Rogers y Maslow fueron exponentes de la psicología humanista. Rogers propuso que el ser humano tiende naturalmente a la autorrealización y que la infelicidad proviene de no aceptarse a uno mismo. Consideraba que aceptarse y ser auténtico permiten desarrollar el potencial de cada persona. Maslow coincidía en que los humanos buscan satisfacer necesidades de realización personal y relacionarse con los demás. Ambos veían la psicología humanista como una alternativa al conductismo y psicoanálisis.
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Rogers y Maslow fueron exponentes de la psicología humanista. Rogers propuso que el ser humano tiende naturalmente a la autorrealización y que la infelicidad proviene de no aceptarse a uno mismo. Consideraba que aceptarse y ser auténtico permiten desarrollar el potencial de cada persona. Maslow coincidía en que los humanos buscan satisfacer necesidades de realización personal y relacionarse con los demás. Ambos veían la psicología humanista como una alternativa al conductismo y psicoanálisis.
Rogers y Maslow fueron exponentes de la psicología humanista. Rogers propuso que el ser humano tiende naturalmente a la autorrealización y que la infelicidad proviene de no aceptarse a uno mismo. Consideraba que aceptarse y ser auténtico permiten desarrollar el potencial de cada persona. Maslow coincidía en que los humanos buscan satisfacer necesidades de realización personal y relacionarse con los demás. Ambos veían la psicología humanista como una alternativa al conductismo y psicoanálisis.
Rogers y Maslow fueron exponentes de la psicología humanista. Rogers propuso que el ser humano tiende naturalmente a la autorrealización y que la infelicidad proviene de no aceptarse a uno mismo. Consideraba que aceptarse y ser auténtico permiten desarrollar el potencial de cada persona. Maslow coincidía en que los humanos buscan satisfacer necesidades de realización personal y relacionarse con los demás. Ambos veían la psicología humanista como una alternativa al conductismo y psicoanálisis.
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LA PSICOLOGÍA HUMANISTA
ROGERS Y MASLOW
LA PERSONALIDAD SEGÚN ROGERS
FENOMENOLOGÍA HUMANISTA El punto de vista de Rogers sobre los humanos se lo conoce normalmente como una "teoría del yo”, “teoría fenomenológica" o "teoría de la realización". Cada uno de estos nombres expresan algún aspecto importante de su pensamiento. De acuerdo con Abraham Maslow, afamado ex catedrático de la Universidad Brandéis, la psicología humanista constituye una "tercera fuerza" en la psicología estadounidense; las otras dos fuerzas son el psicoanálisis y el conductismo. Se puede considerar que Rogers fue parte de esta "tercera fuerza". Su enfoque está tan cerca del enfoque de Maslow que podemos considerar ambos enfoques complementarios. Rogers pensaba que cada persona vive y construye su personalidad a partir de ciertos objetivos; y el objetivo más alto sería ser feliz, autorrealizarse. Pero Rogers le da mucha importancia a una idea que coge de un filósofo noruego llamado Kierkegaard: el único modo de autorrealizarse y ser feliz es aceptarse a sí mismo y llegar a ser quien se es sin máscaras. Rogers está convencido que toda la infelicidad de las personas proviene de no aceptarse como son y dejar que su personalidad se vaya construyendo sin trabas. Sólo cuando una persona se acepta a si misma, pierde todos los complejos de mostrarse tal y como es frente a los demás y frente a sí mismo puede realmente realizarse. LA TENDENCIA A LA AUTOREALIZACIÓN Como Maslow, Rogers consideró que los humanos tenían una tendencia natural a la realización. Según Rogers, los humanos necesitan y buscan básicamente su satisfacción personal y el establecer relaciones muy estrechas con los demás. Consideraba que nuestra postura frente al mundo se decidía fundamentalmente en la percepción que tenemos de la realidad y de las demás personas, por eso lo realmente interesante es buscar una buena forma de relacionarnos con el mundo. No existe camino seguro a una "realidad verdadera" conforme a la que se haya de vivir, pero Rogers creía que una postura abierta a las