Capítulos I y II Del Tratado General de Los Sacramentos

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Diócesis de Trujillo

Seminario Mayor Sagrado Corazón de Jesús


Anderson Barrios. II año de Teología
Cátedra: Sacramentos en General
Facilitador: Pbro. Arnaldo Barrios

RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS I Y II DEL TRATADO GENERAL DE LOS


SACRAMENTOS DE RAMÓN ARNAU

Capítulo I. PROBLEMÁTICA ACTUAL EN EL TRATADO DE SACRAMENTOS

I. Revisión metodológica
En lo que se refiere a los estudios que constituyen la Teología de hoy, el tratado
clásicamente llamado “De Sacramentis in Genere”, la Sacramentología General, es uno de
los más modernos y más completos; pero para llegar a él la Iglesia ha tenido que realizar un
largo recorrido, cuya historia brevemente descrita es la siguiente:
Los Santos Padres nunca escribieron un tratado sobre los sacramentos en general, a
pesar de que con mucha frecuencia expresaron su pensamiento sobre ellos; por ejemplo, las
obras características de San Ambrosio, “De Mysteriis” y “De Sacramentis”, son reflexiones
pastorales sobre los sacramentos de incorporación a la Iglesia, pero no pueden ser
consideradas como tratados generales que abarquen todos los sacramentos. Fue hasta
mucho después de San Ambrosio cuando los teólogos de la Escolástica, apoyándose en las
reflexiones exegéticas y dogmáticas formuladas por San Agustín contra los Pelagianos y
Donatistas, comprendieron la necesidad de exponer de una manera unitaria todo el
contenido doctrinal incluido en la Sacramentología.
Por su parte, los autores escolásticos que más contribuyeron al estudio de la
Sacramentología fueron Berengario de Tours, Pedro Abelardo, Hugo de San Víctor, Pedro
Lombardo y Santo Tomás de Aquino; pero la Sacramentología General en forma de tratado
independiente llegó a su apogeo hasta el siglo XVI, pues fue a partir del Concilio de Trento
en que se afianzaron los conceptos sacramentales y su léxico, cuando pudo estructurarse
con seguridad un verdadero tratado de los sacramentos en general.
Así mismo, llegado el momento de interpretar la doctrina sacramental propuesta por
el Concilio, los teólogos leyeron sus documentos sin tener una perspectiva histórica de su
trascendencia, resultando de ello que achacaron al Magisterio contenidos doctrinales que en
realidad no había formulado; así les pareció que los sacramentos eran elementos capaces de
producir la Gracia por sí mismos con una precisión y exactitud mecánicas, y no acciones
vivas de Jesucristo celebradas por la Iglesia.
Por otra parte, la renovación en este campo ha surgido sobre todo por la
consideración histórica de los sacramentos, por un planteamiento más teológico y litúrgico
sobre el Signo Sacramental, y por el nuevo impulso que a partir del Concilio Vaticano II ha
promovido la revisión de los temas del Tratado General de los Sacramentos.
En este orden de ideas, una de las primeras transformaciones operadas en la teología
sacramental contemporánea ha consistido en visualizar al sacramento desde su comprensión
como “cosa” hasta su apreciación como “acción”. Para Santo Tomás de Aquino el lugar
propio de los sacramentos es el que sigue a la Cristología: “Después de la consideración de
cuanto atañe al misterio del Verbo Encarnado, hay que estudiar los sacramentos de la
Iglesia, cuyo efecto depende del mismo Verbo Encarnado” (III, q. 60), pero a partir del
Concilio Vaticano II ya no es posible concebir el tratado general de los sacramentos al
margen de la Cristología, pues son acciones de Cristo en la Iglesia y para la Iglesia.

