Cartografia Visual Del Poder
Cartografia Visual Del Poder
Cartografia Visual Del Poder
Aníbal Quijano
LA TRONKAL
Grupo de trabajo geopolíticas y prácticas simbólicas
Casilla postal: 17-11-5014 Quito-Ecuador
http://latronkal.blogspot.com
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«¿Cuándo una práctica simbólica deviene decolonial?». Esta pregunta tan com-
pleja y sin respuesta categórica abrió posibles caminos para revisar nuestras prác-
ticas inmediatas: los conceptos de «arte» y «estética» nacen vinculados a jerar-
quías eurocéntricas; no existe una característica, valor o sujeto por naturaleza
decolonial; una crítica radical de la colonialidad solo es posible si enfrentamos
las múltiples y simultáneas formas de opresión; una imagen, un sonido, un gesto
o una interacción pueden poblarse de preguntas, usos, sentidos no previstos en
el guión del poder.
En estas búsquedas hemos tenido que enfrentar permanentemente dificulta-
des de nuestra formación o deformación dentro de la sociedad capitalista, cla-
sista, racista, individualista, machista, de las disciplinas rígidas y cerradas, de
los formatos inflexibles o la dictadura de la razón. Éste ha sido y sigue siendo el
gran desafío para nuestro trabajo. Frecuentemente nos resulta imposible pero al
mismo tiempo impostergable desmontar estas herencias, enraizadas en nuestras
prácticas de manera imperceptible. Unas veces más presentes que otras. ¿Cómo y
de qué manera seguir atentos? Ése es el reto.
«Segunda sesión del Partido Socialista del Ecuador», serie «Los notables», Archivo Rosales, s.f.
que desemboca en el clasismo que separa a los que tienen el capital de los que no
lo tienen. Aún así, han pasado por alto que la jerarquía de clase se apoya además
en la jerarquía étnico/racial –jerarquía que opera como sistema organizador del
sistema-mundo–, en la jerarquía de género, en la de edad, y en muchas otras. In-
tentar descolonizar una jerarquía y no las otras es restituir la colonialidad, es-
pecialmente si se pregunta desde el lugar del hombre blanco, ya que se estaría
participando en la subsunción del conocimiento/pensamiento del otro.
El presente ensayo desarrolla cuatro reflexiones principales que me per-
mitirán elaborar estrategias significativas y potenciales para una lectura deco-
lonial del archivo fotográfico y la mirada que lo atraviesa. En la primera parte,
«El lugar colonial de la fotografía y de lo fotográfico: desafíos decoloniales para
leer una imagen», revisaré en diálogo con el proyecto Modernidad-Colonalidad/
Decolonialidad el lugar epistémico y metodológico desde el cual se deberían leer
las fotografías de un archivo, como el de Miguel Ángel Rosales.
En la segunda parte, «De la cartografía (visual) de las jerarquías de poder al
Kipus como metáfora de una lectura articuladora» desarrollaré a partir de la car-
tografía del poder detectada por Ramón Grosfoguel una propuesta lúdica –en la
línea de una acción artística con capacidad sanadora–2 performativa para pen-
sar una representación-otra de las jerarquías del poder que no se vea sujeta ni
limitada por la representación bi-dimensional en el papel. Para tal efecto tomaré
prestado el kipus del imperio incaico como objeto performático y de apoyo para
el análisis.
En la tercera parte del ensayo, «La modernidad-modernización: el juego de los
centros y las periferias», realizaré una lectura crítica de algunas de las imágenes del
Archivo Rosales, indagando acerca de la relación entre el centro, la semiperiferia
y la periferia en el contexto de Los Andes centro-norte del Ecuador. Esta aproxi-
mación busca detectar las maneras en las que el poder periferiza a otros para con-
vertirse en centro.
En la cuarta parte del ensayo, «El tiempoespacio de la memoria fotográfica»,
dialogaré con los distintos tiempos que Wallerstein ha identificado como ele-
mentos configurativos de las Ciencias Sociales. En esta sección intentaré leer
desde la experiencia concreta que implica la lectura del archivo fotográfico, el
desafío por pensar a partir de los tiempos estáticos o fragmentados, las condi-
ciones para un tiempo de la transformación o de oportunidad.
Cabe mencionar que la mayoría de las imágenes incorporadas al texto cuentan
en la actualidad con un «título de trabajo». Puesto que el autor de las imágenes
no le colocó nombre a ninguna de sus fotografías, decidí elegir nombres que, a
diferencia de lo que ocurre con los números o códigos, permitirían ser recorda-
dos con facilidad para futuras discusiones. Las distintas dinámicas realizadas en
torno a éstas y otras imágenes han probado la utilidad del recurso3.