diferentes posibilidades nos mantendría más vivos y con más posibilidades de una buena vida. La persona debe estar abierta y sensible a las experiencias internas (sensaciones, sentimientos, pensamientos y otros) así como al ambiente externo (las opiniones de los demás, los hechos agradables y desagradables… etc). De acuerdo con Rogers, los humanos nos encontramos en un estado de "ser y convertirnos en", siempre estamos en camino de convertirnos en otra cosa diferente de lo que somos con el fin de hacer nuestra vida más plena. Por eso es tan importante vivir en un ambiente que nos permita el crecimiento personal, que no nos estanque ya definitivamente en una horma de ser, de pensar, de sentir… etc. Solamente así es posible la realización como hombres y la felicidad. Según Rogers, la tendencia a la realización es el único motivo básico humano. El ser humano es básicamente activo y si las condiciones son favorables intentaremos desarrollar nuestras potencialidades al máximo; cuando no se da este desarrollo el individuo entra en una crisis y se convierte en un ser problemático e infeliz. Los aspectos específicos del crecimiento humano varían de persona a persona; no todos harán exactamente las mismas cosas cuando las condiciones sean propicias para la realización. Hay generalizaciones que son válidas, podemos referirnos a algunas que son muy importantes para el crecimiento y realización personal en todas las personas: • La flexibilidad en vez de la rigidez. • La apertura en vez de la actitud defensiva. • La autonomía (mayor libertad del control externo) en vez de la heteronomía. • Un autoconcepto positivo y realista. Estos tres elementos pueden dar una buena pista sobre nuestra postura más dispuesta o menos dispuesta hacia la realización y la felicidad plena. Para lograr esto propone una serie de pautas a aplicar en la vida de cada uno: 1. Dejar de utilizar máscaras: no aparentar una cosa que no eres. gastamos muchas energías disfrazando nuestra verdadera personalidad. En la clase, por ejemplo, seguro que intentamos parecer mucho más adultos, seguros, violentos, despreocupados... de lo que realmente somos. Uno mismo es quien sabe mejor cómo es, pero el hecho de quitarse la máscara, de salir de la fachada que nos oculta cómo somos realmente nos da miedo, y por eso preferimos ocultarnos. 2. Dejar de sentir los «debería». La conducta de las personas está marcada por muchos elementos. Uno de ellos son las normas, que nos dan nuestros padres, la autoridad social, la presión social, etc. Hay un momento en que estas normas están tan interiorizadas, nos marcan de tal modo, que las seguimos aunque no queramos seguirlas. Es decir, hacemos las cosas porque nos han dicho) que "debes hacerlo» y no porque realmente queramos hacerlo o creamos que es la manera más adecuada de hacerlo. un ejemplo claro de esto podría ser la relación que mantenemos con nuestros padres. Ellos, con sus recomendaciones, sugerencias y órdenes, intentan, con toda la buena voluntad del mundo, ponernos en el buen camino. Y nosotros, en cuanto no seguimos alguno de estos planteamientos, tenemos mala conciencia. Nos avergonzamos de nosotros mismos por no haber atendido a sus prescripciones. El hecho de cambiar esta forma de hacer y de dejar de seguir los «debería" es una fase fundamental del proceso. 3. Dejar de satisfacer expectativas impuestas. La psicología social nos dice que tendemos a hacer aquello que hacen los otros. Nuestra cultura pretende que los individuos sigan unos patrones, unos modelos y cumplan determinadas expectativas. La consecuencia es que las personas viven de acuerdo con valores que los otros han fijado pero que tal vez no sean nada significativos para ellas. Por ejemplo, una expectativa social de un estudiante de bachillerato es que vaya a la universidad, tenga un trabajo de prestigio, forme una familia y gane mucho dinero. Pero tal vez una persona, al acabar la secundaria, prefiera viajar por el mundo, o dedicarse a una actividad de voluntariado en una ONG, o retirarse a una granja en el campo para dedicarse al cultivo biológico, o simplemente pasarse un tiempo de tranquilidad porque no sabe qué quiere hacer...etc. Sin embargo, la mayoría de las veces no nos atrevemos y nos vemos vencidos por las exigencias sociales. 