciones indígenas; promover la institución de Jerarquías Episcopales autóctonas,
respetar las tradiciones y las culturas de los pueblos, evangelizando sin imponer la civilización
europea y plantear un programa unitario de trabajo misionero» (91).
La SCPF tuvo serios problemas que afrontar desde su comienzo. Primero, Portugal se sintió muy
perjudicado en sus derechos de patronato real y comenzó a impedir los trabajos de Propaganda
Fide en las colonias portuguesas. La Propaganda Fide, para ir terminando con los derechos de
patronato a los cuales no quería ceder el Rey de Portugal, comenzó a nombrar Vicarios y Prefectos
Apostólicos, en lugar de Obispos Particulares o Diocesanos, sin necesidad de atenerse al derecho
de presentación de candidatos que tenía el Rey. Esos Vicarios o Prefectos Apostólicos tenían las
facultades generales como Vicarios o Auxiliares del Papa, para ejercer su Ministerio en forma
itinerante, como Ordinarios de lugar.
Un segundo problema que se encontró de inmediato la SCPF fue que no tenía personal misionero
suficiente y preparado para atender las necesidades urgentes de Primera Evangelización. Para
resolver esta situación, el Papa Urbano VIII (1623-1644) para completar la obra misionera de su
antecesor, el 6 de Enero de 1627, fundó el famoso Colegio Urbano de Propaganda Fide en Roma
para la formación de Sacerdotes Indígenas. Más adelante, en 1660, comenzará también el
Seminario de Misiones extranjeras de París. Con el tiempo también en Roma, junto al Colegio
Urbano, estará el Foyer Paulo VI para formar Religiosas Indígenas, y el Instituto de Catequesis en
Castelgandolfo, para Catequistas Laicos misioneros.
Para la historia de la Evangelización son formidables tres documentos internos de la SCPF que
desvelan los propósitos misioneros que motivaban todas las actividades de la Congregación. Son
tres memoriales de Monseñor Francisco Ingoli, primer Secretario general de la SCPF: el primer
Memorial es de 1625 y recuerda la necesidad de seleccionar bien los misioneros Ad Gentes de tal
modo que no sean comerciantes, que sean de la misma Comunidad o Nación los que van a un
lugar para que no se peleen en la misión, que se nombre Delegados Apostólicos (Nuncios
Apostólicos) que vigilen y controlen el trabajo misionero. El segundo Memorial es de 1628 para
condenar el prejuicio muy difundido, de que los Indígenas eran indignos de recibir el carácter
Sacerdotal, y daba normas al respecto, el tercer Memorial es de 1644 y contiene una grave
denuncia de los atropellos del Patronato, en especial del llamado «Vicariato Regio», mediante el
cual los gobiernos civiles pretendían tener poderes, como Vicarios Papales, para elegir Obispos, y
meterse en la dirección de la Misión.
APORTES VALIOSOS
También son famosas las «Instrucciones» que el mismo Monseñor Ingoli envió en 1659 a los
primeros Vicarios Apostólicos de Indochina, porque ya en sí mismas son un formidable compendio
de Inculturación. Por ejemplo, hablando de la necesidad de promover el Clero Indígena, decía
Monseñor que «La Iglesia Misionera (las Prefecturas y los Vicariatos Apostólicos) sería siempre una
niña sin fuerzas si no abría sus puertas a los naturales, y no procuraba con Seminarios y Colegios
levantar sujetos capaces de predicar el Evangelio en la lengua materna» (92).
REVIVE LA MISION
Con la creación de Propaganda Fide volvió a revivir el dinamismo misionero en esta difícil etapa
renacentista, pero sobre todo se estructuró la Misión Ad Gentes. Fue como si se hubiera iluminado
con un brillante sol los inmensos horizontes de la evangelización sin fronteras. Como dice Juan
Pablo II: «La misma Congregación, que cuenta con una larga y gloriosa experiencia, está llamada a
desempeñar un papel de primera importancia a nivel de reflexión, de programas operativos, de los
cuales tiene necesidad la Iglesia para orientarse más decididamente hacia la misión en sus diversas
formas» (RM 75).
La «cuestión de los ritos» fue la controversia surgida a mitad del siglo XVII entre los Misioneros Ad
Gentes acerca de tres cuestiones espinosas:
Acerca del nombre que se debía dar a Dios en las diversas culturas.
Sobre ciertos honores que se rendía a los antepasados, a Confucio y la familia imperial en
China y apón.
Sobre algunos usos y costumbres indianas.
La primera cuestión tuvo lugar en China y es llamada la cuestión de los «Ritos Chinos», la segunda
fue en Japón, «Ritos Japoneses» y la tercera en la India, «Ritos Malabáricos».
En la cuestión de los «Ritos Chinos» tuvo parte activa uno de los grandes misioneros Ad Gentes, y
pionero de la Inculturación evangélica, el Jesuita Mateo Ricci (1552-1610), quien quiso encontrar
en el lenguaje chino un nombre adecuado a Dios.
El desacuerdo lo comenzaron los mismos Jesuitas, porque unos estaban de acuerdo con Ricci en
usar un nombre chino para llamar a Dios en la China, otros se pusieron en desacuerdo con esa
costumbre y llamaban a Dios en la China con un nombre latinizado siguiendo las orientaciones del
Padre Nicolo Longobardo.
Luego llegaron a la China otros misioneros, Dominicos y Franciscanos españoles y misioneros del
Seminario de París, y se comenzó entre ellos mismos una disputa pública por el uso diverso del
nombre de Dios. Después le agregaron a la pelea su propia nacionalidad y finalmente comenzaron
a discutir, como también sucedía en el Japón, por el culto que los chinos daban a Confucio y a los
antepasados, culto que para algunos misioneros era idolátrico y para otros no.
Por su parte los misioneros españoles apelaron a la inquisición Española (la Inquisición era el
instituto jurídico encargado de preservar la pureza de la fe en las tierras cristianas, mediante el
juicio y el castigo de los herejes) y al Santo Oficio (era el mismo Tribunal de la Fe o Inquisición) en
Roma, tribunales que decretaron, a 12 de Septiembre de 1645, la prohibición de tales ritos, por
heréticos. Los Misioneros Jesuitas apelaron al Santo Oficio y obtuvieron el 13 de Marzo de 1656
una sentencia contraria. Así las cosas, ante tales peleas, el gobierno chino en 1665 prohibió la
Religión Cristiana, y casi todos los Misioneros debieron huir Los Jesuitas apelaron a la Santa Sede y
en 1704, el Papa Clemente XI (1700-1721) envió como Legado suyo a Carlos Tournon con una
nueva condenación de los ritos chinos. Cuando lo supo en Pekín, en 1705, el Emperador Kangsi
hizo volver a Tournon y con un Decreto imperial ordenó que en adelante solamente pudieran
evangelizar en la China, los misioneros que aceptaran los ritos chinos.
Vino a ser solamente en 1931, cuando Japón ocupó la Manchuria, que el Vicario Apostólico de
Kirin se quejó a la Propaganda Fide de que el gobierno estaba exigiendo a todos los ciudadanos
que participaran en el culto Confucio y entonces el 16 de Mayo de 1935 el Papa Pío XI (1922-1939)
declaró puramente cívicos y lícitos para los cristianos de Manchuria los ritos a Confucio.
Solamente, y gracias a Dios por fin, el 7 de Diciembre de 1939, Pío XII (1939-1958) declaró
universalmente lícitos los ritos chinos, por ser ellos un homenaje de carácter civil del pueblo chino
a Confucio y a los antepasados.
Una problemática muy semejante se vivió en el Japón, son los «Ritos Japoneses», y ahora la figura
de primera página va a ser nadie menos que San Francisco Javier, el Patrono universal, junto con
Santa Teresita del Niño Jesús, de las Misiones católicas. El joven Jesuita Francisco Javier que llegó a
Goa el 6 de Mayo de 1542, había nacido en España en 1506 y mientras estudiaba en Paris se unió a
San Ignacio para evangelizar con él todo el mundo. Solamente pudo trabajar diez años en la misión
del Japón, desde donde intentó evangelizar a la China, porque murió el 3 de Diciembre de 1552 en
la Isla de Shangchuan, frente a las costas chinas, cerradas para los misioneros extranjeros.
Como con los ritos chinos, la cuestión de los «Ritos japoneses» al comienzo fue cosas de
terminología. También San Francisco Javier, como Ricci en China, buscó los términos japoneses
para hablar de Dios, del alma, de Iglesia. Como eran términos budistas que se podían prestar a
confusión, bien pronto resolvieron expresar los conceptos cristianos en términos latinos y
portugueses. Esa terminología se impuso aún entre los misioneros de otras Órdenes Religiosas.
Lo que debemos aprender de estos insignes misioneros es su preocupación por hacerse entender
de la gente, para poderles entregar el Evangelio. Con razón dice Mons. Erba que «el mérito
principal de San Francisco Javier, no consistió tanto en haber abierto las puertas del extremo
Oriente a las misiones, o en haber sido el primer misionero europeo que entraba en la cultura
japonesa, cuanto en haber demostrado que es necesario adaptarse a las diversas culturas, sise
quiere ganar a los hombres para la fe cristiana» (93).
La problemática de los «Ritos Japoneses» se volvió crítica en el siglo XIX cuando los nuevos
misioneros llegaron al Japón con un catecismo basado en los términos chinos de Ricci, y los nativos
japoneses, descendientes de los evangelizados por San Francisco Javier, mostraron sus catecismos
basados en términos latino-portugueses, y los nuevos misioneros se los rechazaron. Apenas en
1883 se logró resolver el problema de la terminología pero entonces, igual que había sucedido con
los «ritos chinos» ahora el gobierno civil obligaba a cierta clase de personas (militares, estudiantes,
funcionarios estatales) a participar activamente en los ritos religiosos sintoístas o budistas que se
practicaban en los «Jinja» (templos o monumentos nacionales). Ya el Sínodo de Nagasaki de 1890
había declarado lícito para los cristianos la participación en estos cultos. El 26 de Mayo de 1936 la
Propaganda Fide declaró en una Instrucción que, dada la explicación oficial del gobierno civil de
que se trataba de un acto puramente civil, no religioso, los cristianos podían participar en estos
actos, evitando el escándalo.
ALEJANDRO VALIGNANO
Vale la pena recordar aquí a un insigne misionero, sucesor de San Francisco Javier en la misión del
Japón, otro maestro de Inculturación, Alejandro Valignano (1539-1606).
ROBERTO DE NOBILI
La tercera cuestión, la de los «Ritos Malabáricos» fue en la India y en el siglo XVII. El Personaje
central es otro preclaro misionero, el Padre jesuita Roberto De Nobili (1577-1656) quien se
propuso en su misión de la India, vivir al estilo social de las castas del País hindú, y aprendió el
sánscrito, lengua sagrada de la India, para hacer una buena evangelización.
Entre las cosas que De Nobili permitía usar a los neófitos convertidos, porque las consideraba
como cosas indiferentes y por tanto lícitas, estaban: el mechón de cabello, signo distintivo de la
casta; el dibujo en la frente; el cordón, símbolo también de la casta y las abluciones
acostumbradas. Entre las cosas que omitía estaban algunas prescripciones del Ritual de los
Sacramentos, que no eran bien tenidas por los Hindúes, como el ungir con la saliva del celebrante
y soplar al que era bautizado.
En la misma época histórica del Renacimiento y de la Reforma fueron los grandes descubrimientos
del Continente de América, por Cristóbal Colón al finalizar el siglo XV y del Continente de Oceanía
por los europeos en la primera mitad del siglo XVI. En cuanto a la evangelización del Nuevo
continente americano ese será el tema de la Unidad Cuarta de nuestro Curso.
OCEANÍA Y LA MISIÓN
El Continente Oceánico es el más pequeño de los cinco continentes, y está situado en el Sur
Oriente del Océano Pacífico, que le da nombre. Está constituido por Australia, Nueva Guinea,
Nueva Zelanda y gran número de islas y archipiélagos dispersos en el Océano Pacífico y agrupados
bajo el nombre de Melanesia, Micronesia y Polinesia, con cerca de nueve millones de Km
cuadrados. En las estadísticas religiosas aparece el Continente Oceánico con un porcentaje
altísimo de cristianismo pero la casi totalidad son protestantes porque desde fines del siglo XVIII,
estas islas conocieron un período de expansión misionera que fue iniciada por los protestantes
ingleses. Hubo muchos problemas con esas misiones porque también entre los protestantes se
filtraron colonizadores y porque se decía que al transformar las creencias de los nativos, se les
estaba destruyendo sus antiguas tradiciones.
De las misiones católicas en Oceanía tenemos dos ejemplos maravillosos: el de San Pedro Chanel,
Sacerdote francés de la Sociedad de María que fue a evangelizar en las Islas que eran colonia
francesa y, luego de haber logrado algunas pocas conversiones al cristianismo, fue asesinado en la
Isla Fortuna, en 1841; el Otro ejemplo misionero es el del Padre Damián, el querido Protector de
los leprosos, quien los evangelizó durante 16 años en la Isla Hawai y que ahora, desde el cielo, está
animando un selecto y numeroso grupo de generosos misioneros que quieren ir a evangelizar
todas aquellas islas desparramadas en el mar.
CONCILIO DE TRENTO
Después de diez largos años de intentos fallidos, pudo el Papa Paulo III (1534-1549), el 13 de
Diciembre de 1545, inaugurar solemnemente el 19 Concilio Ecuménico, el Concilio de Trento, con
la finalidad explícita de resolver el problema protestante y acabar con la desmoralización del
renacimiento.
Tanto por su duración -18 años- como por su trascendencia para la vida de la Iglesia, el Concilio de
Trento es considerado como uno de los Concilios Ecuménicos ms importantes en la Historia de la
Iglesia, tal vez solamente superado por el Vaticano II.
Al tercer período, ya con el Papa Pío IV (1560-1565), asistieron unos 237 Padres Conciliares,
Uno de los personajes centrales de este período fue el Cardenal San Carlos Borromeo, que era
sobrino y Secretario de Pío IV, y fue el fiel e inteligente ejecutor de todas las órdenes del
Concilio. En este tercer período el Concilio de Trento trabajó sobre algunos proyectos de
reforma de vida eclesial como residencia de los Clérigos, la institución de los Seminarios
diocesanos, la formación en los Seminarios, la Pastoral diocesana y la condenación de los
abusos al respecto.
También reglamentó el Concilio sobre la organización interna de las diócesis, como los Sínodos
diocesanos, los concilios provinciales, la manera de conferir las Parroquias vacantes y los
beneficios eclesiásticos, mediante concursos previos, etc. Es muy importante el llamado decreto
Tametsi de 1653 sobre la reforma pastoral en la administración del Sacramento del Matrimonio.
Concluido el Concilio, el Papa aprobó oficialmente todos los decretos para su validez, y creó,
mediante un Motu Proprio (es decir por su propio gusto) del 2 de Agosto de 1564, la Sagrada
Congregación del Concilio con la tarea concreta de interpretar auténticamente los decretos dados
por el Concilio, y vigilar su fiel ejecución.
Es muy importante retener los logros principales del Concilio de Trento, para poder entender cuál
es su trascendencia en la vida de la Iglesia.
Los objetivos específicos que el Concilio se había fijado se encuentran en la Bula misma con que el
Papa lo había convocado (Bula Laetare Jerusalem del 19 de Noviembre de 1544) y eran cuatro:
A su vez, lo que la Cristiandad de esa época del Renacimiento esperaba del Concilio eran dos
logros bien precisos: primero que definiera la doctrina que había que creer en oposición a los
errores protestantes, y buscar con ellos un camino de entendimiento y reconciliación; segundo,
que el Concilio hiciera una reforma profunda y seria de las estructuras eclesiales, para poder
conseguir la renovación de la vida cristiana.
ÉXITO EXTRAORDINARIO
En el aspecto de la reforma eclesial no podemos negar que el éxito del Concilio de Trento fue
extraordinario, tanto de inmediato como para el futuro de la Iglesia. Sobre todo es de admirar que
el Concilio entendió la reforma como una auténtica conversión personal, más que cambio
estructural.
Quiso el Concilio de Trento que se comenzara la reforma cristiana con una esmerada
catequización de todo el pueblo, como manera de prepararlo y acercarlo a los sacramentos, y así
ordenó el «Catecismo Romano», llamado también «Catecismo del Concilio de Trento». Para
mejorar el trabajo pastoral litúrgico, apareció el «Misal Romano», y para invitar a los Sacerdotes a
buscar la propia santificación, les entrego una edición revisada y mejorada del «Breviario
Romano».
De tal modo colaboró Trento con la vida pastoral que «podría sin más ni más calificarse como el
Concilio de la cura sacramental de almas» (94).
Insistió tanto el Concilio de Trento en la reforma eclesial, que se llegó hasta a decir que había
aparecido una nueva Iglesia, la «Iglesia Tridentina», con una Jerarquía Eclesiástica ejemplar y un
laicado tan bien promovido que había hecho renacer una sociedad sustancialmente cristiana.
La autoridad moral que impuso el Concilio de Trento fue tan grande que aún el Código de Derecho
Canónico, promulgado en Pentecostés de 1917 lo cita constantemente en sus cánones.
Algunos dicen que hasta el último propósito del Concilio de Trento que era la Cruzada contra los
Turcos había tenido su pleno cumplimiento cuando Don Juan de Austria, al frente del ejército
cristiano y en nombre de Dios, había obtenido vencer a los sarracenos en la Batalla de Lepanto el 7
de Octubre de 1571, fecha memorable que el Papa San Pío V (1566-1572) quiso que se recordara
siempre en la vida de la Iglesia con el rezo del Santo Rosario.
En América Latina, que en tiempo del Concilio de Trento comenzaba sus afanes de Primera
Evangelización, se vio un tanto controlado el interés de inculturación que mostraban nuestros
misioneros, porque el Concilio enérgicamente prohibió el uso de lenguas vernáculas en la Liturgia,
y los misioneros españoles tenían la liturgia como la principal escuela de catequesis.
Por lo demás, solamente hay que lamentar algo del Concilio de Trento en su afán de reforma
eclesiástica, y es algo de lo cual no son culpables, ni los Papas, ni los Obispos, ni los Padres
Conciliares, la excesiva fidelidad material que se le dio, y hasta se le da, al Concilio en la Reforma
Tridentina». En torno a esta reforma se ha creado una especie de «Mito», como si Trento hubiera
resuelto todos los problemas, de todos los tiempos y de todos los lugares.
Esta mitificación de la autoridad de Trento ha llegado en algunos casos, aún en los miembros del
Clero y en Religiosos, hasta el extremo de no querer aceptar ninguna otra reforma, ni otro cambio,
que afecte de cualquier modo las normas de Trento. Esta posición equivocada causa debilidad y
estancamiento en la acción pastoral de la Iglesia, que siempre debe andar al ritmo dinámico del
hombre en su liturgia, en su catequesis yen su pastoral, para una evangelización integral.
Pero ciertamente, «Trento representa un bito en la trayectoria de la Iglesia, no un viraje ni una
ruptura» (95) como lo fue el Concilio de Jerusalén para su época, y como lo es el Vaticano II para
nuestros días.
Los siglos XIX y XX también tienen su impronta o sello misionero, así como tuvieron su
particularidad la época primitiva, el Medioevo y la reforma.
