Dos Heroísmos

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1. AQUILES Y ODISEO.

Tal vez Aquiles, el de los pies ligeros


superficiales a los que Nietzsche amaba t
parente en sus expresiones; se obstina con
aferra a ellos con arrogancia, desafiante,
dos heroÍslllos
es puro, puro y simple. El es el surco de s
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ces, esto es, profundidad que atrae, devora
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Ce bien llamarse "Nadie". Mientras dure
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por las honduras de Odiseo: y luego amor.
por la profundidad, de viaje a Itaca.
Aquiles y su heroísmo se exteriorizan.
po la descripción por comparación: de Cé
así como el león ... así Aquiles; así como
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1. AQUILES Y ODISEO.

Tal vez Aquiles, el de los pies ligeros, sea el prototipo de esos griego:,
superficiales a los que Nietzsche amaba tanto. Aquiles es primario, trans­
parente en sus expresiones; se obstina con sus sentimientos inmediatos, se
aferra a ellos con arrogancia, desafiante, inconmovible. El hijo de Tetis
heroÍsInos es puro, puro y simple. El es el surco de sangre sobre la llanura, el alarido
que recorre como una onda el campo de batalla; él es el rápido, el de piel
impenetrable. Aquiles: señor de la superficie, del escudo y el casco, de la ho­
ja de la espada. Cuando el río]anto lo persigue, ¿qué le envía sino vórti­
ces, esto es, profundidad que atrae, devoradores de superficies? ¿Y qué es lo
que reprocha Aquiles a Odiseo cuando éste lo invita a volver a las armas,
sino torcer la superficie, deformar el mensaje de su rey? La profundidad
era un riesgo para el hijo de Tetis. En el ágora lo vencían con menos que
un dardo.
Profundo, Odiseo. Sus memorias de I taca, del padre, la esposa y el
hijo, son profundas, imborrables. Ni Calipso, la de la isla maravillosa, ni
Circe, la del magnífico lecho, borran sus nostalgias. En esa guerra épica,
:rto naranjo In. en ese peregrinaje de muchos años, Odiseo se encuentra en el exilio de la
superficie, en los dobles fondos, en las obscuridades. Espía y ladrón prime­
ro; en el interior del caballo luego; en la cueva de Polifemo, en la morada
de Hades, muy adentro en el mar después: lejos de su patria, y su tálamo
nupcial, y su derecho a ser superficial, Odiseo es el de infinitos ardides, el
de los discursos latentes, el de largos plazos, el que sabe simular y disimu­
lar. el oculto. Allá en las profundidades, en eLantro del cíclope, Odiseo di­
ce bien llamarse "Nadie". Mientras dure su peregrinaje, mientras esté au·
sente de la casa familiar, es nadie, un infinito desdoblamiento, un hallarse
y no hallarse; nadie, sólo el juego de las profundidades, Poseidón furioso y
Zeus casi indiferente. Solamente lo sostiene a flote la sabiduría. Su heroís­
mo consiste en salir a la superficie, en rehacer el amor, en reparar la casa,
en reinar justamente; en conservarse y perseverar contra la llamada de hs
profundidades. Diestro en lanzas y en combates cuerpo a cuerpo, magnífi­
co arquero, no lo era tanto como Aquilf':.-; o Héctor o Ayax o Diomedes o
Eneas. Pero la sutileza puede lo que no logra la fortaleza.
Profundo, Odiseo. El viaja al país de los muertos, él conversa con las
sombras de amigos y parientes. El sabe convocar a Tiresias, el que veía sin
ojos en lo profundo de la existencia. El es tan profundo como es profundo
el amor de Calipso, y más. El es tan profundo como el amor de Circe, y
más. El, y sólo él, escucha el canto de las sirenas y sobrevive al llamado de
lo hondo. A él enseña Hermes la física de una planta mágica, "de honda
raíz", para neutralizar los venenos de Circe -brebajes para borrar la su­
perficie humana y descubrir la huma'u bestialidad- o El sabe llegar hasta
la morada de la diosa; y Circe, la profunda Circe, llega a sentir turbación
por las honduras de Odiseo~ y luego amor. Pero Odiseo sólo va de paso
por la profundidad, de viaje a Itaca.
Aquiles y su heroísmo se exterio"izan. En la Ilíada es casi un estereoti­
po la descripción por comparación. de carácter externalista, pictórico:
así como el león ... así Aquiles; así como el ciervo asustado ... así Patro­
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la vida. El Canto XIII de Las Metamorfosi
clo. Un movimiento de animación, un puro acontecer sin intimidad son "co­ vía del enfrentamiento de Ayax y Odiseo en
mo" los movimientos del héroe en su propio momento heroico. Aquiles lu­
diferencia entre las dos clases de heroísmo. '
ce magnífico, es bello, algo para ver. conmigo?" - pregunta Ayax- "¿ha de va
Odiseo y su heroísmo, por el contrario, se interiorizan. En la Odisea la valor?". Las hazañas de Odiseo, dice, han si
frecuencia de las descripciones por comparación rebaja sustancialmente. gos", Ayax cree ser elocuente cuando delat
El propio Odiseo reaparece vestido de harapos, mendigo que causa irri­ de acompañar a los atridas en su guerra, cr