II. Perspectiva histórica


En cuanto a la perspectiva histórica, los campos en que más ha progresado la
Teología Sacramental ha sido en el del conocimiento histórico de las fuentes litúrgicas, y en
el de la comprensión de las categorías teológicas que la han impulsado en su tarea
investigadora. Hoy día tenemos un conocimiento bastante exacto de como la Iglesia ha ido
administrando de modo distinto cada uno de los siete sacramentos a lo largo de su historia,
así como los principios teológicos con que ha contado en toda ocasión que ha tenido que
alterar su ritual de administración.
Así mismo, se afirma que la cultura contemporánea está regida por postulados
pertenecientes al mundo tecnificado, positivista y poco apto para apreciar los signos, y en
consecuencia los sacramentos. Así se lee en “Mysterium Salutis”: “La mentalidad de
nuestra época está influida decisivamente por la técnica moderna, y de suyo es más bien
contraria a una interpretación personal sacramental de la realidad”.

Por consiguiente, cabe recordar la vigencia del símbolo conscientemente formulada


por los filósofos (Karl Gustav Jung, Mircea Eliade y Paul Ricoeur). Estos tres autores han
ofrecido sistemáticamente las notas diferenciales del símbolo, y a través de las mismas,
además de definirlo, han puesto de manifiesto la complejidad de la vivencia simbólica, pues
han afirmado que se trata de un factor humano montado simultáneamente sobre lo racional
y lo irracional. El mayor de los filósofos contemporáneos, Ernest Bloch, utiliza más el
lenguaje figurado para expresar su pensamiento, que el lenguaje abstracto.

Por otra parte, Pablo VI, en la exhortación apostólica “Marialis Cultus”, dice: “En
nuestro tiempo los cambios producidos en las usanzas sociales, en la sensibilidad de los
pueblos, en los modos de expresión de la literatura y del arte, y en las formas de
comunicación social, han influido también sobre las manifestaciones del sentimiento
religioso. Ciertas prácticas culturales, que en tiempo no lejano parecían apropiadas para
expresar el sentimiento religioso de los individuos y de las comunidades cristianas, parecen
hoy insuficientes o inadecuadas porque están vinculadas a esquemas socioculturales del
pasado, mientras en distintas partes se van buscando nuevas expresiones de la inmutable
relación de la creatura a su Creador, de los hijos a sus padres”.
III. Movimiento Eclesial
Las raíces de este cambio de sensibilidad teológica sobre los sacramentos están en el
siglo XIX, ya que su comienzo fue promovido por el movimiento litúrgico que se inició
entonces, aunque fue hasta en ese siglo cuando se presentó su efecto.
En este sentido, el desarrollo de la Teología Sacramental ya desde el siglo XIX
fueron muy importantes las abadías de Solesmes, pero en el aspecto personal fueron sobre
todo importantes las aportaciones del sacerdote y profesor Romano Guardini, y del monje
benedictino Odo Casel.
Por su parte, Romano Guardini, dentro de su filosofía aspiró a liberar al hombre
tanto de la influencia del materialismo positivista como del subjetivismo des personalizador
y, al proponer su pensamiento sacramental a partir del signo, estableció una triple relación
entre Fe, Iglesia y Sacramentos, moviéndose desde una consideración teológica como res
sacra (cosa sagrada) hacia la de actio ecclesiae (acción eclesial) en la Liturgia.
De la misma manera, toda la reflexión de Odo Casel sobre la presencia del misterio
en la acción litúrgica que obtuvo su primer reconocimiento por parte del Magisterio de la
Iglesia el año 1947, cuando Pío XII en la Encíclica Mediator Dei afirmó que en toda acción
litúrgica están simultáneamente presentes la Iglesia y su Divino Fundador, y fue ratificada
más tarde en el documento Sacramentum Concilium del Vaticano II.
Así mismo, la cuestión sacramental ha estado presente en varios Concilios: El
primer Concilio que abordó directamente el conjunto de la Sacramentología General fue el
de Florencia; en él la preocupación de la Santa Sede, movida por el deseo de conseguir la
vuelta a su comunión de la Iglesia de Armenia.
Vino después el Concilio de Trento enfrentándose con los Reformadores que
negaban la causalidad sacramental. El Concilio sostuvo como aserto fundamental que los
sacramentos, en cuanto signos instituidos por Jesucristo, causan la Gracia que significan en
virtud de la acción realizada, es decir, (ex opere operato).
Por tal motivo, determinar el efecto salvífico de los sacramentos fue la preocupación
de Trento. El Concilio Vaticano II ha tomado otra perspectiva al contemplar a los
sacramentos como medios a través de los cuales la Iglesia llega a su propia realización. Ya
no es posible, después del Concilio, hablar de sacramentología al margen de la
Eclesiología, como tampoco es posible hablar de la Iglesia si se prescinde de los
sacramentos.
Por otro lado, Los sacramentos hacen presente y actual la historia salvífica de cada
hombre; son presencializaciones y actualizaciones de esa historia. Los sacramentos son una
inserción en el Misterio Pascual; nos unen más con Cristo paciente y resucitado. Los
sacramentos hacen vivir más intensamente la vida litúrgica, porque los principales actos del
culto público de la Iglesia son el Sacrificio Eucarístico y los demás sacramentos.
Del mismo modo como la Iglesia continúa unida a Cristo y es su prolongación
visible en la tierra, así también los sacramentos son presencia de Cristo y prolongación
terrena de su obra salvífica. Con los sacramentos se conjunta inseparablemente la acción
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con la acción de la Iglesia, para lograr la salvación
del hombre.