La Actividad Misionera eclesial contemporánea, está caracterizada porque debe llegar a un mundo
que oscila en los extremos de romanticismo, modernismo, nacionalismo, totalitarismo,
comunismo, consumismo. El beato Juan Pablo II nos entrega en RM 38 una maravillosa visión del
mundo que vivimos. «Nuestro tiempo -dice el Papa- es dramático y al mismo tiempo fascinador.
Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material, y de
sumergirse cada vez más en el materialismo consumístico, por otro, manifiestan la angustiosa
búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos
de concentración y de oración. No sólo en las culturas impregnadas de religiosidad, sino también
en las sociedades secularizadas, se busca la dimensión espiritual, de la vida como antídoto a la
deshumanización. Este fenómeno así llamado del «retomo religioso» no carece de ambigüedad,
pero también encierra una invitación... evangelizar».
REVOLUCIÓN FRANCESA
La revolución francesa del siglo XIX puso en crisis todo el viejo estatuto de Estado, e impuso unas
estructuras sociales a base de ideologías nuevas de libertad, independencia, democracia y
nacionalismo. La Iglesia que, hablando en términos generales, había vivido con el Estado, unas
veces en plena amistad y armonía, otras veces en completo desacuerdo, ahora debe vivir en el
Estado, sin depender de él, pero compartiendo con él los mismos espacios de acción, y la tutela
sobre las mismas personas.
Para la edad contemporánea, el Estado es el país y sus habitantes, y la actividad eclesial debe
evangelizar al hombre concreto, al ciudadano que debe vivir su fe cultural en su Iglesia y en su
Estado.
TERRITORIOS MISIONEROS
Es un dato muy significativo que «a 30 de Noviembre de 1960 dependían de Propaganda Fide 730
circunscripciones eclesiásticas subdivididas así: 96 Arquidiócesis, 366 diócesis, 6 abadías, 144
vicariatos apostólicos, 116 prefecturas apostólicas y 2 misiones sui juris» (96).
INSTITUTOS MISIONEROS
En esta época eclesial aparecen muchísimos Institutos Misioneros que se llenan de vocaciones
específicas «ad vitam» (cfr. RM 66) que atienden la misión ad gentes... a las Órdenes antiguas se
unen ahora los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (Claretianos, 1849), Instituto de
Misioneros de la Consolata (Turín, 1901), los Misioneros de África (Padres Blancos, 1868), los
Misioneros de Burgos (1899), los Oblatos de María Inmaculada (1816), la Sociedad Salesiana de
Don Bosco (1859), Los Misioneros Extranjeros de Parma (1898), etc. Casi todas estas Familias
Misioneras tienen su rama masculina y su rama femenina, y algunas la sesión o rama secular.
LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN
Es cierto que la Iglesia Católica ya está implantada en los cinco continentes del mundo y que las
Iglesias Particulares están evangelizando con el Reino de Dios toda la tierra, pero «la Misión de
Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... esta misión se halla todavía en
los comienzos» (RM 1), y esto vale decirlo muy concretamente de la Primera Evangelización, ya
que «se trata de una actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida» (RM 31). Todos
los días podemos descubrir no propiamente continentes nuevos, pero sí «millones de hombres y
mujeres que no conocen todavía a Cristo Redentor del hombre, y esa es la responsabilidad más
específicamente misionera que Jesús ha confiado y vuelve a confiar a su Iglesia» (RM 31).
AMÉRICA Y ÁFRICA
En el siglo XV todos los afanes misioneros se enfocaron al Continente Nuevo, al continente recién
descubierto, la América de la esperanza eclesial. Hoy, gracias a Dios, más o menos la mitad de los
creyentes cristianos del mundo son americanos. El continente Europeo, que ha sido la cuna de
grandes misioneros y el punto de salida de beneméritas caravanas de primeros evangelizadores,
vuelve ahora, después de un período de crisis, a engrosar las filas de los misioneros sin fronteras.
África está empeñada en un tercer intento de Primera Evangelización y todos esperamos que
ahora sí el cristianismo aparezca en ese continente con rostro de color. El primer intento de
Primera Evangelización en África tuvo lugar en el siglo IV y duró varios siglos; el segundo intento
en el siglo XVI, y duró por lo menos tres siglos; pero ambos intentos estuvieron
desafortunadamente muy impregnados de colonialismo, y por eso fracasaron casi por completo.
Todas las fuerzas vivas de la naciente Iglesia africana están reunidas ahora en la Asamblea Especial
para África del Sínodo de los Obispos. Hemos oído a Mons. Denis Kiwanuka, Obispo de Kotido
(Uganda) que decía: «A lo largo de los siglos se han usado muchos métodos de evangelización,
también en África Algunos han funcionado, otros no. En los últimos años, la Iglesia en África ha
elegido las pequeñas comunidades cristianas de base como opción válida para la evangelización,
pues son lugares donde el amor y la misericordia de Dios se experimentan y viven en un nivel más
profundo, como lo hicieron las primeras comunidades cristianas. Si se consolidan, pueden dar a la
Iglesia local ministros para la evangelización, e incluso misioneros para otras. Una vez
evangelizadas, se convierten en evangelizadoras» (97).
Oceanía es geográficamente el más pequeño de los continentes y está casi toda cristianizada pero
por misioneros protestantes, de tal modo que allí se necesita es un trabajo especializado de
Ecumenismo. Queda el Continente Asiático, el continente que espera todavía a los magos de la
evangelización.
Exactamente aquí está el giro copernicano de las misiones modernas. Un día de Pentecostés la
Iglesia Primitiva llevó anclas misioneras hacia Occidente, pero ahora, a los veinte siglos de andar
evangelizando por rumbos desconocidos, le ha brillado de nuevo la estrella de Oriente y le ha
señalado el Espíritu Santo a la Iglesia Moderna, su obligación de volver a su cuna, a su tierra de
origen, al continente Asiático, para que comparta las experiencias de su fe con las culturas
orientales, y las cristianice.
ÁFRICA Y ASIA
Hasta ahora se había presentado al África como al continente objetivo de la misión ad gentes
(hasta la colecta misionera de la Epifanía era Pro Afris), de ahora en adelante, la prioridad
misionera de Primera Evangelización será el Asia, que es la cuna del Cristianismo y de las Grandes
Religiones del mundo (las tres monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, y luego de las
otras grandes religiones mundiales: Budismo, Hinduismo, Sintoísmo etc.). Dice Juan Pablo II que es
hacia el continente asiático «hacia el que debe orientarse principalmente la Misión ad gentes»
(RM 37). Para América Latina ha sonado la hora de salir a evangelizar, «Ha llegado la hora de
proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad gentes» (Puebla, 368).
Si aquí ha sonado la hora de salir a misionar, parece que allá en el Asia ha sonado la hora de entrar
porque, dice el Papa que «por otra parte, nuestra época ofrece nuevas ocasiones a la Iglesia... la
apertura de fronteras» (RM 3). Cierto que «es la hora de Asia, el continente menos cristiano...
Asia... hoy los caminos del mundo conducen a Asia... Asia se encuentra en el alba de nuevo día»
(98).
Asia es el continente más extenso y más poblado del mundo, con 44 millones de kilómetros
cuadrados y 3.200 millones de habitantes, pero solamente con 90 millones de católicos. La Historia
de su Evangelización hay que mirarla por regiones: La India, por ejemplo tuvo el privilegio de ser
evangelizada por el propio Apóstol Santo Tomás, pero la China solamente conoció misioneros, y
estos nestorianos, en el siglo VII. Al Japón llegaron también misioneros nestorianos en el siglo VIII.
En 1294 un famoso misionero, Juan de Montecorvino, hizo otra tentativa de llegar con la
evangelización a la China. Otro intento grande lo hizo en el siglo XVI pero el cristianismo ha sido
rechazado aún en la persona de insignes misioneros como Francisco Javier, Mateo Ricci, etc. En
1886 el Papa León XIII (1878-1903) creó la Jerarquía Eclesiástica en la India, y es muy consolador
saber que ya había ocho arzobispados y veintinueve Obispados. Ahora se trata de promover el
Clero autóctono.
Por otra parte, la gran campaña de cristianización que desató el Concilio de Trento fue un
programa de Pastoral que ayudó a la Iglesia a superar las inquietudes espirituales de la Reforma y
comenzar muy bien la época del modernismo. El Clero, numeroso y bien formado, puede atender
pastoralmente las crecientes comunidades eclesiales de fieles que acatan las normas del Concilio
referente a la búsqueda de los Sacramentos. Las grandes catedrales góticas y renacentistas en los
domingos y fiestas se vuelven pequeñas para albergar las multitudes fervorosas que celebran su
fe. La Religiosidad popular es la celebración cultural que el pueblo hace en las calles y en las plazas
públicas, como expresión creativa personal de una fe que profesan masivamente en los templos.
La Iglesia jerárquica tiene la tarea constante de mantener organismos pastorales adecuados que
sostengan vivo ese entusiasmo cristiano de las multitudes. El dinamismo eclesial es tal que puede
afirmarse sin exagerase que en el siglo XIX se edificaron más Iglesias Parroquiales que en todos los
siglos anteriores juntos» (99). El Papa Pío IX (1846-1878) erigió en su gobierno 29 Arzobispados y
132 Obispados; y el Papa León XIII (1878-1903) pudo crear 248 nuevas diócesis.
Como una estrategia evangelizadora muy bien recibida por los fieles ha sido la organización de las
Asociaciones Piadosas y de los Movimientos Apostólicos... para comienzos del siglo XIX en casi
todas las Parroquias estaban establecidas: Las Madres Católicas, las Hijas de María, La Adoración
Perpetua, los Terciarios Franciscanos (venerable orden Tercera), Las conferencias de San Vicente
de Paúl, La Cruzada Eucarística... etc.
Entre los medios de evangelización de la edad eclesial contemporánea están las Obras Misionales
Pontificias (OMP). “Estas Obras, por ser del Papa y del Colegio Episcopal, incluso en el ámbito de
las Iglesias Particulares, «deben ocupar con todo derecho el primer lugar, pues son medios para
difundir entre los católicos, desde la Infancia, el sentido verdaderamente universal y misionero, y
para estimular la recogida eficaz de subsidios» (AG 38). Otro objetivo del as Obras Misionales es
suscitar vocaciones Ad Gentes y de por Vida”. (RM 84).
Como nuestros alumnos sabrán de sobra, las cuatro Obras Misionales son:
La de Propagación de la Fe (1822)
La de San Pedro Apóstol (1889),
La de la Santa Infancia (Infancia
Misionera) (1843)
La de la Unión Misional (1916).
Las tres primeras fueron declaradas Pontificias por el Papa Pío XI el 3 de Mayo de 1922. La Unión
Misional lo fue por el Papa Pío XII el 28 de Octubre de 1956. Estrechamente unidas a estas Obras
Pontificias, funcionan también la Familia Misionera, La Juventud Misionera y Red Naional de
Enfermos y Ancianos Misioneros.
LA ACCIÓN CATÓLICA
Otra iniciativa para ayudar a la evangelización fue la creación por Pío XI de la llamada «Acción
Católica» que se proponía mantener el dinamismo de vida cristiana en medio de la crisis mundial
que había dejado la primera guerra mundial (1914) y en la inminencia de la segunda (1939). Los
militantes de la Acción Católica trabajaron incansables para sacar adelante los intereses de la
Iglesia Católica en medio de las amenazas del comunismo y de la masonería.
No podía faltar en esta época eclesial de la era moderna el aporte evangelizador del testimonio
cristiano del sufrimiento del martirio. Bien lo saben los cristianos que sin el derramamiento de
sangre no puede haber redención, porque así lo enseñó con su ejemplo el propio fundador,
Jesucristo crucificado.
PERSECUCIONES MODERNAS
A comienzos del siglo XX (1908) la víctima de la violencia fue la Iglesia de los Armenios, una de las
más antiguas Iglesias cristianas, que fue exterminada, masacrada y deportada. Pero ese fue el
comienzo de la gran persecución que se desencadenó, luego de la revolución de noviembre de
1917, en la recién nacida URSS (Unión Rusa Social Soviética), donde los bolcheviques pretendieron
sepultar a la «Iglesia del Silencio» llamada así porque no la dejaban hablar de evangelización. Se
dice que en una primera etapa de esa persecución murieron unos 26 Obispos y más de un millón
de Sacerdotes, Religiosas y Laicos; en una segunda etapa (luego de la segunda guerra mundial) los
mártires frieron aún más numerosos en Hungría, Polonia, Rusia, Rumania, Checoeslovaquia. etc.
Un ejemplo magnífico de cómo eran esos mártires, nos lo da San Maximiliano Kolbe, Sacerdote
Capuchino, quien generosamente dio su vida para salvar la de su compañero de prisión el 14 de
agosto de 1941. En México también la Iglesia se vio purificada por una sangrienta persecución
religiosa en 1915 y 1934 en la cual hubo más de 500 mártires, entre Sacerdotes (uno de ellos el
Padre Pro), Religiosas y Laicos, y fueron saqueados y profanados casi todos los templos católicos.
Otro centro de violencia religiosa fue España donde se desató una violenta guerra civil (1936-
1939) y fueron bautizados en sangre infinidad de cristianos. Las «Checas» de Barcelona son
célebres por la crueldad. Más o menos unos 16.000 mártires españoles, entre ellos 11 Obispos y
4.000 Sacerdotes y seminaristas (algunos de ellos colombianos) nos dicen a todos los cristianos de
esta época eclesial que es cierto aquello de que «la misión recorre el mismo camino de Cristo
(anonadamiento impregnado de amor y que expresa amor) y tiene su punto de llegada a los pies
de la cruz» (RM 88).
CONCILIO VATICANO I
Para la vida de la Iglesia en la Edad Moderna, pero aún en el siglo XIX, tiene mucha importancia el
Concilio Vaticano I que inauguró solemnemente el Papa Pío IX (1846-1878) en la Basílica de San
Pedro de Roma, el 8 de Diciembre de 1869. Este Concilio es considerado como el 20 Ecuménico y
al que asistieron 770 Padres. Estuvo reunido hasta septiembre de 1870 cuando fue aplazado
indefinidamente porque los piamonteses habían ocupado bélicamente a Roma. El Vat. 1 proclamó
el dogma de la Infalibilidad Papal, pero su logro más importante, y de mayor trascendencia
eclesial, fue el haber devuelto a la Iglesia católica, y propiamente al Papado, el prestigio moral que
tanto había perdido.
SACRAMENTALIZACIÓN
En la Actividad Pastoral se van detectando algunas fallas que, poco a poco, van haciendo crisis.
Una primera falla bien puede ser una excesiva sacramentalización, sin la conveniente preparación
catequística, fácilmente la vida pastoral se va volviendo una rutina para los Pastores y para los
fieles. Los Pastores pretenden hacer la evangelización con la sola repetición mecánica de los
sacramentos y pronto ese servicio masivo los llena de tedio y de cansancio, los fieles a su vez, van
esperando que la recepción de los sacramentos mágicamente les va a producir la fe y la gracia, y,
como resultado matemático, la salvación. Se va así implantando la pastoral de conservación en la
cual lo indispensable es que todos los niños sean bautizados, y que nadie muera sin recibir los
últimos sacramentos para la salvación eterna. Es una vida pastoral que anda paralela a la vida
natural humana, pero sin impregnarla. La catequesis, sobre todo en América Latina, además de
que es muy para memorizar fórmulas, se va haciendo sobrenaturalista o espiritualista, es decir,
para «el más allá» para la vida futura, sin que la evangelización llegue a convertir los antivalores
culturales.
MASIFICACIÓN
Otra falla es la masificación, que ha venido a ser característica del servicio ministerial de pastoral.
Cuando en la metodología misionera de Primera Evangelización se emplea un proceso individual
de conversión y de catequización, en la metodología pastoral se trabaja de manera grupal, o
masiva. El trato masivo fácilmente despersonifica y hace perder constancia en la mística de
intereses. La masificación ha ido degenerando en indiferentismo y, finalmente, en secularismo.
Entonces nos afirma Santo Domingo que «tanto el indiferentismo como el secularismo minan la
moral porque dejan el comportamiento humano sin fundamento para su valor ético, y por eso
fácilmente caen en el relativismo y el permisivismo que caracterizan a la sociedad e hoy» (100).
Estas fallas en la actividad pastoral han ido dejando el terreno propicio para que crezcan las sectas
fundamentalistas y los movimientos religiosos libres, «problema que ha adquirido proporciones
dramáticas y ha llegado a ser verdaderamente preocupante sobre todo por el creciente
proselitismo» (101).
UN NUEVO AMANECER
Sin embargo después de todo, podemos tener la certeza de que la crisis pastoral va a ser
superada, «pues hoy la Iglesia se siente llamada a revivir con un nuevo esfuerzo... ya que se siente
apremiada por las profundas y rápidas transformaciones de la sociedad y de las culturas de
nuestro tiempo así como por la multiplicidad y diversidad de contextos en los que anuncia y da
testimonio del Evangelio» (103) y también porque hay algo muy consolador y positivo como es el
hecho de que la Iglesia Católica «no está en situación de tener que empezar de nuevo.., es el único
organismo social del mundo que ha quedado inalterado después de las catástrofes... es éste un
hecho que comprueban con asombro sus propios enemigos» (104).
Como un verdadero don del Espíritu Santo, «quien es en verdad el protagonista trascendente de la
realización de la Misión» (RM 21; cfr Dominum et vivificantem 42), se celebra en la Iglesia
Neotestamentaria, que está llegando a los dos mil años, el Concilio Vaticano 11(21 Ecuménico)
que fue convocado por el Papa Juan XXIII (1958-1963) el 25 de Diciembre de 1961, para que la
Iglesia tomara conciencia de sí misma y se renovará «con carácter prevalentemente práctico
pastoral y normativo» (105).
El Vaticano II tuvo lugar en cuatro períodos con tres intervalos de cerca de nueve meses cada uno.
Hubo en él 168 congregaciones (asambleas) generales, 10 sesiones públicas presididas por el Papa,
más de 6.000 intervenciones orales y escritas, 521 votaciones con 1’360.000 papeletas escrutadas.
Todas las intervenciones orales fueron grabadas y confrontadas con los textos escritos que los
Padres Conciliares debían entregar con anterioridad en la secretaría,
De lo más significativo del Vaticano II fue la amplia participación de todo el mundo; católicos,
protestantes, neocristianos, miembros de la Iglesia Griega, Ateos, participantes de otras religiones,
hombres, mujeres, pastores, laicos y religiosos. No hubo definiciones solemnes dogmáticas, ni
mucho menos excomuniones, ni condenaciones. Por eso es considerado un Concilio Ecuménico
genuinamente pastoral y misionero.
Con la muerte del Papa Juan XXIII, acaecida el 3 de Junio de 1963, se llegó a creer que sería motivo
para que el Vaticano II finalizara de improviso sus estudios pastorales, pero providencialmente
Pablo VI resultó tan interesado en él como su antecesor. Solamente aconteció que con la llegada
de Pablo VI el Vaticano II enfatizó en un cristocentrismo eclesiológico, que vino a ser su
característica principal (106).