4. Dejar de esforzarse por agradar a los demás. Muchas personas se han educado y se han formado intentando siempre agradar a los demás y con el miedo permanente a recibir una critica o una censura por parte de los otros. Esta conducta les convierte en esclavos de esta idea y les impide que se acepten a sí mismos como son y desarrollen su propia personalidad; estos individuos son incapaces de desarrollarse, únicamente viven a la espera de ver qué espera el otro para actuar. Las personas que realmente son libres, que se han aceptado a sí mismas, dejan de intentar hacer las cosas en función de los otros, hacen las cosas porque las quieren por sí y para sí. 5. Auto-orientarse. Elegir desde tu propia autonomía tus objetivos y tener en buena parte de ellos las razones de esta lección. Significa ser autónomo, no depender de los demás, de la familia o de la pareja; saber que si te equivocas eres el único responsable y que nadie va a venir a sacarte las castañas del fuego. Esta autonomía genera miedo porque uno se ve “solo ante el peligro”, pero la dependencia es aún peor, nos lleva a sufrir mucho más. 6. Comenzar a ser un proceso. Las personas que se aceptan a sí mismas notan que entran en un proceso constante de cambio y aún disfrutan de ello; no tienen miedo a cambiar de trabajo, de lugar de residencia... el mundo no les queda grande y no tienen miedo a perder cosas si ganan otras. No se esfuerzan por llegar a estados definitivos porque prefieren no estancarse. 7. Aceptar la propia complejidad. La experiencia de este estilo de cambios implica aceptar la propia complejidad. No vernos de manera simple en la que o somos buenos o malos, o trabajadores o perezosos, o simpáticos o aburridos. Las personas que no se aceptan a si mismas tienden a generalizar situaciones: si tienen un desastre amoroso pasan del “no le gusto a mi pareja...” a “no le gusto a nadie”, si una noche de fiesta están aburridos, espesos, torpes... concluyen que son un muermo (y en el caso contrario se ven como Travolta en “Fiebre de Sábado noche”). Aceptarse a sí mismo significa aceptar la complejidad; significa que puedo ser a veces simpático y a veces aburrido, a veces bueno y amable y otras bastante egoísta. Los momentos buenos no les lleva a “endiosarse” ni los malos a tirarse por el Walter. 8. Comenzar a abrirse a la experiencia; significa comenzar a verse como lo que uno realmente es, no evitar ninguna parte de nuestra personalidad aunque nos resulte oscura o desagradable. 9. Comenzar a aceptar a los otros. Solamente si nos aceptamos a nosotros mismos podremos estar bien con las demás personas. A medida que aceptamos nuestra experiencia, estamos más capacitados para recibir las cosas que nos proponen los otros. El que no se acepta, nunca estará cómodo en la relación con los otros ya que trasladará su idea sobre sí mismo sobre los demás pensando que tampoco ellos le aceptan. 10. Comenzar a confiar en sí mismos. Comenzar a aceptar nuestra propia forma de ser nos dará tranquilidad y confianza. Confiar en uno mismo no significa adoptar una actitud prepotente y pensar que “todo lo hago bien”, significa más bien no tener temor a equivocarse y atreverse a experimentar; tal vez nos guste la literatura y escribir pero, cuando lo hemos intentado descubrimos que no estamos a la altura de las obras que leemos; si confiamos en nosotros mismos aceptaremos nuestra carencia y trataremos de mejorar día a día; si no confiamos en nosotros mismos descartaremos posibilidades que nos atraen mucho con la excusa de “no ser suficientemente buenos”. Algunos ejemplos de esto son personajes como Einstein, que no estaba suficientemente preparado en física pero siguió con sus investigaciones como creía honestamente que debía hacerlo. EL YO: EL CONCEPTO DE UNO MISMO. La noción de yo o autoconcepto es tan importante en la psicología de Rogers que a su teoría se la suele llamar "teoría del yo". La forma en la que una persona se ve a sí misma es el factor más importante para predecir la conducta futura, porque junto con