4 Exorcismo Magno

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El Exorcismo

Magno
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Consideraciones acerca de la creación de un posible


ceremonial para realizar un magno y solemne
exorcismo sobre la Iglesia cuando tiene lugar
una reunión nacional de exorcistas

Forteniana Opera Daemoniaca


Tomo IV

J.A
Fortea

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Editorial Dos latidos
© Copyright José Antonio Fortea Cucurull
Todos los derechos reservados
fortea@gmail.com

Editorial Dos Latidos


Benasque, España
Publicación en formato digital, agosto 2014

Impresión por la Renovación Carismática de la República Dominicana


Santo Domingo (República Dominicana), enero 2018

www.fortea.ws

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Formato para tablet
Versión 5

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El Exorcismo Magno
………………………………………………………………….………………………………………………………………………………………………………………………………………

Consideraciones acerca de la creación de un posible ceremonial para


realizar un magno y solemne exorcismo sobre la Iglesia cuando
tiene lugar una reunión nacional de exorcistas

José Antonio
Fortea

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Introducción
…………………………………………………………………………………………………………………….……………………..

El porqué de este ritual


Antes de nada, hay que dejar claro que los ritos de la Iglesia
Católica sólo pueden ser creados y aprobados por las autoridades
eclesiásticas que dispone el ordenamiento canónico. Todo este
escrito sólo sirve de sugerencia por si algún obispo decide
servirse de estas ideas para organizar alguna ceremonia como la
descrita. También albergo la esperanza de que la Congregación
del Culto Divino algún día pudiera tomar la idea expuesta del
ceremonial descrito, y aprobar de forma oficial y universal algo
parecido a lo expuesto en estas páginas.

¿Cómo nace esta sugerencia de ritual? Cada año en varios


países tienen lugar reuniones nacionales de exorcistas. Estos
encuentros nacionales suelen congregar, por regla general, no
menos de cincuenta exorcistas, y normalmente más del centenar.
Entre los congresos nacionales e internacionales, suelen darse al
año, en todo el mundo, unas siete de estas asambleas anuales;
hablo del año 2015 en que se escribe esta obra.
Cuando hace casi un año, asistí como conferenciante a uno
de estos congresos, expliqué a los exorcistas que el poder
exorcístico se puede aplicar no sólo a liberar a una persona de la
posesión diabólica, o a liberar una casa de una infestación, sino
que también se puede exorcizar a las fuerzas infernales para que
se alejen de una parroquia, de una ciudad, de una diócesis, de una
nación o de la Iglesia universal.
Les expuse el fundamento bíblico y teológico de esta
afirmación. No existe un ritual para ello, pero ciertamente que,

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estando a solas, el sacerdote puede ordenar a las fuerzas
tentadoras que se alejen de un determinado ámbito: su parroquia,
su diócesis, etc. Es decir, se puede ordenar a los demonios que se
alejen del colegio cardenalicio, de los obispos de una nación, de
una comunidad cuyos fieles están divididos, por poner algunos
ejemplos.
Anualmente los sacerdotes de ese país se reunían (en esa
ciudad concreta) para formarse y el obispo de esa diócesis era
muy favorable hacia este ministerio. Fue entonces cuando se me
ocurrió que, por qué no hacer uno de esos días, entre todos los
presentes, un gran exorcismo coral para proteger a la Iglesia
universal. Y así me despedí prometiendo que al año siguiente
tendrían una serie de sugerencias para organizar una oración
comunitaria de este tipo. Pero, tras una larga reflexión, lo que
debía haber sido una propuesta de una serie de oraciones se acabó
transformando en una larga ceremonia.
Por supuesto que, aunque con el actual escrito le presento a
ese obispo una ceremonia ya acabada, esta obra no es otra cosa
que una sugerencia. Yo no soy nadie para crear y aprobar rituales.
Me limito a ofrecer sugerencias. Después ese obispo (el
destinatario de estas líneas) o cualquier otro obispo será muy libre
de tomar lo que desee, si es que desea tomar algo.
El Derecho Canónico prohíbe realizar exorcismos sobre
personas vejadas por el demonio. Pero no prohíbe, a solas,
exorcizar a los demonios del mundo. Si un obispo decide realizar
una ceremonia puntual de este tipo y hacerla de un modo
comunitario con ocasión de un encuentro anual, desde luego, no
estaría contraviniendo ninguna ley. Ni siquiera se necesitaría que
los que integran esa ceremonia sean exorcistas aprobados por sus
obispos. El obispo simplemente se limitaría a aprobar tal
ceremonia especial en su propia diócesis con ocasión de esa
reunión y eso sería todo.

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De este modo, los exorcistas de una nación se formarían,
orarían juntos y realizarían unidos un gran exorcismo. Las tres
cosas, no sólo las dos primeras. Es decir, no sólo se formarían y
orarían juntos, sino que también exorcizarían.

Cómo organizar esta ceremonia


Una vez que me puse a ver cómo se podría organizar esta
ceremonia, no tuve la menor duda de que si esta se realizaba,
había que hacerla grandiosa, sin dubitaciones ni escrúpulos. Si lo
que estamos haciendo es teológicamente correcto, hagámoslo con
un ritual bello y magnificente.
Todo este ceremonial lo imaginé en una gran catedral gótica
y presidido por un obispo. Con un ritual que tuviera en cuenta el
simbolismo de los puntos cardinales, del centro exacto del
templo, de las puertas de entrada a la catedral. Dejando bien claro
que todo es simbolismo. Es decir, no es que tenga mayor
efectividad un exorcismo por realizarse en un momento de la
ceremonia hacia el norte o en otro hacia el oeste. Ni tampoco
tienen mayor efectividad unas plegarias cuando se realizan
dirigiéndose a un punto que simboliza la Puerta del Abismo
mencionada en él; en realidad, esa puerta no existe en ningún
lugar concreto. Se trata de un concepto, muy visual y sugerente,
pero no de un punto físico.
La presente sugerencia de ritual trata de tener en cuenta no
solo el profundo significado ínsito en los símbolos, sino también
la belleza de los magnificentes rituales que pueden tener lugar en
los amplios espacios catedralicios. Hay espacios medievales tan
impresionantes que parecen estar pidiendo que se realicen
grandiosas ceremonias en ellos. Pero se equivocaría

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profundamente el que diera más importancia a los detalles, de la
que le dio su autor. Todo es orientativo, nada obligatorio. Pero sí
que me atrevería a dar un consejo con toda seriedad: si este ritual
se realiza, debe hacerse con dignidad. Si no, es mejor no hacerlo.
Con unos cien sacerdotes y una catedral, qué duda cabe que
se puede idear una bellísima ceremonia. Por supuesto que, a
veces, no se dispondrá de una catedral ni de tantos presbíteros.
Pero incluso la misma lectura personal de este ritual ya supone
toda una enseñanza acerca de la realidad teológica de la
posibilidad de exorcizar a los demonios en general. Incluso,
aunque nunca se realizara esta ceremonia, la lectura de ella ya
supondría una catequesis acerca del combate invisible pero real de
las potestades demoniacas y del poder entregado a la Iglesia.
El momento más propio para llevar a cabo esta ceremonia es
por la noche. La noche tiene una capacidad perfecta para
simbolizar la hora de las tinieblas de la que nos habla el
Evangelio. Mas esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas
(Lc 22, 53). En el mundo hay muchas horas de las tinieblas. La
Iglesia ha recibido un poder sobre esos seres tenebrosos. Una
catedral vacía y sin ninguna otra iluminación que las velas que
lleven los celebrantes es un lugar extraordinariamente sugerente
para una ceremonia como esta que será realizada a puerta cerrada.
Realizarlo por la noche no solo tiene como razón el
simbolismo de la hora, sino también para evitar el cerrarla durante
el horario diurno. La ceremonia debe realizarse a puerta cerrada
sin más laicos asistiendo que aquellos a los que expresamente se
les permita asistir. De lo contrario, la noticia de este exorcismo
puede provocar que la catedral esté tan literalmente repleta de
devotos y curiosos que sea imposible realizar el más pequeño
movimiento en ella. Por otra parte, un número pequeño de
asistentes (un centenar de laicos puede ser un buen número)
permite concentrarse mucho más en la ceremonia. La intimidad,

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sin duda, beneficia a este ceremonial. La presencia de una
multitud dispersaría la concentración de los celebrantes.
No hace falta decir que se podría realizar en cualquier
templo y no necesariamente en la catedral. Pero no conviene que
para esta ceremonia se designe cualquier iglesia. La belleza y
prestancia del lugar donde se lleve a cabo tiene un papel
importante en un ritual de este tipo. Porque, ciertamente, este
ritual tendrá per se efecto sobre los demonios, pero lo ideal es que
por su solemne grandeza impacte también a los humanos que
participen en la ceremonia.
Como se ha dicho, se sugiere que esta ceremonia tenga lugar
después del rezo en la catedral de completas. Esa hora canónica
haría las veces de liturgia de la Palabra para el exorcismo
posterior.
Algún sacerdote puede acusar a esta ceremonia de dar
demasiado protagonismo al mundo demoniaco y a su poder. Pero
hay que recordar que esta ceremonia se celebraría una vez al año
en unos pocos lugares del mundo. Sin duda, eso no es un exceso.
Ojalá en cada diócesis del mundo, una vez al año, el obispo
organizara un magno exorcismo como el que voy a describir,
incluso sin la presencia de una reunión de exorcistas. Si tal
costumbre se propagara, sería de gran enseñanza para el pueblo
fiel aunque pocos laicos asistieran; de gran enseñanza para el
pueblo fiel y para los sacerdotes de ideas más racionalistas.

