10 Tokeshi Burga Cuadrado Dic 12

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Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

Juan Tokeshi G. / Jorge Burga B. / Evelyn Cuadrado G.


Texturas como pieles de cerros corrugadas se funden y confunden
entre tonos rojizos y grises, asoman líneas en zigzag que nos
anuncia una comunidad andina, un conjunto de techos rojos
enhebrados y consecutivos. Cercana a ella, en la perspectiva
del vuelo, se asoman pequeños espejos de agua, y un tanto a
la distancia, la cordillera pintada de nieve; escena que vuelve
a repetirse en un cielo despejado... Instantes después nos llama
la atención ver aparecer en el horizonte pequeñas retículas de
diversos y múltiples tonos verdes, como un gran manto, donde
las arrugas se abren a una amplia tierra… es un espacio mayor.
Observamos también una vena de agua que se hace más grande
como signo de buena vida. Estamos en la cuenca del Mantaro,
donde a esos verdes como alfombras se les suman multicolores
formas y nuevos colores, en su mayoría volúmenes con techos
rojos, aglomerados y luego dispersos, a manera de una urdiembre
en multitud de veces, a ambas márgenes del río… esos son los
pueblos que estudiamos, que nos hablan de mágicas historias y
encuentros: de gente, pueblo y arquitectura.
198 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

Cuestiones previas
El crecimiento de nuestras ciudades no ha formado parte de ninguna
estrategia y planificación territorial, ni ha permitido un desarrollo
equilibrado del campo y la ciudad con una mejor ocupación
del territorio nacional y regional que preserve el patrimonio
construido y una identidad regional, elevando así la calidad de
vida de sus ciudadanos pobladores. Por el contrario, el proceso de
crecimiento de las ciudades peruanas se ha planteado desde una
sola perspectiva, maximizar la rentabilidad económica del suelo,
apelando al crecimiento frente al desarrollo social y espacial, sin
proponerse relacionarlo con su entorno rural, depredando el valle
y sin posibilidad de reforzar su identidad como pueblos.
Dada su diversidad geográfica, las ciudades peruanas
conforman territorios complejos que solo se pueden entender si los
relacionamos a sus cuencas y a sus memorias sociales y espaciales.
En el presente artículo sostenemos que el fortalecimiento de las
ciudades está asociado a sus potenciales formas de agrupamiento
espacial, social y cultural, las que permiten a sus poblaciones
alcanzar un nivel más elevado de bienestar. Formular respuestas
a la asociación entre urbanización y crecimiento económico,
es apreciar como influye la distancia espacial y la centralidad en
la generación de vínculos de escala y aglomeraciones productivas.
La urbe o ciudad puede ser considerada como el artefacto
más singular creado por las sociedades humanas, conformándose
distintas escalas de urbes. Si las agrupamos por el número de
sus habitantes, estas pueden ser desde pueblos con menos de
cien familias a metrópolis de más de tres millones de residentes.
Desde una perspectiva cuantitativa, lo que caracteriza a nuestros
asentamientos es la dispersión y la atomización (ver cuadro n° 1).
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Cuadro n° 1
Distribución de la población en el territorio peruano
Centros
Lugar de residencia Tamaño Distribución
poblados

Rural Hasta 2000 + 3000 26%

Poblados 2000 / 20 000 320 16%

Ciudades pequeñas 20 000 / 100 000 29 6%

Ciudades medianas 100 000 / 300 000 12 8%

Subtotal 56%

Ciudades grandes 300 000 / 800 000 8 14%

Lima Metropolitana 9 000 000 1 30%

Subtotal 44%

Población total 100%

El valle del Mantaro


El valle del Mantaro es un medio geográfico y social imbuido en
un proceso de crecimiento que se caracteriza por la confrontación
entre lo tradicional y una aparente modernidad, con grupos sociales
y económicos que construyen en la contradicción sus aspiraciones
de progreso. Las ciudades de Huancayo, Concepción y Jauja son
los principales nodos del valle que integran un conglomerado de
pequeños y medianos pueblos. Más de setenta asentamientos,
en las márgenes derecha e izquierda, engalanan este valle. Pueblos
mayores como Concepción y Chupaca; pueblos medianos como
Sincos, Sicaya y Chongos; y caseríos pequeños como Marco, Santa
Rosa de Ocopa y Ataura, unen los extremos de las ciudades de Jauja
y Huancayo, siguiendo la forma de un rosario, con el río Mantaro
al centro. Las dos carreteras paralelas se unen y, sin entrar a Jauja,
se dirigen en una sola vía hacia La Oroya, mientras que por el otro
extremo la ruta desde Huancayo se dirige hacia Huancavelica.
200 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

Gráfico n° 1
Ubicación de los pueblos urbanos del valle del Mantaro

Elaboración propia.