Se cuenta que Juan XXIII sonreía maliciosamente en su habitación, frente al TV de circuito cerrado
en donde podía seguir todas y cada una de las asambleas del Concilio, de satisfacción y de gozo, y
seguramente que su alegría fue clamorosa en el cielo, el 8 de Diciembre de 1965, cuando Paulo VI
declaró concluido el Vaticano II, porque entendía muy bien que la Iglesia del siglo XX había
redactado su propia Constitución y se había fijado los principios que habrían de moderar su acción
misionera, tanto en relación con los cristianos, como en la manera de llegar a los No Cristianos.
PALABRA Y SACRAMENTO
Juan XXIII esperaba que el Vaticano II iba a ser fundamentalmente de carácter pastoral, pero ni se
desalentó ni se contrarió cuando fue apareciendo que la Iglesia era tan sacramental como
misionera, y que era esencialmente Sacramento y Misión (cfr. LG 1 y AG 1 y 2). Juan XXIII, el Papa
Bueno, el Pastor supremo de la Iglesia, llevaba muy unidas en su mente y en su corazón las dos
originales formas de labor misionera eclesial, la Misión Ad Gentes y el Pastoreo de los fieles,
porque él había sido «el primer presidente de la Propagación de la Fe en Italia» (107), y ahora era
el sucesor de Pedro, Pastor de Pastores.
Con el Vaticano II ha quedado doctrinalmente bien claro que la Iglesia, como «Sacramento
Universal de Salvación» (cfr. LG 1 y 48; SC 5; AG 1; GS 45) es objeto de nuestra fe, y, como
«misionera por su naturaleza» (AG 2) es sujeto activo de toda la Evangelización.
Juan Pablo II dice que «muchos son ya los frutos misioneros del Concilio: se han ido multiplicando
las Iglesias locales provistas de Obispos, Clero y personal apostólico propios; se va logrando una
inserción más profunda de las comunidades cristianas en la vida de los pueblos; la comunión entre
las Iglesias lleva a un intercambio eficaz de bienes y dones espirituales; la labor evangelizadora de
los Laicos está cambiando la vida eclesial; las Iglesias Particulares se muestran abiertas al
encuentro, al diálogo y a la colaboración con los miembros de otras Iglesias cristianas y de otras
religiones. Sobre todo, se está afianzando una conciencia nueva: La misión atañe a todos los
cristianos, a todas las diócesis y Parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales» (RM 2).
Respecto a la Misión Ad Gentes, es el mismo Juan Pablo II quien afirma que «no se puede dejar
ocultar una tendencia negativa.., la misión específica Ad Gentes parece que se va parando» (RM
2); «afirmar que toda la Iglesia es misionera no excluye que haya una específica misión Ad Gentes;
al igual que decir que todos los católicos deben ser misioneros, no excluye que haya «misioneros
ad gentes y de por vida», por vocación específica» (RM 32); «se impone ante todo una profunda
reflexión para los misioneros mismos, que debido a los cambios de la misión pueden sentirse
inclinados a no comprender ya el sentido de su vocación, a no saber ya qué espera precisamente
hoy de ellos la Iglesia» (RM 65); «la vocación especial de los misioneros ad vitam conserva toda su
validez, representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia» (RM 66).
LA MISIÓN ES NECESARIA
También se ha dicho equivocadamente que si Dios salva a todos los hombres (cfr. LG 14), no hay
entonces necesidad de evangelizar. A esta objeción el Papa afirma que «la Iglesia y, en ella todo
cristiano no puede esconder ni conservar para sí la novedad de vida en Jesús que es la «Buena
Nueva».., la misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia
profunda de la vida de Dios en nosotros» (RM 11).
Se dice que a los Concilios hay que dejarles el margen de unos 40 años para verles su aplicación,
pero bien podemos ya apreciar que el Vaticano II ha sido formidable en la animación misionera del
Pueblo de Dios. Lo que tal vez sí falta es que todos, Pastores y fieles, nos interesemos en conocer y
profundizar más en las doctrinas conciliares.
Paulo VI, en el décimo aniversario del Vaticano II, y para recoger las enseñanzas misioneras de la
Tercera Asamblea General de todos los Obispos, entregó al mundo su Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975), que es llamada con toda propiedad la «Carta Magna
de la Evangelización».
Juan Pablo II, a su vez, celebró los veinticinco años del Vaticano y los quince, años de la Evangelii
Nuntiandi con la publicación de su Carta Encíclica Redemptoris Missio sobre la permanente validez
del mandato misionero (8 de Diciembre de 1990), que es sencillamente la expresión más completa
y perfecta de la teología misionera. De esa Encíclica son novedad doctrinal los nuevos ámbitos de
la misión ad gentes (cfr. RM 37) y el tercer horizonte misionero, la Nueva Evangelización (cfr. RM
33), que están perfilando un nuevo capítulo en la Historia de la Evangelización.
RENOVACIÓN PASTORAL
Seguramente que el mayor éxito pastoral y misionero del Vaticano II está en la reinauguración de
las Iglesias Particulares y en la Promoción de su Teología. Al respecto dice un autor que «la
teología de la Iglesia Particular ha sido considerada bajo muchos aspectos, la piedra angular de la
doctrina conciliar en torno a la estructura general de la Iglesia» (109) y Juan Pablo II anota que
«después del Concilio se ha ido desarrollando una línea teológica para subrayar que todo el
misterio de la Iglesia está contenido en cada Iglesia Particular, con tal de que ésta no se aísle, sino
que permanezca en comunión con la Iglesia Universal y, a su vez, se haga misionera» (RM 48).
Según el Vaticano lila Iglesia Particular es el término obligado de toda la misionariedad eclesial
porque la misión Ad Gentes debe partir de la Iglesia Particular y tiene como objetivo implantar las
Iglesias Particulares, y es también el término de toda la sacramentalidad porque «se trata de
establecer en cada lugar comunidades cristianas que sean un «exponente de la presencia de Dios
en el mundo» (AG 15) y crezcan hasta llegar a ser Iglesias» (RM 49) para que así las Iglesias
Particulares sean verdaderos sacramentos de la Iglesia Universal, la realidad sensible eclesial en
donde el hombre de todos los tiempos y de todos los lugares, nace y vive para la fe cristiana.
CRISIS DE RENOVACIÓN
Así como hubo crisis postconciliar en relación con la Primera Evangelización, también la hubo con
respecto al campo pastoral. Al respecto afirma Juan Pablo II que «los Sacerdotes que ya están en
el ejercicio de su ministerio parece que hoy sufren una excesiva dispersión en las crecientes
actividades pastorales y, frente a la problemática de la sociedad y de la cultura contemporánea, se
sienten impulsados a replantearse su estilo de vida y las prioridades de los trabajos pastorales»
(110).
CRISIS VOCACIONAL
Como el Concilio acentuó el sacerdocio real de todos los fieles (cfr. LG 10; AA 2) disminuyeron
ostensiblemente las vocaciones específicas para los ministerios ordenados, y el mismo Juan Pablo
II debió insistir en que «la participación en el Sacerdocio de Jesucristo del ministro ordenado es
distinta, no sólo por grado sino por esencia, de la participación otorgada con el Bautismo y con la
Confirmación a todos los fieles» (111).
CRISIS DE LOS CONSAGRADOS
Algo semejante aconteció con las vocaciones Religiosas a la vida consagrada y contemplativa.
Después del Concilio se decía que como «quedan, pues, invitados y aún obligados todos los fieles
cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado» (LG 42)
no valía la pena comprometerse en una vida religiosa consagrada. Tocó también a Juan Pablo II
esclarecer los principios, y así enseña que «obreros de la viña del Señor son todos los miembros
del pueblo de Dios: los Sacerdotes, los Religiosos y Religiosas, los fieles Laicos, todos a la vez
objeto y sujeto de la comunión de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación. Todos y
cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y
complementarios. Ya en el plano del ser, antes todavía que en el del obrar, los cristianos son...
miembros vivos del único cuerpo del Señor... el Estado Religioso testifica la índole escatológica de
la Iglesia» (ChFL 55).
RETORNO DE LO RELIGIOSO
TERCER MILENIO
Para comenzar el año 2000 «Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad ms preparada
para la siembra evangélica, Preveo -dice el Papa- que ha llegado el momento de dedicar todas las
fuerzas eclesiales a la Nueva Evangelización y a la Misión Ad Gentes... nuestra época ofrece en
este campo nuevas ocasiones a la Iglesia: la caída de ideologías y sistemas políticos opresores; la
apertura de fronteras y la configuración de un mundo más unido, merced al incremento de los
medios de comunicación; el afianzarse en los pueblos los valores evangélicos que Jesús encarnó en
su vida (paz, justicia, fraternidad, dedicación a los más necesitados; un tipo de desarrollo
económico y técnico falto de alma que, no obstante, apremia a buscar la verdad sobre Dios, sobre
el hombre y sobre el sentido de la vida» (RM 3).
Grandísimo ha sido, pues, el influjo del Vaticano II en la vida eclesial del presente tiempo de la
Evangelización.
El término «Nueva Evangelización» lo empleó por primera vez Juan Pablo II en Haití, en 1983,
cuando estaba hablando a los Obispos del Celam sobre la Evangelización de América Latina. Hoy
en día, a raíz de la Encíclica Redemptoris Missio (Diciembre de 1990), el término «Nueva
Evangelización» es un neologismo teológico (palabra técnica de teología) que indica «el conjunto
de medios, acciones y actitudes aptos para colocar el Evangelio en diálogo activo con la
modernidad y lo postmoderno, sea para interpelados, sea para dejarse interpelar por ellos.
También es el esfuerzo por inculturar el Evangelio en la situación actual de las culturas. . tiene
corno finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta a la Nueva
situación que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad, tiene la
tarea de suscitar la adhesión personal a Jesucristo y a la Iglesia, de tantos hombres y mujeres
bautizados que viven sin energías el cristianismo.., ha de ser nueva en su ardor, en sus métodos y
en su expresión... exige la conversión pastoral de la Iglesia... con estructuras y dinamismos que
hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de
salvación universal» (112).
¿A QUIÉNES SE DIRIGE?
PROGRESOS EN LA MISIONOLOGÍA
Hasta Diciembre de 1990, cuando apareció la Redemptoris Missio, los Misionólogos distinguían
tres actividades en la única misión eclesial: La Actividad de Primera Evangelización (Misión Ad
Gentes), la Actividad Pastoral y la Actividad Ecuménica. Ahora, de acuerdo con el Magisterio
Pontificio, la tercera actividad es la Nueva Evangelización, que ya no es una orientación particular
del Pontífice para la Evangelización de América Latina, sino el trabajo específico misionero de
Iglesia con los no practicantes Por su parte, «el diálogo interreligioso» (o actividad ecuménica)
forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Entendido como método y medio para un
conocimiento y enriquecimiento recíproco, no está en contraposición con la Misión Ad Gentes; es
más, tiene vínculos especiales con ella y es una de sus expresiones. En efecto esta misión tiene
como destinatarios a los hombres que no conocen a Cristo y su Evangelio y que en su gran mayoría
pertenecen a otras Religiones.., la Iglesia no ve un contraste entre el anuncio de Cristo y el diálogo
interreligioso; sin embargo siente la necesidad de compaginarlos en el ámbito de su misión Ad
Gentes... conviene que estos dos elementos mantengan su vinculación íntima, y al mismo tiempo
su distinción por lo cual no deben ser confundidos... ni tampoco considerados equivalentes» (RM
55).
SITUACIONES NUEVAS
Hasta 1988 no se hablaba en las facultades misionológicas de Roma, de Nueva Evangelización, sino
que solamente se aludía a «situaciones por completo nuevas o circunstancias especiales que
requieren de nuevo la acción misionera (específica)» (AG 6). La falta de un término teológico para
expresar el trabajo evangelizador de esa nueva situación religiosa del mundo moderno, con tantos
bautizados y con tan pocos convertidos a Jesucristo ya su Evangelio, ocasionó serios malos
entendidos, como cuando el Papa Pío XII (1939-1958) tildó a Francia que sufría entonces su crisis
pastoral de la década de los cuarenta, de «país de misión», situación que luego ratificó la misma
Conferencia Episcopal francesa al afirmar en la Pascua de 1960 que «no hay en Francia un sólo
sector geográfico o social en el cual no sea urgente una evangelización» (113).
La Nueva Evangelización es el más complejo, el más delicado y el más pesado de los trabajos de
evangelización, porque hay que luchar contra multitud de prejuicios, recalentar un indiferentismo
religioso exagerado, despertar unos sentimientos espirituales acomodados en la rutina y alentar
para el heroísmo misionero personas marcadas por el hedonismo y la mediocridad.
COMPROMISO DE TODOS
Como misión eclesial, La Nueva Evangelización compete a todos los cristianos, pero los primeros
empeñados en realizarla en sus propias personas son los Pastores, los Ministros consagrados del
Único Ministerio Eclesiástico, que deben convertirse y ser Santos para anunciar la Palabra,
celebrar la salvación y dirigir la comunidad eclesial.
La Nueva Evangelización no es una segunda evangelización, que no existe como no existe tampoco
un segundo Bautismo de agua y espíritu, ni es la presentación de un nuevo Evangelio, que no hay
más que uno, como dice Monseñor Esquerda, ((Una Nueva etapa de Evangelización que reclama
una renovación profunda de la misma Iglesia misionera» (114).
Conceptos clave
EL TÉRMINO LATINOAMERICANO
SITUAR LA MISIÓN
Si los criterios geográficos y estadísticos nos pueden determinar el tipo de actividad misionera que
debemos realizar en un campo determinado, así mismo, el conocimiento de la Historia concreta de
la Evangelización en ese lugar específico, nos lleva a individualizar modalidades y a puntualizar
características de metodología misionera.
En América Latina en general, y en Colombia en particular, dado que la Primera Evangelización nos
llegó marcada con el sello del Patronato, ocurre que, aún hoy en día y desafortunadamente más
en los mismos territorios de misión, cuando hablamos de «misión» entienden «paternalismo,
proteccionismo o clericalismo». Muchos indígenas relacionan la misión con la expropiación;
muchos afroamericanos creen que la misión es una nueva esclavitud.
LUCES Y SOMBRAS
El buen misionero se prepara de antemano con el aprendizaje de esos influjos históricos para
combatir los prejuicios, corregir los desatinos y prevenir las desilusiones en el apostolado. Es
bueno recordar que «si es cierto que la Iglesia en labor evangelizadora tuvo que soportar el peso
de desfallecimientos, alianzas con los poderes terrenos, incompleta visión pastoral y la fuerza
destructora del pecado, también se debe reconocer que la evangelización, que constituye a
América Latina en el «Continente de la esperanza», ha sido mucho más poderosa que las sombras
que dentro del contexto histórico vivido lamentablemente le acompañaron. Esto será para
nosotros los cristianos de hoy, un desafío a fin de que sepamos estar a la altura de lo mejor de
nuestra historia y seamos capaces de responder, con fidelidad creadora, a los retos de nuestro
tiempo latinoamericano» (Puebla 10).
Es cierto que «no se dan evangelizaciones químicamente puras... los agentes evangelizadores
condicionan la acción evangelizadora. La evangelización pasa por medios humanos, que la
modelan, a veces la empobrecen, y la orientan» (115) y es por eso que la historia es la maestra
que nos ayuda a descubrir «nuevos modos de comunicar, con nuevos lenguajes nuevas técnicas,
nuevos comportamientos sicológicos, el Evangelio» (RM 37).
Con motivo de la celebración de los 500 años del comienzo de la Evangelización latinoamericana
habremos oído decir muchas cosas algunas de ellas hasta desfavorables a la causa de la Iglesia,
pero que ello nos lleve a pensar que somos hoy los responsables de la historia del mañana, que
estamos escribiendo con la vivencia de nuestra fe.
EL REGALO DE LA FE CATÓLICA
Nos sentimos muy orgullosos y agradecidos con Dios porque el cristianismo en América Latina está
creciendo como semilla en buen campo, Nos comprometemos a seguir cultivando nuestra fe, y a
dar continuamente testimonio de ella, para que también los demás crean en Dios Padre y en su
Enviado, Jesucristo, que «ha hecho de la Iglesia su colaboradora en la obra de la salvación
universal… y por medio de ella cumple su misión» (RM 9).
«Cuatro grandes potencias europeas han intervenido, en el curso del tiempo en la conquista de
América, estampando su sello en este continente: España, Portugal, Francia e Inglaterra... España
lleva una gran ventaja sobre sus adversarios por haber sido la primera en poner pie en el nuevo
mundo... los españoles no vinieron, por lo regular a América como colonizadores agrícolas, sino
como misioneros o como funcionarios, soldados, comerciantes, y la mayoría de las veces venían
sin mujeres... era, pues, inevitable que desde un principio se produjera una fuerte mezcla de
razas» (116).
EVANGELIZACIÓN NO TERMINADA
Hay en América Latina, afirma Puebla, «dos situaciones permanentes más necesitadas de
evangelización: nuestros indígenas habitualmente marginados de los bienes de la sociedad y en
algunos casos o no evangelizados o evangelizados en forma insuficiente: y a los afroamericanos,
tantas veces olvidados» (Puebla, 365). Esto indica que la evangelización latinoamericana no se ha
terminado, ni siquiera la Primera, y que debemos prepararnos para evangelizar en nuestra propia
casa con una evangelización sin fronteras, no ya una «misión española» sino por el Reino de Dios y
por la Iglesia Católica.
CONTENIDOS DE LA IV UNIDAD
Nuestra Unidad Cuarta comprende dos apartes. En el primer numeral (1. Evangelización en
América Latina) nos vamos a referir al proceso de evangelización que se ha desarrollado en
América Latina, y procuraremos entregar a nuestros estudiantes siquiera las líneas generales que
los guíen hacia un estudio más serio y profundo de la realidad misionera de nuestro continente. El
segundo aporte numeral (2. Evangelización en Colombia) recogerá los hechos más trascendentales
que han marcado la historia evangelizadora de Colombia.
Para que el trabajo quede más comprensible y fácil de retener, vamos a servirnos de los elementos
de la parábola evangélica del sembrador (cfr Mt 13, 18; Mc 4,13; Lc 8,11) y diremos algo siquiera
acerca del campo nuevo para la siembra, cuáles fueron los obreros en ese trabajo, qué fue lo de la
cizaña, cuál fue el resultado de la cosecha y cuáles son los horizontes o perspectivas que se abren
para proseguir la evangelización.
El 12 de Octubre de 1492 Cristóbal Colón y sus compañeros llegaron a unas playas desconocidas,
pero no sospecharon siquiera que habían descubierto para la civilización europea un nuevo
continente, ni mucho menos tuvieron idea de que habían llegado al continente de la esperanza
eclesial.
«Colón no tuvo idea precisa de la verdadera identidad de su hallazgo y se topó con este continente
cuando buscaba un camino para otra parte... de todas maneras, aunque el desembarco en
Guanahaní, por lo inesperado, haya sido fortuito, fue en verdad algo más que el término feliz de
una aventura incierta... fue el acontecimiento providencial que bifurcó la historia poniéndole
término a la Edad Media y abriendo la que comienza en ese 12 de Octubre con la Invención de
América y su incorporación a la cultura y a la civilización de Occidente» (117).
ENCUENTRO DE CULTURAS
El descubrimiento fue recíproco como encuentro de dos culturas muy diversas, en sus tipos y en su
desarrollo.