Nuestra sociedad secularizada del siglo XXI requiere de


grandes liturgias exactamente lo mismo que la sociedad medieval.
El lenguaje ritual es un lenguaje bello en sí mismo y hasta los no
creyentes pueden captar la profundidad de estos ritos. Si este
ritual se graba con calidad en vídeo, puede ser hasta motivo de
conversión para algunos cuando lo vean en sus casas, y para todos
será una predicación a través de imágenes. Porque hasta la lucha

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contra los poderes infernales, realizada del modo que se va a
exponer, se convierte en un modo de alabar a Dios.

Pasos de la ceremonia
La estructura de esta ceremonia puede parecer muy
complicada, pero consiste tan solo en una procesión por el
perímetro del templo y otra por el eje central. Comenzando con
una oración inicial y otra final. Eso es todo.

Comienzo de la ceremonia
1. Oración de inicio

Ritos de circunvalación del templo


2. Conjuración al Este
3. Conjuración al Norte
4. Conjuración al Oeste
5. Conjuración al Sur

Ritos en el eje del templo


6. Invocación de los Santos Ángeles
7. Conjuración hacia la Puerta del Abismo
8. Invocación a la Santísima Virgen María
9. Conjuración en la Puerta de la Iglesia

Conclusión de la ceremonia
10. Oración final

El ritual está concebido como un itinerario que es una


subida hacia el altar que es Cristo. La procesión parte desde
delante del altar, porque es Cristo el que envía a los Apóstoles a
expulsar demonios. Parte desde el altar y retorna al altar.
Se va subiendo progresivamente a través del camino de la
letanía de los santos. Después se continúa a través del camino de

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la letanía de la Virgen María. El regreso final (por el pasillo
central) es a través del aleluya de la Resurrección.

Celebrantes
El obispo y doce presbíteros son los que realizan este rito, los
demás sacerdotes asisten. Esto no significa que sólo esos doce
sacerdotes ejerzan su poder y el resto de presbíteros simplemente
estén allí como espectadores, de ningún modo. Cierto que sólo
esos doce sacerdotes y el obispo (u obispos) recitan las fórmulas
en voz alta, pero todos participan, todos oran, todos se unen con
la mente y la voluntad en las mismas plegarias. Sin necesidad de
que todos pronuncien con la boca, la presencia de todos conforma
una sola ceremonia. Todos los asistentes participan en ese ritual
por la fuerza intercesora y deprecativa de todos. Todos, desde
luego, pronuncian las contestaciones “ruega por nosotros” en las
letanías.
Esta ceremonia quiere resaltar que este es un exorcismo
coral, no el ritual de un solo sacerdote. Pero, aunque sean doce los
celebrantes, sólo va hablando por orden uno cada vez. Pero la
oración interna cuenta tanto como la externa; no hay ninguna
necesidad (ni beneficio) en que los exorcismos sean bisbiseados
por todos los exorcistas presentes. Eso no aumentaría el poder de
los exorcismos. La participación orante de todos los presentes,
silenciosa u oral, se une en una sola ceremonia. Esto es válido
para los laicos presentes también. No debe existir, por tanto, afán
de todos por hacer algo; sino de unirse con la oración del alma a
los ritos que tienen lugar ante ellos.
Los presbíteros celebrantes se reparten las distintas oraciones,
invocaciones, conjuraciones y ritos de esta ceremonia según el

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esquema que aparece más adelante. Las distintas letanías las
pueden recitar o cantar laicos. Habrá siete acólitos que estarán
colocados en la cabecera de la procesión: incensario, cruz
procesional, ciriales, el que porta el ritual y los dos que ayudarán
al obispo con la mitra y el báculo. En pocas ceremonias como en
esta será tan necesaria la labor del maestro de ceremonias que
podrá ir revestido con sotana y roquete. Él dispondrá donde se
coloca en cada estación el grupo de acólitos, el grupo de
celebrantes, el obispo y el sacerdote que en cada estación recita
las fórmulas.
El obispo (u obispos) irán revestidos con alba, capa pluvial y
mitra. Otros cuatro sacerdotes irán revestidos con capa pluvial.
Seis sacerdotes únicamente con alba y estola morada. Las capas
pluviales serán blancas, ya que difícilmente se encontrarán tantas
capas moradas.
La ceremonia es complicada, así que lo mejor es que cada
uno de los doce sacerdotes se limite a acordarse de las fórmulas
que tiene que decir. Lo cual es fácil porque cada parte va
precedida de un número. Así que basta con que cada uno recuerde
su número en el ritual.
El obispo sólo dice las fórmulas que dan inicio y ponen punto
final a esta ceremonia, así como la que se dice justamente en el
centro del templo, tal como se indica en sus lugares
correspondientes.
Si el obispo no está presente, las partes del ritual que se
reservan para el obispo, las hará un sacerdote que ocupará su
lugar. Si hay dos obispos presentes, pueden repartirse los tres
momentos culminantes de la ceremonia. Si hay algún diácono,
podrá revestirse con alba y dalmática, colocándose a ambos lados
del obispo. Si hay más diáconos, se colocarán detrás de los
acólitos. Si esta ceremonia se realiza cada año en una diócesis, lo
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ideal sería contar con seis capas pluviales iguales, blancas o
moradas para los sacerdotes que realizan los ritos principales.
La diversidad de vestiduras conferirá belleza a la procesión,
yendo unos con capas pluviales (seis presbíteros), otros sólo con
alba y estola (ocho presbíteros), y otros sacerdotes asistentes con
sotana y roquete. Pero la diversidad de vestiduras no tiene otra
función que conferir mayor belleza al ritual. Repartiéndose como
deseen después las funciones. Aunque para simplificar parece
lógico que los cuatro sacerdotes revestidos con capa pluvial hagan
los exorcismos de los cuatro puntos cardinales y las oraciones del
eje del templo, y el resto de sacerdotes con alba las otras
fórmulas.

Efectos del ritual


Estos ritos se realizan en diferentes puntos de la catedral. Por
ejemplo, el portón de entrada a una catedral es simbólico, pero
los ritos realizados no son meramente simbólicos: son actos
simbólicos, pero no meramente simbólicos. Es decir, creemos,
estamos seguros, totalmente ciertos de que estos ritos tienen una
efectividad real en el mundo de los espíritus. El poder entregado
por Cristo a los Apóstoles pervive en los obispos y sacerdotes y
cuando Nuestro Maestro nos encargó que expulsáramos a los
demonios, estamos seguros de que alejamos a los demonios. No
vemos el mundo invisible, pero todo este ritual tiene un efecto en
el mundo invisible.
El presente ritual está cargado de ritos simbólicos, pero los
demonios saben que esos ritos tienen efecto sobre ellos. La
Iglesia tiene una labor de predicación, pero su labor no se reduce
a la predicación. La Iglesia tiene una labor de enviar la gracia a

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las almas, con los sacramentos y sacramentales. Pero la Iglesia
también tiene una labor de defensa frente a los poderes de las
tinieblas. La Santa Iglesia Católica no sólo predica la Verdad,
también defiende a las almas frente a las potestades y
dominaciones de los infiernos, del Hades por usar la palabra
griega que aparece en boca de Nuestro Señor en los Santos
Evangelios.

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Ritual del
Exorcismo Magno
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La procesión, precedida por la cruz y los acólitos, parte de la


sacristía. Se dirige al lugar donde esté situado el coro de los
canónigos de la catedral. Si no hubiera coro de canónigos, los
celebrantes se dirigirán a una capilla o a otro lugar adecuado,
donde se procederá al rezo de las completas.
Una vez que se ha cantado el cántico final en honor de la
Virgen María, los presentes se sientan en silencio. Habrá, al
menos, un minuto de silencio para marcar la división entre el
ritual previo y la ceremonia posterior.
Después, tañendo una campana o con otro signo, se marcará
el final del tiempo de silencio. Entonces, procesionalmente se
dirigirán hacia el presbiterio del altar mayor de la catedral. Los
celebrantes se colocan frente al presbiterio, mirando hacia el altar.
Pero sin subir a él, delante de las gradas. El obispo está algo más

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adelantado que el grupo de presbíteros. Los acólitos se colocarán
a un lado.
Cuando los acólitos hayan recibido la mitra y el báculo, el
obispo hará inclinación profunda hacia el altar que tendrá sus
siete cirios encendidos. Los doce sacerdotes se unirán a esa
reverencia del obispo.
En este momento no se besa ni se inciensa el altar, porque
toda la ceremonia que va a tener lugar es como un largo recorrido
hacia el altar. Ritos que se culminan con la llegada hasta él,
momento en el que sí que por fin se besa e inciensa el altar.
El grupo de laicos presente en esta ceremonia, seguirá a los
sacerdotes detrás de ellos. Si hubiera tantos sacerdotes que no se
puede hacer de forma adecuada la procesión, por estar demasiado
lejos de la cabecera de esta, parte de los sacerdotes se colocarán
en los bancos y desde allí participarán en la ceremonia.

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1.Oración de inicio
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Tras eso, frente al altar, dando la espalda a los congregados,


como dirigiéndose a Dios Padre que estuviera delante, comienza
el obispo o el sacerdote que preside:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Oremos. (Pausa)

Oh Dios, que escuchas siempre a tus hijos atribulados, al


darte gracias por tu misericordia, te rogamos que, liberados de
todo mal, te sirvamos siempre con alegría de corazón. Por
Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Acaba la oración, la procesión se encamina hacia el
Noroeste, se recitará la letanía de los santos, hasta llegar al primer
punto cardinal. Mientras la procesión comienza a avanzar, los
acólitos le entregan al obispo la mitra y el báculo. En el resto de
oraciones deprecativas, como son los demás sacerdotes los que las
hacen, el obispo no se despoja cada vez de la mitra ni entrega el
báculo. De lo contrario, cada poco rato tendría que estar
poniéndose y quitándose la mitra. Por eso, el obispo sólo se
quitará la mitra cuando él realice la oración deprecativa.
En los desplazamientos de un punto cardinal a otro, se
cantará la letanía de los santos, pidiéndoles que protejan a la
Iglesia. La letanía se interrumpirá cada vez que la procesión

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llegue a un punto cardinal, y se retomará la letanía en cuanto la
procesión se ponga en marcha de nuevo.