2 La idea de un arte con propiedades curativas para las formas de entender la aproximación a la realidad está
en Suelny Rolnik, El arte cura?, Quaderns portàtils, MACBA, Barcelona, 2001.
3 Desde el año 2008 he coordinado una serie de experiencias de reapropiación de la imagen y sus usos sociales.
A fines del 2009 e inicios del 2010 nació el proyecto de creación colectiva Plataforma 23, en el que, de manera
transdisciplinaria (teorías y prácticas simbólicas diversas se entretejen), se desarrollan estrategias para estas
formas de reapropiación.
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9 Immanuel Wallerstein, The Time of Space and the Space of Time: The Future of Social Science, en http://www.
binghamton.edu/fbc/iwtynesi.htm, traducción y cursivas mías.
10 Ibíd.
11 Al emplear la frase «gramática visual del poder» prescindo del término estética del poder, por lo problemático
que puede devenir el vocablo estética frecuentemente entendido como sinónimo de lo bello.
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15 Esta aproximación entiende a las distintas jerarquías globales de la cartografía como inter-conectadas y por
ende que ninguna de las jerarquías subsume a ninguna otra.
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estructura superior
estructura inferior(izada)
ideología de exclusión
institución de exclusión
El principio de este gráfico es la forma de dominación que se sustenta sobre la
relación entre el ser y el no-ser. Las zonas superiores se relacionan directamente
con el ser, al tiempo que convierten al inferior(izado) en un no-ser. En la zona del
no-ser no existe reconocimiento alguno por parte del poder, no hay intersubje-
tividad.
Las jerarquías globales del poder identificadas por Grosfoguel recogen a partir de
esta relación una cantidad considerable de distintas relaciones de dominación que
abarcan desde la división internacional del trabajo (centro/semi-periferia/periferia)
hasta la jerarquía étnico/racial global (occidental/no-occidental), pasando por
muchas otras, como las jerarquías epistémicas o la estéticas globales. La revisión
produjo un mapa que se configura a partir de una serie de columnas gráficas que
describen las múltiples relaciones del ser/no-ser. Si bien es cierto que el mapa
permite elaborar una mirada crítica sobre las distintas formas de clasificación, es
importante tener claro que nadie está fuera de la cartografía del poder. De una
u otra manera todos hemos sido tocados por alguna de estas jerarquías en algún
momento. Cabe aclarar que, aunque detectemos distintas formas de colonialidad,
no debemos asumir que nuestro propio accionar estaría libre de ejercer sobre
otros distintas formas de colonialidad. En muchos casos negamos haber
producido o, incluso, reproducido estas formas de poder. Un primer paso para una
descolonización de nuestras vidas pasa por descolonizar tal idea.
Entre algunos de los aspectos a ser recordados al trabajar con la cartografía del
poder está el desafío a reconocer que cada aproximación a la cartografía produce
en manos de quien pregunta o indaga una nueva cartografía. Cada interpelante
hará, a partir del mapa existente y a través de sus preguntas y lecturas críticas, un
nuevo mapa el cual estará en diálogo (ojalá de tensión crítica) con la cartografía
original. Esta relación dual nos coloca ante el reto de entender que una represen-
tación cartográfica, por precisa y minuciosa que ésta sea, es apenas una parte de
la cartografía que surge frente a una determinada situación de análisis o de de-
sarrollo de propuestas. Por lo tanto, frente al mapeo general propuesto por Gros-
foguel hablaremos de cartografías del poder, asumiendo que el gráfico –similar
al número de páginas de «El libro de arena» de Jorge Luis Borges– «es infinito»
y cambia de forma en cada lectura. En el cuento de Borges, aparece un libro que
abarca en su esencia la totalidad del universo. El sujeto interpelante (lector) puede
acceder a una parte siempre diferente del libro. Cada lectura produce otro libro: «el
número de páginas de este libro es exactamente infinito».
Ver Cartografía del Poder completa, págs. 109 y 110.
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que desarrollar entonces estrategias que permitan leer una jerarquía junto a to-
das las demás.
17 El vocablo kipus proviene del quechua, lengua prehispánica ágrafa. Por esta razón es común hallar las formas
escriturales kipus o quipus.
18 Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva Coronica y Buen Gobierno, carta a Felipe III, 1615, p. 360.
