Resumen Lafitte Houssant
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Prefacio
Capítulo I
El señor vive para la guerra; no es sólo un deber ocasional, sino una razón para
vivir. En primer lugar porque le gusta, más completo despliegue de fuerza física y de valor;
además, fuente de provecho, dado que la rapiña era un medio regular de enriquecimiento.
Durante los ocios, el caballero se entregaba a la caza, también sucedánea de la guerra y en
todo caso el mejor ejercicio para mantenerse en forma, además de ser también una fuente
de entrada interesante, dado que los productos reemplazaban a la carne del matadero,
producto escaso y deficiente. Por último, los señores iban a los torneos. El caballero estaba
casi siempre ausente, y con él sus hijos en edad de seguirlo. LA señora del castillo tenía a
su cargo toda esta gente y la dirección material del interior.
El matrimonio feudal ante todo es un negocio arreglado entre dos señores,
considerando intereses y tierras más que la voluntad de los que unían. A la toma una joven
por esposa, el señor y dueño tiene todos los derechos sobre su cuerpo. “Deber conyugal”
hasta el correctivo físico, normal si no llevaba a la muerte, y encierro en convento o muerte
si había infidelidad. El marido, casi siempre inmune.
Los Padres de la Iglesia: Soberana peste, puerta del infierno, arma del diablo,
centinela avanzada del infierno, larva del demonio, flecha del diablo. Si los clérigos se
mostraban así, cuánto más los caballeros. Nada más brutal que un caballero de la época
heroica, un fervestu, un hombre vestido de hierro. Raoul de Cambrai, que entra a sangre y
fuego sin respeto a nada, y los héroes de la Chanson de Roland.
Es el primer período feudal, el heroico, en que solo la guerra cuenta, el de los
cantares de gesta: la mujer y el amor no desempeñan entonces ningún papel. ¿Cómo se dio
la transformación? ¿Cómo se han suavizado tanto las costumbres, para llegar a desempeñar
una función eminente en la sociedad cortes de la segunda edad feudal?