-Señor, ten piedad de nosotros -ángeles que alabáis ante el trono


-Cristo, ten piedad de nosotros de Dios
-Señor, ten piedad de nosotros -ángeles que servís a los hombres
-Cristo, óyenos -santos ángeles custodios
-Cristo escúchanos
-auxiliadores en nuestras
-Dios Padre celestial, necesidades
ten piedad de nosotros -luces en nuestra oscuridad
-Dios Hijo Redentor del mundo -apoyos en todo peligro
ten piedad de nosotros
-Dios Espíritu Santo -exhortadores de nuestra
ten piedad de nosotros conciencia
-Trinidad santa un solo Dios, -intercesores ante el trono de Dios
ten piedad de nosotros -escudos de defensa contra el
enemigo maligno
-Santa Madre de Dios,
ruega por nosotros -constantes compañeros nuestros
-Santa María, Reina de los ángeles -segurísimos conductores nuestros
-santos querubines, rogad por -fidelísimos amigos nuestros
nosotros, -sabios consejeros nuestros
-santos serafines, -ejemplos de nuestra obediencia
-santos tronos
-santas dominaciones -Consoladores en el abandono
-santas potestades -Espejos de humildad y de pureza
-santos principados
-santas virtudes -ángel protector de esta ciudad
-santos ángeles y arcángeles -ángel protector de esta diócesis
-ángel protector de esta nación
-San Miguel
-San Gabriel -todos los santos espíritus
-San Rafael bienaventurados de todos los
coros angélicos

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Ritos de circunvalación del templo
………………………………………………………………...…………………………………………………….

La procesión recorre el perímetro del templo. Se detiene a


hacer un exorcismo a las milicias infernales en cada punto
cardinal. Los puntos cardinales deben estar marcados con
precisión antes de iniciar la ceremonia, por ejemplo, pegando un
papel en el que se
indique qué punto
cardinal es.
La procesión
recorrerá el perímetro
del templo por dentro.
Recorrerá el trazado
de las paredes. Pues
esas paredes simbo-
lizan el muro invisible
que protege a la
Iglesia. El muro de
oración y bendición
divina que protege a la
congregación de los
fieles.
A lo largo de ese
recorrido hay una
sucesión de oraciones
deprecativas y de fórmulas conjuratorias. Aunque esta ceremonia
sigue el orden norte, oeste, sur, este, por supuesto que en cada
templo se seguirá el orden más adecuado. Es decir, el orden de
puntos cardinales según sea el más cercano al ábside.

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Hay que dejar muy claro que el exorcismo no tiene más
eficacia por dirigirse con exactitud hacia los puntos cardinales.
Exorcizar hacia esos puntos solo tiene un valor simbólico. Las
distintas estaciones de esta ceremonia solo tienen un valor
simbólico. No es porque orar en esos puntos concretos dote a
estos ritos de mayor eficacia.

2.Conjuración al Norte
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Mientras la procesión se dirige hacia la primera estación, se


continúa la recitación de la letanía de los santos donde el cantor se
haya quedado antes. Valga esta indicación para el resto de las
estaciones: el lector continúa las letanías allí donde se quedó.
-Santa María, Reina de los santos -San Bartolomé
-Santa Virgen de las vírgenes -San Mateo
-San Juan Bautista -San Simón
-San José -San Tadeo
-Todos los santos patriarcas y -San Matías
profetas -San Bernabé
-San Lucas
-San Pedro
-San Marcos
-San Pablo
-San Andrés -todos los apóstoles y
-San Juan evangelistas,
-Santo Tomás -todos los santos discípulos del
-Santiago Señor,
-San Felipe -todos los santos inocentes

El norte simboliza el frío que viene de Septentrión. Simboliza


el frío de las almas, ese frío espiritual de las regiones de la
oscuridad donde falta la luz de Cristo.

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Al llegar a ese punto cardinal (o al primer punto cardinal que
se halle en el recorrido), el primer sacerdote designado realizará la
primera oración deprecativa con las manos en alto:

Señor, tú eres nuestra defensa y nuestro refugio;


te pedimos que libres a santa Iglesia de las trampas de los
demonios y de las palabras crueles de sus perseguidores.
Protégela bajo la sombra de tus alas
rodéala con el escudo de tu fortaleza
y muéstrale la clemencia de tu salvación.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
Esta oración la recitará mientras los sacerdotes ya están en
marcha. El celebrante no dirá oremos y hará la conclusión breve,
dejando la invitación oremos y la conclusión larga para la última
oración de esta ceremonia.
Después de la primera oración deprecativa, el celebrante
aspergerá tres veces hacia ese punto cardinal. Después hará la
siguiente conjuración con las manos dirigidas hacia delante en
señal de imperio:

Te declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación


humana; reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre, que, con
justo juicio, condenó tu soberbia y tu envidia:
apártate de este templo y de esta ciudad, aléjate de esta
diócesis y de esta nación, retírate de la Iglesia Universal.
Te conjuro, Satanás, príncipe de este mundo: reconoce el
poder y la fuerza de Jesucristo, que te venció en el desierto,
superó tus insidias en el Huerto, te despojó en la Cruz, y
resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al reino de la luz:
retírate de la Iglesia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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Todas las fórmulas imperativas dirigidas al demonio se harán
con las manos juntas sobre el pecho. Las oraciones dirigidas a
Dios se harán con humildad, mientras que las conjuraciones al
demonio se harán con autoridad, en tono de orden.

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3.Conjuración al Oeste
………………………………………………………………...…………………………………………………….

En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


continuará la recitación de la letanía de los santos donde se haya
quedado antes:
-San Esteban -todos los santos obispos y
-San Lorenzo confesores
-San Vicente -todos los santos doctores
-San Fabián y San Sebastián -San Antonio,
-San Juan y San Pablo -San Benito,
-San Cosme y San Damián -San Bernardo,
-San Gervasio y San Protasio -Santo Domingo,
-todos los santos mártires -San Francisco
-San Silvestre -Todos los santos sacerdotes
-San Gregorio Magno -Todos los santos monjes y
-San Ambrosio ermitaños
-San Agustín -Santa María Magdalena
-San Jerónimo -Santa Agueda
-San Gregorio Magno -Santa Lucía,
-San Atanasio -Santa Inés,
-San Basilio -Santa Cecilia,
-San Gregorio de Nisa -Santa Catalina,
-San Gregorio de Nacianzo -Santa Anastasia
-San Martín -Todas las santas vírgenes
-San Nicolás -Todos los Santos y santas de
Dios

Si el templo estuviese situado exactamente hacia el Este, se


exorcizaría ligeramente hacia el Suroeste en vez de hacia el Oeste.
Porque si se hiciera exactamente hacia el Oeste, se exorcizaría
hacia la puerta del templo. Y ese exorcismo se realizará después.
Por tanto, para no repetir dos exorcismos sobre la puerta, se
desviará el punto cardinal hacia Suroeste.

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En la tradición cristiana, el Oeste simboliza la muerte. Al
llegar a esa estación, otro sacerdote recita esta oración deprecativa
con los brazos extendidos:

Dios, Creador y Defensor del género humano,


dirige tu mirada sobre tu santa Iglesia.
El antiguo adversario desea atormentarla cruelmente,
quiere oprimirla con fuerte violencia
y desea atormentarla con cruel terror.
Envía sobre ella tu Espíritu Santo
para que la haga fuerte en la lucha
le enseñe a rogar en la tribulación
y la defienda con su poderosa protección.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

El celebrante aspergerá tres veces hacia ese punto cardinal.


Después hará la siguiente conjuración con las manos extendidas
hacia ese punto en señal de imperio:

Te conjuro, Satanás, que engañas al género humano,


reconoce al Espíritu de la verdad y de la gracia
que repele tus insidias y confunde tus mentiras.
Retrocede ante la Iglesia fundada por Dios,
a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso.
Retírate de este edificio que Dios hizo templo sagrado
con una unción espiritual. Retírate de esta construcción material y
de la Iglesia universal.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

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4.Conjuración al Sur
………………………………………………………………...…………………………………………………….

En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


comenzará la letanía de los santos ángeles, que se va continuando
de estación en estación.
-Dios Padre, Creador de los Ángeles, (Papas santos de los primeros siglos)
-Dios Hijo, Señor de los Ángeles, -San Lino
-Dios Espíritu Santo, Vida de los -San Anacleto
Ángeles, -San Clemente I
-Santísima Trinidad, delicia de todos los -San Evaristo
Ángeles, -San Alejandro I
-San Sixto I
-Señor, ten piedad de nosotros. -San Telésforo
-Cristo, ten piedad de nosotros. -San Iginio
-Señor, ten piedad de nosotros -San Pío I
-Cristo, óyenos -San Aniceto
-Cristo, escúchanos -San Sotero
-San Eleuterio
-San Víctor I -San Lucio I
-San Ceferino -San Esteban I
-San Calixto I -San Sixto II
-San Urbano I -San Dionisio
-San Ponciano -San Félix I
-San Antero -San Eutiquiano
-San Fabián -San Cayo
-San Cornelio

El sur simboliza el ardor, el desierto, el fuego que mata la


vida. Al llegar a esa estación, otro sacerdote designado
previamente recita esta oración deprecativa con los brazos en alto:

Escucha, Padre santo,


el gemido de tu Iglesia suplicante;
no permitas que tus hijos
sean engañados por el padre de la mentira.