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Detalle de «Contador mayor y tesorero con Quipoc», Guamán Poma de Ayala, 1615.
Cada jerarquía puede ser identificada con un determinado color o diseño. En este
primer ejercicio trabajé con siete hilos en representación de siete jerarquías con
las que quise explorar la representación. Una vez estructurados los hilos, asigné a
cada hilo una jerarquía de poder global de la cartografía del poder de Grosfoguel:
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to de estudio (el negro, el indio, las clases populares, etc.) en sujeto del desenganche,
una operación que implica asumir una perspectiva epistémica/cosmogónica otra
como forma de re-existencia20. Una opción que permite pensar que todo «sujeto
descolonizador» sin ser de una comunidad indígena o afro puede optar por una
cosmovisión otra. Una operación que establece la posibilidad de pensar en un
diálogo inter-epistémico –única forma significativa, real y potencial para pensar en
formas democráticas de convivencia– como giro decolonial. Un giro que implica
tomar en serio esos pensamientos otros.
En la primera lectura y buscando lo que María Lugones llama la «intersección
de raza, clase, género y sexualidad» exploré el entretejido de hilos en lo que lla-
maré los nodos jerárquicos, cruces de hilo-jerarquías, como en este caso en el que el
nodo lo componen la jerarquía de clase y la étnica/racial:
Al tiempo que la relación primaria entre dos jerarquías puede establecer un nodo,
pueden surgir otros nodos semejantes:
20 Adolfo Albán plantea la necesidad de repensar la interculturalidad como proyecto crítico de re-existencia.
Una estrategia para descolonizar la vida que implica el reconocimiento de las diferencias y la superación de
las desigualdades socio-culturales, económicas, políticas y epistémicos. Ver: Adolfo Albán, ¿Interculturalidad
sin decolonialidad?: colonialidades circulantes y prácticas de re-existencia, en Diversidad, interculturalidad y
construcción de ciudad, W. Villa y A. Grueso (comps.), Bogotá: Universidad pedagógica Nacional/Alcaldía
Mayor, 2008.
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A partir de los dos nodos es posible pensar un entrelazamiento con otra jerarquía
como pregunta transversal. Para la representación de este ejemplo –en forma de
interrogación y de exploración visual– me propuse atravesar las distintas jerar-
quías y los dos nodos-jerárquicos con la jerarquía de género. La representación
en la que la pregunta por las formas de leer el género cruza el tejido de jerarquías
adquirió esta forma:
Occidente) sino tiempos múltiples (el tiempo específico de la región afro de Es-
meraldas, el tiempo de un pueblo o aldea y no el de una urbe, etc.) que no deben
ser subsumidos al tiempo hegemónico.
En un ejercicio de anudamiento espontáneo y al mismo tiempo aleatorio
se produjo la combinación de jerarquías étnico/raciales, estéticas globales y
espirituales globales. Con esta combinación me sumergí en el archivo buscando
una imagen que pudiera contener esta combinación. Hallé entonces el retrato
«Indias por una tarde»:
En este caso asistimos al retrato en estudio de dos jóvenes mujeres que han sido
disfrazadas de indias de Imbabura. Ambas llevan los trajes típicos, así como las
joyas correspondientes. Una de ellas lleva además una vasija de barro. La cultura
occidentalizada y dominante se ha apropiado de elementos culturales ajenos,
vaciándolos de sentido. La visualidad elaborada –como forma de gramática visual
del poder– nos exige una crítica especial si nos aproximamos a la jerarquía estética
global. En este caso, si el poder se apropia de determinados objetos simbólicos ya
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21 Immanuel Wallerstein, The Time of Space and the Space of Time: The Future of Social Science, en http://www.
binghamton.edu/fbc/iwtynesi.htm.
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22 Si bien es cierto que el colonialismo suele ser entendido como una forma de dominación de una nación sobre
otra, es importante entender que esa lógica se reproduce entre distintos grupos al interior de una nación.
23 Para futuros análisis de este fenómeno será de gran utilidad incorporar la categoría de «distinción» de
Bourdieu en las distintas interpretaciones.
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humano que desde el poder puede ser subalternizado. Por unos instantes fun-
ciona la idea de este grupo de personas como centro, siempre y cuando las damas
andinas no pretendieran mezclarse con las que pertenecen a la élite francesa o
inglesa de la época, en tal caso sufrirían la vergüenza de ser convertidas ellas
en periferia. Las dos fotografías no son las únicas, hay muchas más en las que
además aparecen hombres. En algunos casos, este blanqueamiento en la semi-
periferia consiste en subsumir las diferencias étnicas entre la periferia y el cen-
tro a favor de las de clase social, como se observa en la imagen «En el lago», de
la misma serie:
«En el lago», de la serie «La buena vida», Archivo Rosales ca. 1949.