Colón había salido del sur de España buscando un camino más corto para llegar a la India, y más
concretamente a Cipango, que era la más oriental de las islas asiáticas, el actual Japón y llegó a la
isla del Caribe, creyendo que eran las últimas prolongaciones de las islas atlánticas. Colón llamó
«El Salvador» a la primera isla donde llegó, y «La Concepción» a la segunda.
RIQUEZAS CULTURALES
Los españoles encontraron en América dos o tres culturas superiores: Maya-Azteca en México y
América Central, la Incaica en el Perú y la Chicha en Santafé de Bogotá. Las dos primeras culturas,
la Maya-Azteca y la Incaica, eran verdaderos imperios indígenas.
Esas culturas latinoamericanas estaban bien promovidas, con valores y símbolos ecológicos,
sociales y religiosos bien definidos. Todavía hoy causan admiración los encuentros arqueológicos
que revelan el alto grado de desarrollo de esas culturas: herramientas bien elaboradas para el
trabajo, escrituras con letras bien ligadas, símbolos religiosos de sentida espiritualidad.
Ese muy probable que los Indígenas latinoamericanos sean descendientes directos de los Indianos
asiáticos. Como afirma el Documento de Santo Domingo: «América Latina y el Caribe configuran
un continente multiétnico y pluricultural. En él conviven en general pueblos aborígenes,
americanos, mestizos y descendientes de europeos y asiáticos, cada con su propia cultura que los
sitúa en su respectiva identidad social, de acuerdo con la cosmovisión de cada pueblo (Santo
Domingo, 244).
«América Latina forjó en la confluencia, a veces dolorosa, de las más diversas culturas y razas, un
nuevo mestizaje de etnias y formas de existencia y pensamiento que permitió la gestación de una
nueva raza, superadas las duras separaciones anteriores» (Puebla, 5).
Es maravillosa la página de Juan Pablo II: “Sois continuadores de los pueblos Tupiguaraní, Aymara,
Mayamquechua, Chibcha, Nahual, Mixeco, Araucano, Yanomaní, Guajiro, Inuit, Apaches y
tantísimos otros que se distinguen por su nobleza de espíritu, que se han destacado en sus valores
autóctonos culturales, como las civilizaciones azteca, inca, maya, y que pueden gloriarse de poseer
una visión de la vida que reconoce la sacralidad del mundo y del ser humano. La sencillez, la
humildad, el amor a la libertad, la hospitalidad, la solidaridad, el apego a la familia, la cercanía a la
tierra y el sentido de la contemplación, son otros tantos valores que la memoria indígena de
América ha conservado hasta nuestros días y constituye una portación que se palpa en el alma
Latinoamericana» (Mensaje a los Indígenas, Octubre 13 de 1992).
Los españoles encontraron, en los inicios de nuestra evangelización, que los indígenas eran
naturalmente muy religiosos, y que en sus ritos culturales celebraban con simbolismos agrícolas y
bélicos sus divinidades mayores, el sol, la tierra, la luna y sus divinidades menores, el luego, el aire,
el agua. «A excepción de los Guaraníes del Paraguay, todos los pueblos de América eran
politeístas; las religiones indígenas eran fundamentalmente agrarias; todos sus ritos, sus dioses, su
cosmovisión tenían referencia a la tierra, la Madre Tierra... Ritos, propiciaciones, sacrificios
humanos, ceremonias mágicas, cantos, danzas, fiestas religiosas, expresaban la relación del
individuo y del grupo indígena con él o los dioses y con los espíritus de los antepasados; el
animismo, manifestación de la creencia en una vida ultraterrena, es otra de las característica de
las religiones precolombinas, toda la vida del hombre y de las sociedades primitivas está
impregnada y gira en tomo a lo religioso» (118).
LA LENGUA COMUN
«El primer obstáculo grande con que tropezaron europeos y americanos para entenderse fue la
falta de una lengua común, Los españoles no sabían qué tan extensa era la tierra descubierta e
ignoraban si en ella hablaban sus habitantes uno o varios idiomas. Se calcula que en esa época
existían en América 125 familias lingüísticas con 600 idiomas... a la multitud de lenguas indígenas
se agregó un importante factor: algunas eran muy difíciles de aprender... por eso recurrieron a las
Lenguas generales, así llamaban las que habían logrado mayor difusión» (119).
Los primeros expedicionarios que llegaron en 1492 al continente americano no venían con un
objetivo misionero, sino con miras políticas, mercantiles o aventureras, pero cuando entendieron
que habían llegado a una tierra de infieles, de inmediato pensaron en evangelizarla. Es muy
probable que, como católicos practicantes que eran, los primeros expedicionarios, desembarcaron
y dieron infinitas gracias a Dios que los habf3 llevado buenos y salvos hasta la orilla, pero los
indígenas que los vieron hacer la señal de la Cruz sonrieron y se asustaron con ese gesto de los
recién llegados.
«Los conquistadores vinieron a América por su propia cuenta y sufragaron los gastos que exigían
sus afanes. Desde luego, en el grupo de conquistadores, notable mayoría estuvo formada por
campesinos y ciudadanos de clase modesta que al llegar a América se sintieron superiores a los
Indios por su mayor grado de civilización y cultura» (120). Parece que en el primer viaje venía un
Sacerdote como Capellán, el Padre Pedro de Arenas, quien sería el primero en celebrar la
Eucaristía en el Continente Americano.
PRIMEROS MISIONEROS
Cristóbal Colón volvió pronto a España y en 1493 regresó a América con la orden real de tomar
posesión para la corona española de las tierras encontradas y de evangelizar a todos los indígenas
para la Iglesia Católica Como dice Juan Pablo II: «El almirante Colón, con las tres carabelas
procedentes de España, llegó a estas tierras y plantó en ellas la Cruz de Cristo. La Evangelización
propiamente dicha, sin embargo, comenzó con el segundo viaje de los descubridores, a quienes
acompañaban los primeros misioneros. Se iniciaba así la siembra del don precioso de la fe» (123).
Podemos afirmar que la Evangelización latinoamericana se inició con paso firme en México en
1524 con los llamados «Doce Apóstoles Franciscanos».
Acompañaban a Colón militares, misioneros, marineros y mercaderes, que venían al nuevo mundo
con el fin de evangelizar cada uno a su manera; venían a evangelizar por Dios y para España,
movidos en su fe cristiana que en esos días precisamente estaba siendo puesta a prueba por los
musulmanes que se habían tomado a Granada (1492); querían evangelizar revestidos del
quijotesco espíritu de cba1leros andantes que les impedía retroceder por miedo o por cansancio.
EVANGELIZACIÓN DE BRASIL
PATRONATO
Tanto los Reyes católicos de España, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, como los Reyes de
Portugal, Juan II y Manuel I, ejercían el derecho del Patronato para colonizar las tierras
descubiertas, con el deber de evangelizarlas. Esos derechos de Patronato estaban estipulados por
el Tratado de Alcazovas (1479) y por el Tratado de Tordesillas (1494) y legitimado por las Bulas
Pontificias (llamadas también Bulas Alejandrinas) del Papa Alejandro VI (1492-1503).
Toda comparación es odiosa, pero, en general los colonizadores españoles eran más misioneros
que los portugueses, de los cuales se decía que tenían las tres «M»: misioneros, marinos y
mercaderes. Los españoles, tal vez porque no traían sus mujeres, siempre se preocuparon por
organizar las colonias Indígenas, fundar pueblos y promover la agricultura.
«LEGOS» MISIONEROS
DESFILE MISIONERO
A partir de ese entonces ha sido admirable la fila de insignes, santos y generosos misioneros que
han venido a evangelizar en América Latina. Las Órdenes Religiosas fueron indudablemente los
principales agentes de esta tarea misional.
Portugal algunas veces descuidó la selección y envío de los misioneros para sus colonias, pero la
Corona Española siempre mantuvo su preocupación por atender debidamente este deber de la
evangelización, y para este efecto habían normas concretas: La Casa de Contratación de Indias
seleccionaba los misioneros y les pagaba el costo de sus viajes; «el Cardenal Cisneros ordenó en
1516 que todo navío español llevará un Sacerdote, yen 1526 Carlos V dispuso que todas las flotas
españolas llevaran a América clérigos regulares en calidad de misioneros» (128).
Podemos afirmar que desde el comienzo del descubrimiento hasta 1720 habían llegado a
territorios españoles de América cerca de 120.000 misioneros.
MÉTODOS DE EVANGELIZACIÓN
En general, los primeros evangelizadores de América Latina se propusieron tener como modelo de
evangelización para nuestro continente la metodología que se había empleado para la Iglesia
Primitiva.
La primera medida evangelizadora que tomaron los misioneros españoles fue la de destruirle a los
indígenas sus lugares sagrados y sus objetos religiosos de culto, porque, según parecía, todo era
pagano. Amortiguaban la dureza del procedimiento porque daban primero una orden para que los
indígenas mismos destruyeran sus pertenencias culturales y, si no obedecían, entonces los
militares lo hacían con gran violencia. «La cristianización se hizo buscando acabar con tradiciones,
autoridades y valores antiguos haciéndolos aparecer perversos o inadmisibles… la religión estuvo
íntimamente ligada a la opresión colonial: en el afán por convertir a los indios al cristianismo, se
utilizó la violencia, como método de extirpación de cultos autóctonos. En esta forma, se subvaloró
la religión del indígena, con la convicción de portar una religión y cultura superiores... se buscó
evangelizar y «civilizar» al mismo tiempo, utilizando el modelo español, pues... se pensaba que la
religión indígena era una superstición» (129)
Se comprende esta manera de actuar de los misioneros españoles porque era como una actitud de
autodefensa por las luchas religiosas sostenidas por la Iglesia de España (con los Judíos, los moros
y protestantes) que les impedía comprender las prácticas religiosas de los pueblos indígenas,
todos ellos eran profundamente religiosos. Toda su vida giraba en torno a su religión, y no podían
tolerar que se utilizaran los símbolos religiosos como abominaciones aberrantes. Por eso fue esa
lucha contra la idolatría, la superstición y la hechicería y ese afán por intentar arrancar de raíz
todas las creencias, los ritos y cultos religiosos aborígenes, sin tratar de valerse de ellos para llegar,
paso a paso, a una catequesis inculturada.
MISIONEROS EJEMPLARES
Nuestros primeros evangelizadores fueron generosísimos en la entrega del Primer Anuncio porque
estaban seguros de que «en la compleja realidad de la misión, el Primer Anuncio tiene una función
central e insustituible… la fe nace del anuncio, y toda comunidad eclesial tiene su origen y vida en
la respuesta de cada fiel a este anuncio» (RM 44).
Ese Primer Anuncio Kerigmático buscaba la conversión individual, como debe buscarla toda
Primera Evangelización, pero estuvo muy marcado por una tendencia de «conversión militar» al
estilo español, que defendía la fe más en los campos de batalla, que en la mente en el corazón. Eso
ha dado lugar a que se diga que los indígenas americanos aceptaban sólo externamente el
cristianismo o que «el paganismo aborigen subsistía bajo el culto católico» (130).
METODOLOGÍA MISIONERA
En efecto, los primeros evangelizadores de América, sobre todo los Franciscanos, eran de la
escuela de Joaquín Da Fiore (1130-1202) que afirmaban que el fin del mundo estaba muy cerca
por que la vida del mundo era de 7.000 años y ya habían transcurrido 5.343 antes de Cristo y 1.500
después de Cristo, luego sólo quedaban unos 157 años, con la probabilidad de que este fatídico
acontecimiento sucediera en el año 1500. Además según la Bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio
VIII del 18 de Noviembre de 1302, nadie podía salvarse sino estaba bautizado en la Iglesia católica
y sometido al Romano Pontífice, Sacerdote y Emperador universal.
Por esta razón los primeros misioneros americanos se apresuraron a bautizar a los indígenas,
esperando poderlos catequizar más adelante, mientras llegaba el final. Decían también los
misioneros que «antes del fin del mundo todo se tenía que cumplir; la conversión de todo el
mundo a la fe católica, aún la conversión de los hebreos. Para eso se quería hacer una expedición
a Jerusalén, al estilo de las Cruzadas, que debía ser financiada con el oro del Nuevo Mundo» (131).
MATRIZ CATÓLICA
Este es el motivo por el cual se dice que la Primera Evangelización del pueblo latinoamericano fue
superficial.
Como afirma un autor: «Nos oponemos a dos posiciones extremas... la verdad es que América
Latina es un pueblo evangelizado a medias» (134). Debemos retener, como dice Mons. Alberto
Lee, que generalmente se habla de la Evangelización del Nuevo Mundo como si fuera un
acontecimiento homogéneo, cuando en realidad se trata de un largo proceso que se inicia con la
llegada de Colón a las Antillas, que se prolonga durante quinientos años, que aún no termina ni
terminará hasta la segunda venida de Cristo... toda evangelización es un proceso y un proceso de
cambio» (135).
La Primera Evangelización que hicieron los misioneros en América latina fue muy buena porque de
verdad llegó hasta los elementos básicos de la cultura, prueba de ello la religiosidad popular que
ha quedado en nuestro pueblo, pero esa Primera Evangelización fue muy corta porque los
misioneros se apresuraron demasiado a imponer el servicio pastoral. Estamos evangelizados a
medias porque mantenemos ese desequilibrio entre Primera Evangelización y Vida Pastoral;
descuidamos o suponemos ya dado el Primer Anuncio que «abre la vía para la conversión... y del
cual nacela fe» (RM 44) y queremos pasar de inmediato a vivir el Sacramento Eclesial (vida
pastoral), que es «respuesta de cada fiel a ese anuncio» (RM 44. cfr: EN 13-15).
CATEQUESIS EN LENGUA
LOS CATECISMOS
Cada una de las Órdenes Religiosas utilizaba un Catecismo propio: los Franciscanos se basaban en
el Catecismo de Fray Alonso de Molina, los Dominicos aprovecharon sabiamente el de Fray Pedro
de Córdoba, que pasa por ser el primer texto de Doctrina Cristiana escrito en la Española antes de
1544, y que parece fue utilizado como texto de enseñanza religiosa desde mitad del siglo XVI a lo
ancho y largo de Latinoamérica. A este Catecismo seguirán decenas y decenas de otros textos
escritos en lengua indígena. El Padre Dominico Pedro de Gante estuvo como misionero en México
desde 1523 y es considerado como «padre, maestro y defensor de los indígenas». Era familiar de
Carlos V (alguno llegó a decir que era su hijo natural, pero eso si era falso) y de él decía Monseñor
Alonso de Montufar: «Yo no soy el Arzobispo de México sino mi hermano Pedro de Gante». Este
gran evangelizador fue quien fundó en Texcoco (México) la primera escuela de América Latina,
escribió un Catecismo, llamado Doctrina Cristiana, escrito en lengua mexicana en el cual inventó
un método simple de enseñare! catecismo, y por eso se le conoce como el fundador de la
pedagogía en América. Parece que para la mera Nueva Granada, según los informes que nos
dejaron los cronistas, se compusieron para la evangelización catecismos en 51 lenguas indígenas y
en 70 dialectos, en suma 438 tratados de religión escritos por Sacerdotes, en un esfuerzo que
ninguna religión que sepamos, ha igualado en la historia de la humanidad. Otro catecismo muy
famoso en Latinoamérica fue el «Catecismo del tercer Concilio de Lima» (1538) que fue hecho en
América para la realidad evangelizadora de América. También se utilizó mucho el Catecismo
Romano del Concilio de Trento, y otro del Cardenal Belarmino.
LOS AGUSTINOS
Un famoso historiador nos trae una descripción maravillosa de una catequesis organizada por los
Padres Agustinos: «en el amanecer se juntaba todo el pueblo y rezaba la doctrina cristiana; les
decía Misa y les predicaba todos los días; ya acabando, que no era temprano, se iban a sus casas a
comer un bocado; y luego los demás se volvían a la Iglesia, unos a aprender la Doctrina, otros a
enseñarla, de modo que todos estuviesen ocupados en obras virtuosas; a la oración se juntaban
todos por barrios en todas las esquinas, donde habían cruces altas y siempre adornadas de junvia
y flores, donde cantaban la Doctrina y luego pedían a Nuestro Señor les tuviese de su mano para
que aquella noche no le ofendiesen; y de allí tuvo principio la ceremonia que después se
estableció en toda la provincia, de cantar la Doctrina por barrios; de noche en las esquinas y por la
mañana en la Iglesia» (137).
Algunos de estos Concilios regionales o Provinciales han sido de tal resonancia que del tercero de
Lima y del tercero de México, se dice que rigieron la marcha de todo el continente
latinoamericano, y del tercero de México dicen que fue para América como el Concilio de Trento
para el mundo.
Además de esos Concilio Provinciales, había también los «Sínodos Diocesanos» que legislaban y
orientaban el trabajo misionero y pastoral de cada Iglesia Particular. De ordinario se hacía un
«Sínodo Diocesano» cada que llegaba un nuevo Obispo a regir la Diócesis. El primero de tales
Sínodos parece que lo hizo en Popayán (Colombia) en 1555 el Obispo Juan del Valle, y el primero
en Santafé de Bogotá fue en 1556 con el Obispo Juan de los Barrios.
También había «Juntas Apostólicas» que eran reuniones no de Obispo sino de Sacerdotes,
religiosos y algunos «letrados» que seguramente eran peritos que los asesoraban en sus trabajos.
Esas Juntas Apostólicas podrían ser como nuestros actuales Consejos Pastorales. Parece que la
primera junta Apostólica se reunió en México en 1524.
CONCILIO DE LIMA
En el Concilio I Provincial de Lima, primero de todos los del Nuevo Reino, 1551, se organiza la
«Nueva Iglesia de las Indias con Doctrinas (Estaciones Misionales), pueblos o Parroquias que
ocupan el lugar de las antiguas cabeceras o tribus; se ex1ge un catecumenado antes del bautismo
de todo adulto para catequizarlo y dicha instrucción debe ser en su propia lengua» (138). Las
“Doctrinas” eran el lugar material y teológico de la evangelización y de la catequesis, «la
estructura pastoral dentro de la cual se desarrollo la labor evangelizadora del misionero... el crisol
donde se fundieron la cultura europea y la indígena.., en tomo a la capilla misionera del
catecismo... donde se trazaron los pueblos» (139).
LAS DOCTRINAS
Esas «Doctrinas» correspondían, más o menos, a las «Parroquias rurales» que en Francia comenzó
a organizar a finales del siglo I’V, San Martín de Tours, pero acá era para indígenas lo que allá era
para campesinos. San Pio V (1566-1572) confirmó en 1567 a las Doctrinas los Privilegios Pontificios
de que ya disfrutaban y los Concilios Provinciales de México (1565) y Lima (1567) las entregaron al
Clero Secular, los Doctrineros, dejando para los Religiosos, que eran expertos en lingüística, la
evangelización de los centros urbanos.
TROPIEZOS EN LA INCULTURACIÓN
Otro Obispo ordenó que todos los Sacerdotes explicaran el Evangelio y oraran en español, para
que los indígenas aprendieran el idioma de sus Pastores. El Obispo de Quito (1596-1610), Alonso
de la Peña Montenegro, escribió un buen libro «itinerario para Párrocos de Indios» (Madrid 1668)
en el cual narra cómo se aplicó el Concilio de Trento en la pastoral latinoamericana. Un Sacerdote
franciscano, Fray Ramón Pané, llamado también Fray Lengua, de los que llegaron en septiembre
de 1493 a la Española, en el segundo viaje de Colón, fue el primer español en aprender el lenguaje
indígena de la Isla, y el primero en escribir algo sobre las indias americanas (Nuevo Mundo). En
1600 un Padre Dominico, Domingo de Vico, habla de una «teología Indiana» es decir de algunos
escritos catequísticos en lenguas indígenas, con base teológica en la Sagrada Escritura yen los
Padres de la Iglesia.