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No dejes que tus servidores,
a quienes Cristo redimió con su Sangre,
sean llevados a la cautividad del diablo;
impide que el templo de tu Espíritu
sea mancillado por los espíritus inmundos.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Después el celebrante aspergerá hacia ese punto cardinal tres


veces. Acaba tal acción, hará la siguiente conjuración con las
manos extendidas en señal de imperio:

Retírate, Satanás, en el nombre del Padre , y del Hijo , y del


Espíritu Santo; retírate por la fe y la oración de la Iglesia;
retírate por la señal de la santa Cruz, de nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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5.Conjuración al Este
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En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


continuará la recitación de la letanía de los santos donde se haya
quedado antes:
-De todo mal, líbranos, Señor -Por el misterio de tu santa
-De todo pecado, encarnación, muéstrate propicio
-De tu ira, -Por tu venida,
-De la muerte súbita e imprevista, -Por tu natividad,
-De las asechanzas del demonio, -Por tu bautismo y santo ayuno,
-De la cólera, del odio y de toda mala -Por tu cruz y tu pasión,
intención, -Por tu muerte y sepultura,
-Del espíritu de fornicación, -Por tu santa resurrección,
-Del rayo y de la tempestad, -Por tu admirable ascensión,
-Del azote de los terremotos, -Por la venida del Espíritu Santo,
-De la peste, del hambre y de la guerra, nuestro Consolador,
-De la muerte eterna, -En el día del juicio

Al llegar a este punto cardinal, el sacerdote que realiza las


oraciones deprecativas recitará esta oración con los brazos
extendidos:

Dios justo y bueno, líbranos de aquellos enemigos que


fueron expulsados de los cielos. Custódianos de aquellos
agresores que lanzan flechas invisibles sobre las almas. Tú eres
nuestra fortaleza. Con tu favor, veremos la derrota del Enemigo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

En realidad, no se conjurará exactamente hacia el Este,


porque ese punto cardinal simboliza el surgir de la luz. La luz del
Sol de Justicia que es Cristo. Además, como muchas iglesias
están orientadas hacia el Este, si se hiciera en esa dirección el
28
exorcismo, miraríamos directamente hacia el retablo u otro
símbolo religioso; lo cual no sería nada adecuado. Por eso, no se
exorcizará exactamente hacia el Este, sino hacia un punto
ligeramente dirigido hacia el nordeste.
Acaba la oración, el celebrante aspergerá hacia ese punto
cardinal tres veces. Después hará la siguiente conjuración con las
manos extendidas hacia ese punto cardinal:

Exorcizo a todo espíritu maligno que intenta atacar a la


Iglesia. Exorcizo a todo poder satánico que ataca a la Iglesia.
En el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, te
ordeno que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas
creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del
Divino Cordero.
En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al
género humano, perseguir a la Iglesia de Dios y zarandear a los
elegidos. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente
soberbia aún pretendes asemejarte.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Después, desde el punto Este, la procesión se dirigirá de


nuevo hacia el comienzo del presbiterio. Es decir, hasta el punto
que está frente al altar antes del presbiterio. La procesión se
dirigirá a ese punto, pero sin subir al presbiterio.
Sin detenerse, desde allí continuarán hasta el punto donde se
realizará la invocación de los Santos Ángeles (estación 6).

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Ritos en el eje del templo
………………………………………………………………...…………………………………………………….

El eje está situado en el pasillo central, sea cual sea su


orientación con los puntos cardinales. Se marcarán tres puntos en
ese pasillo que serán tres estaciones. Estos tres puntos serán la 6ª,
7ª y 8ª estación. Cada uno de esos puntos será equidistante
respecto al siguiente.

30
En este eje central, el sacerdote que interviene no recita más
que una sola oración deprecativa. En los desplazamientos entre
las estaciones 6 hasta la 9, se recitarán las letanías de la Virgen
María, del mismo modo que antes se hacía con las letanías de los
santos, continuando donde se había interrumpido.
Santa María, ruega por nosotros Puerta del cielo,
ruega por nosotros. Estrella de la mañana,
Santa Madre de Dios, Salud de los enfermos,
Santa Virgen de las Vírgenes, Refugio de los pecadores,
Madre de Cristo, Consoladora de los afligidos,
Madre de la Iglesia, Auxilio de los cristianos,
Madre de la divina gracia, Reina de los Ángeles,
Madre purísima, Reina de los Patriarcas,
Madre castísima, Reina de los Profetas,
Madre siempre virgen, Reina de los Apóstoles,
Madre inmaculada, Reina de los Mártires,
Madre amable, Reina de los Confesores,
Madre admirable, Reina de las Vírgenes,
Madre del buen consejo, Reina de todos los Santos,
Madre del Creador, Reina concebida sin pecado original,
Madre del Salvador, Reina asunta a los Cielos,
Madre de misericordia, Reina del Santísimo Rosario,
Virgen prudentísima, Reina de la familia,
Virgen digna de veneración, Reina de la paz.
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Virgen clemente, del mundo,
Virgen fiel, perdónanos, Señor.
Espejo de justicia, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Trono de la sabiduría, del mundo,
Causa de nuestra alegría, escúchanos, Señor.
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Vaso de insigne devoción, del mundo,
Rosa mística, ten misericordia de nosotros.
Torre de David,
Ruega por nosotros, Santa Madre de
Torre de marfil,
Dios.
Casa de oro,
Para que seamos dignos de las promesas
Arca de la Alianza,
de Cristo.

31
Como se observa, todo este ritual comienza con las letanías
de los ángeles, se sigue con la de los santos, y en el eje se rezan
las letanías de la Virgen María y de camino al altar se cantarán los
aleluyas con las tres antífonas.
Éste es el orden normal. Pero el maestro de ceremonias
determinará si hay que alargar una determinada letanía o todas, en
el caso de que el templo sea muy grande. Las letanías podrán
sufrir las adiciones que se crean convenientes añadiendo santos
propios de ese ciudad, diócesis o nación.

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6.Invocación de los Santos Ángeles
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Se va recitando la letanía de la Virgen María hasta llegar a


la 6ª estación. Al llegar a esa estación, los acólitos con la cruz
procesional, las velas y el incienso se colocarán de frente a los
sacerdotes que están situados en el eje de la iglesia. Los
celebrantes se distribuirán alrededor de esta estación. Hago notar
que esta ceremonia será más bella estéticamente y más
impactante realizada a la luz de las velas. La catedral no debería
tener ninguna luz eléctrica encendida. Eso ayudará mucho a la
concentración en la oración. De ahí que además de los dos
acólitos con cirios flanqueando la cruz procesional, podrá haber
más velas repartidas entre otros acólitos o entre los celebrantes.
Para poder leer bien estas oraciones, será importante tener este
ritual en letra grande. En las tres veces que se ha realizado hasta
ahora esta ceremonia, se disponía de un ritual con páginas
tamaño DIN A3.
El sacerdote designado invoca a san Miguel y los ángeles
para que ayuden y protejan a la Iglesia. La siguiente oración la
recita con las manos juntas, no extendidas:

San Miguel Arcángel, querubines de Dios, serafines de


Dios, ángeles y arcángeles, proteged al Rebaño de Cristo de los
lobos infernales.
Después, asperge ese punto y la zona alrededor de esa
estación con agua bendita. Aspergerá también a los que rodean
este lugar. Tras la aspersión recitará esta oración con los brazos
extendidos:

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Escucha, Señor, la oración de San Miguel Arcángel y de
todos los ángeles que te sirven. Dios de todo bien, impide la
acción diabólica;
Tú que eres la fuente de la verdad y del perdón,
destruye las falaces insidias del diablo;
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

En este lugar no hay conjuración, sólo invocación de los


ángeles. Durante las invocaciones a los ángeles y a la Virgen
María (estación 6 y 8), los celebrantes mirarán en dirección hacia
la puerta. La razón es que esa es la dirección de la procesión.

34
7. Conjuración hacia la Puerta del Abismo
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Al llegar a la 7ª estación, el obispo (sin la mitra y con los


brazos extendidos) recitará la segunda solemne oración de las tres
que pronuncia en esta ceremonia. La gran oración deprecativa
reza así:

Señor de la libertad y de la gracia, desata los lazos de la


perversidad. Tú que amas y salvas al hombre, que escuchas
paternalmente la oración de los apóstoles, de los mártires y de
todos los santos que con tu gracia vencieron las asechanzas del
Maligno, protege a tu Santa Iglesia de todo ataque demoniaco,
para que te glorifique con sus alabanzas.
Libra al Rebaño de Cristo de los lobos infernales. Pon una
muralla alrededor de tu Iglesia universal. Pon a tus ángeles
alrededor de este templo.
Aleja a los tentadores de esta ciudad. Pon en fuga de esta
diócesis a los invisibles sembradores de la iniquidad, para que así
reine la paz. Expulsa de esta nación los poderes de las tinieblas
como expulsaste de los cielos a las jerarquías que siguieron los
extraviados caminos del Diablo.
Cierra las puertas del Abismo, cierra las compuertas del
Infierno, cierra la salida del Averno.
Que tu mano todopoderosa impida que salgan los poderes
infernales, para que así tú seas glorificado con la concordia de tus
hijos, con la alabanza de los renacidos del agua y del Espíritu.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén

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Acabada la oración, uno de los sacerdotes aspergerá el punto
marcado, la zona alrededor y, por último, a los celebrantes allí
congregados en torno a ese punto.
Después, el obispo (revestido con la mitra y el báculo en la
mano) recitará el siguiente exorcismo:

Te exorcizamos, Serpiente Antigua, aléjate del Rebaño de


Cristo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de
Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu
envidia, el cual edificó su Iglesia sobre roca firme. Amén.