un autoconcepto realista hay una percepción realista sobre la realidad externa y la situación en la que el individuo está". El autoconcepto se forma a partir de las experiencias (internas y externas) que tenemos a lo largo de nuestra vida. En un primer momento (cuando somos bebés) las experiencias que podemos tener son únicamente internas pero a medida que nos vamos desarrollando, la tendencia a la mejora lleva al niño a establecer interacciones con otras personas y cosas, ampliándose su autoconcepto. Hay que comprender que el yo es un concepto fluido y cambiante; no tenemos una personalidad fijada de antemano, sino que vamos cambiando a medida que nuestras experiencias internas y externas cambian. Rogers se dio cuenta que en las personas con problemas, existía una diferencia muy notable entre las percepciones sobre cómo son (el yo) y las percepciones de cómo deberían ser (el yo ideal). El objetivo fundamental de la terapia humanista era acortar esta distancia lo más posible. Es fundamental para el desarrollo de un buen autoconcepto la valoración y aceptación por parte de los demás; Rogers llamaba a esto “necesidad de amor”. Creía que una necesidad fundamental del ser humano para desarrollarse de forma plena y feliz era el amor. Esta necesidad de amor y afecto es innata). Por esto, ciertas personas en la vida del niño (y posteriormente en la vida adulta) adquieren gran importancia. Estas personas significativas (por ejemplo, los padres, los amigos, la pareja) pueden influir fuertemente en el individuo al dar y negar amor y aceptación, y su influencia es decisiva en el desarrollo psicológico. Lo fundamenl es comprender que aprendemos a vernos en la forma en que otros nos ven. Este hecho puede causar ciertos conflictos en el desarrollo de nuestra personalidad. Puede ocurrir que las experiencias internas (sentimientos, deseos, ideas, valores) entren en colisión con la experiencia externa de la valoración y aceptación de los otros; por ejemplo, que algo que de forma interna vivimos con alegría y satisfacción, es valorado de forma negativa por los que nos rodean. En este caso se produce un conflicto y os lanzamos a la búsqueda de una posible conciliación; a través de las soluciones encontradas se decide gran parte de nuestra personalidad. Rogers de dio cuenta que tales conflictos suelen surgir en torno a los siguientes valores: 1. La sexualidad es mala. 2. Es bueno no cuestionar la obediencia a la autoridad. 3. Es muy importante ganar dinero. 4. El aprendizaje escolar es bueno. 5. Es malo que los hombres lloren, se abracen y demuestren sus sentimientos 6. Es malo que las mujeres sean asertivas e independientes. Por regla general tendemos a admitir este tipo de valoraciones a fin de obtener una aceptación y valoración por parte de los demás. el problema surge cuando estos valores van en contra de nuestras experiencias internas positivas al respecto. Según Rogers, la incorporación de los valores y patrones de los padres, si son incoherentes con la propia experiencia interna puede perjudicar al individuo. La persona que pierde contacto con la experiencia interna tiene más probabilidades de desarrollar rasgos como ansiedad y hostilidad. Los pensamientos, sentimientos y acciones que otras personas significativas aprueban (y que finalmente aprobaron los mismos individuos para conservar la consideración positiva y la auto consideración) pueden ser tan diferentes de las experiencias internas que se genera una distancia entre el autoconcepto y la experiencia interna básica: tenemos una consideración de nosotros mismos que no se corresponde con cómo nos sentimos. Esta situación es poco saludable y origina que la persona funcione de una manera restringida e ineficaz y que experimente tensión y ansiedad. Lo ideal sería que, en principio, las experiencias internas fueran del todo valoradas por quienes nos rodean; a esto Rogers lo llamó consideración positiva incondicional. Se produce cuando una persona percibe que todas sus experiencias del yo (sentimientos, pensamientos, sensaciones, etc.) son merecedoras de la consideración positiva por parte de otras personas significativas; en otras