Estas imágenes son de gran utilidad para leer las distintas jerarquías de poder
que se fueron inscribiendo en la sociedad de la Ibarra retratada por el fotógrafo
Rosales. El afán de una periferia latinoamericana por convertirse en centro abrió
la caja de Pandora del sistema-mundo. Contrario a su discurso, la economía-mun-
do busca generar mercados y no mejor calidad de vida. En el sistema-mundo no
se habla de sociedades, sino de un sistema global diseñado para la explotación
de unos sobre otros. La modernidad no es entonces la cúspide a la que puede as-
pirar una sociedad, sino el conjunto de estructuras epistemológicas, ideológicas,
espirituales, geográficas, etc. en las que el capitalismo va a hallar su mejor sos-
tén. Como ya se mencionó en una sección anterior, las imágenes deben ser leídas
desde una clave decolonial. De esta manera se puede (re)construir una memo-
ria-otra (crítica) que genere reflexiones para pensar y ejecutar un desenganche
epistémico24 a partir de una crítica significativa y potencial que desde el proyecto
decolonial se le puede hacer a la modernidad.
Hay que tener en claro que el proyecto decolonial no es lo mismo que el pos-
moderno o el poscolonial. Si bien es cierto que estos proyectos centran su crítica
en Occidente y en la modernidad, hace falta una distinción clara entre los tres:
no todo lo que es crítico de Occidente es decolonial. El punto importante para
operar decolonialmente es reconocer la diversidad epistémica como base para un
diálogo interepistémico horizontal que está obligado a romper las jerarquías. El
postmodernismo ha sido una crítica occidental a Occidente o una crítica euro-
céntrica a lo eurocéntrico. Si bien hay principios que orienten posibles diálogos
con estas formas de crítica, la práctica política tiene su propio horizonte. Las críti-
cas posmodernas pueden ser aliadas en ciertos momentos, pero no en todos. No
hay que perder de vista que esa alianza es momentánea y que se romperá en el
momento en el que las otras partes no acepten todas las exterioridades relativas.
El diálogo inter-epistémico no se impone, se negocia de igual a igual.
Toda imagen inscribe en su interior una relación específica con el tiempo repre-
sentado en la foto. Una mujer retratada a los 20 años sabe que de alguna manera
esa foto será en su vejez un testimonio que probará que su cuerpo fue en algún
momento otro distinto al que exhibe como abuela cincuenta o sesenta años
después. Todo retratado está consciente de que la imagen fotográfica pretende de-
tener el tiempo a través de la representación fotoquímica sobre un soporte capaz
de registrar estos procesos lumínicos. Pero esta capacidad de suspensión temporal
remite a apenas uno de los tiempos involucrados en el complejo proceso de retra-
tar una porción de la realidad. Hay otros tiempos, significativamente más com-
plejos que deben ser tomados en cuenta, especialmente al momento de intentar
leer las imágenes de un archivo fotográfico.
El tiempo fotográfico con sus dos dimensiones –el instante en que la imagen
24 Según Mignolo, «la lógica opresiva de la modernidad produce una energía de descontento […],
desprendimiento entre quienes reaccionan ante la violencia imperial. Esa energía se traduce en proyectos de
de-colonalidad que, en última instancia también son constitutivos de la modernidad». Walter Mignolo, «El
pensamiento des-colonial y apertura: un manifiesto», en, www.trsitestopicos.org, p. 5.