La margen izquierda del río Mantaro es la más desarrollada,


contando con la mayoría de sus afluentes y con los cultivos más
extensos y ricos, con ciudades importantes como Jauja, Concepción
y la propia Huancayo, que se expande dominando esa margen,
uniéndose con los pueblos vecinos de San Agustín de Cajas y San
Jerónimo de Tunán, hasta llegar a Concepción. Falta poco para que
se consolide sobre ese lado una gran ciudad lineal de un extremo al
otro. En realidad el 90% de la población de todo el valle se asienta
sobre la margen izquierda, más plana y extendida. Mientras en la
margen derecha, más angosta y empinada, con cultivos más pobres,
dominantemente secanos, se suceden pueblitos como Huaripampa,
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Muquiyauyo, Sincos, Mito y Orcotuna, menos tocados por la


fiebre comercial y el desarrollo, pero más preservados. Más cerca
a Huancayo se encuentran quebradas elevadas y ríos, con pueblos
como Chupaca y Chongos.

Huancayo y Jauja, rivalidad y unidad


Esa es la imagen actual de esta zona, pero se cree que muchos si-
glos atrás el valle fue un gran lago que terminó desaguando por la
quebrada de Izcuchaca, en Huancayo, quedando un valle regado
por el río Mantaro. Antes de la llegada de los españoles, los valles
eran ocupados por la población en las cabeceras de los ríos, como
en Cajamarca y Cuzco. El valle del Mantaro no es la excepción
y los iniciales asentamientos se dieron en Jauja, cerca al río que
antiguamente llevó el mismo nombre. Edgardo Rivera Martínez,
en su libro Imagen de Jauja, hace un exhaustivo recorrido sobre
las opiniones de muchos escritores, políticos, militares y viajeros,
desde la época colonial, sobre este lugar, que siendo capital tenía
como distritos a Jauja, Mito Chupaca, Huancayo y Concepción.
Los adjetivos sobre las bondades de su paisaje, su clima, su produc-
ción minera, agropecuaria y su población, son innumerables. Jauja
era un lugar famoso de paso obligado tanto para los que viajaban a
lo largo de la sierra, cuanto para los que venían de Lima. En opinión
de Rivera Martínez, los beneficios curativos contra la tuberculosis
fueron motivo para el declinar del liderazgo de Jauja en el valle:
«en el siglo XIX, se acentúa la declinación de Jauja, sobre todo en
lo económico. Progresivamente crece, en cambio, la importancia de
Huancayo (…) No sólo se ha detenido, en ella, todo progreso, sino
que además se inicia una emigración más o menos notable de sus
principales familias. A mediados de la centuria (…) se hace más
notoria la afluencia de los enfermos de la tuberculosis pulmonar,
quienes vienen en busca de salud. Probablemente este fenómeno,
202 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

si bien significó para Jauja una relativa fuente de ingresos, contri-


buyó a retrasar, en cambio, su desarrollo»1.
La plaza de Jauja, según dibujo de Leonce Angrand (1838) y
la vista de esa misma plaza en el libro de Charles Wiener (1880)2,
que también nos muestra Martínez, además de su iglesia luce
hermosas arquerías en los primeros niveles y balcones corridos a
plomo en el segundo nivel, los que se pueden ver todavía en Hatun
Cajas, Marco y Sincos. Mientras Huancayo es descrito como una
calle principal ancha y larga, donde se daba la feria (famosa hasta
nuestros días), que estaba rodeada de buenas casas y comercios.
En 1864 esta ciudad es elevada a provincia, independizándose de
Jauja, lo que reflejaba su pujante desarrollo económico.
Con el correr de los años se iría construyendo, sobre ese desarrollo
y primacía de los Huanca, un mito que nos habla de un «reino
Huanca» que se habría formado alrededor de los años 1000 después
de Cristo. El historiador Waldemar Espinoza sostiene además que
ofrecieron fuerte resistencia a la conquista inca, pero luego fueron
derrotados por hambre y sed, siendo deportados hacia la región de
Chachapoyas. Se enfatiza así la rebeldía y el coraje de esta «nación
Huanca». Pero esta tesis es cuestionada por el arqueólogo Manuel
F. Perales Munguía3 quien señala contundentemente que «en los
tiempos previos a la llegada de los incas los pueblos del valle del
Mantaro vivían en un contexto de fraccionamiento» y que sectores
de las élites locales, no solo no se opusieron, sino que negociaron
con los incas y fueron ampliamente beneficiadas por estos.