sión y desprecio, algo para no ver. Y se habría quedado en esa figura de­ la imagen de Odiseo. Y éste, cierto, se emb
tatora de su pérdida de la superficie si no hubiera reconquistado su matri­ era el deber de la patria, y no un íntimo a
monio y su paternidad, su casa y su lecho. Atenea -victorioso ya sobre los deseo espontáneo, no un compartir en teram
invasores de su hogar- lo hace hermoso, lo rejuvenece. Por supuesto. Pe­ bélica, lo que lo había llevado al sitio. Po
ro precisamente la Odisea de Odiseo, lo que en él se nos ha hecho intere­ casa y el hogar, por su culto a las pasiones
sante y singular, esto es, su periplo por las profundidades, su arte de la si­ tosa, Odiseo expresa precisamente el anhel
mulación y del ardid, su constancia en el recuerdo y el anhelo -todo guir en estado de guerra. La elocuencia de
ello se da por concluso, y Odiseo se vuelve, al fin, superficial. Todo ello ma. Lo mismo sucede cuando se considera
reposa, como las armas que el guerrero cuelga de una percha, con esperan­ por su fuerza al menos por su ánimo guerre
zas de no tener que usarlas más. Y Odiseo ¡ hasta bromea 1 mas por marcial filiación. A Odiseo le bas
na filiación, un hijo de Aquiles, heredero
Odiseo es bello para terminar y Aquiles lo es para empezar sus respec­ de familia, de los bienes del gran guerrero.
tivas gestas heróicas. Ligero, "presto", el uno; y lento, navegante y andante tuaciones diferentes de lo mismo. Y que, se~
el otro. Superficial y explícito el uno: profundo, implícito el otro. Pero no Odiseo el victorioso en la querella por esas
se trata de una simple oposición de términos, no se trata -por ejemplo­ ciosas claves para entender el alma griega 1
de oponer profundidad y superficie, como si ser superficial equivaliese a
ser poco profundo y a la inversa. Es más bien cuestión de acentos. No hay Ayax habla como guerrea, hace de last
duda de la "profunda" cólera de Aquiles, ni de la tan "profunda" belleza lanza y como que se queda vacío, sin lanza
de su duelo. En su simplicidad, ¡ cuán profundo el amor por Briseida y Pa­ ta de una manera tan natural, tan fluida, ta
troclo, cuán hondo el odio por Héctor! Sin embargo esta clase de pro­ trabajo heroico pero silencioso, justo por
fundidad, obtenida -para usar, invertida, una fórmula de Nietzsche- "a funda e inteligentemente por la victoria so
fuerza de ser superficial", es como la de los fondos del cielo ó como la de cuando desfallecías y te embarcabas de re;
los horizontes del paisaje: una profundidad elemental, exterior, que se en­ traerte a ganar esta victoria?" . Y no podré
cuentra por las rutas de la superficie. Es la profundidad de ,cntimicntos gunta- si pude con el propio Aquiles exá
primarios, espontáneos, poco ó nada elaborados, que se profundizan yendo po de batalla para hacerle dignos honores? 1
cada vez más lejos en la reiteración del odio ó el amor primitivos, no ru­ ven por la elocuencia: cuando surge así, ce
miados. Odiseo, entretanto, es superficial de varias maneras, pero lo es co­ ción de Odiseo el profundo, la elocuencia ~
mo recurso de su astucia, que sabe tejer velos y enigmas. Así enceguece a engaño en el discurso de Odisea. El fue es~
Polifemo, por un puro juego de superficie, así entretiene a los fenicios con rrero (¡ que no se dude!) por amor a los gr J
su relato; y su apariencia al volver es también arte de ser superficial. Re­ que no amaba. El fue quien llevó a Aquil
cursos nacidos de la hondura del pensamiento. Si la fórmula nietzscheana halló en Sciro,disimulado bajo una falsa Sl
es válida "¡ cuán superficiales estos griegos a fuerza de ser profundos!", de­ de muchacha en gran guerrero. "No se m ~
he serlo dos veces, por anverso y reverso, aplicada a Odiseo y Aquiles. Este Aquiles", "¿no deben tener premio mi ingen
último llega a ser profundo movido por fuerzas de superficie, y el prime­ sin precipitud, por partes. Brevemente reh;;
ro llega a la superficie a fuerza de ser profundo. Aquiles se adueña de su cipación en la gesta. Luego critica la relació
heroísmo por la guerra exterior, pública, Odiseo por la guerra interior roe brilla sobre la sombra de la multi tud de
-"privada" según decir de Telémaco. Aquiles nos remite a la profundi­ En el primer movimiento, Odiseo se paran~
dad del gesto, a un gestual que se interioriza: Odiseo nos remite a la super­ que hay cualidades de la acción heroica. Er
ficie de la palabra, a un ritual que se exterioriza. Finalmente, a Aquiles lo par que con ironía desconstruye el acento
pierde una falta de superficie, cuando a Odiseo lo reconocen por cargar loe, atrae a su favor el veredicto popular. "}
consigo una huella imborrable de la rotura de su superficie. fendió la armada griega contra los troyanos
momentos en que ansiaban prender fuego
Es cuestión de acentos. El uno prueba su heroísmo con el pronto mo­ be pretender arrebatarnos vuestra gloria, ya
rir, y el otro sobreviviéndose: de principio a fin, son dos heroísmos, dos en­ lo hombre poco puede ( ... ). ¿Cuántos te a
tonaciones diferentes de la música de la existencia, dos "tiempos" de vivir
51