Capítulo II. DEL «MYSTERION» AL «SACRAMENTUM». Estudio bíblico y patrístico

I. El misterio como antecedente del sacramento


 Noción genérica de Misterio
La palabra “Sacramentum” entró en el léxico teológico como traducción latina de la
primitiva expresión griega “Mysterion”. En el Nuevo Testamento no aparece palabra
alguna que exprese la realidad de los siete sacramentos.

Esta palabra latina está formada por la raíz sacr y la desinencia mentum, que indica
siempre una relación con lo Divino; el sufijo mentum, designa el medio o el instrumento
mediante el cual se hace algo. De ahí que sacramento signifique “aquello mediante lo cual
algo o alguien se hace sagrado”.

 Misterio en la Sagrada Escritura


En un primer lugar el término misterio, en la versión de los LXX aparece veinte veces,
y solamente en los libros más recientes. En el Antiguo Testamento misterio significa, pues,
un signo cuyo sentido está oculto, como por ejemplo en Dan 2,18ss; también puede
significar una verdad oculta, enigmática, oscura, como en Sab 2,22; 6,24; en el sentido
religioso se refiere a las verdades ocultas del Plan Salvífico de Dios.
De igual modo, en el Nuevo Testamento esta expresión se emplea de manera muy
desigual; en los Evangelios se halla sólo una vez, en Marcos, haciendo referencia al Reino
de Dios (Mc 4,11). En el Apocalipsis aparece cuatro veces, pero sólo una con significado
teológico repitiendo, a ejemplo de Daniel, la acepción escatológica cuando anuncia que al
hacer sonar la trompeta el séptimo Ángel se habrá consumado el misterio de Dios. (Ap
10,7). Las otras tres citas de Apocalipsis hacen referencia al secreto; es decir, al significado
original del término misterio (Ap 1,20; 17,5.7).
 Misterio en el cuerpo paulino
En las cartas de Pablo es donde con mayor frecuencia se emplea esta palabra; en
particular en la Carta a los Efesios, donde adquiere una importancia fundamental. En ella el
misterio no es Dios en sí mismo, sino la decisión tomada por Dios para salvar de manera
definitiva al hombre, como lo afirma Fil 1,9: “el misterio de su voluntad”. El misterio,
como realidad intrínsecamente sobrenatural, pertenece en exclusiva al ámbito de la fe, por
lo que, como dice San Pablo, supera todo conocimiento (Ef 3,19).
La exposición paulina del misterio abarca varios aspectos:
a) El misterio de la Persona de Cristo