1
Rivera Martínez, Edgardo. Imagen de Jauja. Jauja: Universidad Nacional del
Centro del Perú, 1967.
2
Perales Munguía, Manuel F. «El antiguo ´Reino Huanca´: deslindes y alcances
sobre un mito en la historia prehispánica del Valle del Mantaro». Revista Apuntes de
Ciencia & Sociedad, vol. 1, n.º 1. Huancayo: Universidad Continental, 2011, pp.66 - 69.
3
Plascencia Soto, Rommel. «La modernización rural en el valle del Mantaro.
Una revisión». Gazeta de Antropología, n.º 23. Granada: Universidad de Granada, 2007.
Ver en: http://goo.gl/brXUn
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Lo que sí caracterizó a este valle y puede ser motivo de


orgullo, fue el destino de la propiedad. A diferencia de muchos
lugares en el país donde el mejor suelo del valle bajo estuvo en
manos de las clases dominantes, aquí permaneció en manos de
los ayllus, mientras las haciendas fueron relegadas a los pastizales
alto andinos. En el extenso valle de 100 000 hectáreas, solo el 1%
(1000) fueron ocupadas por haciendas. En tales condiciones esas
clases dominantes se tornaron en una burguesía comercial, a la que
se sumaron grupos exitosos de poder comercial surgidos de las
mismas comunidades, al amparo de la construcción del ferrocarril
Lima - Huancayo en 19084. Esto no solo explica la casi inexistencia
de haciendas en el valle, sino que caracteriza a los pueblos como
surgidos de los ayllus, con sus tierras alrededor, pero con un
modelo español de plaza, iglesia y municipio, o local comunal.
En otras palabras, un modelo urbano pero ligado íntimamente a
lo rural inmediato. En la actualidad la mayoría de estos pueblos se
han convertido en distritos, alcanzando algunos el nivel de capitales
de provincia y de departamento, como en el caso de Huancayo.
La visión grandilocuente y orgullosa de lo Huanca, frente
Jauja, unida al avance arrollador del comercio en Huancayo,
ha tenido su contraparte en la destrucción de magníficos ejemplos
de arquitectura tradicional, de casas patio, balcones y portadas
durante las últimas décadas, construyéndose en su lugar edificios
«chicha»5, anodinos, de cinco y seis pisos revestidos de vidrio espejo
verde y azul, con enchapes cerámicos, tomados de obras que hemos
realizado los arquitectos colegiados en el valle, a las cuales se han
añadido elementos y «adornos» de dudosa factura. Mientras tanto

4
Burga Bartra, Jorge. «Lo Wanka: entre lo vernáculo y lo chicha». Hexágono,
n.º 4. Lima: 2009.
5
La «chicha» es un híbrido urbano - rural, moderno - tradicional, industrial -
artesanal, que se ha expandido desde los centros urbanos hasta los pueblos alejados,
con una arquitectura monocorde de «material noble» de concreto y vidrios espejo, en
representación de lo moderno, que aderezan con arcos y tejas, en representación de
lo tradicional, como el huayno tocado con sintetizador.
204 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