ión, un puro acontecer sin intimidad son "ca­ la vida. El Canto XIII de Las Metamorfosis de Ovidio muestra bien, por
en su propio momento heroico. Aquiles lu­ vía del enfrentamiento de Ayax y Odisea en pos de las armas de Aquiles, la
.ra ver. diferencia entre las dos clases de heroísmo. "¿Se atreve Odisea a competir
conmigo?" -pregunta Ayax- "¿ha de valer más su diplomacia .que IToIi
, el contrario, se interiorizan. En la Odisea la valor?". Las hazañas de Odisea, dice, han sido he-chas "de noche y SIn testI­
s por comparación rebaja sustancialmente. gos", Ayax cree ser elocuente cuando delata que costó . convencer a O~Eseo
estido de harapos, mendigo que causa irri­ de acompañar a los atridas en su guerra, cree desvalOrIzar ante los grIegos
ve:..Y ~e habrí~ quedado en esa figura de­ la imagen de Odisea. Y éste, cierto, se embarcó hacia Ilión c~m desgano:
erfIcIe SI no hubIera reconquistado su matri­ era el deber de la patria, y no un Íntimo anhelo de fama belIcosa, no un
t y su lecho. Atenea - victorioso ya sobre los
deseo espontáneo, no un compartir en teramente los motivos de la empresa
lce hermoso, 10 rejuvenece. Por supuesto. Pe­ bélica, lo que lo había llevado al si tia. Por ello misn:~, por su amor a .la
)diseo, lo que en él se nos ha hecho intere­ casa y el hogar, por su culto a las pasiones amorosas, fIlIal, paternal, amIS­
¡plo por las profundidades, su arte de la si­ tosa, Odisea expresa precisamente el anhelo colectivo, la reticencia, a ~e­
¡a ncia en el recuerdo y el anhelo -todo guir en estado de guerra. La elocuencia de Ayax se .vuelve co~tra SI ~IS­
iseo se vuelve, al fin, superficial. Todo ello ma. Lo mismo sucede cuando se considera tan pareCIdo a AqUIles - S I no
guerrero cuelga de una percha, con esperan­ por su fuerza al menos por su ánimo guerrero- que juzga merecer sus a~­
ás. Y Odisea j hasta bromea! mas por marcial filiación. A Odisea le basta recordar a Ayax una venUSI­
nar y Aquiles lo es para empezar sus respec­ na filiación, un hijo de Aquiles, heredero por la sangre, y ~or los derechos
resto", el uno; y lento, navegante y andante de familia, de los bienes del gran guerrero. Son dos valoracIOnes, dos acen­
1 uno: profundo, implícito el otro. Pero no tuaciones diferentes de lo mismo. Y que, según el veredicto popular, fuera
>n de términos, no se trata -por ejemplo­ Odisea el victorioso en la querella por esas armas, es una de las más pre­
Jicie, como si ser superficial equivaliese a ciosas claves para entender el alma griega.
a. Es ?'1 ás b~en cuestión de acentos. No hay Ayax habla como guerrea, hace de las palabras usos pocos s~tiles, las
e AquIles, nI de la tan "profunda" belleza lanza y como que se queda vacío, sin lanza. La elocuencia de OdIsea bro­
j cuán profundo el amor por Briseida y Pa­ ta de una manera tan natural, tan fluida, tan potente, justo por efecto de un
r !:'fécto.r! Sin em,bargo esta clase de pro­ trabajo heroico pero silencioso, justo por Odisea haber trabajado tan pro­
~, InvertIda, una formula de Nietzsche- "a funda e inteligentemente por la victoria sobre Troy~: ((¿~ecuerd.as, Ayax,
Imo la de los fondos del cielo ó como la de cuando desfallecías y te embarcabas de regreso, qUIen SInO OdIsea supo
p:o!undidad element~l, exterior, que se en­ traerte a ganar esta victoria?". Y no podré con las armas de Aquiles -pre­
:rfICIe. Es la profundIdad de 'icntimicntos gunta- ~i pude con el propio Aquiles exánime, que os traje desde el cam­
n.ada elaborados, que se prof1lndizan yendo po de batalla para hacerle dignos honores? Los griegos, cierto, se conmue­
tción del odio ó el amor primitivos, no ru­ ven por la elocuencia: cuando surge aSÍ, como vehículo. de l~ ~~gumenta­
super~icial de varias maneras, pero lo es co­ ción de Odiseo el profundo, la elocuencia es poderosa SIn artifIcIO; no hay
ibe tejer velos y enigmas. Así enceguece a engaño en el discurso de Odisea. El fue espía, ladrón, diplomático y g~~­
superficie, así entretiene a los feni~ios con rrero (i que no se dude!) por amor a los griegos, en u~a guer~a y u~ SItIO
ver es ta~bién arte de ser superficial. Re­ que no amaba. El fue quien ~levó a Aquiles a s~ .destI~o herOlc,o, qUIe~ lo
~l pensamIento. Si la fórmula nietzscheana halló en Sciro disimulado baJO una falsa superfICie, qUIen torno a AqUIles
tos griegos a fuerza de ser profundos!", de­ de muchacha ~n gran guerrero. "No se me ' deben pues las ac~iones de
r~verso, aplicada a Odisea y Aquiles. Este Aquiles", "¿no deben tener premio mi ingenio y m~ acucio?':', OdIsea habl.a
vIda por fuerzas de superficie, y el prime­ sin precipitud, por partes. Brevemente rehace suc~nta relaCIOn de su part!­
:le ser profundo. Aquiles se adueña de su cipación en la gesta. Luego critica la relación preVIa de Ayax, donde el he­
pública, Odisea por la guerra interior roe brilla sobre la sombra de la multi tud de la cual olvida nombres y gesta.
émaco. Aquiles nos remite a la profundi­ En el primer movimiento, Odisea se parangona con los héro~s, .demuestra
e interioriza: Odiseo nos remite a la super­ que hay cualidades de la acción heroica. En el segundo m~vI~Iento, a l,a