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fue tomada y aquel que queda registrado en la imagen misma– suele ser leído
desde aquello que está contenido en el recuadro de la imagen. La fotografía se
interpreta entonces como la representación de una realidad que inicia con la
presencia del objeto retratado25 en el lugar y en el instante del mismo acto del re-
trato. Quien sostiene una foto se aproxima en primera instancia a dos certezas:
por un lado hay que tener en claro que aquello que ocurrió frente al lente de la
cámara cuando ésta vio activado su obturador ha dejado de ser y por el otro, que
el tiempo que media entre la toma de la imagen y el instante de lectura es un
tiempo pasado, consumido. Se impone así la creencia según la cual la foto existe
entonces siempre hacia adelante en el tiempo, jamás hacia atrás. Quien observa
una foto afirma que «lo fotografiado ya no existe más», al menos no en la forma
en que aparece en la imagen. De esta interpretación del estatuto temporal de la
fotografía surge entonces la idea de que lo retratado fue y ya no es más. En ningún
momento aparece la pregunta acerca del tiempo anterior y del tiempo posterior
al instante retratado. Lo retratado no apareció de la nada frente al lente de la
cámara y tampoco fue disuelto en la nada después de tomada la fotografía. Cabe
entonces hacerse algunas preguntas fundamentales: ¿Cómo llegó el objeto re-
tratado a ser lo que fue al momento del acto fotográfico? ¿Qué tipo de relaciones
sociales, económicas, culturales y políticas posibilitaron que fuera de una mane-
ra y no de otra? ¿Qué devenir histórico se inscribe en la memoria física (corporal)
del objeto? ¿Qué sucedió con el objeto después de haber sido retratado?
Si tomamos por ejemplo la siguiente imagen de la serie «Las cosedoras»,
podremos observar a un grupo de mujeres que bajo la supervisión de otras dos
mujeres (una monja y una maestra(?) de alrededor de 50 años) realizan tareas de
costura, bordado, planchado, etc.:
25 Con objeto retratado me refiero a personas, situaciones, lugares, eventos; de manera general a las realidades
que se registran a partir de la mirada fotográfica.
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26 Wallerstein desarrolla el concepto de espaciotiempo en el contexto de una lectura de las maneras en las que las
ciencias sociales han hecho uso de los conceptos de tiempo, ver: Immanuel Wallerstein, The Time of Space and
the Space of Time: The Future of Social Science, en http://www.binghamton.edu/fbc/iwtynesi.htm
27 Resumo en esta interpretación las principales observaciones halladas en las entrevistas realizadas a lo largo del año
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otra manera (especialmente las mujeres) y los vehículos eran distintos». Esta lectu-
ra se haría desde un tiempo que oscila entre el episódico y el cíclico-ideológico.
En el primer caso se interpretaría el momento retratado como una situación que
obedece a un momento geopolítico con una duración de 2, 5 ó 10 años. Transcurri-
do ese tiempo la ropa, los vehículos, etc. habrán cambiado física(visual)mente im-
plantando la idea de un pasado superado que se resume en la lectura de un entre-
vistado que leyó la foto como testimonio de algo que «fue y ya no es»28. El proceso
de naturalización de una determinada forma de entender los instantes históricos
se apoya en la generación de la sensación de lo «universal». Una forma de negar
la heterogeneidad del tiempo –no todos vivimos el paso del tiempo de la misma
manera– reduciendo las diversas temporalidades a un solo tiempo universal. Así,
el tiempo efímero o episódico tiende a ser reducido y representado como aquel que
está suspendido independiente y separado de los tiempos anteriores y posteriores.
Surge así un tiempo universal que anula las particularidades de los tiempos otros,
aquellos en los que la experiencia subjetiva entiende e interpreta la vida en otros
ritmos. Este ejercicio de poder opera separando el momento fotografiado de los
tiempos anteriores (aquellos que permitieron que la situación fotografiada se dé) y
de los tiempos posteriores (aquellos en los que la situación retratada condicionó de-
terminadas formas de organización social, cultural, política, etc.). Este corte tem-
poral –seguramente el más común al leer una imagen fotográfica– se constituye
por fuera de la idea de un sistema-mundo en el que todas las acciones (estructuras
ancladas en el tiempoespacio) están conectadas con otras. La amenaza de natu-
ralizar entonces momentos/períodos históricos como algo pasado y ya superado
vuelve problemática la lectura de la imagen y su relación con este tiempo.
Un segundo nivel de lectura (por lo general aquel que historiadores y so-
ciólogos occidentalizados realizarían) sería el del tiempo cíclico-ideológico desde
el cual se podría abordar un corte temporal de alrededor de 30 a 50 años, in-
tentando así ordenar la imagen (y por lo tanto el momento retratado) en un
tiempo mayor que ya exigiría una determinada contextualización histórica, so-
cial, cultural, etc. Una lectura desde esta aproximación establecería una relación
con los procesos de modernización regional que, a partir de la década de los años
30, se producen en distintas regiones del Ecuador, especialmente en lo que a la
adquisición de innovaciones tecnológicas (luz eléctrica, teléfono, automóviles,
etc.)29 se refiere. Las formas de organización social de este período tienen una ten-
dencia general: el estatus se exhibe ahora en las ciudades y ya no en las haciendas.