y a diferencia de lo sucedido en Huancayo, un desarrollo limitado


permitió que se preserve un centro histórico y muchos ejemplos
arquitectónicos en Jauja, así como en varios de los pueblitos en
ambas márgenes. Esto nos llevaría a constatar una extraña tesis:
a más progreso y desarrollo comercial, más destrucción y ruptura
con la tradición, mientras que a falta de este, mayor preservación
de estos ejemplos. Un índice bastante certero de este proceso de
modernización en los pueblos y ciudades, es el porcentaje de techos
de tejas que se mantienen. Mientras en Huancayo y las poblaciones
más cercanas solo se preservan el 10% o 20% de sus techos de tejas,
pueblos más alejados de los ejes viales y de los polos de «progreso»
mantienen más del 90% de sus techos de teja y sus casas patio.
De igual manera, donde se expresa la presencia de lo «chicha» con
mayor osadía, es en los hitos y elementos urbanos, presentes en las
plazas y centros urbanos a través de nuevos municipios de vidrio
espejo al lado de las iglesias, parques y miradores, con extraños
personajes folclóricos, ingresos grandilocuentes o paraderos en
forma de chullos y sombreros.
El complejo sistema de relaciones del valle rebasa este ámbito
y esta pugna, alcanzando regiones como Huánuco, Pasco y
Huancavelica, abarcando otros planos, como el religioso. Aparte de
las efemérides locales, hay devociones regionales, como la del Señor
de Muruhuay, originado cerca de la ciudad de Tarma y basado en
la creencia de la aparición de una imagen de Cristo en una roca,
que luego fue pintada, como para no dejar nada a la imaginación,
rodeada por una urna de vidrio y por una flamante iglesia, rodeada
–a su vez– por cientos de vendedores ambulantes, restaurantes y
bares. Este culto ha calado tanto en el imaginario colectivo que no
hay club deportivo, agrupación o asociación, en toda la región,
que no se dispute el nombre y protección de tan afamado Cristo6.

6
Burga Bartra, Jorge. «Lo Wanka: entre lo vernáculo y lo chicha». Hexágono, n.º 4.
Lima: 2009.
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Distribución de pueblos en el valle


Para comenzar, es un caso único el que tantos pueblos se asienten
en un mismo ámbito continuo y tan cercanos unos de otros.
Sin embargo, existen jerarquías y agrupamientos. En cuanto
a las jerarquías, primero está la ciudad de Huancayo, capital
de departamento. Le sigue la ciudad de Jauja. Luego están los
pueblos mayores como Concepción y Chupaca. Luego los pueblos,
terminando con los caseríos. Los pueblos del valle se podrían
organizar en tres grandes grupos y uno menor: 1. Los asentamientos
cercanos a Huancayo, de una y otra margen, bien conectados por un
puente; 2. Los que rodean Concepción, conectados por varias vías
interiores, sobre la margen izquierda; 3. Los que están rodeando a
Jauja, de una y otra margen, bien conectados por el puente que une
las dos márgenes en esa zona; y 4. Un grupo de pueblos sobre la
margen derecha, entre Jauja y Huancayo, que a pesar de su cercanía
a Concepción no se vinculan a ella, pues no hay buenos puentes que
los relacionen. Vemos que la presencia del río y las dos márgenes
solo son determinantes en el último caso, más no en el de los grupos
mayores, que a pesar del río se encuentran bien interconectados.
A nivel vial existe una buena conectividad en las rutas
principales (con la carretera central que se desarrolla en paralelo
sobre ambas márgenes) y las vías secundarias de penetración hacia
los pueblos más altos. Solo en el centro del valle no hay puentes
para relacionar ambas márgenes.
Otra explicación sobre los tipos de asentamientos puede
ser la que señala que los pueblos o agrupamientos urbanos con
predominancia ganadera se ubicaron en las partes más altas del
valle, mientras los de carácter agrícola lo hicieron en el valle bajo7.
Perales Munguía señala también cómo los asentamientos originales

7
Perales Munguía, Manuel F. «El control Inka de las fronteras étnicas: reflexiones
desde el valle de Ricrán, en la sierra central del Perú». Chungara, Revista de Antropología
Chilena, vol. 36, n.º 2. Arica: Universidad de Tarapacá, 2004, pp. 515 - 523.
206 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

(intermedio tardío) en su gran mayoría fueron compuestos por


edificios circulares de piedra y barro, posiblemente techados por
ramas y paja, que se organizaron alrededor de patios que él llama
«grupos de patio», sobre terrazas artificiales preparadas para
atenuar las pendientes naturales. Las edificaciones rectangulares
son traídas posteriormente por los incas.