lue se exterioriza. Finalmente, a Aquiles 10 par que con ironía desconstruye el acento con que Ayax pmtose como he­
:uando a Odisea 10 reconocen por cargar roe atrae a su favor el veredicto popular. "Es verdad, reconozcámoslo: de­
le la rotura de su superficie. fendió la armada griega contra los troyanos y contra el propio Zeus, en
uno prueba su heroísmo con el pron to mo­ momentos en que ansiaban prender fuego en nuestros navíos. Más no de­
: principio a fin, son dos heroísmos, dos en­ be pretender arrebatarnos vuestra gloria, ya que en ocasión semejante un so­
:a de la existencia, dos "tiempos" de vivir lo hombre poco puede ( ... ). ¿ Cuántos te ayudaron -pregunta a A x_ o
52
en tu defensa de las naves, cientos, miles? Si basado en esta acción tuya pi­ quear, independientemente, de uno u otro
des el trofeo de Aquiles, el mismo derecho tiene Toante ... , y Taos ... , y ce, por ejemplo, casi adormece en Odiseo
Merión ... ya que ninguno dejó de derrochar valor semejante al tuyo. Re­ los parientes llegan a pensar que -así no 1
conozcámoslo, sí: tienes valor. Yo tengo sabiduría y prudencia. En gene­ Odiseo ha muerto para, de alguna manera,
ral. ¿Cuál se necesita de estas virtudes? A quien lucha, coraje como el tu­ pe concluir su tela, y Telémaco obtener s
yo; a quien manda, tacto como el mío". seo ocupar un lugar honroso en la memori
siones, una del regresar y otra del espera
Los griegos, al escoger a Odiseo como heredero de las armas de Aqui­
les, toman partido por la astucia que inspira Pallas Atenea, por el "heroís­ partido, pero dado el hecho inevitable ­
za, el deber de la patria exigían su partida
mo de las profundidades". Vivo Aquiles, y en su sitio, no había indecisión.
El protegido de Atenea secundaba al hijo de Tetis, de quien dependía esa regresar. y al menos desde el noveno año
victoria. Pero muerto el elegido de los dioses -y qué joven muere- fren­ que quisiera regresar. Y luego, vencidos 1
te a la Odisea de vivir una larga vida, de transitar un largo camino, de ol­ regreso. Donde lo detienen -en un banq
la de Calipso, lacrimoso- Odiseo siente f
vidarse de la guerra en la paz de la casa y de la ciudad, los griegos pre­
fieren un Odiseo revestido con los emblemas aquilíneos que un doble de gresar. y un leve titubeo, un olvido momen
Aquiles. Sabia elección -y que los manes de Ayax nos perdonen. Prefie­ son desviaciones de su rumbo que por la gIl
ren que los dos heroísmos se fusionen, la hondura de Odiseo bajo una piel mente. Todo en la Odisea, del lado de Odio
aquilínea. j Cuán superficiales eran estos griegos a fuerza de ser profun­ acortar la distancia con la superficie.
dos! Hay mucho arte, se necesita mucho
No sólo se trata de ardides y artificios. Está¡
Hay en el suicidio de Ayax un símbolo del fin de una edad. Los hé­
a bierto, la voz de las profundidades oponj
roes de corta vida, cuya virtud dominante es el valor, son amos en tiem­
instrucciones de Atenea y Hermes, que de
pos belicosos. Pero ha pasado el tiempo de la conquista aquea. Con la caí­
quiere sucumbir. Están las deidades rein
da de Ilión Grecia es dueña del paso de los Dardanelos, hacia el Mar Ne­
pasa, y con las cuales debe -si no congraci
gro, y el Asia Interior, y el Norte de Europa. Los héroes de corta vida
Hay monstruos de las orillas, de los llcan L
<
--por amados que sean en la memoria de su pueblo- rara vez saben dis­
frutar pacíficamente sus victorias; en los tiempos largos que una cultura las y promontorios, de las olas y las espu
Escila, cíclopes y sirenas. Hay mujeres m
necesita para asentarse y prosperar, las propias escalas de valores exclu­
diosas. reinas, princesas que lo acog~n y de!
yen ese despilfarro de la vida, esa belicosidad inmediata, a flor de piel. Sa­
biduría, prudencia -las virtudes de Odiseo--- dan sus mejores frutos en I
tiempos largos. En suelo pacificado, bajo la tutela de Hestia, la mayoría
de los hombres desea vida prolongada: poder conversar y beber con los
amigos en una sala de la casa; poder cuidar al padre viejo y ver crecer al
hijo; poder amar a la mujer amada; poder envejecer sin prisa; acrecentar
las riquezas, la belleza en tomo. Pero estos anhelos tienen un valor al que
en cierto modo es indiferente el héroe belicoso. Héctor permanece insensi­
ble a los llamados conmovedores de su esposa, y Aquiles se olvida de padre
e hijo en la embriaguez de la ,guerra. A ellos, brillo de espadas, penachos
agigantadores, escudos vistosísimos, carrozas primorosas, trofeos de caza.
Tras ellos, una estela de cadáveres y ríos de llanto. Poco después, sin em­
bargo, aran en el desierto: sus pasiones destructoras no dejan enemigos a
su medida, no admiten objeciones. Esa clase de héroe, si no muere joven,
desemboca en tirano, como decían los antiguos; el héroe de corta vida no
habita, abre, desbroza. Es criatura de la frontera, nómade por antonoma­
sia. Odiseo, en cambio, aunque abre y desbroza, lo hace para habitar, pa­
ra volver al habitar. Odiseo tiene porvenires y esperanza.
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2. LA FUERZA DEL DESEO