Todo esto muestra que hubo interés de nuestros primeros evangelizadores porque el Evangelio
empapara «de modo vital, con profundidad y hasta las raíces, la cultura y las culturas» (EN 20) del
pueblo latinoamericano.
LA CIZAÑA EN LA SIEMBRA
Corno en la Parábola Evangélica (cfr. Mt 13, 24-30), apareció la mala hierba en el trabajo de la
Evangelización Latinoamericana.
LA INQUISICIÓN
Actualmente hoy es muy cuestionado este Tribunal por el hecho de que estaba en manos de los
Obispos, aunque era el poder civil quien ejecutaba las sentencias de muerte con que el Tribunal
castigaba las faltas a la disciplina eclesiástica, religiosa y social pública. Su oficio más determinante
era exterminar la herejía y la hechicería. Sabido es que los Padres Dominicos se habían ganado en
Europa muchísimos enemigos por ser ellos los más renombrados inquisidores. Como en España el
Tribunal de la Inquisición era un instrumento que estaba en manos de la Iglesia y de la Corona es
lógico que hubiera llegado hasta Latinoamérica envuelto en mantos de evangelización.
LAS REDUCCIONES
Otra mala hierba fueron las «Reducciones» que «eran poblados en los que congregaban a los
indios nómadas, y bajo la dirección de misioneros, con rigurosa exclusión de cualquier otro
europeo, se intentaba educarlos una vida cristiana y civilizada. Particularmente famosas son las
llamadas reducciones de los Jesuitas del Paraguay, aunque en su mayor parte estaban establecidas
en territorio argentino y brasileño. Pero los Jesuitas fueron los primeros misioneros que
emplearon este método, Las reducciones comenzaron en 1610 en el Paraguay con el
consentimiento del gobierno español... para defenderse de los ataques de los «mamelucos»
(hordas de mestizos de la colonia brasileña de Sao Paulo) los misioneros resolvieron armar a los
indígenas.., estas reducciones jesuitas nunca fueron más de treinta o treinta y tres contiguas, con
un número máximo de ciento cincuenta mil indígenas» (141).
En la reducción había buena organización religiosa, social, política. Todo el organismo estaba en
las manos de los superiores y del Provincial de la Orden. En cada lugar mandaba el Párroco o su
lugarteniente. El Obispo tenía el derecho de visitar la Reducción, pero no podía intervenir en su
funcionamiento. Había catequesis para niños y adultos, catequesis obligatoria. Los Domingos había
Misa Solemne y luego los bautismos. La Semana Santa, y otras Fiestas como la del Corpus Christi
eran celebradas con gran solemnidad. Había representación teatral de los misterios cristianos para
que todos los retuvieran en su memoria. En cuanto a la organización y la reglamentación del
trabajo manual, que era dirigido por medio de campana y bien parecía un comunismo mitigado.
Bajo el aspecto político, la Reducción era una autonomía absoluta. Allí mismo se tenía el comercio
y se pagaba el tributo civil. Era como un estado dentro. del estado. La suprema autoridad en la
Reducción, tanto en el aspecto. espiritual como en el temporal y judicial, era el Misionero.
Todas las Reducciones estaban construidas de idéntica forma: en cada una de ella habitaban entre
1.500 y 7.000 indígenas, había una Iglesia, una escuela, una casa para el misionero, una casa o
salón comunal, las casas eran de un solo piso, separadas y hechas de piedra para evitar los
incendios, al lado estaba el Cementerio comunitario rodeado de árboles.
Las Reducciones no son exclusividad de los Jesuitas, porque también las usaron los Franciscanos
Capuchinos en Venezuela y los Dominicos de Kumana. Tampoco son exclusividad del Paraguay
porque las hubo igualmente en México y California.
Una finalidad directa de las Reducciones era proteger a los Indígenas de los abusos de los
«Encomenderos» que eran los encargados oficiales de recoger las contribuciones de los indígenas
para sostenimiento de la misión y de pagar con esas contribuciones a los misioneros. Los abusos
eran grandes porque los Encomenderos llegaban a explotar inmisericordemente a los indígenas, y
de ordinario se adueñaban de los bienes, y hasta de la persona misma, de los pobres indígenas.
Desde el 3 de mayo de 1509 la Corona Española había aprobado el establecimiento del sistema de
la Encomienda en las colonias de ultramar, y ya en el año 1542 tuvo que dictar nuevas leyes para
corregir, sin lograrlo del todo, errores y abusos.
Según esas Nuevas Leyes de Indias al indígena no se le podía hacer esclavo ni aún en la guerra, se
le amparaba contra cargas excesivas y se le regulaba su manera de vida, reconociéndoseles
capacidad para dominio sobre las cosas muebles o inmuebles. En 1681 apareció la «Recopilación
de las Leyes de Indias» aprobada por Felipe II que es la reunión armónica de todas las normas
legales en favor de los indígenas americanos. En Bula «Sublimis Deus» del Papa Paulo III del 12 de
junio de 1537 se dice que los indígenas «son verdaderos hombres... aunque se hallaren fuera de la
fe, no están privados, ni pueden privárseles de libertad y de la posesión de sus cosas, antes por el
contrario pueden usar y disfrutar de su libertad y dominios y no se les puede reducir a la
esclavitud... y deben ser traídos a la fe de Cristo con la predicación de la Palabra de Dios».
En Cartagena de Indias (Colombia), uno de los puertos negreros más concurridos de entonces en
todo el continente, se santificó el Misionero Jesuita Pedro Claver, el «Esclavo de los Negros» como
él mismo juró serlo, que había nacido en Verdún (España) el 24 de junio de 1581, ordenado
Sacerdote allí mismo en Cartagena donde vivió 40 años y bautizó unos 30.000 negros esclavos.
Murió el 8 de septiembre de 1654 y fue canonizado por León XIII en 1888.
En 1835 el Papa Gregorio XVI (1831-1846) condenó la esclavitud de los negros. Juan Pablo II en las
celebraciones del V Centenario del descubrimiento de América dijo: «De todos es conocida la
gravísima injusticia cometida contra aquellas poblaciones negras del continente Africano, que
fueron arrancadas con violencia de sus tierras, de sus culturas y de sus tradiciones, y traídos como
esclavos a América. En mi reciente viaje apostólico a Senegal no quise dejar de visitar la isla de
Gorea, donde se desarrolló parte de aquel ignominioso comercio, y quise dejar constancia del
firme repudio de la Iglesia, con las palabras que ahora deseo recordar nuevamente: «La visita a la
casa de los esclavos nos trae a la memoria esa trata de negros que Pío II, en una carta dirigida a un
misionero que partía hacia Guinea califica de «crimen enorme»... Estos hombres y mujeres han
sido víctimas de un vergonzoso comercio en el que han tomado parte, personas bautizadas que no
han vivido según su fe... Hay que confesar con toda verdad y humildad este pecado del hombre
contra el hombre» (142).
LA COSECHA
Hay un hecho histórico que no podemos ignorar y es que la Catolicidad latinoamericana nació
grande, porque cuando Asia apenas en 1929 recibió sus primeros Obispos para organizar una
Jerarquía, y África fue en 1940, aunque desde 1532 el Rey Juan III de Portugal anunciaba al Papa
Clemente VII (1523-1534) que todo el Congo era católico, en América Española, a pocos años del
descubrimiento, se estableció la organización Jerárquica, aún antes de que los misioneros
sentaran pie firme en la tierra descubierta.
Por su parte, el Patronato regio de Portugal organizó en el Brasil la jerarquía Eclesiástica a partir de
1551. Parece que ya antes, desde 1532, funcionaban algunas capitanías de los colonos
portugueses con un servicio religioso que dependía del Obispado de Funchal, en las Islas Azores
(Portugal). El 23 de febrero de 1551 el Papa Julio III (1550-1555) erigió la Diócesis de San Salvador
de Bahía, sufragánea de Lisboa (Portugal) Desde 1551 hasta 1676 no hubo sino un Obispo en todo
el Brasil, el de San Salvador de Bahía... en 1676 fue elevada al Arzobispado esa Sede Episcopal de
Bahía y fue creada capital de la Provincia Eclesiástica del Brasil, con las siguientes Diócesis
sufragáneas que fueron creadas en esa misma fecha:
Pernambuco, Río de Janeiro Mariana y Sao Paolo. Hay que tener siempre en cuenta que, cuando
para la Corona de España sus colonias americanas eran de primer orden, para la Corona
Portuguesa, el Brasil pasaba por ser una colonia secundaria, luego las de Arica y Asia.
La cosecha misionera en Brasil, sin embargo, ha sido muy fecunda, porque en 1503 llegaron los
Padres Franciscanos a Porto Seguro, Bahía y Río; en 1549 arribaron también los Carmelitas
Calzados, los Capuchinos y sobre todo los Jesuitas. Ya a finales de la época colonial en el Brasil y a
comienzos de su emancipación (1822) los Padres Franciscanos tenían allí 170 miembros activos,
los Carmelitas 200 (eran los más numerosos), los Benedictinos ya habían establecido cinco
Abadías, y los Jesuitas unos 180. De los Padres Jesuitas es muy recodado el Padre José de Anchieta
que llegó al Brasil en 1553 y pronto se hizo famoso por su santidad, sus milagros, sus catecismos,
himnos, diccionarios y gramáticas. Hoy en día es de admirar que en el Brasil la Jerarquía
Eclesiástica funciona con 267 jurisdicciones: 41 Arquidiócesis, 206 Diócesis, 13 Prelaturas, 3
Abadías, 1 Ordinariato de ritos Orientales y un servicio Castrense.
IGLESIA Y ESTADO
Algo muy especial debemos anotar en la organización de la Jerarquía Eclesiástica en este tiempo
del Patronato Regio en la Corona Española: Los Arzobispos eran nombrados por el Rey de España
como sus Virreyes, es decir como Plenipotenciarios suyos para el gobierno espiritual y civil de las
colonias americanas. Así tuvimos entonces, desde 1547, Arzobispos Virreyes en Santo Domingo,
México y Lima: luego, desde 1564, en Bogotá y desde 1609 en la Plata (Perú). A su vez los Reyes
pretendieron, pero naturalmente que no lo consiguieron, que ellos fueran tenidos como «Vicarios
Papales» o, como se decía que se instituyera el «Vicariato Regio». En ese entonces se pensaba que
los Obispos y aún más los Arzobispos, eran Vicarios Papales, que tenían facultad Jurisdiccional del
Papa para gobernar sus Iglesias Particulares.
NUCLEOS DE EVANGELIZACION
El Primer Núcleo era el de Las Antillas, que comprendía las Islas de Cuba, Jamaica,
Haití, República Dominicana, Puerto Rico, la parte Norte de Venezuela, la parte
Nororiental del Colombia y la parte Oriental de Honduras. Su centro era Santo
Domingo como Sede Arzobispal y las Sedes Episcopales (con la fecha de su
creación) de Puerto Rico (1511), Santiago de Cuba (1518), Concepción de la Vega
(1512), la Abadía de Jamaica (1515), Valladolid (Honduras 1530), Santa Marta
(Colombia 1529), Caracas (Venezuela 1531) y Cartagena (Colombia 1533).
También en el Brasil existieron cinco núcleos de Evangelización para aquellas épocas: cuatro de
ellos en la Costa Oriental y uno en el centro Amazónico.
Los núcleos de Evangelización, a su vez, para la organización pastoral, estaban agrupados en tres
grandes Provincias, que correspondían a los tres grandes Arzobispados de 1547: Santo Domingo,
México y Lima.
Se dice que en 1535 los Franciscanos, que habían comenzado con doce Apóstoles la Evangelización
de México, ya tenían 210 casas en la Provincia Eclesiástica de México; los Dominicos llegaron en
1526 y al final del siglo XVI tenía unas 70 casas; en 1533 arribaron los Agustinos y en 80 años ya
tenían 70 conventos; lo mismo pasaba con los Jesuitas. El primer Obispo de México, Juan de
Zumárraga (1530-1548) organizó la primera imprenta en Latinoamérica y publicó la obra religiosa
«Scala Siritualis» de San Juan Clímaco. El único problema era que hasta en el siglo XVII había en
México solamente Obispos españoles, y eran 92.
En la Provincia de Lima, la más extensa porque comprendía desde Colombia hasta Argentina, y
tierras calientes como las costas y heladas, como los altos picos de las montanas Andinas,
sobresalió el servicio misionero de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de Lima de 1581 a
1606, quien fl.ae para América como San Carlos Borromeo para Europa; un buen Pastor y un
insigne misionero.
La cosecha misionera en Latinoamérica ciertamente es maravillosa por que las estadísticas que
entregó el Celam en 1993 señalaban que en el Continente Latinoamericano existían;
Además de que algunas Iglesias Particulares están prestando también servicios ministeriales para
los fieles de Ritos Orientales y otras atienden el servicio Pastoral de las fuerzas Armadas (Diócesis
Castrenses).
INSIGNES TESTIMONIOS
Dice Monseñor Ernesto Acosta que «la verdad es que en América sí hay verdaderos Santos) como
lo demuestra la historia. Nacidos de las entrañas de esta tierra, tenemos siete santos y 16 Beatos.
Pero aquí se han santificado también otros 38 de los evangelizadores, venidos de Europa. Y
existen, según el «Index ac status causarum», 128 procesos de canonización de nativos y
extranjeros que han vivido nuestra realidad latinoamericana» (143).
CANONIZADOS
Santos
SILENCIOSOS
Esta es la lista de los más renombrados trabajadores de nuestra evangelización, pero tenemos una
inmensa cantidad de Santos Misioneros, Pastores y Laicos que han silenciosamente gastado sus
vidas, como se gastan los cirios, gota a gota, para colaborar con Cristo en la Evangelización
latinoamericana.
Cada Comunidad Religiosa y cada Iglesia Particular debe encontrar la Historia Misionera particular
y hacer resaltar allí las figuras heroicas de tantos misioneros cuyos ejemplos y enseñanzas se nos
van esfumando con el tiempo, y que deben ser conservados con el respeto que se merecen las
raíces misioneras de nuestra evangelización.
Después de que los diversos países latinoamericanos se fueron independizando del gobierno civil
español y del Patronato, ha quedado en casi todas las naciones independientes de la América
Latina un sólido entramado de vida cristiana, una cultura con símbolos ya evangelizados, que abre
los nuevos horizontes de una evangelización en la que todos seremos misionados y misioneros.
Dice Juan Pablo II que «los datos históricos muestran que se llevó a cabo una válida, fecunda y
admirable obra evangelizadora pero que... hay que perfilar las líneas maestras de una acción
evangelizadora que ponga a Cristo en el corazón y en los labios de todos los latinoamericanos»
(144).
Para darle realización a la primera indicación del I Concilio Plenario Latinoamericano, toda la
Iglesia latinoamericana estuvo, durante ochenta años, fortaleciéndose en la profesión de su fe,
hasta que en 1979, Puebla (México), el mismo Episcopado Latinoamericano exclama que
«finalmente ha llegado para América latina la hora de intensificar los servicios mutuos entre
Iglesias Particulares y de proyectarse más allá de sus propias fronteras, «Ad Gentes» Es verdad que
nosotros mismos necesitarnos misioneros. Pero, debemos dar desde nuestra pobreza» (Puebla
368).
Parece que fue Monseñor Roger Aubry, Vicario Apostólico de Reyes (Bolivia) y tercer Presidente
del Departamento de Misiones del Celam, quien desde 1975 comenzó a concientizar al Episcopado
Latinoamericano de que ciertamente había llegado la hora de abrir las puertas latinoamericanas a
una evangelización sin fronteras, Ad Gentes.
Son proféticas las palabras del Papa Pío XII: «Abrigamos la gozosa esperanza de que América
Latina se dispondrá en breve, con vigoroso empeño, a cumplir la misión que la Divina Providencia
parece haber confiado a ese inmenso continente, que se enorgullece de su fe católica, de tomar
parte preferente en la nobilísima tarea de comunicar también, en el futuro, a los demás pueblos
los preciosos dones de paz y salvación.
Estamos seguros de que los beneficios ahora percibidos (en personal misionero) serán devueltos
más tarde considerablemente multiplicados.
Llegará un día en que América Latina Podrá restituir a toda la Iglesia de Cristo lo que haya
recibido» (146).
Y precisamente esas palabras hermosas de Pío XII en 1955 que hemos transcrito, eran la invitación
convocatoria para el Congreso Eucarístico Internacional y para la 1 Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, que habría de hacer operativa la segunda idea-madre del I Concilio
Plenario Latinoamericano de 1899. Por eso «nos ha parecido - agregaba explícitamente Pío XII-
oportuno decidir que la Jerarquía Latinoamericana se reúna para estudiar con toda atención en
común nuevos métodos de apostolado y nuevos caminos… todo cuanto exijan las necesidades de
los tiempos» (147).
La I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano tuvo Lugar en Río de Janeiro (Brasil)
entre el 25 de Julio y el 4 de Agosto de 1955, y su primera tarea para llenar los objetivos del I
Concilio Plenario fue consolidar la estabilidad de las Conferencias Episcopales nacionales de
Latinoamérica que redactaron entonces sus respectivos Estatutos, que fueron aprobados por la
Sede Apostólica así: México (19-V-56), Bolivia (19-V-56), Perú (3-VII-57), Colombia (23-X-57), Chile
(4-XI-57), Ecuador (21-IX-57) Paraguay (30-111-58), Venezuela (2-IX-58), Brasil (13-IV- 58), Haití
(12-I-59), Argentina (25-IV-59), etc.
En la X Asamblea Ordinaria del Celam, en Mar de Plata (Argentina) fue creado el 11 de Octubre de
1966 el Departamento de Misiones del Celam (DEMIS o DMC) para «prestar servicios pastorales y
técnicos a las Conferencias Episcopales de América Latina, en los distintos campos de apostolado
misional» (Estatutos, Art. 2). El primer Presidente del Demis fue Monseñor Gerardo Valencia Cano,
Mxy, Vicario Apostólico de Buenaventura (Colombia), el recordado defensor y amigo de los
afroamericanos del Pacífico.
La II Conferencia General del Celam fue en Medellín (Col) en 1968 con la presencia del Papa Paulo
VI. La III Conferencia General fue en Puebla (México) en 1979 con la presencia de Juan Pablo II, y la
IV Conferencia General fue en Santo Domingo (República Dominicana) en 1992 también con la
presencia de Juan Pablo II. Cada una de las tres últimas Conferencias Generales ha producido un
Documento que indica acertadamente cuál es la tendencia emergente de la Evangelización
Continental Latinoamericana. También el Demis ha tenido sustanciosas reuniones con valiosos
aportes misioneros: Ambato (Ecuador) en 1967 para demarcar el concepto de «Misiones» en
América Latina y aprobar los Estatutos; Melgar (Colombia) 1968 sobre Pastoral de Misiones en
América Latina; Caracas (Venezuela) en 1969 sobre la responsabilidad Colegial del Episcopado en
la Actividad Misionera de la Iglesia en América Latina; Iquitos (Perú) en 1971 sobre Pastoral de
Misiones en el Alto Amazonas; Manaus (Brasil) en 1977 sobre Pan-Amazónico de Pastoral
Indígena; Tlaxcala (México)en 1980 sobre Centros de Estudio de Misionología en América Latina.