palabras, no se imponen condiciones de valía a esa persona. Si se nos acepta y valora, se nos considera valiosos incondicionalmente; se nos permite estar conscientes de toda la gama de nuestras experiencias internas y no tenemos que negar o rechazar aspecto alguno de ellas a fin de obtener y conservar la consideración positiva de otros. Sin embargo, aunque esta debería ser la tendencia general de los padres y educadores, Rogers aceptaba que no debe ser absoluta. Es decir, no es aconsejable valorar todos los deseos, pensamientos, sensaciones y sentimientos ya que podría darse el caso, por ejemplo, que unos padres promocionasen las experiencias internas tendentes a la agresividad. Por ejemplo, puede ser mal visto golpear a otra persona; pero la persona que golpea y el deseo de golpear, pueden aceptarse. De esta manera, se conserva la consideración positiva incondicional. En esta línea de razonamiento, sería posible que los padres expresaran desagrado ante ciertas conductas de su hijo, tales como tirar comida en la mesa, pegar a un hermano, golpear la pared con un martillo, ser grosero con un vecino o tirar del rabo al perro, y al mismo tiempo hacerle saber que sí aceptan el hecho de que él quiere hacer esas cosas. Es decir, no permitirán que las conductas del niño interfieran con su amor o con la aceptación de sus sentimientos. Es importante que se mantenga el respeto por las personas, por sus pensamientos y sentimientos sin importar los aspectos específicos de las interacciones en un momento dado. Si esto sucede, los individuos no tendrán que desprenderse de sus experiencias internas, aunque podrían inhibir algunas conductas disruptivas. LA TERAPIA HUMANISTA DE ROGERS El foco principal de la terapia humanista está centrado en el cliente está en los esfuerzos de éste para afrontar sus experiencias reales y generar maneras de vivir más significativas y satisfactorias. Rogers creía que los individuos tienen dentro de sí la capacidad para descubrir lo que les hace sentirse ansiosos e infelices y para generar cambios en sus vidas. Sin embargo, esta capacidad puede permanecer latente, debido a diversas fuerzas negativas por parte de los padres y de la sociedad: en tales casos, la terapia centrada en el cliente podrá ayudar a movilizar las tendencias inherentes al entendimiento y el crecimiento personales. El terapeuta proporciona una atmósfera cálida y de aceptación dentro de la cual sus clientes pueden expresarse abiertamente. No es trabajo del terapeuta dar consejos o "corregir a los clientes"; en vez, de eso, su tarea es proporcionar aceptación sincera y comprender los esfuerzos de los clientes para lograr una mayor comprensión de sus experiencias internas y de su relación con el mundo. Este modelo de conducta resultó ser muy efectivo y Rogers lo extendió a todos los ámbitos de la existencia humana. La idea era que el trato con los demás en un ambiente de aceptación ayuda a comprenderse a uno mismo, y esta comprensión permite la superación de las dificultades. Por eso la terapia humanista se empezó a aplicar a grupos de encuentro, relaciones de pareja, educación y solución de conflictos. Rogers pensaba que para que se dieran las condiciones de una terapia fructífera debían establecerse ciertas condiciones fundamentales: 1. El terapeuta es compatible en la relación y es capaz de tratar al cliente en función de su propia experiencia interna (la del terapeuta). Existe armonía entre lo que el terapeuta siente y lo que comunica al cliente. Rogers indicó que en ocasiones la compatibilidad o autenticidad puede ser la condición principal para el progreso en la terapia (Raskin y Rogers, 1989, p. 172). El terapeuta compatible no niega los sentimientos que él experimenta durante la terapia y está dispuesto a expresar abiertamente sus emociones persistentes. 2. El terapeuta experimenta consideración positiva incondicional por el cliente; se relaciona con él en una relación personal y acepta que el cliente es un individuo valioso, sin importar sus características, emociones o conducta. Se "valora" al cliente por lo que es y por lo que puede llegar a ser. Otros términos que comprenden aspectos de esta condición son "cordialidad", "aceptación" y "cuidados no posesivos". 