Un solo deseo sostenido hila esa Odisea: "regresar a Itaca". Deseo de o M alta

dos aristas, del lado de Odiseo, del lado de los suyos. Es posible verlo fla­
53
tos, miles? Si basado en esta accIOn tuya pi­ quear, independientemente, de uno u otro lado. El magnífico lecho de Cir­
s~o derecho tiene Toante ... , y Taos ... , Y ce, por ejemplo, casi adormece en Odiseo el anhelo de regresar a Itaca. Y
~Jo de derroch~r v~lor semejante al tuyo. Re­ los parientes llegan a pensar que -así no regrese- bastaría con saber que
y ~ tengo sabId~na y prudencia. En gene­ Odiseo ha muerto para, de alguna manera, rehacer la superficie, y Penélo­
~ vIrtudes? A qUIen lucha, coraje como el tu­ pe concluir su tela, y Telémaco obtener su hacienda y su heredad, y Odi­
mo el mío". seo ocupar un lugar honroso en la memoria itaciense. Deseo de dos dimen­
<?diseo ~om? heredero de las armas de Aqui­ siones, una del regresar y otra del esperar. Regresar: quisiera no haber
:Ia qu~ InSpIra Pallas Atenea, por el "heroÍS­ partido, pero dado el hecho inevitable -las leyes de amistad y de alian­
o Aqu¡}es~'y en su sitio, no había indecisión. za, el deber de la patria exigían su partida- piensa, cuan pronto pueda,
aba al hIJ~ de Tetis, de quien dependía esa regresar. y al menos desde el noveno año del sitio de Ilión hace expreso
lO .de los dIOses -y qué joven muere- fren­ que quisiera regresar. Y luego, vencidos los troyanos, emprende el arduo
Fl vIda, de transitar un largo camino de 01­ regreso. Donde lo detienen -en un banquete de aliados, afanoso; en la is­
:de la casa y de l~ ,ciudad, los grieg'os pre­ la de Calipso, lacrimoso- Odiseo siente faltarle el consuelo de saberse re­
,los emblemas aqUIlmeos que un doble de gresar. Y un leve titubeo, un olvido momentáneo de su pasión de regresar,
,~ los manes de Ayax nos perdonen. Prefie­ son desviaciones de su rumbo que por la gracia de Atenea corrige pronta­
¡lOnen, la hon?ura de Odiseo bajo una piel mente. Todo en la Odisea, del lado de Odiseo, es "regresar", y por esa vía
eran estos gnegos a fuerza de ser profun­ acortar la distancia con la superficie.
Hay mucho arte, se necesita mucho arte para volver desde tan lejos.
x un símbolo del fin de una edad. Los hé­ No sólo se trata de ardides y artificios. Está Poseidón, el señor del mar
dominante es el valor, son amos en tiem­ z¡ bierto, la voz de las profundidades oponiéndose a ese regreso. Están las

1 tiempo de la conquista aquea. Con la caí- instrucciones de Atenea y Hermes, que debe seguir al pie de la letra si no
paso de los Dardanelos, hacia el Mar Ne­ quiere sucumbir. Están las deidades reinantes en cada lugar por donde
"te de Europa. Los héroes de corta vida pasa, y con las cuales debe -si no congraciarse- al menos no enemistarse.
memoria de su pueblo- rara vez saben dis­ Hay monstruos de las orillas, de los acantilados, de las cavernas, de las is­
as; en los tiempos largos que una cultura las y promontorios, de las olas y las espumas y las corrientes: Caribdis y
erar, las propias escalas de valores exclu­ Escila, cíclopes y sirenas. Hay mujeres maravillosas y dotadas con poderes,
!sa beIico~idad inmediata, a flor de piel. Sa­ diosas. reinas, princesas que lo acog~n y de cuyos abrazos Odiseo debe des­
es de O?ISeo-- dan sus mejores frutos en
ado, baJO la tutela de Hestia, la mayoría
longada :. poder conversar y beber con los
poder cUIdar al padre viejo y ver crecer al
lada; poder envejecer sin prisa; acrecentar ~Qn,Q _

~ero est~s anhelos tienen un valor al que


heroe belIcoso. Héctor permanece insensi­
s de su esposa, y Aquiles se olvida de padre
erra. A ellos, ~rillo de espadas, penachos
lOS, carrozas pnmorosas, trofeos de caza.
es. y ríos de llanto. Poco después, sin em­
aSIOnes destructoras no dejan enemigos a
s. Esa clase de héroe, si no muere joven
3.n los antiguos; el héroe de corta vida n~
ra de la frontera, nómade por antonoma­ ...
abre y d:sbroza, lo hace para habitar, pa­
e porvemres y esperanza.
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esa Odisea: "regresar a I taca". Deseo de


el lado de los suyos. Es posible verlo fla­
54

prenderse con gentileza pero con firmeza. Hay aliados, benefactores, a los Sí, algo de esa voluptuosidad del bue
cuales debe lealtad, y cuyas voluntades debe sin embargo orientar a favor el poema relaja indebidamente la tensión
de su empresa de retorno. Por donde pasa, costumbres por respetar, leyes significativa en ciertos momentos de la O
de hospitalidad y ritos por cumplir. El regreso de Odisea supone un deseo debe interferir y hacer sombra en los plao
imperioso, pero igualmente un arte de la paciencia, del negocio, del "sa­ nostalgia. Tal vez esa misma nostalgia,es
ber pasar". Sin el arte sería difícil no desesperar en semejante extravío. esos planes y estadías carácter provisorio,
j Qué huésped amable sabe ser Odisea, qué estela de amistades y de ve Odisea. El poema acentúa de tal modo
amores deja por el M editerráneo! Un poeta griego, Constantin Cavafis, pierde casi de vista la fuerza que mueve es
captó algo de ese arte odiseico de saber pasar, de saber estar de regreso ria errado imaginarse a Odisea rogando q
hacia Itaca: Esa melancolía que le sobreviene en la is
duran años, ese rehusarse a comprar la in
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
nunciar a su deseo y su nostalgia; eso : ; afa
ruega que sea largo el camino,
mular por el regreso, desmienten ese retra
y rico en aventuras y experiencias.
que -tal vez- pinta el poema. En camb
A lestrigones, cíclopes o al fiero Poseidón
acento- el poema expresa bien ese arte
nunca temas.
huésped, aprender de los sabios, apreciar
adquirir hermosas telas, trípodes, vasos, j
No hallarás tales seres en tu ruta
saber pasar. Es fácil imaginarse un Odis'
si es alto tu pensamiento y limpia
mo el poeta: tras haber vuelto, rememora
la emoción de tu espíritu y tu cG.erpo.
No, por ejemplo, mientras regresa y - en
N unca a los lestrigones ni a los cíclopes,
ne a relatar su periplo. Durante la propia
ni al fiero Poseidón encontrarás
sentimiento, cuántos suplicios en su corazó
si no les llevas dentro de tu alma

