Leyenda 6

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El Sisimiqui

«- Ahí viene Sisimiqui, que se acaba de despertar; oigan, oigan. De veras se oía
una quebrazón de ramas como de huracán en el monte...»
—Carlos Luis Sáenz.
«El gigante Sisimiqui».76
El Sisimiqui (también Sisimique o Sisimico) es un ogro con cara de hombre y cuerpo
de mono, cubierto de espeso vello, que rapta a las mujeres en su noche de bodas.
Tiene solo 4 dedos en las extremidades y los pies invertidos, por lo que deja
huellas al revés, de modo que nadie puede seguirlo. Habita en las oscuras y
profundas cavernas de las montañas.76 La leyenda oral sobre el Sisimiqui que se
roba a las mujeres fue recogida en algunos cuentos costarricenses, como «El
Sisimiqui», por María Isabel Ruiz de Sáenz, que pertenece al ciclo de Tío Conejo,
donde el ogro es vencido por la astucia de este personaje; y «El gigante
Sisimiqui», de Carlos Luis Sáenz, que aparece en su antología «El Abuelo
Cuentacuentos».76 Existe una versión femenina del personaje, la Sisimica, que es la
esposa del Viejo del Monte, y que se presenta como una mujer fea y desgreñada.77

El leyenda es de origen indígena y más arraigada en Guanacaste y la Zona Norte de


Costa Rica. En la narrativa folclórica de muchos pueblos de Mesoamérica y
Suramérica es frecuente la existencia de historias de ogros, tantos masculinos como
femeninos, generalmente descritos como gigantes antropófagos velludos, con los
atributos sexuales exagerados (pene o mamas enormes) y con la capacidad de volver
los pies al revés para no ser seguidos. Entre estas criaturas se pueden mencionar
los del Área Amazónica (Caipora, Curupira y Ceiuci) y los de los pueblos chibchas:
los yohó de los ramas, los muérra de los maléku, los ushidó de los dorasques, las
túlu de los bocotaes, los nia de los cunas, los itsö de los bribris y los míkó de
los cabécares. En el caso de Costa Rica, la mitología maléku es la que presenta de
forma más clara la historia del ogro libidinoso secuestrador de mujeres.78 El Mohán
de Colombia, el Tin Tin y el Chuzalongo ecuatorianos, el Kurupí de los guaraníes y
el Trauco chileno son personajes legendarios de América Latina que comparten
algunos atributos con el Sisimiqui: facciones desagradables, falos exageradamente
grandes, pies invertidos y el rapto de las mujeres.

La palabra «sisimiqui» deriva de «sisimite»,nota 1 palabra de origen nahua que pasó


a Costa Rica por difusión desde el resto de Centroamérica luego de la conquista
española, puesto que los asentamientos nahuas en el país fueron pequeños y
desaparecieron rápidamente. En la lengua pipil de El Salvador, el término
«/tsitsimit/» se usa para denominar a un demonio, y en este país el sisimite es un
tipo de duende. Entre los mexicas, la palabra «tzitzimitl» (plural «tzizimime»,
variante «tzizimites») se usa para nombrar a un ser sobrenatural, descrito por
Bernardino de Sahagún como un tipo de demonio del aire que baja a la tierra para
destruirla y devorar a los humanos. En Guatemala, el personaje del Sombrerón, un
duende que secuestra a las mujeres, es conocido también con el nombre de Tzizimite.
El cambio de la terminación /t/ a /k/ que da origen a «sisimique» (y de este a
«sisimiqui» por substitución de la [e] átona final de la palabra por [i]), ocurre
por disimilación del punto articulatorio de la /t/ por la /s/ precedente, y la
variante «sisimico» es contaminación de «sisimique» por la palabra «mico», debido a
la apariencia simiesca del personaje.78

El Micomalo
Artículo principal: Micomalo
Véase también: Mona (leyenda)
«Y onde le puso la mano en la espalda sintió que aquello era cosa del otro mundo y
se le grifó el pellejo, y más cuando oyó el aullido que pegó al caer entre el
agua... ¡Era el Mico Malo...!»
—Carlos Luis Fallas.
«Marcos Ramírez».79
El Micomalo es un mono de aspecto demoníaco. Los trasnochadores podían toparse con
él cuando vagaban por caminos solitarios en medio de los bosques,80 observando
repentinamente una sombra que se columpia entre las copas de los árboles, negra y
de ojos rojos luminosos. El Micomalo también podía aparecerse en los puentes,
impidiendo el paso de los boyeros que llevaban sus carretas llenas de café para
vender. Podía aparecerse en las casas, balanceándose en el techo, asustando a los
animales, haciendo ruidos, travesuras y jugarretas, sin dejar dormir a los
moradores.79

Ferrero anota que el Micomalo, en las creencias populares, es en realidad el Diablo


en persona.81 Esto hace del Micomalo desde un ser inteligente y travieso, hasta una
criatura malvada, malintencionada y sumamente peligrosa, al que se puede invocar y
al que se puede enviar a dañar a otras personas,82 y a la vez, se le puede
ahuyentar con oraciones y rezos.82 En «Marcos Ramírez», de Carlos Luis Fallas, se
le describe como un mono enorme y horrible, de pelo negro y erizado, con ojos de
fuego y manos candentes que dejan huellas de quemaduras.79 En el cuento de Mario
González Feo, recopilado por Zeledón en Leyendas costarricenses, se le describe
como un león de falda, desnudo de pelo, en alusión al puma o al león breñero.82
Constantino Láscaris lo describe como una especie de mono que gruñe, hace muecas,
lanza chillidos, salta tan alto como si volara y tiene la capacidad de
desaparecer.83 En el Pacífico noroeste de Costa Rica, provincias de Guanacaste y
Puntarenas, hay leyendas de brujas que se convertían en monas (o micas) para
espantar y molestar a los hombres mujeriegos y trasnochadores. Por las noches, en
medio de la oscuridad, las micas aparecían de repente meciéndose en los árboles,
lanzando alaridos que daban escalofríos, asaltando a los viajeros por los
solitarios caminos, literalmente matándolos del susto. Para repelerlas, se debía
tomar una cruceta, clavarla en tierra sobre una señal de la cruz dibujada
previamente, mientras se rezaba una oración, y lanzar unos granos de maíz al suelo,
lo que obligaba a la mica a recogerlos hasta el amanecer.84

Las leyendas del Micomalo y las micas tiene sus raíces en los rituales chamánicos
precolombinos, donde el chamán se convertía en diversos animales. Los poderes de
estos especialistas fueron representados en objetos ceremoniales de cerámica,
piedra, jade y oro, con un profundo significado simbólico y ritual, observándose
personajes ataviados con máscaras y características físicas de animales, en
conjunción con múltiples significados pertenecientes a la cosmogonía indígena. En
la mitología talamanqueña de los bribris y cabécares, el mono, con su destreza
manual, ayuda al dios creador Sibö̀, junto a otros animales, en la construcción de
la casa cósmica (Ù-suré), que es la base del universo aborigen.85

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