En Col 2,2b3 dice que el misterio de Dios es el misterio de Cristo, proponiendo, por
tanto, que no se trata de una exaltación gratuita, sino el reconocimiento explícito de que en
Cristo se da de forma ilimitada la participación de los atributos divinos: En Cristo habita
toda la plenitud de la divinidad” (Col 2,9). El Misterio que Dios nos ha dado a conocer
según Efesios 1,9, cuya comunicación nos hace sabios y prudentes, se contempla desde
aquello que el apóstol dice (en esta carta y en otras partes) que es el Misterio de Dios en
Cristo, el Misterio de su sabiduría, el misterio de Cristo como sabiduría, y el Misterio de la
Iglesia como cuerpo de Cristo.

b) La Crucifixión, expresión del misterio de Cristo

Tan solo quien es capaz de conocer esta sabiduría oculta, la sabiduría que se
encierra en Cristo y en su cruz, llega a comprender la realidad de Cristo; y si quienes le
crucificaron la hubiesen conocido, jamás hubiesen dado muerte a Cristo. (1 Cor 2,8). La
cruz participa del misterio de Dios, por cuanto que a través de la misma Dios ejecuta de una
manera definitiva su voluntad salvífica en favor de los seres humanos.

c) La Resurrección de Cristo, misterio de valor universal

En la resurrección es el momento en que se revela la plenitud del poder universal de


Cristo, poder que no queda restringido en exclusividad a las realidades materiales, sino que
se extiende también a las espirituales presentes y futuras. Cristo, desde su resurrección, es
aclamado por Pablo como el Kyrios, como el Señor al que se le ha sometido toda la
Creación, y con esta entronización de Jesús ha culminado la manifestación del misterio de
Dios, ha quedado cumplida y revelada la voluntad universalmente salvífica del Padre.

d) Pervivencia eclesial del misterio de Cristo

La universalidad de la obra salvífica de Cristo tiene para Pablo un concreto campo


de acción dentro de una realidad corporativa y nueva a la que denomina Iglesia de Cristo.
En la Iglesia es donde hallarán su común encuentro con Cristo el judío y el gentil, el libre y
el esclavo, el hombre y la mujer. Se ha de entender la Iglesia como un instrumento
subalterno de Cristo por medio del cual permanece en el tiempo, y se lleva a su total
cumplimiento el misterio como designio salvífico de Dios Padre en Jesucristo.

e) El misterio, realidad predicable

El misterio, en el planteamiento paulino, no tiene el sentido esotérico que se le había


dado en el seno de las religiones mistéricas. Contra la incomunicabilidad pagana, San Pablo
presenta el misterio cristiano como una realidad comunicable, y en cierto modo accesible
para el hombre. En la teología paulina el misterio es anunciado por la predicación de
quienes han sido enviados para ello, ya que el fruto salvífico de su aceptación siempre está
condicionado a la respuesta libre que el hombre de a su mensaje.
e) Conclusión

Desde su iniciación, el término misterio ha indicado tanto las verdades de la fe: los
dogmas, como las realidades a practicar: los sacramentos. La Iglesia siempre ha tenido
presente que en el misterio se concreta operativamente la voluntad salvífica del Padre; de
allí que se llame misterio o Sacramento a la acción ordenada por la voluntad divina para la
santificación del hombre, aunque en el Nuevo Testamento no se le dé todavía un nombre
propio.

II. Planteamiento Mistérico -Sacramental de los Santos Padres


 La consideración mistérica de los Padres orientales

a) San Ignacio de Antioquía

Cuando este obispo se dirigía a los cristianos de Traila con el deseo de calificar el
ministerio de los diáconos, los amonestaba y les recordaba que también los diáconos están
al servicio de los misterios de Jesucristo. El término misterio tiene aquí una clara referencia
salvífica, y por ello sacramental y eucarística.