si no es tu alma quien los pone an te ti.


Además, de poco hubieran servido ar
ción en regresar si --del otro lado del dese
Ruega que sea largo el camino.
no hubieran, al mismo tiempo, esperado su
Que sean numerosas las mañanas
da regresar "es condición que haya quién',
de verano en que arribes a bahías
den, quiénes tengan su memoria como un ~
nunca vistas, con ánimo gozoso.
actos ( ... ) . El recuerdo perdido hace q
Detente en los mercados de Fenicia,
en torno de los cuales se han moldeado rtj
adquiere hermosas mercancías:
tos: los valores que permiten configu rar u1
madreperla y coral, ámbar y ébano,
vista práctico Odisea tiene envidiable habi!
perfumes deliciosos y diversos
sable para efectuar el regreso completame
-cuanto puedas invierte en voluptuosos
existencia en lo que no puede atenerse són
y delicados perfumes-o Visi ta
depende del reconocimiento de otros; en el
muchas ciudades egipcias y aprende,
ganar y debe, por ello, trabajar de dis tintas
con avidez aprende de los sabios.
muerte: el olvido" • Todo en la Odi sea, d
A 1taca tenIa siempre en la memona.
es mantener vivo el hogar de Itaca, el moti
Llegar allá es tu meta,
y tormentoso tiempo de "esperar". DesCi
más no apresures el regreso.
caminos posibles del regreso. ¿Oué hace, sÍJ
Mejor que se dilate lar,gos años
cie inconclusa, una profundidad latente? e
y, en tu vejez, arribes a la isla
orilla, los avatares de su esposo profundo?
con cuanto hayas ganado en el camino,
lado de esperar? "Y mientras tanto el esta,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
va haciendo su obra: la destrucción de aq
Un hermoso viaje te dio Itaca. Sin ella
configurado, y puede ser reconocida, la e)
no hubieras emprendido el camino.
un orden cuando no hay un ordenador que
veces, da esperanzas a los pretendien tes, c
Mas ninguna otra cosa puede darte.
peranzas; (l('h~ más los pretendientes no sabe
Aunque pobre la encuentres no hubo engaño.
queza por flaqueza , la amante esposa reco
Rico en saber y en vida como has vuelto,

comprenderás qué significan las Itacas.


* Cfr. Regresar a Itaca, Y. González. ** Ibi<
55
:on firmeza. Hay aliados, benefactores, a los Sí, algo de esa voluptuosidad del buen VIajero gustó Odisea. Tal vez
oluntades debe sin embargo orientar a favor el poema relaja indebidamente la tensión del deseo de regresar, tensión tan
donde pasa, costumbres por respetar, leyes significativa en ciertos momentos de la Odisea, y que de alguna manera
l.plir. El regreso de Odiseo supone un deseo debe interferir y hacer sombra en los placeres pasajeros del que viaja con
arte de la paciencia, del negocio, del "sa­ nostalgia. Tal vez esa misma nostalgia,ese latir del deseo, es lo que da a
ícil no desesperar en semejante extravío. esos planes y estadías carácter provisorio, presentes frágiles - según los vi­
;e ser Odiseo, qué estela de amistades y de ve Odiseo. El poema acentúa de tal modo los placeres del viaje que se
;o! Un poeta griego, Constantin Cavafis, pierde casi de vista la fuerza que mueve esa deriva, "regresar a ltaca". Se­
de saber pasar, de saber estar de regreso ria errado imaginarse a Odiseo rogando que sea largo el camino de regreso.
Esa melancolía que le sobreviene en la isla de Calipso, esas lágrimas que
duran años, ese rehusarse a comprar la inmortalidad si a cambio debe re­
,der el viaje hacia ltaca,
nunciar a su deseo y su nostalgia; eso ~ afanes que ni siquiera él logra disi­
argo el camino,
mular por el regreso, desmienten ese retrato de hedonismo cosmopolita
~ras y experiencias.
que -tal vez- pinta el poema. En cambio - en compensación, fruto del
dopes o al fiero Poseidón
acento- el poema expresa bien ese arte del viaje de Odiseo: saber ser
huésped, aprender de los sabios, apreciar la hospitalidad de las ciudades,
adquirir hermosas telas, trípodes, vasos, joyas. Arte del buen viajar, del
:s seres en tu ru ta
saber pasar. Es fácil imaginarse un Odiseo hablando y aconsejando co­
;amiento y limpia
mo el poeta: tras haber vuelto, rememorando su Odisea al calor del hogar.
u espíritu y tu c~erpo.
No, por ejemplo, mientras regresa y -en una situación obligada- se po­
:rigones ni a los cíclopes,
ne a relatar su periplo. Durante la propia Odisea i cuánto más confuso su
:Ión encontrarás
sentimiento, cuántos suplicios en su corazón!
lentro de tu alma

. quien los pone ante ti.