Rito de la percussio
………………………………………………………………...…………………………………………………….

En el suelo, en el lugar marcado para la 7ª estación, se


colocará una placa metálica gruesa, sin ninguna inscripción, ni
distintivo alguno. Esta placa tiene la función de no dañar el suelo
de la catedral y de hacer que los golpes resuenen en el templo y el
símbolo sea más bello.
El obispo con la cabeza cubierta por la mitra y con las dos
manos agarrando el báculo, recitará esta breve fórmula:

Que estos golpes simbolicen el poder del sacerdocio


quebrantando los Poderes de las Tinieblas. Acto que realizamos
confiados en el poder exorcístico que nos entregó Nuestro Señor
Jesucristo, Rey del Cielo y de la Tierra, que sobre la tierra golpeó
los poderes del infierno.
Tras estas palabras, golpeará solemnemente el suelo tres
veces con el báculo agarrándolo con las dos manos. Después de
los golpes, recitará la siguiente fórmula:

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Golpeo los Poderes del Averno confiado en la intercesión de
María Santísima e Inmaculada. La cual golpeó y aplastó a las
potestades y principados rebeldes.
Tras estas palabras, golpeará por segunda vez el suelo otras
tres veces con el báculo. Entonces dirá la última fórmula breve:

Que estos golpes sean símbolo del aplastamiento y


quebrantamiento de todas las jerarquías del Abismo. Venid,
santos ángeles de Dios, ayudadnos en esta tarea.
Tras estas palabras, golpeará por tercera y última vez el
pavimento con tres solemnes golpes.
Si ningún obispo participa en este ritual, la percussio se
realizará con un martillo ceremonial si se dispone de él. En
algunas catedrales existe un martillo ceremonial, como los que se
usan en las basílicas romanas para abrir las puertas santas en los
años jubilares. Con esos martillos es con los que también llama el
obispo a la puerta de la catedral cuando va a tomar posesión de su
sede.
El sacerdote si realiza la percussio no podrá usar ningún
báculo (bajo ningún concepto), pero sí el martillo ceremonial. Se
arrodillará y dará esos golpes intercalando las oraciones.
Acabada la percussio, otro sacerdote hará el siguiente
exorcismo:

Te exorcizo, Serpiente Antigua, aléjate de la Santa Iglesia de


Dios. Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos
los Misterios de la fe cristiana.
Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María,
quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada
Concepción aplastó tu orgullosa cabeza. Señor, cierra la Puerta

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del Abismo. Que no salgan de ella hacia la tierra las potestades
infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
El celebrante hará el exorcismo mirando hacia el suelo de
vez en cuando, como si se estuviera dirigiendo a la entrada del
infierno.
Esta parte del rito resulta extremadamente visual. Es como si
el sacerdote se dirigiera hacia esa puerta del abismo para cerrarla
con la oración. Oración que se realiza dentro del templo, porque
se presenta la imagen de que es la entera Iglesia universal la que
con su inmenso peso es la losa que (con sus sacrificios y
oraciones) cierra esa puerta del mal. La inmensa Iglesia es la
piedra que evita que esas Puertas del Abismo se abran.
Con estos exorcismos se ordena a los demonios que no salgan
del infierno para atormentarnos. Esta fórmula tiene en mente el
texto del Apocalipsis en el que se dice:
Tocó el quinto ángel. Entonces vi una estrella que había caído del cielo a
la tierra. Se le dio la llave del pozo del Abismo. Abrió el pozo del Abismo y
subió del pozo una humareda como la de un horno grande, y el sol y el aire se
oscurecieron con la humareda del pozo. De la humareda salieron langostas sobre
la tierra, y se les dio un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra.
Apocalipsis 9, 1-3.

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8.Invocación a la Santísima Virgen María
………………………………………………………………...………………………........…………………………….

Se va recitando la letanía de la Virgen María hasta llegar a


la 8ª estación. Al llegar a ese lugar, uno de los presbíteros invoca
a la Santísima Virgen María para que ayude con su intercesión a
la Iglesia. La oración la hace con las manos juntas, no extendidas.

Virgen Santísima, terror de los demonios, no nos


desampares. Ruega a Dios por nosotros. Protégenos como madre
nuestra que eres. Nuestros enemigos son grandes, pero tú, Madre
de Dios, eres más grande todavía.
Tras la oración, uno de los tres celebrantes revestidos con
capa pluvial asperge ese punto y la zona alrededor con agua
bendita. Después, con las manos extendidas, dirá:

Escucha, Dios misericordioso, la oración de la


bienaventurada Virgen María, cuyo Hijo encomendó a la Madre
todos los hombres como hijos.
Que resplandezca en tu Iglesia, todavía más, la luz de la
verdad, que aletee en ella el Espíritu de la paz.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

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9.Conjuración hacia la puerta de la Iglesia
………………………………………………………………...…………………………………………………….........

La procesión sigue avanzando hasta llegar al portón principal


de la catedral. La puerta se presenta, con razón, como símbolo de
apertura para que las almas entren. Pero la puerta también
aparece como símbolo de lo que se cierra para que no entren los
que no deben entrar.
El celebrante asperge con agua bendita el umbral de la
puerta. Después la cierra con llave. La puerta estaba cerrada
desde el principio, pero le da otra vuelta de llave. Si no
permitiera dar otra vuelta, la gira en un sentido y, de inmediato,
en el otro. Todos los ritos se hacen por la parte de dentro, no por
fuera del Templo.
El acólito se colocará de espaldas al portón de entrada y tres
sacerdotes (revestidos con sotana y roquete) recitarán a coro el
siguiente exorcismo:

Te exorcizamos, Serpiente Antigua, aléjate de la Santa Iglesia


de Dios. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de
Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu
envidia edificó su Iglesia sobre roca firme. Amén.
Esa oración la pueden recitar tres o más sacerdotes, para
resaltar el carácter coral de esta ceremonia. Recitar
adecuadamente muchas partes corales sería difícil hacerlo bien y
los sacerdotes tendrían que ir cargados con papeles. Es preferible
que vayan con las manos libres y que escuchen y se unan en esa
escucha. Tras ese exorcismo, un único sacerdote hará el siguiente
exorcismo:

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Te exorcizo, Serpiente Antigua, aléjate de este templo, aléjate
de esta ciudad, aléjate de esta diócesis, aléjate de la Santa Iglesia
de Dios. Te lo manda Dios Padre , te lo manda Dios Hijo , te
lo manda Dios Espíritu Santo . Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Unción de las puertas


………………………………………………………………...…………………………………………………….........

Después se ungirán con el Sagrado Crisma dos cruces, una


en cada puerta. Y otras dos cruces en el eje central del portón. El
sacerdote realizará esta operación en silencio.
Todos estos ritos se realizarán en el portón principal de la
iglesia, aunque haya más puertas. Aunque si se ve conveniente,
como habrá abundancia de sacerdotes, simultáneamente al rito en
la puerta principal, algunos sacerdotes revestidos con sotana y
roquete podrán dirigirse a otra puerta del templo o a varias otras
(incluso las pequeñas), y hacer allí algunas de estas oraciones y
unciones. Hacer esto en la iglesia material simbolizará que hay
que tener cuidado con todos los resquicios para que no entre nada
impuro o maligno en la Iglesia espiritual. Pero no es necesario
hacerlo en todas las puertas. Hágase sólo si se ve oportuno.
El rito bastará con realizarlo en el portón principal se
realizan en el portón principal no porque por allí vayan a entrar
los demonios, sino por el simbolismo que tiene la puerta de una
catedral.
La puerta es símbolo de acogida, pero también es símbolo de
que la Iglesia se debe cerrar a todo aquello que no tiene cabida
dentro de ella. Los demonios no tienen cabida dentro de la
Iglesia, son sus enemigos, y lo único que hace la Iglesia respecto
a ellos es expulsarlos. Es suficiente, por tanto, hacer los ritos en
41
una sola puerta de la catedral, puesto que se hacen allí
únicamente porque se trata de un lugar simbólico. Si se decide
realizar estos ritos simultáneamente en otras puertas, eso tendría
el simbolismo de estar atentos a que por ningún resquicio, por
ninguna puerta de atrás, entre el Mal en la Iglesia.

Regreso hacia el altar


………………………………………………………………...…………………………………………………….........

Acabados todos estos ritos en el portón principal, se regresa


por el pasillo central hacia el altar, cantando el aleluya. Cada tres
aleluyas en tono gregoriano, se canta esta u otra antífona:

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; cuando te invoqué


me escuchaste (Sal 137,1).
Acabado el canto de la antífona, de nuevo se continúa con los
aleluyas.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?


Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre (Sal
115, 12-13).
Tras otros tres aleluyas, la tercera y última antífona:

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su


misericordia (Sal 117, 1).
La procesión ya no se detiene en ningún momento en el eje
central, sino que prosigue sin interrupción hacia el altar. Si el
trayecto hasta el presbiterio resultase más largo que el necesario
para cantar los aleluyas y antífonas indicados, se añadirán los que
sean necesarios o se repetirán los ya mencionados.

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Allí, delante del altar, finalizan todos los movimientos
procesionales que se han realizado en el templo. Si unimos en un
solo dibujo las distintas estaciones de esta ceremonia, la unión de
estaciones perimetrales y las del eje de la iglesia formarían este
esquema.

Es decir, se trata de una procesión que realiza una


circunvalación y recorre un eje. La ceremonia parte del altar y
regresa al altar.