Características de los pueblos


Presentamos a continuación algunas características urbanas
de los pueblos del valle del Mantaro, agrupadas en elementos
urbanísticos, espacios urbanos, tipos de edificación y, finalmente,
tipos de vivienda.
Elementos urbanísticos. En primer lugar tenemos la estructura
del pueblo. Encontramos formas concéntricas alrededor de la plaza
(Chupaca), formas extendidas en una dirección dada por un camino
adoptando una configuración lineal (Chongos Bajo) o puede
desarrollarse en forma dispersa o en red (Matahuasi y Apata).
Luego consideramos el trazo urbano, del que existen ejemplos de
trazado regular sobre la base de la cuadrícula española (Apata),
con su centro en la plaza, de cuyas esquinas parten calles que
siguen el sistema de damero. También hay casos en que las calles
tienen un trazo más libre, que sigue los bordes de las chacras y la
topografía (Matahuasi). Aquí los antiguos caminos de herradura se
fueron consolidando como vías urbanas. Finalmente, la transición
entre lo rural y lo urbano se hace patente al analizar el grado de
ocupación. Tenemos grados de ocupación baja de edificaciones, donde
predomina el campo (Chongos Bajo); de ocupación media, donde
las edificaciones comparten el espacio ocupado con las áreas libres
(Matahuasi y Apata); y ocupación alta, donde la manzana urbana está
completamente consolidada con edificaciones de uno y dos pisos,
quedando libres solo los patios y pequeños huertos (Chupaca).
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Espacios urbanos. Entre los espacios abiertos públicos, las ciudades


y pueblos cuentan con una o varias plazas, y algunos con otros
espacios como parques y plazuelas. Estos pueden tener una forma
regular, producto de un manzaneo de cuadrícula, o irregulares,
con ángulos no rectos, accesos a media manzana y oblicuos.
También se diferencian por su tamaño. Lo que sí es constante
es el modelo español de plaza con iglesia y municipio, siendo
predominante la plaza con árboles, en cuyo centro se ubican pilas,
pérgolas o monumentos, con veredas radiales que separan jardines.
La «segunda plaza» tenía la finalidad de dar lugar a las ferias,
corridas de toros y plaza comercial. En ciertos casos la plaza de toros
adopta una estructura especial, construida en las afueras del pueblo.
Respecto a las calles, alamedas y puentes, en todos los pueblos
existen calles de secciones pequeñas de uno y dos pisos. La alameda
es menos frecuente, mientras los puentes, casi siempre en las
afueras de los pueblos, resuelven su integración. Los malecones
no están presentes, ni siquiera en Huancayo que es cruzada por
varios ríos. De otro lado tenemos los hitos urbanos y el mobiliario
urbano. Este es un rubro muy difundido en las últimas décadas,
en que han proliferado toda suerte de elementos, muchas veces
extraños o ajenos a las características tradicionales de los pueblos
y sus elementos urbanos, que son reemplazados, perdiendo
su valor. En ese sentido, los elementos más recurrentes son las
llamativas portadas en los ingresos de los pueblos y los paraderos que
son también ocasión de desplegar sombreros y chullos gigantes,
especialmente en Huancayo. A los hitos tradicionales, como la
pérgola y la pila, se han agregado monumentos y miradores que
ensalzan personajes folclóricos. También están por cierto los muebles
urbanos, como bancas, postes, basureros y otros, y finalmente una
serie de señales informativas turísticas y de tráfico que no están
organizadas ni estudiadas adecuadamente.
Edificaciones públicas. El edificio más importante del pueblo
es la iglesia, que se ubica invariablemente sobre uno de los lados
208 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