3. Se da un entendimiento empalico del cliente. Rogers indicó que el terapeuta debe estar implicado de manera sensible con las experiencias del cliente y ser capaz de comunicar efectivamente que se ha comprendido sus experiencias. En cualquier caso, el terapeuta no deberá incurrir en cólera, confusión, miedo u otras emociones que pudiera sentir el cliente. Es esencial percibir con precisión y compartir las experiencias del cliente, pero el terapeuta debe permanecer suficientemente desvinculado del impacto emocional para conservar clara su perspectiva. De esta manera se le puede ayudar al cliente a obtener enfoques más claros. Rogers creía que cuando era más empático, podía aclarar no sólo los significados aparentes, sino también los que se encontraban justo por debajo del nivel de conciencia del cliente. La compatibilidad, la consideración positiva incondicional y la empatía ayudan a crear un clima en el que los clientes pueden eliminar su temor a expresarse y se ponen en contacto más próximo con su experiencia interna. En un diálogo escrito entre un terapeuta y un cliente se pierden muchas de Jas dinámicas completas de la situación real. La cordialidad y los sentimientos que se manifiestan, la duración de las pausas y titubeos, el tono de las afirmaciones y otros aspectos de importancia que caracterizan a la relación de terapia no se aprecian en el relato anterior. No obstante, sí se refleja en parte el papel del terapeuta como clasificador y organizador de las expresiones del cliente y como una persona que le importa y acepta. Al colaborar en la liberación de las capacidades de realización del cliente, el terapeuta contribuye al desarrollo de éste de manera profundamente comprensiva, aunque sin interferir.
TEORÍA DE LA PERSONALIDAD SEGÚN MASLOW
La teoría de Maslow es un enfoque que trata de mejorar la vida de las personas a partir de una mejor comprensión de su personalidad. No se centra en casos patológicos sino en las personas sanas, y su esfuerzo va dirigido a desarrollar sus potencialidades, su capacidad de escoger y su creatividad. A la idea de Rogers de que todo nuestro mundo se basa en la relación existente entre nuestra experiencia interna, los sentimientos, deseos, ideas... etc y nuestra experiencia externa: la imagen que los demás nos devuelven de nosostros mismos y las relaciones que entablamos con ellos, Marslow añade un concepto fundamental: las necesidades: Para Maslow la personalidad de cada persona tiene dos aspectos fundamentales: nuestras necesidades, es decir, las cosas que buscamos a lo largo de la vida y nuestras experiencias, o lo que es lo mismo, lo que nos va ocurriendo en esa búsqueda incesante. Maslow es uno de los primeros filósofos que más en serio se toman la vida individual de cada persona y el conjunto de experiencias que va viviendo, porque es en este “ir viviendo” donde se va formando nuestra personalidad. Podríamos decir que la teoría de la personalidad de Maslow tiene dos planos: por una parte un nivel biológico igual para todas las personas que es el nivel de las necesidades: todas las personas tenemos, al fin y al cabo, las mismas necesidades. Y por otra parte un nivel personal que es único y específico de cada uno de nosotros que es precisamente el conjunto de experiencias que acumulamos según vamos tratando de cubrir nuestras necesidades. LAS NECESIDADES. Según Maslow, las personas tienen dos tipos de necesidades; las necesidades deficitarias y las necesidades de crecimiento. Las necesidades deficitarias son las que están asociadas con aquello sin lo cual no podríamos vivi, mientras que las necesidades de autorrealización son aquellas que las personas buscan para autorrealizarse y alcanzar la felicidad pero que no son, de ningún modo necesarias a toda costa para la vida. Las necesidades de crecimiento son las propias de la autorrealización. Estas necesidades están ordenadas de forma jerárquica, es decir, las primeras se tienen que satisfacer antes que las restantes. Eso quiere decir que una persona no se queda parada cuando ha satisfecho una necesidad, sino