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10. Oración final
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Los celebrantes llegan hasta el altar. El obispo entrega la


mitra al acólito y sólo él lo besa y lo inciensa rodeándolo. No hará
inclinación profunda, la cual ya se ha realizado al comienzo de la
ceremonia. Entonces el obispo se había inclinado de lejos (desde
las gradas del presbiterio) y ahora sube y se acerca a besarlo.
Después de la incensación, se coloca delante del altar (dando
la espalda a los congregados en la nave central) con los
celebrantes detrás de sí. Entonces recita la siguiente oración con
los brazos extendidos.
Oremos. (Pausa).

Señor, Dios nuestro, que libras de las ataduras del pecado


a tus hijos y los defiendes contra el Maligno y sus secuaces, haz
que constantemente crezca nuestra esperanza de conseguir el
premio de tu gloria. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Se coloca delante del altar y no detrás, porque en esta
ceremonia las direcciones tienen mucha importancia. Y este rito
no es una celebración eucarística en la que, como en un banquete,
el celebrante mira de frente a los comensales.
La bendición final puede hacerse con la bendición usual de la
misa o tomarse alguna bendición solemne de las muchas que
propone el misal para algunas ocasiones con el obispo
extendiendo las manos sobre el Pueblo.
Aunque convendrá escoger una u otra según el tiempo
litúrgico, coloco esta que es una bendición solemne para el tiempo
ordinario:

44
El Señor os bendiga y os guarde.
Amén.

Haga brillar su rostro sobre vosotros


y os conceda su favor.
Amén.

Vuelva su mirada sobre vosotros y os conceda la paz.


Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Amén.

Tras la bendición final y el podéis ir en paz, la procesión


abandona el presbiterio. El rito ya ha acabado. Aunque, como
colofón final, parece adecuado que todos se congreguen delante
de una imagen de la Virgen María (por ejemplo, delante de una
imagen situada en una capilla lateral) y canten una canción
mariana, tras lo cual prosigan su camino hacia la sacristía.

Fin de la ceremonia

45
Algunas consideraciones finales
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Siempre habrá alguien que puede acusar a todo este ritual de


ser excesivamente material. Pero indudablemente vendrá de
alguien que desconoce la tradición litúrgica de la Iglesia en siglos
pasados. Basta conocer la complejidad de los ritos que existían en
siglos pasados, para darse cuenta de que esta propuesta se engloba
en esa corriente pretérita. No se engloba, desde luego, en una
corriente que busque el minimalismo. Véase, por poner sólo un
ejemplo, el Ceremonial de Obispos para consagrar un nuevo
templo, ritual vigente hasta la época del Concilio Vaticano II. Allí
uno se dará cuenta de que los ceremoniales pueden lícitamente ser
complejos. En un momento dado de ese ceremonial para
consagrar iglesias, se marcaban todas las letras del alfabeto latino
y del alfabeto griego sobre una cruz trazada con ceniza sobre el
suelo. El obispo hacía eso con su báculo. Y, además, la cruz tenía
que tener la forma de cruz de San Andrés.
Ese sólo era uno de los muchos pasos que tenía aquel
interesantísimo ritual. Y solo es uno de los antiguos varios
ceremoniales que se podrían mencionar, tales como la coronación
de reyes (con la unción de su pecho y la entrega de los símbolos
reales), la compleja consagración de altares (en la que se
quemaban cinco montoncitos de incienso sobre el ara) o la
bendición en el Ritual Romano del “agua gregoriana” (compuesta
de agua, aceite, sal y ceniza). En Inglaterra, llegó a existir un
ritual para la excomunión. Y en el Ceremonial de Obispos,
incluso hubo uno para la degradación del estado clerical. Rituales
que existían o existen en los libros litúrgicos y que constituyen un
tesoro para la Iglesia.
La idea de que las ceremonias litúrgicas no pueden ser de
otra manera que rituales simples, es una idea equivocada. Los
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rituales de la Iglesia, versen sobre lo que versen, constituyen un
modo de alabar a Dios.
Acabo este escrito recordando una vez más que sólo la Santa
Sede y los obispos tienen potestad para aprobar nuevos rituales y
liturgias. Pero ante la disyuntiva de presentar una obra que
hubiera consistido en una larga y fría serie de áridas sugerencias o
presentar un ritual en todo su esplendor con todos sus detalles, he
preferido la segunda opción: ofrecer una visión más completa de
cómo podría ser este ceremonial.
Pero hay que recordar también a los lectores que no son los
sacerdotes los que pueden realizar un ritual como este por propia
iniciativa. Es al obispo al que compete tomar la decisión de si
realiza algo como lo descrito o no. Los rituales, las ceremonias, la
liturgia tienen que practicarse de un modo ordenado, es decir,
bajo la atenta mirada del obispo que debe erigirse en defensor del
orden litúrgico. Al obispo se le puede proponer cualquier cosa,
pero al final hay que someterse gozosamente a su autoridad.
Una cuestión de orden canónico que se me planteó es si un
obispo tiene autoridad para autorizar a que se realice este
exorcismo. Lo que doy es mi modesta opinión: el obispo tiene
autoridad, porque no es un ritual que afecte a ningún sacramento
ni a ningún ritual ya existente. Además, el Código de Derecho
Canónico sólo prohíbe hacer exorcismos sobre posesos sin
permiso del obispo. El canon prohíbe sólo lo que expresamente
está formulado en él y esta cuestión no está contemplada. Por lo
tanto, dado que no afecta a los sacramentos, dado que este
exorcismo no está prohibido por el canon, dado que lo que no está
expresamente prohibido está permitido, concluyo que el obispo
puede autorizar la realización de tal ceremonia.
Eso sí, si algún día la Congregación del Culto Divino
quisiera decir algo tendría todo el derecho a hacerlo y habría que
47
obedecer sus indicaciones. La obediencia pronta y sincera debe
ser siempre orgullo de todos los clérigos. Pero, mientras tanto,
pienso que prima la libertad. Aunque no tengo la menor duda de
que muchos obispos pueden tener un razonable escrúpulo a
autorizarlo pensando que quizá están yendo más allá de sus
atribuciones. Algunos pensarán así y lo entiendo. Pero recuerden
los obispos que al dar su permiso para esto, no están aprobando
ningún ritual. Sino sólo dando el permiso para realizar un acto
puntual: un exorcismo, un gran exorcismo. No es lo mismo
aprobar un ritual que dar un permiso para realizar un acto singular
y extraordinario.
Al leer este escrito, puede pensarse que soy una persona
amante de los cambios y las novedades. La verdad es que es todo
lo contrario. En el campo litúrgico, debe primar la tradición, se
deben evitar las innovaciones. Ahora bien, a pesar de tener este
criterio, creo que en la Iglesia sería muy positivo que se
celebraran ceremonias como la descrita en esta obra. Las
oraciones privadas realizadas por cada sacerdote individualmente
no serán lo mismo que una liturgia magnificente como la que
expuesta aquí. El lenguaje litúrgico siempre va mucho más allá de
la oración personal. El poder de las grandes ceremonias es tal que
muchas veces hasta los agnósticos se ven atraídos por ellas.
Estoy convencido de que una ceremonia como la expuesta
sería muy poderosa contra los poderes de las tinieblas (que es lo
importante); pero, además, también sería toda una enseñanza para
los fieles. Lo esencial es el efecto directo que tendrá sobre esas
fuerzas del Averno. Pero el efecto accidental de la belleza de una
ceremonia no debe ser despreciado. Aspectos estéticos como el
que se realice todo esto a la luz de las velas, sin ninguna luz
eléctrica, es algo menor, pero con su importancia. No es lo mismo
celebrar este ritual en una fea iglesia grande de una sola nave, que

48
en una catedral gótica con sus recovecos, su deambulatorio, su
coro de los canónigos en medio de la nave central.

No considero que sea lo mejor que la Iglesia cree una


liturgia para el exorcismo magno en la que todos los ritos tengan
que estar fijados. Pienso que resulta preferible que el obispo en
cada diócesis decida qué ritos y ceremonias se adaptan mejor
tanto a las necesidades por las que hay que pedir, como a la
mentalidad de esa población. La liturgia de la misa tiene todas sus
rúbricas bien establecidas y asentadas. Nadie puede cambiar lo
prescrito. Pero un exorcismo magno sí que admite una cierta
elasticidad y adaptabilidad.
En un lugar de misiones, por ejemplo, en un lugar de Asia
con un grupito de fieles muy reducido, con una catedral que sea
una pequeña iglesia, tal vez se vea conveniente celebrar la
ceremonia al mediodía, rezando la hora sexta dentro del templo y
los demás ritos por fuera, caminando alrededor de los muros si no
hay posibilidad de moverse con dignidad entre los bancos.
En otro lugar, por ejemplo, en un lugar de África, puede
toda la comunidad cristiana considerar una ceremonia así como
algo natural y querer todos participar en ella. En un caso así, en el
que toda la comunidad tenga fuerte deseo de participar, tal vez el
obispo considere mejor congregar a todos los fieles alrededor del
templo y realizar todos los ritos en una plaza o en un lugar
amplio.
Pero toda adaptación deberá evitar de forma escrupulosa
cualquier añadidura de sabor mágico o meramente supersticioso.
No se puede apelar a la inculturación para impurificar unos ritos
que deben ser enteramente puros y claros.