El resultado de este fenómeno es la migración de una considerable cantidad de
familias terratenientes hacia las ciudades en busca de «lo moderno». A juzgar por
la ropa, la pareja retratada en «Mi auto, mi mujer» parece pertenecer a aquella
clase social con el suficiente poder adquisitivo para comprar un automóvil de
época. Este corte «más generoso» no presupone en sí un cambio radical. Si bien
2009. (Re)Agrupé para ello expresiones remarcadas o repetidas por los entrevistados: antes, diferente, etc.
28 Entrevista grupal de Alex Schlenker a varias personas en torno al Archivo Fotográfico Rosales, agosto, 2009.
29 Para una idea del desarrollo regional y de la geografía vial del Ecuador recomiendo revisar: Jean Paul Deler,
Ecuador, del espacio al Estado nacional, Quito, Banco Central del Ecuador, 1987 y Kim Clark, La Obra
Redentora, El ferrocarril y la nación en Ecuador 1895-1930. Quito, Corporación Editora Nacional, 2004.
104
30 Enrique Dussel, 1492, el encubrimiento del Otro, hacia el origen del «mito de la modernidad» plural editores, La
Paz, 1994.
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31 Empleo el vocablo plataforma en la acepción que el curador de origen nigeriano, Okwui Enwezor, desarrolló
en el marco de su proyecto curatorial al frente de la Documenta 11: «espacio de horizontalidad que potencia/
eleva algo». Ver: http://documenta.de
32 Immanuel Wallerstein, The Time of Space and the Space of Time: The Future of Social Science, en http://www.
binghamton.edu/fbc/iwtynesi.htm
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su lógica capitalista. Como mencioné antes, hay dos aspectos importantes a ser
tomados en cuenta al trabajar con ella: por un lado se trata de una cartografía
abierta que puede ser ampliada con otras jerarquías acorde a cada realidad; por
otro lado es una representación que no debe ser leída desde la limitación que
tiene el texto escrito como estructura cerrada. En este ensayo propuse una forma
de re-pensar la representación de la cartografía a través de un kipus-cartográfico
que desde un trabajo dual de psicomotricidad y reflexión crítica me servirá para
indagar en el archivo. Cada caso y cada investigador articularán otras formas de
representar las complejas relaciones de poder a las que el mundo se ve sometido.
El conocimiento que generaremos desde una postura decolonial y crítica hacia
un futuro de cambio es de tipo concreto, y por lo tanto útil para (re)pensar nues-
tra situación, nuestra historia y nuestra memoria. Esta conciencia se basa en una
determinación espacial y temporal, la cual debe fortalecernos para evitar ser con-
vertidos en «sujetos vaciados»�.
La relación de centro-semiperiferia-periferia es apenas una de las tantas jerar-
quías globales de poder. Esta relación tiene una peculiar forma de reproducir a
escala local lo que acontece a escala global: la periferización del otro (jerárquica-
mente inferiorizado) para alcanzar el estatus de centro (jerarquía superior). La
fotografía del socialista Miguel Ángel Rosales expone estas relaciones –y muchas
otras– de manera precisa y detallada. ¿Coincidencia o ejercicio crítico? Futuras
incursiones y análisis del lenguaje fotográfico desarrollado por el estudio rosales
permitirán responder a este pregunta.
Recordar viene del latín recordere, que significa: ‘pasar de nuevo por el corazón’.
Recordar es entonces un acto de sensibilidad, antes que uno de la razón. Recorda-
mos para no morir. Recordamos para re-existir. Recordamos para revincular al
sujeto a su cuerpo y a su territorio. Recordamos para dejar de ser abstractos seres
humanos universales y convertirnos en seres humanos concretos pluriversales
que dialogan a partir de una igualdad interepistémica que solamente una me-
moria descolonizada y atravesada por la experiencia compartida de la vida puede
lograr. Esas son las consignas a partir de las cuales debemos hilvanar un tejido de
recuerdos sensibles, de historias personales, de anhelos humanos y vitales con el
que podemos fabricar los nuevos ropajes con los que queremos vestirnos para el
momento de gritar: «otro mundo es posible y necesario».
http://www.binghamton.edu/fbc/iwlameri.htm
-- Wallerstein, Immanuel, The Time of Space and the Space of Time: The Future of
Social Science. http://www.binghamton.edu/fbc/iwtynesi.htm
-- Wallerstein, Immanuel, El eurocentrismo y sus avatares, en http://www.
eduglobalcitizen.net