El CELAM ha sido fiel a sus principios y, haciéndose presente en los casi veinte millones de
Kilómetros cuadrados de la América Latina, quiere mantener el empuje evangelizador, con la mira
puesta en que «el siglo XIX, históricamente grande, perteneció a la Gran Bretaña; el siglo XX, a los
Estados Unidos; el siglo que viene, a la América Latina» (148) y lo va a ser por su misionariedad.
APRECIDA
El trece de mayo de 2007 el Papa Benedicto XVI inaugura la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe celebrada en la ciudad de Aparecida – Brasil. El tema central del
documento es el siguiente: Discípulos misioneros de Jesucristo para que en Él nuestros pueblos
tengan vida. De allí ha surgido el reto de desarrollar la Misión Continental que debe ser como un
nuevo arranque misionero para que ponga a toda la Iglesia de América en estado permanente de
misión (Cf. Aparecida 551).
Otra institución, a nivel continental y en el plano universal, que sirve de estructura operativa de
nuestra evangelización, es la Comisión Pontificia para América Latina (CAL) que fue creada en
1965, a raíz del Vaticano II, y que está integrada por ocho miembros de la Curia Romana, 13
Obispos de la A.L y 9 Obispos de otros países del mundo. Se encarga fundamentalmente de que las
iniciativas misioneras y pastorales que varia ser semilla de evangelización en Latinoamérica
conserven el «sensus Ecclesiae», es decir, el sabor de catolicidad apostólica.
Los viajes apostólicos de Pablo VI, del beato Juan Pablo II y de Benedicto XVI a Latinoamérica han
sido una verdadera confirmación en la fe del Pueblo de Dios y momentos históricos en la
Evangelización del Continente. Pablo VI estuvo en Bogotá en 1968 y Juan Pablo II ha visitado en
1979 a México, 1980 Brasil, 1983 Centroamérica, 1984 República Dominicana, 1985 Venezuela,
Ecuador y Perú, 1986 Colombia, 1992 República Dominicana, 1993 Chile, 2002 a Canadá,
Guatemala y México. Benedicto XVI visitó en mayo de 2007 a Brasil, en Aparecida para inaugurar
la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Ha anunciado para el 2013
visitar a Río de Janeiro para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.
América Latina está encendiendo las himparas de su fe para alumbrar en el siglo veintiuno a todas
las naciones, atendiendo el llamado de todos nuestros Obispos cuando desde Santo Domingo nos
dicen: «Dirigimos a todos un anuncio fuerte y entusiasta para la evangelización, no sólo en el seno
de nuestras Iglesias sino más allá de nuestras fronteras. Esta será la respuesta al ejemplo de los
misioneros que de otras partes llegaron a América, para comunicarnos su fe, y será también
fuente de generosidad para nuestros jóvenes y bendición para nuestras Iglesias» (Santo Domingo
295).
2. La Evangelización en Colombia
INTRODUCCIÓN
Además de la Visión panorámica que nos presentó el capítulo anterior, es necesario que nuestros
alumnos del Curso de Formación Misionera profundicen lo más posible en la Historia de la
Evangelización de su propia cultura. Por eso hemos agregado esta pequeña historia de la
Evangelización en Colombia, concretándonos un poco más, para ayudar a nuestros paisanos en su
formación, y para dar un modelo a los demás de cómo ellos deberán conseguirse la Historia
Evangelizadora de su propio país, de su propia cultura.
VARIOS NOMBRES
Primero que todo tengamos en cuenta que el nombre de «Colombia» solamente lo ha recibido
nuestra patria desde 1886; antes se la llamaba «Confederación Granadina», «Estados Unidos de
Colombia» o «Nuevo Reino de Granada», como la llamó el fundador de Santafé de Bogotá Gonzalo
Jiménez de Quesada. Es muy honroso para nosotros repetir, con el nombre de nuestra patria
grande, el recuerdo del descubridor de Cristóbal Colón.
RAICES
Nos adentramos en una Historia Particular de Evangelización para bus car las raíces de nuestra
«cristiandad» y encontrar la razón del por qué los Colombianos pensamos y queremos con
sentimientos naturalmente cristianos. Un antropólogo e historiador dice que en nuestra historia
de Evangelización podemos distinguir diferentes etapas: la de los contactos, la de los grandes
viajes de reconocimiento y conquista y la del adentramiento o extensión de la tarea
Evangelizadora (149).
Hagamos nuestro estudio con alegría seguros de que «la Iglesia puede sentirse satisfecha y
tranquila ante cualquier investigación seria y desapasionada sobre su obra evangelizadora y
cultural en el Nuevo Reino de Granada... estuvo en la avanzada de la difusión cultural, fue la luz
maravillosa que iluminó la historia de América» (150).
« ¿Hubo errores y vacíos? Sin duda. Fueron fallas de hombres, no de la doctrina, no de la Iglesia.
Las sombras de humanas flaquezas no opacan los aciertos y realizaciones de la obra misional.
Ninguna entidad ni persona hizo más, ni durante tanto tiempo, por los débiles, como la Iglesia de
Cristo... La obra Evangelizadora de la Iglesia en el Nuevo Reino de Granada, como en toda nuestra
América, es obra de Dios» (151).
Debemos acercarnos con respeto y veneración a los primeros evangelizadores de nuestra patria
porque ellos fueron unos verdaderos titanes de la fe y de valentía. Los misioneros hoy, que
miramos en el mapa, o desde un avión o chalupa, las rutas de nuestros primeros misioneros, no
podemos entender cómo ni por qué lo hicieron, y nos da envidia cuando se nos narra que lo
hicieron por «Amor» a Dios y a sus hermanos. No había camino, ellos lo hicieron al andar, y con
pies descalzos, y a veces por entre la selva, o nadando, con el agua hasta las rodillas; unas veces
extenuados por la sed y quemados por el sudor, otras tiritando de frío.
Los primeros evangelizadores de Colombia fueron los Padres Franciscanos, que ya habían llegado a
Santo Domingo (La Española) en el segundo ‘viaje de Colón, en 1493, y que «parece que vinieron a
Colombia cómo capellanes de la expedición de Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa en 1509»
(152). En efecto, otro historiador afirma que «en 1508 abandonaron las Costas españolas ocho
misioneros Franciscanos... así damos crédito a Fray Pedro Simón, con Alonso de Ojeda vinieron
dos frailes de esa Orden y con Diego de Nicuesa uno más; fueron Franciscanos los primeros
evangelizadores en el Nuevo Reino de Granada» (153). Los Padres Franciscanos comenzaron su
misión evangelizadora en Colombia por el Darién, donde se dice que tenían un Convento ya por
1510, y por la Costa Atlántica. En 1550 ya los Franciscanos están también en Santafé de Bogotá
con su comisario Fray Jerónimo de San Miguel, para el inicio de lo que será más tarde la Provincia
Franciscana de Santafé del Nuevo Reino, con sus Conventos en Pasto, Tunja, Vélez, Cartagena y
Popayán.
En 1513 se habla de Fray Andrés de Vera que acompaña a Vasco Núñez de Balboa en el
descubrimiento del Mar Pacífico. El 29 de junio de 1514, en la Armada de Pedro Arias (Pedrárias)
Dávila, llegó a Santa María la Antigua del Darién, poblamiento de las tierras de Urabá, el primer
Obispo de Tierra Firme (no ya en las Islas Antillas sino ene1 propio Continente), el Franciscano Fray
Juan de Quevedo, quien oficia entonces de Pontifical en lo que debió ser un rancho de bareque,
pero que ya tenía el rango de Iglesia Catedral, la primera Iglesia Catedral de Colombia, que
desafortunadamente fue anexada en 1524 a la Diócesis de Panamá, o en 1534 a Santa Marta, que
es la que ostenta hoy en su frontis catedralicio el título de «Madre de todas las Iglesias de
Colombia» (154). En el marco de la celebración del V Centenario de la Evangelización del Nuevo
Mundo, la Provincia Eclesiástica de Antioquia (que comprende las Iglesias Particulares de Santafé
de Antioquia, Santa Rosa de Osos, Apartadó, Quibdó e Istmina-Tadó) inauguró un hermoso templo
en el sitio preciso en donde se dice estuvo la Primera Catedral del Nuevo Mundo.
Como las únicas vías de comunicación eran los mares (Atlántico y Pacífico) y los grandes ríos
(sobre todo el Magdalena, Cauca, Orinoco, Putumayo, Amazonas y Caquetá), los primeros
misioneros se valieron de ellos, y encontramos que algunos como los Dominicos, que también
habían llegado desde 1510 a La Española y los Franciscanos, emprendieron por el Magdalena un
viaje de unos mil kilómetros, remando y escalando selvas, hacia Santafé de Bogotá con Pon
Gonzalo Jiménez de Quesada. Es así como encontramos que también los Dominicos tienen su
Provincia en el Nuevo Reino de Granada desde 1551, que comprendía: Bogotá, Popayán,
Cartagena, Santa Marta, Tunja y Venezuela. Otros misioneros, como los Agustinos, incursionaron
por el Sur, y se encuentran por Pasto en 1585 y en Santafé de Bogotá con el Provincial Fray Vicente
Mallol en 1582, sistematizando su acción misional a partir del estudio d las lenguas indígenas;
también tenían sus conventos en Cartagena, Cali, Tunja y Pamplona. El primer grupo de Jesuitas
arribó a Cartagena en julio de 1604; a Santafé de Bogotá llegaron el 23 de septiembre de 1604; en
1625 iniciaron sus famosas misiones llaneras del Orinoco y San Martín con el Padre José Dadey,
pero solamente arrancaron en firme en 1661 en los Llanos con el Padre Salvador Gilij, y otras
grandes figuras como Juan Rivero, Esteban Arango y Manuel del Castillo. Los Padres Mercedarios
llegaron a Santa Marta en 1524, a Cali en 1539 y a Pasto en 1561.
LOS CAPUCHINOS
Los Capuchinos llegaron al Nuevo Reino de Granada en l647 y fundaron en Urabá, Cartagena.
Riohacha y toda la región Guajira. En 1669 se rebelaron los Guajiros, quemaron el archivo de la
misión y arrojaron a sus misioneros. En 1722 estaban por el Sur y allí también les tocó el
levantamiento de los Indios Tamas que atacaron a los misioneros del Putumayo y Caquetá,
mataron misioneros, incendiaron Iglesias y llegaban a destruir a Mocoa. Más adelante, los
Capuchinos catalanes se encargaron también de la Evangelización del Amazonas.
Con el tiempo, otras Comunidades e Institutos Misioneros, siguiendo el ejemplo de esos primeros
misioneros, han abierto otro caminos de evangelización a través de toda la geografía Colombiana:
Los Padres Claretianos por el Chocó y Santander, los Salesianos por Meta y Cundinamarca, los de
La Consolata por Caquetá, los Javerianos por el Chocó y la Orinoquía, los Montfortianos por Meta,
los Redentoristas por Santander y Putumayo, los Vicentinos por el Cauca y Bolívar… etc.
Llegaron también como evangelizadoras, y muy buenas, las Comunidades RELIGIOSAS FEMENINAS,
de Ordinario ramas de las mismas Comunidades masculinas: Carmelitas, Capuchinas, Compañía de
María, Dominicas, Franciscanas, Salesianas, Vicentinas, Comunidades Nativas como: Lauritas,
Teresitas... etc.
Los primeros misioneros impactaron con el testimonio de una vida personal, pues «en cuanto se
refiere a los Obispos, dignatarios Eclesiásticos y Sacerdotes, es indudable que fueron sacrificados y
pobres; por la falta de caminos visitaron sus Diócesis a pie, a caballo o en canoa; por amor a Dios
soportaron las inclemencias del clima, las enfermedades endémicas y las incomodidades de los
viajes; vivían en chozas de paja; sus Iglesias fueron inicialmente de muros de bareque; los prelados
eran príncipes pobres y humildes de corazón» (155). Se puede afirmar sobradamente que «el éxito
de la evangelización se debió al equipo de hombres: hombres excelentes en todo sentido...
abundante número de misioneros auténticos» (156).
Aunque se reconoce que cada Congregación, Orden o Instituto comenzó a hacer la evangelización
en tal o cual fecha, sin embargo «se hace necesario también decir que el inicio formal de la
evangelización en Colombia tiene lugar en el año 1550, cuando los misioneros se organizaron
sistemáticamente en nuestro suelo con el fin de empezar el trabajo con los indígenas» (157).
Hubiera podido ser muy buena la semilla y formidables los sembradores, pero no hubiera sido tan
buena la cosecha si no hubiera habido un campo tan maravilloso para la siembra. El paisaje, los
climas, los mares, los ríos, las gentes. Todo en Colombia es un marco que envuelve en idílica
admiración la rudeza heroica de la evangelización. Aquí en Colombia es fácil para el buen
misionero «ser contemplativo en acción» (RM 91) porque el contacto con la presencia natural de
Dios en el mundo, prepara para el anuncio explícito de un Padre Dios bondadoso que nos ama
mucho.
Los primeros evangelizadores encontraron en Colombia la civilización Chibcha, medía entre las
culturas superiores de los Aztecas mexicanos y los Quechuas o Incas del Perú. Los Chibchas eran
trabajadores del campo, buenos guerreros pero no belicosos, muy religiosos y sociables; tenían
dos grandes grupos: los Zipas, que vivían por la sabana de Santafé de Bogotá, y los Zaques, por
Tunja. Había también muchas otras tribus indígenas menores: Taironas al norte, Paeces al sur, los
Caribes allá, los Panches acá, Tukanos, Pijaos, Muzos, quimbayas, Carautas, Sindaguas, Boras,
Huitotos, Matapíes, Mirañas y Cholos.
El Padre Eduardo Cárdenas, SJ, dice que «es verosímil que la población total indígena de todo el
territorio cuando llegaron los españoles ascendiera a un millón y medio de habitantes (158). «Los
indígenas, -señalaba una carta del franciscano Fray Jerónimo de San Miguel al Emperador Carlos y
en Agosto 20 de 1550- son muchos, y si yo no me engaño, son de muy vivo ingenio y de muy
grande habilidad y gran razón, y entienden muy bien lo que les conviene y es gente que no se deja
engañar, según se ve en los mercados que hacen. Creo que trabajando con ellos, no con muy
grande dificultad recibirán la fe en Cristo y predicación de su Santo Evangelio, aunque otros creen
lo contrario» (159). La religión de estos indígenas era politeísta (varias divinidades), pero las
mayores, la tierra y el sol y supersticiosa, puesto que el sentido religioso si no tiene su objeto de
fe, inventa los mitos.
No sabemos exactamente cuántos fueron los primeros evangelizadores pero «creen algunos
historiadores que, después del descubrimiento de América, llegaron a Colombia unos 100.000
españoles, hombres maduros que venían en busca de aventuras, de un mejorar su vida, y con
ellos, centenares de Misioneros, que recorrieron todo el territorio Nacional» (160).
MESTIZAJE
Los Mestizos son la mayoría, más de la mitad; los negros (afroamericanos) son un 10%; los Indios
aparecen un S%, algunos aún esparcidos en regiones selváticas, alejados de toda la civilización
continental.
SIEMBRA EVANGELIZADORA
A finales del siglo XVI ya se podía hablar de una Cristiandad indígena en el Nuevo Reino de
Granada, porque nuestros primeros evangelizadores se entregaron a su tarea con todo lo que
eran, que era mucho, y Dios bendijo ostensiblemente sus esfuerzos.
LAS DOCTRINAS
Los misioneros comenzaron a recoger a los indígenas en «Doctrinas» o «misiones vivas», que eran
Estaciones Misionales o Centros de Evangelización. El sistema de Internado indígena que tanto se
utiliza hoy en los territorios de Primera Evangelización, fue el método inicial de evangelización
franciscana.
LA ENCOMIENDA
Para ayudar a ese trabajo de evangelización de las Doctrinas, la Corona Española empleó el
método de la «Encomienda», costumbre de origen feudal, mediante la cual los encomenderos,
que solamente podían serlo los españoles, imponían a los indígenas, una serie de obligaciones, con
la condición de sostenerlos económicamente y educarlos cristianamente. De ordinario el indígena
era explotado, hasta en su misma dignidad personal, a nombre de la encomienda. Algo parecido
era la «Mita», también ideada por España en el siglo XVI para contribuir a la obra evangelizadora, y
consistía en que, para ser evangelizada, la comunidad debía proporcionar un determinado número
de indios para que se alquilara su trabajo por los españoles en las labores que los necesitaran.
Siempre la Iglesia debió reclamar ante las Cortes de España, justicia y castigo para estos excesos.
LAS REDUCCIONES
También hubo en Colombia «Reducciones»; no eran tan poderosas como las de los Jesuitas en el
Paraguay, pero sí las tuvieron en el siglo XVIII los Padres Franciscanos (unas diez o doce) por los
lados de los llanos de San Juan y San Martín, confinantes con Cáqueza, y los Padres Agustinos
Recoletos también tuvieron las suyas, unas cinco o seis, sobre el río Meta.
MUCHAS LENGUAS
Otra dificultad grande para la evangelización fue la cuestión del idioma. Hoy en día se dice que en
Latinoamérica se hablan 400 lenguas por 40 millones de Indígenas. En el Amazonas Colombiano
hay unos 47 grupos indígenas de la Prefectura Apostólica de Leticia, en Mirití, se puede escuchar
en los recreos, que los niños hablan entre ellos tres o más lenguajes. ¿Qué sería al comienzo de
nuestra evangelización? El Padre Capuchino Marcelino de Castellvi y Don Sergio Elias Ortíz
elaboraron valiosos estudios sobre los idiomas indígenas de Colombia y redujeron a siete grupos
las raíces lingüísticas colombianas: Bora, Chibcha, Guahibo, Sáliba, Puinabe, Tucano y Huitoto.
COMUNICACIÓN Y MISIÓN
Los misioneros inteligentemente buscaron solucionar toda esta problemática que se iba
presentando en la tarea evangelizadora, «Conscientes de que el primer gran reto para la
evangelización es el de la comunicaci6n (162). De los primeros evangelizadores del Nuevo Reino
de Granada les’ pareció que el idioma Chibcha, y sus dialectos, eran hablados por la mayoría de los
Indígenas, y por eso la declararon «lengua general», así como4 los evangelizadores del cono
suramericano habían declarado lengua general el Quechua, idioma del imperio de los incas.
En 1580 se dictó una ordenanza real que mandó establecer Cátedras de lengua general, y así fue
como en 1581 el Arzobispo de Santafé de Bogotá, Luis Zapata de Cárdenas, OFM, fundó una
cátedra para preparar a los Sacerdotes que iban a trabajar en las Doctrinas porque la Ordenanza
real agregaba que ningún Sacerdote podía encargarse de una Doctrina si no conocía la lengua de
los evangelizandos. El primer profesor de la lengua general Chibcha fue por más de cuarenta años
el clérigo criollo Gonzalo Bermúdez, luego fueron los Jesuitas Pedro Pinto y José Daddei. En la
última década del siglo XVI, los Jesuitas abrieron en su colegio de Bogotá una cátedra de lengua
Chibcha, y lo mismo hicieron los Dominicos en sus colegios para preparar a sus futuros misioneros.