que inmediatamente desea satisfacer la necesidad siguiente, y así sucesivamente. Las necesidades fisiológicas son imprescindibles para poder vivir y son prioritarias; únicamente si tenemos cubiertas estas necesidades trataremos de cubrir las demás. Las necesidades de protección y seguridad hacen referencia a la protección ante peligros tanto físicos como psíquicos. Son necesidades fundamentales durante la infancia y durante todo el proceso de crecimiento. Maslow destaca la gran importancia de dar seguridad al niño y las implicaciones futuras que esto tendrá en su autoestima. Esta necesidad es la segunda en la escala de Maslow; las personas, una vez han comido y dormido bien, buscan la seguridad como segundo motivo que regule su conducta. Las necesidades de afecto y aceptación son un grado superior que explica los motivos de las conductas humanas. Ser querido por los otros y pertenecer a un grupo son aspectos fundamentales para poder desarrollarse felizmente. La pertenencia a un grupo hace referencia al hecho de considerarse incluido en un colectivo: la familia, los amigos, la clase, un equipo deportivo, una entidad cultural, etc. Las necesidades de valoración son las que hacen referencia a la búsqueda de la autoestima y, por tanto, al concepto positivo de uno mismo. La autoestima comporta unas relaciones más satisfactorias con los otros y es una especie de fundamento básico para la supervivencia psíquica. La valoración también tiene que ver con los juicios de valor que emiten los otros sobre nosotros. Una vez satisfechas todas estas necesidades deficitarias o básicas, la persona ya está motivada para empezar a desarrollar las necesidades de autorrealización. Se pueden definir como la realización de las propias posibilidades, capacidades y talento, y también como el conocimiento y la aceptación plena de la propia naturaleza. Las personas tienen como tendencia básica, es decir, como motivación fundamenta, la búsqueda de la autorrealización, y por tanto, propone un nuevo modelo de persona: la persona autorrealizada. Podríamos decir que la persona autorrealizada disfruta más a menudo de la posesión de los rasgos antes expuestos que otra persona, o que es alguien que ha llegado a un grado de madurez y equilibrio que además le permite ir aprendiendo continuamente sobre su manera de ser. Maslow afirma que tras la autorrealización se ocultan los siguientes valores: perfección, totalidad, cumplimiento, justicia, vida, singularidad, simplicidad, belleza, bondad, facilidad, juego, verdad, modestia. LAS EXPERIENCIAS CUMBRE Uno de los rasgos que definen a la persona autorrealizada es que disfruta con mayor frecuencia de experiencias cumbre. De hecho, son este tipo de experiencias las que permiten que una persona se autorrealice. Las experiencias cumbre son hechos concretos, situaciones vividas por las personas, que marcan su personalidad y de comprender el mundo. Una experiencia cumbre puede ser un viaje, la paternidad, un momento de inspiración creativa, una lectura, una relación personal, el amor, etc., Todos ellos momentos de extrema felicidad y plenitud que marcan un antes y un después, que aumentan el auto-conocimiento y el conocimiento de la realidad. La persona autorrealizada goza muy a menudo, a lo largo de su vida, de experiencias cumbre que la van modelando y definiendo.
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE LAS TEORÍAS DE MASLOW Y ROGERS??
Al examinar las similitudes y diferencias entre las teorías de la personalidad de Maslow y Rogers, una sorprendente similitud entre las dos es el énfasis puesto en mirar a las personas a través de una perspectiva positiva, enfatizando sus cualidades internas y su capacidad para crecer. Sin embargo, la diferencia entre los dos psicólogos se puede identificar en sus teorías de autorrealización. Maslow reconoce plenamente la autorrealización de los individuos a sí mismos. Rogers no le da crédito al individuo solo por la autorrealización, sino que enfatiza la necesidad del medio ambiente, especialmente a través de la empatía, la autenticidad y la aceptación de los demás que resultan en una condición para el crecimiento.