b) Los Padres apologistas

Para los Padres apologistas el misterio tiene varios significados: 1. Los misterios
paganos, en los cuales San Justino halla una cierta semejanza, aunque diabólica, con los
sacramentos cristianos. 2. Hace referencia a las acciones salvíficas realizadas por
Jesucristo, tales como su nacimiento o su muerte en la cruz. 3. Lo presentan también como
la necesaria relación entre arquetipo y tipo, aplicada a las figuras del Antiguo Testamento,
según el principio establecido por San Pablo al proponer que todo lo que les había sucedido
en el desierto a sus antepasados fue como un ejemplo dado para que comprendieran las
nuevas generaciones al llegar la plenitud de los tiempos (I.Cor 10,11).

c) Los Padres Alejandrinos

Fueron los Padres de Alejandría quienes aplicaron el término misterio a la teología


cristiana. San Clemente utilizó la expresión 99 veces refiriéndose a los misterios paganos,
pero en otros pasajes de sus escritos le dio una acepción netamente cristiana. En otros
textos se refiere a la verdad revelada, como sinónimo de símbolo o de verdad oculta. Por
otra parte, Clemente impuso la ley del arcano en la catequesis cristiana, incorporando en
ella una auténtica disciplina pagana con el fin de evitar posibles profanaciones de los
misterios cristianos si estos llegaban de modo inadecuado a quienes los desconocían.

Así mismo, Orígenes, al igual que otros, veía en el misterio la voluntad salvífica del
Padre; pero junto con esta aceptación vio surgir una segunda de ser como medio que se
relaciona con la verdad que manifiesta, así que, para él, el misterio significa también la
verdad que esclarece una doctrina. Fue también Orígenes quien comenzó a formular en
forma técnica la noción del signo como principio operativo, como medio a través del cual
se consigue la Gracia como efecto.

 Misterio, pero no misterios

Para comprender en su justa medida la forma en que el cristianismo se apropió del


término misterio durante los siglos III y IV, es importante hacernos la siguiente reflexión:
El cristianismo no es una religión mistérica, es decir, no se trata de una religión con
misterios al estilo de las religiones paganas. Se trata de una religión basada en el misterio
de Dios que ha dispuesto en lo recóndito de su voluntad la salvación del hombre, salvación
que da por medio de su Hijo y que aplica a través de su Iglesia.

 “Sacramentum” en los Padres occidentales

a) Tertuliano

Tertuliano entendió al sacramento como un signo sensible capaz de otorgar la


Gracia divina, así lo expresa en su obra Adversus Marcionem, en la que habla del agua con
que Cristo lava a los suyos; del óleo con que los unge; de la miel y la leche juntos, con que
cría a los recién nacidos; del pan, con el que representa su cuerpo. A todos estos ritos los
agrupa bajo la denominación de sacramentos

A partir de Tertuliano, se afirmará de manera constante en la Iglesia que los


sacramentos son elementos sensibles por medio de los cuales Dios otorga su Gracia, y con
Tertuliano se repetirá la íntima relación que existe entre el efecto de los sacramentos y la
muerte y resurrección de Cristo.

b) Cipriano

San Cipriano percibe varios aspectos en los sacramentos: 1. Como un juramento del
que servía la consagración. De este juramento se deriva el comportamiento del cristiano
cuya vida ha de ser de fidelidad a la fe. 2. Sacramento como sinónimo de misterio en la
doble vertiente de dar a conocer la realidad de Dios; expresión de su verdad a aceptar por la
fe. 3. El sacramento como figura profética, bien sea que se trate de un vaticinio futuro, o de
un acontecimiento que ya se ha cumplido en el pasado, o está en trance de cumplirse en el
presente. 4. Sacramento como expresión de la revelación en el sentido del acto revelador, o
también el contenido de la verdad revelada 5. Signo de un mandato divino, siempre
misterioso o sacramental por expresar la voluntad divina.

c) San Agustín

San Agustín considera al sacramento como un signo visible de la Gracia invisible.


Reconoce que el verdadero ministro de los sacramentos es Cristo, de allí que el sacramento
sea siempre una acción de Cristo administrada por medio del ministro eclesial. El ministro
subalterno podrá fallar en su fe personal o en su conducta moral, pero Cristo que es el
ministro verdadero del sacramento nunca falla, por eso es que los sacramentos siempre son
eficaces.

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