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Todo este ritual tiene efectividad, no es un mero conjunto
armonioso de símbolos: tiene efecto en el mundo espiritual. Pero
no se puede negar que tiene dos facetas: su efecto en el mundo de
los demonios y su repercusión pedagógica entre los fieles. El
mero hecho de que se sepa que se ha hecho este ritual supone una
enseñanza para el pueblo fiel. Por eso, porque no se puede
despreciar esta segunda faceta, resultaría muy beneficioso que un
obispo lo realizara en ocasiones de extraordinario peligro. Por
ejemplo, en peligro inminente de que se desate una guerra,
siempre será útil alejar a los demonios de las dos naciones y de
los gobernantes que tienen que tomar las decisiones. También
puede ser útil realizar este ritual ante un inminente referéndum
acerca del aborto o del matrimonio homosexual, para que los
demonios se alejen y no tienten al pueblo de una nación.
El ritual no puede ser usado en situación de catástrofe
nacional, de una peste o de calamidades similares. El ritual aleja
los demonios, pero no es un ritual para alejar todos los males.
Pero sí es útil en una situación en que se ha desatado una gran
violencia en un país.
Como ha quedado claro, este ritual no sólo se puede celebrar
en aquellas diócesis donde se realice un congreso de exorcistas, el
obispo puede ordenar que se realice en determinadas situaciones
graves o, incluso, una vez al año. Puede haber situaciones
excepcionales en que el obispo determine que se realice cuatro
veces durante un mes, o todos los viernes de una cuaresma.
Otra forma de usar el ritual es que se establezca como
costumbre que se celebre en una abadía de monjes una vez al año,
sin que el obispo tenga que sentirse forzado a estar presente. En
cualquier caso, el ritual tiene un carácter excepcional. Fue ideado
para ser usado una vez al año, pero reconozco que cabe un uso
algo más repetido en algunas circunstancias. Por ejemplo, el caso

50
de un monasterio que quisiese tomar sobre sí de un modo más
intenso la lucha contra las potestades de las tinieblas, y lo
realizase una vez cada dos meses. Resulta difícil establecer una
medida objetiva prudente para todos los lugares. Pero no está
pensado para un uso frecuente. La frecuencia devaluaría su valor.
También quiero prevenir a aquellos que crean que el ritual
quedará mejor añadiendo más y más símbolos, más y más ritos y
oraciones. El ritual es complejo pero sobrio. Creo que se ha
alcanzado en estas páginas un equilibrio entre los excesos de la
simplicidad y la complejidad. Añadir más elementos no considero
que redundara en una mejora del ritual. Aunque por supuesto esto
es opinable.
Lo que sí que pueden estar seguros los lectores es que todo
ha sido meditado y ponderado largo tiempo. A veces, escribía
largas explicaciones acerca de por qué una cosa se hacía de una
manera y no de otra, como fue el caso de las oraciones
deprecativas hechas mientras la procesión estaba en marcha. Pero
después suprimía esas explicaciones, dándome cuenta de que el
texto tampoco podía convertirse en una inacabable explicación
acerca de por qué unas cosas convenía hacerlas de una manera y
no de otra.

Cuando escribí esta pequeña obra hace unos meses, lo hice


para responder a una cuestión teórica: ¿cómo podría organizarse
de un modo ritual un exorcismo sobre los poderes del Infierno?
Pensaba escribir un opúsculo de unas siete o diez páginas. Poco a
poco, el escrito fue creciendo y ampliándose. Pero, al principio,
no pretendí más que unas hojas con unas cuantas indicaciones
esquemáticas.

51
Había escrito estas páginas teniendo en mente un encuentro
concreto de exorcistas en Estados Unidos. Cuando envié el escrito
a uno de los principales organizadores ese encuentro y observé
una recepción fría, pensé que el escrito se quedaría flotando en el
campo de lo teórico. Cuál fue mi sorpresa cuando un mes después
de dar a la luz mi obra, me escribió una persona de un país (cuyo
nombre, de momento, omitiré) para decirme que un determinado
obispo quería ponerlo por obra.
No daré detalles, pero este ritual se realizó
esplendorosamente en una catedral con exorcistas venidos de todo
el país, con la presencia de un arzobispo y un cardenal. La
ceremonia resultó bellísima. Sólo al verla materializada me di
cuenta de la tremenda fuerza visual que tenía un ceremonial así.
Comprobamos que la ceremonia realizada con toda tranquilidad y
en una catedral de grandes dimensiones se realiza en algo menos
de tres cuartos de hora, sin contar los diez minutos que nos llevó
rezar la hora tercia en el coro de los canónigos.
Para que el demonio no moviera sus hilos para impedir que
se realizara este exorcismo magno, los exorcistas que vinieron de
todas partes del país no sabían que iba a tener lugar este
exorcismo magno. Si había alguna filtración y la noticia llegaba a
los medios, la ceremonia podía no llevarse a cabo. De manera que
se organizó todo para que los exorcistas pensaran que venían solo
a unas charlas. Únicamente el día anterior a la ceremonia nos
reunimos en torno a una mesa en la sala capitular de la catedral y
se les explicó el ritual que iba a tener lugar.
A todos les pareció muy bien, pero cual fue nuestra sorpresa
cuando un exorcista muy reconocido (que no sabía que iba a tener
lugar el exorcismo magno) se quedó muy sorprendido y dijo que
por eso un poseso, dos días antes, durante un exorcismo había
dicho lleno de furia que estaba rabioso por eso que vais a hacer

52
los exorcistas en una reunión que vais a tener dentro de dos días.
El poseso insistía en que vais a hacer algo, algo que ponía muy
enfadados a los demonios. Como les dije a todos esos exorcistas
que representaban al ministerio en esa nación: Cuando algo pone
muy furioso al demonio, esa es la mejor señal.

A día de hoy, escribo en enero del año 2018, he estado


presente tres veces en esta ceremonia como maestro de
ceremonias. En las primeras dos veces participaron un cardenal,
un arzobispo y un obispo, así como muchos sacerdotes exorcistas.
La tercera vez tuvo lugar en la catedral de la capital de un país,
estuvieron presentes tres obispos. Pero, aunque solo estuvieron
esos prelados, fue realizada en esa catedral con la aprobación
unánime de todos los obispos residenciales de la conferencia
episcopal.

La ceremonia aquí descrita está pensada para ser realizada


en una reunión de sacerdotes con permiso del obispo de la
diócesis. Un sacerdote no debe realizar este ritual sin permiso del
obispo, ni siquiera alegando que lo está realizando ante pocas
personas.
Ahora bien, si el obispo le diese permiso a un sacerdote para
realizarlo públicamente en su parroquia, no habría nada de malo
en ello. Y aunque no se percibiera ningún efecto en la diócesis,
sin duda lo tendría. Es cierto que la naturaleza de esta ceremonia
está compenetrada con la idea de comunidad y de la abundancia
de ministros presentes:
Exorcismo sobre una persona un solo ministro

Exorcismo sobre una región coro de ministros y presencia de fieles

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El tenor de este ritual conlleva que sea largo y solemne.
Incluso conviene el marco esté acorde con el rito. Pero, como ya
he dicho, este rito se puede llevar a cabo por un sacerdote en una
parroquia e, insisto, eso tendría efecto sobre la diócesis. Resulta
preferible que lo llevara a cabo una comunidad de religiosos o un
cabildo. Pero mejor es que lo realice un sacerdote a que no lo
realice nadie. En esa situación, el sacerdote haría las oraciones
dirigidas a Dios y los exorcismos. Los fieles recitarían las
letanías. El rito de la percussio lo realizaría el presbítero con un
martillo ritual.
Si nadie realiza este ritual en una diócesis, no pasa nada. Lo
realmente importante es que se predique el Evangelio, que las
almas sean llevadas a Cristo. Pero si se realiza, aunque sea por un
solo ministro, tendrá efecto: los poderes de las tinieblas serán
atados. No completamente atados, pero sí atados en cierta medida.
A veces, se puede esperar más efecto de un solo ministro con
verdadero interés, que de la presencia de más ministros menos
motivados.
En el caso de un sacerdote o de varios que quieran celebrar
este ritual, ¿cada cuánto debería celebrarse? Una vez al año es una
buena medida. Pero tampoco me parece excesivo una vez al mes.
Un grupo de fieles pueden recibir una adecuada formación para
entender que su presencia en la ceremonia tiene como fin orar
para pedir la protección de la diócesis. De manera que esta
frecuencia mensual sea aceptada como algo normal.
La ceremonia realizada en una parroquia a puerta cerrada y
a la luz de las velas, por la noche, tendrá un efecto también
impresionante sobre los participantes. Celebrarlo por la noche
refuerza la idea de la luchar contra el demonio en la hora de las
tinieblas. Los ritos se celebrarían a puerta cerrada, pero eso no
significa que se haga de forma secreta. Se evitarán problemas si la

54
comunidad sabe lo que se celebra allí en mitad de la noche. Hablo
de “celebración”, porque en esta ceremonia, ante todo, se celebra
el nombre de Dios. Es cierto que también tiene exorcismos, pero,
sobre todo, celebra y glorifica a Dios.
En no pocos países, hay parroquias o conventos en los que
trabaja un exorcista famoso en toda la región que realiza
exorcismos todos los días o casi. En esos templos en los que la
práctica del exorcismo es cotidiana y hay una comunidad que
arropa la labor de ese ministro, no sería inadecuado el que esta
ceremonia se celebrara de forma semanal, por ejemplo, los
viernes por la noche. Este exorcismo magno sería el complemento
comunitario a los exorcismos individuales.
Un arzobispo, al leer esta obra, comentó a los exorcistas de
un país reunidos algo que no se me había ocurrido: les aconsejó el
uso de estas oraciones y exorcismos como oración privada. Para
realizar estas oraciones de un modo personal, no se precisa ningún
permiso. Pues en todo se asimila a, por ejemplo, el llamado
Exorcismo de León XIII. Pero cuando hablo del uso de este ritual
como “oración privada”, me estoy refiriendo a un sacerdote que
sentado en un banco de la iglesia realiza estas oraciones en
silencio o en voz baja, musitándolas.
En el momento en el que un sacerdote recitara las oraciones
de un modo audible ante varios fieles presentes (aunque sean dos
o tres) ya entraríamos en el campo de lo externo y, por tanto, la
autorización del obispo sería necesaria, por pura prudencia, a
causa de la extrañeza que podría causar. Dígase lo mismo si el
sacerdote se revistiera con alba y realizara las circunvalaciones,
las aspersiones y las oraciones en silencio. Lógicamente, los fieles
se preguntarían que está haciendo su párroco.
Por uso privado se entiende, lo repito, el uso de estas
oraciones en silencio, sentado en un banco de la iglesia, sin gestos
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ni nada que pudiera provocar extrañeza. La ausencia de gestos,
aspersiones y la lectura silenciosa también tendría efecto. Pues el
efecto de este ritual depende del fervor y la fe con que se realice.