de la plaza. La mayoría de las veces cuenta con un atrio que se


ubica de frente mirando hacia la plaza o lateralmente. Puede tener
dos terrones o uno, ubicado a un lado, al centro o excéntricamente
despegado del volumen de la iglesia. Generalmente es de una nave,
pero en el caso de iglesias mayores puede tener hasta tres. Otra
variante es el crucero delante del altar. El techo tradicional es de tejas,
pero en algunas iglesias se ha reemplazado por calamina, al igual que
en algunas cúpulas que también son de este material o de cemento
pulido, pues es difícil cubrirlas con tejas. La estructura de los techos
a dos aguas puede ser de par y nudillo, o solo de par, a los que se
agrega tensores de madera para sostener los muros. Según la época
en que se hicieron, pueden tener características o estilos coloniales
(barroco), republicanos (neoclásicos y góticos) o modernos. Lo crítico
suele ser la refacción de las fachadas, alterándolas y modernizándolas.
En cuanto a las edificaciones institucionales, como las que
acogen municipios, cabildos o locales comunales, podemos decir
que entre los modelos de municipios al parecer el más antiguo es
el de un pabellón, con arcos de adobe en el primer piso y balcón
corrido de madera en el segundo, como en Apata, Marco, Sincos
y Hatun Cajas. Otro es el modelo casona, posterior al pabellón
(republicano), con patio interior y portada con balcones en el
exterior, como en Jauja. Siguiendo este modelo, pero sin patio,
estaría el compacto. Finalmente está el modelo moderno, en el
que –salvo contadas excepciones– se daña la plaza, compitiendo
con la iglesia en su volumetría y alterando el contexto, con vidrios
espejo azules o verdes (como en Chupaca).
Entre otras edificaciones significativas tenemos que hay una
gran variedad en cuanto a conventos, plazas de toros, mercados,
hoteles, teatros, edificios de salud y educación. Otro rubro son los
edificios productivos como el molino, el horno de tejas y ladrillos,
aserraderos, piscícolas y plantas industriales.
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Vivienda. A manera de resumen esquemático presentamos un


cuadro que compendia los tipos de edificación con usos de vivienda
de mayor presencia y arraigo en el valle.
Cuadro n° 2
Tipos de vivienda en el valle del Mantaro
Casa patio. Sea con cuatro galerías o una, se caracteriza por la existencia
de un espacio interior rodeado de habitaciones y galerías. Puede ser de
uno o dos pisos, a plomo de vereda, con portón, ventanas y balcones
al exterior.

Casa patio exterior. Típica en el valle. El patio se vuelca al frente


haciendo un volumen en «U», que da pie a un jardín o a un garaje con
espacio de ingreso.

Casa compacta. De uno o dos pisos, con los elementos exteriores de


Vivienda
individual una casa patio, pero un solo volumen a plomo de vereda y un espacio
corral posterior.

Casa retablo. Con las características de la casa compacta, pero con una
galería exterior flanqueada por dos muros sobresalientes en los lados.
En el primer nivel tiene un corredor, en el segundo un balcón corrido.
Este es un tipo suburbano o rural.

Casa abierta. En el ámbito suburbano o rural predomina un tipo de


casa abierta con volúmenes y muros que tratan de delimitar un espacio
central virtual, pero sin cerrarse, como en el caso de la cancha, ni como
en el caso del patio.

Quinta o callejón. Ocupación de terrenos baldíos con unidades de pocas


habitaciones a las que se accede por un callejón. Generalmente de un
Vivienda piso y materiales precarios, pueden ser casa patio o casa compacta.
colectiva
Multifamiliar. Edificios de departamentos de tres a cinco pisos, de
edificación moderna. Por la altura y el tratamiento generalmente
rompen con la fisonomía de las calles o plazas.

Elaboración propia.

Lo reseñado forma parte de un estudio mayor sobre los pueblos


en el valle del Mantaro que iniciamos hace más de dos años con
nuestra presencia académica en Huancayo. Nuestras visitas de campo
con estudiantes de la Universidad Continental nos permitieron
210 Los pueblos urbanos del valle del Mantaro

ir observando cambios y continuidades arquitectónicas y urbanas


en pueblos que se relacionaban entre sí y en tensión con su memoria.
Como una epifanía descubrimos una veta significativa de tipologías
arquitectónicas y memoria urbana, con los cursos universitarios
operando como laboratorio de estudio. A partir de ello podemos
afirmar que el valle del Mantaro, uno de los valles poblados más
grandes del país, es el escenario de la evolución y el destino de
la arquitectura popular vernácula, así como de la arquitectura
«chicha». Si lo vernáculo tiene alguna alternativa de supervivencia
ante su inminente y gradual desaparición, lo veremos en este
valle. Y si lo «chicha» tiene alguna salida y empieza a producir
ejemplos de calidad, también lo veremos aquí. Es en este lugar
donde se dará el desenlace final. ¿Asistiremos a una recuperación
de nuestra arquitectura popular, bajo la forma de una síntesis
entre lo rico y valioso de las soluciones tradicionales vernáculas,
y lo expresivo, pero desaliñado de las propuestas «chicha»?, o
por el contrario, ¿veremos consumirse hasta desaparecer nuestra
tradición vernácula, a la vez que entronizarse a la «chicha» sin
ningún recaudo por el pasado y arrasando con la tradición?

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