Hubo un momento en que la Corona de España, tal vez motivada por el Concilio de Trento,
ordenaba que se enseñara a los Indígenas el idioma castellano, para que no se siguieran usando
los lenguajes tribales, pero los misioneros querían aprender el lenguaje de los indios para
evangelizarlos «no de modo decorativo, como un barniz superficial, sino de manera vital,
profunda, desde las raíces culturales» (EN 20).
Los Doctrineros, que también eran llamados por los indígenas con nombres tan significativos
como: operarios evangélicos, dómines, paternidades, religiosos, apostólicos, aventajados varones,
seráficos, misioneros, etc., se apresuraron a preparar Catecismos en lenguas indígenas, así: el
Agustino Padre Vicente Mellol, compuso un Catecismo en lengua muisca; el Jesuita Juan Rivera
adoctrinó y compuso un Catecismo en lengua de los Paeces; el jesuita Francisco Rugi tradujo un
Catecismo a la lengua de los naturales de Santa Bárbara en la Costa Pacífica, el jesuita Miguel
Jerónimo de Tolosa tradujo un Catecismo para los indios de Tunja, que tenían un dialecto Chibcha;
los Jesuitas, a finales del 1605, organizaron la «Cátedra de lengua indígena de Cajicá. Sin querer
exagerar, pero para ponderar el esfuerzo de nuestros primeros misioneros, podemos retener que
«para atender a la evangelización americana se compusieron Catecismos en 51 lenguas indígenas
yen 70 dialectos, en una suma de 438 tratados escritos por Sacerdotes» (163).
DOCTRINA CLARA
Fue tanto el interés que pusieron nuestros primeros evangelizadores en la Catequesis que las
Doctrinas tenían sus propias normas de funcionamiento, que indicaban cómo había que tratar al
indio, sin golpearlo ni trasquilarle el pelo, hablándole en su propia lengua.
El Catecismo del Arzobispo Zapata de Cárdenas, porque parece que cada Obispo hacía su
Catecismo para su Iglesia Particular, enseñaba que en la catequesis se buscaba que «primero
aprendan a ser hombres para que después sean cristianos». Además había un «Fiscal» en cada
Doctrina que controlaba la puntualidad y el orden en ella y, a veces, cuando lo consideraba
necesario, examinaba a los indígenas acerca de su aprovechamiento en la Doctrina.
MEMORIZACIÓN
LA PROMOCIÓN HUMANA
RELIGIOSIDAD POPULAR
Un método muy efectivo de evangelización fueron las Visitas Pastorales que realizaban los
primeros Obispos de nuestra Patria. «Piénsese en el trabajo que significaba para ellos lograr
hacerlo en aquellos siglos en que no había caminos ni puentes, bloqueados por selvas
impenetrables y por montañas infranqueables.
Entre otras visitas memorables, comparables como empresas humanas a las de los más esforzados
conquistadores, pero con medios e intenciones de paz y de progreso espiritual, mencionaremos
las de los Arzobispos de Bogotá, Hernando Arias de Ugarte entre l6l9y 1624: recorrió 300.000
kilómetros cuadrados; a fines del siglo XVIII el Obispo de Popayán, Angel Velarde y Bustamante,
recorrió durante seis años su vasta diócesis de casi 200.000 Kilómetros cuadrados. Por los mismos
años, el Obispo de Cartagena, Díaz Madrid, emprendió la visita de su enorme y pantanosa diócesis.
Al cabo de dos años regresó a la ciudad; cuatro de sus seis acompañantes habían muerto de
fiebre» (164).
PERSECUCIONES
Otra ola de malos tiempos para la cosecha evangélica fueron las persecuciones religiosas. La
Iglesia misionera sabe bien que la misión recorre el mismo camino de Cristo y tiene su punto de
llegada a los pies de la Cruz (RM 88) pero cuando llegue el momento de la tríbulaci6n
naturalmente que ve decaer su vigor y su entusiasmo.
LA ILUSTRACIÓN
Hubo por Europa en el siglo XVIII una época de desconcierto espiritual y de carácter anticristiano,
la Ilustración c. Liberalismo ateo, que llegó como una mala ola por las costas de América en el siglo
XIX. En la Historia de la Evangelización latinoamericana fueron setenta años (1830-1900) de
hostilidad generalizada contra todo lo religioso y concretamente en la historia evangelizadora de
Colombia fueron treinta y seis años (1849 - 1885) de «injusta y violenta persecución en que fueron
desterrados del país encarcelados o confinados, 17 Obispos, entre los que sobresalen tres
Arzobispos de Bogotá: Manuel José Mosquera (desterrado por su hermano en 1852 y muerto en
Francia en 1853), Antonio Herrán y Vicente Arbeláez (en esa lista está Monseñor Joaquín
Guillermo González, Obispo de Santafé de Antioquia, quien debió andar como pastor disfrazado de
oveja por las cañadas de nuestras montañas antioqueñas)... se dictaron leyes anticristianas sobre
el matrimonio, se laicizó la educación... en 1863 se expidió una Constitución atea... Las
Comunidades Religiosas de hombres y mujeres fueron extinguidas» (165).
PÁGINA TRISTE
CIZAÑA EN EL CAMPO
En 1935 el Vicariato Apostólico de Sibundoy, por la región de La Chorrera y San Rafael (Amazonas)
estableció las Estaciones Misionales de La Chorrera (sobre el río Igaraparaná) y de La Pedrera
(sobre el río Caquetá) que ahora pertenecen a la Prefectura Apostólica de Leticia. Los Misioneros
tratan aún de rehacer aquellos «restos» culturales que dejaron la ambición y la rudeza Arana,
cuyas atrocidades debió denunciar ante el mundo entero, el 7 de Julio de 1911, el entonces Papa
San Pío X.
INSTITUTO LIGÜÍSTICO
Otro enemigo que siembra cizaña en el campo de las misiones católicas en Colombia es el Instituto
Lingüístico de Verano, que todavía hoy en día, desde hace varias décadas, viene haciendo un
trabajo filantrópico, entre promocional y religioso, en los «Territorios Misionales» de nuestra
Patria, ante la mirada y tal vez con el apoyo de nuestros gobernantes. En términos generales, esa
institución, con su centro de operaciones en Lomalinda (Meta), desconcierta a los misioneros
católicos y a los indígenas, porque se presenta como un apoyo gubernamental o norteamericano a
la evangelización, pero proyecta sus iniciativas en forma paralela, y a veces inversa, ala misión
apostólica.
Si la Constitución Nacional ha concordado un fuero especial para las Misiones, parece que ese
Instituto laborará por encima y fuera de todas las normas concordatorias misioneras. En la
Evangelización no debe emulación sino estímulo, para ahorrar trabajo y aumentar cosecha.
BANDERAS HUMANAS
PATERNALISMO MISIONERO
Lo que sí ha dificultado mucho la obra de la evangelización, como una especie de esclavitud moral,
es el «paternalismo misionero» que, con buena fe pero con pésimos resultados, ha ejercido la
Jerarquía Eclesiástica en casi todas las actividades eclesiales, pero más ostensiblemente en la
Misión Ad Gentes, promocionando el Clericalismo y la «minoría de edad» de los Laicos en general,
y de los negros y de los indios en particular. Seguramente que son injustas muchas de las
acusaciones que se lanzan fortuitamente contra la obra misionera de la Iglesia en Colombia (168)
pero se pudiera evitar y prevenir esas situaciones tirantes «volviendo a una vida más austera que
favorezca un nuevo modelo de desarrollo, atento a los valores religiosos» (RM 59).
COSECHA DE LA EVANGELIZACIÓN
DINAMISMOS Y FRENOS
CLERO AUTÓCTONO
«En los siglos XVII y XVIII se registra un gran desarrollo de las Comunidades Religiosas de hombres
y mujeres. Casi no hay poblaciones mayores que no cuenten con algún Convento. Hacia 1800 los
Religiosos eran unos 80Ó y las Religiosas más de 400, dentro de una población de cerca de un
millón. Los Sacerdotes eran a su vez unos 1.000 y las Parroquias 550... un fenómeno que indica
que la Iglesia se iba implantando sólidamente, es que la mayor parte de los Sacerdotes y Religiosos
eran ya oriundos de la Nueva Granada. A excepción de los Obispos, cuya mayoría venían de
España, se puede decir que la Nueva Granada tenía Clero propio. A partir de 1725 la misma Corona
Española fomentó la promoción de los indígenas al Sacerdocio» (172). Hay un caso curioso y es
que en el momento de la Independencia Nacional (20 de Julio de 1810) sólo actuaba un Obispo de
los cuatro que eran de la Nueva Granada: el de Cartagena, Fray Custodio Díaz Merino, OP. porque
el de Popayán (Mons. Angel Velarde y Bustamante) y el de Santa Marta (Fray Miguel Sánchez
Serrudo) habían fallecido, y el de Bogotá (Juan Bautista Sacristán y Galeano) apenas estaba en
camino de su sede... Desde 1562, creación de la Diócesis de Bogotá, hasta 1804, creación de la
Diócesis de Santafé de Antioquia (a la cual llegó el Obispo, Mons. Fray Mariano Garnica y Orjuela,
en 1828), pasaron 242 años sin que la Santa Sede creyera conveniente crear más Iglesias
Particulares en Colombia. Parece que nuestro libertador Simón Bolivar pedía a la Santa Sede quino
nombrará Obispos españoles, pero había que arreglar primero lo del Patronato.
JERARQUÍA HOY
13 Arquidiócesis
52 Diócesis
10 Vicariatos Apostólicos
1 Obispado Castrense
Para buscar una planeación pastoral hay trece Provincias Eclesiásticas y al frente de cada una de
ellas está el Señor Arzobispo respectivo.
LA CONFERENCIA EPISCOPAL
Aunque aparezca tardía la aprobación de los Estatutos de la Conferencia Episcopal, eso no quiere
decir que el interés de nuestros Pastores no estuviera desde siempre, porque, como nos dice
Mons. Gustavo Angel, MXY, Vicario Apostólico de Mitú-Puerto Inírida: «en la primera pastoral
colectiva de 1908, notamos la preocupación del Episcopado por el trabajo misionero; aunque no
distinguen mucho entre la primera evangelización y pastoral de sustentación. Los Obispos se
quejan de la falta de Clero y de zonas muy poco cristianizadas en sus jurisdicciones. Esta pastoral
colectiva es ante todo una defensa de los Religiosos que trabajan en Colombia tan
desinteresadamente» (173).
LOS CONCORDATOS
En 1887 se firmó un Concordato entre el Gobierno colombiano y el Papa L6n XIII, en el cual quedó
estipulado, y luego ratificado en el convenio de Misiones de 1902, que la Iglesia estaría muy atenta
para elevar a Iglesias Particulares los Territorios Misionales, a medida que fueran siendo
evangelizados, para lo cual el Gobierno ayudaría con prioridad en cuanto a educación y salud. Hoy
en día no hay en Colombia sino 10 Territorios Misionales (Vicariatos Apostólicas), y el Gobierno,
económicamente ayuda a la evangelización en esos territorios, no propiamente como un aporte
generoso sino corno una devolución indirecta a la Iglesia, de los bienes expoliados a las Órdenes
Religiosas en las hostilidades del siglo XIX.
Iniciamos esta gran obra en el año 1924, en el que Celebramos el I Congreso Nacional Misionero y
Exposición de las Misiones en Colombia del 15 – 24 de Agosto. Y se crean las Obras Misionales
Pontificias en Colombia, la primera en América.
1977: Se celebra el 2° CONGRESO NACIONAL MISIONERO en Medellín del 3 - 6 de julio con
el lema “Ser Cristiano es Ser Misionero”.
1982: Se celebra el 3er CONGRESO NACIONAL MISIONERO en Cali del 5 - 8 de octubre con
el lema “Salvación Universal, Compromiso de Colombia Católica”.
1987: Se celebra el IV CONGRESO NACIONAL MISIONERO en Bogotá del 5-9 de Julio unido
al 3er CONGRESO MISIONERO LATINOAMERICANO, que tuvo un tema muy sugestivo,
proclamado por el Papa Juan Pablo II, “AMÉRICA, LEVÁNTATE, LLEGÓ TU HORA DE
COMPARTIR TU FE” y como lema “Colombia, llegó tu hora de ser evangelizadora”.
1994: Se celebra el VII CONGRESO NACIONAL MISIONERO en Bogotá del 14-17 de octubre.
Su tema central fue “Iglesia particular inculturada: evangelizada y evangelizadora
universal” y tuvo como lema “Venimos, Experimentamos y Anunciamos”.
1998: Se Celebra el VIII CONGRESO NACIONAL MISIONERO en Bogotá del 9-12 de octubre.
Su tema central fue “El Espíritu Santo protagonista de la misión, hacia el Tercer Milenio:
ME LLAMA…ME FORTALECE…ME ENVÍA…” y su lema “Colombia, fortalece tu fe: ENVÍA
MENSAJEROS”. Se intensificó el deseo de ir y Anunciar el Mensaje de Jesús a otros pueblos
que no lo han escuchado.
Los cinco grandes desafíos fueron la familia, la identidad cristiana, los jóvenes, los planes
de pastoral, los medios de comunicación y la realidad social; en los que se pidió fortalecer
la identidad cristiana por medio de una adecuada formación y animación misionera y
espiritual.
Del primer Congreso Nacional Misionero nos habla Mons. Gustavo Angel mxy, y nos narra que
«este Congreso fuera de ser el primero marca también un hito importante en la historia misional
colombiana porque allí había un Obispo recién consagrado con arrestos de celoso evangelizador,
quien al pedirle la fundación del Seminario de Misiones, oyó que alguien le decía al oído: «Usted
Monseñor, está llamado a realizar esta obra». Monseñor Miguel Angel Builes, Obispo de Santa
Rosa de Osos, tomó muy a pecho esta insinuación y fundó, el 3 de Julio de 1927, el Seminario de
Misiones de Yarumal. El 11 de Abril de 1929 fundó la Congregación de Hnas. Misioneras de Santa
Teresita del Niño Jesús (en honor de Santa Teresita de Lisieux, Patrona universal de las Misiones,
nacida en 1873 y muerta en 1897), y el 11 de Octubre de 1951 la Congregación de las Hijas de
Nuestra Señora de las Misericordias (para la Catequesis). El Seminario de Misiones que empezó
con una colecta de diez pesos y un anillo, fue la ocasión para mentalizar a los católicos
colombianos de su deber misionero» (174).
Ya otra gran personalidad misionera colombiana está en las rutas de nuestros primeros
evangelizadores, la Madre Laura Montoya Upegui, de Antioquia, quien desde el 14 de Mayo de
1914 había puesto una corona de gloria a la historia evangelizadora de Colombia con la fundación
de la Comunidad de Hermanas Lauritas o Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de
Siena, para la evangelización entre los no cristianos y marginados, preferencialmente, indígenas.
I y II Encuentro. El Encuentro Nacional Misionero de Seminaristas fue iniciado por el Pbro. Julio
Daniel Botía Aponte, Director Nacional de las OMP (1989-1994). Celebró los dos primeros
encuentros en Bogotá y Zipaquirá de los cuales no hay Memorias.
Después, el Pbro. Luis Eduardo Castaño Cardona, Director Nacional de las OMP (1994-2004),
comenzó a preparar el III Encuentro, pero se enfermó. Delegó la organización del mismo al Pbro.
Héctor Luis Valencia López, quien se desempeñaba como Director del Centro Nacional Misionero
del Episcopado Colombiano.
IGLESIAS RECOMENDADAS
FORMACIÓN DE MISIONEROS
Tenemos también el Seminario Intermisional San Luis Beltrán del cual nos dice Mons. Gustavo
Ángel que «fundado en Bogotá en 1959 para la formación de los Seminaristas de los Territorios
Misionales, es importante porque desde ese instante hay un despertar de vocaciones a favor de
las Prefecturas y de los Vicariatos Apostólicos. Los Vicarios y los Prefectos empiezan a hacer su
Clero propio con candidatos del interior y con nativos de la región» (175).
SEMINARIO PÁEZ
Hay un Seminario muy especial, que desafortunadamente sufrió una dura prueba, porque el
terremoto y la avalancha del río Páez, el 6 de Junio de 1994 le ha derrumbado sus muros de piedra
y le ha arrebatado a uno de sus buenos alumnos, alumno también del Curso de Formación
Misionera a distancia, el Candidato a las Ordenes Sagradas, Hilario Aquite q.d.d.g
Es el Seminario Indígena Páez (SIP), del cual dice su Rector, también alumno de nuestro Curso,
Padre Mario García Isaza CM, que «es único en su género en América Latina y fue fundado en
1983 por el entonces Prefecto de Tierradentro y ahora Obispo de Apartadó (Antioquia) Monseñor
Germán García Isaza (su hermano). Destinado exclusivamente a los niños y jóvenes indígenas -de
lengua y sangre páez- busca responder, de una parte, al deber y la necesidad de fomentar las
vocaciones sacerdotales en cada Iglesia Particular, en cada comunidad humana, en cada cultura;
de otra, al derecho y a la capacidad que tienen los jóvenes paeces para prepararse en el contexto
de su propia cultura, para el sacerdocio ministerial... En 1989 se fundó el Seminario Mayor
Indígena, cerca del Menor, en la vereda de Irlanda, «Mus equina» en el Municipio de Páez (o
Belalcázar)» (176).
Qué bueno que cada Iglesia Particular en Colombia se concientizara de que la formación de su
Clero autóctono es la base de la futura Evangelización, y también de la actual.
El Primer Sínodo Diocesano en Colombia parece que lo hizo en 1555 Monseñor Juan del Valle,
primer Obispo de Popayán. Luego hizo allá mismo un segundo Sínodo en el cual se salió en
defensa de los Indígenas y se puso en tela de juicio las bases de la denominación española en las
Indias, y por eso el Señor Obispo fue desterrado por la Real Audiencia El 1 Sínodo Santafereño lo
convocó su Obispo, luego su primer Arzobispo, Monseñor Juan de los Barrios, en 1556 Mas
adelante se habla también de un Sínodo Provincial de Santafé de Bogotá, reunido en 1606, y de un
Sínodo Arquidiocesano que hizo para Bogotá Monseñor Ismael Perdomo en 1931 en el cual
desarrolla muy bien ¡os tres ámbitos específicos de la Pastoral Orgánica evangelizadora: el
profético, el litúrgico y el caritativo.
FIGURAS DESTACADAS
Resultado de la cosecha en tan magnífica evangelización, además de ese suelo de cristiandad, nos
ha quedado una buena lista de Santos, unos hasta en los Altares, otros guardados en el corazón
mismo de las Iglesias Particulares, de las Parroquias y de los Conventos. Hay algunos Santos
Evangelizadores canonizados que «nacieron en España, pero se santificaron y santificaron nuestro
suelo colombiano: San Luis Beltrán, nació en Valencia (España el 1 de Enero de 1526; misionó
durante siete años en Cartagena, Tubará, Zipacua, Usiacurí, Paulato, Calapa, Baranoa, Nombre de
Dios. (Darién), Santa Marta, La Guajira, Sierra Nevada. Tamalameque, Tenerife y Mompós.