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Exorcismo Magno Vaticano
………………………………………………………………...…………………………………………………….

No quisiera abandonar esta pequeña obra sin ofrecer mis


sugerencias acerca de cómo se podría articular un exorcismo
magno en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Una ceremonia
presidida por el sumo pontífice y que sea ecuménica, que muestre
a los cristianos unidos en el combate a las fuerzas de las tinieblas.
Por supuesto que una ceremonia así se puede materializar de
muchas maneras diversas. Yo aquí solo ofrezco una, pero las
posibilidades son variadas.
Esta ceremonia comienza de un modo diverso al del antiguo
oficio de tinieblas. En ese oficio, las velas se van apagando. Aquí,
por el contrario, en los últimos veinte minutos, mientras van
llegando los participantes, se van colocando cirios y velas sobre el
Altar de la Confesión. Un gran crucifijo en el centro rodeado de
seis impresionantes candelabros a juego con él. Alrededor,
dispuestos armónicamente, otros candelabros menores. El altar
como fuente de luz. También se colocarán más de una decena de
relicarios.
Los invitados no católicos que participen en este rito tendrán
un lugar de honor. A los invitados a una casa debe ofrecérseles un
lugar de honor. Es una cuestión no solo de mera cortesía, sino que
es un modo de expresarles nuestro deseo de que se sientan dentro
de la gran casa común que es esa basílica.
La ceremonia comienza con el rezo de las completas en la
Capilla de san Juan Crisóstomo, en la del Santísimo Sacramento y
en el ábside. Puede ser a la hora de la cena. Así a la oración se

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unirá el ayuno. La idea es que, acabada la ceremonia, cada uno se
vaya a su casa ofreciendo a Dios el sacrificio del ayuno.
Como esa capilla no será suficiente para albergar a todos los
participantes en la ceremonia, otros rezarán las completas en el
coro de Cátedra de San Pedro; otros, en la Capilla del Santísimo
Sacramento. Comenzarán de manera que las dos procesiones
confluyan en la nave lateral de la Capilla de San Juan Crisóstomo,
cuando en esa capilla acaben las completas.
No debe haber tantos participantes que se ofrezca una
impresión de un lugar atestado. La estética de la celebración será
mejor si el número de personas presentes es el siguiente:
−el sumo pontífice

−doce cardenales

−treinta arzobispos

−cien obispos

−doscientos presbíteros

−doce diáconos

−doscientos laicos

−entre cien y doscientos cristianos no católicos

El exorcismo magno vaticano es exactamente como el


exorcismo magno normal, salvo que, como las distancias son tan
grandes, cada letanía entre estaciones irá precedida por un salmo
imprecatorio. Habiendo explicado a los presentes que se leerán
esos textos sagrados dándoles un sentido espiritual respecto a los
demonios.
Cuando se llegue al portón central de la basílica, varios
grupos orarán en cada una de las puertas. Como lo harán
simultáneamente, lo harán en voz baja, salvo las oraciones de la

58
puerta central. El muro de la Puerta Santa no tendrá esas
oraciones puesto que está clausurada esa vía de entrada.
Mientras se rezan varios salmos imprecatorios, tres grupos
de sacerdotes recorrerán la nave central y otros dos grupos las dos
naves laterales exorcizando en voz baja, y aspergiendo con agua
bendita ese espacio sagrado. Ellos irán seguidos por otros cinco
grupos orantes que incensarán esos mismos espacios, mientras
oran a Dios y los santos por la intención de que el cielo aleje de
allí y de la Iglesia los ataques de los poderes de las tinieblas.
Acabada la aspersión e incensación, la procesión sigue. Al
llegar a la nave lateral, dado que está situada a oriente de la
Tumba de san Pedro, realizarán sus oraciones y exorcismos las
iglesias orientales. También el clero de los hermanos separados,
todos participarán en la procesión, no estarán aparte. Pueden
colocarse en un lugar de honor, entre los cardenales y los
arzobispos.
A los hermanos separados, se les dará libertad para realizar
los ritos que deseen. La procesión avanzará a siete lugares de esa
nave lateral. En cada punto, exorcizará un grupo: coptos,
ortodoxos eslavos, ortodoxos griegos, armenios y georgianos.
Cada grupo tendrá dos minutos exactos, lo cual significa que sus
intervenciones (sin los desplazamientos) durarán un cuarto de
hora. Si un grupo se alarga, podrá continuar, pero la procesión
seguirá su avance.
Al llegar a la Capilla del Santísimo Sacramento, el papa y
unos cuantos acompañantes entrar para adorar de rodillas a Jesús
sacramentado durante un minuto o dos. Allí solo se adora, sin
exorcizar. Se inciensa en silencio hacia el sagrario.
La procesión sigue. Al llegar al transepto, intervienen los
hermanos separados protestantes. Ese brazo es el norte de la

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basílica, dado que el ábside está situado hacia el oeste y hay un
gran coro de madera, es el mejor lugar para que otros siete grupos
realicen sus exorcismos. Se escogerá que grupos representarán el
mundo protestante. Esta selección es variable, pero podrían ser,
por ejemplo: anglicanos, luteranos, evangélicos, calvinistas,
metodistas, baptistas y pentecostales.
Como los anglicanos no son protestantes, se les concederá el
primer punto. Es decir, justo al comienzo del transepto, en el
lugar más cercano a la tumba nada más salir de la nave lateral. Lo
harán en el transepto septentrional, dado que Inglaterra está
situada al norte de Roma. También ellos tendrán la misma
limitación de tiempo que las iglesias orientales. Entre los grupos
orientales y occidentales sumarán media hora que parece una
medida de tiempo razonable. Todas las estaciones de esa nave
lateral y el transepto norte estarán a cargo de los hermanos
separados.
En el centro de la nave de la epístola, se puede colocar un
icono ortodoxo de especial belleza y significación. Mientras que,
en el centro del transepto norte, se puede colocar una biblia de
grandes dimensiones sobre un gran atril. Símbolo de lo que
compartimos las denominaciones cristianas. Esta ceremonia tiene
que resaltar que todos los seguidores de Jesús estamos unidos en
nuestra lucha contra el Diablo y sus ángeles rebeldes.
La procesión continuará hasta el ábside. Una de las iglesias
orientales (escogida por sorteo) habrá realizado los ritos en una de
las puertas de la basílica. Uno de los grupos occidentales hará una
oración en el camino hacia el ábside. También puede ser
designado por sorteo. Es mejor que sea así, porque las puertas
serán ungidas y eso es más propio de las iglesias orientales que de
los protestantes.

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La oración y exorcismos realizados en el ábside correrán a
cargo de los cardenales presentes. La procesión seguirá su
recorrido. Acabado el último exorcismo antes de las Capilla de
San Juan Crisóstomo. La procesión se dirigirá rezando letanías
hacia el comienzo de la nave central, hasta la zona de las puertas.
Allí comenzarán los ritos sobre el eje. Todo continuará como en
el exorcismo magno normal. El papa hará el exorcismo en el
centro de la nave central y la oración final de toda la ceremonia.
Dos particularidades quedan por señalar. Al llegar al altar,
doce arzobispos bajarán a la confessio y harán una oración ante el
sepulcro de san Pedro. El papa, tras subir al presbiterio, se
arrodillará en silencio ante las reliquias del altar y pedirá la
intercesión de los ángeles y los santos. Después, incensará.
La basílica estará iluminada de manera que reine una cierta
penumbra. La ceremonia tiene lugar por la noche para resaltar que
hay una hora de las tinieblas. En esa penumbra, resaltará mejor el
altar como fuente de luz. Pero, tras la oración final el papa, el
coro cantará la más bella y triunfal de las canciones mientras se
ilumina toda la basílica para simbolizar el triunfo final de la luz.
La primera canción coral puede ser un gran aleluya.

61
Índice
Introducción

El porqué de este ritual .................................................................................. 6


Cómo organizar esta ceremonia .................................................................... 8
Pasos de la ceremonia ................................................................................. 11
Celebrantes .................................................................................................. 12
Efectos del ritual.......................................................................................... 14

Ritual
Ritos de circunvalación del templo ............................................................. 20
Ritos en el eje del templo ............................................................................ 30
Unción de las puertas .................................................................................. 41
Regreso hacia el altar .................................................................................. 42

Conclusión
Algunas consideraciones finales ................................................................. 46

62
www.fortea.ws

63
José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,
España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado en
demonología.

José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,


España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado en
el campo relativo al demonio, el exorcismo, la posesión y
el infierno.

En 1991 finalizó sus estudios de Teología para el


sacerdocio en la Universidad de Navarra. En 1998 se
licenció en la especialidad de Historia de la Iglesia en la
Facultad de Teología de Comillas. Ese año defendió la
tesis de licenciatura El exorcismo en la época actual. En
2015 se doctoró en el Ateneo Regina Apostolorum de
Roma con la tesis Problemas teológicos de la práctica
del exorcismo.

Pertenece al presbiterio de la diócesis de Alcalá de


Henares (España). Ha escrito distintos títulos sobre el
tema del demonio, pero su obra abarca otros campos de la
Teología. Sus libros han sido publicados en ocho lenguas.

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