Además, de poco hubieran servido arte y artificio, de poco su obstina­
ción en regresar si -del otro lado del deseo, por la otra arista- en ltaca
:argo el camino.
no hubieran, al mismo tiempo, esperado su regreso. Para que Odiseo pue­
:osas las mañanas
da regresar "es condición que haya quiénes lo esperan, quiénes lo recuer­
le arribes a bahías
den, quiénes tengan su memoria como una razón que se transluce en sus
In ánimo gozoso.
actos ( ... ). El recuerdo perdido hace que pierdan permanencia valores
1ercados de Fenicia,
en torno de los cuales se han moldeado relaciones, obras, proyectos, afec­
;as mercancías:
tos: los valores que permiten configu rar una existencia. Desde el punto de
ral, ámbar y ébano,
vista práctico Odiseo tiene envidiable habilidad y todo el ánimo indispen­
'sos y diversos
sable para efectuar el regreso completamente solo. Es en el regreso a su
, invierte en voluptuosos
existencia en lo que no puede atenerse sólo a sí mismo: para conseguirlo
umes-. Visita
depende del reconocimiento de otros; en este sentido su existencia está por
s egipcias y aprende,
ganar y debe, por ello, trabajar de distintas maneras. Hay algo peor que la
1de de los sabios.
muerte: el olvido" * Todo en la Odi sea, del lado de Penélope y Telérnaco,
iempre en la memoria. es mantener vivo el hogar de ltaca, el motivo del regreso; todo es un duro
. meta, y tormentoso tiempo de "esperar". Desde su tela, Penélope explora los
:s el regreso. caminos posibles del regreso. ¡Oué ha ce, sino hacer y deshacer una superfi­
Jate largos años cie inconclusa, una profundidad latente? ¿Qué hace, sino seguir, desde su
rribes a la isla orilla, los avatares de su esposo profundo? ¡No hila pues la Odisea, desde el
s ganado en el camino, lado de esperar? "Y mientras tanto el estado de angustia e indeterminación
ltaca te enriquezca. va haciendo su obra: la destrucción de aquello con relación a lo cual se ha
e te dio ltaca. Sin ella configurado, y puede ser reconocida, la existencia" **. Es duro mantener
rendido el camino. un orden cuando no hay un ordenador que lo motive. Penélope flaquea a
veces, da esperanzas a los pretendien tes, cansada de esperar. Pero sólo es­
~a cosa puede darte.
peranzas; arl~más los pretendientes no saben esperar. De suerte que, fla­
encuentres no hubo engaño. queza por flaqueza , la amante esposa recorre la difícil trama y urdimbre
~n vida como has vuelto,
lé significan las ltacas. * Cfr. Regresar a Haca, Y. González. ** Ibid
56

de la espera. Llora, gime, se lamenta, siente frío en el alma y en el cuerpo. curidad, para saborearla, para convocar,
Quisiera tener fuerzas para creer que Odisea ha muerto, que ya podría no sombras. Como dijera Virgilio,
esperarlo. Pero la fu erza del deseo tiene alientos para esperar veinte años, "Fácil es la bajada del Aver
treinta, y más. El deseo no olvida. está abierta la puerta del ne
Impaciente, el hijo llega hasta los umbrales del mar abierto. Quisie­ Pero retroceder y restituirse
ra, por la vía de la superficie, acortar cuanto se pueda la distancia con la de la tierra, esto es lo arduo,
profundidad, llamar al padre profundo desde las orillas de su frágil here­ pocos, y del lina ie de los dio
dad. La diosa le enseña que es inútil, que no lo oiría el hondo Odisea. Te­ a quienes fue Júpiter propic
lémaco debe conformarse con recibir "noticias" de su padre, señales des­ o a quienes una ardiente vir
de lejos, los ecos superficiales de su gesta. "Escucha -y si vive- espera remontó a los astros, pudier
un año más", lo instruye la diosa . Esperar, esperar. A su manera, el hijo Sin Atenea, sin la sabiduría que ins
casi es "nadie", se siente paralizado por esa angustia y esa indecisión, ra­ de Odisea y los suyos es imposible. El des
bioso de esperar sin determinación precisa. En sus quejas, en sus reproches morfoseado. Hay dos líneas globales de e
y denuncias, uno adivina gérmenes de furias como las que se apoderaron de les extremas: Odisea no regresa, se vuel
Orestes, desolaciones como las del príncipe Hamlet, una tragedia en el blan los lamentos de Ariadna en Penélope
horizonte del deseo no cumplido. Rebelde con su madre, a la que acusa de cansa de esperar, y Odisea se encuen lra o
indecisa, avergonzado de sí mismo por no saber defender la hacienda y la Muy diversas variantes intermedias perm
casa; despechado con las leyes de las ciudad que no saben protegerles; seguir el camino verdadero. Sin Atenea
odiando a los pretendientes y sin poder suficiente para destruirlos -to­ didad y en la superficie. Ella clama por
do conspiraba contra él en esa espera. Era casi nadie, juguete movido jedara de ilusiones, al joven despechado,
por la cuerda de la hospitalidad y por la cuerda familiar, ni anfitrión ni insufla noción de lo que se debe hacer. '
huésped. ¿Cómo no desearía la muerte de su padre, noticia segura de su "Tú regresarás". Palabras con impli caci
muerte, si al menos eso le devolvería un nombre y un lugar en el derecho sas, instrucciones a la vez que bálsamos.
de familia? Una "Telemaquia" se hila en paralelo con una "Odisea". Si fuerza del deseo. i Grande es la elocuencia
difícil fue regresar no menos lo fue esperar, conjugar ese verbo en cada
tedio, en cada desvelo, ante tantas burlas y agresiones, ante una lejanía sin
referencia ni noticia, ante la vida del hogar erosionándose sin ton ni son.
"Esperar", hasta hallar, precisamente por el camino de la espera, lo ines­
perado, el "regresar".
y cuando las aristas de ese deseo de dos filos se tocan una a otra,
cuando brillan en conjunción, se impone con fuerza sobrecogedora la jus­
ticia de los dioses tutelares de la casa de Odisea. Desde cada lado, el trabajo
ha sido heroico. Odisea "supo regresar", poner punto final al esperar. Los
pretendientes, que no supieron esperar, tampoco pudieron impedir el re­
gresar. Imaginaban sin duda el riesgo de que ese esperar se acoplara con
ese regresar, pero no llevaban el pulso de esas horas dos veces angustiosas.
Esperaron más de lo debido y no regresaron a tiempo. Y el deseo no per­
dona a los que se distraen.