Perteneció a la Orden de Santo Domingo; murió en Valencia, el 9 de Octubre de 1581. Beatificado
por Pablo V el 19 de Julio de 1608; canonizado por Clemente X el 12 de Abril de 1671...; San Pedro
Claver, nació en Verdún (España) el24 de Junio de 1581, Misionero Jesuita. En Cartagena fue
ordenado Sacerdote y vivió allí casi cuarenta años, dedicándose con una caridad pastoral inusitada
a proteger, asistir y evangelizar a los esclavos, procedentes de África; de ellos bautizó más de
300.000. Murió el 8 de Septiembre de 1654. Beatificado por Pío IX el 16 de Julio de 1850.
Canonizado por León XIII el 15 de Enero de 1888. San Ezequiel Moreno Díaz, nació en Alfaro
(España) el 10 de Abril de 1848. De la Orden de San Agustín. Llegó a Colombia en 1888. Fue el
Primer Vicario Apostólico de Casanare. Recibió la Consagración episcopal el 1 de Mayo de 1894.
Trasladado al episcopado de Pasto el 2 de Diciembre de 1895. Murió el 19 de Agosto de 1906 en
Monteagudo (España). Beatificado el 1 de Noviembre de 1975 por Pablo VI. Canonizado por Juan
Pablo II en Santo Domingo el 11 de Octubre de 1992... Los Beatos en Colombia: el Padre Mariano
de Jesús Eusse Hoyos (Padre Marianito), de Santa Rosa de Osos; la Madre Laura Misionera de
María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, de Jericó; También en Colombia cuenta con
Venerables propios: siete Hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios martirizados en
España; la Hermana María del Perpetuo Socorro (Isabelita Tejada) de Remedios Antioquia. Se
cuenta también con varios Siervos de Dios: Monseñor Ismael Perdomo de Bogotá; el Seminarista
Aníbal Gómez (Claretiano) martirizado en España en 1936» (177).
TEMAS «NUEVOS»
Es necesario promover una seria formación de los evangelizadores, haciéndoles apreciar las dos
grandes revelaciones de la teología actual: Las Iglesias Particulares y la Inculturación. Aún los
Sacerdotes Diocesanos deben estar formados en una renovada Misionología porque la formación
de los futuros Sacerdotes, tanto Diocesanos como religiosos... lo considera la Iglesia como una de
las tareas de máxima importancia para el futuro de la evangelización de la humanidad» (Juan
Pablo II Pastores Dabo Vobis, 2) «Todos los Sacerdotes están llamados a ser conscientes de la
especial urgencia de su formación en la hora presente: La Nueva Evangelización tiene necesidad
de Nuevos Evangelizadores» (Juan Pablo II, Pastores Dabo Vobis, 82).
PROYECCIÓN MISIONERA
El Documento de Santo Domingo nos entrega un material formidable para programar un buen
trabajo evangelizador de mañana. «No puede haber -afirma Santo Domingo, 125-127- Nueva
Evangelización sin proyección hacia el mundo no cristiano.., reconocemos, sin embargo, que la
conciencia misionera «ad gentes» es todavía insuficiente o débil… no se ha insistido lo suficiente
en que seamos mejores evangelizadores.., nos encerramos en nuestros problemas locales..,
descargamos nuestro compromiso misionero en «algunos»... raíz de todo lo anterior es la carencia
de un explícito programa de formación misionera en la mayoría de los Seminarios o Casas de
Formación».
La Conferencia Episcopal Colombiana aprobó en 1988 el proyecto del «año de servicio misionero»
para todos los aspirantes al Sacerdocio o para los recién Ordenados. Nada más digno de
felicitaciones puede darse que el interés por darle a la obra de Primera Evangelización o al
programa de «ayuda a Iglesias Hermanas» las primicias de un Ministerio Sacerdotal.
Los campos de la evangelización están esperando personas de grandes valores que quieran ver
que sus nombres se están escribiendo en e1 cielo y en los anales de Colombia y del mundo entero.
Algunas entidades eclesiales colombianas como el CELAM, las O.M.P., el Centro Nacional
Misionero del Episcopado y los Padres Misioneros Javerianos de Yarumal, están dinamizando y
canalizando todos los programas de alistamiento y preparación de los Agentes Voluntarios
Misioneros para la Misión Ad Gentes y para la Nueva Evangelización.
El Documento de Santo Domingo (292), es muy preciso y nos abre los mejores horizontes de
Evangelización cuando nos dice:
Con estos horizontes podemos asegurar que la evangelización colombiana será diadema de gloria
que coloquemos en la América Latina a los que nos han precedido en el surco misionero.
CONCLUSIÓN
«La Misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... esta misión se
halla todavía en los comienzos» (RM 1). Concretamente en la Iglesia Colombiana hay muchísimo
que hacer en la Evangelización. Hay dos frentes que urgen la atención todos: La Misión ad gentes o
Primera Evangelización y la Nueva Evangelización.
La Evangelización es un Proceso dinámico y no podemos paralizarlo, sin que el Señor nos juzgue
desfavorablemente. Así como recibimos, de la misma manera debemos dar, y aún más y mejor.
No es cierto que en Colombia no hay campos de Primera Evangelización. Sí los hay, mientras
tengamos Territorios Misionales, grupos humanos o culturas no cristianas. No es cierto que para
hacer Primera Evangelización tengamos que ir más allá de nuestros mares, o a otros países,
aunque sean ellos de Latinoamérica; una cosa es que nos necesitan más allá y otra que nos
necesiten más acá. Se nos ha pedido que seamos generosos y que ofrezcamos nuestros servicios
misioneros al que más nos necesite, pero no creamos que solamente saliendo de las fronteras
colombianas podemos hacer Misión Ad Gentes.
Que esta pequeña histona de la Evangelización nos ayude a dilatar los horizontes misioneros de
nuestras vidas, para que oportunamente nos abramos a un trabajo sin descanso para que el Reino
de Dios llegue a todas las naciones, y a todos los hombres.
Pido a los estudiantes que sean generosos, que oren, que me perdonen los ratos difíciles que le he
hecho pasar en el estudio de este Curso de Historia de la Misión, y que me colaboren en el trabajo
de completar, corregir, y presentar mejor estos disparatados ensayos de Historia Evangelizadora
de la Iglesia, para que muy pronto podamos tener un texto serio que ayude en la formación
académica de los que van a seguir en la magna obra de la Evangelización.
(Autor: P. Erasmo Uribe Pérez. Pequeñas correcciones y actualizaciones por P. Javier Alexis Gil
Henao).
INFORMACIÓN DEL TUTOR
9 am-12m
Horario de atención
Perfil profesional
Posgrado:
Publicaciones:
Ponencias: Elementos de Espiritualidad Misionera
Tutorías
Recursos Bibliográficos
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
2. P. ADAM WOLANIN, SJ, La Misión de Jesucristo, en PUM, Misión para el Tercer Milenio, oc., 46
3. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Dominum et vivificantem (Roma 18 de Mayo de 1986, 42, AAS 78
(1986) 857, citada en RM 21
4. A. ANTON, El Misterio de la Iglesia, Evolución histórica de las ideas eclesiológicas, I. En busca de una
Eclesiología y de la reforma de la Iglesia, Bac, Madrid-Toledo 1986, 23.
5. JUAN PABLO II, Frase pronunciada en una audiencia general a pocos meses del comienzo de su
Pontificado, citada por E. NUNNENMACHER, oc., 87.
6. K. RAHNER, Cristianesimo anonimo e compito missionario della Chiesa, en Nuovi Saggi, IV, Roma 61
9-642
7. A. ERBA, Panorami di Storia della Mlssioni, Corso Teoiogico-pastorall par Missionari, Ponficia
Universita Urbaniana, Roma 1976.
8. A. ERBA, oc, 17
9. A. GILLI, Misteri pagani, en P.CHIOCCHETTA (diretto da), Dizionario Storico religiosos, pc., 603
10. En la Evangelización debemos tener en cuenta que la moral estoica de Séneca, de Epicteto, de
Marco Aurelio concuerdan en muchos puntos con la moral cristiana. Esas son «Semillas del Verbo»
(AG 11)
11. E. URIBE, Actividad Misionera Específica, en Curso de Formación Misionera a distancia, OMP,
Bogotá 1992
14. P. TENA GARRIGA, La Palabra EKKLESIA, estudio histórico teológico, Ed. Casilleras, Barcelona 1958,
78
15. El libro de los «Hechos de los Apóstoles» o «Hechos de Apóstoles», es considerado también como
«Historia de los orígenes cristianos». En la literatura griega hay también «Hechos de Aníbal»,
Hechos de Alejandro» etc.
16. Pentecostés era tradicionalmente la «Fiesta de la cosecha» (Ex 23, 16) que los Israelitas celebraban
cincuenta días (siete semanas) después de la Pascua. También era una conmemoración de la
entrega de las Tablas de la Ley a Moisés en el monte Sinaí.
17. A. BENI, La nostra Chiesa, Ed. Fiorentia, Firenze 1982, 5 ed., 210
18. Según AG 13, el Anuncio Kerigmático es el primer anuncio sobre la Persona de Jesucristo hecho a
quien desconoce aún el mensaje de la salvación, para llevarlo a la «Conversión», es decir al
arrepentimiento y a la fe.
19. TERTULIANO, Apologeticum, cap. 50 cfr AMBROSIO HAYS, Patrología (compendio), Ed. San Juan
Eudes, Usaquén-Bogotá 1955, 107
20. J. SARAIVA, Missione e cultura (A veinte años dal Decreto AG sull’attlvitá missionaria della Chiesa),
Studia Urbaniana 28, Roma 1986,82
23. A. RAMAZZOTTI, Itinerari Apostolici, en P. CHIOCCHETTA, Dizionario Storico Religioso, oc, 485-492
24. Cfr. RUFINO, Storia Ecclesiastica 1, 9 PL21, 478; SOCRATES, Storia Ecclesiastica, 1, 19 PG 67, 126
25. AMBROSIO San, Psalmi, 45, 21 PL 14, 1143; GREGORIO NAZIANZENO, Oratio, 33, 11 PG 6, 228
27. JUAN PABLO II, Enc. Christifidelis Laici sobre la misión y Vocación de los Laicos en la Iglesia y en el
mundo- (30 de Diciembre de 1988); 21
30. G. VODOPIVEC, Collegialitá, en S. GAROFALO (a cura di), Dizionario del Concilio Ecumenico Vaticano
Secondo, Unedi, Roma 1969, 855
31. SAN AGUSTÍN, De Catech.Rud., XXIV, 44; CCL 46, 168, citado en JUAN PABLO II, Christifidelis Laici,
39
36. Cfr. J. RYAN, Storia del Cristianesimo In Irlanda e Scozia, en P. CHIOCCHETTA, Dizionario Storico
Religioso, Studium, Roma 1966, 460
37. B. LLORCA-GARCIA VILLOSLADA, Historia de la Iglesia Católica, II, Edad Antigua, La Iglesia en el
mundo grecorromano, BAC, Madrid 1955, 2 ed., 511
38. FERNAN GONZALEZ, SJ, Evangelización y estructura social colonial en la Nueva Granada, Líneas para
una reflexión desde la historia, En CEC, La Evangelización en Colombia, Memoria del Simposio sobre
la Evangelización en Colombia, Santafé de Bogotá, 10 y 11 de Julio de 1992, 233.
39. El Papa San León Magno en el año 452 salió al encuentro de Atila, el llamado «Azote de Dios» y lo
subyugó con su presencia majestuosa e imponente. El «Azote de la Guerra» retrocedió. Tres años
más tarde, el mismo Pontífice salvé a Roma de Genserico, Rey de los vándalos.
40. El problema arriano versaba sobre la cuestión de la «economía divina», en lo referente a la Trinidad
y a la Divinidad de Cristo.
47. G. OLSR, Storia del Cristianesimo nei Paesi Slavi, en P. CHIOCCHETTA, Dizionario, oc., 982
48. G. VODOPIVEC, I Sancti Fratelli Cirillo e Metodio, Compatroni d’Europa, Studia Urbaniana 20, Roma
1985, 21
49. JUAN PABLO II, Encíclica Slavorum apostoli (2de junio de 1985) AAS 77 (1985) 21
51. EDUARDO MOREAU, SJ, La Papauté et les Missions, en Nouvelle Revue Thelogique, Marzo 1933 (LX,
3) pp. 196-197
74. W. BULTMANN, La Tercera Iglesia a las puertas, un análisis del presente y futuro eclesiales, Ed.
Paulinas Madrid 1977, 2 Ed. 223.
75. Mons. A. ERBA, Storia della Chiesa Missionaria, in AA.VV., Missiologia oggi, Subsidia Urbaniana 14,
Roma 1985, 135
76. Citado por Mons. A. ERBA, Panorami delle Missione, oc., 102
77. Ibídem 87
81. D. KIWANUKA, IX Congregación General del Sínodo para África, Viernes 15 de Abril por la tarde, en
L’OSSERVATORE ROMANO, ed. en lengua española, XXVI, No. 17 (1.322), 22 Abril de 1994, 17 (257)
87. JUAN PABLO II, Exh. Ap, Pastores dabo vobis, sobre la formación de los Sacerdotes en la situación
actual (25 Marzo de 1992), 2
90. E. URIBE, Eclesiología para la Misión, Curso de Formación Misionera a Distancia, OO.MM.PP.,
Bogotá, 1990, 15
92. CELAM, Conclusiones de Santo Domingo, Discurso Inaugural del Santo Padre a la IV Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano (Octubre 12 de 1992)
93. B. P. PRUSAK, El canonical concept of Particular Church before and after Vativan II, Roma 1967, 149
98. ESQUERDA B. Juan, Evangelizar hoy animadores de las comunidades, Sociedad de educación
Atenas, Madrid 1987, 20
99. CARDENAS EDUARDO, SJ, Luces y sombras en el proceso evangelizador en CEC, La Evangelización
en Colombia oc., 327
101. RUIZ LARA Guillermo, Los Mestizos, en CEC, La Evangelización en Colombia, oc., 63-64
103. DIAZ EMILIANO, La cultura en la Evangelización del Nuevo Reino de Granada en CEC, oc., 119
105. GONZALEZ FERMIN, SJ, Evangelización y estructura social colonial en la Nueva Granada, Líneas para
una reflexión en la Historia, en CECI oc., 232
106. GARCIA ISAZA Alfonso, Derechos Humanos en la conquista y colonización de América Hispana, en
CEC. oc., 344
107. JUAN PABLO II, Discurso inaugural de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
(Santo Domingo octubre 12 de 1992), en CELAM, Santo Domingo, Conclusiones, oc., 9
109. Ibídem, La Iglesia latinoamericana en la hora de la creación del CELAM, en CELAM, Elementos para
su historia 1955-1980, Bogotá 1982, 32.
110. Mons. ALBERTO LEE LOPEZ, Agentes y Metodología, en CEC, oc., 262; cfr. Mons. HUGO POLANCO
BRITO, Fray Ramón Pané, primer maestro, catequizador y antropólogo del Nuevo Mundo, en Para
una Historia de la Evangelización en América Latina, III Encuentro Latinoamericano de Cihila en
Santo Domingo (1975), Barcelona 1977, 127-140
111. BORGES MORAN Pedro, El envío de misioneros a América durante la época española, Biblioteca
Salmanticensis, Estudios 18, Salamanca 1977,73
115. W. HENKEL, OMI, Notas para los alumnos en Pontificia Universidad Urbaniana, Método Missionario
In América Latina, Roma 1986, 4
118. DUSSEL Enrique, Historia de la Iglesia en América Latina, Coloniaje y liberación 1492-1972, Ed. Nova
Terra, Barcelona 1972, 2ed., 143
121. ANTONIO YBOT LEON, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, Salvat
Editores, Madrid 1983, I, 590-591
126. JUAN PABLO II, Mensaje a los Afroamericanos (Octubre 13 de 1992) en CELAM, Santo Domingo,
Conclusiones, p. 204
128. JUAN PABLO II, Discurso Inaugural a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
Santo Domingo 1992
130. PIO XII, Ad Ecclesiam Christi (29 de Junio de 1955) AAS V, 47, 539-544.
131. Ibídem
132. C. W. ACKERMANN, citado por E. Cárdenas, SJ, La Iglesia latinoamericana en la hora de la creación
del CELAM, oc., 28
133. Cfr. DUQUE GOMEZ Luis, Algunas consideraciones históricas y antropológicas sobre el proceso de la
Evangelización en Colombia, en CEC, oc., 24
138. Algunos historiadores afirman que es Santa Marta la sucesora de Santa María La Antigua del Darién.
Hasta en el mismo Anuario Pontificio hay una confusión. Cfr. TISNES ROBERTO, Diócesis de Santa
María La Antigua, y Panamá sucesora de Santa María, en la Revista PREGON, Nros. 94y 95 de 1990
155.
141. MANTILLA R Luis Carlos, OFM, Los Religiosos como Agentes de la Primera Evangelización de
Colombia, en CEC, oc., 280
142. CARDENAS Eduardo. SJ, Historia de la Iglesia en Colombia, en CEC, SPEC, Directorio de la Iglesia
Católica en Colombia, Bogotá 1993, 7
144. Hnas. LIBIA CORREA Y DOLLY OLANO G. La mujer en la Evangelización en Colombia, CEC, oc., 305
145. FRIEDE Juan, Descubrimiento y Conquista del Nuevo Reino de Granada, Historia extensa de
Colombia, Academia Colombiana de Historia, II, Ed. Lerner Bogotá, 1965
151. HUALDE Antonio Carlos, Historia de salvación del Pueblo Witoto, REVISTA DE MISIONES, Año LII,
Nro. 578 (Julio-Agosto 1977), Bogotá, 174
152. Cfr. BONILLA Víctor Daniel, Siervos de Dios y amos de los Indios, Ed. Antares, Bogotá 1968
153. Mons. ALFONSO M. PINILLA. C., Obispo y Clero diocesano, en CEC, 292
157. Mons. GUSTAVO ANGEL R., La Pastoral Misionera en Colombia, en OO.MM.PP., Encuentro Nacional
Misionero (Bogotá, 12, 13 y 14 de Octubre de 1991), Colombia, Fortalece tu Fe: Envía Misioneros,
Bogotá 1992, 91
158. Ibídem,92
159. Ibídem 93
AT Antiguo Testamento.
Cfr. Confrontar.
ChD CONCILIO VAT. II, Decreto Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los
Obispos, 28 Octubre 1965
ChfL JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles Laici, sobre la vocación y
misión de los Laicos en la Iglesia y en el mundo, 30 Diciembre 1988.
GS CONCILIO VAT. II, Contitución Gaudium et Spes, (gozo y esperanza) sobre la Iglesia
en el mundo actual.
Ibídem, adverbio latino que significa allí mismo o en el mismo lugar (suele escribirse
abreviadamente: ibicl)
IM CONCILO VAT. II, Decreto Inter Mirifica, sobre los medios de comunicación social.
NT Nuevo Testamento
OT CONCILIO VAT. II, Decreto Optatam totius, sobre la formación sacerdotal.
PO CONCILIO VAT. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los
presbíteros, 7 Diciembre 1965.
RM JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, sobre la permanente validez
del mandato misionero, 7 Diciembre 1990.