* * *

Fue la victoria de Palas Atenea, la realización del heroico deseo "a


la manera ateneica" . Sabiduría y prudencia, del lado de Odisea; buena
memoria y paciencia del lado de los suyos. Fue la victoria del ardid sobre
el alarde, de la sutileza sobre la brutalidad. Y quizá sea cierto que lestrigo­
nes y cíclopes, que Poseidón furioso sólo iban en el alma de Odisea: no
serían por ello menos monstruos, antes bien los serían más dolorosamente
hondos e íntimos. Y más imperiosa la ayuda de Atenea si esos monstruos
van con Odisea. Se necesita honda sabiduría para alcanzar la propia obs­
51

imenta, sie~te frío en el alma y en el cuerpo. curidad, para saborearla, para convocar, enfrentar y vencer a nuestras
eer q~e OdI~eo ha muerto, que ya podría no sombras. Como dijera Virgilio,
~seo tIene alIentos para esperar veinte años, "Fácil es la bajada del Averno; día y noche
'Ida. está abierta la puerta del negro Dite.
hasta los umbrales del mar abierto. Quisie­ Pero retroceder y restituirse a las auras
acortar cuanto se pueda la distancia con la de la tierra, esto es lo arduo, esto es lo difícil;
.pr?f~ndo desde las orillas de su frágil here­ pocos, y del lina ie de los dioses,
mutIl, que no lo oiría el hondo Odisea. Te­ a quienes fue Júpiter propicio
recibir "noticias" de su padre, señales des­ o a quienes una ardiente virtud

de su gesta. "Escucha - y si vive- espera reman tó a los astros, pudieron lograrlo".

;.sa. Esperar, esperar. A su manera, el hijo Sin Atenea, sin la sabiduría que insufla en sus. prote~ido~ la historia
~I.z,ado po.r esa angustia y esa indecisión, ra­ de Odisea y los suyos es imposible. El deseo se. ,hubIera d~soClado, me~a­
.IOn preCIsa. En sus quejas, en sus reproches morfoseado. Hay dos líneas globales de evoluclOn, dos vanantes potenCIa­
enes de f,uri~s como las que se apoderaron de les extremas: Odiseo no regresa, se vuelve un doble de T~seo, y ~e redo­
$ del pnnCIpe Hamlet, una tragedia en el blan los lamentos de Ariadna en Penélope que espera; o bIen Penelope se
:lo. Rebelde con su madre, a la que acusa de cansa de esperar, y Odiseo se encuen tra o~ra Clitemnestra y, otro Orestes.
mo por no saber defender la hacienda y la Muy diversas variantes intermedias permIte~ ponderar cuan arduo .fue
de las ciudad que no saben proteaerles' seguir el camino verdadero. Sin Atenea hubIeran flaqueado, e~ .la proLm­
sin PDder suficiente para destruirlos b_to~ didad y en la superficie. Ella clama por ellos ante Dios: ~lla VISIta a la te­
:1 espera. Era casi nadie, juguete movido
jedora de ilusiones, al joven despechado, ~~ g,uerr~ro ,ar,hgI~O,'y a cada ~~?
y por la cuerda familiar, ni anfitrión ni insufla noción de lo que se debe hacer. Tu teJeras. Tu esperaras .
m~erte de su padre, noticia segura de su "Tú regresarás". Palabras con implicaciones, órdenes a la vez que prome­
vena .un nombre y un lugar en el derecho sas instrucciones a la vez que bálsamos. Palabras que transportan la
se hIta en paralelo con una "Odisea". Si fu~rza del deseo. i Grande es la elocuencia de Palas Atenea!
I fue esperar, conjugar ese verbo en cada

:as burlas y agresiones, ante una lejanía sin


la del hogar erosionándose sin ton ni son.
. , lo ines­
tmente por el camino de la esoera

. deseo
. de dos filos se tocan una a otra ,
¡e Impone con fuerza sobrecogedora la ius­
: : asa de Odisea. Desde cada lado, el trabajo

regresar", poner punto final al esperar. Los

es~erar, tampoco pudieron impedir el re­


nesgo de que ese esperar se acoplara con

pulso de esas horas dos veces angustiosas.

la regresaron a tiempo. Y el deseo no per­

* * *

nea, la realización del heroico deseo "a


y prudencia, del lado de Odiseo; buena
los suyos. Fue la victoria del ardid sobre
rutali,dad: Y quizá sea cierto que lestrigo­
)so solo Iban en el alma de Odisea: no
antes bien los serían más dolorosamente
a la ayuda de Atenea si esos monstruos
1 sabiduría para alcanzar la propia obs­

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